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    Miér Mar 31, 2021 8:21 am

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    CON Alice EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    Lo bueno de pasar tantos años en el castillo y de ser prefecto era que, cuando llegabas a séptimo, ya tenías un radar especial para intuir donde poder encontrar a cada persona concreta. Y esta en particular tampoco es que fuera muy difícil: todos los alumnos de primero tenían las mismas asignaturas, era cuestión de mirar el horario de Gryffindor de los martes. Justo antes de la comida tenía Transformaciones, así que se escondió tras una de las columnas del patio interior y, nada más la vio pasar por el pasillo, se fue como un diablillo tras ella.

    Dio una pequeña carrerilla hasta alcanzarla y, cuando lo hizo, la cogió en volandas por su espalda. - ¡Alguien cumple años hoy! - ¡¡AAAYYY!! – La niña se vio volando sin esperárselo, pero tardó medio segundo en saber que era él. Empezó a reírse a carcajadas mientras él le daba vueltas en el aire. - ¡¡Marcus!! ¡¡Que me mareas!! - ¡Una vuelta por cada año que cumples! ¡Eso son doce! – La niña se estaba muriendo de risa y más de uno se había parado a ver el espectáculo de un prefecto dándole vueltas en el aire a una niña de primero. A ver si al final iba a acabar mareado él. - ¿Qué? ¿Van doce o cuántas van? - ¡No lo sé! – Él había perdido la cuenta desde luego, pero la gracieta ya estaba hecha. Aun así, un alumno gritó por allí. – ¡Yo creo que te falta una! – Pero Marcus ya se había recolgado a Olive a la espalda como un koala. – Pues esta la damos así. ¡Woow! – Dio una vuelta más, con la niña a su espalda, y echó a andar… Dando un pequeño traspiés, porque con tanta vuelta casi da de cabeza contra la pared.

    - ¡Prefecto de Ravenclaw con cumpleañera de Gryffindor! ¡Abran paso! – Iba gritando por el pasillo mientras trotaba por ahí con Olive agarrada a su espalda, muerta de risa. - ¡Qué vergüenza, Marcus! ¡Se va a enterar todo el mundo! - Pues esa es la idea, ¿no? ¡A ver, que llevo una chica de cumpleaños encima! ¡Despejen el camino! ¡Lo dice el prefecto! – No estaban muy lejos de su destino, pero la chica preguntó sin dejar de reír. - ¿Pero a dónde me llevas? – Aaaah es sorpresa. ¿Tú no sabes que a las cumpleañeras se le dan sorpresas? – La niña seguía riéndose, y más se agarraba a su cuello para no escurrirse. - ¿Y tú no eras de Gryffindor? ¡Pues hala! ¡A la aventura! ¡Abran paso a un prefecto con una aventurera! - Y se encaminó hacia los terrenos, donde Alice y Dylan les esperaban.

    - ¿No te da vergüenza que te vean conmigo así? - Preguntó Olive entre risas, aunque un poquito ruborizada, sin soltarse de su cuello mientras él iba haciendo el tonto por el pasillo, cambiando el tipo de marcha según le daba, del trote divertido a la pose de noble corcel. La frase le hizo reír levemente, adoptando un caminar un poco más normal y un tono profundo al hablar. - Olive, llevo siete años en el castillo y solo en el último he hecho demasiadas cosas vergonzosas en público. Enumera, que yo no puedo usar los dedos. - La niña se rio y preparó los dedos para empezar a enumerar, mientras él la recolocaba un poco en su espalda. - Se me ha visto quitando puntos a media casa Ravenclaw; teniendo un intenso e intrincado debate con uno de mis compañeros prefectos... - ¿Te refieres a cuando te peleaste con el prefecto de Slytherin? - Vaya. La labia no servía para convencer a todo el mundo. Se detuvo para mirar a Olive desde su postura con los ojillos entrecerrados y una sonrisa ladeada. - Eres muy listilla tú. - Se enteró todo el mundo, Marcus. - Dijo la niña entre risas obvias. Marcus suspiró. - Eso refuerza lo que estoy diciendo. Prosigo. - Reanudó la marcha y continuó con la enumeración. - Me han visto paseando del brazo con la Profesora Hawkins; discutiendo con un cuadro... - La niña no dejaba de reír. Él continuó. - Y siendo amigo de Alice, perseguirla por todas partes, que no es poco. - Volvió a mirarla desde allí, con expresión de complicidad, como quien pide que le guarden un secreto, y bajó el tono de voz. - Y esto te lo digo porque eres tú... Pero llorando por ella, también me han visto. - Volvió a mirar hacia el frente, sonriendo, pero notó como la niña se abrazaba a él con ternura, reposando su cabeza en su espalda. - Pero ya no tienes que llorar más, porque ya sois novios. - Marcus de por sí se moría de amor y ternura con los niños, pero es que ese en concreto le tenía el corazoncito ganado. Aun así, como tenía que continuar con su teatrillo, bufó cómicamente. - En otras palabras, que de aquí a que me vaya aún me queda mucho más que hacer el ridículo en público. - Y porque se había dejado atrás el episodio con la amortentia, que claramente no era apto para los oídos de una niña de doce años, que si no... - Lo que quiero decir con esto es que llevar a una cumpleañera en brazos no es, ni de lejos, lo peor que se me ha visto hacer. Y eso que yo soy de los alumnos bastante discretos. - Concluyó entre risas.

    Nada más pisar los terrenos les vieron a lo lejos. Escuchó a su espalda a Olive reprimir una aspiración sorprendida. - ¿¿De verdad?? - Dijo con ilusión. Marcus asintió, aunque estaba un tanto obnubilado por la visión, y eso que ya sabía lo que se iba a encontrar: a Alice y a Dylan sobre una mantita con un picnic preparado, todo rodeado de flores como a Olive le gustaba. ¿Por qué, por todos los dragones, a Alice tenía que sentarle tan bien el aire libre y las flores? Llevaba puesto el uniforme, pero en su cabeza era como si llevara uno de esos preciosos vestidos de verano de la Provenza. Le dedicó una sonrisa cómplice y un guiñito cuando llegó, cargado de una expresión totalmente enamorada, y se irguió teatralmente. - Señorita Clearwater, ha llegado a su destino. - La bajó y la niña aún estaba alucinando, con la boca abierta. - La primera vez que hablamos estuvo muy bien pero como cita de picnic era un poco cutre, reconozcámoslo. - Bromeó, y justo después señaló ceremoniosamente a Alice. - Nada como una experta en flores para hacerlo todo mucho más bonito. - Volvió a guiñarle el ojo a su novia. - Aunque lo cierto es que ninguno de los dos somos los verdaderos artífices de esto. - Y ahí sí, miró a Dylan, dándole paso. Te toca, colega.
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    Miér Mar 31, 2021 11:29 am

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    CON Marcus EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    Alisó la manta de cuadros rojos y amarillos que habían puesto en los terrenos del castillo y dio gracias de que no hubiera sido un día de viento, a pesar de que había nubes, pero no parecían de lluvia, porque la verdad es que todas las florecitas de la rededor eran monísimas y todo eso no hubiera durado ni medio minuto con viento. Dylan se agachó y tocó una flor acá y otra allá. Volvió a abrir las cestitas a comprobar que estaba todo dentro y dio una vuelta sobre sí mismo. – ¿Estás nervioso? – Su hermano asintió con la cabeza. – Pero no pasa nada, va a salir todo muy bien, es una sorpresa super bonita, le va a encantar. – Dylan se echó hacia atrás y se señaló de arriba a abajo. Había ido como un cohete a cambiarse a su cuarto, porque no quería recibir a Olive en uniforme y se había puesto otro pantalón y en jersey azul que le iba divino al color de sus ojos y resaltaba lo rubito que era. – Estás muy guapo. – Él negó con la cabeza y se señaló significativamente el jersey y luego a las flores. Claro, había dejado la libreta bien lejos par no sentir la tentación de usarla cuando estuviera Olive por allí, y ahora le costaba más expresarse. – ¿Quieres que el jersey sea rojo? ¿Por qué? Te sienta muy bien el azul. – Dylan torció la cabeza y suspiró con impaciencia. – Vale, vale, oye no te enfades tanto. – Sacó la varita, pensó en el escudo de Gryffindor y lanzó. – Colovaria rubrum. – E inmediatamente, el jersey se volvió del color del escudo de Gryffindor. – Ya estás ¿Algo más desea el señorito? – Y su hermano se lanzó a abrazarla por la cintura y ella tuvo que sonreír, porque sí, era su debilidad.

    Al poco, oyó a Marcus haciendo el tonto a lo lejos y se giró para verle llegare con Olive a la espalda, ambos riendo tan brillantemente que podrían haber iluminado el día entero. Dylan se puso muy puesto y muy cuadrado y a ella le salió una sonrisa de absoluta satisfacción y alegría al verlos llegar. Marcus con los niños era lo más bonito que hubieras visto en la vida, tan tierno, tan divertido... Si es que se moría con él. Le guiñó el ojo de vuelta y recibió a Olive en sus brazos. – Muchísimas felicidades, Olive. – Dijo estrechándola y dándole un besito en la coronilla. – Pero efectivamente, todo esto lo ha planeado una persona concreta. – Dylan, como si lo hubiese llamado el mismísimo ministro de magia, dio un paso adelante. – Ya te he felicitado esta mañana, y sé que me habías dicho que quería que tu regalo fuera que yo hablara, pero me parecía un poco cutre. – Claro que sí, Dylan, claro, directo y conciso. Un poco tembloroso le cogió la manita a Olive y dijo. – Así que he pensado que como te gustan mucho las plantas... El picnic sería guay... Y te hemos preparado un juego para los regalos... Y... Yo... Bueno... Las flores las ha elegido Alice, porque son... Rojas... Y... – Ya se estaba aturullado. Gal iba a salir al rescate, pero Olive se lanzó hacia Dylan y le abrazó, dejando ya a su pobre hermano sin palabras ninguna y casi que sin saber qué hacer con las manos. – ¡Me encanta, Dylan! ¡Gracias! ¡Es genial! Ya solo esto hubiera sido el mejor regalo de todos. – Y su hermano sonrió ampliamente, rodeándola con cuidado, como si fuera a romper una especie de burbuja invisible. Gal dio un paso hacia atrás y cogió uno de los ramilletes de verbenas más lleno de flores y se lo tendió. – Gracias por traer a la dama, bello corcel. – Y le dio un besito en la mejilla, mirándole con amor.

    ¡Bueno vamos a empezar! Que hay mucho que hacer. – Se fue hacia Olive y le puso las manos en loss hombros. – Tienes que reconocer todas las flores que rodean el mantel para que podamos entrar y nos sentemos a comer y a empezar a darte los regalos. – Le había costado encontrar variedad de flores rojas, porque eran más típicas de climas más cálidos, pero al final lo había logrado. Olive dio un par de saltitos en sus sitio, admirando las flores sin saber bien por dónde empezar. – Esas son rosas. Como mi hermana. – Dijo señalando. – Esas amapolas y las de al lado tulipanes. – Se giró a Gal. – ¿De dónde has sacado tulipanes? ¡Si salen en Holanda! – Gal soltó una carcajada. – Y en Dover, y de Dover los traen a Hogsmeade. – La niña se puso la mano en la barbilla, mirando con el ceño fruncido las flores. – Esas son claveles.Flores de emperatriz. – Saltó Dylan. Gal sonrió y acarició sus rizos con ternura, porque eso era de su madre. – Y las de ahí... ¿Hibiscos? – Gal se agachó junto a ella frunciendo el ceño como si se lo estuviera dudando. – ¡Que sí! – Dijo haciéndole cosquillas en los costados. – Ya solo te quedan las que le he dado a Marcus. – Olive le miró, puso cara de astuta y señalando dijo. – ¡Verbenas! ¡Sí! Puede pasar a su picnic, señorita Clearwater. – Gal pasó también y se sentó, sacando cositas. – Primero la bebida, que he traído cerveza de mantequilla para todos derechita de Las Tres Escobas. – Dijo pasando una botella a cada uno y levantando la suya. – Por la cumpleañera. – Propuso para brindar.
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    Miér Mar 31, 2021 12:44 pm

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    CON Alice EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    Echó un pasito a un lado y se puso junto a Alice, con las manos tras la espalda y una sonrisilla, mirándola de reojo y mirando también a Dylan. Se inclinó como una palmera doblada hacia su novia y le susurró en el oído. - Parece que no soy el único que se viste con los colores de las casas. - Dijo en referencia al jersey granate de Dylan, claramente para contentar a Olive. Pero el niño estaba a punto de dar un importante discursito así que se mantuvo callado.

    Ver a Dylan haciendo el esfuerzo por hablar para Olive, tan nerviosito, y a la chica ilusionadísima con su sorpresa, era de las cosas más bonitas que había visto en ese castillo. Dylan era como su hermanito pequeño, a Olive le tenía un cariño especial y, en general, Marcus era muy de niños, y de cumpleaños, y de sorpresas, y de gestos románticos, y de hacer cosas en referencia a las casas de la gente, como lo de las flores rojas. En fin, que la escena lo tenía todo para él. Se aguantó un poquito la risa viendo a Dylan impactado con el abrazo, pero entonces fue Alice la que se dirigió a él. Puso expresión de sorpresa conmovida y recibió el ramo de flores. Ante el comentario del corcel, se acercó al oído de la chica y movió los labios haciendo una especie de resoplido de caballo, para continuar la broma, pero él también dejó un beso en su mejilla en respuesta.

    Alice puso las manos en los hombros de Olive y empezó a reconducirla en el juego. Marcus aprovechó para darle un coleguero codazo a Dylan, guiñándole un ojo. El chico le hizo un gesto para que se agachara y, cuando lo hizo, susurró en su oído. - Estoy un poquito nervioso. - Marcus esbozó una expresión de comprensión y empatía, con una mueca en los labios, asintiendo. - ¿Tú cómo lo haces para estar siempre tan seguro? - Se tuvo que aguantar la risa con mucha fuerza. Si tú supieras... Pensó, pero en su lugar cogió aire y lo soltó en un mudo suspiro. - Años de práctica. - Dylan chistó ligeramente con fastidio, bajando la mirada. - Pero está muy contenta. Y esto da puntos. - Dijo dándole un pellizquito en el jersey. - Anda, atiende a lo que dice. - Le instó con una sonrisa para que se pusiera a su lado mientras adivinaba las flores, lo cual Dylan no dudó ni medio segundo en hacer.

    Cuando Alice mencionó las flores en su mano, se escondió tras el ramillete en un gesto cómico, y salió tras estas cuando la chica las acertó. - Impresionante. Menos mal que te vas el año que viene, si no, te quita el puesto como la mejor alumna de herbología del castillo. - Bromeó, mirando a Alice. Hizo una pomposa reverencia para dar paso a Olive a la manta y él entró el último. - A ver, ¿creéis que este corcel estará guapo si se adorna con flores? - Dijo una vez sentado, haciendo el tonto y poniéndose el ramo de verbenas por distintos sitios de la cabeza como si tratara de ver dónde le queda mejor. Eso hizo que los niños se rieran. - A lo mejor si te lo pones así, en modo coronita. - Dijo la niña, haciendo un gesto de corona de flores en torno a su propia cabeza. - ¿Y la mitad en una oreja y la otra mitad en otra? - Siguió Marcus con la broma, entre risas, sin dejar de mover el ramo por su cabeza haciendo el tonto. - A ti te queda mejor el azul, Marcus, el rojo no es tu color. - Dijo Dylan riéndose y provocando las carcajadas de Olive. Marcus bajó el ramo hasta su regazo con fingida frustración. - Vaya con el que se ha abonado ahora al rojo. - Señaló al niño y miró a Olive. - Cuidado con la sinceridad de este, que es un peligro. - Dylan le dio con la mano en la pierna mientras Marcus se protegía exageradamente, riéndose.

    Alice había empezado a sacar cositas de la cesta y Marcus se hizo con una de las cervezas, alzándola tan pronto su novia propuso el brindis. - ¡Por Olive! - Dio un trago y bajó el botellín. - ¿A que no sabéis qué? - Miró a Olive con una sonrisa. - Esta chica de aquí fue la primera a la que le dije directamente que me gustaba Alice. - Miró a su novia y dejó una caricia en su mejilla. - Y me guardó estupendamente el secreto. - Pero la niña estaba muy sorprendida. - ¿De verdad fui la primera en saberlo? - Marcus ladeó la cabeza. - Bueno, para ser exactos fuiste la segunda, el primero fue mi amigo Sean. Pero él me extorsionó para sacármelo. Tú fuiste la primera a la que se lo conté oficialmente y porque quise. - La niña puso expresión tierna. - Ohh. Qué bonito. - Marcus miró a Alice con una sonrisa de lado, con ternura. Lo que no sabía Olive, porque era algo que solo Alice y él sabían, era que la niña estaba presente cuando Marcus tomó conciencia, por fin, del amor real que sentía por Alice. De que la necesitaba en su vida, a ella y solo a ella. Ese fue el día que la conocieron. No en balde era una personita muy especial.

    Un leve tironcito en su manga le hizo salir de su ensimismamiento: Dylan. Marcus se aclaró la garganta y dio una palmada en el aire. - ¿Y si empezamos con los regalos? - Miró al chico. - Este caballero ha tenido una idea fabulosa para tus regalitos. Hemos colaborado los tres, pero como buen Ravenclaw que soy, debo hacer mención especial a la mente pensante de todo. - Le revolvió un poco los rizos a Dylan, el cual se reacondicionó el pelo tan pronto Marcus le quitó la mano. Ah, se le olvidaba que ese día quería estar especialmente guapo. - Yo creo que antes de empezar, merece una explicación en condiciones, así que... - Le señaló con las dos manos y le dio paso para hablar.
    Merci Prouvaire!


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    Miér Mar 31, 2021 2:40 pm

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    CON Marcus EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    Gal asintió a lo que decía Marcus y acarició el pelo de Olive. – Pues sí. Va a ocupar mi puesto como nueva favorita de la profesora Mustang. – Dijo con orgullo. Se sentó en una esquina de la manta y se puso de rodillas junto a Marcus, que estaba haciendo el tonto con las flores. – Oye, no es ni tan mala idea lo de la corona. – Se giró a su hermano y se rio. – ¡Oye, tú! A mi novio le quedan bien todos los colores. – Eso hizo reír a Dylan, que se inclinó para atrás. – Ya, bueno, eso dices tú, claro. – Gal chasqueó la lengua y negó con la cabeza, mientras cogía el ramillete de manos de Marcus y los deshacía. Sacó la varita, y a un toque de esta, lo convirtió en una corintia de flores entrelazadas, que puso sobre la cabeza del chico. – Ahora es el rey de las verbenas también. – Dijo acariciando sus rizos y su cara con una sonrisa. – ¡Hala! Yo también quiero. – Saltó Olive. Pero Gal levantó el índice. – Papapa... Tú primero tienes unos regalos que abrir. Luego hago coronas para todos.

