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Ivanka
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They can't see us now CON Marcus EN Sala común A LAS 21:00, 22 de Noviembre de 2001 |
¡Dylan! ¡Dylan!- gritaba corriendo por los pasillos de Hogwarts. Todo estaba oscuro, apenas entraba luz de luna por las ventanas, pero todas las luces estaban apagadas y hacía frío, mucho frío y había un ruido constante y repetitivo, angustioso que no lograba identificar. Se paró y buscó con la mirada al rededor- ¿Marcus? ¡Marcus, ayúdame!- gritaba a la nada, esperando que su amigo apareciera de alguna parte, pero solo le pasaba por al rededor gente que no conocía, que prácticamente no la veía- ¿Poppy?- llamó desesperada- ¡Marcus! ¡Poppy!- las lágrimas amenazaban con brotarle y seguía buscando a Dylan en cada rincón, medio a oscuras, mientras aquel sonido se hacía más insistente.
Seguía corriendo hasta que oyó la voz de su padre- Se lo han llevado, Alice- ella se dio al vuelta y lo vio de lejos, pero de repente no tenía fuerzas para moverse- ¿Cómo que se lo han llevado? - Tus abuelos… Se lo han llevado. No podías hacer nada para detenerlos…- No, no podía ser. Se cayó de rodillas y miró a su padre mientras las cadenas se acercaban hacia sus muñecas y empezaban a rodearla como si fueran serpientes- ¿Dónde están? ¿Dónde están los demás? ¡Ayúdame, papá!- su padre negó- Se han… ido… todo se va en esta vida, Alice… Todo acaba desapareciendo- el ruido era insoportable y de repente lo identificó. Era la tos, la agónica tos de su madre sin parar por las noches. No. Era su tos, porque las cadenas habían llegado a su cuello y no podía respirar y ella misma estaba tosiendo, no tenía aire y notaba como el pecho le dolía de extremo a extremo y todo se ponía negro. ¿Fue eso lo último que sintió su madre?
La luz la cegó y el aire llenó sus pulmones de golpe. Tenía las manos en la garganta, como si hubiera intentado quitar aquellas manos imaginarias que la estaban estrangulando. Estaba inclinada en el sofá de la sala común, con el libro de defensa contra las artes oscuras abierto sobre sí. Y bajo sus piernas estiradas, un Marcus muy preocupado. Una especie de alivio le recorrió el cuerpo entero y pudo parpadear y darse cuenta de que había estado en una pesadilla. En una horrible, vívida y retorcida pesadilla. Se incorporó y miró al chico, bajando las manos de su garganta, un poco avergonzada por la circunstancia y por haber preocupado a Marcus- Estaba soñando muy alto ¿no?…- puso media sonrisa, sentándose y cerrando el libro- No debería estudiar Defensa a estas horas.
Seguía corriendo hasta que oyó la voz de su padre- Se lo han llevado, Alice- ella se dio al vuelta y lo vio de lejos, pero de repente no tenía fuerzas para moverse- ¿Cómo que se lo han llevado? - Tus abuelos… Se lo han llevado. No podías hacer nada para detenerlos…- No, no podía ser. Se cayó de rodillas y miró a su padre mientras las cadenas se acercaban hacia sus muñecas y empezaban a rodearla como si fueran serpientes- ¿Dónde están? ¿Dónde están los demás? ¡Ayúdame, papá!- su padre negó- Se han… ido… todo se va en esta vida, Alice… Todo acaba desapareciendo- el ruido era insoportable y de repente lo identificó. Era la tos, la agónica tos de su madre sin parar por las noches. No. Era su tos, porque las cadenas habían llegado a su cuello y no podía respirar y ella misma estaba tosiendo, no tenía aire y notaba como el pecho le dolía de extremo a extremo y todo se ponía negro. ¿Fue eso lo último que sintió su madre?
La luz la cegó y el aire llenó sus pulmones de golpe. Tenía las manos en la garganta, como si hubiera intentado quitar aquellas manos imaginarias que la estaban estrangulando. Estaba inclinada en el sofá de la sala común, con el libro de defensa contra las artes oscuras abierto sobre sí. Y bajo sus piernas estiradas, un Marcus muy preocupado. Una especie de alivio le recorrió el cuerpo entero y pudo parpadear y darse cuenta de que había estado en una pesadilla. En una horrible, vívida y retorcida pesadilla. Se incorporó y miró al chico, bajando las manos de su garganta, un poco avergonzada por la circunstancia y por haber preocupado a Marcus- Estaba soñando muy alto ¿no?…- puso media sonrisa, sentándose y cerrando el libro- No debería estudiar Defensa a estas horas.
Merci Prouvaire!
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Sonrió a esa frase, a ese "tú siempre estás guapo" como le había dicho aquella vez. Ella también, ella también lo estaba siempre, solo que ahora lo estaba de una forma arrebatadora e hipnótica, ¿cómo podía expresar y explicar eso? ¿Acaso tenía algún sentido? Porque la primera vez que se lo dijo, era como si hubiera notado algo que no había notado antes... Y que ya no pudo no volver a ver nunca más. La veía guapa todos los días desde aquel.
Sentía sus piernas aferrarse a sus caderas y al levantar la mirada vio como se tapaba la boca. Solo esa visión le hizo soltar un gemido y morderse el labio automáticamente para contenerse él también, que no deberían hacer tanto ruido pero no podía controlarlo, no podía controlar nada en ese momento. Volvió a bajar sus labios por su cuerpo y a dejarlos en su pecho, repartiendo besos en este como pudo teniendo en cuenta que no solo no quería bajar el ritmo, sino que deseaba irracionalmente hacerlo aún más intenso. Besaría cada centímetro de su cuerpo si pudiera, se conformó con acariciarlo con sus manos, subir una por su cintura mientras la otra seguía acariciando sus piernas. Pero esa intensidad, ese movimiento y ese placer que le nublaba el cerebro no le permitían poner la atención en otra cosa que no fuera en controlar las ganas de gemir más alto y no dejar de moverse.
Pero esa frase hizo que automáticamente la mirase y colocara las manos en sus mejillas. No podría... Respondió en un hilo de voz, casi con un gemido, sin dejar de entrar en ella y pegando su frente a la de la chica, aferrando sus mejillas con sus manos. No lo haré... Te lo prometo... Llevaba desde que conoció a esa chica prometiéndole cosas a ella y a sí mismo, y en ese preciso instante lo tuvo claro: podía pasarse la vida haciéndolo, saltando de una promesa a otra. Como si fuera un contrato hablado imposible de romper que les mantendría unidos por siempre.
Besó sus labios con intensidad, buscó su lengua y notó como un latigazo de placer golpeaba su cuerpo, obligándole a separarse en un nuevo gemido. Alice... No puedo más... Llevaba demasiado tiempo esperando, conteniéndose, deseándola, y aquello estaba siendo más intenso de lo que ni en sus mejores sueños hubiera podido imaginar. El ritmo se había acrecentado más aún, volvía a aferrar sus piernas para no perder ni un solo instante de aquello... Para no soltarla. Hasta que el placer empezó a embotar su cerebro y erizar toda su piel, haciendo que brotaran los suspiros desde lo más profundo de su pecho. Sin poder gritar su nombre en voz alta pero sintiendo como retumbaba por todos los rincones de su cuerpo.
Sentía sus piernas aferrarse a sus caderas y al levantar la mirada vio como se tapaba la boca. Solo esa visión le hizo soltar un gemido y morderse el labio automáticamente para contenerse él también, que no deberían hacer tanto ruido pero no podía controlarlo, no podía controlar nada en ese momento. Volvió a bajar sus labios por su cuerpo y a dejarlos en su pecho, repartiendo besos en este como pudo teniendo en cuenta que no solo no quería bajar el ritmo, sino que deseaba irracionalmente hacerlo aún más intenso. Besaría cada centímetro de su cuerpo si pudiera, se conformó con acariciarlo con sus manos, subir una por su cintura mientras la otra seguía acariciando sus piernas. Pero esa intensidad, ese movimiento y ese placer que le nublaba el cerebro no le permitían poner la atención en otra cosa que no fuera en controlar las ganas de gemir más alto y no dejar de moverse.
Pero esa frase hizo que automáticamente la mirase y colocara las manos en sus mejillas. No podría... Respondió en un hilo de voz, casi con un gemido, sin dejar de entrar en ella y pegando su frente a la de la chica, aferrando sus mejillas con sus manos. No lo haré... Te lo prometo... Llevaba desde que conoció a esa chica prometiéndole cosas a ella y a sí mismo, y en ese preciso instante lo tuvo claro: podía pasarse la vida haciéndolo, saltando de una promesa a otra. Como si fuera un contrato hablado imposible de romper que les mantendría unidos por siempre.
Besó sus labios con intensidad, buscó su lengua y notó como un latigazo de placer golpeaba su cuerpo, obligándole a separarse en un nuevo gemido. Alice... No puedo más... Llevaba demasiado tiempo esperando, conteniéndose, deseándola, y aquello estaba siendo más intenso de lo que ni en sus mejores sueños hubiera podido imaginar. El ritmo se había acrecentado más aún, volvía a aferrar sus piernas para no perder ni un solo instante de aquello... Para no soltarla. Hasta que el placer empezó a embotar su cerebro y erizar toda su piel, haciendo que brotaran los suspiros desde lo más profundo de su pecho. Sin poder gritar su nombre en voz alta pero sintiendo como retumbaba por todos los rincones de su cuerpo.
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Gal había perdido el control de sí misma en algún punto desde que se tumbaron, pero el momento en el que Marcus volvió a besar su piel no fue capaz de sentir más que lo que él la quisiera hacer sentir, con su lengua con sus manos o con lo que quisiera él. Solo echó la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados y jadeando, dejándose sentir como no había sentido nunca. Volvió a la tierra cuando Marcus tomó sus mejillas y la miró, y ella solo podía corresponderle con la intensidad de su mirada, entregada al momento y a él.
Un nuevo gemido amenazó con salir de su garganta cuando sintió a Marcus aferrarse a ella e intensificar el ritmo, cosa que ella agradeció y movió sus caderas bajo él para hacerlo aún más intenso. Empezaba a conocer el cuerpo de Marcus y a saber cuando estaba cerca del final, y fue al sentirlo a él cuando su cuerpo se rindió al placer, sus piernas temblaron y no pudo evitar un gemido al decir- ¡Marcus!- y arquearse, sintiendo la última oleada de placer alcanzar la totalidad de sus miembros.
Se dejó caer suavemente sobre el suelo otra vez, jadeando y captando la cara de Marcus entre sus mejillas. Sonrió y le guió para que se tumbara en su pecho, a que recuperaran la respiración, acariciando sus rizos lentamente, sintiéndole junto a su corazón, mientras ella misma volvía a ganar el control sobre su cuerpo. Se sentía tan diferente, tan completa, tan siendo una con Marcus que se planteó obligarle a mirarla y decirle "Te quiero. No sé cuánto llevo enamorada de ti, pero sí cuando lo supe. Cuando me quedé dormida sobre ti el día del funeral de mi madre. Lo sabía cuando te besé en el lago, lo sabía cuando me tiré en este mismo suelo contigo y cuando te desnudé por primera vez en la Sala de los Menesteres". El pensamiento le hizo soltar un hondo suspiro. Quizá, algún día, le diría todas esas cosas, pero de momento, solo susurró con una sonrisa- Me alegro de haber cumplido la promesa de volver aquí. Me alegro de tenerte aquí y ahora- dijo entrelazando una de sus manos con la de él y acariciando sus dedos.
Un nuevo gemido amenazó con salir de su garganta cuando sintió a Marcus aferrarse a ella e intensificar el ritmo, cosa que ella agradeció y movió sus caderas bajo él para hacerlo aún más intenso. Empezaba a conocer el cuerpo de Marcus y a saber cuando estaba cerca del final, y fue al sentirlo a él cuando su cuerpo se rindió al placer, sus piernas temblaron y no pudo evitar un gemido al decir- ¡Marcus!- y arquearse, sintiendo la última oleada de placer alcanzar la totalidad de sus miembros.
Se dejó caer suavemente sobre el suelo otra vez, jadeando y captando la cara de Marcus entre sus mejillas. Sonrió y le guió para que se tumbara en su pecho, a que recuperaran la respiración, acariciando sus rizos lentamente, sintiéndole junto a su corazón, mientras ella misma volvía a ganar el control sobre su cuerpo. Se sentía tan diferente, tan completa, tan siendo una con Marcus que se planteó obligarle a mirarla y decirle "Te quiero. No sé cuánto llevo enamorada de ti, pero sí cuando lo supe. Cuando me quedé dormida sobre ti el día del funeral de mi madre. Lo sabía cuando te besé en el lago, lo sabía cuando me tiré en este mismo suelo contigo y cuando te desnudé por primera vez en la Sala de los Menesteres". El pensamiento le hizo soltar un hondo suspiro. Quizá, algún día, le diría todas esas cosas, pero de momento, solo susurró con una sonrisa- Me alegro de haber cumplido la promesa de volver aquí. Me alegro de tenerte aquí y ahora- dijo entrelazando una de sus manos con la de él y acariciando sus dedos.
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Había intentado controlar su propia voz pero había sido imposible. El fuerte placer que sintió casi le hace perder la cordura, escuchar su nombre en labios de la chica con ese gemido no ayudaba a su ya de por si perdida contención. Se dejó caer sobre ella con la respiración ruidosa y descontrolada, sintiendo la calidez de su piel y alzando su rostro cuando ella lo tomó entre sus manos. Con esa sonrisa boba dibujada y esa leve risa que salía sin querer. ¿Podía sentirse mejor de como se sentía en esos momentos? Lo dudaba mucho.
Se echó a un lado y se tumbó sobre su pecho, reposando en este la cabeza y cerrando los ojos para escuchar los desbocados latidos del corazón de Alice, a un ritmo tan frenético como el suyo, y abrazando su cintura con un brazo. Los abrió al notar los dedos de la chica entrelazar los suyos, y esto le hizo sonreír. Yo también. Susurró, echando aire por la boca para modular su acelerada respiración. Ahora no me quiero ir. Soltó con una leve risa. No se quería ir para nada, estaba muerto de cansancio y más a gusto que en toda su vida. Estaba justo donde quería estar. Con todos los rincones que tenía ese enorme castillo, jamás se imaginó que su favorito sería uno tan oculto y desconocido.
Cuanto tiempo hemos perdido. Pensó de repente, sintiendo una punzada de arrepentimiento en el pecho. Sí, habían vuelto, pero habían vuelto muy tarde. Debieron hacerlo antes, debieron disfrutar el uno del otro desde hacía mucho más tiempo. Después de tantos años... Después de esos besos que se dieron en quinto, habían sido dos idiotas por no pasar por allí hasta ese momento. No se arrepentía de nada de lo que había hecho en todo ese tiempo con Alice... Pero sí se arrepentía de lo que no había hecho, y más aún de ni siquiera haberse dado cuenta de que estaba desperdiciando un tiempo precioso. ¿Le estaría pasando ahora lo mismo y seguiría sin darse cuenta? ¿Estaría... Dejando pasar el tiempo, desaprovechándolo, no usándolo como debería... Y eso le haría arrepentirse cuando se fueran de allí?
No podía pensar en esas cosas porque no estaba allí para entristecerse. Alzó la mirada y sonrió, dejando un beso pícaro en su mejilla. Luego hizo una mueca con la cara y los ojos. Oh... Espero que no hayamos hecho demasiado ruido. Como si en ese momento pudiera preocuparse por algo en la vida. ¿Tú... Crees? Miró hacia arriba, como si estuviera reconociendo el sitio por primera vez, y susurró. Oye esto retumba un montón... Y se daba cuenta ahora. Muy hábil. Menos mal que no hay nadie por aquí cerca... Bueno, quizás Sir Garreth. Pero a ese no me importaría despertarlo. Comentó con una risa.
