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Freyja
Alchemist
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Alice EN Sala común EL 18 de enero |
- ¿Puedo? – Susurró con una sonrisita, rozando su nariz con la de Alice, justo antes de darle un breve besito en los labios. Estaba retrepado en uno de los sofás de la sala común, con la espalda en una postura que le iba a hacer lamentarse horas después, pero no le importaba lo más mínimo. Como, al parecer, tampoco le importaba la presencia del resto de alumnos de Ravenclaw por allí, incluidos sus tres amigos, que intentaban mantener una conversación con ellos.
Pero Marcus y Alice estaban demasiado centrados en los propios Marcus y Alice como para atender a nadie más. Estaban el uno frente al otro en una postura un tanto extraña, él dejado de caer aunque con el tronco alzado para estar cerca de ella, y ella sentada de canto al respaldo, con las piernas por encima de las de su chico. Marcus acariciaba el pelo de ella con una de sus manos como si fuera el objeto más preciado que hubiera visto jamás, y la otra reposaba en sus piernas, en un lugar lo suficientemente casto por estar con público pero lo suficientemente provocador por las confianzas. Porque ya las había porque ya eran novios, y porque le encantaba tocarla.
- Oh, creo que… Se me ha caído otro por aquí. – Dijo en tono tierno, dejando otro breve besito en la mejilla de la chica. – Uy, y por aquí. – Repitió, dando otro bajo su mandíbula, especialmente para hacerle cosquillas. Eso le hizo reír y alzar la mirada. - Creo que ya están todos… Oh, espera, faltaba uno. – Le dio otro en la nariz, entre risas. – Ya está… ¿Me deja el pajarito darle otro piquito? - POOOOORFAAAAAVOOOOR. – Dijo Sean ya en un arrebato de desesperación, echando la cabeza hacia atrás en el asiento con un gruñido de hastío absoluto. Al parecer, fue el pistoletazo de salida que necesitaban las otras dos para sumarse a la crítica. - ¿Por qué no os vais a ser los más empalagosos del castillo a donde no podamos veros? – Tengo ganas de vomitar ya. – Apuntaron respectivamente Donna y Hillary. Marcus simplemente les miró con tranquilidad, mojándose los labios, y señaló a Sean. – Envidioso. – Señaló a Donna. – Envidiosa. – Señaló a Hillary. – Envidiosa. – Definitivamente entrenas para ser cada día más ridículo. – Contestó la última aludida. Marcus suspiró, negando con la cabeza. – Hills, necesitas un poco de amor en tu vida, de verdad te lo digo. – Se llevó una mano al pecho y dijo con artificial solemnidad, sin quitar su otra mano de las piernas de su novia. – El amor es bonito, es hermoso, te llena por dentro. – Increíble, vamos. – Contestó la chica, rodando los ojos, mientras Sean y Donna se miraban tratando darse fuerzas el uno al otro para no matarle. – “Il imir is hirmisi”, podrías decirle eso a tu yo de hace tres días. – Tsss quién se acuerda de eso ya. – Respondió Marcus, con un gesto de la mano, girando la vista a Alice otra vez y negando con una mueca de circunstancias en los labios. – No nos entienden, princesa. -
Pero Marcus y Alice estaban demasiado centrados en los propios Marcus y Alice como para atender a nadie más. Estaban el uno frente al otro en una postura un tanto extraña, él dejado de caer aunque con el tronco alzado para estar cerca de ella, y ella sentada de canto al respaldo, con las piernas por encima de las de su chico. Marcus acariciaba el pelo de ella con una de sus manos como si fuera el objeto más preciado que hubiera visto jamás, y la otra reposaba en sus piernas, en un lugar lo suficientemente casto por estar con público pero lo suficientemente provocador por las confianzas. Porque ya las había porque ya eran novios, y porque le encantaba tocarla.
- Oh, creo que… Se me ha caído otro por aquí. – Dijo en tono tierno, dejando otro breve besito en la mejilla de la chica. – Uy, y por aquí. – Repitió, dando otro bajo su mandíbula, especialmente para hacerle cosquillas. Eso le hizo reír y alzar la mirada. - Creo que ya están todos… Oh, espera, faltaba uno. – Le dio otro en la nariz, entre risas. – Ya está… ¿Me deja el pajarito darle otro piquito? - POOOOORFAAAAAVOOOOR. – Dijo Sean ya en un arrebato de desesperación, echando la cabeza hacia atrás en el asiento con un gruñido de hastío absoluto. Al parecer, fue el pistoletazo de salida que necesitaban las otras dos para sumarse a la crítica. - ¿Por qué no os vais a ser los más empalagosos del castillo a donde no podamos veros? – Tengo ganas de vomitar ya. – Apuntaron respectivamente Donna y Hillary. Marcus simplemente les miró con tranquilidad, mojándose los labios, y señaló a Sean. – Envidioso. – Señaló a Donna. – Envidiosa. – Señaló a Hillary. – Envidiosa. – Definitivamente entrenas para ser cada día más ridículo. – Contestó la última aludida. Marcus suspiró, negando con la cabeza. – Hills, necesitas un poco de amor en tu vida, de verdad te lo digo. – Se llevó una mano al pecho y dijo con artificial solemnidad, sin quitar su otra mano de las piernas de su novia. – El amor es bonito, es hermoso, te llena por dentro. – Increíble, vamos. – Contestó la chica, rodando los ojos, mientras Sean y Donna se miraban tratando darse fuerzas el uno al otro para no matarle. – “Il imir is hirmisi”, podrías decirle eso a tu yo de hace tres días. – Tsss quién se acuerda de eso ya. – Respondió Marcus, con un gesto de la mano, girando la vista a Alice otra vez y negando con una mueca de circunstancias en los labios. – No nos entienden, princesa. -
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Alice EN Sala común EL 18 de enero |
Estaba en una nube. Bueno, en una nube no. Estaba en el sofá, en una postura un poco reguleras, pero le daba igual, porque estaba mirando a Marcus, y él le estaba acariciando el pelo y tenía una mano en sus piernas, y eso era suficiente. En la espalda ya pensaría en otro momento. Rio por lo bajito cuando Marcus le dijo lo de "¿Puedo?" – Siempre con los permisos, prefecto. – Pero, obviamente, no necesitaba su permiso. Podía besarle cuando quisiera, por ella, ya como si lo hacía delante de la mismísima señora Granger, la mujer que más imponía a Gal de la tierra. Ahora solo podía reírse y que se le iluminaran los ojos con los jueguecitos de Marcus. Se recogió un poco con el beso tan cerca del cuello. – ¡Ay, prefecto O'Donnell! Por favor, que me haces cosquillas. – Dijo entre risitas cristalinas, y dándole con el índice en la nariz. Le miró acaramelada. – Los pajaritos damos los mejores piquitos. – Dijo acercándose a su novio con los labios hacia fuera.
Pero se le cortó el momento con las quejas de sus amigos. Ni dos días llevaban, y ya estaban quejándose ¿Se podía ser menos considerado? – Por favor, controlad el nivel de las lágrimas, que no sé nadar y me vais a cubrir ya. – Dijo con hastío entornando los ojos. Y se echó a reír con lo que les decía Marcus. – Completamente de acuerdo. El amor te cambia algo por dentro. – Ya, ya sé yo a que te quieres referir. – Dijo Hillary, sarcástica, y Sean se rio por lo bajini. – Qué ordinaria, Hillary, hija, no digas esas cosas delante de Donna. – Puso media sonrisa. – Ni de Sean, a ver si se va a escandalizar. – Y ahora fue ella la que se empezó a reír por lo bajini. Negó con la cabeza con una sonrisa, inclinándose más sobre Marcus. – No, mi príncipe azul, qué van a entender. Si los dos mejores alumnos del colegio están ahora juntitos, y solo ellos saben lo que es el amor. – Vaya barbaridad acababa de soltar, pero es que le daba igual. Estaba segura de que tenía la mejor relación del mundo, al menos en lo que a jóvenes se refería, porque no se podía ser más feliz que ella en ese momento, ni se podía querer más de lo que quería ella a Marcus.
– Sí, claro. – Dijo Hillary. – Será que no se puede entender que estáis más calientes que un Incendio. – Gal soltó un resoplido. – Ay, Hillary, ¿ves como no sabes nada? Esto es superior a eso. Es que es difícil de explicar. – Le dio la risa al pensarlo y pasó el dedo por el rostro de Marcus. – ¿Te acuerdas cuando le pedimos a mi primo André que nos lo explicara, cuando éramos unos enanos, en La Provenza? – Hillary les imitó y Gal le hizo un gesto para que se acercara. – Ven, que te lo voy a intentar explicar. – No, paso. – Ven, tonta, que es muy fácil. – Su amiga s acercó con reservas y ella la cogió de la barbilla para que mirara a Marcus. – ¿Ves esos ojos tan alucinantes del color del díctamo? – Sí. – ¿No es lo más hermoso que has visto en tu vida? ¿No ves la luz en ellos? – Hillary se quitó de mala manera y bufando. – Si estar enamorada es volverte así de imbécil paso tres kilos. – Sean soltó aire por la boca y dijo artificialmente. – Ya ves. – Se quedaron en silencio y Donna levantó la vista. – Hasta yo me he dado cuenta de eso, tíos. – Y Gal se echó a reír de nuevo sobre Marcus.
Pero se le cortó el momento con las quejas de sus amigos. Ni dos días llevaban, y ya estaban quejándose ¿Se podía ser menos considerado? – Por favor, controlad el nivel de las lágrimas, que no sé nadar y me vais a cubrir ya. – Dijo con hastío entornando los ojos. Y se echó a reír con lo que les decía Marcus. – Completamente de acuerdo. El amor te cambia algo por dentro. – Ya, ya sé yo a que te quieres referir. – Dijo Hillary, sarcástica, y Sean se rio por lo bajini. – Qué ordinaria, Hillary, hija, no digas esas cosas delante de Donna. – Puso media sonrisa. – Ni de Sean, a ver si se va a escandalizar. – Y ahora fue ella la que se empezó a reír por lo bajini. Negó con la cabeza con una sonrisa, inclinándose más sobre Marcus. – No, mi príncipe azul, qué van a entender. Si los dos mejores alumnos del colegio están ahora juntitos, y solo ellos saben lo que es el amor. – Vaya barbaridad acababa de soltar, pero es que le daba igual. Estaba segura de que tenía la mejor relación del mundo, al menos en lo que a jóvenes se refería, porque no se podía ser más feliz que ella en ese momento, ni se podía querer más de lo que quería ella a Marcus.
– Sí, claro. – Dijo Hillary. – Será que no se puede entender que estáis más calientes que un Incendio. – Gal soltó un resoplido. – Ay, Hillary, ¿ves como no sabes nada? Esto es superior a eso. Es que es difícil de explicar. – Le dio la risa al pensarlo y pasó el dedo por el rostro de Marcus. – ¿Te acuerdas cuando le pedimos a mi primo André que nos lo explicara, cuando éramos unos enanos, en La Provenza? – Hillary les imitó y Gal le hizo un gesto para que se acercara. – Ven, que te lo voy a intentar explicar. – No, paso. – Ven, tonta, que es muy fácil. – Su amiga s acercó con reservas y ella la cogió de la barbilla para que mirara a Marcus. – ¿Ves esos ojos tan alucinantes del color del díctamo? – Sí. – ¿No es lo más hermoso que has visto en tu vida? ¿No ves la luz en ellos? – Hillary se quitó de mala manera y bufando. – Si estar enamorada es volverte así de imbécil paso tres kilos. – Sean soltó aire por la boca y dijo artificialmente. – Ya ves. – Se quedaron en silencio y Donna levantó la vista. – Hasta yo me he dado cuenta de eso, tíos. – Y Gal se echó a reír de nuevo sobre Marcus.
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- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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- 16 de enero de 2002:
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Alice EN Sala común EL 18 de enero |
Se rio con una carcajada con el comentario de Alice. Si es que... Era tan ingeniosa... Y tan divertida. - Ya tengo otra excusa para enseñarte a nadar. - Dijo, arrimándose tiernamente a ella mientras ponía las manos en su cintura. Chistó y rodó los ojos al comentario de Hillary, suspirando mientras miraba a su chica, pero cuando esta dijo que Sean se iba a escandalizar se tuvo que reír otra vez, mirando a su amigo con una mueca cómica. Sean simplemente negó con la cabeza con los ojos vueltos y mirando a otra parte.
Llenó el pecho de aire con expresión embelesada, mirando a Alice y asintiendo lentamente. - Es verdad, porque hasta para eso somos los mejores. - Pero ya tuvo que saltar Hillary con otro comentario soez. - Ey ey ey wow. - Dijo mirándola, alzando las palmas de las manos con el ceño fruncido como si le fuera a atropellar con una escoba. - Por favor, Hills. Lo nuestro es amor del puro. - Pfffffffffff sí, ya. Permíteme que me ría, O'Donnell. - Contestó la chica, pero Marcus ni caso. Él simplemente miró a Alice y colocó sus dedos en la barbilla de la chica con suavidad. - Pero, ¿cómo pretendes que mire estos ojos, y vea estos labios, y no me lance a besarlos? Soy débil, Hillary, lo reconozco. Y lo voy a ser toda la vida por esta chica de aquí. - Recitó pomposamente, sin dejar de mirar a Alice. Estaba seguro que el momento había quedado precioso, hasta que un exagerado sonido de arcada cortesía de Sean se lo cargó. Suspiró y rodó los ojos de nuevo, pero seguía teniendo a Alice allí, acariciando su rostro, y ninguna tontería de sus amigos le podía turbar el humor.
Apoyó la cabeza en el sofá, rememorando, y al recordarlo rio con suavidad. - Oh, es verdad, casi se me olvida. - Dijo entre risas. Qué recuerdos más buenos tenía en la Provenza, qué mayor se sentía y qué niño se veía ahora en comparación. Volvió a erguir la cabeza y miró a Alice. - Al final teníamos razón: nos faltaban datos. - Volvió a comentar entre risas. Vio entonces como la chica llamaba a Hillary y él esperó intrigado a ver qué tramaba, porque Alice era un continuo de idear cosas. Cuando vio por donde iban los tiros, decidió que lo más divertido que podía hacer era seguir la broma. Frunció los labios para aguantarse una risa y, acto seguido, miró a Hillary con la mirada más seductora que tenía en el registro, teniendo que hacer un esfuerzo sobrehumano por no echarse a reír solo por la cara que estaba poniendo la chica. Ya se le escapó un poco la risa cuando Hillary se apartó, quejosa. - Venga, Hills. Reconoce que te has enamorado un poquito. - Le soltó, pero luego se tapó los labios y se acercó a Alice como quien cuenta una confidencia. - Aunque no es que yo quiera hacer competencia. - Le dijo en tono burlón, señalando a Sean con un gesto poco disimulado de la cabeza y riéndose después.
Y justo, el mencionado soltó un comentario que le hizo abrir mucho los ojos para mirarle, girándolos acto seguido hacia Alice en una mirada cómplice y frunciendo de nuevo los labios para no reírse. Pero el comentario de Donna y posterior carcajada de su novia hicieron que no aguantara más. Volvió a dejarse de caer en el sofá, estallando en una carcajada y con Alice muerta de risa sobre él. - Estáis muy graciosillos hoy. Súper graciosillos. - Dijo un Sean que parecía estar harto ya de ellos. - Yo casi que los prefiero deprimidos. - Masculló Hillary, cruzada de brazos. Cuando pudo dejar de reír y limpiarse las lágrimas, se incorporó ligeramente de nuevo. - Venga ya, tíos, es que no estáis contentos con nada. ¿Por qué os molesta nuestra felicidad? - No nos molesta vuestra felicidad. Nos molesta vuestro empalagoserío. - Marcus abrió la boca con fingida indignación, señalando a Sean pero mirando a Alice. - ¿Tú has oído eso? - Bufó fingidamente, con un suspiro, y negó con la cabeza. - Es que no sabéis... Ya está, no sabéis... - Qué pesadito, parece que te pone decirle a la gente que no sabe cosas. ¿Te hace recitales de todo lo que sabe cuando estáis solitos? - Preguntó Hillary a Alice con retintín. Marcus, obviamente, aprovechó para subirse al carro de eso. - Hablando de recitales, ¿sabes lo que es una maravilla de verdad? - Miró a Alice con una sonrisa de lado y acarició su mejilla. - Ver y escuchar a esta chica recitar el Cantar de los Cantares en los campos de lavanda de la Provenza. - Se golpeó con una mano en el pecho como si le hubieran clavado una flecha en el corazón y volvió a dejarse caer en el sofá. - Todavía no me he recuperado. Tocado y hundido. - Yo sí que voy a tardar en recuperarme de oír tantas tonterías... - Saltó Sean. Marcus alzó una vez más la cabeza y miró a su amigo. - Tío, es lo más bonito que existe en esta tierra. Imposible no enamorarse. - Y miró a Alice, alzando las cejas. Y mejor dejo de pensar en el tema, que estamos en público.
Llenó el pecho de aire con expresión embelesada, mirando a Alice y asintiendo lentamente. - Es verdad, porque hasta para eso somos los mejores. - Pero ya tuvo que saltar Hillary con otro comentario soez. - Ey ey ey wow. - Dijo mirándola, alzando las palmas de las manos con el ceño fruncido como si le fuera a atropellar con una escoba. - Por favor, Hills. Lo nuestro es amor del puro. - Pfffffffffff sí, ya. Permíteme que me ría, O'Donnell. - Contestó la chica, pero Marcus ni caso. Él simplemente miró a Alice y colocó sus dedos en la barbilla de la chica con suavidad. - Pero, ¿cómo pretendes que mire estos ojos, y vea estos labios, y no me lance a besarlos? Soy débil, Hillary, lo reconozco. Y lo voy a ser toda la vida por esta chica de aquí. - Recitó pomposamente, sin dejar de mirar a Alice. Estaba seguro que el momento había quedado precioso, hasta que un exagerado sonido de arcada cortesía de Sean se lo cargó. Suspiró y rodó los ojos de nuevo, pero seguía teniendo a Alice allí, acariciando su rostro, y ninguna tontería de sus amigos le podía turbar el humor.
Apoyó la cabeza en el sofá, rememorando, y al recordarlo rio con suavidad. - Oh, es verdad, casi se me olvida. - Dijo entre risas. Qué recuerdos más buenos tenía en la Provenza, qué mayor se sentía y qué niño se veía ahora en comparación. Volvió a erguir la cabeza y miró a Alice. - Al final teníamos razón: nos faltaban datos. - Volvió a comentar entre risas. Vio entonces como la chica llamaba a Hillary y él esperó intrigado a ver qué tramaba, porque Alice era un continuo de idear cosas. Cuando vio por donde iban los tiros, decidió que lo más divertido que podía hacer era seguir la broma. Frunció los labios para aguantarse una risa y, acto seguido, miró a Hillary con la mirada más seductora que tenía en el registro, teniendo que hacer un esfuerzo sobrehumano por no echarse a reír solo por la cara que estaba poniendo la chica. Ya se le escapó un poco la risa cuando Hillary se apartó, quejosa. - Venga, Hills. Reconoce que te has enamorado un poquito. - Le soltó, pero luego se tapó los labios y se acercó a Alice como quien cuenta una confidencia. - Aunque no es que yo quiera hacer competencia. - Le dijo en tono burlón, señalando a Sean con un gesto poco disimulado de la cabeza y riéndose después.
Y justo, el mencionado soltó un comentario que le hizo abrir mucho los ojos para mirarle, girándolos acto seguido hacia Alice en una mirada cómplice y frunciendo de nuevo los labios para no reírse. Pero el comentario de Donna y posterior carcajada de su novia hicieron que no aguantara más. Volvió a dejarse de caer en el sofá, estallando en una carcajada y con Alice muerta de risa sobre él. - Estáis muy graciosillos hoy. Súper graciosillos. - Dijo un Sean que parecía estar harto ya de ellos. - Yo casi que los prefiero deprimidos. - Masculló Hillary, cruzada de brazos. Cuando pudo dejar de reír y limpiarse las lágrimas, se incorporó ligeramente de nuevo. - Venga ya, tíos, es que no estáis contentos con nada. ¿Por qué os molesta nuestra felicidad? - No nos molesta vuestra felicidad. Nos molesta vuestro empalagoserío. - Marcus abrió la boca con fingida indignación, señalando a Sean pero mirando a Alice. - ¿Tú has oído eso? - Bufó fingidamente, con un suspiro, y negó con la cabeza. - Es que no sabéis... Ya está, no sabéis... - Qué pesadito, parece que te pone decirle a la gente que no sabe cosas. ¿Te hace recitales de todo lo que sabe cuando estáis solitos? - Preguntó Hillary a Alice con retintín. Marcus, obviamente, aprovechó para subirse al carro de eso. - Hablando de recitales, ¿sabes lo que es una maravilla de verdad? - Miró a Alice con una sonrisa de lado y acarició su mejilla. - Ver y escuchar a esta chica recitar el Cantar de los Cantares en los campos de lavanda de la Provenza. - Se golpeó con una mano en el pecho como si le hubieran clavado una flecha en el corazón y volvió a dejarse caer en el sofá. - Todavía no me he recuperado. Tocado y hundido. - Yo sí que voy a tardar en recuperarme de oír tantas tonterías... - Saltó Sean. Marcus alzó una vez más la cabeza y miró a su amigo. - Tío, es lo más bonito que existe en esta tierra. Imposible no enamorarse. - Y miró a Alice, alzando las cejas. Y mejor dejo de pensar en el tema, que estamos en público.
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Marcus EN Sala común EL 18 de enero |
Se removió en el abrazo de Marcus, porque le encantaba que la agarrara, la abrazara, la tocara todo el tiempo. Pero se tuvo que reír con lo de que era amor del puro. Madre mía, no se lo creían ni ellos. Pero era mucho más que amor carnal, eso sin duda. De hecho, durante mucho tiempo se había dicho a sí misma que era amor carnal, pero, ahora que lo tenía todo, sabía que era amor por Marcus, en su totalidad, por todos y cada uno de los aspectos de Marcus. Le salió un sonidito de adorabilidad cuando Marcus dijo aquello sobre ella. – Oh, mi amor... – Pero ya estaban sus amigos quejándose otra vez. – Ay, qué desagradables. –
Se rio recordando aquel verano. – Ya estaba enamorada de ti entonces, pero no lo sabía. – Echó la cabeza hacia atrás para enfocar a Sean y Hillary. – Chicos, a veces eso pasa, eh. Que estás enamorado y no te das cuenta. – Dijo con toda la intención. – Yo solo sabía que quería estar con Marcus todo el tiempo. Que quería que me diera la mano... – Dijo entrelazando una con la suya. – Que me abrazara... – Y se acurrucó a su lado, poniendo la cabeza sobre su hombro. Cuando dijo lo de los datos, abrió exageradamente los ojos y la boca. – Igual es eso lo que les pasa a estos. Que les faltan los datos. – Entornó los ojos y miró a Donna, como si los otros dos no estuvieran. – A nosotros mi primo André no nos quiso explicar más sobre los besos y estar de novio con alguien porque decía que éramos muy chicos para saberlo. Sean y Hillary lo son un poco también. – Oye, habla por ti, rica. Yo sé muy bien lo que me hago. – Le espetó la otra y Gal negó con la cabeza entornando los ojos. Pero se tuvo que reír cuando Marcus dijo lo de que se tenía que haber enamorado un poquito. – Enamorarse no, pero a mí me dijo que le atraías. – Dijo remarcando la sílabas la palabra lentamente. – ¡Pero, Gal! ¿De qué vas? – Saltó Hillary enfadada. – ¿En serio? – Saltó Sean. Gal se tapó la boca con fingida confusión. – Ups, perdón. Es que es mi novio, se lo cuento todo. – Hillary resopló. – Dile lo demás que dije, anda, linda, no te quedes solo con lo que te da la gana. – Bueno es que es lo importante ¿no crees? – ¡No, no lo creo! Le dije que estabas muy subidito y que eras un prefecto insoportable. – Gal chasqueó la lengua muy seguido y negó con la cabeza. – Lo dice por molestar. Subidito estás, de todas formas, eres tan alto... – Dijo riéndose y dándole unas suaves palmaditas en el pelo.
Aprovechó y asintió lentamente cuando Marcus se quejó de la actitud de sus amigos. Había que ver, parecía mentira que no vieran lo felices que eran sin hacer daño a nadie. Puso una sonrisita traviesa. – Pues no, lista, no hace eso. Pero si quisiera... A mía me encantaría. – Dijo con la voz mas aterciopelada y jugando con sus dedos con los rizos de su frente. – Porque me enamoré de él por lo inteligente que es, así que... – Se mordió el labio. Puede que tuviera algo que ver esa cara tan perfecta, aquellos ojos tan verdes y preciosos, y esos labios color coral que tanto se lamía... Ah. Qué suerte tenía, por todos los cielos. – Igual lo que hay que hacer es llevarles a Saint-Tropez a ver si se inspiran. – Dijo señalando a sus amigos con la cabeza. Apoyó la mejilla más en su cara cuando Marcus la acarició, y levantó el dedo índice. – Perdona, el que recitó el Cantar de los Cantares fuiste tú... Leyéndolo a traición de mi libro... Si es que en el fondo eres un traviesillo, prefecto. – Hillary soltó una carcajada. – Sí, sí, ya se le ve. Todo aventura, es. – Gal entornó los ojos y negó con la cabeza. Luego se inclinó sobre Marcus, poniendo la mano ens u pecho. – ¡No! ¡Yo te curo! Para eso voy a ser tu enfermera personal. – Sean soltó una carcajada seca y miró a Hillary. – Si tuvieran la más mínima imaginación, habrían sacado ya por lo menos tres jueguecitos de rol de esta conversación. – Gal soltó una carcajada similar. – Y tú qué sabrás, Hastings. – Que no es que lo hicieran, aunque bien pensado lo de llamarse recurrentemente en contextos... Íntimos, prefecto y alumna díscola... Iba un poco por ahí. – Bueno, en cualquier caso, no es cosa tuya. – Sean torció la cabeza. – Sé que usáis pociones de esas que no se dan en Hogwarts. – Dijo con cara de enterado. A Gal le dio la risa. Ahora Hillary se iba a enrabiar porque Marcus se lo había contado a Sean y ella no se lo había contado. – ¿Cóooooomo? – Gal se encogió de hombros. – ¿De repente ahora sí os interesa nuestra vida? – Hillary asintió. – Cuando probáis cosas que son para mayores de edad que no se dan en Hogwarts, sí, claro. El prefecto rompiendo las normas es lo más grande que hay. – Gal negó con la cabeza. – No rompió ninguna norma. Somos mayores de edad. Podemos usar esas cosas. – ¿Y qué poción es? – Preguntó Donna, genuinamente interesada. – No, Donna, a ti no te lo podemos contar, porque eres menor. Y a esos dos tampoco por desagradables. – Y volvió a inclinarse sobre Marcus, juntando su frente con la de él y rozando su nariz. – Aunque lo mejor que me llevé de esa feria, no fue la poción, ni si quiera el ponche que cambiaba de sabor... Lo mejor es que mi emperador me coronó con la corona más bonita del mundo. – Hillary se echó a reír. – Ah sí, lo que llevabas cuando os vi morreándoos. Hilarante, desde luego. –
Se rio recordando aquel verano. – Ya estaba enamorada de ti entonces, pero no lo sabía. – Echó la cabeza hacia atrás para enfocar a Sean y Hillary. – Chicos, a veces eso pasa, eh. Que estás enamorado y no te das cuenta. – Dijo con toda la intención. – Yo solo sabía que quería estar con Marcus todo el tiempo. Que quería que me diera la mano... – Dijo entrelazando una con la suya. – Que me abrazara... – Y se acurrucó a su lado, poniendo la cabeza sobre su hombro. Cuando dijo lo de los datos, abrió exageradamente los ojos y la boca. – Igual es eso lo que les pasa a estos. Que les faltan los datos. – Entornó los ojos y miró a Donna, como si los otros dos no estuvieran. – A nosotros mi primo André no nos quiso explicar más sobre los besos y estar de novio con alguien porque decía que éramos muy chicos para saberlo. Sean y Hillary lo son un poco también. – Oye, habla por ti, rica. Yo sé muy bien lo que me hago. – Le espetó la otra y Gal negó con la cabeza entornando los ojos. Pero se tuvo que reír cuando Marcus dijo lo de que se tenía que haber enamorado un poquito. – Enamorarse no, pero a mí me dijo que le atraías. – Dijo remarcando la sílabas la palabra lentamente. – ¡Pero, Gal! ¿De qué vas? – Saltó Hillary enfadada. – ¿En serio? – Saltó Sean. Gal se tapó la boca con fingida confusión. – Ups, perdón. Es que es mi novio, se lo cuento todo. – Hillary resopló. – Dile lo demás que dije, anda, linda, no te quedes solo con lo que te da la gana. – Bueno es que es lo importante ¿no crees? – ¡No, no lo creo! Le dije que estabas muy subidito y que eras un prefecto insoportable. – Gal chasqueó la lengua muy seguido y negó con la cabeza. – Lo dice por molestar. Subidito estás, de todas formas, eres tan alto... – Dijo riéndose y dándole unas suaves palmaditas en el pelo.
Aprovechó y asintió lentamente cuando Marcus se quejó de la actitud de sus amigos. Había que ver, parecía mentira que no vieran lo felices que eran sin hacer daño a nadie. Puso una sonrisita traviesa. – Pues no, lista, no hace eso. Pero si quisiera... A mía me encantaría. – Dijo con la voz mas aterciopelada y jugando con sus dedos con los rizos de su frente. – Porque me enamoré de él por lo inteligente que es, así que... – Se mordió el labio. Puede que tuviera algo que ver esa cara tan perfecta, aquellos ojos tan verdes y preciosos, y esos labios color coral que tanto se lamía... Ah. Qué suerte tenía, por todos los cielos. – Igual lo que hay que hacer es llevarles a Saint-Tropez a ver si se inspiran. – Dijo señalando a sus amigos con la cabeza. Apoyó la mejilla más en su cara cuando Marcus la acarició, y levantó el dedo índice. – Perdona, el que recitó el Cantar de los Cantares fuiste tú... Leyéndolo a traición de mi libro... Si es que en el fondo eres un traviesillo, prefecto. – Hillary soltó una carcajada. – Sí, sí, ya se le ve. Todo aventura, es. – Gal entornó los ojos y negó con la cabeza. Luego se inclinó sobre Marcus, poniendo la mano ens u pecho. – ¡No! ¡Yo te curo! Para eso voy a ser tu enfermera personal. – Sean soltó una carcajada seca y miró a Hillary. – Si tuvieran la más mínima imaginación, habrían sacado ya por lo menos tres jueguecitos de rol de esta conversación. – Gal soltó una carcajada similar. – Y tú qué sabrás, Hastings. – Que no es que lo hicieran, aunque bien pensado lo de llamarse recurrentemente en contextos... Íntimos, prefecto y alumna díscola... Iba un poco por ahí. – Bueno, en cualquier caso, no es cosa tuya. – Sean torció la cabeza. – Sé que usáis pociones de esas que no se dan en Hogwarts. – Dijo con cara de enterado. A Gal le dio la risa. Ahora Hillary se iba a enrabiar porque Marcus se lo había contado a Sean y ella no se lo había contado. – ¿Cóooooomo? – Gal se encogió de hombros. – ¿De repente ahora sí os interesa nuestra vida? – Hillary asintió. – Cuando probáis cosas que son para mayores de edad que no se dan en Hogwarts, sí, claro. El prefecto rompiendo las normas es lo más grande que hay. – Gal negó con la cabeza. – No rompió ninguna norma. Somos mayores de edad. Podemos usar esas cosas. – ¿Y qué poción es? – Preguntó Donna, genuinamente interesada. – No, Donna, a ti no te lo podemos contar, porque eres menor. Y a esos dos tampoco por desagradables. – Y volvió a inclinarse sobre Marcus, juntando su frente con la de él y rozando su nariz. – Aunque lo mejor que me llevé de esa feria, no fue la poción, ni si quiera el ponche que cambiaba de sabor... Lo mejor es que mi emperador me coronó con la corona más bonita del mundo. – Hillary se echó a reír. – Ah sí, lo que llevabas cuando os vi morreándoos. Hilarante, desde luego. –
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Alice EN Sala común EL 18 de enero |
Volvió a sonreír embobado cuando dijo que ya estaba enamorada de él por aquel entonces y agarró su mano, mirándola como si acabaran de quedarse solos en la sala común. Estaba perdido en esa nube de enamoramiento que le había intoxicado desde que se declararan, y desde luego que no se pensaba salir, bien a gusto estaba. Se acurrucó mimosamente junto a ella cuando empezó a decir que le gustaba que le diera la mano y la abrazara, pero era demasiado tentador reírse de Sean y Hillary por los comentarios de Alice, así que miró a su novia y le siguió el juego. - Claro, tiene que ser eso. - Les miró un segundo y volvió la vista de nuevo a Alice. - Pero tienes razón, yo creo que no están preparados para una conversación así. - Ya estaba ahí su amiga para indignarse, por supuesto.
