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    Alchemist
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    Dom Mayo 16, 2021 11:56 pm

    ¿Me estás retando?
    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Estaban copiando apuntes a toda velocidad sobre los encantamientos que entraban en los TIMOS, y era bastante importante, pero Gal estaba muriéndose de ganas de soltarle a Marcus la información que ella sabía que tenía y él no, porque eso no solía ocurrir. Pero, primero, quería enterarse bien de aquella lista, y segundo, porque Marcus podía aprender un Avada Kedavra solo para asesinarla por robarle la posibilidad de tener perfectamente copiados y aprendidos aquellos hechizos. Así que se limitó a terminar de escuchar a Silver.

    Que sentía cosas por Marcus, ya lo tenía asumido, pero cada vez le costaba más ocultarlo. Era como si la sangre le ardiera y una fuerza interior le empujara a tentarle, a tontear, a decir cosas que él sabía que interpretaría de tal forma, quería estar con él a solas, aunque no hicieran nada. Aunque no hubieran hecho nada desde lo del pasillo (y lo del pasillo había sido bastante). Y también se encontraba a sí misma pensando qué pensaría Marcus si ella dijera tal cosa, si se pusiera esta otra. Sin ir más lejos, aquella mañana, se le había ocurrido agrandar con un hechizo uno de sus lazos azules para ponérselo en la cabeza como una diadema, con el lacito justo en la parte de arriba, encima de la frente, solo porque sabía que él se fijaría en algún momento. De tal manera, que lo de contarle que conocía y controlaba el Protego, lo estaba barajando porque sabía que a Marcus le gustaba que ella supiera cosas, le pasaba mucho con las plantas.

    Así que en cuanto Silver dejó de hablar y les dio tiempo para desarrollar el ejercicio (que ellos ya tenían hecho, porque lo habían hecho hacía un par de días cuando estudiaban el Silentium y se vieron venir que habría que hacer una pequeña investigación al respecto, se acercó a él y le dio suavecito por el codo. – Eh, prefecto... – Susurró con retintín en la voz. – ¿A que no sabes qué hechizo de esa lista no solo me sé ya si no que lo controlo perfectamente? – Se giró en su sitio y le puso una mirada y sonrisa muy pícaras. – Protego. – Dijo vocalizando mucho. – Hago unos escudos que lo flipas, de hecho ya solo me falta que me salgan completamente transparentes. – Sí, los bordes de los mismos le seguían salido de un color entre azul y morado y eso daba pistas a los oponentes. Se cruzó de brazos y alzó una ceja. La otra razón por la que se moría de ganas de soltarle aquella información era porque había un tema con el que tenía ganas de picarle desde hacía tiempo y para el cual el Protego le daba una buena excusa. – ¿Y sabes quién me lo enseñó? – Dejó una pausita dramática y se inclinó hacia él. – El propio profesor Handsgold en el club de duelo... – Se miró las uñas fingiendo despreocupación. – Si vinieras alguna vez a verme... Podrías verlo. Y te lo podría enseñar. Y hasta si tú quisieras... – Giró la cabeza para mirarle con cara de niña buena. – Podríamos practicarlo... – Suspiró muy fingidamente. – Y justo hoy, que tenemos duelo libre... En cuanto acaba la clase...
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    Lun Mayo 17, 2021 12:00 pm

    ¿Me estás retando?
    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    Desde que había vuelto de Navidad estaba mucho más tenso. El motivo era obvio: los TIMOs. No es que él tuviera miedo alguno a sacar ninguna nota por debajo del sobresaliente, cuanto menos a suspender. Pero llevaba cinco años allí con un expediente brillante y la mejor media del castillo, por lo que tenía un estatus que mantener. Se había puesto el listón demasiado alto a sí mismo. Por no hablar de que alguien que ostenta el cargo de prefecto de la casa Ravenclaw no podía permitir que nadie sacara una media más alta que la suya. Efectivamente, las autoimposiciones absurdas de Marcus.

    El Profesor Handsgold acababa de darles tiempo para hacer un ejercicio que ellos ya tenían hecho. Novedad. Le pasaba mucho a los profesores, que daban tiempo para hacer trabajos que en teoría ya deberían estar hechos, porque, ¿quién no hacía una investigación profunda sobre el hechizo que te acababan de pedir que te aprendieras? En fin. Le iba a venir bien el hueco para repasar el listado de hechizos que caían en los TIMOs, el cual ya se sabía de memoria, pero quería categorizarlos en función del nivel de dominio que tenía de cada uno. A ver en cuantos gradientes dividía el nivel "alto".

    Estaba totalmente inmerso en copiar otra vez los hechizos, pero esta vez en un pergamino distinto y con la categorización incluida, cuando notó el leve codazo y la llamada de atención de su amiga. La miró de soslayo y esbozó media sonrisita ladeada. Otra que estaba aburrida, normal, como que habían hecho juntos esa investigación, y además Alice era más tendente al aburrimiento cuando las circunstancias estaban tranquilas que él, que se entretenía simplemente pasando a más limpio lo ya limpio de por sí. Había devuelto la vista a su copiado mientras ella hablaba, pero la respuesta a la pregunta que ella misma había hecho le hizo levantar la cabeza. Comprobó que el profesor no estaba por allí y, con un suspiro mudo, se giró, apoyando un brazo en el respaldo de la silla y el otro en la mesa, y la miró con la cabeza ladeada y la sonrisa de nuevo torcida. – Te va a venir bien para protegerte de esas calamidades en las que te andas metiendo continuamente. - Dijo, emulando su tonito de voz, aunque se había delatado un poco frunciendo el ceño fugazmente cuando dijo que solo le faltaba conseguir la trasparencia absoluta. Miró de reojo su lista. Ese era uno de los hechizos que estaban en la escala más baja del nivel "alto" de dominio (Marcus y las categorías). El motivo era que le salía bien, sí, pero su escudo era bastante azulado, se veía. Cumplía su función de protegerle, pero había que mejorar la discreción.

