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¡Socorro! ¡Un bicho! CON Sean EN Terrenos del Castillo A LAS 12:00h, 13 de octubre de 1998 |
Ya mismo llegarían las temperaturas heladas propias de finales de otoño y de invierno, ese día hacía un sol inusual para tratarse de Inglaterra así que Marcus decidió salir a dar un paseo por el exterior... Con un libro, claro. Que lo de pasear estaba muy bien, pero si no estaba charlando con sus amigos o estudiando, como que lo veía bastante improductivo. Al menos que sirviera para algo.
Se había llevado su manual de Defensa contra las Artes Oscuras y quería practicar uno de los hechizos que acababan de dar. No le parecía apropiado practicarlo con otro alumno porque era agresivo y aún no les habían enseñado a defenderse bien de él, sería cruel. Además, lo que quería ver era el efecto que causaba, no le valdría si el oponente se defendía. Así que paseó por los terrenos hasta encontrar un arbusto lo suficientemente esponjoso y más o menos de su altura para poder hacerse a la idea de que era un oponente. ¡Contusium! Lanzó, y el arbusto se zarandeó como si le hubiera golpeado una fuerte ráfaga de viento. También sacudió las hojas. Eso le extrañó, quizás hubiera mezclado dos hechizos al pronunciarlo, porque hasta donde recordaba no provocaba sacudidas, solo el efecto de un golpe. Miró ceñudo el manual, que estaba apoyado en su antebrazo que no sostenía la varita, releyó y, efectivamente, no vio nada de sacudidas. Así que se aclaró la garganta y lo volvió a intentar. ¡Contusium! El golpe fue más certero, porque el arbusto casi se plegó sobre sí mismo y volvió a su sitio. Marcus sonrió con satisfacción. Pero entonces volvió a sacudirse. ¿Pero qué?
Empezaba a mosquearse, él en su infinita paciencia cuando algo no le salía. El efecto del hechizo era el de un golpe directo como si fuera dado por un objeto pesado, ¡no una sacudida! Parecía como si ese arbusto tuviera vida, ¿de verdad había ido a dar con el único arbusto que se movía solo en todos los terrenos? ¿Pero que era aquello? No podía ser. Frunció el ceño y alzó la varita de nuevo. ¡Contusium! Mismo efecto, pero esta vez el árbol se sacudió violentamente desde el primer momento y... Gruñó. El arbusto había gruñido. Eso sí que no era nada normal.
No le dio tiempo a plantearse que quizás el efecto no lo estuviera provocando su hechizo cuando un murtlap salió del arbusto bastante enfadado y se encaró a él. Marcus abrió los ojos como platos, casi se le caen el libro y la varita de las manos. Oh. Dejó escapar, con expresión entre sorprendida y asustada. Lentamente cerró el libro, pero el murtlap estaba tan enfadado que le gritó, lo que le hizo sobresaltarse y tirar el manual al suelo. No le gustaban las criaturas, ¡no le gustaban nada! Sabía que los murtlap mordían los pies a la gente, ¡¡no tenía ganas de llevarse un bocado de ese bicho, que encima era súper feo!! Mostró las palmas de las manos, una de ellas aún sujetando su varita, y se fue alejando lentamente, dando pasos hacia atrás. Vale, vale... Tranquilo... Yo... No estoy aquí. La criatura no parecía nada convencida. Tragó saliva. No estoy aquí, ¿vale? Ya me voy... ¿Le iba a dar la espalda? ¿Pero y si mirarle era peor? Socorro.
Se había llevado su manual de Defensa contra las Artes Oscuras y quería practicar uno de los hechizos que acababan de dar. No le parecía apropiado practicarlo con otro alumno porque era agresivo y aún no les habían enseñado a defenderse bien de él, sería cruel. Además, lo que quería ver era el efecto que causaba, no le valdría si el oponente se defendía. Así que paseó por los terrenos hasta encontrar un arbusto lo suficientemente esponjoso y más o menos de su altura para poder hacerse a la idea de que era un oponente. ¡Contusium! Lanzó, y el arbusto se zarandeó como si le hubiera golpeado una fuerte ráfaga de viento. También sacudió las hojas. Eso le extrañó, quizás hubiera mezclado dos hechizos al pronunciarlo, porque hasta donde recordaba no provocaba sacudidas, solo el efecto de un golpe. Miró ceñudo el manual, que estaba apoyado en su antebrazo que no sostenía la varita, releyó y, efectivamente, no vio nada de sacudidas. Así que se aclaró la garganta y lo volvió a intentar. ¡Contusium! El golpe fue más certero, porque el arbusto casi se plegó sobre sí mismo y volvió a su sitio. Marcus sonrió con satisfacción. Pero entonces volvió a sacudirse. ¿Pero qué?
Empezaba a mosquearse, él en su infinita paciencia cuando algo no le salía. El efecto del hechizo era el de un golpe directo como si fuera dado por un objeto pesado, ¡no una sacudida! Parecía como si ese arbusto tuviera vida, ¿de verdad había ido a dar con el único arbusto que se movía solo en todos los terrenos? ¿Pero que era aquello? No podía ser. Frunció el ceño y alzó la varita de nuevo. ¡Contusium! Mismo efecto, pero esta vez el árbol se sacudió violentamente desde el primer momento y... Gruñó. El arbusto había gruñido. Eso sí que no era nada normal.
No le dio tiempo a plantearse que quizás el efecto no lo estuviera provocando su hechizo cuando un murtlap salió del arbusto bastante enfadado y se encaró a él. Marcus abrió los ojos como platos, casi se le caen el libro y la varita de las manos. Oh. Dejó escapar, con expresión entre sorprendida y asustada. Lentamente cerró el libro, pero el murtlap estaba tan enfadado que le gritó, lo que le hizo sobresaltarse y tirar el manual al suelo. No le gustaban las criaturas, ¡no le gustaban nada! Sabía que los murtlap mordían los pies a la gente, ¡¡no tenía ganas de llevarse un bocado de ese bicho, que encima era súper feo!! Mostró las palmas de las manos, una de ellas aún sujetando su varita, y se fue alejando lentamente, dando pasos hacia atrás. Vale, vale... Tranquilo... Yo... No estoy aquí. La criatura no parecía nada convencida. Tragó saliva. No estoy aquí, ¿vale? Ya me voy... ¿Le iba a dar la espalda? ¿Pero y si mirarle era peor? Socorro.
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¡Socorro! ¡Un bicho! CON Marcus EN Terrenos del Castillo A LAS 12:00h, 13 de octubre de 1998 |
El curso apenas había empezado, pero Sean ya se había hecho un hueco entre los mejores estudiantes de Cuidado de criaturas mágicas. Congeniaba bastante bien con el profesor y estaba lleno de datos curiosos y preguntas. El profesor, viendo su potencial, le había ofrecido ayudarle algunos días con las criaturas, para que así las viera más de cerca. Por no hablar de que éstas tenían una rápida conexión con Sean y le obedecían incluso más que el profesor.
