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    Alchemist
    Ivanka
    Alchemist
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    Miér Abr 14, 2021 6:27 pm
    Recuerdo del primer mensaje :


    La palabra más hermosa
    CON Marcus EN Sala común A LAS 8:00, 14 de febrero de 2002
    Estaba despierta, pero estaba revolviéndose en las sábanas. No pasaba nada si justo ese día se hacía un poco la remolona. Y mira que la noche antes estaba como cuando en Nochebuena se iba temprano a la cama para tener los regalos al día siguiente. Tenía montón de cosas que hacer y preparar, y pretendía atender en clase, pero es que estaba demasiado deseosa de que llegara la tarde. Pero podía seguir un pelín revuelta en sus sábanas, que iba a tener un día movidito.

    Pero el remoloneo se acabó cuando oyó un ruidito en su ventana. Conocía a su novio y estaba esperando que algo hiciera. Mandar a Elio era parte posible de ese algo. Se levantó de un salto y abrió la ventana, con el chiquitín entrando dando saltitos con total alegría. – Cierra, penca, que hace un frío de mil demonios. – Se quejó, para variar, Hillary. – ¡Hola, monada! – Dijo ignorando absolutamente a su amiga y con un tono absolutamente adorable, que Elio correspondió con un piar más adorable aún. – ¿Pero qué te ha puesto el loco de tu amo? – Preguntó muerta de amor, dándose cuenta de que el bichillo llevaba anudado su lazo. Se agachó en el suelo frente a la cama, acariciándole la cabecita. – ¡Pero si hasta hueles como él! – Elio cerró los ojitos de placer y luego saltó hasta ella con una carta en el piquito, que dejó sobre la cama. – Es verdad que huele a Marcus. – Dijo Donna un poco confundida. – ¡No me jodas que le ha echado su colonia al pájaro! Yo lo flipo, eh. – Pero Gal estaba demasiado ocupada en abrir la carta, que decía:

    Mi querida Alice,

    Después de siete años, por fin puedo celebrar contigo San Valentín como nos merecemos, llamándote mi novia, mi princesa de Ravenclaw, siendo el chico más afortunado de todo el castillo. He de decir que no he podido preparar el escenario que a mí me gustaría (y que tú te mereces), pero nos quedan muchos San Valentín por celebrar si tú así lo quieres, y pienso currarme todos y cada uno de ellos para que sea a cada cual más especial que el anterior. Aunque a tu lado todos mis días son especiales.

    Por lo pronto este año tendremos que quedarnos con lo que Hogwarts nos tiene preparado. Pero es nuestro último curso, nos quedan meses de compartir todos nuestros días juntos, pero tengo toda una vida por delante para darte. Esto solo es el principio de nuestra gran aventura. La mejor travesura que hemos hecho juntos.

    Te quiero, Alice

    Marcus

    PS: Este no es mi único regalito, por supuesto... El otro, ya lo verás.

    Con el corazón desbocado y los ojos brillantes, dobló la carta otra vez y se la llevó a los labios. – ¡Ay mira la muy boba! Qué cara se le pone con las cursiladas del prefecto. – Ella se incorporó, sin quitar la sonrisa. – Cursi serás tú, linda. – Hillary se giró con mirada maliciosa. – ¿Ah sí? A ver que te cuenta el prefecto en sus cartitas. – Gal se la vio venir sobre ella y se subió de un salto a la cama, alterando a Elio que se le puso en el hombro y se puso a piar a Hillary y Donna que empezaban a cercarla por los bordes de la cama. La salvó la puerta que se abrió, dejando ver a Amber con una caja de calderos picantes. – Me ha aparecido esto en la ventana, ¿sabéis quien me lo ha podido dejar?Alguien que no te quiere bien, Ming, eso son calderos picantes.  – Ella se encogió de hombros. – No, si a mí me gustan. Entonces un admirador. – Dijo alzando las cejas con intención. Sabía la ilusión que podían llegar a hacer esas cositas. – ¿Qué haces ahí subida, Gal? – Preguntó la chica, percatándose de la situación como si acabara de caer del cielo. Hillary se giró, sin abandonar su expresión maliciosa. – Tiene una cartita de amor de O'Donnell que no quiere compartir con sus amigas. ¿No te parece una falta de respeto terrible? – Amber se encogió de hombros. – Bueno, la correspondencia privada, y más entre los miembros de...¿Marcus te ha escrito una carta de San Valentín? ¿Yo puedo verla? – Dijo Beverly entrando como un torbellino en pijama en su cuarto, pero ya con las trenzas perfectamente hechas. – Uy no, tú eres muy chica para leer esas cosas. – Dijo su amiga con una risa. – ¡Hillary! – Contestó ofendida Gal. – ¡Pero bueno, ocupaos de vuestras cosas! No os voy a enseñar mi, como bien ha dicho Amber, correspondencia privada. – Pero tenía una sonrsilla que no se le quitaba por nada del mundo. Kyla apareció en la puerta, ya perfectamente vestida. – Pero bueno, ¿ya estamos así desde tan temprano? Estamos espiando la correspondencia entre el prefecto O'Donnell y Gal, pero tengo dudas sobre lo apropiado de su contenido, porque Vaughan asegura que no es para niños. – La chica resopló y miró a Gal con cansancio. – ¡Kyla! Que no las creas, que ninguna ha leído la carta. – Respondió ella, aunque no podía quitar la sonrisa y le salía reírse al hablar. – ¡Te estás riendo! – Señaló Donna. Y entonces, notó una desestabilidad en el colchón y la pequeña polvorilla de Beverly la pillo desprevenida, quitándole la carta y bajándose corriendo. – ¡La tengo! ¡La tengo!¡Léela en voz alta, corre, Duvall! – Dijo Hillary haciendo de pantalla con los brazos para que no pudiera bajar de la cama. – Mi querida Alice, – empezó a recitar la niña con su tono repipi –, después de siete años, por fin puedo celebrar contigo San Valentín como nos merecemos, llamándote mi novia, mi princesa de Ravenclaw, siendo el chico más afortunado de todo el castillo. He de decir que no he podido preparar el escenario que a mí me gustaría... – Gal logró bajarse por el otro lado de la cama y llegó corriendo a las manos de Bev para quitarle la carta. Además se había dado cuenta de otra cosa. – La prefecta Farmiga tiene otra carta, atormentadla a ella. – Kyla enrojeció de repente y escondió las manos en la túnica. – ¿Qué? ¡No! Yo no... – Pero ella aprovechó para pasar entre la prefecta y Amber y salió corriendo escaleras abajo, llevando su carta bien agarrada.

    Sabía que iba a estar esperándola. La esperaba al pie de las escaleras casi desde el primer día, cuánto menos un día así. Y que guapísimo estaba. Y ella con un pijama que ni pijama era realmente, si no un pantalón de pijama con pajaritos y una camiseta interior que no era la de su juego. Pero al menos era azul cielo. Corrió hacia él y le saltó encima, juntando sus labios con los de él. – Buenos días, amor mío. – Acercó la nariz a su cuello. – Pero qué bien hueles y qué guapo estas. – Volvió a juntar sus labios con los de él. – Eres el mejor novio del mundo, ¿lo sabes? – Se acercó a su oído. – Pero yo también soy buena novia. Tu regalo empezará a eso de las... Cinco, calculo. – Terminó con una risita. – Feliz San Valentín, mi perfecto prefecto.
    Merci Prouvaire!


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    Alchemist
    Ivanka
    Alchemist
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    Miér Abr 28, 2021 6:49 pm

    La palabra más hermosa
    CON Marcus EN Sala común A LAS 8:00, 14 de febrero de 2002
    Apretó la sonrisa y dejó caer los párpados como una niña buena. – Sí que debes estar un poquito borracho si acabas de admitir que aprendes con mis locuras más que con los libros. – Y rio sobre sus labios. Porque sí, quería reír, quería disfrutar de aquel momento, de la felicidad que da saber, a ciencia cierta, que el amor de tu vida te ama y que vais a estar juntos para siempre. Empezó a reírse a carcajadas cuando vio a su novio tomarse tan en serio la boda en Hogwarts. – Kyla no tiene suficiente nervio en los ojos para tanto que los iba a rodar. Y ya veo a Sean resoplar todo el rato. Y a la jefa diciendo "Vamos a ver, Gallia, ¿aceptas, por la cuenta que te trae, a este recto, maravilloso y magnífico prefecto como tu esposo?" – Dijo imitando el tono recto y severo de la señora Granger. Cerró los ojos con una sonrisita y contestó, a lo de la boda. – No me cabe duda. Una boda real, que para eso somos los monarcas de Ravenclaw. – Y de verdad que no lo dudaba. Conocía a su novio, sabía cómo querría que fuera una boda, y no se parecía demasiado a la fiestecita que montaron sus padres o que podría montar ella en un ratito en la sala común.

    Dejo que pasara el momento. Sabía que el mayor temor de Marcus era que ella sufriera. Pero necesitaba entender que... El sufrimiento es el que es, pero que él la ayudaba como nadie a combatirlo, y eso era lo que importaba. Se quedó así, con las frentes juntas y sonriendo, disfrutando del momento simplemente. – Yo no te provoco miedos, prefecto O'Donnell. Solo si me dan bajones de tensión. – Dijo con una risita entre dientes. – Te quiero, mi amor. Y juntos somos el Todo. – Dijo sacando los labios y dejando un piquito en los de él. Le dejó caerse en sus novio y le acarició la cabeza y el cuello con delicadeza distraídamente, mientras sacaba un pucherito con el labio de abajo. – Puede que algo se haya mencionado, sí... Más bien lo he visto en tus ojos cuando me haas visto por fin con la lencería francesa, o cuando te has comido dos tercios de pastel del pastor... – Acercó los labios a su oído. – O cuando te he visto llegar al clímax mientras me mirabas con esos ojitos que son los más preciosos del mundo. – Y dejó un besito en su mejilla.

    Se rio y se hizo la loca cuando dijo lo de la caja. – Ahhhh un buen Ravenclaw investigaría... – Se acercó a su rostro y le dio con el índice en la nariz. – Pero como me has dicho cosas preciosas y estabas dispuesto a casarte conmigo en uniforme, y casi que en ropa interior, por la diligencia que has mostrado, te lo voy a decir. – Se dejó caer hacia atrás para coger la caja. – Aquel día que nos declaramos te dije que no sabía desde cuándo estaba enamorada pero sí cuando me di cuenta. Hubo un día, antes de que me diera cuenta, en el que tenía que haber escuchado a mi corazón cuando se volvía loco por cosas que tú hacías. – Abrió la caja enseñando la cesta de chuches. – Cuando cumpliste trece años, comimos una cesta de chuches creo que igual a esta. Espero no haberme dejado ninguna, hay hasta dragones de regaliz. – Levantó la mirada y enfocó a Marcus. – Fue el último cumpleaños que celebramos de mi madre. Y con mi madre estaba cuando viniste a por mí, mee diste la mano y me dijiste "Gracias por todo y... Te queda muy bonito el vestido" – Ella se rio y notó como las mejillas se le sonrosaban más. – No sabes cómo me saltó el corazón con aquel beso en la mejilla. Esa noche dormí en una nube. Tenía que haber entendido de dónde venía aquella felicidad. – Dijo cogiendo la mano de Marcus y poniéndola sobre su pecho, encima de sus corazón. – Directa de aquí. – Rio y buscó por la cesta, hasta que dio con la bolitas de chocolate y mousse. Puso carita de ángel y se encogió de hombros. – Me quedé con las ganas, Hills me las quitó. – Mientras masticaba las bolitas se acordó de algo que se había traído para no tener que tomársela después, porque esta vez sabía a lo que venía, así que dejó a Marcus degustando chuches y se arrastró al bolso. Sacó una botellita de las de pociones y se bebió la poción contraceptiva que había hecho en uno de los breves instantes que había tenido en Pociones, aprovechando que Sean era tan ignorante en esas lides como su amigo Marcus hasta aquellas Navidades y no hacía tantas preguntas como las chicas.
    Merci Prouvaire!