Se echó a un lado y se tumbó sobre su pecho, reposando en este la cabeza y cerrando los ojos para escuchar los desbocados latidos del corazón de Alice, a un ritmo tan frenético como el suyo, y abrazando su cintura con un brazo. Los abrió al notar los dedos de la chica entrelazar los suyos, y esto le hizo sonreír. Yo también. Susurró, echando aire por la boca para modular su acelerada respiración. Ahora no me quiero ir. Soltó con una leve risa. No se quería ir para nada, estaba muerto de cansancio y más a gusto que en toda su vida. Estaba justo donde quería estar. Con todos los rincones que tenía ese enorme castillo, jamás se imaginó que su favorito sería uno tan oculto y desconocido.
Cuanto tiempo hemos perdido. Pensó de repente, sintiendo una punzada de arrepentimiento en el pecho. Sí, habían vuelto, pero habían vuelto muy tarde. Debieron hacerlo antes, debieron disfrutar el uno del otro desde hacía mucho más tiempo. Después de tantos años... Después de esos besos que se dieron en quinto, habían sido dos idiotas por no pasar por allí hasta ese momento. No se arrepentía de nada de lo que había hecho en todo ese tiempo con Alice... Pero sí se arrepentía de lo que no había hecho, y más aún de ni siquiera haberse dado cuenta de que estaba desperdiciando un tiempo precioso. ¿Le estaría pasando ahora lo mismo y seguiría sin darse cuenta? ¿Estaría... Dejando pasar el tiempo, desaprovechándolo, no usándolo como debería... Y eso le haría arrepentirse cuando se fueran de allí?
No podía pensar en esas cosas porque no estaba allí para entristecerse. Alzó la mirada y sonrió, dejando un beso pícaro en su mejilla. Luego hizo una mueca con la cara y los ojos. Oh... Espero que no hayamos hecho demasiado ruido. Como si en ese momento pudiera preocuparse por algo en la vida. ¿Tú... Crees? Miró hacia arriba, como si estuviera reconociendo el sitio por primera vez, y susurró. Oye esto retumba un montón... Y se daba cuenta ahora. Muy hábil. Menos mal que no hay nadie por aquí cerca... Bueno, quizás Sir Garreth. Pero a ese no me importaría despertarlo. Comentó con una risa.
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Empezó por ponerle una de sus piernas por encima de la cadera a Marcus y terminó por revolverse como un gato a su lado, apoyándose sobre el costado sin dejar de acariciar el pelo del chico- ¿Te he dicho alguna vez que me encantan tus rizos?- dijo con una risita- Odiaba cuando te lo cortabas los primeros años... Me encanta que te lo dejes crecer así...- dijo atrapando un bucle entre sus dedos y jugando con él.
Ella tampoco quería irse, si fuera por Gal estarían allí toda la noche, mirándose como hacían ahora, simplemente paseando los dedos por la piel del otro- Es una pena que esto no sea la Sala de los Menesteres- sonrió al besito de Marcus y ella correspondió con otro en su mentón, juguetona, con una risita- Aquí no puede uno dormirse como hicimos aquella noche sin temer a que la Condesa averigüe nuestro paradero y aparezca por ahí a molestar- dijo con una carcajada suavecita. Tenía ganas de reír, de sentirse así, feliz y despreocupada.
Trazó con sus dedos las facciones de Marcus sin dejar de mirarle a los ojos y sin deshacer el nudo corpóreo en el que estaban- Definitivamente yo he gritado y bastante- dijo torciendo el gesto- Y creo que he gritado tu nombre un par de veces, por si le quedaba alguna duda a Sir Garreth de quién era el infante desagradable- dijo imitando el tono y la cara del cuadro y acercándose al rostro de Marcus para frotar su nariz con la suya- No creo que nadie esté pendiente a estas horas...- volvió a la distancia que estaba antes y retomó las caricias sobre su rostro- Creo que podemos alargarlo un poquito... Hemos tardado dos años en volver aquí. El mundo de fuera se puede esperar hasta que le devuelva a Marcus O'Donnell.
Ella tampoco quería irse, si fuera por Gal estarían allí toda la noche, mirándose como hacían ahora, simplemente paseando los dedos por la piel del otro- Es una pena que esto no sea la Sala de los Menesteres- sonrió al besito de Marcus y ella correspondió con otro en su mentón, juguetona, con una risita- Aquí no puede uno dormirse como hicimos aquella noche sin temer a que la Condesa averigüe nuestro paradero y aparezca por ahí a molestar- dijo con una carcajada suavecita. Tenía ganas de reír, de sentirse así, feliz y despreocupada.
Trazó con sus dedos las facciones de Marcus sin dejar de mirarle a los ojos y sin deshacer el nudo corpóreo en el que estaban- Definitivamente yo he gritado y bastante- dijo torciendo el gesto- Y creo que he gritado tu nombre un par de veces, por si le quedaba alguna duda a Sir Garreth de quién era el infante desagradable- dijo imitando el tono y la cara del cuadro y acercándose al rostro de Marcus para frotar su nariz con la suya- No creo que nadie esté pendiente a estas horas...- volvió a la distancia que estaba antes y retomó las caricias sobre su rostro- Creo que podemos alargarlo un poquito... Hemos tardado dos años en volver aquí. El mundo de fuera se puede esperar hasta que le devuelva a Marcus O'Donnell.
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Frunció un poco el ceño con una expresión divertida y una sonrisilla en los labios, acoplándose a su lado para mirarla de frente mientras la chica acariciaba su pelo. ¿Ah sí? Puede que sí se lo hubiera dicho alguna vez, Alice decía cosas bonitas siempre, y además lo intuía porque le tocaba mucho el pelo. A mí también me gusta más así... Puede que lo lleve así siempre, ¿qué te parece? Preguntó sin bajar la sonrisilla. Empezaba a dar por hecho muchas cosas que pasarían siempre y... Era raro. Era más fácil hacerlo cuando quedaban más años de Hogwarts por delante, como si toda su vida fuera a ser esa. Ahora, todo lo que había fuera se antojaba incierto.
Rió un poco. O sin temer despertarnos cuando ya ha amanecido y tener que salir todo despeinados de detrás de un espejo en mitad del pasillo mientras todos van a clase. Solo ese pensamiento le provocaría un infarto de normal, pero estaba tan relajado que lo que hizo fue reírse. Y con esa risa residual miró a la chica mientras acariciaba su rostro. Pensando... En la de años que llevaban compartiendo y solo habían dormido juntos esa noche, y encima tenía la sensación de haberse quedado dormido casi sin darse cuenta. Mismo colegio, misma sala común y ninguna posibilidad de pasar una noche durmiendo juntos. Solo por eso le daría igual estar en el suelo en mitad de un pasillo. Y entonces se sorprendió viendo un pensamiento pasar como una estrella fugaz por delante de él: ojalá estuviéramos fuera del colegio. Y podía jurar que NUNCA había pensado algo así. ¿Qué le pasaba?
Bajó la mirada con una risa ligeramente avergonzada y un cosquilleo por la piel cuando Alice dijo que había gritado bastante. A él también se le había ido un poco la mano con el ruido y casi que mejor no lo pensaba... Aunque... Era una sensación de lo más agradable, por otro lado. Aunque hizo un leve gruñido de desagrado y puso los ojos en blanco ante la mención de Sir Garreth. Lo que hay que oír... Pero se le volvió a escapar una risilla y miró a Alice con los ojos entrecerrados. ¿Y tú? ¿También piensas que soy un infante desagradable? Bromeó acercando su rostro al de ella y dando un toque de su nariz con la de la chica. Eso sí que le gustaría recochineárselo a Sir Garreth, a ver si seguía pensando que era "un infante desagradable"... Pero él no era de esos. Él sí era un caballero, no como ese cuadro cascarrabias.
Llevó él también una mano al rostro de la chica para corresponder las caricias y volvió a esbozar un gestito burlón. Ahm, ¿estás segura? Preguntó con una sonrisilla de lado y una ceja arqueada. Yo creo que se va a notar demasiada tranquilidad en el castillo si Alice Gallia no está por ahí haciendo de las suyas. Y va a ser llamativo no verme persiguiéndola. Puso una expresión entre pensativa y divertida. Este colegio va a perder un montón sin nosotros por aquí, ¿a que sí? Rió un poco y prefirió ignorar la punzada de tristeza de nuevo en su pecho, mordiéndose el labio y negando con la cabeza. Se acercó un poco más a la chica y susurró. Yo no me muevo de aquí en un buen rato. Se mojó los labios y, tras un par de segundos de cercanía, dejó un suave beso en sus labios. Se separó lentamente, aún con los ojos cerrados y acariciando su nariz con la de ella. Teníamos que haber vuelto antes.
Rió un poco. O sin temer despertarnos cuando ya ha amanecido y tener que salir todo despeinados de detrás de un espejo en mitad del pasillo mientras todos van a clase. Solo ese pensamiento le provocaría un infarto de normal, pero estaba tan relajado que lo que hizo fue reírse. Y con esa risa residual miró a la chica mientras acariciaba su rostro. Pensando... En la de años que llevaban compartiendo y solo habían dormido juntos esa noche, y encima tenía la sensación de haberse quedado dormido casi sin darse cuenta. Mismo colegio, misma sala común y ninguna posibilidad de pasar una noche durmiendo juntos. Solo por eso le daría igual estar en el suelo en mitad de un pasillo. Y entonces se sorprendió viendo un pensamiento pasar como una estrella fugaz por delante de él: ojalá estuviéramos fuera del colegio. Y podía jurar que NUNCA había pensado algo así. ¿Qué le pasaba?
Bajó la mirada con una risa ligeramente avergonzada y un cosquilleo por la piel cuando Alice dijo que había gritado bastante. A él también se le había ido un poco la mano con el ruido y casi que mejor no lo pensaba... Aunque... Era una sensación de lo más agradable, por otro lado. Aunque hizo un leve gruñido de desagrado y puso los ojos en blanco ante la mención de Sir Garreth. Lo que hay que oír... Pero se le volvió a escapar una risilla y miró a Alice con los ojos entrecerrados. ¿Y tú? ¿También piensas que soy un infante desagradable? Bromeó acercando su rostro al de ella y dando un toque de su nariz con la de la chica. Eso sí que le gustaría recochineárselo a Sir Garreth, a ver si seguía pensando que era "un infante desagradable"... Pero él no era de esos. Él sí era un caballero, no como ese cuadro cascarrabias.
Llevó él también una mano al rostro de la chica para corresponder las caricias y volvió a esbozar un gestito burlón. Ahm, ¿estás segura? Preguntó con una sonrisilla de lado y una ceja arqueada. Yo creo que se va a notar demasiada tranquilidad en el castillo si Alice Gallia no está por ahí haciendo de las suyas. Y va a ser llamativo no verme persiguiéndola. Puso una expresión entre pensativa y divertida. Este colegio va a perder un montón sin nosotros por aquí, ¿a que sí? Rió un poco y prefirió ignorar la punzada de tristeza de nuevo en su pecho, mordiéndose el labio y negando con la cabeza. Se acercó un poco más a la chica y susurró. Yo no me muevo de aquí en un buen rato. Se mojó los labios y, tras un par de segundos de cercanía, dejó un suave beso en sus labios. Se separó lentamente, aún con los ojos cerrados y acariciando su nariz con la de ella. Teníamos que haber vuelto antes.
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Se apoyó en su propio codo y reposó la cabeza en su mano, para poder mirar mejor a Marcus desde aquella posición- Me parece una idea fantástica que apruebo totalmente- dijo ampliando esa sonrisa de idiota que ahora era incapaz de quitar y atrapando otro de los rizos entre sus manos, admirándolo como si fueran de oro puro.
No pudo seguir sujetándose sobre el codo de la risa que le dio imaginárselo, y mentiría si algo en su interior no dijo "¿Y no te sentirías tremendamente orgullosa de que la gente pensara "mira, han pasado la noche juntos"?" Pero se dejó caer junto al pecho de Marcus y empezó a acariciar con el dedo índice también su cuello y la curva de su hombro- No- dijo entrecortada por la risa- A la vista está que no eres un infante y creo que te he demostrado que no eres para nada desagradable- dijo entornando los ojos y echando la cabeza hacia atrás para llegar a sus labios y darle un beso que acabó en sonrisa pícara.
Cerró los ojos por un segundo solo para dedicarse a sentir las caricias de Marcus sobre su rostro, para disfrutar de ese momento de relajación y felicidad absoluta, soltando una profunda respiración. Luego simplemente sonrió a su afirmación- Siempre hemos sido así ¿verdad? Yo corro como una loca en cierta dirección y tú vienes a rescatarme... Eres literalmente un príncipe azul- abrió los ojos y se acurrucó un poco más, con sonrisa satisfecha- Este castillo va a ser un muermo sin la loca y el príncipe, admitámoslo ¿Qué haría toda la Sala Común de Ravenclaw sin nosotros?- Recibió su beso y acarició sus labios sin prisa, sin esa necesidad animal que parecía caracterizarles últimamente, solo disfrutando del contacto- Entonces yo me quedaré donde tú estés- alargó la mano y cogió la túnica sobre la que no estaban tumbados porque empezaba a quedársele helado el costado, echándosela por encima. Volvió a recorrer con el dedo la cara de Marcus, aunque ahora estaban más cerca aún que antes, lo cual también le ayudaba a mantenerse en calor- Me quedaría toda la noche aquí si tú quisieras, acariciándote los rizos y viéndote dormir.
Tragó saliva cuando dijo lo de que había tardado mucho en volver. Era cierto, pero aquellos últimos dos años habían sido una montaña rusa emocional, como si fuera imposible dibujar las líneas que definían su relación y como si cada paso que daban lo dieran en falso. Pero ¿Por qué centrarse en eso cuando estaba aquí ahora?- Estoy de acuerdo- dijo inclinándose sobre su boca otra vez. Quizá este beso le salió un poco más largo y deleitoso, pero se sentía tan bien...- Hay que admitir que la Sala de los Menesteres es más cómoda... Pero esto es... Nuestro. Quién sabe cuánta más gente de este castillo sabe que esto está aquí...- cerró los ojos y juntó la frente con la suya- Pero nosotros lo sabemos. Y no querría estar en ningún otro lugar que no fuera aquí y ahora.
No pudo seguir sujetándose sobre el codo de la risa que le dio imaginárselo, y mentiría si algo en su interior no dijo "¿Y no te sentirías tremendamente orgullosa de que la gente pensara "mira, han pasado la noche juntos"?" Pero se dejó caer junto al pecho de Marcus y empezó a acariciar con el dedo índice también su cuello y la curva de su hombro- No- dijo entrecortada por la risa- A la vista está que no eres un infante y creo que te he demostrado que no eres para nada desagradable- dijo entornando los ojos y echando la cabeza hacia atrás para llegar a sus labios y darle un beso que acabó en sonrisa pícara.
Cerró los ojos por un segundo solo para dedicarse a sentir las caricias de Marcus sobre su rostro, para disfrutar de ese momento de relajación y felicidad absoluta, soltando una profunda respiración. Luego simplemente sonrió a su afirmación- Siempre hemos sido así ¿verdad? Yo corro como una loca en cierta dirección y tú vienes a rescatarme... Eres literalmente un príncipe azul- abrió los ojos y se acurrucó un poco más, con sonrisa satisfecha- Este castillo va a ser un muermo sin la loca y el príncipe, admitámoslo ¿Qué haría toda la Sala Común de Ravenclaw sin nosotros?- Recibió su beso y acarició sus labios sin prisa, sin esa necesidad animal que parecía caracterizarles últimamente, solo disfrutando del contacto- Entonces yo me quedaré donde tú estés- alargó la mano y cogió la túnica sobre la que no estaban tumbados porque empezaba a quedársele helado el costado, echándosela por encima. Volvió a recorrer con el dedo la cara de Marcus, aunque ahora estaban más cerca aún que antes, lo cual también le ayudaba a mantenerse en calor- Me quedaría toda la noche aquí si tú quisieras, acariciándote los rizos y viéndote dormir.