Aquella mañana después de la pertinente clase, el profesor le pidió ayuda porque se habían escapado unos cuantos murtlaps y se habían perdido por el castillo. Le dio un extraño maletín que, según le explicó, conectaba con el redil de dichos animales. Así una vez capturara a uno, lo metería en ese maletín y aparecería directamente en su lugar. Era efectivo si quería no dar tantísimas vueltas. Sean ya había encontrado a unos cuantos, pero al último que vio, en los terrenos del exterior del castillo, estaba enfrentándose a un alumno. Sean suspiró pesadamente. El chico se alejaba de la criatura pero ésta parecía inusualmente cabreada. Los murtlaps eran bastante feos estéticamente, quizás por eso tuvieran mal genio y orgullo.
Aunque solían mordisquear los pies de las personas que se acercaban a ellos o que los pisaban, normalmente les era indiferente la compañía. Lo que le llevó a pensar que algo había pasado. De todas maneras, Sean entró en la escena y silbó de una manera específica para llamar la atención del murtlap. Así los llamaban cuando había que comer, así que era fácil distraerlo con eso. Se agachó y sacó una gamba de una pequeña bolsa que llevaba en su túnica y la zarandeó para que la rata acudiera a su lado al reclamo de la comida. “¿Le has hecho algo? Normalmente no son tan agresivos” le preguntó al chico, alzando su mirada y dándose cuenta por la túnica de que también era un Ravenclaw.
Aquella mañana después de la pertinente clase, el profesor le pidió ayuda porque se habían escapado unos cuantos murtlaps y se habían perdido por el castillo. Le dio un extraño maletín que, según le explicó, conectaba con el redil de dichos animales. Así una vez capturara a uno, lo metería en ese maletín y aparecería directamente en su lugar. Era efectivo si quería no dar tantísimas vueltas. Sean ya había encontrado a unos cuantos, pero al último que vio, en los terrenos del exterior del castillo, estaba enfrentándose a un alumno. Sean suspiró pesadamente. El chico se alejaba de la criatura pero ésta parecía inusualmente cabreada. Los murtlaps eran bastante feos estéticamente, quizás por eso tuvieran mal genio y orgullo.
Aunque solían mordisquear los pies de las personas que se acercaban a ellos o que los pisaban, normalmente les era indiferente la compañía. Lo que le llevó a pensar que algo había pasado. De todas maneras, Sean entró en la escena y silbó de una manera específica para llamar la atención del murtlap. Así los llamaban cuando había que comer, así que era fácil distraerlo con eso. Se agachó y sacó una gamba de una pequeña bolsa que llevaba en su túnica y la zarandeó para que la rata acudiera a su lado al reclamo de la comida. “¿Le has hecho algo? Normalmente no son tan agresivos” le preguntó al chico, alzando su mirada y dándose cuenta por la túnica de que también era un Ravenclaw.
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Yo ya me voy... De verdad... Seguía hablándole al murtlap como si este tuviera la más mínima intención de escucharle o hacerle caso. Al contrario, seguía gruñendo y enseñándole los dientes, mientras Marcus caminaba lentamente de espaldas. No quería... Molestarte... ¿Ves? Si ya me estoy yendo... No sabía ni por qué se molestaba en darle tantas explicaciones a ese bicho feo.
Estaba tan tenso que el silbido le hizo dar un violento respingo. Afortunadamente, la criatura reaccionó de manera automática al sonido, que provenía de otro alumno, y se fue hacia él. Por un momento abrió los ojos asustado pensando que había provocado que ese bicho enfadado atacase a otra persona, pero no. El alumno mostraba una gamba en las manos, lo que hizo a Marcus fruncir el ceño extrañado. Pero fue lo suficientemente efectivo, porque el murtlap se fue a comer y luego se metió en el maletín del chico.
Marcus respiró aliviado, se le bajó tanto la tensión que tenía en el cuerpo que casi se desploma. No atinó a darle las gracias cuando el otro le preguntó si le había hecho algo. No. Respondió con tono infantilmente ofendido. Estaba aquí tan tranquilo y ese bicho se me ha echado encima. ¿Se os ha escapado a vosotros? Se lo voy a decir al profesor. Lo que le faltaba era que le acusaran de haber tenido él la culpa, con lo poco que le gustaba a él que le señalaran un error y más después del susto que había pasado.
Pero se le pasó pronto, porque lo cierto era que ese chico le había salvado y de una forma muy eficiente. Así que volvió a respirar y relajó el rostro. Perdona, es que me ha asustado. Se encogió de hombros. Estaba entrenando un hechizo con ese arbusto y al parecer el murtlap estaba ahí escondido... Y no le ha hecho mucha gracia que lo moleste. Frunció los labios en una muequecita, bajando la cabeza un tanto avergonzado. Alzó la mirada de nuevo para mirar al chico y esbozó una sonrisilla. Oye eso ha sido impresionante. Y muchas gracias, creía que me iba a morder. Señaló el maletín. ¿Es de extensión indetectable? Tenía que serlo, porque ahí no cabía un murtlap.
Estaba tan tenso que el silbido le hizo dar un violento respingo. Afortunadamente, la criatura reaccionó de manera automática al sonido, que provenía de otro alumno, y se fue hacia él. Por un momento abrió los ojos asustado pensando que había provocado que ese bicho enfadado atacase a otra persona, pero no. El alumno mostraba una gamba en las manos, lo que hizo a Marcus fruncir el ceño extrañado. Pero fue lo suficientemente efectivo, porque el murtlap se fue a comer y luego se metió en el maletín del chico.
Marcus respiró aliviado, se le bajó tanto la tensión que tenía en el cuerpo que casi se desploma. No atinó a darle las gracias cuando el otro le preguntó si le había hecho algo. No. Respondió con tono infantilmente ofendido. Estaba aquí tan tranquilo y ese bicho se me ha echado encima. ¿Se os ha escapado a vosotros? Se lo voy a decir al profesor. Lo que le faltaba era que le acusaran de haber tenido él la culpa, con lo poco que le gustaba a él que le señalaran un error y más después del susto que había pasado.
Pero se le pasó pronto, porque lo cierto era que ese chico le había salvado y de una forma muy eficiente. Así que volvió a respirar y relajó el rostro. Perdona, es que me ha asustado. Se encogió de hombros. Estaba entrenando un hechizo con ese arbusto y al parecer el murtlap estaba ahí escondido... Y no le ha hecho mucha gracia que lo moleste. Frunció los labios en una muequecita, bajando la cabeza un tanto avergonzado. Alzó la mirada de nuevo para mirar al chico y esbozó una sonrisilla. Oye eso ha sido impresionante. Y muchas gracias, creía que me iba a morder. Señaló el maletín. ¿Es de extensión indetectable? Tenía que serlo, porque ahí no cabía un murtlap.
