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Freyja
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Do you want to build a snowman? CON Alice EN Gran Comedor A LAS 13:00H, 2 de diciembre |
Salió de Runas y se dirigió junto a Hillary al Gran Comedor. Había quedado allí con Alice para comer, llevaba sin verla toda la mañana como siempre en esos días, porque ella tenía pociones, así que habían quedado para el almuerzo. Realmente lo que le apetecía era hablar de la navidad. Marcus empezaba siempre a hacer planes de Navidad en su cabeza (o por correo con su familia) nada más empezaba diciembre, pero este año había algo nuevo: Alice y Dylan. Y le apetecía mucho charlar con ellos sobre eso.
Cuando llegó al comedor Alice y Sean no habían llegado todavía. La clase de pociones siempre se retrasaba un poco más, cosa de la que Marcus no se daba cuenta prácticamente nunca porque tenía que robarle bastantes minutos de su tiempo a la Profesora Handsgold detrás de cada clase. Dado que ese día no lo hizo, llegó antes al Comedor. Hillary fue a sentarse con sus amigas, sabiendo que ese día con Marcus no iba a contar porque tenía otros planes, y él buscó un hueco en la mesa. Pero antes de encontrarlo, a quien vio fue a Dylan, tan solillo como siempre, sentado entre alumnos que claramente eran de otros cursos porque le triplicaban en tamaño, aunque con varios bancos de distancia de ellos. Sonrió, ya con un plan en su cabeza, y se levantó de la mesa Ravenclaw.
Se encaminó hacia la mesa Hufflepuff como si acabara de robar algo y se sentó junto a Dylan con una sonrisilla traviesa, diciéndole bajito. He quedado con tu hermana en la mesa Ravenclaw, a ver cuánto tarda en encontrarme. El niño rió y ambos se giraron entre cuchicheos hacia la puerta, viendo como minutos después Alice aparecía por allí y se ponía a buscarlo con la mirada. Marcus tenía a Dylan a su izquierda, por lo que si miraba a la derecha, donde estaba la puerta, le daba la espalda. Y el niño debió aprovechar su posición, porque mientras Marcus reía entre dientes de creerse súper escondido, el otro estaba trazando su propio plan paralelo. Se va a creer que no he llegado todavía. Verás como se va directa para su mesa. A ver qué cara pone cuando vea a Hillary.Y, sin embargo, para su sorpresa, Alice miró hacia donde ellos estaban y se dirigió con decisión hacia allí. Frunció el ceño porque se creía bastante bien escondido detrás del Hufflepuff que tenía sentado más a su derecha, que medía casi dos metros. Miró a Dylan con extrañeza y detectó un rápido movimiento de manos y como el niño miraba hacia arriba, disimulando y con una sonrisilla escondida.
Marcus se giró lentamente hacia él, apoyando el antebrazo en la mesa. Eres un traidor, ¿lo sabes? Dylan se encogió de hombros y escribió en su libreta. "Es que es mi hermana". Marcus rodó los ojos y echó un poco de aire por la boca mientras se giraba hacia la puerta de nuevo. Anda que... Como que no había aprendido ya que esos dos eran un tándem y que él ahí no tenía nada que hacer. Pero como Alice ya estaba llegando, cambió la expresión y sonrió falsamente a la chica. Hooola, qué sorpreeesa. No esperábamos verte por aquí, ¿a que no? Se giró a Dylan pero este estaba diciendo que sí con la cabeza. Marcus se encogió de hombros, alzando las manos. ¡Tío! Chistó y negó. Nada, no puedo hacer negocios contigo.
Cuando llegó al comedor Alice y Sean no habían llegado todavía. La clase de pociones siempre se retrasaba un poco más, cosa de la que Marcus no se daba cuenta prácticamente nunca porque tenía que robarle bastantes minutos de su tiempo a la Profesora Handsgold detrás de cada clase. Dado que ese día no lo hizo, llegó antes al Comedor. Hillary fue a sentarse con sus amigas, sabiendo que ese día con Marcus no iba a contar porque tenía otros planes, y él buscó un hueco en la mesa. Pero antes de encontrarlo, a quien vio fue a Dylan, tan solillo como siempre, sentado entre alumnos que claramente eran de otros cursos porque le triplicaban en tamaño, aunque con varios bancos de distancia de ellos. Sonrió, ya con un plan en su cabeza, y se levantó de la mesa Ravenclaw.
Se encaminó hacia la mesa Hufflepuff como si acabara de robar algo y se sentó junto a Dylan con una sonrisilla traviesa, diciéndole bajito. He quedado con tu hermana en la mesa Ravenclaw, a ver cuánto tarda en encontrarme. El niño rió y ambos se giraron entre cuchicheos hacia la puerta, viendo como minutos después Alice aparecía por allí y se ponía a buscarlo con la mirada. Marcus tenía a Dylan a su izquierda, por lo que si miraba a la derecha, donde estaba la puerta, le daba la espalda. Y el niño debió aprovechar su posición, porque mientras Marcus reía entre dientes de creerse súper escondido, el otro estaba trazando su propio plan paralelo. Se va a creer que no he llegado todavía. Verás como se va directa para su mesa. A ver qué cara pone cuando vea a Hillary.Y, sin embargo, para su sorpresa, Alice miró hacia donde ellos estaban y se dirigió con decisión hacia allí. Frunció el ceño porque se creía bastante bien escondido detrás del Hufflepuff que tenía sentado más a su derecha, que medía casi dos metros. Miró a Dylan con extrañeza y detectó un rápido movimiento de manos y como el niño miraba hacia arriba, disimulando y con una sonrisilla escondida.
Marcus se giró lentamente hacia él, apoyando el antebrazo en la mesa. Eres un traidor, ¿lo sabes? Dylan se encogió de hombros y escribió en su libreta. "Es que es mi hermana". Marcus rodó los ojos y echó un poco de aire por la boca mientras se giraba hacia la puerta de nuevo. Anda que... Como que no había aprendido ya que esos dos eran un tándem y que él ahí no tenía nada que hacer. Pero como Alice ya estaba llegando, cambió la expresión y sonrió falsamente a la chica. Hooola, qué sorpreeesa. No esperábamos verte por aquí, ¿a que no? Se giró a Dylan pero este estaba diciendo que sí con la cabeza. Marcus se encogió de hombros, alzando las manos. ¡Tío! Chistó y negó. Nada, no puedo hacer negocios contigo.
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-Venga, Sean, que tienes la chapa de una tortuga- dijo girándose hacia él en las escaleras. Él rio y se llevó una mano al pecho- ¡Discúlpeme, oh, señorita Gallia, pues yo no tengo el impulso y las prisas del amor para subir a su ritmo! Ni su tamaño, todo sea dicho- Gal puso los ojos en blanco y siguió subiendo, con una sonrisa inevitable- ¿Me vas a hacer decirlo o te lo dices tú solito?- Sean, eres gilipollas -Pues eso- terminó con una carcajada.
Cuando entró al Gran Comedor, vio a Hillary sentada con Donna y frunció el ceño. Seguro que Marcus ya se había quedado otra vez con la señora Handsgold... Y entonces vio algo que le llamó la atención en la vista periférica. Era su hermano haciéndole gestos. Reconocería esos rizos en cualquier parte. Sonrió y se acercó con las manos a la espalda- Vaya, vaya, vaya... Aquí hay dos personas... Una de ellas estaba intentando conspirar contra mí... Y la otra es un traidorcillo- Se acercó a ambos y cuando estuvo entre ellos, sacó las manos, dirigiéndolas al costado de cada uno
-¡Tú! ¡No intentes jugármela O'Donnell!- dijo mirando a Marcus con una sonrisa pícara- ¡Y tú! Ravenclaw no paga traidores- Su hermano más se rio, que era lo más parecido a oírle hablar, y eso le encantaba. Dejó de hacerles cosquillas y se apartó- Bueno me imagino que habéis decidido que te nos enganchas en la comida- dijo mirando significativamente a Dylan, que sonrió y asintió con satisfacción y un punto de "lo sabía". Le revolvió los rizos- Mocoso malcriado- Dylan cogió la libreta y escribió "Eso dice la abuela de ti" Y eso le tuvo que hacer reír, porque siempre se podía contar con la sinceridad de su hermano. Tiró de Marcus y dijo- Vamos a por la comida, anda.
Cuando llegaron a donde estaba la comida, sintió como su estómago se cerraba, para variar. Puso cara de asco y cogió el plato- ¿Pero quién quiere cordero asado a estas horas, por Dios? Luego no te puedes ni mover...- Cogió el puré de patata y las verduras, pero ni tocó la carne- Odio ese olor- dijo arrugando el gesto. Pero claro ¿quién iba a querer cordero o lo que fuera? Pues Marcus O'Donnell. Se sentó con una sonrisa enfrente de su hermano, dejando a Marcus a su lado, y estratégicamente colocada para verle de frente todo el tiempo a Marcus. Ya que tenía que pasar por comer, al menos alegrarse la vista. Y si estaban el uno frente al otro no tendría... Tentaciones.
Cuando entró al Gran Comedor, vio a Hillary sentada con Donna y frunció el ceño. Seguro que Marcus ya se había quedado otra vez con la señora Handsgold... Y entonces vio algo que le llamó la atención en la vista periférica. Era su hermano haciéndole gestos. Reconocería esos rizos en cualquier parte. Sonrió y se acercó con las manos a la espalda- Vaya, vaya, vaya... Aquí hay dos personas... Una de ellas estaba intentando conspirar contra mí... Y la otra es un traidorcillo- Se acercó a ambos y cuando estuvo entre ellos, sacó las manos, dirigiéndolas al costado de cada uno
-¡Tú! ¡No intentes jugármela O'Donnell!- dijo mirando a Marcus con una sonrisa pícara- ¡Y tú! Ravenclaw no paga traidores- Su hermano más se rio, que era lo más parecido a oírle hablar, y eso le encantaba. Dejó de hacerles cosquillas y se apartó- Bueno me imagino que habéis decidido que te nos enganchas en la comida- dijo mirando significativamente a Dylan, que sonrió y asintió con satisfacción y un punto de "lo sabía". Le revolvió los rizos- Mocoso malcriado- Dylan cogió la libreta y escribió "Eso dice la abuela de ti" Y eso le tuvo que hacer reír, porque siempre se podía contar con la sinceridad de su hermano. Tiró de Marcus y dijo- Vamos a por la comida, anda.
Cuando llegaron a donde estaba la comida, sintió como su estómago se cerraba, para variar. Puso cara de asco y cogió el plato- ¿Pero quién quiere cordero asado a estas horas, por Dios? Luego no te puedes ni mover...- Cogió el puré de patata y las verduras, pero ni tocó la carne- Odio ese olor- dijo arrugando el gesto. Pero claro ¿quién iba a querer cordero o lo que fuera? Pues Marcus O'Donnell. Se sentó con una sonrisa enfrente de su hermano, dejando a Marcus a su lado, y estratégicamente colocada para verle de frente todo el tiempo a Marcus. Ya que tenía que pasar por comer, al menos alegrarse la vista. Y si estaban el uno frente al otro no tendría... Tentaciones.
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Marcus se llevó la mano al pecho con fingida sorpresa. No me siento identificado con ninguna de esas dos afirmaciones. Pero Alice empezó a hacerle cosquillas y él se revolvió con una carcajada. ¡Ah, socorro! ¡Agresión a la autoridad! Rió exageradamente mientras intentaba deshacerse de las cosquillas y veía como el niño a su lado se reía también, entre sus propias cosquillas y la pelea de ellos dos.
Miró a la chica llevándose una mano al costado y tratando de modular la respiración, pero sin dejar de reír. A ti no hay quien te la juegue, Gallia. Y menos con esta ayuda. Le hizo una mueca al niño que este le devolvió. Volvió a mirarla y rió un poco. ¿Pues sabes qué? Me lo estoy pensando. Dylan hizo un gestito de superioridad claramente emulando a Marcus y le escribió en la libreta "lo siento, ya es tarde". Marcus abrió la boca, viendo como esta reacción hacía a Dylan reírse y entrecerró los ojos, frunciendo los labios y moviendo un índice en su dirección. Aprendes rápido. Demasiado rápido. Y no había terminado, porque cuando Alice le llamó mocoso malcriado tardó poco en devolvérselo. Marcus se dobló con una carcajada, dando una palmada. Menos mal que nos vamos el año que viene. Dijo entre risas. Ese Dylan tenía madera para ser el rey del castillo si se lo proponía, que solo estaba en primero y les daba mil vueltas a los dos juntos estando en séptimo.
Fue tras Alice a por la comida, mirándola con una sonrisilla y con los ojos entornados. "Ravenclaw no paga traidores". Me gusta, me lo apunto. Cogió un plato. Tenías que habérmelo dicho antes. Hubiera sido una buena frase para amedrentar niños de primero irresponsables. Se puso muy serio y apuntó con el índice a alguien imaginario delante suya. Dijiste que habías devuelto el libro. Mentiste. Ravenclaw no paga traidores. Diez puntos menos. Rió y se acercó a la comida. Cerró los ojos y se llenó el pecho de ese olorcillo. No le hacía falta ver qué era porque ya lo sabía. Oh, cordero. Dijo con voz placentera. Qué rico. Claramente Alice no opinaba lo mismo. La miró como si acabara de decir una herejía, casi ofendido. ¡Yo quiero! Respondió a esa pregunta que no llevaba intención de ser respondida y se echó un buen trozo en el plato. Y me da igual la hora. Cuando algo gusta, todas las horas son buenas. Chistó mientras negaba con la cabeza y se seguía sirviendo comida. De verdad, qué quejica. Después de siete años comiendo con ella a diario, ni que eso le sorprendiera.
El plato de Marcus y el de Alice parecía servido en dos casas distintas porque no tenía nada que ver ni en contenido ni en cantidad. Marcus se había echado de todo, llenándolo hasta el borde, y Alice apenas se había servido dos mijitas de lo que menos energía tenía. Un día te va a llevar ese viento que tanto te gusta. Le comentó mientras se acercaban de nuevo a la mesa y se sentaba junto al chico. Dylan, dile algo a tu hermana. ¿A que no come nada? Era una forma de que alguien entablara una conversación porque él quería comer, así que empezó a engullir el plato en lo que el chico escribía. "No le gusta el cordero". Marcus tragó y se acercó al chico para decirle en un falso susurro, porque estaba mirando a la otra de reojo sabiendo que le escucharía. No le gusta casi nada. Bromeó, arqueándole las cejas y se volvió a su plato. Pero Dylan tenía algo más que anotar. "Yo sí sé algunas cosas que le gustan". Marcus volvió a tragar y añadió. ¿Ah sí? Pues me vas a tener que hacer una lista para que se la pase a mi madre, al menos ya que le gustan poquitas cosas, que estén en Navidad. Dylan soltó una risilla que Marcus juraría que había sido un poquito malvada y añadió. "Yo creo que ya van a estar". Marcus le miró con el ceño fruncido y una sonrisilla mientras masticaba. Algo le decía que el niño intentaba decir algo más... Pero estaba demasiado ocupado comiendo.
Miró a la chica llevándose una mano al costado y tratando de modular la respiración, pero sin dejar de reír. A ti no hay quien te la juegue, Gallia. Y menos con esta ayuda. Le hizo una mueca al niño que este le devolvió. Volvió a mirarla y rió un poco. ¿Pues sabes qué? Me lo estoy pensando. Dylan hizo un gestito de superioridad claramente emulando a Marcus y le escribió en la libreta "lo siento, ya es tarde". Marcus abrió la boca, viendo como esta reacción hacía a Dylan reírse y entrecerró los ojos, frunciendo los labios y moviendo un índice en su dirección. Aprendes rápido. Demasiado rápido. Y no había terminado, porque cuando Alice le llamó mocoso malcriado tardó poco en devolvérselo. Marcus se dobló con una carcajada, dando una palmada. Menos mal que nos vamos el año que viene. Dijo entre risas. Ese Dylan tenía madera para ser el rey del castillo si se lo proponía, que solo estaba en primero y les daba mil vueltas a los dos juntos estando en séptimo.
Fue tras Alice a por la comida, mirándola con una sonrisilla y con los ojos entornados. "Ravenclaw no paga traidores". Me gusta, me lo apunto. Cogió un plato. Tenías que habérmelo dicho antes. Hubiera sido una buena frase para amedrentar niños de primero irresponsables. Se puso muy serio y apuntó con el índice a alguien imaginario delante suya. Dijiste que habías devuelto el libro. Mentiste. Ravenclaw no paga traidores. Diez puntos menos. Rió y se acercó a la comida. Cerró los ojos y se llenó el pecho de ese olorcillo. No le hacía falta ver qué era porque ya lo sabía. Oh, cordero. Dijo con voz placentera. Qué rico. Claramente Alice no opinaba lo mismo. La miró como si acabara de decir una herejía, casi ofendido. ¡Yo quiero! Respondió a esa pregunta que no llevaba intención de ser respondida y se echó un buen trozo en el plato. Y me da igual la hora. Cuando algo gusta, todas las horas son buenas. Chistó mientras negaba con la cabeza y se seguía sirviendo comida. De verdad, qué quejica. Después de siete años comiendo con ella a diario, ni que eso le sorprendiera.
El plato de Marcus y el de Alice parecía servido en dos casas distintas porque no tenía nada que ver ni en contenido ni en cantidad. Marcus se había echado de todo, llenándolo hasta el borde, y Alice apenas se había servido dos mijitas de lo que menos energía tenía. Un día te va a llevar ese viento que tanto te gusta. Le comentó mientras se acercaban de nuevo a la mesa y se sentaba junto al chico. Dylan, dile algo a tu hermana. ¿A que no come nada? Era una forma de que alguien entablara una conversación porque él quería comer, así que empezó a engullir el plato en lo que el chico escribía. "No le gusta el cordero". Marcus tragó y se acercó al chico para decirle en un falso susurro, porque estaba mirando a la otra de reojo sabiendo que le escucharía. No le gusta casi nada. Bromeó, arqueándole las cejas y se volvió a su plato. Pero Dylan tenía algo más que anotar. "Yo sí sé algunas cosas que le gustan". Marcus volvió a tragar y añadió. ¿Ah sí? Pues me vas a tener que hacer una lista para que se la pase a mi madre, al menos ya que le gustan poquitas cosas, que estén en Navidad. Dylan soltó una risilla que Marcus juraría que había sido un poquito malvada y añadió. "Yo creo que ya van a estar". Marcus le miró con el ceño fruncido y una sonrisilla mientras masticaba. Algo le decía que el niño intentaba decir algo más... Pero estaba demasiado ocupado comiendo.
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Asintió con la cabeza a lo de su hermano y dijo, con falsa ofensa- ¿Este? Con lo de estar calladito nos tiene a todos engañados. La tata siempre dice que hay que quitarle la libreta mientras duerme y enterarnos de la crónica familiar. Miedo me daría- Rio a la frase que le remarcó Marcus y negó con la cabeza- Marcus, te lo digo siempre, hay que leer libros que no sean de divulgación. Shakespeare es mi mejor amigo, junto a Dante- Entornó un poco los ojos y ladeó la sonrisa- Y San Francisco...- dijo entre dientes. Carraspeó y mantuvo la sonrisa- Si hubieras leído Julio César, te sabrías la frase tú solito y hubieras quedado como todo un cónsul romano todos estos años- Achicó los ojos y amplió la sonrisa- Pero aún te quedan unos meses para usarlo. Puedo darte problemas, si te hace especial ilusión y no encuentras el momento. No podía dejar pasar una oportunidad de ser ella la Marcus de la relación de cuando en cuando.
Por supuesto, Marcus tenía algo que aportar a lo de que no cogiera comida. ¿Cómo se podía querer comer tanto? Tener hambre a cualquier hora y cualquier tipo de comida. Pero alzó la ceja a lo de las horas- ¿De veras, prefecto O'Donnell?- dijo poniendo una voz tentaba- Eso suena muy poco a ti... Todo hay que hacerlo según el horario... A no ser... Que tengas algún permiso para ello- dijo terminando con una risita y alejándose de él en dirección a la mesa.
Cuando se sentó volvieron los ataques sobre su persona y eso le hizo suspirar mientras mordisqueaba un espárrago. Su hermano estaba especialmente "hablador" y gracioso. Señaló a Marcus con el dedo índice- Eh, ni se te ocurra- Ya me tiene bastante manía como para encima decirle lo que me tiene que dar de comer en su propia casa- Yo me como cualquier cosa que haga la señora O'Donnell- Y entonces Dylan empezó a reírse estrepitosamente doblándose hacia delante- Oye ¿Y a ti qué te pasa? Estás muy gracioso tú hoy- Y el niño escribió "Nadie lo duda". Luego leyó lo que le había escrito a Marcus y suspiró. Maldito niño adelantado y demasiado inteligente para su propio bien- Para tu información, graciosillo, hay muchas cosas que me gustan...- Pero ella sola se tuvo que frenar porque le costaba pensar en cosas que le gustara comerse- Los arándanos- Dijo muy segura. Luego se quedó un rato en silencio y frunció un poco el ceño, abriendo la boca para contestar- Bueno y... Es que me gustan cosas raras que ninguno podríais conseguir. Tengo un gusto exquisito- y se llevó una cucharada de puré de patata a la boca- Y las monedas de chocolate de la señora O'Donnell me las pienso comer y no os voy a dejar ni una sola.
Por supuesto, Marcus tenía algo que aportar a lo de que no cogiera comida. ¿Cómo se podía querer comer tanto? Tener hambre a cualquier hora y cualquier tipo de comida. Pero alzó la ceja a lo de las horas- ¿De veras, prefecto O'Donnell?- dijo poniendo una voz tentaba- Eso suena muy poco a ti... Todo hay que hacerlo según el horario... A no ser... Que tengas algún permiso para ello- dijo terminando con una risita y alejándose de él en dirección a la mesa.
Cuando se sentó volvieron los ataques sobre su persona y eso le hizo suspirar mientras mordisqueaba un espárrago. Su hermano estaba especialmente "hablador" y gracioso. Señaló a Marcus con el dedo índice- Eh, ni se te ocurra- Ya me tiene bastante manía como para encima decirle lo que me tiene que dar de comer en su propia casa- Yo me como cualquier cosa que haga la señora O'Donnell- Y entonces Dylan empezó a reírse estrepitosamente doblándose hacia delante- Oye ¿Y a ti qué te pasa? Estás muy gracioso tú hoy- Y el niño escribió "Nadie lo duda". Luego leyó lo que le había escrito a Marcus y suspiró. Maldito niño adelantado y demasiado inteligente para su propio bien- Para tu información, graciosillo, hay muchas cosas que me gustan...- Pero ella sola se tuvo que frenar porque le costaba pensar en cosas que le gustara comerse- Los arándanos- Dijo muy segura. Luego se quedó un rato en silencio y frunció un poco el ceño, abriendo la boca para contestar- Bueno y... Es que me gustan cosas raras que ninguno podríais conseguir. Tengo un gusto exquisito- y se llevó una cucharada de puré de patata a la boca- Y las monedas de chocolate de la señora O'Donnell me las pienso comer y no os voy a dejar ni una sola.
