La 99 no es una comisaría normal. Pero, como toda comisaría que se precie, no le puede faltar algo fundamental, imprescindible, necesario para todo buen policía: una cafetería.

Andrew se ha ganado el cariño y afecto de todos sus compañeros... De puertas de la oficina para dentro. Todos rezan porque no los envíen a una misión con él en el equipo: es un auténtico desastre. Cuando no se lleva el revólver sin balas, se esposa sin querer a sí mismo y pierde las llaves. La cuestión es que parece que la suerte le acompaña, porque a pesar de los infortunios, suelen salirle medio bien las cosas. Siempre aparece por la oficina con una sonrisa, un chiste malo y una caja de donuts. Si no se tira el café encima de la camisa o de tu ordenador, da gusto estar con él.

Louise odia dos cosas por encima de todo, el café y el azúcar. Entonces, ¿qué demonios hace trabajando en una cafetería? El caso es que no consiguió el trabajo de sus sueños y los créditos universitarios no se pagan solos (malditos), así que cuando su vecina le ofreció un puesto de camarera, no le quedó otra que aceptarlo. Siempre buscando cómo salir de ese infierno de bollería y pastelitos, al menos ha terminado encontrando algo interesante que hacer: enterarse de los cotilleos de la comisaría.

Una mujer que odia los dulces y trabaja en una cafetería y un hombre que estaría mejor haciendo pasteles que capturando criminales acaban de coincidir, precisamente, por cuestiones de trabajo. Quizás Andrew pueda darle a Louise la pizca de suerte que esta necesita. Porque desde luego lo de comprarla con tartas, como hace con todo el mundo, no le va a funcionar.

Andrew Albertson 33 años — Jason Segel — Freyja
	Louise Parker 30 años — Allyson Hannigan — Timelady

Inspired — Series — Spin Off Brooklyn 99

Suspiró una vez más, haciendo acopio de paciencia, escuchando a la mujer al otro lado del móvil. Sí, abuela, te he entendido. Repitió, y ella siguió blablabla. Así no iba a poder trabajar, y se moría de hambre, así que se levantó. Y nada más hacerlo la oyó al otro lado del teléfono. ¡Sí, abuela, te estoy escuchando! Solo me he levantado. Que oído tenía la tía, que había escuchado hasta la silla.

Mientras bajaba las escaleras seguía hablando. Ya, abuela, ya sé que eso está muy mal. Más cháchara. Bajó el primer tramo. Sí, abuela. Más discurso. Bajó un tramo más. Sí, abuela. Bajó el último tramo, mientras la mujer, alteradísima, añadía más críticas. Lo sé, abuela, hay personas muy ruines en el mundo. Soltó aire por la boca. Aquello iba a ir para largo. Pero él necesitaba su café y su bollito, al menos para endulzar la que le estaba cayendo.

Entró en la cafetería. A ver cómo cortaba esa conversación. Lo sé... Lo sé... Sí, abuela, lo sé, pe... No, pe... ¡Jobar, abuela! Se impacientó. Vaya, esperaba no haber sonado muy agresivo, no le gustaba hablar mal. Y estaba en mitad de la cafetería, con toda su altura, discutiendo con su abuela por teléfono. Deberían de estar escuchándose los berridos de la mujer al otro lado. Sí, abuela, me preocupo por tu seguridad... No, no me he olvidado de mis raíces... Sí, soy policía... Iba pacientemente contestando a sus preguntas retóricas. Sí, los policías protegemos a todos los ciudadanos... Sí, por supuesto que tú eres una ciudadana... ¡Pues no, abuela! ¡No se puede! Su abuela y sus conclusiones. Y más enfado. ¡¡Porque que el vecino te desvíe la cañada del bebedero para darle agua a sus caballos no es un delito, abuela!! Claro, y ahora se había ofendido. Echó el cuello hacia atrás, desesperado. Sí, técnicamente es un robo... ¡Oh, el país no te tiene abandonada, abuela! De verdad que eso no llegaba a ninguna parte. Uy, viene un criminal peligrosísimo, tengo que colgar. Te quiero abuela, adiós, cuídate. Y colgó, resolplando y parpadeando con fuerza. Por supuesto que no se iba a librar de esa conversación tan fácilmente. Pero ahora tocaba momento bollito.

