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    Alchemist
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    Jue Dic 24, 2020 7:19 pm
    Recuerdo del primer mensaje :


    Blue-Green Christmas
    CON Alice EN Casa de los O'Donnell A LAS 07:00h, 25 de diciembre
    Un ruido seco y brusco se metió en su sueño, pero estaba tan a gusto, tan cansado y relajado, en un estado de sueño tan profundo, que ahí se quedó, simplemente arrellanándose en su comodidad y ronroneando como un gato, dispuesto a caer en el sopor otra vez. Pero, entonces, otro ruido, aún más fuerte. Y algo en su cerebro dijo "despierta, porque eso es por ti".

    Abrió los ojos y alzó el cuello en un respingo, pero no se despegó mucho más de su sitio. Su sitio que no era otro que el pecho de Alice, su cuerpo desnudo. Se había quedado dormido ahí, sin darse cuenta, no recordaba ni como había sido, creía que estaban hablando. Pero solo le había bastado girar la vista hacia la ventana para ver la luz del día. Y un tercer ruido. Alguien estaba golpeando su pared, aparentemente "sin querer", pero en un claro tono de aviso. Lex. Le debía una a su hermano. Se la debía pero bien grande.

    Alice. Susurró, girándose a la chica y acariciando su mejilla con cierto apremio. Alice, es de día. Y no tenía ni idea de qué hora era. Por todos los dragones, como su familia estuviera ya levantaba, iban a tener un problema. Se levantó de la cama, cogió la ropa interior que aún estaba por el suelo y se la puso de camino hacia la pared de enfrente. Dejó un par de toques en esta y apoyó el oído. Cualquiera que le viera se preguntaría qué narices estaba haciendo, pero de alguna manera, si efectivamente Lex estaba haciendo ruidos a posta para despertarle, quería que se enterara de que ya no hacía falta. Pero justo cuando pegó el oído a la pared, vio la varita en el comodín. Mierda, el hechizo. Se dirigió hacia ella y murmuró. ¡Finite incantatem! Quizás ya se había desvanecido, pero por si acaso. Ya sí, dio un par de toques en la pared y esperó a que su hermano captara el mensaje de ese idioma que, al parecer, se acababan de inventar.

    Se dirigió a su mesa y cogió el reloj. Las siete de la mañana. Vale, era temprano, sus padres no se habrían levantado aún, menos siendo día festivo. Pero solo ver la hora hizo que casi le diera un mareo, frotándose los ojos con dos dedos para estabilizarse. ¿Cuánto había dormido? ¿Tres horas? Dios, estaba exhausto. Y con el día que le quedaba por delante... Soltó el reloj y miró a la chica, que aún estaba remoloneando en la cama. Quien pudiera quedarse allí con ella, con lo bien que se estaba... Pero se tenían que ir. Maldita sea. Aún les quedaba un poquito para alcanzar la perfección, ese poquito de que no hubiera nadie a punto de pillarles, de que aquello fuera todo suyo y nada más que suyo sin tener que esconderse... Tan temprano y ya estaba empezando a divagar.

    Ey, princesa. Susurró buscando el rostro de la chica con el suyo entre risillas, subiéndose de rodillas a la cama. Qué ganas de quedarse allí, de verdad... Pero no podía ser. Alice... Hay que hacer algo antes de que se levanten mis padres si no queremos que... Se enteren de lo que hemos estado haciendo esta noche. Mejor dejaba la frase en el aire. Habla bajito, he cancelado el hechizo. Por algo estaba diciendo todo aquello susurrando. Dejó un beso en sus labios una vez más, como si fuera una despedida. Pero ya tocaba ponerse en marcha.
    Merci Prouvaire!


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    Alchemist
    Ivanka
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    Miér Dic 30, 2020 12:59 pm

    Blue-Green Christmas
    CON Marcus EN Casa de los O'Donnell A LAS 07:00h, 25 de diciembre
    Andrómeda suspiró, y justo en ese momento, el bebé rompió a llorar y empezó a susurrarle, dándole el dedo meñique para que lo mordiera- ¿Los dientes, no?- la mujer asintió, con tensión en la cara- Sí, seguro que alguien conoce un remedio infalible para él- Gal negó con la cabeza sin quietar la sonrisa- El remedio para un bebé que llora es su madre, siempre. Los demás solo pueden opinar, no calmarle. - Andrómeda la miró con sorpresa y una ligera sonrisa, siempre con esa expresión tan dulce. - Mi madre lo decía siempre, cuando mi abuela se ponía muy insoportable con lo que darle a mi hermanito. - El bebé se había callado y ahora le miraba curioso- ¿Lo quieres coger? Ahora está tranquilito. -¡Está jugando conmigo! Siempre os vais todos con el bebé…- Gal tragó saliva. No quería decirle que no a aquella mujer tan agradable, que claramente no recibía ninguna atención del resto de su familia política. Se levantó y se sentó junto a ella. - Puedo tomarme el té desde aquí y con tu hermano en brazos. - contestó ella con una sonrisa.

    Puso los brazos para coger al niño y vio cómo le enfocaba con unos grandes ojos azules. Le recordaba mucho a Dylan- Yo siempre estaba dando la lata con que quería coger a mi hermano y achucharlo, porque estaba calentito y olía muy bien- Sonrió al bebé, porque la verdad, era una auténtica cucada. Otra cosa se les podía afear a esa familia, pero hacían niños muy bonitos. - Se llama Lucas ¿verdad?- La madre asintió, ampliando la sonrisa- Estaba con Marcus cuando le llegó la carta diciendo que había tenido otro primito.- Lo dejó reposando en un brazo y subió el otro para acariciar con el índice la cara del bebé. - Hola, monada. Eres un niño muy bueno. - Se giró a la madre- De mí siempre dicen que era una tortura. - Ella rio y dijo. - Bueno, ahora no lo eres para nada. Lucas parece estar a gusto contigo y a Miranda le has caído genial. ¿Te gustan los niños?- “En el caso de los Horner, bastante más que los adultos” pensó meciendo un poco a Lucas y acariciando sus puñitos cerrados. - Sí, bueno… Sí, supongo que sí. - La mujer le puso suavemente una mano en el brazo y dijo con una risita- Tranquila, yo no te estoy pasando ninguna prueba. Solo me gusta la gente que es amable y cariñosa con mis hijos. - ¿Prueba? ¿Qué prueba? ¿Para qué? Gritó una alarma en su interior. Pero se contuvo muy mucho de mostrarlo- Anastasia ha dicho que estabas pasando las navidades con mis cuñado ¿Dónde está tu familia?- ¿Que habían estado hablando de ella antes de que llegar? Eso empezaba a tensarla más todavía- Ehm… Mi padre… Es el mejor amigo del señor O’Donnell. Y yo soy amiga de Marcus desde siempre también…- Por qué das tanta información que no se te ha pedido- El caso es que mi padre está en Francia con el resto de la familia arreglando un asunto un tanto complicado y nos ha dejado a mi hermano y a mí aquí. -¿Y tu madre?- Gal apretó los labios y la miró a los ojos- Murió hace cuatro años casi. - La mujer volvió a poner la mano en su brazo y la miró apenada- ¡Lo siento! No tenía ni idea, lo siento de verdad…- Ella negó con la cabeza y puso una sonrisa. - No se preocupe, de verdad. Es usted muy amable por interesarse, señora Horner. -No hace falta que me llames señora Horner, con Andrómeda está bien. - Gal sonrió y entornó los ojos hacia las severas miradas de Emma y la abuela de Marcus- No, no lo creo, señora…- La mujer rio un poco y se giró hacia ella, haciendo como que recolocaba el arrullo de su hijo y susurró- A mí también me aterroriza mi suegra, no te culpo. Pero tranquila, nunca se fijan en mí. No se enterarán de que no guardamos las formas- Gal sonrió aún más y le hizo una carantoña a Lucas, que sonrió con un gorgojeo monísimo que la llenó de ternura.

    -Ese vestido que llevas es de tía Emma- Ella apretó los labios y carraspeó, pero sin perder la sonrisa- Lo es. -¿Es que tú no tienes vestidos?- Andrómeda le dio a su hija en la mano- ¡Miranda!- Gal se rio un poquito más- No, no se preocupe. La verdad es que no tuve mucho tiempo de coger ropa al irme en Navidades y la señora O’Donnell ha sido muy amable de prestármelo - imponérmelo- para venir… Más guapa- adecuada. - Pues no te sienta nada bien, no son tus colores.- ¡Miranda! ¿Cómo puedes ser tan descortés, hija? Encima que Alice viene aquí a jugar contigo. - Se rio con ganas y negó con la cabeza- No, si tiene razón…- levantó la mirada y miró observando aquel salón tan elegante, aquellas personas que hablaban bajito y pausadamente, todos tan bien vestido y bien hablados. - Nada de esto me sienta bien. - dijo, sin pensarlo mucho en un suspiro- Pues yo creo que le sientas bien a Marcus. - Gal se giró y Andrómeda asintió sonriendo. - Se le ve muy contento. - Yo no… No somos… - Ya, ya. Te habrían anunciado oficialmente como tal, aquí todo es así. Pero… Os he estado observando al entrar y… Sonreís mucho y muy desde el corazón. - Como si lo ilustrara, miró a sus niños, agarrando un piececito de Lucas y acariciando una coleta de Miranda. - Eso es lo que importa. Y los niños también te pegan. Se te ve paciente y buena.- Gal se encogió de hombros y bebió del té imaginario de Miranda, guiñándole un ojo. - Es porque soy muy buena hermana mayor, como lo va a ser Miranda ¿A que sí? Yo me llevo la misma edad con mi hermano que tú con el tuyo. - La niña se encogió de hombros y miró un poco para otro lado. - Bueno a mí me gustaría que dejara de llorar tanto. Es muy pesado. - Gal puso cara de sorpresa y dijo. - Mira pues cuando llore, vienes - dijo alargándole la mano y trayéndola delante del bebé- , le miras y le sonríes. - Y cuando Miranda lo hizo, Lucas puso una enorme sonrisa y movió las manitas. - ¿Ves? Eres su hermana mayor, su primera amiga, siempre se va a alegrar de verte. - Andrómeda la estaba mirando completamente emocionada y sonriente y le apretó el brazo con cariño. No debía estar muy acostumbrada a las muestras de afecto o a la gente que era así con los niños, por lo que veía en esa casa.
    Merci Prouvaire!


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    Alchemist
    Freyja
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    Miér Dic 30, 2020 6:45 pm

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    CON Alice EN Casa de los O'Donnell A LAS 07:00h, 25 de diciembre
    - Lo que está claro es que ser prefecto te da muchos contactos, dentro y fuera del castillo. Pero supongo que eso tú ya lo sabes. - Le guiñó un ojo y le dio con el puño en un hombro, a lo que Marcus contestó, una vez más, con una sonrisa falsa. - Da muchas cosas, sí. La satisfacción de ayudar a los nuevos alumnos, por ejemplo. - Sí, ya. - Respondió el otro con una carcajada que pretendía ser cómplice, en el hipotético caso de que Marcus estuviera buscando su complicidad. - Les diremos a todos que ese fue el motivo por el que cogiste el puesto. - Ese fue el motivo por el que cogí el puesto. Uno de ellos, al menos. - Hm, "uno de ellos". Sí, nos quedaremos con eso. - Volvió a insistir con una risita de las suyas, de esas que a Marcus no le hacían ninguna gracia. Percival le hacía sentir inferior de manera deliberada constantemente. Ni veces que había salido llorando de esa casa cuando era pequeño por los comentarios hirientes de su primo. Desde que Marcus se hiciera con la suficiente capacidad dialéctica como para contestar a su altura, había cambiado la estrategia y ahora buscaba ser coleguitas, pero sin perder ese estatus de que ahí mandaba él. Seguía sin gustarle, pero al menos ya se sentía con armas para contestar.

    - Los O'Donnell sois todo unos románticos... - Añadió mientras se llevaba a la boca unos anacardos que había en una fuentecita por allí. Cómo estaría Marcus de tenso que ni los había visto. - Y hablando de romanticismo y de cosas que te da ser prefecto... - Añadió con media sonrisa ladeada, mientras masticaba, y señaló hacia el lugar donde estaba Alice, aunque desde allí apenas la veían a lo lejos. Marcus se giró aun así, como si no supiera a qué o quién señalaba. Pero era inequívocamente a ella. Sus palabras se lo terminaron de confirmar. - Es guapa. - Marcus le miró, con una sonrisa apenas esbozada y una ceja ligeramente arqueada. De repente se le había puesto una expresión muy de Emma, aunque por dentro seguro que estaba más inquieto de lo que ella se ponía en situaciones así. - Y tú tremendamente observador. - Ya. - Coronó con una risotada que no le gustó nada, pero no inmutó la expresión, solo miró a otro lado con las manos en los bolsillos, controlando el suspiro y el poner los ojos en blanco. Hasta que le vio acercarse a él. - ¿Te la estás...? - Y el modo Emma le desapareció por completo de la expresión, porque esa pregunta, con ese tono, esa sonrisa asquerosa y ese gesto obsceno que la acompañó le causaron una oleada de indignación que se le reflejó perfectamente en la cara. - ¡No! - Respondió, con el ceño fruncido y mirada de desprecio hacia su primo, retirándose un paso de él. No sabía ni por qué le había brotado ese "no" sin pensárselo, porque, de hecho... Sí. Pero la forma en la que lo había dicho le causó tal desagrado que a su mente solo vino un "yo nunca haría eso". Porque para él, no era eso lo que habían hecho. Osea, sí, pero... Él lo percibía de otra manera totalmente distinta, y no merecía la pena explicárselo a Percival porque estaba claro que ni en mil vidas lo iba a entender.

    Chistó hacia un lado, negando con la cabeza, pero la pose estoica heredada de su madre se había esfumado por completo y su primo lo sabía. Volvió a acercársele con esa sonrisita y Marcus le miró con precaución, sin desfruncir el ceño. - Venga, que a mí me lo puedes contar, que tenemos casi la misma edad. - Vaya. De repente tenían casi la misma edad. - Y no te preocupes, que la tía Emma no tiene por qué enterarse. - No, si la tía Emma ya lo sabe, pensó con resignación. - No tengo nada que contarte. - Y serías la última persona del mundo a la que se lo contara. - Es mi amiga. - Percival se alejó con una sardónica carcajada muda, arqueando una ceja y dando un parsimonioso sorbo a su copa, mientras miraba hacia donde estaba Alice. Marcus volvió a girarse, de nuevo con la inútil esperanza que estuviera mirando otra cosa... Pero no. - Pues tu amiga está bastante bien. Deberías aprovechar. - ¿Para qué? - Ya se le había ido el tono con esa pregunta. Lo estaba teniendo todo muy controladito hasta que entró a hablar de Alice. Ese idiota sabía cazarte los puntos débiles y él siempre tenía que caer. - Para divertirte. - Yo me divierto estupendamente, pero gracias por el aporte. - El otro se echó a reír con los labios cerrados y le miró con condescendencia. - Venga, primo, no te piques. - Ya estamos. Si es que se lo veía venir, siempre acababan igual. Tenía que haberle huido al primer saludo en vez de entrarle a las tonterías. Respira, Marcus. Recupera el control. - Si por eso te decía antes lo de los prefectos, porque hay cierta erótica en el cargo que... No está mal que la aproveches. - ¡Pues ahora que lo dices! - Saltó de repente, dando una palmada como si acabara de caer en algo. Porque le estaba irritando, le estaba irritando ya mucho y no la podía liar. Así que saltó con la primera salida que se le ocurrió, que dejó a su primo con una cara un poco descuadrada. - ¿Sabes quién puede comprobar si sigue tu retrato en la Sala Común de Slytherin? Lex. Así que... - Sonrió y le dio un par de palmaditas en el hombro. - Tú no te preocupes, en cuento lleguemos a Hogwarts le digo que lo compruebe. - Dio un par de pasos marcha atrás, sin dejar de mirarle con una sonrisa falsísima de oreja a oreja, y señaló al salón con el pulgar. - Te dejo, que no es cortés dejar tanto tiempo sola a tu invitada. Cosas que se aprenden siendo prefecto, pero supongo que tú ya las sabes. -  Rio falsamente de nuevo, recibiendo la igualmente falsa risita de su primo, y se marchó de allí. Que mucho había tardado.