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Sean frunció el ceño cuando el otro Ravenclaw pareció ofenderse tanto por lo que le había preguntado. ¿Vosotros? ¿A quién se refería con vosotros? De todas maneras Sean tenía que estar pendiente de que el murtlap cayera con aquel cebo y redirigirlo hacia el maletín. “Se le han escapado al profesor precisamente, lo estoy ayudando” le dijo al otro chico, aún con el ceño fruncido cuando dijo que iba a decírselo al profesor. Como si él quisiera que esas pobres criaturas corrieran por ahí solas, asustándose por tanta gente.
Cuando el murtlap llegó a su lado y se comió la gamba, Sean acarició su lomo viscoso y lo guió hacia el interior del maletín, que cerró después. Una vez más tranquilo, el chico le habló con otro tono, pidiéndole disculpas. “Da gracias que no ha sido un abraxan” comentó Sean, acercándose a él con una pequeña sonrisa. Sobretodo porque los abraxan eran enormes y amedrentaban bastante a las personas que los veían. “Vaya, entiendo” comentó el más joven cuando le explicó lo del hechizo, mirando al arbusto en cuestión. “No tienes la culpa, no lo habías visto, pero eso el pobre no lo entiende” le explicó, no le gustaba que echaran la culpa a las criaturas cuando ella solo estaba ahí escondiéndose, probablemente. Sean negó con la cabeza cuando le dijo que aquello había sido impresionante. Bueno, para él no lo era desde luego.
“Solo es cuestión de conocer a cada criatura” comentó él simplemente. Le sorprendió que le preguntara por el maletín, aunque claro, era algo que llamaba la atención. “Si, el profesor me lo ha dado para que vaya guardando a los murtlaps que encuentre” comentó el Ravenclaw. “¿Has visto a alguno más o has escuchado algo? Ya no tienen que quedar muchos pero son bastante útiles para la enfermería, así que es importante recuperarlos” comentó Sean, por si aquel chico podía darle algún tipo de información. “Por cierto soy Sean, de tercero” se presentó él, con sus grandes ojos azules y sus orejas destacaba bastante y aunque veía su misma casa en su túnica, no recordaba haberlo visto por la sala común, aunque parecía mayor que él. Quizás Sean iba demasiado en su mundo de criaturas y no conocía a la gente demasiado. ¿Sería eso un problema?
Cuando el murtlap llegó a su lado y se comió la gamba, Sean acarició su lomo viscoso y lo guió hacia el interior del maletín, que cerró después. Una vez más tranquilo, el chico le habló con otro tono, pidiéndole disculpas. “Da gracias que no ha sido un abraxan” comentó Sean, acercándose a él con una pequeña sonrisa. Sobretodo porque los abraxan eran enormes y amedrentaban bastante a las personas que los veían. “Vaya, entiendo” comentó el más joven cuando le explicó lo del hechizo, mirando al arbusto en cuestión. “No tienes la culpa, no lo habías visto, pero eso el pobre no lo entiende” le explicó, no le gustaba que echaran la culpa a las criaturas cuando ella solo estaba ahí escondiéndose, probablemente. Sean negó con la cabeza cuando le dijo que aquello había sido impresionante. Bueno, para él no lo era desde luego.
“Solo es cuestión de conocer a cada criatura” comentó él simplemente. Le sorprendió que le preguntara por el maletín, aunque claro, era algo que llamaba la atención. “Si, el profesor me lo ha dado para que vaya guardando a los murtlaps que encuentre” comentó el Ravenclaw. “¿Has visto a alguno más o has escuchado algo? Ya no tienen que quedar muchos pero son bastante útiles para la enfermería, así que es importante recuperarlos” comentó Sean, por si aquel chico podía darle algún tipo de información. “Por cierto soy Sean, de tercero” se presentó él, con sus grandes ojos azules y sus orejas destacaba bastante y aunque veía su misma casa en su túnica, no recordaba haberlo visto por la sala común, aunque parecía mayor que él. Quizás Sean iba demasiado en su mundo de criaturas y no conocía a la gente demasiado. ¿Sería eso un problema?
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¡Socorro! ¡Un bicho! CON Sean EN Terrenos del Castillo A LAS 12:00h, 13 de octubre de 1998 |
Asintió con una mueca de comprender cuando dijo que no se les había escapado a los alumnos, sino al propio profesor. Pues vaya. Pero tenía que reconocer que era admirable que tuviera ese dominio con unas criaturas que hasta al propio profesor se le habían escapado. Vaya. Pues debe estar muy agradecido por la ayuda. Comentó con una sonrisa sincera, tratando de redirigir su ofensa anterior y quedar un poco mejor. Al menos ya se le había pasado un poco el susto. Ayudaba que el bicho ya no estuviera a la vista.
Abrió mucho los ojos cuando dijo lo del abraxan. ¿Tenéis? Wow, eso era impresionante. Le daban un poco más de miedo los murtlaps porque eran más feos y tenían peor carácter, pero sí, ofender a un abraxan sería considerablemente más peligroso solo por el tamaño. Aunque dudaba que pudiera camuflarse en un arbusto y que Marcus no lo viera. Se guardó las manos en los bolsillos, bajando un poco la cabeza y encogiéndose de hombros. Sí, lo entiendo. Es decir... Obvio no sabía que estaba ahí, pero entiendo que se enfadara conmigo. Si por eso tenía tanto miedo a que me atacara. Miró al chico e hizo una mueca. A mí tampoco me haría ninguna gracia que viniera uno por la cara y se pusiera a lanzarme hechizos. Comentó con una risilla. Y tanto que no le gustaría, con la poca paciencia que tenía él cuando alguien le molestaba. Obvio no iba a morderle a nadie pero tampoco iba a ser amable.
Se impresionó. Eso es muy útil. ¿Tienen como un ecosistema ahí dentro para ellos o algo así? Dijo acercándose un poco al chico, mirando el maletín. Le podía la curiosidad. Si no fuera porque temía que el murtlap le reconociera y le saltara a la cara le pediría verlo por dentro. Ante la pregunta negó con la cabeza. No, solo ese. Si yo venía metido en mis cosas... De hecho no estaría en el jardín de saber que había una manada de murtlaps por ahí sueltos.