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    Alchemist
    Freyja
    Alchemist
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    Jue Abr 29, 2021 9:58 am

    La palabra más hermosa
    CON Alice EN Pasillo del cuarto piso A LAS 8:00h, 14 de febrero
    Soltó una carcajada. - He dicho que aprendo contigo más que con nadie, no he mencionado los libros. - Matizó, aunque los dos sabían que Alice tenía razón. Ningún libro le enseñaría jamás lo que Alice le había mostrado. Esos aprendizajes no se adquirían leyendo. No podía evitar seguir riendo con ella, de pura felicidad, contagiado por su risa y por sus palabras. Se llevó una mano al pecho teatralmente. - La Profesora Granger lo diría así, tal cual, porque esa mujer me adora. - Bueno. Más bien no tenía más remedio que aguantarle todo el día revoloteando a su alrededor. Se mordió el labio y se abrazó aún más a ella. - Será mejor que me cambies pronto de tema o voy a empezar a divagar, que ya se me están ocurriendo demasiadas cosas. - Bromeó con una risa emocionada. - Por lo pronto sabemos que espino blanco va a haber, por petición de la Profesora Hawkins. Fíjate por donde va a existir la adivinación, si es que está clarísimo. - Continuó en el mismo tono. Marcus seguía con la firme convicción de que la adivinación no era más que sugestión, que ahora, si lo tenían, sería porque esa mujer se lo había dicho y no porque lo hubiera adivinado. Aunque lo del pájaro... Ahí se quedaba sin argumentos, al menos sin argumentos sólidos. - Y aunque no quisieras ponerlo... - Se irguió en una pose graciosa, con una sonrisita y una caída de ojos, sin soltar su cintura. - Yo seré tu espino. Lleno de florecitas y de niditos para mi pajarito. - Era una liberación poder decir esas cosas, bromear, hablar con el corazón en la mano, junto a la persona que había sido su inseparable compañera desde que la conoció, la persona que más amaba en el mundo. Y a solas, sin tener que escuchar los comentarios de sus amigos diciendo lo empalagoso que era. Sí, pues este empalagoso se va a casar. Os fastidiáis.

    Reposaba su cabeza en el hombro de ella y sonreía mientras Alice sacaba sus conclusiones de por qué se le notaba en la cara que era la mejor novia del mundo. Esa sonrisa se ensanchó, dejando escapar el aire en una carcajada muda cuando dijo lo de la comida. Ah, pero el tercer factor le hizo alzar la cabeza y mirarla. - Te puedo asegurar que en ese momento pienso justo en eso: en lo perfecta que eres. - Dijo con voz susurrada, antes de dejar un beso en sus labios. Solo sus palabras le provocaban un escalofrío, porque ya sabía muy bien lo que se sentía y el mero hecho de recordarlo le hacía querer más. Siempre querría más, como Alice. En el fondo se parecían bastante.

    Rio y esbozó una expresión de victoria ante el comentario de la chica, expectante por ver qué había en la última caja. La escuchó embelesado y con atención, pero esta casi se tambalea cuando se abrió la caja. - ¡Oh, chuches! - Había vuelto el Marcus niño pequeño, aunque nunca se había ido realmente, porque ciertos estímulos le hacían salir a la superficie y claramente las chucherías eran uno de ellos. - Está perfecta. - Confirmó, porque él mismo había preparado esa cesta en su decimotercer cumpleaños y se acordaba como si hubiera sido ayer. Ya estaban sus dedos sobrevolando la cesta a ver qué cogía primero, dibujando una sonrisilla pícara y mirando a Alice en cuanto los vio. - Los caramelos tropicales. - Cogió una de las bolitas de piña entre los dedos y la alzó divertido. Pero Alice seguía explicando el por qué de la cesta. Lo que dijo le provocó un pellizco en el corazón. Sí, fue el último cumpleaños de Janet, soplaron las velas juntos. Él en su cabeza, en ese momento, lo instauró como tradición. Si por él hubiera sido, hubieran celebrado juntos todos sus cumpleaños, ella con una tarta de cereza, porque le encantaban. Quiso que la tuviera en el siguiente, de hecho... Pero no llegó. Nunca se iba a olvidar de ese cumpleaños. Por muchos motivos, había sido el más especial de su vida.

    El recuerdo le hizo abrir mucho los ojos y sonreír. Casi lo había olvidado, pero al mencionarlo Alice lo revivió nítidamente en su cabeza. - Me acuerdo. Dijiste que te gustaban los hombres caballerosos como mi padre y mi abuelo. - Soltó una risa un tanto avergonzada consigo mismo. - No quería quedarme atrás. Me pasé todo el día dándole vueltas a qué piropo decirte para que te llevaras una buena impresión de mí, pero es que el listón estaba muy alto. - Su padre y su abuelo, ni más ni menos. Negó con la cabeza, sin poder evitar una leve risa. Qué tonto era a veces. Alzó la mirada de nuevo cuando la chica tomó su mano y la llevó a su pecho, y le vio la expresión, con las mejillas sonrosadas, diciendo lo que había significado para ella. El corazón le iba a estallar, y su sonrisa se había ensanchado otra vez. - Yo tenía que haber entendido por qué tenía tanto interés en que pensaras bien de mí... En ser un caballero para ti... En hacerte feliz. - Se acercó a ella y acarició su mejilla. - Estabas guapísima, no podía dejar de mirarte, ni de pensar en ti cuando te fuiste. - Sonrió con ternura y los ojos brillantes. - Para mí sigues siendo la misma. - Se acercó a ella y besó sus labios. Llevaba tantos años enamorado sin ser consciente... Lo dicho, a veces era muy tonto.

    Rio en cuanto la vio buscar las bolitas de mousse y comerse una. - Pues yo empiezo por esto. - Contestó triunfal, llevándose el caramelo de piña a la boca. Era como comerse un trozo de piña directamente cogido del árbol, pero con textura cremosa. Lo saboreó y buscó en la bolsa de caramelos tropicales. - A ver, tienen que tener más. ¿Me harías la gracia de cerrar los ojos? Aunque ya sepas que es de piña, pero... - Empezó a decir en tono de broma, mientras rebuscaba. Pero al alzar la cabeza vio a Alice tomándose algo de una botellita y se interrumpió de golpe. Miró por encima del hombro de ella, que se había colocado estratégicamente de espaldas, pero en seguida lo supo. - Oh, ¿es...? - Ah, mierda, Marcus, se te ha vuelto a olvidar. De verdad, ¿¿cómo podía estar tan torpe?? Si su padre se enterara, le mataría, que ya se lo dijo bien clarito en Navidad. Soltó la cesta y se acercó a ella. - ¿Tienes suficientes? - Chistó, decepcionado consigo mismo. - Dios, Alice, lo siento. Te dije que te haría unas pocas. Pero es que... - Pero es que había estado liadísimo con los EXTASIS, y las clases, y las cosas de prefecto, y proclamando su amor y la oficialidad de su romance por ahí. Nada, no tenía excusa y lo sabía. Negó con la cabeza. - Qué desastre. Mira, mañana mismo te hago una remesa. ¿Cuántas te quedan? ¿Cuántas necesitas? Tienes que tomarte dos, ¿no? Porque... O sea... Lo hemos... - ¿Funcionaba así? ¿Era una por cada vez que lo hacían? Quizás con una era suficiente... Pero mejor prevenir. Hizo un gesto con la mano, muy bien puesto, como si supiera mucho del tema y estuviera tremendamente informado. - Tú tómate dos, por si acaso. Y, de verdad, voy a volver a hablar con el Profesor Antares. Esto tiene que estar en el itinerario curricular, no puede ser que no lo esté, es un peligro. - Se llevó una mano al pecho. - Reconozco mi desinformación, no debería ser así, no es digno de un Ravenclaw, ni de un O'Donnell, ni de un buen novio en general. Buscaré libros. Bueno, cuéntame lo que tú sepas, pero aparte buscaré libros, porque claro, si yo no lo he dado, tú tampoco, y aquí hay una laguna informacional, y esto es algo muy serio. - Hizo otro gesto de la mano. Ya se había metido en su propio bucle personal. - Y mañana mismo estoy haciendo una remesa, de verdad, te lo prometo, sin falta. Mira, los del club de pociones termináis a las cuatro, ¿no? Pues ya está, me reservo el aula, esta noche mismo me apunto en el tablón, y hago pociones. Tú no te preocupes, yo te las hago, tengo la receta. - De alguna forma se tenía que resarcir.
    Merci Prouvaire!


    We are
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    La eternidad es nuestra:
    Freyja
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    Alchemist
    Ivanka
    Alchemist
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    Jue Abr 29, 2021 12:50 pm

    La palabra más hermosa
    CON Marcus EN Sala común A LAS 8:00, 14 de febrero de 2002
    Se dejó abrazar entre risas. – Pues sigue, sigue divagando. – Pero paró la risa de golpe y levantó la mano. – No, no vamos a darle ese gusto a la profesora Hawkins... – Pero como si nada, porque no haba contado con que, efectivamente, Marcus sería su espino. Suspiró y lo agarró de las mejillas con una mano, atrayéndole hacia su rostro. – Ay mi espinito, que lo quiero yo más... – Y dejó un beso en sus labios, mientras volvía a las risas. Se quedó mirándole con una sonrisa mientras le decía que era perfecta. Cuántas veces había deseado ser perfecta para él, y resulta que siempre se lo había considerado. – Tú siempre eres perfecto, amor mío. – Susurró, remolona, en sus labios antes de que volvieran a besarse. Podría pasarse así toda la vida.

    Parte de la magia de hacer toda la comida era ver como su perfecto y madurísimo novio, que hacía dos segundos estaba hablando de matrimonio y del futuro, volvía a ser un niño de trece años delante de una cesta de chuches. Rio y señaló con la barbilla los caramelos tropicales. – Sí, que no falten. – Ahora podía admitirse a sí misma que había elegido aquellos caramelos de tal forma que Marcus ganara y estuviera completamente realizado el día de su cumpleaños. Por supuesto, se acordaba de lo que Gal le acababa de narrar. Se rio y rozó su nariz con la de él. – Para mí ya eras un caballero antes de decirme aquello, pero no se me olvida. Ojalá seguir entrando en aquel vestido para que te dejara pensando en mí toda la noche. – Dijo, cerrando los ojos al tacto de su mejilla con tono soñador. – Siempre pensamos en el tiempo que hemos perdido pero... Nos hemos hecho muy felices también, sin saberlo, sin saber por qué exactamente. Siempre nos hemos querido hacer felices el uno al otro. – Volvió. dejar caer su frente contra la de él. – Y eso es amor del de verdad.

    Por supuesto, ni las mejores chuches del mundo podía distraer a Marcus en lo que a ellas se refería. Terminó de beberse la poción mientras debajo que cayera él solo en lo que era, y comenzara uno de esos largos discursos a los que se abonaba cada vez que hablaban del tema. Y habían hablado unas pocas ya. – ¿Qué sientes? Si a mí no se me olvida nunca, no pasa nada. – Dijo comuna risita. Dejó el frasco vacío en su bolso y se sentó, mientras dejaba que su novio siguiera relatando. Contuvo una risa con lo de que se tomara dos. – No, no hace falta tomarse dos, y no voy a desperdiciar la noche de San Valentín en explicarte como funciona la concepción humana, pero fíate de tu novia, que va a ser, según tus palabras, la mejor enfermera del mundo, y que ha tenido de maestra a Violet Gallia. Y no voy a tomarme dos, te lo dije en Navidad, las proporciones son importantes, la ruda puede ser perjudicial para los músculos si la tomas en exceso. – Tomó airé y agarró a Marcus para que se recostara sobre ella con su espalda en su pecho y pegó los labios a su sien. – ¿Te quieres relajar? Soy yo la que da pociones, la que está en el club y la que se la tiene que tomar, es normal que la haga yo. Llevo un año tomándomela y me ha ido bien... Deja de preocuparte. – Acarició sus rizos y sonrió. – Y contestando a tu pregunta, no tengo más. Me he hecho esta porque he dado por hecho que hoy la iba a necesitar. – Se rio un poco más pasando los brazos por su cuello hasta llegar a su pecho y acariciándolo también. – ¿Que tú me quieres hacer una remesa de pociones? Fantástico. ¿Que quieres hablar con el profesor Antares sobre la importancia curricular de la contracepción? – Se imagino por un momento al profesor Antares, siempre tan serio y tan grave, hablando de eso con sus alumnos y se tuvo que reír. – Pues adelante, suerte con ello. ¿Quién mejor que el perfecto prefecto Marcus O'Donnell para ello? – Soltó el aire y siguió acariciando a Marcus. – Obviamente que puedes leer al respecto. Yo lo hice en su día, por la cuenta que me traía... Pero Marcus, deja de tomártelo como una falta a tu persona y a tu honor de Ravenclaw y de novio, ¿vale? Mira, lo único que necesito es que, si alguna vez lo hacemos, y ves que me quedo dormida antes de tomármela, me despiertes para que me la haga. Siempre tengo ruda y romero así que no es problema. – Se rio un poquito más y volvió a besar su sien tiernamente a través de sus rizos húmedos. – Ahora, ¿qué ibas a pedirme antes de este arranque de caballerosidad? ¿Algo para lo que querías que cerrara los ojos? – Preguntó, cariñosa, entre risas, y sin soltarle.
    Merci Prouvaire!