    Brindó con los demás con una gran sonrisa y dio un trago a la cerveza. Todo aquello era demasiado bonito, y estaba demasiado ilusionada con la celebración de ese cumpleaños. Quizá porque era un símbolo de que todo iba bien, de que, por primera vez en años, sentía que la vida le había dado un respiro suficiente, y podían estar allí, Marcus y ella juntos, su hermano hablando, la felicidad de Olive, disfrutando de hacer pequeñas cositas como aquella. Se giró para mirar a Dylan, al cual le brillaban los ojitos y ya estaba retorciendo los dedos porque Marcus y ella le habían echado la pelota en su tejado. Quizá esa manera que tenía Olive de mirar fijamente, no ayudaba. – Sí... Bueno... Primero que nada la comida, ¿no, hermana? – Gal subió las manos. – Como ordene el maestro de ceremonias. – Se giró y sacó una primera bandeja y un plato tapados con papel, que destapó. – Eso son sandwiches de pasta de tomate, queso y nueces. – Dijo su hermano apresuradamente. – Y eso no es rojo, yo quería que toda la comida fuera roja, pero... – Dylan debió notar la mirada de Marcus y ella sobre él que decía "controla", aunque Olive parecía completamente entregada. – Bueno, eso otro es empanada de pollo, setas y huevo, como la que comimos en la feria que estaba súper buena. De postre hay más cosas, pero eso ya cuando vayas a soplar las velas y eso. – Olive asintió con la cabeza, mirándolo todo con una sonrisa, y cogiendo toda contenta un sandwich, mientras Gal cortaba la empanada y repartía servilletas.

    Vale y los regalos. – Dylan se inclinó hacia la cesta donde estaban y la cogió. – La verdad es que la mayoría los han hecho Marcus y y mi hermana, porque había que comprar muchas cosas en Hogsmeade, y yo aún no puedo ir. Bueno, tú tampoco puedes ir. Y luego es que había que hace algunas poc...Dylan. – Le interrumpió ella pasándole un trozo de empanada en una servilleta. – Que le vas a arruinar las sorpresas.Es verdad. – Dijo mordiéndose el labio dándose cuenta. Gal cogió el testigo. – La cosa es que a Dylan se le ocurrió que justo cumples doce años y que a ti, y a él también, os gusta mucho la Adivinación y la Astronomía, y da la casualidad de que hay doce signos del zodiaco. Así que tienes doce regalillos, uno por cada signo del zodiaco. – Señaló la cesta con una sonrisa. – Ahí dentro hay doces saquitos, en cada uno hay una carta con el símbolo de cada signo.  Tú abres el saquito, sacas la carta y adivinas el signo. – Los ojos de Olive se iluminaron y se revolvió en su sitio de entusiasmo. – ¿Y entonces gano y me dais los regalos? – Qué venazo más Gryffindor le acababa de salir, tanto que hizo un poco reír a Gal. – Te los vamos a dar igual, pero sí, lo ideal es que los adivines. – Y, como siempre, Olive asintió como si se tratara de un asunto de estado, colocándose, mientras seguía comiendo sandwich. – No están ordenado los signos, para hacerlo más difícil. El primero te lo da Dylan, que ese fue cien por cien idea suya.

    De nuevo acelerado, Dylan sacó el primer saquito y Olive lo abrió, examinando la carta. – Este es... Sagitario. – Dijo con una sonrisa. Lo había dicho muy segura. Gal asintió y señaló el saquito. – Pues adelante. – La niña sacó lo que había dentro del saquito y sonrió con el pequeño muñeco en su mano. – ¡Es un centauro! – Dylan se acercó emocionado, sonriendo como hacía años que no le venia. – No es un simple centauro. Es un centauro despertador. Te dispara una flechita para despertarte. Pero tienes que tener cuidado, cuando te despiertes no debes gritarle ni nada, porque se enfada y te levanta a deshoras. Igual te aflechea a las dos de la mañana por molestar o igual no te despierta y te hace llegar tarde. Pero tú eres muy buena, seguro que te coge cariño rápido. – Olive amplió la sonrisa. – Es súper guay ¡Gracias, Dylan! A mi hermana hubo uno que le arrancó un mechón de pelo de enfadado que le puso una mañana. – Gal abrió la boca con ofensa y se llevó una mano al pecho. – Perdona, no sabes toda la historia, querido. Ese centauro era de mamá y papá, y una noche me fui a dormir a su cama y él tenía que despertarles a ellos, pero yo podía quedarme durmiendo. Y el muy pesado se puso a insistir en despertarme a mí también, así que claro, se llevó un buen ladrido. – Bicho desconsiderado. Pero claro, como Dylan era un alma pura, nunca había tenido ese problema. Gal mastico un cacho de empanada y le pasó la cestita a Marcus. – Venga, el siguiente Marcus.
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    Vie Abr 02, 2021 6:09 pm

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    CON Alice EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    - Gracias, mi amor. - Dijo con una muy impostada carita de enamorado mirando a Alice cuando dijo que le quedaban bien todos los colores, y luego le hizo una mueca sacándole la lengua a Dylan que hizo que los niños se rieran. A Marcus le encantaba estar así, haciendo el tonto, en plan distendido, y eso lo sabían quienes le conocían realmente bien. Tenía demasiada fachada de estirado prefecto al que solo le importan las notas y las normas, pero lo cierto es que no solo era sociable, sino que le gustaba mucho divertirse así. Solo que también era protocolario y estricto. A algunas personas les costaba entender eso, pero no a las tres personas que estaban allí con él.

    Lo que le encantó fue lo de la corona con las flores. Por dentro estaba muerto de risa (y de amor, porque estaba en ese momento de su relación en el que un solo pestañeo de Alice le daba para escribir una oda por ella, aunque estaba seguro de que ese sentimiento le iba a durar toda la vida). Por fuera, sin embargo, siguió con el papel de hacer el tonto. - Cuan honor me concedéis. - Dijo pomposamente, irguiéndose y presumiendo de coronita de flores. Eso, Marcus, tú sigue haciendo cosas ridículas, que apenas llevas unas pocas solo en el último mes. Ni que le importara ya a esas alturas que le vieran con una corona de flores, y más arriba se iba a venir como le dijeran algo. - ¿Cuántos títulos llevo ya? Prefecto y rey de Ravenclaw, rey de las verbenas, emperador, mejor alumno de Hogwarts, miembro honorífico del comité de ética... - Ese se lo acababa de inventar. - ...coordinador de misterios en el club de misterios... - Ese se lo había autoimpuesto él. - ...promesa de la alquimia en un futuro muy próximo, corcel de cumpleañeras aventureras, favorito de William Gallia. Sí, porque lo soy, me lo ha dicho él. - Dijo con una infantilmente orgullosa caída de ojos. - Y, por supuesto, mi favorito. - Añadió con un índice alzado. Justo después, miró a Alice y sonrió. - Príncipe azul. - Le guiñó un ojo. Sí, ese era su favorito.

    Ahí se quedó muy puesto él con su corona mirando expectante como Alice sacaba el primer regalito. Oyó la risilla de Dylan a su lado. - ¿De verdad te la vas a dejar puesta? - Marcus conocía tan bien a Dylan que notaba a la legua que, si bien quería sonar burlón, había un leve deje de admiración en esa pregunta. Él, por supuesto, le siguió el rollo de la burla haciéndose el digno. - Rebaje su nivel de envidia, Señor Gallia, que me va a chuchurrir las verbenas. - El niño le hizo una burlita, pero Olive se echó a reír. - Yo creo que estás muy guapo, Marcus. - Gracias. Soy un noble y bello corcel. - Eso la hizo reír de nuevo, y entonces notó a Dylan inclinándose levemente hacia él con el sigilo de un cangrejito para susurrarle. - Yo también quiero una. - No soy yo el que las hace, colega. ¿Has oído hacedor de coronas entre los títulos? - Le miró con complicidad y le hizo un gestito de las manos. Relaja, colega, quería decir. Que tierno era verle tan nerviosito.

    Le dieron paso a Dylan y, cuando habló, Marcus le puso una afectuosa mano en el hombro. - Ese es mi cuñado. Primero la comida, sí señor. - En el caso de Marcus no se sabía si era peor que supiera lo que iban a comer o que no: si lo sabía, ya estaba salivando en anticipación, y si no lo sabía, la intriga no le dejaba ni pensar. La conclusión al final era siempre la misma: que tenía hambre. Le tuvieron que echar otra mirada de "frena Dylan" al niño porque se estaba acelerando con la comida. Igualmente Marcus ya tenía un sándwich en la mano. - A mí me parece una selección de menú espectacular. - ¡Sí! Me encanta todo. - Dijo la niña con ilusión, paseando los ojos por toda la comida. Marcus le arqueó las cejas a Dylan con una sonrisilla y mirada de complicidad, pero el otro se había quedado demasiado embobado en ese "me encanta todo", aunque se la respondió.

    Trató de mantener el tipo de cuñado ejemplar y amigo mayor de edad que organiza un cumpleaños especial, pero por dentro volvía a estar muerto de risa y de ternura con ese Dylan tan acelerado explicando las cosas. Si hubieran sabido que el truco para hacerle hablar así era una Gryffindor adorable... Se puso a comerse su sándwich mientras los hermanos iban explicando el juego de los regalitos, y casi se atraganta con ese arrebato de leona de Olive. Ante la respuesta de Alice, Marcus hizo el teatrillo de la decepción. - Pero no le digas eso, que es Gryffindor, va a perder el interés. - Bromeó entre risas, dando un nuevo bocado a su sándwich. Al tragarlo, añadió. - Aunque si los aciertas tendrás mini punto Ravenclaw, que a nosotros nos gustan mucho los aciertos. - La ternura y los ojitos de ilusión, al fin y al cabo, ya sumaban por su parte los mini puntos de Hufflepuff.

    Se terminó su triangulito de sándwich al tiempo de ver a la niña acertar la primera carta. Marcus estaba convencidísimo de que iba a acertarlas todas, así que le guiñó un ojo sonriente (como podía, porque seguía masticando). Menos mal que ya había tragado cuando Dylan explicó lo del centauro despertador, porque si no, se hubiera ahogado con la anécdota de Alice. Se echó a reír aun incluso mientras su novia intentaba justificarlo, justificación que solo le hizo reír aún más. - Ooohh, pobrecita. - Le dijo entre risas, arriesgándose a llevarse un ladrido él también, mientras le tocaba el pelo. - Oye, a ver si voy a tener que rendir yo cuentas con el centauro ese, con lo que me gusta tu pelo. - Le dijo acariciándole un mechón. Pero por supuesto que no había terminado ahí, porque no podía dejar de reírse, tanto que se tuvo que tapar la cara con una mano. Lo cierto es que Alice no tenía fama de tener muy buen despertar precisamente... Aunque las veces que se había despertado con él parecía bastante contenta. Salvo en Nochevieja. Pero es que él también tenía ganas de matar a Violet con ese hechizo de cencerro y pegando gritos. Solo de acordarse le dolía la cabeza.

    Marcus ya se había apoderado de un trozo de empanada, porque él podía morirse de risa y comer al mismo tiempo, cuando Alice le pasó la cesta. - Marchando. - Dijo alegremente, tragándose el único bocado que había podido darle y sacudiéndose las manos. Se aclaró la garganta y procedió, tan ceremonioso como siempre. - Yo tengo dos muy míos así que, con vuestro permiso, voy a empezar por uno de ellos y el otro lo dejo para el último. Que por algo es el más bonito. - Fanfarroneó para picar a los hermanos. - Primero, el saquito para la señorita. - Dijo tendiéndole a Olive el saquito con la carta. Esta no tardó ni segundos en adivinarla. - ¡Esta es Virgo! Es muy fácil. - ¡Correcto! El horóscopo de mi hermano Lex, probablemente la persona del mundo a la que menos le pegue ese signo. - En el hipotético caso de que esto prediga algo, pensó, pero lo dejó estar porque no quería chafar a los niños. - Y ahora, el regalito. - Añadió, tendiéndole el saquito con el regalo. La niña lo abrió con ilusión y sacó el pequeño sobre. Eso sí que no tardó ni medio segundo en adivinarlo, para la sorpresa de Marcus. Porque todavía lo del signo podía ser medio fácil, ¿pero de verdad había sabido lo que era solo con ver un nombre en latín? Porque no había otra cosa en el sobre. - ¡¡Mira, Alice!! ¡¡Son azucenas blancas!! - Exclamó entusiasmada, moviendo el paquetito de semillas delante de la cara de Alice. Marcus abrió mucho los ojos y sonrió. - Pero bueno, ¡tú eres una portento de la herbología! ¿Puedo solicitar tu cambio de casa a Ravenclaw? - La niña se encogió de un hombro con una risita, negando dulcemente con la cabeza. - Me gusta mucho Gryffindor. - Marcus chistó con dramático fastidio, haciendo una mueca y negando. - Me partes el corazón. - Bromeó, mientras la niña reía y seguía investigando sus semillas.

    - Bueno, te explico: ¿recuerdas que ese día que hablamos me contaste que tenías muchas ganas de ver azucenas autóctonas, pero que no creías que pudieras ir nunca a esos países? - La niña asintió con los ojos muy abiertos. - Y yo te dije... - Que tu tía Erin sí iba. - Sonrió y asintió con ternura. - Efectivamente. - Miró a los hermanos, para explicarles la historia. - Ya sabéis que mi tía trabaja fundamentalmente con dragones, y en países de la península arábiga tienen muchos conocimientos sobre ecosistemas para dragones, ya que les gustan muchos los climas cálidos y secos, y bienes minerales y plantas que ayudan con... Bueno, potingues para curarlos, ahí ya me pierdo un poco. - Hizo un gesto de la mano. - La cuestión es que mi tía va a Siria con relativa frecuencia, y las azucenas son autóctonas de allí y a ella le gustan mucho, suele llevarse saquitos de semillas. Y aquí a mi amiga. - Miró a Olive. - Le daba mucha pena no poder ir a Siria, así que le dije que le preguntaría a mi tía si le sobraba algún sobrecito. Me lo dio en Navidad. - Sonrió ampliamente. La niña seguía escudriñando el sobrecito, hasta que dio un pequeño botecito en el sitio y miró a Alice. - ¿Me ayudarás a cultivarlas? -
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    Vie Abr 02, 2021 9:17 pm

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    CON Marcus EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    No podía parar de sonreír al ver aquella escena. Bromeando con Marcus, viendo a su hermano tan ilusionado y oyendo aquellas palabras "mi amor" "cuñado"... Es que era tan adorable que casi le hacía preguntarse cuándo se rompería en mil pedazos. Pero de momento, los disfrutaría y ya está. Sacó un puchero cuando Marcus le dijo lo de pobrecita. – Sí, tú ríete, que tú también eres un dormilón y no toleras a las criaturas inquietas. Ese centauro era lo más indomable que haya visto. – Olive se removió en su sitio con los ojos brillantes. – Yo lo voy a tener súper bien enseñado. – Gal la miró con una sonrisa. – Eso ni lo dudo, querida. Nos hacía falta otra magizoóloga en el grupo. – Y miró de ojeo a su hermano, a ver si pillaba el tirito, pero estaba demasiado ocupado mirando a Olive. Aquello le calentaba el corazón. – Ya he dicho que luego hago coronas para todos. Porque yo sí soy hacedora de coronas, además de reina de Ravenclaw y, por supuesto, princesa de mi espino blanco. – Dijo mirando a Marcus con amor. – ¿Yo puedo ser la reina de las flores? Como en Sueño de una noche de verano. – Gal hizo una exagerada reverencia en su dirección. – No faltaba más, majestad. Luego le hago una corona de su talla.

    Observó cómo Olive acertaba el símbolo de Virgo, y no solo eso, si no que reconoció de inmediato el nombre de las azucenas. La miró con orgullo y la señaló con la mano. – Definitivamente es mi heredera. No como el descastado este. – Dijo señalando a Dylan con la cabeza. Él se enrojeció. – Eh, a mí me gusta la Herbología. Solo que no más que ninguna otra cosa... Y no estoy todo el día toqueteando las plantas como tú. – Terminó, un poco enfurruñado. Pero se giró hacia Olive con cara de angelito. – Igual en verano puedes venir a casa y ayudarnos con el invernadero de mamá. – Gal contuvo una carcajada y se inclinó en el oído de Marcus para decir. – ¿Ves tú? La siguiente generación nos va a superar en todo. Espero que no les de por la alquimia o vamos a tener un problema. – Aprovechó y acarició los rizos de la frente de Marcus, antes de separarse y mirar a Olive para contestar. – Por supuesto. Pero mejor esperamos a marzo, que hará menos frío y sobrevivirán mejor, así nos da tiempo a hacerles un microclima bueno.

    Se arrastró a la cesta, tendiéndole el siguiente saquito. – Este te lo doy yo, porque soy yo la que lo tiene que llevar a cabo. – Olive sacó la carta frunciendo el ceño, y por fin sonrió. – ¡Capricornio! – Gal se sacudió las manos y se incorporó para ponerse detrás de Olive. – Acertada, por supuesto. Pero esta te ha costado más eh. – Olive asintió. – Sí, es que alguno se me escapa aún. La señora Granger no me lo perdonaría si confundiera las constelaciones zodiacales. – Gal asintió apretando los labios. Ah sí, recordaba aquella presión. Aunque debía confesar que le encantaba. Ojalá y hubiera necesitado Astronomía para ser sanadora. – Bueno, pues su regalo, señorita Olive, son las trenzas más bonitas y más parecidas a unos cuernos de cabra que me salgan. – Dijo mientras dividía su cabello en dos y empezaba a tejer las trenzas, que luego pretendía enrollar, como los cuernos de las cabras. – Mientras lo hago, que Dylan te dé el siguiente regalo.

    Mientras Olive se quedaba muy quietecita facilitándole el trabajo (cosa que ella nunca hubiera hecho de pequeña), Dylan sacó con ilusión le saquito de Escorpio. Ya, sabía que ese le hacía especial ilusión. Olive lo reconoció al instante. – ¡Escorpio! Me encanta. – Casi no le dio tiempo a la chica a abrir la caja antes de que su hermano empezara a hablar como una metralleta. – Es una caja de pociones, pero no te podemos decir cuáles son porque ahí está la gracia. Verás, los escorpiones pican, o sea, seguro que lo sabes, pero bueno, el caso es que pican. Así que hemos copiado la idea de una cosa que venden en la feria de nuestro pueblo y hay tres pociones de otras cosas guays y una picante. – Gal rio y negó con la cabeza. No iba a servir de nada decirle que se relajara, esa escoba haba despegado ya hacia rato. Terminó de enrollar la segunda trenza y de poner verbenas también en los moños resultantes, que hacían parecer a Olive extremadamente mona y see volvió al lado de Marcus, comiéndose un sandwich. – Vale ¡vamos a hacerlo! – Gal la miró con los ojos abiertos. – Mira que hay una que es extremadamente picante. – Pero ya veía otra vez el venazo Gryffindor en ella. – Venga, Alice tú primera ¿O te sabes cuál es cuál? – Ella negó mientras masticaba. – Qué va, las hice con Dylan pero las metimos en tarritos iguales, así que ni idea. – Se inclinó hacia delante y pasó la mano por encima de los tarritos, hasta posar el dedo en uno. – Este para mí. Todo sea por la cumpleañera.
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    Sáb Abr 03, 2021 9:01 am

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    CON Alice EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    No podía evitar seguir riéndose. - Soy dormilón, pero también soy muy bueno y respetuoso, y se me da bien tratar con la autoridad. Y a los centauros les gusta que se les trate de autoridad. Y tienen muy mal carácter, se pasan el día ofendidos. Eso no lo dijo. Además, soy muy obediente: si me dicen que me levante, yo me levanto. - Se encogió cómicamente de hombros, alzando las palmas de las manos. - Qué le vamos a hacer. - En otras palabras, que si el día de mañana tenían un centauro despertador en casa, mejor que lo tuviera en su mesilla de noche y lejos de la mano de Alice... Ah, porque, por supuesto, él ya se veía en un futuro esperaba que no demasiado lejano con su propia casa y dormitorio con Alice, tan nítidamente que en su cabeza ya estaba comprando despertadores.