Lo que le vino de perlas para continuar con el show de Marcus y Alice viniéndose arriba fue el siguiente comentario de ella. Fue terminar Alice la frase y, antes de que Hillary saltara como un resorte, Marcus ya había contestado. - ¿Queee cóooomo? - Dijo con exagerada sorpresa, abriendo mucho la boca y los ojos y mirando a una alterada Hillary. - Peeeeero Hiiiills. - Se incorporó un poco en el sofá, mejorando ligeramente su postura y apoyando un codo con pose interesante en el brazo del mueble. - Espera espera, no cambiemos de tema tan rápido, que esto me interesa. - Dijo con fingido tono seductor. La otra ya estaba soltando improperios, pero Marcus no se iba a bajar tan fácilmente, al fin y al cabo esas cosas se las decía todos los días. Y estaba seguro de que lo de atraerle solo era una bromita de Alice, pero merecía la pena seguirla solo por lo fácil que era picar a Hillary. Chasqueó la lengua, frunciendo los labios y negando con la cabeza. - Ay Hills... Pero ya sabes que lo nuestro es imposible... - Lo que hay que aguantar... - Oyó murmurar a Sean de fondo. Su amiga ya le estaba mirando con cara de asco, pero al menos Donna se estaba tapando la boca para ocultar la risa. - Mira, O'Donnell, ni muerta. Ni en tu sueños, fíjate lo que te digo. - Marcus hizo un siseo con la boca, como si estuvieran pisando terreno peligroso, parte de todo ese juego por supuesto. - Uh, no sueñes conmigo, Vaughan, no te lo recomiendo. - Oh, por favor... - Se quejó la otra con desprecio, mientras Marcus apretaba los labios para no reírse y miraba a Alice con complicidad.
Se dejó tocar el pelo por Alice adorablemente cuando le dijo que era muy alto, como un niño al que le hacen un cumplido, pero después empezó a usar esa voz y a tocarle los rizos. Se mordió un poquito el labio con una sonrisilla y se acercó a su oído para susurrarle. - Yo hago lo que tú me pidas. - Y se separó para mirarla a los ojos. - Eh, relajación, que me llega el calor hasta aquí. - Ya tuvo que saltar la otra quejica, ahora que había dejado de reírse de Hillary. Marcus no le hizo ni caso, siguió mirando y escuchando a Alice. Abrió mucho los ojos como si la chica acabara de tener una gran idea, asintiendo a su comentario mientras miraba a sus amigos, que de tanto rodar los ojos se les iban a perder por el cráneo. Centró su atención de nuevo en Alice, porque lo que le decía le gustaba mucho más que las quejitas absurdas de aquellos envidiosos. - Es cierto... Pero solo verte leyendo ya era una visión insuperable, y mi imaginación me habrá jugado una mala pasada. - Respondió. Justo mientras se mordía el labio al oír como le llamaba traviesillo, Hillary rompió el momento otra vez. Y Marcus tenía un arma maravillosa ahora como para achantarse. - ¿Es que quieres descubrir lo aventurero que soy, Hills? - Volvió a preguntar con voz seductora. La respuesta de Hillary fue llevarse un cojín a la cara y gruñir contra él, Donna quería fingir hastío pero en el fondo se estaba aguantando la risa, y Sean se había cruzado de brazos y miraba ceñudo a otra parte de la sala.
Así que Marcus fijó su atención en Alice otra vez, porque no había mejor plan que ese ni allí ni en ninguna parte. La rodeó con sus brazos cuando se inclinó sobre él y sonrió ampliamente. - Es verdad, la mejor enfermera del mundo y yo tengo el honor de estar con ella. - Y ya estaba Sean interrumpiendo otra vez. De verdad, qué cansinos. Ya se adelantó Alice para responder con, exactamente, el mismo comentario que hubiera dicho él, así que simplemente lo corroboró. - Eso. Ya he dicho que tengo una imaginación muy poderosa y nada mejor en lo que invertirla que en mi pajarito. - Dijo acariciando con ternura la mejilla de Alice. Luego esbozó una expresión altiva y miró a sus amigos por encima del hombro. - Pero se nota que tenéis una mente muy perturbada. Lo nuestro es amor de verdad, no tenemos por qué sacarle punta a todo. - No que va. - Lo que veis aquí es cien por cien real, sin dobleces ni a saber en qué cosas chungas estáis pensando. - Descartó con un movimiento de la mano.
Pero ya tuvo que soltar Sean una cosa que le había dicho en confidencia. Marcus le miró con los ojos muy abiertos como si quisiera decirle ¿pero qué haces, tío? Estaba claro que era su venganza por lo de Hillary. Vaya, tenemos cinco años ahora. - Venga, Sean, no inventes. - Dijo con un tono que invitaba a que el otro no siguiera hablando, aunque ya había esbozado su sonrisita de superioridad insoportable por saberse habiendo dado en la tecla correcta. Afortunadamente Alice no parecía ofendida, al revés, se estaba riendo. Y Hillary se lo estaba tomando como un ataque personal, para no variar, y convirtiéndolo de paso en un ataque contra él. - Eh eh eh. - Dijo alzando un índice correctivo. - No hay ninguna norma que prohíba el uso de pociones en el ámbito personal fuera de la escuela, que es donde... - Todos les estaban mirando. Se había hecho una breve pausa. Retomó. - ...Estábamos cuando vimos el puesto. - Ya. El puesto y lo que no es el puesto. - Saltó Sean mirando a sus dos amigas, que le corearon con risitas estúpidas. Marcus siguió como si no hubiera oído nada. - Os digo más: las normas de Hogwarts penalizan cualquier conducta inapropiada o indecorosa... - Ya estaban sus tres queridos amigos haciendo burlitas con mímica mientras él hablaba y riéndose como si tuvieran doce años. - ...En lugares públicos o lugares de acceso no permitido en general. - Se cruzó de brazos con suficiencia. - Yo no me salgo nunca del marco de la legalidad, chavales. - Tú tanto que dices lo del marco de la legalidad, me juego una mano a que te conoces todas las lagunas legales de las normas y las usas a tu favor. - Donna soltó una carcajada. - Yo no me juego una mano, me juego la vida. - Los tres se rieron, pero Marcus miró de reojo a Alice negando con la cabeza. - Pobrecillos, se mueren de envidia... -
Alice inhabilitó rápidamente el tema poción y se puso a rozar su nariz adorablemente. Pero lo que dijo casi le hizo pegar un salto en el sillón. - ¡¡Es cierto!! Pero bueno, ¿cómo no he hecho esto antes?... - Se puso en pie y, tirándose de las solapas de la túnica con pomposidad, se puso muy recto y empezó a hacer como que se despedía con gestos de la cabeza de cada uno de los presentes. - Majestad. Bellas damas. Sean. - Su amigo rodó los ojos. - Si me disculpáis, estaré de vuelta a la mayor prontitud posible. - Trotó de allí, pero antes de abandonar el entorno y aprovechando que Sean tenía la cabeza por fuera del sillón, le dio una rápida y disimulada colleja. El otro dio un exagerado respingo. - ¡AU! - Te lo conté en confidencia, imbécil. - Masculló por lo bajo, pero se fue rápidamente de allí.
Subió las escaleras de dos en dos y se fue de cabeza a su baúl. Sacó la corona, comprobó que estaba perfecta y volvió a bajar a la misma velocidad. Tanta que casi se come a quien estaba ahora al pie de las escaleras. - ¡Ey! Hola, Bev. - Saludó a la niña con un cariñoso gesto moviéndole un poco el pelo y la dejó atrás, porque no tenía tiempo que perder. Al pasar de largo se dio cuenta de que a lo mejor la había dejado con la palabra en la boca y le quería decir algo, pero estaba demasiado metido en su show de la corona. Luego le preguntaría. - Atención, por favor, porque este es un momento para la posteridad. - Entró anunciando con más pompa aún que cuando se había ido. Se puso delante de Alice, muy solemne, y se arrodilló ante donde ella estaba sentada. - Una corona para mi princesa. - Dijo sonriente mientras se la ponía despacio en la cabeza. - Por Dios bendito... - Tíos, en serio, me dais vergüenza ajena ya. - Que alguien me mate, por favor. - Saltaron Sean, Donna y Hillary respectivamente. Marcus ni caso. En su lugar, solo amplió la sonrisa sin dejar de mirar a Alice, que ya tenía la corona puesta, y aún de rodillas agarró su mano. - Ahora sí que eres la Reina de Ravenclaw. -
Lo que le vino de perlas para continuar con el show de Marcus y Alice viniéndose arriba fue el siguiente comentario de ella. Fue terminar Alice la frase y, antes de que Hillary saltara como un resorte, Marcus ya había contestado. - ¿Queee cóooomo? - Dijo con exagerada sorpresa, abriendo mucho la boca y los ojos y mirando a una alterada Hillary. - Peeeeero Hiiiills. - Se incorporó un poco en el sofá, mejorando ligeramente su postura y apoyando un codo con pose interesante en el brazo del mueble. - Espera espera, no cambiemos de tema tan rápido, que esto me interesa. - Dijo con fingido tono seductor. La otra ya estaba soltando improperios, pero Marcus no se iba a bajar tan fácilmente, al fin y al cabo esas cosas se las decía todos los días. Y estaba seguro de que lo de atraerle solo era una bromita de Alice, pero merecía la pena seguirla solo por lo fácil que era picar a Hillary. Chasqueó la lengua, frunciendo los labios y negando con la cabeza. - Ay Hills... Pero ya sabes que lo nuestro es imposible... - Lo que hay que aguantar... - Oyó murmurar a Sean de fondo. Su amiga ya le estaba mirando con cara de asco, pero al menos Donna se estaba tapando la boca para ocultar la risa. - Mira, O'Donnell, ni muerta. Ni en tu sueños, fíjate lo que te digo. - Marcus hizo un siseo con la boca, como si estuvieran pisando terreno peligroso, parte de todo ese juego por supuesto. - Uh, no sueñes conmigo, Vaughan, no te lo recomiendo. - Oh, por favor... - Se quejó la otra con desprecio, mientras Marcus apretaba los labios para no reírse y miraba a Alice con complicidad.
Se dejó tocar el pelo por Alice adorablemente cuando le dijo que era muy alto, como un niño al que le hacen un cumplido, pero después empezó a usar esa voz y a tocarle los rizos. Se mordió un poquito el labio con una sonrisilla y se acercó a su oído para susurrarle. - Yo hago lo que tú me pidas. - Y se separó para mirarla a los ojos. - Eh, relajación, que me llega el calor hasta aquí. - Ya tuvo que saltar la otra quejica, ahora que había dejado de reírse de Hillary. Marcus no le hizo ni caso, siguió mirando y escuchando a Alice. Abrió mucho los ojos como si la chica acabara de tener una gran idea, asintiendo a su comentario mientras miraba a sus amigos, que de tanto rodar los ojos se les iban a perder por el cráneo. Centró su atención de nuevo en Alice, porque lo que le decía le gustaba mucho más que las quejitas absurdas de aquellos envidiosos. - Es cierto... Pero solo verte leyendo ya era una visión insuperable, y mi imaginación me habrá jugado una mala pasada. - Respondió. Justo mientras se mordía el labio al oír como le llamaba traviesillo, Hillary rompió el momento otra vez. Y Marcus tenía un arma maravillosa ahora como para achantarse. - ¿Es que quieres descubrir lo aventurero que soy, Hills? - Volvió a preguntar con voz seductora. La respuesta de Hillary fue llevarse un cojín a la cara y gruñir contra él, Donna quería fingir hastío pero en el fondo se estaba aguantando la risa, y Sean se había cruzado de brazos y miraba ceñudo a otra parte de la sala.
Así que Marcus fijó su atención en Alice otra vez, porque no había mejor plan que ese ni allí ni en ninguna parte. La rodeó con sus brazos cuando se inclinó sobre él y sonrió ampliamente. - Es verdad, la mejor enfermera del mundo y yo tengo el honor de estar con ella. - Y ya estaba Sean interrumpiendo otra vez. De verdad, qué cansinos. Ya se adelantó Alice para responder con, exactamente, el mismo comentario que hubiera dicho él, así que simplemente lo corroboró. - Eso. Ya he dicho que tengo una imaginación muy poderosa y nada mejor en lo que invertirla que en mi pajarito. - Dijo acariciando con ternura la mejilla de Alice. Luego esbozó una expresión altiva y miró a sus amigos por encima del hombro. - Pero se nota que tenéis una mente muy perturbada. Lo nuestro es amor de verdad, no tenemos por qué sacarle punta a todo. - No que va. - Lo que veis aquí es cien por cien real, sin dobleces ni a saber en qué cosas chungas estáis pensando. - Descartó con un movimiento de la mano.
Pero ya tuvo que soltar Sean una cosa que le había dicho en confidencia. Marcus le miró con los ojos muy abiertos como si quisiera decirle ¿pero qué haces, tío? Estaba claro que era su venganza por lo de Hillary. Vaya, tenemos cinco años ahora. - Venga, Sean, no inventes. - Dijo con un tono que invitaba a que el otro no siguiera hablando, aunque ya había esbozado su sonrisita de superioridad insoportable por saberse habiendo dado en la tecla correcta. Afortunadamente Alice no parecía ofendida, al revés, se estaba riendo. Y Hillary se lo estaba tomando como un ataque personal, para no variar, y convirtiéndolo de paso en un ataque contra él. - Eh eh eh. - Dijo alzando un índice correctivo. - No hay ninguna norma que prohíba el uso de pociones en el ámbito personal fuera de la escuela, que es donde... - Todos les estaban mirando. Se había hecho una breve pausa. Retomó. - ...Estábamos cuando vimos el puesto. - Ya. El puesto y lo que no es el puesto. - Saltó Sean mirando a sus dos amigas, que le corearon con risitas estúpidas. Marcus siguió como si no hubiera oído nada. - Os digo más: las normas de Hogwarts penalizan cualquier conducta inapropiada o indecorosa... - Ya estaban sus tres queridos amigos haciendo burlitas con mímica mientras él hablaba y riéndose como si tuvieran doce años. - ...En lugares públicos o lugares de acceso no permitido en general. - Se cruzó de brazos con suficiencia. - Yo no me salgo nunca del marco de la legalidad, chavales. - Tú tanto que dices lo del marco de la legalidad, me juego una mano a que te conoces todas las lagunas legales de las normas y las usas a tu favor. - Donna soltó una carcajada. - Yo no me juego una mano, me juego la vida. - Los tres se rieron, pero Marcus miró de reojo a Alice negando con la cabeza. - Pobrecillos, se mueren de envidia... -
Alice inhabilitó rápidamente el tema poción y se puso a rozar su nariz adorablemente. Pero lo que dijo casi le hizo pegar un salto en el sillón. - ¡¡Es cierto!! Pero bueno, ¿cómo no he hecho esto antes?... - Se puso en pie y, tirándose de las solapas de la túnica con pomposidad, se puso muy recto y empezó a hacer como que se despedía con gestos de la cabeza de cada uno de los presentes. - Majestad. Bellas damas. Sean. - Su amigo rodó los ojos. - Si me disculpáis, estaré de vuelta a la mayor prontitud posible. - Trotó de allí, pero antes de abandonar el entorno y aprovechando que Sean tenía la cabeza por fuera del sillón, le dio una rápida y disimulada colleja. El otro dio un exagerado respingo. - ¡AU! - Te lo conté en confidencia, imbécil. - Masculló por lo bajo, pero se fue rápidamente de allí.
Subió las escaleras de dos en dos y se fue de cabeza a su baúl. Sacó la corona, comprobó que estaba perfecta y volvió a bajar a la misma velocidad. Tanta que casi se come a quien estaba ahora al pie de las escaleras. - ¡Ey! Hola, Bev. - Saludó a la niña con un cariñoso gesto moviéndole un poco el pelo y la dejó atrás, porque no tenía tiempo que perder. Al pasar de largo se dio cuenta de que a lo mejor la había dejado con la palabra en la boca y le quería decir algo, pero estaba demasiado metido en su show de la corona. Luego le preguntaría. - Atención, por favor, porque este es un momento para la posteridad. - Entró anunciando con más pompa aún que cuando se había ido. Se puso delante de Alice, muy solemne, y se arrodilló ante donde ella estaba sentada. - Una corona para mi princesa. - Dijo sonriente mientras se la ponía despacio en la cabeza. - Por Dios bendito... - Tíos, en serio, me dais vergüenza ajena ya. - Que alguien me mate, por favor. - Saltaron Sean, Donna y Hillary respectivamente. Marcus ni caso. En su lugar, solo amplió la sonrisa sin dejar de mirar a Alice, que ya tenía la corona puesta, y aún de rodillas agarró su mano. - Ahora sí que eres la Reina de Ravenclaw. -
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Marcus EN Sala común EL 18 de enero |
No podía parar de reírse oyendo a Hillary super a la defensiva con lo de que le atraía Marcus. Y más se reía con las respuestas de Marcus, tan chulito y entrándole tan al trapo. – Oye, dile algo, ¿no? Es tu novio, tía. – Y más se rio Gal, dejándose caer hacia atrás en el sofá. – Me encanta cuando te pones en modo celosona, Hillary, y eso que no es ni tu novio... – Se aguantó la carcajada. – Solo tu fantasía. – Y más fuerte se rio, ya con las lágrimas cayéndosele.
Pero la risa se le quitó con Marcus susurrándole aquello. Ah, esa voz provocaba cosas en ella, la volvía juguetona, la hacía olvidarse de dónde estaban y con quién. Así que alzó la ceja y sonrió de vuelta, mirándole intensamente. – ¿Ah, sí? ¿Cualquier cosa que te pida? – Pero claro, ya tenían que estar cortándoles el momento. Resopló y se alejó. – Mira, tienes toda la razón, cariño, nos tienen una envidia que se mueren. – Porque calientes allí estaban todos, bien lo sabía ella, pero entree que eran muy tontos o muy críos y que, efectivamente, no conocían tan bien la legalidad como para hallarles los huecos, estaban en peor situación que ellos. Le dio un otro piquito cuando le dijo que era la mejor enfermera del mundo, y se rio con la respuesta de Marcus. – Y a tu pajarito le encanta tu imaginación. – Que se lo dijeran a la sala de los menesteres. Qué maravilla. Si es que qué suerte tenía. – No necesitamos dobleces. Es lo que tiene estar con el amor de tu vida. No necesitas nada más. –
Y ahí se quedó, embobada, poniendo el tono del prefecto y recitando todas esas cosas... Ay, cómo le gustaba cuando se ponía en ese plan. – ¿Habéis oído? ¿Cómo no os vais a enamorar de él? Hasta tú, Sean, y eso que yo creo que estás ocupadillo. – Y otra vez a reírse. Si es que estaba tan feliz que no podía parar. – Pues claro que no nos salimos de la legalidad, tontos, pero si os supierais las normas como se las sabe mi prefecto, podríais hacerlo vosotros también... Como no es el caso... – Dijo pasando un índice por el rostro de Marcus. – Nos guardamos nuestro secreto. – Oh sí, y no podía esperar a ver cuándo tenían un hueco libre para huir y estar solos en cualquiera de aquellos sitios... Ay, si no hiciera tan mal día, se lo llevaba en ese instante la Lago Negro... O al invernadero... A estar solos...
Le notó levantarse de golpe cuando dijo lo de la corona y le miró con una sonrisa. – ¡Pero, amor! ¡No te vayas! – Dijo como una niña pequeña. Sintió los ojos de sus amigos sobre ella, como si fueran tres gatos curiosos y se giró. – ¿Qué? – Va, Gal, cuéntanos lo de la poción. Que tú sí hablas de esas cosas. – Ella sonrió y entornó los ojos. – Mmmmm, no sé no sé... ¿Qué gano yo? – Hillary resopló como un caballo agotado. – Qué tonta eres. – Ella se sentó bien en el sofá y se puso a mover las piernas de lado a lado con cara dee niña buena. – Si decís que somos la pareja más bonita que hayáis visto en la vida, os digo qué poción es. – Sean encogió un hombro. – Yo sé lo que hace. – Bueno, te lo habrá contado Marcus pero saberlo saberlo... No lo sabes. – Dijo poniéndose un poco roja. Hillary dijo. – O sea, que la usáis para hacer guarrerías. – Gal se encogió de hombros y parpadeó. – Se llama aceite de navarryl. Vais a la biblioteca, y lo buscáis. – Donna se llevó la palma de la mano a la cara. – Dios, sí que son perfectos el uno para el otro. Terrible. –
Justo entonces llegó Marcus con la corona y ella dio un saltito en el sofá con una gran sonrisa porque ya veía por dónde iba a llevar los tiros su novio. Cuando se arrodilló frente a ella le miró arrebatada e inclinó la cabeza hacia delante para que le pusiera la dicha corona. Y se sintió la chica más adorada del mundo y más afortunada. Alzó la mano y se tocó la corona, poniéndose muy derecha en el sofá, con esa sonrisa brillante que expresaba su interior y dijo. – Me siento como tu reina, mi rey de Ravenclaw.– Dijo tendiéndole la mano y haciéndole sentarse a su lado. Luego puso la cabeza en el hombro de Marcus ligeramente, porque no podía pegarse mucho por la corona y alzó los ojos. – Así que le has contado a Sean como se usa el aceite de navarryl, eh... – Le dio un besito en la mandíbula. – No les cuentes a los niños estas cosas, mi amor, que luego se lían. – Le rozó con la nariz. – Por fin Donna ha admitido que somos perfectos, en otro orden de noticias. – Bueno no ha sido exactamente así. – Dijo ella, pero Gal rodeó la cintura de Marcus con los brazos. – Es con lo que me quedo. Somos perfectos. –
Pero la risa se le quitó con Marcus susurrándole aquello. Ah, esa voz provocaba cosas en ella, la volvía juguetona, la hacía olvidarse de dónde estaban y con quién. Así que alzó la ceja y sonrió de vuelta, mirándole intensamente. – ¿Ah, sí? ¿Cualquier cosa que te pida? – Pero claro, ya tenían que estar cortándoles el momento. Resopló y se alejó. – Mira, tienes toda la razón, cariño, nos tienen una envidia que se mueren. – Porque calientes allí estaban todos, bien lo sabía ella, pero entree que eran muy tontos o muy críos y que, efectivamente, no conocían tan bien la legalidad como para hallarles los huecos, estaban en peor situación que ellos. Le dio un otro piquito cuando le dijo que era la mejor enfermera del mundo, y se rio con la respuesta de Marcus. – Y a tu pajarito le encanta tu imaginación. – Que se lo dijeran a la sala de los menesteres. Qué maravilla. Si es que qué suerte tenía. – No necesitamos dobleces. Es lo que tiene estar con el amor de tu vida. No necesitas nada más. –
Y ahí se quedó, embobada, poniendo el tono del prefecto y recitando todas esas cosas... Ay, cómo le gustaba cuando se ponía en ese plan. – ¿Habéis oído? ¿Cómo no os vais a enamorar de él? Hasta tú, Sean, y eso que yo creo que estás ocupadillo. – Y otra vez a reírse. Si es que estaba tan feliz que no podía parar. – Pues claro que no nos salimos de la legalidad, tontos, pero si os supierais las normas como se las sabe mi prefecto, podríais hacerlo vosotros también... Como no es el caso... – Dijo pasando un índice por el rostro de Marcus. – Nos guardamos nuestro secreto. – Oh sí, y no podía esperar a ver cuándo tenían un hueco libre para huir y estar solos en cualquiera de aquellos sitios... Ay, si no hiciera tan mal día, se lo llevaba en ese instante la Lago Negro... O al invernadero... A estar solos...
Le notó levantarse de golpe cuando dijo lo de la corona y le miró con una sonrisa. – ¡Pero, amor! ¡No te vayas! – Dijo como una niña pequeña. Sintió los ojos de sus amigos sobre ella, como si fueran tres gatos curiosos y se giró. – ¿Qué? – Va, Gal, cuéntanos lo de la poción. Que tú sí hablas de esas cosas. – Ella sonrió y entornó los ojos. – Mmmmm, no sé no sé... ¿Qué gano yo? – Hillary resopló como un caballo agotado. – Qué tonta eres. – Ella se sentó bien en el sofá y se puso a mover las piernas de lado a lado con cara dee niña buena. – Si decís que somos la pareja más bonita que hayáis visto en la vida, os digo qué poción es. – Sean encogió un hombro. – Yo sé lo que hace. – Bueno, te lo habrá contado Marcus pero saberlo saberlo... No lo sabes. – Dijo poniéndose un poco roja. Hillary dijo. – O sea, que la usáis para hacer guarrerías. – Gal se encogió de hombros y parpadeó. – Se llama aceite de navarryl. Vais a la biblioteca, y lo buscáis. – Donna se llevó la palma de la mano a la cara. – Dios, sí que son perfectos el uno para el otro. Terrible. –
Justo entonces llegó Marcus con la corona y ella dio un saltito en el sofá con una gran sonrisa porque ya veía por dónde iba a llevar los tiros su novio. Cuando se arrodilló frente a ella le miró arrebatada e inclinó la cabeza hacia delante para que le pusiera la dicha corona. Y se sintió la chica más adorada del mundo y más afortunada. Alzó la mano y se tocó la corona, poniéndose muy derecha en el sofá, con esa sonrisa brillante que expresaba su interior y dijo. – Me siento como tu reina, mi rey de Ravenclaw.– Dijo tendiéndole la mano y haciéndole sentarse a su lado. Luego puso la cabeza en el hombro de Marcus ligeramente, porque no podía pegarse mucho por la corona y alzó los ojos. – Así que le has contado a Sean como se usa el aceite de navarryl, eh... – Le dio un besito en la mandíbula. – No les cuentes a los niños estas cosas, mi amor, que luego se lían. – Le rozó con la nariz. – Por fin Donna ha admitido que somos perfectos, en otro orden de noticias. – Bueno no ha sido exactamente así. – Dijo ella, pero Gal rodeó la cintura de Marcus con los brazos. – Es con lo que me quedo. Somos perfectos. –
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Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Alice EN Sala común EL 18 de enero |
Solo por verla sonreír de esa manera, tan feliz con su corona, merecía la pena hacer la tontería todas las veces que hiciera falta. Sí, para él siempre sería su princesa, pero estaba claro que Alice era la reina de Ravenclaw, de su vida y de todo lo que se propusiera. Se sentó junto a ella sin dejar de mirarla sonriente y volvió a llevarse una mano al pecho. - Si sigues así me vas a tener que curar el flechazo de verdad. - Porque la quería tanto que hasta le dolía.
Cerró los ojos, sonriente y encantado de la vida, cuando su novia apoyó la cabeza en él... Pero se le fue la sonrisa y abrió los ojos, girándolos hacia Sean con reproche, cuando salió el tema del aceite de navarryl otra vez, ya con nombre y todo. Sonrió con adorabilidad al besito de Alice, pero siguió clavando la mirada en su amigo, entrecerrando los ojos y negando con la cabeza. Si es que no podía ser, no le podía contar nada sin que lo largara. - Desde luego. - Respondió al comentario de Alice con superioridad, pero sin quitar la mirada de Sean. - Pero vaya, se supone que eres muy bueno en pociones. Puedes ir a la biblioteca e investigar cómo se hace, que yo creo que aquí hay más de una que está demasiado interesada... - Lanzó, señalando con un nada sutil gesto de la cabeza a Hillary. - Sí, justo en eso estaba yo pensando, en usar pociones raras para hacer guarradas de las vuestras. No quiero ni saber qué hace esa cosa. - Saltó la aludida, y Marcus volvió a mirarla con expresión de galán. - ¿Seguro, Hills? - ¡Oh, por Dios santo! ¡Gal! Te juro que mato a tu novio. - Caaalma Hiills por favor. - Dijo con voz suave, agarrando aún más a Alice. - No quiero ser el objeto de un crimen pasional. - Es que lo que yo tengo que aguantar... - Yo soy todo en cuerpo y alma de esta chica, tienes que asumirlo. Y mirar bien a tu alrededor, que creo que te estás equivocando de objetivo. - El objetivo de una Bombarda vas a ser tú como no te calles. - Se echó a reír y rodeó aún más a su novia.
Lo siguiente hizo que Marcus abriera mucho los ojos y la boca, con las comisuras ligeramente alzadas, mirando a una Donna que ya trataba de rectificar. Tarde, el chico se había quedado exclusivamente con el comentario de su novia. - Ooohh Donna, pero qué bonito. - Dijo mirándola, mientras correspondía el abrazo de Alice. - Por algo fue la primera en alegrarse, mi amor. En el fondo siempre apostó por nosotros. - Miró a Hillary y dijo haciendo hincapié. - Literalmente, además. Que no se me ha olvidado que alguien se quejó porque, oh, el drama, había perdido cinco knuts por apostar en contra de la felicidad de sus amigos. - Diez, cinco de cada uno. - Perdón, diez. - Rectificó Marcus, lanzando un falso suspiro amargo justo después y mirando a Alice. - Pero claro... Ahora lo entiendo todo... - ¡¡Ya vale!! ¡¡Gal!! ¡¡Dile algo!! - Se enfurruñó Hillary. De verdad, era tan fácil...
Y el otro que de camino se estaba picando era Sean. - Bueno, ¿y qué va a hacer el prefecto con su club de fans ahora que tiene novia? - Tss, yo no tengo club de fans. - Miró a Alice, estrechando su abrazo. - Y la única admiración que me interesa es la de mi princesa. - Buuuuuu. - Abucheó Sean. - No te lo crees ni tú. - El chico miró a sus dos amigas con una sonrisilla de superioridad y murmuró, aunque en un tono en el que claramente tanto Marcus como Alice se enterarían. - Ya va dejando niñas llorando por ahí... - Y señaló con un gesto de la cabeza hacia un lugar de la sala común, pero Marcus, desde su posición, no veía a quién se refería. Ni le interesaba, realmente, seguro que era un invento de Sean. - A ver, voy a dejar constancia de una cosa ya de aquí a siempre para que no queden más dudas. - Dijo con serenidad, sin perder el toque chulesco ni soltar a Alice. - Este que está aquí solo tiene ojos para Alice Gallia, lo siento en el alma por las demás. Díselo, Donna, que tú parece que lo tienes más claro. - Donna le miró con los ojos entornados y cara de aburrimiento, lo cual Marcus, en su mundo paralelo, interpretó a su manera. - ¿Veis? Quien calla otorga. -
Cerró los ojos, sonriente y encantado de la vida, cuando su novia apoyó la cabeza en él... Pero se le fue la sonrisa y abrió los ojos, girándolos hacia Sean con reproche, cuando salió el tema del aceite de navarryl otra vez, ya con nombre y todo. Sonrió con adorabilidad al besito de Alice, pero siguió clavando la mirada en su amigo, entrecerrando los ojos y negando con la cabeza. Si es que no podía ser, no le podía contar nada sin que lo largara. - Desde luego. - Respondió al comentario de Alice con superioridad, pero sin quitar la mirada de Sean. - Pero vaya, se supone que eres muy bueno en pociones. Puedes ir a la biblioteca e investigar cómo se hace, que yo creo que aquí hay más de una que está demasiado interesada... - Lanzó, señalando con un nada sutil gesto de la cabeza a Hillary. - Sí, justo en eso estaba yo pensando, en usar pociones raras para hacer guarradas de las vuestras. No quiero ni saber qué hace esa cosa. - Saltó la aludida, y Marcus volvió a mirarla con expresión de galán. - ¿Seguro, Hills? - ¡Oh, por Dios santo! ¡Gal! Te juro que mato a tu novio. - Caaalma Hiills por favor. - Dijo con voz suave, agarrando aún más a Alice. - No quiero ser el objeto de un crimen pasional. - Es que lo que yo tengo que aguantar... - Yo soy todo en cuerpo y alma de esta chica, tienes que asumirlo. Y mirar bien a tu alrededor, que creo que te estás equivocando de objetivo. - El objetivo de una Bombarda vas a ser tú como no te calles. - Se echó a reír y rodeó aún más a su novia.
Lo siguiente hizo que Marcus abriera mucho los ojos y la boca, con las comisuras ligeramente alzadas, mirando a una Donna que ya trataba de rectificar. Tarde, el chico se había quedado exclusivamente con el comentario de su novia. - Ooohh Donna, pero qué bonito. - Dijo mirándola, mientras correspondía el abrazo de Alice. - Por algo fue la primera en alegrarse, mi amor. En el fondo siempre apostó por nosotros. - Miró a Hillary y dijo haciendo hincapié. - Literalmente, además. Que no se me ha olvidado que alguien se quejó porque, oh, el drama, había perdido cinco knuts por apostar en contra de la felicidad de sus amigos. - Diez, cinco de cada uno. - Perdón, diez. - Rectificó Marcus, lanzando un falso suspiro amargo justo después y mirando a Alice. - Pero claro... Ahora lo entiendo todo... - ¡¡Ya vale!! ¡¡Gal!! ¡¡Dile algo!! - Se enfurruñó Hillary. De verdad, era tan fácil...