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    Alchemist
    Freyja
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    Jue Abr 29, 2021 3:29 pm

    La palabra más hermosa
    CON Alice EN Pasillo del cuarto piso A LAS 8:00h, 14 de febrero
    Arrugó la nariz con una sonrisilla, dejándose agarrar y besar y poniendo una graciosa expresión orgullosa cuando le llamó "espinito". El comentario sobre el vestido le hizo alzar una ceja y mirarla significativamente de arriba abajo. - Sí, qué lástima. - Dijo con tono neutro, en una clara ironía. Se acercó a ella y le dijo. - Yo diría que la lencería tiene el mismo efecto, si no más... Y la no lencería, también. - Se mordió el labio y negó con la cabeza. Habían crecido, pero no habían cambiado nada, ni él ni ella. Alice, de hecho, acababa de resumirlo de una manera preciosa con esa frase. Frunció una sonrisa enternecida y besó su mano. - Eso es verdad. - Igual de innegable que era su amor, lo era el hecho de que se habían hecho felices el uno al otro todo ese tiempo. ¿Qué más daba si no era en calidad de novios? Habían sido los mejores amigos, y sí, podían haber sido más claros el uno con el otro (y consigo mismos) un poco antes. Pero había merecido la pena por llegar donde estaban ahora. E igualmente, no cambiaría ninguno de sus momentos con Alice por nada del mundo.

    Rodó los ojos y miró a otra parte con cara de circunstancias. Ya, que no iba a desperdiciar la noche de San Valentín en hablar de biología, hasta ahí estaban de acuerdo los dos. Le fastidiaba más no saber él de biología por su cuenta, pero bueno, no lo iba a solucionar ese día ya. Aunque eso de que iba a ser la mejor enfermera del mundo sí le hizo entornar los ojos de nuevo hacia ella con una sonrisita. Suspiró. - Vaale, vaale. - No iba a tomarse dos. Le quedaba claro. Alice tenía buen criterio, así que se fiaría de ella y ya está, que estaba claro que sabía más que él del tema... Le costaría menos trabajo si no fuera tan asustón y hubiera adquirido los conocimientos por sí mismo para quedarse tranquilo. Lo dicho, mañana estaba en la biblioteca buscando información al respecto. De verdad que no entendía cómo no se le había ocurrido antes. Qué poco interés, Marcus, de verdad, no es propio de ti esto... No necesitaba que le regañara nadie, ya se lo decía todo él solo.

    Se dejó recostar cómodamente sobre el pecho de su novia, pero seguía con la máquina del regaño funcionando en la cabeza, con un mohín sutil y esa mirada clavada en la pared de enfrente que se le ponía cuando no se sentía situado en los estándares de corrección que él mismo se había autoimpuesto. Suspiró. - Pero soy yo el que podría hacer que te quedaras embarazada. - Dijo mirándola desde abajo, con tono de desaprobación. - Podríamos repartirnos el trabajo, al menos. - Entornó los ojos hacia arriba una vez más. - Y ya sé que la señorita es una experta en pociones, pero esa no parece tan difícil. Puedo hacerla. - Volvió a bajar la mirada, pero ese comentario le hizo reír con ella, no lo pudo evitar. - Muy lista. - Comentó con tono divertido y una leve risa, mirándola desde su posición mientras se quedaba a gustísimo por las caricias en su pelo. Que la iba a necesitar ese día. Ya, y tanto.

    Acarició distraídamente las manos de la chica cuando estas pasaron por su pecho, cerrando los ojos, y siguió escuchándola. Oh, sí, desde luego que le iba a hacer una remesa, no le había disuadido lo más mínimo de ir a solicitar el aula de pociones para el día siguiente, sobre todo ahora que sabía que no le quedaba ninguna. Estaba escuchándola reírse de imaginarse su conversación con el Profesor Antares, que la conocía ya, así que rodó los ojos y miró hacia ella desde su posición apoyada en su pecho, contestando muy dignamente. - Pues nadie mejor, efectivamente. Soy el mejor alumno del castillo, soy prefecto y tengo edad para preocuparme por estas cosas. Y novia. Como hombre sensato que soy, he tomado conciencia de la imprudencia que supone no saber según que cosas. - Palabrería al más puro estilo Marcus, desde luego. Se reacondicionó con dignidad y volvió a mirar al frente. Pero ya estaba Alice poniéndole los pies en la tierra con eso de que se lo estaba tomando como una falta personal. Pues sí, pero es que no podía haber cometido ese fallo otra vez. Ya era vergonzoso no haberse preocupado hasta ahora, pero todavía podía (mal) escudarse en que habían sido encuentros no premeditados y no habían hablado del tema porque eran amigos y era incómodo. ¡Pero ahora eran novios! Tenía que cumplir con su responsabilidad, faltaría más. De verdad que su padre se indignaría mucho si lo supiera.

    Volvió a suspirar. - Está bien. - Se conformó a regañadientes. Sí, desde luego que eso sí que podía hacerlo, lo de evitar que se le olvidara. Alice no era consciente de lo que le había pedido, parecía que no le conocía. El besito en sus rizos le hizo sonreír automáticamente, rebajándole un poco la indignación consigo mismo. Alzó los ojos con expresión infantil. - Es que soy un caballero. Llevo practicando desde que me dijiste que te gustaban. - Bromeó, haciendo referencia de nuevo a la anécdota de su cumpleaños. Se incorporó y agarró la bolsa de caramelos tropicales. - Cierto. - Los ocultó tras su espalda con una mueca divertida. - Venga, ciérralos, a ver si adivinas cuál te doy. - El de piña iba a ser demasiado obvio, así que cogió uno al azar cuando comprobó que Alice tenía los ojos cerrados. - Que voy... - Susurró en tono bromista, acercándose a ella. Dejó que el caramelo rozara sus labios, pero antes de dejarlo en su boca, se acercó y la besó. - Uy, perdón, me he equivocado. - Dijo al retirarse, con una leve risa. Ya sí, dejó el caramelo en boca de la chica. - ¿Y bien? No me decepciones después de tantos años. -

    Dejó que acertara y se acopló rápidamente de nuevo en el pecho de su novia, aunque esta vez con la cesta de chucherías. - No te ha faltado un detalle. - Dijo, rebuscando entre las chuches y haciéndose con una varita de caramelo. Como le dejara un rato, era capaz de comerse la cesta entera. - Y pensar que Sean y Hills se lo están perdiendo. - Rio un poco y miró hacia arriba, a su novia. - ¿Cómo crees que acabarán el día? - Rodó los ojos con un suspiro mientras masticaba. - Dios, vaya humorcito tenía hoy Sean... Mira que le cuesta, ¿eh? Tampoco es tan difícil tener un detalle bonito. Creo que le da demasiadas vueltas. - Siguió rebuscando en la cesta. - Bueno, no te vas a creer quien ha venido a pedirme ayuda con San Valentín. - Paró de buscar y miró a Alice. - Lex. - Dijo con tono monocorde, y justo después se echó a reír. - De verdad, lo que Darren no consiga... Aunque claro, con el morreo que le ha soltado en mitad del pasillo, como para no esforzarse un poquito aunque sea. - Algo hizo conexión en su cerebro con todas esas anécdotas y le hizo recordar algo que había olvidado por completo nada más entró en el pasillo. Frunció el ceño y se giró a Alice. - Oh, por cierto... Justo cuando venía para acá me he chocado con Eunice. - Soltó un ruidito de garganta, arqueando las cejas y devolviendo la mirada a la cesta para sacar un par de dragones de regaliz. - Otra que menudo humorcito se gasta para ser San Valentín. - Se llevó un dragón a la boca y se quedó pensativo. - La verdad es que... Juraría que la he visto llorando... - Vaya, ahora se sentía mal de no haberse parado con ella. Pero en honor a la verdad, la chica le había echado de un empujón. Bufó. - Ese estúpido de Layne... - Porque estaba convencido de que iban por ahí los tiros.
    Merci Prouvaire!


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    CON Marcus EN Sala común A LAS 8:00, 14 de febrero de 2002
    Tomó aire y dejó que saliera, esperanza que Marcus terminara con su discurso de autoflagelación. – Deja de ser tan dramático. Y tan enfadón, pareces tu prima Miranda cuando pones esa cara mirando a la pared. – Y le imitó, exagerando la expresión. Le apretó más entre sus brazos y volvió a besarle. – Haz lo que quieras. Pero no te flageles porque se te olvide, ni hagas un mundo de ello. – Le hizo girarse un poco para pegar sus frente con la de él. – Pues claro que eres un hombre sensato. Haz todas las pociones que quieras... – Puso una sonrisita pícara. – Eso significaba que las voy a necesitar. – Se rio sobre los labios de su novio y le besó con cariño. Podía llegar a ser tremendamente dramático, y tenía un concepto de la caballerosidad demasiado alto, pero ella le amaba así. Y de hecho, ya se lo había dicho hacía ahora casi cinco años, a ella le gustaban los caballeros. – Eres el mejor caballero y el más guapo que podría pedir, Marcus. – Le dijo, para que le quedara claro.

    Menos mal que no había nada como hablarle a Marcus de comida, más si eran chuches y era un reto. Con una sonrisa, irguió la espalda y cerró los ojos. Abrió la boca cuando sintió que se acercaba, pero de repente, notó los labios del chico besarla y eso le hizo reírse sobre sus labios otra vez. Qué le gustaba que se pusiera tan tonto y juguetón, era como esta en un sueño de buen rollo permanente. – Me gustaba ese dulce, querré repetir. – Dijo siguiéndole el rollo. Ahora sí, se comió el caramelo y lo paseó por la boca, manteniendo los ojos cerrados para concentrarse hasta que dio con el sabor. – ¡Oh! Mango. – Dijo ampliando la sonrisa. Lo mordió para hacer salir el liquidillo de dentro, saboreándolo por toda la lengua y emitiendo un sonidito de gusto. – Qué conseguidos están. – Abrió los ojos con satisfacción y tiró de la mano de Marcus de nuevo junto a ella. – Ahora dame del otro. – Dijo alzando los labios para recibir un beso de él.

    Le gustaba que Marcus se apoyara así sobre ella, le daba mucha libertad para hacerle mímicos y carantoñas, estaba cerca de aquellos rizos que eran su perdición, le encantaba tocarlos, besarlos y enterrarse en ellos. Además así sentía que podía agarrarle contra sí, para impedir que se fuera, aunque no tuviera ninguna intención de hacerlo. Rio un poco, volviendo a acariciar su pelo, cuando alabó su montaje. – Eso he intentado. Sabes que me encantan los detalles, y hemos vivido tantas cosas buenas juntos que no es difícil. – Rio y negó con la cabeza. – Hombre, yo contaba con que sobraran chuches y pudiéramos repartir algunas. Puse extra de dragones de regaliz para llevarle a tu hermano. Eso sí, la bolitas de mousse me las termino como que me llamo Alice Gallia. – Soltó una carcajada flojita a lo de cómo acabarían el día y entornó los ojos. – Eso no lo sabe nadie. Si ponen de su parte, pues igual nos los encontramos saliendo de la Sala de los Menesteres. Si se les cruza medio cable, opereta en la sala común. – Asintió a los del humor de Sean, abriendo mucho los ojos y sin dejar de acariciarle tanto el pelo como los hombros y el pecho. – Luego conmigo se ha venido un poco abajo y se ha puesto en modo lastimero. A ver en qué acaba todo. – Perdió la mirada en el pasillo, pensando en sus amigos. – Creo que se rallan demasiado en todo lo que no hacen y, en realidad, no intentan hacer nada. Ninguno de los dos.