    Desdibujó la sonrisa y puso una cara de desprecio total, girando los ojos todo lo que lo había contenido antes y echando aire por la boca mientras se dirigía al salón. Al menos desfogar sus expresiones antes de llegar hasta Alice, que demasiado las había contenido. Capullo, pensó. Percival no cambiaba. Al revés, a medida que crecía iba a peor. Estaba echando sapos y culebras mentales por la boca cuando entró al salón y se encontró con esa estampa: la de Alice con su primo Lucas en brazos, con Miranda sonriendo junto a ella y su tía Andrómeda mirándoles con adoración. Se quedó unos instantes ahí parado y todo lo malo que traía se le fue inmediatamente, dejando paso a una expresión de ternura. Su tía fue la primera en recabar en su presencia, dedicándole una dulce y amplia sonrisa. Andrómeda tenía una sonrisa muy bonita, fue lo primero que le llamó la atención de ella cuando la vio por primera vez. Sin embargo, cada vez la sacaba menos a relucir. Quien sino Alice iba a hacer que eso cambiara.

    - Mira, primo Marcus. Alice está tomando el té conmigo. - ¡Anda! Qué bien. Se sentó en el sofá junto a Alice. - ¿Me puedo unir? - La niña le miró como si acabara de decir una tontería.  - Los niños no toman té. - ¿Ah, no? - Alzó los brazos con frustración, chistando teatralmente, y los dejó caer. - Pues entonces me voy a morir de sed. Qué pena, con lo divertido que parece esto. - Miranda le miró de arriba a abajo con una muequecita muy graciosa ante la que Marcus tuvo que hacer un esfuerzo por no reírse. Andrómeda no se estaba esforzando tanto, le estaba escuchando la risilla. - Vale. Pero solo me quedan tazas rosas. - Podré soportarlo. - Mil veces mejor una taza rosa que lo que acabo de aguantar. Si lo llega a saber se hubiera ido para allá del tirón. Su tía y él cruzaron la mirada con una sonrisa y, como si ella supiera lo que él quería hacer antes que el propio Marcus, hizo como que se distraía con otra cosa. Marcus se mojó los labios, aprovechando que su tía no miraba, y se acercó al oído de Alice. - Oye, te sienta muy bien esto. - Susurró, mientras le dejaba su índice al bebé para que jugara con él y le miraba, haciéndole muequecitas por encima del hombro de Alice.
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    Alchemist
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    Miér Dic 30, 2020 7:48 pm

    Blue-Green Christmas
    CON Marcus EN Casa de los O'Donnell A LAS 07:00h, 25 de diciembre
    Justo en ese bonito momento, llegó Marcus y ella le miró con una sonrisa resplandeciente. Llevaban solo dos días conviviendo y ya se le empezaba a hacer raro pasar tanto tiempo sin él. Sonrió aún más cuando se puso a hablar con su prima y le miró con una expresión de entendida. - Es que es porcelana de Sévres, porque hoy es un día especial. - Como si ella fuera la más enterada del asunto. Luego miró a Miranda y dijo. - Pues debe quererte mucho, porque para Marcus todo tiene que ser azul. - Se fijó un poco en la expresión de Marcus y frunció el ceño. No estaba... Mal, pero había una tensión en sus cejas, como cuando estaba incómodo con algo ¿Estaría haciendo algo mal y no querrás decírselo? Pero entonces le sintió por encima de su hombro y casi que se le olvidó. Se giró para contestarle y se dio cuenta de que sus rostros se habían quedado muy cerca así que se giró inmediatamente de nuevo al bebé, pero con una sonrisa boba que no era capaz de disimular. - Se te da mejor a ti, de todas formas, no me extraña que Lucas esté encantado, con esas manos tan bonitas... - Carraspeó y miró a Andrómeda, que ya se había girado hacia ellos otra vez.

    - Oye, Alice ¿Eres familia de Helena Gallia? - Ella, feliz de poder concentrar su atención en algo, asintió con la cabeza. - Sí, es mi abuela. - Pues trabajé con ella un tiempo, al empezar, mi jefe decía que lo del puesto de administrativa era una tapadera, que ella era la auténtica ministra. La verdad es que nadie se atrevía a rebatirla. - Gal rió un poco y dijo. - Yo sí, si siguiera trabajando con ella, le contaría el secreto. ¿Usted es auror también? - Andrómeda asintió y dijo, más bajito, como quien no quiere destacar. - Sí, soy obliviadora. - Vaya, le pegaba el puesto. Si tenían que desmemoriarla, que lo hiciera alguien tan dulce como esa mujer. - ¿Tú también quieres trabajar en el Ministerio?- No. Bueno, sería un honor ser auror. Y más obliviadora, es un trabajo importantísimo. - Dijo, porque tenía la sensación de que no se lo decían mucho. - Pero quiero ser sanadora en San Mungo. Bueno, si me acaban cogiendo, claro. - Justo entonces Miranda tiró un frasquito de tinta de colores con los que estaba pintando algo azul para Marcus (vaya, otra del que claramente era favorito) y Alice lo acogió al vuelo, aunque se manchó la mano. Se recolocó haciendo equilibrio para no manchar al bebé y miró apurada a la señora Horner. - ¿Coge a Lucas otra vez? Voy a lavarme las manos antes de que manche el vestido de la señora Horner. - Miró a Marcus con una sonrisilla traviesa y dijo por lo bajini. - Vaya las que lían por ti.

    Pues ahora sí que la había hecho buena. Aquella casa era enorme y no tenía ni idea de dónde estaba el baño. Pero la cocina estaba en la entrada, y ahí creía que sí podía volver. Efectivamente, tras caminar no mucho, vio la puerta de la cocina. Mientras se lavaba las manos miró a su al rededor. Anda que era igualita que la de su casa. Pero se acordó de una cosa que siempre decía su abuela "Cocina limpia, casa mal comida" y le dio un poco de risa solo de pensar que aquellos pomposos magos en verdad estaban muertos de hambre mientras los O'Donnell y ella venían rellenos por la comilona de Molly. Estaba con las manos mojadas, buscando un trapo, porque se había dejado la varita en el abrigo, cuando una mano se lo tendió. Era el primo de Marcus, con el que había estado hablando, y ahora que lo pensaba, era ese del que habían hablado la noche anterior y justo después de venir de hablar con él, era cuando había notado aquella tensión en Marcus. No le parecía nada más allá que el típico privilegiado de Slytherin muy estúpido, que ahora era rico y tenía un puestazo a pesar de su edad. Sonrió de medio lado y tomó el trapo. – Gracias.De nada. No suelo entrar en la cocina a no ser que haya una buena razón para hacerlo. – Gal entornó los ojos, pero no quitó la sonrisa, aunque estaba deseando decir “y a mí que me cuentas”. – Pues que suerte tienes, entonces.

    Así que Gallia… Me quiere sonar tu apellido, pero no nos relacionamos mucho con ellos. – Qué manía tenía aquella familia con los apellidos, por todos los dragones. Pero eran parientes de Marcus, y más importante, de Emma. Además, Percival era hijo del médico, le convenía ser amable con él. – Mi padre trabaja con la señora O’Donnell. Y mis abuelos trabajaban en el Ministerio, como tú, según tengo entendido. – Percival asintió con la cabeza. – Será de eso. Aún así… Es curioso… - Dijo con un tonillo que pretendía ser interesante. - ¿El qué? – Preguntó, más agresiva de lo que le gustaría. Eso le hizo poner una sonrisa, que se parecía bastante a la sonrisa chulesca de Marcus, pero que le helaba la sangre. – Que Marcus te preste a este circo… Y que te prestes tu también por él. – Gal tragó saliva y miró la puerta. Tenía que pasar por delante de Percival, y no podía hacerlo sin ser un poco brusca, así que se encogió de hombros como si nada. – No sé a qué te refieres. – El chico se acercó a ella lentamente. – Yo creo que sí lo sabes ¿Te gusta apostar? A mí me encanta.No, a la larga siempre pierdes. – Percival soltó una carcajada. – Qué listilla, como todos los Ravenclaw. Pero no, no pierdes si siempre apuestas sobre seguro, como yo. Entonces ganas poco ¿no? – Contestó, ya bastante incómoda, y viéndose cerrada entre las encimeras y Percival. – Más pierden los demás. Voy a hacerte una apuesta de las mías. – Y más se acercó, y más se le cerraban a ella los puños entorno a donde los tenía apoyados de la encimera.
    Merci Prouvaire!


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    Freyja
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    Miér Dic 30, 2020 9:50 pm

    Blue-Green Christmas
    CON Alice EN Casa de los O'Donnell A LAS 07:00h, 25 de diciembre
    - Aaahh claro claro, entiendo. - Contestó a lo de la porcelana, aguantándose la risa solo por congraciar a su prima, que había alzado la barbilla muy contenta de como Alice le daba importancia a su gran idea. Miró a la chica de reojo y tuvo que reprimir las ganas de darle un beso en la mejilla, y de achucharla. ¿Cómo era posible que existieran personas que te hicieran sentir tan tenso con su sola presencia, como Percival, y personas como Alice, que te sacaran una sonrisa sin apenas hacer nada? Ojalá pudiera decirle eso en ese preciso instante, pero mejor se callaba porque no quería rememorar la conversación anterior. Solo disfrutar de esa escena.

    Siguió corroborando las palabras de Alice. - Y tanto, como que es mi prima favorita. - La niña sonrió con un sonrojo y alzó la barbilla aún más, sin decir nada, simplemente sirviendo orgullosamente su té imaginario, como si estuviera totalmente convencida de aquella afirmación. Tampoco es que Marcus tuviera mucho donde elegir, por parte de los O'Donnell no tenía primos, Lucas aún era muy pequeño y Percival... En fin. Pero igualmente a Miranda le tenía un cariño especial, le hacía mucha gracia. La respuesta de Alice le hizo mirarla, tan de cerca, notando como se abstraía de nuevo del mundo... Mala idea donde estaba. Tragó saliva con una sonrisa y miró al bebé de nuevo. - Otro que tiene ojos Ravenclaw. Quizás hasta tengamos suerte y haya otro miembro de la casa aquí. - Dijo bajito y con una risilla junto a ella. Estaba empezando a pensar... Cosas. Cosas parecidas a las que pensó la noche anterior cuando Alice empezó a hablar de bebés, porque ahora directamente tenía a uno en las manos, y estaban muy juntos. Se le iba a empezar a ir la cabeza hacia muy adelante en el tiempo en breves instantes.

    Afortunadamente, su tía inició una conversación, momento en que su prima se levantó de nuevo de su mesita y se puso sonriente ante él. - ¿Vienes a tomar el té? Tiene que ser en la mesa, no es educado tomarlo en el sofá. - Miranda se encogió de hombros. - A ella le dejo porque tiene a mi hermano. - Pero yo no tengo excusa. - Apuntó él, levantándose. - Voy encantado. La educación ante todo. - Respondió tirándose de las solapas del chaleco, muy bien puesto y dedicando una miradita graciosa a Alice antes de sentarse en esa diminuta mesa junto a la niña. Le sobraban piernas por todas partes.

    - A ver, ¿por dónde dicta el protocolo que tengo que empezar, Miri Miri? - La niña le miró con los ojos entrecerrados y la nariz arrugada. De verdad que le estaba costando mucho aguantarse la risa. - ¿Señorita Miranda te gusta más? - Pues sí. - Muy bien. Señorita Miranda a partir de ahora. - Quien le iba a decir a él que iba a verse sentado en el suelo jugando al té en vez de estar metido en una pomposa conversación. Miró de reojo a Alice. Estaba tan guapa, se la veía tan bien hablando con su tía y con su primo en brazos... Que se perdió en esa visión y no se dio cuenta de que Miranda prácticamente se le había colocado a un palmo y le estaba escudriñando. Al darse cuenta de que estaba allí tuvo que contener un respingo. - ¿Es tu novia? - Pero bueno, qué maldición. ¿De verdad se le notaba tanto que hasta la niña se lo decía? Prefirió pensar que eran solo cosas de críos y negó con la cabeza, riendo. - No. Solo es mi amiga. - Ah. - La niña se quedó unos segundos en silencio, mirando a Alice, mientras Marcus la miraba a ella. Era muy resabiada, pero a él le resultaba adorable. Sin esperárselo, Miranda le miró de nuevo y soltó una de las suyas. - ¿Es porque el vestido le queda feo? - Eso le hizo echarse a reír. Se tapó un poco la boca con las manos para disimular porque no quería tener que decirle a Alice de qué se estaba riendo. La niña, en cambio, no se reía, solo le miraba con cara de "no entiendo qué te hace tanta gracia". - No le queda feo. A mí me gusta. - Su prima esbozó una sonrisilla malvada. - ¿Te parece guapa? - No me lo parece, lo es. - La niña se rió un poquito, encogiéndose de un hombro. - Pues si te parece guapa y te gusta como le queda su vestido y juega al té, no sé por qué no es tu novia. - Marcus se mojó los labios con una sonrisilla, bajando la cabeza. Miró de reojo a Alice, enfrascada aún en la conversación, y se acercó a su prima susurrando como si fuera a contarle un secreto. - Tienes mucha razón... Yo tampoco lo sé. - La niña se volvió a reír y recuperó su asiento.

    - Voy a pintarte la galleta de azul. - Anda, qué rico, una galleta azul. - La niña alzó la mirada con una expresión tan Horner que casi le da un escalofrío. - Pero no te la comas, que es de plástico. - Ya ya, me he dado cuenta. - Apuntaba maneras, Miranda. Iba para Slytherin de cabeza, vamos. Qué se le iba a hacer. En un momento dado, mientras él seguía en su papel de beber té imaginario, a la niña se le resbaló el bote de pintura y Alice fue a cogerlo con el mal tino de mancharse. Rio a su comentario. - Uno, que tiene carisma. - Respondió con una muequecita orgullosa y la vio irse de allí. Y, al girarse, otra vez tenía a su prima delante de las narices. - Señorita Miranda, vaya sustos me pega... - ¿La quieres? - Se lo iba a pensar mejor la próxima vez que se apuntara a una merienda imaginaria con esa niña. - Claro, es mi amiga. - Miranda alzó la barbilla y le miró con los ojos entornados. - ¿La quieres más a ella o a mí? - Se echó a reír otra vez, y eso que la preguntita se las traía. Afortunadamente, con la niña aún tenía más salidas que con Percival.

    Se levantó y se acercó a ella, agarrándola sin piedad de los mofletes. - ¡¡Au!! ¡Qué bruto! - Es que eres la cosa más adorable de esta casa. - ¿Más que mi hermano? - Marcus rio de nuevo. - ¿Has salido competitiva, eh? - La niña se encogió de hombros. - No has respondido a mi pregunta. - Marcus se agachó y, sin soltar sus mejillas, dejó un sonoro y gracioso beso en ella, tocándole luego los lacitos del pelo. - Tú siempre vas a ser mi primita favorita. La mejor Horner del mundo. - Suficiente. La niña ya estaba radiante con eso, había salido del paso. Se volvió hacia la mesa de nuevo, con una sonrisita de satisfacción, y siguió pintándole la galleta.

    Aprovechó que se había levantado y se sentó junto a su tía y su primo, dándole de nuevo el índice al bebé para que jugara con él. A ti también se te dan bien los niños. ¿También? Pensó. Me gustan. Confirmó con una sonrisa, mirando a Lucas. Se quedó unos instantes haciéndole monerías, sin darse cuenta de que su tía le estaba mirando, hasta que ella rompió el hielo. Se os ve muy bien juntos. Alzó la mirada y se encontró con esa sonrisa amable. Y no fue capaz de repetir por decimoquinta vez esa mañana "no somos novios"... Solo esbozó una sonrisa triste. Y ella frunció un poco el ceño. Uy, me suena esa expresión. Ahora era él el extrañado. Ella rio un poco. Cielo, si tu tío y yo hemos sobrevivido... La mujer bajó la vista a su hijo y lo meció un poquito. Se hicieron unos instantes de silencio.

