Ronda 3 | Turno de Lizz | Pueblo | 10:30

Jay asintió a lo que dijo su hija. Con toda la adrenalina ni siquiera se había dado cuenta de que él también estaba sudando, mezclado entre la tensión, la carrera y la humedad de una jungla repentinamente formada a su alrededor.

“Deberíamos de quitar los lugares con selva de la lista de viajes familiares” comentó Jay con una ligera sonrisa divertida, mirando a su hija. Cuando ésta cogió una bolsa, a falta de mochilas, para meter todas las cosas que habían cogido, Jay se vacío los bolsillos y las manos y se sintió más ligero. Estuvo a punto de coger la bolsa de rafia y colgársela al hombre para que Jazz no llevara tanto peso, pero ella automáticamente se la había colocado y se quedó pensativo mientras seguía andando. Sabía que tanto Jazz como Scott, en esa situación, sentían que sus padres no les dejaban defenderse, y pensó que quitarle la bolsa, aunque fuera un detalle mínimo, era quitarle cierta autonomía. Así que la dejó llevarla, al menos de momento.

Cuando llegaron a la zona de munición, tuvo que soltar un suspiro cansado; aquello estaba arrasado. Tenía sentido que hubiera sido lo primero que hubieran vaciado la gente del pueblo con tal de poder defenderse de todo lo que iba saliendo. Jazz le pasó una cajita de munición y Jay se tomó un momento para sacar una de las balas que había tomado del cazador y compararlas. Aunque no era un erudito en todo eso, parecían del mismo calibre, mismo tamaño, misma carga. Asintió.

“Puede que valgan” contestó y se guardó las balas en los bolsillos, más fáciles de acceder si tenía que recargar la escopeta. Jay tuvo que rodar los ojos cuando llamó a aquel lugar el rincón de los pirados, pero la verdad es que podían encontrar muchas cosas perturbadoras juntas. “No voy a dejar que te toque un pelo, enana” le dijo de forma cariñosa él, poniendo una mano sobre su cabeza y revolviéndole un poco el pelo. Fueron echando todo lo que necesitaban en la bolsa y no le pareció mala idea volver a reunirse con Scott y Lizz, no habían escuchado ningún grito ni nada parecido, así que esperaba que no les hubiera ocurrido nada fuera de lo normal.

No se le escapó el detalle de laca de Jazz, pero no dijo nada. “Jazz, siento si sientes que no te deje defenderte” le dijo su padre mientras andaban. “Un padre nunca piensa en que su hija tenga que defenderse de nada y no me gusta verte con un arma encima” confesó él, simplemente porque le hubiera gustado que nunca se hubiera visto en la tesitura de defenderse de nada. Quería para ella una vida tranquila y feliz. Pero las circunstancias eran las que eran. “Solo te pido que tengas cuidado y que si no puedes, pidas ayuda” le dijo Jay, esperando que los dos jovenes fueran más cooperadores, pero intentando serlo él también.

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Scott no era muy dado a tener malos prontos o responder mal, lo evitaba a toda costa porque no quería parecerse a "ese tipo". Así que cuando se calmó, se sintió un poco mal. Le costaba cada vez más controlarse, especialmente con los días que estaban teniendo gracias al maldito juego.
A pesar de todo, su madre en lugar de responder mal, pareció comprenderle. O al menos entender a lo que se refería.
- No es que no podáis protegernos, pero podríamos hacerlo todos juntos. Unos a otros. -Trató de ceder él un poco por su parte.
Sonrió un poco cuando dijo que intentaría ser menos controladora.- Guay, se lo puedes comentar a Jay también. -En realidad era una broma, porque se parecía a lo que le había pedido a él que hiciera con Jazz. Eso de suavizar un poco la situación.

Cuando siguieron avanzando, una vez que el camino se fue despejando, Scott siguió con su costumbre de arrancar vegetación de las estanterías en espera de encontrar algo útil que añadir a su curioso arsenal. Pero dudaba que en la sección de zapatos o moda femenina fueran a encontrar demasiado.
Antes de llegar, su madre tiró de él para ir a la zona de jardinería, dudaba que necesitasen fertilizante precisamente, pero al verla coger la pala lo entendió un poco mejor. Los malditos pájaros seguían por ahí fuera.- A ver si tenemos suerte y consigo un bate antes de irnos. -Comentó él, no le importaría darle a algunos de esos y manejaba mejor el bate que una pala o una raqueta.