    Giró la vista a Alice de nuevo, adoptando la pose previa, nada de miradas de inseguridad a la lista o ceños impresionados. No era tonto, sabía que la chica le estaba picando. Dejo salir una muda y seca carcajada de garganta, con los labios cerrados, comprobando de nuevo de reojo que el profesor estaba hablando con otro alumno. – Qué suertuda. - Ladeó la cabeza y frunció ligeramente el ceño. – ¿Y no crees que el profesor ya enseña suficientes cosas en clase? Las que van a caer en el examen en el que nos jugamos los cinco cursos que llevamos hasta ahora, por ejemplo. - Sabía que como argumento era pobre, porque Alice llevaba muy bien la asignatura. Pero no encontraba otra forma de decirle que ya podría dejar el Club de Duelo. Le había venido muy bien para desfogar el año anterior, sí. No era su método favorito y temió que se hiciera daño, pero bueno. Había sido por recomendación del Profesor Handsgold y la Profesora Mustang (dejaba aparte lo que opinaba de las recomendaciones de los Gryffindor y su concepto de la seguridad) y, objetivamente, le había sentado bien. Pero ya estaba mucho mejor y... Seguía temiendo que se hiciera daño. Que Alice se venía arriba muy pronto, era muy hábil y no iba a tardar en querer más y más y eso podía volverla temeraria. De verdad que se pasaba en tensión (y, no lo iba a reconocer, pero rondando la puerta de la enfermería) las dos horas que estaba la chica en el club.

    El "podríamos practicarlo" se lo estaba viendo venir, pero no por ello pudo ocultar la carcajada chulesca otra vez, aunque esta salió con menos seguridad y más temblor que la anterior. – ¿Protego contra Protego? Va a ser el duelo más aburrido de la historia, ¿no crees? - Ironizó, pero luego rodó los ojos hacia ella, mirándola con estos entornados. – No voy a lanzarte un hechizo, Alice. Olvídalo. - Una cosa eran las prácticas de clase, y ya las hacía con cuidado, y otra era batirse en duelo. No terminaba de entender la finalidad del Club de Duelo, de hecho, ni que los magos fueran lanzándose hechizos a lo loco por la calle. Podía jurar que su padre no se había batido en duelo con nadie en su vida. De hecho, William le había propuesto más de una vez hacerlo a modo de entretenimiento y su padre había respondido con un categórico "no". La historia se repetía, al parecer. Él, por su parte, volvió a su listado. Inocente sería si pensaba que Alice no iba a insistir, pero por él que no quedase ignorar la propuesta.
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    Lun Mayo 17, 2021 5:09 pm

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    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Ya está. Ya había encendido la máquina de chulear de Marcus. Era irresistible el condenado cuando se ponía en esa pose, con el brazo pro encima de la silla. Aunque ella estaba más concentrada en el rizo perfecto que le caía por la frente. – Yo no me meto en calamidades, O’Donnell, y lo sabes. Al menos ninguna que requiera del Protego. Yo solo investigo. – Dijo ella entrando de lleno en su afirmación, que sabía que, al fin y al cabo estaba ahí para picarla.

    Se echó hacia atrás contra el respaldo de la silla, sin dejar de mirarle y empezó a jugar con las puntas de su pelo entre los dedos, con esa sonrisita permanente que se le quedaba en la cara siempre que se empezaba a retar. Hizo una pedorreta y entronó los ojos a su pregunta. – No, por supuesto que no, y tú tampoco, si no, no investigarías sobre prácticamente todo lo que estudiamos, ni estaríamos en Ravenclaw sin atisbo de duda por parte del Sombrero. ¡Va, Marcus! – Dijo inclinándose hacia él y dándole flojito en el brazo. – Ponme una excusa más elaborada digna de nuestra casa. – Y se aguantó un poquito la risa, porque estaban en clase, si no, se habría reído en toda su cara.

    Soltó un suspiró exasperado y ya volvió a poner los ojos en blanco. Si la viera memé ya la habría echado tres broncas seguidas. – Sabes perfectamente que no sería Protego contra Protego. El profe me enseñó a combatir con la defensa, sí, pero también lanzo hechizos inhabilitantes, como Expelliarmus. Nunca agresivos. No pasa nada por que practiquemos. – Pero nada. Menuda sentencia, parecía su padre. Probablemente fuera de su padre pero cambiando “Alice” por “William”. Ella levantó las manos y las dejó caer. – ¡Joe, Marcus! Llevo ya un año en el club y no has venido a verme en los duelos nunca, siempre estoy sola. Y no suelo perder, y no me ha pasado nada malo hasta ahora. Pero vale – dijo poniendo tono ofendido y levantando la mano –, a ti te da igual que yo esté en el club y no ves necesario apoyarme, ni hacerme pancartas, ni animarme en los duelos, pues vale. – Volvió al tono normal y a la expresión de antes, picarilla. – Pero te estoy proponiendo algo académico. – Se apoyó con los codos en la mesa, ya completamente inclinada hacia Marcus. – Y no nos vamos a lanzar nada peligroso… – Alzó una ceja y sonrió más pícaramente aún. – Aunque… Estoy segura de que más de una vez te has planteado tirarme un Imperius para que te hiciera caso, eh… – Se rio y alargó las manos, tomando las de él. – Perdona, perdona, no te enfades, anda… – Ahora puso una expresión más de niña buena. – Sabes que la mejor manera de aprender es poner en práctica lo que sabes. – Se acercó un poco más con la voz más melosa. – Anda, Marcus… Sabes que me encanta el club y que puede ser bueno para nuestro aprendizaje… Sabes que es un buen reto… – Y en esas que se le ocurrió algo. – Si me dices que sí, según salgamos y antes de irnos a la tarima, meriendo contigo lo que quieras, que siempre estás regañándome porque no como.