    Lo cierto es que Marcus no se había planteado demasiado cómo había sido la entrada de Andrómeda en esa casa en la que desentonaba tanto. Simplemente... Sabía que era distinta, sabía que su tío Phillip y ella no eran como Finneas y Linda, pero... Lo había dejado estar. Así era Marcus, las posibles cosas dolorosas o que pudieran hacer tambalear los cimientos de la perfección, las dejaba estar. Además, era muy pequeño, pero no era tonto: sabía que allí había habido un conflicto, solo que no se había enterado bien de los términos. Ahora... Empezaba a sospechar algunas cosas. Y no sabía si quería saber más o no. Y tú tienes una madera que tu tío no tiene. Añadió la mujer, con un toque de amargura, sacándole de sus pensamientos y haciendo que la mirara algo sorprendido. - ¿Qué quieres decir? - La mujer alzó la mirada, sacudiendo graciosamente la cabeza con una sonrisita. - Nada, cielo, cosas mías. Es que tu primo me tiene muertita de sueño. - Algo le decía que ese comentario no tenía nada que ver con el sueño.

    Marcus volvió a quedarse mirando a Lucas, jugando con sus manitas. No supo por qué, empezó a hablar. - Te voy a tener que pedir ayuda a ti. - Dijo en un tono que pretendía ser de broma pero sonaba bastante amargo. La mujer simplemente le miró, esperando que clarificara. - Como obliviadora, quiero decir. - Concretó. Miró hacia el lugar en el que Alice había desaparecido, con expresión desesperanzada y los labios fruncidos. - Me declaro, si todo va bien seguimos para adelante, y si no... Pues me echas una manita y al menos que no se acuerde de mi espantoso ridículo. - Andrómeda se echo a reír con ternura. - Ay, cariño. Yo creo que no te voy a hacer falta para nada. - Marcus negó con la cabeza, con la mirada taciturna. - No le gusta esto, tía. La conozco ya de sobra, me he dado cuenta. Está incomodísima. - Echó aire por la boca, de nuevo centrándose en juguetear con el bebé. Había intentado enfocarlo positivamente todo el tiempo, pero le llegaban las vibraciones de incomodidad de Alice por todas partes y no sabía qué hacer para quitárselas. La conversación con su primo no había ayudado lo más mínimo. - Yo estaba igual y mírame ahora. - Marcus alzó la mirada, pero lamentablemente eso no le convenció lo más mínimo. "Mírame ahora". Sola en un sofá con la única compañía de tus hijos y de una invitada que tampoco encaja, mientras tu marido está en otra habitación. Por no hablar de la que se liaría en su momento cuando entró. Aquello iba de mal en peor... - ¿Y sabes quién fue quien más apoyó nuestra relación al principio, cuando parecía que no iba a encajar lo más mínimo? - Marcus soltó una carcajada muda con los labios cerrados y una ceja arqueada. Se sabía la respuesta a eso. - ¿Mi padre? - Preguntó con obviedad. Pero Andrómeda, con una sonrisa muy parecida a la de su hija, negó con la cabeza. - Tu madre. -
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    Miér Dic 30, 2020 10:44 pm

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    CON Marcus EN Casa de los O'Donnell A LAS 07:00h, 25 de diciembre
    Te apuesto lo que quieras a que llevas un vestido que mi tía ya ni se pone porque tú no tienes ninguno que se considere apropiado para venir a una casa como esta. Porque no te lo puedes permitir, o porque no te gusta vestirte así- “Las dos” pensó, para, acto seguido, regañarse a sí misma por haber entrado mentalmente si quiera, en ese juego. - ¿A ti que te importa? – Negó con la cabeza sin quitar la sonrisa. – A mí no me importa nada. No saques las uñas, gatita, que solo estamos apostando.Estás apostando tú, sin conocerme de nada, y no me llames gatita. – Rio y levantó las manos. – Perdona, no quería incomodarte. Y sí, no te conozco de nada, pero no es mal trabajo el que han hecho contigo. - ¿De qué estás hablando? – Percival se inclinó hacia ella y cogió las puntas de su pelo entre los dedos. – Oh pues… El peinadito de niña buena, con diadema cara y todo, el vestido elegido por mi tía, la conveniente excusa, ante la que todos han callado de por qué no estás con tu familia en Navidad, la tía Andrómeda dejándote coger el niño para que todos vean lo bien que se te da… Tía Emma debe de estar encantada. Dale un poquito más de tiempo y te convertirá en su muñeca nuera perfecta. Y entonces entrarás por todo lo alto en los Horner. – De repente sentía mucho calor, no podía respirar bien y tenía la mandíbula tensísima. El cuello del vestido se sentía como las cadenas del boggart y Percival estaba más que invadiendo su espacio vital.

    -Yo no soy la muñeca de nadie. – Percival sonrió de medio lado. - ¿Ni si quiera del primo Marcus? -  No. – Contestó, más fuerte y ansiosa de lo que le gustaría. – Pues así no te va a ir bien en esta familia. O te pliegas y juegas el papel que te toca aquí dentro, como a ellos les gusta que lo juegues, o ya se encargan de echarte. ¿Por qué crees que yo sigo soltero? – “Quién sabe, quizá porque eres un gilipollas” Pensó Gal agachando la cabeza y tragando saliva, mientras calculaba como salir de esa.

    -Claro que quizá eres… De esas chicas… - Levantó la mirada, fiera, pero estresada a la vez, porque empezaba hasta a marearse. – De esas que te ayudan a pasar el rato, a vivir la vida hasta que tus padres te encuentran a la mujer con la que casarte…- Ella soltó una carcajada sarcástica. – Eso será lo que haces tú. No sabes nada de mí, ni de Marcus, ni de nada. – Cuanto más borde se ponía, más parecía divertirse el maldito niñato ese. – Oh, ya lo creo que lo sé. Conozco a las chicas como tú. – Se inclinó sobre ella y puso las dos manos apoyadas en la encimera una a cada lado suyo. Gal puso los brazos cruzados en una X delante de ella, ya completamente a la defensiva. – Yo te puedo enseñar lo que es un Horner de verdad… - Dijo poniéndole las manos en la cintura y subiéndolas despacio hacia arriba. Y otra vez la sensación de las cadenas avanzando hacia ella, envolviéndola, aprisionándola. Gal sacó los codos hacia afuera y dijo - ¡Suéltame!


    Percival ¿Qué haces? - ¿Esa voz? - ¡Hombre! Pero si es el primo Lex. Otro Horner de verdad- Aquel bastardo se había limitado a apartarse de ella y ponerse a un lado con una sonrisita. Lex, por su parte, se limitó a mirarle con cara de asco y luego, con una más neutra a ella. – Alice, eh… Vienes… ¿Vienes?Sí. – A lo que fuera, nunca se había alegrado tanto de ver a Lex en ninguna parte. Salió hasta la puerta donde estaba él y salieron andando por el pasillo. - ¿Te ha hecho algo? – Preguntó cuando ya estaban lejos de la cocina. Ella negó con la cabeza. Se veía que Lex estaba muy incómodo, pero a ella aún le temblaban las manos y él lo estaba notando. – Es que… Estás… En fin. Temblando. – Ella asintió con la mandíbula contraída y los brazos cruzados, cerrando las manos para controlar el tembleque. – Me pone nerviosa que intenten agarrarme. No me gusta sentirme encerrada. No me gustan las jaulas. – Sin darse cuenta, había ido subiendo el tono al hablar. – Vale, vale… - Lex miró a los dos lados, visiblemente incómodo. – Oye, puedo pegarle un puñetazo. Así a lo mejor dejaría de hablar, haciéndonos un favor a todos, y no se te volvería a acercar. – Gal alzó las cejas y suspiró. – Menudo comienzo con los Horner. Aparezco yo en la ecuación y tú pegas por primera vez a tu primo.Bueno, es algo que, sin duda, mucha gente ha querido hacer. No tiene nada que ver contigo. – Pero Gal seguía bloqueada y Lex empezaba a quedarse corto en frases que controlaba. – Deberías contárselo a mi hermano.No. – Dijo muy segura levantando la mirada. – Es que la versión de Percival va a ser muy poco halagüeña. -  Ella negó con la cabeza. – No creo que diga nada.Yo no lo tengo tan claro. Ha ido derechito detrás de ti, este está buscando provocar a Marcus. Pues no le vamos a hacer caer. No quiero un circo el día de Navidad en esta casa. – La palabra circo le hizo acordarse a lo que había dicho Percival unos minutos antes y volvió a marearse, sentándose en la escalera, desabrochándose el botón del cuello del maldito vestido un momento.

    Nadie tiene derecho a hacerte sentir así, Alice. No deberías permitirlo.Se me ha acercado él ¿Vale? Yo ni me había dado cuenta de que me estaba siguiendo. – Dijo a la defensiva. – Me refiero a que se lo digas a Marcus, o a mi madre, o me dejes, como ya he dicho, ir a darle un puñetazo. – Ella volvió a negar con la cabeza, inspirando profundamente. – Que no ¿Qué crees que van a pensar si eso pasa? De todo menos lo que ha pasado de verdad. Y Marcus me creería, pero para él todo esto es importante. Que todo esté bien y que sea perfecto y… - Se pasó las manos por la cara, resoplando. – Es que no es perfecto si mi primo te trata así…¡Mírate! Si estás muerta de miedo, no es perfecto para nada. - Me trata como le han hecho pensar que puede tratarme. – Dijo, de nuevo, agresivamente. Lex se quedó taciturnamente callado. – Si se lo digo a tu hermano va a perder los nervios, no quiero que eso pase aquí. Y no me conviene ponerme en contra a tu tío Finneas. – De nuevo, el chico no dijo nada. Claramente no estaba de acuerdo, pero se le había acabado la cuerda charlatana, como a los cuadros. Pero había ido a buscarla y, a su manera, había intentado ayudarla, y se estaba llevando todo su agobio sin haberle hecho nada. Levantó la mirada y dijo. – Gracias. Por… Sacarme del apuro. Y por no decirle nada a nadie.No he dicho que lo vaya a hacer. Me muero de ganas de que le caiga una buena bronca a ese gilipollas. Pero no quieres tú tampoco que tu hermano se ponga hecho un basilisco. Por eso has venido a buscarme tú ¿Verdad? - El chico se encogió mínimamente de hombros. Gal sonrió un poco. - ¿Por qué te cuesta tanto admitir que le quieres? – Lex le devolvió una mínima sonrisa y se metió las manos en los bolsillos. – Puedo hacerte la misma pregunta ¿No? – Ella suspiró y sonrió un poco. Se levantó y se volvió a abrochar el botón. – Vamos. Antes de que se empiece a rallar de verdad.

    Apareció en el salón y se agarró las manos. Marcus estaba hablando con Andrómeda otra vez. No podía mirarle a los ojos, no podía actuar como si nada, pero era lo que tenía que hacer, tenía que aguantar como fuera. Llegó y se sentó al lado de Miranda que se puso a parlotear como si nada, y era un poco reconfortante, por el momento, que nada hubiera cambiado. - ¿Dónde estabas? - En la cocina pero me he... Perdido, es que esta casa es muy grande. Lex me ha encontrado. - Dijo soltando una pequeña risita, que le sirvió para soltar un poco de la presión que tenía. Pero seguía temblando. - Vaya... he cogido frío ahí fuera. - Andrómeda se inclinó sobre ella, mirándola con el ceño fruncido- ¿Estás bien, cielo? Tienes mala cara. - Ella sacudió un poco la cabeza y se estiró del vestido, quizá con demasiada fuerza. - Sí, sí,  es que he debido. coger frío y se me ha puesto mal cuerpo, de verdad... - Recorrió la habitación con los ojos, buscando a Percival, y allí estaba, como si nada, rondando al rededor de su familia. Miranda le puso una muñeca en las manos e, instintivamente la soltó, como si quemara. Se dio cuenta de que los tres la estaban mirando, así que la recogió corriendo y sonrió a Miranda, acariciándole la mejilla. - Perdóname, cariño ¿Qué me decías? - Que si te quieres pedir esa muñeca para jugar. - Sí, sí, claro esta es per... - No salía la palabra y tuvo que tragar saliva para no echarse a llorar. - Perfecta. - Dijo manteniendo la sonrisa.
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    Jue Dic 31, 2020 12:35 am

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    CON Alice EN Casa de los O'Donnell A LAS 07:00h, 25 de diciembre
    Arqueó las cejas, incrédulo. Marcus solía ser muy expresivo, pero aquello le había pillado tan descuadrado que apenas podía reaccionar. - ¿Mi madre? - Andrómeda asintió con una sonrisa, acariciando a su hijo. Ciertamente, no sabía todos los detalles de lo que había pasado, pero sabía unir los puntos para crear el dibujo: su tía Andrómeda tenía un puesto de importancia en el Ministerio pero no de la categoría que a los Horner les gusta. Tenía un modo de comportarse distinto, un modo de ser distinto a todos los demás. Y era mucho más joven que su tío... Y de Hufflepuff. Todavía a los Ravenclaw los toleraban, pero meter a un Hufflepuff en una casa de Slytherins era, literalmente, meter un tejón en un nido de serpientes. Solo había que pensar un poco para verle todas las lagunas a aquello, y después de la conversación con su madre esa mañana... Tendría narices que apostara por aquella historia de amor pero no por la suya, ¿qué tenían Phillip y Andrómeda que no tuvieran Alice y él? Porque le pensaba preguntar... Aun a riesgo de provocar su ira.

    - No sé si yo voy a tener tanta suerte. - Enlazó las manos, mirando a ninguna parte, con los antebrazos apoyados en las rodillas. - Para empezar, no sé si esto le parece bien ni a la propia Alice, así que... - Ciertamente, por ella no puedo hablar, apenas la conozco de hace unos minutos. Pero me ha dado la sensación de que lo que más le incomodaba era que tú pensaras mal, y a ti te incomoda que ella piense mal... Así que estáis los dos en el mismo barco. - Pues qué bien, pensó. ¿Y por qué iba él a pensar mal? Eso no tenía ningún sentido. - Y a parte de eso... No te ofendas, pero creo que a mi madre le importaba menos lo que hicierais vosotros que lo que haga yo. - Por supuesto que le importaba menos. -Dijo la mujer entre risas. - No teníamos por qué importarle nada, de hecho. Ella ya tenía su matrimonio, un marido perfectamente aceptado y dos hijos monísimos. Pero Finneas se lavó las manos, tu tío Phillip estaba muerto de miedo, yo no tenía ni voz ni voto ahí... A tu padre, cielo, lo siento pero aquí nadie le hace caso. Y a Linda no le caemos bien. - Estaba alucinando un poco con aquella confesión. Nadie le había hablado tan claro en esa casa jamás. Andrómeda era especial, definitivamente. - Y tu abuela... No lo aprobaba. La pieza que faltaba era tu madre. Solo tenía que haber dado la callada por respuesta y yo ahora no estaría aquí. - La mujer se encogió de hombros. - No me preguntes qué pasó, solo sé que un día llegamos aquí tu tío Phillip y yo y ella estaba esperándonos, con tu abuela. Se reunieron los tres a puerta cerrada, me dejaron a mí aquí, en este mismo sofá... Y, cuando la puerta se abrió, todos los supuestos problemas parecieron haberse desvanecido. Como que empezamos a planificar la boda esa misma tarde. - Contestó añadiendo una risa y acunando a su hijo rítmicamente.

    - Si hizo eso por nosotros, sin tener por qué, ¿qué crees que haría por ti? - La mujer amplió una sonrisa y dijo. - No se lo digas a nadie, pero Emma es mi persona favorita de esta casa. - Eso hizo sonreír a Marcus. Pero la mujer se inclinó un poco hacia él, como si quisiera contarle un secreto, y dijo más bajo. - Y no se lo digas a nadie tampoco, pero paradójicamente, me da un poquito de miedo. - Rio con ella. - Creo que no eres la única. - Y que conste que él adoraba a su madre. Pero a veces se ponía de una forma...

    Al menos su tía había conseguido relajarle un poco. Quizás se estaba emparanoiando de más, quizás solo tenía que relajarse e ir haciendo las cosas despacito y con buena letra, como le había dicho su abuelo. Ah, pero es que las cosas se veían tan fáciles entre O'Donnells... Y tan difíciles entre Horners... - ¿Puedo? - Dijo de repente, queriendo cambiar de tema, y señalando a su primo, que estaba muy tranquilito pero con los ojos como platos. Su tía se lo pasó con cuidado y él lo cogió, mirándole con ternura. - Tú eres de los míos, eres muy curioso. - Dijo bajito y con una sonrisa, jugando con sus manitas. - Al final vas a ser Ravenclaw. El orgullo de tu primo Marcus. - Se acercó un poquito al bebé. - Y así le damos en las narices al primo Percival. - Eso hizo que Andrómeda se riera, y él coreó.