    Miró a Olive con admiración y, para ilustrar lo que acababa de decir, hizo una pronunciada reverencia, tanto que casi toca la frente con el mantel, porque era muy largo y estaba sentado con las piernas cruzadas. - Majestad. Yo seré el noble corcel de la reina de las flores, coronado de verbenas como debe ser. - Eso hizo a la niña reír. Recuperó la postura y añadió. - Ya seré rey de Ravenclaw en los ratos libres que mi reina me conceda. - Desde luego a galanterías excesivas no le ganaba nadie. Igualmente, miró a Alice con complicidad. Si tenía un título bien instaurado en su mente, era el del príncipe para su princesa a tiempo completo. Mientras miraba a su chica tuvo tiempo, además, de hacerle un gestito a Dylan, poniéndole la mano en el hombro para detenerle, porque le faltaban dos segundos para decir "¿y cuál es mi título?", que ya se lo veía venir.

    Se tuvo que tapar la boca para reír con la riña fraternal a cuenta de los intereses por la herbología. Cuando Alice se inclinó hacia él, Marcus hizo lo propio hacia ella para escuchar. Rio con el comentario. - Tendríamos que hacerle un anexo al taller de mi abuelo, que todos no cabemos. - Les miró de reojo y se acercó un poco más a Alice para susurrar. - Aunque algo me dice que estos son un poco más místicos que nosotros. - Entre el don para sentir las cosas de Dylan y el entusiasmo de Olive con el horóscopo, algo le decía que esos chicos no iban a ser especialmente científicos de mayores. Esperaba, al menos, que no le saliera un cuñado adivino. Que con un hermano legeremante ya tenía de sobra.

    Observó la escena empanada en mano sin poder evitar sonreír. Reprimió una risilla mientras masticaba. - Cualquiera no se aprendía la constelaciones con la Profesora Granger al frente. Si casi puedo oírla diciendo... - Miró a los lados antes de imitarla, por si acaso. Porque, por si aún no había quedado claro, Marcus no era Gryffindor. - "O'Donnell, no me defraude". - Le arqueó las cejas a Alice. - Presión es que se corra la voz de que eres el mejor alumno de la escuela y que sacas matrícula de honor en todo. Ningún profesor quiere que pinches en su asignatura. Se ofenden a título personal. Y encima es mi jefa de casa, y yo queriendo ser prefecto... Creo que un día me puse tan nervioso que le hice una reverencia de verdad. - Qué vergüenza. Pero estaba en cuarto y postulando para ser prefecto, siendo él tan pelota como era. Casi se carga su propia candidatura.

    En lo que Alice procedía a hacerle las trenzas a una muy entregada y entusiasmada Olive, Dylan cogió el siguiente regalo. Menos mal que se estaba terminando la empanada, porque el riesgo de sufrir atragantamiento una vez más con el niño lanzando la explicación de las pociones como si se le acabara el tiempo era demasiado alto. - Qué bien lo pasé en esa feria. - Comentó sonriente, mirando a Alice. La feria de San Lorenzo, la Provenza, la noche de las perseidas. Uno de los recuerdos más bonitos de su vida. Su rememoración se vio interrumpida por el arrebato de Olive, a la cual no le había achantado lo más mínimo saber que una de las pociones era picante. Se aguantó la risa viendo como la niña retaba a Alice a ser la primera, y la otra que iba muy dispuesta. Genial para él, que su espíritu estratega (eufemismo de cobarde) le llevaba a quedarse el último para garantizarse saber qué le iba a tocar. Cosa que Dylan, por supuesto, captó. - ¡Los cuatro a la vez! Que si no, Marcus se va a quedar el último. - ¡Eeeh! - Levantó ligeramente los brazos, mirándole ofendido. - ¿Por qué me dinamitas la estrategia? ¿Qué te he hecho yo? - ¡¡Sí!! ¡Los cuatro a la vez! Así es más divertido. - Hala, la otra. Una Gryffindor era justo lo que faltaba en aquel combo de dos Gallia contra un O'Donnell. Suspiró. - Lo que diga su majestad la cumpleañera. - Pero miró de reojillo a Dylan con los ojos entrecerrados. Mientras la niña escogía su botellita, se acercó a él y susurró en un cómico tono amenazante. - Muy bonito vendernos a los demás para hacerte el romántico. Eso es de Slytherins. - Pero el otro solo se removió con una sonrisilla orgullosa y satisfecha, y Marcus no pudo evitar que le saliera la sonrisa también.

    Malditos fueran los dos niños adorables. ¡No quería tomarse una poción picante! Pero en fin, lo dicho, todo fuera por hacerles felices un ratito. Volvió a suspirar y alzó la botellita que había elegido. - ¡Propongo otro brindis! Por si acaso es lo último que hago en vida, que como me toque la picante me voy a morir. - Bromeó. - ¡Por la cumpleañera! - Todos corearon, Olive entre risitas adorables por brindar por sí misma, y se bebieron las pociones de un trago. Un par de tensos segundos de silencio hasta que cada uno comprobó su propio efecto. En el caso de Marcus, solo notaba un fresco y dulce sabor mentolado. Habían decidido que la única poción sin efecto fuera simplemente jarabe de menta, el sabor favorito de Olive. ¿Habría tenido la suerte de que le hubiera caído a él? La niña fue la primera en hablar, ante el silencio de los presentes, pero en vez de palabras emitió un balido de corderito que le hizo llevarse las dos manos a la boca y abrir mucho los ojos. Marcus estalló en una carcajada. - ¡Ahora sí que pareces una cabrita de verdad! - Entre las trenzas con forma de cuernos y que estaba balando, parecía una ovejita floreada. A la niña le había dado un ataque de risa, y más se reía de escucharse a sí misma como una oveja. Dylan habló entonces. - ¡Es como los ques...! - Pero fue echar a hablar, y empezó a levitar del suelo. Abrió los ojos como platos. - ¡Que me vuelo! - ¡Yo te salvo, colega! ¡Noble corcel al rescate! - Bramó Marcus, sin dejar de reír, cogiendo a Dylan de las piernas pero con el resto del cuerpo volando por el aire. Parecía un globo. - ¡Ay! ¡Que estoy muy alto! - ¡Estoy contigo, no te preocupes! - Aseguró Marcus, que no le soltaba los pies pero que estaba llorando de la risa, ya tumbado por completo en la manta, desternillándose. Olive intentó tranquilizar al Dylan volador, pero solo conseguía emitir más balidos y, por tanto, reírse más. - ¡Deja de reírte, Marcus! - Regañó el niño, que de verdad temía salir volando por ahí, aunque era una poción bastante inofensiva hecha de meigas fritas. Apenas le duraría un par de minutos el efecto. - ¡Lo siento! Es que eres un globo muy mono. - Dijo entre risas. - Te ha pasado lo mismo que a tu hermana. - Añadió, y entonces cayó en algo. Hablando de tu hermana... Si Olive estaba balando, Dylan volando y él tan tranquilo, con un dulcecito sabor a menta en la boca, entonces...

    Miró a Alice y la vio roja como un tomate y ciertamente apurada, buscando algo que echarse a la boca para aliviar el picor, con las lágrimas saltadas. En un alarde de ser buen novio, no se le ocurrió otra cosa que reírse aún más fuerte. Alzó uno de los puños, triunfal, y gritó. - ¡El rey de las verbenas ha ganado! - ¡¡¡NO ME SUELTES!!! - Bramó Dylan, y Marcus se apresuró en cogerle el pie de nuevo con la mano que le había soltado, aunque le seguía teniendo agarrado por la otra. Se iba a morir de la risa. - ¿Queeee teeeee haaaa tocaaadoo? - Preguntó Olive como pudo, que ya podía emitir palabras pero seguía teniendo voz de corderito. Y Marcus más se reía. - Un rico jarabe de menta, como el que tú imaginaste en el ponche de la feria de Navidad. - Dijo contento y miró a Alice, pretendiendo expresión de preocupación pero sin ser demasiado convincente. Olive se apiadó de la pareja y saltó de su sitio. - Yo te agaaaaarro Dyyyyylan. - La niña enganchó los pies de Dylan, que poco a poco iba bajando, y Marcus gateó hasta Alice haciendo un esfuerzo estoico por controlar la risa y hasta las lágrimas. - Oh, mi amor, ¿estás bien? - Frunció mucho los labios mientras la rodeaba con sus brazos, para no estallar en una carcajada. - ¿Quieres un besito? A lo mejor te alivia, a mí se me ha quedado la boca muy refrescante. - Lo iba a matar, pero es que era demasiado divertido.
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    Sáb Abr 03, 2021 8:46 pm

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    CON Marcus EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    Le encantaba cómo Marcus le seguía el rollo a los niños, y simplemente disfrutaba de todo ello, observándolo con cariño, deseando que fuera siempre así, que Olive y Dylan no crecieran, que pudiera alargar ese momento... Y una sensación desconocida le atenazó el corazón. No era mala, era... Diferente. No sabían explicarlo... Y se acrecentó cuando Marcus dijo lo de agrandar el taller. Era como si le dieran ganas de llorar de la alegría solo de pensar en las necesidad de agrandar el taller, en tener a alguien a quien enseñarle alquimia... Y entonces se le escapó una voz anhelante casi en un susurro que dijo. – Ojalá, mi vida. – Y lo haba dicho directo desde el corazón, aunque no pudiera ponerle un nombre concreto. Decidió dejarlo pasar, tratando de atender a lo que decía Marcus de la profesora Granger y asintiendo gravemente. – Yo también le he hecho reverencias. Y a veces me he cuadrado como si fuera yo una alquimista de fuego y ella mi general. – Y siguió riendo a cositas aquí y allá, dedicándole a Marcus una sonrisa arrebatada cuando dijo lo de la Feria de San Lorenzo. Pocas noches recordaba con más cariño que esa, incluso dentro de las que había pasado con Marcus.

    Soltó una carcajada, tomando del brazo a su novio y dejándose caer sobre su hombro. – Te ha pillado con todo el equipo, mi amor, acepta tu derrota. – Se creía que no se iba a reír de él sin piedad después de lo del centauro. Y también se tuvo que reír con la reacción de Marcus a lo de su hermano y asintió con la cabeza. – El niño sabe lo que quiere y cuando fija un objetivo, lo cumple. Como buen Hufflepuff. – Dijo mirando a su hermano y guiñando un ojo. Miró a todos cuando tenía ya un botecito y dijo. – ¿Preparados? – Siguió el brindis propuesto por Marcus y se llevó el botecito a los labios, bebiéndoselo de un trago. Y por un momento, no le supo a nada. Mal asunto. No le había tocado el jarabe de menta. La primera en tener efecto fue la pobre Olive, que no paraba de balar, tratando de hablar con Dylan, pero en cuanto vio a su hermano empezar a levitar, supo lo que le había tocado a ciencia cierta. Había traído el antídoto, pero, ¿dónde infiernos estaba?

    Tarde. De golpe, una sensación ardiente le subió desde la garganta hasta la boca, como nunca antes había sentido, inundándole los ojos y con un sabor tan fuerte que le daba la sensación de haber tragado colonia. Empezó a toser, buscando las cestas a tientas, pero es que no podía ni pensar. Para colmo, el cuadro que tenías delante era de lo más perturbador, con su hermano volando, la otra balando y Marcus muerto de risa tratando de que Dylan no se volara. Y ella sin poder llegar al antídoto. Al final, Marcus se acercó a ella y señaló la cesta. – El... – Tosió, riéndose a la vez porque toda la situación era absurda. – El antídoto... – Y, gracias a Merlín, su novio entendió lo que le pedía y le pasó el antídoto. Menos mal que era de efecto inmediato. Inspiró profundamente y se limpió las lágrimas, riéndose. – Ay, qué mal trato, por favor. – Y otra vez. a reñirse. – Teníais que haberos visto, pensé que estaba flipando. Vaya imagen. – Se quitó la túnica y se hizo un moño, antes de remangarse la camisa, porque le iba a dar algo. Se acercó a su novio y le susurró en el oído. – Yo siempre quiero un besito, mi príncipe, pero guárdatelo como regalo para mí, más tarde, cuando me lleves como el hermoso corcel que eres – Terminó con un guiño. Por fin, Dylan aterrizó y Olive les miró. – Este es el mejor cumpleaños de mi vida. Esto tenemos que hacerlo con todos los cumples. – Gal carraspeó. – Bueno, igual omitimos lo de la poción picante. – Se limpió las lágrimas una vez más y miró al rededor. – A ver, ¿qué toca ahora? – Cogió un trozo de empanada y empezó a comerlo mientras trasteaba en la cesta. Rio un poco y le tendió uno de los saquitos. – Vamos con uno más normalito. –

    Olive observó la carta y, de renuevo, se lo pensó. La verdad es que era una niña muy reflexiva, a pesar de lo lanzada que era por naturaleza. – ¡Libra! – Gal sonrió y asintió, mientras le daba un trago a la cerveza y le tendió el regalo. – ¡Oh! ¡Es un pesito! ¿De qué esta hecho? – Ella carraspeó de nuevo. – De cobre. Es para que sea menos pesado y para que el día de mañana puedas tocarle aquí. – Dijo señalando una pestañita en la base. – Y puedas usarlo si haces alquimia para pesar las esencias de las cosas. – Olive la miró alucinada y le dijo. – Me regaláis cosas de chica mayor. – Gal asintió con ternura. – Porque lo eres, y muy buena alumna. – La niña arrugó la nariz. – Transformaciones se me da fatal y Encantamientos regular nada más. – Ella se rio. – Porque son las más difíciles de primero, mujer. – Dylan se inclinó a ella, peinándose los rizos. – Es verdad, a mí Transformaciones también se me da muy mal. – Gal les chistó. – Por favor, no digáis esas cosas que escandalizáis al mejor alumno del colegio. – Se inclinó un poco cariñosamente sobre Marcus y dijo. – Bueno, a ver, ¿cuál es el siguiente?
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    Dom Abr 04, 2021 1:19 pm

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    CON Alice EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    ¡El antídoto! Era cierto, Alice preparó muy precavidamente un antídoto cuando decidieron hacer el juego de las pociones. Empezó a buscarlo a toda prisa entre sus cosas, aunque no dejaba de reír, porque la situación era como para reírse: Dylan voleteando y sin quererse mostrar demasiado asustado por no quedar mal delante de una Olive que ahora le tranquilizaba, la niña que no dejaba de hablar con voz de oveja y Alice echando humo como si le hubiera picado un escorpión de verdad en la lengua. Ah, y él siendo el vencedor y con un regustito a menta en la boca. Imposible que no derrochara felicidad. - Mi princesita pocionera. - Dijo entre risas, dándole el antídoto a Alice tan pronto lo encontró. Su princesa, esa que a pesar del mal rato que de seguro había pasado no podía dejar de reírse. Cómo adoraba verla reír. Solo eso le hacía reír a él aún más. - Definitivamente necesito un pensadero, esto no puede caer en el olvido. - Comentó, respirando hondo y llevándose una mano al estómago, que le dolía ya de tanta risa.

    No se le quitaba la risita residual de todas formas, mientras veía a Alice toda acalorada quitándose la túnica y recogiéndose el pelo. Estaba centrado en lo cómico cuando la chica susurró en su oído y le produjo un escalofrío, como siempre, porque ese era el efecto de los susurros de Alice y esas peticiones tan claras. La miró, se mordió el labio con una sonrisilla y, tras un par de segundos, miró a los niños. - Ey, ¿sabéis lo que ayuda a controlar el efecto? Cerrar muy fuerte los ojos y respirar hondo contando hasta veinte. Venga, yo os aviso. - Los niños se pusieron muy puestos a esperar su señal. - Una, dos y tres. - Y allá que fueron los dos a cerrar obedientemente los ojos con fuerza. Y allá que fue Marcus a lanzarse para besar los labios de su novia, intensa pero brevemente. - Lo del corcel sigue en pie de todas formas. - Comentó con su sonrisilla ladeada cuando se separó. Aunque entonces frunció el ceño y puso cara rara, mojándose los labios. - Oh, sí que pica. - Rio. Algo se le había quedado a Alice en los labios, pero soportable. Desde luego, compensaba.

    Los niños abrieron los ojos y él mantuvo su teatrillo en pie. - ¿Mejor? - Pueeeeees. - Empezó Olive, con una aún notable voz de corderito que evidenciaba que no, no había mejora con esa táctica inventada. Al menos los dos niños se miraron y se echaron a reír ellos solos. ¿Acaso el objetivo no era que se divirtieran? Pues conseguido. Cuando dejaron de reír y Dylan por fin tocó tierra firme de manera definitiva, Olive afirmó que era el mejor cumpleaños de su vida. Eso hacía muy feliz a Marcus, que no pudo evitar sonreír. - Hecho. Iré solicitando el permiso para que me dejen venir en febrero. - Comentó distendido. - Y si no me dejan, ya nos buscaremos la forma de celebrarlo cuando podamos. - Le estaba viendo los ojillos de ilusión a Dylan. Conocía esa mirada, la mirada de estar imaginando un futuro ideal y precioso. La conocía porque Marcus también la ponía.

    Se hizo con otro sándwich y se acomodó para ver el siguiente regalo: el pesito para pociones. No pudo evitar una risa de ternura absoluta cuando Olive dijo tan emocionada que le regalaban cosas de chica mayor. - A ver, no voy a ampliar el taller de mi abuelo en balde. - Bromeó mientras comía. Tragó el último trozo del triangulito y se recompuso en su sitio para explicar. - El cobre es un material que transmuta muy poco, por eso es ideal para hacer herramientas que usar en alquimia, como por ejemplo los pesos. Da menos margen de error que otros. Y al ser muy ligero, también es muy útil en pociones. Así que te va a venir genial. - Hubo un intercambio de frustraciones con las asignaturas de primero y volvió a echarse a reír con el comentario de Alice. - Voy a hacer como que no he oído nada. Pero como oiga más llanto, os pongo tutoría diaria. - Dijo en un tono de broma tan obvio que los niños solo pudieron echarse a reír en su cara. - Sí sí, reíros, pero esta que está aquí sin mis tutorías... - Dijo agarrando a Alice de la cintura y señalándola, haciéndole cosquillas justo después. Totalmente mentira, él nunca había tenido que enseñarle a Alice nada, era una mente brillante por sí sola. Pero le encantaba meterse con ella y hacerse el importante.