Sonrió ampliamente cuando se presentó y se acercó un poco más a él para estrecharle la mano. Marcus O'Donnell. Cuarto. Ya al menos se le había pasado la tensión. Después de estrecharle la mano (porque Marcus ante todo era protocolario), le señaló sonriente la túnica. Compartimos casa. No había hablado con él pero le conocía de vista. No coincidimos mucho pero recuerdo haberte visto. Y también te recuerdo de la ceremonia de selección, que era mi primer año aquí como alumno sin tener que pasar por eso. Rió un poco. Marcus se fijaba siempre mucho en los alumnos nuevos, sobre todo en los que iban a su casa. ¿Qué tal es la Asignatura de Cuidado de Criaturas Mágicas? Yo no la tengo... Ya has visto que no se me dan muy bien.
Abrió mucho los ojos cuando dijo lo del abraxan. ¿Tenéis? Wow, eso era impresionante. Le daban un poco más de miedo los murtlaps porque eran más feos y tenían peor carácter, pero sí, ofender a un abraxan sería considerablemente más peligroso solo por el tamaño. Aunque dudaba que pudiera camuflarse en un arbusto y que Marcus no lo viera. Se guardó las manos en los bolsillos, bajando un poco la cabeza y encogiéndose de hombros. Sí, lo entiendo. Es decir... Obvio no sabía que estaba ahí, pero entiendo que se enfadara conmigo. Si por eso tenía tanto miedo a que me atacara. Miró al chico e hizo una mueca. A mí tampoco me haría ninguna gracia que viniera uno por la cara y se pusiera a lanzarme hechizos. Comentó con una risilla. Y tanto que no le gustaría, con la poca paciencia que tenía él cuando alguien le molestaba. Obvio no iba a morderle a nadie pero tampoco iba a ser amable.
Se impresionó. Eso es muy útil. ¿Tienen como un ecosistema ahí dentro para ellos o algo así? Dijo acercándose un poco al chico, mirando el maletín. Le podía la curiosidad. Si no fuera porque temía que el murtlap le reconociera y le saltara a la cara le pediría verlo por dentro. Ante la pregunta negó con la cabeza. No, solo ese. Si yo venía metido en mis cosas... De hecho no estaría en el jardín de saber que había una manada de murtlaps por ahí sueltos.
Sonrió ampliamente cuando se presentó y se acercó un poco más a él para estrecharle la mano. Marcus O'Donnell. Cuarto. Ya al menos se le había pasado la tensión. Después de estrecharle la mano (porque Marcus ante todo era protocolario), le señaló sonriente la túnica. Compartimos casa. No había hablado con él pero le conocía de vista. No coincidimos mucho pero recuerdo haberte visto. Y también te recuerdo de la ceremonia de selección, que era mi primer año aquí como alumno sin tener que pasar por eso. Rió un poco. Marcus se fijaba siempre mucho en los alumnos nuevos, sobre todo en los que iban a su casa. ¿Qué tal es la Asignatura de Cuidado de Criaturas Mágicas? Yo no la tengo... Ya has visto que no se me dan muy bien.
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¡Socorro! ¡Un bicho! CON Marcus EN Terrenos del Castillo A LAS 12:00h, 13 de octubre de 1998 |
Sean asintió ligeramente cuando dijo lo de la ayuda. Era cierto que el profesor no dejaba a muchos alumnos cuidar de las criaturas, o al menos estar con ellas sin una supervisión. Pero a Sean se le daban bien y bueno, le alegraba que le dieran ese tipo de responsabilidad y confiaran en él de esa manera. El profesor por otra parte se estaba volviendo más despistado y eso le estaba comenzando a dar más trabajo, pero no es como si fuera a ir comentándolo por ahí. Le tenía mucho respeto al hombre. El menor asintió cuando el chico le preguntó si tenían abraxan.
“Dos o tres, son difíciles de controlar, por eso no tenemos más” comentó despreocupadamente el Ravenclaw. Era cierto que eran difíciles de controlar, y además muy quisquilloso con las comidas y quienes los cuidaban. Por su tamaño muchos se asustaban de ellos, pero Sean estaba aprendiendo a tratarlos y le maravillaban su tamaño y su belleza. “Tu al menos podrías defenderte” comentó con una leve sonrisa cuando su compañero le dijo que a él tampoco le gustaría estar tan tranquilo y que alguien le atacara. Las criaturas no podían lanzar hechizos ni hablar para pedir un alto el fuego, lo único que podían hacer era intentar atacar, pero para un mago era fácil matarlas antes de si quiera llegar a tocarles. Como los animales muggles, toda criatura estaba demasiado desprotegida.
“Sí, el profesor tiene aquí varios habitats para transportar criaturas, cuando los tengamos todos los pasaremos a su lugar en el bosque” comentó Sean, el chico se mostraba interesado por saberlo y a él no le importaba responder. No es que hubiera entrado en ese maletín antes pero el profesor le había hablado de éste al dárselo y no sabía por qué pero intuía que le tocaría meterse ahí dentro para ir sacando los murtlaps después. Al joven le sorprendió que, al presentarse, le extendiera la mano para estrechársela, pero sonrió levemente y la estrechó, sabiendo al fin el nombre de aquel chico. “Sí, me ha pasado lo mismo” comentó cuando le dijo que compartían casa y que le había visto por ahí. Pero realmente nunca habían hablado. Sean no solía hablar con demasiada gente, así que conocía a muchos de vista o le sonaban las caras, pero poco más.
Las palabras de Marcus le hicieron recordar lo nervioso que había estado durante la selección, en su primera noche en Hogwarts. Tenía miedo de en que casa lo iban a colocar, pero al final había encontrado una buena casa, la gente era amable y no se metían con él demasiado. Parpadeó ligeramente cuando Marcus le preguntó como era la asignatura de Cuidados. A veces se le olvidaba que esa asignatura era opcional y que había gente que no la cogía. Para él eso era algo fácilmente olvidable. “Me han gustado las Criaturas desde que era pequeño, estaba deseando que llegara este curso para darla” confesó Sean, con un brillo especial en los ojos. Cuando hablaba de Criaturas se sentía como un niño pequeño compartiendo todo lo nuevo que aprendía. “El profesor está algo mayor y me deja ayudarle con ellas” dijo por toda explicación, con una leve sonrisa en el rostro.
“Dos o tres, son difíciles de controlar, por eso no tenemos más” comentó despreocupadamente el Ravenclaw. Era cierto que eran difíciles de controlar, y además muy quisquilloso con las comidas y quienes los cuidaban. Por su tamaño muchos se asustaban de ellos, pero Sean estaba aprendiendo a tratarlos y le maravillaban su tamaño y su belleza. “Tu al menos podrías defenderte” comentó con una leve sonrisa cuando su compañero le dijo que a él tampoco le gustaría estar tan tranquilo y que alguien le atacara. Las criaturas no podían lanzar hechizos ni hablar para pedir un alto el fuego, lo único que podían hacer era intentar atacar, pero para un mago era fácil matarlas antes de si quiera llegar a tocarles. Como los animales muggles, toda criatura estaba demasiado desprotegida.