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Freyja
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Do you want to build a snowman? CON Alice EN Gran Comedor A LAS 13:00H, 2 de diciembre |
Miró a la chica de reojo, sintiendo un leve cosquilleo ante la mención de San Francisco. Qué recuerdos. Habían pasado tantas cosas desde entonces que parecía que hubiera transcurrido toda una vida, y sin embargo lo recordaba como si hubiera pasado la noche anterior. Soltó una risa entre los dientes con la cabeza agachada y se acercó a ella para decirle bajito, con ese tono chulesco que le gustaba usar y mirándola con los ojos entrecerrados. En realidad lo hago a posta. Para que me lo cuentes tú. Eso solo era verdad a medias. Como decía la chica, pasaba demasiado tiempo leyendo libros de divulgación, pero eso no quería decir que no leyera otras cosas. Solo que... Ese tipo de lectura que tanto le gustaba a Alice y que para él era casi desconocida (no iba a recurrir a la literatura muggle habiendo literatura mágica) sonaba mejor en sus labios que leída por él. Era un hecho. Hecho más que confirmado cuando Alice añadió que podía darle problemas. Se mojó los labios y añadió, sin quitarse de esa pose ni cambiar el tono. Ya sabes lo que pienso: de nada sirve leer algo si no puedes ponerlo en práctica. Así que cuando quieras. Y se volvió a su comida. Que Dylan les iba a decir que por qué tardaban tanto.
Ah, pero la conversación no se iba a quedar ahí. Con Alice nunca se quedaba ahí. Se estaba echando la comida en el plato cuando la chica dijo ese "¿De veras, Prefecto O'Donnell?" y él ya sabía que iba a venir un comentario tentador detrás. Un comentario de esos que mejor que le hiciera en público porque a la vista estaba que cuando se los hacía en privado... En fin. Y no se equivocó. Podía jurar que no había dicho lo de las horas como una indirecta, pero... Un poco sí. No hay ningún permiso que yo no pueda conseguir, Alice Gallia. Comentó mirando al plato, pero entornó la vista a ella con una sonrisilla ladeada. Miró a sus lados y se acercó un poco más a ella para susurrarle más cerca. Repito: cuando quieras. Le guiñó un ojo y vio como se alejaba, mirándola marcharse con esa risita y dejándole a él mordiéndose el labio y con esa sonrisa que solo ella podía sacarle.
Siguió comiendo y, ante el comentario a la defensiva de Alice, Dylan se empezó a reír más fuerte. Se estaba perdiendo algo, estaba claro. Pero es que no podía tener la atención en el lenguaje de los hermanos, sobre todo cuando uno de ellos ni siquiera hablaba, solo escribía, y en comer. Les miró a los dos alternativamente, sin poder evitar reír un poco aunque fuera por la situación porque lo dicho, no se estaba enterando, y con el ceño fruncido como si quisiera que alguien le invitara a enterarse mientras masticaba.
Pero sí vio su oportunidad de hablar cuando Alice dijo que había muchas cosas que le gustaban, pero para variar estaba masticando. Mientras ella soltaba su perorata, él se llevó una mano a la boca como si así pudiera masticar más rápido. Cuando tragó, miró a Dylan. Eso es verdad, hay muchas cosas que le gustan. Comentó como si nada. El viento, saltar en los charcos,... Empezó a decir, pinchando comida con el tenedor y sin poder evitar esbozar una sonrisilla. ...cuidar las plantas, oler las flores, los libros viejos, el olor a tinta... Alzó la cabeza y la miró. ...Las estrellas... Se mantuvo ahí un par de segundos, paladeando el instante. Lamentándose una vez más de estar en medio del Gran Comedor en lugar de... En una toalla en las playas de la Provenza. Tomó aire como si no hubiera dicho nada, dirigiéndose a Dylan y a su plato de nuevo, y añadió. Pero ninguna de esas cosas es comida. Miró a la chica, le guiñó un ojo y volvió a comer.
Dylan miró a Marcus, le dio un suave codazo y le pasó la libreta. "Tenemos que hacer algo, si solo come monedas no nos va a quedar ninguna", pero Marcus en seguida reaccionó, haciéndose el digno. Ah, no, lo siento. Yo no hago negocios con traidores. Dylan frunció el ceño y le miró con reproche. No no no. Insistió Marcus, comiendo y mirando a Alice de reojo ocultando una sonrisilla. Sí, Dylan era listo, pero no dejaba de ser un niño pequeño al lado de ellos. Y tienes un problema, Dylan. Porque yo SÍ que me voy a comer una moneda de chocolate porque para algo soy el nieto favorito de Molly O'Donnell. Siempre me guarda la primera. Añadió con una vocecilla y una mueca propias de un niño consentido, haciendo un bailecito con el tronco. Lo siento, tío. Te has aliado con el Ravenclaw equivocado. Apoyó el codo en la mesa, haciendo una floritura con el tenedor para señalar a Alice y mirándola. ¿Alguna frase literaria para ilustrar eso, Señorita Gallia?
Ah, pero la conversación no se iba a quedar ahí. Con Alice nunca se quedaba ahí. Se estaba echando la comida en el plato cuando la chica dijo ese "¿De veras, Prefecto O'Donnell?" y él ya sabía que iba a venir un comentario tentador detrás. Un comentario de esos que mejor que le hiciera en público porque a la vista estaba que cuando se los hacía en privado... En fin. Y no se equivocó. Podía jurar que no había dicho lo de las horas como una indirecta, pero... Un poco sí. No hay ningún permiso que yo no pueda conseguir, Alice Gallia. Comentó mirando al plato, pero entornó la vista a ella con una sonrisilla ladeada. Miró a sus lados y se acercó un poco más a ella para susurrarle más cerca. Repito: cuando quieras. Le guiñó un ojo y vio como se alejaba, mirándola marcharse con esa risita y dejándole a él mordiéndose el labio y con esa sonrisa que solo ella podía sacarle.
Siguió comiendo y, ante el comentario a la defensiva de Alice, Dylan se empezó a reír más fuerte. Se estaba perdiendo algo, estaba claro. Pero es que no podía tener la atención en el lenguaje de los hermanos, sobre todo cuando uno de ellos ni siquiera hablaba, solo escribía, y en comer. Les miró a los dos alternativamente, sin poder evitar reír un poco aunque fuera por la situación porque lo dicho, no se estaba enterando, y con el ceño fruncido como si quisiera que alguien le invitara a enterarse mientras masticaba.
Pero sí vio su oportunidad de hablar cuando Alice dijo que había muchas cosas que le gustaban, pero para variar estaba masticando. Mientras ella soltaba su perorata, él se llevó una mano a la boca como si así pudiera masticar más rápido. Cuando tragó, miró a Dylan. Eso es verdad, hay muchas cosas que le gustan. Comentó como si nada. El viento, saltar en los charcos,... Empezó a decir, pinchando comida con el tenedor y sin poder evitar esbozar una sonrisilla. ...cuidar las plantas, oler las flores, los libros viejos, el olor a tinta... Alzó la cabeza y la miró. ...Las estrellas... Se mantuvo ahí un par de segundos, paladeando el instante. Lamentándose una vez más de estar en medio del Gran Comedor en lugar de... En una toalla en las playas de la Provenza. Tomó aire como si no hubiera dicho nada, dirigiéndose a Dylan y a su plato de nuevo, y añadió. Pero ninguna de esas cosas es comida. Miró a la chica, le guiñó un ojo y volvió a comer.
Dylan miró a Marcus, le dio un suave codazo y le pasó la libreta. "Tenemos que hacer algo, si solo come monedas no nos va a quedar ninguna", pero Marcus en seguida reaccionó, haciéndose el digno. Ah, no, lo siento. Yo no hago negocios con traidores. Dylan frunció el ceño y le miró con reproche. No no no. Insistió Marcus, comiendo y mirando a Alice de reojo ocultando una sonrisilla. Sí, Dylan era listo, pero no dejaba de ser un niño pequeño al lado de ellos. Y tienes un problema, Dylan. Porque yo SÍ que me voy a comer una moneda de chocolate porque para algo soy el nieto favorito de Molly O'Donnell. Siempre me guarda la primera. Añadió con una vocecilla y una mueca propias de un niño consentido, haciendo un bailecito con el tronco. Lo siento, tío. Te has aliado con el Ravenclaw equivocado. Apoyó el codo en la mesa, haciendo una floritura con el tenedor para señalar a Alice y mirándola. ¿Alguna frase literaria para ilustrar eso, Señorita Gallia?
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Y así de fácil, el corazón de Gal se derretía como un bombón al sol. Con una sonrisa y casi sin aire contestó- Yo te contaré siempre lo que quieras- Y querría alargarle la mano y agarrar la suya y disfrutar solo de ese contacto, pero no era el momento ni el lugar. Pero claro, Marcus no se lo ponía fácil.
Como quien no quería la cosa, tenía todos los pelos del cuerpo de punta y un cosquilleo que el recorría de arriba a abajo cuando hablaba de los permisos ¿Cómo podía ser que hubiera convertido una palabra tan aburrida como "permisos" en algo que encendía hasta el último nervio de su cuerpo? Decidió concentrarse en comer (quién lo hubiera dicho nunca) para no pensar en aquello impulsos que Marcus le provocaba, ahogándolos en profundos suspiros como si el puré de patata le provocara lo que Laura a Petrarca.
Y entonces reconoció aquellas palabras y se sonrojó como una colegiala y el corazón le latía tan rápido que estaba segura de que si abría la boca, titubearía. Solo pudo sonreír, con la felicidad más profunda de su corazón y murmuró, tan solo moviendo los labios, casi sin emitir voz- La sonrisa de Marcus O'Donnell- Y en cierto sentido... Eso sí se podía comer. Es más, se alimentaría de ella de por vida. Para bajarle a la tierra, Dylan puso la libreta en medio de la mesa para que la viera, haciéndola hacer un chasquido mental "Yo también tengo mi lista"- Claro, mamá nos las recitaba siempre que teníamos miedo- Dijo dejando a su ánimo deslizarse a la ternura. Su hermano pasó las páginas de su libreta hasta la primera hoja y les señaló la lista- Las galletas, nadar, las canciones, que me lean cuentos de noche- paró y sonrió aún más- las fotos de mamá y la risa de papá y Alice- Suspiró y dijo- A mi también me gusta tu risa, patito.
Volvió a su plato tratando de terminar lo que le quedaba en él, aunque ahora había otra lista rondándole la cabeza, otras promesas, otros besos... ¿Pero quién podía tener hambre pensando en todo aquello? Se rio viendo la escena entre Marcus y su hermano, completamente enternecida. Quizá todo, la incertidumbre, las dudas... Todo merecía la pena con tal de ver algo así- Por supuesto, Marcus sieeeeempre es el favorito- Dylan escribió "Yo lo soy de mi abuela, pero lo que hace es tarta tropezienne" Gal rio y dijo- Se la comería también sin problemas- Luego rio a carcajadas cuando dijo lo del Ravenclaw equivocado- No hagas caso, patito, yo podría convencer a un esquimal de que me comprara hielo. Y la señora O'Donnell es más buena que el pan, te va inundar en monedas de chocolate si es lo que quieres- Luego miró a Marcus apoyándose en su mano con el codo sobre la mesa- Siempre tengo citas. El buen éxito, hace heroicos vencedores, el malo, viles traidores- Entornó los ojos y dijo- Comparte tu privilegio de ser el favorito de todos- hizo énfasis en la palabra- Y obtendrás... Beneficios- Dylan ahogó una carcajada- ¿Y tú qué?- Su hermano escribió "Que estáis muy raros". Acto seguido miró a Marcus y escribió "Le gustan las castañas. Mucho" Gal rió mínimamente y se encogió de hombros- ¿Ves tú castañas por aquí? ya he dicho que era de gustos exquisitos.
Como quien no quería la cosa, tenía todos los pelos del cuerpo de punta y un cosquilleo que el recorría de arriba a abajo cuando hablaba de los permisos ¿Cómo podía ser que hubiera convertido una palabra tan aburrida como "permisos" en algo que encendía hasta el último nervio de su cuerpo? Decidió concentrarse en comer (quién lo hubiera dicho nunca) para no pensar en aquello impulsos que Marcus le provocaba, ahogándolos en profundos suspiros como si el puré de patata le provocara lo que Laura a Petrarca.
Y entonces reconoció aquellas palabras y se sonrojó como una colegiala y el corazón le latía tan rápido que estaba segura de que si abría la boca, titubearía. Solo pudo sonreír, con la felicidad más profunda de su corazón y murmuró, tan solo moviendo los labios, casi sin emitir voz- La sonrisa de Marcus O'Donnell- Y en cierto sentido... Eso sí se podía comer. Es más, se alimentaría de ella de por vida. Para bajarle a la tierra, Dylan puso la libreta en medio de la mesa para que la viera, haciéndola hacer un chasquido mental "Yo también tengo mi lista"- Claro, mamá nos las recitaba siempre que teníamos miedo- Dijo dejando a su ánimo deslizarse a la ternura. Su hermano pasó las páginas de su libreta hasta la primera hoja y les señaló la lista- Las galletas, nadar, las canciones, que me lean cuentos de noche- paró y sonrió aún más- las fotos de mamá y la risa de papá y Alice- Suspiró y dijo- A mi también me gusta tu risa, patito.
Volvió a su plato tratando de terminar lo que le quedaba en él, aunque ahora había otra lista rondándole la cabeza, otras promesas, otros besos... ¿Pero quién podía tener hambre pensando en todo aquello? Se rio viendo la escena entre Marcus y su hermano, completamente enternecida. Quizá todo, la incertidumbre, las dudas... Todo merecía la pena con tal de ver algo así- Por supuesto, Marcus sieeeeempre es el favorito- Dylan escribió "Yo lo soy de mi abuela, pero lo que hace es tarta tropezienne" Gal rio y dijo- Se la comería también sin problemas- Luego rio a carcajadas cuando dijo lo del Ravenclaw equivocado- No hagas caso, patito, yo podría convencer a un esquimal de que me comprara hielo. Y la señora O'Donnell es más buena que el pan, te va inundar en monedas de chocolate si es lo que quieres- Luego miró a Marcus apoyándose en su mano con el codo sobre la mesa- Siempre tengo citas. El buen éxito, hace heroicos vencedores, el malo, viles traidores- Entornó los ojos y dijo- Comparte tu privilegio de ser el favorito de todos- hizo énfasis en la palabra- Y obtendrás... Beneficios- Dylan ahogó una carcajada- ¿Y tú qué?- Su hermano escribió "Que estáis muy raros". Acto seguido miró a Marcus y escribió "Le gustan las castañas. Mucho" Gal rió mínimamente y se encogió de hombros- ¿Ves tú castañas por aquí? ya he dicho que era de gustos exquisitos.
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Do you want to build a snowman? CON Alice EN Gran Comedor A LAS 13:00H, 2 de diciembre |
Lo había visto, lo había visto y al verlo había sonreído como un idiota, como si la chica se lo hubiera pedido. "La sonrisa de Marcus O'Donnell". Tú, pensó él, sin decir nada. Hacía ya mucho tiempo, años, que Alice Gallia se había convertido en una de sus cosas favoritas, y lo había hecho cuando aún no tenía ni idea de lo que le quedaba por vivir con ella, cuando apenas era un crío inconsciente comparado con lo que era ahora... Que tampoco es que fuera el colmo de lo espabilado, sobre todo cuando estaba con ella, que sentía que se le desactivaba el cerebro. Pero desde luego que había llegado bastante más lejos de lo que el Marcus O'Donnell de quince años podía siquiera imaginarse.
Se llevó otro bocado a la boca mientras escuchaba con una sonrisa tierna la lista de Dylan. ¿Ves? En esa sí hay comida. Dijo nada más empezar. "Que me lean cuentos de noche". Le miró y le guiñó un ojo, mientras su hermana seguía recitando. Y "la risa de Alice". Tragó y les señaló a ambos. Si hacemos una buena combinación de esas dos listas, sale la mía. Comentó jovial y siguió comiendo.
Arqueó las cejas a la chica cuando dijo que él siempre era el favorito, y asintió a lo de la tarta. Oh, qué buena está. Dijo cuando aún tenía comida en la boca, porque así era Marcus, comiendo y pensando en comer. Pero esa tarta la había probado y no rechazaría un trocito de postre. No sería más que otra de las cosas que esa tarde le estaban recordando a la Provenza. Rió ante lo de que podía convencer a un esquimal de que le comprara hielo. Y tanto, que se lo dijeran a él. De hecho, me consta que ya las está preparando. Más que nunca teniendo en cuenta que tenemos dos invitados nuevos. Se encogió un poco de hombros mirando a Dylan. Y me ha dicho que este año vienen con sorpresa, pero no tengo ni idea de lo que es. A pesar de que ya llevaba tres cartas a su abuelo con la pregunta "¿qué es?" y recibiendo respuestas irónicas y evasivas. Parecía que lo estaba viendo riéndose mientras le escribía, sabiendo que se lo estaba comiendo la intriga.
Se llevó la mano al pecho cuando Alice recitó esa frase y torció el tronco hacia el lado como una palmera, cayendo un poco sobre Dylan. ¿Te confieso algo? Le miró, sin quitarse la mano del pecho ni separarse de encima suya, a pesar de que el niño se estaba quejando entre risas y tratando de desprenderse del otro, que dejaba caer el peso sobre él. Tu hermana está en mi lista de cosas favoritas, por cosas como esta. Ya, claro. Por esas cosas era. Se colocó de nuevo en su sitio riendo entre dientes, pero subió la mirada a la chica, entrecerrando los ojos y ladeando la cabeza. ¿Beneficios como cuales? Comentó con voz melosa. Es por ver si me compensa. Viniendo de Alice, seguro que sí.
El niño seguía riéndose, pero cada vez más. Debía estas haciéndole mucha gracia ese diálogo. Pero entonces vio ese "que estáis muy raros" y, a pesar de que dejó escapar una risilla disimulada, bajó la cabeza al plato ligeramente incómodo. Se le habían ido un poquito de las manos los comentarios y Dylan era pequeño pero también un niño muy listo y sensitivo. A ver si se iba a pensar... Cosas. Raras. Pero entonces volvió a mirar a la libreta porque el chico había añadido algo. Esbozó una expresión alegre. ¡Eh! Sí que hay. Comentó, notando como la mirada de Dylan se clavaba en él. En la linde del bosque prohibido. Y entonces cayó en que le estaba diciendo eso a Alice Gallia y repitió. Linde. Con una sonrisita fruncida. Probablemente dentro hubiera más, pero él no pensaba pasar de ahí. "¿Podemos ir ahora?", vio escrito en la libreta de Dylan. ¡Claro! Tenemos un rato libre. Apresuró el comer, ya no le quedaba demasiado en el plato. Tragó y le dijo a Dylan. Y así me enseñas tus habilidades para hacer muñecos de nieve. En casa tenemos que hacer uno. Y no es por ponerte el listón alto, pero... Los míos son los mejores.
Se llevó otro bocado a la boca mientras escuchaba con una sonrisa tierna la lista de Dylan. ¿Ves? En esa sí hay comida. Dijo nada más empezar. "Que me lean cuentos de noche". Le miró y le guiñó un ojo, mientras su hermana seguía recitando. Y "la risa de Alice". Tragó y les señaló a ambos. Si hacemos una buena combinación de esas dos listas, sale la mía. Comentó jovial y siguió comiendo.
Arqueó las cejas a la chica cuando dijo que él siempre era el favorito, y asintió a lo de la tarta. Oh, qué buena está. Dijo cuando aún tenía comida en la boca, porque así era Marcus, comiendo y pensando en comer. Pero esa tarta la había probado y no rechazaría un trocito de postre. No sería más que otra de las cosas que esa tarde le estaban recordando a la Provenza. Rió ante lo de que podía convencer a un esquimal de que le comprara hielo. Y tanto, que se lo dijeran a él. De hecho, me consta que ya las está preparando. Más que nunca teniendo en cuenta que tenemos dos invitados nuevos. Se encogió un poco de hombros mirando a Dylan. Y me ha dicho que este año vienen con sorpresa, pero no tengo ni idea de lo que es. A pesar de que ya llevaba tres cartas a su abuelo con la pregunta "¿qué es?" y recibiendo respuestas irónicas y evasivas. Parecía que lo estaba viendo riéndose mientras le escribía, sabiendo que se lo estaba comiendo la intriga.
Se llevó la mano al pecho cuando Alice recitó esa frase y torció el tronco hacia el lado como una palmera, cayendo un poco sobre Dylan. ¿Te confieso algo? Le miró, sin quitarse la mano del pecho ni separarse de encima suya, a pesar de que el niño se estaba quejando entre risas y tratando de desprenderse del otro, que dejaba caer el peso sobre él. Tu hermana está en mi lista de cosas favoritas, por cosas como esta. Ya, claro. Por esas cosas era. Se colocó de nuevo en su sitio riendo entre dientes, pero subió la mirada a la chica, entrecerrando los ojos y ladeando la cabeza. ¿Beneficios como cuales? Comentó con voz melosa. Es por ver si me compensa. Viniendo de Alice, seguro que sí.
El niño seguía riéndose, pero cada vez más. Debía estas haciéndole mucha gracia ese diálogo. Pero entonces vio ese "que estáis muy raros" y, a pesar de que dejó escapar una risilla disimulada, bajó la cabeza al plato ligeramente incómodo. Se le habían ido un poquito de las manos los comentarios y Dylan era pequeño pero también un niño muy listo y sensitivo. A ver si se iba a pensar... Cosas. Raras. Pero entonces volvió a mirar a la libreta porque el chico había añadido algo. Esbozó una expresión alegre. ¡Eh! Sí que hay. Comentó, notando como la mirada de Dylan se clavaba en él. En la linde del bosque prohibido. Y entonces cayó en que le estaba diciendo eso a Alice Gallia y repitió. Linde. Con una sonrisita fruncida. Probablemente dentro hubiera más, pero él no pensaba pasar de ahí. "¿Podemos ir ahora?", vio escrito en la libreta de Dylan. ¡Claro! Tenemos un rato libre. Apresuró el comer, ya no le quedaba demasiado en el plato. Tragó y le dijo a Dylan. Y así me enseñas tus habilidades para hacer muñecos de nieve. En casa tenemos que hacer uno. Y no es por ponerte el listón alto, pero... Los míos son los mejores.
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Rio a lo de la comida y a que esas dos combinadas hacían su lista. Era verdad, y lo cierto es que eso solo lo hacía todo más perfecto, si es que eso era posible. Allí estaba, apoyada sobre su mano, sin poder parar de sonreír al mirarlos.
-Tu abuela es un amor- dijo con una cálida sonrisa. De hecho, los O'Donnell era la familia que ella ansiaba tener, por eso en parte le gustó tanto que Marcus la invitara. Su abuela era como un sueño de mujer, y estaba segura de que se esmeraría enormemente en la Navidad. Miró a Dylan y dijo- Me extraña que no te la hayan revelado, seguro que los has atormentado por carta- dijo con una pequeña risa y dejando caer los párpados. Lo conocía perfectamente, aunque ahora a ella también le apetecía tremendamente saber qué era esa sorpresa.