    - ¡El siguiente lo doy yo! - Saltó Dylan, contento, lanzándose a la cesta y sacando el saquito con la carta. Entonces, se quedó con este en las manos y se puso un poquito colorado, con una sonrisita, como si se lo estuviera pensando unos segundos. - Toma. - Dijo, tendiéndole el saquito, que al fin y al cabo era solo la carta. Marcus no podía evitar mirarlo, jugando con los dedos. Solo por esa reacción ya sabía qué regalo era. - ¡Esta es Cáncer! - Dijo Olive alegremente. - Bingo. - Corroboró Marcus contento, quien volvía a tener comida en las manos (si no estaba entregando regalos podía comer, ¿no?). Dylan volvió a quedarse avergonzadito y parado, pensando como proceder, pero al final le tendió el otro saquito, el que contenía el regalo. La niña lo sacó con una sonrisa. - ¡Oh! Qué bonita, Dylan. - Dijo Olive, mirando la enorme caracola carmesí entre sus manos. Entonces, el niño pasó de no saber qué decir a volver a lanzar datos a la velocidad del rayo. - Es de la Provenza. De las playas. De una cueva muy bonita. O sea, no de la cueva, de la arena, pero cerca de la cueva, donde casi no te puedes bañar. Me llevo mi tía Vivi, y había muchas conchas, y caracolas, y yo las tenía en casa, pero en verdad las tenía guardadas, y tengo un montón, y puedo ir a coger más. Y vi esa y bueno, como Cáncer es un cangrejo, y los cangrejos se esconden en caracolas, y son como rojos, y esa caracola es como roja, y el rojo es el color de tu casa, pues... Eso. - La niña se había quedado mirando la caracola mientras el otro hablaba, pero alzó una mirada iluminada hacia el niño. - Muchas gracias, Dylan. Es preciosa, me encanta. La voy a poner en mi mesita de noche. - Olive volvió a bajar la mirada a la caracola y Dylan se encogió de un hombro. - Y este verano... Podrías venir a la Provenza... Y buscamos más... Podría, ¿verdad? - Preguntó mirando a su hermana, como pidiéndole permiso. Olive le miró con los ojos muy abiertos. - ¿En serio? ¿E iríamos a la playa? - Sí. - ¿Y a las cuevas? - Marcus se tapó la boca con una mano para ocultar la risa. Dylan volvió a encoger un hombro. - Claro... Si tú quieres... - Respondió el niño con una sonrisa ruborizada. Y así es como se empieza, pensó Marcus, y luego miró a Alice de reojo con una sonrisilla. Siempre era bonito ver una historia empezar.
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    Dom Abr 04, 2021 7:49 pm

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    CON Marcus EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    Cualquier cosa que Marcus le llamara, a ella le entraba bien ¿Princesita pocionera? Se lo bordaría en la capa si pudiera. De hecho, puso una sonrisita de niña orgullosa y parpadeó mirándole, aunque aún estaba rojita del ataque del picante y tenía que estar dando profundas respiraciones.

    Miró a Marcus alzando una ceja, pero en seguida entendió lo que intentaba, y se lanzó ella misma a sus labios, porque sí, tenían todo el día para hacerlo, pero es que no podía parar de besarlo, y ya llevaban demasiado tiempo tranquilos. Y rozar los labios de Marcus, esa ternura, esa caricia que le daba vida, era como los mil rayos de sol que le describió con doce años. Realmente solo fueron unos segundos, y justo los niños abrieron los ojos, con la consecuente queja de Olive, a quien, siendo tan chiquitita, aún le estaba haciendo efecto la poción. Pero su hermano miró a Marcus con la ceja alzada cuando dijo lo del picor, y luego miró a Olive con cara inteligente. – Ya se han besado en la boca otra vez. Es impresionante. Luego dicen que no son como papá y mamá. – Olive asintió muy puesta ella. – Es porqueeeee no están casaaaados. – Respondió, aún afectada a coletazos por los balidos. – Se lo explicó al Baaaaarón. – Gal suspiró y dijo. – Bueno, ya está bien de debate sobre mi estado civil, por favor. – Señaló con la cabeza a Marcus y puso las manos sobre el brazo que la rodeaba y rio un poco, dejándole fanfarronear. Pero giró el rostro y susurró. – Yo sí que te he hecho sesiones de tutoría. – Terminó alzando una ceja. Que le gustaba provocar a su novio, le había gustado siempre, y creaba una intimidad maravillosa entre ellos.

    Otra vez, cuando dijo lo del taller, sintió aquel cosquilleo inexplicable en el pecho y un vuelco en el estómago, mientras masticaba lentamente la empanada y miraba a Marcus embobada. Y tan embobada estaba que hasta Olive se dio cuenta- ¡Alice! ¿Estás escuchando? – Parpadeó y miró. – Sí, sí, perdona, turno de Dylan claro. – Y ahora se embobó mirando a su hermano, todo ilusionado con la concha. Vaya historia tenía aquella cueva. Ella llevó a Marcus en el verano de segundo a tercero, sabía que a su tía Vivi y a Erin les encantaba aquella cueva y ahora entendía que algo más debía haber pasado ahí, y el capítulo siguiente lo escribirían Olive y Dylan... Porque vio aquella ilusión en Olive y la reconoció. – Nos encantaría que vinieras, por supuesto que sí. Te vas a volver loca con la cantidad de plantas y flores... – entonces se acordó y miró a los ojos a Marcus, con ternura. – Igual, mejor que ampliar el taller, deberíamos construir aquel taller de alquimia en La Provenza con las flores al rededor, ¿no crees? – Pero ya estaba Dylan aturrullado, hablando sin parar otra vez. – Antes dormíamos todos juntos en el desván, ¿sabes? Con mis primos y todo, y Marcus también, pero cuando crecimos, a mi hermana la bajaron con la tata, y a mí solito, pero Marcus duerme conmigo cuando viene, pero ahora que son novios a lo mejor les dejan dormir juntos y tu puedes dormir en la cama de al lado y hablamos por la noche como hablaban ellos, que no me dejaban dormir. – Eso le hizo reír. Y quién les hubiese dicho en aquel entonces que Dylan dejaría de hablar y al final volvería por alguien tan adorable como Olive. – Sea como sea te encontraremos hueco, cariño. – Dijo con un guiño y una sonrisa.

    Rebuscó en la cesta y dijo. – Uh... Ya nos vamos acercando a los regalos importantes. Saquemos este que es el más normalito de los que quedan, y sacamos los postres. – Le tendió el saquito y según sacó la carta dijo. – ¡Leo! Es el signo de papá y mamá, de los dos ¿no es una coincidencia genial? – Gal rio y alzó las cejas. – Mira pues sí, hala, pues abrir el regalillo. – Sacó el trozo de tela y la niña abrió mucho los ojos. – ¿Y este es de los normalitos? ¡Es un parche de Gryffindor! ¿Puedo ponerlo donde quiera? – Ella asintió. – Pues claro, mujer. En la mochila o en tu ropa normal de fuera del colegio. – La niña miró a su hermano. – ¡Mira, Dylan! Te podemos regalar uno de Hufflepuff y así los llevamos a juego. – Gal aprovechó para mirar en la otra cesta y sacó una bandeja con merengues. – Esto son merengues de fresa, más rojo todavía, y... ¡La tarta!Sí, la tarta. – Dijo destapándola antes ella y poniendo las veleta del uno y el dos encima. – Es de cereza.Era la favorita de mi mamá y es roja también. – Gal la miró muy sonriente, dejando la tarta en la manta y dándole la mano a Marcus. – Marcus, ¿le enciendes las velas a la reina de las flores, para que pueda soplar y pedir un deseo?
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    Lun Abr 05, 2021 10:51 am

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    CON Alice EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    Por supuesto que los chicos le habían pillado a pesar de que su plan era infalible. Se apuró un poco pero solo internamente, porque por fuera tenía que mantener su fachada digna. - Yo creo que habéis contado hasta dieciocho, a la vista está que sigues balando. - Reprendió para desviar la atención de lo que era todo aquello: un truco barato para besar a su novia. Ese truco es malísimo, le había dicho William Gallia en Nochevieja, y al parecer tenía a un mini William Gallia allí también cuestionando sus estrategias. Meh, que dijeran lo que quisieran. Por pulir o no, pero su truco cutre había resultado en beso de Alice, que era lo que él quería. Tan malo no sería.

    Ya iba a ponerse en modo regalos y a dejar aquello pasar cuando la muy traviesa de su novia lanzó ese comentario. - Alice. - Susurró en reproche, notando como se ruborizaba, pero sin poder evitar la sonrisilla, negando con la cabeza. Ya sabía él hasta donde hubiera rotado esa conversación si no hubiera dos niños delante. Pero el modo volvió a ponerse adorable en cuanto Dylan le dio su caracola a Olive. La idea de Alice le provocó un fuerte latido, y le hizo mirarla con ilusión y admiración. - ¿Te acuerdas de eso? - Dijo con una voz suave cargada de mil emociones. La sonrisa de bobo no se la quitaba nadie, ni quedarse mirando a Alice como si no existiera nada más sobre el planeta. - ¿De qué? ¿Es que hay laboratorios con flores allí? - Preguntó Olive entre intrigada e ilusionada, sacando a Marcus de su pompa. Este negó con una risa leve. - No no... Es que, cuando teníamos vuestra edad, fui en verano a la Provenza y, estando allí, soñé que había un laboratorio de alquimia cerca de la playa, rodeado de flores. - Volvió a mirar a Alice. Dios, qué enamorado estaba por aquel entonces y qué poco consciente era, porque juraría que hasta en su sueño estaba deseando despertar solo por compartirlo con ella. Aunque, de hecho, ya en su sueño salía ella. Agarró su mano y continuó. - Esa tarde cayó una tormenta y nos escondimos... Y yo le conté el sueño, para intentar distraerla y que no se asustara. - Ladeó la cabeza, sin dejar de mirar a su novia con amor. - Y aún se acuerda. - Se quedó unos instantes en silencio, sonriendo y mirándola. Hasta que Olive suspiró. - Qué bonito. - Sí, sí que era bonito. Con Alice todo era bonito. - ¿Y lo vais a construir algún día? - Preguntó la niña, mientras Marcus no podía dejar de mirar a Alice con ternura, rememorando. Lo pequeños que eran hacía tan poco tiempo y la de cosas que les habían pasado desde entonces. - A mí me parece una idea genial. - Dijo con voz suave, apretando la mano de Alice, mirándola. - Sí que lo van a hacer. - Dijo Dylan muy seguro. Eso le hizo mirarle con ternura pero un puntito de extrañeza, y el niño continuó. - Lo predijo el espejo. -Por unos segundos Marcus no sabía a qué se refería, pero no tardó en caer, porque Dylan añadió más datos. - Salía Marcus en su propio laboratorio de alquimia, y Alice estaba con él y llevaba una trenza con flores en el pelo, como las que se pone en la Provenza. - Miró a Alice de reojo con un rictus sonriente aunque avergonzado en los labios. No le había dado tantos detalles. Bajó la mirada y rio levemente. - Dylan, ese espejo no predice el futuro, solo dice lo que desearías tener. - Pero tú eres Marcus O'Donnell. Todo lo que te propones lo consigues, ¿no? - El niño se encogió de hombros. - En ese caso, es como si fuera una predicción. - ¿Podía comerse a ese niño a besos? Casi había hecho que se le saltaran las lágrimas. Simplemente se quedó en el sitio, mirándole con cariño infinito y una sonrisa, aún sin soltar la mano de Alice. - ¿Qué espejo? - Preguntó la pobre Olive, que miraba a uno y a otro sin enterarse de nada. - Luego te cuento. - Pero que no se corra demasiado la voz, ¿vale? - Advirtió Marcus prudentemente, con tono paternalista y cariñoso. Había sonado a Arnold casi como si el hombre estuviera allí, se dio cuenta hasta él. Pero no podían generar colas ahora en el espejo de Oesed, que en teoría era un misterio del castillo.

    Después de contener la risa (y cierto apuro) cuando Dylan dio por sentado que solo por ser novios les iban a dejar dormir juntos (sí, seguro que sí, sobre todo si a su madre se le ocurría empezar a ir), se quedó mirando como a Olive le daban su bonito parche de Gryffindor. - Vas a ser la leona más elegante de Hogwarts. - Comentó con alegría, viendo a la niña tan contenta con su regalo. Su atención, sin embargo, se tuvo que desviar. - ¡Oh, por fin! - Dijo frotándose las manos. Por fin los postres, como si él hubiera dejado de comer en algún momento. De hecho, habían sobrado sándwiches. No descartaba comerse uno después de la tarta, como merienda adelantada. - Qué pinta tiene todo. - Dijo viendo como Alice sacaba las cosas. - Yo iba a traer muffins azules, que Darren dijo que me los podía conseguir, pero alguien dijo que "romperían la estética". - Terminó con tonito, mirando reprochante a Dylan. Pero la niña estaba aplaudiendo con alegría y dando botecitos en su sitio mientras todos los postres rojos iban saliendo, tarta incluida, así que había merecido la pena.

    - A ver, por favor, tomen distancia. Corcel haciendo los honores. - Sacó ceremoniosamente su varita y pronunció. - ¡Incendio! - Una pequeña llama encendió la vela de la tarta. - No olvides pedir un deseo, que a veces hasta se cumplen. - Añadió, mirando a Alice y guiñándole un ojo. Los tres empezaron a cantar cumpleaños feliz a la cumpleañera, que estaba un poco avergonzadita por la escena, mirando a los lados por si alguien les miraba, pero sin dejar de sonreír, y tras esto se repartieron un trozo cada uno. Estaba deliciosa. - No seré yo el que quiera interrumpir el momento postres, pero... - Sacó uno de los saquitos con carta. - Creo que es el momento ideal para darte esto. - La niña volvió a dar un entusiasmado botecito en el sitio, cogiendo el saquito y sacando la carta. - ¡Géminis! Fue la primera que me aprendí, es súper fácil. - Marcus asintió, sonriente aunque con la boca llena, porque a pesar de que había dicho que iba a interrumpir el momento postres, el tiempo que Olive tardó en sacar la carta a él le había valido para coger un merengue. Le tendió su regalo y, cuando la niña lo abrió, puso cara de ilusión. - ¡Oh, un espejito! Qué bonito. - Y no es un espejo cualquiera. Mira. - Dejó el merengue a un lado y se acercó a ella, arrastrándose por la manta. - ¿Ves esto? Ese brillo demuestra que no es un material como otro cualquiera. Está hecho con alquimia. - La niña abrió mucho los ojos y le miró. - ¿Lo has hecho tú? - Preguntó emocionada. Marcus sonrió y negó graciosamente con la cabeza, moviendo los rizos. - No. Lo ha hecho la mejor alquimista que conozco. - Y miró a Alice, orgulloso. La niña la miró también y, sin pensárselo, de un salto le dio un abrazo. - ¡¡Gracias, Alice!! Es precioso. - Olive era tan tierna y cariñosa, desde luego era el combo ideal para un chico como Dylan. Habían tenido mucha suerte de conocerla, y ellos de conocerse. Eran dos niños muy solitarios, a pesar de ser tan buenos y tiernos, antes de coincidir.

    Marcus observó la escena y, cuando Olive dejó de estrujar a Alice, se encogió de hombros con una muequecita en los labios. - Siento haberte quitado la opción de darlo, pero hablando de espejos, de alquimia y de mí... Es mi horóscopo, no podía dejarlo pasar. - Alzó el merengue que tenía a medio comer en la mano y añadió. - Pero puedes explicar tú el por qué del regalo. - Y así yo como de mientras.
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    Lun Abr 05, 2021 1:13 pm

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    CON Marcus EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    Devolvió. su novio una dulce sonrisa y dijo. – No podría olvidarlo, amor mío. Fue un sueño precioso. – Escuchó emocionada cómo se lo contaba a Olive y ella simplemente se perdió en sus divagaciones, en pensar que realmente sería precioso que consiguieran hacer aquel sueño realidad. – Ojalá. – Contestó ella apretando la mano de Marcus de vuelta. Pero se tuvo que girar a su hermano y frunció el ceño. Luego volvió a mirar a Marcus sorprendida e inspiró, con una sonrisa. – Tú también sales en el mío. – Y se quedó mirándole. Ella era el deseo más profundo de Marcus. Y eso era todo lo que necesitaba saber. Miró a su hermano y luego a Marcus enternecida, porque la relación de esos dos era lo más bonito que había visto en la vida.

    Por supuesto, su novio celebró más que nadie la llegada de los postres, y menos mal que ella estaba bastante saciada, porque tanto los niños como Marcus estaban mirando los dulces con ojos de que ni iban a quedar ni las miguitas. Cantó a pleno pulmón el cumpleaños feliz, un poco entre risas por la carita de Olive y las payasadas de su novio. Asintió con una brillante sonrisa. – Sí que se cumplen, pídelo Olive. – La niña le devolvió una mirada cómplice y sopló. – Pero no lo digas, ¿eh? Ahí está la clave. – Dijo mientras aplaudía. Se puso a partir trozos de tarta, aunque Dylan ya había atacado a los merengues, y estaba segura de que si ahora intentara hacer la tontería de darle la tarta a Marcus con el tenedor, le acabaría mordiendo la mano. A ella no le apetecía mucho, pero se echó un trocito, pensando en su madre. "Mira qué felices son, mamá. Tú lo habrías organizado aún más bonito y especial, pero sé que, allá donde estés, ahora mismo estás sonriendo".

    Atendió a lo que decía Marcus y dejó que Olive abriera el regalo de Géminis. Tragó la tarta y sonrió a lo que dijo Marcus, un poquito sonrojada. – No lo he hecho solo yo. Marcus transmutó el cristal, a mí aún no me sale de tal forma que refleje bien, pero lo otro sí que es mío. – Sonrió a Olive y le acarició la mejilla. – Al ser de Géminis, nos parecía ideal que fuera un espejito. Tú y tu reflejo sois como los gemelos, y además sirve para que nunca te olvides de lo bonita que eres. – Ella lo pensaba, pero la idea entera había sido de Dylan, solo que si dijera eso en voz alta, se moriría de la vergüenza. – Y de que la alquimia mola y debéis cogerla los dos cuando lleguéis a sexto. – Terminó señalándoles con el tenedor. – Y si le das la vuelta, pone O.C. Para que nadie dude que es tuyo y único. – Se giró a Marcus y rio al verle comiendo. – ¿Está bueno el merengue, mi amor? – Le miró con cariño. – No pasa nada, era de los dos, y es tu signo, y yo pienso darle el del mío, obviamente. – Le contestó entre risas.