Tragó saliva cuando dijo lo de que había tardado mucho en volver. Era cierto, pero aquellos últimos dos años habían sido una montaña rusa emocional, como si fuera imposible dibujar las líneas que definían su relación y como si cada paso que daban lo dieran en falso. Pero ¿Por qué centrarse en eso cuando estaba aquí ahora?- Estoy de acuerdo- dijo inclinándose sobre su boca otra vez. Quizá este beso le salió un poco más largo y deleitoso, pero se sentía tan bien...- Hay que admitir que la Sala de los Menesteres es más cómoda... Pero esto es... Nuestro. Quién sabe cuánta más gente de este castillo sabe que esto está aquí...- cerró los ojos y juntó la frente con la suya- Pero nosotros lo sabemos. Y no querría estar en ningún otro lugar que no fuera aquí y ahora.
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¿Sería muy tonto decir que había sentido una pequeña subida de ego ante esa respuesta? Casi había hinchado el pecho con satisfacción, lo cuál disimuló con una risita mientras acariciaba distraidamente la espalda de Alice, que se había echado sobre su pecho. Sí, eso creo yo también. Fue su única respuesta, combinada con una victoriosa sonrisa de oreja a oreja mientras recibía ese pícaro beso. Que le había demostrado que no era nada desagradable. Lo dicho, sería una tontería pero le había puesto aún más contento de lo que de por sí estaba.
No es tanto un rescate cuando corres deliberadamente. ¿Será que estás huyendo de mí? Bromeó. Pero ante la pregunta de qué iban a hacer sus compañeros de Ravenclaw sin ellos, soltó un cómico bufido desdeñoso haciendo rodar los ojos. ¿Estudiar? Sería un detalle, les gusta demasiado perder el tiempo. El que había perdido horas y horas metido en las locuras de Alice. Quejándose, sí, pero de cara a la galería. Lo hacía encantado y, si repitiera los siete años, lo haría otra vez. Mmm, aunque eso de la loca y el príncipe no sé si me convence. Quizás... El príncipe azul y la princesa azul a la que le falta un lazo. Bromeó con una tierna sonrisa, mirándola.
Se acercó un poco más, acurrucándose con ella cuando la vio taparse el costado con la túnica. No quería perder esa visión tan bonita que tenía, pero lo cierto era que empezaba a hacer un poco de frío, quizás a él tampoco le vendría mal taparse. Pero no le apetecía mover ni las pestañas, estaba demasiado a gusto allí. Y arqueó las cejas con una sonrisita ante el comentario de Alice. No me lo digas dos veces, que me lo voy a pensar. Obviamente no podían quedarse allí toda la noche, en algún momento notarían su ausencia en el dormitorio o alguien de los que se levantaba temprano les vería salir. Pero no era por falta de ganas. Si tuviéramos un giratiempo, podríamos quedarnos aquí toda la noche e irnos mañana, mientras nuestros otros yo van a clase como si nada. Comentó con esa sonrisa que ponía cuando trazaba hipótesis sobre el uso de los instrumentos mágicos. Aunque la frase no había sido exacta. Si tuviera un giratiempo, vendría aquí todas las noches. Eso hubiera sido más acertado.
Se deleitó en ese beso tanto como ella, notando el cosquilleo de nuevo en su interior y ese escalofrío tan distinto a lo que había sentido hasta ese momento. Definitivamente se quedaría allí todas las noches, iría allí todas las noches si pudiera y mil locuras más que se le pasaban por la cabeza a tanta velocidad que no era capaz ni de ordenarlas. Abrió los ojos y volvió a sonreír. Lo es. Susurró. Ese sitio era suyo, solo de ellos. De Marcus y de Alice. Ojalá nadie más lo conociera, ojalá pudiera sellarlo para siempre el día que se fueran de allí y dejar un pedacito de ellos entre esas paredes para toda la eternidad. Con su frente pegada a la de ella, como solían hacer, se mojó los labios y acarició su mejilla. Yo tampoco. Susurró, besando sus labios de nuevo. Como siguieran besándose así si que no se iban a ir nunca. Maldita sea, no se quería ir...
Mejor no lo pensaba más y simplemente disfrutaba del presente, de esos minutitos que les quedaban antes de rendirse a su deber y marcharse por donde habían venido, qué remedio. ¿Sabes qué? Susurró, separando sus labios pero sin perder esa cercanía en la que se encontraban. Abriendo ahora los ojos para sonreír a la chica. Siempre que paso por aquí... Me acuerdo de ese día. Siempre miro. Rozó su nariz con la de ella. Y cuando miro el espejo, nos veo a nosotros dos aquí dentro. Se mordió el labio y de repente se acordó de algo que le hizo soltar una breve y suave carcajada. Ah, ya sé lo que haría si tuviera un giratiempo. Puso los ojos en blanco. Vendría aquí, y le diría a ese enclenque del Marcus O'Donnell de quince años que ya le vale con los nervios. Rió y negó con la cabeza, con esa expresión de sabiondo que ponía cuando iba a lanzar un dato de los suyos. Nah, no podría. Dicen que si cuando usas un giratiempo te ves a ti mismo, te vuelves loco. Entornó los ojos de nuevo hacia ella y pasó sus manos por su cintura, acercándose más a su cuerpo y a su rostro, mordiéndose el labio y mirándola con los ojos ligeramente entrecerrados, con esa expresión pícara, antes de susurrar. Y para eso ya estás tú.
No es tanto un rescate cuando corres deliberadamente. ¿Será que estás huyendo de mí? Bromeó. Pero ante la pregunta de qué iban a hacer sus compañeros de Ravenclaw sin ellos, soltó un cómico bufido desdeñoso haciendo rodar los ojos. ¿Estudiar? Sería un detalle, les gusta demasiado perder el tiempo. El que había perdido horas y horas metido en las locuras de Alice. Quejándose, sí, pero de cara a la galería. Lo hacía encantado y, si repitiera los siete años, lo haría otra vez. Mmm, aunque eso de la loca y el príncipe no sé si me convence. Quizás... El príncipe azul y la princesa azul a la que le falta un lazo. Bromeó con una tierna sonrisa, mirándola.
Se acercó un poco más, acurrucándose con ella cuando la vio taparse el costado con la túnica. No quería perder esa visión tan bonita que tenía, pero lo cierto era que empezaba a hacer un poco de frío, quizás a él tampoco le vendría mal taparse. Pero no le apetecía mover ni las pestañas, estaba demasiado a gusto allí. Y arqueó las cejas con una sonrisita ante el comentario de Alice. No me lo digas dos veces, que me lo voy a pensar. Obviamente no podían quedarse allí toda la noche, en algún momento notarían su ausencia en el dormitorio o alguien de los que se levantaba temprano les vería salir. Pero no era por falta de ganas. Si tuviéramos un giratiempo, podríamos quedarnos aquí toda la noche e irnos mañana, mientras nuestros otros yo van a clase como si nada. Comentó con esa sonrisa que ponía cuando trazaba hipótesis sobre el uso de los instrumentos mágicos. Aunque la frase no había sido exacta. Si tuviera un giratiempo, vendría aquí todas las noches. Eso hubiera sido más acertado.
Se deleitó en ese beso tanto como ella, notando el cosquilleo de nuevo en su interior y ese escalofrío tan distinto a lo que había sentido hasta ese momento. Definitivamente se quedaría allí todas las noches, iría allí todas las noches si pudiera y mil locuras más que se le pasaban por la cabeza a tanta velocidad que no era capaz ni de ordenarlas. Abrió los ojos y volvió a sonreír. Lo es. Susurró. Ese sitio era suyo, solo de ellos. De Marcus y de Alice. Ojalá nadie más lo conociera, ojalá pudiera sellarlo para siempre el día que se fueran de allí y dejar un pedacito de ellos entre esas paredes para toda la eternidad. Con su frente pegada a la de ella, como solían hacer, se mojó los labios y acarició su mejilla. Yo tampoco. Susurró, besando sus labios de nuevo. Como siguieran besándose así si que no se iban a ir nunca. Maldita sea, no se quería ir...
Mejor no lo pensaba más y simplemente disfrutaba del presente, de esos minutitos que les quedaban antes de rendirse a su deber y marcharse por donde habían venido, qué remedio. ¿Sabes qué? Susurró, separando sus labios pero sin perder esa cercanía en la que se encontraban. Abriendo ahora los ojos para sonreír a la chica. Siempre que paso por aquí... Me acuerdo de ese día. Siempre miro. Rozó su nariz con la de ella. Y cuando miro el espejo, nos veo a nosotros dos aquí dentro. Se mordió el labio y de repente se acordó de algo que le hizo soltar una breve y suave carcajada. Ah, ya sé lo que haría si tuviera un giratiempo. Puso los ojos en blanco. Vendría aquí, y le diría a ese enclenque del Marcus O'Donnell de quince años que ya le vale con los nervios. Rió y negó con la cabeza, con esa expresión de sabiondo que ponía cuando iba a lanzar un dato de los suyos. Nah, no podría. Dicen que si cuando usas un giratiempo te ves a ti mismo, te vuelves loco. Entornó los ojos de nuevo hacia ella y pasó sus manos por su cintura, acercándose más a su cuerpo y a su rostro, mordiéndose el labio y mirándola con los ojos ligeramente entrecerrados, con esa expresión pícara, antes de susurrar. Y para eso ya estás tú.
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Tuvo que soltar una carcajada sobre lo de huir, acomodando su cabeza en el pecho de Marcus- ¡Uh sí! ¡A la vista está!- dijo señalándose a sí misma y a él. Luego volvió a reír y simplemente le escuchó, obnubilada por sus comentarios, su voz, su risa, como si fuera lo más bonito que había escuchado en la vida. Se quedó solo con una leve sonrisa y soltó una risita sarcástica, acariciando su mejilla- Solo tú pensarías en mí como una princesa... Pero puedo serlo para un príncipe azul...- dijo con tono de niña buena.
Le escuchó hablar del giratiempo mirando al techo anonadada, pero la carcajada le atacó de nuevo cuando dijo lo de que podrían irse a clase y quedarse allí al mismo tiempo- Perdona ¿Conoces de algo a Marcus O'Donnell? Si tuvieras un giratiempo irías a más clases, a tantas como Marcuses te dejara generar el giratiempo- terminó con una risa, bajando la cara del chico para besarle- Yo solo quiero a un Marcus y lo tengo aquí y lo disfrutaré todo lo que pueda- dijo antes de sellarlo con un beso. Le quitaba parte del peso que sentía poder decirle cosas así, cosas que sentía muy profundo, pero que no ponían en peligro el momento con preguntas incómodas.
Pero el corazón se le aceleraba cuando él mismo era quien decía esas cosas... Que pensaba en ellos. Como pensaba ella, cuando estaba sola, cuando se dispersaba mientras arreglaba plantas o miraba al cielo... Rio a lo del giratiempo otra vez y dijo- Eh, no te metas con mi Marcus. Te recuerdo que fui yo la que paró aquel día...- juntó su rostro al de Marcus- Y lo volvería hacer. No me importa cuántos giros de la carretera, si al final me ha traído aquí- Y entonces dijo lo de que le volvía loco, y su cuerpo entero se estremeció, porque no dejaban de estar desnudos, pegados el uno frente a otro y ella siempre se activaba con la voz de él. Puso los brazos entorno a su cuello, arrebatada y dijo- Tú si que me vuelves loca a mí. ¿Por qué cuando estamos así siento que pierdo la cabeza y no sé ni quién soy... Y a la vez siento que es exactamente así como soy de verdad, que tú y solo tú sacas a la auténtica Alice?- y acto seguido le besó con frenesí, porque su cuerpo se lo pedía, porque su corazón lo necesitaba, porque, definitivamente sabía que era el único.
Le escuchó hablar del giratiempo mirando al techo anonadada, pero la carcajada le atacó de nuevo cuando dijo lo de que podrían irse a clase y quedarse allí al mismo tiempo- Perdona ¿Conoces de algo a Marcus O'Donnell? Si tuvieras un giratiempo irías a más clases, a tantas como Marcuses te dejara generar el giratiempo- terminó con una risa, bajando la cara del chico para besarle- Yo solo quiero a un Marcus y lo tengo aquí y lo disfrutaré todo lo que pueda- dijo antes de sellarlo con un beso. Le quitaba parte del peso que sentía poder decirle cosas así, cosas que sentía muy profundo, pero que no ponían en peligro el momento con preguntas incómodas.
Pero el corazón se le aceleraba cuando él mismo era quien decía esas cosas... Que pensaba en ellos. Como pensaba ella, cuando estaba sola, cuando se dispersaba mientras arreglaba plantas o miraba al cielo... Rio a lo del giratiempo otra vez y dijo- Eh, no te metas con mi Marcus. Te recuerdo que fui yo la que paró aquel día...- juntó su rostro al de Marcus- Y lo volvería hacer. No me importa cuántos giros de la carretera, si al final me ha traído aquí- Y entonces dijo lo de que le volvía loco, y su cuerpo entero se estremeció, porque no dejaban de estar desnudos, pegados el uno frente a otro y ella siempre se activaba con la voz de él. Puso los brazos entorno a su cuello, arrebatada y dijo- Tú si que me vuelves loca a mí. ¿Por qué cuando estamos así siento que pierdo la cabeza y no sé ni quién soy... Y a la vez siento que es exactamente así como soy de verdad, que tú y solo tú sacas a la auténtica Alice?- y acto seguido le besó con frenesí, porque su cuerpo se lo pedía, porque su corazón lo necesitaba, porque, definitivamente sabía que era el único.
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Se tuvo que reír cuando Alice lo hizo y les señaló a ambos. Vale, así no parecía que le huyera mucho precisamente, probablemente huyera del Marcus prefecto y... Bueno, no de ese Marcus. Ese Marcus que, curiosamente, solo salía cuando estaba con ella. Era todo un lío y, a la vez, perfectamente lógico. Y volvió a mirarla cuando hizo una vez más esa alegoría. Voy a empezar a creerme de verdad lo del príncipe azul. Bromeó y se encogió de hombros. Al menos en lo de azul coincide, eso no te lo discuto.
Tuvo que llevarse la mano a la boca porque le había atacado una carcajada a él también. ¡Eh, oye! Quiso replicar en falso tono ofendido, pero no colaba porque se estaba riendo mucho. Era verdad, si tuviera un giratiempo iría a más clases. Y Alice lo sabía más que nadie porque se había comido toda la chapa de un Marcus estresadísimo en los últimos días del curso porque no sabía qué optativas elegir al año siguiente. Si pudiera generar muchos Marcuses, pondría uno a vigilar en cada esquina del castillo. Que no te haces una idea de la cantidad de veces que subo y bajo de las torres a las mazmorras, me voy a quedar en los huesos. Como que a él no le gustaba pasearse por todo el castillo y que la gente le dijera que parecía que estaba en todas partes a la vez. Se le cortó la risa por el beso y se quedó mirándola, sonriendo a esa frase. Eso me convence. Y correspondió el nuevo beso. No recordaba que se hubieran besado tanto en su vida, ni siquiera en la noche de la Sala de los Menesteres. Podría pasarse así toda la vida... Y ese pensamiento le volvía a activar unos mecanismos cerebrales que no estaba seguro de poder usar correctamente en aquella situación.