    Justo entonces, se acercaron Sean y Hillary. – Mmmmm, ¿nos lo explicáis? – Ella se giró con suspicacia y dijo. – Estoy retando a Marcus para practicar el Protego conmigo. – Torció la cabeza para mirar mejor a sus amigos. – Convéncele tú, Sean, que es tu amigo, a ti te va a escuchar.
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    Lun Mayo 17, 2021 8:56 pm

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    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    Rodó los ojos con una risita baja de ligera superioridad, entre dientes, y volvió a bajar la mirada a su copia. Era una clara respuesta a ese "yo solo investigo" en ese lenguaje que, después de tantos años, los dos se habían inventado. Trataba de ignorarla aunque sabía que le estaba mirando fijamente, con esa pose de niña inocente que no engañaba a nadie, retrepada en la silla y tocándose el pelo. Y él haciendo como que seguía copiando, pero la sonrisilla de saberse observado no se le iba. Rio un poco con su ironía, a la cual no pensaba entrar... No que va. El toque en el brazo le hizo reír un poco más, pero él seguía en su pose chulita de "sí, te estoy ignorando". No, estaba muy lejos de estar ignorándola. – A lo que tú lo llamas excusa poco elaborada, yo lo llamo la pura verdad. Lo más racional, digno de mi casa, como bien dices. - Dejó la pluma en la mesa y la miró, con una leve caída de ojos y sonrisa sutil. – Haces demagogia barata, Alice Gallia, y no cuela. - Suspiró y volvió a tomar la pluma y mirar hacia sus apuntes. – Te lo dije. Pasas demasiado tiempo entre Gryffindors. - Como que Alice no era de investigación temeraria de antes.

    Volvió a soltar la pluma y, esta vez, puso ambas manos cruzadas sobre la mesa, mientras la miraba con la misma expresión de antes. – Explícame por qué lo que tú llamas, y cito textualmente, "hechizos inhabilitantes como Expelliarmus". - Hizo tranquilamente las comillas con los dedos y volvió a su postura. – No es agresivo. Debo estar muy equivocado pensando que arrebatarle la varita a su dueño se considera agresividad. - Y claro, como todo eso no era suficiente, porque Marcus siempre tenía un comentario que lanzar, ya tuvo que sacar la carta de la ofensa personal. Se mojó los labios y la miró con los ojos entrecerrados, ladeando la cabeza. – Wow. "Hasta ahora". Me dejas más tranquilo. - Dijo abriendo teatralmente los ojos. Una vez más, se giró hacia sus apuntes e hizo como que seguía escribiendo.

    Pero Alice seguía, y Marcus tuvo que respirar hondo para sí, pasándose la lengua por los dientes en gesto de aunar paciencia mientras escribía... Mira, ya no sabía ni lo que estaba escribiendo, estaba pasando hechizos de un lado a otro como una estatua encantada. – Ya hice una vez una pancarta para alguien que temía que se matara en el proceso de lo que yo animaba y resultó en el susodicho tirándomela a la cara. - Contestó, sin levantar la vista. Vale, sí, la chica tenía razón. Él la había animado en todo lo que había podido, pero es que eso del Club de Duelo... No le gustaba. Ya está, no le gustaba, era así. Se iba a hacer daño, había visto los alumnos que estaban con ella y el que no era mucho más pequeño y, por tanto, podía herirla por su inexperiencia, era mucho más mayor y, por tanto, podía herirla por su dominio. Que no, que no le iba a convencer. Y vale, sí, le había venido bien el año anterior, pero continuar ese año... ¡No se enseñaba ninguna competencia que no se enseñara en clase! Para eso estaban las clases, y Alice era una buena alumna, no de esos que necesitan jueguecitos y actividades temerarias para aprender aunque fuera por inercia. Pues nada, no le era suficiente con las clases. Una cabezonería era lo que le parecía a él.

    – Académico es lo que estoy haciendo yo ahora. - Contestó, mirándola de reojo pero aún inclinado hacia delante, si bien había vuelto a detenerse en el escribir. Y ahí estaba Alice otra vez, inclinándose hacia él. La cercanía repentina, esa vocecita... Debía estar volviéndose loco, pero a pesar del mosqueo emergente, le había producido un escalofrío... Extraño. El escalofrío de lo atractivamente prohibido, por mucho que Marcus se empeñara en defender que lo prohibido no tenía atractivo por ninguna parte. La miró de reojo pero no se movió. Al menos no hasta que dijo lo de la maldición Imperio. Ahí sí que se giró para responder, pero apenas había abierto la boca con indignación cuando la chica, que le vio venir, le dijo que no se enfadara y le tomó de las manos. Cerró los labios y echó aire por la nariz con impaciencia, mirándola frustrado. Es que de verdad, Alice y su don para sacarle de sus casillas con esa facilidad... Y que a él no solo no le importara, sino que ahí siguiera, como si tuviera un imán por ese tipo de cosas que a nadie más le consentiría.

    Escuchó su argumentación con tonito y carita de inocencia plenamente convencido de que no pensaba bajarse del burro... Eso creía él. Entrecerró los ojos y ladeó ligeramente la cabeza. – ¿Intentas comprarme con comida? - Cuestionó con tonito. Lo cierto es que era una muy buena manera de comprarle, pero... ¡Que no! Que no iba a ceder tan fácilmente. Entonces aparecieron Sean y Hillary y ya empezó el circo de tonterías. Rodó los ojos. – No hay que convencerme de nada. Me sigue pareciendo mala idea. - Por supuesto que lo es. - Dijo Sean. Estuvo a punto de darle las gracias, pero antes siquiera de hacer el gesto, el chico añadió. - O'Donnell no se va a someter a que le ganes tan fácilmente. Está en clara desventaja. - Frunció el ceño. – ¿Qué dices? ¿De qué hablas? - Por no hablar de que nunca, nunca, nunca jamás le haría daño a su querida y adorada Alice Gallia. - Añadió Hillary con retintín y una risita, que Sean coreó. Marcus bufó. – No es por nada de eso... - No, es por todo a la vez. - Dijo Sean en tono de burla. Más risas. Marcus se mojó los labios y apoyó el codo en la mesa con superioridad, haciendo un gesto con la mano. – ¿Podéis hablar un poco más bajo, por favor? Es que estáis bajando el cociente intelectual de toda la clase con cada palabra. - Uy, perdona, ya os dejamos subiéndolo a vosotros a base de hacer manitas. - Respondió Hillary con ese tonito otra vez y de nuevo la risita. Los dos se fueron.