Y el otro que de camino se estaba picando era Sean. - Bueno, ¿y qué va a hacer el prefecto con su club de fans ahora que tiene novia? - Tss, yo no tengo club de fans. - Miró a Alice, estrechando su abrazo. - Y la única admiración que me interesa es la de mi princesa. - Buuuuuu. - Abucheó Sean. - No te lo crees ni tú. - El chico miró a sus dos amigas con una sonrisilla de superioridad y murmuró, aunque en un tono en el que claramente tanto Marcus como Alice se enterarían. - Ya va dejando niñas llorando por ahí... - Y señaló con un gesto de la cabeza hacia un lugar de la sala común, pero Marcus, desde su posición, no veía a quién se refería. Ni le interesaba, realmente, seguro que era un invento de Sean. - A ver, voy a dejar constancia de una cosa ya de aquí a siempre para que no queden más dudas. - Dijo con serenidad, sin perder el toque chulesco ni soltar a Alice. - Este que está aquí solo tiene ojos para Alice Gallia, lo siento en el alma por las demás. Díselo, Donna, que tú parece que lo tienes más claro. - Donna le miró con los ojos entornados y cara de aburrimiento, lo cual Marcus, en su mundo paralelo, interpretó a su manera. - ¿Veis? Quien calla otorga. -
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Marcus EN Sala común EL 18 de enero |
Puso cara de superioridad y se sentó exageradamente bien, como si estuviera en un palacio, para hacerle juego a la corona y mirar a Hillary con superioridad. – Te aseguro que te encantaría saberlo... En el caso de que quisieras usarlo, claro. – Dijo significativamente y entornando los ojos hacia Sean. – Quizá Sean te lo quiera explicar, ¿verdad, Sean? – El chico suspiró y negó con la cabeza. – Solo replica las sensaciones. – ¿Cómo? – Se lo echan dos personas y replica las sensaciones, en plan, si te pegas un pellizco aquí – dijo haciéndolo en su propia mano. –, lo siente el otro. – Con el tono que lo decía parecía un funeral, y de hecho, Hillary estaba más centrada en dejarse picar por Marcus, lo cual a ella le hacía mucha gracia. Pero donna se arrastró un poquito hacia Sean y preguntó, desconcertada. – ¿Y qué tiene eso que ver con hacer guarrerías? – Y más que se reía ella, porque la situación en sí era hilarante. – ¿Veis por qué no se os puede hablar de cosas de mayores? – Y otra vez muerta de risa por culpa de lo del crimen pasional. Ella pasó las manos por todo el tronco de Marcus y dijo. – Eh, no, que seré enfermera, pero lo quiero de una pieza. Y es mío, por si no os lo había dejado clarito. –
Se separó un poco, para acomodarse mejor en el sofá, pero se quedó acariciando su brazo, haciéndole cosquillas hacia arriba y hacia abajo. Miró a Marcus asintiendo cuando vaciló a Hillary con lo de la apuesta. – Claro, ella te quería libre, le convenía. – Y su amiga cada vez parecía más desesperada. – ¡Ay, Hills! ¿Y qué le voy a decir? Si es todo broma, mujer, cómo te pones. – Enterró la cabeza en el hueco entre el cuello y el hombro de Marcus, aspirando su aroma y sonriendo. – Deja de hacerla rabiar, que tiene muy mal pronto y está muy envidiosa. Al final se va a cabrear contigo, y te necesito entero. – Dijo cambiando el tono a medida que soltaba la frase, y terminando con una sonrisilla traviesa, mientras acariciaba con un dedo su cuello.
Se separó con una sonrisa cuando dijo que no tenía club de fans. – ¿Cómo que no? Claro que lo tienes, y Bev es la presidenta, antes lo era Cassey Roshan, pero la niña la superó bastante rápido en inteligencia. – Y eso hizo reír mucho a Donna, y consiguió que Hillary se destensara un poco. – ¿Y del tuyo quién es? ¿Theo? – Preguntó la chica. Gal hizo un gesto con la boca y se encogió de hombros. – Yo no tengo de eso. No soy prefecta, no me adoran los niños chicos, y Theo me dijo el otro día que nunca tuvo esperanzas reales conmigo, así que... – Miró a Marcus atontada cuando dijo aquello de que solo tenía ojos para ella y se inclinó más sobre él. – Mi amado es mío y yo soy suya... – Hillary resopló. – Quién te ha visto y quién te ve, chica. – Ella encogió un hombro. – Ahora tengo lo que quiero, no es tan difícil de entender, Hills. Igual tú no estarías todo el día enfadada si cogieras lo que quieres... – Y eso creó un silencio bastante incómodo, que solo prolongaba aquel en el que se había metido Sean con todas las bromitas. – ¿Quién dices que estaba llorando? – Preguntó, para hablar de otras cosas. – Nadie, pero la presidenta Duvall tenía muy mala cara. – Gal se giró, y la vio, efectivamente, bastante enfurruñada, con unos niños de tercero del grupo de Creevey y un par de niñas. – Ay, pobrecita. Cariño, no seas tan pasota con ella, que yo se lo duro que es estar enamorada de tu prefecto... – Hillary soltó un bufido. – Tenía que haberme dado cuenta, vamos. Si es que el prefecto era una versión más mayor y menos repelente que este. Normal que estuvieras enamorada de él. – Ella soltó una carcajada. – Tú también lo estabas... Nos has llevado tú solita al tema de antes. – Y otra vez a reírse con Marcus sin parar.
Se separó un poco, para acomodarse mejor en el sofá, pero se quedó acariciando su brazo, haciéndole cosquillas hacia arriba y hacia abajo. Miró a Marcus asintiendo cuando vaciló a Hillary con lo de la apuesta. – Claro, ella te quería libre, le convenía. – Y su amiga cada vez parecía más desesperada. – ¡Ay, Hills! ¿Y qué le voy a decir? Si es todo broma, mujer, cómo te pones. – Enterró la cabeza en el hueco entre el cuello y el hombro de Marcus, aspirando su aroma y sonriendo. – Deja de hacerla rabiar, que tiene muy mal pronto y está muy envidiosa. Al final se va a cabrear contigo, y te necesito entero. – Dijo cambiando el tono a medida que soltaba la frase, y terminando con una sonrisilla traviesa, mientras acariciaba con un dedo su cuello.
Se separó con una sonrisa cuando dijo que no tenía club de fans. – ¿Cómo que no? Claro que lo tienes, y Bev es la presidenta, antes lo era Cassey Roshan, pero la niña la superó bastante rápido en inteligencia. – Y eso hizo reír mucho a Donna, y consiguió que Hillary se destensara un poco. – ¿Y del tuyo quién es? ¿Theo? – Preguntó la chica. Gal hizo un gesto con la boca y se encogió de hombros. – Yo no tengo de eso. No soy prefecta, no me adoran los niños chicos, y Theo me dijo el otro día que nunca tuvo esperanzas reales conmigo, así que... – Miró a Marcus atontada cuando dijo aquello de que solo tenía ojos para ella y se inclinó más sobre él. – Mi amado es mío y yo soy suya... – Hillary resopló. – Quién te ha visto y quién te ve, chica. – Ella encogió un hombro. – Ahora tengo lo que quiero, no es tan difícil de entender, Hills. Igual tú no estarías todo el día enfadada si cogieras lo que quieres... – Y eso creó un silencio bastante incómodo, que solo prolongaba aquel en el que se había metido Sean con todas las bromitas. – ¿Quién dices que estaba llorando? – Preguntó, para hablar de otras cosas. – Nadie, pero la presidenta Duvall tenía muy mala cara. – Gal se giró, y la vio, efectivamente, bastante enfurruñada, con unos niños de tercero del grupo de Creevey y un par de niñas. – Ay, pobrecita. Cariño, no seas tan pasota con ella, que yo se lo duro que es estar enamorada de tu prefecto... – Hillary soltó un bufido. – Tenía que haberme dado cuenta, vamos. Si es que el prefecto era una versión más mayor y menos repelente que este. Normal que estuvieras enamorada de él. – Ella soltó una carcajada. – Tú también lo estabas... Nos has llevado tú solita al tema de antes. – Y otra vez a reírse con Marcus sin parar.
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Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Alice EN Sala común EL 18 de enero |
Soltó un bufido junto con una risa, mirando a otra parte. - Madre mía, Sean. Es que dan ganas de usarlo contigo, con ese ánimo que le pones. - ¿Era posible que definiera de esa forma tan penosa algo tan alucinante como el aceite de navarryl? Siendo honestos, había usado básicamente sus palabras textuales, solo que con un espíritu espantoso. Él le puso más intensidad a la explicación. Le daría vergüenza decirlo delante de las chicas o algo, pero vamos... Así iba mal conquistando a Hillary. En cambio, captó la reacción de Donna y le arrancó una carcajada. Cuando se recuperó, se volvió a colocar un poco mejor en el sofá y miró a la chica como si estuviera explicando a un niño de primero algo que no entendía. - A ver, mi querida Donna. - Dijo con ternura pero notándose el cachondeito en su voz. - Si puedes sentir un pellizco al dárselo el otro... - Miró a Alice y dejó una leve caricia en su mejilla, lentamente. - También se pueden sentir otras cosas. - Y le guiñó un ojo a su novia, con una sonrisita. - Pues lo que yo he dicho. - Se defendió su amigo. Marcus le miró con expresión condescendiente. - Sí, Sean, exactamente así lo has dicho. - Y, para darle la razón, Donna tomó aire y apartó la mirada, murmurando. - Creo que ya no necesito más detalles. - Eso hizo que Marcus mirara a Sean arqueando las cejas y con los labios fruncidos en un mohín de superioridad, como si su amiga acabara de confirmarle que su explicación era bastante más aclaratoria.
Puso expresión de gatito al que le hacen carantoñas cuando Alice empezó a hacer cosquillas en su brazo. Llevaba demasiados años cortándose hasta con ella, cortándose los dos, y ahora no se pensaba cortar ni un pelo. Iba a dejarle claro a su novia que adoraba todos y cada uno de sus movimientos, porque era la verdad, y pensaba dejar constancia de ello delante de quien hiciera falta. Rio un poco y alzó las palmas de las manos. - Vale, vale. Perdona, Hills. - Dijo, pero se mojó los labios y volvió a mirar a la chica con ojos seductores. - Te diría que ya te lo compensaría... Pero es que tengo novia. - Y ya su amiga directamente le lanzó el cojín a la cara. Se protegió a lo justo con las manos, pero no pudo evitar estallar en una carcajada. - ¡Que vale, que vale! Era la última, te lo prometo. - Más te vale, o aquí tu enfermera te va a tener que reconstruir pieza a pieza si de verdad te quiere entero. - Amenazó la aludida.
Al parecer, todos los presentes eran conocedores de un supuesto club de fans entorno a su persona menos él. Pensaba que eran solo las tonterías de Sean. Fue pasando la mirada de uno a otro con una sonrisilla y el ceño fruncido en señal de leve desconcierto e incredulidad, como si intentara dilucidar si le estaban tomando el pelo o hablaban en serio. Rio ante el comentario de antes. - Es que Bev es muy inteligente. - Y Cassey un poco simple, así que no era muy complicado. Eso no lo dijo en voz alta. La pregunta de Hillary le hizo mirar a Alice con una sonrisita. - Anda, la princesa también tiene club de fans. - Suspiró. - No me extraña. - Como no le extrañaría que Theo fuera fundador, presidente y miembro honorífico. Pobre chico, se le notaba que estaba coladito por Alice. ¿Sería muy raro si... Hablara con él? ¿Y qué le iba a decir? Vaya, ahora se sentía un poco mal, pero lo cierto era que ni se había acordado del chaval. Aunque según Alice, el chico parecía tener bastante claro que no tenía opciones con ella... Bueno, le honraba reconocerlo al menos.
Ah, esa frase. De nuevo el Cantar de los Cantares. Sonrió embelesado, haciendo un gesto de la cabeza que a la vista del público pretendía ser apoyarla en el sofá, pero la cual giró un poco en el último momento para acercarla al oído de Alice y susurrar. - Que aquí no puedo entregarte mi amor. - Advirtió en ese tono entre inocente y provocador que ya había aprendido que a Alice le gustaba. Se mordió un poco el labio y miró a otra parte, disimulando, como si no hubiera dicho nada.
Dudaba que hubiera nadie llorando, sería una de las exageraciones de Sean para cortarle el rollo. Pero cuando personificó en concreto en Beverly, frunció el ceño extrañado y giró el cuello para buscarla. ¡Anda ya! ¿Cómo iba a ser por él? Le habría pasado cualquier otra cosa. Efectivamente, la detectó por allí, enfurruñada. - Pues yo me la he cruzado en las escaleras y parecía normal, se habrá enfadado con algún amigo o algo. - Comentó con naturalidad. Su entorno, sin embargo, no parecía compartir su hipótesis. Ni siquiera su novia. La miró sorprendido, apartándose ligeramente para verla un poco mejor y mirándola con los ojos muy abiertos. - ¡Eeeh, yo no soy pasota con ella! ¡Si siempre la saludo, y la llamo Bev, y hablamos mucho! - Eso despertó risitas entre los otros tres que hizo que les mirara sin comprender. Pero Alice no había acabado. Se le escapó una carcajada nerviosa. - Anda anda, enamorada, ¿qué dices? - Chistó, moviendo la cabeza. - Esos son esos ojos tan bonitos con los que tú me miras. - Trató de arreglar, pero Sean estaba muerto de risa. - Tío, no puedes estar tan ciego. Si a esa niña le falta ir escribiendo corazoncitos con tu nombre por las paredes. - Marcus abrió mucho los ojos. - ¡Pero si nos llevamos cinco años! ¡Es una niña! - Sí, ella para ti es una niña, pero tú para ella eres un prefecto listillo y guaperas que le hace carantoñas. - ¡Yo no le...! ¿¿Cómo que guaperas?? - Mira que decía tonterías Sean. Ea, ya se estaba muriendo de risa él solo. Si es que hasta que no le rompiera su modo romántico con Alice no iba a estar contento.
La otra también, aportando, aunque ni que fuera la primera vez que le llamaba repelente. Él no se pensaba ni molestar, al fin y al cabo aquella noche estaba teniendo una baza maravillosa para meterse con Hillary. De hecho, para algo estaba su Alice trayendo el tema otra vez. Se rio con una sonora carcajada. - ¿Normal? ¿De verdad, Hills? ¿Tan normal es enamorarse de alguien como yo? Me vas a sacar los colores. - Creí que habías terminado ya. - Cortó la otra, amenazante. Marcus se encogió exageradamente de hombros con una muequecita infantil, alzando las palmas. - Me lo has puesto en bandeja. - La que también se estaba riendo, aunque con un punto de condescendencia, era Donna. - O sea que aquí la única que no cumple el cliché de enamorarse de su prefecto soy yo. - Marcus suspiró teatralmente, como si aquello le pesara o algo, y respondió. - ¿Qué te digo, Donna? Es la erótica del cargo. - Hillary soltó un exagerado gruñido asqueado que no se creyó nadie. - Yo todavía tengo hueco en mi club de fans, Donna. ¿Te apunto? - Bromeó Marcus. La otra soltó un bufido entre risas. - Uy, sí, nómbrame miembro honorífica, por favor. - No me lo pidas dos veces, ¿eh? - Pero algo le había dejado con la mosca detrás de la oreja, así que aunque con una risita residual, volvió a girar el cuello. Y Beverly seguía demasiado mosqueada, y por un momento parecía que miraba con ojillos maliciosos y entrecerrados hacia ellos. Se giró hacia Alice y le preguntó bajito, en confidencia. - Oye, ¿de verdad crees que está así por nosotros? - Preguntó, con tono poco convencido, o más bien deseoso de que la respuesta fuera "no". ¿Cómo iba esa chica a estar enamorada de él? Es que no tenía sentido...
Puso expresión de gatito al que le hacen carantoñas cuando Alice empezó a hacer cosquillas en su brazo. Llevaba demasiados años cortándose hasta con ella, cortándose los dos, y ahora no se pensaba cortar ni un pelo. Iba a dejarle claro a su novia que adoraba todos y cada uno de sus movimientos, porque era la verdad, y pensaba dejar constancia de ello delante de quien hiciera falta. Rio un poco y alzó las palmas de las manos. - Vale, vale. Perdona, Hills. - Dijo, pero se mojó los labios y volvió a mirar a la chica con ojos seductores. - Te diría que ya te lo compensaría... Pero es que tengo novia. - Y ya su amiga directamente le lanzó el cojín a la cara. Se protegió a lo justo con las manos, pero no pudo evitar estallar en una carcajada. - ¡Que vale, que vale! Era la última, te lo prometo. - Más te vale, o aquí tu enfermera te va a tener que reconstruir pieza a pieza si de verdad te quiere entero. - Amenazó la aludida.
Al parecer, todos los presentes eran conocedores de un supuesto club de fans entorno a su persona menos él. Pensaba que eran solo las tonterías de Sean. Fue pasando la mirada de uno a otro con una sonrisilla y el ceño fruncido en señal de leve desconcierto e incredulidad, como si intentara dilucidar si le estaban tomando el pelo o hablaban en serio. Rio ante el comentario de antes. - Es que Bev es muy inteligente. - Y Cassey un poco simple, así que no era muy complicado. Eso no lo dijo en voz alta. La pregunta de Hillary le hizo mirar a Alice con una sonrisita. - Anda, la princesa también tiene club de fans. - Suspiró. - No me extraña. - Como no le extrañaría que Theo fuera fundador, presidente y miembro honorífico. Pobre chico, se le notaba que estaba coladito por Alice. ¿Sería muy raro si... Hablara con él? ¿Y qué le iba a decir? Vaya, ahora se sentía un poco mal, pero lo cierto era que ni se había acordado del chaval. Aunque según Alice, el chico parecía tener bastante claro que no tenía opciones con ella... Bueno, le honraba reconocerlo al menos.
Ah, esa frase. De nuevo el Cantar de los Cantares. Sonrió embelesado, haciendo un gesto de la cabeza que a la vista del público pretendía ser apoyarla en el sofá, pero la cual giró un poco en el último momento para acercarla al oído de Alice y susurrar. - Que aquí no puedo entregarte mi amor. - Advirtió en ese tono entre inocente y provocador que ya había aprendido que a Alice le gustaba. Se mordió un poco el labio y miró a otra parte, disimulando, como si no hubiera dicho nada.
Dudaba que hubiera nadie llorando, sería una de las exageraciones de Sean para cortarle el rollo. Pero cuando personificó en concreto en Beverly, frunció el ceño extrañado y giró el cuello para buscarla. ¡Anda ya! ¿Cómo iba a ser por él? Le habría pasado cualquier otra cosa. Efectivamente, la detectó por allí, enfurruñada. - Pues yo me la he cruzado en las escaleras y parecía normal, se habrá enfadado con algún amigo o algo. - Comentó con naturalidad. Su entorno, sin embargo, no parecía compartir su hipótesis. Ni siquiera su novia. La miró sorprendido, apartándose ligeramente para verla un poco mejor y mirándola con los ojos muy abiertos. - ¡Eeeh, yo no soy pasota con ella! ¡Si siempre la saludo, y la llamo Bev, y hablamos mucho! - Eso despertó risitas entre los otros tres que hizo que les mirara sin comprender. Pero Alice no había acabado. Se le escapó una carcajada nerviosa. - Anda anda, enamorada, ¿qué dices? - Chistó, moviendo la cabeza. - Esos son esos ojos tan bonitos con los que tú me miras. - Trató de arreglar, pero Sean estaba muerto de risa. - Tío, no puedes estar tan ciego. Si a esa niña le falta ir escribiendo corazoncitos con tu nombre por las paredes. - Marcus abrió mucho los ojos. - ¡Pero si nos llevamos cinco años! ¡Es una niña! - Sí, ella para ti es una niña, pero tú para ella eres un prefecto listillo y guaperas que le hace carantoñas. - ¡Yo no le...! ¿¿Cómo que guaperas?? - Mira que decía tonterías Sean. Ea, ya se estaba muriendo de risa él solo. Si es que hasta que no le rompiera su modo romántico con Alice no iba a estar contento.
La otra también, aportando, aunque ni que fuera la primera vez que le llamaba repelente. Él no se pensaba ni molestar, al fin y al cabo aquella noche estaba teniendo una baza maravillosa para meterse con Hillary. De hecho, para algo estaba su Alice trayendo el tema otra vez. Se rio con una sonora carcajada. - ¿Normal? ¿De verdad, Hills? ¿Tan normal es enamorarse de alguien como yo? Me vas a sacar los colores. - Creí que habías terminado ya. - Cortó la otra, amenazante. Marcus se encogió exageradamente de hombros con una muequecita infantil, alzando las palmas. - Me lo has puesto en bandeja. - La que también se estaba riendo, aunque con un punto de condescendencia, era Donna. - O sea que aquí la única que no cumple el cliché de enamorarse de su prefecto soy yo. - Marcus suspiró teatralmente, como si aquello le pesara o algo, y respondió. - ¿Qué te digo, Donna? Es la erótica del cargo. - Hillary soltó un exagerado gruñido asqueado que no se creyó nadie. - Yo todavía tengo hueco en mi club de fans, Donna. ¿Te apunto? - Bromeó Marcus. La otra soltó un bufido entre risas. - Uy, sí, nómbrame miembro honorífica, por favor. - No me lo pidas dos veces, ¿eh? - Pero algo le había dejado con la mosca detrás de la oreja, así que aunque con una risita residual, volvió a girar el cuello. Y Beverly seguía demasiado mosqueada, y por un momento parecía que miraba con ojillos maliciosos y entrecerrados hacia ellos. Se giró hacia Alice y le preguntó bajito, en confidencia. - Oye, ¿de verdad crees que está así por nosotros? - Preguntó, con tono poco convencido, o más bien deseoso de que la respuesta fuera "no". ¿Cómo iba esa chica a estar enamorada de él? Es que no tenía sentido...
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Marcus EN Sala común EL 18 de enero |
Se rio como una niña chica con la respuesta de Marcus a Sean, y luego le miró con los ojitos entornados, cuando describió lo que hacía el aceite de navarryl. Qué recuerdos y qué ganas de probarlo otra vez... Esta vez al completo. Le puso una sonrisita cargada de intenciones y levantó las piernas para volver a ponerlas sobre el regazo de Marcus, tal como estaba antes, ignorando el comentario despreciativo de Donna. Volvió a la dinámica de acariciar el brazo de su novio, mientras entornaba los ojos porque Hillary volvía a entrarle al trapo y volvía a amenazarle. – ¿Pero no ves que te está picando, tonta? Deja de darle material, anda... – Dijo negando con la cabeza pero sin perder la sonrisa. Y un escalofrío la recorrió de arriba a abajo cuando le dijo, un poco modificado, aquel verso. Hasta su respiración se volvió más pesada y el corazón se le aceleró. Maldito Marcus, ¿por qué siempre tenía que ser tan atreyente? Es que le seguiría a un pozo de lava si se lo pidiera con un susurro como ese.
Y ya se le pasó pronto, porque tuvo que contenerse la risa otra vez. Su novio sería el chico más listo del colegio, pero había cosas que no quería ver. – Pues claro, mi amor. Si es evidente, la pobre está perdidísima por ti. – Ya soltó una carcajada abiertamente cuando Sean dijo lo de los corazoncitos. – Yo lo hacía con el prefecto Graves, tenía H&A dibujado por todas partes, y mi plan si me pillaban era decir que era porque creía que él y la prefecta Harmond hacían buena pareja y que eran las iniciales de Howard y Anne. Sin fisuras. – Y se puso a reírse de sí misma, porque de verdad que ahora se acordaba y qué ridículo. Alzó las manos y miró a Marcus. – Ya, amor, pero eso ella no lo ve ¿No te acuerdas de la explicación de mi primo André sobre el amor platónico? Pues eso mismo es lo que le pasa a Beverly contigo. De hecho, poco menos que vino y me dijo que me quitara de en medio cuando estábamos peleados. – Dijo asintiendo con la cabeza.
Volvió a entornar los ojos porque, una vez más, Hillary solita había vuelto. meterse en el atolladero. – Eres tan predecible, Hills, que ya es hasta aburrido picarte. – Su amiga la miró ofendida. – Usted disculpe. Que tú no eres predecible ni nada. Ahora se entiende por qué te saltabas a la torera todas las normas. Lo que querías era que te castigaran los prefectos. – Eso la hizo reír y se encogió de hombros. – Puede que un poquito, ni confirmo ni desmiento. Pero ahora que soy oficialmente la novia del prefecto O'Donnell tengo que dar ejemplo. – Dijo con ojos de corderillo degollado. No se lo creía ni ella, ¿pero y la ilusión que le hacía a Marcus oírla hablar así? Miró a Donna y se tapó la boca de la risa. – Madre mía, cariño, no veas si tengo competencia para tus atenciones. – Dijo acercándose a su mejilla con una sonrisa y dándole un beso. Pero Marcus ya había empezado la maquinaria de la rallada y se estaba fijando en Beverly. Ella volvió a entornar la vista y luego enfocó de nuevo a Marcus. – Me temo que sí. La última vez que hablé con ella estaba bastante segura de que tenía una oportunidad contigo. – Se mordió los labios para contenerse la risa. – Es que los cuelgues a esa edad son muy malos, mi amor. – Le acarició con devoción los rizos y la cara. – ¿Quieres ir a consolarla un poquito? El prefecto Graves fue muy bueno conmigo en su día cuando le di mi cartita y mis flores, y yo ése que el es tu ejemplo a seguir. Y su novia también fue muy buena conmigo. Es más, lo que me inspiró el otro día a ser amable con Beverly el otro día fue acordarme de lo que ella me dijo cuando fui a "declararme" entre muchas comillas, a Howard. – Dijo con una sonrisa tierna.
Y ya se le pasó pronto, porque tuvo que contenerse la risa otra vez. Su novio sería el chico más listo del colegio, pero había cosas que no quería ver. – Pues claro, mi amor. Si es evidente, la pobre está perdidísima por ti. – Ya soltó una carcajada abiertamente cuando Sean dijo lo de los corazoncitos. – Yo lo hacía con el prefecto Graves, tenía H&A dibujado por todas partes, y mi plan si me pillaban era decir que era porque creía que él y la prefecta Harmond hacían buena pareja y que eran las iniciales de Howard y Anne. Sin fisuras. – Y se puso a reírse de sí misma, porque de verdad que ahora se acordaba y qué ridículo. Alzó las manos y miró a Marcus. – Ya, amor, pero eso ella no lo ve ¿No te acuerdas de la explicación de mi primo André sobre el amor platónico? Pues eso mismo es lo que le pasa a Beverly contigo. De hecho, poco menos que vino y me dijo que me quitara de en medio cuando estábamos peleados. – Dijo asintiendo con la cabeza.
Volvió a entornar los ojos porque, una vez más, Hillary solita había vuelto. meterse en el atolladero. – Eres tan predecible, Hills, que ya es hasta aburrido picarte. – Su amiga la miró ofendida. – Usted disculpe. Que tú no eres predecible ni nada. Ahora se entiende por qué te saltabas a la torera todas las normas. Lo que querías era que te castigaran los prefectos. – Eso la hizo reír y se encogió de hombros. – Puede que un poquito, ni confirmo ni desmiento. Pero ahora que soy oficialmente la novia del prefecto O'Donnell tengo que dar ejemplo. – Dijo con ojos de corderillo degollado. No se lo creía ni ella, ¿pero y la ilusión que le hacía a Marcus oírla hablar así? Miró a Donna y se tapó la boca de la risa. – Madre mía, cariño, no veas si tengo competencia para tus atenciones. – Dijo acercándose a su mejilla con una sonrisa y dándole un beso. Pero Marcus ya había empezado la maquinaria de la rallada y se estaba fijando en Beverly. Ella volvió a entornar la vista y luego enfocó de nuevo a Marcus. – Me temo que sí. La última vez que hablé con ella estaba bastante segura de que tenía una oportunidad contigo. – Se mordió los labios para contenerse la risa. – Es que los cuelgues a esa edad son muy malos, mi amor. – Le acarició con devoción los rizos y la cara. – ¿Quieres ir a consolarla un poquito? El prefecto Graves fue muy bueno conmigo en su día cuando le di mi cartita y mis flores, y yo ése que el es tu ejemplo a seguir. Y su novia también fue muy buena conmigo. Es más, lo que me inspiró el otro día a ser amable con Beverly el otro día fue acordarme de lo que ella me dijo cuando fui a "declararme" entre muchas comillas, a Howard. – Dijo con una sonrisa tierna.
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Alice EN Sala común EL 18 de enero |
Vale, aquello se estaba dando la vuelta y de repente se estaban metiendo con él o algo así. Alice era muy bromista cuando quería, pero ya conocía sus tonos, y ese que usaba... No parecía ir en broma. - ¿Pero va en serio? - ¿Cómo iba esa chica a estar enamorada de él? Solo... Le admiraba... Y ya está. Bueno, o le gustaría un poquito, sí, hasta ahí llegaba, como le gustaba a él la Prefecta Harmond en su día. Pero poco más. Abrió mucho la boca mirando a Alice y se le escapó la risa. - ¡Eh! Yo me acuerdo de eso. - Dijo entre risas. Sí que había estado torpe no pillando eso, y eso que ya había dejado caer el verano anterior que ella besaría al Prefecto Graves. - Mira, si yo hubiera puesto corazoncitos de M&A por la Prefecta Harmond, ahora me seguirían sirviendo. - Dijo arqueando las cejas a su novia mientras se acercaba a su mejilla para hacerle una carantoña.
Pero el temita no había acabado ni mucho menos. Y con lo siguiente sí que esbozó una expresión de sorpresa total. - ¿Cómo? - Sean soltó una carcajada estruendosa. - Venga ya, estás de coña. - Le dijo a Alice, pero sin dejar de reír. Las otras dos le estaban coreando, sobre todo Donna. - Parece que la presidenta de tu club de fans quiere atenciones especiales, O'Donnell. - A ver a ver a ver a ver, pausa. - Pidió a todos los presentes con gestos de las manos, que de repente se habían vuelto todos muy risueños. Se giró a Alice. - Pero recuerdo perfectamente de esa explicación que André dijo que ahí no había atracción, ni nada mínimamente real. Era solo... Idealizado. Lo dicho, lo que yo tenía con la Prefecta Harmond. - Y dale con la Prefecta Harmond. A ver, escuchadme todas: no le creáis. - Saltó Sean, adoptando una mejor postura en el sillón para que todas las presentes le escucharan. - Este que está aquí es el que ha compartido dormitorio con él siete años, y a este le ponía la prefecta, aquí tan bien puesto que se pone ahora. - ¿¿Perdón?? ¡Eso es mentira! - Señaló a las tres chicas con los ojos muy abiertos. - ¡Es mentira, no le creáis! - Todas las noches tenía un discursito distinto. "Oh, Anne nos ha hecho un tour por el laboratorio de Alquimia. Cómo se concentra para medir, cómo coloca los precios, cómo explica las cosas. Y cuando toca las piedras... Qué elegancia..." - Punto uno: yo no tengo esa voz de idiota. - Discrepo, pero bueno. Dejémoslo en que con once años la tenías. - Y punto dos: lo mío era admiración pura y dura. - Sí, sobre todo dura. - Contestó Sean, arrancando las risas de sus amigas. Marcus arrugó la nariz con desprecio, negando. - Qué soez. Es que no sabes nada de la vida, de verdad. A las pruebas me remito: yo admiraba a mis prefectos porque eran mi ejemplo a seguir, y aquí estoy, promulgando las normas y practicando alquimia con la misma elegancia que yo veía en la... - Sean interrumpió su discurso con una sonora pedorreta. Marcus rodó los ojos. - Ya, muy maduro. - Lo que había que aguantar.
Mientras miraba a Sean con inquina, Hillary volvió a ponerse ella solita en la palestra. No pudo ni atender a provocarla porque casi se derrite con el comentario de Alice, de hecho se apoyó totalmente en el sofá como si fuera un muñeco de cera derretido, mirándola. - ¿De verdad? Es todo lo que llevo deseando oír siete años. - En el fondo sabía que no era verdad, pero le había hecho tanta ilusión escucharlo que casi llora. Pero una Alice portándose bien... Ni tres días le daba. Aunque le pesara, aunque de cara a la galería dijera que no... A él le gustaba así. Su Alice traviesa era la que había conquistado su corazón de prefecto.