    Pero su hermano irrumpió de repente en su regazo lanzándose a cesta. – ¡Toma! Este me muero por que lo abras. – Dijo ilusionadísimo. Y Olive lo identificó de inmediato. – ¡Tauro! Otro de los fáciles. – Y lo abrió más rápido que los otros, llevada por el entusiasmo de Dylan. Pero cuando tuvo la vaquita en la mano les miró confusa. – ¿Es una vaca de juguete? – Gal negó con una sonrisilla. – Mírala bien. – Olive le dio un par de vueltas y ya identificó qué era. – ¡Ah! Es una hucha. – Dylan se le encuentra arrasó por el hombro. – Dale dinero ya verás. – Olive se rebuscó en la túnica y le echó cinco knuts. La vaquita encantada de la vida, sonrió estirando la espalda y mugió. Olive y Dylan la miraban encantados. – Y hemos traído esto para que veas qué pasa si le echas dinero falso. – Dijo sacando un calderito pequeño de monedas de chocolate y tendiéndole una a Olive. Dylan prácticamente estaba trepado a su espalda y ella echó ceremoniosamente la moneda de chocolate en la ranura. Acto seguido, la vaquita resopló enfadada, con un movimiento de la cabeza y una amenazante patada en la mano de Olive, lo cual hizo reír a los niños. – ¡Eh! ¿Y si la intentamos engañar como si le echáramos un billete? – Dijo Dylan cortando un trocito de pergamino. Gal le puso la mano por delante. – Para, que la vas a enfadar. Si tienes algo más jugoso, como un galeón, échaselo y verás que se pone súper contenta. Y ya luego si eso probamos más cosas. – Ella siguió comiendo trata de cereza, pero su hermano la miró suplicante. – Hermana... Dame un galeón. – Ella se chupó los dedos y entornó los ojos. – Pídele a tu cuñado. Yo estoy sin blanca. – A ver de dónde se creía su hermano que había salido todo aquello.
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    Lun Abr 05, 2021 5:53 pm

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    CON Alice EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    Se terminó de comer su merengue, sonriente, mientras miraba a Alice explicarle a Olive el por qué del espejo. Miró de reojo a Dylan. Sabía a ciencia cierta que esa frase, lo de "que nunca olvidara lo bonita que era", podía ser perfectamente de Alice, sí, pero era de él. De hecho, ahí estaba, coloradito mirando la reacción de Olive a la explicación. Se echó a reír con el siguiente comentario de su novia. - De eso que no os quepa ninguna duda. Es que pienso venir en quinto a matricularos de la asignatura para el año siguiente. - Amenazó, aunque no sonaba demasiado severa una amenaza con la boca manchada de merengue.

    Dylan se lanzó a la cesta y supo a ciencia cierta qué regalo iba a dar, al fin y al cabo ya solo quedaban cuatro opciones. Miró alegre el entusiasmo de Olive abriendo el regalo, el cuál le pareció genial cuando lo vio en la tienda, y se tuvo que reír ante la reacción del animalito-hucha cuando le echó dinero. - Esa alegría tiene que ayudar a ahorrar. - Dijo entre risas. Cuando Alice sacó el calderito de monedas, Marcus las miró como un niño goloso. - A ver, que tampoco hace falta dárselas todas, con una para hacer la gracia... - Con lo que le gustaban a él las monedas de chocolate, y total, la vaca las iba a desperdiciar. Pero no tardaron ni un segundo en dársela a la hucha, con consiguiente reacción adversa. Aprovechando que tanto los niños como su novia estaban entretenidos, desplazó sutilmente la mano hacia el caldero de moneditas de chocolate. Pero, justo cuando estaba cogiendo una, Alice se refirió a él. Se escondió la moneda de chocolate en la mano automáticamente, como quien está robando (en cierto modo estaba robando), y se la llevó al bolsillo, en teoría, para buscar un galeón, pero de paso para guardarse la moneda de chocolate. - Casi que prefiero daros un galeón a que despercidiéis todo ese caldero con un bicho que no lo va a valorar. - No es un bicho, es mi vaquita. - Dijo Olive con voz melosa, llevándose al animalillo hacia la mejilla para acariciarlo. Pero la vaquita solo reaccionaba ante el dinero, así que no hizo nada, cosa que a la niña pareció darle igual a la hora de ser cariñosa con la hucha.

    Marcus sacó el galeón, sonriendo y negando con la cabeza. - Tome usted, reina de las flores. - ¡Gracias! - Celebró Olive emocionada, retirándose la vaca de la cara y echando el galeón por la ranura. Rápidamente, el animal se removió, sonriente y contento, y movió la cabeza, haciendo sonar el cencerro con alegría. Eso hizo a los niños reír. - ¡Qué mona es! Tengo que ponerle un nombre. Se va a llamar... Mmmm... - La niña se quedó pensativa unos segundos, mirando a su alrededor como si quisiera inspirarse. Entonces miró a Marcus, que aún lucía la corona que le había hecho Alice en la cabeza, y se le iluminó la cara. - ¡Ya lo tengo! ¡Verbena! - Volvió a llevarse la vaquita a la cara y la achuchó. - Es una vaquita preciosa así que tiene que tener nombre de flor, ¿verdad, Verbena? ¿Te gusta tu nombre? - A Marcus se le caía la baba con Olive, pero lo de Dylan no tenía nombre. Se acercó al chico, aún recolgado de su hermana, mientras la niña le hacía cariñitos a la vaca, y le susurró burlón. - Otra verbena a la que le tienes envidia, colega. - Dylan le miró como si le quisiera matar, pero Marcus se retiró a tiempo, entre risillas.

    - ¡Voy a darle una hojita! A lo mejor se la come. - Dijo Olive contenta. Él movió un poco la cabeza. - Yo creo que solo quiere dinero, pero lo puedes intentar. - Dijo entre risas. La niña dejó a la vaquita en la manta y cogió una de las hojas que había por allí, introduciéndola en la ranura. Efectivamente, la hucha se lo tomó como una mofa, frunció el ceño, mugió enfadada y, cogiendo una leve carrerilla, embistió contra su rodilla. Menos mal que era diminuta, pero aun así la niña dio un respingo de sorpresa y la agarró en sus manos otra vez. - ¡No! No te enfades, Verbena. Toma, te doy más dinerito para que te pongas contenta otra vez. - Madre mía, qué ruina. - Dijo Marcus entre risas, viendo como Olive se sacaba otros knuts del bolsillo, con consiguiente alegría de la avariciosa vaca. - Pues sí que se enfadaba. - Dijo Dylan, un tanto asustado por la reacción. - Bueno, ya sabemos que con monedas falsas resopla y con cualquier objeto que no sea dinero, embiste. Con dinero, muge contenta y si le das galeones hasta te hace bailar el cencerro. - Explicó, y Dylan volvió a hablar. - ¿Y cuando le hayas dado ya mucho dinero y lo quieras recuperar? - Marcus rememoró lo que le había dicho el de la tienda de regalos de Hogsmeade. - Creo recordar que, cuando tiene una buena cantidad dentro, las manchas se le cambian y se le ponen doradas, así que en teoría es como si te diera permiso para que le sacaras el dinero y metieras dinero nuevo. - Lo que ocurriera si intentabas cogerlo antes de que te diera permiso, era un misterio.

    - Bueno, ya solo quedan tres. - Anunció Marcus, arqueando las cejas. - Creo que es el momento perfecto para sacar este. - Cogió el saquito pertinente y se lo tendió a Olive. La niña no rebajaba lo más mínimo su nivel de entusiasmo. - ¡Esta es la mía! ¡Acuario! - ¡En efecto! Acabas de soplar las velas, ya tocaba darte tu signo. - Metió la mano en la cesta pero, antes de sacar el regalo, sonrió y le dio un poco más de intriga. - Y además creo recordar que este era un buen post-postre. - Sacó una tinaja pequeña y muy bonita, emulando la tinaja de Acuario, pero en la que se veía perfectamente el interior. Olive se puso de rodillas y se acercó para ver, abriendo mucho los ojos. - ¿¿Es el ponche que nos tomamos en la feria?? ¿El que cambia de sabores? - ¿De verdad que no quieres pasarte a Ravenclaw? - Bromeó Marcus. La chica cogió la tinaja y rio con dulzura. - No, porque soy una valiente y pienso probar el ponche de todos vosotros y adivinarlo. - ¡Vaya vaya con la leoncita! - Exclamó Marcus divertido, poniendo expresión de persona a la que acaban de retar. - ¿Pues sabes qué? Que voy a empezar yo. A ver esas cucharas. - Dylan ya tenía las cucharas en las manos. Vertió un poco de ponche en la suya y se lo acercó a Olive, que se lo bebió de un trago en un segundo. Paladeó un poquito y, rápidamente, anunció. - ¡Son galletas! ¡Galletitas de chocolate! - No es justo que no estés en Ravenclaw. Aunque yo no me hubiera metido la cuchara en la boca con esa decisión, así que te lo voy a pasar. - ¿Eso es que he acertado? - Marcus se echó a reír. Qué competitiva era. - Has acertado. - ¡Bien! - Aplaudió Olive entusiasmada. - Y eso que creo que no has probado la receta original de esas galletas. - Añadió Marcus, y miró a su novia. Ah, por supuesto que no eran unas galletas cualquiera, eran las galletas que Alice hizo en Navidad para ellos. Porque sí, porque Marcus tenía que estar pensando en su chica todo el tiempo. - ¡Me encanta este juego! - Saltó Olive, y miró a los dos hermanos con cara de reto. - ¿Quién sigue? -
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    Toda la situación era bastante graciosa porque la vaquita era adorable y los niños estaban encantados con ella. No le cabía ninguna duda de que a su novio lo que le interesaba eran las monedas de chocolate de todo eso, porque claro, después de su trozo de tarta, el merengue y todo lo que haba comido, cabía el riesgo de que no se sintiera satisfecho. La reacción de Olive con la vaquita la verdad es que era absolutamente adorable, y más lo era la de su hermano mirándola, tan feliz y satisfecho de conseguir aquellas reacciones en ella. Lo reconocía. Era la que tenía ella cada vez que había hecho algo por Marcus y le había gustado. Pero estalló en una risa con el nombre. – ¡Verbena! – Dijo dando una palmada en el aire. – Eso sí que es un nombre. Me encanta. Ahora se lo tienes que poner al centauro también, se vaya a sentir ofendido por Verbena. Que luego se enfada y te la lía. – Olive abrió la boca y la miró muy intensamente. – ¡Es verdad! – Agarró al centauro con la otra mano. – Usted disculpe, señor centauro... Le voy a llamar... – Miró al rededor. – Hibisco ¿Le parece bien? – Gal tuvo que retener la risa. Claramente los Clearwater no sabían poner nombre a las cosas si no era llamándolas como plantas. – Te vas a quedar sin nombre de flores si algún día tienes hijos. – Le dijo con una risita. – Te queda Violet, como mi tía. – Saltó Dylan, enrojeciendo justo después, pero Olive estaba demasiado pendiente de sus regalos.

    Menos mal que entró Marcus con uno de los regalos más bonitos, más significativos, no solo porque fuera su signo, como ella misma había señalado, si no porque era un recuerdo de la feria. Olive lo identificó en seguida y Gal rio entre dientes ante la insistencia del chico de que debería estar en Ravenclaw. – Tú siempre intentando evangelizar para que se vengan a nuestra casa ¿No será que quieres que Olive herede tu puesto como prefecta? – Se inclinó y le dio a la niña en la nariz. – Yo creo que sería una prefecta fantástica. Todo se lo toma súper en serio. – Olive sonrió y bajó al mirada, conmovida por el halago, mientras abría el regalo y decía que quería probarlo. Por supuesto, no faltaba más. Iba a estar esa niña en algún sitio que no fuera Gryffindor mañana mismo.

    Gal sonrió y asintió, dejando que Marcus empezara. Tuvo que mirarle con ternura cuando vio que había escogido sus galletas ¿Cómo podía ser tan detallista? Que le gustara tanto todo lo que hacía... Ay, si es que era perfecto. Acarició su mejilla con cariño y cogió la vasija. – Venga allá voy yo. – Y vertió el contenido en la cuchara de Olive. Ella puso cara confusa. – Sabe a... A melocotón pero más dulce... No caigo qué es. – Gal amplió la sonrisa. – ¿Te ha gustado? – La niña asintió. – Pues entonces tienes que venir definitivamente a Saint-Tropez este verano. Lo has acertado a un setenta por ciento. Es tarta de melocotón. – Miró de reojo a Marcus. – Nuestra abuela la hace divina, y la parte más entretenida es ir a por los melocotones. Te encantaría, está todo rodeado de lavandas. – Un escalofrío rodó por toda su espalda y subió uno de los dedos disimuladamente por la mano de Marcus hasta llegar a su brazo y le rozó, para hacerle recordar ese momento a él también, en ese lenguaje de roces y miradas que tan bien controlaban.

    Llegó el turno de Dylan y estaba un poco ido. – ¿Qué te pasa? – Le preguntó Olive repentinamente preocupada por su cambio de expresión. – Estoy pensando en algo que sea super super especial. Espera. – Inspiró y cerró los ojos. – Vale ya está. – Lo echó en la cuchara y Olive se lanzó a probarlo, tanto que a Gal no le dio ni tiempo a ver eel color. Pero Olive frunció el ceño y soltó una risita. – Es miel, es muy fácil. – Dylan se encogió de hombros con una sonrisita embobada. – Pero es muy tú. Es dulce se hace con mil flores – Y por primera vez, vio ese sonrojo especial en Olive. Ese que no era de "me han echado un cumplido". Ese que ella conocía de cuando aún no sabía lo que sentía por Marcus y simplemente se sentía... Distinta. Le dio un codazo suavecito y susurró. – Y así nos lo montamos los Gallia. No obstante, al chaval se le da mejor que a mí. ¿Qué decís? – Intervino Olive, haciéndose la distraída de Dylan. – Nada, nada, de la tarta hablábamos.
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    Mar Abr 06, 2021 8:24 am

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    CON Alice EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    Al igual que Alice, él también tuvo que hacer un esfuerzo por no echarse a reír. - Hibisco es un gran nombre para un centauro. - Corroboró, aunque dudaba que ningún centauro estuviera de acuerdo con eso, pero bueno. Mereció la pena todo eso solo por ver a Dylan planeando en su cabeza cuantas flores le quedaban libres por si algún día tenía hijos con Olive. Tuvo que respirar mirando hacia otra parte para no estallar en una carcajada de la pura adorabilidad.

    Miró a Alice con los ojos muy abiertos y la señaló. - Pues mira, sí. Empiezo a intuir que esta chica tiene madera de prefecta y obviamente la quiero en mi equipo, e instruida por mí, como un día hiciera Howard Graves conmigo. - Bromeó, pero en realidad le hacía ilusión pensarlo. Después de que Olive probara el líquido del ponche con sabor a galletas, se fue derechita al reto de Alice. Nada más oír el resultado, Marcus emitió un sonido de gusto goloso. - Mmm, qué rica está esa tarta. ¿Me das un poquito? - Bromeó, mirando a Alice aún con la cuchara en la mano, y rio con su propia broma (aunque no se hubiera opuesto de decirle ella que sí). Eso sí, Marcus haciendo alarde de sus escasas habilidades para el disimule, abrió considerablemente los ojos y miró a Alice con una sonrisilla. Que la parte más entretenida era ir a por melocotones... Ya ves, que se lo dijeran a él. Notó como le rozaba el brazo, inspiró aire y miró a Olive para hablar. - Entretenidísima. Entre lo rica que está la tarta y lo divertido que es, yo me iría ahora mismo a cogerlos. - Pronunció la sonrisilla y miró a Alice de reojo. Si su novia quería tiritos, iba a haber tiritos.

    Dylan, por su parte, tenía otros planes, así que se hizo con la tinaja para continuar el juego, y su salida le dejó con la boca abierta. - Impresionante. - No pudo evitar decir en voz musitada, asintiendo con la cabeza y sacando el labio inferior. Los niños estaban tan en lo suyo que no parecieron haberle escuchado. Entonces sintió el codazo de Alice y se inclinó para escucharla. Apenas empezó a reír con el comentario cuando tuvieron que disimular porque Olive les había pillado susurrando. Hizo un gesto de la mano pero, en cuanto la niña se volvió, contestó en susurro a Alice. - Desde luego que a mí me ha superado con creces. - Bromeó. Ya ves, él que con su edad no sabía ni donde tenía la cara con respecto a Alice. Si le apuraba, en poco tiempo superaría a su yo del presente.

    - Bueno, prosigamos. - Dijo Marcus alegremente, dando una palmada en el aire. - Que, como he dicho antes, este es el más bonito porque lo he hecho yo. -Fardó, llevando la mano a la cesta. - ¡Ese es Piscis! - Saltó la niña con entusiasmo cuando Marcus aún tenía la mano en la cesta. La miró un segundo, sorprendido, y luego esbozó una sonrisilla maliciosa. - Si te equivocas por arriesgarte sin siquiera mirarlo podrías perder el regalo. - Dijo para picarla, aunque por supuesto no la iba a dejar sin regalo. Pero la otra se vino aún más arriba, irguiendo la espalda con miradita de superioridad. - No es ningún riesgo, sé que es Piscis seguro. Solo quedan dos horóscopos: Piscis y Aries. Alice es Aries y ha dicho que el suyo me lo va a dar ella, y este me lo estás dando tú y has dicho que era cien por cien tuyo, así que solo puede ser Piscis. - Marcus entrecerró los ojos, se guardó el saquito tras la espalda y, inclinándose a la niña (que ya se estaba riendo con su tontería en anticipación) se apoyó el codo de la mano libre en la pierna y empezó a balancear un índice apuntando hacia ella. - Mira, te iba a decir que me vas a hacer llorar con lo de no querer venirte a Ravenclaw, pero ciertamente esa impulsividad y desprecio por el riesgo es muy Gryffindor así que... Me haré a la idea y ya está. - La niña aplaudió en el aire con una sonrisa orgullosa pero tremendamente adorable. Marcus sacó de tras su espalda el saquito con la carta. - Aun así, tú serás Gryffindor pero yo soy Ravenclaw y me gusta comprobar las cosas. - Le tendió el saquito con la carta, la niña lo cogió contenta y la sacó triunfal, enseñándosela a todo el mundo. - ¡Piscis! - ¡Correcto! - Contestó Marcus con la misma alegría y triunfo, haciendo el paripé de la celebración.

    Ya sí que sí, por fin, sacó el regalo. A Marcus no solo le gustaba la Alquimia, durante años Encantamientos había sido su asignatura favorita. Tomó con cuidado la pecera vacía y la colocó sobre la manta. - Era más fácil vaciarla para trasportarla. ¡Aguamenti! - La esfera se llenó de agua y Marcus, con una sonrisa, volvió a meter la mano en la cesta. - Tiene segunda parte. - Con cuidado, depositó lo que había sacado sobre la superficie del agua. Olive abrió mucho los ojos y se puso de rodillas sobre la pecera para verla de cerca. - ¡Un nenúfar! ¡Es precioso! - Miró a Marcus. - Pero ¿cómo se nutre? Solo está posado en el agua, no tiene raíces. - Eso es una muy buena pregunta. - Se movió un poco para acercarse él también a la pecera, poniéndose frente por frente a la niña, con la esfera entre ellos. - Porque a pesar de que parece un nenúfar real a simple vista, solo a excepción de las raíces como bien sabe la reina de las flores, tiene... Truco. - Miró a Alice de reojo. Ah, los encantamientos con trucos especiales. Él no le llegaba a la suela de los zapatos a William Gallia todavía, pero desde luego que tenía toda la vida para aprender. - Tócale los pétalos. - La niña le miró con los ojos brillantes ante la perspectiva de lo incierto y, con delicadeza, rozó sus pétalos con el dedo. La planta brilló y, sacudiéndose tímidamente y con un leve chapoteo, se convirtió en un pececito rojizo, del color de los pétalos de la flor, que empezó a nadar alegremente por la pecera. Olive aspiró una expresión de sorpresa. - ¡¡Un pececito!! - Es Piscis. - Comentó Marcus levemente, encogiéndose de hombros. - ¿Cómo se dice esa raza de nenúfar en concreto en latín, reina de las flores? - La niña contestó automáticamente, con una sonrisa. - Nelumbo nucifera. - En el acto, el pececito se encogió y la flor del nenúfar volvió a brotar, apareciendo una vez más en la superficie. Olive no salía de su asombro.