Volvió a reírse al verle hacer el payaso así, aunque en verdad soltó otro suspiro porque ahí lo dijo, que ella estaba en su lista, aunque fuera dentro de una broma, lo había dicho, con la mano en el corazón. Ese corazón que ella cuidaría con su vida si fuera necesario- Qué bonito, me quiere de bardo personal- dijo tirándole miga de pan aplastada con una carcajada. Alzó la ceja inquisitivamente con media sonrisa- La linde ¿en serio?- se rio un poco y les miró a los dos- No esperaréis que vayamos allí... Anochece a las cuatro... ¿Y vamos a ir solo por castañas?- Pues debía ser que sí, porque Marcus terminó de comer como un pavo, como de costumbre y ya estaba hablando de hacer muñecos de nieve. Se levantó con una sonrisa y señaló con la cabeza la puerta- Pues nada, a la conquista de las castañas, evidentemente no vaya a ser menso atrevida que vosotros dos. Pero ve primero a por la bufanda, Dylan, solo nos falta que te nos resfríes.
Cuando salieron del comedor se apoyó sobre una de las paredes, mientras veía a su hermano desaparecer como un cohete hacia sus dormitorios- Vaya, vaya, prefecto, a puntito de saltarte las normas en horario lectivo- dijo con tonillo de broma. Alargó la mano y cogió la suya, solo un agarre con los dedos, como para quitarse esa necesidad que tenía encima y murmuró, con la mirada baja- Gracias por proponerlo. Siempre está muy solo. Y sabes que me encanta estar con él- rodó los ojos- Aunque sea un patito de verdad y no nos deje tranquilos- dijo subiendo un hombro y ampliando la sonrisa.
-Tu abuela es un amor- dijo con una cálida sonrisa. De hecho, los O'Donnell era la familia que ella ansiaba tener, por eso en parte le gustó tanto que Marcus la invitara. Su abuela era como un sueño de mujer, y estaba segura de que se esmeraría enormemente en la Navidad. Miró a Dylan y dijo- Me extraña que no te la hayan revelado, seguro que los has atormentado por carta- dijo con una pequeña risa y dejando caer los párpados. Lo conocía perfectamente, aunque ahora a ella también le apetecía tremendamente saber qué era esa sorpresa.
Volvió a reírse al verle hacer el payaso así, aunque en verdad soltó otro suspiro porque ahí lo dijo, que ella estaba en su lista, aunque fuera dentro de una broma, lo había dicho, con la mano en el corazón. Ese corazón que ella cuidaría con su vida si fuera necesario- Qué bonito, me quiere de bardo personal- dijo tirándole miga de pan aplastada con una carcajada. Alzó la ceja inquisitivamente con media sonrisa- La linde ¿en serio?- se rio un poco y les miró a los dos- No esperaréis que vayamos allí... Anochece a las cuatro... ¿Y vamos a ir solo por castañas?- Pues debía ser que sí, porque Marcus terminó de comer como un pavo, como de costumbre y ya estaba hablando de hacer muñecos de nieve. Se levantó con una sonrisa y señaló con la cabeza la puerta- Pues nada, a la conquista de las castañas, evidentemente no vaya a ser menso atrevida que vosotros dos. Pero ve primero a por la bufanda, Dylan, solo nos falta que te nos resfríes.
Cuando salieron del comedor se apoyó sobre una de las paredes, mientras veía a su hermano desaparecer como un cohete hacia sus dormitorios- Vaya, vaya, prefecto, a puntito de saltarte las normas en horario lectivo- dijo con tonillo de broma. Alargó la mano y cogió la suya, solo un agarre con los dedos, como para quitarse esa necesidad que tenía encima y murmuró, con la mirada baja- Gracias por proponerlo. Siempre está muy solo. Y sabes que me encanta estar con él- rodó los ojos- Aunque sea un patito de verdad y no nos deje tranquilos- dijo subiendo un hombro y ampliando la sonrisa.
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Se cubrió la cara con los brazos cuando la chica le lanzó una miga de pan. ¿Ves esto, Dylan? Yo le digo cosas bonitas a tu hermana y ella me trata como si fuera una paloma. Bromeó, haciéndose el ofendido mientras se reía. Lo que no se esperaba era lo que vino detrás, motivo por el que abrió mucho los ojos y la boca. ¡Son las una y media! ¿Vas a tirarte dos horas y media comiendo castañas? Eso no me lo pierdo. Entrecerró los ojos con una sonrisilla y cruzó los brazos sobre la mesa, apoyando los antebrazos e inclinándose un poco hacia delante. ¿De verdad es Alice Gallia la que está diciendo de no hacer algo porque la falta de precaución no merece la pena? En la misma postura, torció la cabeza y miró a Dylan. ¿Crees que es una impostora? El niño rió y escribió en la libreta. "Creo que es solo para chincharte". Ooohh vaya. Dijo Marcus, mirando de nuevo a la chica con los ojos y la boca muy abiertos. Eso está precioso. Pues para nosotros las castañas.
Pero, obviamente, no era una impostora y en seguida entró al trapo de ser más atrevida que ellos. Le dio un codazo al chico antes de que se fuera. Tranquilo, es ella. Este se rió y echó a correr a por la bufanda. Marcus se guardó las manos en los bolsillos, con una sonrisita fruncida y miró a Alice. Rió y suspiró con falsa soberbia, sacándose las manos de los bolsillos solo para adornar con gestos lo que iba a decir. Voy a repetir la palabra porque creo que no la has oído bien: linde. Sin perder su sonrisita, entrecerró los ojos. Ya sé que para ti los límites de la legalidad son algo difusos, pero yo controlo. Miró a los lados para disimular, mojándose los labios, y volvió a acercarse a ella para dejar en un susurro chulito de los suyos. Creí que ibas a darle muchos problemas a tu prefecto en el último año, ¿o es que intentas hacerte la buena delante de tu hermano? Ladeó la cabeza. Porque no cuela. Y se apartó sin perder la mirada y la sonrisa a juego con el tono de voz.
Notó el agarre de su mano y suavizó la expresión, dejando la tontería y la chulería y enterneciéndose. Subió un hombro e hizo una muequecita con la boca. No tienes que dármelas, a mí también me gusta estar con él. Es divertido. Y el que no opinara lo mismo era porque no lo conocía. Vale que no hablaba ni era la persona mas activa del mundo, pero era un niño adorable y le gustaba mucho jugar, y Marcus adoraba a los niños. Se lo pasaba bien con él, sinceramente. Y además... Sabía lo importante que era para Alice. Creo que podremos soportarlo. Dijo entre risas a lo de que no les dejaría tranquilos. Y casi que mejor, porque últimamente el autocontrol de ambos brillaba por su ausencia. De verdad que no sabía qué le pasaba. Que tampoco es como que se fuera a quejar, pero...
El chico volvió a la velocidad del rayo y, plantándose delante de él con una sonrisilla, se sacó del bolsillo unas piedrecitas que debió sacar de uno de los maceteros de su Sala Común. ¡Eh! ¡Eso es trampa! El niño rió y escribió en su libreta. "Para mi muñeco de nieve, a ver cual es mejor ahora". Marcus se colocó los brazos en jarra y miró a Alice con la boca abierta. Vale, otro que se queda sin castañas. Para mí todas.
Pero, obviamente, no era una impostora y en seguida entró al trapo de ser más atrevida que ellos. Le dio un codazo al chico antes de que se fuera. Tranquilo, es ella. Este se rió y echó a correr a por la bufanda. Marcus se guardó las manos en los bolsillos, con una sonrisita fruncida y miró a Alice. Rió y suspiró con falsa soberbia, sacándose las manos de los bolsillos solo para adornar con gestos lo que iba a decir. Voy a repetir la palabra porque creo que no la has oído bien: linde. Sin perder su sonrisita, entrecerró los ojos. Ya sé que para ti los límites de la legalidad son algo difusos, pero yo controlo. Miró a los lados para disimular, mojándose los labios, y volvió a acercarse a ella para dejar en un susurro chulito de los suyos. Creí que ibas a darle muchos problemas a tu prefecto en el último año, ¿o es que intentas hacerte la buena delante de tu hermano? Ladeó la cabeza. Porque no cuela. Y se apartó sin perder la mirada y la sonrisa a juego con el tono de voz.
Notó el agarre de su mano y suavizó la expresión, dejando la tontería y la chulería y enterneciéndose. Subió un hombro e hizo una muequecita con la boca. No tienes que dármelas, a mí también me gusta estar con él. Es divertido. Y el que no opinara lo mismo era porque no lo conocía. Vale que no hablaba ni era la persona mas activa del mundo, pero era un niño adorable y le gustaba mucho jugar, y Marcus adoraba a los niños. Se lo pasaba bien con él, sinceramente. Y además... Sabía lo importante que era para Alice. Creo que podremos soportarlo. Dijo entre risas a lo de que no les dejaría tranquilos. Y casi que mejor, porque últimamente el autocontrol de ambos brillaba por su ausencia. De verdad que no sabía qué le pasaba. Que tampoco es como que se fuera a quejar, pero...
El chico volvió a la velocidad del rayo y, plantándose delante de él con una sonrisilla, se sacó del bolsillo unas piedrecitas que debió sacar de uno de los maceteros de su Sala Común. ¡Eh! ¡Eso es trampa! El niño rió y escribió en su libreta. "Para mi muñeco de nieve, a ver cual es mejor ahora". Marcus se colocó los brazos en jarra y miró a Alice con la boca abierta. Vale, otro que se queda sin castañas. Para mí todas.
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Lo de la paloma le hizo demasiada gracia y empezó a reírse tanto que se le saltaban las lágrimas- ¿Ves? Eres experto en conseguir que me ría- Luego se hizo la ofendida cuando la llamaron impostora- ¡Encima que pienso en vosotros! ¡Pues ahora me vais a traer castañas cuando yo os lo ordene! Vaya con el equipo A...- terminó con una risita, que era ser de superioridad y salió de ternura.
Siempre que se quedaba a solas con Marcus, algo se agitaba dentro de ella. Y era un problema, porque llevaban pasando tiempo a solas toda la vida, pero si la Sala de los Menesteres había sido un antes y un después, el pasillo del cuarto piso les había marcado para siempre. Nunca había estado más convencida de que debían estar el uno con el otro, como fuera, y las palabras de Marcus se lo confirmaban- Soy experta en buscarle problemas a mi prefecto... A cualquier hora- dijo paladeando las palabras y alzando la mirada para mirarle cuando se acercó.
Sonrió y ladeó la cabeza. Sí, sabía que podían con Dylan, pero aun así sabía que lo hacía por verles felices, y aún no lograba entender ese empeño por lograrlo, como si tuviera algo que demostrar o algo que conseguir con ella. Iba a acariciarle la mejilla, llegó a subir la mano y todo, pero antes de llegar a su rostro se detuvo porque justo apareció Dylan, con las piedras y eso le hizo reír- Debería reñirte. Eso lo has cogido de las macetas, y las plantitas las necesitan- su hermano entornó los ojos y ella le pasó las manos por encima- Pero como es para picar a Marcus... Lo dejaré pasar- dijo con una carcajada final.
Se puso entre los dos y se enganchó a un brazo de cada uno- Marcus, si lo que quieres es comerte las castañas tú solo, cosa que a nadie le sorprende, deja de buscar excusas, lucha por ellas como el príncipe azul que eres- Dijo mirándole con una sonrisa y echando la cabeza para atrás. Avanzaron por los jardines nevados y dijo- Id cogiendo ramas que veáis para hacer el fuego y asar las castañas- Y sus dos caballeros, muy obedientes fueron cogiendo las ramas que ella iba señalando. En un momento Dylan se acercó a ella y señaló la ropa suya y de él- ¿Qué pasa con la ropa?- Luego señaló a Marcus y Gal tardó un momento en entender el hilo de pensamiento de su hermano- ¿Que qué nos vamos a poner en casa de Marcus?- ella también se lo había preguntado muy seriamente pero alzó las cejas y se encogió de hombros- Pregunta Dylan que qué se pone uno para la Nochebuena en casa de los O'Donnell. Tiene razón que los Gallia no somos lo más sofisticado del mundo. Además no echamos nada de gala en el baúl. Creímos que volveríamos a casa antes de ir a Francia.- justo en ese momento se acercaron a la linde y ya podía ver los castaños desde allí.
Siempre que se quedaba a solas con Marcus, algo se agitaba dentro de ella. Y era un problema, porque llevaban pasando tiempo a solas toda la vida, pero si la Sala de los Menesteres había sido un antes y un después, el pasillo del cuarto piso les había marcado para siempre. Nunca había estado más convencida de que debían estar el uno con el otro, como fuera, y las palabras de Marcus se lo confirmaban- Soy experta en buscarle problemas a mi prefecto... A cualquier hora- dijo paladeando las palabras y alzando la mirada para mirarle cuando se acercó.
Sonrió y ladeó la cabeza. Sí, sabía que podían con Dylan, pero aun así sabía que lo hacía por verles felices, y aún no lograba entender ese empeño por lograrlo, como si tuviera algo que demostrar o algo que conseguir con ella. Iba a acariciarle la mejilla, llegó a subir la mano y todo, pero antes de llegar a su rostro se detuvo porque justo apareció Dylan, con las piedras y eso le hizo reír- Debería reñirte. Eso lo has cogido de las macetas, y las plantitas las necesitan- su hermano entornó los ojos y ella le pasó las manos por encima- Pero como es para picar a Marcus... Lo dejaré pasar- dijo con una carcajada final.
Se puso entre los dos y se enganchó a un brazo de cada uno- Marcus, si lo que quieres es comerte las castañas tú solo, cosa que a nadie le sorprende, deja de buscar excusas, lucha por ellas como el príncipe azul que eres- Dijo mirándole con una sonrisa y echando la cabeza para atrás. Avanzaron por los jardines nevados y dijo- Id cogiendo ramas que veáis para hacer el fuego y asar las castañas- Y sus dos caballeros, muy obedientes fueron cogiendo las ramas que ella iba señalando. En un momento Dylan se acercó a ella y señaló la ropa suya y de él- ¿Qué pasa con la ropa?- Luego señaló a Marcus y Gal tardó un momento en entender el hilo de pensamiento de su hermano- ¿Que qué nos vamos a poner en casa de Marcus?- ella también se lo había preguntado muy seriamente pero alzó las cejas y se encogió de hombros- Pregunta Dylan que qué se pone uno para la Nochebuena en casa de los O'Donnell. Tiene razón que los Gallia no somos lo más sofisticado del mundo. Además no echamos nada de gala en el baúl. Creímos que volveríamos a casa antes de ir a Francia.- justo en ese momento se acercaron a la linde y ya podía ver los castaños desde allí.
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Ante esa respuesta volvió a mirar para los lados y se mojó los labios con una sonrisilla traviesa, antes de volver a mirarla y susurrar. Doy fe de ello. A cualquier hora y en cualquier parte... Si es que estaban los dos hablando de "problemas" en el mismo lenguaje, que podía jurar que sí, porque últimamente no usaban otro...
Observó divertido la escena entre los hermanos hasta que Alice dijo que, como era para picarle, daba igual. De nuevo en una teatrera ofensa, frunció los labios, giró la cabeza a otro lado como si intentara buscar comprensión en el infinito y negó. No me merezco este trato. Comentó melodramático. ¿Sabéis? Iba a enseñaros un encantamiento para hacer que el muñeco sonría solo, peeeero... Dylan puso cara de sorpresa y empezó a negar con energía, dándole incluso un par de sus piedras. Marcus soltó una carcajada. ¿Ahora me compras? Dylan se encogió de hombros. "Un hechizo vale más que un par de piedras". Marcus volvió a reír y se agachó junto a él para decirle bajito. Que no se entere tu hermana de eso.
Alice se enganchó de su brazo y del de su hermano y caminaron hacia las afueras del castillo. Hacía bastante frío, propio de diciembre y de que todo estuviera cubierto de nieve, por lo que se reajustó la bufanda al cuello. Y cuando la chica dijo lo del príncipe azul, automáticamente la miró con una sonrisilla, pasándose la lengua por las muelas. Imposible ignorar el cosquilleo que le había provocado eso. Yo que tú no me lanzaba un reto, ya sabes que los cumplo. Contrólate Marcus, que está el hermano delante. Agachó la cabeza dejando escapar una risa muda entre los dientes y siguió caminando. Ni se imaginaba Alice las cosas por las que sería él capaz de luchar... Y no eran precisamente castañas.
Se desprendió de su brazo y asintió con un gesto cortés de la cabeza, sin desdibujar su sonrisita ladeada. Como ordene la princesa. Dylan se rió un poquito y Marcus prefirió no entrar en más detalles, solo girarse y empezar a coleccionar ramas a golpe de varita. Llevaba ya un puñado de ellas, levitando cerca suya, cuando Alice se dirigió a él. Esbozó una expresión pensativa. Eemm pues no sé, solemos ponernos ropa de fiesta, lo normal de Navidad. Le quitó importancia con un gesto. Pero vaya, tampoco tenéis que ¡EH! ¡Alumnos en el Bosque Prohibido! Si es que no podía desatender sus obligaciones ni por un segundo.
Movió la varita con premura pero con la mayor suavidad que pudo, dejando caer las ramas sobre los brazos de Alice. Sujétame esto. Dijo ya con la atención totalmente puesta en aquellos dos, dirigiéndose allí a zancadas. Los alumnos le vieron venir e inmediatamente intentaron dar un salto hacia delante para estar en los límites de lo permitido, pero ni por esas. ¿Vosotros otra vez? Los de los explosivos y el Monstruoso Libro de los Monstruos. Se cruzó de brazos. ¿Qué es ahora? ¿También os ha mandado esto el profesor? Estamos en la linde. La linde está ahí. Señaló varios metros hacia atrás con la mano. ¡Pero si estamos al lado! ¡Y es de día! Se llama "el Bosque Prohibido", no "el Bosque Prohibido excepto si es de día". Venimos a poner en prácticas nuestros conocimientos. De nada sirve una asignatura como Cuidado de Criaturas Mágicas si no podemos... Para para para. Detuvo el discurso con un gesto de las manos y se las llevó al pecho. ¿Intentas manipularme alegando a los conocimientos? Porque te puedo asegurar que a este juego sé jugar yo mucho mejor que tú. No es una manipulación. Es la verdad. Al Bosque Prohibido NO se puede entrar. Pero la linde... ¿Sabes lo que significa la palabra "linde"? Estás en el Bosque Prohibido. Punto. Y como digo, no se puede entrar salvo que vayas acompañado de un profesor y en casos muy muy muy excepcionales. Y yo no veo aquí profesor por ninguna parte.
Creyó haber dado la conversación por finalizada con eso, pero no. Uno de ellos, el más espabilado y claramente portavoz de ambos, se cruzó de brazos y frunció el ceño. ¿Y tú que haces aquí? Las preguntas las hago yo. Bufaron con fastidio. ¡Ese libro es más peligroso que todo este bosque entero! ¿Otra vez con el libro? Preguntó anonadado. Hablad. Con. El profesor. ¡¡Que me tiene manía!! ¿El Profesor o el libro? Total, puestos a decir tonterías. El alumno rodó los ojos. Los dos. Antes de que Marcus pudiera contestar con hastío, prosiguió. No es seguro ni justo que nos den un libro de lectura obligatoria así. Es incoherente por parte del profesorado... Mira. Paró, porque de verdad que ese niño era muy insistente y... Vale, le recordaba un poquito a él. Pero no tenía ganas de escuchar a una versión más pequeña, repelente y irracional de sí mismo, ni quería perder el tiempo que tenía con Alice y Dylan en eso. Juntó las palmas de las manos y se inclinó un poco hacia los chicos, con una sonrisa protocolaria. Si no os gusta, poned una reclamación formal en el despacho del director. Los alumnos volvieron a bufar y ya se dieron por vencidos, largándose de allí.
Marcus se dirigió de nuevo a Alice y a Dylan, haciendo rodar los ojos. Ya sabéis. E hizo un par de gestos con las manos para indicar que de la linde no se pasaba. Lo que le faltaba era aguantar a esos críos diciendo "el prefecto nos ha regañado por algo que él ha hecho después". Emm, ¿de qué estábamos hablando? Pensó unos segundos. ¡Ah, ya! Si queréis podemos llegarnos cuando salgamos de Hogwarts a vuestra casa para que cojáis lo que queráis. Se encogió de hombros. Por mí no hay problema.
Observó divertido la escena entre los hermanos hasta que Alice dijo que, como era para picarle, daba igual. De nuevo en una teatrera ofensa, frunció los labios, giró la cabeza a otro lado como si intentara buscar comprensión en el infinito y negó. No me merezco este trato. Comentó melodramático. ¿Sabéis? Iba a enseñaros un encantamiento para hacer que el muñeco sonría solo, peeeero... Dylan puso cara de sorpresa y empezó a negar con energía, dándole incluso un par de sus piedras. Marcus soltó una carcajada. ¿Ahora me compras? Dylan se encogió de hombros. "Un hechizo vale más que un par de piedras". Marcus volvió a reír y se agachó junto a él para decirle bajito. Que no se entere tu hermana de eso.
Alice se enganchó de su brazo y del de su hermano y caminaron hacia las afueras del castillo. Hacía bastante frío, propio de diciembre y de que todo estuviera cubierto de nieve, por lo que se reajustó la bufanda al cuello. Y cuando la chica dijo lo del príncipe azul, automáticamente la miró con una sonrisilla, pasándose la lengua por las muelas. Imposible ignorar el cosquilleo que le había provocado eso. Yo que tú no me lanzaba un reto, ya sabes que los cumplo. Contrólate Marcus, que está el hermano delante. Agachó la cabeza dejando escapar una risa muda entre los dientes y siguió caminando. Ni se imaginaba Alice las cosas por las que sería él capaz de luchar... Y no eran precisamente castañas.
Se desprendió de su brazo y asintió con un gesto cortés de la cabeza, sin desdibujar su sonrisita ladeada. Como ordene la princesa. Dylan se rió un poquito y Marcus prefirió no entrar en más detalles, solo girarse y empezar a coleccionar ramas a golpe de varita. Llevaba ya un puñado de ellas, levitando cerca suya, cuando Alice se dirigió a él. Esbozó una expresión pensativa. Eemm pues no sé, solemos ponernos ropa de fiesta, lo normal de Navidad. Le quitó importancia con un gesto. Pero vaya, tampoco tenéis que ¡EH! ¡Alumnos en el Bosque Prohibido! Si es que no podía desatender sus obligaciones ni por un segundo.