    Marcus rodó los ojos y miró a la chica. Tras una pausa en la que se lo pensó un poco, dijo. – ¿Solo quieres practicar el Protego? - Y entonces, se le ocurrió una idea. – Vamos a hacer una cosa. - Dijo con una sonrisilla maliciosa, acercándose a ella y bajando la voz. – Vamos a hacer un simulacro de duelo, muy sencillo, solo para practicar la defensa. Si ganas tú... - Acercó el dedo índice al lacito de su pelo y lo enredó en este. – Ya no te diré nada más. Apoyaré que estés en el club, iré a verte y te daré la razón sobre la utilidad del aprendizaje en el mismo. Pero si gano yo... - Desenredó el dedo del lazo y le dio un toquecito al mismo, haciéndolo subir y bajar graciosamente. – Me darás la razón. Reconocerás que es una temeridad solo para hacer tiempo, y que el aprendizaje no es mejor que el que se adquiere en clase puesto que te ha ganado alguien que no ha pisado jamás el Club de Duelo. - Arqueó una ceja e hizo una caída de ojos. – Y, por supuesto, pase lo que pase... Sigue en pie lo de la merienda solo por ir. ¿Aceptas? -
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    Mar Mayo 18, 2021 12:00 am

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    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Sí, sí, la palabrería de Marcus de siempre. Que si temeridad, que normas y no sé cuánto más. Inspiró despacio, sin dejar de mirarle, esperando a que acabar. Hala, y demagogia también, si Marcus siempre tenía excusas para arruinarle la fiesta. Volvió a levantar las manos en el aire con fastidio. – Es que a ti todo te parece agresivo. Quitas la varita y ya está, es un duelo, en cuanto ganas se la devuelves, no hay más. – Es que cómo le gustaba exagerar y dramatizar las cosas. – Que no es a muerte, es solo una manera de pasar el rato que te permite practicar los hechizos. Te pongas como te pongas de dramático, vaya. – A veces conseguía exasperarla, aunque hubiera ido buscándoselo tocando el temita. Pero es que debatir con Marcus podía se extenuaste de según qué temas.

    Ella hizo una muequecita y dijo. – Pues no sabes la ilusión que me haría a mí que todas las niñatillas vieran que el famoso prefecto de Ravenclaw me apoya. – Y lo mucho que las distraería. A ella también podía írsele los ojitos, pero cuando Gal se concentraba en una cosa, estaba a esa cosa. Si además tenía a Marcus dándole apoyo... Le pondría contenta, sin duda. Y el buen humor no es tan necesario en el Club de duelo como lo es en el quidditch, pero no hacía daño a nadie desde luego. Suspiró. – Sí, ya, sí ya sé yo lo que a ti te parece académico, pero es que siempre estás con lo mismo. Y sabes lo fan que soy de los apuntes de colorines y bonitos, pero copiar una y otra vez la lista de hechizos no te va a ayudar en nada. – Dijo negando con la cabeza y mirándole a los ojos. Pero por fin Marcus le echó cuenta (solo había tenido que prácticamente subirse a la mesa frente a él) con lo de la comida, así que se apoyó con las manos en la mesa y susurró. – No lo estoy intentando... – Sonrió y se lamió los labios. – Lo estoy consiguiendo. Porque a Marcus sieeeeeempre se le compra con comida.

    Tan arriba estaba (literalmente) que hasta le sobresaltó la respuesta de su amigo. Y no se creyó ni por un segundo que no fuera a aprovechar esa oportunidad para meterse con Marcus, y no la decepcionó. Pero antes de poder disfrutarlo, ya se tuvo que meter Hillary de por medio con aquellas informaciones. Esperaba no haberse puesto muy roja. Tragó saliva y dijo muy sarcástica y altanera. – Seguro que Marcus O'donnell va a dejar pasar una oportunidad de quedar como mago importante y con muchos conocimientos por nada... – Pero era literalmente lo que le acababa de decir... Afortunadamente, Marcus sacó la chulería pasear (que con Hillary le salía especialmente bien) y desvió la atención, así que se limitó a mirar a sus amigos con cara de circunstancias hasta que se marcharon.

    Pero algo se le había quedado dentro, después de lo que había dicho Hillary, e iba a retirarse y a cambiar de tema, cuando fue Marcus el que se acercó a ella. – Quiero practicar el Protego. – Confirmó, con aquella sonrisa burlona, invitándole a seguir hablando. Le encantaban sus manos, y se pasaba mucho rato mirándolas, y en cuanto vio su mano derecha dirigirse hacia ella se sintió un poco congelada. – Sí... – Dijo para que viera que le iba siguiendo en el tema, aunque ese dedo jugando con su lazo y su pelo la tenía un poco entretenida. Uy, Marcus dándole la razón, eso merecía la pena intentarlo. Trató de concentrar en sus ojos y su expresión, pero no acababa de ser una buena idea. Aun así, imitó al expresión del chico y sacó un poco los morritos como si se lo estuviera pensando. – Mmmm no es mal trato... Pero no esperarías que dijera que sí sin condiciones, ¿no? – No, Marcus era más listo que eso, aunque habría cosas a las que definitivamente le diría que sí sin absolutamente ninguna condición. – Primero – dijo levantando el índice y dándole a Marcus en la nariz –, si gano, no solo quiero que me animes. Quiero una pancarta. Exijo, de hecho, una pancarta. Y segundo... – Ahora sí se separó y cambió la expresión, aunque no dejo de sonreír. – Prométeme que no vas a hacer eso que ha dicho Hillary y no te vas a cortar en lanzarme hechizos. Pocas cosas hay que me molesten más que que me menosprecien y que encima gane algo solo por la compasión de otro. Y más si ese otro eres tú. – Ladeó la cabeza y puso una sonrisa más tierna. – Siempre a tu lado, nunca detrás de ti. – Le dijo recordándole la frase que le dijo en la enfermería en primero.

