Estaba bastante contenta.

Había jugado sus cartas de la mejor manera que podía, y es que el idiota de Arthur se merecía sufrir por tener tres neuronas y tan solo una activa. No entendía la razón por la que había terminado queriéndole, pero lo que si sabía era que podría pasarle una manda de centauros por encima y que el chico todavía preguntaría la razón por la que dolía el pecho.  Sus ganas de dejar su relación como una simple unión casual le ponía de los nervios.

Llevaban en ese tira y afloja meses, por no decir los últimos dos años. Siempre que Morgana quería dar un paso adelante, el otro daba cuatro hacia atrás. No entendía el miedo al compromiso que tenía, porque tampoco veía una fila de mujeres queriendo salir con él. Era agotador y había llegado a su límite. Por esa misma razón le había pedido a Zephyr que salieran.

Diez días fueron suficientes para que la marea empezase a moverse a su favor, y no iba a mentir, el caos le encantaba.

Estaba en su sala común, riendo con unas amigas, siendo un poco enigmática con su nueva relación y dejando que estás cotillearan. Lo mejor que podía pasarle era si los cotillas del club de periodismo hablaban de que Zephyr y ella estaban saliendo. Saltó de donde estaba, no queriendo que le hiciesen más preguntas y fijando su mirada en la pequeña Myra. Sonrió al saber que podía deshacerse de las otras de la manera más simple.

—¡BUENAS!— Saludó o más bien gritó, antes de tirarse en el sillón que estaba frente a la chica. Colocada en una postura que muchos catalogarían de incomoda y poco femenina sonrió en dirección de Myra—. ¿Todavía quieres hacerme esa lectura que me debes?

09.12 + Sala común de Hufflepuff + Tarde

Los ojos de Morgana estaban sobre la pelirroja, una sonrisa de oreja a oreja en su rostro. Algunas miradas clavadas en ella, un par de amigos de Arthur haciendo algún comentario que hizo que la chica les hiciese un corte de mangas. Era fácil distraer a Morgana, pero también sabía cuando no se iría de un lugar queriendo algo y lamentablemente Myra tenía que enfrentar esa parte de ella.  

—Pasa de los retrasados, tienen dos neuronas activas como su mejor amigo— el tema de Arthur era uno que le tocaba bastante las narices, pero era por lo que estaba usando a Zephyr—. Y es una habilidad, es que soy demasiado bonita como para decirme que no— aunque la palabra que realmente le valdría sería intensa.

Hizo un puchero en dirección de la chica, la verdad es que no sabía muy bien como iban esas cosas, pero Myra siempre le hablaba de historias interesantes que le gustaba interpretar. Era imposible no ir detrás cuando uno la veía. Estiró su mano en su dirección.

—Si me va a tocar alguna lotería avísame para escribirle a mis padres y que la compren, por fi— sabía que no funcionaba así, pero era divertido verla rodar los ojos.

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No iba a mentir, la lectura que acababa de hacerle su compañera hizo que un brillo se encendiese en su mirada. Los ojos de Morgana se quedaron sobre los de Myra un instante, antes de ampliar la sonrisa como un niño inocente que parece haberse perdido de sus padres completamente adrede.

—¿Me veo como el tipo de persona que haría una locura así? — Preguntó en un tono que quería ser acusatorio, pero que ocultaba una verdad divertida detrás. No le estaba mintiendo a ella, tan solo estaba dejando caer una pregunta para aquellos que estaban poniendo la oreja sin permiso. Hufflepuff era una buena casa, al menos hasta que te dabas cuenta de que la mayoría eran bonachones con ganas de ayuda y un tanto cotillas.  

Se acomodó en el sofá, todavía con la mano extendida en dirección de Myra y se encogió suavemente de hombros.

—Cuando las situaciones no avanzan, tienes que coger al león por los colmillos y recordarle quien manda— respondió como si nada, era lo que estaba por hacer y no dejaría que nadie se metiese en su camino. Arthur estaba por ver la realidad de todo lo que no había querido enfrentar.

La chica observó su propia mano, y la verdad es que a ella todas las puñeteras líneas le parecían la misma. Hizo una mueca y subió a mirada a la joven.

—A mi es que todas me parecen iguales Myra, no me asustes que igual es que me estoy muriendo o algo— respondió con un ligero tono de pánico.

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—¡Oh bien! — Respondió bastante animada. Tomó a Myra del brazo, sin hacer excesiva fuerza, tan solo por esa broma de que no la dejaría ir—. Ahora no puedes huir, en caso de que lo hagas estarás metida en un buen lío— respondió, bajando el tono a uno que pudiese parecer de mafiosa, pero que la risa al final lo desencajaba por completo.

Era divertido, podía ser un poco pesadilla para la joven Myra, pero Morgana pocas veces se daba cuenta de la energía que tenía. Ella era puro nervio y de alguna manera quería ir siempre hacia delante. Su madre le había dicho en más de una ocasión que podía robar el oxigeno de una habitación, pero en su pequeña cabeza era incapaz de ver eso como algo negativo. Su padre la animaba a ser ella misma y era por eso que había sido capaz de encontrar su propio ritmo.

Morgana observó su palma, dejando que Myra la tuviese unos segundos más en la mano hasta cerrarla en un puño. Su mirada se quedó sobre esto unos segundos más, antes de suspirar y asintió ligeramente.

—El que la sigue la consigue, dicen— y ella estaba segura de poder conseguirlo, a veces dudaba un poco de si su método sería el correcto. En parte le haría daño a Arthur, tal vez se hiciese daño a si misma, pero no podía echarse atrás. Las buenas conductas ya no funcionaban, por mucho que quisiera que Arthur lo viese, no lo veía. Debía dejar de ser Lory, la chica bonita a la que le había puesto un apodo cuando estaban en primero—. Gracias, creo que de una forma has aclarado mis ideas, de esta forma no me echaré atrás— mantuvo el puño cerrado unos segundos más antes de volver a abrir la mano y sonreír en su dirección—. ¿Te parece que te invite a una cerveza de mantequilla el próximo siglo que nos dejen bajar a Hogsmade?

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