Movió la varita con premura pero con la mayor suavidad que pudo, dejando caer las ramas sobre los brazos de Alice. Sujétame esto. Dijo ya con la atención totalmente puesta en aquellos dos, dirigiéndose allí a zancadas. Los alumnos le vieron venir e inmediatamente intentaron dar un salto hacia delante para estar en los límites de lo permitido, pero ni por esas. ¿Vosotros otra vez? Los de los explosivos y el Monstruoso Libro de los Monstruos. Se cruzó de brazos. ¿Qué es ahora? ¿También os ha mandado esto el profesor? Estamos en la linde. La linde está ahí. Señaló varios metros hacia atrás con la mano. ¡Pero si estamos al lado! ¡Y es de día! Se llama "el Bosque Prohibido", no "el Bosque Prohibido excepto si es de día". Venimos a poner en prácticas nuestros conocimientos. De nada sirve una asignatura como Cuidado de Criaturas Mágicas si no podemos... Para para para. Detuvo el discurso con un gesto de las manos y se las llevó al pecho. ¿Intentas manipularme alegando a los conocimientos? Porque te puedo asegurar que a este juego sé jugar yo mucho mejor que tú. No es una manipulación. Es la verdad. Al Bosque Prohibido NO se puede entrar. Pero la linde... ¿Sabes lo que significa la palabra "linde"? Estás en el Bosque Prohibido. Punto. Y como digo, no se puede entrar salvo que vayas acompañado de un profesor y en casos muy muy muy excepcionales. Y yo no veo aquí profesor por ninguna parte.
Creyó haber dado la conversación por finalizada con eso, pero no. Uno de ellos, el más espabilado y claramente portavoz de ambos, se cruzó de brazos y frunció el ceño. ¿Y tú que haces aquí? Las preguntas las hago yo. Bufaron con fastidio. ¡Ese libro es más peligroso que todo este bosque entero! ¿Otra vez con el libro? Preguntó anonadado. Hablad. Con. El profesor. ¡¡Que me tiene manía!! ¿El Profesor o el libro? Total, puestos a decir tonterías. El alumno rodó los ojos. Los dos. Antes de que Marcus pudiera contestar con hastío, prosiguió. No es seguro ni justo que nos den un libro de lectura obligatoria así. Es incoherente por parte del profesorado... Mira. Paró, porque de verdad que ese niño era muy insistente y... Vale, le recordaba un poquito a él. Pero no tenía ganas de escuchar a una versión más pequeña, repelente y irracional de sí mismo, ni quería perder el tiempo que tenía con Alice y Dylan en eso. Juntó las palmas de las manos y se inclinó un poco hacia los chicos, con una sonrisa protocolaria. Si no os gusta, poned una reclamación formal en el despacho del director. Los alumnos volvieron a bufar y ya se dieron por vencidos, largándose de allí.
Marcus se dirigió de nuevo a Alice y a Dylan, haciendo rodar los ojos. Ya sabéis. E hizo un par de gestos con las manos para indicar que de la linde no se pasaba. Lo que le faltaba era aguantar a esos críos diciendo "el prefecto nos ha regañado por algo que él ha hecho después". Emm, ¿de qué estábamos hablando? Pensó unos segundos. ¡Ah, ya! Si queréis podemos llegarnos cuando salgamos de Hogwarts a vuestra casa para que cojáis lo que queráis. Se encogió de hombros. Por mí no hay problema.
Merci Prouvaire!
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Do you want to build a snowman? CON Marcus EN Gran Comedor A LAS 13:00H, 2 de diciembre |
Puso una sonrisilla traviesa a lo de los retos- Ya sabes que me encantan. Y eres tú el que los busca, prefecto, a mí no me engañas- Iba a responder a lo de la ropa, pensando que no tenía muchas cosas donde elegir... ¿Quizá podría buscar un vestido de su madre? Se ajustó la bufanda y resopló, viendo como salía vaho, cuando, entre la neblina, vio a Marcus abalanzarle las ramas, y sus débiles brazos casi las dejan caer. Las hechizó y de paso puso las de Dylan también todas juntas. Su hermano aprovechó y escribió "¿Qué le pasa?". Gal cambió la expresión a una burlona- Que el ojo del prefecto no descansa, patito- "Creo que no se me daría bien ser prefecto" eso hizo que ella soltara una carcajada sincera, mientras dejaba las ramitas en un área despejada, donde pensaba hacer el asado- Hubieras sido el primer Gallia en serlo. Oye, mira, para echar broncas no servirías pero con lo silencioso que eres pillarías a más de uno- Y Dylan sonrió, asintiendo satisfecho.
Se acercó a Marcus y se apoyó en su hombro, cruzando las manos- A ver, os voy a echar una mano. Primero: los alumnos mayores de Ravenclaw son más listos que vosotros. Tenedlo claro. Segundo: negarlo siempre es peor. Tercero- dijo separándose de él y dirigiendo por los hombros a los chavales en dirección contraria- Para los prefectos la linde es la linde. No cerca de la linde, o casi dentro. No. La tienen medida mentalmente- dijo asintiendo lentamente con la cabeza y mirando a los ojos a los alumnos- Y cuarto pero no menos importante- puso voz de "es evidente"- No dejéis que os pillen, pardillos. Si nadie lo sabe, no ha ocurrido- dijo levantando las manos- Y ahora aceptad vuestra derrota, y al castillo.
Volvió con Marcus y Dylan y asintió con la cabeza y una sonrisa a Marcus. Esta vez sí que extendió la mano y acarició su mejilla- Sí, c...- ¿Había estado a punto de llamarle cariño? Pues sí, por lo visto sí. reculó rápido- Marcus, sí. La linde. No te preocupes, nos quedamos aquí... Bueno, al menos yo. Vosotros vais a traerme las castañas- se dio la vuelta levantando los dedos índices y con voz de expectación- Y... Ese es el primer reto. A ver quien me trae más y más rápido. Mientras, voy a hacer el fuego- Se giró hacia el suelo y sacó la varita- ¡Defodio!- admiró el agujero- ¡Oh! Mira qué circulo tan perfecto me ha salido- dijo con una sonrisilla satisfecha. Dejó caer las maderas dentro y lanzó- ¡Incendio!- Y en cuanto prendieron todas las ramas cogió nieve las manos y la lanzó encima para crear brasas donde poder dejar las castañas sin que se quemaran- ¡Estoy esperando, caballeros!- dijo al aire, aunque les estaba dando la espalda.
Se acercó a Marcus y se apoyó en su hombro, cruzando las manos- A ver, os voy a echar una mano. Primero: los alumnos mayores de Ravenclaw son más listos que vosotros. Tenedlo claro. Segundo: negarlo siempre es peor. Tercero- dijo separándose de él y dirigiendo por los hombros a los chavales en dirección contraria- Para los prefectos la linde es la linde. No cerca de la linde, o casi dentro. No. La tienen medida mentalmente- dijo asintiendo lentamente con la cabeza y mirando a los ojos a los alumnos- Y cuarto pero no menos importante- puso voz de "es evidente"- No dejéis que os pillen, pardillos. Si nadie lo sabe, no ha ocurrido- dijo levantando las manos- Y ahora aceptad vuestra derrota, y al castillo.
Volvió con Marcus y Dylan y asintió con la cabeza y una sonrisa a Marcus. Esta vez sí que extendió la mano y acarició su mejilla- Sí, c...- ¿Había estado a punto de llamarle cariño? Pues sí, por lo visto sí. reculó rápido- Marcus, sí. La linde. No te preocupes, nos quedamos aquí... Bueno, al menos yo. Vosotros vais a traerme las castañas- se dio la vuelta levantando los dedos índices y con voz de expectación- Y... Ese es el primer reto. A ver quien me trae más y más rápido. Mientras, voy a hacer el fuego- Se giró hacia el suelo y sacó la varita- ¡Defodio!- admiró el agujero- ¡Oh! Mira qué circulo tan perfecto me ha salido- dijo con una sonrisilla satisfecha. Dejó caer las maderas dentro y lanzó- ¡Incendio!- Y en cuanto prendieron todas las ramas cogió nieve las manos y la lanzó encima para crear brasas donde poder dejar las castañas sin que se quemaran- ¡Estoy esperando, caballeros!- dijo al aire, aunque les estaba dando la espalda.
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Do you want to build a snowman? CON Alice EN Gran Comedor A LAS 13:00H, 2 de diciembre |
Alice se le había acercado cuando él ya estaba echando humo y empezó a enumerar. Iba a decir que estaba orgulloso de su compañera no-prefecta y que podría haberlo sido (como tantas veces le insistió en su momento en una utópica idea de que Alice pudiera volverse una alumna modélica amante de las normas), cuando el mensaje empezó a gustarle cada vez menos. Fue progresivamente frunciendo el ceño y girando el rostro para mirarla. Ya lo cuarto fue lo que le quedaba por oír. ¡Sí ha ocurrido! Rebatió, mirando a esos dos elementos que tenían cara de estar pensándoselo. Ah, a él no le escuchaban pero a ella sí, ¿no? Genial todo. Incumplir la ley lleva al caos y a la anarquía, y las sociedades así no se sustentan. Hay que cumplir las normas. Te pillen o no. Y eso último lo dijo mirando a Alice. Venga. Andando al castillo. Y ya sí se fueron.
Se giró hacia Alice con los brazos cruzados y el ceño fruncido. ¿En serio? ¿"Si nadie lo sabe no ha ocurrido"? ¿Ese es el mensaje que quieres dar a las generaciones venideras? El Marcus dramático había salido a flote. Ya iba a echar a arder Hogwarts porque Alice le había dicho a dos chavales que fueran más listos que la autoridad competente. ¡Esto no es un capricho! ¡Es el bosque prohibido! Es peligroso, si les instas a que no digan nada, vendrán a escondidas y puede hacerles daño una criatura, y que nadie se entere, y que acabemos el año de luto... Había empezado con una perorata que hubiera sido mucho más larga si no fuera porque reparó en que Dylan estaba por allí mirándole con ojitos de cachorro. Miró a otro lado, soltó un poco de aire y miró al chico. Ey, ¿podrías decirme cuantos árboles fuera del bosque prohibido tienen castañas? De esos de allí. Señaló y el niño, obedientemente, se giró y empezó a contar mentalmente. Marcus aprovechó el momento para acercarse a Alice. Y se me ocurren varias cosas que nadie sabe y sí han ocurrido, chica problemática. Susurró con una mezcla entre altanería y seducción, esbozando una sonrisilla y dirigiéndose a Dylan para ver cuántos árboles había contado.
Se colocó las manos en las caderas y la miró con la cabeza ladeada. Como mande la princesa. Anda que había tardado en repartir las tareas, pero tampoco pensaba quejarse de eso porque le daba pie para jugar con el chico. Le miró y arqueó un par de veces las cejas. Este le devolvía una mirada ilusionada, pero Marcus no iba a quedarse ahí, por supuesto que no. ¿Preparado para perder, Dylan? Ah, eso estaba mejor. La mirada de ilusión se había teñido de orgullo y desafío, frunciéndole el ceño y tardando apenas segundos en salir corriendo hacia los árboles. Marcus se giró a Alice con los labios fruncidos en una sonrisilla y arqueando varias veces las cejas. No se movió de allí mientras Dylan corría y empezaba a recolectar sus primeras castañas, muy seguro de sí mismo. Sí, perfecto. Corroboró orgulloso, mirando a la hoguera. Volvió a girarse hacia Dylan, que ya tenía un buen puñado en las manos entre las que conseguía del suelo, las que obtenía al zarandear el árbol y las que alcanzaba trepando, porque como buen tejón parecía no tener problemas para trepar.
Marcus se acercó a los más cercanos que aún conservaban algunas castañas sueltas que Dylan no había conseguido coger y, con un movimiento de varita, las hizo descender hasta sus manos con total tranquilidad mientras el niño se dejaba la piel recolectando. Cuando escuchó a Alice apremiar, se giró hacia ella con una expresión burlona e hizo un gesto con las manos. Tranquilidad. Paciencia. Estamos en proceso. "Estamos". A Dylan casi se le caían de las manos y él apenas tenía dos o tres. ¿Cómo vas, colega? Preguntó en la distancia, justo a tiempo para verle volver a la carrera, ilusionado. Marcus se puso en su camino y Dylan frenó en seco para no comérselo. Wowow, cuantas castañas, ¿a ver? Estiró el cuello para ver los frutos y, moviendo rápidamente la varita, el grupito de castañas salió levitando de las manos del niño y se colocó en el aire a la suficiente distancia como para que el otro, indignado, no llegara. Los tejones recolectan y las águilas se lo llevan volando. Bromeó. Dylan puso expresión de enfado, mirándole con los puños cerrados, y Marcus se agachó, dejando una rodilla apoyada en la nieve, para ponerse a su altura, sin dejar de hacer levitar las castañas. Te dije que te habías aliado con el Ravenclaw equivocado.
Pero en ese momento el niño cambió la expresión y Marcus frunció el ceño. Estaba señalando algo detrás de él con la boca muy abierta y una expresión entre sorprendida y preocupada. Algo había visto. El Ravenclaw desdibujó la burla de su rostro y se giró automáticamente en la dirección que Dylan le señalaba... Pero no veía nada raro, por más que escudriñaba. No le dio tiempo a reaccionar, porque escuchó una risita tras él seguida inmediatamente de un helor bajando por su espalda. El muy traidor le había metido una bola de nieve por la túnica. Marcus ahogó un suspiro de frío, sintiendo como se le helaba el cuerpo y arqueando la espalda, y del propio sobresalto, aunque no soltó la varita, perdió la concentración y, por tanto, todas las castañas que hacía levitar cayeron a la nieve. El niño no tardó ni un segundo en recolectarlas como un loco y correr con ellas en la mano hacia su hermana. Serás... Se la había jugado pero bien... Y se lo merecía, la verdad. Pero se las iba a pagar. Ya ves que sí.
Salió corriendo tras él y, justo cuando se acercaba a Alice, le agarró de la cintura y le derribó, cayendo los dos a la nieve y saliendo de nuevo las castañas volando. ¡Pequeño traidor! El niño empezó a reírse y, revolviéndose, volvió a ponerle un puñado de nieve en el cuello. ¡¡Ahhh que frío está esto!! Chilló con voz aguda y ahogada, arqueándose de nuevo y notando como le bajaba el agua helada por la espalda. Y demostrando mucha madurez y tener seis años más que el otro, él también cogió un puñado de nieve y se lo estrelló en el pelo. El niño se echó a reír y los dos iniciaron un infantil forcejeo en la nieve. ¡Agresión a la autoridad! ¡Agresión a la autoridad! Empezó a hacerle cosquillas sin poder evitar carcajearse, mientras el otro se desternillaba. ¡Alice, mira tu hermano! Así vas mal, se lo voy a decir al prefecto de tu casa. Siguió haciéndole cosquillas mientras Dylan pataleaba, levantando nieve con los pies y echándosela encima a Marcus. ¡En primero y ya agrediendo a los prefectos! ¡Qué mal camino llevas, Dylan, qué mal camino!
Se giró hacia Alice con los brazos cruzados y el ceño fruncido. ¿En serio? ¿"Si nadie lo sabe no ha ocurrido"? ¿Ese es el mensaje que quieres dar a las generaciones venideras? El Marcus dramático había salido a flote. Ya iba a echar a arder Hogwarts porque Alice le había dicho a dos chavales que fueran más listos que la autoridad competente. ¡Esto no es un capricho! ¡Es el bosque prohibido! Es peligroso, si les instas a que no digan nada, vendrán a escondidas y puede hacerles daño una criatura, y que nadie se entere, y que acabemos el año de luto... Había empezado con una perorata que hubiera sido mucho más larga si no fuera porque reparó en que Dylan estaba por allí mirándole con ojitos de cachorro. Miró a otro lado, soltó un poco de aire y miró al chico. Ey, ¿podrías decirme cuantos árboles fuera del bosque prohibido tienen castañas? De esos de allí. Señaló y el niño, obedientemente, se giró y empezó a contar mentalmente. Marcus aprovechó el momento para acercarse a Alice. Y se me ocurren varias cosas que nadie sabe y sí han ocurrido, chica problemática. Susurró con una mezcla entre altanería y seducción, esbozando una sonrisilla y dirigiéndose a Dylan para ver cuántos árboles había contado.
Se colocó las manos en las caderas y la miró con la cabeza ladeada. Como mande la princesa. Anda que había tardado en repartir las tareas, pero tampoco pensaba quejarse de eso porque le daba pie para jugar con el chico. Le miró y arqueó un par de veces las cejas. Este le devolvía una mirada ilusionada, pero Marcus no iba a quedarse ahí, por supuesto que no. ¿Preparado para perder, Dylan? Ah, eso estaba mejor. La mirada de ilusión se había teñido de orgullo y desafío, frunciéndole el ceño y tardando apenas segundos en salir corriendo hacia los árboles. Marcus se giró a Alice con los labios fruncidos en una sonrisilla y arqueando varias veces las cejas. No se movió de allí mientras Dylan corría y empezaba a recolectar sus primeras castañas, muy seguro de sí mismo. Sí, perfecto. Corroboró orgulloso, mirando a la hoguera. Volvió a girarse hacia Dylan, que ya tenía un buen puñado en las manos entre las que conseguía del suelo, las que obtenía al zarandear el árbol y las que alcanzaba trepando, porque como buen tejón parecía no tener problemas para trepar.
Marcus se acercó a los más cercanos que aún conservaban algunas castañas sueltas que Dylan no había conseguido coger y, con un movimiento de varita, las hizo descender hasta sus manos con total tranquilidad mientras el niño se dejaba la piel recolectando. Cuando escuchó a Alice apremiar, se giró hacia ella con una expresión burlona e hizo un gesto con las manos. Tranquilidad. Paciencia. Estamos en proceso. "Estamos". A Dylan casi se le caían de las manos y él apenas tenía dos o tres. ¿Cómo vas, colega? Preguntó en la distancia, justo a tiempo para verle volver a la carrera, ilusionado. Marcus se puso en su camino y Dylan frenó en seco para no comérselo. Wowow, cuantas castañas, ¿a ver? Estiró el cuello para ver los frutos y, moviendo rápidamente la varita, el grupito de castañas salió levitando de las manos del niño y se colocó en el aire a la suficiente distancia como para que el otro, indignado, no llegara. Los tejones recolectan y las águilas se lo llevan volando. Bromeó. Dylan puso expresión de enfado, mirándole con los puños cerrados, y Marcus se agachó, dejando una rodilla apoyada en la nieve, para ponerse a su altura, sin dejar de hacer levitar las castañas. Te dije que te habías aliado con el Ravenclaw equivocado.
Pero en ese momento el niño cambió la expresión y Marcus frunció el ceño. Estaba señalando algo detrás de él con la boca muy abierta y una expresión entre sorprendida y preocupada. Algo había visto. El Ravenclaw desdibujó la burla de su rostro y se giró automáticamente en la dirección que Dylan le señalaba... Pero no veía nada raro, por más que escudriñaba. No le dio tiempo a reaccionar, porque escuchó una risita tras él seguida inmediatamente de un helor bajando por su espalda. El muy traidor le había metido una bola de nieve por la túnica. Marcus ahogó un suspiro de frío, sintiendo como se le helaba el cuerpo y arqueando la espalda, y del propio sobresalto, aunque no soltó la varita, perdió la concentración y, por tanto, todas las castañas que hacía levitar cayeron a la nieve. El niño no tardó ni un segundo en recolectarlas como un loco y correr con ellas en la mano hacia su hermana. Serás... Se la había jugado pero bien... Y se lo merecía, la verdad. Pero se las iba a pagar. Ya ves que sí.
Salió corriendo tras él y, justo cuando se acercaba a Alice, le agarró de la cintura y le derribó, cayendo los dos a la nieve y saliendo de nuevo las castañas volando. ¡Pequeño traidor! El niño empezó a reírse y, revolviéndose, volvió a ponerle un puñado de nieve en el cuello. ¡¡Ahhh que frío está esto!! Chilló con voz aguda y ahogada, arqueándose de nuevo y notando como le bajaba el agua helada por la espalda. Y demostrando mucha madurez y tener seis años más que el otro, él también cogió un puñado de nieve y se lo estrelló en el pelo. El niño se echó a reír y los dos iniciaron un infantil forcejeo en la nieve. ¡Agresión a la autoridad! ¡Agresión a la autoridad! Empezó a hacerle cosquillas sin poder evitar carcajearse, mientras el otro se desternillaba. ¡Alice, mira tu hermano! Así vas mal, se lo voy a decir al prefecto de tu casa. Siguió haciéndole cosquillas mientras Dylan pataleaba, levantando nieve con los pies y echándosela encima a Marcus. ¡En primero y ya agrediendo a los prefectos! ¡Qué mal camino llevas, Dylan, qué mal camino!
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Do you want to build a snowman? CON Marcus EN Gran Comedor A LAS 13:00H, 2 de diciembre |
Decir que no había previsto la reacción de Marcus sería mentir. Se rio sin parar y entornó los ojos- ¡Uh sí! Ravenclaw va a convertirse en un soviet si los niños siguen así- Jugó con la nieve entre los pies asintiendo a todo- Sí, Marcus, perdóname, no volveré a inmiscuirme en tus sacrosantas enseñanzas de prefecto- dijo con una sonrisa y parpadeando como una mariposa. Iba a volverse a vigilar el fuego cuando se dio cuenta de que Marcus se estaba quitando a Dylan de encima. Pero el niño estaba tan obnubilado con él que se fue derechito a hacer lo que le había dicho. Ella se quedó de espaldas y se giró en el último momento, encontrándose con aquella sonrisa que hacía que se le acelerara el corazón, y le hacía sonreír de vuelta. Puso esa voz aterciopelada que solo le salía con él- Sí han ocurrido. Y... Yo diría que debe contar para algo que lo sepa mi prefecto ¿no?- dijo apartándose con una sonrisilla y dirigiéndose hacia el fuego.
Se giró y asistió a la pelea de su hermano y Marcus con gran deleite. Sabía que Marcus odiaba que lo mojaran. Se sentó en una piedra riéndose, cogiendo las castañas que habían salido volando y, una por una, varita en mano, fue haciendo un Diffindo en medio de cada castaña y echándolas al fuego mientras seguía riendo y negando con la cabeza- Marcus has intentado hacerle trampas a un niño ¿Que dirán de ti en el club de honor de prefectos? ¿No juráis sobre las Leyes de Merlín ser siempre honestos o algo así?- Se levantó se acercó a pesar de la tormenta de nieve que estaba generando su hermano a base de patadas- ¡Pero tú!- dijo agarrando bajo los brazos a su hermano y elevándolo como podía, que no era mucho- ¡Siempre acabas como un bichillo sobre nosotros! ¡Y ya pesas mucho!