Grace, por favor, ponme un café súper cargado, el zumo con las frutitas más dulces que tengas y ese bollito de canela de ahí, el grandote. Dijo apoyándose en la barra. Y al mirar hacia el lado, la vio: una chica nueva. Sonrió. ¡Ey! Nueva incorporación. Hizo un gestito cortés, como si se quitara un sombrero imaginario. ¡Bienvenida!

Andrew — Cafetería — con Louise

¡Louise! Qué nombre más bonito. Dijo con una sonrisa, extendiendo la mano para presentarse. Yo soy Andrew, policía y nieto frustrado. Dijo rodando los ojos con cansancio. Grace apareció por allí con su pedido, y a su comentario se irguió con expresión de niño bueno. Estoy trabajando duro para que ese "uno de nuestros mejores" se convierta en "nuestro mejor" cliente. Respondió con un bailecito de cabeza, guiñándole un ojo cómplice a la chica con una expresión exagerada, lo cual la hizo reír.

Mmm qué rico. Dijo llevándose un poco de la crema del bollito con un dedo y chupándoselo después. Miró a Grace con cara de aburrimiento y suspiró. ¿Tú que crees? Soy el surtidor oficial de la oficina. ¡Y luego encima se quejan! Miró a la chica nueva para introducirla en la conversación y explicó. Como me vean venir de la cafetería de manos vacías, todos son "aaay Andrew, no me has traído nada", y caras de pena. Alzó los brazos. Pero ahora llevo cosas, y es como, "¡cuidado! ¡No tires el café! ¡Lo vas a llenar todo de azúcar! ¿Eso es una mancha de chocolate? ¿Eso es un pegote de crema? ¿Eso es una colonia de hormigas dirigiéndose a tu escritorio?" Bajó los brazos con frustración y bufó. En fin, quejarse por quejarse.

Y en lo que él se quejaba también, Grace se había ido y había vuelto con su zumo. Pero Andrew seguía. Además, ¡ellos nunca llevan nada! Luego es muy fácil meterse con Andrew y llamarle Míster Donuts, pero AAAWWW QUE RICO ES ROSA. Vale, el zumo había entrado en su campo de visión. Y dulce. Como tú. Respondió Grace. Andrew se llevó una mano al pecho, con expresión emocionada. Eres la mejor. Miró a Louise. Es la mejor, ¿a que sí? La otra volvió a reír en lo que Andrew daba un sorbo al zumo y respondía con sonidos de placer exagerados a lo bueno que estaba.

Perdona, te debo estar dando una impresión horrible. Le dijo a la chica nueva. Antes de seguir hablando, dio otro sorbo. Es que he estado hablando con mi abuela justo ahora y me ha puesto de los nervios.

Andrew — Cafetería — con Louise

Dio otro sorbo al batido y, una vez más, empezó a hacer gestos exagerados con las manos y gemiditos de gusto. Es que estaba tan rico, qué le gustaban los batidos de frutas. Y si eran de colores chillones, mejor. ¿Quién decía que eso era cosa de chicas? ¿Las frutas eran de chicas? ¿Los colores eran de chicas? ¡Anda ya! Que se lo perdiera quien quisiera, él no. No había llegado a la gran ciudad para perderse los batidos que le diera la gana tomarse.

- ¡Ni que lo digas! - Confirmó a la mujer con tono intenso, antes de dar otro sorbo al batido, cuando dijo que las personas mayores podían ser cabezotas. - Si hicieran un archivo sobre los más cabezotas del estado, te puedo asegurar que mi abuela estaría la primera de la lista. - Le dio un enorme bocado al bollito y otra vez volvieron los aspavientos y los gemidos de gusto, cada vez más altos, con movimientos de manos incluidos. Ya debía estar siendo el foco de atención de la cafetería otra vez, pero él no se pensaba contener. ¡A ver! Es que estaba muy rico, lo tendría que mostrar. De verdad que no podía evitar ser efusivo. La gente vivía muy contenida.