“Sí, el profesor tiene aquí varios habitats para transportar criaturas, cuando los tengamos todos los pasaremos a su lugar en el bosque” comentó Sean, el chico se mostraba interesado por saberlo y a él no le importaba responder. No es que hubiera entrado en ese maletín antes pero el profesor le había hablado de éste al dárselo y no sabía por qué pero intuía que le tocaría meterse ahí dentro para ir sacando los murtlaps después. Al joven le sorprendió que, al presentarse, le extendiera la mano para estrechársela, pero sonrió levemente y la estrechó, sabiendo al fin el nombre de aquel chico. “Sí, me ha pasado lo mismo” comentó cuando le dijo que compartían casa y que le había visto por ahí. Pero realmente nunca habían hablado. Sean no solía hablar con demasiada gente, así que conocía a muchos de vista o le sonaban las caras, pero poco más.
Las palabras de Marcus le hicieron recordar lo nervioso que había estado durante la selección, en su primera noche en Hogwarts. Tenía miedo de en que casa lo iban a colocar, pero al final había encontrado una buena casa, la gente era amable y no se metían con él demasiado. Parpadeó ligeramente cuando Marcus le preguntó como era la asignatura de Cuidados. A veces se le olvidaba que esa asignatura era opcional y que había gente que no la cogía. Para él eso era algo fácilmente olvidable. “Me han gustado las Criaturas desde que era pequeño, estaba deseando que llegara este curso para darla” confesó Sean, con un brillo especial en los ojos. Cuando hablaba de Criaturas se sentía como un niño pequeño compartiendo todo lo nuevo que aprendía. “El profesor está algo mayor y me deja ayudarle con ellas” dijo por toda explicación, con una leve sonrisa en el rostro.
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A Marcus le gustaba la gente con entusiasmo por aprender. Las criaturas no tanto, pero bueno, cada uno tenía sus pasiones, y si algo caracterizaba a los Ravenclaw era su ansias de conocimiento. ¿Te importa que te acompañe? No me siento muy concentrado para seguir practicando hechizos, y al menos así te compenso por haberme salvado del ataque de un murtlap ofendido. Comentó con una risa. No creía que fuera a ser de mucha ayuda cazando murtlaps, ni le hacía mucha gracia, pero bueno. Le apetecía charlar.
A mí me pasa lo mismo con la alquimia. Comentó una vez echaron a andar, con las manos enlazadas tras la espalda. Llevo desde que entré aquí con ganas de cursarla. Me parece súper interesante. Mi abuelo es alquimista y me he pasado media infancia en el taller, así que... Se encogió de hombros con una sonrisa. Supongo que se me da bien. A Marcus pocas cosas no se le daban bien, ciertamente. Pero la alquimia era su punto fuerte.
Sin embargo ya has visto que las criaturas no son mucho lo mío. Yo soy más de hablar con las personas. Comentó con una risa. Aunque tengo una mascota. Se llama Elio, es una lechuza maorí. Puedes verla en la lechucería. La reconocerás fácilmente, es el animalillo más pequeñito del lugar. Volvió a reír, aunque se puso serio de repente y le dijo al chico. Pero no le des maíz. Es alérgico o algo, le sienta fatal, se pone súper malito. He dejado un cartelito allí para que todo el mundo lo sepa... Pero por si acaso. Marcus iba alertando a todo el mundo de los problemas de Elio con el maíz.
¿Y qué tal te va? ¿Te gusta estar en Ravenclaw? Sonrió, y se encogió un poco de un hombro. Perdona, soy muy preguntón... Pero lo cierto es que me gustaría llevarme bien con todos los alumnos de mi casa, y contigo no había tenido la oportunidad de hablar. Volvió a mirarle, con una sonrisa amplia. Voy a presentarme para ser prefecto a partir del año que viene. No sé si me cogerán, pero... Bueno, igualmente me gusta conocer a la gente.
A mí me pasa lo mismo con la alquimia. Comentó una vez echaron a andar, con las manos enlazadas tras la espalda. Llevo desde que entré aquí con ganas de cursarla. Me parece súper interesante. Mi abuelo es alquimista y me he pasado media infancia en el taller, así que... Se encogió de hombros con una sonrisa. Supongo que se me da bien. A Marcus pocas cosas no se le daban bien, ciertamente. Pero la alquimia era su punto fuerte.
Sin embargo ya has visto que las criaturas no son mucho lo mío. Yo soy más de hablar con las personas. Comentó con una risa. Aunque tengo una mascota. Se llama Elio, es una lechuza maorí. Puedes verla en la lechucería. La reconocerás fácilmente, es el animalillo más pequeñito del lugar. Volvió a reír, aunque se puso serio de repente y le dijo al chico. Pero no le des maíz. Es alérgico o algo, le sienta fatal, se pone súper malito. He dejado un cartelito allí para que todo el mundo lo sepa... Pero por si acaso. Marcus iba alertando a todo el mundo de los problemas de Elio con el maíz.
¿Y qué tal te va? ¿Te gusta estar en Ravenclaw? Sonrió, y se encogió un poco de un hombro. Perdona, soy muy preguntón... Pero lo cierto es que me gustaría llevarme bien con todos los alumnos de mi casa, y contigo no había tenido la oportunidad de hablar. Volvió a mirarle, con una sonrisa amplia. Voy a presentarme para ser prefecto a partir del año que viene. No sé si me cogerán, pero... Bueno, igualmente me gusta conocer a la gente.
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¡Socorro! ¡Un bicho! CON Marcus EN Terrenos del Castillo A LAS 12:00h, 13 de octubre de 1998 |
Le sorprendió que le preguntara si podía acompañarle en la búsqueda de los restantes murtlaps, después de la experiencia que había tenido con uno de ellos. Pero después de su explicación no creía que fuera a haber ningún problema. “Oh, claro, si quieres” respondió Sean, encogiéndose ligeramente de hombros. Levantó un dedo en gesto de que esperara y se sacó unas cuantas gambas de los bolsillos, ofreciéndoselas, o más bien poniéndoselas en las manos.
“Toma, si ves uno se la lanzas e irá a por ella como loco, no te atacarán” le explicó, después de todo es lo que él hacía para mantenerlos a raya. “Le encantan las gambas” le dijo con una sonrisa, por toda explicación. Entre que aquellos bichillos atacaban a los pies, los dientes que tenían y que se encontraban perdidos, era mejor distraerlos antes de acercarse a ellos. Emprendieron el camino después, comenzando a hablar sobre las asignaturas que les gustaban. La alquimia era algo interesante aunque le parecía tan interesante como complicado para él, pero suponía que todos tenían predilección por algo cuando tenían estímulos externos, como le había pasado a él con su hermana. “¿Una lechuza maorí?” preguntó cuando le contó que tenía ese tipo de lechuza.