    Aquella pregunta que queráis sonar misteriosa y sorpresiva, realmente podía corresponder a cualquier alumno estresado del colegio. Pero el que mencionó era el último que imaginaba y le hizo soltar una carcajada. – ¡Lex O'Donnell intentando ser romántico! Eso sí que es una novedad, ¿ves tú? San Valentín 2002 va a pasar a la historia, te lo digo yo. – Pero le había cambiado la expresión, así que se debía de haber encontrado on alguien más. Vaya por Dios, nada podía ser perfecto. – Eunice... – Dijo con hastío. Odiaba cómo defendía a Layne cuando sabía a ciencia cierta lo que hacía, y cómo la miró con satisfacción cuando supo que le iban hacer pasar un mal rato a Marcus cuando la pillaron con Alek. Pero ablandó la expresión. – ¿Que estaba llorando? ¿Y crees que será por Layne? – Resopló. – Es tan capullo que no me extrañaría que la dejara hoy, si a ese se la suda todo. Qué asco... – No es que le diera pena Eunice... Bueno un poquito. Era muy triste llorar en San Valentín. Mejor la sacaba de su mente. – Yo he ido a ver a Theo, le he llevado tartaletas de las que me habían sobrado... – Sonrió levemente. – ¿Sabes que el día antes de reconciliarnos fue él el que me dijo... Que cualquier problema que tuviéramos podíamos solucionarlo si poníamos de nuestra parte? Porque cuando nos miramos, es como si se iluminara la habitación entera. – Frotó la mejilla contra su frente. – Nunca me habían atinado tanto. – Luego entornó los ojos. – Oye, si que te ha dado tiempo a ver gente mientras hacías mi gymkana, ¿tan obvia era? Pues no sabes lo que me costó hacer la transformación de la barquita en sirena que da besos. – Chasqueó la lengua. – Y yo pensando que me la había currado tanto que sería todo un misterio para desentrañar para el mejor alumno del castillo. – Se rio y le estrechó más. – Y yo aquí preocupada por en qué postura te iba a esperar.
    Merci Prouvaire!


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    Jue Abr 29, 2021 6:52 pm

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    CON Alice EN Pasillo del cuarto piso A LAS 8:00h, 14 de febrero
    Frunció el ceño y la miró con un mohín que le daba aún más aspecto de niño enfadado. - Yo no me parezco a mi prima Miranda. - Tss, qué tontería. Aunque su padre siempre decía que se daban un aire. Vio desde abajo la imitación de Alice y puso ojos de hastío. - Ja-ja. Me imitas fatal. - En realidad le imitaba bastante bien, y tuvo que fruncir los labios y mirar a otra parte para que no le diera la risa. Tenía un orgullo en pie que mantener. No le duró mucho el guardarse la risa, porque el abrazo la hizo salir. No lo podía evitar, eran esos gestos cariñosos los que le daban la vida y en los que se perdería eternamente. Se mordió el labio y le devolvió la mirada pícara. - Sí que las vas a necesitar. - Susurró con una sonrisa, inclinándose a ella y recibiendo su beso. Sonrió con satisfacción cuando le dijo que era el mejor caballero y el más guapo, hinchando el pecho y acomodándose en sus brazos. Ya está, ya tenía el ego subido para todo el mes.

    - ¡Correcto! - Celebró con una risa, dándole el beso que pedía justo después. Se mojó los labios y dijo con una sonrisilla. - Sí que están conseguidos. - Bromeó, porque algo de saborcito a mango se había llevado con ese beso. Se dejó querer acomodado entre los brazos de su novia mientras conversaban. Emitió un sonidito de queja. - ¿Que sobraran? No me convence eso. - Dijo, hurgando de nuevo en la cesta.  - Anda, mira, ¿se lo damos a Sean? - Dijo entre risas, alzando entre los dedos un ratoncito chillón. - Me voy a quedar con la pluma por ahora. - Dijo, tomando una de las piezas de azúcar y mordisqueándola.

    Se echó a reír, aún con la pluma de azúcar a medio comer. - Mira, me inclino más por lo segundo. ¿Tú sabes lo que le ha costado a Sean ponerle la florecita a Hills en el plato? Como para llevársela a la sala de los menesteres... - Ni que él fuera el más indicado para hablar de arrojo en materia de amor, pero es que su amigo se llevaba la palma. Al menos él había tenido considerables acercamientos a Alice, y eso que no tuvo sus sentimientos claros hasta principios de ese curso. Pero Sean llevaba penando por Hillary desde primero prácticamente. Él también perdió la mirada, escuchándola, y asintió con la cabeza. - Pues sí. Sean está muy rallado con todo en general. - Alzó la mirada a su novia. - ¿Sabes que, en cuanto os habéis ido del desayuno, Hills me ha preguntado si la flor fue idea mía? - Chistó y negó con la cabeza. - A veces parece que se quieren autoboicotear... Eso sí, le he dejado en el aire la respuesta y tendrías que haber visto la sonrisita tonta que ha puesto. Ya te digo yo que en mí no pensaba. - Hizo una mueca y volvió a negar, pero una idea por su cabeza le hizo reír. - Deberíamos hacerles lo que Poppy y Peter nos hicieron a nosotros. Aunque a lo mejor se matan en el proceso. - Dijo entre risas.

    Suspiró cuando preguntó por Eunice. - Pues ni idea. Le he preguntado y me ha dado un empujón, no estaba muy receptiva para hablar. - Se encogió levemente de hombros, porque no quería alterar mucho la posición que tenía, recibiendo las caricias de su novia. - Y últimamente paso bastante de ellos en las reuniones. Total, tampoco es que participen... - Negó con la cabeza, con expresión asqueada. - Ese tipo... Mira, no es que Eunice me caiga especialmente bien, pero ojalá le mande a paseo. No se merece un tipo así. Vaya, es que ese tío no debería estar con nadie. - Cada día lo soportaba menos, recordaba lo que le había dicho a Alice y se le revolvía el estómago, notando como apretaba inconscientemente los dientes. Mejor dejaba de pensar en ese tío, que no se quería arruinar la noche. Pero ahora estaba preocupado por la prefecta de Slytherin.

    Escuchó a Alice hablar sobre Theo y arqueó las cejas. - ¿De verdad? - Perdió la mirada en alguna parte. - Theo es un buen tío... - Lo decía mucho, pero es que era verdad. En el polo radicalmente opuesto a Layne, Theo era, por definición, un buen chico. Miró a Alice y sonrió. - Como el sol y la luna. - Dijo, dejando una caricia en su mejilla. Rio un poco cuando ella frotó la suya con la de él y dijo. - La verdad es que sí. Uno al que parece que le ha sido útil la asignatura de Adivinación. - Bromeó. El comentario sobre la gymkana le hizo soltar una breve carcajada, pero en seguida se incorporó para mirar a su novia de frente. - ¡Eh! A Lex lo vi esta mañana, antes de que empezara la gymkana. Y a Eunice me la he tropezado al girar aquí en el cuarto piso, fue un accidente. - Y porque no le había contado que la Profesora Granger había presenciado el inicio del juego. Negó con la cabeza y rio, colocando una mano en su mejilla. - No era para nada obvia mi amor, era absolutamente brillante y perfecta. - Se dejó estrechar y coreo la risa de ella. - He llegado tan de cabeza, que aunque me hubieras esperado boca abajo como los murciélagos, me habría lanzado a besarte tal y como he hecho. - Dijo entre risas, dejando un beso en sus labios con cariño.

    - Ya en serio. ¡Ha sido espectacular lo de la sirena! ¿Cómo lo has hecho? Tienes que enseñarme. - No pensaba irse de ese castillo sin aprender a hacer eso. - Aunque si piensas que las sirenas son así de bonitas y dulces, no me extraña que quieras verlas. Pero me temo que tengo una mala noticia para ti. - Dijo entre risas. - Me dejó alucinando, y encima su nota era la más difícil. Ya era la penúltima y estaba tan emocionado que ni pensaba bien. - Dijo entre risas. - ¿Sabes cómo averigüé que era en los terrenos, donde hicimos el cristal? - Rodó los ojos. - Porque otra vez había dos intentando colarse en el Bosque Prohibido. ¿Te lo puedes creer? De verdad, ¿qué tenéis algunos con querer entrar en un sitio en cuyo nombre pone PROHIBIDO? - Sí, metía a Alice en el lote porque en esos siete años se había metido alguna que otra vez. Volvió a acomodarse con ella, mirándola a los ojos. - Casi me haces llorar con ese corazón de cristal, ¿sabes? - Se acercó a sus labios y susurró sobre estos. - Jamás lo rompería. - Pasó sus dedos con suavidad por la piel de la chica, donde estaba su corazón, y sonrió. - Pienso cuidarlo como la joya más preciada del mundo. -
    Merci Prouvaire!


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    Vie Abr 30, 2021 5:00 am

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    CON Marcus EN Sala común A LAS 8:00, 14 de febrero de 2002
    Se echó a reír con la expresión de aún más enfadón de su novio y le besó en el cuello. – Pero si te estás riendo, bandido. – Dijo entre risas también. Estaba comiéndose las bolitas de chocolate y mousse (igual había prometido por encima de sus posibilidades diciendo que se las iba a comer todas) y rio a lo que decía Marcus sobre sus amigos. – Nunca se sabe, mi amor. – Suspiró, pensando en lo que había dicho del autoboicot. – El año pasado, cuando Hills estaba con Neil Holbein, me habló de sus padres. Así, en plural. De que su padre era mago y abandonó a su madre porque tenía una familia mágica. Que creía que su made le seguía esperando. – Apoyó su mejilla sobre el pelo de Marcus. – Durante años, pensé que el amor destrozaba, como destrozó a mi padre. No sabes la de veces que yo dije que no acabaría así. Y eso que disfruté de catorce años de mis padres siendo absolutamente felices. Imagínate lo que debe ser no haber visto nunca la felicidad. Solo el abandono. – Alzó las cejas y suspiró. – Es difícil dar el paso a dejarte sentir. A permitirte pensar que eso que vas a conseguir es bueno. – Puso el dedo en la mejilla de Marcus para que se girara a mirarla. – Es maravilloso, de hecho. – Le besó en la frente. – Pero dar ese paso es complicadísimo. Mira cuántos años me ha costado a mí. – Inspiró y siguió acariciándole. – Si Sean sabe hacerla sentir suficientemente segura, el paso es solo eso, un paso, se da en un momento. – Y lo esperaba, por los dos. Les quería muchísimo, y sabía que serían más felices juntos, pero tenían que llegar a eso por sí mismos.

    Entornó los ojos a lo de Eunice. – Me pregunto si el sombrero busca en ti que tengas una nula gestión emocional para meterte en Slytherin. Porque con contrarísimas excepciones, es lo que me encuentro en esa casa. Esa es otra que tenía que darse cuenta ella sola de que Hughes no la convenía, porque parecía que no veía cómo la utilizaba y el mal bicho que es. Pero bueno, no se puede ayudar a quien no quiere ayuda. – Se encogió de hombros y disipó el pensamiento. Eunice no había sido precisamente la mejor persona con ella, no le debía nada. En todo caso, una aliada más contra Layne, aunque, si otra cosa había aprendido de los Slytherin, es que solían cerrar filas entre ellos.

    Asintió a lo de Theo. No se podía decir otra cosa de él. – Va a ser muy buen sanador mental, es muy bueno dando consejos. Y en cuanto a la Adivinación... – Se rio y negó con la cabeza. – Pobrecito mío, que Sean le predijo con el té que se casaría con una francesa y mira qué bien le ha salido... – Ladeó la cabeza a un lado ya. otro, pensativa. – Aunque ya lo dije el año pasado, yo soy inglesa. Igual... Algún día encuentra una francesa de verdad que le haga también las tartaletas esas. – Lo estrechó más en sus brazos y susurró en su oído. – Hermano sol y hermana luna... Como decía el poema. – Y estalló en una carcajada justo después, solo de imaginarse a sí misma esperándole como un murciélago y a Marcus teniendo que bajarla, con la lencería y todo. Puso cara de satisfacción. – Es guay ¿eh? Tenía que practicar para Tranformaciones. Esa asignatura se me hace cuesta arriba no, lo siguiente. Es la única en la que de verdad he sentido, en estos siete años, que iba rezagada. Y la necesito de veras, para los sanadores es muy importante. – Chasqueó la lengua y y entornólso ojos cuando dijo lo de las sirenas. – Bueno, mi amor, ¿y qué querías que te pusiera para San Valentín? ¿Un cayo malayo que te diera un bocado en la mejilla o un bichillo adorable que te diera un besito? Es que tú también... – Puso una sonrisilla y añadió. – No he renunciado. Aún nos quedan meses aquí. Algún día veré una sirena, ya lo verás.

    Se tuvo que reír a lo del Bosque Prohibido y levantó las palmas de las manos hacia arriba. – Pues si se llamara Bosque Aburrido probablemente me daría absolutamente igual. Pero si se llama "prohibido" pues quiero ve por qué lo está. – Y probablemente si se llamara aburrido no se fiaría e iría a comprobarlo, ella misma sabía que su curiosidad no conocía límites, pero bueno, eso no tenía por qué verbalizarlo ante Marcus. Dejó que se recordara y acarició su mejilla con ternura. – Es que el copo de nieve estaba un poco visto, y es San Valentín, era lo que pegaba. – Le besó cariñosamente, deleitándose en sus labios y suspirando un poco cuando acarició por encima dee donde estaba su corazón, latiendo desbocado por él. – Lo sé, amor mío. Te he confiado su seguridad al cien por cien. – Le dijo emocionada. Pasó los brazos por su cuello y se tumbó con él encima, porque quería sentirle así una última vez. – Cariño... – Susurró mirándole. – Sabes que me quedaría aquí toda la noche pero... – Acarició su cara con le dedo. – Sabes también que tenemos que salir, ¿verdad? – Odiaba romper aquellos entornos de ensueño que se creaban entre los dos, pero era lo que había.
    Merci Prouvaire!