Recibió el besito en la mejilla, pero de verdad que ahora tenía una preocupación más acuciante que ver si Alice empezaba a dar ejemplo como consorte de prefecto o no. Volvió a mirar de reojo a Beverly, que no había cambiado su postura enfadada, y su expresión se tornó culpable ante la confirmación de Alice. Pero, ¿cómo había pasado eso? ¡Él no quería enamorar a nadie, solo ser amable! Abrió mucho los ojos. - ¿Cómo va a ser eso? - ¿Una oportunidad con él? ¡Pero si era una niña! Aunque a Alice, al parecer, le hacía mucha gracia. Escuchó atentamente sus comentarios comprensivos y su propuesta, mirándola como si ahora fuera él quien tenía doce años y necesitara que le dijeran qué tenía que hacer.
Suspiró e hizo una muequecita con los labios. Finalmente, asintió. - Tienes razón. - Miró a su novia y sus ojos se llenaron de cariño otra vez. Es que... No lo podía ni definir. Sonrió. - Esa corona se te queda pequeña. - Le dijo mirándola. Justo después, le dio un piquito en sus labios. - Eres la mejor novia del mundo. - Le dio otro piquito. - Te quiero. - Y otro más, de despedida. - Ahora vengo. - Y se levantó, dispuesto a hacer lo que tenía que hacer. Pero Sean tuvo a bien dar un comentario de los suyos otra vez. - Te recuerdo que la poligamia está prohibida en Inglaterra, O'Donnell. - Tú sigue teniéndome envidia. - Contestó, para ahorrarse el gesto ordinario porque él tenía demasiada clase para eso, y se dirigió hasta la chica.
Mientras se acercaba vio como esta le detectaba, ponía una leve mirada nerviosa y se giraba un poco para pasar de estar de frente a estar de canto a él, haciendo como que leía el libro que tenía delante pero sin descruzar los brazos. Aquello le daba ternura infinita. Por favor, si ni siquiera le llegaban los pies al suelo todavía... - Hola Bev. ¿Problemas con el estudio? - Comentó sonriente, sentándose en una silla junto a ella. Ella se encogió de un hombro con dignidad, pero sin descruzarse de brazos. - No. Voy bien. Es Encantamientos, es muy fácil. - Marcus asintió, aguantándose la sonrisilla. - Me encanta Encantamientos, era mi asignatura favorita cuando tenía tu edad. - La niña ni contestó, ni le miró, ni cambió la postura. Marcus se mojó los labios. - Y si no es por el estudio... ¿Por qué parece que estás un poquito enfurruñada? - La chica hizo un mohín digno y sarcástico, encogiéndose un poquito de nuevo. - Pregúntale a tu princesa, que sabe de todo. - Wow, pensó, sin poder evitar abrir los ojos. Pues... Sí que estaba pillada por él esa niña. Se mojó los labios de nuevo y se frotó un poquito la cara, pensando a ver cómo lidiaba con aquello. Quién le iba a decir a él que le iba a romper el corazón a una niña de segundo... Desde luego que aún le quedaban sorpresas por vivir en ese castillo.
Pero el temita no había acabado ni mucho menos. Y con lo siguiente sí que esbozó una expresión de sorpresa total. - ¿Cómo? - Sean soltó una carcajada estruendosa. - Venga ya, estás de coña. - Le dijo a Alice, pero sin dejar de reír. Las otras dos le estaban coreando, sobre todo Donna. - Parece que la presidenta de tu club de fans quiere atenciones especiales, O'Donnell. - A ver a ver a ver a ver, pausa. - Pidió a todos los presentes con gestos de las manos, que de repente se habían vuelto todos muy risueños. Se giró a Alice. - Pero recuerdo perfectamente de esa explicación que André dijo que ahí no había atracción, ni nada mínimamente real. Era solo... Idealizado. Lo dicho, lo que yo tenía con la Prefecta Harmond. - Y dale con la Prefecta Harmond. A ver, escuchadme todas: no le creáis. - Saltó Sean, adoptando una mejor postura en el sillón para que todas las presentes le escucharan. - Este que está aquí es el que ha compartido dormitorio con él siete años, y a este le ponía la prefecta, aquí tan bien puesto que se pone ahora. - ¿¿Perdón?? ¡Eso es mentira! - Señaló a las tres chicas con los ojos muy abiertos. - ¡Es mentira, no le creáis! - Todas las noches tenía un discursito distinto. "Oh, Anne nos ha hecho un tour por el laboratorio de Alquimia. Cómo se concentra para medir, cómo coloca los precios, cómo explica las cosas. Y cuando toca las piedras... Qué elegancia..." - Punto uno: yo no tengo esa voz de idiota. - Discrepo, pero bueno. Dejémoslo en que con once años la tenías. - Y punto dos: lo mío era admiración pura y dura. - Sí, sobre todo dura. - Contestó Sean, arrancando las risas de sus amigas. Marcus arrugó la nariz con desprecio, negando. - Qué soez. Es que no sabes nada de la vida, de verdad. A las pruebas me remito: yo admiraba a mis prefectos porque eran mi ejemplo a seguir, y aquí estoy, promulgando las normas y practicando alquimia con la misma elegancia que yo veía en la... - Sean interrumpió su discurso con una sonora pedorreta. Marcus rodó los ojos. - Ya, muy maduro. - Lo que había que aguantar.
Mientras miraba a Sean con inquina, Hillary volvió a ponerse ella solita en la palestra. No pudo ni atender a provocarla porque casi se derrite con el comentario de Alice, de hecho se apoyó totalmente en el sofá como si fuera un muñeco de cera derretido, mirándola. - ¿De verdad? Es todo lo que llevo deseando oír siete años. - En el fondo sabía que no era verdad, pero le había hecho tanta ilusión escucharlo que casi llora. Pero una Alice portándose bien... Ni tres días le daba. Aunque le pesara, aunque de cara a la galería dijera que no... A él le gustaba así. Su Alice traviesa era la que había conquistado su corazón de prefecto.
Recibió el besito en la mejilla, pero de verdad que ahora tenía una preocupación más acuciante que ver si Alice empezaba a dar ejemplo como consorte de prefecto o no. Volvió a mirar de reojo a Beverly, que no había cambiado su postura enfadada, y su expresión se tornó culpable ante la confirmación de Alice. Pero, ¿cómo había pasado eso? ¡Él no quería enamorar a nadie, solo ser amable! Abrió mucho los ojos. - ¿Cómo va a ser eso? - ¿Una oportunidad con él? ¡Pero si era una niña! Aunque a Alice, al parecer, le hacía mucha gracia. Escuchó atentamente sus comentarios comprensivos y su propuesta, mirándola como si ahora fuera él quien tenía doce años y necesitara que le dijeran qué tenía que hacer.
Suspiró e hizo una muequecita con los labios. Finalmente, asintió. - Tienes razón. - Miró a su novia y sus ojos se llenaron de cariño otra vez. Es que... No lo podía ni definir. Sonrió. - Esa corona se te queda pequeña. - Le dijo mirándola. Justo después, le dio un piquito en sus labios. - Eres la mejor novia del mundo. - Le dio otro piquito. - Te quiero. - Y otro más, de despedida. - Ahora vengo. - Y se levantó, dispuesto a hacer lo que tenía que hacer. Pero Sean tuvo a bien dar un comentario de los suyos otra vez. - Te recuerdo que la poligamia está prohibida en Inglaterra, O'Donnell. - Tú sigue teniéndome envidia. - Contestó, para ahorrarse el gesto ordinario porque él tenía demasiada clase para eso, y se dirigió hasta la chica.
Mientras se acercaba vio como esta le detectaba, ponía una leve mirada nerviosa y se giraba un poco para pasar de estar de frente a estar de canto a él, haciendo como que leía el libro que tenía delante pero sin descruzar los brazos. Aquello le daba ternura infinita. Por favor, si ni siquiera le llegaban los pies al suelo todavía... - Hola Bev. ¿Problemas con el estudio? - Comentó sonriente, sentándose en una silla junto a ella. Ella se encogió de un hombro con dignidad, pero sin descruzarse de brazos. - No. Voy bien. Es Encantamientos, es muy fácil. - Marcus asintió, aguantándose la sonrisilla. - Me encanta Encantamientos, era mi asignatura favorita cuando tenía tu edad. - La niña ni contestó, ni le miró, ni cambió la postura. Marcus se mojó los labios. - Y si no es por el estudio... ¿Por qué parece que estás un poquito enfurruñada? - La chica hizo un mohín digno y sarcástico, encogiéndose un poquito de nuevo. - Pregúntale a tu princesa, que sabe de todo. - Wow, pensó, sin poder evitar abrir los ojos. Pues... Sí que estaba pillada por él esa niña. Se mojó los labios de nuevo y se frotó un poquito la cara, pensando a ver cómo lidiaba con aquello. Quién le iba a decir a él que le iba a romper el corazón a una niña de segundo... Desde luego que aún le quedaban sorpresas por vivir en ese castillo.
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Marcus EN Sala común EL 18 de enero |
Rio a lo de las iniciales y puso una mirada tierna. – Ay, es verdad ¿Ves? Si es que era el destino. – Vio las intenciones de su amiga de echarle en cara la tontería que estaba diciendo, pero que se echó atrás en el último momento, porque no quería recibir más, obviamente. Estaba muy enternecida con los escandalizado que parecía Marcus pro lo de Beverly. De verdad, que, como siempre decía Hillary, si no venía en un libro, no se se enteraba. – Pues es lo normal, mi amor. Eres mayor, eres guapo, eres un referente... ¿Quién no se enamoraría de ti. – Yo. Paso de los prefectos. – Tú pasas de todo el mundo, Donna. No cuentas. El caso es que la pobre está pillada por ti. Y sí, lo digo en serio, estaba en la biblioteca, buscando un manual de Aritmancia y vino ella toda puesta a decirme "lo tiene Marcus y no quiere verte". Pero luego hablamos y al final acabó siendo maja conmigo. – Arrugó el gesto y miró hacia atrás brevemente. – Creo que me he cargado el buen rollo, no obstante. – Pero entonces Sean se puso a hablar de lo de la prefecta Harmond y Gal se tuvo que aguantar la risa super fuerte. Porque aquel discurso sonaba a Marcus cien por cien y Sean le imitaba muy bien. Pero se puso muy derecha y dijo. – Qué estupidez. Marcus no pensaba en esas cosas, te lo digo yo. – Hillary soltó una risa sarcástica. – Claro, tú lo sabes muy bien. – Pues sí señora, sí lo sé. Porque yo fui la primera en besarle, y te puedo asegurar que no se le había pasado por la cabeza ni hacerlo antes, por la cara que me puso. – Se inclinó con una sonrisa hacia él. – Pero ya luego me besó él a mí. – Y dejó un breve beso en sus labios. – Así que normal que el pobre piense que Beverly no piensa así de él. – Se giró y le sonrió. – Pero lo hace. –
Entornó los ojos y se perdió en su caricia, acercándose a su oído con la sonrisita dulce, pero cambiando el tono cuando susurró en su oído. – ¿Ves? Yo también sé que decirte, amado mío. – Y se separó con una risita y un poco colorada. – Ah, genial, ahora se dicen guarrerías con nosotros delante. – Que no son guarrerías, petarda. – Dijo tirándole un cojín a Hillary. Se centró en todas aquellas alabanzas de Marcus, sintiéndose demasiado afortunada de que le dijera todo eso. – Y tú el mejor novio. – Se tocó la corona. – Ya me harás una acorde con alquimia. Nada me gustaría más que tener otro tesorito como este. – Dijo levantando la mano y moviendo la pulsera. Se dejó caer en el sofá para dejarle levantarse otra vez, y dejó escapar un poco más de la risa con lo de la poligamia.
– Ya puedes dejar de fingir. – Le dijo Hillary cruzándose de brazos y con sonrisita de enterada. – ¿Fingir qué? – Su amiga señaló con el dedo a su alrededor. – Todo esto. No te pega ni con cola, Gal. Tienes que estar haciéndolo por Marcus. – Ella se encogió de hombros. – Si te refieres a que lo hago porque estoy con él, pues sí, pero no estoy fingiendo nada. – Sean se rio y negó con la cabeza. – Pues es que estás perdiendo la cabeza, tía. Porque vamos... Tú, con una corona de juguete, haciéndole y diciéndole esas bobadas a Marcus... – Se sentó más recta y les miró muy seria. – Sí, es una corona de juguete ¿y qué? ¿Tenéis idea de lo que es pasar tantos años acumulando recuerdos, cosas que son solo nuestras, que no podíamos expresar? Para vosotros será una corona, y os hará mucha gracia, pero para nosotros es poder por fin sacar, tal y como queremos, cosas que llevamos guardando y ocultando la mitad de nuestra vida. Por fin podemos ser felices. Y no sé por qué eso no iba a pegar conmigo. – Vaya, a ver si es que ahora no tenía ella derecho a ser feliz. Sus amigos se quedaron callados, hasta que Hillary, que lo del silencio lo llevaba malamente, saltó. – Bueno, claro, explicado así tiene más sentido. Es que el trasfondo se pierde un poco con tanta tontería. – Gal se encogió de hombros y abrió mucho los ojos. – Ya, pues la próxima vez párate a pensarlo antes de meterte con nosotros. Y para que lo sepáis, a mí lo que me pega es Marcus. Haga lo que haga. Si hacemos le tonto con una corona, si estamos estudiando Aritmancia o comiendo patatas. - Sean levantó las manos y dijo. – Que vale, que vale, perdona. – Se cruzó de brazos y se reclinó sobre el sofá. Ahora estaba mosqueada con sus amigos, la verdad. Bastantes inseguridades tenía ella desde siempre, como para que ahora le salieran con esas. – Voy a ver qué tal le va con la niña. – Dijo secamente mientras se levantaba. – Pero, Gal, no te enfades... – Empezó Hillary, pero ahora la verdad es que pasaba de hablar con ella.
Se acercó a donde estaban Marcus y Beverly, sentándose al otro lado de la niña con una sonrisa amable. – ¿Estás enfadada conmigo? – Preguntó nada más llegar. La niña se estiró un poco más en su asiento. – No me dijiste que tenías planes de ser la novia de Marcus cuando te pillé espiándole en la biblioteca. – Cruzó una mirada con su novio y media sonrisita, porque no le había contado el episodio aquel al completo. – Es que en ese momento pensé que no podría serlo nunca ¿sabes? – Sí, ya se ve. – Contestó Beverly airada. – ¿Te acuerdas lo que te conté de mi prefecto? El prefecto Graves me dio muchas cosas, aunque nunca fuera mi novio. – Ella niña ladeó la cabeza, aún en su indignación. – Y Marcus te aprecia un montón. Eres su alumna favorita de Ravenclaw? ¿A que sí? – No tienes por qué mentirme, no soy una cría. – Ya sé que no, pero es verdad ¿a que sí? – Dijo mirándole. Casi se le escapa un "mi amor" pero no quería enfadar más a la niña.
Entornó los ojos y se perdió en su caricia, acercándose a su oído con la sonrisita dulce, pero cambiando el tono cuando susurró en su oído. – ¿Ves? Yo también sé que decirte, amado mío. – Y se separó con una risita y un poco colorada. – Ah, genial, ahora se dicen guarrerías con nosotros delante. – Que no son guarrerías, petarda. – Dijo tirándole un cojín a Hillary. Se centró en todas aquellas alabanzas de Marcus, sintiéndose demasiado afortunada de que le dijera todo eso. – Y tú el mejor novio. – Se tocó la corona. – Ya me harás una acorde con alquimia. Nada me gustaría más que tener otro tesorito como este. – Dijo levantando la mano y moviendo la pulsera. Se dejó caer en el sofá para dejarle levantarse otra vez, y dejó escapar un poco más de la risa con lo de la poligamia.
– Ya puedes dejar de fingir. – Le dijo Hillary cruzándose de brazos y con sonrisita de enterada. – ¿Fingir qué? – Su amiga señaló con el dedo a su alrededor. – Todo esto. No te pega ni con cola, Gal. Tienes que estar haciéndolo por Marcus. – Ella se encogió de hombros. – Si te refieres a que lo hago porque estoy con él, pues sí, pero no estoy fingiendo nada. – Sean se rio y negó con la cabeza. – Pues es que estás perdiendo la cabeza, tía. Porque vamos... Tú, con una corona de juguete, haciéndole y diciéndole esas bobadas a Marcus... – Se sentó más recta y les miró muy seria. – Sí, es una corona de juguete ¿y qué? ¿Tenéis idea de lo que es pasar tantos años acumulando recuerdos, cosas que son solo nuestras, que no podíamos expresar? Para vosotros será una corona, y os hará mucha gracia, pero para nosotros es poder por fin sacar, tal y como queremos, cosas que llevamos guardando y ocultando la mitad de nuestra vida. Por fin podemos ser felices. Y no sé por qué eso no iba a pegar conmigo. – Vaya, a ver si es que ahora no tenía ella derecho a ser feliz. Sus amigos se quedaron callados, hasta que Hillary, que lo del silencio lo llevaba malamente, saltó. – Bueno, claro, explicado así tiene más sentido. Es que el trasfondo se pierde un poco con tanta tontería. – Gal se encogió de hombros y abrió mucho los ojos. – Ya, pues la próxima vez párate a pensarlo antes de meterte con nosotros. Y para que lo sepáis, a mí lo que me pega es Marcus. Haga lo que haga. Si hacemos le tonto con una corona, si estamos estudiando Aritmancia o comiendo patatas. - Sean levantó las manos y dijo. – Que vale, que vale, perdona. – Se cruzó de brazos y se reclinó sobre el sofá. Ahora estaba mosqueada con sus amigos, la verdad. Bastantes inseguridades tenía ella desde siempre, como para que ahora le salieran con esas. – Voy a ver qué tal le va con la niña. – Dijo secamente mientras se levantaba. – Pero, Gal, no te enfades... – Empezó Hillary, pero ahora la verdad es que pasaba de hablar con ella.
Se acercó a donde estaban Marcus y Beverly, sentándose al otro lado de la niña con una sonrisa amable. – ¿Estás enfadada conmigo? – Preguntó nada más llegar. La niña se estiró un poco más en su asiento. – No me dijiste que tenías planes de ser la novia de Marcus cuando te pillé espiándole en la biblioteca. – Cruzó una mirada con su novio y media sonrisita, porque no le había contado el episodio aquel al completo. – Es que en ese momento pensé que no podría serlo nunca ¿sabes? – Sí, ya se ve. – Contestó Beverly airada. – ¿Te acuerdas lo que te conté de mi prefecto? El prefecto Graves me dio muchas cosas, aunque nunca fuera mi novio. – Ella niña ladeó la cabeza, aún en su indignación. – Y Marcus te aprecia un montón. Eres su alumna favorita de Ravenclaw? ¿A que sí? – No tienes por qué mentirme, no soy una cría. – Ya sé que no, pero es verdad ¿a que sí? – Dijo mirándole. Casi se le escapa un "mi amor" pero no quería enfadar más a la niña.
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- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Alice EN Sala común EL 18 de enero |
Alice le conocía demasiado bien: ni se le había pasado por la cabeza que Beverly pensara así de él. Marcus era un poquito fanfarrón y le gustaba chulear, pero era todo de cara a la galería. En su interior, era bastante inocente para esas cosas, y tendía a pensar (erróneamente) que todo el mundo pensaba y sentía como él, y tenía sus mismas intenciones. Ya se había llevado más de un chasco, o más de una sorpresa, como era el caso.
Si hubieran sido solo habladurías de sus amigos, no se lo habría creído, solo se habría rallado durante un tiempo como hacía siempre y poco más. Pero Alice no iba a decirle algo en lo que ella no creyera ni a preocuparle tontamente. Y ahora que tenía a una Beverly ofendida delante, empezaba a pensar que todos tenían razón en lo de que la niña se había pillado de él. Y lo cierto es que llevaba hablando con ella literalmente desde el primer día, porque nada más ser seleccionada a su casa se pegó a él, y el segundo día, en plena fiesta de bienvenida, tuvo el arrojo de meterse en un grupo de mayores solo para hablarle. Había que reconocerle el mérito, él no estaba tan pillado por la Prefecta Harmond y, aún así, se ponía nerviosito cada vez que le decía cualquier tontería.
- Ey, Bev. - La llamó con dulzura, ladeando una sonrisita. Pero la niña seguía enfurruñada y haciendo que le ignoraba. - Mírame, anda. - Insistió tiernamente. Beverly le miró, sí, pero de reojo y con el ceño fruncido. Marcus intentó poner una expresión lo más comprensiva posible, pero sin que sonara demasiado condescendiente. - ¿Estás enfadada conmigo? - La niña hizo una caída digna de ojos, como si le mirara de arriba a abajo, y volvió a apartar la vista. - No. - Contestó secamente. Marcus ladeó la cabeza. - Pues... Lo parece. - La otra frunció un poquito más el ceño. - Y... ¿Hay algo que pueda hacer porque estés menos enfadada? - La niña volvió a mirarle de reojo, sin desfruncir el ceño ni descruzar los brazos. Se lo pensó un par de segundos, y al final contestó. - En verdad... Estoy preocupada por ti. - Marcus arqueó una ceja, intentando mantenerse lo más neutro posible, como si no supiera nada de aquello de lo que acababa de enterarse. - Ah, ¿sí? ¿Y eso? - La niña frunció los labios, pensándoselo un par de segundos de nuevo, y al fin descruzó los brazos y se giró para mirarle de frente. - El año pasado Alice estaba todo el día con un chico de Hufflepuff. Y el otro día volví a verla con él. Y estaban los dos solos. Y quería llevarse tu libro en la biblioteca... - La niña retiró la mirada con cierta culpabilidad. - Bueno, eso último no es muy verdad... Pero se enfadó porque tú lo tenías. Y dijo que no estaríais juntos nunca. - Marcus la miraba enternecido, aunque intentaba que no se le notara. A él le daba mucha rabia cuando, de pequeño, los mayores le miraban como si fuera muy mono cuando estaba enfadado... Pero es que esa niña era muy mona, ciertamente.
La niña pareció haber hecho sentencia suficiente con aquello, y se quedó con las manos apoyadas en el borde de la silla, moviendo los pies alternativamente y mirando a otra parte. Marcus respiró hondo. - ¿Por qué me cuentas esto, Bev? - Le miró con los ojos entornados. - ¿Y si tú la quieres a ella más que ella a ti? ¿Lo habías pensado? - Respiró hondo y, con una expresión pensativa, se acercó un poco más a ella. - Si te soy sincero... Durante mucho tiempo, sí. - Apoyó el antebrazo en la mesa, con una sonrisa leve. - De hecho, por eso nos peleamos. Por no hablar bien las cosas, y no decirnos lo que sentíamos. Los dos pensábamos que el otro no le quería. Y los dos nos estábamos equivocando. - Se acercó un poco a ella. - ¿Te gustan las novelas, Bev? - La niña asintió. - ¿Y las historias románticas? - Ella movió la cabeza de un lado a otro, pensativa. - No todas. Algunas son muy ñoñas. - Eso le hizo reír con sinceridad, y al reírse la niña sonrió. Él la señaló con un gestito triunfal. - ¡Eh! ¡Has sonreído! Eso es bueno. - O no, porque tan pronto se lo dijo, la niña frunció el ceño otra vez. Vale, captado, no estaba de humor. - Entonces quizás no te guste nuestra historia, porque es de las ñoñas. - Beverly volvió a encogerse de un hombro con un gestito digno. - Pues no, seguro que no me gusta. - Tuvo que volver a fruncir los labios para no reírse.
Respiró hondo y se acercó a ella, comprensivo. - Bev, eres una chica súper lista, de las más listas del castillo, y te tengo mucho cariño. - La niña le miró de soslayo, con el nivel de hostilidad ligeramente más rebajado. - ¿Tú me tienes cariño a mí? - Se le sonrosaron las mejillas. Por favor, qué cosa más mona, pensó, pero se controló de que se le notara. Al cabo de un par de segundos, asintió lentamente. - Pues... Yo conocí a Alice porque nos pusieron juntos en la misma barca en primero, y llevo enamorado de ella desde ese día. Y ella de mí. - Se encogió de hombros. - He tenido mucha suerte, ¿sabes? Y hemos vivido muchas cosas juntos, muchas cosas muy buenas y algunos momentos tristes. - La niña le estaba mirando muy atenta y serena. - Y cuando estoy con ella, soy muy feliz. ¿Tú quieres que yo sea feliz? - La niña volvió a asentir, pero había bajado la mirada. Empezaba a asomarle un pucherito. Por favor no vayas a llorar, pensó, pero de nuevo disimuló la expresión. Pero como Beverly le llorara, se iba a morir de pena.
Pareció contenerse, sin embargo, porque cuando apareció Alice en escena Beverly volvió a adoptar una pose digna. Pues sí que estaba picada. Marcus miró a su novia como si quisiera pedirle un poco de ayuda con los ojos, pero igualmente Alice ya venía en disposición de ayudar. Cruzaron miradas ante la primera contestación de la niña, y de nuevo Marcus tuvo que fruncir los labios para evitar una sonrisa. Pero Alice iba por una muy buena ruta, y él se apresuró en confirmar todo lo que ella decía. - ¡Por supuesto que sí! Sin ninguna duda. Lo digo ante cualquiera que me lo pregunte. - De nuevo parecía haber rebajado la hostilidad y le miraba de soslayo. - De hecho, ¿sabes qué? ¿Te acuerdas de tu segundo día en Hogwarts, cuando hablamos los dos solos por primera vez? - La niña asintió enérgicamente. - Pues te voy a confesar una cosa... Creo que una de esas chicas que estaban allí quería ligar conmigo. Y en vez de hablar con ella, me puse a hablar contigo. ¿Sabes por qué? Porque me pareciste mucho más interesante. - La niña abrió los ojos, los cuales se le habían iluminado. - ¿De verdad? - Te lo prometo. ¿A que sí, Alice? - Le preguntó a la chica. Lo cierto es que no recordaba si se lo había dicho en el momento, pero igualmente su novia sabría captar que necesitaba como el agua que le siguiera la corriente con aquello. - Y esa chica se enfadó un poquito, creo. - Dijo con una risilla, lo que hizo reírse a la niña también. Se encogió de hombros. - Pero me da igual. Porque igualmente no pensaba ligar con ella, y gracias a esa decisión, te conocí a ti. - Le revolvió un poco el pelo y la niña sonrió con un sonrojo.
Pero a Beverly aún le quedaba algo con lo que no parecía muy conforme. - ¿Y qué pasa con el chico ese de Hufflepuff? - Preguntó, mirando a Alice de reojo. Marcus rio en silencio, con los labios cerrados. - Solo es un amigo, Bev. Después de tantos años aquí, tenemos muchos amigos. - Pero pasan mucho tiempo juntos. - Marcus se encogió de hombros. - Porque a los dos les gusta mucho la Herbología y hablan de plantas. Se puede tener novio y amigos, de hecho es lo mejor. - Señaló el libro de la niña. - Nosotros podemos hablar de Encantamientos, que a los dos nos gustan. - La chica abrió los ojos con ilusión. - ¿Me consideras tu amiga? - Marcus hizo una expresión de obviedad. - ¡Pues claro! - Eso la hizo sonreír. Bien, iba por buen camino por ahí.
- Entonces... ¿Estás enfadada conmigo? - La niña le miró con media sonrisa y negó con la cabeza. Marcus señaló a su novia con un gestito. - ¿Y con ella? - Beverly miró a Alice de reojo y, con más dificultad que a la pregunta anterior, negó lentamente con la cabeza. Tan pronto lo hizo empezó a balancear los pies de nuevo. Ya iba conociendo los gestitos de Beverly, que habitualmente rebosaba altanería. Cuando hacía eso de mover los pies, era porque estaba triste y no quería que se le notara. Marcus desvió la mirada a Alice, mordiéndose un poco el labio. Ayuda. Parecía querer decir. De verdad que le daba mucha penita de la niña, pero se empezaba a quedar sin cosas que decirle.
Si hubieran sido solo habladurías de sus amigos, no se lo habría creído, solo se habría rallado durante un tiempo como hacía siempre y poco más. Pero Alice no iba a decirle algo en lo que ella no creyera ni a preocuparle tontamente. Y ahora que tenía a una Beverly ofendida delante, empezaba a pensar que todos tenían razón en lo de que la niña se había pillado de él. Y lo cierto es que llevaba hablando con ella literalmente desde el primer día, porque nada más ser seleccionada a su casa se pegó a él, y el segundo día, en plena fiesta de bienvenida, tuvo el arrojo de meterse en un grupo de mayores solo para hablarle. Había que reconocerle el mérito, él no estaba tan pillado por la Prefecta Harmond y, aún así, se ponía nerviosito cada vez que le decía cualquier tontería.
- Ey, Bev. - La llamó con dulzura, ladeando una sonrisita. Pero la niña seguía enfurruñada y haciendo que le ignoraba. - Mírame, anda. - Insistió tiernamente. Beverly le miró, sí, pero de reojo y con el ceño fruncido. Marcus intentó poner una expresión lo más comprensiva posible, pero sin que sonara demasiado condescendiente. - ¿Estás enfadada conmigo? - La niña hizo una caída digna de ojos, como si le mirara de arriba a abajo, y volvió a apartar la vista. - No. - Contestó secamente. Marcus ladeó la cabeza. - Pues... Lo parece. - La otra frunció un poquito más el ceño. - Y... ¿Hay algo que pueda hacer porque estés menos enfadada? - La niña volvió a mirarle de reojo, sin desfruncir el ceño ni descruzar los brazos. Se lo pensó un par de segundos, y al final contestó. - En verdad... Estoy preocupada por ti. - Marcus arqueó una ceja, intentando mantenerse lo más neutro posible, como si no supiera nada de aquello de lo que acababa de enterarse. - Ah, ¿sí? ¿Y eso? - La niña frunció los labios, pensándoselo un par de segundos de nuevo, y al fin descruzó los brazos y se giró para mirarle de frente. - El año pasado Alice estaba todo el día con un chico de Hufflepuff. Y el otro día volví a verla con él. Y estaban los dos solos. Y quería llevarse tu libro en la biblioteca... - La niña retiró la mirada con cierta culpabilidad. - Bueno, eso último no es muy verdad... Pero se enfadó porque tú lo tenías. Y dijo que no estaríais juntos nunca. - Marcus la miraba enternecido, aunque intentaba que no se le notara. A él le daba mucha rabia cuando, de pequeño, los mayores le miraban como si fuera muy mono cuando estaba enfadado... Pero es que esa niña era muy mona, ciertamente.
La niña pareció haber hecho sentencia suficiente con aquello, y se quedó con las manos apoyadas en el borde de la silla, moviendo los pies alternativamente y mirando a otra parte. Marcus respiró hondo. - ¿Por qué me cuentas esto, Bev? - Le miró con los ojos entornados. - ¿Y si tú la quieres a ella más que ella a ti? ¿Lo habías pensado? - Respiró hondo y, con una expresión pensativa, se acercó un poco más a ella. - Si te soy sincero... Durante mucho tiempo, sí. - Apoyó el antebrazo en la mesa, con una sonrisa leve. - De hecho, por eso nos peleamos. Por no hablar bien las cosas, y no decirnos lo que sentíamos. Los dos pensábamos que el otro no le quería. Y los dos nos estábamos equivocando. - Se acercó un poco a ella. - ¿Te gustan las novelas, Bev? - La niña asintió. - ¿Y las historias románticas? - Ella movió la cabeza de un lado a otro, pensativa. - No todas. Algunas son muy ñoñas. - Eso le hizo reír con sinceridad, y al reírse la niña sonrió. Él la señaló con un gestito triunfal. - ¡Eh! ¡Has sonreído! Eso es bueno. - O no, porque tan pronto se lo dijo, la niña frunció el ceño otra vez. Vale, captado, no estaba de humor. - Entonces quizás no te guste nuestra historia, porque es de las ñoñas. - Beverly volvió a encogerse de un hombro con un gestito digno. - Pues no, seguro que no me gusta. - Tuvo que volver a fruncir los labios para no reírse.
Respiró hondo y se acercó a ella, comprensivo. - Bev, eres una chica súper lista, de las más listas del castillo, y te tengo mucho cariño. - La niña le miró de soslayo, con el nivel de hostilidad ligeramente más rebajado. - ¿Tú me tienes cariño a mí? - Se le sonrosaron las mejillas. Por favor, qué cosa más mona, pensó, pero se controló de que se le notara. Al cabo de un par de segundos, asintió lentamente. - Pues... Yo conocí a Alice porque nos pusieron juntos en la misma barca en primero, y llevo enamorado de ella desde ese día. Y ella de mí. - Se encogió de hombros. - He tenido mucha suerte, ¿sabes? Y hemos vivido muchas cosas juntos, muchas cosas muy buenas y algunos momentos tristes. - La niña le estaba mirando muy atenta y serena. - Y cuando estoy con ella, soy muy feliz. ¿Tú quieres que yo sea feliz? - La niña volvió a asentir, pero había bajado la mirada. Empezaba a asomarle un pucherito. Por favor no vayas a llorar, pensó, pero de nuevo disimuló la expresión. Pero como Beverly le llorara, se iba a morir de pena.
