No diría que los días estaban siendo complicados, pero el ambiente se sentía cargado. Desde la reunión que habían tenido estaba más tranquilo, esperaba que alguno de los alumnos que llamaron no quisiera involucrarse, pero por el momento nadie se negó. Esa parte era la buena, sin embargo, encontrarse a Marianne revolcándose en el suelo con Cynthia no fue la visión más alentadora. Quería creer que todos estaban de acuerdo con cierto perfil bajo, aquellos con demasiado ego no sabían mirar lo que estaba en su campo de visión porque estaban ocupados queriendo observar por encima del hombro a los demás. Lo discutió con Marianne de la forma más serena, sabía que su mejor amiga estaba de acuerdo con él, sin embargo, su temperamento no siempre era el más fácil de domar.

El tema con su hermano tampoco era sencillo, puso sus palabras en la mesa como ejemplo. Mark no lo quería merodeando alrededor de lo que paso con Dante, ni en el campo de quidditch y eso solo podía significar que sabía que pasaba. Que se hubiese acercado a Mikaela también lo ponía nervioso, no le agradaba que las personas no abordaran los problemas de frente y que buscasen a su alrededor. Que amenazasen a la chica simplemente por estar involucrada le ponía nervioso, pero tan solo le gritaba con más fuerza que tenía razón.

Y luego estaba el tema de sus amistades.

Aquella mañana había salido sin hablar con Nick, una día más. Ambos estaban guardando sus distancias, pero Gideon no creía que pudiese salir ninguna conversación productiva. Nicholas le había dejado muy claro su punto de vista y era incapaz de salir de su cuadrado. Por mucho que Gideon estuviese advirtiéndole, esa manía suya de dar oportunidades por igual lo estaba devorando. Para más mal estar, la reacción de Eros el día de la pelea con Marianne tampoco le hizo la mínima gracia.

El joven había asumido lo que no era. Cynthia había sido bastante vocal en contra de Marianne y Gideon había puntualizado lo obvio. No defendió a ninguna de las dos, tan solo recalcó lo que a veces a los puristas se les olvidaba: el colegio no era el salón de su casa. Ver a Eros ponerse de parte de alguien que creía claramente estar por encima de los demás le había decepcionado, ni siquiera enfadado.

Terminó de recoger sus libros en el aula de transformaciones, despidiéndose del profesor mientras caminaba hacia la puerta observando alguna de sus notas. Tendría que acercarse a la biblioteca a coger un par de libros para el trabajo, esperaba que les diese un espacio de practica la próxima semana. La mano que lo alcanzó hizo que alzase la cabeza de sus papeles para observar al Gryffindor.

—Hola— saludó de manera cortés, sus modales no se irían por el retrete por muy enfadado que estuviese—. No hay problema, tengo libre la próxima hora— respondió, apartándose de la puerta para que los que quedaban pudiesen salir y no se hiciese tapón. Ambos se apartaron unos cuantos pasos del lugar—. ¿Qué ocurre? — Preguntó, porque parte de él no tenía ganas de discutir.

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Caminaron para alejarse unos cuantos pasos de la multitud, fuese lo que fuese Gideon no tenía ganas de que nadie pusiera la oreja. Principalmente porque teniendo en cuenta su último encuentro aquello podía salir bastante mal. Aquel año le estaba sirviendo para darse cuenta como vivían en una burbuja. No importaba lo mucho que los rebeldes adolescentes quisieran escapar de sus obligaciones, todo lo que les enseñaba volvía para golpearles en la cara con fuerza.

Terminó por apoyarse en una de las paredes de piedra, cerca de uno de los marcos de la ventana que daban a los jardines traseros. Alumnos de diferentes cursos pasaban por allí, pero ninguno parecía reparar su atención en lo que hacían. Suficiente para el Ravenclaw. Alzó la mirada cuando escuchó las palabras de Eros y se mantuvo en silencio unos largos quince segundos antes de suspirar.

—De acuerdo, gracias por tus disculpas— respondió en un tono bastante neutro. La forma en la que se había desarrollado la situación no era para nada alentadora. Gideon había quedado bastante decepcionado por la situación, no solo con Marianne, sino con Eros también.

El comportamiento de Cynthia era una prueba viviente de la mentalidad que le instauraban a todos los puros. Esa sensación de superioridad, el hecho de haberla defendido tan solo indicaba el pie del que cojeaba Eros. No es que fuese idiota y no supiese que la mayoría de puros que no se metían en ciertas peleas pensaban de esa manera, pero creía que Eros tenía dos dedos de frente.

El problema era que, aunque pudiese aceptar sus disculpas, su relación estaba sobre un hielo muy fino, y no sabía bien que decir. Si hablaba de todo lo que tenía en la cabeza no encontraría una chimenea en la que aterrizar y si Eros se justificaba no sabría muy bien como no entornar los ojos.

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