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    Vie Abr 30, 2021 12:49 pm

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    CON Alice EN Pasillo del cuarto piso A LAS 8:00h, 14 de febrero
    Frunció el ceño y miró a Alice con atención mientras contaba su conversación con Hillary. La chica y él eran amigos desde hacía mucho tiempo, pero nunca habían hablado de ese tema. Hillary, directamente, no mencionaba la existencia de su padre, y solo conocían a su madre. Nunca se había parado a pensar cómo podía haberle influido esto a ella: como bien decía Alice, ellos se habían criado en un hogar en el que sus padres se querían. Y Hillary se mostraba siempre tan segura de sí misma... Frunció una mueca en los labios. - Vaya, no lo había visto así... - Pobre Hills, ahora se sentía mal por pensar de ella que era una cabezota... Pensaba hablar seriamente con Sean. Su amigo tenía que espabilar sí o sí, no podía simplemente esperar que ella espantara sus miedos o la idea del amor tan mala que llevaba teniendo toda la vida por sí sola, sin ayuda o alguna señal. Miró a su novia cuando esta giró su rostro, sin dejar de escucharla, y sonrió. Dar el paso, sí. Ciertamente, esa era la parte más difícil. Escondió una muda carcajada en su garganta y dijo. - El arrojo no es un ingrediente que los alquimistas usen en grandes proporciones cuando nos diseñan a los Ravenclaw, ha quedado demostrado. - Dijo entre risas, y justo después suspiró. - Tengo que hablar con Sean. - Comentó pensativo, mirando al techo. Tras unos segundos de recordar, sonrió de lado y miró a Alice. - Me ayudó muchísimo cuando... Bueno, en esa maldita semana y media que pasamos peleados. Siempre me ha apoyado con respecto a ti, creo que se dio cuenta de lo que sentía antes que yo... Se lo debo. - Sí que se lo debía. Sean era un buen amigo. Y Hillary también.

    Se quedó un tanto pensativo entre lo de sus amigos y lo de Eunice. La verdad es que él estaba tan en sus cosas en las reuniones de prefectos, y los dos de Slytherin hacían tanta piña entre ellos y contra los demás, que no le prestaba mucha atención. Pero sí le había visto mala cara más de una vez, por no hablar de las cosas que iba Layne diciendo y haciendo, que ya eran graves por sí solas, pero más graves aún teniendo en cuenta que tenía novia. De verdad que no lo podía comprender. Pero el comentario sobre Theo le hizo mirar a Alice, arqueando las cejas divertido. - ¡Es verdad! No me acordaba ya de eso. - Se echó a reír. Lo comentaron en el cumpleaños de Hillary del año pasado, y en aquel momento él también pensó que podía estar refiriéndose a Alice. Consideraba al pobre Theo tan poco rival que se le había olvidado el asunto por completo. Ese chico le caía demasiado bien. Otro gallo hubiera cantado si la predicción se la hubieran hecho a otro... A Alekséi, por poner un ejemplo cualquiera. - Quien sabe, igual se muda a Francia a buscarla. - Bromeó entre risas. Arqueó las cejas divertido, mirando a Alice. - Uh, entonces más me vale hacerme amigo suyo, que yo quiero tartaletas.- Bromeó, acercándose al rostro de la chica justo después. - Aunque tan buenas como las tuyas dudo que las haga. - Aseguró, dejando un beso en sus labios.

    Resopló, abriendo mucho los ojos. - Es que la Profesora Fenwick es un hueso duro de roer, a mí me ha hecho sudar tinta más de una vez. - La miró con ojos de lechuza asustada. - Te recuerdo que una vez CASI me pone un ocho. - Se sacudió en un exagerado escalofrío. Hubiera sido, con diferencia, la nota más baja de su vida... Pero no en balde había dicho "casi". Fue una amenaza que se quedó en nada porque al final encarriló la transformación, pero estaba en cuarto y ya se estaba enfadando con el ejercicio que no le salía y la profesora le dejó caer que eso era una transformación de ocho. Casi le da algo, porque cuarto fue un año intenso y difícil y estaba postulándose para prefecto, y en la mente de Marcus, un prefecto de Ravenclaw no puede tener un ocho en su expediente, mucho menos el año que está proponiéndose para el cargo. Ni que decir tenía que no paró hasta convertir ese ocho en un diez. La respuesta de Alice le hizo soltar una carcajada. - Si a mí me parece genial, aunque el besito me ha dejado un poco atontado, pero bueno. - Dijo alzando las palmas. - Pero ahí es precisamente donde está el problema. - Añadió graciosamente mientras le picaba en las costillas con el dedo. - Que parece un bichito adorable que habla dulce y da besitos, te engatusa, y luego... - Se enganchó a su cintura y se lanzó sobre ella. - ¡Te arrastra al fondo del mar! ¡Y te come! - Bromeó, haciéndole cosquillas, dejándola sin escapatoria. - ¡Así! - Dejó un bromista mordisco en su cuello, apenas con un roce de sus dientes para no hacerle daño, solo seguir con la broma mientras le hacía cosquillas entre risas y ruidos monstruosos.

    Allí pasaron un par de minutos, entre risas, comentarios y caricias, reposando sobre el cuerpo de la chica. Pero esa frase le hizo fruncir el ceño, cerrar los ojos e iniciar el modo sonidos de queja nada más empezar. - Ay, no... - Soltó un teatral sonido lastimero, abrazándose aún más a ella. - ¿Suena muy mal si digo que quiero quedarme abrazadito a mi novia y... ? - Alargó la mano hasta la cesta y sacó una cosa al azar. - ¿...Comiendo chuches? - Desde luego sonaba más a niño de diez años que no se quería ir que a prefecto del castillo. Remoloneó otro poco contra su piel (después de comerse la chuchería, claro, ya que la había cogido) y, finalmente, suspiró y la miró, aún con sus brazos rodeándola. - Me has puesto el listón demasiado alto, princesa. - Susurró, rozando su nariz con la de ella. - Ha sido espectacular. Todo, absolutamente todo. - Empezó a enumerar, sonriendo. - La gymkana... La decoración... La cena... La cesta de chuches... - Le lanzó una mirada de arriba abajo y ensanchó la sonrisa. - Tú. - Besó sus labios, deleitándose en ellos. Qué difícil se le estaba haciendo irse.

    Al separarse de estos miró su reloj y resopló. La fiesta debía estar a punto de terminar, si no había terminado ya, así que lo mejor sería que se fueran, efectivamente. Porque antes de ir a la sala común quería pasar por la de los menesteres para enseñarle a su novia la casa que había visto. Echó la cabeza hacia atrás y volvió a suspirar, con los ojos cerrados. Pero al abrirlos se quedó mirando el pasillo por unos instantes. Ese sitio tan oscuro y recóndito, tan secreto y abandonado... Era su sitio, solo de ellos. Algún día tendrían una casa entera para ellos solos, una casa similar a la que la sala de los menesteres le había mostrado. Pero ese pasillo seguiría guardando una parte de ellos, y lo recordaría hasta el último día de su vida. La miró y sonrió, en silencio. Sí, ese castillo siempre sería su primer hogar, el hogar que les había visto crecer y les había hecho enamorarse. Se incorporó perezosamente y alcanzó su ropa, empezando a vestirse, y sus ojos se posaron en el sol y la luna en la pared. Allí se quedarían, brillando eternamente.
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    Vie Abr 30, 2021 2:37 pm

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    CON Marcus EN Sala común A LAS 8:00, 14 de febrero de 2002
    Le hizo mucha gracia lo del arrojo porque era una broma relacionada con lo de su abuelo. – Algún día tengo que agradecerle a Lawrence el trabajo bien hecho. – Y estuvo a punto de decir "y que me dé la receta de cómo se crean niños tan bonitos y perfectos" pero bastantes delirios de futuro habían tenido ya esa noche, mejor dejarlo estar. Se apoyó en la cabeza de su novio y dijo con tono dulce. – Marcus O'Donnell arreglando los problemas del mundo. – Como su padre, igualito. Pero bueno, a Sean no le vendría mal una ayuda, desde luego, especialmente si así aterrizaba un poco en el mundo. Pero sí, ambos les debían mucho. Se rio un poco a lo de Theo. – Es imposible no ser amigo de Theo. Y él opina como tú respecto a las tartaletas. Le he dicho que busque en La Provenza, allí las sabe hacer todo el mundo. – Y rio, aún inserta en aquel abrazo que no quería soltar.

    Que Fenwick era un hueso duro de roer. Y tanto que sí. A Gal le entraban temblores cada vez que se acercaba la hora de Transformaciones y no veía la hora de salir. A veces deseaba que aquella madlita asignatura no fuera tan tremendamente útil. Chasqueó la lengua y entornó los ojos a lo de la sirena, pero antes d poder responder, su novio ya se había lanzado a hacerle cosquillas y a comportarse como un niñito adorable, y eso le encantaba demasiado, muriéndose de risa en el proceso y sintiendo un escalofrío cuando notó que le mordía en el cuello, aunque fuera flojito. Uy. Ya tenía otra cosa nueva que pedirle la próxima vez que... Mejor no se paraba a pensar en eso ahora, a ver si al final iban a acabar rehilados otra vez.

    Y ahí estaba otra vez su niños pequeño quejoso. – Sabes que yo me quedaría así absolutamente toda la noche. Que no hay nada que me guste más que mirarte y acariciarte. – Y dejó que le diera aquel beso tan bonito, con sabor a chuche, intenso y tierno a la vez, como eran ellos, y durante el rato que duró el beso solo tuvo que dedicarse a él y disfrutarlo. Se separo y le miró sonriente. – Esto no es nada para el mejor novio del mundo. Pienso superarme a mí misma cada año si puedo, no mereces menos, mi príncipe azul. – Dijo, orgullosa y satisfecha con lo que había logrado. Y se había llevado su taza transmutadora y su ramita eterna. No podía estar más feliz.

    Se separaron y, mientras Marcus se vestía, se dio cuenta de la circunstancia de que su novio iba cómodamente con el uniforme y ella había tenido la genialísima idea de irse con la lencería y la gabardina. Pero bueno, si alguien tenía nervio para aguantar con aquel atuendo, era ella. Se terminó de "vestir" y se puso a recoger todas las cosas para meterlas en el bolso y encendió los candelabros del pasillo, para poder apagar las velas y guardarlas. Cuando terminó, se acercó a Marcus y abrazó la cintura de su novio, viendo el sol y la luna como hacía él y apoyó la cabeza en su hombro. – Nos quedamos para siempre aquí dentro. – Le dio otro beso y dijo. – Pero ahora quiero que me enseñes el palacio que el rey y la reina de Ravenclaw van a tener. – Y salieron de la mano del pasillo, entre risas, y deseado encontrarse con medio castillo, aunque en realidad fuera medio desnuda, quería que todo el mundo fuera testigo que cuán feliz era. Y casi como si le hubiera invocado, oyó una voz que, poco a poco empezaba a hacérsele familiar. – ¡Hermana! ¡Marcus! ¿Dónde estabais? – See giró y vio a Dylan y Olive sentaditos junto a una ventana. Gal se acercó con una sonrisa y dijo. – Celebrando San Valentín. Se lo he dicho. – Saltó Olive. – Y que nos os buscara, que los novios tienen que celebrar San Valentín solos, porque están enamorados. – Gal se sentó al lado de su hermano abrazándole con un brazo. – ¿Me has echado de menos tú o qué? ¡Y estás hablando! – Dylan en un principio la abrazó y luego se separó muy digno. – Estaba preocupado por ti, eres mi hermana. Y bueno, es San Valentín. Es un día especial, puedo hablar. – Se reasentó y se puso muy recto. – Además, venía a contarte que he visto a esa amiga tuya de las gafas en mi sala. A la otra prefecta. – Ella se giró alzando mucho las cejas. – ¿A Kyla? – Olive asintió abriendo mucho los ojos. – Sí, sí, con la otra prefecta, la del pelo de colores. – Gal entrecerró los ojos. – ¿Y tú como lo sabes? ¿Habéis estado los dos en la sala o qué? – Olive se encogió de hombros. – Allí había mucha gente, los Hufflepuff dejan entrar a todo el mundo. – Gal rio y miró a Marcus. – Veremos qué más sorpresas nos encontramos hoy antes de llegar a la sala... – Mierda, casi se delata. – A la sala común.
    Merci Prouvaire!