    En esas, llegó Alice. Estaba ten centrado en hablar con el bebé que cuando recabó en su presencia, la chica ya estaba jugando con Miranda de nuevo. Se inclinó hacia su tía y susurró. - ¿Te puedes creer que mi prima me ha preguntado si la quiero más a ella o a Alice? - La mujer se llevó una mano a la boca para echarse a reír y Marcus rio con ella. Eso se lo tenía que contar a Alice, le iba a hacer gracia... Aunque, a ver qué le respondía. Mejor dejaba la anécdota para más adelante. - Vaya preguntas hace tu hermana, ¿eh? - Le dijo al bebé, pero cuando levantó la cabeza, su tía no estaba. Se había agachado cerca de Alice y le estaba preguntando si estaba bien... Y claramente no lo estaba. Frunció el ceño. Esperó a que su tía se acercara de nuevo y, cuando lo hizo, le devolvió al niño y se acercó junto a Alice. - ¿Estoy invitado? - Jolín, Marcus, no paras de entrar y salir. Y tú tampoco. Sois los dos iguales. - Miraaaanda, no seas gruñona. -Reprendió su madre. Pero Marcus no podía ni entrar al juego, porque notaba a Alice temblando y eso no le gustaba nada.

    - ¿Te la puedo robar un ratito? Y luego vengo y me como esa galleta tan rica que me has preparado. - La niña asintió y Marcus se levantó, le ofreció la mano a Alice con una sonrisa, claramente disimulando, y la llevó a un lado apartado. Allí estaban en un lugar en el que, si bien la familia seguía cerca, no se les podía ver con claridad, porque una columna les tapaba. - Ey, ¿estás bien? - Preguntó tratando de esbozar una sonrisa tranquilizadora, pero el aspecto de Alice era de todo menos tranquilizador. - ¿Tienes frío? - Al menos eso había dicho antes. Agarró sus manos y las frotó con las suyas. - Vaya, estás helada. - Pero algo le decía que no era solo frío. Tenía muy mala cara. - ¿Te pasa algo? - Preguntó con prudencia. Esperaba que solo fueran imaginaciones suyas. Tragó saliva y sonrió de nuevo, intentando reconducir la situación y dejando una leve caricia en su mejilla. - Aún tengo un beso que cobrarme... No te creas que se me ha olvidado. -
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    Jue Dic 31, 2020 1:14 am

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    CON Marcus EN Casa de los O'Donnell A LAS 07:00h, 25 de diciembre
    No podía ni mirarle. Se sentía la persona más traicionera del mundo y ni si quiera entendía por qué. No podía detener la temblona y eso que intentaba asentir a todo lo que le iba diciendo Miranda, y movía como si nada los cacharros, mirando de reojo a Marcus con el bebé, con un nudo en la garganta y el pecho. Era tan bueno, era tan puro, allí, con su perfección, su mano con los niños, tan perfecto sin una mácula en su expediente... Y ella que no paraba de acumular en el suyo. Pero el niño pronto dejó de entretenerle. Ella le conocería muy bien, pero él empezaba a tenerla caladísima también.

    Se dejó conducir, abrazándose los brazos y con la cabeza gacha, a detrás de una columna. Levantó brevemente la mirada para mirarle a los ojos, pero no pudo mantenerlo mucho tiempo. Ya le castañeaban hasta los dientes. - No me, no... No me encuentro bien. - Dijo entrecortadamente. Y aquella sonrisa que él ponía cuando la quería hacer sentir mejor solo la estaba hundiendo más. Porque si ahora cogía Percival y contaba su versión de los hechos delante de toda aquella gente no iba a saber donde meterse. Huir, necesitaba huir. Pero Marcus había agarrado una de sus manos, y ¿A dónde iba a huir? Si es que no podía darle la espalda a Marcus y menos cuando estaba siendo tan bueno con ella...

    Y entonces dijo lo del beso. Parecía que había sido hacía un siglo cuando el haba dicho eso al salir de casa. Y ella adoraba los besos de Marcus, pero el mero hecho de recordar uno de sus besos, le recordó a la manos de Percival y su aliento a alcohol en la cocina y eso le hizo soltarse inmediatamente de la mano de Marcus y echarse hacia atrás, chocándose inmediatamente con la columna. Subió la cabeza y ya no pudo evitar que dos lágrimas le recorrieran la cara. Se tapó la boca con la mano, dándose cuenta de lo que acababa de hacer y puso ambas manos en el pecho de Marcus, aunque ahora el contacto le resultara excesivo. - ¡Dios! Perdóname. Perdóname, Marcus, estoy... No soy yo misma. - Se limpió las lágrimas rápidamente y dijo. - No dejes que me vean así, por favor. - Sorbió y trató de coger aire. - Es que me he puesto muy mal cuando me he visto sola- Se mordió los labios por dentro, cogiendo aire y fuerzas para mirarle. - Porque... En estos días siempre pienso en mi madre... Y me he olvidado un poco de mi padre, me siento culpable y tengo mucho encima. - Subió una de las manos, temblorosa, a su mejilla, una décima de segundo, nada parecido a los últimos días. - Solo... Solo necesito descansar y quizá escribirle a mi padre y... Bueno solo necesito un momento de tranquilidad para poder llorar y pensar ¿sabes? No quería... - No, claro que no quería apartarle de ella, pero ahora mismo la culpa y el asco la consumían. - Dame... Dame una noche para calmarme ¿Vale? - Tragó saliva y entrelazó la mano con la de él. - Esto no es lo de verano ¿Vale? Te lo prometo. Solo me he puesto mal, me he agobiado y necesito que se me pase. - Se llevó la manos a la cara y trató de tomar aire y relajarse.

    -Ey...- ¿En serio? ¿Lex? ¿Quieres ser un poco más cantoso de que pasa ALGO?- ¿Qué... Hacéis? - Claro, ahora venía cuando Marcus flipaba porque su hermano nunca hablaba con él. Ni con ella, para el caso. - No, nada es que no me sentía muy bien... - Ah... Pues... Yo te veo bien- Oh sí, nada sospechoso, definitivamente. - Oye, Marcus ¿Has hablado con el tío Philip? Está soltando una perorata sobre historia de la alquimia que lleva tu nombre. Igual tú también quieres oírla ¿No, Alice?- Ahí ya tuvo que levantar la mirada y mirarle con cara de circunstancias. El rey del disimulo le llamaban. Y claro, como ella no contestaba, ahí seguía el otro, haciéndolo más y más sospechoso. No iba a volver a desear que Lex hablara más en la vida. - No te preocupes, el primo Percival creo que se ha ido a seguir bebiendo, así a lo mejor empieza a aguantarse a sí mismo. - Ah, eso para rematar ya, claro, pon el foco en Percival.
    Merci Prouvaire!


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    Jue Dic 31, 2020 11:32 am

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    CON Alice EN Casa de los O'Donnell A LAS 07:00h, 25 de diciembre
    Lo último que esperaba era ese flagrante rechazo, y desde luego se le notó en la cara, porque su sonrisa desapareció de golpe y dio paso a una expresión entre desconcertada y dolida. Era como si su mero tacto le hubiera hecho daño, se había apartado tan rápido de él que hasta había tropezado con la columna. Jamás pensó que provocaría en Alice una reacción así, menos aún después de lo que habían vivido en las últimas horas. ¿Qué había pasado? ¿Qué había hecho? ¿Había sido porque la dejó sola? Pero apenas fueron unos minutos, y creyó que estaba bien. Es decir, con Andrómeda y los niños era con quien mejor podía estar, ciertamente. ¿Se habría sentido apartada, como lo estaba su tía? Pero... Esa no era su intención... Ni siquiera le dijo que se fuera allí, se fue ella sola. Y parecía estar bien cuando él llegó. De verdad que no entendía nada.

    A pesar de que su pensamiento había ido a toda velocidad, Alice tardó segundos en reaccionar. Y su reacción solo le confundió más. La miraba totalmente desconcertado, pero había algo peor: estaba llorando. - No, pero... No, no llores, por favor. - Quería secarle las lágrimas, incluso movió la mano en esa dirección, pero reculó a mitad de camino. No quería... Otra reacción así. Pero sobre todo, ¡no quería que llorara! ¿Pero qué había pasado de repente? ¡Si estaba siendo todo perfecto! Eso era lo que él quería, las Navidades perfectas, ¿en qué momento se habían torcido? Tenía la sensación de que, si bien Nochebuena fue una progresión ascendente en línea recta, Navidad estaba siendo un camino de curvas tortuosas. Y no entendía por qué puñetas estaba pasando eso porque él creía estar haciendo lo mismo que el día anterior, pero por algún motivo, los resultados no estaban siendo igual de buenos.

    - No no, tranquila. Nos quedamos aquí el tiempo que necesites. - Respondió cuando le pidió que no la viera nadie así. Lo entendía, debía ser incómodo, pero de nuevo había hecho el amago de tocarla y se había contenido... Eso sí que era incómodo. No había sido consciente de la cantidad de veces que se tocaban hasta que había tenido que dejar de hacerlo. Realmente, Alice se había apoyado en su pecho, pero... Prefería no hacer nada él, por si acaso. Ese rechazo... Le había dolido, y aún no sabía a qué venía, así que prefería no hacer mucho más hasta que no lo supiera. Miró ligeramente a los lados, buscando si hubiera algún sitio un poco más privado que aquel, pero la casa de su abuela eran todo espacios amplios. Tendrían que subir al piso de arriba para quitarse de la vista y no le parecía buena idea, ciertamente.

    La escuchó y, al parecer, su malestar no tenía nada que ver con aquello, y egoístamente se relajó un poco... Un poco. Algo le escamaba, si era solo por el recuerdo a sus padres tenía que haberse refugiado en él, no separarse de esa forma. Vio como intentaba acariciarle la mejilla y casi se relaja de ver cierta normalidad recuperada... Pero no, quitó la mano antes de tiempo. Pero, en serio, ¿¿qué estaba pasando?? Ahora el que tenía ganas de llorar era él. - Claro, claro, lo entiendo. - Dijo tratando de sonar comprensivo, tragando saliva a ver si se llevaba sus miedos con ella. - Pero no tienes que sentirte así, tu padre está contentísimo de que estés aquí. Y es lo que él quiere, que te diviertas y te despejes. - Miró el reloj. Aún les quedaban al menos dos horas allí. Se frotó la cara con una mano. Si por él fuera, ahora mismo se aparecerían en su casa y le daría a Alice el espacio que le estaba pidiendo... Sola. La miró cuando notó su mano enlazarse con un velo de tristeza en sus ojos. "Dame una noche para calmarme". "Esto no es lo del verano". Asintió, tratando de esbozar una sonrisa tranquilizadora una vez más. Que pena que no se la pudiera dar a sí mismo también. - Claro. No te preocupes. - No es que fueran a dormir juntos todos los días, ojalá, lo de la noche anterior había sido una excepción... Pero, por si quedaban dudas, Alice ya le había dejado claro que mejor cada uno por su lado. Pues... Bien. A ver, Marcus, relájate, que ya te está diciendo que solo está agobiada y no va contigo. Sí... Pero esa distancia que de repente notaba entre ellos y no sabía de donde salía sí iba con él.

    Para aumentar su desconcierto, allí apareció Lex, probablemente la última persona que esperaba que fuera a ir a buscarles detrás de una columna. Debía estar aburridísimo. Le miró con el ceño fruncido y cara de malas pulgas, con expresión de "¿qué quieres? No interrumpas", como si estuviera delante de un mocoso pesado. Pero había algo en él que también se le antojaba distinto. Y ya era demasiada gente comportándose distinto en el mismo ratio de tiempo y espacio, se estaba empezando a rayar ya de más. Pero, ¿y ese "qué hacéis"? ¿Desde cuando a él le importaba? Oh, ¿y ese "yo te veo bien"? Uy sí, está estupenda, ¿¿en serio, Lex?? ¿¿Pero qué narices estaba pasando ahí?? ¿Cuánto rato se había pasado hablando con su tía como para que las cosas hubieran cambiado tanto? ¿Y por qué?

    Y entonces su hermano se dirigió a él. Ah, sí, su tío Phillip, casualmente con quien mejor se llevaba en esa casa. De repente se sentía como si él fuese otra versión idéntica de su tío Phillip, un hombre muy culto y lleno de conocimientos pero un auténtico pusilánime, que se casa con quien ama en vez de con quien dicta su familia pero tras el consentimiento de Emma y gracias a su beneplácito, para luego dejar a su mujer y sus hijos tirados a un lado para ir a llorarle a su cuñado Arnold. Sí, lo había visto en más de una reunión familiar, a su tío soltándole un drama a su padre, aunque cuando él entrara en escena hubiera intentado disimular. ¿Eso era él? ¿El tan seguro de sí mismo Marcus O'Donnell no era más que otro títere de los Horner? Pues no le gustaba, no le gustaba lo más mínimo, no quería ser así. ¿Eso le pasaba a Alice? Porque si le pasaba eso, ahora mismo la estaba sacando de ese pensamiento porque no pensaba consentir llegar a eso. Ya se las ingeniaría... De alguna forma... Pero él no iba a hacer eso.

    - Vale, ahora voy. - Zanjó a lo de que su tío estaba hablando de Alquimia, pero entonces invitó a Alice. Esa amabilidad por parte de Lex... Les miró a uno y a otro, con el ceño fruncido. - ¿Me he perdido algo? - Lex se cruzó de brazos. - Te estás perdiendo una conversación sobre historia de la alquimia, ya te lo he dicho. - Marcus volvió a mirarles de hito en hito a los dos, sin quitar el desconcierto de su cara. - Ni que aquí pasaran muchas más cosas interesantes que te pudieras perder. - Le echó una fugaz mirada de arriba a abajo a su hermano, que seguía cruzado de brazos y... Le estaba esquivando la mirada. Lex no esquivaba la mirada cuando desafiaba a Marcus. Ocultaba algo. Aun no se le daba tan bien como a su madre. - Ahora vamos. - Están en el estudio. - Que sí, que ahora vamos te he dicho. - Eso había sonado más borde de lo que Lex se merecía, ciertamente, que el problema no iba con él. Ahí sí que su hermano le miró con cara de malas pulgas. Arrugó la nariz y negó con la cabeza, pero antes de girarse sobre sus talones con desprecio, vio como miraba de reojo a Alice. Marcus aún no había desfruncido el ceño, y Lex ya se estaba yendo, gruñendo entre dientes. Y en una dirección que no era hacia el estudio. No debería interesarle lo más mínimo la charla de su tío... ¿Había ido allí solo a decírselo?

    Miró a Alice y tragó saliva. Ya le preguntaría a Lex que narices le pasaba, ahora tenía un problema mayor. - Si quieres te acompaño al jardín... Para que puedas aparecerte en mi casa, si no te encuentras bien. - Obviamente que él no quería que hiciera eso, pero la chica acababa de pedirle soledad... Soledad que incluía que él estuviera lejos, por supuesto. Y no quería habladurías en esa casa, controlaría más la situación si él pudiera estar allí diciendo con su propia boca que Alice había tenido que excusarse, en vez de que se hubieran ido los dos... Lo dicho, su tío Phillip calcadito. Maldita sea. - O si no... Esperamos un ratito, y luego vamos a donde están mi tío y mi padre. Creo que te puede gustar, sabe muchas cosas. - Añadió encogiéndose de un hombro. Pero la sonrisa triste no se le iba.
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    Jue Dic 31, 2020 3:20 pm

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    CON Marcus EN Casa de los O'Donnell A LAS 07:00h, 25 de diciembre
    Y solo conseguía sentirse peor. Cada vez peor. Porque Marcus estaba siendo adorable, y bueno, y comprensivo. Y ella no era capaz de devolverle ni un poquito y tenía que mentirle y lo odiaba. Y trataba de detener las lágrimas, pero no había manera. Para colmo de males, Marcus era de todo menos tonto, así que se coscó de que algo pasaba con Lex. - Gracias, Lex... Ahora vamos, yo... voy... - Carraspeó y dijo. - Déjame hablar con tu hermano. - Terminó, mirándole a los ojos. El chico pareció entenderlo y otro peso que se le quitó de encima.