    - Tú y solo tú puedes hacer al pececito aparecer, mientras no lo toques, a la vista de todos será un nenúfar mágico. Y si es el pececito el que está presente, solo la reina de las flores podrá hacer que vuelva a su estado de flor. Este es tu propio encantamiento, es solo tuyo. - Explicó Marcus. La niña le miró unos instantes con los ojos brillantes. Sin pensárselo dos veces, saltó a los brazos de Marcus y se le enganchó al cuello. Él rio un poco, mirando a los demás y rodeándola. - ¿Te gusta? - Preguntó, pero ella no contestó, solo se quedó enganchada a él. La dejó estar, pero seguidamente notó como se movía de una forma que le hizo intuir lo que, efectivamente, estaba pasando. Solo tuvo que retirarla de sí para verlo. - ¡No! Olive, ¿por qué lloras? - ¡¡No quería hacerla llorar!! La niña dio un pequeño hipido, secándose una lágrima con el dorso de la mano. Dylan había dado un salto para ponerse muy preocupado a su lado. - Es que... Es que... A mis padres les gusta mucho las plantitas... Pero... A nadie más... De mi edad... Y... - Volvió a hipar. - Yo solo... Estaba con mis flores... Y la gente hablaba... De otras cosas... - Vale, ya sabía por donde iba. Las primeras veces que la vio siempre estaba sola, de hecho cuando se sentó a comer con ella, estaba comiendo sola en los terrenos. Le acarició la cabeza con comprensión y ella siguió. - Y vosotros... Sois mayores y aún así... Sois muy buenos... Y ya no estoy sola. - A ver si me vas a hacer llorar a mí. - Dijo Marcus, lo cual hizo reír a Olive. Bueno, algo era algo. La chica se limpió otra lágrima, pero hizo un pucherito, mirándole a él y a Alice. - Os voy a echar mucho de menos el año que viene. - Yo voy a estar contigo, Olive. - Dijo Dylan con mucha seguridad, agarrando la mano de la chica. - Yo también he estado mucho tiempo solito, pero ya podemos estar juntos, aunque no estemos en la misma casa. Tú siempre que quieras, me buscas, ¿vale? Y en vacaciones podemos ver a Alice y a Marcus, ¿a que sí? - Les miró. Marcus asintió con convicción. - Por supuesto. -  Eso contentó a Olive, que a quien le echó los brazos ahora fue a Dylan. Era el único que le faltaba, desde luego, y esa niña era muy cariñosa. - Gracias, Dylan. Eres el mejor amigo del mundo. Te quiero un montón. - Marcus miró a Alice de reojo con una sonrisa enternecida. - Os quiero mucho a los tres. - La niña seguía abrazada a Dylan, que correspondía gustoso, y Marcus volvió a acariciarle el pelo. - Y nosotros a ti, Olive. -
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    Mar Abr 06, 2021 3:22 pm

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    CON Marcus EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    Miró de reojo a Marcus cuando dijo lo de que se iría ahora mismo a por melocotones. Mira, pues era un buen eufemismo para cuando estaban los niños delante. Se rieron ambos a la estampa de Dylan y Olive, porque la verdad que visto de fuera era muy adorable, y ahora entendía todas las bromitas y los comentario que habían recibido ellos a esa edad, aunque no se enteraran de nada, porque se prestaba a ello totalmente.

    Olive, haciendo, una vez más, gala de sus dotes deductivas y ese ímpetu Gryffindor, adivinó la carta antes de verla, y Gal atendió deleitada al proceso. Sabía lo que Marcus había ideado, lo sabía porque le había visto crearlo, y encima se había basado en el pajarito que su padre le había hecho en su día, pero eso no le quitaba el entusiasmo de niña pequeña y alucinada ,mientras lo veía hacerlo. Si encima, le sumabas cómo lo narraba, entendías perfectamente la reacción de Olive. Ella misma notó sus ojos inundarse con lágrimas y su corazón con un calor familiar que hacía mucho que no sentía. Marcus era único haciendo sentir especiales a los niños, con sus gustos, escuchándoles... Todo lo que ella recibía de su padre en verdad, con el detalle de que Marcus era más centrado y responsable... O sea, era perfecto, de verdad que sí. Alargó la mano y acarició la barbilla de Olive. – Ya no vas a estar sola nunca más. – Miró a los chicos a ambos lados. – No si depende de estos dos y de mí. – Terminó con una sonrisa. Y para terminar de atrapar su corazón y no podía evitar mirarlos emocionada, dejando salir las lágrimas. – Pues claro que nos vais a ver en vacaciones. Y os traeremos cosas guays de alquimia que haga Marcus y os enseñaré montón de plantas y pociones que me enseñen siendo enfermera. No os preocupéis, que no os va a dar tiempo a echarnos de menos. – Se mordió el labio con una sonrisa cuando Olive le dijo a Dylan que le quería. Terminaría como fuera, pero que ser querían estaba claro.

    Sorbió y volvió a limpiarse las lágrimas cogiendo el último regalo. – Bueno, pues vamos a ponerle el broche al cumple ¿no? – La verdad es que dudaba que nada que le diera pudiera superar un regalo tan detallista y adorable como el que acababa de hacer Marcus, pero sabía positivamente que el suyo también le iba a gustar. Olive sacó la carta y la enseñó a los demás con una sonrisita de suficiencia. – Aries, obviamente. – Y se lanzó a a abrir el regalo. Observó satisfecha cómo abría mucho los ojos al mirar al marco de bordes labrados en madera color vino oscuro. – ¿Es mi carta del tarot? ¡Pero es enorme! Y parece super antigua. – Gal rio un poco. – Es una copia de la de la baraja de nuestra tía Simone, que es la más antigua que he visto y de la que podría pedir una copia. Luego solo la he agrandado con un hechizo. – Olive se lanzó a sus brazos. – ¿Has hecho todo eso por mí? – Gal al estrechó en sus brazos emocionada. – No faltaba más, cariño. Me alegro de verdad de que te guste. – Olive seguía mirando el cuadro encantada. – Lo voy a poner en mi cuarto. Y el pececito debajo, y Verbena e Hibisco en la mesilla de noche. – Gal se rio porque el discurso no tenía desperdicio.

    Dejó que Olive se separara y se sentara al lado de Dylan. – Chicos, me encanta todo, y sabéis que me ha emocionado... – Se giró a su hermano. – Pero el mejor regalo me lo ha hecho Dylan, que ha hablado todo el tiempo. – El mencionado se puso rojo como un tomate. Gal se inclinó hacia Marcus y dijo. – Mira, muy Gryffindor también. – Luego se separó un poco y le miró con ternura. – ¿Sabes que eres el chico más tierno y bondadoso que he conocido en la vida? Ese regalo ha sido lo más detallista y adorable que he visto. – Acarició su cara mirándole con adoración. – Eres fantástico con esto. – Y estuvo a punto de decirle "vas a ser un padre genial"... Pero... ¿Qué podía significar eso? Porque Gal quería estar con Marcus para siempre, lo tenía claro. Lo que no venía tan claramente era lo de ser madre, le daba pánico, de hecho. Y decirle a eso a Marcus implicaba... ¿Darle esperanzas de algún modo? Pero, a lo mejor era ella la que estaba equivocada, ¿no? ¿No se lo había demostrado ahí mismo? Es que iba a ser un padre genial, esa era la verdad, y podrían, si ella quisiera, tener algo como eso mismo que estaban viviendo aquel día... Pero su madre también era una madre genial, y eso no salvó a sus hijos de quedarse abandonados. Y si ese día estaban celebrando por todo lo alto que su hermano estaba hablando, era solo porque desde la muerte de su madre, Dylan había estado demasiado triste para hablar. Suspiró. – Hermana, ¿me estás oyendo? – Se giró hacia el niño y la miró extrañado. Su hermano y su maldito poder captado de humores. – ¿Qué te pasa? – Ella sonrió y negó con la cabeza. – Nada, nada, patito, me he quedado un poco pillada ¿Qué me decías? – Su hermano señaló la cesta con la barbilla. – Que si se la prestas a Olive para que lleves las cosas a su habitación.Sí, sí, claro cariño.¿Me acompañas a llevarlas? – Preguntó la cumpleañera y a Dylan le faltó tiempo para levantarse. – Nos vemos en la cena, supongo. – Dijo Gal con una sonrisa, asumiendo que su hermano iría a donde Olive le pidiera, mientras se levantaba para empezar a recoger el picnic.
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    Mar Abr 06, 2021 8:04 pm

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    CON Alice EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    Al mirar a Alice la vio llorar también. Chistó. - Ay, no. - Pasó un pulgar por la mejilla de su novia para llevarse una lágrima. - Ey, se acabó el llorar. Que nos lo estábamos pasando muy bien. - ¿Qué había pasado de repente? ¿Por qué estaba todo el mundo llorando? Que él era muy sensible, no podía ver a Alice y a Olive llorar o iría detrás. Aunque sabía que era de emoción y de felicidad, y quería pensar que había jugado una parte en todo aquello. La verdad es que estaba siendo un cumpleaños precioso.

    Las chicas parecieron recuperarse y retomar la dinámica de los regalos, así que sonrió mirándolas. Mientras Olive admiraba su regalo, notó una cabecita apoyarse en su brazo, porque a su hombro no llegaba. Le miró con ternura y pasó el brazo por sus hombros. Dylan era como su hermano pequeño, y le trataba como si fuera su hermano mayor. Sabía que estaba solo, sabía que había sufrido mucho, que su hermana lo era todo para él, que le admiraba y que estaba colgadito de Olive. Aquello debía estar siendo muy importante para él, y a Marcus le hacía realmente feliz saber que le estaban regalando un bonito momento no solo a Olive, sino a Dylan.

    - Te va a quedar el cuarto más bonito de Hogwarts. - Dijo entre risas. Pero Olive tenía unas palabras de agradecimiento para ellos y otras muy especiales para Dylan. Marcus le revolvió al chico los rizos con cariño. Notó que su novia se le acercaba para susurrar y ante lo que dijo se aguantó la risa. Sí, Dylan se había puesto más rojo que el escudo de Gryffindor, de hecho. Pero Alice aún no había terminado de hablarle. Sonrió y se encogió de un hombro. - Me gustan estas cosas. - Marcus fardaba mucho de cara a la galería, pero cuando le hacían esos comentarios en la intimidad, sobre todo gente como Alice, que le importaba, le salía la humildad. La miró con amor. - ¿Con los encantamientos? - Preguntó, intuyendo que Alice no se refería exactamente a eso... Deseando, por primera vez en su vida, que le dijera que se equivocaba. Pero no ahondó en ello. Solo se mojó los labios y sonrió. - Solo tienes que pedírmelo, y haré todos los encantamientos para ti que tú quieras. - Los haría sin pedírselo, de hecho. Haría lo que le pidiera. Le daría todo lo que ella quisiera tener.

    - Aún no controlo la vuelapluma. - Empezó a decir Dylan, haciendo que Marcus saliera del ensimismamiento y le mirara. - El otro día me enfadé un poquito, porque no estaba escribiendo nada de lo que yo le decía. Y cuando le dije "¿por qué no me haces caso?", escribió "porque no quiero". - Olive puso cara de comprensión, pero Marcus se tuvo que aguantar la risa. Las vuelaplumas eran unas descaradas. - Fíjate, no estaba escribiendo nada, pero para contestarme a mí, bien que escribió. - Eso es porque son muy indomables. Hace falta mucho entrenamiento y saber darles con la tecla, no son criaturas, pero casi. Pero creo que has hecho muchos avances con ella. - Supongo. - Dijo Dylan no muy convencido, encogiéndose de hombros. - ¿Crees que tu padre podría ayudarme a usarla cuando nos veamos en Pascua? - Seguro que sí. Ya encontraremos un hueco. - Marcus entrelazó las manos. - Ahora siento aguaros la fiesta, pero me temo que toca recoger. - Los niños soltaron un quejidito penoso. - Venga, va, yo tampoco me quiero ir, pero es lo que toca. - Vaaale. Hermana, ¿le prestas la cesta a Olive para que lleve los regalitos? - Le preguntó el niño a Alice, pero esta parecía como ida. Tanto que hasta Dylan le llamó la atención. Marcus miró a su novia con leve extrañeza, pero parecía simplemente que Alice se había ido a su mundo y ya está.

    Se levantaron y se dispusieron a recoger rápidamente. - ¡Sí! Yo quiero que cenemos juntos. Puedo pedirle a los elfos que me den frutitas y os hago una macedonia de postre, me salen muy ricas. - A mí ya me tienes allí. - Confirmó Marcus, que era mencionar comida y ya estaba más que comprado. La niña se giró hacia Alice. - Les pediré arándanos. - Marcus sonrió con ternura infinita. Sí que les tenía en alta estima esa niña, no se le pasaba una. - Venga, andando los dos. Que tú tienes Encantamientos y tú tienes Vuelo. - Dijo señalando respectivamente a Olive y a Dylan. El niño le miró con los ojos muy abiertos. - ¿Te sabes todo nuestro horario? - Tsss, por favor. - Dijo Marcus con obviedad. La niña, con su cesta bien agarradita, se puso frente a él. - ¿Puedo enseñarle tu encantamiento al Profesor Handsgold? - ¡Claro! - Ya se lo había enseñado él, porque le encantaba fardar de logros delante de los profesores y con Silver se llevaba especialmente bien. La niña lo celebró con un saltito. - ¡Que guay! Además, esta mañana me ha felicitado y todo, como es nuestro jefe de casa se sabe todos nuestros cumples. Y me ha dicho que... - Fue narrándole la niña a Dylan mientras los dos se dirigían hacia el castillo, pero Marcus se quedó atrás con Alice y les dejó marchar. Que tuvieran un momentito solos... Y, de paso, él lo tendría con su novia también.

    Se giró hacia ella y sonrió. - Pues ha sido todo un éxito. - Se mojó los labios, mirando a los lados, y se hizo el pensativo. - Oye... Creo recordar que alguien me había dicho que quería el paseo de este noble corcel. ¿Puede ser? - Preguntó, y se agachó frente a ella entre risas. - Su majestad, por favor, haga el favor de montar. - Esperó a que Alice se subiera a su espalda y ahí sí, empezó a hacer el tonto otra vez. Dio un par de vueltas, bromeó, hizo comentarios, rio y la llevó a distintas marchas hasta la puerta del castillo. - ¿Va cómoda su majestad? - Comentó sonriente. Le encantaba aquello, no podía estar más feliz. Y eso que había gente mirándoles... Pero así de feliz estaba que no solo le daba exactamente igual, sino que en el caso de que alguien le dijera algo se vendría mucho más arriba.

    Llegaron a las puertas del castillo y se detuvo. - Iba a dejaros a las puertas de vuestro castillo, mi princesa, pero si vos queréis, os llevo a la puerta de la clase. - La miró desde abajo. - Que lo digo en serio, ¿eh? - Rio un poco y, antes de esperar respuesta, echó a andar hacia adentro. - No se hable más. Este noble corcel no va a dejar que se le estropeen los pies a su princesa. - ¿A cuántas personas ha coronado ya usted en la última semana, Prefecto O'Donnell? - Oh, Dios. La Profesora Granger. La cara de Marcus era un cuadro. Apenas habían cruzado la puerta se la habían encontrado de frente, con su regio porte y esa sonrisa de bruja de alto rango, mirándoles. Marcus casi tira a Alice al suelo de los puros nervios. - Profesora Granger. - Se aclaró la garganta al tiempo que se agachaba un poco para dejar que Alice pisara tierra firme, irguiéndose muy respetuosamente justo después. - Le he visto llamar princesa a aquí la presente Señorita Gallia, ofrecimiento de corcel incluido. - Notaba que se estaba poniendo colorado. - La Señorita Clearwater iba diciendo de camino a su sala común que desde hoy es reina de las flores, y la Señorita Duvall ha dejado constancia ya por todo el colegio de que usted la coronó Princesa de Ravenclaw, corona incluida. - Marcus tragó saliva, con las manos tras la espalda y la cabeza respetuosamente agachada. Aunque por la vista periférica veía el rostro de la mujer. A pesar de su tono ligeramente ácido, no parecía molesta. Al revés, tenía una leve sonrisa en los labios. - Por no hablar de vuestra autoproclamación con Rey y Reina de Ravenclaw. - Ya... Bueno, esto... Es una forma de hablar. - Rio nerviosamente y alzó ligeramente la mirada justo después, tratando de ponerse muy puesto por encima de sus nervios. - Si hay una reina y emperadora en Ravenclaw es usted, Señora Granger. - No te pases, O'Donnell. - Contestó la mujer, pronunciando la sonrisa ladeada y con tono condescendiente, pero dejando claro (por millonésima vez en los siete años que llevaba Marcus en el castillo) que los peloteos no servían de nada con ella. Bajó la mirada otra vez.

    - He visto lo que habéis hecho ahí fuera. - La mujer miró a Alice. - Con tu hermano y con la Señorita Clearwater. - La profesora ladeó un par de veces la cabeza, sacando el labio inferior. - No soy especialmente fan de que los alumnos saquen comida del Gran Comedor... - Vaya, ya la iban a liar. Marcus temía haber metido la pata, pero la mujer prosiguió. - Sin embargo... Me ha gustado eso de celebrar los doce años con una alegoría a las constelaciones. - Marcus miró a la mujer. Es verdad, no había caído: la Profesora Granger era la encargada de Astronomía y acababan de celebrar un cumpleaños que giraba en torno a ello. - La Señorita Clearwater es una buena alumna y una buena niña... Y me consta que os tiene en alta estima. A ambos. - La mujer volvió a ladear la cabeza. - Y lo reconozco: me ha gustado que uséis mi asignatura como temática de cumpleaños. - Eso hizo a Marcus sonreír sutilmente, pero por dentro estaba saltando. Pocas cosas le gustaban más que el visto bueno de un profesor. - Aunque no tanto como ver tanta dedicación por hacer feliz a una alumna de primero que aún no ha encontrado su sitio en el castillo. - La mujer sonrió. - Diez puntos para Ravenclaw. Para cada uno. - Marcus abrió mucho los ojos y no pudo evitar mirar a Alice. La mujer pronunció la sonrisa y se dispuso a girarse. - Os dejo que volváis a vuestra clase. - Muchas gracias, Señora, es un honor, de verdad que es un honor... - O'Donnell. - Le cortó, y él cerró la boca. Lo dicho, no era mujer de adulaciones y él ya se estaba acelerando. A pesar de que se había interrumpido, vio como la profesora le seguía mirando... Aunque tenía la mirada en un punto concreto. - Sigue usted estando coronado. - ¿Qué? Pensó, pero entonces vio donde tenía la mujer puesta la mirada. - Oh. Ya. Sí. Claro. - Contestó nervioso, quitándose la corona de verbenas de la cabeza. Otra vez se había puesto más rojo que las flores. La mujer solo sonrió, negó con la cabeza y se marchó.