Negó con la cabeza rodando los ojos, aunque su mirada seguía centrándose inconscientemente en la chica cada vez que hablaba, cada vez que decía esas cosas acercando su rostro al de él. Que había parado ella, sí, pero por su incomodidad, no era tonto y lo sabía. Nunca había querido plantearse hasta donde habría llegado Alice de haber estado él más preparado, quizás en algún momento habría parado igualmente... Pero ahí quedaba la duda. Lo importante era esa forma que tenía de decir que le daba igual, que al fin y al cabo volvían a estar allí y eso era lo importante. Se mojó los labios mirándola, volviendo a acudirle esa idea a la cabeza: la del poco tiempo, la del último año, la del tiempo perdido. Que idiota se sentía cuando pensaba eso.
Contuvo la respiración cuando la chica volvió a aferrarse a él, a pasar los brazos por su cuello, mirándola con intensidad y captando cada palabra. Notando como el corazón se le aceleraba de nuevo y como, tal y como ella había descrito, sintió que perdía la cabeza tan pronto ella le besó de esa forma de nuevo. Colocó una mano en su nuca al corresponderlo, acercándose más a ella como si le faltara, como si necesitara intensificarlo. Y sin pensarlo siquiera, puso su otra mano en su cintura y giró su cuerpo, pegados el uno al otro, para quedar sobre ella otra vez. Yo no sé ni quien soy. Susurró en sus labios, repitiendo sus mismas palabras. Acarició su mejilla y se mordió el labio. Sí, estaba perdiendo la cabeza de nuevo, podía sentirlo. Y por Merlín que le daba igual. Me vuelves loco, Alice. ¿Había una mejor definición de su relación con ella que esa? Desde el primer día Alice había sacado de él algo que, era consciente, nadie más sacaría. Sacudía su cerebro y le daba la vuelta para dejarle totalmente fuera de juego, y le encantaba. En esos momentos no solo le encantaba... Le excitaba. A saber cuanto tiempo llevaba sintiendo eso sin darse cuenta, pero qué más daba. Como ella misma había dicho, era el aquí y el ahora lo que importaban, nada más. Por eso devoró sus labios de nuevo y se aferró a su cuerpo, notando la calidez de su piel una vez más y como estas sensaciones le iban borrando uno a uno todos los pensamientos de su cabeza y dejándosela totalmente en blanco.
Tuvo que llevarse la mano a la boca porque le había atacado una carcajada a él también. ¡Eh, oye! Quiso replicar en falso tono ofendido, pero no colaba porque se estaba riendo mucho. Era verdad, si tuviera un giratiempo iría a más clases. Y Alice lo sabía más que nadie porque se había comido toda la chapa de un Marcus estresadísimo en los últimos días del curso porque no sabía qué optativas elegir al año siguiente. Si pudiera generar muchos Marcuses, pondría uno a vigilar en cada esquina del castillo. Que no te haces una idea de la cantidad de veces que subo y bajo de las torres a las mazmorras, me voy a quedar en los huesos. Como que a él no le gustaba pasearse por todo el castillo y que la gente le dijera que parecía que estaba en todas partes a la vez. Se le cortó la risa por el beso y se quedó mirándola, sonriendo a esa frase. Eso me convence. Y correspondió el nuevo beso. No recordaba que se hubieran besado tanto en su vida, ni siquiera en la noche de la Sala de los Menesteres. Podría pasarse así toda la vida... Y ese pensamiento le volvía a activar unos mecanismos cerebrales que no estaba seguro de poder usar correctamente en aquella situación.
Negó con la cabeza rodando los ojos, aunque su mirada seguía centrándose inconscientemente en la chica cada vez que hablaba, cada vez que decía esas cosas acercando su rostro al de él. Que había parado ella, sí, pero por su incomodidad, no era tonto y lo sabía. Nunca había querido plantearse hasta donde habría llegado Alice de haber estado él más preparado, quizás en algún momento habría parado igualmente... Pero ahí quedaba la duda. Lo importante era esa forma que tenía de decir que le daba igual, que al fin y al cabo volvían a estar allí y eso era lo importante. Se mojó los labios mirándola, volviendo a acudirle esa idea a la cabeza: la del poco tiempo, la del último año, la del tiempo perdido. Que idiota se sentía cuando pensaba eso.
Contuvo la respiración cuando la chica volvió a aferrarse a él, a pasar los brazos por su cuello, mirándola con intensidad y captando cada palabra. Notando como el corazón se le aceleraba de nuevo y como, tal y como ella había descrito, sintió que perdía la cabeza tan pronto ella le besó de esa forma de nuevo. Colocó una mano en su nuca al corresponderlo, acercándose más a ella como si le faltara, como si necesitara intensificarlo. Y sin pensarlo siquiera, puso su otra mano en su cintura y giró su cuerpo, pegados el uno al otro, para quedar sobre ella otra vez. Yo no sé ni quien soy. Susurró en sus labios, repitiendo sus mismas palabras. Acarició su mejilla y se mordió el labio. Sí, estaba perdiendo la cabeza de nuevo, podía sentirlo. Y por Merlín que le daba igual. Me vuelves loco, Alice. ¿Había una mejor definición de su relación con ella que esa? Desde el primer día Alice había sacado de él algo que, era consciente, nadie más sacaría. Sacudía su cerebro y le daba la vuelta para dejarle totalmente fuera de juego, y le encantaba. En esos momentos no solo le encantaba... Le excitaba. A saber cuanto tiempo llevaba sintiendo eso sin darse cuenta, pero qué más daba. Como ella misma había dicho, era el aquí y el ahora lo que importaban, nada más. Por eso devoró sus labios de nuevo y se aferró a su cuerpo, notando la calidez de su piel una vez más y como estas sensaciones le iban borrando uno a uno todos los pensamientos de su cabeza y dejándosela totalmente en blanco.
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Reírse con Marcus le salía tan natural como respirar, y hacerlo así, tan juntos, en su lugar secreto, hacía que no fuera capaz de pensar en nada malo, nada oscuro, como si todo fuera posible en la euforia de ese momento- Entonces te perderías el momento de pasar por aquí y pensar en nosotros...- deslizó el dedo índice sobre sus labios- Y ahora tienes más recuerdos...- se acercó a su oído- Y cuando pases por aquí, y el pasillo esté lleno de gente- deslizó las manos por su pecho y besó su mentón- Piensa en mí- y esa última palabra se convirtió en un jadeo porque Marcus le dio la vuelta y se puso sobre ella.
Aquella faceta del chico, tan pasional, encendía todos los fuegos de su interior y le hacía descontrolarse con él. ¿Qué más daba si acababan de hacerlo? ¿Qué importaba la hora? Solo importaba él. Cerrando el puño entorno a ella, se quitó la túnica de encima para que solo sintieran sus pieles ardientes. Subió la pierna acariciando la de Marcus, hasta dejarla doblada al lado de su cadera, mientras disfrutaba de sus labios, rozándolos con intensidad, acariciando su nunca y su pelo- Pues estamos locos los dos- jadeó. Separó un poco su cara para mirarle a los ojos y dijo- No podría negarte nada ahora mismo- y volvió sobre su piel a besar su garganta, mientras paseaba las manos por su espalda, arqueando el cuero mientras notaba su excitación crecer cada segundo.
-Te deseo, te lo dije entonces y te lo digo ahora- volvió a sus labios y los besó con pasión- Te deseo, Marcus- dijo apoyando una de las manos en su mejilla.
Aquella faceta del chico, tan pasional, encendía todos los fuegos de su interior y le hacía descontrolarse con él. ¿Qué más daba si acababan de hacerlo? ¿Qué importaba la hora? Solo importaba él. Cerrando el puño entorno a ella, se quitó la túnica de encima para que solo sintieran sus pieles ardientes. Subió la pierna acariciando la de Marcus, hasta dejarla doblada al lado de su cadera, mientras disfrutaba de sus labios, rozándolos con intensidad, acariciando su nunca y su pelo- Pues estamos locos los dos- jadeó. Separó un poco su cara para mirarle a los ojos y dijo- No podría negarte nada ahora mismo- y volvió sobre su piel a besar su garganta, mientras paseaba las manos por su espalda, arqueando el cuero mientras notaba su excitación crecer cada segundo.
-Te deseo, te lo dije entonces y te lo digo ahora- volvió a sus labios y los besó con pasión- Te deseo, Marcus- dijo apoyando una de las manos en su mejilla.
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"Cuando pases por aquí, y el pasillo esté lleno de gente, piensa en mí". Como si necesitara esa orden, como si no fuera claramente lo que hacía. Besó sus labios como si llevara mil años sin hacerlo, con una mano en su mejilla y la otra en su cintura, separándose para mirarla. No sé si eso es buena idea. Susurró con una risa ladeada. Porque Marcus iba siempre concentrado en algo porque siempre estaba haciendo algo, y una cosa era mirar al espejo y rememorar por unos segundos... Y otra recordar eso, lo que estaba pasando. Si lo hacía, su concentración se iría al traste. Y ahora que lo pensaba, veía imposible no hacerlo, aunque eso le borrara los pensamientos que tuviera en ese momento o le hiciera chocarse con alguien mientras caminaba. Dudo que pueda pensar en otra cosa. Dijo sobre sus labios antes de besarlos de nuevo.
Se había iniciado un nuevo frenesí en apenas un segundo, casi más rápido que el anterior, como si hubieran simplemente chasqueado los dedos y todo hubiera echado a arder. Alice quitó la túnica entre ellos y él aprovechó para pegar su pecho al suyo sin pensarlo dos veces, sin dejar de besar sus labios ni buscar su lengua, sin dejar de recorrer su piel con sus manos. Abrió los ojos para mirarla, para sentir como enredaba los dedos en sus rizos una vez más y le decía con esa sensualidad tan inherente a ella que no podría negarle nada, pasando acto seguido a besar su garganta. Soltó un jadeo tan pronto notó los besos de la chica por su piel, cerrando los ojos y mordiéndose el labio. Yo no puedo negarte nada... Susurró. Nunca he podido... Y dudo que nunca pueda.
Recibió ese apasionado beso, correspondiéndolo como si le fuera la vida en ello, sintiendo el escalofrío que había recorrido todo su cuerpo ante esa afirmación tan directa. Te deseo, Alice. Respondió también, ahogando un gemido en su boca, con los ojos cerrados. Mucho. Suspiró, acercando sus caderas a ella. Muchísimo. Tanto que juraría que no recordaba cuando había empezado aquello, no tenía siquiera conciencia de una versión de sí mismo que no estuviera completamente cegado por la luz que esa chica desprendía, por el calor de su piel que le impedía alejarse de ella aunque se abrasara.
Te necesito. Suspiró en su oído conforme fue repartiendo besos por su cuello hasta llegar a él, acercando aún más sus caderas a ella y rozando su cuerpo con el de ella. Conduciéndose de nuevo hacia su interior, poco a poco pero con esa necesidad que tanto clamaba. Necesito... Sentirte otra vez... ¿Qué más daba un rato más? Ya se habían pasado de la hora igualmente, ya habían asumido que esa noche y ese lugar eran solo suyos. Ya habían esperado demasiado. Ya habían perdido demasiado tiempo.
Se había iniciado un nuevo frenesí en apenas un segundo, casi más rápido que el anterior, como si hubieran simplemente chasqueado los dedos y todo hubiera echado a arder. Alice quitó la túnica entre ellos y él aprovechó para pegar su pecho al suyo sin pensarlo dos veces, sin dejar de besar sus labios ni buscar su lengua, sin dejar de recorrer su piel con sus manos. Abrió los ojos para mirarla, para sentir como enredaba los dedos en sus rizos una vez más y le decía con esa sensualidad tan inherente a ella que no podría negarle nada, pasando acto seguido a besar su garganta. Soltó un jadeo tan pronto notó los besos de la chica por su piel, cerrando los ojos y mordiéndose el labio. Yo no puedo negarte nada... Susurró. Nunca he podido... Y dudo que nunca pueda.
Recibió ese apasionado beso, correspondiéndolo como si le fuera la vida en ello, sintiendo el escalofrío que había recorrido todo su cuerpo ante esa afirmación tan directa. Te deseo, Alice. Respondió también, ahogando un gemido en su boca, con los ojos cerrados. Mucho. Suspiró, acercando sus caderas a ella. Muchísimo. Tanto que juraría que no recordaba cuando había empezado aquello, no tenía siquiera conciencia de una versión de sí mismo que no estuviera completamente cegado por la luz que esa chica desprendía, por el calor de su piel que le impedía alejarse de ella aunque se abrasara.
Te necesito. Suspiró en su oído conforme fue repartiendo besos por su cuello hasta llegar a él, acercando aún más sus caderas a ella y rozando su cuerpo con el de ella. Conduciéndose de nuevo hacia su interior, poco a poco pero con esa necesidad que tanto clamaba. Necesito... Sentirte otra vez... ¿Qué más daba un rato más? Ya se habían pasado de la hora igualmente, ya habían asumido que esa noche y ese lugar eran solo suyos. Ya habían esperado demasiado. Ya habían perdido demasiado tiempo.
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Había algo que se encendía en ella rápida e intensamente cada vez que sentía el deseo de Marcus. Era como si estuviera más que ensayado, como si estuvieran destinados a atraerse infinitamente. Y sí, ahora pensaba en infinitos, en eternidades, porque querría ese cuerpo sobre ella por la eternidad, y querría besar esos labios ardientes para siempre y no se cansaría de que él le dijera que la deseaba.
Cuando oyó el susurro de Marcus en su oído se arqueó y gimió suavemente, sin ser capaz de abrir los ojos- Pues cógeme- le dijo desbocada. Empujó las caderas hacia abajo al notarle cerca de entrar en ella, urgiéndole a que volvieran a unirse porque no había nada que deseara más- Soy tuya- le susurró. Al sentirle llegar hasta dentro de ella de nuevo gimió, pero quiso abrir los ojos y mirarle, no separar su mirada de él bajo ningún concepto, así que mantuvo sus frentes unidas y su mano en la mejilla de él, mientras sentía sus manos recorrerla, poseerla tal y como ella quería. Por inercia, bajó la mano hasta la espalda baja de Marcus, apretándole contra ella.
Quería seguir mirándole, pero el placer era tan intenso que se lanzaba contra él, por encima de su hombro, pegándose a su cuerpo y gozando como su pecho se rozaba contra él. Entonces recordó el día de la Sala de los Menesteres y dejándose caer de nuevo, con los brazos hacia arriba a ambos lados de su cabeza, y le miró con sensualidad, mordiéndose el labio inferior- Mírame, Marcus- le pidió aterciopelada mientras subía la pierna, como lo había hecho aquel día y recordando cuánto les había gustado a los dos. Nada más hacerlo su cuerpo entero se retorció de placer y su abdomen su tensó, teniendo que aguantarse para no gritar de nuevo y tener que arrepentirse de armar un escándalo.
Cuando oyó el susurro de Marcus en su oído se arqueó y gimió suavemente, sin ser capaz de abrir los ojos- Pues cógeme- le dijo desbocada. Empujó las caderas hacia abajo al notarle cerca de entrar en ella, urgiéndole a que volvieran a unirse porque no había nada que deseara más- Soy tuya- le susurró. Al sentirle llegar hasta dentro de ella de nuevo gimió, pero quiso abrir los ojos y mirarle, no separar su mirada de él bajo ningún concepto, así que mantuvo sus frentes unidas y su mano en la mejilla de él, mientras sentía sus manos recorrerla, poseerla tal y como ella quería. Por inercia, bajó la mano hasta la espalda baja de Marcus, apretándole contra ella.