    Volvió a mirar a Marcus y se apoyó sobre la columna, agarrando sus manos, esta vez más fuerte y le dijo. - No, no me voy. Ha sido un momento, de verdad. Solo necesito calmarme. - Miró a ambos lados, tratando de pensar en algo. - Voy a estar bien. - Repitió, pero sin mirarle. - Necesito... Recomponerme, arreglarme un poco... Voy al baño y ahora vamos con tu padre y tu tío ¿Vale? Ya mismo voy a estar bien. - Porque por mucho que quisiera irse, eso solo lo iba a empeorar todo más, y si a Percival le daba por hablar... Ella no se iba a quedar callada y permitir que la hiciera parecer culpable. - ¿Me... Puedes acompañar? O sea... ¿Te puedes quedar en la puerta, por favor? - El baño no estaba muy lejos de allí, y la verdad, es que ya le daba igual lo que pensaran los demás, pero no iba a ir sola a ninguna parte de esa casa.

    Una vez en el baño a puerta cerrada, se miró en el espejo y se permitió llorar, abriendo el grifo para que Marcus no la oyera. Se lavó las manos y la cara no sabía muy bien por qué. No quería cerrar los ojos demasiado tiempo porque cada vez que lo hacía lo oía "Muñeca nuera perfecta" "¿Ni siquiera del primo Marcus?" Cerró el grifo y se secó la cara. No. No iba a darle esa satisfacción al imbécil de Percival. No podían con ella, ni con sus amenazas ni con nada. Quizá cuando llegara a casa se viniera abajo, quizá estaba sintiendo que todo se desmoronaba, pero no sería allí. Salió por la puerta y volvió a darle la mano a Marcus, porque eso aún podía hacerlo y quizá ayudara a no hacerle sentir tan miserable como se sentía ahora mismo. - Estaré bien ¿Vale? Y esto no es contigo, Marcus. Es... Solo soy yo. Yo haciendo el imbécil y viniéndome abajo. Pero estamos juntos ¿sí?- Le apretó la mano y se le quebró un poco la voz al decir. - Marcus y Alice.- Y no lo creía, la verdad que no. Pero no podía dejar al chico con esa cara de pena y desconcierto. - Vamos a ver qué nos cuentan de la alquimia. - Y siguió a Marcus hasta el estudio.

    Philip era agradable, muy del estilo de Arnold. Hablaba con una voz muy calmada y suave, debió ser muy buen profesor de Hogwarts. Se había sentado entre Marcus y Arnold, pero seguía temblando un poco, y tenía las manos enterradas a ambos lados del costado para que no se le notara. - ¿Tú cursas Historia de la Magia, Alice? - Trató de sonreír un poco, porque el tío de Marcus estaba siendo amable y no quería tirarle abajo. - No, no. La di en quinto, porque me llamaba mucho la atención y me encanta. Pero necesitaba ciertas asignaturas para ser sanadora y... - ¡Vaya! Otro médico en San Mungo. Los historiadores cada vez contamos menos. - Arnold rio entre dientes y dijo. - Pues los aritmánticos ni te cuento. -Ambos rieron pero Alice no tenía fuerzas así que solo sonrió. - Oye pero a lo mejor así jubilas a mi hermano ¿Te lo han presentado? Seguro que podéis hablar de cosas de matasanos... -¡No!- Saltó Gal. Lo último que necesitaba era hablar con el padre de Percival. Pero lo había dicho demasiado alto y demasiado rápido. - ¿Alice? - Preguntó Arnold, un poco preocupado. Puso la mano sobre su brazo y dijo- Estás temblando ¿Estás bien? - Ella asintió con la cabeza. - Creo que he cogido frío. - ¡No me extraña! Esta casa no hay quien la caliente. Solo el salón ¿Por qué te crees que mi madre se pasa el día allí?- Contestó Philip entree risas de nuevo. Parecía que no le había dado mucha importancia. Menos mal. Pero ella sí se la daba. Ella estaba deseando que todo aquello terminara, pero en verdad no sabia si podía soportar la resolución.
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    Jue Dic 31, 2020 4:53 pm

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    CON Alice EN Casa de los O'Donnell A LAS 07:00h, 25 de diciembre
    Miró sus manos cuando la chica las agarró, al menos algo era algo. Era extraño, como si necesitara el contacto piel con piel con Alice en todo momento, no es que no lo supiera pero el verse privado de ello teniéndola delante... Al menos apenas duró unos minutos, intentó repetirse eso mentalmente para relajarse. Pero no podía relajarse si ella no dejaba de llorar. - Claro, claro. No hay ninguna prisa. - Dijo con suavidad, reprimiendo las ganas de suplicarle que parara de llorar y volviera a ser la Alice feliz del día anterior. Pero eso era infantil e inmaduro. Le había dado un bajón, ya está, no era ningún drama, se le pasaría. Y ahí estaría él. Si se venía abajo con ella, vaya porquería de ayuda, así que tenía que tranquilizarse y simplemente estar ahí y echarle paciencia. Sería mucho más fácil si no fuera porque le daba en la nariz que se estaba perdiendo algo...

    La expresión de extrañeza le salió automática cuando le pidió que la acompañara al baño, con esa voz y esa vulnerabilidad. Apenas le duró un segundo, se forzó en sacudir la cabeza y contestar con normalidad. - Claro, sí sí, voy contigo. - Y allá que fue, para quedarse en la puerta esperando y rayándose, porque era Marcus y no iba a hacer caso ni a sus propios mensajes para relajarse. ¿Sería que se había perdido antes buscando la cocina y no quería que le volviera a pasar? Pero en ese caso ya se le debía haber pasado, y se lo habría dicho si solo fuera eso. Se abrazó los brazos, con la mirada baja y ceñuda, apoyado en la pared. Pero alguien hizo el amago de asomar por allí y, tan pronto lo hizo, reculó. Alguien que parecía estar vigilándoles pero sin quererlo reconocer. Alguien que iba vagando siempre en solitario y a la primera que veía gente, huía. - ¡Lex! - Llamó en un susurro, y su hermano dio pasos para atrás de por donde estaba saliendo y volvió a aparecer en el hueco del pasillo, mirándole con su mala cara habitual. Marcus miró nervioso a la puerta, como si temiera ver a Alice salir por ella, y al ver que no lo hacía le hizo un gesto con la cabeza a su hermano para que se acercara. Pero este solo le miró en la lejanía, encogiéndose bruscamente de hombros y crispando los nervios de Marcus, que volvió a insistir con más apremio.

    No se quería despegar de la puerta, pero Lex, para no variar, no le hacía ni puñetero caso. Volvió a mirar nervioso a los lados y a frotarse los brazos, echando aire por la boca, y se inclinó un poco hacia delante. - ¿Quieres venir? - Preguntó de mala gana. De verdad, ese niño, que difícil lo hacía todo siempre. Al final su hermano tuvo a bien acercarse un poco por el pasillo, pero no llegó a ponerse a su altura. Tampoco a él le venía bien que lo hiciera, no quería que Alice les viera murmurando. - ¿Tú sabes qué le pasa? - Lex se encogió otra vez de hombros, casi más bruscamente que la anterior. - ¿Y yo que voy a saber? - El que no lo sabe soy yo. - Vaya, y yo que creía que tú lo sabías todo. - Tío, por favor. - Se frotó la cara con las manos con desesperación, resoplando. - Algo le pasa, y se te nota que ocultas alg... - ¡Joder, qué pesado eres! - Lex había alzado los brazos y le miraba como si estuviera ya harto desde hacía un año. Marcus no salía de su desconcierto. Vale que Lex no era el santo de la paciencia, pero le acababa de preguntar. - Que no sé nada ni me importa. Déjame ya tranquilo, joder, y ocúpate tú de tu novia. - ¡Que no es mi...! Mira, de verdad, estaba harto ya de repetirlo. Qué poco le conocían todos si no sabían que en cuanto fueran novios iría anunciándolo por ahí a bombo y platillo. Bueno, "en cuanto"... Si es que lo conseguía algún día, claro. En lo que se frotaba la cara una vez más con desesperación y ya un punto de cabreo, Lex se había marchado a zancadas de allí. Negó con la cabeza, mirando hacia arriba y abrazándose los brazos de nuevo. Y entonces salió Alice. Se recompuso en su sitio, carraspeó y trató de sonreír. - ¿Mejor? - Al menos le había cogido de la mano. Trató de sonreír a lo que decía, negando un poco con la cabeza. - No eres idiota, Alice. Yo también echaría de menos a mi familia. - Si realmente lo entendía, Marcus entendía a la perfección lo que Alice le contaba. El problema no era ese. El problema era la sensación de que había algo más y no se estaba enterando. Y, aún peor, que ese algo tenía que ver con él.

    Nada más llegar al estudio lo primero que hizo fue lanzarle una mirada a su padre, que la captó en seguida. No sabía por qué había hecho eso, no quería hacer la bola más grande porque, además, ¿qué iba a decir? ¿"Alice está triste porque echa de menos a su familia pero yo creo que me oculta algo y que Lex lo sabe"? Ya se veía venir la respuesta de su padre, y tenía mucho que ver con su manía de darle innecesarias vueltas a las cosas. Así que trató de olvidar ese mal rato de momentos atrás y se centró en la conversación.

    Marcus se echó a reír, entornando los ojos y mirando a Alice con complicidad. - Y este es el drama de todos los años: los dos peleándose a ver cuál de las dos profesiones se va a extinguir antes. - ¡Eh! ¿Quién ha dicho nada de extinguirse? - Eso sería una paradoja, querido sobrino. Si los historiadores nos extinguimos, ¿quién va a hablar de nuestra extinta existencia? Solo alguien que haya estudiado nuestra historia... Ergo, un historiador. - Phillip hizo un gesto con la mano. - Lo que le pase a los aritmánticos no es mi problema. - Rio y miró a Alice, con la indignada queja de su padre de fondo. Pero no la veía reírse mucho, seguía incómoda. Así que cambió la estrategia. - ¡Y va a ser una sanadora genial! - Quiso animar, y su ánimo sirvió para que su tío propusiera presentarle a Alice a su otro tío... Pero entonces reaccionó así y él la miró sorprendido. Ni siquiera atinó a preguntarle, su padre se le adelantó, mientras él paseaba la mirada entre los presentes tragando saliva.

    Pero entonces algo se iluminó en su cabeza, como tantas veces le pasaba. Cogió uno de los cojines que tenía tras él y le lanzó un encantamiento que le elevaba la temperatura, hasta ponerlo calentito y confortable. - Es que es muy friolera. - Dijo con una sonrisilla, y dejó el cojín entre las manos de la chica. - Toma, abrázate a él, seguro que se te pasa. - Y de camino ya tenía un sitio donde poner las manos, que no le había pasado desapercibido que le seguían temblando. - Vaya, qué resolutivo. - Dijo su tío con una sonrisa. - El niño ha salido bueno en encantamientos, no como yo, menos mal que eso lo ha heredado de los Horner. - Pues lo cierto es que yo conocía el encantamiento pero solo lo usaba para calentarme el té, es muy buena idea, Marcus. - Gracias, tito. - Qué le gustaba una alabanza, se le ponía una expresión especial en la cara. Miró a Alice y le arqueó las cejas divertido, esperando que ese gesto le gustara y la relajara un poco. - Miranda también está siempre quejándose de que tiene frío, sobre todo en la cama. Podría hacerlo para calentarle las sábanas. - Ah, eso también le recordó a Marcus otra cosa. - Pues sí, debería servir... ¿Sabes? Hemos estado un rato jugando con ella a tomar el té imaginario. Como están los tres allí en el salón... Y tú estás aquí en el estudio. No creía que hiciera falta terminar la frase. Pero su tío solo asintió con una sonrisa fruncida y no dijo nada. Pues vaya... Haciéndole sentir aún mejor. No, definitivamente él no haría eso.

    Lo peor es que no sabía cuánto iba a poder morderse la lengua, pero no hizo falta comprobarlo, porque su padre interrumpió con tono divertido. - Hola mi amor, ya te echaba de menos. - Marcus miró a la puerta y, efectivamente, allí estaba su madre. Esta le había devuelto una sutil sonrisa a su marido, pero después miró hacia donde estaban Marcus y Alice. - Hermanita, ¿ya te has cansado de hablar con mamá? - En verdad es que no puede estar tanto tiempo sin verme, por eso me busca. - Comentó su padre con una risita mientras la mujer rodaba los ojos y se sentaba a su lado con un suspiro, aunque sonriente.
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    Jue Dic 31, 2020 5:54 pm

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    CON Marcus EN Casa de los O'Donnell A LAS 07:00h, 25 de diciembre
    Sonrió con calidez a Marcus cuando le pasó el cojín y dijo- Gracias. - Mientras lo abrazaba. Se sentía mejor con el cojín ahí, le daba calorcito y le permitía aferrarse a algo sin sentirse incómoda. Por primera vez desde que había vuelto a la cocina, pudo respirar de verdad. Se quedó así, acurrucadita con el cojín mientras oía hablar a Philip y le parecía que Marcus había sacado más de lo que le gustaba admitir de su tío, porque le recordaba mucho a cómo hablaba su amigo en clase delante de los profesores. Entre eso y el gestito de Marcus, no pudo evitar ampliar su sonrisa, aunque aún sentía la amenaza del llanto en sus ojos. Le pareció que Marcus le estaba lanzando una pullita a su tío por dejar sola a Andrómeda, la cual no carecía de razón, cuando justo apareció Emma.

    Arnold estaba tan feliz, pero ella vio algo en el gesto de la mujer que no le gustó. Le recordaba a cuando Marcus estaba tenso, como hacía un rato. Tomó un poco de aire y agachó la mirada, esperando así pasar desapercibida. - No, Philip, no estaba hablando con mamá. Solo con ese sobrino que compartimos y del que siempre te escaqueas hábilmente. - Gal envaró la espalda. ¿Había estado hablando con Percival? ¿Le habría dado ya su versión de los hechos? "La versión de Percival va a ser poco halagüeña" le había advertido Lex. Empezaba a faltarle el aire otra vez. Philip bufó. - Mira, yo tengo que aguantarlo con más asiduidad que tú, últimamente está todo el día por aquí. Le veo mirar a mamá con ojos de ataúd y herencia. - ¡Philip! - El tío de Marcus alzó las manos. - ¿Qué? Ninguno de los que estamos aquí se va a chivar. Sé que no te cae bien, y no me extraña nada. Y a Marcus le amargó la infancia, no creo que ahora sea mucho más amable. Y no te digo nada la pobre Andrómeda. Ella se lo tiene que encontrar por el Ministerio. Es más, demasiado se lo encuentra. - Dijo levantando las cejas significativamente. - ¿Es que a tu mujer también la acosa? - ¿También?- Ese "también" había terminado de agobiar a Gal definitivamente. Ahora el calor del cojín se le antojaba demasiado y lo soltó hacia un lado, pero el olor de esa casa, la atmósfera del despacho, sus propios pensamientos "Muñeca nuera perfecta" "Eres de esas chicas..." "Yo te puedo enseñar..." aumentaron la losa que se sentía sobre su pecho y el nudo en su garganta. Se sentía de nuevo como las malditas cadenas del boggart y trató de respirar pero solo sintió agujas en su garganta y en su pecho, provocándole una tos angustiosa. Arnold se dio la vuelta inmediatamente y le pasó un brazo por los hombros. - ¡Alice! ¿Desde cuando tienes esa tos?- Ah genial, ahora estaba provocando paranoias también en Arnold. Pero Emma tiró de él, un poco tensa- ¡Querido, déjala! No la agobies más. - Sí, la señora O'Donnell también se había pasado de tensa diciendo aquello ¿Qué estaba pasando? - Es que me pica la garganta... ¿Hay agua por aquí?- Philip, que parecía bastante ajeno a todo el drama, se levantó y le pasó un cáliz transparente con agua bastante fría, lo cual le vino muy bien para regularse. - ¡Uy! Yo creo que esta señorita está cogiendo un resfriado. La temblona de antes, la tos, y ahora tienes las mejillas rojitas. - Le dieron ganas de llorar ¿Por qué ahora todo le sonaba como torcido? ¿Por qué necesitaba con ahínco que todos se callaran y nadie se dirigiera a ella en un rato, cuando estaban claramente intentando ser amables? - Te lo digo yo, que tengo dos niños pequeños y cada semana es una cosa. A estos dos se les ha olvidado ya esa etapa. - Dijo con una risa. Pero todos los O'Donnell estaban muy tensos, porque ya la conocían demasiado. Bebió otro trago de agua, con una tos residual y carraspeó, poniendo una sonrisa. - Sus hijos son preciosos, señor Horner. Creo que Miranda le tiene un poquito de celos a su hermano, pero a poco es normal. - Philip levantó los brazos con una sonrisa. - Ah, pero Miranda es mi niña mimada, en verdad es todo teatro. Las niñas son las mimadas de todas las familias ¿Es o no, hermanita?- Esperaba que aquella jovialidad del tío de Marcus rebajara el ambiente.
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    Jue Dic 31, 2020 6:52 pm

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    CON Alice EN Casa de los O'Donnell A LAS 07:00h, 25 de diciembre
    Marcus rodó los ojos y suspiró nada disimuladamente cuando su madre habló de Percival. - Marcus. - Reprendió su padre, a lo que el chico se encogió de hombros. - Oh, papá, que hasta el tío le huye. Es insoportable, a mí ya me la ha dado hace un rato. - Mejor ni recordaba con qué, y mejor no decía nada. Menos mal que Alice no había llegado a cruzárselo, porque lo que le faltaba era que le dijera una idiotez de las suyas. Aunque estaba segurísimo de que la chica le pegaría un buen corte... Sí, podría ser divertido ver como Alice le callaba a su primo la boca.