En la parte de la ropa no había mucha separación entre lo de hombre y mujer, así que mientras su madre cogió las botas para ambas, él echó en la mochila un paquete de calcetines, porque nunca estaba mal tener... incluiría mudas, si no pasara muchíiiiiiisimo de pensar en coger algo para las chicas o para Jay.

- No veo los cinturones, ¿te puede servir alguna otra cosa? ¿Una corbata? ¿Una liana de estas? -No se le ocurría otra cosa, que igual los cinturones estaban por ahí tirados debajo de las matas, pero como para encontrarlos. Aunque la verdad es que lo de la liana le daba un poco de repelús, no fuese a revivir de pronto.

Con todo listo, salieron al pasillo central, donde ya vieron a los otros dos y se reunieron.- ¿Habéis encontrado todo? -Preguntó con curiosidad. Mirando a Jazz especialmente, no había conseguido mecheros, pero sí tenía alguna cosa para ella.

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Con las cosas más necesarias metidas en las mochilas escuchó las sugerencias de su hijo y no pudo evitar una mueca al escuchar lo de la liana. Le quedó claro que él había pensado lo mismo por su cara, lo cual le arrancó una pequeña risa y negó, agarrando una corbata.

— Creo que esto sí es buena idea, deja que pruebe. — se la ató a la cintura, dejando una pequeña porción con una zona doble, y en esta colando el arma, esperaba que durase un rato al menos pero no dudaba que con mucho movimiento terminaría por serrar la tela. Problemas para después, por ahora era un buen apaño temporal — Tadán. Somos un buen equipo. — le dedicó una sonrisa antes de darle un par de palmaditas en la parte alta de la espalda, ahora que disponía de una mano libre y comenzó a caminar con él.

Cuando finalmente se reunieron con los otros dos miembros de la familia les dedicó una amplia sonrisa. Ahora se sentía mucho más tranquila. No sabía si porque la jungla había parecido remitir, porque los pájaros estaban fuera o porque estaban juntos y vivos. A lo mejor podían salir vivos de todo eso, a lo mejor podían terminar ese juego. Como fuera. Se acercó a Jay y le dio un beso en la mejilla, acuclillándose y dejando las cosas en el suelo, mochilas incluidas, para comenzar a repartir todo en ellas.

— Repartamos el botín. — los animó a que pusieran todo en el centro y comenzaran a ver cómo poner las cosas. Jazz parecía haber cogido un par de bolsas que no serían mala idea si al final no lograban colar todo en las mochilas, aunque creía que sería suficiente. Y si no, una de ellas no le vendría mal para colgar el machete, como si fuera una funda, así se sentiría menos expuesta con él en la cintura tan cerca de la pierna — ¿Habéis pensado dónde podríamos ir aho...¡pero a quién vamos a secuestrar!? — miró todo lo que habían ido cogiendo con los ojos como platos pero una cierta diversión, no tardó en entrecerrar los ojos y asentir, mirándolos con complicidad — Muy bien pensado. — el cazador, claro — ¿Ponemos las cosas de primeros auxilios en la mochila pequeña? Como si fuera un botiquín.

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Se tuvo que reír con lo de la jungla. Su padre tenía esas salidas que irremediablemente te hacían reír. — O lo ponemos en lo alto de la lista. Más extremo que esto, no va a ser. Además a Lizz parece dársele bien... — Sí, ya que iban a ser una familia... Mejor contar con los gustos de todos. Se giró a su padre y le sonrió. — Hay que intentar sacar el lado positivo. — Su padre se hizo con una caja de balas, aunque ninguno de los dos estaba muy convencido, pero como en verdad tampoco es que supieran disparar muy bien, daba un poco igual. Asintió cuando el dijo que le protegería. — Lo sé, papá. — Si el problema era si se separaban o algo le impedía ayudarle. Pero no iba a hacerle rabiar más, no se lo merecía tampoco. Se acercó a él y le apretó el brazo. — Olvidémoslo, ¿sí? Eres mi padre y te quiero, no quiero que te enfades conmigo. Si te prometo que tengo cuidado y más cabeza de la que te imaginas, ¿estarás más tranquilo? — Preguntó con una sonrisa sincera.