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    Vie Abr 30, 2021 4:24 pm

    La palabra más hermosa
    CON Alice EN Pasillo del cuarto piso A LAS 8:00h, 14 de febrero
    - Hm, tendré que esforzarme más y más cada año... Me gusta. Me gustan los retos. - Le guiñó un ojo con una sonrisa y se separó para vestirse. Cuando acabó, se rio un poco y se miró a sí mismo. - Con lo planchadito que yo venía. - Bromeó, girando la cabeza para mirarla. Entonces la vio de nuevo en la lencería y... Solo con la gabardina. Arqueó una ceja. - ¿Has venido solo con eso? - Preguntó con curiosidad real... Pero se le escapó una risa. - ¿Quieres mi túnica? - Al fin y al cabo, él llevaba el uniforme debajo. Pero Alice parecía tener más o menos controlado el tema de la gabardina, así que la dejó con ello, dejando la cabeza y sin poder evitar reír. - Solo a una Gallia se le ocurriría. - Dijo con adoración. Quizás en otra época el siempre perfectón y quejica Marcus O'Donnell habría dicho algo así como "pero Alice ¿cómo se te ocurre? Podrías haberlo traído en el bolso y cambiarte aquí". Pero, entonces, no sería Alice. No le sorprendería a cada paso ni le haría reír. No tendría esa magia que solo ella tenía. Era una locura, sí, pero era la locura de su novia. Y a él le encantaba así.

    Suspiró mirando a su alrededor, al pasillo tal y como lo conocieron, una vez Alice hubiera guardado todos los adornos. Negó con la cabeza, mirándola con admiración. - Es increíble que hayas montado todo esto, en serio. - Había entrado tan entusiasmado con la gymkana y con tantas ganas de... En fin, era Alice en lencería, normal que se hubiera cegado un poquito. Que casi parecía que había pasado por alto todo el escenario, pero nada más lejos. De hecho, seguía impresionado con que Alice hubiera hecho todo lo que había hecho. Casi lo había convertido en... Una parcela personal y de ellos, solo de ellos. Si había hecho eso con un pasillo, ¿qué no haría con una casa? Rodeó sus brazos cuando se apoyó en él y recibió ese beso. - Vayamos pues, majestad. - Dijo sonriente, tomándola de la mano y saliendo del pasillo, no sin antes echar un último vistazo en su interior.

    Salieron entre risas, de la mano, pero una voz les detuvo. - Ey, colega. Qué bien acompañado te veo. - Y tanto, anda que le había faltado tiempo a Dylan para pasar San Valentín con Olive. La respuesta de la niña le hizo reír y agarrar a Alice de la cintura, mirándola. - Sí que estamos enamorados. - Contestó, dejando un beso en su mejilla. Marcus proclamaba su amor a los cuatro vientos sin ningún tipo de problema, estuviera quien estuviera delante. Alice se sentó junto a Dylan y Marcus aprovechó para sentarse en el lado opuesto, dándole un toquecito hombro con hombro a Olive. - Así que le crecen chuches diferentes según el agua que le eches, ¿eh? No tenía ni idea. - La niña le miró con ojos de circunstancias y una sonrisilla, como diciendo "ya, claro, seguro que no", lo cual le hizo mucha gracia. - ¿Terminaste la gymkana? - Marcus asintió vehementemente, con una sonrisa fruncida. - Sí señora. - ¿Y cuál era tu regalo? - Preguntó la niña con ilusión. Marcus se quedó un segundo con la boca entreabierta. No se había preparado una respuesta a eso, y mira que era una pregunta obvia. - Eeem. - Miró a Alice, pero no tardó en dar con una respuesta apropiada. - Una cena riquísima para los dos solos. Y... - Alzó la cesta que llevaba en la mano. - A mí también me han caído chuches. - Dijo triunfal. Les acercó la cesta a los niños para que picotearan alguna y miró a Alice frunciendo una sonrisa. Salvado por los pelos.

    Él aprovechó para comerse una de las bolitas de chocolate y mousse de fresa, mientras le decía a Dylan. - Tu hermana se ha puesto muy chulita diciendo que se las iba a comer todas pero mira, le han sobrado. - Y le echó una miradita divertida a Alice. Pero casi se atraganta con lo que los niños tenían que contar. Alice se le adelantó confirmando si se trataba de Kyla, y Marcus rodó los ojos pero sin poder evitar que se le escapara la risa. Ya es potente vuestra comuna para haber arrastrado dentro hasta a Kyla, pensó. - Cuidadito con las reuniones en vuestra sala... - Murmuró por lo bajo, mientras buscaba un caramelo tropical. Nadie pareció escucharle, pero es que si no lo decía, explotaba. - Pues Olivia le ha dicho antes a unos de su curso que hoy va a hacer un dulce especial por ser San Valentín para comerlo en la sala común. - Eso sí que le hizo atragantarse, tanto que casi se le va el caramelo por otro camino y se tuvo que poner a toser. Iba a parapetar cualquier posible acercamiento de Dylan y Olive a los dulces de Olivia, pero la tos se lo impedía. - Puedes venir y lo proba... - Yo creo que mejor no. - Alcanzó a decir, con un hilo de voz y las lágrimas saltadas. Tosió de nuevo. Al menos había conseguido que los niños se callaran y le miraran, expectantes por un por qué. - Es que... - Carraspeó para aclararse la garganta, que de verdad que casi se ahoga. Y de camino se pensaba una excusa. - Creo que la prefecta me comentó que era un dulce para los que se van este año de Hogwarts, como despedida. Ya... haréis vuestros propios dulces en séptimo. - Los niños parecieron conformarse con la explicación, y Marcus miró a Alice con los ojos entornados.

    Olive dio un saltito y se puso de pie. - ¡Entonces vamos a por mi maceta! - Puso las manos tras la espalda y balanceó el tronco con una caída de ojos, hablando en tono de querer ser escuchada. - Como parece un poco especial, quiero ver si le salen cositas nuevas por tenerla al aire libre de noche. - Marcus se aguantó la risilla y puso mueca impresionada. - Me parece una sabia decisión. - La niña lo interpretó como que sí y dio un par de aplausitos entusiasmados en el aire. Ya estaba agarrando a Dylan de la mano para llevárselo corriendo, pero Marcus lanzó su última advertencia. - Pero que no se os haga muy tarde, que ya mismo hay que estar en las salas comunes. Cada uno en la suya. - Mi prefecta dice que los días como hoy todas las salas comunes son de todos. - Dijo Dylan. Marcus se ahorró rodar los ojos delante de él por respeto a su compañera. - Bueno pero mejor cada uno a la que le asignó el sombrero, por si acaso. - Pues es una directriz de mi prefecta, y tú siempre dices que le hagamos caso a nuestros prefectos. - Dijo Dylan, muy puesto, con una sonrisilla maliciosa. Marcus le miró con los ojos entrecerrados y le revolvió el pelo. - Eres muy listo, tú. - Pero Olive no tenía tiempo que perder así que le arrastró de allí.

    Suspiró en lo que emprendían camino a la sala de los menesteres y negó con la cabeza. - Voy a matar a Olivia, en serio. ¿Tú te crees? Al menos en quinto estaba más comedida, pero es que lleva todo el curso que va a lo loco. Bueno, ya empezó el año pasado. ¿Qué es esto? ¿Un templo del saber o una comuna de druidas? Y claro, luego confunde a los alumnos más pequeños. ¡Un dulce especial! Mira, escalofríos me entran. Es que de verdad... - Ya había vuelto el Marcus prefecto al ataque. Con la retahíla había llegado hasta el pasillo del séptimo piso. Solo tenían que doblar la esquina y caminar por el sitio exacto para que la sala se materializara ante ellos. Respiró hondo. - En fin, voy a concentrarme en el palacio de mi reina. - Dijo mirándola y apretando su mano. Pero justo al echar la vista al frente, antes de empezar a dar los pasos por delante del tapiz, la puerta se materializó. Se detuvo en seco con una mueca, a punto de tirar de Alice hacia atrás. Vaya, debía haber imaginado que, siendo San Valentín, la sala podía estar ocupada, muy probablemente por otra parejita, y ahora iban a generar un malentendido... Lo que no esperaba era ver salir a quienes vio salir. Y como les vio salir.

    Abrió los ojos como platos y la mandíbula casi se le cae al suelo. Ni siquiera dijo nada, solo se quedó allí, mientras sus amigos murmuraban apresuradamente entre ellos y, en el caso de Hillary, se intentaba peinar de aquella manera (no la había visto tan despeinada ni en la peor clase de Vuelo que hubieran dado) y Sean se peleaba con su corbata. De repente, les vieron, y se quedaron en el sitio, con cara de espanto. Ahí estaban los cuatro. En silencio, con las cuatro caras anonadadas, ninguno sin atreverse a hablar. Al final rompió Marcus el hielo. - ¿¿¿Perdoooona??? Y fue decirlo y caer a tierra. Iba a empezar a desternillarse y a hacer una batería de preguntas, y estaba seguro de que Alice estaba deseando hacer lo mismo que él, pero Hillary se adelantó. - Estábamos... - Empezó muy digna y muy erguida, pero aún quitándose un mechón de pelo de la cara. - Estábamos... - Pues mucha pose, pero no salía de ahí. Ya a la tercera ni le salió nada. Eso era para verlos a los cuatro mirándose: Hillary intentando buscar una excusa, Sean con cara de acabar de aterrizar allí y Marcus y Alice con las bocas abiertas y luchando por aguantar la risa. Hillary empezó a mirarles a uno y al otro con agobio, y al final le dio un codazo a Sean, que dio un sobresalto como si le acabara de despertar. - Eeemmm... - Balbuceó el chico. - Bueno, a ver... - Oye, que si queréis os dejamos volver a entrar hasta que tengáis una excusa. - Cortó Marcus, y entonces miró de reojo a su novia. Y ya sí que no pudo evitar echarse a reír.
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    Vie Abr 30, 2021 6:08 pm

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    CON Marcus EN Sala común A LAS 8:00, 14 de febrero de 2002
    Rio al mirarle cuando Olive le preguntó por el regalo y se tuvo que aguantar la risa, pero lo logró y dejó que fuera Marcus el que respondiera, porque generalmente, cuando metía baza ella, la acababa liando tremendamente. Por suerte, Marcus por fin había aprendido los beneficios de la filosofía Gallia de "negarlo siempre es peor" y supo remontar. También ayudaba que Dylan y Olive tenían las mentes tan limpias como el cielo de verano, y aún podía darles gato por liebre en esas lindes. Apoyó el cambió de tema a las chuches y soltó una carcajada ofendida. – Vaya, ahora resultará que te irás a quejar tú de que sobren bolitas de mousse. – Dijo irguiendo la columna y mirándole desde arriba.

    El comentario de su hermano la hizo volver a la tierra. Ay, Dios, Olivia... – Bueno, tú no tomes nada de la prefecta por si acaso.¿Y eso por qué? – Saltó su hermano, muy digno, porque cuando estaba Olive delante se tenía que poner muy puesto él. – Porque Olivia es muy mala en Herbología y Pociones y le salen las cosas regular, en el mejor dee los casos te coges una intoxicación y te quedas tres días anclado al váter. – Le dijo picándole en las costillas, a lo que su hermano sonrió y negó con la cabeza. Gracias a Dios, Olive tenía un plan más entretenido al que Dylan tardó dos segundos en adscribirse, promulgando las proclamas de sus prefectos de paz y amor y que las salas eran de todos, ¿por qué no? Gal tuvo que morderse los labios por dentro para no morírsete de risa y dejar la autoridad de Marcus pro los suelos. Pero en cuanto Olive y su hermano desaparecieron de su vista se dejó caer sobre el hombro de Marcus. – ¡No me lo puedo creer! Maldito criajo. No sé a quién sale, mi padre no tiene tanto desparpajo para rebatir las normas, él simplemente las incumple y ya está. – Y tuvo que reírse un poco más porque le había matado demasiado aquella salida de su hermano. – Al final vamos a agradecer que no hable, que cuando abre la boca es para liarla.