Entonces su hermano tiró de ella de un brazo y rodó por la nieve, y Gal cayó sobre Marcus, quedándose un poco sin aire pero riendo alegremente. Alargó el brazo, sin quitarse de encima de Marcus del todo y arrastró a Dylan por la nieve hasta que puso la cabeza rubia de su hermano al lado de ellos y le pasó el brazo cruzado por encima, agarrándolo- ¡Ahora, Marcus!- y empezó con la otra mano a echar nieve por encima de sus rizos rubios. Así estaban, entre risas, abrazados los tres cuando lo oyó, y el corazón le dio el vuelco más grande que nunca le había dado- ¡Alice! ¡Marcus! ¡Ya vale!- y siguió riéndose. Pero Gal se incorporó y se puso de rodillas mirándole. Le agarró de las mejillas con los ojos vidriosos y una sonrisa- ¡Dylan! ¡Dylan has hablado!- su hermano alzó las cejas y bajó la mirada, encogiendo los hombros- Porque ahora soy feliz- Ella tiró del brazo de su hermano para ponerlo en su pecho y abrazar su cabeza y estrecharle contra sí- Yo sí que soy feliz- Su hermano se separó, se señaló la boca y luego negó con el dedo- Ya, ya, ya lo sé pero hacía años que no te oía hablar- volvió a acariciarle las mejillas con dos lágrimas cayendo- Ahora sé que hay una forma de hacerte hablar y lo voy a conseguir. Mi patito- tiró de su cara y le dio un beso en la mejilla.
Dylan rebuscó entre sus cosas y escribió "¿Ese era el premio por las castañas?" Gal asintió con una sonrisa limpiándose las lágrimas. Su hermano volvió a escribir "Dale otro a Marcus. Se lo ha ganado. Me ha hecho hablar" Ella amplió la sonrisa y se inclinó de nuevo, arrastrándose hasta donde él estaba y cogió su barbilla también, acercándose su mejilla a sus labios, quedándose mirándole un momento cuando se separaron llena de gratitud, de amor, de todo lo que le salía del corazón directamente. Luego se secó otra lágrima y se levantó tirando de Dylan- Ven aquí anda, vamos a secarnos, que las castañas ya van a estar y no quiero que nos resfriemos- Y pronunció el hechizo mientras hacia rodar a su hermano sobre sí mismo y llegar a todos los recovecos.
Se giró y asistió a la pelea de su hermano y Marcus con gran deleite. Sabía que Marcus odiaba que lo mojaran. Se sentó en una piedra riéndose, cogiendo las castañas que habían salido volando y, una por una, varita en mano, fue haciendo un Diffindo en medio de cada castaña y echándolas al fuego mientras seguía riendo y negando con la cabeza- Marcus has intentado hacerle trampas a un niño ¿Que dirán de ti en el club de honor de prefectos? ¿No juráis sobre las Leyes de Merlín ser siempre honestos o algo así?- Se levantó se acercó a pesar de la tormenta de nieve que estaba generando su hermano a base de patadas- ¡Pero tú!- dijo agarrando bajo los brazos a su hermano y elevándolo como podía, que no era mucho- ¡Siempre acabas como un bichillo sobre nosotros! ¡Y ya pesas mucho!
Entonces su hermano tiró de ella de un brazo y rodó por la nieve, y Gal cayó sobre Marcus, quedándose un poco sin aire pero riendo alegremente. Alargó el brazo, sin quitarse de encima de Marcus del todo y arrastró a Dylan por la nieve hasta que puso la cabeza rubia de su hermano al lado de ellos y le pasó el brazo cruzado por encima, agarrándolo- ¡Ahora, Marcus!- y empezó con la otra mano a echar nieve por encima de sus rizos rubios. Así estaban, entre risas, abrazados los tres cuando lo oyó, y el corazón le dio el vuelco más grande que nunca le había dado- ¡Alice! ¡Marcus! ¡Ya vale!- y siguió riéndose. Pero Gal se incorporó y se puso de rodillas mirándole. Le agarró de las mejillas con los ojos vidriosos y una sonrisa- ¡Dylan! ¡Dylan has hablado!- su hermano alzó las cejas y bajó la mirada, encogiendo los hombros- Porque ahora soy feliz- Ella tiró del brazo de su hermano para ponerlo en su pecho y abrazar su cabeza y estrecharle contra sí- Yo sí que soy feliz- Su hermano se separó, se señaló la boca y luego negó con el dedo- Ya, ya, ya lo sé pero hacía años que no te oía hablar- volvió a acariciarle las mejillas con dos lágrimas cayendo- Ahora sé que hay una forma de hacerte hablar y lo voy a conseguir. Mi patito- tiró de su cara y le dio un beso en la mejilla.
Dylan rebuscó entre sus cosas y escribió "¿Ese era el premio por las castañas?" Gal asintió con una sonrisa limpiándose las lágrimas. Su hermano volvió a escribir "Dale otro a Marcus. Se lo ha ganado. Me ha hecho hablar" Ella amplió la sonrisa y se inclinó de nuevo, arrastrándose hasta donde él estaba y cogió su barbilla también, acercándose su mejilla a sus labios, quedándose mirándole un momento cuando se separaron llena de gratitud, de amor, de todo lo que le salía del corazón directamente. Luego se secó otra lágrima y se levantó tirando de Dylan- Ven aquí anda, vamos a secarnos, que las castañas ya van a estar y no quiero que nos resfriemos- Y pronunció el hechizo mientras hacia rodar a su hermano sobre sí mismo y llegar a todos los recovecos.
Merci Prouvaire!
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¡Muy graciosa! Contestó a Alice mientras intentaba zafarse de los ataques de Dylan, espantando la nieve que el niño estaba echando a volar con los pies. Tú búrlate, pero no tienes ni idea de AAAAHHH POR DIOS. Soltó con voz aguda, conteniendo la respiración por la nieve helada que ahora le bajaba por el vientre. Había vuelto a cometer el error de bajar la guardia con Dylan y todo por corregir a Alice. Algún día Marcus aprendería a que a veces la supervivencia estaba por encima de corregir a la gente.
Se extendió en la nieve como una estrella de mar, jadeando como si hubiera corrido durante horas alrededor del castillo cuando Alice le quitó a su hermano de encima. ¡Eso! Dijo casi ahogado porque no se podía callar, y porque a pesar de estar agotado se lo estaba pasando bomba, así que quería seguir provocándole. Porque a Dylan daba gusto provocarlo, esa risita musical era demasiado contagiosa. ¡Eres un traidorcillo pesado! Y sin verlo venir, Alice se le cayó encima. Por un momento no reaccionó, solo se quedó sin respirar e intentando apartar las manos. Ni que no hubieran hecho eso en la playa mil veces con Dylan delante, pero... No habían pasado otras cosas en aquellos momentos, y por un instante temió que el niño lo notara. Pero Dylan no estaba para nada en esas, y parecía que Alice tampoco, así que Marcus volvió al modo batalla de nieve, echándose a reír cuando vio como lo arrastraba.
Empezaron a lanzarle nieve sin piedad. ¡Así hacemos muñecos de nieve los O'Donnell! ¡Enterrando niños traidores! Bramó entre risas, sin dejar de echar nieve ni aunque estuviera ya al borde del desmayo por tanta pelea. Y entonces lo escuchó. Se quedó petrificado en el acto, dejó de echar nieve y el tiempo, el mundo, la vida, todo pareció detenerse, hasta su corazón. Cuando pudo reaccionar se puso de rodillas en la nieve mirando a Dylan totalmente atónito, ni se había dado cuenta de que Alice se le había quitado de encima porque solo podía mirar al niño. ¿Has...? Empezó con voz temblorosa, casi en un impulso, pero no pudo continuar. Había hablado. Dylan... Había hablado. Ni siquiera recordaba como era su voz, de hecho estaba un poco cambiada desde la última vez que recordaba haberla oído, porque era mucho más pequeño. Alice reaccionó con la sorpresa más absoluta pero Marcus seguía sin palabras, incapaz de reaccionar. Y su corazón dio un violento vuelco cuando le escuchó decir una frase más: "porque ahora soy feliz". Le brillaron los ojos y miró a Alice, sonriendo emocionado, sin ser capaz aún de hablar.
Alice estaba llorando de felicidad mientras abrazaba a Dylan, que acababa de hablar por primera vez en años, y Marcus estaba aún de rodillas en la nieve, mirándoles a ambos con el corazón acelerado más por la emoción que por el esfuerzo de la pelea. Se pasó las manos por el pelo y soltó un poco de aire. Eso... Eso había sido increíble. Sacudió un poco la cabeza para recentrarse porque estaba bastante aturdido cuando Dylan tomó la libreta y volvió a escribir, leyendo lo que decía. Rió un poco, mirando por inercia las castañas que habían regado por ahí, alguna de las cuales Alice había logrado rescatar y echar al fuego, pero Dylan volvió a escribir. "Dale otro a Marcus. Se lo ha ganado. Me ha hecho hablar". Se quedó petrificado de nuevo. No lo esperaba. Esa frase le había llegado directa al alma, tanto que debía notársele en los ojos, porque ahora su mirada estaba vidriosa. Miró a Alice sin dar crédito todavía de lo que estaba pasando, con una sonrisa un tanto sobrepasada, y recibió el beso en la mejilla, poniéndose absurdamente colorado. A estas alturas...
Echó un poco de aire en una carcajada muda y respiró para evitar que se le cayeran las lágrimas, porque Dylan acababa de decir que era feliz y si después de a su hermana le veía a él llorando iba a pensar que se habían vuelto locos, o a sentirse mal y arrepentirse de haber hablado, así que tragó saliva y recompuso la mejor de sus sonrisas, tratando por todos los medios de volver al punto en el que estaba antes de que el chico les diera esa sorpresa. Se quedó unos instantes mirando como Alice secaba a Dylan (recordó en ese momento que estaba empapado y helado, porque hasta eso se le había ido) y miró las castañas. Echó un par de ellas más que encontró por la nieve al fuego y se levantó, acercándose al chico, que ya estaba terminando su proceso de secado. ¿Sabes qué, colega? Dijo, revolviéndole los rizos, con la voz aún un tanto quebrada por la emoción contenida. Has ganado el reto. Hizo una reverencia, haciendo como que se quitaba un sombrero imaginario. Enhorabuena. Le colocó las manos en los hombros con suavidad y le llevó hasta el borde de la hoguera, dejando que se sentara y diciéndole. Las mejores castañas para ti, las más gorditas. Cómete todas las que quieras. Te entierro en castañas, le faltó decir. Al fin y al cabo yo ya me he hinchado de comer. El chico miró la hoguera con una sonrisita y, ayudado de su varita, fue sacando las castañas que mas le gustaron.
Mientras tanto, Marcus esperó a que la chica se sentara también y él hizo lo mismo a su otro lado, para no ponerse entre ella y su hermano. La miró sin poder disimular la sonrisa y sacó una de las castañas que vio con mejor pinta de la hoguera, dándosela a Alice. Llevó su pulgar a la mejilla de la chica, aún un tanto brillante por los restos de las lágrimas, con esa adoración que le tenía. Te dije que este sería nuestro año. Chocó levemente su hombro con el de ella y añadió en un susurro. Juntos todo es posible.
Se extendió en la nieve como una estrella de mar, jadeando como si hubiera corrido durante horas alrededor del castillo cuando Alice le quitó a su hermano de encima. ¡Eso! Dijo casi ahogado porque no se podía callar, y porque a pesar de estar agotado se lo estaba pasando bomba, así que quería seguir provocándole. Porque a Dylan daba gusto provocarlo, esa risita musical era demasiado contagiosa. ¡Eres un traidorcillo pesado! Y sin verlo venir, Alice se le cayó encima. Por un momento no reaccionó, solo se quedó sin respirar e intentando apartar las manos. Ni que no hubieran hecho eso en la playa mil veces con Dylan delante, pero... No habían pasado otras cosas en aquellos momentos, y por un instante temió que el niño lo notara. Pero Dylan no estaba para nada en esas, y parecía que Alice tampoco, así que Marcus volvió al modo batalla de nieve, echándose a reír cuando vio como lo arrastraba.
Empezaron a lanzarle nieve sin piedad. ¡Así hacemos muñecos de nieve los O'Donnell! ¡Enterrando niños traidores! Bramó entre risas, sin dejar de echar nieve ni aunque estuviera ya al borde del desmayo por tanta pelea. Y entonces lo escuchó. Se quedó petrificado en el acto, dejó de echar nieve y el tiempo, el mundo, la vida, todo pareció detenerse, hasta su corazón. Cuando pudo reaccionar se puso de rodillas en la nieve mirando a Dylan totalmente atónito, ni se había dado cuenta de que Alice se le había quitado de encima porque solo podía mirar al niño. ¿Has...? Empezó con voz temblorosa, casi en un impulso, pero no pudo continuar. Había hablado. Dylan... Había hablado. Ni siquiera recordaba como era su voz, de hecho estaba un poco cambiada desde la última vez que recordaba haberla oído, porque era mucho más pequeño. Alice reaccionó con la sorpresa más absoluta pero Marcus seguía sin palabras, incapaz de reaccionar. Y su corazón dio un violento vuelco cuando le escuchó decir una frase más: "porque ahora soy feliz". Le brillaron los ojos y miró a Alice, sonriendo emocionado, sin ser capaz aún de hablar.
Alice estaba llorando de felicidad mientras abrazaba a Dylan, que acababa de hablar por primera vez en años, y Marcus estaba aún de rodillas en la nieve, mirándoles a ambos con el corazón acelerado más por la emoción que por el esfuerzo de la pelea. Se pasó las manos por el pelo y soltó un poco de aire. Eso... Eso había sido increíble. Sacudió un poco la cabeza para recentrarse porque estaba bastante aturdido cuando Dylan tomó la libreta y volvió a escribir, leyendo lo que decía. Rió un poco, mirando por inercia las castañas que habían regado por ahí, alguna de las cuales Alice había logrado rescatar y echar al fuego, pero Dylan volvió a escribir. "Dale otro a Marcus. Se lo ha ganado. Me ha hecho hablar". Se quedó petrificado de nuevo. No lo esperaba. Esa frase le había llegado directa al alma, tanto que debía notársele en los ojos, porque ahora su mirada estaba vidriosa. Miró a Alice sin dar crédito todavía de lo que estaba pasando, con una sonrisa un tanto sobrepasada, y recibió el beso en la mejilla, poniéndose absurdamente colorado. A estas alturas...
Echó un poco de aire en una carcajada muda y respiró para evitar que se le cayeran las lágrimas, porque Dylan acababa de decir que era feliz y si después de a su hermana le veía a él llorando iba a pensar que se habían vuelto locos, o a sentirse mal y arrepentirse de haber hablado, así que tragó saliva y recompuso la mejor de sus sonrisas, tratando por todos los medios de volver al punto en el que estaba antes de que el chico les diera esa sorpresa. Se quedó unos instantes mirando como Alice secaba a Dylan (recordó en ese momento que estaba empapado y helado, porque hasta eso se le había ido) y miró las castañas. Echó un par de ellas más que encontró por la nieve al fuego y se levantó, acercándose al chico, que ya estaba terminando su proceso de secado. ¿Sabes qué, colega? Dijo, revolviéndole los rizos, con la voz aún un tanto quebrada por la emoción contenida. Has ganado el reto. Hizo una reverencia, haciendo como que se quitaba un sombrero imaginario. Enhorabuena. Le colocó las manos en los hombros con suavidad y le llevó hasta el borde de la hoguera, dejando que se sentara y diciéndole. Las mejores castañas para ti, las más gorditas. Cómete todas las que quieras. Te entierro en castañas, le faltó decir. Al fin y al cabo yo ya me he hinchado de comer. El chico miró la hoguera con una sonrisita y, ayudado de su varita, fue sacando las castañas que mas le gustaron.
Mientras tanto, Marcus esperó a que la chica se sentara también y él hizo lo mismo a su otro lado, para no ponerse entre ella y su hermano. La miró sin poder disimular la sonrisa y sacó una de las castañas que vio con mejor pinta de la hoguera, dándosela a Alice. Llevó su pulgar a la mejilla de la chica, aún un tanto brillante por los restos de las lágrimas, con esa adoración que le tenía. Te dije que este sería nuestro año. Chocó levemente su hombro con el de ella y añadió en un susurro. Juntos todo es posible.
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Sostuvo la mirada de Marcus unos segundos, porque sabía que ambos se habían quedado en shock. ¿Qué había querido decir su hermano? ¿Que a pesar de su sonrisa y su dulzura siempre estaba... Triste? ¿Y que de alguna forma Marcus había conseguido hacérselo olvidar tanto como para que olvidara su silencio?
Se sentó al lado de Dylan en el fuego, sonriendo a como Marcus se había repuesto del momento y estaba siguiéndole el rollo, lo cual le hizo reír entre las lágrimas. Tragó saliva, no podía dejar pasar eso, por mucho que no quisiera arruinar el momento- Dylan... Sé que aquel día... Te dije que mamá no podría responder... Pero tú me has enseñado que hay más formas de responder a alguien que no sea hablando- Se inclinó sobre él y besó sus rizos- Cuando unas plantas me crecen bien y están brillantes y sus flores sanas, es como si me las cuidara mamá allá donde esté, como para decirme que voy por el buen camino- Nunca había dicho eso en voz alta- Oyéndote hablar, es como si ella me dijera que estoy haciendo algo bien contigo- dijo acariciando su mejilla con una sonrisa- Tú encontrarás una forma de que te responda. La encontraremos juntos- "Tú haces muchas cosas bien, hermana" se señaló el corazón y la señaló a ella- Yo también te quiero, patito- Contestó, sin poder parar de llorar. Luego señaló otra vez su corazón y a Marcus con una sonrisa angelical, justo antes de ponerse a comer castañas, como si lo que acabara de decir fuera la cosa más baladí del mundo. Qué poco le había costado a Dylan "decir" lo que ella no se atrevía a decir desde hacía años.
Se giró hacia él, y cerró los ojos al contacto de la mano de Marcus en su mejilla- ¿Es que hay algo que no puedas conseguir? ¿Incluso cosas que... No tenía ni idea que deseaba?- Porque no sabía cuantísimo necesitaba oír la voz de Dylan hasta que la oyó, casi que se había acostumbrado al silencio. Y eso le hizo pensar en su amigo antes nombrado- ¿Ves como San Francisco es un buen amigo?- Cogió la castaña que le daba y, después de soplarla sobre su mano, la rompió y se la comió, con una sonrisilla de placer- Él decía "Yo estaba en la oscuridad, pero el Hermano Sol iluminó
mis ojos y mi alma. Ahora puedo ver con claridad"- dijo mirándole a los ojos y entrelazando su mano con la suya. Ahora le veía a la luz anaranjada del fuego, y el maldito olor a leña para rematarla. Como que no tenía los sentimientos suficientemente a flor de piel. Pero un carraspeo la sacó de su ensimismamiento. Era Dylan tendiéndole la libreta "Perdón por meterme, pero eso ha sido una birria de beso. Eso ni es un premio ni es nada" Gal alzó las cejas y le miró con falsa ofensa- ¿Disculpa? Cualquier beso mío es todo un premio. Además ¿qué sabrás tú de besos?- Su hermano se rio un poquito y se enrojeció. Ella cogió otra castaña- Si quieres otro premio, gana el próximo reto, mientras yo como castañas- Señaló la planicie ante ellos y abrió los brazos- A ver quién me hace el mejor muñeco de nieve.
Se sentó al lado de Dylan en el fuego, sonriendo a como Marcus se había repuesto del momento y estaba siguiéndole el rollo, lo cual le hizo reír entre las lágrimas. Tragó saliva, no podía dejar pasar eso, por mucho que no quisiera arruinar el momento- Dylan... Sé que aquel día... Te dije que mamá no podría responder... Pero tú me has enseñado que hay más formas de responder a alguien que no sea hablando- Se inclinó sobre él y besó sus rizos- Cuando unas plantas me crecen bien y están brillantes y sus flores sanas, es como si me las cuidara mamá allá donde esté, como para decirme que voy por el buen camino- Nunca había dicho eso en voz alta- Oyéndote hablar, es como si ella me dijera que estoy haciendo algo bien contigo- dijo acariciando su mejilla con una sonrisa- Tú encontrarás una forma de que te responda. La encontraremos juntos- "Tú haces muchas cosas bien, hermana" se señaló el corazón y la señaló a ella- Yo también te quiero, patito- Contestó, sin poder parar de llorar. Luego señaló otra vez su corazón y a Marcus con una sonrisa angelical, justo antes de ponerse a comer castañas, como si lo que acabara de decir fuera la cosa más baladí del mundo. Qué poco le había costado a Dylan "decir" lo que ella no se atrevía a decir desde hacía años.
Se giró hacia él, y cerró los ojos al contacto de la mano de Marcus en su mejilla- ¿Es que hay algo que no puedas conseguir? ¿Incluso cosas que... No tenía ni idea que deseaba?- Porque no sabía cuantísimo necesitaba oír la voz de Dylan hasta que la oyó, casi que se había acostumbrado al silencio. Y eso le hizo pensar en su amigo antes nombrado- ¿Ves como San Francisco es un buen amigo?- Cogió la castaña que le daba y, después de soplarla sobre su mano, la rompió y se la comió, con una sonrisilla de placer- Él decía "Yo estaba en la oscuridad, pero el Hermano Sol iluminó
mis ojos y mi alma. Ahora puedo ver con claridad"- dijo mirándole a los ojos y entrelazando su mano con la suya. Ahora le veía a la luz anaranjada del fuego, y el maldito olor a leña para rematarla. Como que no tenía los sentimientos suficientemente a flor de piel. Pero un carraspeo la sacó de su ensimismamiento. Era Dylan tendiéndole la libreta "Perdón por meterme, pero eso ha sido una birria de beso. Eso ni es un premio ni es nada" Gal alzó las cejas y le miró con falsa ofensa- ¿Disculpa? Cualquier beso mío es todo un premio. Además ¿qué sabrás tú de besos?- Su hermano se rio un poquito y se enrojeció. Ella cogió otra castaña- Si quieres otro premio, gana el próximo reto, mientras yo como castañas- Señaló la planicie ante ellos y abrió los brazos- A ver quién me hace el mejor muñeco de nieve.
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Claro que en las palabras de Dylan había un mensaje velado: estaba esencialmente triste todo el tiempo. No sabía que podía haber pasado justo en ese momento, en la nieve, para que por unos instantes Dylan volviera al ser el niño que había sido siempre. Pero básicamente les estaba diciendo que, desde que no tenía a su madre, no había encontrado una felicidad lo suficientemente fuerte como para tener que hablar. Y eso era descorazonador.
Alice se dirigió a su hermano en un tono más íntimo, más entre ellos, hablando de su madre. Marcus bajó la mirada y decidió mantenerse en un segundo plano, sacando una castaña del fuego y comiéndosela mientras escuchaba como si no estuviera allí. Pero miró justo a tiempo para ver la declaración de amor de Dylan a su hermana, y a Alice llorando de nuevo. Eso le arrancó una sonrisa, acercándose un poco más a ellos en la nieve. Y en ese momento le vio: Dylan señalando a su propio corazón y a él. Eso le dio un vuelco en el pecho y casi le trae de nuevo las lágrimas. Pero, en su lugar, estiró el brazo desde su posición y le revolvió el pelo. Y yo a ti, colega. Eres el mejor. Sacó otra castaña y se la dio al chico, que la aceptó con una sonrisa y se puso a comérsela. Como le hubiera gustado a su padre ver esa escena. Pensaba contárselo en la próxima carta.