Por fin encontraron a Liz y a Scott, y en cuanto vio al segundo le dedicó una amplia y brillante sonrisa. — Bastantes cosas sí. ¿Tienes hambre? — Dijo con una risita enseñándole una barrita. Le gustó la mirada de Scott. Carraspeó y miró a Lizz. — Bueno, como vosotros. Guau. — Asintió a los que dijo su madrastra y se agachó en el suelo. Claramente, en esa familia había clases de supervivientes, y Lizz y Scott ganaban por goleada. Observó a Lizz y por un momento se planteó si llevarle la contraria era sabio. Pero si se iban a comportar como una familia... Mejor decía su opinión, en vez de callarse siempre, pero sin poner hocico de perro. — Sí, papá tiene unas ideas bastante brillantes cuando está en el pasillo de los pirados. — Dijo con una sonrisa, primero. — Oye, ya que hay cuatro mochilas en total... Quizá podríamos llevar todos un poquito de cada medicinas. Por ejemplo. — Abrió las cajitas de analgésicos y repartió las tabletas en cuatro montones iguales. También puso gasas a cada uno y tres de los botes de desinfectante. — No pasa nada si siempre vamos en parejas por lo menos, habrá al menos uno que lleves. Si te parece bien. — Dijo mirando a Lizz. Luego repartió también equitativamente las barritas y el agua y aprovechó para coger una de las linternas de camping y una pulsera antimosquitos. — Lo demás podéis repartirlo vosotros como veáis. Me quedo la mochila de purpurina, aunque papá estaría monísimo con ella. — Dijo guiñándole un ojo.

Mientras metía las cosas en la mochila, deslizó la laca y miró de reojo a Scott, abriendo un poco la mochila en su dirección y luego palpándose el bolsillo disimuladamente donde se veía el bultito dele mechero. Esperaba que lo entendiera. — ¡Oh, botas! Te has acordado. — Dijo girándose totalmente a él y luego hacia Lizz también. — Gracias. Ya no hay jungla, pero si hay que andar o trepar vendrán bien. — Cogió las más pequeñas, que imaginaba que eran para ella, y se las puso. Ahora sí se sentía segura del todo.

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Jay no pudo evitar sonreír divertido ante los comentarios de su hija sobre los viajes. Sin duda era mejor sacar el lado positivo que estar de morros todo el rato. Ahora, que no volverían a recoger un juego perdido en su vida, creía que habían aprendido la lección y aún les quedaba un poco más de recorrido.

“Mucho más tranquilo” contestó Jay con un asentimiento rotundo. “Pero no pienses que no voy a estar ahi para protegerte o ponerte primero” le advirtió el hombre que, mientras que pudiera alcanzarla y defenderla, lo haría. Un padre siempre anteponía la seguridad de su hijo a la propia, aunque en ese caso era más extremo no dudaría en hacerlo. Cuando por fin se reunieron, Jazz sonrió recibiendo el beso de Lizz en su mejilla, rodeando su cintura por un momento para sentirla más cerca.

Era como si no se hubiesen visto en mucho tiempo, y aunque le salía robarle un beso de sus labios, no quería poner a sus hijos en esa tesitura. Ya imaginaba las caras. Comenzaron a poner todas las cosas delante, para saber cómo repartir y qué meter en las mochilas. Jay solo pudo reír ante el comentario del secuestro, tanto de Lizz como de Jazz y se encogió de hombros. “Me lo agradeceréis cuando vuelva ese cazador” comentó divertido.

“Repartir las medicinas es buena idea, no sabemos si nos separaremos, así cada uno tiene algo” comentó ante la idea de su hija, aunque esperaba que de verdad no tuvieran que separarse. Él era médico, sabía más de primeros auxilios y qué medidas tomar, así que esperaba poder estar con todos si algo pasaba y necesitaban de sus conocimientos. Jay alzó una ceja ante el comentario de Jazz sobre la mochila de purpurina y le revolvió el cabello. “¿Ah si? Yo creo que le quedaría mejor a Scott, ¿verdad?” bromeó él, mirando con una amplia sonrisa al chico, haciéndole partícipe de la broma. Además, a él ni siquiera le llegaría la otra tira de la mochila para meter el brazo.

Mientras los dos más pequeños se reencontraban, Jay se acercó a Lizz y le pasó un brazo por los hombros, acercándola un poco a él y dejando un beso en su sien. “¿Todo bien por aquí? ¿Cómo estás?” le preguntó, preocupándose por ella.