Tragó un poco atropelladamente porque Louise, muy amablemente, le estaba preguntando si había algún problema. ¡Algún problema! Ojalá fuera "algún problema". - ¡Pues resulta! - Empezó, recuperando el tono de nieto indignado que tenía por teléfono. - Que esta mañana ha ido al bebedero de los cerdos y se lo ha encontrado vacío, oooootra vez. - Enfatizó, porque será que no se lo había dicho veces. - ¡Y mi abuela es de armas tomar, eh! ¡Uf, esa sí que hubiera sido una buena policía! Total, que como llevaba así toda la semana, ya se ha puesto a mirar y a investigar, y ha encontrado que el vecino había desviado la cañería para que el agua fuera del pozo hacia el bebedero de sus caballos. Y ya estaba ella "¡Que me está robando el agua! ¡Que me quiere matar a los gorrinos! ¡Que si como va a ser eso! ¡Que quién la protege a ella! ¡Que a donde va a llegar el mundo!" - Miró a Louise con los ojos muy abiertos. - Pero es que, ¿sabes lo que me ha dicho? Es que no te lo vas a creer. - Alzó los brazos con indignación. - Que como esto siga así, que coge una pala y lo arregla ella. ¡Hala! ¡Eso! ¡"Y ya yo lo arreglo"! - Bufó. - ¿Tú lo ves normal? Al final va a conseguir que vaya la patrulla al pueblo por intento de asesinato de mi abuela a un vecino con una pala. - Negó con la cabeza y pellizcó el bollo, con la mirada perdida. - Es una buena mujer, pero... Tiene un carácter... -

Andrew — Cafetería — con Louise

Mientras negaba con la cabeza, aún indignado por su propia historia en la que él solito se había metido otra vez, se llevó la pajita a los labios para sorber un poco de zumo y al menos endulzarse un poco. Y en lo que él bebía, Louise dijo algo. Se quedó parado, procesando, y lentamente se giró para mirarla con los ojos muy abiertos. Eso... ¡Eso es una buenísima idea! Dijo, incrementando el volumen al que decía la frase a medida que esta avanzaba.

Tenía una cara de haber descubierto una mina de diamantes que era difícil de disimular. Con los ojos muy abiertos, la mirada perdida en algún punto y un gesto sorprendido de las manos, pensó en voz alta. Una bifurcación de la cañería. Sería perfectamente legal y los dos tendrían agua. ¿¿Cómo no se me había ocurrido antes?? Es que de verdad. Chistó y siguió diciendo lo que le iba pasando por el cerebro. Claro, es que me llama justo cuando voy a desayunar y empieza con los gritos y con los aspavientos, ¡y es que así no hay a quien se le ocurran las ideas! ¡Si es que no le dejaba ni pensar!

Él seguía metido en su alucinada personal cuando Louise le dijo si quería algo más. La señaló. Pues sí, sí que quiero algo. Comentó con firme entusiasmo. Sacó el teléfono de su bolsillo y dijo. Ahora mismo llamo a mi abuela. En lo que buscaba el número, miró a la chica con cara de perrillo apaleado y pidió. ¿Podrías quedarte por aquí? Es que me pone histérico, a lo mejor necesito que me expliques tú como iría eso. No esperó respuesta, estaba llamando ya.

Abuela... Abue... ¡¡ABUELA!! ¡Señor! Como la llamara él, no fallaba que empezaran la conversación a gritos. ¡Abuela, ponte el mó...! ¡¡En la oreja, abuela!! Ya... Ya, sí, ahora me oyes. Rodó los ojos mirando a Louise como buscando en ella la complicidad. Abuela, tengo la solución para tu problema... No, no vamos a ir a detenerle... No, no te tenemos desamparada, ¿puedes escuchar mi propuesta? A ver si era posible que le dejara hablar. Que a ese paso se iba a enterar media ciudad, solo por los berridos que estaba pegando, y su abuela a lo suyo. Mira, me ha dicho una amiga... Ah, sí, para él ya era su amiga. Desde luego que pensaba invitarla a todos los pastelitos que quisiera si eso salía bien. Que por qué no hacéis una obra pa... No, no, espérate que te lo explique. Sería una obra para dividir la cañería en dos y que os llegue el agua a los dos... Sí, hay agua para los dos... ¿¿Como que eso es una desfachatez?? Abuela, ¡que el agua es para todo el mundo! ¡Y así todos contentos! Pues no. Su abuela no estaba contenta. Rodó los ojos. Abuela, que no se va a burlar de ti, que eso no es salirse con la suya... Que no, que no os va a costar una millonada... ¿¿Pero cómo va a ser eso?? Ya estaba su abuela liándole otra vez. Suspiró exasperado y dijo. Mira, ¿sabes qué? Como al parecer a tu nieto no le haces ni caso, te lo va a explicar ella, a ver si a ella la escuchas. Te pongo en altavoz. Se retiró el móvil de la oreja, miró a Louise con expresión de rogar otra vez y le susurró. Porfa, a ver si a ti te escucha. Le dio al botón del altavoz y bramó. ¡ABUELA! TE VA A HABLAR MI AMIGA, ¿VALE? NO LE GRITES.