“Son originales de Australia, ¿cómo has conseguido una?” preguntó el más joven interesado. No solo le gustaban las criaturas mágicas, sino también los animales normales, así que no era extraño para él conocer ese tipo de datos, sobretodo cuando en el mundo mágico se utilizaban lechuzas como comunicación. Las había de muchos tipos y razas distintas. Sean se quedó pensativo cuando le dijo que el maíz no le sentaba bien, hasta que dio con un dato que lo mismo le servía. “Creo que son pájaros más carnívoros, cazadores y esas cosas, quizás sea por eso” terminó por decir, opinando sobre el tema. Quizás su estómago estuviera más preparado para digerir carne que vegetales y esas cosas. Como les pasaba a los humanos con la carne cruda, eso sin duda les iba a sentar mal. “Me gusta sí, creo que no hubiera encajado en el resto de casas” confesó él, con una ligera sonrisa. Ésta se volvió algo más divertida cuando Marcus se calificó a sí mismo como preguntón y continuó hablando. Sí, se había dado cuenta.
Pero no le molestaba escucharle. “Yo no conozco a demasiada gente, no sé si podré responder a todo lo que preguntes” Era una burda manera de decir que no tenía demasiados amigos y que no hablaba demasiado con los demás. Quizás fuera algo más extrovertido en lo que se refería a hablar de criaturas o con algún amigo más cercano, pero de normal él no era el tipo de persona que iniciaba una conversación o buscaba a los demás. “¿Vas a presentarte a prefecto? ¿Por qué?” le preguntó curioso. No era algo que muchas personas quisieran o que les gustara. Después de todo era una responsabilidad grande y aburrida para la mayoría de personas. Pero quizás Marcus tuviera algún motivo de peso. “Bueno, te deseo suerte igualmente” Sean le mostró una sonrisa amable.
“Toma, si ves uno se la lanzas e irá a por ella como loco, no te atacarán” le explicó, después de todo es lo que él hacía para mantenerlos a raya. “Le encantan las gambas” le dijo con una sonrisa, por toda explicación. Entre que aquellos bichillos atacaban a los pies, los dientes que tenían y que se encontraban perdidos, era mejor distraerlos antes de acercarse a ellos. Emprendieron el camino después, comenzando a hablar sobre las asignaturas que les gustaban. La alquimia era algo interesante aunque le parecía tan interesante como complicado para él, pero suponía que todos tenían predilección por algo cuando tenían estímulos externos, como le había pasado a él con su hermana. “¿Una lechuza maorí?” preguntó cuando le contó que tenía ese tipo de lechuza.
“Son originales de Australia, ¿cómo has conseguido una?” preguntó el más joven interesado. No solo le gustaban las criaturas mágicas, sino también los animales normales, así que no era extraño para él conocer ese tipo de datos, sobretodo cuando en el mundo mágico se utilizaban lechuzas como comunicación. Las había de muchos tipos y razas distintas. Sean se quedó pensativo cuando le dijo que el maíz no le sentaba bien, hasta que dio con un dato que lo mismo le servía. “Creo que son pájaros más carnívoros, cazadores y esas cosas, quizás sea por eso” terminó por decir, opinando sobre el tema. Quizás su estómago estuviera más preparado para digerir carne que vegetales y esas cosas. Como les pasaba a los humanos con la carne cruda, eso sin duda les iba a sentar mal. “Me gusta sí, creo que no hubiera encajado en el resto de casas” confesó él, con una ligera sonrisa. Ésta se volvió algo más divertida cuando Marcus se calificó a sí mismo como preguntón y continuó hablando. Sí, se había dado cuenta.
Pero no le molestaba escucharle. “Yo no conozco a demasiada gente, no sé si podré responder a todo lo que preguntes” Era una burda manera de decir que no tenía demasiados amigos y que no hablaba demasiado con los demás. Quizás fuera algo más extrovertido en lo que se refería a hablar de criaturas o con algún amigo más cercano, pero de normal él no era el tipo de persona que iniciaba una conversación o buscaba a los demás. “¿Vas a presentarte a prefecto? ¿Por qué?” le preguntó curioso. No era algo que muchas personas quisieran o que les gustara. Después de todo era una responsabilidad grande y aburrida para la mayoría de personas. Pero quizás Marcus tuviera algún motivo de peso. “Bueno, te deseo suerte igualmente” Sean le mostró una sonrisa amable.
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¡Socorro! ¡Un bicho! CON Sean EN Terrenos del Castillo A LAS 12:00h, 13 de octubre de 1998 |
Vio como el chico le ponía las gambas en las manos y al principio le dio un poquito de asco, pero en seguida sonrió. No pensaba acercarse a uno de esos bichos lo más mínimo, pero bueno, si podía lanzarles alguna gambita y caerles bien, algo era algo. Se las guardó en un puño con la incomodidad propia de quien no está acostumbrado a llevar gambas en las manos y trató de obviar en la medida de lo posible que las tenía ahí y, simplemente, seguir andando junto a Sean.
Sonrió contento. Mi tía Erin es magizoologa y viaja un montón. Dos años antes de yo entrar en Hogwarts estuvo trabajando allí, y como mi cumple es en junio, me la regaló. Acababa de salir de su huevito, era diminuto, tuve que darle un montón de calorcito para criarlo... Bueno, me ayudaron mis padres, claro, yo solo tenía nueve años. Si ahora tengo pocos conocimientos sobre animales, imagina entonces. Rio. Si ahora es pequeño, imagina como era cuando nació. Y entonces Sean le dio una explicación de por qué podría sentarle mal el maíz. Marcus puso expresión sorprendida. ¡Claro! Eso tiene sentido, no lo había pensado. Se mesó un poco la barbilla, pensativo. Realmente come un poco de todo, pero un día le di un poquito de maíz y se puso malísimo... Pasé muchísimo miedo, no se recuperaba. Al final se le pasó, pero fue un mal rato. Así que desde entonces dije: no más maíz. Rio.
Yo tenía clarísimo que quería entrar en Ravenclaw, y aun así el sombrero se lo pensó. Casi me da algo. Volvió a reír. Y por lo que dijo le pareció entender que no tenía muchos amigos. Yo conozco a un montón de gente, y ahora te conozco a ti. Comentó amistoso, dando una afable palmadita en su hombro. Puedes venir con nosotros cuando quieras si te apetece, en la sala común, o en la biblioteca, o en el comedor. Sonrió ampliamente. Más aún sonrió cuando le preguntó por qué quería ser prefecto. Me gusta ayudar a los demás, y me sé las normas al dedillo desde la primera semana que entré. Creo que se me daría bien asegurarme de que se aplican. Dijo entre risas. Se puede hacer un montón de cosas siendo prefecto, también te reúnes con otros prefectos, y con los profesores, y hablar con alumnos de todo los cursos... Creo que estará muy guay. Y también daba estatus. Y eso a Marcus le gustaba, para qué lo iba a negar.