    Se separó del todo para coger su mochila y ponerse la túnica, porque Handsgold dio la clase por terminada mirándole de refilón. – Pues mira, lo de la merienda hoy me pinta bien porque estoy antojada de chocolate. – Salieron al pasillo y dijo. – Te propongo lo siguiente: yo tengo que subir a cambiarme, porque hacer duelos con la falda del uniforme es bastante incómodo. – Dijo tirándose del bajo significativamente. – Así que tengo que subir. Y tú siempre tienes dulces, así que mientras yo me cambio, tú nos provees de chuches, ¿sí? – Dijo con una brillante sonrisa. Luego entornó un poco los ojos hacia la escalera y salió corriendo hacia arriba. – ¿Preparado para perder por primera vez en la tarde, prefecto? – Le encantaba hacerle eso, solía dejarle a cuadros y le hacía mucha gracia. Eran, simplemente, esas cosas que hacían ellos, que les definía y que siempre siempre la hacía sonreír desde el fondo de su corazón.
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    Mar Mayo 18, 2021 1:04 am

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    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    Soltó otra risotada de obviedad. – ¡Claro, y ya está! Total, qué puede pasarle a un mago al que se le ha quitado la varita en pleno duelo... - Es que Alice lo reducía todo tanto que claro, desde su punto de vista nada era peligroso. Así cualquiera. Más miedo le estaba dando su participación en el Club de Duelo a raíz de esa conversación, por eso prefería no hablar del tema. Aunque lo que dijo después sí le hizo gracia de verdad, haciéndole reír. – ¿Niñatillas? Tss, ¿ahora a quién le gusta la fama? - Dijo con una caída de ojos, dándoselas de importante. Marcus ya era conocido de antes por su expediente, pero desde que era prefecto había aumentado considerablemente su fama en el castillo. Y, oh, como le gustaba eso. Ponía su ego por las nubes.

    Rodó los ojos, suspiró y siguió en su ya vacío intento de categorizar hechizos. Pero lo que dijo le hizo alzar la cabeza como un resorte y mirarla con los ojos muy abiertos. – Vaya, ya hemos empezado con el duelo por lo que veo. - ¡Que no le iba a ayudar en nada su lista de hechizos! ¡Lo que había que oír! – Sí, ya veo lo poco que me sirve, como que llevo haciéndolo desde primero y sigo teniendo la media más alta del castillo. Tienes razón, es súper inútil esto. - Ironizó, volviendo a su copiado. Pero a quién quería engañar, si ya no estaba concentrado para nada. Y se estaba haciendo el indignado, pero claro, solo haciéndoselo. Y Marcus y el fingir era una relación poco duradera. – Algún día no lo conseguirás. - Dijo mirándola de reojo y con una sonrisilla chinchosa. Sí, le tenía pillado con lo de la comida. Pero ya encontraría la forma de contenerse, ya... Aunque algo le decía que eso con Alice era cada vez más complicado.

    Al final había acabado cediendo, por desgracia se veía venir. Pero claro, Marcus no iba a quedar así como así como que se había dejado ganar. Se lo había llevado a su terreno y ahora se sentía él como dueño de la situación... Ingenuo, otra vez. Rodó los ojos. – ¿No puedes aceptar y ya está? - Dijo con fingido cansancio. Encima que le entraba al trapo con lo del club, le ponía condiciones. Pero claro, era Alice. Alice siempre iba un poquito más allá, daba igual lo lejos que él llegara. La primera condición le hizo soltar una carcajada y cruzarse de brazos. – Hecho. Pero pienso ensalzarme a mí mismo con esa pancarta. "Alumna promocionada por el Prefecto Marcus O'Donnell". Y más te vale ganar ese día, yo no doy mi marca en balde. - Menos mal que Alice le aguantaba esas tonterías, Sean y Hillary ya estarían burlándose de él. La segunda condición le gustó un poco menos. Mantuvo la pose, pero por dentro se desmoronó un poquito. Es que de verdad, ¿por qué tenía que acabar él metido en esas cosas? Si le viera su padre, le diría "hijo, hay que tener las cosas más claras" o algo así. Y mejor ni pensaba en lo que le diría su madre. A Emma O'Donnell sí que no se la movía de su postura tan fácilmente. A veces se preguntaba a quién había salido él tan voluble... Aunque, ciertamente, Marcus no se consideraba nada voluble, era bastante obstinado y cabezota. Era Alice. Alice tenía un efecto extraño en él. No sabía como lo hacía, pero al final se veía a sí mismo metido en todo lo que le proponía.

    Incluido lanzarle hechizos sin condescendencia alguna. Soltó un poco de aire por la boca y asintió. – Hecho. - Ya estaba repasando en su cabeza todos los hechizos de desarme que conocía, o los de ataque leves. Necesitaba ganar ese duelo y sacar a Alice de ahí, y se acabó la tontería. Sí, lo enfocaría de esa forma. La miró de soslayo y arqueó una ceja. – Y yo nunca te menosprecio. - Aclaró. Solo me da miedo hacerte daño. Daba igual, para qué iba a decir eso en voz alta. A él le parecía muy obvio, pero estaba claro que allí todo el mundo le iba a malinterpretar. Se lo quedaría para él y ya está.

    – Me dejo esto a media entonces, ¿no? Estupendo. - Dijo al aire, porque Alice ya estaba de pie y recogiendo. Pues nada, su categorización de hechizos había resultado un fracaso absoluto, eso y nada había sido lo mismo. Dejarla a medias era obligarle a empezar desde el principio el próximo día, porque si ya ni se acordaba del criterio que estaba usando, ni pensar que fuera a acordarse de aquí a la siguiente clase. Por no hablar de que los últimos hechizos ya no sabía ni donde los había escrito. Y luego diría Alice que ese método no servía. ¡Claro, si lo hacía así claro que no servía! Salió con ella al pasillo con expresión de queja en el rostro, más impostada que real, pero se le pasó ligeramente cuando dijo lo del chocolate. La mención a la falda le hizo bajar la mirada... No supo por qué. Ni que no supiera lo que era una falda. Ni que no supiera a qué se refería. Ni que no se la hubiera visto nunca. Es que, ¡eso era lo que pasaba cuando le interrumpían en plena concentración para hacer algo con lo que no estaba de acuerdo! Que se liaba y empezaba a hacer tonterías.

    Se había perdido una parte de lo que Alice había dicho. Cuando reaccionó, la vio corriendo escaleras arriba. – ¡Eh! - Subió los brazos y los bajó con frustración, bramando. – ¡Ya estamos con las trampas! ¡Así no hay trato, que lo sepas! - Nada, Alice ya se había perdido por ahí. Suspiró y se rascó los rizos de la nuca. – Si es que no aprendo, de verdad que no aprendo... - Iba murmurando, hasta que escuchó una vocecilla irritante pasar por allí. - ¡Prefecto O'Donnell, no grite por los pasillos, que eso está muy feo! - Se detuvo en el acto, buscándole, pero el niño pasó como un cometa de uniforme azul, riéndose como un poltergeist y desapareciendo por entre el pasillo. Frunció los labios. – ¡El desacato a la autoridad se castiga con pérdida de puntos, Creevey! - Otro para el que estaba gritando al aire. De verdad, le tenían contento hoy entre todos.