    Se notaba el corazón a mil por hora. Con los ojos muy abiertos, miró a Alice y se puso a reír. Cuando se calmó un poco, le ofreció el brazo para que se agarrara. - Majestad. - Dijo, volviendo a la broma. Claramente no había escarmentado. - Desde luego, hoy nos hemos coronado. -
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    No sabía cómo había llegado a aquel jardín, pero era el más maravilloso que había visto en su vida. Estaba lleno de los árboles y plantas que adoraba. Y entonces oía su nombre en eco “Alice… Alice… Alice…” Era Marcus. Y ella le buscaba entre los árboles, llamándole hasta que, de golpe se paró ante un sauce enorme, y se giró, encontrando a Marcus detrás de ella. – Alice… – Le dijo con esa sonrisa y ese tono tan característicos suyos. Ella le sonrió de vuelta, pero antes de que pudiera decirle nada, cogió su mano y dejó en la palma tres semillas. Las miró y alzó la vista. – ¿Qué esto, Marcus? – Él se encogió de hombros con una sonrisa fruncida. – Semillas. – ¿De qué? – Venga, Alice, que las reconoces. – Ella las observó más detenidamente. – Esta es de espino… Esta de almendro… Y la tercera no lo sé. – Marcus amplió la sonrisa. – Tendrás que esperar para averiguarlo. – Las manos de Marcus cerraron su palma y la rodearon. – ¿Qué hago? – Preguntó, completamente desconcertada. Marcus se inclinó sobre ella y susurró. – Plántalas. – Parpadeó desconcertada. – ¿Dónde? No tengo tierra. – Marcus se acercó a su oído. – Yo soy la tierra. Tú eres el aire. – Besó su cuello. – Tú eres el fuego y yo el agua. Juntos podemos hacer que crezcan. – Abrió los ojos que había cerrado para sentir el beso y se miró en la palma para ver que las semillas habían desaparecido. – ¡Ya no están! ¿Dónde han ido? Ya no puedo plantarlas, nunca sabré qué eran. – Y Marcus deslizó la mano por su palma y, de nuevo, notó el mínimo tacto de las semillas. – ¡Han vuelto! ¿Cómo lo has hecho? – Él rio. – Siempre han estado ahí. – La miró a los ojos y susurró sobre sus labios. – Es solo que no podías verlas. – Le dio un breve beso y volvió a susurrar. – La quintaesencia somos nosotros. –

    Gal se despertó de golpe, pero no estaba acelerada. Estaba extrañamente tranquila. El cuarto estaba completamente a oscuras, y Hillary y Donna estaban completamente dormidas ¿Qué acababa de soñar? Era un sueño claramente, pero le había afectado como si fuera algo más. Como si fuera un mensaje. Demasiado mística se estaba poniendo. Pero es que era uno de los sueños más vívidos que había tenido en su vida, y recordaba las frases como si fuera un importantísimo mensaje que memorizar. Se miró la palma de la mano con curiosidad como si aún tuviera allí las semillas. Había sentido el tacto de las mismas como si fuera absolutamente real, y aún notaba cierto cosquilleo allí donde habían estado. Suspiró. Mejor dormirse porque estaba haciendo el tonto.

    En cuanto despertó por la mañana, se vistió y se arregló antes incluso de que Hillary y Donna se pudieran preguntar qué pasaba. Bajó corriendo y fue a la puerta del dormitorio de los chicos. Se apoyó en la pared, esperando a que su diligente prefecto saliera, de los primeros, por supuesto, probablemente dispuesto a esperarla en la escalera diciendo “Alice, mi amor, que hay que desayunar venga, date prisa” Como pasaba siempre. Pero entonces sintió una sombra frente a ella. Pero, por todos los dragones ¿Cómo hacía eso la señora Granger? Como siempre que la veía se estiró y se cuadró, alzando la barbilla. – Señora Granger. – No se le olvidaba la escena del día anterior, con las coronaciones, los puntos para Gryffindor y aquella imponente señora que era capaz de hacer quedar regular a Marcus (regular solo, porque mal era imposible) lo cual le hizo tener que aguantarse la risa solo de acordarse. – ¿Te hago gracia, Gallia? – Ella apretó los labios y negó. – No, señora. Es que me preguntaba cómo hace eso de aparecer de repente. – La profesora soltó una risita sarcástica y entornó los ojos. – A ti precisamente te lo voy a contar ¿Qué haces aquí tan temprano? ¿Esperando a O'Donnell? – Ella asintió con ojos de pura inocencia. – Hay que ver, Gallia, quién te ha visto y quién te ve.Yo soy madrugona de siempre, señora. – Granger alzó las cejas y asintió. – Eso es verdad. Para ti nunca es pronto para hacerla grande ni para romper normas. Pero te veo bien, Gallia. – Gal sonrió, hinchada de orgullo y más tranquila. – Gracias, señora. Usted siempre está bien. Está como la mejor. – La profesora entornó los ojos. – Acabáramos, que O'Donnell te ha pegado también eso. – La afirmación hizo reír un poquito a Gal y se encogió de hombros. Parecía que la profesora tenía suficiente, pero, cuando parecía que se iba, se iba, se detuvo y giró la cabeza. – Un corazón, ¿eh? – Gal la miró con los ojos muy abiertos. Encima del sueñecito del que venía, ahora Granger le decía eso. – Para bien o para mal, tengo a Hawkins todo el día viniendo a la torre. Ella me lo contó. Lo de que tocaste su bola. Y lo que dijiste. – La verdad es que si ya venía confusa, ahora la jefa de su casa la había dejado aún más confusa. – Como astrónoma que soy, voy a darte un consejo... Cuanto más sentido intentes buscarle, más difícil te va a ser interpretar esas... Cosas. Espérate. Su significado vendrá solo. – Gal asintió, aunque no entendía muy bien a qué se refería y see quedó allí, esperando a su Marcus, bastante más confusa (y ya era difícil) que cuando bajó.

    Pero parte de la confusión se le pasó en cuanto le notó salir, tiró de su túnica y le puso sobre ella en la pared. – Buenos días, prefecto. – Alzó los labios y le dio un suave piquito con una sonrisa. – ¿Sorprendido de verme? – Se rio un poquito. – Tengo que contarte un sueño que he tenido. – Alzó una ceja, acordándose del numerito cuando le contó el sueño erótico que tuvo en sexto. – No de esos, no. Pero vamos antes de que se nos peguen los pesados de nuestros amigos, que no quiero tres opiniones más sobre lo que significa. – Le enganchó del brazo y fueron hacia la puerta. – Hoy me muero de hambre.

    Terminó de contarle el sueño con pelos y señales mientras se comía un croisant de chocolate y bebió de su vaso de leche. – Ya sé que no es cuestión de ponerse esotéricos, pero de verdad que sentí que era como un mensaje importante de recordar, pero la verdad que no sé lo que significa. – Entornó los ojos y masticó otro trozo de croissant. – Y la señora Granger me ha dicho esta mañana que no me ralle con esas cosas estilo adivinación, porque me ha dicho que Hawkins le contó lo dee la bola, y básicamente que cuanto más lo piense peor. – Y, sin embargo, allí estaba, dándole vueltas.

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    Miér Abr 07, 2021 5:56 am

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    CON Alice EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    La primera hora de la mañana la tenía libre, pero Alice tenía Herbología. Le iba a venir bien la hora libre para pasarla estudiando y avanzar en materias, pero iba a estar lo menos dos horas sin ver a su novia y eso no podía ser. Habían quedado para desayunar, obvio, pero con la condición de que fuera tempranito, para no tener que desayunar con prisas y tener ese espacio para ellos antes de que cada uno se fuera por su lado. Ya se estaba arreglando mientras todos estaban aún dormidos (que no era tampoco demasiada novedad, lo hacía con relativa frecuencia) y tan pronto acabó, bajó las escaleras.

    Bajando el último peldaño notó un familiar tirón de su túnica que le obligó a apoyarse en la pared sobre la que le lanzaron, aprisionando a la autora del ataque. - Buenos días, alumna. ¿Ya con sorpresitas desde buena mañana? - Recibió el piquito y respondió a su pregunta. - Un poco, creí que yo era el madrugador de la pareja, pero no me importa cederte el título. - Tenía algo más que añadirle: un sueño que contar. Arqueó una ceja entre intrigada y divertida, pero Alice no tardó en especificar que no se trataba de "ese tipo de sueño". Soltó una leve carcajada mientras se dejaba enganchar del brazo para salir de la sala común. - Vaya, y yo que ya me había hecho ilusiones. - Bromeó. - Aunque ya tiene que haber sido movido para que tú estés muerta de hambre. -

    Se sentó a su mesa después que ella, como siempre, porque tenía más cosas que coger. Él se había preparado un desayuno completísimo, con huevos, bacon, pan tostado y judías. Alice se estaba comiendo un croissant. - ¿Eso es lo que come una muerta de hambre? - Ironizó, y señaló con el tenedor a su propio plato. Todas las mañanas la misma canción durante siete años. Estaba seguro de que él acabaría su plato y se comería un croissant, pero que Alice no pincharía nada del de él.

    Escuchó el sueño con mucha atención, el ceño fruncido de concentración y masticando lentamente, sin quitar los ojos de Alice mientras lo contaba. - Uh, pues sí que es... Confuso. - Masticó un poco, pensando. - No, a ver, tampoco es que yo sea especialmente místico para esas cosas, pero... Parece un mensaje. - Justo en ese momento apareció por el comedor la Profesora Hawkins, que como siempre iba paseando como quien pisa un manto de flores y le da gracias a la vida, gritando buenos días al aire con las manos ligeramente alzadas y una sonrisa. Marcus saludó en la lejanía con un gesto de la cabeza y miró a Alice con ojos de advertencia. - Que no te escuche, por Dios. - Murmuró. Ya con el numerito del libro de poemas y los tiritos sobre la bola había tenido suficiente en el último mes. Cuando la vio sentada a la mesa de profesores, fuera de su alcance, reconectó con lo que Alice decía. Y, precisamente, acababa de mencionar a la recién aparecida profesora. - Espera, ¿dices que Hawkins le ha dicho a Granger lo de la bola? - Ignoró el escalofrío que le recorrió por todo el cuerpo y rodó los ojos, suspirando de nuevo en un murmullo mientras pinchaba comida. - Oh, por todos los dragones... - No quería que Arabella pensara que se creía esas patochadas adivinatorias. Por mucho que le dejaran ralladísimo.

    - Bueno, pero... - Empezó de nuevo, tras un par de segundos con la mirada en ninguna parte, masticando pensativo. - Tampoco hacemos nada por hipotetizar, ¿no? Puede ser divertido. - Sonrió. Sí, eso. Lo convertirían en un juego intelectual. ¿Acaso no eran buenos Ravenclaws? Les gustaban esas cosas. - Vale, pensemos. Dices que una semilla era de espino y la otra de almendro, pero que la tercera no la reconocías. - Apoyó la barbilla en su mano y entrecerró los ojos mirando a la nada, pensando unos segundos. - Lo más fácil es pensar que tu cerebro se la ha inventado y ya está, para confundirte. O quizás sí que la conozcas pero en el sueño no, podrías mirar hoy en Herbología a ver si te suena alguna. - Pero hasta él se daba cuenta de que ese argumento era demasiado simple. Volvió a pinchar comida, a metérsela en la boca y a pensar mientras masticaba. - Lo menos fácil pero más lógico tratándose de un sueño, es que sea una semilla metafórica. Es decir... Algo que quieres que germine como una planta, sin serlo. Podría ser... El jardín de tu madre, en general. Lo estuvimos replantando en Navidad, y allí tenéis el almendro. Lo del espino, pues... Puede ser una metáfora de que yo estoy contigo. - No, eso no le terminaba de convencer, como bien mostraba la mueca en su cara. - Aunque eso de los elementos... - Abrió los ojos y la miró, cayendo en algo. - Eh, podría ser nuestro futuro como alquimistas. Yo soy el espino, tú el almendro y la otra semilla es nuestra carrera como alquimistas. Bueno, la tuya como enfermera que hace alquimia, y la mía como alquimista profesional. ¿Cómo lo ves? -  
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    Miér Abr 07, 2021 9:09 am

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    CON Marcus EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    Ya es que pasaba de explicarle a Marcus que ella comía así, era para nada. Y se iba a comer un segundo croissant de chocolate y todo. Porque necesitaba alimentar esa mente pensante. Se giró para ver a la profesora Hawkins, y se volvió inmediatamente para que no la detectara. – Pues como lo oyes. – Dijo bajando la voz. – Por lo visto no la deja tranquila, pagaría por ver esas reuniones. – Dijo con una risita, volviendo a beber la leche. – Entornó los ojos a su novio y asintió con una sonrisa. Pues sí, para eso se lo había contado, para teorizar.

    Y, para variar, Marcus coincidía con ella, había algo más en ese sueño, y vio cómo ponía la posición de pensar. Le miraba y se enamoraba un poquito más, y de hecho le recordaba un poco al Marcus de primero, cada vez que estaban estudiando o haciendo los deberes y se les planteaba un enigma. Llevaba siete años amando ese perfil y esa mirada concentrada. Parpadeó y se centró en lo que contaba su novio. – Ya lo he pensado, que tú eres el espino y yo el almendro... Además, plantaste uno en el jardín en Navidad... – Se mordió el labio y perdió la mirada en el fondo del comedor y se cruzó de brazos sobre la mesa. No, pero todas esas cosas ya las sabían. Señaló a Marcus. – Exacto, tiene que ser algo que aún no tenemos. – Había metido a Marcus de gratis en la ecuación, pero es que estaba en el sueño físicamente, en lo del espino que parecía bastante claro... Además, estaba casi segura de que él mismo se había metido la también en la ecuación. Le miró con una sonrisa y un poco emocionada cuando dijo lo de la alquimia, extendiéndole la mano y acariciando su dorso distraídamente con el pulgar. – Sería precioso, ¿verdad? – Esa era otra. Había dicho mil veces que quería ser sanadora, pero cada vez tenía más claro que su pasión era la alquimia, y siempre habían tenido al broma de enfermera por la mañana, alquimista por la tarde, y siempre había sido eso... Una broma. Pero cada vez deseaba más que fuera verdad. Aquel sueño la estaba poniendo demasiado patas arriba. – Pero hay algo que no me cuadra con tu interpretación... – Se mordió un carrillo pensativa. – Tú me decías "yo soy la tierra y tú eres el aire", y lo mismo con los otros dos elementos. O sea, que no tenía que ver con elementos externos, era como que estaba en nosotros, que estaba en nuestra mano que funcionase. – Frunció el ceño. – Igual solo se refiere a nosotros, a lo nuestro... – Sonrió de medio lado.

    Pero siguió pensando y frunció el ceño de nuevo. – Hemos estado muy rallados con la tercera semilla y, en verdad, hay otra cosa que no me cuadra. – Se llevó el puño cerrado a la boca, pensativa. – Si las semillas fuéramos tú y yo... ¿Por qué estamos tú y yo corpóreamente en el sueño? No nos hace falta "auto plantarnos". – Dijo poniendo las comillas con los dedos. – Obviamente no es baladí que sean de espino y de almendro, pero... Tiene que ser algo que no somos nosotros mismos, aunque quizá esté relacionado con cada uno de nosotros. Además me decías eso de "siempre han estado ahí, solo que no podías verlas"... Es más, es que me las dabas y me las enseñabas tú. – Se encogió de hombros y resopló, mordisqueando el segundo croissant. Algo que fuera de Marcus y ella, que no hubiera visto hasta ahora, que Marcus le hubiera dado... Dejó de masticar y se quedó mirando al vacío. Lo que había pensado el día anterior. Las semillas... Parecía demasiado obvio, ¿no? Pero realmente solo lo había pensado porque Marcus había demostrado que sería tan buen padre... Y ya se estaba liando otra vez. Se dio cuenta de que llevaba demasiado tiempo callada, así que masticó otra vez y tragó. – Igual son las carreras profesionales de cada uno y la tercera es... ¿Nuestra vida? Por eso no la reconozco. Porque nadie sabe cómo va a ser su vida. Por eso tenemos que hacerla crecer entre los dos. – Terminó con una sonrisa. Porque de eso si tenía ganas, ¿ves tú? De su vida conjunta con Marcus.
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    Miér Abr 07, 2021 11:25 am

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    CON Alice EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    Él se había metido automáticamente en aquel supuesto mensaje del sueño, pero a decir verdad, él aparecía, y Alice había ido directamente muy convencida a contárselo y a que le ayudara a descifrarlo. Eso quería decir que ella, en su cabeza, le tenía tan metido en aquello como se tenía a sí misma... Tenía que reconocer que eso le gustaba un poquito. Bastante, más bien. Y de hecho, tenía un pálpito, tenía una hipótesis más sólida que otras que intentaba buscar. Tenía la sensación de... Saberlo. Saber por donde podían ir los tiros, de tener ese run run revoloteando como una mosca por el interior de su cabeza... Y estar deliberadamente ignorándolo.

    Sonrió ampliamente. - Lo sería. - Lo será. Él lo veía muy nítido en su mente. Se quedó mirando a Alice con una sonrisita feliz hasta que la chica volvió a hablar, y aprovechó la exposición de sus conjeturas para seguir comiendo. Le costó tragar. Yo soy la tierra. La primera vez que lo oyó, en mitad del relato del sueño de Alice, sintió un escalofrío. La segunda vez que lo escuchó, lo volvió a sentir, y dudaba que fuera a ser muy diferente si lo escuchaba una tercera. Esa frase... Tenía un significado muy profundo, podía sentirlo. O eso, o pensar cosas tan raras tan temprano por la mañana y sin haber comido le hacía sacar conclusiones extrañas... Que siempre tendían a acabar en el mismo punto.

    - Algo que... Está en nosotros... - Repitió, pensativo. Aunque más que pensativo, casi quería provocar que Alice llegara a la misma conclusión que él, pero sin decirlo directamente. - Algo que está en nuestra mano... Hmm... - Sí, seguía haciendo como que pensaba, poniendo cara de reflexión con la barbilla apoyada en su mano... Pero estaba mirando de reojo la reacción de Alice. A ver, ¿se estaba volviendo loco, o aquello iba... por donde iba? Algo que está en ellos, algo que siempre ha estado pero no lo pueden ver. Semillas. Ellos juntos. "Yo soy la tierra". Creación, cosas que no son plantas pero que germinan. Era obvio, ¿no? Era... La posible familia que podrían formar, si quisieran. Era él, ella... Y sus hijos. ¿Quería decir el sueño que iban a tener tres, uno por cada semilla? ¿O uno solo, el de la semilla desconocida? Igualmente... Su mente cada vez se lo estaba presentando con más obviedad, y por más que intentaba valorar otras hipótesis, le estaba costando mucho salirse de ahí. Si fuera otra persona, ya se lo habría soltado. Pero... Alice no quería ser madre. Se empeñaba en ignorar el hecho, porque a él le encantaban los niños, quería una familia. Y mantenía la esperanza, por algunos comentarios que le había oído, de que algún día cambiara de opinión... Pero lo tenía que decir ella. Él no se atrevía.