Pareció contenerse, sin embargo, porque cuando apareció Alice en escena Beverly volvió a adoptar una pose digna. Pues sí que estaba picada. Marcus miró a su novia como si quisiera pedirle un poco de ayuda con los ojos, pero igualmente Alice ya venía en disposición de ayudar. Cruzaron miradas ante la primera contestación de la niña, y de nuevo Marcus tuvo que fruncir los labios para evitar una sonrisa. Pero Alice iba por una muy buena ruta, y él se apresuró en confirmar todo lo que ella decía. - ¡Por supuesto que sí! Sin ninguna duda. Lo digo ante cualquiera que me lo pregunte. - De nuevo parecía haber rebajado la hostilidad y le miraba de soslayo. - De hecho, ¿sabes qué? ¿Te acuerdas de tu segundo día en Hogwarts, cuando hablamos los dos solos por primera vez? - La niña asintió enérgicamente. - Pues te voy a confesar una cosa... Creo que una de esas chicas que estaban allí quería ligar conmigo. Y en vez de hablar con ella, me puse a hablar contigo. ¿Sabes por qué? Porque me pareciste mucho más interesante. - La niña abrió los ojos, los cuales se le habían iluminado. - ¿De verdad? - Te lo prometo. ¿A que sí, Alice? - Le preguntó a la chica. Lo cierto es que no recordaba si se lo había dicho en el momento, pero igualmente su novia sabría captar que necesitaba como el agua que le siguiera la corriente con aquello. - Y esa chica se enfadó un poquito, creo. - Dijo con una risilla, lo que hizo reírse a la niña también. Se encogió de hombros. - Pero me da igual. Porque igualmente no pensaba ligar con ella, y gracias a esa decisión, te conocí a ti. - Le revolvió un poco el pelo y la niña sonrió con un sonrojo.
Pero a Beverly aún le quedaba algo con lo que no parecía muy conforme. - ¿Y qué pasa con el chico ese de Hufflepuff? - Preguntó, mirando a Alice de reojo. Marcus rio en silencio, con los labios cerrados. - Solo es un amigo, Bev. Después de tantos años aquí, tenemos muchos amigos. - Pero pasan mucho tiempo juntos. - Marcus se encogió de hombros. - Porque a los dos les gusta mucho la Herbología y hablan de plantas. Se puede tener novio y amigos, de hecho es lo mejor. - Señaló el libro de la niña. - Nosotros podemos hablar de Encantamientos, que a los dos nos gustan. - La chica abrió los ojos con ilusión. - ¿Me consideras tu amiga? - Marcus hizo una expresión de obviedad. - ¡Pues claro! - Eso la hizo sonreír. Bien, iba por buen camino por ahí.
- Entonces... ¿Estás enfadada conmigo? - La niña le miró con media sonrisa y negó con la cabeza. Marcus señaló a su novia con un gestito. - ¿Y con ella? - Beverly miró a Alice de reojo y, con más dificultad que a la pregunta anterior, negó lentamente con la cabeza. Tan pronto lo hizo empezó a balancear los pies de nuevo. Ya iba conociendo los gestitos de Beverly, que habitualmente rebosaba altanería. Cuando hacía eso de mover los pies, era porque estaba triste y no quería que se le notara. Marcus desvió la mirada a Alice, mordiéndose un poco el labio. Ayuda. Parecía querer decir. De verdad que le daba mucha penita de la niña, pero se empezaba a quedar sin cosas que decirle.
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Marcus EN Sala común EL 18 de enero |
Vamos, no hacía falta ser adivino para saber que ahí el ambiente se podía cortar con cuchillos. Beverly era orgullo puro con patas, y no iba a ceder tan fácilmente a las galanterías de Marcus, ni a sus truquitos de palabrería y colegueo que funcionaban con Dylan y Olive. Pero sonrió y señaló a Marcus, como si fuera evidente lo que acababa de decir. – Todo verdad. Es más, ese día estaba como loco por quitarse a Cassey Roshan de encima, pero contigo estaba súper contento. Porque eres muy Ravenclaw, como nosotros. – Hizo una pedorreta y entornó los ojos. – ¿Un poquito? Estaba mosqueadísima, porque Marcus habla con todo el mundo ¿verdad? – Beverly asintió. – Pero no entabla una conversación ni le presta atención a cualquiera. Y a ti te la presta. Y de Cassey Roshan pasó tres kilos. – Es que es muy desagradable. – Añadió con retintín. – Sí que lo es, conmigo también. – Confirmó ella asintiendo. – Pero eso es por pura envidia. Porque ella no tiene nuestra inteligencia, y no tiene la atención de Marcus. Nosotras sí. – Beverly la miró evaluando las implicaciones de lo que decía. – Es solo que no todas las atenciones son iguales. – Dijo alzando una ceja pero sin perder la sonrisa.
Y de repente preguntó por Theo. O eso creía, por el tonito y el cariz de la pregunta. – ¿Theo? – Pero ya contestó Marcus por ella. Ay, ¿podía querer más a ese chico? Decía unas cosas tan bonitas, tan tranquilizaras para Beverly y con un mensaje tan positivo. Si es que era perfecto. Y no se había dado cuenta, pero se había quedado mirándole como una idiota, callada, transmitiendo solo adoración. Se recompuso y dijo. – Pues ya te lo ha dicho Marcus. Theo es amigo mío, y es muy buen chico, pero, para que veas: él fue una de las personas que me dijo que debía buscar a Marcus y confesarle lo que sentía y me dijo que estaba hecha para él. – Dijo, notando como la voz se le enternecía por completo, alzando los ojos para encontrar los de Marcus. – Pero, efectivamente, se pueden tener novios y amigos, cada uno en su categoría. Y eso no hace que quieras más a unos a los otros. Son tipos distintos de cariño. – La niña hizo un ruidito que parecía indignación, pero ya entró Marcus a la salvación, diciendo que la consideraba su amiga.
Al menos ya habían conseguido que no estuviera enfadada con ellos, pero coincidía con la mirada de socorro de Marcus, se la veía triste. – ¿Pero estás triste? – Le preguntó abiertamente. La niña se encogió de hombros. – Es que ningún chico es como Marcus. – Eso la hizo reír un poco. – Eso pensaba yo del prefecto Graves. Y fíjate, tenía a Marcus al lado. Y desde siempre sentáis cosas que entonces no sabía que eran amor... Pero me di cuenta mucho después. Igual te pasa eso. – Beverly se apoyó sobre sus manos. – A mí no me sentaron con nadie especial en las barcas. – Gal ladeó la sonrisa. – No todas las historias empiezan igual. Te lo digo yo que me sé muchas. Si no, qué aburrimiento. – Dirigió la mirada al grupo donde estaba antes, y detectó a Benjamin mirándoles desde allí, pero fingiendo que no lo hacía. Amplió un poco más la sonrisa. – ¿Te acuerdas lo que te dije en la biblioteca? – Y se señaló la sien, haciéndola recordar que le había dicho que los chicos eran muy tontos a su edad. – Y mientras los chicos crecen... Puedes contar con nosotros, con los dos. – Se agachó un poco a su oído. – Y puedes ir diciendo que eres la alumna favorita del prefecto O'Donnell. – ¿Tú lo eras del prefecto Graves? – Mientras la niña preguntaba, Gal se había ido quitando la corona y se la estaba pasando a Marcus por la espalda de la chica. – Creo que no, porque me metía en muchos líos. – Se rio un poco. – Pero puedo presumir que una vez me llevó en brazos a la enfermería. – Beverly la miró entre extrañada y aguantándose la risa. – Sí, puedes reírte, no veas si me metía en problemas. – Yo nunca me meto en líos. – Levantó los ojos por encima de la niña, que la estaba mirando, para hacerle un gesto a Marcus par que le pusiera la corona, y luego volvió a enfocarla. – Claro. Y por eso vas a ser la alumna favorita del prefecto O'Donnell siempre, aunque yo sea su novia. – Y le guiñó un ojo. – La princesa de Ravenclaw, que Marcus es el rey, y es el único que puede coronar a una princesa. –
Y de repente preguntó por Theo. O eso creía, por el tonito y el cariz de la pregunta. – ¿Theo? – Pero ya contestó Marcus por ella. Ay, ¿podía querer más a ese chico? Decía unas cosas tan bonitas, tan tranquilizaras para Beverly y con un mensaje tan positivo. Si es que era perfecto. Y no se había dado cuenta, pero se había quedado mirándole como una idiota, callada, transmitiendo solo adoración. Se recompuso y dijo. – Pues ya te lo ha dicho Marcus. Theo es amigo mío, y es muy buen chico, pero, para que veas: él fue una de las personas que me dijo que debía buscar a Marcus y confesarle lo que sentía y me dijo que estaba hecha para él. – Dijo, notando como la voz se le enternecía por completo, alzando los ojos para encontrar los de Marcus. – Pero, efectivamente, se pueden tener novios y amigos, cada uno en su categoría. Y eso no hace que quieras más a unos a los otros. Son tipos distintos de cariño. – La niña hizo un ruidito que parecía indignación, pero ya entró Marcus a la salvación, diciendo que la consideraba su amiga.
Al menos ya habían conseguido que no estuviera enfadada con ellos, pero coincidía con la mirada de socorro de Marcus, se la veía triste. – ¿Pero estás triste? – Le preguntó abiertamente. La niña se encogió de hombros. – Es que ningún chico es como Marcus. – Eso la hizo reír un poco. – Eso pensaba yo del prefecto Graves. Y fíjate, tenía a Marcus al lado. Y desde siempre sentáis cosas que entonces no sabía que eran amor... Pero me di cuenta mucho después. Igual te pasa eso. – Beverly se apoyó sobre sus manos. – A mí no me sentaron con nadie especial en las barcas. – Gal ladeó la sonrisa. – No todas las historias empiezan igual. Te lo digo yo que me sé muchas. Si no, qué aburrimiento. – Dirigió la mirada al grupo donde estaba antes, y detectó a Benjamin mirándoles desde allí, pero fingiendo que no lo hacía. Amplió un poco más la sonrisa. – ¿Te acuerdas lo que te dije en la biblioteca? – Y se señaló la sien, haciéndola recordar que le había dicho que los chicos eran muy tontos a su edad. – Y mientras los chicos crecen... Puedes contar con nosotros, con los dos. – Se agachó un poco a su oído. – Y puedes ir diciendo que eres la alumna favorita del prefecto O'Donnell. – ¿Tú lo eras del prefecto Graves? – Mientras la niña preguntaba, Gal se había ido quitando la corona y se la estaba pasando a Marcus por la espalda de la chica. – Creo que no, porque me metía en muchos líos. – Se rio un poco. – Pero puedo presumir que una vez me llevó en brazos a la enfermería. – Beverly la miró entre extrañada y aguantándose la risa. – Sí, puedes reírte, no veas si me metía en problemas. – Yo nunca me meto en líos. – Levantó los ojos por encima de la niña, que la estaba mirando, para hacerle un gesto a Marcus par que le pusiera la corona, y luego volvió a enfocarla. – Claro. Y por eso vas a ser la alumna favorita del prefecto O'Donnell siempre, aunque yo sea su novia. – Y le guiñó un ojo. – La princesa de Ravenclaw, que Marcus es el rey, y es el único que puede coronar a una princesa. –
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Alice EN Sala común EL 18 de enero |
Ya sí se tuvo que llevar una mano a los labios y disimular mirando a otra parte, porque Beverly había descrito a Cassey directamente y sin pensárselo como "muy desagradable" y eso solo podía hacerle gracia. Miró de reojo hacia donde estaban sus amigos, pensando que Donna se iba a reír mucho cuando le contaran aquello. Los tres les miraban de reojo y cuchicheaban. A saber de qué andaban cotilleando ahora.
El comentario sobre Theo le hizo mirar a Alice con una sonrisita y ligeramente sorprendido. Ahora que lo pensaba, no sabía cómo podía haberle sentado a Theo verles juntos, aunque creía recordar que Alice le había dejado claro que no quería nada con él el curso pasado. Igualmente, si el chico seguía enamorado, debía ser duro ver a la chica que quieres con otro. Pero si le había dicho esas cosas que ella decía... Demostraba que era muy buen chaval, la verdad. Siempre se lo había parecido, pero eso lo confirmaba. Y, de paso, le daba una buena baza. - Cuando eres muy amigo de alguien y le quieres... Te alegras por su felicidad. Sobre todo cuando es con la persona correcta. - Dijo mirando a Alice, sin poder evitar el tono y la expresión enamorada. Pero el mensaje era una clara indirecta para la niña, que como buena Ravenclaw, por la expresión humilde que puso pareció captarlo. Había hecho bien en usar la carta del amigo.
Alice le preguntó directamente si estaba triste, y él la miró con cierta cautela, temiendo la respuesta... Y, cuando la dio, no pudo evitar llevarse la mano al pecho. - Oh. - ¡Pero por favor, qué monada! Se iba a derretir. Vale, Beverly era un poquito... Malvada, a veces, tenía un puntito Slytherin bastante notable. Y era orgullosa como ella sola. ¿Pero cómo no iba a morirse de ternura cuando una niña de doce años, tan lista y con esas trencitas, le decía que no había ningún chico como él? Con lo que le gustaba a Marcus que le regalaran el oído. Pero mejor se centraba, porque había ido allí a dejar clara a Beverly su postura, no a hacerle carantoñas, como decía Sean. Escuchó la explicación de Alice porque él se había quedado un tanto bloqueado, y no podía evitar mirar esa adorable escena que tenía delante como un niño al que le cuentan un cuento.
No se le pasó que Alice había dirigido la mirada a otra parte... Espera, ¿a Creevey? No, por Dios. Beverly se merecía a alguien mejor que a ese diablo incontrolable y malintencionado. - Confirmo eso de que los chicos a tu edad somos más tontos que vosotras. - Dijo con una leve risa y miró a Alice. Era a día de hoy y seguía sintiendo que ella le daba mil vueltas... - Y por supuesto a las dos cosas: a que puedes contar con nosotros, y a que eres mi alumna favorita. - Añadió sonriente.
Entonces vio como Alice empezaba a quitarse sutilmente la corona y se la pasaba a espaldas de Beverly. Frunció un poquito el ceño, extrañado y curioso, pero no tardó en captarlo. Se mordió un poquito el labio, guardándose una sonrisilla mientras la chica hablaba, y notando como el corazón le daba un latido más fuerte solo por el gesto tan bonito. ¿De verdad Alice quería que le diera su corona a Beverly? Bueno, a nivel material, solo era una corona de juguete hecha de latón y ganada en una feria. Pensaba enterrarla en coronas si hacía falta, porque se las merecía todas.
- Es cierto. - Dijo poniéndose de pie, corona en mano. La niña le miró sin comprender, a uno y a otro. Con solemnidad y la pompa con la que Marcus hacía siempre las cosas, y más ahora por tal de congraciar a esa niña, se puso de rodillas ante su atónita mirada (y la de más de uno de la sala común, que vaya si estaba dando espectáculos en una tarde) y alzó la corona. - Beverly Duvall. Yo, Marcus O'Donnell, Prefecto... Y Rey. - Dijo mirando de reojo a Alice con una sonrisilla. - De la casa Ravenclaw, te nombro Princesa de Ravenclaw. - Y le puso la corona en la cabeza. La niña se había quedado congelada en el sitio, con los ojos ocupándole toda la cara de tan abiertos que los tenía, y muy brillantes, y la mandíbula descolgada. En vistas de que no podía reaccionar, Marcus sonrió y apoyó su antebrazo en la rodilla que no tenía hincada en el suelo. - Espero que me acepte el honor. - Vaya que si lo aceptaba. Antes de que pudiera terminar la frase, Beverly había dado un salto de la silla y se lanzó a darle un abrazo tan fuerte que casi le estruja el cuello. La rodeó con ternura, mirando a Alice desde su posición con una sonrisilla. Vaya con lo que se había encontrado, quién se lo iba a decir a él. Se le estaba declarando más gente en esa semana que en toda su vida.
Cuando se desenganchó de él, Marcus se mantuvo en su posición para poder mirarla más cerca y le preguntó. - Ahora eres una princesa de la mejor casa de este castillo, coronada por tu prefecto. Tienes que dar ejemplo. - La niña asintió enérgicamente. Al parecer se había quedado sin habla. - ¿Estás más contenta? - Volvió a asentir, y como respuesta le dio un besito en la mejilla. De verdad que no podía con la ternura de aquello. Se llevó una mano al pecho una vez más y, con una sonrisa, le dijo. - Has hecho muy feliz a este Rey. Y algún día, harás muy feliz a algún príncipe. - La niña esbozó una pose orgullosa, irguiéndose y claramente más recuperada del shock, y anunció. - Prefiero seguir estudiando y convertirme en reina yo también. - Marcus soltó una carcajada. - Pues sí, mucho mejor. ¿Ves como eres la mejor alumna del colegio? - Le dijo revolviéndole el pelo de nuevo, esta vez por el hueco de la corona.
Ya sí, se levantó y miró a Alice. - Nos tenemos que ir. Además, acabo de acordarme de que tenía que enseñarte ese libro de alquimia que me pediste, ¿te acuerdas? - Le dijo a Alice con mirada significativa. Mentira, era una excusa como ese castillo de grande, pero sabía que le seguiría el rollo. Hizo una pequeña reverencia a Beverly. - A más ver, majestad. - Y la niña, que no perdía oportunidad, se pinzó la túnica para responder a la reverencia. - Un honor, majestad. - Respondió. Si es que se tenía que reír. Miró a Alice con complicidad, agarró su mano y se la llevó hasta las estanterías.
Había una sección en la sala común, tras la estatua de Rowena Ravenclaw, con varias estanterías semicirculares que adoptaban un ángulo un poco extraño, con libros de uso infrecuente, para que los alumnos no estuvieran entrando y saliendo de detrás de la estatua continuamente. Arrastró a Alice hasta allí y les colocó a ambos en una de las esquinitas de la estantería, mientras él buscaba un libro cualquiera, porque necesitaba una coartada. Aunque no había ido para eso ni mucho menos. Esa diminuta esquina era un punto ciego para la mayoría de la sala común, o al menos lo era tanto para sus amigos como para Beverly. Y él necesitaba expresarle a su novia su opinión sobre aquella conversación. - A ver... Yo creo que este me vale. - Dijo sacando un libro de alquimia al azar. Una vez con el manual en su mano, apoyó la que tenía libre en la nuca de Alice y le dijo. - Empiezas a salirte de todas las jerarquías, princesa. - Y la besó apasionadamente, aprovechando ese minúsculo punto ciego que no daba para mucho, pero al menos daba para eso. Se separó y echó un poco de aire entre los labios en forma de leve risa, mirándola. - Ahora tengo que subirte de rango... Y te debo otra corona. -
El comentario sobre Theo le hizo mirar a Alice con una sonrisita y ligeramente sorprendido. Ahora que lo pensaba, no sabía cómo podía haberle sentado a Theo verles juntos, aunque creía recordar que Alice le había dejado claro que no quería nada con él el curso pasado. Igualmente, si el chico seguía enamorado, debía ser duro ver a la chica que quieres con otro. Pero si le había dicho esas cosas que ella decía... Demostraba que era muy buen chaval, la verdad. Siempre se lo había parecido, pero eso lo confirmaba. Y, de paso, le daba una buena baza. - Cuando eres muy amigo de alguien y le quieres... Te alegras por su felicidad. Sobre todo cuando es con la persona correcta. - Dijo mirando a Alice, sin poder evitar el tono y la expresión enamorada. Pero el mensaje era una clara indirecta para la niña, que como buena Ravenclaw, por la expresión humilde que puso pareció captarlo. Había hecho bien en usar la carta del amigo.
Alice le preguntó directamente si estaba triste, y él la miró con cierta cautela, temiendo la respuesta... Y, cuando la dio, no pudo evitar llevarse la mano al pecho. - Oh. - ¡Pero por favor, qué monada! Se iba a derretir. Vale, Beverly era un poquito... Malvada, a veces, tenía un puntito Slytherin bastante notable. Y era orgullosa como ella sola. ¿Pero cómo no iba a morirse de ternura cuando una niña de doce años, tan lista y con esas trencitas, le decía que no había ningún chico como él? Con lo que le gustaba a Marcus que le regalaran el oído. Pero mejor se centraba, porque había ido allí a dejar clara a Beverly su postura, no a hacerle carantoñas, como decía Sean. Escuchó la explicación de Alice porque él se había quedado un tanto bloqueado, y no podía evitar mirar esa adorable escena que tenía delante como un niño al que le cuentan un cuento.
No se le pasó que Alice había dirigido la mirada a otra parte... Espera, ¿a Creevey? No, por Dios. Beverly se merecía a alguien mejor que a ese diablo incontrolable y malintencionado. - Confirmo eso de que los chicos a tu edad somos más tontos que vosotras. - Dijo con una leve risa y miró a Alice. Era a día de hoy y seguía sintiendo que ella le daba mil vueltas... - Y por supuesto a las dos cosas: a que puedes contar con nosotros, y a que eres mi alumna favorita. - Añadió sonriente.
Entonces vio como Alice empezaba a quitarse sutilmente la corona y se la pasaba a espaldas de Beverly. Frunció un poquito el ceño, extrañado y curioso, pero no tardó en captarlo. Se mordió un poquito el labio, guardándose una sonrisilla mientras la chica hablaba, y notando como el corazón le daba un latido más fuerte solo por el gesto tan bonito. ¿De verdad Alice quería que le diera su corona a Beverly? Bueno, a nivel material, solo era una corona de juguete hecha de latón y ganada en una feria. Pensaba enterrarla en coronas si hacía falta, porque se las merecía todas.
- Es cierto. - Dijo poniéndose de pie, corona en mano. La niña le miró sin comprender, a uno y a otro. Con solemnidad y la pompa con la que Marcus hacía siempre las cosas, y más ahora por tal de congraciar a esa niña, se puso de rodillas ante su atónita mirada (y la de más de uno de la sala común, que vaya si estaba dando espectáculos en una tarde) y alzó la corona. - Beverly Duvall. Yo, Marcus O'Donnell, Prefecto... Y Rey. - Dijo mirando de reojo a Alice con una sonrisilla. - De la casa Ravenclaw, te nombro Princesa de Ravenclaw. - Y le puso la corona en la cabeza. La niña se había quedado congelada en el sitio, con los ojos ocupándole toda la cara de tan abiertos que los tenía, y muy brillantes, y la mandíbula descolgada. En vistas de que no podía reaccionar, Marcus sonrió y apoyó su antebrazo en la rodilla que no tenía hincada en el suelo. - Espero que me acepte el honor. - Vaya que si lo aceptaba. Antes de que pudiera terminar la frase, Beverly había dado un salto de la silla y se lanzó a darle un abrazo tan fuerte que casi le estruja el cuello. La rodeó con ternura, mirando a Alice desde su posición con una sonrisilla. Vaya con lo que se había encontrado, quién se lo iba a decir a él. Se le estaba declarando más gente en esa semana que en toda su vida.
Cuando se desenganchó de él, Marcus se mantuvo en su posición para poder mirarla más cerca y le preguntó. - Ahora eres una princesa de la mejor casa de este castillo, coronada por tu prefecto. Tienes que dar ejemplo. - La niña asintió enérgicamente. Al parecer se había quedado sin habla. - ¿Estás más contenta? - Volvió a asentir, y como respuesta le dio un besito en la mejilla. De verdad que no podía con la ternura de aquello. Se llevó una mano al pecho una vez más y, con una sonrisa, le dijo. - Has hecho muy feliz a este Rey. Y algún día, harás muy feliz a algún príncipe. - La niña esbozó una pose orgullosa, irguiéndose y claramente más recuperada del shock, y anunció. - Prefiero seguir estudiando y convertirme en reina yo también. - Marcus soltó una carcajada. - Pues sí, mucho mejor. ¿Ves como eres la mejor alumna del colegio? - Le dijo revolviéndole el pelo de nuevo, esta vez por el hueco de la corona.
Ya sí, se levantó y miró a Alice. - Nos tenemos que ir. Además, acabo de acordarme de que tenía que enseñarte ese libro de alquimia que me pediste, ¿te acuerdas? - Le dijo a Alice con mirada significativa. Mentira, era una excusa como ese castillo de grande, pero sabía que le seguiría el rollo. Hizo una pequeña reverencia a Beverly. - A más ver, majestad. - Y la niña, que no perdía oportunidad, se pinzó la túnica para responder a la reverencia. - Un honor, majestad. - Respondió. Si es que se tenía que reír. Miró a Alice con complicidad, agarró su mano y se la llevó hasta las estanterías.
Había una sección en la sala común, tras la estatua de Rowena Ravenclaw, con varias estanterías semicirculares que adoptaban un ángulo un poco extraño, con libros de uso infrecuente, para que los alumnos no estuvieran entrando y saliendo de detrás de la estatua continuamente. Arrastró a Alice hasta allí y les colocó a ambos en una de las esquinitas de la estantería, mientras él buscaba un libro cualquiera, porque necesitaba una coartada. Aunque no había ido para eso ni mucho menos. Esa diminuta esquina era un punto ciego para la mayoría de la sala común, o al menos lo era tanto para sus amigos como para Beverly. Y él necesitaba expresarle a su novia su opinión sobre aquella conversación. - A ver... Yo creo que este me vale. - Dijo sacando un libro de alquimia al azar. Una vez con el manual en su mano, apoyó la que tenía libre en la nuca de Alice y le dijo. - Empiezas a salirte de todas las jerarquías, princesa. - Y la besó apasionadamente, aprovechando ese minúsculo punto ciego que no daba para mucho, pero al menos daba para eso. Se separó y echó un poco de aire entre los labios en forma de leve risa, mirándola. - Ahora tengo que subirte de rango... Y te debo otra corona. -
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Marcus EN Sala común EL 18 de enero |
Se le iluminaron los ojos al ver a Marcus subiendo la apuesta como hacía siempre, adoptando la posición protocolaria y, en definitiva, siendo absolutamente adorable, a pesar de que todos le estuvieran mirando ¿Podía ser lo más adorable que hubiera visto en su vida? Si Howard Graves le hubiese hacho eso a ella, se habría desmayado ahí mismo. Pero Beverly tenía aún más desparpajo que ella y se tiro a abrazar a Marcus y ella les miró cargada de ternura. Allí estaba bien su corona. Y más orgullosa se sintió cuando Beverly dijo lo de que quería ser la reina ella. – Claro que sí, Bev, tu vas a a ser la reina de Ravenclaw, que no te quepa duda ninguna. – Acarició ella un poco también su cabecita, y la niña la enfocó. – ¿No te importa no serlo tú? – Gal negó con una sonrisa. – Para nada. Siempre he sido mejor pirata que princesa. – Eso le hizo reír a Beverly que la miró asintiendo y sonriendo. – Sí, la verdad es que sí. – Ahora sí que estaba contenta. Había merecido al pena solo por eso.
Levantó la mirada y le asintió a Marcus. – Sí, que nos hace falta para los EXTASIS. – Y fue hacia él, acariciando los hombros de Beverly en el proceso y mirando de reojo a Creevey. "Te he pillado Benjamin. He visto cómo acaba el cuento del prefecto y la alumna díscola" Pensó. Iban a dar mucho que hablar en Hogwarts en unos añitos. Siguió a Marcus, de su manos, a la trasera de las estantería que había a la espalda de Rowena Ravenclaw. En otro momento, habría creído de verdad que iban a buscar un libro, pero ya sabía que era una excusa, y que Marcus se moría de ganas de tener un momento solas con ella, porque a ella le pasaba igual. Y efectivamente, en cuanto estuvieron fuera de la vista, notó como tiraba de ella para besarla. Y ah, los besos de Marcus, eso era como ambrosía. Además un beso de verdad, como el que no se podían dar delante de todo el mundo, pero que se moría por tener de nuevo, ahora que no tenía que contarlos con cuentagotas, que no tenía que preocuparse por qué significaban. Se perdió en sus labios por unos segundos, intentando no dejarse llevar muchísimo tampoco. Cuando se separó, dejó una mano en su nuca, con los dedos enredados en sus rizos, y sus frentes apoyadas, sin poder parar de sonreír. – ¿Quién quiere la corona si tengo al rey de Ravenclaw, emperador de mi destino, mi príncipe azul, solo para mí? – Le volvió a besar, más lentamente, pero buscando su lengua, disfrutando por un momento de la cercanía y la soledad. – Vamos de vuelta, mi príncipe, antes de que empiecen a pensar mal del prefecto. – Dijo con una risita, y volviendo a tirar de su mano, se acercaron de nuevo a sus amigos.
Nada más llegar ya veía a Hillary airada y ya veía que algo le iba a soltar. – Vamos a ver que yo me entere. – Empezó mientras ellos volvían a sentarse, con las manos entrelazadas, en el sofá. – Te piras mosqueada porque nos metemos con la corona, y ahora vas y se la das a la niña que está pillada por tu novio, que le hace ele mismo numerito que te acaba de hacer a ti. Mira yo es que... Ya te he perdido la pista, chica. – Gal suspiró y apretó un poco más la mano de Marcus, como si quiera decirle que en verdad no había pasado nada, pero sin decirlo con palabras. – Eso es porque no me escuchas, Hillary, y estás a lo tuyo. Te he dicho que la corona en sí no importa. Es, efectivamente, un juguete. Lo importante es que hace tres días, creía que nunca podría hacer estas cosas con Marcus en público, y durante cuatro años casi, he pensado que yo no pegaba con Marcus, tal como has dicho tú antes. – Hillary se removió incómoda. – Yo no he dicho que... – Gal levantó una mano. – No. Sean y tú habéis dicho que no me pega ser así y que estaba fingiendo. Y eso no es así, Hills. Yo no soporto la falsedad, si hago algo es porque lo siento de verdad. Y más si incluye a Marcus. Bastante me he contenido ya. – Miró por encima del hombro a Beverly, que les estaba enseñando la corona a las de su curso. – Y si Marcus y yo, por lo que sea, sin querer, hacemos sentir a alguien mal por estar así, haré lo que pueda para remediarlo. Eso es todo. – Sus amigos la miraban incluso con un poco de miedo y se hizo un silencio tenso. Entonces, Sean giró la cabeza hacia Hilary y dijo, muy serio. – ¿Tú quieres una corona, Hills? – La verdad es que parecía que aquella extraña pregunta había resonado en la sala común entera. Se quedaron unos segundos en silencio, pero Donna rompió aquel silencio de golpe riéndose muy fuerte. Hillary por fin reaccionó y se giró hacia Sean. – Pero, vamos a ver... ¿Estamos tontos o estamos tontos? ¿Cuándo he dicho yo que quiera una corona? – Gal se cayó de la risa sobre Marcus, porque toda la tensión que haba sentido hacía unos segundos se acababa de ver resuelta por aquella circunstancia sin duda alguna.
Levantó la mirada y le asintió a Marcus. – Sí, que nos hace falta para los EXTASIS. – Y fue hacia él, acariciando los hombros de Beverly en el proceso y mirando de reojo a Creevey. "Te he pillado Benjamin. He visto cómo acaba el cuento del prefecto y la alumna díscola" Pensó. Iban a dar mucho que hablar en Hogwarts en unos añitos. Siguió a Marcus, de su manos, a la trasera de las estantería que había a la espalda de Rowena Ravenclaw. En otro momento, habría creído de verdad que iban a buscar un libro, pero ya sabía que era una excusa, y que Marcus se moría de ganas de tener un momento solas con ella, porque a ella le pasaba igual. Y efectivamente, en cuanto estuvieron fuera de la vista, notó como tiraba de ella para besarla. Y ah, los besos de Marcus, eso era como ambrosía. Además un beso de verdad, como el que no se podían dar delante de todo el mundo, pero que se moría por tener de nuevo, ahora que no tenía que contarlos con cuentagotas, que no tenía que preocuparse por qué significaban. Se perdió en sus labios por unos segundos, intentando no dejarse llevar muchísimo tampoco. Cuando se separó, dejó una mano en su nuca, con los dedos enredados en sus rizos, y sus frentes apoyadas, sin poder parar de sonreír. – ¿Quién quiere la corona si tengo al rey de Ravenclaw, emperador de mi destino, mi príncipe azul, solo para mí? – Le volvió a besar, más lentamente, pero buscando su lengua, disfrutando por un momento de la cercanía y la soledad. – Vamos de vuelta, mi príncipe, antes de que empiecen a pensar mal del prefecto. – Dijo con una risita, y volviendo a tirar de su mano, se acercaron de nuevo a sus amigos.