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Una vez todos juntos, solo quedaba reunir el botin y decidir cómo repartirlo, porque lo ideal era que todos cargasen cosas útiles, sobre todo en caso de que se separasen.
- Pues no estaría mal. -Sonrió a Jazz cogiendo la barrita, aunque se la guardó en el bolsillo porque suponía que harían una pequeña pausa para comer en algún momento.

Aunque le sorprendió lo que vio cuando pusieron lo suyo, fue su madre la que lo dijo en voz alta, aquello parecía material de secuestro. Solo se le ocurría a una persona a la que podrían querer atar, y echó de menos otra vez su bate, aunque tenía un cuchillo.
De todos modos, si no para eso, a nivel supervivencia las cuerdas nunca podían venir mal.

Estuvo de acuerdo con Jazz en lo de repartir las medicinas.- También podemos repartir las cosas que vengan en paquetes, como la comida, las mantas térmicas o hacer paquetes con las pastillas de encendido. No sabemos lo que puede pasar. -Hasta ahora solo se habían separado porque habían querido, pero no podían confiarse, claro.

Se rio un poco por lo bajo al imaginarse a Jay con la mochila de purpurina, aunque ya no le hizo tanta gracia eso de que a él le quedaría bien, sí, cuando tenía tres años igual.
Abrió la mochila donde tenían el tablero y sacó las cosas que ya llevaban de casa. Para así hacer mejor el reparto. Se fijó en lo que le enseñaba Jazz y sonrió cuando se dio cuenta de que le habían traído las botas.- Sí, deja que te las alcance. -Se ofreció, cogiéndolas y aprovechando que sus padres estaban un poco despistados para deslizar en el zapato uno de los llaveros multiherramienta que seguramente incluía navaja para ella. Se colocó la pulsera antimosquitos y guardó su llavero en el bolsillo pequeño de la mochila, para que estuviera accesible. El cuchillo lo puso en el lateral.

Siguieron repartiendo cosas, la verdad es que escuchó de fondo lo de que le tocaba tirar a la chica, pero prefirió no hacer comentario. No estaba seguro de que aquel sitio fuera el mejor para tirar, pero igualmente dejó el juego a su alcance.

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Cuando Jazz sugirió que sería mejor repartir las cosas en las diferentes mochilas estuvo también de acuerdo, aunque la idea de que terminaran separándose no terminaba de hacerle especial ilusión. Ya no solo por lo más obvio, ya que ninguna persona en su sano juicio querría algo así, es que tampoco sabía cómo iban a continuar con ese juego demencial si terminaban separados y al que le tocaba tirar no estaba precisamente en el equipo que tenía el juego. Pero ya tenían suficiente encima como para añadir más problema.

— Es importante poder estar cómodos. Está claro que la movilidad va a ser nuestra aliada. — suspiró al comentario de las botas y también se concentró en repartir las cosas, colgándose finalmente una de las mochilas cuando sintió que Jay se acercaba a ella. Le sonrió con nerviosismo, alzándose de hombros — Supongo que he estado mejor. Pero también en peor...— león, cocodrilo, mosquitos...en fin, a esas alturas tampoco podían quejarse, al menos había tenido un momento de paz para poder descansar y organizar las cosas — Tengo ganas de que esto termine.

Que era otra forma de decir que estaba asustada y terriblemente preocupada pero sin mencionar esas palabras exactas. Alzó el rostro hacia él después de mirar a sus hijos, dedicándole una nueva sonrisa algo más calmada. Sentirlo cerca era agradable, no tenía que hacerlo todo sola, a veces aún se le olvidaba.

— Al menos parece que se llevan bien y Jazz ya no me mira como si fuera su enemiga número uno. — lo cual aplicaba también a Scott con él. Claro que con la de enemigos que tenían salidos del juego como para verlos también así a ellos — Supongo que las prioridades cambian, incluso las de los enfurruñamientos adolescentes. — esto se lo susurró solo a él, dándole unas palmaditas cariñosas en el pecho para finalmente girarse al resto — Bueno, mejor nos ponemos en marcha. Aún podríamos intentar acabar el juego antes de que vuelva a anochecer. Busquemos dónde puede tirar Jazz. — les hizo un gesto de cabeza para comenzar a caminar de nuevo por los pasillos de la gran superficie — Está claro que da igual si es en sitio cerrado o abierto, así que podemos hacerlo donde creáis conveniente, supongo que lo único es que veamos que podemos echar a correr con facilidad. ¿Algún almacén de aquí o queréis ir al exterior?

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