    Abrió los ojos como platos. - ¡Venga ya! ¿Cómo va a hacer eso? - Por favor, ¡que era su abuela! Pobrecilla. Viniendo de Percival lo peor era que ni le extrañaba, pero hasta de él le parecía rastrero hacer algo así. Se encogió un poco, mirando de soslayo a Alice algo incómodo cuando dijo que "le amargó la infancia". - Bueno... - Musitó por lo bajo, como si quisiera quitarle gravedad, pero lo cierto era que le venían recuerdos a su cabeza de él preguntándole a su madre, a veces entre lágrimas y otras con una pataleta enfadada, por qué no podía ir la abuela a verles a ellos en vez de al revés, porque no quería encontrárselo en su casa. Estaba negando con la cabeza cuando alzó la mirada súbitamente a esos comentarios, pasando la mirada ceñuda y desconcertada de su madre a su tío. - Eso, ¿cómo que también? - Preguntó mirando a su madre, y luego giró la cabeza a su tío. - ¿Qué le hace a la tía Andrómeda? - A ver, tanto como acosar... Sus pullitas habituales de que los obliviadores son los que le hacen el trabajo sucio a los del Ministerio y esas cosas. - Marcus arqueó las cejas, alucinando, y viendo como sus padres negaban con resignación por el rabillo del ojo. Pero con lo que más alucinaba era con la tranquilidad con la que su tío lo contaba. - Nada que no esté acostumbrada a escuchar, por desgracia. Sobre todo en esta casa. - Pues si yo fuera tú, la defendería. - Ea, ya lo había dicho. Y el sinsangre de su tío ni reaccionaba. - Quiero decir, que yo no consentiría que ese niñato ni nadie le hablara así a mi mujer. - Notó una mano posarse pausada pero firmemente en su rodilla y, al seguir el recorrido del brazo, vio la expresión de su madre y decidió cerrar la boca. - Tampoco es que sirva mucho decir nada contra tu primo, mejor pasar de él. - Respondió su tío con voz resignada. Eso no convencía a Marcus en absoluto.

    El que habló entonces fue su padre... Pero para nada del tema que estaba hablando él. Al escuchar la palabra "tos", recabó en ese sonido que estaba escuchando de fondo y que había ignorado, y se giró fulminantemente a Alice y a su padre. - Desde nunca. - Respondió él automáticamente, como si quisiera dar más mensaje del que en realidad estaba dando. Tragó saliva, porque eso había sido muy impetuoso, y su madre había dado a entender que la estaban agobiando. No... Que la iban a agobiar "más". ¿Perdona? Miró a su madre. ¿Cómo sabía que Alice estaba agobiada? La mirada de Marcus iba pasando de uno a otro en desconcierto total, y ya no solo empezaba a escamarse y a agobiarse... También a enfadarse. Tenía la sensación de que allí todo el mundo sabía algo que él no sabía y eso no le hacía ninguna gracia. O quizás se estuviera emparanoiando de más... Más le valía relajarse porque no quería estallar allí.

    La conclusión de su tío era que solo era un resfriado. Tragó saliva. Le parecía una hipótesis factible, teniendo en cuenta que había salido con un vestido diminuto a la nieve a las siete de la mañana hacía unas horas. Pero Alice no tenía un resfriado, tenía otro tipo de malestar y por Merlín que no sabía cuál era. Sonrió con un toque tenso cuando la chica habló de sus primos y miró de soslayo a sus padres. También les notaba tensos, ¿por qué? En serio, ¿qué estaba pasando allí y por qué no se estaba enterando de nada?

    Phillip en esa negligencia tan suya que Marcus estaba percibiendo hoy más que nunca alivió el tema con una broma. Su madre respondió con una sarcástica, sutil y seca carcajada, rodando los ojos. - ¿Seguro? ¿Yo soy la mimada? - Eras la niña bonita de papá. - Justo como yo he querido siempre que me traten, como una niña bonita. - Ironizó su madre, y a Marcus se le escapó una sonrisilla que se tapó tras la mano, buscando la mirada cómplice de su padre. Pero este no estaba para complicidades y la sonrisa se le quitó de golpe. - Pues yo reconozco que tengo a Miranda un poco mimada. - Saltó de repente, porque algo tenía que hacer. Su tío le señaló victorioso. - ¿Ves? Tu hijo me da la razón. - De hecho le he prometido que iba a terminarme esa merienda con ella, así que... - Se palmeó las rodillas y, con sonrisa y mirada de circunstancias, miró a Alice. - ¿Te vienes? - Y que dijera que sí, por favor. Porque lo único que había hecho había sido lanzar una excusa para sacarla de allí.

    Pareció acceder, así que ambos se levantaron, pero cuando se encaminaron a la puerta su madre habló. - Id despidiéndoos. Nos vamos en diez minutos. - ¿Ya? ¿Tan temprano? - Saltó su tío. Lo cierto es que a Marcus también le sorprendió, pero al mirar a su madre se encontró una de esas expresiones que dejaban claro que la decisión estaba tomada. Así que, sí, mejor se iban despidiendo. Igualmente no tenía pensado hablar con nadie, solo sacar de allí a Alice.

    Cruzaron el pasillo pero en vez de entrar de nuevo en el salón, miró a la chica con una sonrisa para que le siguiera y se dirigió a las escaleras. No iba a ser tan imprudente de subir al piso de arriba, solo quería sentarse con ella en los escalones. - No... - A ver como decía aquello. Se mojó los labios, tomando aire. - No quiero agobiarte, Alice, ni muchísimo menos... Pero me estás asustando. - Y mucho. Como parecía un poco más receptiva a su contacto, acercó una mano a las suyas, con cautela, simplemente posándola en estas. - ¿He hecho algo? Por favor, dímelo. ¿Es por estar aquí? - Se acercó un poco a ella con expresión triste y desesperada y susurró. - Prometimos contárnoslo tod... - Pero se detuvo, porque una silueta había aparecido por allí que le hizo tomar más distancia y cortar la frase. - No os veo despidiéndoos. - Vaya, no contaba con que su madre saliera tan pronto del estudio. Se levantó. - Ya, es que... - Ve despidiéndote de tu abuela, Marcus, que dice que apenas te ha visto en toda la tarde. - Asintió con la cabeza gacha, pero cuando se giró hacia Alice para que echaran a andar, su madre intervino de nuevo. - Ve yendo tú. Ahora vamos nosotras. -
    Merci Prouvaire!


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    Vie Ene 01, 2021 6:49 pm

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    CON Marcus EN Casa de los O'Donnell A LAS 07:00h, 25 de diciembre
    Alzó una ceja y apretó la mandíbula. Después de vivir lo que acababa de vivir dudaba que Percival se hubiese quedado en ofender su trabajo. Le parecía una de esas personas que con tal de incomodar era capaz de mucho más, con su propia tía o con quien fuera. Aunque quizá no se atrevería con alguien tan cercano, o no la consideraba de "esas chicas" como le había dicho a ella. Un escalofrío la recorrió el cuerpo entero al recordarlo. Pero se borró por un momento cuando Marcus dijo aquello. Algo en su maltrecho corazón se ensanchó, porque ella sabía que a Marcus le costaba mucho ser valiente, pero acababa de sacar una fiereza bastante firme solo de pensar que a su... Bueno. Ni que ella fuera tal cosa. Suspiró y se miró el regazo, callada mientras escuchaba a los demás.

    Y entonces Marcus le dijo que si quería irse, y no se veía capaz de negarse, porque estaba entrando en un bucle en el cual no era capaz de estar tranquila con él, pero tenía la imperiosa necesidad de estar a su lado. Así que le siguió y se sentó con él en las escaleras cuando él lo hizo. Eso eran ellos en estado puro, juntos, sentados, hablando, como habían hecho siempre. Y siempre la había ayudado, nunca se había sentido más sola ni peor estando con Marcus pero... Pero ahora simplemente tenía miedo. Miedo de que aquello causara tantos problemas que no s Elo perdonara, que cambiara cómo era con ella, cómo la veía. Gal sabía que Marcus nunca había comprado el significado de aquella maldita frase que la perseguía desde que se la oyó a su abuela, pero también era una persona empírica ¿Qué diría si supiera que gente de su propia familia pensaba así de ella? Al menos Emma había dicho que se iban ya, y eso le hizo respirar. Le daba exactamente igual si Percival contaba nada cuando ya no estuvieran los O'Donnell. Le daban igual el resto de los Horner, ya había asumido que nunca encajaría allí.

    Y odiaba haberle preocupado. Agarró sus manos, que ya no la hacían saltar para atrás como antes pero el llanto estaba otra vez en su garganta, pugnando por salir, aunque ella estuviera haciendo el esfuerzo de su vida en retenerlo. Negó con la cabeza y levantó la mirada, clavándola en la de él- Marcus, mírame y escúchame. Te juro que no has hecho absolutamente nada malo. Te juro que esto es una cosa mía ¿Vale? Por favor no pienses que tiene nada que ver contigo... - Cerró los ojos apretando los labios, tratando de frenar las lágrimas y tragó saliva. No quería mentirle más. - En parte, es por estar aquí, ya te he dicho antes que me siento culpable... Pero es una cosa mía. - Tomó aire y trató de sonreírle un poco. - ¿Sabes cuando dices siempre que piensas las cosas demasiado y acabas liándote tú solo? Pues eso me está pasando a mí. Todo estaba siendo bonito y genial... Pero tengo una situación muy delicada encima y no puedo dar un solo paso en falso. - Esa era otra ¿Existía la posibilidad de que los Van Der Luyden se acabaran enterando de eso también? Entonces estaba hundida. Reprimió un sollozo, apretando fuertemente de nuevo los ojos y los labios. Y más le dolió cuando le recordó que ellos habían prometido contárselo todo ¿Por qué había hecho promesas que sabía que no podía cumplir? No podía contárselo todo a Marcus, no cuando eso le ponía a él en una situación imposible e injusta, como la que acababa de ver en el estudio.

    Y justo cuando iba a contestar, apareció Emma, haciéndola temblar de nuevo. Y encima echó prácticamente a Marcus y ella se sentía casi incapaz de moverse. Pero en cuanto el chico desapareció, ella se acercó y extendió una mano hacia ella, agarrando las suyas. - ¿Estás bien? - Gal asintió calladamente con la cabeza. - Alice. Lo sé. - Eso la tensó e hizo que se llevara las rodillas al pecho, abrazándoselas y mirándola con una cosa que ella pensó que era desafío, pero que por la respuesta de Emma debió parecer más lo que era: miedo. - No, no. Alice... No te estoy culpando ¿Vale? Escúchame... - Se la veía también bastante perdida porque no hablaba de seguido y movía mucho los ojos a todos lados. - ¿Necesitas algo? - Gal negó brevemente de la cabeza. - Estar sola en mi cuarto. Meterme en la cama. - Emma asintió levemente y dijo. - En breves estaremos en casa, no te preocupes. Quédate aquí si quieres hasta que Marcus vuelva... - ¡No me deje sola! Aquí no, por favor. - Dijo con un tono totalmente suplicante. Ella levantó las manos y asintió con la cabeza. - Claro. Tranquila. Tengo que ir a despedirme de mi madre, pero me quedo aquí hasta que venga Arnold ¿De acuerdo? - Y como si lo hubiera invocado, allí apareció el señor O'Donnell.

    -Quédate aquí con Alice. Voy a despedirme. Yo te excuso. - Dijo mirándola. Gal asintió y el señor O'Donnell no tuvo ni fuerzas ni rapidez para replicar. En cuanto estuvieron solos, se sentó a su lado donde había estado Marcus y dijo- Sé que mi hijo ha dicho que esa tos no la has tenido nunca pero... ¿Es cierto? - Levantó la mirada, sin dejar de abrazarse las rodillas, ni de estar más inclinada hacia la pared, en dirección contraria. - Sí. De verdad que no es nada. Ha sido cosa de un momento, no podía respirar allí dentro, es que aquí esta todo como... Cargado. - Arnold asintió, pero solo miraba hacia la pared de enfrente. - Puede ser agobiante. - Ella le miró con el ceño fruncido. - Esto. Los Horner. La familia. No se parecen a la tuya. - Ella negó y se apoyó en sus brazos. No, no se parecían en nada, y ella no se iba a plegar, y Percival ya le había dejado bien clarito lo que pasaría si no lo hacía. - ¿Usted se plegó? - Preguntó sin pensar mucho. Arnold la miró, curioso. - A ellos. - Él puso una sonrisilla y se encogió de hombros. - Sí y no. Yo me pliego a todo, Alice. A las locuras de tu padre, a los estándares de mi mujer, a los deseos de mis hijos... Pero no, no he dejado de ser yo mismo, si es eso lo que te preocupa. Vengo, sonrío, paso sin pena ni gloria... Y vuelvo a lo que me importa, y no cuentan para nada en mi vida. - Dijo haciendo un gesto hacia el salón. Eso le había hecho sentir aunque fuera un poco mejor y se enderezó un poco más. - No sé si puedo hacer eso. - Arnold ladeó la cabeza. - Pues aprenderás. Como a todo en la vida. Va a estar todo bien, ya lo verás. -

    Y entonces una figura apareció al pie de las escaleras. Y todo su cuerpo se tensó. - Vaya, me han dicho que os vais ya. - Arnold se levantó y ella se abrazó más aún las piernas. - Feliz navidad, tío Arnold, y que paséis muy buenas vacaciones. - Se estrecharon la manos y ella tuvo que cerrar los ojos porque solo de acordarse de esas manos... - Feliz Navidad, Percival, e igualmente. - Justo entonces oyó la voz de Emma cortar ella ire como un cuchillo. - ¿Qué haces? - Percival se giró, como sorprendido y se encontró con la expresión de hielo de su tía y las caras de desconcierto (lógicas) de sus primos - Despedirme, tía Emma, qué voy a hacer. Y desearle una feliz Navidad a mi tío y a... ¿Alice, era?- Tenía ganas de encogerse aún más, pero, ayudándose de la barandilla, se puso de pie y bajó al lado de Marcus, rozando su brazo con el de él. - Lárgate ya. - Dijo Lex, desde el otro lado. - ¡Lex! Ya está bien. - Pero Percival se estaba riendo y a ella le sonaba talmente como un cuervo.  Tiene todo el carácter Horner ¡Ah, primitos, primitos! Espero volver a veros pronto... - Pasó por el lado de Gal y dijo. - A todos. - Con un tono que le hizo temblar otra vez. Quería llorar, gritar, tirarle algo, pero solo atinó a ponerse el abrigo que Arnold le pasaba y desear que salieran.
    Merci Prouvaire!


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    Sáb Ene 02, 2021 2:45 pm

    Blue-Green Christmas
    CON Alice EN Casa de los O'Donnell A LAS 07:00h, 25 de diciembre
    Alice le estaba jurando que lo que le ocurría no tenía nada que ver con él, ¿acaso no era eso lo que quería? En parte sí, pero no. Lo que quería era verla bien y punto, fuera lo que fuera lo que la tenía así. Debería al menos contentarse con el hecho de no haber sido él el causante... Pero sentía una inquietud en su interior que no se le iba. Él la había invitado en Navidad, él la había llevado allí, y de repente se ponía así. Por no hablar de lo ocurrido la noche anterior y que toda su familia parecía saber. No era descabellado pensar que él mismo tenía algo que ver en como estaba... Estaba empezando a revivir lo del verano otra vez. Aunque al menos ahora no estaban separados y Alice le estaba asegurando que no era su culpa... Pero ya tenía el miedo en el cuerpo igualmente.