Nada más llegar ya veía a Hillary airada y ya veía que algo le iba a soltar. – Vamos a ver que yo me entere. – Empezó mientras ellos volvían a sentarse, con las manos entrelazadas, en el sofá. – Te piras mosqueada porque nos metemos con la corona, y ahora vas y se la das a la niña que está pillada por tu novio, que le hace ele mismo numerito que te acaba de hacer a ti. Mira yo es que... Ya te he perdido la pista, chica. – Gal suspiró y apretó un poco más la mano de Marcus, como si quiera decirle que en verdad no había pasado nada, pero sin decirlo con palabras. – Eso es porque no me escuchas, Hillary, y estás a lo tuyo. Te he dicho que la corona en sí no importa. Es, efectivamente, un juguete. Lo importante es que hace tres días, creía que nunca podría hacer estas cosas con Marcus en público, y durante cuatro años casi, he pensado que yo no pegaba con Marcus, tal como has dicho tú antes. – Hillary se removió incómoda. – Yo no he dicho que... – Gal levantó una mano. – No. Sean y tú habéis dicho que no me pega ser así y que estaba fingiendo. Y eso no es así, Hills. Yo no soporto la falsedad, si hago algo es porque lo siento de verdad. Y más si incluye a Marcus. Bastante me he contenido ya. – Miró por encima del hombro a Beverly, que les estaba enseñando la corona a las de su curso. – Y si Marcus y yo, por lo que sea, sin querer, hacemos sentir a alguien mal por estar así, haré lo que pueda para remediarlo. Eso es todo. – Sus amigos la miraban incluso con un poco de miedo y se hizo un silencio tenso. Entonces, Sean giró la cabeza hacia Hilary y dijo, muy serio. – ¿Tú quieres una corona, Hills? – La verdad es que parecía que aquella extraña pregunta había resonado en la sala común entera. Se quedaron unos segundos en silencio, pero Donna rompió aquel silencio de golpe riéndose muy fuerte. Hillary por fin reaccionó y se giró hacia Sean. – Pero, vamos a ver... ¿Estamos tontos o estamos tontos? ¿Cuándo he dicho yo que quiera una corona? – Gal se cayó de la risa sobre Marcus, porque toda la tensión que haba sentido hacía unos segundos se acababa de ver resuelta por aquella circunstancia sin duda alguna.
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Alice EN Sala común EL 18 de enero |
- Oh, qué bien suena eso. Cada vez tengo más títulos. - Susurró con una sonrisa y recibió su otro beso, por supuesto más intenso que el suyo, porque Alice siempre era más. Quien pudiera quedarse allí, quien dicen allí dice solos en alguna parte. Él que pensaba que se iba a morir de pena en su último año, y ahora no veía la hora de iniciar una vida con Alice. Aunque, realmente, los primeros años después de Hogwarts y hasta que tuvieran un sueldo que les permitiera ser independientes iban a ser duros, no estaban acostumbrados a pasar tanto tiempo separados. Pero era optimista. Veía un precioso futuro en el horizonte y estaba deseando comenzarlo.
Se fue orgulloso de la mano de Alice hasta donde estaban sus amigos, rebosando felicidad por todos los poros. Para ir aclimatándose, ya empezó Hillary con su perorata indignada de "no os entiendo". Él simplemente se sentó junto a su novia, escuchando a su amiga con una sonrisa. Aunque frunció un poquito el ceño con eso de que se había ido mosqueada y el "nos metemos con la corona". Pero bueno, estaba de tan buen humor, y ya había visto la dinámica de sus amigos y cómo estaba Alice, que no le dio demasiada importancia. Solo escuchó embelesado la respuesta de ella. Sin embargo, frunció el ceño otra vez, mirándole a unos y a otros. - ¿Que no le pega, qué? - Preguntó, pero Alice ya estaba contestando. Y con esas contestaciones no se podía ni mosquear, era sencillamente imposible. Sonrió, pasó los brazos por su cintura y le dio un beso tierno en la mejilla. -Me equivocaba: sí que podía quererte más. - Le dijo con ternura, y se quedó con la cabeza apoyada en el hombro de la chica.
Se había creado un silencio tenso, a pesar de que Marcus estaba en su propia nube. No se había dado cuenta ni de que su grupo de amigos y él se habían quedado en silencio, ni de que prácticamente media sala común parecía haberlo hecho también, esas cosas raras que de vez en cuando pasaban. Y su querido amigo, haciendo alarde de su puntería una vez más, soltó de repente esa frase. Se separó del hombro de Alice para mirarle, tratando de comprender qué acababa de pasar. Pero luego miró a Alice, y después a Donna. Y cuando esta última abrió la veda, todos empezaron a morirse de risa. Se quedó un buen rato riéndose, tanto que el propio artífice del momento se vio obligado a defenderse. - ¡Pues yo que sé! ¡Estás ahí erre que erre con la corona, a lo mejor quieres una! - ¡No estoy erre que erre con la corona! Solo digo que estamos ya muy mayorcitos para semejantes tonterías, que si ñiñiñi mi princesa que si ñiñiñi mi rey. ¡Por favor! Que tenemos ya dieciocho años. - Eh eh eh, que aquí mi señora reina y yo aún tenemos diecisiete, así que habla por ti, señora mayor. -Dijo Marcus, limpiándose las lágrimas de la risa. Donna también intervino. - De hecho yo aún tengo dieciséis. - ¡Bueno pues nada, tenemos la edad idónea para estar diciendo gilipolleces! Idos a tomar por saco todos. - Yo sí tengo dieciocho. - Aportó Sean, y Marcus volvió a mirar a Alice y a estallar de la risa. De verdad que su pobre amigo no daba una.
Volvió a limpiarse las lágrimas y, como pudo y con la respiración entrecortada por el ataque de risa, le dijo. - Tío, apenas estás sonando desesperado. - Sean se giró indignado hacia él. - Tú y yo vamos a hablar seriamente en los dormitorios. Que estás muy graciosillo. - Se me estará subiendo el reinado a la cabeza. - Bromeó mirando a Alice y volviendo a reír. Su amigo resopló, y ya Marcus vio necesario aclarar algo, aunque sin perder la sonrisa. - A ver, lleváis años diciéndonos que por qué no estamos juntos, ¿y ahora os vais a plantear si pegamos o no? - Abrazó a su chica y siguió mirándoles. - De verdad, nos habéis tenido mucha paciencia estos días y habéis sido muy buenos con nosotros. Alegraos un poquito, ¿no? -
Se fue orgulloso de la mano de Alice hasta donde estaban sus amigos, rebosando felicidad por todos los poros. Para ir aclimatándose, ya empezó Hillary con su perorata indignada de "no os entiendo". Él simplemente se sentó junto a su novia, escuchando a su amiga con una sonrisa. Aunque frunció un poquito el ceño con eso de que se había ido mosqueada y el "nos metemos con la corona". Pero bueno, estaba de tan buen humor, y ya había visto la dinámica de sus amigos y cómo estaba Alice, que no le dio demasiada importancia. Solo escuchó embelesado la respuesta de ella. Sin embargo, frunció el ceño otra vez, mirándole a unos y a otros. - ¿Que no le pega, qué? - Preguntó, pero Alice ya estaba contestando. Y con esas contestaciones no se podía ni mosquear, era sencillamente imposible. Sonrió, pasó los brazos por su cintura y le dio un beso tierno en la mejilla. -Me equivocaba: sí que podía quererte más. - Le dijo con ternura, y se quedó con la cabeza apoyada en el hombro de la chica.
Se había creado un silencio tenso, a pesar de que Marcus estaba en su propia nube. No se había dado cuenta ni de que su grupo de amigos y él se habían quedado en silencio, ni de que prácticamente media sala común parecía haberlo hecho también, esas cosas raras que de vez en cuando pasaban. Y su querido amigo, haciendo alarde de su puntería una vez más, soltó de repente esa frase. Se separó del hombro de Alice para mirarle, tratando de comprender qué acababa de pasar. Pero luego miró a Alice, y después a Donna. Y cuando esta última abrió la veda, todos empezaron a morirse de risa. Se quedó un buen rato riéndose, tanto que el propio artífice del momento se vio obligado a defenderse. - ¡Pues yo que sé! ¡Estás ahí erre que erre con la corona, a lo mejor quieres una! - ¡No estoy erre que erre con la corona! Solo digo que estamos ya muy mayorcitos para semejantes tonterías, que si ñiñiñi mi princesa que si ñiñiñi mi rey. ¡Por favor! Que tenemos ya dieciocho años. - Eh eh eh, que aquí mi señora reina y yo aún tenemos diecisiete, así que habla por ti, señora mayor. -Dijo Marcus, limpiándose las lágrimas de la risa. Donna también intervino. - De hecho yo aún tengo dieciséis. - ¡Bueno pues nada, tenemos la edad idónea para estar diciendo gilipolleces! Idos a tomar por saco todos. - Yo sí tengo dieciocho. - Aportó Sean, y Marcus volvió a mirar a Alice y a estallar de la risa. De verdad que su pobre amigo no daba una.
Volvió a limpiarse las lágrimas y, como pudo y con la respiración entrecortada por el ataque de risa, le dijo. - Tío, apenas estás sonando desesperado. - Sean se giró indignado hacia él. - Tú y yo vamos a hablar seriamente en los dormitorios. Que estás muy graciosillo. - Se me estará subiendo el reinado a la cabeza. - Bromeó mirando a Alice y volviendo a reír. Su amigo resopló, y ya Marcus vio necesario aclarar algo, aunque sin perder la sonrisa. - A ver, lleváis años diciéndonos que por qué no estamos juntos, ¿y ahora os vais a plantear si pegamos o no? - Abrazó a su chica y siguió mirándoles. - De verdad, nos habéis tenido mucha paciencia estos días y habéis sido muy buenos con nosotros. Alegraos un poquito, ¿no? -
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Marcus EN Sala común EL 18 de enero |
Se dejó besar por Marcus con una sonrisita y apoyó sus brazos sobre los de él que la rodeaban, con una sonrisa serena y completa, dedicándose a ver la escena que Sean y Hillary estaban montando ellos solitos. – Si que estás erre que erre con la corona, Hills, la verdad. – Dijo ella para apostillar, y siguió riéndose abrazada a Marcus. Escuchó el alegato de su amiga y se giró a Marcus con cara de superioridad. – Total, que sigue hablando de la corona, teníamos que habérsela puesto a ella. – Y se dejó caer riendo sobre el hombro de Marcus, porque toda aquella situación era muy cómica. Y encima Sean hizo la aportación más brillante de la noche y le hizo carne de risa otra vez, que no podía parar. – Ay, ay, ay... Me vais a matar. – Dijo limpiándose las lágrimas al mismo tiempo que Marcus.
Pero notó cómo cambiaba el tono y decía aquello. Si es que, qué bien se expresaba su novio, por favor. Ella desde luego se alegraba cada vez más de haber dado el paso, por difícil que hubiera sido, porque todo lo anterior parecía papel mojado. Iba a decir algo, pero vio que Hillary se mordía los carrillos y les miraba a los dos, con intención de decir algo. – No he querido decir eso, ¿vale? Di que no me he expresado muy bien. – Gal alzó una ceja y puso una sonrisa astuta. – Sería la primera vez. – Bueno, pues mira, por algo hay que empezar. No expresándote bien con tus amigos no es la peor opción que se me ocurre, podría haberme pasado en un juicio. – Suspiró. – A lo que voy. Que no quería decir que no peguéis. Claro que pegáis. Es que no estoy acostumbrada a verte así, Gal. Me choca, ¿vale? Hemos sido amigas durante siete años, y nunca pensé que te vería así con nadie. Ni siquiera con Marcus. – Gal asintió, un poco enternecida por la reacción de su amiga. En el fondo, entendía perfectamente a lo que se refería. – Lo sé. Pero esta es mi verdadera yo. La Alice que no tiene que reprimir lo que siente, que no tiene que estar pendiente de lo que dice y lo que no, si no simplemente esta como quiere con la persona que quieres. – Todos se habían quedado callados mirándola, pero tenían como media sonrisita, como si no se estuviera enterando de algo. – ¿Qué? ¿Qué os pasa? – Dijo mirándoles sin entender. – Tía, ¿no te has dado cuenta? – ¿De qué? – Te has referido a ti como Alice. Hacía años que no te oía hacerlo. – Dijo Sean con la mandíbula desencajada. Abrió mucho los ojos. No. No se haba dado cuenta para nada. Se giró hacia Marcus y alzó las cejas, encogiéndose de hombros. – Será que me pasa como a Dylan... Que a veces se me olvida todo lo malo y se me olvidan estas cosas que ese nos han enquistado estos años. – Siempre pensaba en sí misma como Gal, Alice era doloroso. Pero Marcus la llamaba así siempre, y su familia también. Y los O'Donnell al completo, que ahora también eran su familia.
Tomó aire y dijo. – Mira, solo por eso, ha valido la pena que me hayas mosqueado antes. – Hillary ladeó la cabeza pero la miró tiernamente. – Entonces, ¿no estás enfadada conmigo? – Ella negó con la cabeza. – No. Menuda amiga sería si me enfadara por eso después de la semanita que os hemos hecho pasar. A todos. Porque Beverly me aguantó cuando em quedé mirando a Marcus detrás de las estanterías de la biblioteca y era un alma en pena. Y hasta los fantasmas vinieron a hablar conmigo. – Juntó su cabeza a la de Marcus y subió la mano para acariciarle. – Pero bien está lo que bien acaba. – Para rebajar el ambiente dijo. – Bueno, y por supuesto nos ha dado esta serie de momentazos de Sean, claro. – Y volvieron a echarse a reír. – Ya no sabe uno cómo acertar. – Y más se rieron, y entre carcajadas, Gal atino a decir. – Hills, está siendo más sincero que en toda su vida, por favor. – Pero su amiga estaba cruzada de brazos y enfurruñada. – Ja ja, muy graciosa, tía. Tú vete pensando en como te vamos a llamar cuando ya no te apellides Gallia, porque O'D, suena medio raro. – Y otra vez a reírse. Y solo de imaginarlo, se le escapó una sonrisita y le brillaron los ojos.
Pero notó cómo cambiaba el tono y decía aquello. Si es que, qué bien se expresaba su novio, por favor. Ella desde luego se alegraba cada vez más de haber dado el paso, por difícil que hubiera sido, porque todo lo anterior parecía papel mojado. Iba a decir algo, pero vio que Hillary se mordía los carrillos y les miraba a los dos, con intención de decir algo. – No he querido decir eso, ¿vale? Di que no me he expresado muy bien. – Gal alzó una ceja y puso una sonrisa astuta. – Sería la primera vez. – Bueno, pues mira, por algo hay que empezar. No expresándote bien con tus amigos no es la peor opción que se me ocurre, podría haberme pasado en un juicio. – Suspiró. – A lo que voy. Que no quería decir que no peguéis. Claro que pegáis. Es que no estoy acostumbrada a verte así, Gal. Me choca, ¿vale? Hemos sido amigas durante siete años, y nunca pensé que te vería así con nadie. Ni siquiera con Marcus. – Gal asintió, un poco enternecida por la reacción de su amiga. En el fondo, entendía perfectamente a lo que se refería. – Lo sé. Pero esta es mi verdadera yo. La Alice que no tiene que reprimir lo que siente, que no tiene que estar pendiente de lo que dice y lo que no, si no simplemente esta como quiere con la persona que quieres. – Todos se habían quedado callados mirándola, pero tenían como media sonrisita, como si no se estuviera enterando de algo. – ¿Qué? ¿Qué os pasa? – Dijo mirándoles sin entender. – Tía, ¿no te has dado cuenta? – ¿De qué? – Te has referido a ti como Alice. Hacía años que no te oía hacerlo. – Dijo Sean con la mandíbula desencajada. Abrió mucho los ojos. No. No se haba dado cuenta para nada. Se giró hacia Marcus y alzó las cejas, encogiéndose de hombros. – Será que me pasa como a Dylan... Que a veces se me olvida todo lo malo y se me olvidan estas cosas que ese nos han enquistado estos años. – Siempre pensaba en sí misma como Gal, Alice era doloroso. Pero Marcus la llamaba así siempre, y su familia también. Y los O'Donnell al completo, que ahora también eran su familia.
Tomó aire y dijo. – Mira, solo por eso, ha valido la pena que me hayas mosqueado antes. – Hillary ladeó la cabeza pero la miró tiernamente. – Entonces, ¿no estás enfadada conmigo? – Ella negó con la cabeza. – No. Menuda amiga sería si me enfadara por eso después de la semanita que os hemos hecho pasar. A todos. Porque Beverly me aguantó cuando em quedé mirando a Marcus detrás de las estanterías de la biblioteca y era un alma en pena. Y hasta los fantasmas vinieron a hablar conmigo. – Juntó su cabeza a la de Marcus y subió la mano para acariciarle. – Pero bien está lo que bien acaba. – Para rebajar el ambiente dijo. – Bueno, y por supuesto nos ha dado esta serie de momentazos de Sean, claro. – Y volvieron a echarse a reír. – Ya no sabe uno cómo acertar. – Y más se rieron, y entre carcajadas, Gal atino a decir. – Hills, está siendo más sincero que en toda su vida, por favor. – Pero su amiga estaba cruzada de brazos y enfurruñada. – Ja ja, muy graciosa, tía. Tú vete pensando en como te vamos a llamar cuando ya no te apellides Gallia, porque O'D, suena medio raro. – Y otra vez a reírse. Y solo de imaginarlo, se le escapó una sonrisita y le brillaron los ojos.
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Alice EN Sala común EL 18 de enero |
Todavía se estaba medio recuperando del ataque de risa, pero ahora Hillary parecía incómoda de verdad. Algo había dicho, algo se había perdido cuando fue a hablar con Beverly, porque si conocía a su amiga de algo, no se disculpaba así como así solo por haber soltado un comentario picajoso de los suyos. Pero Marcus no estaba para grandes divagaciones profundas, así que simplemente la miró hablar con una sonrisa tranquila y luego entornó los ojos hacia Alice. - Conmigo siempre fue cariñosa. - Le dijo con ternura, acariciándole el pelo. - Pues bien calladito te lo tenías. - Murmuró Sean por lo bajo. Marcus rodó un poco los ojos hacia él, pero simplemente siguió sonriendo y negando con la cabeza, sin hacerle mucho caso.
La estaba escuchando embelesado, sin dejar de sonreír ni acariciar su pelo, pero entonces se hizo un silencio raro. Él estaba tan en su nube que ni se había parado a pensar por qué había sido. Y si Alice no lo entendía, él tampoco. Miró a sus amigos uno por uno, extrañado, hasta que Sean lo desveló. Abrió la boca y miró a su novia. - Es verdad. - Claro, como él no había dejado de llamarla Alice en ningún momento, y se seguían refiriendo a sí mismos como Marcus y Alice, ni se había dado cuenta. Pero su amigo tenía razón: sí que era buena señal. No pudo evitar sentir un cosquilleo en el pecho y esbozar una leve sonrisa. Vas a ver a una Alice que no has visto nunca, resonaron las palabras de Violet en su cabeza, aquella fatídica tarde en la que se la llevó para despedirse de su madre para siempre. Él se había jurado a sí mismo que, si él podía evitarlo, aquello no iba a suceder, pero lo cierto es que Alice, al igual que Dylan, tenía una nube de tristeza que les perseguía allá donde iban y que tenía su propia seña de identidad. ¿Significaba eso que, poco a poco, se estaba disipando?
Tal y como él lo pensó, Alice lo confirmó, analogía sobre su hermano incluida. Se inclinó hacia ella y la rodeó un poco más fuerte, empezando a darle besitos por toda la cara como había estado al principio de toda aquella conversación con sus amigos. - Ya empieza otra vez... - Suspiró Donna, pero Marcus ni caso. Iban a ser tan felices, Alice iba a ser tan feliz, lo tenía tan claro. Rozaba su sueño con la punta de los dedos, y sabía que algún día se cumpliría. Le dio un poco de espacio para que pudiera hablar, porque la conversación con Hillary no había terminado. Aunque lo que dijo le llamó la atención y le hizo abrir mucho los ojos. - ¿Los fantasmas? - Y acabando la pregunta se le escapó una risa, entre la felicidad, la gracia que le hacía imaginarse la escena y la incomprensión. - Tienes que contarme eso. - Le pidió, pero el comentario sobre los momentos estelares de Sean ya sí que le hizo echarse a reír del todo.
Tuvo que volver a secarse las lágrimas de la risa, pero ya estaba ahí Hillary para interrumpir el momento una vez más. Aunque en esta ocasión, dijo algo que le produjo una sacudida en el pecho. Miró de reojo a Alice y... Se estaba riendo. Y sonriendo. Y quizás eran imaginaciones suyas, pero le dio la sensación de que los ojos le brillaban como a él, y no por el ataque de risa. ¿Era posible? Llevaba escuchando a Alice decir que no quería atarse a nadie desde... Siempre. Pero acababa de decir que esa que veían allí, la que no podía separarse de él, era la Alice de verdad. Le había dicho que siempre estarían juntos. ¿Incluía eso...? - Pues a mí me suena genial. - Dijo él, con orgullo, volviendo a rodearla y mirándola. - Todas las formas me suenan genial: Alice, Gal, Reina de Ravenclaw, O'D... - Le acarició la mejilla. - Aunque mi favorita siempre va a ser Alice Gallia. Así, en general. - Y le guiñó un ojo, para cerrar la paráfrasis sobre su propia lista de cosas favoritas.
- Para momento estelar el que tuvo tu novio esta semana. - Lanzó Sean, que por supuesto tenía que interrumpir aquello otra vez. - ¿Te refieres a cuando casi mata al Prefecto de Slytherin? - Marcus entornó los ojos hacia Donna por su pregunta, pero antes de poder contestar que no pensaba hacerle nada, Hillary aportó. - Desde luego no creo que se refiera a todos los muros por los que iba sentándose a mirar a la nada como una lechuza melancólica. - Sabes que lo de la lechuza melancólica es una frase de este, ¿verdad? - Ironizó Marcus, señalando a Sean con el pulgar y mirando significativamente a Hillary, la cual le devolvió una mirada de ojillos entrecerrados. - No no, hay un momento mejor todavía. - Insistió Sean, mirándole con la cabeza ladeada mientras se mojaba los labios, como si estuviera disfrutando del momento previo a su humillación. - El de aquí el Prefecto y Rey de Ravenclaw dando un paseíto cogido del brazo de la Profesora Hawkins. - Sus dos amigas estallaron en una carcajada estruendosa, Hillary estaba hasta pataleando en el aire. Marcus echó aire por la nariz y rodó los ojos. - Me interceptó. - Ya. Y como tú eres taaan buen alumno y taaan educado, te quedaste un buen ratito hablando con ella. - Los tres seguían muertos de risa, y Sean negó con la cabeza y miró a Alice. - Vaya espectáculo te perdiste. -
La estaba escuchando embelesado, sin dejar de sonreír ni acariciar su pelo, pero entonces se hizo un silencio raro. Él estaba tan en su nube que ni se había parado a pensar por qué había sido. Y si Alice no lo entendía, él tampoco. Miró a sus amigos uno por uno, extrañado, hasta que Sean lo desveló. Abrió la boca y miró a su novia. - Es verdad. - Claro, como él no había dejado de llamarla Alice en ningún momento, y se seguían refiriendo a sí mismos como Marcus y Alice, ni se había dado cuenta. Pero su amigo tenía razón: sí que era buena señal. No pudo evitar sentir un cosquilleo en el pecho y esbozar una leve sonrisa. Vas a ver a una Alice que no has visto nunca, resonaron las palabras de Violet en su cabeza, aquella fatídica tarde en la que se la llevó para despedirse de su madre para siempre. Él se había jurado a sí mismo que, si él podía evitarlo, aquello no iba a suceder, pero lo cierto es que Alice, al igual que Dylan, tenía una nube de tristeza que les perseguía allá donde iban y que tenía su propia seña de identidad. ¿Significaba eso que, poco a poco, se estaba disipando?
Tal y como él lo pensó, Alice lo confirmó, analogía sobre su hermano incluida. Se inclinó hacia ella y la rodeó un poco más fuerte, empezando a darle besitos por toda la cara como había estado al principio de toda aquella conversación con sus amigos. - Ya empieza otra vez... - Suspiró Donna, pero Marcus ni caso. Iban a ser tan felices, Alice iba a ser tan feliz, lo tenía tan claro. Rozaba su sueño con la punta de los dedos, y sabía que algún día se cumpliría. Le dio un poco de espacio para que pudiera hablar, porque la conversación con Hillary no había terminado. Aunque lo que dijo le llamó la atención y le hizo abrir mucho los ojos. - ¿Los fantasmas? - Y acabando la pregunta se le escapó una risa, entre la felicidad, la gracia que le hacía imaginarse la escena y la incomprensión. - Tienes que contarme eso. - Le pidió, pero el comentario sobre los momentos estelares de Sean ya sí que le hizo echarse a reír del todo.
Tuvo que volver a secarse las lágrimas de la risa, pero ya estaba ahí Hillary para interrumpir el momento una vez más. Aunque en esta ocasión, dijo algo que le produjo una sacudida en el pecho. Miró de reojo a Alice y... Se estaba riendo. Y sonriendo. Y quizás eran imaginaciones suyas, pero le dio la sensación de que los ojos le brillaban como a él, y no por el ataque de risa. ¿Era posible? Llevaba escuchando a Alice decir que no quería atarse a nadie desde... Siempre. Pero acababa de decir que esa que veían allí, la que no podía separarse de él, era la Alice de verdad. Le había dicho que siempre estarían juntos. ¿Incluía eso...? - Pues a mí me suena genial. - Dijo él, con orgullo, volviendo a rodearla y mirándola. - Todas las formas me suenan genial: Alice, Gal, Reina de Ravenclaw, O'D... - Le acarició la mejilla. - Aunque mi favorita siempre va a ser Alice Gallia. Así, en general. - Y le guiñó un ojo, para cerrar la paráfrasis sobre su propia lista de cosas favoritas.
- Para momento estelar el que tuvo tu novio esta semana. - Lanzó Sean, que por supuesto tenía que interrumpir aquello otra vez. - ¿Te refieres a cuando casi mata al Prefecto de Slytherin? - Marcus entornó los ojos hacia Donna por su pregunta, pero antes de poder contestar que no pensaba hacerle nada, Hillary aportó. - Desde luego no creo que se refiera a todos los muros por los que iba sentándose a mirar a la nada como una lechuza melancólica. - Sabes que lo de la lechuza melancólica es una frase de este, ¿verdad? - Ironizó Marcus, señalando a Sean con el pulgar y mirando significativamente a Hillary, la cual le devolvió una mirada de ojillos entrecerrados. - No no, hay un momento mejor todavía. - Insistió Sean, mirándole con la cabeza ladeada mientras se mojaba los labios, como si estuviera disfrutando del momento previo a su humillación. - El de aquí el Prefecto y Rey de Ravenclaw dando un paseíto cogido del brazo de la Profesora Hawkins. - Sus dos amigas estallaron en una carcajada estruendosa, Hillary estaba hasta pataleando en el aire. Marcus echó aire por la nariz y rodó los ojos. - Me interceptó. - Ya. Y como tú eres taaan buen alumno y taaan educado, te quedaste un buen ratito hablando con ella. - Los tres seguían muertos de risa, y Sean negó con la cabeza y miró a Alice. - Vaya espectáculo te perdiste. -
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Marcus EN Sala común EL 18 de enero |
Cuando Marcus se ponía tan cariñoso ella solo podía alzar los ojos y dejarse querer, reírse un poquito como una niña pequeña. Porque sabía perfectamente que le hacía feliz así, con una cosa tan tonta como referirse a sí misma como Alice, con lo que a él le había gustado siempre su nombre. Y Gal se sentía la persona más afortunada del mundo si era capaz de hacer feliz a Marcus. Le dio igual el comentario de Donna y solo respondió entre risas a Marcus. – Sí, es verdad, te tengo que advertir, porque Sir Garreth se escandalizó un poco cuando el Barón de Cauldron comentó que "el joven prefecto merecía mis atenciones" y ya él solo ató cabos y acabó diciendo a gritos que habías ultrajado mi honor. La pobre Olive estaba super confusa oyéndoles. – Le acarició pasando el índice por su mandíbula. – Pero ya le dejé claro que tú habías sido todo un caballero conmigo. – Hillary soltó una pedorreta y se echó hacia atrás dramáticamente, apoyándose (vaya, qué casualidad) en Sean. – Pues no veas la trola. Porque este te ha ultrajado el honor pero bien. – Gal entornó los ojos e hizo una mueca. – Lo que tiene que oír una. Nosotros simplemente nos amamos y nos los demostramos, ordinaria, que eres una ordinaria. – Y volvió a refugiarse en los brazos de su novio y le miró, muy cerca de su rostro, casi rozando sus labios. – Si es que es verdad, mi príncipe, no nos entienden. –
No se le escapó que Marcus, en la retahíla de sus motes, haba dicho también lo de O'D, y eso le puso una sonrisita aún más tierna y esperanzada en la cara, acurrucándose contra él. No se le olvidaba la profecía. Espino blanco en su boda. Su boda. Ya habían cumplido una parte, por así decirlo. Ya habían dejado claro que Marcus no la iba a enjaular, que él era su nido, su hogar... Ahora solo faltaba las parte más concreta de aquella profecía, y por ella la harían allí mismo, que les casara Sean, o Arabella Granger, que era la persona que le parecía más apropiada para ello. Pero no dijo nada de todo eso. Se giró hacia Marcus y dijo. – Yo me quedo con la risa de Marcus O'Donnell, que para algo fue la primera en entrar en mi lista. – Y le dio un piquito, porque sí, porque podía.
Ya tuvieron que salir sus amigos a romper la armonía que habían conseguido. – No veas si sois exagerados. Marcus no le haría daño ni a una mosca. La que le cruzó la cara al prefecto fui yo. – Hillary abrió mucho los ojos. – ¡No me jodas! ¿Y no te la han liado super grande? – Ella negó con la cabeza. – No se ha enterado casi nadie, y la profesora Mustang consideró que se lo merecía, solo me quitó veinte puntos. – ¡Dios! Hubiera pagado por ver eso. Tendrías que habérsela dado el año pasado cuando te cabreó tanto en el club de pociones. – Gal le miró mal, porque no le había contando ese episodio a Marcus, y no tenía ganas de volver a abordar el tema de por qué los hombres Slytherin solían ser basura machista, así que prefirió dirigir la atención a la frase de Sean que había utilizado Hillary, que por cierto, no se había movido convenientemente después de caerse sobre el hombro de Sean. Pero entonces oyó lo de la profesora Hawkins y se giró hacia Marcus abriendo mucho los ojos. – Pero, ¿qué me dices? – Con lo reticente que era Marcus a todo lo que tenía que ver con la Adivinación. – Cariño, pero cómo no me cuantas un evento así ¿qué te dijo? – Preguntó curiosa y emocionada, como si volviera a ser la Alice de once años que todo lo quería descubrir. Se giró a Sean y chasqueó la lengua. – Es que es muy buen niño, él nunca rechazaría la atención de un profesor de Hogwarts. – Volvió a girar a su novio. – Por eso es más listo que todos nosotros. –
No se le escapó que Marcus, en la retahíla de sus motes, haba dicho también lo de O'D, y eso le puso una sonrisita aún más tierna y esperanzada en la cara, acurrucándose contra él. No se le olvidaba la profecía. Espino blanco en su boda. Su boda. Ya habían cumplido una parte, por así decirlo. Ya habían dejado claro que Marcus no la iba a enjaular, que él era su nido, su hogar... Ahora solo faltaba las parte más concreta de aquella profecía, y por ella la harían allí mismo, que les casara Sean, o Arabella Granger, que era la persona que le parecía más apropiada para ello. Pero no dijo nada de todo eso. Se giró hacia Marcus y dijo. – Yo me quedo con la risa de Marcus O'Donnell, que para algo fue la primera en entrar en mi lista. – Y le dio un piquito, porque sí, porque podía.