    Subió a zancadas las escaleras. Tenía las piernas largas e iba a una velocidad alta aunque sin llegar a correr, tanto que cuando entró por las puertas de la sala común pudo ver la espalda de Alice perderse por las escaleras de los dormitorios de las chicas. Suspiró y subió a su propio dormitorio. Él no se iba a cambiar, no contaba con acabar tirado por los suelos, y miedo le daba que Alice sí lo contemplara como una posibilidad lo suficientemente sólida como para necesitar cambiarse de ropa. Lo único que se quitó fue la corbata, que eso sí podía ser incómodo (y peligroso, según se mirara) de cara a un duelo. La túnica se la dejó puesta, ya se la quitaría si acaso allí. Tenía una bolsita con ranas de chocolate guardada en su baúl por si en algún momento le hacía falta, y el momento parecía haber llegado. Bajó las escaleras y esperó a Alice al pie de las mismas. La chica no tardó en bajar, y cuando lo hizo, Marcus alzó la bolsa de ranas, aunque la retiró en el aire y la escondió tras su espalda. – Ya me pensaré si la señorita antojo de chocolate se ha ganado una rana o no. Quizás la que salta, ya que le gusta tanto salir corriendo sin avisar. - Entrecerró los ojos y ladeó la cabeza. – ¿Eso os enseñan en el Club de Duelo? ¿A ser tramposos? - Sacó la bolsa de tras la espalda y se dirigió fuera de su sala común mientras decía. – Esto es solo el aperitivo, para no batirnos con el estómago demasiado lleno. La merienda van a ser tantas pastitas de té de las que hay en el Gran Comedor como pueda abarcar. Lo has oído bien: los baremos los decido yo. -
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    Mar Mayo 18, 2021 1:03 pm

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    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Suspiró con cansinería. – Otra vez te lo voy a tener que explicar. Que no es un duelo a muerte. Si desarmas al oponente se acaba el duelo y el desarmado se considera perdedor. Fin. – Vamos que no era tan difícil de entender que los alumnos del colegio no buscaban desarmarte para matarte o desmembrarte acto seguido, pero él siempre tenía que ponerse en lo peor. – Para eso tenemos una lista de hechizos que podemos usar y adaptada al rival. Vamos, que peligro no hay ninguno, vaya. – Dijo haciendo un gesto con la mano, porque, en el fondo, sabía que era inútil tratar de debatir con Marcus a ese respecto.

    Y el discurso de siempre. Que claro, que mira qué media, que todo el mundo le conocía por su expediente... Le hizo reír lo de la marca. – ¡Sí! Procura que luego no vayan todas las niñatillas rogando por un patrocinio tuyo, eh. – Y se rio un poco más. Había que ver qué cosas se le ocurrían al bobito de él. Se giró con una sonrisita y le dio en la mejilla con el índice. – Ya sé yo que no te gusta a ti dejar las cosas a medias. – En verdad estaba jugando con fuego, pero es que le daba igual ya todo. Si Marcus se mosqueaba o sospechaba algo, le diría que era parte de sus juegos de siempre y listo. – Pero puedes retomarlo cuando quieras. – Sonrió un poco más y le guiñó el ojo.

    A pesar de que había salido corriendo pudo oír perfectamente cómo Marcus se quejaba y Creevey, al que acababa de cruzarse como dos escobas enemigas en el quidditch, le tocaba las narices. Aquel niño de primero había resultado ser todo un experto en encontrar cuándo y dónde podía ser lo más molesto posible para Marcus. Pero ni presenciar tal cosa la frenó, porque ella se había autoimpuesto echarle carreras a su amigo y ganárselas todas las veces posibles. De esa forma, llegó a la sala común y la atravesó corriendo, subiendo a la habitación. Una vez llegó, se tiró en la cama para recuperar un poco del resuello, ilusionada de por fin haber conseguido arrastrar a Marcus al club de duelo y demostrarle lo buena que era. Que en verdad, menuda tontería, que no le iba nada en que Marcus la apoyara o no, pero... Bueno que quería demostrar que era guay, o lo que fuera. Se cambió rápidamente por unas mallas, una camiseta de tirantes (porque siempre acababa acalorada) y una sudadera, que luego ese quedaba fría, y bajó dando saltitos toda feliz por las escaleras.

    Había cosas tan tontas como ver a Marcus esperándola al pie de las escaleras, que le hacían inmensamente feliz. No sabía ni explicar por qué. Solo el hecho de bajar y saber que la estaba esperando a ella ponía una sonrisa enorme y brillante en su cara. Alargó la mano para coger una, pero el muy ruin se la apartó y ella emitió un sonidito de queja. – ¡Anda ya! No seas malvado. – Dijo con tono de niña quejosa. Le sacó la lengua sacudió la cabeza. – Nos enseñan a perder con dignidad, al final te va a hacer más falta que a mí el Club de Duelo. – Pero mientras salían, le dejó coger ranitas. Ya sabía ella que seguro que Marcus tenía chocolate por alguna parte. – ¿Vas a batirte en duelo conmigo con el uniforme y la túnica? – Dijo mientras se comía una rana y se rio un poquito. – Te vas a asar de calor. Es difícil aguantar los hechizos, acabas agotado. – Se dirigió al segundo piso, donde estaba el aula de duelo comiéndose su rana y con una sonrisilla imborrable, solo por el hecho de haber conseguido llevarse a Marcus. Entornó los ojos a lo de los baremos. – Los baremos de Marcus O'Donnell son de dragón infralimentado, pero bueno, un trato es un trato.