    Le dedicó una última mirada antes de irse, con una sonrisa tranquilizadora... Al menos para ella, o el intento. Porque él estaba de todo menos tranquilo. Lex ya estaba allí cuando fue a despedirse de su abuela, que a pesar de que según su madre se había quejado de no verle tampoco le aportó mucha más conversación, y poco después llegaron su madre y... Nadie más. Frunció el ceño y miró a los lados. ¿Y Alice? ¿No iban a venir las dos juntas? - ¿Y tu amiga, Marcus? - A su abuela también pareció extrañarle su ausencia. Lo preguntaba con una sonrisa suave y ese tono que parecía cordial, el timbre que la avanzada edad te aportaba y te teñía de un velo de inocencia en tus palabras.  - Cualquiera diría que ha estado en mi casa, casi no la he visto... - Al parecer ha hecho muy buenas migas con Miranda. - Su madre se le había adelantado en la respuesta, y menos mal, porque él no hubiera sabido bien qué contestar. Esperaba verla aparecer por allí. - Ya sabes como es la niña. Ha insistido en terminar con ella no sé qué juego antes de irse. - Su abuela soltó una risa orgullosa. Ah, sí, Miranda también tenía un puesto más alto que él en la lista de preferencias de Anastasia. - Ay, esa nieta mía, me recuerda a mí a su edad. - A Marcus le costaba imaginarse a su abuela Anastasia así, no recordaba que le hubiera contado anécdotas de su infancia nunca, al contrario que la abuela Molly. Pero no estaba para pensar en eso. Miraba de reojo a su madre, que sonreía al contarlo y parecía bastante convencida de lo que decía. Pues sería verdad, al fin y al cabo le cuadraba.

    Se despidieron finalmente de su abuela y Lex, su madre y él volvieron por donde habían venido. Pero para el desconcierto de Marcus, Emma no fue hacia el salón. - ¿No estaba en...? - Empezó a preguntar con desconcierto, mirando al salón, pero cuando fue a girarse prácticamente se topó de bruces con Lex, que le pisaba los talones. ¿Era sensación suya o parecía que su madre y su hermano le estaban escoltando? Estaba siendo todo muy raro esa tarde, y le fastidiaba, la verdad. Los Horner no tenían el ambiente distendido de los O'Donnell, eso se sabía, pero él siempre acababa encontrando su hueco por allí y pasándoselo medio bien a su manera. Para un día que venía Alice tenía que estar todo así de raro. ¿Podía saberse qué puñetas pasaba? Era como si su familia estuviera enfadada y hubiera una tensión latente cargando el ambiente, y nadie quisiera contárselo. Le irritaba sobremanera. Por no hablar de la actitud de Lex. Lo de que su hermano estuviera rarito no era ninguna novedad: él ERA rarito. Pero esa tarde parecía perseguirle como un fantasma sin quererlo reconocer.

    Llegó al pie de las escaleras y se encontró a Alice en la misma posición que la dejó. ¿Pero no estaba con Miranda? Y esa entrada de su madre... ¿Cómo que qué hacían? Por lo que a él le parecía, su padre y Percival solo se estaban despidiendo, ¿no? Se estaba cabreando ya. Alguien allí, o más de uno, le estaba viendo la cara de tonto. Y no había nada que Marcus soportara menos que la sensación de que todo el mundo sabía algo que él no sabía. - Alice, sí. - Contestó a su primo, odiándose a sí mismo por responderle otra vez porque sabía que solo era otra provocación de las suyas, que se sabía perfectamente su nombre. Lo que no sabía era como no había respondido ella... Quizás por no ser brusca delante de sus padres. Pero lo que sí que le hizo sorprenderse del todo fue ese exabrupto de Lex, que hizo que le mirara súbitamente. Lo de que a Lex no le caía bien Percival no era novedad, pero esa forma de hablarle, sí. Su hermano siempre había optado por el silencio. ¿Y esa respuesta de su madre? ¿"Ya está bien"? ¿Era eso, se habían peleado Lex y Percival y por eso estaban todos tan tensos? Pero, ¿qué tenía que ver eso con Alice? Lo único que sabía era que ya tenía ganas de gritar porque odiaba no estar enterándose de nada.

    Su primo se despidió muy al estilo de él y Marcus no le hizo caso, simplemente trató de esbozar una cordial sonrisa que quedó tremendamente artificial y se despidió con un gesto de la cabeza. Ese "a todos" no le había hecho mucha gracia porque sabía por dónde iban los tiros: por la conversación que habían tenido antes. Otro que se creía que había algo entre ellos, o peor aún, que Marcus utilizaba a Alice o algo así. Conocía a Percival y seguro que era su manera de decir "ah, sí, Alice, vuelve a venir para que así tenga un motivo para burlarme de mi primo una vez más". No iba a consentir que usara a Alice para eso. Pero tampoco la pensaba dejar apartada. Pasarían de él y punto, al final era lo mejor...

    - ¿Me explica alguien qué está pasando? - Espetó, ya sin poderlo evitar, tan pronto se aparecieron en el jardín de su casa. Se puso incluso delante de los cuatro, cortando el paso hacia la puerta, porque en cuanto entraran se encontrarían con Dylan y su tía y dirían algo así como "dejemos el tema que no es algo para hablar delante de ellos". Y no le daba la gana. - Estáis todos rarísimos, y tengo la sensación de que hay algo que no me estáis contando. - ¿Tú es que no sabes vivir sin montar un drama o qué? - A Marcus se le iban a salir los ojos de la cara del puro desconcierto.- ¿¿Perdón?? - Estaba ya bastante hasta las narices de lo que quiera que fuera que le pasaba a Lex. Los dos abrieron la boca para contestarse pero su madre se metió por medio. - Una palabra más, de cualquiera de los dos, y mañana amanecéis en Hogwarts. - De verdad que no salía de su asombro. ¿¿Pero qué había hecho él?? Y ahora no podía replicar porque la amenaza de su madre había quedado más que clara. De verdad que tenía ganas de tirarse de los pelos. - Venga, vamos para adentro. No vayamos a enfadarnos en Navidad. Solo estamos cansados, ha sido un día largo. - Su padre y su irritante tono conciliador. ¡¡No quería tonitos conciliadores, quería saber qué estaba pasando!!

    ¿Y ahora qué hacía? ¿Se ponía en plan crío y se llevaba a Alice aparte para quejarse de su familia y volver a instigarla con preguntas, habiéndole ella ya prometido que no iba con él? Solo iba a conseguir ponerla peor. ¿Se peleaba con su hermano? Claro, para que les mandaran a los cuatro de vuelta a Hogwarts, que ahí no solo se estaba jugando sus Navidades, se estaba jugando las de Alice y Dylan. De su padre no iba a sacar nada y de su madre menos. Impotencia era poco lo que sentía. Como ninguna opción parecía buena, simplemente se giró hacia la casa y entró como un torrente. Un torrente que se vio interrumpido en mitad del pasillo por otro torrente. Tuvo que dar un frenazo para no comérselo. - Hala, qué chulo colega. - Eso no había sonado ni mucho menos al tono alegre habitual de Marcus, pero demasiado que había conseguido contestar. Dylan le estaba enseñando una servilleta con forma de dragón que escupía una bolita de fuego sobre la palma de su mano. Creación de su tía Erin, indudablemente. - A la noche jugamos un rato con ellos, ¿vale? - Le revolvió un poco el pelo y pasó de largo, subiendo las escaleras a zancadas.

    Se pasó unos minutos en el baño, simplemente tratando de serenarse. A él tampoco le gustaba ponerse así, pero cada vez que pensaba que todos pudieran estar ocultándole algo deliberadamente se ponía histérico. Si encima habían metido en el ajo a Alice, peor. Ni entendía por qué su familia hacía eso ni entendía por qué ella accedía. Y no tenía ningún sentido, por ningún lado que lo mirara, de verdad que no. ¿Le habrían dicho algo de lo de anoche? Eso podía ser, ¿pero en casa de su abuela? Sería muy mal sitio y no era el estilo de sus padres para nada. ¿Y por qué parecía él el malo de la historia? ¡Que no la había obligado a pasar la noche con él, precisamente! De verdad que estaba hecho un lío y cuanto más pensaba iba a peor.

    Al menos consiguió relajarse un poco. Mejor iba con Alice, se disculpaba por haberse puesto tan tonto en el jardín y le preguntaba si se encontraba mejor. Podían escribirle juntos la carta a William si ella quería... No sabía, algo, lo que fuera, pero algo tenía que hacer. Miedo le daba lo que se iba a encontrar cuando abriera la puerta... Y se encontró con algo, sí. Con alguien, más bien. - ¿Qué te pasa? - ¿¿A mí?? - Vale, no parecía más calmado contestando así, pero lo que le faltaba ya es que aquello fuera culpa suya o algo. Ah, claro, lo que había dicho Lex, que "no podía vivir sin un drama". ¡¡Él no estaba generando ningún drama!! ¡Sólo quería enterarse de lo que estaba pasando! Ya se estaba irritando otra vez... - Solo te pregunto. - Su padre echó aire por la boca. - Vamos a tu cuarto, que estamos en mitad del pasillo. - Pues qué remedio. Siguió a su padre hasta su cuarto y vio como este parecía también buscar las palabras. - ¿A ti te pasa algo? - Otra vez. ¡Que yo no he hecho nada, papá! Sois vosotros, estáis rarísimos, y no me lo contáis y... - Vale, vale. - Su padre hizo gestos con las manos para detenerle. - En primer lugar, no digas "estáis" porque yo tampoco sé nada. Lo único que he hecho ha sido preguntarle a Alice si estaba bien porque la he visto agobiada, y de repente me he encontrado con mis dos hijos pegándose gritos en el jardín. - Marcus se cruzó de brazos y entornó los ojos. - Mira, estoy seguro de que lo que quiera que sea, es un malentendido. - A Alice le pasa algo, papá, y Lex lo sabe. - Su padre dibujó una expresión de extrañeza en la cara. - ¿Por qué iba Alice a contarle a Lex lo que le pasa antes que a ti? - Buena pregunta. - Respondió sarcásticamente y echó un bufido, dando una vuelta sobre sí mismo. - Mira, Marcus, eso no tiene ningún sentido. Insisto, probablemente solo sea un malentendido y le estés dando más vueltas de las que son. - Marcus negó con la cabeza mirando a otra parte, totalmente frustrado. - ¿De verdad quieres ponerte así con lo contento que estabas esta mañana? - Miró a su padre con los ojos entornados. Esa mirada tranquila otra vez. ¿Quién era capaz de no tranquilizarse cuando Arnold le miraba así? - Venga, ponte algo más cómodo y baja a cenar. A ti se te quitan todos los males con comida. - Gracias, eso me hace quedar como un simple. - Su padre suspiró, entornando los ojos. - Venga ya, Marcus, el modo gruñón te sienta fatal, te pones muy feo. - Le miró indignado. - ¿Vienes a hacerme sentir mejor? Porque no lo estás arreglando. - Oh, venga ya Marcus, que era una broma. Solo digo que no quieres que Alice te vea así, menos si está agobiada, ¿a que no? - Bajó la cabeza con los labios fruncidos, como un niño pequeño al que acaban de demostrarle que no tiene razón y no le queda de otra que aceptarlo a regañadientes. - Lo dicho: cámbiate de ropa y vamos a cenar. Y mañana será otro día. -  
    Merci Prouvaire!


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    Sáb Ene 02, 2021 5:30 pm

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    CON Marcus EN Casa de los O'Donnell A LAS 07:00h, 25 de diciembre
    Y ya estaba, drama servido. Y todo por su culpa. Si es que era una ilusa de pensar que se irían y ya estaría todo. Marcus era muy listo y muy observador, y Emma y Lex no habían sido precisamente discretos. Ni Percival ni ella, para el caso. Pero claro, eso era precisamente lo que quería aquel desgraciado, alterar a Marcus, hacerle quedar mal a él y ponerla a ella de buscona delante de toda la familia. Afortunadamente, la segunda parte de la historia, ya no podía ocurrir, aunque esto la hacía sentir incómoda igualmente.

    Lex había llegado clarísimamente a su límite de manejo emocional, y le respondió en modo Lex a Marcus, lo cual más le provocó. Cuando Emma intervino ella solo supo agachar la cabeza como una cobarde. Porque todo eso era culpa suya, toda esa maldita situación ¿Por qué intentaba hacer planes? ¿Por qué deseaba cosas para la vida? ¿Para acabar así? Se mordió los labios por dentro y pasó, cabizbaja, hacia dentro de la casa. Dylan se acercó a Marcus muy jovial, pero cuando llegó a ella, con esa habilidad innata que tenía para los estados de ánimo, la miró preocupadísimo. Escribió rápidamente en su libreta "¿Qué te ha pasado? Estás fatal". Eso le hizo un poco de gracia, porque para variar, la sinceridad de su hermano era un regalo. Lo cogió de los hombros y lo dirigió la cocina. - Despídete de Erin y ven a ayudarme a poner la mesa. - El niño obedeció y se juntaron en la cocina con Arnold y Emma, poniendo la mesa y poniendo las cosas para cenar en ella. Gal se puso a cortar pan y otras cosas con Emma en la encimera y oyó que Arnold contestaba a su hermano. - Sí que estoy un poco preocupado, sí. De hecho aquí está pasando algo y yo no me estoy enterando. - Dijo en dirección a las dos mujeres, a lo que Gal no contestó nada, solo llevó la cesta del pan a la mesa. - Voy a ver si hablo con Marcus y me entero de algo, porque aquí claramente no me van a contar nada. - Vaya, hasta el señor O'Donnell se estaba irritando. Y no le extrañaba nada, la verdad.

    Gal sirvió sopa a Dylan y se sentó a su lado, y su hermano le escribió en la libreta "La tía Erin me ha dicho que en Londres hay espectáculos de Navidad y luces por todas partes ¿Podemos ir? Ahora puedes aparecerte" Gal trato de sonreír un poco. - Sí, si a la señora O'Donnell le parece bien... - Emma se giró y también estaba como ausente, nerviosa. Vamos normal, con la que tenían entre todos encima. - Sí, sí... Alguno de estos días lo planeáis y vais. - Justo entonces apareció Marcus con una expresión taciturna no, lo siguiente.  Ella tomó aire cuando se sentó a su lado, y se giró para hablar en bajito con él, mientras Emma iba a llamar a Lex. - Siento mucho todo esto. No quería causarlo. Me siento fatal. - Y en verdad no estaba concretando el qué, pero bueno - Yo... Me siento muy culpable. Solo quiero que sepas que no es tu culpa, por favor, Marcus, dime que sabes que no es tu culpa, y que no estás enfadado conmigo por mis ralladas y mi estupidez, por favor... - Rozó los dedos de su mano con la suya y se mordió el labio. - Te necesito. Te necesito mucho. Es solo que tengo que... Relajarme y descansar y dejar de pensar en todo lo que me atormenta... Y no quiero que eso te afecte... - Justo entonces entraron Arnold y Lex y se sentaron todos a la mesa, empezando a comer en silencio. Pero ella no tenía ni un poco de hambre y el mero olor de la comida le estaba haciendo tener náuseas, así que se levantó y recogió sus cacharros. Iba a excusarse para irse a la cama, cuando Dylan levantó la libreta donde ponía "¿Pueden venir Marcus y Lex a Londres si vamos?" Ella miró con una leve sonrisa al chico y luego a su hermano. - Sí, claro, si quieren... - Y entonces Dylan, en un gesto muy suyo, se levantó y fue corriendo a abrazarla. Su hermano siempre la abrazaba rodeándole la cintura, porque era a donde llegaba de momento, pero en ese momento, para ella fue lo peor. De repente notó como si tuviera unas quemadura justo ahí donde Percival la había tocado, y se sintió de nuevo presa del agobio, como si se ahogara, y sin pensarlo, agarró los brazos de Dylan, separándolos de sí -¡Suéltame! - Y, tal como le había pasado con Marcus, se dio. cuenta en una milésima de segundo de lo que acababa de hacer. Ella nunca, jamás, había rechazado cariño de un miembro de su familia, tanto menos de Dylan. Y esta vez había sido delante de todos, que la miraban entre el desconcierto y la preocupación. Pero lo peor era la mirada de su hermano. Inmediatamente se agachó ante su hermano y la acarició las mejillas. - Perdóname, patito, perdóname, por favor. Mírame, lee mi estado de ánimo como haces siempre... ¿Ves que no estoy enfadada?- El niño asintió. - ¿Ves que no soy yo misma ahora mismo? - Y de nuevo asintió, con tristeza. Cogió la libreta y puso "No quieres que te toquen ¿verdad?" Ella asintió, al borde del llanto y su hermano escribió "No pasa nada, yo te protejo. Arnold y Emma te protegen. Marcus te protege" Sostener el llanto en ese momento fue muy complicado, pero cogió la mano de su hermano y la besó. - Lo sé, lo sé, patito. Te quiero. Perdóname, de verdad. - Vio cómo Emma se acercaba a ella y se levantó. Dentro de su siempre imperturbable expresión, Gal pudo distinguir cómo la señora O'Donnell estaba confusa, como sin saber qué hacer con las manos o qué decir para no liarla. - Creo que Philip tenía razón y que estás incubando algo. Quizás lo mejor es que te vayas a dormir. Si necesitas cualquier cosa- dijo recalcando las palabras - Me avisas y subo ¿Vale? Igual te viene bien una poción de esas que ayudan a dormir, seguro que tú sabes hacerla. - Mira, pues por una vez, haba dado en el clavo. Ella asintió y miró a Marcus un momento, perdiéndose en esos ojos. Necesitaba gritar a los cuatro vientos lo que había pasado, quitarse ese peso, y a la vez, necesitaba que todo aquello se olvidara, que dejaran de mirarla y que no se fijaran nunca más en ella. - Buenas noches. - Dijo mirando a todos mientras se iba, y reprimiendo sus ganas de correr.