Andrew — Cafetería — con Louise

Estaba rezando todo lo que se sabía para que su abuela no se pusiera a gritarle a Louise... Y no lo hizo. Protestó un poco al principio, y cuando la chica dijo lo del huerto, él se acercó y susurró. - Es un bebedero de cerdos. - Pero vaya, también tenía huerto, si al final el agua se usaba para todo. Como al final descubrieran que el bebedero tenía una fuga y por eso perdía el agua, con la que traía con el vecino...

Afortunadamente, pareció escucharla. Se despidió de nuevo de ella (a gritos, porque la mujer "oía mucho ruido con el altavoz y no se enteraba) y se giró a Louise con una exagerada expresión de alivio. - ¡Muchísimas gracias! - Dijo juntando las manos. - Si se lo llego a decir yo, no me hace ni caso. Voy a tener que recurrir a ti más veces. - Dijo entre risas, llevándose el último bocado del bollo a la boca.

- ¡Oh, qué tarde! - Exclamó mientras sorbía de la pajita, mirando el reloj. - Me tengo que ir, pero te prometo que te invito a algo otro día. Por las molestias. - Se giró en su asiento. - ¡¡EH, GRACE!! - Luego se quejaba de los gritos de su abuela, pero él tampoco se quedaba corto. - ¡APUNTA POR AHÍ "ANDREW INVITA A LOISE A LO QUE ELLA QUIERA"! - Se giró a la chica y se levantó, sonriente. - Como es tu primer día supongo que aún no te sabes todo el menú. Ve buscando tu bollo favorito, que lo va a pagar este menda. - Dijo señalándose. Había quedado muy poco guay eso, pero bueno. Andrew no era guay.

Andrew — Cafetería — con Louise

Ya habían tirado el confetti, estrenado la tarta y bailado la conga. Su sueño, vamos. Le encantaba su cumpleaños, pero a sus compañeros les gustaba más aún, porque Andrew siempre montaba una enorme fiesta llena de dulces, pasteles y música en la comisaría. - ¡Mina, eres la mejor! - Le dijo a su compañera, dándole un fuerte achuchón. ¡¡Que le había comprado una tarta con forma de Kirby!! - ¡Eso sí, la próxima vez, avísame de que vienes disfrazada! Yo también quiero venir a juego. ¡¡Ya sé!! ¡Para el tuyo vengo disfrazado! - Chasqueó la lengua, fastidiado consigo mismo. - Ay, me cachis, no sé guardar un secreto... - Si es que...

La idea de la conga había gustado tanto que se había sumado hasta un detenido que acababan de llevar a la comisaría, y varios denunciantes. - ¡Eh, eh, tengo una idea! - Bramó entonces. - ¡Llevemos la conga a la cafetería! ¡Para darles las gracias por la tarta! - Su idea fue ovacionada, así que, vuelta a la conga. - Nanananana, ¡eh! Nananananana, ¡eh! Nananananana, ¡eh! - Iban canturreando, al son de la música, alzando una pierna cada vez con cada "eh". Así fueron, bajando como un dragón chino gigante las escaleras, y así entraron en la cafetería.