Quería seguir mirándole, pero el placer era tan intenso que se lanzaba contra él, por encima de su hombro, pegándose a su cuerpo y gozando como su pecho se rozaba contra él. Entonces recordó el día de la Sala de los Menesteres y dejándose caer de nuevo, con los brazos hacia arriba a ambos lados de su cabeza, y le miró con sensualidad, mordiéndose el labio inferior- Mírame, Marcus- le pidió aterciopelada mientras subía la pierna, como lo había hecho aquel día y recordando cuánto les había gustado a los dos. Nada más hacerlo su cuerpo entero se retorció de placer y su abdomen su tensó, teniendo que aguantarse para no gritar de nuevo y tener que arrepentirse de armar un escándalo.
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They can't see us now CON Alice EN Sala Común A LAS 21:00h, 22 de noviembre |
Los gemidos de Alice desencadenaban otro en él de manera instantánea, hacía que sintiera un latigazo de placer tan pronto ese sonido llegaba a sus oídos, tan pronto sentía como se arqueaba su cuerpo bajo el suyo y la piel de ambos se erizaba. Y ese movimiento de su cadera, haciendo que entrara en ella, le arrancó un hondo gemido desde lo más profundo de su pecho. Cuando pensaba que no podía sentir más placer, ahí estaba Alice para, como hacía siempre, demostrarle que no tenía ni idea de lo que le esperaba.
"Soy tuya". Otro escalofrío que le recorrió de punta a punta. Miró sus ojos, sintió como apretaba su espalda contra ella y lo tuvo claro: él era suyo. Era totalmente suyo. Lo era desde el primer día y lo sería siempre, y había estado torpe, muy torpe, no dándose cuenta hasta ese momento. Y sin embargo no lo dijo, no fue capaz de responder. No pudo dejar que de sus labios saliera "soy tuyo, Alice", tal y como retumbaba por cada centímetro de su cuerpo. Solo pudo lanzarse a besar sus labios con ansia, casi con desesperación. Como si necesitara de verdad acallar en sus labios esas palabras, o decirlas de otra forma.
Se separó de sus labios y se abrazó a su cuerpo, pasando sus manos por su espalda cuando la chica se lanzó a abrazar sus hombros, jadeando con fuerza y sintiendo como el placer se le descontrolaba. No hacía tanto que había dado todo de sí, todo lo que llevaba guardando seis meses, por lo que era demasiado pedirle a su cuerpo aguantar un segundo encuentro durante mucho tiempo. Pero ni siquiera podía pensar en eso, solo sentir el cuerpo de Alice contra el suyo y como se necesitaban el uno al otro.
Y entonces la chica se separó y se dejó caer, y él se quedó mirándola como un bobo, totalmente ido por ese deseo que sentía hacia ella. Alzó sus brazos y él esbozó una sonrisa, sintiendo de nuevo una corriente eléctrica por todo su cuerpo. Así se puso en la Sala de los Menesteres y... Era justo lo que necesitaba para terminar de desbocarse. Se mordió el labio con un leve gemido y una sonrisa ladeada, pegando su frente a la de ella y mirándola con intensidad. ¿Me estás retando, princesa? Porque ya era lo que le faltaba. Como entraran en ese jueguecito... Oh, como entraran en ese jueguecito sí que no iban a salir del pasillo en toda la noche.
Pero no pensaba dejar de mirarla, de mirar esos preciosos ojos azules que le pedían a gritos más. Colocó una mano en su pierna para ayudarla a subirla aún más, para encajarse más en su cuerpo, mientras la otra se apoyaba en su barbilla y rozaba sus labios con el pulgar. Había perdido el control sobre sus jadeos y sobre el ruido y le daba igual, solo podía rozar su cuerpo con el de ella, forzarse a sí mismo por no cerrar los ojos para poder seguir mirándola. Pero un rayo de placer le atravesó el cuerpo. Alice... Gimió, totalmente descontrolado. Notaba el cuerpo de ella arquearse contra el suyo. Eso era más de lo que podía soportar. Aquello no iba a durar mucho más tiempo.
"Soy tuya". Otro escalofrío que le recorrió de punta a punta. Miró sus ojos, sintió como apretaba su espalda contra ella y lo tuvo claro: él era suyo. Era totalmente suyo. Lo era desde el primer día y lo sería siempre, y había estado torpe, muy torpe, no dándose cuenta hasta ese momento. Y sin embargo no lo dijo, no fue capaz de responder. No pudo dejar que de sus labios saliera "soy tuyo, Alice", tal y como retumbaba por cada centímetro de su cuerpo. Solo pudo lanzarse a besar sus labios con ansia, casi con desesperación. Como si necesitara de verdad acallar en sus labios esas palabras, o decirlas de otra forma.
Se separó de sus labios y se abrazó a su cuerpo, pasando sus manos por su espalda cuando la chica se lanzó a abrazar sus hombros, jadeando con fuerza y sintiendo como el placer se le descontrolaba. No hacía tanto que había dado todo de sí, todo lo que llevaba guardando seis meses, por lo que era demasiado pedirle a su cuerpo aguantar un segundo encuentro durante mucho tiempo. Pero ni siquiera podía pensar en eso, solo sentir el cuerpo de Alice contra el suyo y como se necesitaban el uno al otro.
Y entonces la chica se separó y se dejó caer, y él se quedó mirándola como un bobo, totalmente ido por ese deseo que sentía hacia ella. Alzó sus brazos y él esbozó una sonrisa, sintiendo de nuevo una corriente eléctrica por todo su cuerpo. Así se puso en la Sala de los Menesteres y... Era justo lo que necesitaba para terminar de desbocarse. Se mordió el labio con un leve gemido y una sonrisa ladeada, pegando su frente a la de ella y mirándola con intensidad. ¿Me estás retando, princesa? Porque ya era lo que le faltaba. Como entraran en ese jueguecito... Oh, como entraran en ese jueguecito sí que no iban a salir del pasillo en toda la noche.
Pero no pensaba dejar de mirarla, de mirar esos preciosos ojos azules que le pedían a gritos más. Colocó una mano en su pierna para ayudarla a subirla aún más, para encajarse más en su cuerpo, mientras la otra se apoyaba en su barbilla y rozaba sus labios con el pulgar. Había perdido el control sobre sus jadeos y sobre el ruido y le daba igual, solo podía rozar su cuerpo con el de ella, forzarse a sí mismo por no cerrar los ojos para poder seguir mirándola. Pero un rayo de placer le atravesó el cuerpo. Alice... Gimió, totalmente descontrolado. Notaba el cuerpo de ella arquearse contra el suyo. Eso era más de lo que podía soportar. Aquello no iba a durar mucho más tiempo.
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Si antes había pensado que Marcus aprendía rápido, nada le preparó para tener esa visión de él. Él con todos los músculos tensos, sobre ella, en aquella condenada posturs, con su dedo sobre sus labios y diciéndole esa frase. Era como juntar todo lo que le gustaba de Marcus en un solo segundo. Y claro, como siempre, bastaba que él dijera las palabras y ella subiera la apuesta.
A pesar de sus jadeos, y los ruidos de placer que estaba haciendo, una risita salió de su garganta, y antes de contestar, se dejó estremecer una vez más con el movimiento de Marcus e instintivamente, sacó la lengua y la pasó por su dedo antes de levantarse y empujar a Marcus hasta dejarle tumbado en el suelo. Se recolocó sobre él, apoyándose sobre us pecho y guiándole de nuevo a su interior. Luego elevó el tronco y le miró con una sonrisa triunfal, apartando los rizos de su frente- Yo siempre gano nuestros retos, alteza- y se movió sobre él experimentalmente. La sensación fue tan brutal, tan distinta que inmediatamente supo que esa había sido una fantástica idea. Empezó a moverse sobre él tal y como lo había hecho pero más rítmicamente, agarrándose a los antebrazos de Marcus y cerrando los ojos para contener ese placer rebosante.
-¿Algún reto más que quieras proponer, mi príncipe azul?- dijo tentativa, aunque ella misma se estaba rindiendo irremediablemente al placer y cada vez estaba más cerca del clímax. Pero no podía abandonar esa pose una vez Marcus se la proponía.
A pesar de sus jadeos, y los ruidos de placer que estaba haciendo, una risita salió de su garganta, y antes de contestar, se dejó estremecer una vez más con el movimiento de Marcus e instintivamente, sacó la lengua y la pasó por su dedo antes de levantarse y empujar a Marcus hasta dejarle tumbado en el suelo. Se recolocó sobre él, apoyándose sobre us pecho y guiándole de nuevo a su interior. Luego elevó el tronco y le miró con una sonrisa triunfal, apartando los rizos de su frente- Yo siempre gano nuestros retos, alteza- y se movió sobre él experimentalmente. La sensación fue tan brutal, tan distinta que inmediatamente supo que esa había sido una fantástica idea. Empezó a moverse sobre él tal y como lo había hecho pero más rítmicamente, agarrándose a los antebrazos de Marcus y cerrando los ojos para contener ese placer rebosante.
-¿Algún reto más que quieras proponer, mi príncipe azul?- dijo tentativa, aunque ella misma se estaba rindiendo irremediablemente al placer y cada vez estaba más cerca del clímax. Pero no podía abandonar esa pose una vez Marcus se la proponía.
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Por un momento, ingenuo de él, pensó que estaban llegando de nuevo al final. Se notaba tan excitado y a ella tan entregada que iba a ser cuestión de segundos que todo aquello explotase. Pero entonces escuchó esa risita y lo supo: Marcus, te has metido en un lío. En un lío maravilloso y placentero, en un lío que apuntaba maneras de que iba a ser increíble. Pero en un lío, esos líos en los que se metía de cabeza a la primera que Alice abría la boca, por su manía que querer quedar por encima, de ser el primero. Manía que ella le reducía a escombros a base de demostrarle que ahí mandaba ella. Y se moriría negándolo... Pero cómo le gustaba eso.
Apenas notó el tacto de su lengua en su dedo cuando se vio con la espalda contra el suelo y la chica sobre él. La miró jadeante y con un toque sorprendido (o de admiración, más bien) mientras notaba como su pecho vibraba con todo lo que estaba pasando. Sintiendo esa leve sacudida en su interior al volver a entrar en ella, que se intensificó aún más con sus palabras, con su roce, con la caricia en su pelo... Con esa postura, con esa visión de la chica sobre él. Solo atinó a ladear una sonrisa con una leve risa ante esa sentencia porque el movimiento y las manos de la chica en sus brazos le hicieron cerrar los ojos y separar los labios para que le entrara aire, para gemir. Para pedirse a sí mismo la oportunidad de aguantar un poco más porque aquello no podía terminar tan pronto, era demasiado bueno para que fuera breve.
Pero entonces llegó ese reto, y algo se volvió a encender en su pecho ya no como una llama, sino como un fuego fatuo, haciéndole abrir los ojos para mirarla. Ladeó un poco la cabeza, mordiéndose el labio. No sabes lo que estás haciendo. No lo sabía, no tenía ni idea. Porque eso no podía haberlo predicho ni él, cuanto menos ella. Pero sí, el Marcus que quería quedar por encima, ser más, había vuelto. Y si quería verlo, lo iba a ver.
Elevó el tronco y pegó su pecho al de ella, aferrándose a su espalda ahogando un suspiro por el movimiento, sin salir de su interior ni darle a entender a ella ni por asomo que quería que dejara de moverse. Tú siempre ganas, ¿no? Lazó en un susurro desafiante, entre jadeos, con una sonrisa retadora. Siempre... Vas por delante de mí... Llegas la primera... Miró intencionadamente al fondo del pasillo y volvió a mirarla a ella. Eso hizo las dos veces que entraron, colarse, adelantarle, llegar primero. Lo hacía siempre. Siempre iba delante, siempre iba primero. Te gusta... Que te vea ganarme... Besó sus labios desenfrenadamente y, sin apenas separarse de estos, susurró. Hazlo. Se aferró más a su cuerpo. Termina primero... Llega antes que yo... Quiero verlo... Y eso le iba a costar más a él que a ella, como siempre. Sus retos siempre le costaban más a él que a ella.
Y debía haber tenido un momento de iluminación muy grande, de nuevo como siempre provocado por esa forma que tenía Alice de llevarle a sus límites más insospechados, porque de repente cayó en algo. Porque esa cercanía, esa intensidad, ese duelo le estaban dando ganas de gritar y... ¡Joder! ¿Cómo no había caído antes? Separó uno de los brazos de su espalda para, tratando de no separarse mucho, tantear entre su ropa frenéticamente hasta dar con su varita. Y, cuando lo hizo, la dirigió hacia la entrada del espejo. ¡SILENTIUM! Lo lanzó con la misma intensidad con la que necesitaba gritar tranquilo, que no estaba guardando mucho las formas porque era imposible pero lo poco que se contenía le estaba costando horrores. Tiró la varita a un lado y volvió a abrazarla y a mirarla con una sonrisa victoriosa. Y ya puedes gritar... Todo lo que quieras...
Apenas notó el tacto de su lengua en su dedo cuando se vio con la espalda contra el suelo y la chica sobre él. La miró jadeante y con un toque sorprendido (o de admiración, más bien) mientras notaba como su pecho vibraba con todo lo que estaba pasando. Sintiendo esa leve sacudida en su interior al volver a entrar en ella, que se intensificó aún más con sus palabras, con su roce, con la caricia en su pelo... Con esa postura, con esa visión de la chica sobre él. Solo atinó a ladear una sonrisa con una leve risa ante esa sentencia porque el movimiento y las manos de la chica en sus brazos le hicieron cerrar los ojos y separar los labios para que le entrara aire, para gemir. Para pedirse a sí mismo la oportunidad de aguantar un poco más porque aquello no podía terminar tan pronto, era demasiado bueno para que fuera breve.
Pero entonces llegó ese reto, y algo se volvió a encender en su pecho ya no como una llama, sino como un fuego fatuo, haciéndole abrir los ojos para mirarla. Ladeó un poco la cabeza, mordiéndose el labio. No sabes lo que estás haciendo. No lo sabía, no tenía ni idea. Porque eso no podía haberlo predicho ni él, cuanto menos ella. Pero sí, el Marcus que quería quedar por encima, ser más, había vuelto. Y si quería verlo, lo iba a ver.
Elevó el tronco y pegó su pecho al de ella, aferrándose a su espalda ahogando un suspiro por el movimiento, sin salir de su interior ni darle a entender a ella ni por asomo que quería que dejara de moverse. Tú siempre ganas, ¿no? Lazó en un susurro desafiante, entre jadeos, con una sonrisa retadora. Siempre... Vas por delante de mí... Llegas la primera... Miró intencionadamente al fondo del pasillo y volvió a mirarla a ella. Eso hizo las dos veces que entraron, colarse, adelantarle, llegar primero. Lo hacía siempre. Siempre iba delante, siempre iba primero. Te gusta... Que te vea ganarme... Besó sus labios desenfrenadamente y, sin apenas separarse de estos, susurró. Hazlo. Se aferró más a su cuerpo. Termina primero... Llega antes que yo... Quiero verlo... Y eso le iba a costar más a él que a ella, como siempre. Sus retos siempre le costaban más a él que a ella.
Y debía haber tenido un momento de iluminación muy grande, de nuevo como siempre provocado por esa forma que tenía Alice de llevarle a sus límites más insospechados, porque de repente cayó en algo. Porque esa cercanía, esa intensidad, ese duelo le estaban dando ganas de gritar y... ¡Joder! ¿Cómo no había caído antes? Separó uno de los brazos de su espalda para, tratando de no separarse mucho, tantear entre su ropa frenéticamente hasta dar con su varita. Y, cuando lo hizo, la dirigió hacia la entrada del espejo. ¡SILENTIUM! Lo lanzó con la misma intensidad con la que necesitaba gritar tranquilo, que no estaba guardando mucho las formas porque era imposible pero lo poco que se contenía le estaba costando horrores. Tiró la varita a un lado y volvió a abrazarla y a mirarla con una sonrisa victoriosa. Y ya puedes gritar... Todo lo que quieras...