    Entró en la habitación y cerró la puerta, notando que por fin podía respirar. Pero fue una sensación momentánea, porque en seguida le volvió aquel pensamientos aquel reflejo qu ele había venido cuando Marcus la había tocado. ¿Por qué? Si hacia exactamente veinticuatro horas estaban allí, con él poniéndole las joyas, tocándose cada vez que podían... Necesitaba desahogarse, gritar, patalear. Cogió la varita, y dándole la vuelta a la habitación dijo- ¡Silentium!- Y por fin pudo gritar. Dio una patada al suelo y se quitó los zapatos tirándolos contra la pared. -¡Mierda! ¡Mierda!

    Se dejó caer de rodillas al lado de la cama llorando. Era una completa idiota. - ¿Por qué? ¿Por qué todo lo que quiero se desmorona o se destruye? - Gritó, desahogándose. Su madre muerta, su padre loco, su hermano que no quería ni hablar y al que no sabía ayudar, al que acababa de separar bruscamente de ella, como si Dylan no estuviera suficientemente falto de amor ya. Y el amor de su vida, el único hombre que había amado o amaría, nunca querría estar con ella. Porque todos a su al rededor pensaban así de ella, pensaban que era tan insignificante que no merecía un saludo, una mirada, lo que fuera. Creían que podían transformarla en otra cosa o simplemente no aceptarla. Creían que era alguien que se dejaría tocar sin más por un asqueroso snob como Percival. Las chicas como Alice... Las chicas como Alice... Alice siempre sería una de esas chicas, Alice era, por definición, una chica como Alice. Y daría igual que se lo gritara al mundo entero, que amaba a Marcus, que no amaría a nadie más, que le cortaría la mano a todo hombre que intentara tocarla (empezando por Percival) que no fuera él. Y daría igual, si su propia abuela pensaba así de ella.

    Se dejó caer en la cama, haciéndose un ovillo, abrazándose a sí misma, llorando como había llorado aquel verano, mirando la pulsera. Eso le recordó que aún llevaba la diadema y se la quitó dejándola suavemente en la mesilla de noche, mientras le caían más lagrimones. No solo casi nadie confiaba en ella, es que encima, a los poco que confiaban, como la abuela Molly, solo iba a decepcionarlos. Se cerró más sobre sí misma, deseando dormirse y que aquel maldito día no hubiera ocurrido. No podía pensar en nada bueno, no podía evocar lo de anoche porque le dolía el pecho, porque todo había sido perfecto por un instante y ahora ella no había estado a una altura, ni si quiera había sido una prueba tan difícil, joder. Se abrazó a la almohada con fuerza sin saber en qué pensar, aunque en su cabeza se repetía aquellos versos, aquellos que le había susurrado a Marcus la noche anterior: hermano Sol, hermana Luna. Porque por muy feas que se pusieran las cosas, ella siempre acabaría volviendo al amor de su vida, a lo mejor que le había pasado, aunque fuera entre lágrimas, aunque fuera en su interior.
    Merci Prouvaire!


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    Alchemist
    Freyja
    Alchemist
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    Sáb Ene 02, 2021 7:53 pm

    Blue-Green Christmas
    CON Alice EN Casa de los O'Donnell A LAS 07:00h, 25 de diciembre
    Bajó las escaleras bastante más lentamente que como las subió, con su padre detrás como si no quisiera que se le perdiera, y se encontró que la mesa ya estaba puesta. No tenía demasiada hambre, iba a comer igualmente porque Marcus siempre comía, pero tenía más enfado y desconcierto que hambre. Se sentó a la mesa y, segundos después, Alice se sentó a su lado y empezó a hablarle, y él se quedó mirándola mientras lo hacía. ¿Causarlo? ¿Culpable? Podría darle o quitarle la razón si tuviera la menor idea de lo que acontecía allí. Tragó saliva y bajó la mirada a su mano cuando la rozó. Le encantaría agarrarla de las manos, abrazarla o incluso besarla, pero solo podía conformarse con ese roce y asentir cuando le pidió confirmación de que sabía que no era su culpa. Bueno, saber saber... Él no sabía nada ya, pero al menos no era consciente de haber hecho nada, así que... Supuso que no, que no era su culpa.

    "Te necesito". Cómo neutralizar a Marcus en dos palabras. Su expresión se volvió triste y ya sí agarró su mano, pero con mucha suavidad y cautela. - Y yo a ti, Alice. Vale, no... No quiero molestarte. Descansa y... Y ya está. - Y mañana me cuentas qué te pasa de verdad, quería decir, pero mejor no. - Lo que me afecta es verte tan triste y no poder hacer nada. Y no... No estoy enfadado contigo, no es eso, es... Es que siento que me estoy perdiendo algo y ya sabes que eso me pone muy nervioso. - La miró a los ojos. - Eso y que no soporto no poder hacer nada porque te encuentres mejor. - Y, por supuesto, la combinación de ambas cosas. Pensar que lo que se estaba perdiendo tenía mucho que ver con Alice y su bienestar, y por no saberlo no podía hacer nada por mejorarlo. Le dedicó una sonrisa suave y se pusieron a cenar.

    No es que él estuviera hinchándose de comer, pero apenas llevaba la mitad de su comida cuando Alice se levantó a retirar sus cosas y él la siguió con la mirada. En lo que lo hacía, Dylan le dio un toque en el brazo y le enseñó la libreta, donde antes le había escrito a su hermana sobre los espectáculos de luces de Londres. - A mi tía le encantan, no me extraña que te haya hablado de ellos. Aunque le gustarían más si pudiera verlos sola. - Bromeó. Su tía Erin y su incomodidad con la gente, ¿a quién le recordaría? - ¿Verdad, Lex? - Preguntó a su hermano, a modo de señalar a la otra persona de su entorno a la que la gente le estorbaba y, de paso, de tender un puente con él después de la escena del jardín. Pero su hermano parecía como ausente, de hecho le miró con cara de no haberse enterado de lo que le había dicho. Tuvo que respirar hondo para sus adentros. Como le estaba irritando esa situación...

    En lo que se mentalizaba, Dylan fue a decirle algo a Alice y él siguió comiendo. Se llevó el bocado a la boca y alzó la vista para mirarles justo a tiempo de ver esa reacción: Alice apartando a su hermano de un empujón cuando iba a abrazarla. Casi se atraganta, de hecho se quedó tan paralizado que no atinaba ni a seguir masticando, solo a mirar a la chica sin entender nada. Esa reacción se había parecido mucho a la que había tenido con él mismo unas horas antes, en casa de su abuela... Pues al parecer la chica le había dicho la verdad: el problema no iba con él. ¿Pero qué le pasaba? Podía jurar que el día anterior, o esa mañana sin ir más lejos, no estaba tan reticente al contacto. Vamos, nadie mejor que él podía asegurar eso.

    Se quedó mirando la escena prácticamente sin parpadear mientras Alice se agachaba ante Dylan para disculparse. Solo apartó la mirada cuando escuchó la silla de su madre arrastrarse, viendo como esta se levantaba y se dirigía a Alice, totalmente mudo. Que estaba incubando algo... No. No y no. Ahí pasaba algo como que se llamaba él Marcus O'Donnell y no era un resfriado, que llevaba siete años viviendo con Alice y la había visto resfriada y nunca había empujado así a nadie, menos a él o a Dylan. - Buenas noches. - Contestó por inercia, viendo como la chica se perdía escaleras arriba. Y, tan pronto lo hizo, se volvió a los demás y se les quedó mirando.

    Pero nadie decía nada. Dylan, muy calladito, se había guardado la libreta y había cogido su plato y su vaso para llevarlos a la cocina, cabizbajo, lo cual le partía el alma solo de verlo. Lex tenía la mirada clavada en su propio plato, su padre estaba más o menos como él en cuanto a desconcierto aunque más comedidamente, y su madre se había vuelto a sentar como si allí no pasara nada. Respiró hondo, bajó la vista al plato y pinchó un bocado con el tenedor que se llevó a la boca, totalmente ido, y se quedó masticando con la mirada perdida y la cabeza bullendo. El tiempo de tragarse la comida fue lo que aguantó. Dejó el tenedor en el plato y se levantó como un resorte. - Siéntate, Marcus. - Ordenó su madre de inmediato, y él ya no pudo contener más su indignación. Pero antes de que pudiera hablar intervino su padre. - Marcus, por favor. Solo está cansada, puede que esté resfriada. - ¿Resfriada? Pero bueno, ¿somos tontos ahora o qué? - Te recuerdo que esta mañana estaba dando vueltas por la nieve con el vestido de anoche puesto, por si se te ha olvidado. Así que yo lo veo bastante plausible. Siéntate, no te lo digo más. - Se sentó, sí. A regañadientes pero lo hizo, suficiente había crispado ya a su madre y lo peor era que ni sabía por qué era ella la enfadada. La cara de Lex era un poema, estaba claro que desconocía ese dato. Su padre ahora también miraba al plato, aunque con expresión resignada, y Marcus dio gracias porque Dylan no estuviera delante. Se apoyó en el respaldo con la cabeza baja, expresión irritada y las manos apoyadas en las piernas. Ya no tenía más hambre.

    El niño había vuelto y empezó a mirarles las caras a todos. Sí, Dylan para esas cosas era muy listo, adivinaba los estados de ánimo en seguida, y las cuatro caras que había en esa mesa eran para verlas. Se acercó a Marcus y le volvió a tocar el brazo, escribiendo en su libreta. "¿Vienes a jugar con los dragones de tía Erin?". Pues mira, sí. Por tal de despejarse y quitarse de en medio de donde le estaban viendo la cara de idiota, lo que fuera.

    Pero no estaba ni mucho menos para juegos. Solo podía reírle alguna que otra cosa a Dylan, ver lo monos que eran los dragones y simplemente estar allí, sentado en la alfombra abrazado a sus rodillas y dándole vueltas a la cabeza. "Mañana se le habrá pasado", le escribió el chico de repente. Debió haber visto que llevaba un rato sumido en sus pensamientos. Añadió algo más. "Está más contenta que nunca. Aunque contigo siempre está contenta". Marcus esbozó una sonrisa triste, y Dylan volvió a escribir. "De verdad. Los Gallia no mentimos". Eso le hizo gracia. Pues sí, parecía que Marcus no se creía nada esa tarde, pero ni de los Gallia ni de los O'Donnell. Le revolvió un poco el pelo y, entonces, apareció su padre por allí. - ¿No estáis cansados? - Marcus miró hacia arriba. - Pues la verdad es que sí. - Contestó con un suspiro, levantándose. - Venga, colega, vamos a dormir. - Se dirigieron los tres hacia la escalera, pero antes de meterse en su habitación, su padre se giró a él. - A veces la gente necesita espacio, Marcus. No es nada personal. - ¿Pero por qué? ¿Qué le pasa? - Arnold suspiró. "Pero por qué". Creí que ya habías dejado de decir eso. Ni veces que lo habré oído... - Marcus rodó los ojos. No estaba para anécdotas de la infancia. - Tenemos una conversación pendiente tú y yo... Pero ya mañana. Hoy no estamos ninguno de los dos para eso. Buenas noches, Marcus. - Le dio un afectuoso apretón en el brazo y se fue a su habitación.

    Y ahora le tocaba a él acostarse en su cama, bajo ese manto de estrellas que Alice había dejado allí la noche anterior, y no era lo único. También había dejado su olor en sus sábanas y su recuerdo. No daba crédito de como se había dado todo la vuelta en menos de veinticuatro horas. Se puso el pijama y se sentó al borde de la cama... Pero no se acostó, no aún. Marcus O'Donnell tenía que tirar todos los cartuchos antes de rendirse.

    - ¿Puedo pasar? - Preguntó cautelosamente tras pegar en la puerta de la habitación, entreabriéndola y asomando la cabeza por esta. ¿Cuántas horas hacía que había hecho eso mismo, para algo totalmente distinto? Es que parecían dos vidas diferentes. Cerró tras él y soltó un poco de aire, abrazándose los brazos. - Por favor, no te pongas a gritarme, ¿vale? - Porque ya se conocía de sobra a su hermano y le estaba viendo la cara con la que le estaba mirando... Y, ciertamente, ahora que se paraba a analizársela no parecía ni tan cabreado, más bien... ¿Triste? Era difícil captarle las expresiones a Lex. - Te prometo que ya no te lo pregunto más... Pero necesito hacerlo una última vez. - Su hermano seguía en silencio, solo mirándole con cautela. Echó aire por la boca. - ¿Sabes lo que le pasa a Alice? - Vio como Lex bajó la mirada. Tras unos instantes, respondió. - No. - Vale... Pues no le iba a quedar de otra que creérselo. - ¿Y por qué tengo la sensación de que sí? ¿O de que todos ocultáis algo? - Pues no sé, ¿porque eres un paranoico? - Cortó el otro. Marcus frunció los labios y agachó la cabeza. - Quizás tengas razón. - Podría jurar que no era simple paranoia, que ahí pasaba algo... Pero estaba claro que esa noche no se iba a enterar.

    - Mira... No te rayes, ¿vale? - Dijo Lex, cuando él ya se estaba planteando irse, en un tono bastante más suave del que solía usar. No le estaba mirando, tenía la mirada en otra parte como siempre, y se encogió de hombros. - Yo creo que... No lo sé, a ver, ella no me ha dicho nada... Pero a lo mejor es que no le han caído bien los Horner. Pero vamos, que a mí tampoco me caen bien. - A Marcus se le escapó una muda carcajada con los labios cerrados. ¿Y a ti quien te cae bien? pensó. - Ni creo que a Darren le caigan bien. - Ah, vale... Ya veía por donde iban los tiros... - ¿Crees... que se ha sentido fuera de lugar, o algo así? - Lex, aún con la mirada esquiva, frunció el ceño y se encogió de hombros. - Puede, no lo sé. Pero no le preguntes más. Si es eso la vas a agobiar, y si no es eso se va a hartar de escucharte. Que es un milagro que no se haya hartado ya de ti. - Marcus rodó los ojos. - Tan amable como siempre, ¿a tu novio también le dices eso? Porque habla aún más que yo, que ya es decir. - Lex resopló e hizo un gesto. - Va, tío, acuéstate ya, que me quiero dormir. - Vale vale...- Y no te rayes más. - Añadió, y eso era raro, porque Lex no solía hablar tanto. Y daba la sensación de que quería decirle algo más, así que se quedó mirándole. - Que... A mí me cae bien Alice. Y si a ti te gusta... Eso es lo que importa. A los demás les pueden dar por culo. - No sabía muy bien a qué venía esa confesión de su hermano pero le había gustado. Sonrió, se guardó las ganas de darle un abrazo porque no quería que le empujara otra vez, que ya con el de esta mañana había tenido bastante, y antes de irse contestó. - Gracias... Y lo mismo digo.
    Merci Prouvaire!


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