Miró a Alice, hombro con hombro, sonriendo a la chica y escuchando sus palabras. Negó con la cabeza con modestia real cuando dijo que si no había nada que no pudiera conseguir. Él ni siquiera era consciente de haber hecho nada, al contrario, si pensó que estaba poniendo a Dylan de los nervios con sus bromas. Solo estaba jugando con él como tantas otras veces había hecho, pero... Era cierto que aquel momento había sido muy especial, aun sin pretenderlo. Supongo que las mejores cosas... Llegan cuando menos te las esperas. Reflexionó en voz alta, mirando a la hoguera. Él, que quería tenerlo todo bajo control, que quería organizar hasta el último aspecto de su vida. Y cada vez era más consciente de que aquello que más feliz le hacía era lo que menos se podía controlar, era dejarse llevar. Era Alice, era el estilo imprevisible de los Gallia.
Giró el rostro para mirarla a los ojos y oírla recitar ese verso, dejando que entrelazara sus manos. Sonrió. Eso me trae buenos recuerdos. San Francisco. Los símbolos alquímicos. Y tanto que le traía buenos recuerdos... Se inclinó un poco hacia ella y susurró. ¿Y no dice nada del viento? Rió un poco y volvió a mirar a la hoguera. Pocos momentos de su vida no había recordado la Provenza y pensado "ojalá estar allí ahora", pero en ese... Estaba bien donde estaba. Dylan feliz, Alice feliz... El fuego... Alice y el fuego... Suspiró sin sonido y simplemente sonrió y siguió comiendo.
Un carraspeo le sacó de la pompa y le hizo mirar al niño, estirando un poco el cuello para leer lo que había escrito en la libreta. Y nada más leerlo soltó una carcajada, que se hizo más sonora ante la ofensa de Alice. Ese niño de tonto no tenía un pelo. Lo cierto es que tenéis razón los dos. Comentó alegremente. Alice no es capaz de dar una birria de beso, pero... Miró a la chica y extendió los brazos en cruz. Yo creo que podías haberlo hecho mejor. La picó, siendo coreado por la risa cómplice del otro chico. Negó con la cabeza con una risa y se puso de rodillas, dispuesto a levantarse. Venga, vamos a hacer ese muñeco. Tengo un truco que... Pero Dylan estaba negando con un dedo índice, muy decidido. Marcus le miró con curiosidad, pasando la vista a la chica, mientras él escribía algo. "Si no vas a recibir un buen premio no merece la pena retarse". Marcus esbozó una expresión verdaderamente sorprendida y empezó a reírse de nuevo, doblando el tronco. Vale, me gusta como piensas. Te quiero en mi equipo. Dijo entre risas al niño. Este hizo un bailecito con los hombros con satisfacción, y luego miró a su hermana como si esperara el próximo movimiento de ella.
Marcus se puso las manos en las rodillas y miró a Alice con una expresión chulilla. Yo creo que el chico tiene razón, ¿no crees? Chistó teatralmente y suspiró, negando con la cabeza. Dylan, me temo que no vamos a hacer a tu hermana cambiar de opinión, así que... Se palmeó las rodillas, fingiendo que iba a levantarse, pero en su lugar se giró hacia Alice antes de que pudiera reaccionar. Agarró sus mejillas con ambas manos y presionó sus labios con los de ella, en un beso casi fugaz, apenas unos segundos. Se separó, la miró un par de segundos aún con sus mejillas agarradas y no pudo evitar una sonrisa. ¿Había besado a Alice delante de Dylan? Debía haber perdido ya la cabeza definitivamente.
La soltó y miró al chico. ¿Contento? Dylan estaba boquiabierto y con los ojos muy abiertos, y las comisuras de sus labios ligeramente alzadas en una sonrisa sorprendida e infantil. Se llevó la mano a la boca y miró a Marcus, que intentó salir del paso con su chulería habitual. Queda demostrado que doy mejores premios. O'Donnells uno, Gallias cero. Ya sí, se levantó. ¿Vamos? Dylan se puso en pie de un salto y se dirigió donde su hermana había señalado para hacer el muñeco, pero mirándoles a los dos de hito en hito sin dejar de sonreír con sorpresa. Marcus, ya de pie, se giró hacia Alice y se encogió de hombros. Lo ha pedido él. Guiñó un ojo y fue con el chico a empezar ese muñeco de nieve.
Alice se dirigió a su hermano en un tono más íntimo, más entre ellos, hablando de su madre. Marcus bajó la mirada y decidió mantenerse en un segundo plano, sacando una castaña del fuego y comiéndosela mientras escuchaba como si no estuviera allí. Pero miró justo a tiempo para ver la declaración de amor de Dylan a su hermana, y a Alice llorando de nuevo. Eso le arrancó una sonrisa, acercándose un poco más a ellos en la nieve. Y en ese momento le vio: Dylan señalando a su propio corazón y a él. Eso le dio un vuelco en el pecho y casi le trae de nuevo las lágrimas. Pero, en su lugar, estiró el brazo desde su posición y le revolvió el pelo. Y yo a ti, colega. Eres el mejor. Sacó otra castaña y se la dio al chico, que la aceptó con una sonrisa y se puso a comérsela. Como le hubiera gustado a su padre ver esa escena. Pensaba contárselo en la próxima carta.
Miró a Alice, hombro con hombro, sonriendo a la chica y escuchando sus palabras. Negó con la cabeza con modestia real cuando dijo que si no había nada que no pudiera conseguir. Él ni siquiera era consciente de haber hecho nada, al contrario, si pensó que estaba poniendo a Dylan de los nervios con sus bromas. Solo estaba jugando con él como tantas otras veces había hecho, pero... Era cierto que aquel momento había sido muy especial, aun sin pretenderlo. Supongo que las mejores cosas... Llegan cuando menos te las esperas. Reflexionó en voz alta, mirando a la hoguera. Él, que quería tenerlo todo bajo control, que quería organizar hasta el último aspecto de su vida. Y cada vez era más consciente de que aquello que más feliz le hacía era lo que menos se podía controlar, era dejarse llevar. Era Alice, era el estilo imprevisible de los Gallia.
Giró el rostro para mirarla a los ojos y oírla recitar ese verso, dejando que entrelazara sus manos. Sonrió. Eso me trae buenos recuerdos. San Francisco. Los símbolos alquímicos. Y tanto que le traía buenos recuerdos... Se inclinó un poco hacia ella y susurró. ¿Y no dice nada del viento? Rió un poco y volvió a mirar a la hoguera. Pocos momentos de su vida no había recordado la Provenza y pensado "ojalá estar allí ahora", pero en ese... Estaba bien donde estaba. Dylan feliz, Alice feliz... El fuego... Alice y el fuego... Suspiró sin sonido y simplemente sonrió y siguió comiendo.
Un carraspeo le sacó de la pompa y le hizo mirar al niño, estirando un poco el cuello para leer lo que había escrito en la libreta. Y nada más leerlo soltó una carcajada, que se hizo más sonora ante la ofensa de Alice. Ese niño de tonto no tenía un pelo. Lo cierto es que tenéis razón los dos. Comentó alegremente. Alice no es capaz de dar una birria de beso, pero... Miró a la chica y extendió los brazos en cruz. Yo creo que podías haberlo hecho mejor. La picó, siendo coreado por la risa cómplice del otro chico. Negó con la cabeza con una risa y se puso de rodillas, dispuesto a levantarse. Venga, vamos a hacer ese muñeco. Tengo un truco que... Pero Dylan estaba negando con un dedo índice, muy decidido. Marcus le miró con curiosidad, pasando la vista a la chica, mientras él escribía algo. "Si no vas a recibir un buen premio no merece la pena retarse". Marcus esbozó una expresión verdaderamente sorprendida y empezó a reírse de nuevo, doblando el tronco. Vale, me gusta como piensas. Te quiero en mi equipo. Dijo entre risas al niño. Este hizo un bailecito con los hombros con satisfacción, y luego miró a su hermana como si esperara el próximo movimiento de ella.
Marcus se puso las manos en las rodillas y miró a Alice con una expresión chulilla. Yo creo que el chico tiene razón, ¿no crees? Chistó teatralmente y suspiró, negando con la cabeza. Dylan, me temo que no vamos a hacer a tu hermana cambiar de opinión, así que... Se palmeó las rodillas, fingiendo que iba a levantarse, pero en su lugar se giró hacia Alice antes de que pudiera reaccionar. Agarró sus mejillas con ambas manos y presionó sus labios con los de ella, en un beso casi fugaz, apenas unos segundos. Se separó, la miró un par de segundos aún con sus mejillas agarradas y no pudo evitar una sonrisa. ¿Había besado a Alice delante de Dylan? Debía haber perdido ya la cabeza definitivamente.
La soltó y miró al chico. ¿Contento? Dylan estaba boquiabierto y con los ojos muy abiertos, y las comisuras de sus labios ligeramente alzadas en una sonrisa sorprendida e infantil. Se llevó la mano a la boca y miró a Marcus, que intentó salir del paso con su chulería habitual. Queda demostrado que doy mejores premios. O'Donnells uno, Gallias cero. Ya sí, se levantó. ¿Vamos? Dylan se puso en pie de un salto y se dirigió donde su hermana había señalado para hacer el muñeco, pero mirándoles a los dos de hito en hito sin dejar de sonreír con sorpresa. Marcus, ya de pie, se giró hacia Alice y se encogió de hombros. Lo ha pedido él. Guiñó un ojo y fue con el chico a empezar ese muñeco de nieve.
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No había nada más que pudiera pedir, pensó mientras. se comía las castañas, con una sonrisa. Apoyó la cabeza en el hombro de Marcus, mirándole con los ojos entornados. Sí, Marcus había llegado a su vida cuando menos se lo esperaba, no cuando lo necesitaba. A priori, Marcus no había sido el ancla que era ahora. Era feliz y despreocupada cuando se conocieron, todo era luz y juegos. Y entonces llegó la oscuridad... Y todo lo demás. Y ahí estuvo él. Podía estar segura de que no le amaba como le amaba porque le necesitara, si no porque... Era él.
-Dice que junto a la tierra- dijo dibujándole los símbolos en la palma de la mano como había hecho aquella noche- El agua... y el fuego... Crean las cosas más bonitas- Movió la cabeza a modo de caricia- Hermano Sol, Hermana Luna...- Y se perdió en el momento, recordando aquella playa, como si hubiera pasado el día anterior. Entonces Marcus rompió el momento diciendo lo de que lo podía haber hecho mejor y ella se separó diciendo- ¿Perdóname? No me hagas hablar...- Dijo con media sonrisa y ese tonillo que no dejaba lugar a dudas. No quería que se pusieran en ese plan delante de Dylan.
O sí. Porque de todas las cosas que hubiera esperado que Marcus O'Donnell hiciera delante de su hermano aquella tarde, besarla desde luego no era una de ellas. Y se habían dado muchos besos (como muchísimos) pero cuando sintió los labios de Marcus sobre los suyos fue... Fue como un imán, como si fuera un beso más fuerte más significativo que todos los anteriores. Y corto, también había sido corto. Cuando se separaron le miró, sonriendo como una idiota y mordiéndose el labio inferior. Luego dirigió los ojos a Dylan y dijo- ¿Y tú qué? Eres un agitador que lo sepas- se rio y los miró, tirando de Dylan hacia ellos y colocándolo en medio como había hecho antes, pero ahora envolviéndolo con el brazo y pasándolo hasta Marcus. Apoyó los labios en sus rizos otra vez y dijo- Ahora yo también soy feliz- Y cerró los ojos apoyándose en su cabecita- Como papá y mamá- Oyó. Amplificó la sonrisa y lo estrechó un poco más fuerte. Recordaba la conversación que habían tenido hacía muy poco y soltó una breve risa- Sí. Papá y mamá eran muy felices.
Pero prefería no darle más vueltas, ni entrar en muchos detalles sobre eso. Empujó a su hermano para que se levantara y puso los ojos en blanco a lo que dijo Marcus- ¡Oh, por supuesto! Marcus O'Donnell siempre gana, Dylan, alíate con él- dijo con una carcajada. Sacó su reloj y lo miró- Tenéis diez minutos para hacer un muñeco cada uno. Y solo usando hechizos de primero, Marcus- no pudo evitar que su voz se volviera tierna al pronunciar su nombre- Yo voy a ver si me sale vuestro premio- Se agachó y reunió un poco de nieve junto a ella y con el dedo, dibujó un círculo de transmutación alquímico. La nieve era a agua a fin de cuentas, era fácil imaginar su estructura. Buscó una piedra y visualizó rápidamente su estructura, transmutándola en sal. Ya teniendo la sal en un lado y la nieve en el otro, dibujó el símbolo alquímico de Mercurio, muy asociado al hielo y confió en que funcionara. Toda la nieve se compactó y se convirtió en un cristal blanco construido por la sal en forma de copo de nieve, con sus brazos y ramificaciones. Lo levantó triunfal y dijo, con media sonrisa y levantando una ceja, retadora- Para quien gane.
-Dice que junto a la tierra- dijo dibujándole los símbolos en la palma de la mano como había hecho aquella noche- El agua... y el fuego... Crean las cosas más bonitas- Movió la cabeza a modo de caricia- Hermano Sol, Hermana Luna...- Y se perdió en el momento, recordando aquella playa, como si hubiera pasado el día anterior. Entonces Marcus rompió el momento diciendo lo de que lo podía haber hecho mejor y ella se separó diciendo- ¿Perdóname? No me hagas hablar...- Dijo con media sonrisa y ese tonillo que no dejaba lugar a dudas. No quería que se pusieran en ese plan delante de Dylan.
O sí. Porque de todas las cosas que hubiera esperado que Marcus O'Donnell hiciera delante de su hermano aquella tarde, besarla desde luego no era una de ellas. Y se habían dado muchos besos (como muchísimos) pero cuando sintió los labios de Marcus sobre los suyos fue... Fue como un imán, como si fuera un beso más fuerte más significativo que todos los anteriores. Y corto, también había sido corto. Cuando se separaron le miró, sonriendo como una idiota y mordiéndose el labio inferior. Luego dirigió los ojos a Dylan y dijo- ¿Y tú qué? Eres un agitador que lo sepas- se rio y los miró, tirando de Dylan hacia ellos y colocándolo en medio como había hecho antes, pero ahora envolviéndolo con el brazo y pasándolo hasta Marcus. Apoyó los labios en sus rizos otra vez y dijo- Ahora yo también soy feliz- Y cerró los ojos apoyándose en su cabecita- Como papá y mamá- Oyó. Amplificó la sonrisa y lo estrechó un poco más fuerte. Recordaba la conversación que habían tenido hacía muy poco y soltó una breve risa- Sí. Papá y mamá eran muy felices.
Pero prefería no darle más vueltas, ni entrar en muchos detalles sobre eso. Empujó a su hermano para que se levantara y puso los ojos en blanco a lo que dijo Marcus- ¡Oh, por supuesto! Marcus O'Donnell siempre gana, Dylan, alíate con él- dijo con una carcajada. Sacó su reloj y lo miró- Tenéis diez minutos para hacer un muñeco cada uno. Y solo usando hechizos de primero, Marcus- no pudo evitar que su voz se volviera tierna al pronunciar su nombre- Yo voy a ver si me sale vuestro premio- Se agachó y reunió un poco de nieve junto a ella y con el dedo, dibujó un círculo de transmutación alquímico. La nieve era a agua a fin de cuentas, era fácil imaginar su estructura. Buscó una piedra y visualizó rápidamente su estructura, transmutándola en sal. Ya teniendo la sal en un lado y la nieve en el otro, dibujó el símbolo alquímico de Mercurio, muy asociado al hielo y confió en que funcionara. Toda la nieve se compactó y se convirtió en un cristal blanco construido por la sal en forma de copo de nieve, con sus brazos y ramificaciones. Lo levantó triunfal y dijo, con media sonrisa y levantando una ceja, retadora- Para quien gane.
Merci Prouvaire!
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Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
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Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Do you want to build a snowman? CON Alice EN Gran Comedor A LAS 13:00H, 2 de diciembre |
Se dejó abrazar por la chica cuando estiró el brazo hacia él, con Dylan en medio, achuchándole él también. Parecían una familia feliz, le gustaba sentir que, en cierta manera, eran una familia. Se lo había dicho a Alice: ella era su familia, por eso la invitó a pasar la Navidad. Y le gustaba sentir que ella le sentía como parte de su familia también. En mitad de ese momento, Dylan volvió a hablar y él a mirarlo con ligera sorpresa, porque no dejaba de sorprenderle oír su voz. "Como papá y mamá", eso sonaba tan bonito como triste. Alice y Dylan no se hacían una idea de cuanto Marcus les admiraba. Si él hubiera pasado por lo que ellos... No lo quería pensar.
Rió ante el comentario de Alice. Bien, ya era hora de que lo reconocieras. Siete años te ha costado nada más. Dijo lo de los diez minutos y Marcus dio una palmada, miró a Dylan frotándose las manos, dispuesto a ponerse manos a la obra... Y entonces oyó la restricción. Se giró de nuevo a Alice con los brazos en cruz. ¿Qué? ¡Pero eso no vale! Dylan se estaba riendo como un malvado y Marcus le miró con los ojos entrecerrados. Ríe mientras puedas. Te voy a ganar igual. Hizo como si se remangara la túnica, sin llegar a hacerlo porque no quería morirse de frío, y se dirigió al lugar.
Pero antes de empezar, apuntó con un índice a Dylan, tratando de disimular una sonrisilla y fingiendo ponerse serio. Ya lo has oído, solo tenemos diez minutos. Así que nada de ataques con nieve esta vez. El chico abrió la boca y se señaló el pecho ofendido. Ah, no pongas cara como si hubiera empezado yo. Eso solo hizo que el niño exagerara un poco más su expresión. Nada nada... Hay que portarse, Dylan. Este frunció el ceño e hinchó los mofletes, y a Marcus ya se le tuvo que escapar la risa. Daba gusto picarle porque sus reacciones eran tremendamente graciosas, y porque siempre respondía riéndose o vengándose de una manera bastante adorable.
Se arrodilló y empezó a colectar nieve, alguna con las manos y otra con hechizos de la varita. En su competitividad habitual, y porque seguían con ese rollito de la rivalidad, no paraba de mirar a Dylan y de dedicarle comentarios y sonrisitas chulescas a las que el chico reaccionaba o ignorándole o haciéndole muecas y pedorretas, sin desviarse de su trabajo. Uh, que esfera tan perfecta. Dijo, señalando una de las bolas de nieve que Dylan estaba usando como mano para su muñeco. ¡Wingardium leviosa! La esfera levitó y Marcus la llevó del muñeco de Dylan al suyo, riéndose exageradamente para chincharle. El niño dio un golpe en el suelo y cerró los puños en una queja, mirando a su hermana, y Marcus se defendió. ¡Has dicho hechizos de primero! Y en lo que el mayor se excusaba, el menor usó una de sus piedrecitas para lanzarla directamente a la barriga del muñeco de Marcus, atravesándola. El Ravenclaw ahogó un suspiro de impresión. ¡Me has dañado mi estructura! ¡Eso es ruin! Dylan sacó la lengua con una pedorreta y siguió a su muñeco.
Entonces Alice habló y llamó su atención, haciendo que se girara para mirarla. Estaba sosteniendo un cristal precioso y... ¿lo había hecho allí? Espera... ¿Había usado alquimia, verdad? Era la única forma. Solo pensando esto se quedó parado en el sitio, con los labios algo separados, mirando el cristal y sin tocar el muñeco, mientras Dylan aprovechaba para darle velocidad al suyo. ¿Lo has hecho ahora? Preguntó impresionado. Él apenas había conseguido hacer medio muñeco de nieve doblado y Alice había hecho esa maravilla. Y en lo que él la miraba y divagaba, escuchó a Dylan aplaudir triunfal y levantarse dando saltitos. Marcus le miró y rodó los ojos. Enhorabuena, traidorcillo. Se levantó pero, antes de dirigirse a Alice, le hizo un gesto al chico para que se acercara y le pasó el brazo por los hombros. Se inclinó y empezó a darle unas instrucciones en el oído, apuntando al muñeco terminado con la varita y lanzando el encantamiento. El muñeco se giró para mirarles, ampliando la sonrisa, y saludó con su bracito de nieve. Solo por ver la cara de ilusión que puso Dylan merecía la pena. Para que lo hagas cuando lleguemos a casa. Si se lo enseñas a mi abuela le va a encantar. Le miró con los ojos entrecerrados. Pero el nieto favorito sigo siendo yo, ¿eh? No me quites el puesto. El niño se rió y se fue corriendo hasta su hermana para recoger su premio.
Marcus se acercó lentamente y se sentó junto a ella. Se lo ha ganado. Comentó. Aprovechando que Dylan estaba entretenido con el cristal, se acercó un poco a Alice y le preguntó más bajo. ¿Lo has hecho ahora? Había restos en la nieve y símbolos dibujados, osea que sí. Dibujó una sonrisa impresionada y dejó la cabeza en el hombro de ella, solo dándole un pequeño toque antes de mirarla de nuevo. Enséñame. Susurró. Él sabía hacer muchas cosas con alquimia, pero quería ver como ella lo hacía. Estaba seguro de que iba a ser una imagen preciosa. Susurró cerca de su oído, viendo de reojo como Dylan seguía distraído. Alice Gallia y la alquimia están en mi lista de cosas favoritas, ¿recuerdas?
Rió ante el comentario de Alice. Bien, ya era hora de que lo reconocieras. Siete años te ha costado nada más. Dijo lo de los diez minutos y Marcus dio una palmada, miró a Dylan frotándose las manos, dispuesto a ponerse manos a la obra... Y entonces oyó la restricción. Se giró de nuevo a Alice con los brazos en cruz. ¿Qué? ¡Pero eso no vale! Dylan se estaba riendo como un malvado y Marcus le miró con los ojos entrecerrados. Ríe mientras puedas. Te voy a ganar igual. Hizo como si se remangara la túnica, sin llegar a hacerlo porque no quería morirse de frío, y se dirigió al lugar.
Pero antes de empezar, apuntó con un índice a Dylan, tratando de disimular una sonrisilla y fingiendo ponerse serio. Ya lo has oído, solo tenemos diez minutos. Así que nada de ataques con nieve esta vez. El chico abrió la boca y se señaló el pecho ofendido. Ah, no pongas cara como si hubiera empezado yo. Eso solo hizo que el niño exagerara un poco más su expresión. Nada nada... Hay que portarse, Dylan. Este frunció el ceño e hinchó los mofletes, y a Marcus ya se le tuvo que escapar la risa. Daba gusto picarle porque sus reacciones eran tremendamente graciosas, y porque siempre respondía riéndose o vengándose de una manera bastante adorable.