- ¡TODOS JUNTOS! NANANANANA, ¡EH! - Estaban venidísimos arriba. - ¡Grace! ¡Louise! ¡Venga, vosotras también! - Animó a las chicas, para que se unieran, pero de repente la cola de su conga se rompió y varios compañeros salieron corriendo. - ¡Oh, venga! - Dijo con fastidio infantil. - ¡La habíamos traído hasta aquí! - Es el detenido. Ha aprovechado que hemos salido a la calle y ha escapado. - Oh, vaya. - Eso había sido un fallito. Pero bueno, ya habían salido algunos compañeros tras él, así que se encogió de hombros y se giró a las dos de la cafetería. - ¡¡ES MI CUMPLEAÑOS!! ¿Qué me decís? ¿Un trocito de tarta Kirby? Podemos volver arriba en la conga, ¿quién se apunta? -

Andrew — Cafetería — con Louise

- ¡GRACIAS! - Bramó, todo entusiasmo, porque a Andrew le encantaba su cumpleaños, le brillaban los ojos y la sonrisa le iba, casi literalmente, de oreja a oreja. Es que tenía una boca muy grande. - Chicas, sois las mejores. - Dijo conmovido y con una mano en el pecho. Como si decirle a alguien "felicidades" cuando te enterabas de que era su cumpleaños no fuera lo más normal del mundo, sino un acto de profundo cariño y respeto por su persona.

- Ooooh. - Dijo apenado cuando Grace aseguró que no podían dejar la comisaría. Sin embargo, le duró la pena lo justo, porque la dueña del local señaló que Louise podía ir. De nuevo tenía la sonrisa ancha y los ojos brillantes, mirando a la nueva empleada. - ¡¡Sí!! Y te la enseño por dentro. Ya verás, va a ser genial. - Aseguró, desbordando ilusión. - Y hoy es el mejor día para conocerla, ¡porque es mi cumpleaños! - Por si aún quedaba alguien en Brooklyn que no se hubiera enterado. Además, eso de que era el mejor día para conocerla... Con todo desbaratado y un preso recién fugado, puede que no. Pero en el universo de Andrew, entrar en la comisaría por primera vez el día de su cumpleaños era toda una suerte que Louise estaba a punto de vivir.

- ¡Vamos! Antes de que vuelvan los que han salido corriendo. - Sus compañeros, básicamente, que habían salido tras un prófugo corriendo porque él estaba de celebración. - ¡Eh, chicos! - Bramó a los que quedaban por allí, aferrando a Louise de la mano y llevándola tras él. - ¡¡Volvemos a la 99!! - Y otro "bieeeen" coreado como si acabara de darles una sorpresa, después de haber bajado literalmente para nada. Bueno, para nada no: para que se les escapara un detenido. - ¡CONGA! Nanananana, ¡eh! Nanananana, ¡eh! ¡Agárrate a mí, Louise! - Veía a la chica perdida a pesar de que él ya estaba enganchado a ese tren, por lo que le cogió ambas manos y se las puso en su propia cintura mientras dirigía de nuevo la conga hacia arriba. - ¡TODOS JUNTOS! NANANANANA ¡EH! -

En modo conga entraron de nuevo en la 99, y a pesar de que los "vagones" se le iban desenganchando a medida que recorrían la comisaría, el llegó con el cántico hasta su mesa, y con Louise agarrada de su cintura. Se había preocupado de poner sus enormes manos en las de ella para que la pobre chica no se fuera a soltar y a perderse por ahí en su primer día. - ¡Tachán! Y esta es la 99. - Presentó, todo alegría, y acto seguido se giró hacia su mesa y agarró un platito con un trozo de tarta ya cortado en él. - ¿Tarta Kirby? -

Andrew — Cafetería — con Louise

Hizo un exagerado y despreocupado gesto con una mano. - ¡Baaaaaaah, pero una tarta Kirby siempre entra! ¡Y más en un día especial como hoy! - ¿Por qué? Porque era su cumpleaños, por si no lo había hecho ya notar. Iba a insistir un poco más en lo del trozo de tarta Kirby, porque Andrew había dado por hecho que la había rechazado por mera cortesía (qué tímida era esa chica), cuando prácticamente se la arrancaron de las manos.