Sonrió contento. Mi tía Erin es magizoologa y viaja un montón. Dos años antes de yo entrar en Hogwarts estuvo trabajando allí, y como mi cumple es en junio, me la regaló. Acababa de salir de su huevito, era diminuto, tuve que darle un montón de calorcito para criarlo... Bueno, me ayudaron mis padres, claro, yo solo tenía nueve años. Si ahora tengo pocos conocimientos sobre animales, imagina entonces. Rio. Si ahora es pequeño, imagina como era cuando nació. Y entonces Sean le dio una explicación de por qué podría sentarle mal el maíz. Marcus puso expresión sorprendida. ¡Claro! Eso tiene sentido, no lo había pensado. Se mesó un poco la barbilla, pensativo. Realmente come un poco de todo, pero un día le di un poquito de maíz y se puso malísimo... Pasé muchísimo miedo, no se recuperaba. Al final se le pasó, pero fue un mal rato. Así que desde entonces dije: no más maíz. Rio.
Yo tenía clarísimo que quería entrar en Ravenclaw, y aun así el sombrero se lo pensó. Casi me da algo. Volvió a reír. Y por lo que dijo le pareció entender que no tenía muchos amigos. Yo conozco a un montón de gente, y ahora te conozco a ti. Comentó amistoso, dando una afable palmadita en su hombro. Puedes venir con nosotros cuando quieras si te apetece, en la sala común, o en la biblioteca, o en el comedor. Sonrió ampliamente. Más aún sonrió cuando le preguntó por qué quería ser prefecto. Me gusta ayudar a los demás, y me sé las normas al dedillo desde la primera semana que entré. Creo que se me daría bien asegurarme de que se aplican. Dijo entre risas. Se puede hacer un montón de cosas siendo prefecto, también te reúnes con otros prefectos, y con los profesores, y hablar con alumnos de todo los cursos... Creo que estará muy guay. Y también daba estatus. Y eso a Marcus le gustaba, para qué lo iba a negar.
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¡Socorro! ¡Un bicho! CON Marcus EN Terrenos del Castillo A LAS 12:00h, 13 de octubre de 1998 |
Sean escuchó interesado el motivo por el que tenía a una lechuza así y su boca hizo un gesto de sorpresa al enterarse. “Wow, magizoologista.. deber de ser muy guay” dijo Sean. Después de todo era una de las opciones que tenía para cuando se graduara. Podía ser magizoologista, o intentar tener un puesto en Hogwarts.. pero las dos cosas le parecían igual de difíciles desde su poca experiencia.
“Te debe de tener mucho cariño entonces, es como si fueras su papá” comentó Sean, después de todo era una de las primeras cosas que había visto, le había dado calor, lo había alimentado y cuidado.. tener a un animal desde que nace tiene sus ventajas, aunque sus complicaciones con tantos cuidados. “Seguro que a el tampoco le gustó demasiado” comentó con una sonrisa divertida Sean, cuando le explicó por qué la prohibición del maíz. Seguramente la lechuza captaría el mismo olor y rechazaría el maíz.. aunque bueno, podían ser un poco tontas y volver a caer, no podía sacarlo de la ecuación. Sean mostró una leve sonrisa conciliadora cuando le dijo que podía irse con él y con sus amigos si quería. No lo tenía del todo claro, después de todo se sentiría un extraño y sería conocer a demasiada gente de golpe.
No era demasiado tarde quizás, aún estaba en tercero, pero decidió no pensar en la idea demasiado. Hacer amigos de forma profunda significaba hablar de uno mismo, expresar sentimientos y compartir y.. Sean tenía un muy mal recuerdo que ni siquiera quería sacar a la luz en su propia cabeza.
Las explicaciones que Marcus le dio después sobre el por qué quería presentarse a prefecto le hicieron pensar un poco. Sí, tal y como él lo decía no parecía mal. Ayudar a los demás, conocer a otros alumnos, hablar con los profesores… bueno quizás no le gustase hablar con todos, pero si con el de Cuidado de criaturas al menos. Aunque eso lo había hecho por su cuenta, llevado por su fascinación por las criaturas. “Vaya, nunca lo había pensado de esa manera” confesó Sean, después miró a Marcus. “Pero.. ¿no te da miedo no caerle bien a la gente?” le preguntó, de la manera más suave que pudo, no quería ofenderle. “Ya sabes, a los alumnos no les gustan demasiado las reglas.. no suelen gustar los prefectos por eso mismo” dejó caer Sean. La mayoría se mostraba molestos de que no les dejaran ir a algún lugar o les riñeran por hacer bromas.
“Te debe de tener mucho cariño entonces, es como si fueras su papá” comentó Sean, después de todo era una de las primeras cosas que había visto, le había dado calor, lo había alimentado y cuidado.. tener a un animal desde que nace tiene sus ventajas, aunque sus complicaciones con tantos cuidados. “Seguro que a el tampoco le gustó demasiado” comentó con una sonrisa divertida Sean, cuando le explicó por qué la prohibición del maíz. Seguramente la lechuza captaría el mismo olor y rechazaría el maíz.. aunque bueno, podían ser un poco tontas y volver a caer, no podía sacarlo de la ecuación. Sean mostró una leve sonrisa conciliadora cuando le dijo que podía irse con él y con sus amigos si quería. No lo tenía del todo claro, después de todo se sentiría un extraño y sería conocer a demasiada gente de golpe.
No era demasiado tarde quizás, aún estaba en tercero, pero decidió no pensar en la idea demasiado. Hacer amigos de forma profunda significaba hablar de uno mismo, expresar sentimientos y compartir y.. Sean tenía un muy mal recuerdo que ni siquiera quería sacar a la luz en su propia cabeza.
Las explicaciones que Marcus le dio después sobre el por qué quería presentarse a prefecto le hicieron pensar un poco. Sí, tal y como él lo decía no parecía mal. Ayudar a los demás, conocer a otros alumnos, hablar con los profesores… bueno quizás no le gustase hablar con todos, pero si con el de Cuidado de criaturas al menos. Aunque eso lo había hecho por su cuenta, llevado por su fascinación por las criaturas. “Vaya, nunca lo había pensado de esa manera” confesó Sean, después miró a Marcus. “Pero.. ¿no te da miedo no caerle bien a la gente?” le preguntó, de la manera más suave que pudo, no quería ofenderle. “Ya sabes, a los alumnos no les gustan demasiado las reglas.. no suelen gustar los prefectos por eso mismo” dejó caer Sean. La mayoría se mostraba molestos de que no les dejaran ir a algún lugar o les riñeran por hacer bromas.