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Si había algo en el mundo que podía hacerla bajar a la tierra de esa nube de placer en la que estaba, era Marcus respondiendo a uno de sus retos. Se mordió el labio, moviéndose más fuerte, más profundo, cuando le dijo lo de "tú siempre ganas"- Yo siempre gano- confirmó con ese tono sexy que solo le salía cuando estaban así. Pero entonces Marcus se levantó y volvieron a estar en aquella postura del principio y perdió un poco ese dominio que estaba teniendo hasta ahora, al sentirse entre sus brazos otra vez.
- Me gusta- confirmó jadeando antes de recibir el pasional beso del chico, mientras se aferraba con sus piernas a él sin frenar el ritmo, enredándose en su pelo, sin bajar el ritmo, perdiéndose en el placer. Y entonces sintió la primera oleada de placer en su cuerpo. "Quiero verlo" decía, y solo eso era suficiente para que se estremeciera entera totalmente y sus terminaciones nerviosas se dispararan. Quería que la viera, que disfrutara en primera fila de lo que le provocaba y a la vez quería ser ella la que ganara llevándole al clímax, como si pudiera demostrarle que podía dominarle en ese sentido. No podía. Aquel Marcus tan sensual y entregado era demasiado para ella.
Y la diatriba se acabó cuando cogió la varita y lanzó un silentium. Su mejor Marcus era el Marcus inteligente, el Marcus alumno de primera, porque era eso lo que le había gustado de él desde el principio, era el Marcus con el que lidiaba a todas horas y al que admiraba de todo corazón. Si ya encima ponía esa inteligencia al servicio del placer de los dos, no podía más. Esta vez la vería él llegar antes, y ya no le importaba- Solo quiero sentirte muy dentro- le dijo acabando en un gemido, porque el mero hecho de saber que no podían oírles la había disparado más todavía. Y gritó, vaya si gritó, conocía su cuerpo y sabía que se acercaba al final, sacudiéndose desde los pies hasta la raíz del pelo. Se estremeció entre los brazos del chico, echando la cabeza hacia atrás y curvando la columna vertebral en un latigazo de placer, mientras notaba como todo su interior temblaba, bajando levemente el volumen de sus gemidos, entreabriendo sus labios y solo pudiendo respirar murmurando el nombre de Marcus.
- Me gusta- confirmó jadeando antes de recibir el pasional beso del chico, mientras se aferraba con sus piernas a él sin frenar el ritmo, enredándose en su pelo, sin bajar el ritmo, perdiéndose en el placer. Y entonces sintió la primera oleada de placer en su cuerpo. "Quiero verlo" decía, y solo eso era suficiente para que se estremeciera entera totalmente y sus terminaciones nerviosas se dispararan. Quería que la viera, que disfrutara en primera fila de lo que le provocaba y a la vez quería ser ella la que ganara llevándole al clímax, como si pudiera demostrarle que podía dominarle en ese sentido. No podía. Aquel Marcus tan sensual y entregado era demasiado para ella.
Y la diatriba se acabó cuando cogió la varita y lanzó un silentium. Su mejor Marcus era el Marcus inteligente, el Marcus alumno de primera, porque era eso lo que le había gustado de él desde el principio, era el Marcus con el que lidiaba a todas horas y al que admiraba de todo corazón. Si ya encima ponía esa inteligencia al servicio del placer de los dos, no podía más. Esta vez la vería él llegar antes, y ya no le importaba- Solo quiero sentirte muy dentro- le dijo acabando en un gemido, porque el mero hecho de saber que no podían oírles la había disparado más todavía. Y gritó, vaya si gritó, conocía su cuerpo y sabía que se acercaba al final, sacudiéndose desde los pies hasta la raíz del pelo. Se estremeció entre los brazos del chico, echando la cabeza hacia atrás y curvando la columna vertebral en un latigazo de placer, mientras notaba como todo su interior temblaba, bajando levemente el volumen de sus gemidos, entreabriendo sus labios y solo pudiendo respirar murmurando el nombre de Marcus.
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Podía sentirlo en las yemas de sus dedos, en su pecho y en cada rincón de su piel. La miraba y lo veía, veía su expresión de placer y como se arqueaba su cuerpo. Por un momento desearía poder controlarse más para admirar todo eso, pero cada movimiento suyo, cada jadeo y cada palabra le sacudía entero, le hacía moverse más bajo su cuerpo y agarrarse más a ella, agarrar su espalda con una mano y una de sus piernas con la otra.
Menos mal que echó el silentium, porque Alice interpretó su sugerencia como una orden directa (y cómo le ponía eso), y a cada grito que daba le hacía gritar a él también. Y esa petición, ese decirle que quería sentirle muy dentro le hizo mover más aún sus caderas todo lo que su posición le permitía, sintiendo una oleada de placer tan intensa que le nublaba el cerebro por completo y le hacía cerrar los ojos y arquear su espalda. Alice... Atinó a decir en un fuerte gemido antes de sentirse explotar por dentro, poco después de que ella misma cayera rendida a ello, prácticamente a la vez. Era muy difícil lo de conseguir que ella llegara mucho antes, pero no se pensaba quejar lo más mínimo.
Dejó caer la espalda en el suelo con un último gemido, notando como salía de ella, cerrando los ojos y pasándose una mano por el pelo mientras su pecho subía y bajaba con violencia por la propia respiración. Dios... Eso había sido... Muy intenso. No sabía como habían llegado hasta ahí pero... Vaya... Vaya si había estado bien. Miró a la chica y sonrió, poniendo las manos en su espalda para empujarla con suavidad hacia abajo y que cayera sobre su pecho, sin dejar de respirar ruidosamente aunque progresivamente más bajo. Tragó saliva y se mojó los labios, tratando de modularse, y colocó una mano en la mejilla de ella para que alzara la mirada. Estás loca. Susurró con una leve risa, acariciando su rostro y relajando esta poco a poco para añadir. Me vuelves loco. Y ahí estaba esa expresión, esa sonrisa... Esos ojos azules... Se quedó por unos instantes ahí, mirándola, en silencio, y... ¿Qué vas a decir, Marcus? No lo sabía. Tenía... Algo... En la punta de la lengua, rebotando por su pecho, pero...
Se llevó una mano a la cara, y tapándose la boca se empezó a reír. Menos mal que he echado un silentium. No pudo evitar corear eso con una risueña carcajada, tapándose absurdamente la boca con las manos como si alguien pudiera escucharle o como si eso hiciese más ruido que el espectáculo que habían montado minutos antes. Sí... Tenía muchas ganas de reír.
Menos mal que echó el silentium, porque Alice interpretó su sugerencia como una orden directa (y cómo le ponía eso), y a cada grito que daba le hacía gritar a él también. Y esa petición, ese decirle que quería sentirle muy dentro le hizo mover más aún sus caderas todo lo que su posición le permitía, sintiendo una oleada de placer tan intensa que le nublaba el cerebro por completo y le hacía cerrar los ojos y arquear su espalda. Alice... Atinó a decir en un fuerte gemido antes de sentirse explotar por dentro, poco después de que ella misma cayera rendida a ello, prácticamente a la vez. Era muy difícil lo de conseguir que ella llegara mucho antes, pero no se pensaba quejar lo más mínimo.
Dejó caer la espalda en el suelo con un último gemido, notando como salía de ella, cerrando los ojos y pasándose una mano por el pelo mientras su pecho subía y bajaba con violencia por la propia respiración. Dios... Eso había sido... Muy intenso. No sabía como habían llegado hasta ahí pero... Vaya... Vaya si había estado bien. Miró a la chica y sonrió, poniendo las manos en su espalda para empujarla con suavidad hacia abajo y que cayera sobre su pecho, sin dejar de respirar ruidosamente aunque progresivamente más bajo. Tragó saliva y se mojó los labios, tratando de modularse, y colocó una mano en la mejilla de ella para que alzara la mirada. Estás loca. Susurró con una leve risa, acariciando su rostro y relajando esta poco a poco para añadir. Me vuelves loco. Y ahí estaba esa expresión, esa sonrisa... Esos ojos azules... Se quedó por unos instantes ahí, mirándola, en silencio, y... ¿Qué vas a decir, Marcus? No lo sabía. Tenía... Algo... En la punta de la lengua, rebotando por su pecho, pero...
Se llevó una mano a la cara, y tapándose la boca se empezó a reír. Menos mal que he echado un silentium. No pudo evitar corear eso con una risueña carcajada, tapándose absurdamente la boca con las manos como si alguien pudiera escucharle o como si eso hiciese más ruido que el espectáculo que habían montado minutos antes. Sí... Tenía muchas ganas de reír.
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Fue casi tan seguido a su propio clímax que le costó distinguir el de Marcus. Solo sintió como toda aquella tensión se liberaba, y volvían a respirar en aquel lío de gemidos, jadeos, de calor insoportable y a la vez esa necesidad de seguir piel con piel. Se encogió sobre sí misma mientras recuperaba la respiración, pero cuando Marcus la empujó hacia abajo, cayó suavemente sobre su pecho y lo acarició con su mejilla sintiendo lo más parecido que había sentido nunca a la felicidad plena.
Se quedó así un rato, oyendo su corazón latir acelerado aún, el olor de su piel, su calidez. Solo se movió para mirarle cuando le dijo que estaba loca, y ella soltó una risita suave- ¿Es que tú no sabes en lo que te metes cuando me propones un reto, O'Donnell? Más loco es quien provoca a la loca de primera hora- le dijo con una sonrisa y tono de broma, aunque más bajita de lo normal, porque aún no había recuperado del todo la respiración. Se quedó mirándole así, desde su pecho, en paz total, y aunque él la seguía mirando, notó cómo parecía que le estaba dando vueltas a algo. Ella simplemente sonrió y se incorporó para ponerse sobre su rostro- ¿Qué te pasa? ¿Te ha comido la lengua el gato?- dijo dejando sus labios sobre los de él casi sin borrar la sonrisa.
Luego se tuvo que reír tal como lo hacía él, porque era verdad que había gritado muchísimo. Entornó los ojos y puso cara de niña buena- Alguien me dijo que podía gritar todo lo que quisiera. Alguien- dijo recalcando la palabra y bajando su rostro para acariciar su nariz con la de él- Me ha hecho gritar así- volvió a colocarse en su pecho y miró hacia arriba pasando el índice por su barbilla- Y alguien quería verme llegar a mí primero... Y creo que se le ha concedido.
Se quedó así un rato, oyendo su corazón latir acelerado aún, el olor de su piel, su calidez. Solo se movió para mirarle cuando le dijo que estaba loca, y ella soltó una risita suave- ¿Es que tú no sabes en lo que te metes cuando me propones un reto, O'Donnell? Más loco es quien provoca a la loca de primera hora- le dijo con una sonrisa y tono de broma, aunque más bajita de lo normal, porque aún no había recuperado del todo la respiración. Se quedó mirándole así, desde su pecho, en paz total, y aunque él la seguía mirando, notó cómo parecía que le estaba dando vueltas a algo. Ella simplemente sonrió y se incorporó para ponerse sobre su rostro- ¿Qué te pasa? ¿Te ha comido la lengua el gato?- dijo dejando sus labios sobre los de él casi sin borrar la sonrisa.
Luego se tuvo que reír tal como lo hacía él, porque era verdad que había gritado muchísimo. Entornó los ojos y puso cara de niña buena- Alguien me dijo que podía gritar todo lo que quisiera. Alguien- dijo recalcando la palabra y bajando su rostro para acariciar su nariz con la de él- Me ha hecho gritar así- volvió a colocarse en su pecho y miró hacia arriba pasando el índice por su barbilla- Y alguien quería verme llegar a mí primero... Y creo que se le ha concedido.
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Chistó, negando con la cabeza con una sonrisa. ¿Crees que no lo sé? Bromeó. Ese era su problema, que ella podía estar loca, pero él estaba más loco todavía porque la seguía allá donde iba y subía la apuesta, aun a sabiendas de que eso solo la provocaba más. Somos dos locos. Dejémoslo en tablas. Añadió. ¿Cuándo había dejado él en tablas algo con Alice? Nunca. Pero es que no tenía ya fuerzas ni para pensar. Y estaba tan sumamente bien allí, con ella sobre su pecho, que no sabía ni lo que decía.
Ese leve instante en el que se quedó embobado y en silencio fue roto por una pregunta y un beso. Salió de allí como si estuviera en una pompa, un poco aturdido, y sonrió de vuelta, negando con la cabeza. No le había comido la lengua el gato, era solo que... Prefería disfrutar del silencio, de la calma después de esa tempestad que hacía instantes habían generado. Sí... Solo era eso...
La risa de Alice solo le hacía reír más, era contagioso. Y le resultaba cuanto menos gracioso que pusiera voz y cara de niña buena. Sí, ahora. No cuela eso ya. Respondió entre risas a su tonito y su sonrisa, dando un toque de su índice en la nariz de ella. Entrecerró los ojos con una sonrisita. ¿Ah sí? ¿Quién? Bromeó con voz melosa. "Alguien me ha hecho gritar así". Él que aún no tenía la respiración recuperada del todo y que la risa no había colaborado en ello tuvo que soltar un suspiro incontenible, mojándose los labios, solo por esa frase. Entonces... Ha merecido la pena, ¿no? La siguió con la mirada cuando se retiró y se apoyó en su pecho, ampliando la sonrisa ante eso último. Desafío cumplido. Otro escalofrío. Hablar con tanta claridad de esas cosas... Que hacía apenas un par de hora ni tenía en mente que pudieran suceder... Era extraño y, a la vez, muy agradable.
Se quedó unos instantes simplemente allí, en silencio, con una sonrisa boba dibujada y acariciando la espalda de la chica de forma distraída. Como era de esperar, se le fueron cerrando los ojos... Los abrió de golpe porque temió haberse quedado dormido y sacudió un poco la cabeza, comprobando que Alice seguía en la misma posición, y sonrió una vez más. Al final me voy a quedar dormido. Musitó, sin moverse ni un ápice más que para seguir acariciando la piel de la chica. Amplió un poco más la sonrisa por lo que iba a decir a continuación, ladeando un poco la cabeza para acercarla a su pelo. Cuéntame algo, princesa. Antes de que aquella noche de cuento se extinguiera.
Ese leve instante en el que se quedó embobado y en silencio fue roto por una pregunta y un beso. Salió de allí como si estuviera en una pompa, un poco aturdido, y sonrió de vuelta, negando con la cabeza. No le había comido la lengua el gato, era solo que... Prefería disfrutar del silencio, de la calma después de esa tempestad que hacía instantes habían generado. Sí... Solo era eso...
La risa de Alice solo le hacía reír más, era contagioso. Y le resultaba cuanto menos gracioso que pusiera voz y cara de niña buena. Sí, ahora. No cuela eso ya. Respondió entre risas a su tonito y su sonrisa, dando un toque de su índice en la nariz de ella. Entrecerró los ojos con una sonrisita. ¿Ah sí? ¿Quién? Bromeó con voz melosa. "Alguien me ha hecho gritar así". Él que aún no tenía la respiración recuperada del todo y que la risa no había colaborado en ello tuvo que soltar un suspiro incontenible, mojándose los labios, solo por esa frase. Entonces... Ha merecido la pena, ¿no? La siguió con la mirada cuando se retiró y se apoyó en su pecho, ampliando la sonrisa ante eso último. Desafío cumplido. Otro escalofrío. Hablar con tanta claridad de esas cosas... Que hacía apenas un par de hora ni tenía en mente que pudieran suceder... Era extraño y, a la vez, muy agradable.