Se arrodilló y empezó a colectar nieve, alguna con las manos y otra con hechizos de la varita. En su competitividad habitual, y porque seguían con ese rollito de la rivalidad, no paraba de mirar a Dylan y de dedicarle comentarios y sonrisitas chulescas a las que el chico reaccionaba o ignorándole o haciéndole muecas y pedorretas, sin desviarse de su trabajo. Uh, que esfera tan perfecta. Dijo, señalando una de las bolas de nieve que Dylan estaba usando como mano para su muñeco. ¡Wingardium leviosa! La esfera levitó y Marcus la llevó del muñeco de Dylan al suyo, riéndose exageradamente para chincharle. El niño dio un golpe en el suelo y cerró los puños en una queja, mirando a su hermana, y Marcus se defendió. ¡Has dicho hechizos de primero! Y en lo que el mayor se excusaba, el menor usó una de sus piedrecitas para lanzarla directamente a la barriga del muñeco de Marcus, atravesándola. El Ravenclaw ahogó un suspiro de impresión. ¡Me has dañado mi estructura! ¡Eso es ruin! Dylan sacó la lengua con una pedorreta y siguió a su muñeco.
Entonces Alice habló y llamó su atención, haciendo que se girara para mirarla. Estaba sosteniendo un cristal precioso y... ¿lo había hecho allí? Espera... ¿Había usado alquimia, verdad? Era la única forma. Solo pensando esto se quedó parado en el sitio, con los labios algo separados, mirando el cristal y sin tocar el muñeco, mientras Dylan aprovechaba para darle velocidad al suyo. ¿Lo has hecho ahora? Preguntó impresionado. Él apenas había conseguido hacer medio muñeco de nieve doblado y Alice había hecho esa maravilla. Y en lo que él la miraba y divagaba, escuchó a Dylan aplaudir triunfal y levantarse dando saltitos. Marcus le miró y rodó los ojos. Enhorabuena, traidorcillo. Se levantó pero, antes de dirigirse a Alice, le hizo un gesto al chico para que se acercara y le pasó el brazo por los hombros. Se inclinó y empezó a darle unas instrucciones en el oído, apuntando al muñeco terminado con la varita y lanzando el encantamiento. El muñeco se giró para mirarles, ampliando la sonrisa, y saludó con su bracito de nieve. Solo por ver la cara de ilusión que puso Dylan merecía la pena. Para que lo hagas cuando lleguemos a casa. Si se lo enseñas a mi abuela le va a encantar. Le miró con los ojos entrecerrados. Pero el nieto favorito sigo siendo yo, ¿eh? No me quites el puesto. El niño se rió y se fue corriendo hasta su hermana para recoger su premio.
Marcus se acercó lentamente y se sentó junto a ella. Se lo ha ganado. Comentó. Aprovechando que Dylan estaba entretenido con el cristal, se acercó un poco a Alice y le preguntó más bajo. ¿Lo has hecho ahora? Había restos en la nieve y símbolos dibujados, osea que sí. Dibujó una sonrisa impresionada y dejó la cabeza en el hombro de ella, solo dándole un pequeño toque antes de mirarla de nuevo. Enséñame. Susurró. Él sabía hacer muchas cosas con alquimia, pero quería ver como ella lo hacía. Estaba seguro de que iba a ser una imagen preciosa. Susurró cerca de su oído, viendo de reojo como Dylan seguía distraído. Alice Gallia y la alquimia están en mi lista de cosas favoritas, ¿recuerdas?
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Admiró la escena de los dos chicos percatándose de algo de lo que no se había percatado hasta entonces, o quizá es que no había pasado realmente hasta entonces, que era que Marcus empezaba a entender a Dylan como lo hacían los Gallia. Sabía leer sus caras y sus gestos y le respondía. Y sabía que eso tenía una mala base, que era que su hermano seguía sin hablar, pero una parte mínimamente buena que era que Marcus empezaba a conocer tanto al niño que le podía entender... Con el corazón, como lo hacían ellos.
Se rio a carcajadas observando la guerra igualada entre ambos hasta que Marcus se quedó mirándola así. Claro, la alquimia podía con él- Recién salido del círculo- contestó con una sonrisa ilusionada porque le gustara tanto su tontería. Enfocó a Dylan y vio que estaba ganando, por lo que se puso de pie e hizo una reverencia- Doble ganador, que ya es decir- Le tendió el cristal y volvió a sentarse la fuego, con Marcus al lado, mirando enternecida cómo su hermano se iba a jugar con el muñeco tan tierno que había hecho el mayor, que sonreía y le miraba. El brillo en los ojos de su hermano, verlo jugar corriendo de un lado al otro del muñeco para que lo siguiera con la mirada, el hecho de que Marcus acabara de hacer una cosa tan tierna y ahora estuviera con él apoyado en el hombro...
Se quedó mirándolo cuando dijo aquella palabra. Había pocas cosas que les gustaran tanto como aprender, y le gustaba enseñarse el uno al otro, y más si se trataba de Alquimia. Amplió la sonrisa y dijo- ¿Yo? ¿Enseñarle Alquimia a Marcus O'Donnell...- Pero se quedó a medias de la frase cuando dijo lo de la lista. Sí. Sí a lo que le pidiera en ese momento, si lo hacía susurrando su nombre así. Pasó detrás de él, donde la nieve aún no se había tocado y se puso de rodillas frente a él- Primero una piedra- Sacó la varita y apuntó al muñeco sin terminar de Marcus- ¡Accio piedra! - Y tomó entre sus manos la piedra con la que Dylan había atacado antes. Dibujó un círculo de transmutación bastante grande en la nieve y dibujó el símbolo de la Tierra. Puso la piedra encima y cogió la mano de Marcus para ponerla sobre ella- Piensa en el núcleo de la piedra y la estructura del sodio- Y acto seguido y con una débil luz, la piedra se deshizo en sal. Ella acumuló un poco de nieve dentro del círculo y puso la otra mano de Marcus sobre ella- Intercambio equivalente. Y ahora, piensa en la estructura del agua cuando se congela, tenla muy clara en la mente- ella dibujó con su mano libre el símbolo de Mercurio- Aplica el principio sólido, la tierra, el cuerpo, el pensar y la forma. Lo incombustible, lo resistente. En la Tría Prima, porque la sal representa la condensación, la cristalización y la esencia de una cosa- Y de nuevo la transmutación funcionó, despareciendo la nieve debajo de la mano de Marcus y apareciendo un cristal, parecido al suyo pero claramente distinguible. Ella lo cogió y sonrió levantándolo entre sus dos rostros- Por supuesto, Marcus O'Donnell siempre lo hace más bonito- dijo con una risita, bajándola y quedándose mirándole, como dos idiotas. Y sin bajar la mirada dijo- ¿Sabes qué le falta que también está en tu lista?- le dio el cristal para que lo sujetara y levantó la varita- Colovaria caeloreum- Y el cristal se volvió azul y luego, con más cuidado pronunció- Colovaria aureum- y los borde del cristal se volvieron dorados- Ahora sí, ahora es perfecto para ti- Dijo, susurrando, acariciando su mano y disfrutando de la sensación en su pecho que había dejado todo lo que había hecho por ella aquella tarde, desde hacer hablar a su hermano a besarla, aprender alquimia juntos o hacer sonreír a un muñeco.
Se rio a carcajadas observando la guerra igualada entre ambos hasta que Marcus se quedó mirándola así. Claro, la alquimia podía con él- Recién salido del círculo- contestó con una sonrisa ilusionada porque le gustara tanto su tontería. Enfocó a Dylan y vio que estaba ganando, por lo que se puso de pie e hizo una reverencia- Doble ganador, que ya es decir- Le tendió el cristal y volvió a sentarse la fuego, con Marcus al lado, mirando enternecida cómo su hermano se iba a jugar con el muñeco tan tierno que había hecho el mayor, que sonreía y le miraba. El brillo en los ojos de su hermano, verlo jugar corriendo de un lado al otro del muñeco para que lo siguiera con la mirada, el hecho de que Marcus acabara de hacer una cosa tan tierna y ahora estuviera con él apoyado en el hombro...
Se quedó mirándolo cuando dijo aquella palabra. Había pocas cosas que les gustaran tanto como aprender, y le gustaba enseñarse el uno al otro, y más si se trataba de Alquimia. Amplió la sonrisa y dijo- ¿Yo? ¿Enseñarle Alquimia a Marcus O'Donnell...- Pero se quedó a medias de la frase cuando dijo lo de la lista. Sí. Sí a lo que le pidiera en ese momento, si lo hacía susurrando su nombre así. Pasó detrás de él, donde la nieve aún no se había tocado y se puso de rodillas frente a él- Primero una piedra- Sacó la varita y apuntó al muñeco sin terminar de Marcus- ¡Accio piedra! - Y tomó entre sus manos la piedra con la que Dylan había atacado antes. Dibujó un círculo de transmutación bastante grande en la nieve y dibujó el símbolo de la Tierra. Puso la piedra encima y cogió la mano de Marcus para ponerla sobre ella- Piensa en el núcleo de la piedra y la estructura del sodio- Y acto seguido y con una débil luz, la piedra se deshizo en sal. Ella acumuló un poco de nieve dentro del círculo y puso la otra mano de Marcus sobre ella- Intercambio equivalente. Y ahora, piensa en la estructura del agua cuando se congela, tenla muy clara en la mente- ella dibujó con su mano libre el símbolo de Mercurio- Aplica el principio sólido, la tierra, el cuerpo, el pensar y la forma. Lo incombustible, lo resistente. En la Tría Prima, porque la sal representa la condensación, la cristalización y la esencia de una cosa- Y de nuevo la transmutación funcionó, despareciendo la nieve debajo de la mano de Marcus y apareciendo un cristal, parecido al suyo pero claramente distinguible. Ella lo cogió y sonrió levantándolo entre sus dos rostros- Por supuesto, Marcus O'Donnell siempre lo hace más bonito- dijo con una risita, bajándola y quedándose mirándole, como dos idiotas. Y sin bajar la mirada dijo- ¿Sabes qué le falta que también está en tu lista?- le dio el cristal para que lo sujetara y levantó la varita- Colovaria caeloreum- Y el cristal se volvió azul y luego, con más cuidado pronunció- Colovaria aureum- y los borde del cristal se volvieron dorados- Ahora sí, ahora es perfecto para ti- Dijo, susurrando, acariciando su mano y disfrutando de la sensación en su pecho que había dejado todo lo que había hecho por ella aquella tarde, desde hacer hablar a su hermano a besarla, aprender alquimia juntos o hacer sonreír a un muñeco.
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La siguió con la mirada con una sonrisa mientras ella se levantaba, pasaba tras él y se colocaba donde había más nieve. Se giró para ponerse cerca de ella, mirándola, mientras Dylan estaba lo suficientemente entretenido con el muñeco y él... Él, honestamente, había olvidado ya la presencia de nadie que no fuera Alice haciendo alquimia en la nieve.
Si algo se le daba bien a Marcus, era atender. Lo hacía con esa expresión de quien ansía aprender cosas nuevas, de quien está lleno de ilusión de saber que va a salir de allí sabiendo un poquito más. A esa mirada, habitual en él en cualquier clase o cada vez que alguien le enseñaba algo, había que añadirle la adoración que sentía por Alice. En esos momentos tenía una expresión más alucinada que cualquiera que hubiera esbozado Dylan a lo largo de todo el tiempo que llevaban allí.
Se dejó colocar la piedra en su mano, totalmente entregado a aquello, asintiendo a lo que le pedía, concentrándose con fuerza y viendo como la piedra se transformaba inmediatamente en sal. Eso le hizo sentir un cosquilleo de emoción. Le encantaba, le entusiasmaba y nunca dejaba de sorprenderle, era absolutamente fascinante. La primera vez que hizo algo similar a eso fue en el taller de su abuelo muchos años atrás y se pasó pegando saltos y gritos de alegría hasta la noche... Literalmente, porque a sus padres le costó la propia vida dormirle con toda la emoción que tenía.
Hizo lo mismo con la nieve, o lo intentó. Porque cuando le dijo "tenla muy clara en la mente" por un momento miró de reojo a Alice y... Había otra cosa que tenía muy clara en su mente. Concéntrate, Marcus. Recondujo su pensamiento, escuchó con atención en estricto silencio... Y allí apareció, un cristal. Un precioso cristal creado por sus manos y las directrices de Alice. Sonrió con ilusión contenida cuando la chica lo alzó entre sus manos y la miró al decir ella esa frase, frunciendo los labios y ladeando un poco la cabeza. Esto no es de Marcus O'Donnell. Es de Marcus y Alice. Es más bonito porque es de los dos. Y que viniera alguien a decirle lo contrario, porque estaba totalmente convencido de aquello.
La miró con ese ceño fruncido y esa sonrisa de curiosidad con la que tantas veces la miraba cuando decía algo enigmático, algo que no sabía por dónde le iba a salir. ¿Que le faltaba algo? Lo dudaba, pero siendo Alice acabaría sorprendiéndole. Y no se equivocó. Miró fascinado y totalmente sin palabras como la chica teñía el cristal de los colores de su casa, la casa que ambos compartían, tomando el cristal entre sus dedos y admirándolo. Y a pesar de que se había quedado totalmente sin habla, con los labios ligeramente separados, alzó la mirada a la chica y, tras unos segundos, sonrió y dijo en una voz susurrada y cargada de admiración. Sí que es perfecto para mí. Y no. No se refería al cristal.
Se había quedado unos instantes en silencio, solo mirando el cristal entre sus dedos, admirándolo en contraste con la nieve, con su piel o con la luz de allí. Podría pasarse horas así, y en otras circunstancias adornaría esas horas con un millar de datos sobre alquimia mientras miraba su precioso cristal. Pero solo estaba en silencio, sonriendo. Disfrutando de aquello. Hasta que miró a Alice y volvió a ladear una sonrisa de admiración, y a decir en voz bajita. Alice Gallia haciendo alquimia. Alice Gallia haciendo cualquier cosa. Ya hacía tiempo que Alice en sí se había convertido en un elemento fundamental de su lista, porque si tenía que desgranar todo lo que le gustaba de ella la lista iba a llegar al infinito. Pero no lo podía evitar.
Se mojó los labios y se inclinó un poco hacia ella, pero antes miró a Dylan de reojo. Estaba entretenido con el muñeco de nieve. Sonrió con un toque travieso y volvió a mirar a Alice, rozando un poco su nariz y susurrando. ¿Puedo besarte otra vez? Arqueó un poco las cejas. Es como premio. Ya que habían empezado con eso de los besos de premio... Volvió a confirmar por la vista periférica que Dylan no les estaba mirando y acarició sus labios con los suyos, en un beso un poco más pausado y suave que el anterior, pero igualmente muy corto. Que ese niño tenía un radar para detectar ciertas cosas y no quería que atiborrara a su hermana de preguntas incómodas.
Y fue mala idea besarla, porque eso que llevaba luchando por salir de su pecho desde hacía mucho rato, mucho tiempo, directamente estaba quemándole la garganta. Al separarse miró sus ojos por unos instantes. Te quiero, Alice, pensó, quedándose allí, simplemente mirándola por unos instantes... Pero no podía decir aquello. Habían creado un cristal tan hermoso como delicado, y el estímulo incorrecto podía romperlo. Podría romper todo eso que tenían creado, todo lo que había y... Mejor no. Bajó la mirada mojándose los labios y, sonriente, se volvió a su sitio y de nuevo empezó a admirar el cristal. Si Dylan le enseña el hechizo del muñeco a mi abuela y tú le haces esto a mi abuelo... Soltó un suspiro teatral, negando con la cabeza. Me da que no voy a tener forma de conservar mi puesto de nieto favorito este año.
Si algo se le daba bien a Marcus, era atender. Lo hacía con esa expresión de quien ansía aprender cosas nuevas, de quien está lleno de ilusión de saber que va a salir de allí sabiendo un poquito más. A esa mirada, habitual en él en cualquier clase o cada vez que alguien le enseñaba algo, había que añadirle la adoración que sentía por Alice. En esos momentos tenía una expresión más alucinada que cualquiera que hubiera esbozado Dylan a lo largo de todo el tiempo que llevaban allí.
Se dejó colocar la piedra en su mano, totalmente entregado a aquello, asintiendo a lo que le pedía, concentrándose con fuerza y viendo como la piedra se transformaba inmediatamente en sal. Eso le hizo sentir un cosquilleo de emoción. Le encantaba, le entusiasmaba y nunca dejaba de sorprenderle, era absolutamente fascinante. La primera vez que hizo algo similar a eso fue en el taller de su abuelo muchos años atrás y se pasó pegando saltos y gritos de alegría hasta la noche... Literalmente, porque a sus padres le costó la propia vida dormirle con toda la emoción que tenía.
Hizo lo mismo con la nieve, o lo intentó. Porque cuando le dijo "tenla muy clara en la mente" por un momento miró de reojo a Alice y... Había otra cosa que tenía muy clara en su mente. Concéntrate, Marcus. Recondujo su pensamiento, escuchó con atención en estricto silencio... Y allí apareció, un cristal. Un precioso cristal creado por sus manos y las directrices de Alice. Sonrió con ilusión contenida cuando la chica lo alzó entre sus manos y la miró al decir ella esa frase, frunciendo los labios y ladeando un poco la cabeza. Esto no es de Marcus O'Donnell. Es de Marcus y Alice. Es más bonito porque es de los dos. Y que viniera alguien a decirle lo contrario, porque estaba totalmente convencido de aquello.
La miró con ese ceño fruncido y esa sonrisa de curiosidad con la que tantas veces la miraba cuando decía algo enigmático, algo que no sabía por dónde le iba a salir. ¿Que le faltaba algo? Lo dudaba, pero siendo Alice acabaría sorprendiéndole. Y no se equivocó. Miró fascinado y totalmente sin palabras como la chica teñía el cristal de los colores de su casa, la casa que ambos compartían, tomando el cristal entre sus dedos y admirándolo. Y a pesar de que se había quedado totalmente sin habla, con los labios ligeramente separados, alzó la mirada a la chica y, tras unos segundos, sonrió y dijo en una voz susurrada y cargada de admiración. Sí que es perfecto para mí. Y no. No se refería al cristal.
Se había quedado unos instantes en silencio, solo mirando el cristal entre sus dedos, admirándolo en contraste con la nieve, con su piel o con la luz de allí. Podría pasarse horas así, y en otras circunstancias adornaría esas horas con un millar de datos sobre alquimia mientras miraba su precioso cristal. Pero solo estaba en silencio, sonriendo. Disfrutando de aquello. Hasta que miró a Alice y volvió a ladear una sonrisa de admiración, y a decir en voz bajita. Alice Gallia haciendo alquimia. Alice Gallia haciendo cualquier cosa. Ya hacía tiempo que Alice en sí se había convertido en un elemento fundamental de su lista, porque si tenía que desgranar todo lo que le gustaba de ella la lista iba a llegar al infinito. Pero no lo podía evitar.
Se mojó los labios y se inclinó un poco hacia ella, pero antes miró a Dylan de reojo. Estaba entretenido con el muñeco de nieve. Sonrió con un toque travieso y volvió a mirar a Alice, rozando un poco su nariz y susurrando. ¿Puedo besarte otra vez? Arqueó un poco las cejas. Es como premio. Ya que habían empezado con eso de los besos de premio... Volvió a confirmar por la vista periférica que Dylan no les estaba mirando y acarició sus labios con los suyos, en un beso un poco más pausado y suave que el anterior, pero igualmente muy corto. Que ese niño tenía un radar para detectar ciertas cosas y no quería que atiborrara a su hermana de preguntas incómodas.
Y fue mala idea besarla, porque eso que llevaba luchando por salir de su pecho desde hacía mucho rato, mucho tiempo, directamente estaba quemándole la garganta. Al separarse miró sus ojos por unos instantes. Te quiero, Alice, pensó, quedándose allí, simplemente mirándola por unos instantes... Pero no podía decir aquello. Habían creado un cristal tan hermoso como delicado, y el estímulo incorrecto podía romperlo. Podría romper todo eso que tenían creado, todo lo que había y... Mejor no. Bajó la mirada mojándose los labios y, sonriente, se volvió a su sitio y de nuevo empezó a admirar el cristal. Si Dylan le enseña el hechizo del muñeco a mi abuela y tú le haces esto a mi abuelo... Soltó un suspiro teatral, negando con la cabeza. Me da que no voy a tener forma de conservar mi puesto de nieto favorito este año.
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Captar la atención de Marcus sí que era magia. Sus ojos brillantes, su expresión de absoluta adoración... Podría estar así toda la vida, si tuviera tantas conocimientos para ello, claro. De momento, podía enseñarle a hacer un cristal, que no estaba mal. Cuando lo levantó a la altura de ambos y dijo aquello, Gal se sintió como en un mundo paralelo, uno donde estaban solo ellos, como un sueño- Nosotros siempre creamos cosas preciosas- Como ellos. Como aquella tarde, como las noches en la Provenza... Era como decía él, y le parafraseó- Juntos todo es posible- dijo con una sonrisa.
Alice Gallia haciendo alquimia. Ella sonrió y se inclinó hacia él- Acorta la lista desde luego- Se apoyó en la nieva a pocos centímetros de él- Marcus O'Donnell escuchándome hablar- Porque sí, cuando le veía así se moría de todas las formas posibles, se rendía a él, a lo que quisiera decir, susurrar, hacer... Por eso, cuando le dijo que si la podía besar otra vez, en vez de decirle "vaya telita tenemos, con mi hermano ahí" solo amplió la sonrisa y dijo- Estaba deseando que me lo pidieras- Ella también deslizó los ojos hacia Dylan, que parecía no tener fin con el muñeco de nieve y, tras comprobarlo, se unió a los labios de Marcus. Le encantaba besarle, y todos los besos que se habían dado, desde el primero no muy lejos de allí, hasta aquellos que estaban integrados en la conversación cuando estaban en el pasillo del cuarto piso, pero no sabía por qué, esos dos besos allí se le antojaban... Algo más. Algo más profunda y sincero todavía que lo que habían tenido. Algo único. Algo de ellos.
No pudieron disfrutar mucho de aquel roce, claro, y cuando se separaron, Marcus se quedó muy callado mirándola. Ella sonrió y volvió a acariciarle la mejilla- Cuando te quedas callado pienso dos cosas. Una: qué miedo. Que miedo porque Marcus O'Donnell no se calla nunca y si lo hace no puede ser buena señal. Dos: si está callado, está pensando. Y cuando piensas, siempre ideas cosas maravillosas, líneas de pensamiento a las que los demás ni nos acercaríamos y pienso... Qué maravilla- Sonrió y juntó su frente con la de él en ese gesto de ambos y se levantó para volver a sentarse con él de cara a Dylan.
-Bueno, he de decir que mi licor de espino debe ayudar en algo a ser la favorita... Pero es imposible que tus abuelos no adoren a un niño al que le gustan tanto la alquimia y los libros...- Cerró los ojos y se giró hacia él, con una gran sonrisa. Le dio la mano y se apoyó en su hombro- Siempre serás el favorito de otras dos personas por lo menos- Se pegó más a su costado, para sentir su calor- De William Gallia, por ser, en sus palabras, el niño más interesado en la magia que ha conocido, después de él, claro. Y el mío- Levantó le cabeza y le miró, tan cerca como estaban- Tú eres mi favorito para todo, Marcus.