    Cuando llegaron, el aula estaba abierta pero no había nadie. – Casi todo el mundo merienda y descansa primero antes de venir. Generalmente Durante media hora me toca esperar o desahogarme contra los muñecos estos. – Dijo señalando a los fardos que había por todas partes. – ¡Lumos! – Dijo haciendo un gesto envolvente con el brazo y encendiendo todas las luces de la sala. Se dirigió a la tarima, por el lado de la derecha que era su favorito, aunque técnicamente le era más difícil, porque la luz de la ventana le quedaba a su derecha y ese era su lado dominante, pero desde el primer día había luchado en ese lado, y se concentraba más así. – Ponte al otro lado. Tú me dirás que lista de hechizos quieres que usemos. Puede ser la de quinto o, si te da cosa, la de los cursos inferiores. Las tienes ahí. – Dijo señalando la mesa del profesor donde estaban los cartelitos con los hechizos. – Si quieres empezamos practicando de tal forma que uno lanza y el otro defiende y luego ya un duelo de verdad. – Que no se le notara que estaba encantada de estar allí con su amigo, porque a Gal le encantaba estar con Marcus, y le encantaba el Club de duelo, y tenía el firme convencimiento de que las cosas, compartidas con Marcus, eran mejores.
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    Mar Mayo 18, 2021 2:37 pm

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    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    Rio un poco y negó con la cabeza, mirando a otra parte, mientras le acercaba la bolsa. – Anda, toma. Que luego me llaman mal amigo que no apoya y esas cosas. - Como que no había traído las ranas porque Alice había dicho que tenía antojo de chocolate, aunque ya de paso se comió una él también. Mientras se comía su rana se miró extrañado por la apreciación de Alice y se encogió de hombros. – En uniforme, me quitaré la túnica antes de empezar, pero no tengo ninguna necesidad de no ir adecuadamente uniformado por el pasillo, que uno tiene un estatus que mantener. - Y dale con el estatus. Apenas se le había subido la prefectura a la cabeza. – Igualmente me he quitado la corbata. - Le dio otro bocado a la rana y entonces miró a la chica, comprobando ya de paso lo que llevaba puesto. Desde luego iba más cómoda que él, aunque... Frunció un poco el ceño. – ¿Llevas tirantes bajo esa sudadera? - Preguntó extrañado. El cómo se había dado cuenta, donde estaba mirando o con qué interés, se lo reservaba. Bueno, el interés estaba claro, aprender cual era según Alice la indumentaria adecuada para un duelo. Miró al frente con una carcajada sarcástica. – Genial. Si no te mueres de un hechizo mal lanzado o mal defendido, siempre cabe la posibilidad de que te mueras de una neumonía. - Quizás estaba particularmente pesado con el tema de los peligros del Club de Duelo. Pero de verdad que no le hacía gracia.

    Ya había estado antes en el aula de duelo porque Marcus había estado en todas las aulas del castillo, y hasta en lo que no eran aulas, que el Club de Misterios le había permitido conocer muchos lugares... Cuando no los había conocido con Alice. No era buen momento para pensar en el pasillo del cuarto piso, pero no lo había podido evitar. Se rascó inconscientemente los rizos de la nuca, tratando de despejar el pensamiento, mientras la chica encendía las luces. Cuando acabó, suspiró y se subió a la tarima. Aquello le ponía nervioso. A Marcus no le gustaban los duelos, no era mal duelista cuando habían tenido que practicar en clase (al fin y al cabo, tenía mucho dominio de los hechizos, no era sorpresa que aquello también se le diera bien), pero era de naturaleza asustadiza, por mucho que se pusiera chulito. Igualmente, no era lo mismo batirse en duelo con cualquiera, o incluso con la propia Alice pero en el contexto de una práctica de clase, que hacerlo a solas y yendo ella ya de experta en la materia. No quería hacerse daño, pero fundamentalmente no quería hacerle daño a su amiga. Por otro lado, necesitaba ganar aquello para desvincular a Alice de un peligro innecesario, y porque no se veía capaz de ir a animarla al club sin pasar un mal rato en el proceso. Y para ganar, necesitaba poner todo su empeño, lo que le derivaba otra vez en su miedo a hacerle daño a la chica. En fin, que no sabía por qué puñetas había acabado accediendo a eso, para no variar en los cinco años que hacía que la conocía.

    Empezó a mirar con resignación el listado de hechizos. Para algo servían sus categorizaciones mentales, aunque Alice dijera que eran inútiles: en ese caso, para detectar hechizos lo suficientemente ofensivos como para que la chica no pensara que estaba siendo condescendiente, pero que no supusieran grandes problemas. Estaba en ello cuando Alice dijo lo de "te da cosa". La miró, alzando una ceja. – ¿Cosa? - Y soltó una carcajada desdeñosa. Ya estaba. No hacía ni medio minuto que se había regañado a sí mismo por entrarle al trapo a Alice, y con solo una frase ya había tirado por los aires toda su argumentación y categorización y estaba dispuesto a quedar por encima de lo que su amiga le proponía. Otra vez. – Usamos la lista de quinto. - Dijo, señalándola con el pecho hinchado y pose sobrada. – Yo puedo usarla sin problema, y eso que mis métodos de estudio son inútiles. - No iba a dejar pasar esa tan fácilmente. – ¿Y tú? - ¿¿Pero qué estás haciendo, Marcus?? Se ve que su cerebro había determinado que la mejor manera de disuadir a Alice de hacer duelo era insinuándole que no estaba a su altura. Claro que sí, como si no conociera a Alice Gallia de nada. De verdad que a veces no sé qué te pasa, Marcus...

    – Hecho. - Se abrió la túnica y, con altanería y una sonrisa de lado, la dejó en una esquina de la tarima, acercándose a su posición. – Tú empiezas. - Adoptó posición defensiva y entrecerró los ojos, haciendo un gesto retador con la cabeza. – Me has insinuado que voy a tratarte con condescendencia. Demuéstrame que tú a mí no me vas a tratar así, y yo haré lo mismo. - Amplió la sonrisa y agarró la varita con fuerza. – Además, se supone que la defensa es lo que dominas. No es suficiente para un duelo. Te estás jugando tu permanencia en el club, Gallia. Demuéstrame que sabes atacar. -
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    Mar Mayo 18, 2021 5:54 pm

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    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Gal negó con la cabeza y cara inocente. – Yo no te he llamado mal amigo, nunca lo haría. Solo he señalado tu comportamiento, si a ti te parece de mal amigo eso ya es otra cosa. – Alzó las cejas y le miró significativamente. Claro que no pensaba que fuera mal amigo. Solo uno un poco cobardón. Levantó las manos. – ¡Oish! Uniformado. Usted disculpe prefecto. – Le miró de arriba a abajo y ladeó la sonrisa. – Verás que al final acabas descamisado. Ya lo estoy viendo. – Levantó las manos como si hiciera un cartel. – El prefecto de Ravenclaw escandaliza al sector femenino y parte del masculino por efectos secundarios de un duelo que ha perdido. – Se giró y empezó a andar hacia atrás, para mirarle de frente. – Lo siento, es que no pienso dejar que me obligues a dejar el club, voy a tener que ganarte. – Entorno los ojos y le miró extrañada a lo de los tirantes. – Sí, ¿y qué? – Ah, algo más para meterse con ella y preocuparse. Resopló y dijo. – Madre mía, no vas a dar nada... Qué ganas de ganarte. – Dijo guiñando el ojo con desparpajo.