    Respiró hondo, saliendo un poco de su divagación, mirándola con interés y cambiando de postura para recentrarse en lo que la chica decía, cuando anunció que había otra cosa que no le cuadraba. Se llevaría un chasco si no fuera lo que él estaba pensando, pero le vendría bien otra hipótesis que lo contrarrestara para dejar de rallarse con eso. Pero en absoluto le sacó de ahí, solo le metió aún más. Tragó saliva y volvió a tomar aire, tratando de aparentar normalidad, de exponer lo más objetivamente posible... Aunque fuera a base, una vez más, solo de repetir lo que ella decía. - Quizás, efectivamente, el espino y el almendro sean una expresión metafórica de nosotros dos... Y la tercera... - Lo dejó ahí. Se mojó los labios. - Algo... Como bien dices... Relacionado con nosotros mismos... Muy muy relacionado... - Lo estaba diciendo muy despacio porque de verdad necesitaba que fuera ella la que hiciera el click de pillarlo y lo soltara. No quería decirlo él. Si la respuesta era positiva le haría muy feliz, pero si era negativa... No quería enfrentarse a eso. Pero lo siguiente le hizo arquear una ceja levemente, con la expresión más inexpresiva que pudo encontrar. Ya lo había escuchado antes, pero... Por Dios, Alice, es que es obvio... Pero no digas nada, Marcus. Espera que lo diga ella. - Algo que puedo darte yo... Quizás algo que yo sé... O quiero... - No se lo podía poner más en bandeja. - Y tú, en cierto modo, siempre has tenido ahí, pero... - Volvió a mojarse los labios. A él no se le daba bien disimular, y se le debería estar empezando a notar que ya hacía rato que no estaba barajando hipótesis. Que se había quedado atascado en una, pero que por algún motivo no la quería verbalizar.

    Entonces la chica, en mitad de su trance, dejó de masticar. Porque, por supuesto, Marcus se había quedado mirándola. Conocía a Alice, sabía de su intelecto y de sus reacciones. Sabía a ciencia cierta que no tardaría en pillarlo, como sabía que podría ver ese click desde fuera. Y lo vio, vaya si lo vio, en el momento en que la vio quedarse congelada en el sitio y sin masticar ni parpadear siquiera. Tragó saliva otra vez, dibujando una muy leve sonrisa nerviosa, pero en silencio. Pero Alice reanudó el masticar y eso era mala señal, porque la conocía como la palma de su mano: si hubiera llegado a una hipótesis que le gustaba, habría abierto mucho esos preciosos ojos y le habría mirado, le habría dicho "¡Marcus! ¡Es esto!" y los dos lo habrían celebrado. Pero no. La hipótesis no le había convencido lo suficiente, o no le había gustado. Porque había vuelto a masticar fingiendo normalidad, como si a él le pasaran a esas alturas sus reacciones por alto...

    Notó la ligera tensión cuando vio que Alice se disponía a hablar otra vez, ya sin poder aguantar más la intriga... Y saltó por la vía de las carreras profesionales. Relajó los hombros con frustración y volvió a fruncir una leve sonrisa triste, pero trató de disimular todo eso lo máximo posible y simplemente seguir comiendo y hablando con normalidad. ¿Qué te esperabas, Marcus? ¿De verdad se creía que un simple sueño iba a hacer a Alice decir "oh, lo he decidido, Marcus, tengamos veinte hijos", cuando llevaba toda la vida diciendo que no quería ninguno? No, claro que no... - Eso de nuestra vida suena bonito. - Dijo con sinceridad, aunque con triste sinceridad. Sí, sonaba bonito, pero... Bueno, en fin. Pinchó más comida y se la llevó a la boca. Aunque... Aún le quedaba una baza. Eso último que dijo le dibujó de nuevo la expresión pensativa, con el ceño fruncido y mirando hacia arriba mientras masticaba. - Aunque... - Hizo un par de círculos erráticos con el tenedor en el aire. - Yo sigo dándole vueltas a eso de... - Se detuvo, sin dejar de mover el tenedor, como si no le salieran las palabras. Lo que quería era no decirlo tan directamente. - Eso de que fueran concretamente semillas. Y que estemos los dos, y eso. - Se mojó los labios, terminando de tragar, adoptando el tono más distendido que podía emplear. - Porque bueno, a ver. Si se refería a alquimia, bien podía ser... Cualquier cosa. Un cristal, que nosotros usamos muchos, o directamente flores conservadas. Al fin y al cabo, es un sueño. También podía haber sido un montoncito de tierra, una gota de agua, una llama y... Algo que representara el aire. Que hiciera viento, por poner un ejemplo. - Se encogió de hombros y miró a Alice con analíticos ojos entrecerrados, apuntándola con el tenedor. - Pero eran semillas. Y me resulta curioso que sean... Pues eso, concretamente semillas. - De verdad que no sabía cómo decirlo ya sin decirlo directamente.

    - Oh, y eso... Eso que has dicho. - Dijo después de llevarse un poco de comida a la boca otra vez. - Me ha gustado. Quiero decir, que suena bonito, ¿no? Lo de hacerla crecer... Entre los dos... Una semilla que podamos hacer... Entre los dos... Y que crezca entre los dos... - Se quedó callado, mirándola, mordiéndose un poco el labio inferior. Unos segundos. Dejó de morderse el labio con un casi mudo chistido. - ¿Se... Te ocurre... Qué puede ser? -
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    Miér Abr 07, 2021 12:19 pm

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    CON Marcus EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    Cuando por fin dio con lo que con toda probabilidad significaba aquel sueño, se le aceleró el corazón. Bebió lo que le quedaba de leche, pero ya se le acabo, así que la excusa de beber para poder pensar ya no la podía utilizar. Y tenía el segundo croissant a la mitad, pero comerse dos croissants estaba por encima de las posibilidades de su estómago, más aún después de la conclusión a la que acababa de llegar. Así que tragó saliva, a falta de nada mejor. Y Marcus la estaba mirando. Si es que el condenado la conocía demasiado bien y... Espera, ¿eso era una sonrisita? Claro que lo era. Si ella había llegado a conclusión, Marcus, que vivía obsesionado con el futuro, probablemente había llegado hace un rato. Ella ladeó la sonrisa y estrechó su mano otra vez.

    No quería decirle lo que había pensado en los terrenos el día anterior. No quería porque le había entrado un miedo atroz en el estómago solo de pensarlo, pero es que antes de eso, ni se lo había planteado, ella estaba muy firme en su decisión. Ah ese maldito O'Donnell y su manía de abrirle posibilidades que a ella tenía firmemente establecidas... Jugueteó un poco con los dedos de Marcus. – Hay muchas cosas que yo no era capaz de ver y que tú me has dado, ¿sabes? – Dijo con una sonrisa tierna y un brillo amoroso en los ojos. – Igual solo es eso... Que tú siempre sabes indicarme el camino. Solo necesito... – Se encogió de hombros. – Verlo por mí misma y convencerme. Como tú cuando yo te convenzo de hacer alguna locura. – Rio un poco más y asintió. – Sí que es bonito eso de hacerlo crecer. Te lo he dicho siempre. Tú y yo vamos a aprenderlo todo juntos. – Si solo pudiera decirle que eran más que eso, que un desacuerdo como aquel, que solo necesitaba llegar a términos consigo misma y sus miedos... Pero, en parte, creía que Marcus lo entendía, o no estaría dando tantas vueltas y tanteando tan prudentemente el terreno. Decidió quitarle hierro al asunto diciendo. – Claro que, volviendo a lo de la alquimia... Tú me enseñaste alquimia a mí. Yo ni la conocía. Y juntos podemos crear, literalmente, un montón de cosas con alquimia. – Y ahí estaba su otra duda, esa que tendría que meditar en un tiempo bastante más cercano que lo de los hijos. Si debía seguir con su firme propósito de ser sanadora o si quería tomarse más en serio lo de la alquimia y hacer los exámenes de alquimista licenciada. Uf demasiadas decisiones antes de las nueve de la mañana.

    Apretó la mano de su novio y se escabulló bajo la mesa, apareciendo en el otro lado junto a él. – ¡Uy fíjate qué hora es! Tengo que irme, amor mío, que si no, Mustang me quita el puesto de mejor alumna de Herbología de la historia reciente. – Se inclinó y apretó sus labios con los de él brevemente. – Te veo a la hora de comer, ¿no? – Le dio otro piquito. – Gracias por oír los sueños de esta alumna díscola, prefecto. – Y dicho aquello se levantó y se fue corriendo hacia el invernadero. Tenía que hablar con Mustang y encontrar aquella semilla. Sí, aquello podría resolverlo. Igual ni hijo ni nada, igual es que tenían que plantar un árbol concreto y ya está, por lo que fuera. Sí sí, al final iba a ser eso, pensó ya, atravesando los terrenos y entrando en el invernadero, donde solo estaba la profesora. – ¡Profesora Mustang! Tengo algo que preguntarle.
    Merci Prouvaire!


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    Miér Abr 07, 2021 1:48 pm

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    CON Alice EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    Se le estaba haciendo eterna la espera a la respuesta de Alice, esperaba que dijera algo... Y no lo dijo, pero sí que respondió. Sonrió y siguió la mirada de su mano viendo como agarraba la suya. Algo se le agarró en el pecho. A ver, Marcus, relaja, que es muy temprano. Temprano porque no eran ni las nueve de la mañana, y temprano porque solo tenían diecisiete años y no llevaban ni un mes saliendo juntos. Pero no lo podía evitar. La cabeza de Marcus iba ya cuesta abajo y sin frenos.

    Alice tenía algo que decir, no obstante, y él se mantuvo más calladito que en toda su vida porque le interesaba mucho, pero que mucho mucho, saber qué iba a decir a continuación. O él estaba un tanto embotado porque se le había acelerado el corazón al creer que estaba recibiendo una respuesta que jamás pensó escuchar, o Alice estaba siendo muy criptica y le estaba costando pillarla. Aun así, lo que alcanzaba a pillar... Sí. Le estaba diciendo que sí, ¿no? O sea, no le estaba diciendo que no. La chica hasta entonces había sido muy rotunda al respecto, siempre lo era cuando tenía algo muy claro. Y ahora... Estaba demasiado en el aire. "Solo necesito verlo por mí misma y convencerme". Era eso lo que le estaba diciendo, ¿no? Que su no rotundo estaba tambaleándose, que él le había abierto esa puerta y ella estaba preparándose para entrar. Tragó saliva otra vez y se encogió de un hombro, sin poder evitar reír levemente cuando dijo lo de que le convencía a hacer locuras. - Y al final... Las hago porque quiero. - Dijo con una tímida mirada baja, pero la alzó para clavarla en sus ojos. - Siempre he querido. - Mira que se estaba diciendo de no emocionarse de más... Pero no podía. Aquello era... Muy fuerte.

    "Tú y yo vamos a aprenderlo todo juntos". Sonrió, debía tener el rostro totalmente iluminado. ¿Le podía ir mejor la vida que en esos momentos? Dios, ojalá fueran los exámenes esa misma tarde, con la suerte que traía sacaría una matrícula en todo y sin pestañear siquiera. Tragó saliva, se mojó los labios y se recompuso un poco en su sitio. La marca Marcus para prepararse para soltar una pomposidad cortés y caballeresca de las suyas. - Alice, si tú quieres, yo... - Pero le cortó. Y se puso a hablar de alquimia otra vez.

    Parpadeó un par de veces. Tras un par de segundos con cara de tonto, reaccionó. - Claro, claro, sí. - Rio nervioso. - Puede... Puede ser eso, perfectamente. Aunque... - Aunque nada. Con ligero desconcierto, vio como Alice se metía bajo la mesa y aparecía a su lado. Eso le hizo reír levemente como si aún tuviera once años y acabara de ver a Alice moverse como una lagartija para colarse por debajo de las mesas. Fue a besarla y a retomar su mitin protocolario de buen novio que se ofrece para todo lo que ella desee y más, en el presente, en el futuro, y no se lo ofrecía en el pasado porque no podía. Pero de golpe y porrazo, Alice dijo que se iba. - Ah, eh, bueno, acabo y te acompaño. - Dijo apresurado y algo confuso, buscando el tenedor, que no sabía ni donde lo había puesto con los nervios. Que si no lo encontraba se lanzaba la comida desde el plato si hacía falta, porque estaba viendo que Alice iba a salir corriendo de un momento a otro y eso no se podía quedar así.

    Pues se iba a quedar así. En lo que él atinaba a reaccionar siquiera, la chica le besó, dejándole aún más mudo si era posible, le dijo que le vería en la comida, le volvió a besar y se levantó corriendo. El segundo que tardó en reaccionar hizo que fuera demasiado tarde. - Oh, esp... ¿No quieres que te acompañe? - Tuvo que ir subiendo el tono de la pregunta a medida que la lanzaba porque Alice se le estaba yendo. Estiró el cuello y gritó aún más. - ¡Ya estoy terminando! - Nada. Iba para la puerta. Trató de recuperar algo de dignidad. - ¡Vale, ehm, sí, nos vemos para el almuerzo! - Y ya ni siquiera estaba su novia en el comedor. Miró a los lados algo apurado, viendo alguna que otra mirada sobre él, y clavó la vista en el plato. Pues... Se había quedado un poco en el aire la cosa... Un poco bastante.

    Se quedó pensativo, mirando el plato y moviendo la poca comida que le quedaba con el tenedor. Por hacer algo, se había puesto el medio croissant sobrante de Alice sobre su servilleta, pero había parado de comer. Solo estaba allí, pensando, con la mirada perdida. - Hola tío, cada vez te levantas más temprano. - Le interrumpió una voz, haciéndole salir del estado de embobamiento y fingir que comía con normalidad. Sean se sentó donde hiciera minutos estaba Alice con un quejido de señor mayor. - ¿Dónde te has dejado a tu reina de Ravenclaw? - Marcus pinchó la poca comida que le quedaba mientras respondía. - Se ha ido a herbología. - Sean, que ya estaba masticando, puso cara extrañada. - ¿Ya? ¿Tan temprano? - Marcus, sin quitar la vista del plato y antes de llevarse la comida a la boca, arqueó las cejas y contestó. - Anda liada con unas semillas. -
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    Miér Abr 07, 2021 2:43 pm

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    CON Marcus EN Terrenos del Castillo A LAS 12:30h, 5 de febrero
    Antes de la clase había sido imposible totalmente localizar la semilla, así que, como tenía segunda libre, se quedó en el invernadero, mientras Mustang les daba clase a los de segundo. Nada, no había forma de dar con ella. Miró los libros, fue a los semilleros… Nada. Cuando la clase de los de segundo terminó, la profesora se le acercó. – ¿Qué? ¿Ha habido suerte? – La chasqueó la lengua y negó con la cabeza. – Nada. Qué mala pata… – Porque el hecho de que no apareciera por ningún lado aquella semilla iba a reforzar la teoría de Marcus, esa que ella misma también había reflexionado.

    Suspiró y dejó el libro en la estantería detrás de la mesa de Mustang, que solía estar llena de tierra, plantas y utensilios y casi nada de papeles, al contrario que la mayoría de los profesores. La mujer la miró a través de sus gafas y suspirando. – Pues ya no sé a dónde más dirigirte, la verdad, porque si ni en el libro de Paleobotánica das con ella… ¿Dónde la has visto, a todo esto? ¿Quién te la ha dado? Para preguntarle. – Sí, ya, ese asunto. Mustang no era muy cotilla precisamente, es más, solía pasar de todo bastante, pero como se le planteara un reto ya no te la quitabas de encima, que no en vano había sido toda una Gryffindor en su época de Hogwarts. Gal suspiró y se cruzó de brazos. – La verdad es que… La he visto… En un sueño. – Sintió la mirada de la profesora sobre ella. No le hacía falta ni levantar la vista, sabía lo que se iba a encontrar. – ¿Casi cuatro horas aquí por una semilla que has visto en un sueño, Gallia? ¿De verdad? – Ella suspiró y se encogió de hombros. – ¿Qué quiere que le diga? Parecía importante. Y me extrañó soñar con una semilla que nunca había visto. Pensé… Que si la encontraba, conseguiría darle un sentido a lo que he soñado.

    Se hizo un silencio entre las dos mujeres y Mustang, sin abandonar su expresión de siempre, la miró y tomó aire. – Intentar darle una explicación racional y física a algo que es, por naturaleza, irracional, no tiene sentido Gallia, y como buena Ravenclaw que eres, deberías saberlo. – Ella puso media sonrisa y perdió la mirada. – Ya, pero da cierta seguridad… – Mustang rio un poco. – Recuerdo esa época. En la que dejas de sentir la seguridad del colegio, en la que tienes que mirar a la vida a la cara y tomar decisiones y que busques mil excusas y razones por las cuales tomar una decisión u otra. Pero esas decisiones, lo que tú deseas, lo que es mejor para ti… No te lo va a decir un sueño. Tienes que encontrarlo tú. – Gal se giró y la miró asintiendo. – Ya, pero… ¿Y si yo misma no lo sé? – Mustang sonrió un poco. – Pues esperas y reflexionas, o consultas a quien quieras o en quien confíes. – Ella alzó las cejas y entornó los ojos. – Pues no se crea que tengo muchos adultos de referencia. Al menos no para tomar decisiones vitales. – Su profesora rio y asintió. – ¿Y O’Donnell? ¿Se lo has contado? – Gal asintió. – ¿Y qué te ha dicho? – Eso la hizo reír a ella también. – Lo que él quiere que signifique. – Mustang se apoyó en la mesa a su lado. – ¿Y lo has considerado? – Gal ladeó la cabeza. – Un poco. – La mujer le dio un poquito con el hombro y dijo. – Pues algo me dice que si ya has empezado a considerarlo, todas las dudas que te quedan son los miedos internos que todos tenemos, Gallia. A tu edad, a la mía y a todas. Y saber qué semilla es esa no te lo va a resolver. Es más, probablemente esa es la clave, que no lo sabrás hasta que la tengas delante. – Gal asintió. – Sí, eso mismo he pensado yo. – Mustang le dio unas palmaditas en la espalda. – ¿Qué digo yo siempre, Gallia? ¿Que el trabajo dignifica y eleva el espíritu? – Mustang sonrió orgullosa. – Pues a trabajar. Ya está bien del show de Gallia y O’Donnell se comen la cabeza por una semilla. – Y mientras se iba a clase, con una sonrisa, pensó en aquellas palabras "Alice, si tú quieres, yo...". Sonrió un poco más mirando las nubes en el cielo antes de entrar. – Sí, Marcus. Yo lo quiero todo contigo... Puede que incluso lo que no sabía... – Deslizó sus dedos distraídamente por uno de los arbustos florales de los terrenos, acariciando uno de los capullos que eventualmente se abrirían y se convertirían en una preciosa flor. Solo necesitaba... – Tiempo. – Murmuró. – Cuando uno planta una semilla hay que darle tiempo.

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