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¡Socorro! ¡Un bicho! CON Sean EN Terrenos del Castillo A LAS 12:00h, 13 de octubre de 1998 |
Sonrió con ternura y se encogió de un hombro. Visto así... Tiene sentido. Pues sí, es como si fuera el papá de Elio. Él lo trataba como si fuera un amigo, pero lo cierto es que lo había tenido y cuidado desde que nació, y era tan chuiquito... Daba mucha ternura. Además, era muy superprotector con su lechuza. Y lo tenía un poquito consentido, eso también. Lo que sí le gustan mucho son las chuches... Demasiado, quizás. Como a mí. Volvió a reír.
Frunció el ceño y negó graciosamente con la cabeza, muy convencido. Para nada. De hecho, según mi teoría... Ya iba a empezar con una de sus peroratas de sabiondo. A los que no les caen bien los prefectos, es porque tienen algo que ocultar o la conciencia intranquila. Se encogió de hombros. Me aseguraría de que se cumplieran las normas del colegio. Si cumples las normas, no tienes ningún motivo para que te regañe. Al contrario. Los prefectos también podemos dar puntos de casa, es muy guay. A mí me encanta cuando hago algo bien y los prefectos me dan puntos, y nunca me han quitado ninguno. Sonrió ampliamente. Siempre me he llevado muy bien con nuestros prefectos, me caen genial. Más bien era un poco fan, seguía a los prefectos como un patito. Y tenía que reconocer que quería eso también. Tener sus propios fans y gente que le admirase.
Miró su reloj. Oh, tengo clase en un ratito... Me toca Defensa Contra las Artes Oscuras. Se encogió de hombros. La gente dice que es muy difícil, pero a mí me parece de las asignaturas más fáciles, ¿no crees? Es decir, es mucha teoría y la mayoría de los hechizos son protectores, con estar muy concentrado, ya va bien. Eso último sí es importante. Si te traiciona el miedo... Ni acordarse quería del incidente que había tenido con el boggart el año pasado.
Frunció el ceño y negó graciosamente con la cabeza, muy convencido. Para nada. De hecho, según mi teoría... Ya iba a empezar con una de sus peroratas de sabiondo. A los que no les caen bien los prefectos, es porque tienen algo que ocultar o la conciencia intranquila. Se encogió de hombros. Me aseguraría de que se cumplieran las normas del colegio. Si cumples las normas, no tienes ningún motivo para que te regañe. Al contrario. Los prefectos también podemos dar puntos de casa, es muy guay. A mí me encanta cuando hago algo bien y los prefectos me dan puntos, y nunca me han quitado ninguno. Sonrió ampliamente. Siempre me he llevado muy bien con nuestros prefectos, me caen genial. Más bien era un poco fan, seguía a los prefectos como un patito. Y tenía que reconocer que quería eso también. Tener sus propios fans y gente que le admirase.
Miró su reloj. Oh, tengo clase en un ratito... Me toca Defensa Contra las Artes Oscuras. Se encogió de hombros. La gente dice que es muy difícil, pero a mí me parece de las asignaturas más fáciles, ¿no crees? Es decir, es mucha teoría y la mayoría de los hechizos son protectores, con estar muy concentrado, ya va bien. Eso último sí es importante. Si te traiciona el miedo... Ni acordarse quería del incidente que había tenido con el boggart el año pasado.
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¡Socorro! ¡Un bicho! CON Marcus EN Terrenos del Castillo A LAS 12:00h, 13 de octubre de 1998 |
Sean sonrió también. Era normal que un animal, siendo críado desde que era pequeño, viera a su dueño como una figura de autoridad, como un progenitor, ya que lo había cuidado y alimentado y lo mantenía a salvo. También esperaba que no le diera demasiadas chucherías, aunque fueran específicas para lechuzas, porque eso podría terminar por engordar bastante al pobre animal, aunque se abstuvo de opinar nada más.
Sean esperaba la respuesta sobre el tema de ser prefecto, de caerle mal a la gente.. pero Marcus parecía ver las cosas de otra manera, así que lo escuchó. Era cierto que podías tener más reticencia a los prefectos si en realidad hacías algo malo, pero también podían ser figuras que te ayudaran y te orientaran. Alzó las cejas algo sorprendido al escuchar que podían dar o quitar puntos.
“Oh, no sabía que podían dar los puntos” era un poder bastante significativo teniendo en cuenta que a final del año siempre ganaba una casa por el sistema de puntos. Aunque a él realmente no le importaba demasiado, solía haber bastante competitividad con ese tema. Cuando Marcus miró su reloj, se dio cuenta de que llevaban un rato paseando y hablando, él tenía clases y Sean tendría que dar alguna que otra vuelta más buscando a los murtlaps perdidos. Aunque quizás el profesor ya los hubiera encontrado todos.
Cuando mencionó la asignatura de Defensa Sean se encogió ligeramente de hombros. “A mi se me atraviesa un poco” comentó con una ligera sonrisa culpable. No es que no pudiera memorizar o hacer los hechizos, o que no le gustara utilizar hechizos defensivos pero.. cuando se daba algo más agresivo no le gustaba demasiado. Era un chico demasiado pacífico. Ambos Ravenclaws se despidieron minutos después, cada uno hacia sus responsabilidades aunque seguro que ahora que se conocían no tardarían en volver a encontrarse.
Sean esperaba la respuesta sobre el tema de ser prefecto, de caerle mal a la gente.. pero Marcus parecía ver las cosas de otra manera, así que lo escuchó. Era cierto que podías tener más reticencia a los prefectos si en realidad hacías algo malo, pero también podían ser figuras que te ayudaran y te orientaran. Alzó las cejas algo sorprendido al escuchar que podían dar o quitar puntos.
“Oh, no sabía que podían dar los puntos” era un poder bastante significativo teniendo en cuenta que a final del año siempre ganaba una casa por el sistema de puntos. Aunque a él realmente no le importaba demasiado, solía haber bastante competitividad con ese tema. Cuando Marcus miró su reloj, se dio cuenta de que llevaban un rato paseando y hablando, él tenía clases y Sean tendría que dar alguna que otra vuelta más buscando a los murtlaps perdidos. Aunque quizás el profesor ya los hubiera encontrado todos.
Cuando mencionó la asignatura de Defensa Sean se encogió ligeramente de hombros. “A mi se me atraviesa un poco” comentó con una ligera sonrisa culpable. No es que no pudiera memorizar o hacer los hechizos, o que no le gustara utilizar hechizos defensivos pero.. cuando se daba algo más agresivo no le gustaba demasiado. Era un chico demasiado pacífico. Ambos Ravenclaws se despidieron minutos después, cada uno hacia sus responsabilidades aunque seguro que ahora que se conocían no tardarían en volver a encontrarse.
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