Ya tuvieron que salir sus amigos a romper la armonía que habían conseguido. – No veas si sois exagerados. Marcus no le haría daño ni a una mosca. La que le cruzó la cara al prefecto fui yo. – Hillary abrió mucho los ojos. – ¡No me jodas! ¿Y no te la han liado super grande? – Ella negó con la cabeza. – No se ha enterado casi nadie, y la profesora Mustang consideró que se lo merecía, solo me quitó veinte puntos. – ¡Dios! Hubiera pagado por ver eso. Tendrías que habérsela dado el año pasado cuando te cabreó tanto en el club de pociones. – Gal le miró mal, porque no le había contando ese episodio a Marcus, y no tenía ganas de volver a abordar el tema de por qué los hombres Slytherin solían ser basura machista, así que prefirió dirigir la atención a la frase de Sean que había utilizado Hillary, que por cierto, no se había movido convenientemente después de caerse sobre el hombro de Sean. Pero entonces oyó lo de la profesora Hawkins y se giró hacia Marcus abriendo mucho los ojos. – Pero, ¿qué me dices? – Con lo reticente que era Marcus a todo lo que tenía que ver con la Adivinación. – Cariño, pero cómo no me cuantas un evento así ¿qué te dijo? – Preguntó curiosa y emocionada, como si volviera a ser la Alice de once años que todo lo quería descubrir. Se giró a Sean y chasqueó la lengua. – Es que es muy buen niño, él nunca rechazaría la atención de un profesor de Hogwarts. – Volvió a girar a su novio. – Por eso es más listo que todos nosotros. –
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Un jour viendra tu me dira je t'aime
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Alice EN Sala común EL 18 de enero |
Abrió los ojos como platos e incluso se retiró un poco para mirar a Alice. - ¿Cómo? - Se puso hasta colorado. El comentario de su amiga solo lo empeoró. - ¡Hillary! - ¡Por favor! Concordaba con Alice en la ordinariez del comentario, pero él seguía delatoramente colorado. Se recompuso, muy dignamente y mirando por encima del hombro a sus tres amigos, que se lo estaban pasando bomba a su costa. - Yo soy muy respetuoso con el honor de todo el mundo, cuanto menos con Alice. - Ya ya. - Murmuró Sean entre risas. Echó aire por la nariz con reproche, pero su novia se le había acurrucado y le estaba diciendo cositas otra vez, así que la miró y sonrió... Aunque seguía teniendo una enfurruñada mirada de reojo que dedicar a sus amigos. - No nos entienden en absoluto, mi amor, no saben lo que es entregarse en cuerpo y alma. - Y más risitas. Le miró picado mientras rodeaba aún más a Alice como si fuera un peluche al que quería proteger. Porque claro, mucho estaba tardando Marcus en picarse con algo. - A ver los maduros, a ver quien se está comportando como un crío ahora. - Perdona, tío, es que me da el reflejo de todo el arcoíris y la purpurina que tienes a tu alrededor. - Dijo Sean, que de repente se había venido muy arriba, claramente porque Hillary le estaba riendo las gracias a carcajadas. - Oh, mi princesa, permíteme que acceda a tu torre para entregarme a ti en cuerpo y alma. Con el correspondiente permiso expreso firmado y sellado, por tu honor. - Se burló Hillary con voz empalagosa, y más carcajadas. Marcus frunció un poquito el ceño y ladeó la cabeza. - Por lo pronto yo veo tu cuerpo muy pegadito al de otra persona. - Porque la chica estaba prácticamente encima de Sean con la tontería de las risas. Hizo como que se retiraba, pero no se separó mucho.
Como aún le quedaba risita para rato a esos tres y no tenía ganas de escuchar más tonterías, se giró a Alice y preguntó por lo otro que le había producido incomodidad nada más oírlo. - ¿Has dicho que Olive estaba delante? - Abrió los ojos apurados. - Por favor, ¿qué dijo ese carcamal demente? No diría algo inapropiado, ¿verdad? ¿Hablaste con ella? ¿Le dijiste... Algo de...? - La máquina del agobio se había puesto a funcionar, y eso que no había añadido nada de la imagen que podría tener Olive ahora de ellos... O, peor, Dylan. Que ahora eran muy amiguitos. ¿Y si llegaba a sus oídos?
Se habían quedado acurrucados mientras dejaban a sus amigos reírse solos cuando salió el tema Layne a relucir. De verdad que no quería dedicar a ese tipo ni medio minuto de su pensamiento, no más del estrictamente necesario para elaborar un plan por el cual pagara por lo de la amortentia, que ni muchísimo menos se le había olvidado. Pero lo que dijo Sean le hizo fruncir el ceño extrañado, mirando a su amigo. - ¿El año pasado? - Preguntó, y dirigió su mirada a Alice. - ¿Qué pasó el año pasado? - Había sido un año... Raro. A pesar de que habían llegado a estar "más cerca que nunca", por así decirlo, también fue el año que se sentían más separados el uno del otro. Antes de que pudiera seguir preguntando, el tema viró convenientemente hacia la Profesora de Adivinación. Marcus echó un poco de aire por la boca. No iba a quedar ahí lo del prefecto de Slytherin, por supuesto que no. Pero veía a Alice tan entusiasmada que no pudo evitar esbozar una sonrisilla. - Pues un montón de paparruchas adivinatorias, como podrás imaginar. - Dijo entre risas, apoyando la cabeza en el sofá, pero volvió a hacer una maniobra para acercarse a su oído y susurrar. - Luego te lo cuento. - Porque, creyeran en ello o no, le había dicho cosas bonitas, aunque en su momento le dolieran como clavos. Y no quería decirlas delante de esos metiches que solo harían burlarse.
Por no hablar de que no se le iba de la cabeza el temita del prefecto, así que volvió. - Oye... ¿Es que lo de Layne venía de antes? - Preguntó entre sorprendido e irritado, no con Alice, sino con ese estúpido de Layne. Mira que intentaba no pensar en él, pero al final siempre acababa acudiendo a su cabeza como un molesto moscardón, y cada día con una tropelía nueva. Sean se adelantó. - Lleva tirándole los trastos desde el año pasado, pero de muy mala manera... Bueno, de la manera Layne, que te voy a contar. - Donna hizo un sonido de repulsa. - Dios, qué asco me da ese tío... - Es que es un asqueroso. - Confirmó Sean, negando con la cabeza. - Tiene que estar estorbando continuamente en pociones, yo no lo aguanto. - Pues se le va a cortar el rollo pronto. - Dijo Marcus, muy seguro. Sus tres amigos le miraron con atención, porque sabían que esa mensaje llevaba trasfondo detrás. Marcus miró a los lados, porque no quería que se le oyera, y se movió en el sofá para inclinarse hacia delante. Sus amigos le imitaron, generando un pequeño corrillo. - Cometió una irregularidad hace unos meses de manera deliberada. - Hillary rodó los ojos exageradamente, con un gruñido, e hizo amago de retirarse. - Tú y tus irregularidades, O'Donnell. Por un momento creí que ibas a decir algo interesante. - Esta es grave. - Aseguró él, sin cambiar el tono susurrado. Miró a Sean con mirada significativa. - Él fue el que hizo... La poción. - Su amigo se quedó unos segundos mirándole, pensando, como si necesitara más datos. Finalmente dijo. - ¿Qué poción? - Marcus puso cara de obviedad. Y ya Sean pareció caer. - ¡Hostias! ¡No jod... ! - ¡Sssshh! Por favor, que no salga de aquí. Kyla también lo sabe, lo confesó él cuando... Bueno, ese día que discutimos. Estoy pensando qué hacer aún, pero que no llegue a sus oídos. - ¿Pero qué pasa? Yo no me estoy enterando. - Preguntó Donna, confusa. Hillary tampoco parecía saber nada. Marcus fue a explicarlo, pero a Sean le pudo la emoción. - El Prefecto Hughes hizo una amortentia y se la dejó abierta en el aula de pociones. Al parecer a posta. - Las dos chicas abrieron la boca sorprendidas. Marcus fue a retomar el hilo de la conversación, pero Sean siguió. - Y estos dos estaban allí y casi les pillan chingando. - ¡Sean! - Regañó Marcus, que ya estaba colorado otra vez. Las caras de las chicas mirándoles eran un poema. - ¿Coooooooomo? - Saltó Donna, pero Marcus aún intentaba justificarse. - No pas... Bueno, sí pe... No fue así exact.. ¡Nosotros no hacemos esas cosas! ¿Queréis dejar de hablar así? - Venga ya, Marcus... - Igualmente ese no era el tem... - ¿Y quién os pilló? - Preguntó Donna, ignorando por completo su indignación y apuro. Y, por supuesto, Sean tardó medio segundo en contestar. - Su hermano Lex. - Las dos se llevaron la mano a la boca, aspirando una expresión de sorpresa. - Quéeeeeee fueeeeerte. - ¿O sea que eso fue lo que pasó? ¡No me lo contaste entero, capulla! - Lanzó Hillary a Alice. Y de repente se generó un inteso debate entre sus dos amigas. - ¿Pero tú lo sabías? - Lo del momentazo en el aula sí, pero lo de la poción, no. - ¿¿Pero por qué yo siempre me entero la última de las cosas?? - Pues al parecer el prefecto le da muy buen uso a las mesas del aula. - - ¡Bueno ya vale! ¡Que no era eso de lo que estábamos hablando! - Cortó Marcus, de nuevo colorado. Pero ya se había generado un coro de risitas. Rodó los ojos y miró a Alice. Ya, lo sé, no tenía que haber dicho nada. Pero retoma tú, por favor. De verdad que a esas horas del día ya no tenía tanta paciencia.
Como aún le quedaba risita para rato a esos tres y no tenía ganas de escuchar más tonterías, se giró a Alice y preguntó por lo otro que le había producido incomodidad nada más oírlo. - ¿Has dicho que Olive estaba delante? - Abrió los ojos apurados. - Por favor, ¿qué dijo ese carcamal demente? No diría algo inapropiado, ¿verdad? ¿Hablaste con ella? ¿Le dijiste... Algo de...? - La máquina del agobio se había puesto a funcionar, y eso que no había añadido nada de la imagen que podría tener Olive ahora de ellos... O, peor, Dylan. Que ahora eran muy amiguitos. ¿Y si llegaba a sus oídos?
Se habían quedado acurrucados mientras dejaban a sus amigos reírse solos cuando salió el tema Layne a relucir. De verdad que no quería dedicar a ese tipo ni medio minuto de su pensamiento, no más del estrictamente necesario para elaborar un plan por el cual pagara por lo de la amortentia, que ni muchísimo menos se le había olvidado. Pero lo que dijo Sean le hizo fruncir el ceño extrañado, mirando a su amigo. - ¿El año pasado? - Preguntó, y dirigió su mirada a Alice. - ¿Qué pasó el año pasado? - Había sido un año... Raro. A pesar de que habían llegado a estar "más cerca que nunca", por así decirlo, también fue el año que se sentían más separados el uno del otro. Antes de que pudiera seguir preguntando, el tema viró convenientemente hacia la Profesora de Adivinación. Marcus echó un poco de aire por la boca. No iba a quedar ahí lo del prefecto de Slytherin, por supuesto que no. Pero veía a Alice tan entusiasmada que no pudo evitar esbozar una sonrisilla. - Pues un montón de paparruchas adivinatorias, como podrás imaginar. - Dijo entre risas, apoyando la cabeza en el sofá, pero volvió a hacer una maniobra para acercarse a su oído y susurrar. - Luego te lo cuento. - Porque, creyeran en ello o no, le había dicho cosas bonitas, aunque en su momento le dolieran como clavos. Y no quería decirlas delante de esos metiches que solo harían burlarse.
Por no hablar de que no se le iba de la cabeza el temita del prefecto, así que volvió. - Oye... ¿Es que lo de Layne venía de antes? - Preguntó entre sorprendido e irritado, no con Alice, sino con ese estúpido de Layne. Mira que intentaba no pensar en él, pero al final siempre acababa acudiendo a su cabeza como un molesto moscardón, y cada día con una tropelía nueva. Sean se adelantó. - Lleva tirándole los trastos desde el año pasado, pero de muy mala manera... Bueno, de la manera Layne, que te voy a contar. - Donna hizo un sonido de repulsa. - Dios, qué asco me da ese tío... - Es que es un asqueroso. - Confirmó Sean, negando con la cabeza. - Tiene que estar estorbando continuamente en pociones, yo no lo aguanto. - Pues se le va a cortar el rollo pronto. - Dijo Marcus, muy seguro. Sus tres amigos le miraron con atención, porque sabían que esa mensaje llevaba trasfondo detrás. Marcus miró a los lados, porque no quería que se le oyera, y se movió en el sofá para inclinarse hacia delante. Sus amigos le imitaron, generando un pequeño corrillo. - Cometió una irregularidad hace unos meses de manera deliberada. - Hillary rodó los ojos exageradamente, con un gruñido, e hizo amago de retirarse. - Tú y tus irregularidades, O'Donnell. Por un momento creí que ibas a decir algo interesante. - Esta es grave. - Aseguró él, sin cambiar el tono susurrado. Miró a Sean con mirada significativa. - Él fue el que hizo... La poción. - Su amigo se quedó unos segundos mirándole, pensando, como si necesitara más datos. Finalmente dijo. - ¿Qué poción? - Marcus puso cara de obviedad. Y ya Sean pareció caer. - ¡Hostias! ¡No jod... ! - ¡Sssshh! Por favor, que no salga de aquí. Kyla también lo sabe, lo confesó él cuando... Bueno, ese día que discutimos. Estoy pensando qué hacer aún, pero que no llegue a sus oídos. - ¿Pero qué pasa? Yo no me estoy enterando. - Preguntó Donna, confusa. Hillary tampoco parecía saber nada. Marcus fue a explicarlo, pero a Sean le pudo la emoción. - El Prefecto Hughes hizo una amortentia y se la dejó abierta en el aula de pociones. Al parecer a posta. - Las dos chicas abrieron la boca sorprendidas. Marcus fue a retomar el hilo de la conversación, pero Sean siguió. - Y estos dos estaban allí y casi les pillan chingando. - ¡Sean! - Regañó Marcus, que ya estaba colorado otra vez. Las caras de las chicas mirándoles eran un poema. - ¿Coooooooomo? - Saltó Donna, pero Marcus aún intentaba justificarse. - No pas... Bueno, sí pe... No fue así exact.. ¡Nosotros no hacemos esas cosas! ¿Queréis dejar de hablar así? - Venga ya, Marcus... - Igualmente ese no era el tem... - ¿Y quién os pilló? - Preguntó Donna, ignorando por completo su indignación y apuro. Y, por supuesto, Sean tardó medio segundo en contestar. - Su hermano Lex. - Las dos se llevaron la mano a la boca, aspirando una expresión de sorpresa. - Quéeeeeee fueeeeerte. - ¿O sea que eso fue lo que pasó? ¡No me lo contaste entero, capulla! - Lanzó Hillary a Alice. Y de repente se generó un inteso debate entre sus dos amigas. - ¿Pero tú lo sabías? - Lo del momentazo en el aula sí, pero lo de la poción, no. - ¿¿Pero por qué yo siempre me entero la última de las cosas?? - Pues al parecer el prefecto le da muy buen uso a las mesas del aula. - - ¡Bueno ya vale! ¡Que no era eso de lo que estábamos hablando! - Cortó Marcus, de nuevo colorado. Pero ya se había generado un coro de risitas. Rodó los ojos y miró a Alice. Ya, lo sé, no tenía que haber dicho nada. Pero retoma tú, por favor. De verdad que a esas horas del día ya no tenía tanta paciencia.
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Marcus EN Sala común EL 18 de enero |
Tuvo que entornar los ojos ante el numerito de Hillary, pero Marcus lo compensó haciéndole el comentario sobre lo de Sean. – Mira, para algo va a servir que se metan con nosotros. – Dijo alzando las cejas significativamente. – Fíjate qué juntitos y qué bien. – Echó la cabeza hacia atrás, mirando a Hillary y sacó la lengua. – Ya ves tú. Lo que tienes es envidia, chica, de que alguien viene a mi torre. Con sus permisos y todo. – Y ya se podían reír todo lo que quisieran, que, al final del día, esa era la verdad, que ella tenía a Marcus en todas su facetas, y eso la hacha la chica más afortunada del mundo.
Se dejó caer con Marcus mientras le preguntaba sobre Sir Garreth y el momento con Olive. – Oh, no tienes que preocuparte por nada. Olive no entendió ni una palabra, estaban muy rimbombantes para ella, tanto él como el varón. Y yo les dije que habías sido un caballero conmigo, lo cual ellos interpretaron como que no habíamos ultrajado ningún honor, y Olive lo interpretó como lo que ve siempre, que me tratas como a una princesa. – Dijo con los ojitos brillantes, acariciando los rizos de su frente y sus sienes. – Resulta que se enteraron de que estaba en la enfermería y, como en su época, estar enfermo era más grave que ahora, pues vinieron a buscarme, y Olive fue la que se encontró al Barón. Ellos solos me diagnosticaron mal de amores y me dijeron que adelante, que debía ir a declararme y que querrían ver una boda en Hogwarts. – Terminó con una risa y se inclinó, poniendo su frente sobre la de él. – Creo que no hay dónde casarse aquí, pero todo sea proponérselo a la señora Granger, esa mujer tiene potestad para todo. – Le dijo en tonito de broma, pero con una sonrisa que revelaba el subtono de verdad en sus palabras. Rozó su nariz con la mejilla de Marcus después de lo que le dijo en el oído, que le dio un escalofrío en todo el cuerpo y dijo. – Estoy deseando que me lo cuentes. –
Pero, obviamente, el tema del prefecto no podía pasar por alto, y ya tuvo que saltar Sean, que no sabía cómo había de que decirle esas cosas a Marcus, y desde luego así no. – Solo fue un fanfarrón como lo es siempre. Vino a pedirme que fuera al baile de fin de curso con él, yo le dije que no hacía planes para el baile y él se puso un poco pesadito incidiendo en si iba a ir contigo. Solo formaba parte de esa obsesión que tiene por intentar alcanzarte en algo en la vida. – Su amigo soltó un bufido. – Gal. – Sean. – Respondió ella en el mismo tono. – Por favor, que prácticamente se arrastró, hasta que ya llegó el momento en que no le quedaba otra que aceptar que le estabas dando calabazas y se puso todo digno y estúpido como siempre. – Ella entornó los ojos y negó con la cabeza, pero dejó que Marcus contara lo del aula de Pociones. Miró a Donna con cara de disculpa y dijo. – Lo siento, tía. Si te sirve de algo, no era mi intención contárselo a nadie, pero esta se pone en modo interrogación y no hay quien la calle. – Y, de hecho, tuvo que asistir a ese corrillo de patio que se había formado entre sus amigas con un suspiro y frotándose los ojos. Le dio un poquito en el hombro a Hillary. – ¿Ves por qué no te lo cuento todo? Luego tú todo lo retuerces, estúpida. – Vaya, ahora será culpa mía que casi te hincaras a Marcus en un aula abierta. – Gal la chistó y miró a los lados, mientras a Donna le daba la risa fuerte. La verdad es que no se lo contaba porque para ella siempre sería la niña chica del grupo, aunque solo se llevaran un año, y todo cambiaba en esta vida, y ella misma el año pasado a esas alturas ya estaba más que enterada de todo, así que en verdad debería empezar a considerar más a su amiga exactamente que consideraba a todos los demás del grupo. Miró a su novio con un punto de ternurita, porque realmente se habían metido en un jardín complicado.
– A ver, escuchadme. – Intervino en la conversación. – La cosa es que ese cretino hizo la amortentia para liárnosla como fuera. Porque si yo la llego a tocar, me hubiera encaprichado de él, y dejándola destapada nos la lio para que acabáramos como acabamos. – Sí, claro, ahora es culpa de la amortentia. – Dijo Donna con una risa. Ella se encogió de hombros y asintió. – Mira, pues sí, porque yo estaré mal de la cabeza, pero Marcus no haría eso en un aula de normal ni de coña. Y por muy loca que esté, la verdad es que yo tampoco. Pero no sabéis el efecto que tiene esa mierda sobre ti, yo estaba como si estuviera soñando, como si nada de eso fuera real. – Sean soltó una carcajada. – Pues a Lex le debió parecer bastante real. Vaya trauma, tía. – Total, a lo que íbamos. El muy tonto lo ha admitido, delante de Kyla y Marcus, que son prefectos, no son dos cualquiera. Él cree que tienes a Marcus pillado porque intuye lo que pasó, pero no tiene pruebas. Y ellos tienen la plagara de os prefectos que le han oído confesarlo. Pero ese día solo nos vio Lex, de hecho, hice una matalobos fantástica, el profe la vio, la comentó con la clase entera. Yo tengo coartada, Marcus también, que, de hecho, a lo que vino fue a traerme el atónito. Así que yo creo que está la cosa más o menos equilibrada. – Hillary asintió, poniendo su tono y su pose de futura abogada del Ministerio. – Es verdad que no tiene pruebas de que hicierais eso. Y por mucho que todos sepamos que lo hacéis, nadie os ha pillado nunca en ello aquí, así que bien puede quedar solo como una difamación y, en verdad, solo echarle más tierra encima. – A mí me encantaría que lo mandaran a la mierda y le quitaran el cargo. Merecido se lo tiene. – Gal frunció el ceño y miró a su amiga. – ¿Te ha hecho algo, Donna? – La chica se encogió de hombros. – Lo mismo que a ti, supongo. A veces, cuando he tenido las horas libres y eso, lo de venir y darme la tabarra, y cuando lo he mandado a paseo, pues meterse conmigo. – Gal suspiró y negó con la cabeza. De verdad, menudo elementazo. Si estaba en su mano, ese no se iba de Hogwarts sin una sanción o algo por lo menos.
Se dejó caer con Marcus mientras le preguntaba sobre Sir Garreth y el momento con Olive. – Oh, no tienes que preocuparte por nada. Olive no entendió ni una palabra, estaban muy rimbombantes para ella, tanto él como el varón. Y yo les dije que habías sido un caballero conmigo, lo cual ellos interpretaron como que no habíamos ultrajado ningún honor, y Olive lo interpretó como lo que ve siempre, que me tratas como a una princesa. – Dijo con los ojitos brillantes, acariciando los rizos de su frente y sus sienes. – Resulta que se enteraron de que estaba en la enfermería y, como en su época, estar enfermo era más grave que ahora, pues vinieron a buscarme, y Olive fue la que se encontró al Barón. Ellos solos me diagnosticaron mal de amores y me dijeron que adelante, que debía ir a declararme y que querrían ver una boda en Hogwarts. – Terminó con una risa y se inclinó, poniendo su frente sobre la de él. – Creo que no hay dónde casarse aquí, pero todo sea proponérselo a la señora Granger, esa mujer tiene potestad para todo. – Le dijo en tonito de broma, pero con una sonrisa que revelaba el subtono de verdad en sus palabras. Rozó su nariz con la mejilla de Marcus después de lo que le dijo en el oído, que le dio un escalofrío en todo el cuerpo y dijo. – Estoy deseando que me lo cuentes. –
Pero, obviamente, el tema del prefecto no podía pasar por alto, y ya tuvo que saltar Sean, que no sabía cómo había de que decirle esas cosas a Marcus, y desde luego así no. – Solo fue un fanfarrón como lo es siempre. Vino a pedirme que fuera al baile de fin de curso con él, yo le dije que no hacía planes para el baile y él se puso un poco pesadito incidiendo en si iba a ir contigo. Solo formaba parte de esa obsesión que tiene por intentar alcanzarte en algo en la vida. – Su amigo soltó un bufido. – Gal. – Sean. – Respondió ella en el mismo tono. – Por favor, que prácticamente se arrastró, hasta que ya llegó el momento en que no le quedaba otra que aceptar que le estabas dando calabazas y se puso todo digno y estúpido como siempre. – Ella entornó los ojos y negó con la cabeza, pero dejó que Marcus contara lo del aula de Pociones. Miró a Donna con cara de disculpa y dijo. – Lo siento, tía. Si te sirve de algo, no era mi intención contárselo a nadie, pero esta se pone en modo interrogación y no hay quien la calle. – Y, de hecho, tuvo que asistir a ese corrillo de patio que se había formado entre sus amigas con un suspiro y frotándose los ojos. Le dio un poquito en el hombro a Hillary. – ¿Ves por qué no te lo cuento todo? Luego tú todo lo retuerces, estúpida. – Vaya, ahora será culpa mía que casi te hincaras a Marcus en un aula abierta. – Gal la chistó y miró a los lados, mientras a Donna le daba la risa fuerte. La verdad es que no se lo contaba porque para ella siempre sería la niña chica del grupo, aunque solo se llevaran un año, y todo cambiaba en esta vida, y ella misma el año pasado a esas alturas ya estaba más que enterada de todo, así que en verdad debería empezar a considerar más a su amiga exactamente que consideraba a todos los demás del grupo. Miró a su novio con un punto de ternurita, porque realmente se habían metido en un jardín complicado.
– A ver, escuchadme. – Intervino en la conversación. – La cosa es que ese cretino hizo la amortentia para liárnosla como fuera. Porque si yo la llego a tocar, me hubiera encaprichado de él, y dejándola destapada nos la lio para que acabáramos como acabamos. – Sí, claro, ahora es culpa de la amortentia. – Dijo Donna con una risa. Ella se encogió de hombros y asintió. – Mira, pues sí, porque yo estaré mal de la cabeza, pero Marcus no haría eso en un aula de normal ni de coña. Y por muy loca que esté, la verdad es que yo tampoco. Pero no sabéis el efecto que tiene esa mierda sobre ti, yo estaba como si estuviera soñando, como si nada de eso fuera real. – Sean soltó una carcajada. – Pues a Lex le debió parecer bastante real. Vaya trauma, tía. – Total, a lo que íbamos. El muy tonto lo ha admitido, delante de Kyla y Marcus, que son prefectos, no son dos cualquiera. Él cree que tienes a Marcus pillado porque intuye lo que pasó, pero no tiene pruebas. Y ellos tienen la plagara de os prefectos que le han oído confesarlo. Pero ese día solo nos vio Lex, de hecho, hice una matalobos fantástica, el profe la vio, la comentó con la clase entera. Yo tengo coartada, Marcus también, que, de hecho, a lo que vino fue a traerme el atónito. Así que yo creo que está la cosa más o menos equilibrada. – Hillary asintió, poniendo su tono y su pose de futura abogada del Ministerio. – Es verdad que no tiene pruebas de que hicierais eso. Y por mucho que todos sepamos que lo hacéis, nadie os ha pillado nunca en ello aquí, así que bien puede quedar solo como una difamación y, en verdad, solo echarle más tierra encima. – A mí me encantaría que lo mandaran a la mierda y le quitaran el cargo. Merecido se lo tiene. – Gal frunció el ceño y miró a su amiga. – ¿Te ha hecho algo, Donna? – La chica se encogió de hombros. – Lo mismo que a ti, supongo. A veces, cuando he tenido las horas libres y eso, lo de venir y darme la tabarra, y cuando lo he mandado a paseo, pues meterse conmigo. – Gal suspiró y negó con la cabeza. De verdad, menudo elementazo. Si estaba en su mano, ese no se iba de Hogwarts sin una sanción o algo por lo menos.
Merci Prouvaire!
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Alice EN Sala común EL 18 de enero |
Se quedó más tranquilo con lo de Olive. Ciertamente con once años se estaba bastante en la inopia con respecto a esas cosas, y si encima el Barón y Sir Garrett estaban usando su lenguaje pomposo y antiguo... La pobre no se enteraría de nada. Estaba sonriendo a la anécdota cuando Alice dijo algo que le dejó clavado en el sitio, mirándola como si no diera crédito, aunque estaba haciendo todo lo posible por disimular la emoción. No te vengas arriba, Marcus, relájate. Pero es que, ¿acaso estaba confirmando Alice... que quería casarse con él? Porque era uno de sus mayores miedos, que Alice no quisiera formar con él una familia. ¿De verdad se lo estaba confirmando? Porque le daban ganas de montar una fiesta, de que rodara la cerveza de mantequilla para celebrarlo. De casarse allí mismo si hacía falta.
Se le esbozó una sonrisa boba. - Pues... Sería un gran sitio. - Se mojó los labios y se encogió de un hombro. - En el Lago Negro. O aquí en la sala común. O en la sala de los menesteres acondicionada para eso. - ¿Así es como rebajas el nivel de emoción, Marcus? Dejó escapar una risa como si con ella quisiera decir que estaba bromeando... Pero solo estaría bromeando en caso de que Alice también estuviera bromeando. Porque si iba en serio... - Quien sabe, a lo mejor la tiene, sería cuestión de preguntarle. - Dijo en referencia a que les casara la Profesora Granger, de nuevo con una risilla que pretendía disimular que solo imaginárselo había hecho que se le pusieran todos los pelos del cuerpo de punta de la sola emoción.
Escuchó a qué se referían con lo de Layne en sexto, y al parecer había sido solo una burda insistencia para que fuera al baile con él, no aceptando un "no" por respuesta. Negó con la cabeza, pero entonces Sean añadió más datos. A pesar de lo que le indignaba el comportamiento de ese tipo, tuvo que soltar una risa desdeñosa. - Qué patético... - Si te han dicho que no, es que no. Y además, ¿tan desesperado estaba para insistir y arrastrarse tanto? En fin. A ver a quien le vendía luego el cuento de la dignidad.
Estaba deseando que Alice parara aquello, porque sabía que tenía más mano sobre sus amigos que él, a quien tomaban por el pito del sereno visto lo visto. Pero cuando fue a callar a Hillary, la contestación de esta solo le hizo chistar y mirar a los lados de nuevo, incómodo. - ¿Puedes usar un lenguaje más adecuado, por favor? Dijo en un susurro apremiante y regañón. Hillary se irguió muy digna, sabiéndose en la posición de incomodarle, y ladeó una sonrisita. - ¿Cuál es el lenguaje correcto, según tú? - Marcus echó aire por la boca bruscamente, haciendo acopio de paciencia. - Esa poción es muy... Va directamente al cerebro, te lo embota y te... Emocionas de más. - Se encogió de hombros, obviando las miraditas de sus amigos. En su lugar, él miró a Alice. - Y habíamos pasado un verano muy malo, y sin vernos ni un solo día... - Miró a sus amigos de nuevo y esbozó una expresión digna. - No fue más que una manifestación más de lo mucho que nos necesitamos, solo que muy edulcorada por culpa de la maldita poción. No llegó a mayores y le hubiera pasado a cualquiera. Punto. - Pero lejos de encontrar comprensión, solo hubo más risitas infantiles. Marcus chistó otra vez. - Estamos hablando de una infracción seria, ¿se puede saber qué os hace tanta gracia? - Es que tío, encima lo explicas... - Dijo Sean entre risas. Y Hillary, como no, tuvo que aportar. - Y por como estaba esta de acalorada esa noche, estoy segura de que se está ahorrando los detallitos "de lo mucho que se necesitan" muy convenientemente. - ¿Es que quieres que te dé más material para que fantasees, Hills? - Le dijo él con intención, cortando la risa tanto de la chica como de Sean de golpe (Donna estaba siendo la gran beneficiada de aquel espectáculo, porque todo le hacía gracia). Hillary le miró con los ojos entrecerrados y negando con la cabeza. - Qué estúpido eres. - Marcus frunció los labios y arqueó las cejas con una mueca de "te aguantas" gritando por toda su cara.
Menos mal que para algo le había lanzado una mirada de socorro a Alice y ya estaba interviniendo para atajar correctamente el tema, porque él iba cuesta abajo y sin frenos. No pudo evitar erguirse con un puntito orgulloso, digno y de mirar a sus amigos por encima del hombro cuando Alice dejó bien claro que no haría eso en un aula ni de coña... Aunque también estuvo a punto de caer cuando lo del licor de espino en el aula de prefectos, pero para qué iban a ser tan específicos. El discurso de Alice pareció ir mejor orientado que el suyo, o a ella la tomaban más en serio, porque sus amigos pararon al fin las risitas y entraron de lleno en el tema. Su novia parecía muy convencida de que tenían las de ganar, pero Marcus miró a Hillary, alegrándose de verla tan puesta en argumentaciones, porque seguía pensando que no le iba a venir nada mal una abogada.
La intervención de Donna le hizo mirarla muy serio, con el ceño fruncido. No solo por lo que contaba, porque tenía delito, sino porque... - Es que habría que quitarle el cargo... - Murmuró, pensativo. Todos le miraron. Si sus amigos le conocían de algo, ya intuirían que la cabeza de Marcus había empezado a maquilar. - Podría reunirme con el comité de ética de Hogwarts. - Todos los presentes se le quedaron mirando como si acabara de decir algo en otro idioma. Marcus pasó la mirada de uno a otro, encogiéndose de hombros con obviedad. - ¿Es que no sabéis que hay un comité de ética en Hogwarts? ¿Quién creéis que ha elaborado la guía de buenas prácticas en el ejercicio de la prefectura? - Más silencio por respuesta. Marcus abrió mucho los ojos. ¿En serio? ¿Ni su propia novia? - ¿Hola? ¡Yo pertenezco al comité! - ¿Tú a qué no perteneces, Marcus? - Contestó Hillarry. Él sacudió la cabeza. - Bueno, da igual. La cuestión es que cabe la posibilidad de que Layne no se haya leído la guía. - Por un segundo miró a sus amigos y a su novia, cuatro Ravenclaw brillantes, que ahora le miraban como lechuzas confusas. Rodó los ojos. - Corrigo: estoy seguro de que no se ha leído la guía. - Si cuatro de los mejores alumnos de Hogwarts ni sabían lo que era, cuanto menos Hughes, que era un merluzo.