    Volvió a andar de su mano, camino de la Sala de los Menesteres, toda contenta porque llevaba a Marcus a su lado. Pero otra vez le atacó la risa con lo de la colonia de druidas, e intentaba responderle pero no podía, porque cada vez que empezaba a hablar le daba más la risa. – Muy bien dicho, señor Lawrence O'Donnell. Feliz San Valentín 1930. – Y venga a reírse otra vez que se le salían las lágrimas. Se puso delante de su novio y le agarró las mejillas, manteniendo su sonrisa. Se inclinó sobre sus labios con un besito y dijo. – Cómo me pones cuando te da la vena de prefecto gruñón y rectísimo. – Sonrió aún más a lo del palacio y se separó de él subiendo escaleras a la Sala de los Menesteres riendo y girándose de poco en poco. – Cuidado. príncipe azul, que se te escapa la sirena. – Y así, huyendo de él entre risas, llegó delante del tapiz. Se había puesto a esperar a que Marcus invocara la sala (al fin y al cabo era él el que la había visto como querían volver a verla ahora), cuando la puerta se materializó sola. Y lo que vio salir, por un lado le costó creerlo, y por otro, estaba segura de que algún día lo vería. Sus amigos no podían ser más obvios. ¿Así de obvios se veían Marcus y ella en Navidad? ¿O cuando salían e algún lugar recóndito en el que hubieran estado ahogando un calentón? Otra vez tuvo que hacer ejercicio de contención de la risa mientras sus amigos buscaban excusas. En un gesto de solidaridad, alargó el brazo y recolocó un poco los mechones rubios de Hillary. – Sí, peínate antes de bajar anda. – Pero ya con la frase de su novio, se miraron y se echaron a reír. – No tiene gracia, y no sabéis lo que estábamos haciendo. – Y más se reía ella. – A ver, Hills, es muy gracioso, y yo diría que es bastante obvio. – Y otra vez ahogándose de la risa. Su amiga se cruzó de brazos enfurruñada. – Bueno, ¿y vosotros qué? Que mira como vienes tú a la Sala de los Menesteres. Di tú qué llevas debajo de la gabardina. – Ella paró un poco de reírse y se encogió de hombros. – Tú ya lo sabes y este ya lo ha visto, el único que está en la inopia es el pobre Sean, pero yo diría que se lo imagina. Como nosotros nos imaginamos de qué venís. – Se incorporó un poco y dijo. – Pero bueno, que si queréis os dejamos más intimidad, ¿eh? – Hillary resopló y agarró a Sean del brazo, yéndose de allí. Gal se acercó a Marcus y dijo por encima del hombro. – Sí, huye, huye, que ya me voy a vengar yo de dos años de investigaciones de la letrada Vaughan. – Y rio mientras observaba a su amigo dejarse llevar como un muñeco sin voluntad.

    Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, dio dos saltitos al lado de su novio y le miró con cara de ilusión infantil. – ¿Qué te dije? Alguien ha dado un paso esta noche. – Se puso más seria y alzó el índice. – Ahora solo hace falta que no la cague ninguno de los dos. Que no sería de extraña. Hmmmm... – Entrecerró los ojos sin quitar la sonrisa. – Habrá que investigar. – Se giró a Marcus. – Por lo pronto, sabemos que la sala está libre y yo quiero ver mi palacio. – Estaba dispuestísima a entrar, pero justo antes, agarró a Marcus. – ¡Ay! Espera, espera, que estoy nerviosa. – No sabía bien por qué, peo es que sentía que era un momento importante. Tomó aire y miró a Marcus con los ojos brillantes. – ¿Y si cierro los ojos y me guías? Y donde tú me digas los abro. – Se acercó a su rostro y dejó un pequeño beso. – Confío ciegamente en ti. – Tenía el corazón en las sienes y no podía aguantar las ganas. En cuanto la puerta se materializó ante ellos de nuevo, cerró los ojos y se agarró dele brazo de Marcus, dejándose guía al interior. De entrada, le encantaba el olor del sitio. Era un olor suave, a madera, chimenea y flores de fragancia discreta y suave, pero lo justo para notarlas. Solo de eso, ya estaba encantada, y no podía esperar a que Marcus le diera el permiso para abrir los ojos.
    Merci Prouvaire!


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    Vie Abr 30, 2021 7:43 pm

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    CON Alice EN Pasillo del cuarto piso A LAS 8:00h, 14 de febrero
    Su risa pareció activar a Hillary. No como a Sean, que seguía como si no supiera ni donde estaba. Ah, sí, conocía esa sensación. No hacía falta que le dijera lo que había hecho, se lo estaba viendo en la cara. En lo que Hillary seguía relatando ella sola, miró a su amigo y arqueó las cejas. El otro intentó esquivarle la mirada, fingiendo estar apurado... Pero, ah, le vio la sonrisilla escondida. Se mordió el labio y negó con la cabeza. Ya hablaría con él, ya. La chica no tardó en indignarse y salir corriendo... Pero se dejó algo atrás, y no a su amigo precisamente. - ¡Eh! Creo que se os ha caído esto. - Dijo, levantando la flor amarilla del suelo, bastante más grande que como se la había dado a Sean. Fue este el que volvió a por ella y la recogió rápidamente, mirándole intensamente, sin decir nada, mientras Marcus se aguantaba la risa. En cuanto sus amigos desaparecieron, se giró sobre sus talones y miró a Alice, con los ojos muy abiertos. - Guau. - Dijo simplemente. Desde luego que no esperaba que acabaran la noche así, tal y como se los había dejado aquella tarde.

    La miró con una sonrisilla. - Ah, ¿sí? ¿Su majestad quiere ver su palacio? - Estaban creyéndose mucho eso de que era su casa de verdad, ¿lo sería? Para eso la sala de los menesteres tenía que hacer predicciones de futuro. Ah, y también deberían de existir las predicciones de futuro, cosa en la que ambos eran escépticos. Pero realmente la sala mostraba tus necesidades... Y si algo necesitaban ambos, era un hogar en el que ser felices juntos. Era posible entonces, ¿no? O al menos les serviría para coger ideas para cuando tuvieran su casa de verdad... Ideas que ellos ya tenían, en el fondo. Porque realmente la casa que había visto parecía diseñada a medida de los dos.

    Se tuvo que reír ante su reacción, y solo pudo acercarse a ella y poner las manos en su cintura con cariño. - ¿Ves como sigues siendo la misma? - Esa era su Alice, su mejor Alice, la que se ilusionaba por todo, la que escalaba ella solita hasta convertirlo todo en un juego o en un enigma a resolver. Recibió su beso y arqueó una ceja. - Pues espérame aquí. - Dijo, dejando a la chica ante el muro en el que aparecería la puerta y comenzando a caminar, notándose el corazón palpitar y mordiéndose el labio de la emoción. A ver, tenía que concentrarse, tenía que salir bien. Antes lo había creado inconscientemente, sin saber. Ahora caminaba de un lado a otro pero no dejaba de mirar a Alice, con esa sonrisa, esperándole. Tenía que hacerlo por ella. Si realmente la sala detectaba las necesidades, lo sabría. Sabría que por ella haría lo que fuera. Y ahora necesitaba hacer justo esto.

    La puerta apareció y notó como el corazón se le saltaba un latido. Se acercó a su novia con una sonrisa radiante y se irguió ceremoniosamente, agarrado de su brazo. - No esperemos más. - Respiró hondo y abrió la puerta, ilusionado. Y sí, ahí estaba, esa casa... Su casa. Antes no lo sabía, pero ahora sí, estaba convencido. - No los abras aún. - Susurró al oído de su novia, admirando el entorno. Ahora había más cosas, la estancia parecía más iluminada, y donde antes se veían los muros y vidrieras del castillo, ahora había una pared de un claro tono azulado. Ahora parecía más una casa de verdad que una estancia ilusoria y prefabricada por esa sala, aunque seguía sin haber paredes separando las habitaciones, y tampoco se veía el segundo piso. Daba igual, él tenía muy claro dónde quería llevar a Alice. - Ven conmigo. Pero no abras los ojos. - Dijo en un susurro, y condujo a la chica despacio hasta el jardín que estaba tras la cocina. Para llegar hasta ahí pasaron por un lateral del salón. No podía evitar mirar a Alice, aún con los ojos cerrados pero ya con esa sonrisa de ilusión, así como pasar sus ojos por todas partes... Y, como no iba mirando por donde pisaba, se tropezó con algo que había por el suelo. - Perdón. - Dijo con una risa, hubiera sido gracioso que tirara a Alice, que la pobre iba a ciegas, se suponía que debía guiar él. Miró extrañado hacia atrás para ver con qué se había tropezado... Y lo que vio le pareció muy raro. Siguió caminando, pero con el ceño fruncido, tratando de identificar lo que había. ¿Eran... cubitos? Parecían bloques de colores. Bueno, luego si eso miraba mejor.

    Antes no salió al jardín, desde donde estaba solo vio el enorme almendro, algunas flores y el huerto. Pero al salir vio algo más que hizo su corazón latir con fuerza, pero se mordió los labios para no desvelarlo antes de que Alice abriera los ojos. Puso sus manos en los hombros y la colocó frente al árbol. Había un columpio atado a este en el que no se había fijado antes, supuso que no lo había visto desde la puerta. Se asomó a su hombro y susurró. - Ya los puedes abrir. - Esperó a que lo hiciera, sin dejar de mirarla, deseando ver su expresión. Solo por esa sonrisa, esos ojos iluminados, merecía la pena haber ido hasta allí. Ahora sí que necesitaba tener esa casa, hacerla realidad.

    Se puso tras ella y rodeó su cintura, apoyando la cabeza en su hombro. - Ya sé que te pone mucho este prefecto gruñón y rectísimo... - Ah, sí, es que eso le había gustado mucho, no iba a dejarlo pasar tan fácilmente. - Pero... Puedo ser por un ratito el dueño de esta casa, junto a la dueña de esta casa, y simplemente mirarte sonreír. ¿Cómo lo ves? - Volvió a apoyar las manos en los hombros de ella y la giró un poco hacia su izquierda. - Y creo... Que no has visto eso. - Colocó a la chica mirando hacia el taller, porque no lo había visto por dentro, pero ponía la mano en el fuego porque lo que tenían delante era un taller de alquimia como el de su abuelo, pero más grande. Y, por supuesto, rodeado de flores. Sonrió y volvió a decir en su oído. - No está mal para Lawrence O'Donnell. ¿Te sigue pareciendo que estamos en 1930? - Bromeó, pero dejó un beso en su cuello. La miró desde su posición y, con el corazón en la mano, preguntó. - ¿Te gusta? -
    Merci Prouvaire!


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    Alchemist
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    Sáb Mayo 01, 2021 7:23 am

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    CON Marcus EN Sala común A LAS 8:00, 14 de febrero de 2002
    La situación era demasiado cómica y pensaba recordarles cada detalle hasta el extremo. Ahora entendía a los padres y Lex con el pitorreo de Nochevieja, era demasiado divertido y tentador. Pero ahora querría ver su palacio, como decía Marcus. No podía aguantar la ilusión y sabía que eso le generaba más ilusión al chico.

    Una vez dentro, sintió como Marcus seguía tirando de ella. Guau, sí que era grande aquel sitio. Sonrió y negó con la cabeza. – No los abro, te lo prometo. – Pero casi lo incumple cuando oyó a Marcus tropezar con algo que, según parecía, estaba por el suelo. No se imaginaba una casa de Marcus O'Donnell con cosas por miedo en el suelo, pero bueno, si era suya también podía haber un poquito de caos Gallia. Notó un cambio de luz incluso a través de los ojos cerrados, y notó también cómo Marcus la situaba por lo hombros frente a algo. Casi le daba hasta miedo abrir los ojos cuando se lo susurró, y a la vez se moría de ganas. Y cuando lo hizo, no se podía creer lo que veía. Era un jardín absolutamente perfecto, con un almendro enorme en flor. – ¡Es un almendro! Como el que plantó mi madre para mí. – Dijo ilusionada y con la voz tomada por la emoción. Miró al rededor y señaló a un huertecito. – ¡Y mira! Ahí hay de todo para las pociones, cada surco tiene sus etiquetitas. – Como decía siempre Mustang que había que tenerlo, pero ella en su casa de Guildford no tenía sitio suficiente para un huerto. – ¡Qué de cosas! ¿De verdad este jardín sería nuestro? Sería tan absolutamente perfecto... – Miró el césped tan ordenado y bien cuidado. Dejó que Marcus la abrazara y apoyó una de sus manos sobre las de él mientras con la otra seguía señalando. – ¡Mira! Es un sicomoro, como al que me subía yo de pequeña en casa de mis abuelos. ¿Y eso es un columpio? ¡Ay como el mío! Qué genial así podré seguir teniéndolo cuando tengamos una casa y no echaré de menos mi casa. – Se rio de su propia afirmación. – Aunque sería imposible echar de menos mi casa de ahora viendo esta...