Se quedó unos instantes simplemente allí, en silencio, con una sonrisa boba dibujada y acariciando la espalda de la chica de forma distraída. Como era de esperar, se le fueron cerrando los ojos... Los abrió de golpe porque temió haberse quedado dormido y sacudió un poco la cabeza, comprobando que Alice seguía en la misma posición, y sonrió una vez más. Al final me voy a quedar dormido. Musitó, sin moverse ni un ápice más que para seguir acariciando la piel de la chica. Amplió un poco más la sonrisa por lo que iba a decir a continuación, ladeando un poco la cabeza para acercarla a su pelo. Cuéntame algo, princesa. Antes de que aquella noche de cuento se extinguiera.
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They can't see us now CON Marcus EN Sala común A LAS 21:00, 22 de Noviembre de 2001 |
Amplió la sonrisa y cogió la mano con la que no la estaba acariciando y empezó a jugar con sus largos y preciosos dedos- Dos locos, pues- dijo aceptando el empate como nunca había hecho. Pero aquella noche era especial, ya se lo había dicho antes, no podría negarle nada.
Abrigo mucho los ojos y amplió la sonrisa- ¿Que no cuela? Discúlpeme, señor O'Donnell, pero yo no miento- dijo arrugando el ceño- Alguien con quien me moría de ganas de volver aquí- contestó sin más, siguiendo jugando con sus dedos y sin quitar la sonrisa, dijo- Menuda pregunta. Todo contigo merece la pena, Marcus. Te lo he dicho ya. No me importa cuántos giros tenga la carretera, bien caminados están si nos trae aquí- dijo negando levemente con la cabeza. Ella misma se había preguntado si aquello había sido una buena idea, pero ahora no le quedaba ninguna duda. Era tan feliz que no lo cambiaría absolutamente por nada.
Se había quedado pensando justo en eso y no se había dado cuenta de que Marcus no hablaba. Solo cuando oyó su murmuro ensoñecido sonrió y levantó la cabeza para mirarle. Si la llamaba así, podía pedirle lo que quisiera, le contaría hasta la tabla de multiplicar si se terciaba- ¿Quieres un cuento, príncipe azul?- dijo con media sonrisa y volviendo a asentarse en su pecho, mirando a un lugar indeterminado- Soy muy buena contando historias, estoy acostumbrada a contárselas a quien no suele responder- dijo con una risa, recordando a su hermano por un momento- Te contaré por qué el espino blanco irlandés tiene esas flores- Se puso a pasear el dedo por el pecho de Marcus, haciendo circulitos.
-Había una vez una princesa irlandesa que se llamaba Firinne y no creía en el amor. No quería casarse y pasó años rechazando pretendientes. Por tanto, pasaba las noches sola con la única compañía de la luna. Poco a poco, se encontró a sí misma anhelando que llegara la noche para poder mirar a la luna, para sentir como la bañaba su luz- dijo bajando la mano por el brazo de Marcus como si realmente le cayera la luz encima- Y se dio cuenta de que se había enamorado de la luna, y lloraba amargamente porque nunca podría alcanzarla- tragó saliva y se acurrucó un poco más sobre él- Ahora iba todas las noches a llorar a un acantilado desde donde podía verla bien. Y en ese acantilado había un espino, que se apiadó de su pena y le dijo que la ayudaría a llegar a la luna, si ella conseguía que tuviera flores, porque estaba muy triste sin florecer. Así que Firinne miró a la luna y le suplicó que cediera su luz para iluminar el espino con flores blancas, y así poder estar juntas. Y así lo hizo. Entonces el espino le pidió que trepara hasta su rama más alta. Firinne lo hizo, pero como iba descalza, se hizo heridas en los pies. Aun así, el espino alargó su rama y la elevó- dijo ella levantando el brazo hacia el techo con la mano doblada como si ella misma elevara algo- hasta reunirla con la luna. Por eso, una vez al mes, la luna renuncia a su luz, para que Firinne pueda subir a verla, y por eso las flores del espino blanco son blancas con los estambres rojos, por la luz de la luna y la sangre de la princesa. Y por eso no hay que temer a las noches de luna nueva, porque solo es Firinne, disfrutando de un día, por cada veintiocho con la luna- dijo terminando abriendo la mano como si acariciara el cielo y con un hondo suspiro.
No quería ponerse triste, no quería ponerle triste a él, así que lo miró sonriendo y dijo- ¿Sabes quién me contó esa historia? Tu tía Erin, una noche de verano que pasó en la Provenza porque estaba por allí de viaje y vino a ver a la tía Vivi.
Abrigo mucho los ojos y amplió la sonrisa- ¿Que no cuela? Discúlpeme, señor O'Donnell, pero yo no miento- dijo arrugando el ceño- Alguien con quien me moría de ganas de volver aquí- contestó sin más, siguiendo jugando con sus dedos y sin quitar la sonrisa, dijo- Menuda pregunta. Todo contigo merece la pena, Marcus. Te lo he dicho ya. No me importa cuántos giros tenga la carretera, bien caminados están si nos trae aquí- dijo negando levemente con la cabeza. Ella misma se había preguntado si aquello había sido una buena idea, pero ahora no le quedaba ninguna duda. Era tan feliz que no lo cambiaría absolutamente por nada.
Se había quedado pensando justo en eso y no se había dado cuenta de que Marcus no hablaba. Solo cuando oyó su murmuro ensoñecido sonrió y levantó la cabeza para mirarle. Si la llamaba así, podía pedirle lo que quisiera, le contaría hasta la tabla de multiplicar si se terciaba- ¿Quieres un cuento, príncipe azul?- dijo con media sonrisa y volviendo a asentarse en su pecho, mirando a un lugar indeterminado- Soy muy buena contando historias, estoy acostumbrada a contárselas a quien no suele responder- dijo con una risa, recordando a su hermano por un momento- Te contaré por qué el espino blanco irlandés tiene esas flores- Se puso a pasear el dedo por el pecho de Marcus, haciendo circulitos.
-Había una vez una princesa irlandesa que se llamaba Firinne y no creía en el amor. No quería casarse y pasó años rechazando pretendientes. Por tanto, pasaba las noches sola con la única compañía de la luna. Poco a poco, se encontró a sí misma anhelando que llegara la noche para poder mirar a la luna, para sentir como la bañaba su luz- dijo bajando la mano por el brazo de Marcus como si realmente le cayera la luz encima- Y se dio cuenta de que se había enamorado de la luna, y lloraba amargamente porque nunca podría alcanzarla- tragó saliva y se acurrucó un poco más sobre él- Ahora iba todas las noches a llorar a un acantilado desde donde podía verla bien. Y en ese acantilado había un espino, que se apiadó de su pena y le dijo que la ayudaría a llegar a la luna, si ella conseguía que tuviera flores, porque estaba muy triste sin florecer. Así que Firinne miró a la luna y le suplicó que cediera su luz para iluminar el espino con flores blancas, y así poder estar juntas. Y así lo hizo. Entonces el espino le pidió que trepara hasta su rama más alta. Firinne lo hizo, pero como iba descalza, se hizo heridas en los pies. Aun así, el espino alargó su rama y la elevó- dijo ella levantando el brazo hacia el techo con la mano doblada como si ella misma elevara algo- hasta reunirla con la luna. Por eso, una vez al mes, la luna renuncia a su luz, para que Firinne pueda subir a verla, y por eso las flores del espino blanco son blancas con los estambres rojos, por la luz de la luna y la sangre de la princesa. Y por eso no hay que temer a las noches de luna nueva, porque solo es Firinne, disfrutando de un día, por cada veintiocho con la luna- dijo terminando abriendo la mano como si acariciara el cielo y con un hondo suspiro.
No quería ponerse triste, no quería ponerle triste a él, así que lo miró sonriendo y dijo- ¿Sabes quién me contó esa historia? Tu tía Erin, una noche de verano que pasó en la Provenza porque estaba por allí de viaje y vino a ver a la tía Vivi.
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Ya estaba sonriendo de antes, pero escuchar esas cosas provocaba en él una sonrisa más amplia y genuina, una sonrisa de corazón. Su única respuesta a eso, a ese "alguien con quien me moría de ganas de volver", a ese "todo contigo merece la pena", fue esa sonrisa, que probablemente desde su postura ella no podía ver, junto con un brillo especial en sus ojos. Y espontáneamente la apretó un poco más contra su pecho, con suavidad, como si quisiera pedirle que no se fuera nunca, y dejó y beso en su pelo. Era lo más sincero que podía responderle.
Puso cara de interés, sin perder la sonrisa, cuando Alice aceptó contarle un cuento. Con lo que a él le gustaba escuchar, con lo que le gustaba aprender, con lo a gusto que estaba allí y con la voz de Alice hablando, esa voz que ponía cuando contaba algo que le gustaba y le encantaba... Solo podía quedarse embelesado. La relajación podía haberle hecho quedarse dormido, pero el interés lo impedía. El interés, y el no querer perderse ni una sola palabra de aquella historia solo por como ella la contaba. No querer perderse ninguno de esos roces porque le hacían sentir parte de aquella historia. Aquello tenía más magia por sí solo que todo el castillo entero.
Ladeó un poco la cabeza, con su sonrisa habitual solo que con un toque impresionado, solo para alcanzar a mirarla. Qué historia más bonita. Hizo una leve pausa para fruncir aún más la sonrisa. Me encanta. Apoyó la cabeza de nuevo en el suelo y empezó a acariciar su pelo, diciendo al aire en tono pensativo. Entonces... El espino ayudó a la princesa a creer en el amor, del que llevaba toda su vida huyendo, a cambio de que le aportara lo que le faltaba. De que le diera... Más vida. ¿Se estaba volviendo loco o... Esa historia le sonaba? Supongo que del amor no se puede huir por más que quieras... Él no es que huyera, era solo que... Era algo complejo y... Estaba centrado en otras cosas... Y aunque el espino lo revista de favor, aunque tuviera vida antes de que la princesa llegara... Supongo que... Sin ella no sería más que una triste rama seca. Cumpliendo con... Sus funciones de rama seca, y ya está. Sin florecer. Mejor... Dejaba la historia porque se le estaba empezando a ir un poco la pinza.
Volvió a girar el cuello para mirar a Alice. Me encanta que sepas tanto. A Marcus se le compraba con conocimientos nuevos. Por un momento recordó a William Gallia contando historias de las suyas y a él alucinando mientras las escuchaba, muy pequeño, fuera del despacho de su madre. Alice había heredado esa capacidad de ser un pozo sin fondo de historias, pero bajo el manto de la dulzura de Jane.
Aunque no se esperaba de donde había sacado esa. Arqueó las cejas con sorpresa. ¿En serio? Preguntó con una risita, y volvió a dejar la cabeza apoyada en el suelo. Bua, hace un montón que no la veo... Me envió una lechuza hace poco, creo que estaba en Croacia. También creo que se cartea más con Lex que conmigo. Una carta de dos líneas para hablar de la rata con forma de tubo esa que tiene, pero bueno. Rió. Seguro que en Navidad viene. Siempre viene. Y esa calidez en su pecho de que Alice se llevara lo suficientemente bien con su callada tía Erin como para que le contara esas historias no sabía de donde venía pero... Ahí estaba.
Puso cara de interés, sin perder la sonrisa, cuando Alice aceptó contarle un cuento. Con lo que a él le gustaba escuchar, con lo que le gustaba aprender, con lo a gusto que estaba allí y con la voz de Alice hablando, esa voz que ponía cuando contaba algo que le gustaba y le encantaba... Solo podía quedarse embelesado. La relajación podía haberle hecho quedarse dormido, pero el interés lo impedía. El interés, y el no querer perderse ni una sola palabra de aquella historia solo por como ella la contaba. No querer perderse ninguno de esos roces porque le hacían sentir parte de aquella historia. Aquello tenía más magia por sí solo que todo el castillo entero.
Ladeó un poco la cabeza, con su sonrisa habitual solo que con un toque impresionado, solo para alcanzar a mirarla. Qué historia más bonita. Hizo una leve pausa para fruncir aún más la sonrisa. Me encanta. Apoyó la cabeza de nuevo en el suelo y empezó a acariciar su pelo, diciendo al aire en tono pensativo. Entonces... El espino ayudó a la princesa a creer en el amor, del que llevaba toda su vida huyendo, a cambio de que le aportara lo que le faltaba. De que le diera... Más vida. ¿Se estaba volviendo loco o... Esa historia le sonaba? Supongo que del amor no se puede huir por más que quieras... Él no es que huyera, era solo que... Era algo complejo y... Estaba centrado en otras cosas... Y aunque el espino lo revista de favor, aunque tuviera vida antes de que la princesa llegara... Supongo que... Sin ella no sería más que una triste rama seca. Cumpliendo con... Sus funciones de rama seca, y ya está. Sin florecer. Mejor... Dejaba la historia porque se le estaba empezando a ir un poco la pinza.
Volvió a girar el cuello para mirar a Alice. Me encanta que sepas tanto. A Marcus se le compraba con conocimientos nuevos. Por un momento recordó a William Gallia contando historias de las suyas y a él alucinando mientras las escuchaba, muy pequeño, fuera del despacho de su madre. Alice había heredado esa capacidad de ser un pozo sin fondo de historias, pero bajo el manto de la dulzura de Jane.
Aunque no se esperaba de donde había sacado esa. Arqueó las cejas con sorpresa. ¿En serio? Preguntó con una risita, y volvió a dejar la cabeza apoyada en el suelo. Bua, hace un montón que no la veo... Me envió una lechuza hace poco, creo que estaba en Croacia. También creo que se cartea más con Lex que conmigo. Una carta de dos líneas para hablar de la rata con forma de tubo esa que tiene, pero bueno. Rió. Seguro que en Navidad viene. Siempre viene. Y esa calidez en su pecho de que Alice se llevara lo suficientemente bien con su callada tía Erin como para que le contara esas historias no sabía de donde venía pero... Ahí estaba.
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Cerró los ojos, disfrutando del reverberar de la voz de Marcus en su pecho, de cómo la abrazaba más fuerte y ella se sentía más dichosa, solo porque él le besara el pelo. Jugueteó con sus dedos mientras escuchaba su reflexión sobre el propio cuento- El espino nunca ha sido una rama seca- dijo con una voz que de repente se sentía pequeña para ella- El espino, tenga o no flores, es importantísimo porque se usa para curar a la gente que sufre del corazón...- ladeó una sonrisa y una risita dándose cuenta ella sola de la analogía- Supongo que por ahí va la leyenda- se acurrucó más sobre Marcus, dibujando ahora círculos en su pecho, donde debía estar su corazón, con el dedo índice- Las flores no cuentan para nada... solo son... bonitas- dijo alzando las cejas, como si Marcus pudiera ver su expresión.
Pero luego asintió levemente con la cabeza, lo justo para no tener que moverse de allí- Así es. Del amor no se puede escapar, creo que es de lo que van todos los cuentos- "Créeme lo he intentado" pensó. Y vaya si lo había hecho. Pero si Marcus la llamaba, ella acudía y si él la deseaba él se entregaba, y no pensaba batallarlo más. al fin y al cabo el resultado acababa siendo el mismo, y a ella le daba igual, si podía ganar momentos como ese- Y el amor es sacrificio... es herirte los pies... Es disfrutar un solo día de cada veintiocho... Y que ese día merezca la pena totalmente- dijo terminando con otra risa. Se incorporó un poco, con una sonrisa traviesa, que pretendía aliviar un poco el momento- No sé ni la mitad que tú, pero se me da bien contarle cuentos a un príncipe.