- El comité se reúne una vez al trimestre. - Continuó Marcus, metido en su tema y bajo la atenta escucha de los demás. - Normalmente a finales, por lo que probablemente nos reunamos un par de semanas antes de Pascua. Y en él se debe exponer cualquier incumplimiento del código ético del colegio de caracter no urgente, porque si es urgente hay que notificarlo de inmediato por medio de... - Vale, estaba aburriendo al personal. Sacudió la cabeza. - Da igual, a lo que voy: Hughes ha cometido una irregularidad contra la normativa de Hogwarts haciendo esta poción, pero aparte va contra la ética. El uso de la amortentia no está permitido no solo en este colegio, es que es una poción de uso restringido catalogada así por el mismísimo Ministerio de Magia. - O'Donnell, yo a estas horas ya no proceso tantos datos. - Dijo Donna con cara de sueño. Marcus la miró con un punto de indignación. - Pues mal hecho. Un Ravenclaw no tiene horarios de... - ¡Marcus! - ¡Vale! ¡Dios! - Se quejó, removiéndose en su sitio con mala cara. Para perder el tiempo en risitas no había prisas, pero ahora tenía que exponer sus ideas a toda velocidad. - Pues te necesito espabilada precisamente a ti. - Dijo en referencia a Donna, a la que de repente se le fue toda expresión de aburrimiento posible. - Eso de que "va a darte la tabarra", según para lo que lo haga, con qué objetivo y en qué tono, podría ser acoso. - La chica abrió mucho los ojos, apurada, pero Hillary asintió. - De hecho, juraría que lo es. Esa parte del estatuto también me la conozco yo. - Marcus asintió. Y para eso era bueno tener abogadas en el grupo. - Por tanto tenemos, como mínimo. - Empezó a enumerar con los dedos. - Una irregularidad, que es la fabricación de una poción peligrosa sin el correspondiente embotellado, que podría haber tenido consecuencias graves. Irregularidad que, por si fuera poco, atenta contra el código ético al ser una poción cuyos objetivos de uso, desde el punto de vista de los principios, son muy cuestionables. Vosotros compartís clase. ¿Os había mandado el profesor hacerla? Dijo mirando a Sean y a Alice. El chico negó. - No, este curso no se ha dado. La dimos el curso pasado. Y, de hecho, el profesor dejó bien claro que era de esas pociones que se enseñan en clase, pero que no pueden practicarse sin supervisión. - Marcus frunció los labios como quien da en el clavo con algo, añadiendo un gesto de las manos. La hizo porque quiso, pues. En ese caso, es sancionable. Prosiguió, recuperando la enumeración. Además, tenemos también dos posibles casos de acoso, insisto, como mínimo. - Dijo mirando tanto a Alice como a Donna, pero dejó la mirada puesta en su novia. - Y si mal no recuerdo, cuando te pillaron con Alek, él y la prefecta estaban también en el bosque prohibido. Si tuvieras pruebas de que no parecían estar precisamente de ronda, sería otra irregularidad. - Marcus miró a todos los presentes y arqueó las cejas. - Dos irregularidades y tres atentados contra el código ético, y eso solo que sepamos nosotros. De aquí a Pascua, estoy seguro de que salen más. - Vio como Sean esbozaba una sonrisa entre orgullosa y vengativa, entrecerrando los ojos, y devolvía la mirada a todos diciendo. - Vamos a hundir a ese cabrón. -
Se le esbozó una sonrisa boba. - Pues... Sería un gran sitio. - Se mojó los labios y se encogió de un hombro. - En el Lago Negro. O aquí en la sala común. O en la sala de los menesteres acondicionada para eso. - ¿Así es como rebajas el nivel de emoción, Marcus? Dejó escapar una risa como si con ella quisiera decir que estaba bromeando... Pero solo estaría bromeando en caso de que Alice también estuviera bromeando. Porque si iba en serio... - Quien sabe, a lo mejor la tiene, sería cuestión de preguntarle. - Dijo en referencia a que les casara la Profesora Granger, de nuevo con una risilla que pretendía disimular que solo imaginárselo había hecho que se le pusieran todos los pelos del cuerpo de punta de la sola emoción.
Escuchó a qué se referían con lo de Layne en sexto, y al parecer había sido solo una burda insistencia para que fuera al baile con él, no aceptando un "no" por respuesta. Negó con la cabeza, pero entonces Sean añadió más datos. A pesar de lo que le indignaba el comportamiento de ese tipo, tuvo que soltar una risa desdeñosa. - Qué patético... - Si te han dicho que no, es que no. Y además, ¿tan desesperado estaba para insistir y arrastrarse tanto? En fin. A ver a quien le vendía luego el cuento de la dignidad.
Estaba deseando que Alice parara aquello, porque sabía que tenía más mano sobre sus amigos que él, a quien tomaban por el pito del sereno visto lo visto. Pero cuando fue a callar a Hillary, la contestación de esta solo le hizo chistar y mirar a los lados de nuevo, incómodo. - ¿Puedes usar un lenguaje más adecuado, por favor? Dijo en un susurro apremiante y regañón. Hillary se irguió muy digna, sabiéndose en la posición de incomodarle, y ladeó una sonrisita. - ¿Cuál es el lenguaje correcto, según tú? - Marcus echó aire por la boca bruscamente, haciendo acopio de paciencia. - Esa poción es muy... Va directamente al cerebro, te lo embota y te... Emocionas de más. - Se encogió de hombros, obviando las miraditas de sus amigos. En su lugar, él miró a Alice. - Y habíamos pasado un verano muy malo, y sin vernos ni un solo día... - Miró a sus amigos de nuevo y esbozó una expresión digna. - No fue más que una manifestación más de lo mucho que nos necesitamos, solo que muy edulcorada por culpa de la maldita poción. No llegó a mayores y le hubiera pasado a cualquiera. Punto. - Pero lejos de encontrar comprensión, solo hubo más risitas infantiles. Marcus chistó otra vez. - Estamos hablando de una infracción seria, ¿se puede saber qué os hace tanta gracia? - Es que tío, encima lo explicas... - Dijo Sean entre risas. Y Hillary, como no, tuvo que aportar. - Y por como estaba esta de acalorada esa noche, estoy segura de que se está ahorrando los detallitos "de lo mucho que se necesitan" muy convenientemente. - ¿Es que quieres que te dé más material para que fantasees, Hills? - Le dijo él con intención, cortando la risa tanto de la chica como de Sean de golpe (Donna estaba siendo la gran beneficiada de aquel espectáculo, porque todo le hacía gracia). Hillary le miró con los ojos entrecerrados y negando con la cabeza. - Qué estúpido eres. - Marcus frunció los labios y arqueó las cejas con una mueca de "te aguantas" gritando por toda su cara.
Menos mal que para algo le había lanzado una mirada de socorro a Alice y ya estaba interviniendo para atajar correctamente el tema, porque él iba cuesta abajo y sin frenos. No pudo evitar erguirse con un puntito orgulloso, digno y de mirar a sus amigos por encima del hombro cuando Alice dejó bien claro que no haría eso en un aula ni de coña... Aunque también estuvo a punto de caer cuando lo del licor de espino en el aula de prefectos, pero para qué iban a ser tan específicos. El discurso de Alice pareció ir mejor orientado que el suyo, o a ella la tomaban más en serio, porque sus amigos pararon al fin las risitas y entraron de lleno en el tema. Su novia parecía muy convencida de que tenían las de ganar, pero Marcus miró a Hillary, alegrándose de verla tan puesta en argumentaciones, porque seguía pensando que no le iba a venir nada mal una abogada.
La intervención de Donna le hizo mirarla muy serio, con el ceño fruncido. No solo por lo que contaba, porque tenía delito, sino porque... - Es que habría que quitarle el cargo... - Murmuró, pensativo. Todos le miraron. Si sus amigos le conocían de algo, ya intuirían que la cabeza de Marcus había empezado a maquilar. - Podría reunirme con el comité de ética de Hogwarts. - Todos los presentes se le quedaron mirando como si acabara de decir algo en otro idioma. Marcus pasó la mirada de uno a otro, encogiéndose de hombros con obviedad. - ¿Es que no sabéis que hay un comité de ética en Hogwarts? ¿Quién creéis que ha elaborado la guía de buenas prácticas en el ejercicio de la prefectura? - Más silencio por respuesta. Marcus abrió mucho los ojos. ¿En serio? ¿Ni su propia novia? - ¿Hola? ¡Yo pertenezco al comité! - ¿Tú a qué no perteneces, Marcus? - Contestó Hillarry. Él sacudió la cabeza. - Bueno, da igual. La cuestión es que cabe la posibilidad de que Layne no se haya leído la guía. - Por un segundo miró a sus amigos y a su novia, cuatro Ravenclaw brillantes, que ahora le miraban como lechuzas confusas. Rodó los ojos. - Corrigo: estoy seguro de que no se ha leído la guía. - Si cuatro de los mejores alumnos de Hogwarts ni sabían lo que era, cuanto menos Hughes, que era un merluzo.
- El comité se reúne una vez al trimestre. - Continuó Marcus, metido en su tema y bajo la atenta escucha de los demás. - Normalmente a finales, por lo que probablemente nos reunamos un par de semanas antes de Pascua. Y en él se debe exponer cualquier incumplimiento del código ético del colegio de caracter no urgente, porque si es urgente hay que notificarlo de inmediato por medio de... - Vale, estaba aburriendo al personal. Sacudió la cabeza. - Da igual, a lo que voy: Hughes ha cometido una irregularidad contra la normativa de Hogwarts haciendo esta poción, pero aparte va contra la ética. El uso de la amortentia no está permitido no solo en este colegio, es que es una poción de uso restringido catalogada así por el mismísimo Ministerio de Magia. - O'Donnell, yo a estas horas ya no proceso tantos datos. - Dijo Donna con cara de sueño. Marcus la miró con un punto de indignación. - Pues mal hecho. Un Ravenclaw no tiene horarios de... - ¡Marcus! - ¡Vale! ¡Dios! - Se quejó, removiéndose en su sitio con mala cara. Para perder el tiempo en risitas no había prisas, pero ahora tenía que exponer sus ideas a toda velocidad. - Pues te necesito espabilada precisamente a ti. - Dijo en referencia a Donna, a la que de repente se le fue toda expresión de aburrimiento posible. - Eso de que "va a darte la tabarra", según para lo que lo haga, con qué objetivo y en qué tono, podría ser acoso. - La chica abrió mucho los ojos, apurada, pero Hillary asintió. - De hecho, juraría que lo es. Esa parte del estatuto también me la conozco yo. - Marcus asintió. Y para eso era bueno tener abogadas en el grupo. - Por tanto tenemos, como mínimo. - Empezó a enumerar con los dedos. - Una irregularidad, que es la fabricación de una poción peligrosa sin el correspondiente embotellado, que podría haber tenido consecuencias graves. Irregularidad que, por si fuera poco, atenta contra el código ético al ser una poción cuyos objetivos de uso, desde el punto de vista de los principios, son muy cuestionables. Vosotros compartís clase. ¿Os había mandado el profesor hacerla? Dijo mirando a Sean y a Alice. El chico negó. - No, este curso no se ha dado. La dimos el curso pasado. Y, de hecho, el profesor dejó bien claro que era de esas pociones que se enseñan en clase, pero que no pueden practicarse sin supervisión. - Marcus frunció los labios como quien da en el clavo con algo, añadiendo un gesto de las manos. La hizo porque quiso, pues. En ese caso, es sancionable. Prosiguió, recuperando la enumeración. Además, tenemos también dos posibles casos de acoso, insisto, como mínimo. - Dijo mirando tanto a Alice como a Donna, pero dejó la mirada puesta en su novia. - Y si mal no recuerdo, cuando te pillaron con Alek, él y la prefecta estaban también en el bosque prohibido. Si tuvieras pruebas de que no parecían estar precisamente de ronda, sería otra irregularidad. - Marcus miró a todos los presentes y arqueó las cejas. - Dos irregularidades y tres atentados contra el código ético, y eso solo que sepamos nosotros. De aquí a Pascua, estoy seguro de que salen más. - Vio como Sean esbozaba una sonrisa entre orgullosa y vengativa, entrecerrando los ojos, y devolvía la mirada a todos diciendo. - Vamos a hundir a ese cabrón. -
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Ivanka
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Marcus EN Sala común EL 18 de enero |
Pues ya lo estaba viendo, boda con temática Hogwarts, el sueño dee Marcus, y, al fin y al cabo, era el lugar donde se habían conocido, donde se habían besado por primera vez, de hecho, donde habían hecho todo por primera vez... – Sería hasta apropiado, fíjate lo que te digo. – Dijo con una sonrisa amplia, dándole con el índice en la nariz. No perdían nada por soñar despiertos y eso la llenaba de felicidad y esperanza en el futuro.
Pero antes tenían temas pendientes en Hogwarts, porque todos parecían ir muy a pincho a por Layne. Se quedó escuchando a su novio hablar de cosas que le eran completamente ajenas, y que si las llega a escuchar en otro contexto, le hubiera dicho "venga ya, todo eso te lo estás inventando sobre la marcha". Por Merlín, se sentía como su padre cuando descubrió que estaba apuntando con Arnold al club de misterios. Se mordió los labios por dentro cuando preguntó lo de la guía. – ¿Con ese nombre? Arnold O'Donnell y Emma Horner en 1970 para pararles los pies a los hermanos Gallia. A Violet Gallia, para ser más precisos. – Eso les hizo reír mucho a sus amigos, y Sean se llevó una mano al pecho con ojitos soñadores. – Uff, quién hubiera sido alumno de Hogwarts cuando tu tía Violet estaba aquí. – Hillary le dio un codazo como si fuera sin querer, recolocándose pero sin moverse mucho de su posición, y Gal sabía a ciencia cierta que había sido completamente intencional. Se giró para oír hablar a Marcus sobre la dicha guía y trató de mantener la compostura cuando dijo que él pertenecía al comité. O sea, le pegaba un montón pero... Ni idea, la verdad. Asintió con la cabeza, con toda la seriedad y serenidad que podía. – Sí. Sin duda hay una alta probabilidad de que no sepa ni que existe. – Mira que ella haba leído libros de Hogwarts, a montones, pero ese no lo había tocado ni por casualidad.
Y tendría que estar volviéndose loca, o realmente estaba demasiado enamorada, porque se le estaba notando el pecho arder al oírle hablar en estos término tan... De prefecto. Sí que tenía un problema con la legalidad. Asintió a lo que decía de la amortentia. – Lo que quiere decir es que, a casi todos los efectos, la amortentia está prohibida, porque puede anular la voluntad de una persona y… – Le dio un escalofrío solo de pensarlo. – O sea, que si se ha saltado una ley del Ministerio, casi que peor aún. – Se inclinó y dejó un besito en la mejilla de Marcus. – Me encanta que sepas esas cosas. – Y de verdad que le encantaba, mucho. Demasiado. – Desde luego, quien siembra vientos recoge tempestades. – Dijo con media sonrisa, paseando los ojos por sus amigos, mientras todas las piezas contra Layne parecían ir poniéndose en pie. Negó con la cabeza y se rio un poco. – Manda narices que, de todas maneras, nos enseñen a hacer amortentia y no la contraceptiva. Pero sí, no tenía ningún motivo para hacerla, y eso lo puede confirmar el profe sin problemas. Ni siquiera la hacemos en el club. – Aquello empezaba a tomar muy buen color para ellos y muy malo para el prefecto. Pero cuando Marcus dijo lo de "dos casos" de acoso, se vio ahí en medio, y una sensación muy desagradable se removió en ella. Casi ni escuchó bien lo que Marcus le estaba diciendo, pero distinguió "Alek" en la ecuación, y ya se imaginó por dónde iban los tiros. – Pero… – Su voz se había vuelto titubeante. – En ese caso yo tengo las de perder. Realmente estaba haciendo lo que no debía, donde no debía. Y me puede caer algo mucho peor por hacer maldiciones que a él por ir a meterse mano con su compañera a deshora en el bosque. – Pero lo que aún le estaba rallando era lo otro. Oía cómo Sean estaba. muerte con ellos, y los demás reían, pero ella alzó los ojos a Marcus con cierta cautela, y, sin darse cuenta, le salió la voz un poco más bajita y lastimera de lo que quería. – ¿Tendría que contar lo que me dijo Layne? – ¿Tendría que contar que la había empezado a tocar? ¿Delante de Marcus y de más gente? Porque, en verdad nadie más que ella sabía esa parte del encontronazo. Cuando la profesora Mustang y Kyla llegaron ya estaban separados, en plena pelea. Y de todas formas no quería contar las cosas que le dijo Layne en ese momento, porque a ver cómo verbalizaba eso, incluyendo la parte en la que decía "por eso O'Donnell te tiró como una colilla cuando tuvo lo que quiso de ti". No quería repetirlo, no quería que nadie más supiera, y, sobretodo, no quería que Marcus lo oyera.
Pero antes tenían temas pendientes en Hogwarts, porque todos parecían ir muy a pincho a por Layne. Se quedó escuchando a su novio hablar de cosas que le eran completamente ajenas, y que si las llega a escuchar en otro contexto, le hubiera dicho "venga ya, todo eso te lo estás inventando sobre la marcha". Por Merlín, se sentía como su padre cuando descubrió que estaba apuntando con Arnold al club de misterios. Se mordió los labios por dentro cuando preguntó lo de la guía. – ¿Con ese nombre? Arnold O'Donnell y Emma Horner en 1970 para pararles los pies a los hermanos Gallia. A Violet Gallia, para ser más precisos. – Eso les hizo reír mucho a sus amigos, y Sean se llevó una mano al pecho con ojitos soñadores. – Uff, quién hubiera sido alumno de Hogwarts cuando tu tía Violet estaba aquí. – Hillary le dio un codazo como si fuera sin querer, recolocándose pero sin moverse mucho de su posición, y Gal sabía a ciencia cierta que había sido completamente intencional. Se giró para oír hablar a Marcus sobre la dicha guía y trató de mantener la compostura cuando dijo que él pertenecía al comité. O sea, le pegaba un montón pero... Ni idea, la verdad. Asintió con la cabeza, con toda la seriedad y serenidad que podía. – Sí. Sin duda hay una alta probabilidad de que no sepa ni que existe. – Mira que ella haba leído libros de Hogwarts, a montones, pero ese no lo había tocado ni por casualidad.
Y tendría que estar volviéndose loca, o realmente estaba demasiado enamorada, porque se le estaba notando el pecho arder al oírle hablar en estos término tan... De prefecto. Sí que tenía un problema con la legalidad. Asintió a lo que decía de la amortentia. – Lo que quiere decir es que, a casi todos los efectos, la amortentia está prohibida, porque puede anular la voluntad de una persona y… – Le dio un escalofrío solo de pensarlo. – O sea, que si se ha saltado una ley del Ministerio, casi que peor aún. – Se inclinó y dejó un besito en la mejilla de Marcus. – Me encanta que sepas esas cosas. – Y de verdad que le encantaba, mucho. Demasiado. – Desde luego, quien siembra vientos recoge tempestades. – Dijo con media sonrisa, paseando los ojos por sus amigos, mientras todas las piezas contra Layne parecían ir poniéndose en pie. Negó con la cabeza y se rio un poco. – Manda narices que, de todas maneras, nos enseñen a hacer amortentia y no la contraceptiva. Pero sí, no tenía ningún motivo para hacerla, y eso lo puede confirmar el profe sin problemas. Ni siquiera la hacemos en el club. – Aquello empezaba a tomar muy buen color para ellos y muy malo para el prefecto. Pero cuando Marcus dijo lo de "dos casos" de acoso, se vio ahí en medio, y una sensación muy desagradable se removió en ella. Casi ni escuchó bien lo que Marcus le estaba diciendo, pero distinguió "Alek" en la ecuación, y ya se imaginó por dónde iban los tiros. – Pero… – Su voz se había vuelto titubeante. – En ese caso yo tengo las de perder. Realmente estaba haciendo lo que no debía, donde no debía. Y me puede caer algo mucho peor por hacer maldiciones que a él por ir a meterse mano con su compañera a deshora en el bosque. – Pero lo que aún le estaba rallando era lo otro. Oía cómo Sean estaba. muerte con ellos, y los demás reían, pero ella alzó los ojos a Marcus con cierta cautela, y, sin darse cuenta, le salió la voz un poco más bajita y lastimera de lo que quería. – ¿Tendría que contar lo que me dijo Layne? – ¿Tendría que contar que la había empezado a tocar? ¿Delante de Marcus y de más gente? Porque, en verdad nadie más que ella sabía esa parte del encontronazo. Cuando la profesora Mustang y Kyla llegaron ya estaban separados, en plena pelea. Y de todas formas no quería contar las cosas que le dijo Layne en ese momento, porque a ver cómo verbalizaba eso, incluyendo la parte en la que decía "por eso O'Donnell te tiró como una colilla cuando tuvo lo que quiso de ti". No quería repetirlo, no quería que nadie más supiera, y, sobretodo, no quería que Marcus lo oyera.
Merci Prouvaire!
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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Freyja
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El Rey y la Reina de Ravenclaw CON Alice EN Sala común EL 18 de enero |
Rodó los ojos hacia Alice. - Muy graciosa. - Tss, sus padres. Esa guía llevaba escrita milenios, desde antes de que estuviera en el colegio su abuelo Lawrence, que de hecho fue el primero que le habló de ella. Con el pasar de los años se iba actualizando, pero obviamente se escribiría junto con los estatutos. No hubo opción de comentar nada de eso porque el comentario de Sean le hizo arrugar la nariz mientras le miraba, negando con la cabeza. - Te habría comido vivo. - No pudo evitar decir, arrancando una risa de Donna con el comentario. Porque desde luego a Hillary no parecía estar haciéndole aquello mucha gracia.
La confirmación de Alice de que había entendido perfectamente el punto y posterior besito en la mejilla, comentario de niño bueno incluido, le hicieron sonreírle con los labios fruncidos y una expresión infantil, porque no lo podía evitar, por serio que estuviera. Aunque ante lo siguiente que dijo no pudo evitar arquear las cejas y bufar. - Yo hice una buena lista de sugerencias de pociones útiles y pociones que se podían ahorrar, pero el profesor no parecía muy inclinado a escucharme. - Sobre todo porque lo hizo al tiempo que estaba suprimiendo Pociones de la lista de asignaturas que iba a cursar al año siguiente... No estaba bien pensada esa estrategia. Había que decir que la amortentia era una de las pociones que había incluido en la lista de "prescindibles"... Pero la contraceptiva, como poción sugerida, se le había pasado. En su defensa, tenía quince años y... Bueno, no tenía defensa, para qué se iba a justificar.
Pero Alice pareció dudar. La escuchó, pero tan pronto terminó negó con la cabeza y alzó un índice. - Hicisteis una irregularidad, sí, pero ya se os penalizó por ello. Se os restaron puntos por ambos motivos: por traspasar la linde y por probar hechizos no regulados por el colegio y sin supervisión. Tenemos un registro de los puntos que se suman y restan, se puede comprobar que los perdiste. - Con pelea y reconciliación de por medio, pero sí, los perdió. No le quedaba de otra, no le apetecía que Layne usara ese argumento contra ellos. Hillary volvió a asentir. - Efectivamente. Si ya has cumplido con tu penalización por lo que hiciste, no tienes nada que perder. Y habiendo un registro, no se puede alegar nada en tu contra. - Por no hablar de que una cosa no quita la otra. - Añadió Marcus. - Que tú estuvieras incumpliendo una norma no quiere decir que él también. Tú pagaste, pero él, no. - Y, de hecho. - Prosiguió Hillary. Marcus y ella parecían haberse venido arriba con aquel debate. - En su caso es doblemente grave: él es una figura de autoridad que no solo tiene perfecto conocimiento de la normativa, sino que su cometido es fomentar que se cumpla, lo que por fuerza tiene que estar en... La cosa esa de ética, ¿no? - Efectivamente. Un prefecto no solo debe cumplir las normas como cualquier otro alumno, debe dar ejemplo. Un incumplimiento por parte nuestra se considera aún más grave por la incoherencia y el mal uso del cargo. - Hillary asintió vehementemente. - Y si queremos darle más vueltas de tuercas, aún podemos: tú tuviste tu castigo en el momento, él se ha callado su irregularidad, la ha utilizado para castigar a otro alumno, siendo incoherente como dice Marcus, y lleva meses sin ser apercibido por ello. Por el tiempo transcurrido desde que se comete la infracción hasta que se descubre se puede alegar ocultación de delito... Bueno, de irregularidad, en este caso. - Marcus sonrió orgulloso a su amiga. Pintaba bien, pintaba muy bien todo aquello, definitivamente necesitaban una abogada en el grupo. Paseó la mirada por los demás... Y se encontró con un Sean mirando a Hillary totalmente embobado. Marcus le dio un leve codazo a Alice para llamar su atención y le señaló con un gestito de la cabeza. Frunció los labios para guardarse una sonrisa... Pero al final soltó el comentario. - ¿Quieres un babero? - Su amigo pareció despertar de un trance y le miró con mala cara. - Estaba pensando. - Ya... - Se conocía él esas formas de "pensar".
Alice volvió a intervenir, y Marcus fue a contestar con obviedad, pero notó en su tono de voz algo que no le gustaba. Sean se adelantó. - Sería lo suyo, ¿no? Es decir, a más pruebas tengamos... - Pero Marcus hizo un gesto de la mano para que se detuviera, mirando a Alice. - ¿No... Te parece bien? - No iba a preguntarle directamente, delante de todo el mundo, qué le había dicho exactamente. Se la notaba demasiado incómoda, y eso no le gustaba. No le gustaba a ninguno de los presentes, al parecer, porque todos empezaron a mirarla preocupados. - ¿Pero qué te dijo ese capullo? - Preguntó Hillary indignada, y justo después chistó y negó con la cabeza. - Si es que no puede ser. Mira, alguna manera hay que buscar, pero ese tipo tiene que perder el cargo, y suerte que no le echemos de Hogwarts. Y tú no te preocupes, cielo, que ya me estudiaré yo la manera de que no digas nada si no quieres pero se le caiga el pelo igualmente. Es que esta noche mismo me pongo a investigar si hace falta, vamos. - Yo me quedo contigo. - Saltó Sean. Todos le miraron súbitamente (todos menos Hillary, claro, experta en hacer como que no se daba cuenta de ese tipo de cosas). El chico se encogió exageradamente de hombros. - ¡A ver, no me miréis así! Me cae como el culo ese tío, me dan ganas de meterle un sapo podrido por la túnica en pociones. Demasiado que voy a tirar por la vía legal. ¡Está molestando a mis amigas! ¿Me voy a quedar tan tranquilo? Pues tendré que hacer algo, ¿no? - Que sí, Sean, que sí, pensó Marcus, pero en el fondo sabía que realmente estaba tan indignado como ellos con todo aquello.
Al menos ese último momento de Sean, como solía pasar cada vez que su amigo abría la boca, había rebajado un poco la tensión. Ahora Donna le estaba haciendo moñerías en tono de broma, diciéndole qué bueno era entre risas mientras le acariciaba el pelo y el otro hacía como que se resistía pero no mucho, mientras Hillary fingía no estar viendo nada y estar pensando una estrategia de defensa. Marcus se giró a su novia con una sonrisa tranquilizadora y dejó una caricia en su mejilla. - Ey, no quiero ver esa carilla preocupada. - Y menos por Layne. Dios, le tenía más manía a cada minuto que pasaba, y mejor no pensar en qué había hecho a Alice ponerse así. No jugaba en favor de su autocontrol. - Ya se nos ocurrirá algo. Tenemos tiempo. Y no le pienso quitar un ojo de encima. -
La confirmación de Alice de que había entendido perfectamente el punto y posterior besito en la mejilla, comentario de niño bueno incluido, le hicieron sonreírle con los labios fruncidos y una expresión infantil, porque no lo podía evitar, por serio que estuviera. Aunque ante lo siguiente que dijo no pudo evitar arquear las cejas y bufar. - Yo hice una buena lista de sugerencias de pociones útiles y pociones que se podían ahorrar, pero el profesor no parecía muy inclinado a escucharme. - Sobre todo porque lo hizo al tiempo que estaba suprimiendo Pociones de la lista de asignaturas que iba a cursar al año siguiente... No estaba bien pensada esa estrategia. Había que decir que la amortentia era una de las pociones que había incluido en la lista de "prescindibles"... Pero la contraceptiva, como poción sugerida, se le había pasado. En su defensa, tenía quince años y... Bueno, no tenía defensa, para qué se iba a justificar.
Pero Alice pareció dudar. La escuchó, pero tan pronto terminó negó con la cabeza y alzó un índice. - Hicisteis una irregularidad, sí, pero ya se os penalizó por ello. Se os restaron puntos por ambos motivos: por traspasar la linde y por probar hechizos no regulados por el colegio y sin supervisión. Tenemos un registro de los puntos que se suman y restan, se puede comprobar que los perdiste. - Con pelea y reconciliación de por medio, pero sí, los perdió. No le quedaba de otra, no le apetecía que Layne usara ese argumento contra ellos. Hillary volvió a asentir. - Efectivamente. Si ya has cumplido con tu penalización por lo que hiciste, no tienes nada que perder. Y habiendo un registro, no se puede alegar nada en tu contra. - Por no hablar de que una cosa no quita la otra. - Añadió Marcus. - Que tú estuvieras incumpliendo una norma no quiere decir que él también. Tú pagaste, pero él, no. - Y, de hecho. - Prosiguió Hillary. Marcus y ella parecían haberse venido arriba con aquel debate. - En su caso es doblemente grave: él es una figura de autoridad que no solo tiene perfecto conocimiento de la normativa, sino que su cometido es fomentar que se cumpla, lo que por fuerza tiene que estar en... La cosa esa de ética, ¿no? - Efectivamente. Un prefecto no solo debe cumplir las normas como cualquier otro alumno, debe dar ejemplo. Un incumplimiento por parte nuestra se considera aún más grave por la incoherencia y el mal uso del cargo. - Hillary asintió vehementemente. - Y si queremos darle más vueltas de tuercas, aún podemos: tú tuviste tu castigo en el momento, él se ha callado su irregularidad, la ha utilizado para castigar a otro alumno, siendo incoherente como dice Marcus, y lleva meses sin ser apercibido por ello. Por el tiempo transcurrido desde que se comete la infracción hasta que se descubre se puede alegar ocultación de delito... Bueno, de irregularidad, en este caso. - Marcus sonrió orgulloso a su amiga. Pintaba bien, pintaba muy bien todo aquello, definitivamente necesitaban una abogada en el grupo. Paseó la mirada por los demás... Y se encontró con un Sean mirando a Hillary totalmente embobado. Marcus le dio un leve codazo a Alice para llamar su atención y le señaló con un gestito de la cabeza. Frunció los labios para guardarse una sonrisa... Pero al final soltó el comentario. - ¿Quieres un babero? - Su amigo pareció despertar de un trance y le miró con mala cara. - Estaba pensando. - Ya... - Se conocía él esas formas de "pensar".
Alice volvió a intervenir, y Marcus fue a contestar con obviedad, pero notó en su tono de voz algo que no le gustaba. Sean se adelantó. - Sería lo suyo, ¿no? Es decir, a más pruebas tengamos... - Pero Marcus hizo un gesto de la mano para que se detuviera, mirando a Alice. - ¿No... Te parece bien? - No iba a preguntarle directamente, delante de todo el mundo, qué le había dicho exactamente. Se la notaba demasiado incómoda, y eso no le gustaba. No le gustaba a ninguno de los presentes, al parecer, porque todos empezaron a mirarla preocupados. - ¿Pero qué te dijo ese capullo? - Preguntó Hillary indignada, y justo después chistó y negó con la cabeza. - Si es que no puede ser. Mira, alguna manera hay que buscar, pero ese tipo tiene que perder el cargo, y suerte que no le echemos de Hogwarts. Y tú no te preocupes, cielo, que ya me estudiaré yo la manera de que no digas nada si no quieres pero se le caiga el pelo igualmente. Es que esta noche mismo me pongo a investigar si hace falta, vamos. - Yo me quedo contigo. - Saltó Sean. Todos le miraron súbitamente (todos menos Hillary, claro, experta en hacer como que no se daba cuenta de ese tipo de cosas). El chico se encogió exageradamente de hombros. - ¡A ver, no me miréis así! Me cae como el culo ese tío, me dan ganas de meterle un sapo podrido por la túnica en pociones. Demasiado que voy a tirar por la vía legal. ¡Está molestando a mis amigas! ¿Me voy a quedar tan tranquilo? Pues tendré que hacer algo, ¿no? - Que sí, Sean, que sí, pensó Marcus, pero en el fondo sabía que realmente estaba tan indignado como ellos con todo aquello.
Al menos ese último momento de Sean, como solía pasar cada vez que su amigo abría la boca, había rebajado un poco la tensión. Ahora Donna le estaba haciendo moñerías en tono de broma, diciéndole qué bueno era entre risas mientras le acariciaba el pelo y el otro hacía como que se resistía pero no mucho, mientras Hillary fingía no estar viendo nada y estar pensando una estrategia de defensa. Marcus se giró a su novia con una sonrisa tranquilizadora y dejó una caricia en su mejilla. - Ey, no quiero ver esa carilla preocupada. - Y menos por Layne. Dios, le tenía más manía a cada minuto que pasaba, y mejor no pensar en qué había hecho a Alice ponerse así. No jugaba en favor de su autocontrol. - Ya se nos ocurrirá algo. Tenemos tiempo. Y no le pienso quitar un ojo de encima. -
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