    La voz de Marcus la hizo aterrizar y se rio, removiéndose cariñosamente en sus brazos, cuando aludió a lo que le había dicho antes. Ya sabía ella que eso le iba a gustar. Pero cero los ojos con una sonrisita cuando le dijo lo del dueño de la casa. – Sí. Es como el mejor sueño que haya tenido en la vida. – Pero aún había más, porque Marcus volvió a girarla. Y lo vio. Recordó tanto el taller del abuelo Larry de golpe que su corazón se desbocó. – Eso es... ¿Un taller? ¿Como el del abuelo? – Ahí sí tuvo que soltarse y correr hasta el dicho taller, tocando las paredes y rozando la puerta con los dedos. – Lo que me parece es que no puedes esperar a empezar a montar esto de verdad. – Se mordió el labio y miró al rededor. – ¡Y mira cuántas flores, mi amor! Y están super bien colocadas, porque aquí en la zona umbría están las herbáceas y allí las flores como los geranios y las petunias. Es... – Se levantó, porque se había agachado ante las flores, justo cuando le preguntaba que si le gustaba. Avanzó hacia él y le tomó de las manos, mirándole con intensidad. – ¿Que si me gusta? ¿Tú has visto esto, Marcus? Es... Es el jardín perfecto, es... Más de lo que yo podría soñar, amor mío. – Se inclinó y le besó acariciando su cara. – Por eso eres tú el que tiene que soñar a lo grande de los dos. Con la mitad de esto me hubiera más que conformado. – Rio, emocionada, con los ojos brillantes, mirando a su al rededor. Y entonces, reparó en que había una casa que ahora quedaba a su izquierda. – Espera, espera... ¿Está la casa también? – Se dirigió a la ventana, donde había macetitas con flores de colores, pequeñitas, perfectamente cuidadas. – Hay que ver, qué buen gusto. – Comentó con una risita, y se asomó mirando dentro. Inmediatamente vio bastantes cosas que le interesaban y se dirigió de nuevo hacia Marcus. – Llévame dentro. – Pidió con expresión ilusionada. Pasó el brazo por sus hombros, poniendo su costado contra él. – Pero llévame bien, señor O'Donnell.– Dijo alzando una ceja y poniendo una sonrisita de lado. Sabía que le entendería. Ya que estaban en la ficcioncita, que la cogiera en brazos y la llevara así a dentro de la casa, como los recién casado.
    Merci Prouvaire!


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    Alchemist
    Freyja
    Alchemist
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    Sáb Mayo 01, 2021 10:52 am

    La palabra más hermosa
    CON Alice EN Pasillo del cuarto piso A LAS 8:00h, 14 de febrero
    Podría pasarse toda la vida viéndola así, y lo mejor de todo es que algún día lo haría. Esa ilusión, esa forma de abrir los ojos mirándolo todo, sonriendo, fijándose en cada flor y hasta en las etiquetas. Eso último le hizo reír. - No esperaba menos del jardín de Alice Gallia. - La pregunta le hizo mirarla y morderse el labio. Tú eres perfecta. Pero no dijo nada, solo permaneció allí, sonriente, disfrutando de la felicidad de Alice. Podía hacerlo. Podía cumplir su sueño. Podía hacerla feliz para siempre.

    - Ni que lo digas. - Susurró a lo del mejor sueño que había tenido, llenando el pecho de aire. La había visto triste demasiadas veces, le había quitado el sueño pensar en qué estaría pensando ella, en si estaría bien, y verla así era mejor que un sueño sin ninguna duda. Pero en lo que él la miraba embobado ella salió corriendo. Soltó una carcajada. - Esto sí que no va a cambiar nunca. - Murmuró para sí mismo mientras la seguía, dirección al taller. A su comentario ladeó la cabeza. - Desde luego que no. Cuando he venido antes no lo he visto, aunque en el fondo intuía que estaba aquí. Lo que tengo claro es que este es más grande de lo que hubiera imaginado nunca. - La abrazó por la cintura y la miró con cariño. - Porque ahora va a haber dos personas trabajando ahí dentro. - Sí que no podía esperar. ¿De verdad era real todo aquello? Bueno, sabía que era una ilusión de la sala de los menesteres, pero basada en lo que ambos querían y sentían. Lo difícil de todo aquello era encontrar a alguien como Alice, y que le amara como ella lo hacía. Preparar una casa con cosas bonitas era muy sencillo en comparación.

    Se quedó mirando a la chica agachada ante las flores, hasta que esta se levantó y se puso frente a él, con esa mirada emocionada. Recibió el beso y sonrió, negando con la cabeza con una risa leve. - Pues no es ni la mitad de lo que tú te mereces. - Acarició su mejilla y susurró sobre sus labios. - Puedo soñar todo lo grande que tú quieras, si con eso voy a hacerte feliz. - Era lo que más deseaba en el mundo. Giró el rostro hacia donde señalaba y rio. - ¡Pues claro! Hemos entrado por la puerta de la casa, pero sabía que ibas a venirte de cabeza al jardín, por eso te he traído. - Y entonces le pidió que la llevara dentro. Por supuesto que pensaba hacerlo, pero la petición le encantó. - Faltaría más... - Dijo con una exagerada pose caballeresca, pero no pudo evitar reír de pura felicidad. La alzó en sus brazos y terminó la frase. - ...Majestad. - Había estado a punto de decir Señora O'Donnell, por muy poco. Pero continuarían con el rollito de la realeza, que si todo iba bien, ya iba a tener muchos años que llamarla así.

    Se encaminó al interior y dijo. - Le presento a usted la cocina, el lugar en el que pienso convertirme en un maestro de los desayunos de San Valentín y en el que espero ver muchas tartaletas de lavanda. - Comentó con tono alegre, sin poder evitar reír, y por supuesto sin soltarla de entre sus brazos. La casa se veía un poco rara al entrar, así que matizó. - Oh, lo de no tener paredes supongo que es un efecto de la sala de los menesteres para que la veamos bien. No te preocupes, procuraré que nuestra casa de verdad tenga las habitaciones separadas entre sí. - Dijo entre risas, caminando hacia dentro y llegando al salón. - Y aquí está el salón, donde me puse a pensar dónde habría escondido mi novia su maravillosa nota. - Siguió en el mismo tono, pero entonces él solo recordó algo y miró al suelo. - Cuidado, que hay... Cosas... Ahí... - Dijo, mirando los cubos y sin soltar a Alice. Entonces se fijó y se le escapó una risa. - Mira, uno tiene una A, como el que yo te regalé. - De hecho... Perfectamente podía ser el cubo que él le regaló, el mismo. Ladeó la cabeza sin dejar de mirarlos. - Es que parecen los míos en realidad... - Estaba centrándose ya demasiado en los cubos (y rallándose un poquito) así que solo sacudió la cabeza y sonrió hacia la chica, reencaminándose al sofá. - En fin, no sé qué hacen ahí. - Dijo con una risa de quitar importancia, aunque no podía dejar de pensar en que eran sus cubos... Y el cubo de Alice... Juntos... En el salón que ellos tendrían de adultos... En el mismo sitio en el que jugaban de pequeños...

    - Ahora voy a dejar a su majestad aquí, bien cómoda. - Comentó entre risas, poniendo a Alice delicadamente en el sofá. Cuando lo hizo, le guiñó un ojo y se sentó junto a ella. - ¿Qué te parece? La última vez que te cogí en brazos iba un poco más perjudicado, me tenía que resarcir. - Bromeó, acercándose a ella y abrazándola, ambos acurrucados en el sofá. Miró hacia arriba. - Tiene segundo piso, supongo que estarán ahí las habitaciones, pero la sala no ha llegado a diseñar tanto. - Miró a su alrededor, orgulloso. - Aunque con esto está bastante bien para empezar, ¿no te parece? - Sí que estaba bien. Se quedaría ahí viviendo con Alice todo lo que quedaba de curso si pudiera.

    Después de recorrer la casa con la mirada, se acurrucó un poco más con la chica, rodeándola con sus brazos y apoyándola en su pecho, perdiendo la mirada en la chimenea encendida. Pasaron unos segundos así, en silencio, sonriendo. Disfrutando simplemente de la compañía el uno del otro. Por un leve instante, se le fueron los ojos a los cubitos de colores que había por el suelo... Pero decidió dejarlo estar. Simplemente tomó aire hondamente, echándolo despacio por la nariz y ensanchando la sonrisa. - Es perfecto. - Musitó. Acarició el rostro de Alice para que le mirara y le dijo. - Es nuestro. - Se acercó y besó sus labios con ternura, lentamente. Percibiendo el olor a flores y el calor de la chimenea, la suavidad de su piel y la comodidad del sofá en el que estaban. Todo el encanto de su vida con Alice resumido en una sola sala. Se separó de sus labios y volvió a abrazarla, apoyando la cabeza en su pelo, perdiendo la mirada en el fuego. - Yo sería feliz contigo en cualquier parte del mundo. - Dijo con voz suave. Acarició el pelo de la chica, sonriendo ampliamente, y añadió. - Pero seremos felices aquí. -
    Merci Prouvaire!


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    Alchemist
    Ivanka
    Alchemist
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    Sáb Mayo 01, 2021 11:52 am

    La palabra más hermosa
    CON Marcus EN Sala común A LAS 8:00, 14 de febrero de 2002
    Un escalofrío recorrió toda su columna cuando dijo que dos personas iban a a estar trabajando allí. Era solo pensarlo y se le ponían todos los pelos de punta y se le humedecían los ojos. – Dos personas que tienen que comer antes de entrar como condición. – Soltó una carcajada. – A una de ellas le va a costar más que a la otra tal cosa. – Cerró los ojos solo para sentir su susurro y sus labios acariciándola. Pasó los brazos por su cuello y abrió los ojos, sonriendo. – Ay, mi amor. Si yo sería feliz viviendo en una cabaña en medio del campo de lavandas. Pero si encima me das esto... – Y entonces recordó lo que le decía siempre su madre cuando iban por el barrio de los O'Donnell. "Sí, son casas muy bonitas, pero nosotros somos felices, con eso nos basta". Y qué razón tenía. Le encantaba todo aquello, pero, realmente, lo que más le gustaba de todo aquello era poder imaginar un futuro junto a Marcus. Besó sus labios con ternura y dijo, con emoción contenida. – Yo sí que soy la mujer más feliz del mundo.

    Dejó que la levantara en brazos entre risas, admirando a ambos lados, para no perderse detalle. – ¡Madre mía! Pero que cocina más grandísima. Claro que si tengo que cocinar para Marcus O'Donnell falta va a hacer. – Dijo reflexionando ella sola. Era verdad que la casa no tenía paredes, pero le gustaba, para poder verlo apropiadamente. – ¡Oh mira cuantísimos libros hay allí! ¿Es una biblioteca? Me encanta, me parece necesaria en la casa de unos Ravenclaw... – Estaba fijándose en los sofás que tenían un color precioso y veía muebles de madera brillante, con jarrones de flores por todas partes. Peo Marcus estaba muy pendiente de algo en el suelo. Ella agachó la cabeza y frunció el ceño. – Sí, sí que parecen los bloques que tenías de pequeño. A poco es normal, y nuestros padres nos dejan llevarnos nuestra cosas para... – "Para cuando las necesitemos" había sido su línea de pensamiento. Pero eso sí que le costaba más. Le costaba media vida solo plateárselo. – Para tener también nuestros recuerdos aquí. – Lo salvó.

    Pero estaban tan en la nube, que en seguida se le olvidó aquella línea de pensamiento, en cuanto Marcus la dejó en aquel sofá tan cómodo. Se tuvo que echar a reír con lo que dijo. – Si te soy sincera, tengo recuerdos difusos de ese momento de la noche. Yo prefiero recordar cuando me bajaste así de un melocotonero. – Se hizo a un lado para recibirle junto a ella y siguió pasando los ojos por la estancia. Todo era nuevo y precioso y a la vez... Se le hacía familiar. Especialmente las vigas del techo. Ella las había visto... Pero ahora mismo estaba tan descontextualizada que no sabría señalar dónde. – Solo con esto me parecería un palacio. – Comentó con una risa, acariciando los rizos de Marcus. – Todo es maravilloso. Los sofás, las paredes azules, la chimenea, las flores en los jarrones... – Pero Marcus se acercó a ella, y ya solo podía verle a él y recibir su beso. – Nuestro... – Rio un poquito. – Igual podría ser esa la palabra más hermosa. – Cerró los ojos y se enterró en su pecho, acurrucándose en aquel sofá tan cómodo. – Podemos ser felices un ratito más aunque sea aquí. Para que no se nos olvide cual es la meta. – Le besó otra vez y volvió a pensar en su madre. Había elegido su propio camino y lo había elegido libremente y encima había acertado. "Gracias, mamá".
    Merci Prouvaire!


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