Alice Gallia haciendo alquimia. Ella sonrió y se inclinó hacia él- Acorta la lista desde luego- Se apoyó en la nieva a pocos centímetros de él- Marcus O'Donnell escuchándome hablar- Porque sí, cuando le veía así se moría de todas las formas posibles, se rendía a él, a lo que quisiera decir, susurrar, hacer... Por eso, cuando le dijo que si la podía besar otra vez, en vez de decirle "vaya telita tenemos, con mi hermano ahí" solo amplió la sonrisa y dijo- Estaba deseando que me lo pidieras- Ella también deslizó los ojos hacia Dylan, que parecía no tener fin con el muñeco de nieve y, tras comprobarlo, se unió a los labios de Marcus. Le encantaba besarle, y todos los besos que se habían dado, desde el primero no muy lejos de allí, hasta aquellos que estaban integrados en la conversación cuando estaban en el pasillo del cuarto piso, pero no sabía por qué, esos dos besos allí se le antojaban... Algo más. Algo más profunda y sincero todavía que lo que habían tenido. Algo único. Algo de ellos.
No pudieron disfrutar mucho de aquel roce, claro, y cuando se separaron, Marcus se quedó muy callado mirándola. Ella sonrió y volvió a acariciarle la mejilla- Cuando te quedas callado pienso dos cosas. Una: qué miedo. Que miedo porque Marcus O'Donnell no se calla nunca y si lo hace no puede ser buena señal. Dos: si está callado, está pensando. Y cuando piensas, siempre ideas cosas maravillosas, líneas de pensamiento a las que los demás ni nos acercaríamos y pienso... Qué maravilla- Sonrió y juntó su frente con la de él en ese gesto de ambos y se levantó para volver a sentarse con él de cara a Dylan.
-Bueno, he de decir que mi licor de espino debe ayudar en algo a ser la favorita... Pero es imposible que tus abuelos no adoren a un niño al que le gustan tanto la alquimia y los libros...- Cerró los ojos y se giró hacia él, con una gran sonrisa. Le dio la mano y se apoyó en su hombro- Siempre serás el favorito de otras dos personas por lo menos- Se pegó más a su costado, para sentir su calor- De William Gallia, por ser, en sus palabras, el niño más interesado en la magia que ha conocido, después de él, claro. Y el mío- Levantó le cabeza y le miró, tan cerca como estaban- Tú eres mi favorito para todo, Marcus.
Merci Prouvaire!
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Cause' Alice does belong with Marcus
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Do you want to build a snowman? CON Alice EN Gran Comedor A LAS 13:00H, 2 de diciembre |
Y ahí estaba Marcus O'Donnell, él que siempre fardaba de vivir en pos del conocimiento, de tener la cabeza centrada, de estar siempre alerta, de llevar la perfección como estilo de vida, de rectitud y cosas bien hechas... Mirando a Alice como un completo idiota, riendo y ruborizándose por tres palabras suyas. Siempre había tenido debilidad por ella, eso no era sorpresa para nadie. Pero últimamente parecía que directamente había tirado la toalla con disimular lo más mínimo.
Se conocían lo suficientemente bien como para saber que ninguno de los dos era especialmente amigo del silencio. Bueno, Marcus sí cuando estudiaba (y no siempre, a veces empezaba a recitar todo lo que iba aprendiendo de nuevo), pero no en esas circunstancias. Si Alice se hubiera callado, él habría pensado que tramaba algo. Pero el que estaba en silencio era él, y la chica no tardó en comentar sus impresiones como no podía ser de otra manera. Se echó a reír tras el punto uno, esperando cual era el punto dos. Y ahí estaba otra vez esa expresión boba y entregada en su rostro, dejando que juntara sus frentes, mordiéndose el labio para contener las ganas de seguir besándola. ¿Lo sabría? ¿Sabría... lo que estaba pensando? Marcus odiaba que le leyeran la mente, pero en el caso de Alice le daba igual porque solo podía significar cosas buenas. Además, era absurdo siquiera no pretenderlo, se conocían demasiado bien. Sin embargo... ¿Estaba siendo demasiado obvio? Quizás si Alice detectara lo que realmente pensaba, lo que sentía y debía estar notándosele en la cara, empezara a tomar distancia con él por miedo a confundirle, o a romper eso tan hermoso que habían creado. Lo dicho, que te leyeran la mente solo traía problemas.
Sentado junto a la chica, esbozó una sonrisa que trataba de echar a un lado sus líos mentales y centrarse solo en sus palabras. Uno: ¿Alice Gallia teniendo miedo de MÍ por estar callado? Lo que hay que oír. Como que soy yo el que se pasa el día maquinando trastadas. Comentó entre risas. Dos: yo siempre estoy pensando. Tras la fanfarronada, relajó el tono y se acercó a ella de nuevo para decir más bajo. Sobre todo si tengo una buena inspiración cerca. Alice tenía ese poder, el de congelarle el pensamiento y, al mismo tiempo, sacar lo mejor de él. Pero, lo dicho, mejor que no supiera esta vez lo que estaba pensando.
Ante el comentario de Alice bufó con cierta ofensa. Perdona, ¿niño? ¿en serio? Se recompuso la túnica con orgullo, aunque claramente estaba en tono cómico. Lo dicho, me queréis quitar el puesto aquí el traidorcillo y la listilla. Lo dijo lo suficientemente alto, haciendo que Dylan se girara para mirar y le hiciera otra pedorreta que él respondió sacándole la lengua. Notó a la chica apoyarse en su hombro y, por inercia, él también dejó la mejilla sobre su pelo, escuchándola y pasando un brazo por su espalda cuando se acercó a su costado para acurrucarse. Y la miró a los ojos cuando dijo que era el favorito de William y de ella. Él también es mi favorito. Lo tenía clarísimo, siempre lo fue, lo era desde que le conocía y sin saber que Alice existía, lo seguía siendo a pesar de todo lo ocurrido. Se acercó un poco a ella y volvió a susurrar. Tú eres mi favorita para todo, Alice. Parafraseando lo que ella había dicho.
Se mojó los labios, sin ser consciente de que se había quedado mirando los suyos otra vez en esa cercanía que tenían. Sin inmutar el tono, añadió. ¿Sabes? Tu padre... Me enseñó algunos hechizos... Que nunca he llegado a... Y entonces se levantó un poco de nieve cerca y dio un respingo. Era Dylan, que se había dejado caer por allí de un salto, levantando una polvareda. Y ahora les miraba con cara de pedirles perdón por haber interrumpido algo. Mira lo que tengo. Le enseñó su cristal y el chico se quedó mirándolo un rato, impresionado. Este también lo ha hecho ella. Dijo inclinándose hacia él mientras lo miraba, señalando a Alice. Bueno... Los dos. Matizó, mirándola con una sonrisa. Vio como el chico cogía la libreta y leyó. "Se nota". Marcus le revolvió el pelo. Eres muy listo tú. Sois muy listos los Gallia. Bromeó.
Alzó la vista al castillo y vio como se generaba un ir y venir de gente a su alrededor, escuchando el murmullo del movimiento a lo lejos. Miró su reloj. Oh, creo que deberíamos irnos ya. Maldita sea, no se quería ir. Pero iban a llegar tarde a clase los tres así que... Qué remedio.
Se conocían lo suficientemente bien como para saber que ninguno de los dos era especialmente amigo del silencio. Bueno, Marcus sí cuando estudiaba (y no siempre, a veces empezaba a recitar todo lo que iba aprendiendo de nuevo), pero no en esas circunstancias. Si Alice se hubiera callado, él habría pensado que tramaba algo. Pero el que estaba en silencio era él, y la chica no tardó en comentar sus impresiones como no podía ser de otra manera. Se echó a reír tras el punto uno, esperando cual era el punto dos. Y ahí estaba otra vez esa expresión boba y entregada en su rostro, dejando que juntara sus frentes, mordiéndose el labio para contener las ganas de seguir besándola. ¿Lo sabría? ¿Sabría... lo que estaba pensando? Marcus odiaba que le leyeran la mente, pero en el caso de Alice le daba igual porque solo podía significar cosas buenas. Además, era absurdo siquiera no pretenderlo, se conocían demasiado bien. Sin embargo... ¿Estaba siendo demasiado obvio? Quizás si Alice detectara lo que realmente pensaba, lo que sentía y debía estar notándosele en la cara, empezara a tomar distancia con él por miedo a confundirle, o a romper eso tan hermoso que habían creado. Lo dicho, que te leyeran la mente solo traía problemas.
Sentado junto a la chica, esbozó una sonrisa que trataba de echar a un lado sus líos mentales y centrarse solo en sus palabras. Uno: ¿Alice Gallia teniendo miedo de MÍ por estar callado? Lo que hay que oír. Como que soy yo el que se pasa el día maquinando trastadas. Comentó entre risas. Dos: yo siempre estoy pensando. Tras la fanfarronada, relajó el tono y se acercó a ella de nuevo para decir más bajo. Sobre todo si tengo una buena inspiración cerca. Alice tenía ese poder, el de congelarle el pensamiento y, al mismo tiempo, sacar lo mejor de él. Pero, lo dicho, mejor que no supiera esta vez lo que estaba pensando.
Ante el comentario de Alice bufó con cierta ofensa. Perdona, ¿niño? ¿en serio? Se recompuso la túnica con orgullo, aunque claramente estaba en tono cómico. Lo dicho, me queréis quitar el puesto aquí el traidorcillo y la listilla. Lo dijo lo suficientemente alto, haciendo que Dylan se girara para mirar y le hiciera otra pedorreta que él respondió sacándole la lengua. Notó a la chica apoyarse en su hombro y, por inercia, él también dejó la mejilla sobre su pelo, escuchándola y pasando un brazo por su espalda cuando se acercó a su costado para acurrucarse. Y la miró a los ojos cuando dijo que era el favorito de William y de ella. Él también es mi favorito. Lo tenía clarísimo, siempre lo fue, lo era desde que le conocía y sin saber que Alice existía, lo seguía siendo a pesar de todo lo ocurrido. Se acercó un poco a ella y volvió a susurrar. Tú eres mi favorita para todo, Alice. Parafraseando lo que ella había dicho.
Se mojó los labios, sin ser consciente de que se había quedado mirando los suyos otra vez en esa cercanía que tenían. Sin inmutar el tono, añadió. ¿Sabes? Tu padre... Me enseñó algunos hechizos... Que nunca he llegado a... Y entonces se levantó un poco de nieve cerca y dio un respingo. Era Dylan, que se había dejado caer por allí de un salto, levantando una polvareda. Y ahora les miraba con cara de pedirles perdón por haber interrumpido algo. Mira lo que tengo. Le enseñó su cristal y el chico se quedó mirándolo un rato, impresionado. Este también lo ha hecho ella. Dijo inclinándose hacia él mientras lo miraba, señalando a Alice. Bueno... Los dos. Matizó, mirándola con una sonrisa. Vio como el chico cogía la libreta y leyó. "Se nota". Marcus le revolvió el pelo. Eres muy listo tú. Sois muy listos los Gallia. Bromeó.
Alzó la vista al castillo y vio como se generaba un ir y venir de gente a su alrededor, escuchando el murmullo del movimiento a lo lejos. Miró su reloj. Oh, creo que deberíamos irnos ya. Maldita sea, no se quería ir. Pero iban a llegar tarde a clase los tres así que... Qué remedio.
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Rio con ganas y le dio con el dedo en la nariz- Yo no maquino trastadas, a mí me salen solas y sobre la marcha, cariño- Y ahí sí se le había escapado. Mucho lo había retenido, pero al menos estaban solos y no con Dylan y dos alumnos díscolos al rededor. Amplió la sonrisa e hizo como si nada, pero sabía que le brillaban los ojos con la felicidad y la emoción del momento- Nunca me habían llamado inspiración, pero es de lo más bonito que me han llamado. Excepto pajarito, una es niña de papá y le gusta tener su propio mote.
Entornó los ojos a lo que dijo del niño- Eras un niño cuando él te conoció. Y creo que siempre seremos niños ante sus ojos. Aunque no paremos de crecer... Y de cambiar... Pero eso es bueno. Se llama evolucionar- rozó otra vez la nariz con la de él y dijo- Y me gusta hacerlo contigo- Como le gustaba hacer todo, como habían hecho prácticamente todo desde que se conocían. Suspiró y sonrió aún más cuando le dijo que era su favorita. También, probablemente, otro de los apelativos más bonitos que le habían dicho.
Ladeó la cabeza y le miró entrecerrando los ojos- ¿Hechizos que no conozco yo? Menuda traición...- Soltó una carcajada y dijo- Pues a mi también me ha enseñado hechizos que tú no conoces, y no pienso enseñártelos hasta...- Pero entonces llegó Dylan a lo suyo y les tiró nieve y barro encima. Soltó aire exasperada y dijo- Y ahora nos vamos a tener que ir a clase de esta guisa. Menudos estáis hechos- Se levantó y pateó nieve al hueco donde habían asado las castañas por si acaso.
Su hermano se puso entre ambos, dándoles las manos y caminando muy contento y Gal mantenía la sonrisa perenne en su rostro. Cuando pasaron por el Invernadero, oyó una vocecita que llamó a Marcus y le saludó desde allí. Reconoció a la chica de Gryffindor a la que había ayudado, la saludó y ella le devolvió el saludo también como una gran sonrisa- Qué chica más cuqui- dijo con una sonrisilla. Dylan sacó la libreta y escribió rápidamente "¿Quién es? ¿La conocéis?". Gal sonrió de medio lado y dijo- Sí, bueno yo no sabía cómo se llamaba. Pero la ayudé con su espino blanco, es muy maja. ¿Por qué?- Dylan escribió más rápido que de costumbre "No, por nada. Parece simpática"- Sí, sí lo es. Marcus parece amigo suyo, que te la presente un día que no tengamos clase- Llegaron al castillo y el revolvió el pelo- Espero que lo hayas pasado bien, patito- Él asintió vehementemente- Me alegro. Ahora ve a clase y pórtate bien, patito mío- Y se dirigió con una sonrisa imborrable en el rostro hacia la clase del Alquimia, mirando a Marcus y diciendo- ¿Se lo enseñamos al profesor?
Entornó los ojos a lo que dijo del niño- Eras un niño cuando él te conoció. Y creo que siempre seremos niños ante sus ojos. Aunque no paremos de crecer... Y de cambiar... Pero eso es bueno. Se llama evolucionar- rozó otra vez la nariz con la de él y dijo- Y me gusta hacerlo contigo- Como le gustaba hacer todo, como habían hecho prácticamente todo desde que se conocían. Suspiró y sonrió aún más cuando le dijo que era su favorita. También, probablemente, otro de los apelativos más bonitos que le habían dicho.
Ladeó la cabeza y le miró entrecerrando los ojos- ¿Hechizos que no conozco yo? Menuda traición...- Soltó una carcajada y dijo- Pues a mi también me ha enseñado hechizos que tú no conoces, y no pienso enseñártelos hasta...- Pero entonces llegó Dylan a lo suyo y les tiró nieve y barro encima. Soltó aire exasperada y dijo- Y ahora nos vamos a tener que ir a clase de esta guisa. Menudos estáis hechos- Se levantó y pateó nieve al hueco donde habían asado las castañas por si acaso.
Su hermano se puso entre ambos, dándoles las manos y caminando muy contento y Gal mantenía la sonrisa perenne en su rostro. Cuando pasaron por el Invernadero, oyó una vocecita que llamó a Marcus y le saludó desde allí. Reconoció a la chica de Gryffindor a la que había ayudado, la saludó y ella le devolvió el saludo también como una gran sonrisa- Qué chica más cuqui- dijo con una sonrisilla. Dylan sacó la libreta y escribió rápidamente "¿Quién es? ¿La conocéis?". Gal sonrió de medio lado y dijo- Sí, bueno yo no sabía cómo se llamaba. Pero la ayudé con su espino blanco, es muy maja. ¿Por qué?- Dylan escribió más rápido que de costumbre "No, por nada. Parece simpática"- Sí, sí lo es. Marcus parece amigo suyo, que te la presente un día que no tengamos clase- Llegaron al castillo y el revolvió el pelo- Espero que lo hayas pasado bien, patito- Él asintió vehementemente- Me alegro. Ahora ve a clase y pórtate bien, patito mío- Y se dirigió con una sonrisa imborrable en el rostro hacia la clase del Alquimia, mirando a Marcus y diciendo- ¿Se lo enseñamos al profesor?
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Uuh. Respondió cómicamente, como si quisiera sarcásticamente decirle que no le tenía ningún miedo, cuando dijo eso de las trastadas. Aunque eso de cariño le había gustado, pero ya sentía que estaba disimulando lo suficientemente poco como para añadir más comentarios, así que solo sonrió. Seguía muy cerca de su rostro cuando le respondió. Pues puedo llamártelo todas las veces que quieras. Aunque soltó una risita, y añadió con tonito burlón rozando su nariz. Niña de papá. Como que él era el más apropiado para hacer burla de eso. Como si él no fuera niño de papá, de mamá, de abuelos, de la mitad del profesorado y hasta de algún cuadro. Pero la chica rozó también su nariz con la de él, que se quedó de nuevo con una sonrisa boba y repitió en un susurro. A mí también. Eso y todo.
La miró con una ceja arqueada y esa mirada curiosa pero con dobles intenciones, sonrisita incluida, que últimamente usaba mucho con Alice. ¿Hasta...? Pero se quedó con la intriga por la interrupción de Dylan. Se sacudió un poco, riéndose, pero no sin antes vengarse y tirarle un poco más de nieve al niño sin que su hermana lo viera. A puntito estuvieron de iniciar otra guerra de nieve, pero se contuvieron por miedo a que la chica se girara tras tapar la hoguera y les mandara a paseo por ponerse aún peor de lo que ya estaban. Porque sí, estaba un poco desastrado (y encima tenían alquimia ahora), y muerto de frío porque se seguía notando la espalda mojada. Quizás debería ir a cambiarse rápido. Qué bonita era su Sala Común pero que lejos estaba...
Pensó aún así en echar a correr hacia allí, pero entonces Dylan le dio su mano para caminar hacia el castillo y se le olvidaron bastante sus planes. Iba dirección a este con una sonrisilla cuando oyó su nombre, y al girarse la vio. Sonrió ampliamente y alzó una mano para saludar. ¡Ey, Olive! La niña sonrió al saludo de los dos mayores y volvió a esconderse entre las plantas del invernadero. Es muy tímida, pero una vez la conoces es un encanto. Vaya. Como cierta otra personita de primero que, al volverse, vio que escribía rápidamente en su libreta si la conocían. Marcus esbozó una sonrisilla con los labios fruncidos y los ojos entrecerrados. ¿Quieres que te la presente, colega? Por mí encantado. Miró a Alice con un toque cómico. Así que a Dylan le había gustado la chica de las plantitas... Lo que había que ver. Iba a divertirse mucho con eso, pues no era peligroso Marcus con un dato como ese entre manos.
Sonrió ampliamente a Dylan cuando dijo de esa forma que se lo había pasado bien y le sacudió un poco el pelo. Giró para dirigirse junto a Alice a la clase de alquimia y, al desaparecer Dylan, pareció caer en la realidad palpable y un escalofrío le sacudió el cuerpo de arriba a abajo. Estoy helado. Murmuró, frotándose las manos. Pero Alice dijo algo y se quedó mirándola. ¡Sí! Eso le va a encantar. Seguro que te da puntos o algo, o mínimo la enhorabuena, porque es... Solo rió un poco, impresionado. No tenía palabras para describirlo, como todo lo que Alice hacía. Le encantaría ir junto a ella antes de que empezara la clase a mostrar el cristal que habían hecho juntos.
Pero volvió a sacudirle otro escalofrío. ¡Brrr! Se iba a poner malísimo si se quedaba mojado así. Espera, dame un segundo. Se echó a un lado en el pasillo, colocándose en un sitio menos transitado para que no fuera a molestarle a nadie, y se concentró, sacando la varita. ¡Accio túnica! Segundo más tarde apareció una de sus túnicas volando por allí, agarrándola en el aire. Algo hará. Se quitó la que llevaba puesta, la guardó en su mochila intentando no pegarla mucho a los libros y se puso la seca. Seguía teniendo el uniforme húmedo por dentro, pero al menos daba algo más de calorcito así.
La miró con una ceja arqueada y esa mirada curiosa pero con dobles intenciones, sonrisita incluida, que últimamente usaba mucho con Alice. ¿Hasta...? Pero se quedó con la intriga por la interrupción de Dylan. Se sacudió un poco, riéndose, pero no sin antes vengarse y tirarle un poco más de nieve al niño sin que su hermana lo viera. A puntito estuvieron de iniciar otra guerra de nieve, pero se contuvieron por miedo a que la chica se girara tras tapar la hoguera y les mandara a paseo por ponerse aún peor de lo que ya estaban. Porque sí, estaba un poco desastrado (y encima tenían alquimia ahora), y muerto de frío porque se seguía notando la espalda mojada. Quizás debería ir a cambiarse rápido. Qué bonita era su Sala Común pero que lejos estaba...
Pensó aún así en echar a correr hacia allí, pero entonces Dylan le dio su mano para caminar hacia el castillo y se le olvidaron bastante sus planes. Iba dirección a este con una sonrisilla cuando oyó su nombre, y al girarse la vio. Sonrió ampliamente y alzó una mano para saludar. ¡Ey, Olive! La niña sonrió al saludo de los dos mayores y volvió a esconderse entre las plantas del invernadero. Es muy tímida, pero una vez la conoces es un encanto. Vaya. Como cierta otra personita de primero que, al volverse, vio que escribía rápidamente en su libreta si la conocían. Marcus esbozó una sonrisilla con los labios fruncidos y los ojos entrecerrados. ¿Quieres que te la presente, colega? Por mí encantado. Miró a Alice con un toque cómico. Así que a Dylan le había gustado la chica de las plantitas... Lo que había que ver. Iba a divertirse mucho con eso, pues no era peligroso Marcus con un dato como ese entre manos.
Sonrió ampliamente a Dylan cuando dijo de esa forma que se lo había pasado bien y le sacudió un poco el pelo. Giró para dirigirse junto a Alice a la clase de alquimia y, al desaparecer Dylan, pareció caer en la realidad palpable y un escalofrío le sacudió el cuerpo de arriba a abajo. Estoy helado. Murmuró, frotándose las manos. Pero Alice dijo algo y se quedó mirándola. ¡Sí! Eso le va a encantar. Seguro que te da puntos o algo, o mínimo la enhorabuena, porque es... Solo rió un poco, impresionado. No tenía palabras para describirlo, como todo lo que Alice hacía. Le encantaría ir junto a ella antes de que empezara la clase a mostrar el cristal que habían hecho juntos.
Pero volvió a sacudirle otro escalofrío. ¡Brrr! Se iba a poner malísimo si se quedaba mojado así. Espera, dame un segundo. Se echó a un lado en el pasillo, colocándose en un sitio menos transitado para que no fuera a molestarle a nadie, y se concentró, sacando la varita. ¡Accio túnica! Segundo más tarde apareció una de sus túnicas volando por allí, agarrándola en el aire. Algo hará. Se quitó la que llevaba puesta, la guardó en su mochila intentando no pegarla mucho a los libros y se puso la seca. Seguía teniendo el uniforme húmedo por dentro, pero al menos daba algo más de calorcito así.
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