Frunció el ceño- ¿Croacia, dices? Anda, pues creo que la tía Vivi también esta ahí, pero con ella nunca se sabe- Sonrió tiernamente a lo de Erin. Tenía mucho cariño a la tía de Marcus- Tu tía Erin es como un río tranquilo, hace un ruido muy bajito pero muy relajante. Creo que me contó aquella historia a ver si por un casual me iba a la cama y las dejaba tranquilas, acuérdate lo pesada que era a los once-doce años... No paraba quieta- dijo con una risa cristalina al recordarse a ellos mismos en aquella misma casa de la Provenza, corriendo por la playa- ¿Te acuerdas de los veranos allí? ¿No te parecía que el mundo era solo una playa, las conchas y las cuevas?- acarició con el índice sus facciones mirándole con una mezcla de adoración y nostalgia- Como si nadie nos exigiera nada más que ser felices...
Pero luego asintió levemente con la cabeza, lo justo para no tener que moverse de allí- Así es. Del amor no se puede escapar, creo que es de lo que van todos los cuentos- "Créeme lo he intentado" pensó. Y vaya si lo había hecho. Pero si Marcus la llamaba, ella acudía y si él la deseaba él se entregaba, y no pensaba batallarlo más. al fin y al cabo el resultado acababa siendo el mismo, y a ella le daba igual, si podía ganar momentos como ese- Y el amor es sacrificio... es herirte los pies... Es disfrutar un solo día de cada veintiocho... Y que ese día merezca la pena totalmente- dijo terminando con otra risa. Se incorporó un poco, con una sonrisa traviesa, que pretendía aliviar un poco el momento- No sé ni la mitad que tú, pero se me da bien contarle cuentos a un príncipe.
Frunció el ceño- ¿Croacia, dices? Anda, pues creo que la tía Vivi también esta ahí, pero con ella nunca se sabe- Sonrió tiernamente a lo de Erin. Tenía mucho cariño a la tía de Marcus- Tu tía Erin es como un río tranquilo, hace un ruido muy bajito pero muy relajante. Creo que me contó aquella historia a ver si por un casual me iba a la cama y las dejaba tranquilas, acuérdate lo pesada que era a los once-doce años... No paraba quieta- dijo con una risa cristalina al recordarse a ellos mismos en aquella misma casa de la Provenza, corriendo por la playa- ¿Te acuerdas de los veranos allí? ¿No te parecía que el mundo era solo una playa, las conchas y las cuevas?- acarició con el índice sus facciones mirándole con una mezcla de adoración y nostalgia- Como si nadie nos exigiera nada más que ser felices...
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Frunció el ceño y la miró con interés. ¿De verdad? Volvió a apoyar la cabeza en el suelo, con esa misma expresión, manteniéndose unos segundos ahí, pensativo. Eso... Está muy bien. Lo de curar gente del corazón. Quién fuera espino de verdad. ¿Y esa tontería, Marcus? Sacudió un poco la cabeza, cerrando fuerte los párpados. Limitándose a escuchar a la chica y menos a pensar tonterías. Todo cuenta para algo. Y su utilidad tendría cuando ese espino tan útil y tan listo las necesitaba para ser feliz, ¿no crees? Bueno, eso de listo... Se lo había inventado él.
"El amor es sacrificio". "Es disfrutar solo un día... Y que merezca la pena". Si eso era el amor... Empezaba a tener algo muy claro. Empezaba a pensar, de verdad y de una vez por todas, que Alice no era una amiga más. Porque aquello, todo aquello, se parecía demasiado a lo que sentía por ella. Y eso de que solo era un cuento... Estaba por ver. Y en esas había vuelto a quedarse pensativo mirando al techo, hasta que el ver a la chica mirarle directamente, con esa sonrisilla, le hizo sonreír a él también. Sabes de lo que yo no sé, ¿qué gracia tendría que supiéramos lo mismo? Por eso me gusta escucharte. De hecho, él estaba seguro, más en momentos como ese, que quizás tenía mejores notas que ella, pero ella sabía mil veces más que él.
¿Ah sí? Pues seguro que se alegra, se llevan muy bien. No es que su tía fuera antipática ni mucho menos, pero no había demasiada gente a la que considerara su amiga. Y de hecho era un poco extraño que se llevara tan bien con Violet Gallia cuando eran súper distintas... Misterios de la vida.
Rió un poco cuando dijo que la historia era para dejarlas tranquilas y arqueó una ceja para mirarla directamente. Perdona, ¿eras? Bromeó al comentario de que con once-doce años era pesada. Se mojó los labios con una sonrisa cuando se puso frente a él y le habló de la Provenza. Claro que se acordaba de esos veranos... Cómo los había echado de menos ese último verano que pasó sin verla ni un solo día. Nosotros siempre hemos visto el mundo más allá de todo, Alice. Replicó con suavidad, con una sonrisa de lado. Pero no era verdad. Ahora lo veía claro: cuando Alice estaba delante, todo lo demás desaparecía. El mundo podía ser una playa de conchas o un castillo inmenso y daba igual. Devolvió la caricia en su mejilla y, pegando su frente a la de ella, susurró. Volvería allí ahora mismo... Con los ojos cerrados. Y como si quisiera ilustrarlo, cerró los ojos. Casi podía oler el mar y verse a ellos mismos allí. Ver uno de los besos que se dieron, justo allí, en la playa. ¿Volveremos a ir? Preguntó entonces, abriendo los ojos para mirarla. Quiero decir... Aunque todo esto acabe... Se mojó los labios. No quiero pasar más veranos sin verte. Si por mí fuera no pasaría ni un solo día.
"El amor es sacrificio". "Es disfrutar solo un día... Y que merezca la pena". Si eso era el amor... Empezaba a tener algo muy claro. Empezaba a pensar, de verdad y de una vez por todas, que Alice no era una amiga más. Porque aquello, todo aquello, se parecía demasiado a lo que sentía por ella. Y eso de que solo era un cuento... Estaba por ver. Y en esas había vuelto a quedarse pensativo mirando al techo, hasta que el ver a la chica mirarle directamente, con esa sonrisilla, le hizo sonreír a él también. Sabes de lo que yo no sé, ¿qué gracia tendría que supiéramos lo mismo? Por eso me gusta escucharte. De hecho, él estaba seguro, más en momentos como ese, que quizás tenía mejores notas que ella, pero ella sabía mil veces más que él.
¿Ah sí? Pues seguro que se alegra, se llevan muy bien. No es que su tía fuera antipática ni mucho menos, pero no había demasiada gente a la que considerara su amiga. Y de hecho era un poco extraño que se llevara tan bien con Violet Gallia cuando eran súper distintas... Misterios de la vida.
Rió un poco cuando dijo que la historia era para dejarlas tranquilas y arqueó una ceja para mirarla directamente. Perdona, ¿eras? Bromeó al comentario de que con once-doce años era pesada. Se mojó los labios con una sonrisa cuando se puso frente a él y le habló de la Provenza. Claro que se acordaba de esos veranos... Cómo los había echado de menos ese último verano que pasó sin verla ni un solo día. Nosotros siempre hemos visto el mundo más allá de todo, Alice. Replicó con suavidad, con una sonrisa de lado. Pero no era verdad. Ahora lo veía claro: cuando Alice estaba delante, todo lo demás desaparecía. El mundo podía ser una playa de conchas o un castillo inmenso y daba igual. Devolvió la caricia en su mejilla y, pegando su frente a la de ella, susurró. Volvería allí ahora mismo... Con los ojos cerrados. Y como si quisiera ilustrarlo, cerró los ojos. Casi podía oler el mar y verse a ellos mismos allí. Ver uno de los besos que se dieron, justo allí, en la playa. ¿Volveremos a ir? Preguntó entonces, abriendo los ojos para mirarla. Quiero decir... Aunque todo esto acabe... Se mojó los labios. No quiero pasar más veranos sin verte. Si por mí fuera no pasaría ni un solo día.
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Restregó la cabeza contra su pecho y susurró, emocionada- Tú me has curado a mí siempre. Nunca me has pedido nada a cambio. Eres mejor que el espino- dijo cerrando los ojos de nuevo. Estaría así toda la noche, oliendo su piel, sintiendo su latido, durmiendo sobre él. El pensamiento la hizo suspirar, quien tuviera el poder de conseguirlo, de dormir con él aunque fuera solo una noche, poder levantarse y mirarle a él.
Se rió pero puso cara de ofendida, mirándole de nuevo desde arriba- ¡Oye!- pero sabía que no lo pensaba. No, porque se lo demostraba juntando su frente así con la de ella, con su cercanía y su cariño. Y lo de antes estaba genial, pero no se podía comparar a esa sensación- Tienes razón- dijo con una sonrisa. Y entonces dijo que volvería a la Provenza con los ojos cerrados. Y dicen que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver, pero ahora solo podía pensar en volver con él- Andaría cada grano de arena de esa playa contigo esta noche- murmuró sobre sus labios antes de besarle suavemente, deleitándose con el roce. Cuando paró sonrió y dijo, acariciando sus rizos- Marcus...- yo pasaría todas y cada una de las noches que tú me quisieras a tu lado, yo te quiero, Marcus- Si tú quieres, nunca, jamás en tu vida, volverás a echarme de menos- eso sí lo podía decir, eso sí lo podía prometer- Y dormiría en este pasillo helado si así pudiera estar contigo aunque fuera una hora más- volvió a besarle para hacer menos duro el momento- Pero sabes que tenemos que volver- Porque el amor es sacrificio. Una noche juntos, veintiocho separados. Dos noche juntos, siete años de miradas, latidos y dudas.
Se rió pero puso cara de ofendida, mirándole de nuevo desde arriba- ¡Oye!- pero sabía que no lo pensaba. No, porque se lo demostraba juntando su frente así con la de ella, con su cercanía y su cariño. Y lo de antes estaba genial, pero no se podía comparar a esa sensación- Tienes razón- dijo con una sonrisa. Y entonces dijo que volvería a la Provenza con los ojos cerrados. Y dicen que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver, pero ahora solo podía pensar en volver con él- Andaría cada grano de arena de esa playa contigo esta noche- murmuró sobre sus labios antes de besarle suavemente, deleitándose con el roce. Cuando paró sonrió y dijo, acariciando sus rizos- Marcus...- yo pasaría todas y cada una de las noches que tú me quisieras a tu lado, yo te quiero, Marcus- Si tú quieres, nunca, jamás en tu vida, volverás a echarme de menos- eso sí lo podía decir, eso sí lo podía prometer- Y dormiría en este pasillo helado si así pudiera estar contigo aunque fuera una hora más- volvió a besarle para hacer menos duro el momento- Pero sabes que tenemos que volver- Porque el amor es sacrificio. Una noche juntos, veintiocho separados. Dos noche juntos, siete años de miradas, latidos y dudas.
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Que él le había curado a ella siempre... ¿De qué? Todo lo que habían tenido había sido el uno para el otro siempre. Probablemente se refiriera a su peor momento, a que estuvo con ella. ¿Pero no era eso más que obvio? ¿Cómo no iba a estar? No lo consideraba una cura, lo consideraba... Que no podía haber estado en ningún otro sitio en ese momento. Que eso también era, en cierto modo, parte de él.
Esa afirmación tan bonita le provocó un salto en el corazón, al tiempo que cerraba los ojos para recibir ese beso. Yo también. Susurró al separarse sus labios. Se iría andando hasta esa playa si hacía falta. ¿Qué le pasaba? De repente estaba dispuesto a cualquier locura por Alice. ¿De repente? ¿Acaso no había sido así siempre? Llevaba toda la vida haciéndolo y, sin embargo, viéndolo de una forma distinta a como lo hacía ahora, sintiéndolo distinto... O autoconvenciéndose de ello, a saber.
Y otro vuelco a su corazón, y una sonrisa. Porque eso era justo lo que necesitaba escuchar: que nunca volvería a echarla de menos. Quería creerla, necesitaba creer que ese verano separados no volvería a repetirse nunca. Que aunque el colegio les impidiera verse a diario, seguirían unidos... Pero ese hermoso momento empezó a romperse porque, efectivamente y tal y como decía, se tenían que ir. Después del beso y su afirmación hizo una mueca quejumbrosa con la cara, añadiendo un pequeño gruñidito de fastidio. Ay Alice, con lo bien que ibas. Bromeó y se abrazó a ella como si fuera un peluche, en un gesto un tanto infantil que le arrancó una risita. Acarició un poco su pelo desde su postura y se mojó los labios. Tenemos que volver. Susurró, y luego bajó el rostro para mirarla. Tenemos que volver aquí... Acarició su mejilla. Que no vuelva a pasarnos tanto tiempo. Entre otras cosas porque ya no lo tenían. Besó sus labios de nuevo porque no encontraba mejor despedida que esa, y empezó a mentalizarse de que aquello acababa ya. Al menos por esa noche.
Hinchó el pecho de aire y lo soltó poco a poco, haciéndose a la idea y estirando un poco los músculos. Como me lo piense más, no me voy. Se lamentó, incorporando el tronco para sentarse y alcanzando su ropa. Al hacer eso, al dejar de notar la piel de la chica contra la suya, le entró todo el frío propio de estar sin ropa en noviembre, en plena noche y en un pasillo sombrío y deshabitado. Pero antes de vestirse se miró por un segundo la única prenda que llevaba en el cuerpo: el lazo azul en la muñeca. Lo acarició con una sonrisilla ladeada y miró de reojo a Alice. Habrá que seguir buscando, ¿no?
Esa afirmación tan bonita le provocó un salto en el corazón, al tiempo que cerraba los ojos para recibir ese beso. Yo también. Susurró al separarse sus labios. Se iría andando hasta esa playa si hacía falta. ¿Qué le pasaba? De repente estaba dispuesto a cualquier locura por Alice. ¿De repente? ¿Acaso no había sido así siempre? Llevaba toda la vida haciéndolo y, sin embargo, viéndolo de una forma distinta a como lo hacía ahora, sintiéndolo distinto... O autoconvenciéndose de ello, a saber.
Y otro vuelco a su corazón, y una sonrisa. Porque eso era justo lo que necesitaba escuchar: que nunca volvería a echarla de menos. Quería creerla, necesitaba creer que ese verano separados no volvería a repetirse nunca. Que aunque el colegio les impidiera verse a diario, seguirían unidos... Pero ese hermoso momento empezó a romperse porque, efectivamente y tal y como decía, se tenían que ir. Después del beso y su afirmación hizo una mueca quejumbrosa con la cara, añadiendo un pequeño gruñidito de fastidio. Ay Alice, con lo bien que ibas. Bromeó y se abrazó a ella como si fuera un peluche, en un gesto un tanto infantil que le arrancó una risita. Acarició un poco su pelo desde su postura y se mojó los labios. Tenemos que volver. Susurró, y luego bajó el rostro para mirarla. Tenemos que volver aquí... Acarició su mejilla. Que no vuelva a pasarnos tanto tiempo. Entre otras cosas porque ya no lo tenían. Besó sus labios de nuevo porque no encontraba mejor despedida que esa, y empezó a mentalizarse de que aquello acababa ya. Al menos por esa noche.
Hinchó el pecho de aire y lo soltó poco a poco, haciéndose a la idea y estirando un poco los músculos. Como me lo piense más, no me voy. Se lamentó, incorporando el tronco para sentarse y alcanzando su ropa. Al hacer eso, al dejar de notar la piel de la chica contra la suya, le entró todo el frío propio de estar sin ropa en noviembre, en plena noche y en un pasillo sombrío y deshabitado. Pero antes de vestirse se miró por un segundo la única prenda que llevaba en el cuerpo: el lazo azul en la muñeca. Lo acarició con una sonrisilla ladeada y miró de reojo a Alice. Habrá que seguir buscando, ¿no?
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