- ¡MINAAAAAAAA! - Bramó. No solo no le importó que le quitara el plato de las manos, se lo regalaba con gusto, si la tarta la había traído ella. Se dirigió a Louise y dijo. - Esta es mi compañera Mina. ¡Es la monda! La reina de los disfraces. - Se llevó ambas manos al pecho, mirándola con cariño. - Y para mi cumple siempre se pone el mejor. - Porque su compañera echaba el resto en su cumpleaños, siempre llevaba vestidos súpercargados y pelucones. Andrew deseaba ver con qué iba a salirle al próximo año. Le dio otro trozo de tarta para que se lo llevara a Charlie y la despidió haciendo un gesto de corazón con los dedos.

- Mis compis son los mejores. - Dijo con voz infantil, como si estuviera hablando de sus compañeros de guardería. A la pregunta de Louise se encogió de hombros con normalidad. - Nos gusta celebrar los cumples, pero bueno, cada uno es como es. A Mina le encanta disfrazarse, así que en el suyo venimos todos disfrazados, ¡es una risa! Charlie va de tipo duro así que... - Alzó las palmas e hizo un gestito burlón con la cara, para luego imitar su tono de voz. - "¿Qué estamos, en el parvulario?" - Rio y volvió a hacer un gesto despreocupado con las manos. - Pero luego siempre se emociona con la tarta. - Se acercó a la chica y, tapándose la boca con una mano, susurró. - Pero se va al baño a llorar para que no le veamos, y si le dices que le has pillado, se enfada. - Rio como un niño travieso y se separó. - Y el mío pues tiene... ¡Comida! ¡Dulces! ¡Y congas! ¿De verdad que no quieres nada? - Preguntó, señalando lo que quedaba por la mesa. - Supongo que tú también harás algo guay por tu cumpleaños. ¿Cuando es? ¡Me lo apunto en mi agenda y ya seguro seguro no se me olvida felicitarte! -

Andrew — Cafetería — con Louise

Alzó los brazos. - ¡Uuuyyy casi! - Quizás debería explicar a qué había venido eso. Andrew tenía tanto mundo interior que daba por hecho que la gente seguía el hilo de sus películas mentales. - ¡El cuatro de mayo! Casi cumples en el "sinco de maio". - Pronunció con un fatalísimo acento mexicano que hizo que su compañero se girara para mirarle. Andrew le miró también y, señalándole con colegueo, dijo. - ¡Eh, González! ¿Verdad? "Sinco de maio". - El tal González, que además no era mexicano sino de Guatemala, rodó los ojos y siguió comiendo tarta, dándole la espalda. Por supuesto que Andrew siguió riendo tan feliz.

- Me lo apunto, cuatro de mayo... Cuatro de mayo, cuatro de mayo... - Y eso le recordó a otra cosa. Abrió mucho los ojos y la boca y la miró, señalándola. - ¡Cuatro de mayo! ¡Que la Fuerza te acompañe! - Se giró al resto y bramó. - ¡Eh, chicos! ¡Tenemos una usuaria de la fuerza aquí! ¡Su cumple es el cuatro de mayo! - Y, dicho esto, se giró hacia ella y, con rebosante felicidad, empezó a tararear el tema central de Star Wars. Algunos de sus compañeros le corearon (Mina entre ellas, por supuesto, desde la otra punta de la oficina). Y cuando terminaron con su representación orquestal improvisada, tras el último "rapapapán", rio y, poniendo lo que él consideraba que era voz de Yoda, dijo. - Afortunada tú eres. - Y volvió a reír. De verdad, qué bien se lo pasaba...

Hizo un gesto exagerado con ambas manos. - ¡Pues por eso no te preocupes! Se lo dices a Mina, y este año viene vestida de quien tú quieras. ¿Quién te gusta más? ¿Leia? ¿Rey? ¿Padme? Yo la he visto vestida hasta de Jaba el Hutt, así que tú pide, pide sin problemas. - Dio un largo trago al zumo. - Falta poquito, además. - Él ya estaba tomando nota mental de lo que podían hacerle por su cumpleaños. Porque lo de "algo tranquilo" se le había pasado por completo. - ¡Bueno! ¿Quieres ver una comisaría de verdad por dentro? ¡Te hago un tour! -

Andrew — Cafetería — con Louise