    Ya sabía ella que buena cosa le había dicho insinuándole a Marcus que no podía hacer según qué hechizos. Pero en verdad era lo que quería, un duelo de verdad , y ya estaba Marcus intentando picarla. Se dio la vuelta, jugando con la varita entre los dedos. – ¿Yo? Mejor que tú, la uso todos los días. – Pasó la mano por la mesa, dejándola cerca de la de Marcus. – ¿Cuántos de estos has puesto tú en práctica? – Perro se alejó de nuevo y se puso en su lado de la tarima. – Que te coloques, O'Donnell. – Dijo cortándole la charleta, porque sabía que una de las armas favoritas de Marcus era la palabrería y se sentía más cómodo cuanto más la usaba. Vio por el rabillo del ojo cómo se quitaba la túnica y sonrió. Le gustaba verle así, solo con la camisa, sin la corbata... Ya si se desabrochara un poquito... Concentración, Gal, por favor. Puso la varita en posición y dijo. – Pues claro que no voy a tratarte con condescendencia. Yo cuando duelo, duelo de verdad, para eso estoy aquí. El problema es nunca te tomas en serio lo hago. – Dijo encogiendo un hombro. Y en parte era verdad, y eso le dolía un poquito, pero bueno, lo superaría, sobretodo si lograba vencer a Marcus en ese duelo. Pero se quedó un poco descolorada con aquella actitud, porque aquel Marcus retador le ponía... La ponía. Inspiró fuertemente y dijo. – Te lo demostraré. Pero honra tu promesa. Tu palabra de O'Donnell está en juego. Si yo gano, me quedo en el club y me animarás. Panacrta bien grande.– Y se colocó en posición.

    Mucho le haba insistido ella en que no al menospreciara, pero en el momento de lanzarle hechizos a Marcus, su determinación tembló un poco. Cuando se enfrentaba a los de Slytherin y Gryffindor (no había muchos alumnos de las otras dos casas), lo cierto es que le daban un poco igual. Pero bueno, tenía que confiar en el buen mago que era Marcus, que conocía el Protego y sabría parar sus hechizos. Dio un par de paso a un lado y a otros sobre su sitio y lanzó, no muy fuerte. – ¡Imobulus! – Si dejaba a Marcus fijo en su sitio acabarían bastante rápido. Pero era verdad que no llevaba fuerza suficiente y él lo paró. Pero a Marcus le pasaba lo mismo que a ella: que le salía el Protego coloreado. Vaya, y de un color bastante parecido al suyo... Concentración, Gal. – Muy bien... VAs ponérmelo difícil, ¿eh?– Dijo con una sonrisita. Más o menos había localizado cómo de grande había sido y por qué lado era más grueso, y por lo tanto, por qué lado era más leve. Pero no quería ser agresiva, porque haba asegurado que no era agresiva. Y no lo era, pero se jugaba mucho. Y estaban solo ensayando. Claro, que sí usaba algo demasiado flojito, Marcus se enfadaría. Suspiró y alzó la mano. – ¡Verdimilious! – Eran chispas al fin y al cabo, daño no podían hacerle, pero las chispas eran muchas y eran más difíciles de enviar en general.
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    Miér Mayo 19, 2021 12:14 am

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    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    La miró con una ceja arqueada. – Todos. En entornos controlados, véase en clase o contra objetos. - Pocos hechizos había que Marcus no hubiera ejecutado al menos una vez. Salvo que se tratara de hechizos peligrosos, de caracter muy específico (por ejemplo hechizos sanadores) o una maldición imperdonable, obviamente.

    Su respuesta le hizo soltar una carcajada exagerada, echando la cabeza hacia atrás aunque sin abandonar la pose defensiva. – ¿Que no te tomo en serio? Te tomo tan en serio que por eso temo hasta donde puedas llegar. - Entrecerró los ojos y ladeó la sonrisilla. – No me fío de ti ni un pelo, Gallia. - Eso era verdad solo a medias. Marcus dejaría que Alice le llevara a ciegas a cualquier parte, llevaba siendo así desde el primer día, solo que en el proceso tenía que ir quejándose. Alzó un poco más la varita, sin desdibujar la expresión de su rostro, y dijo. – Eres demasiado hábil y demasiado temeraria como para no tomarte en serio. -Ladeó la cabeza hacia el lado contrario. – Perdón. Curiosa. - Dijo con evidente intención de picarla. Sabía que estaba jugando con fuego... Pero últimamente parecía gustarle demasiado jugar con fuego con Alice.

    "Tu palabra de O'Donnell está en juego". Se mordió el labio, entrecerrando los ojos, y volvió a cambiar el ladeo de su cabeza. – ¿Me estás retando? - Endureció la pose, pero no desdibujó la sonrisa. Ella le estaría retando a él con sus palabras, pero él pensaba retarla a ella con su actitud. – Nunca falto a mi palabra de O'Donnell. Y estoy deseando ver cómo me das la razón. Espera que no te pida yo a ti una pancarta bien grande en la que ponga "tus métodos son mejores que los míos". - Dejó escapar una leve y muda carcajada y, a modo de pistoletazo de salida, añadió. – Estoy listo. Cuando quieras. - Y vio como Alice se ponía en posición. Más le valía que los nervios, su amistad con ella y su inexperiencia en duelos no le traicionaran. Más le valía parar lo que quiera que fuera que iba a lanzarle.

    Emuló los pasos de Alice, sin perder la sonrisa ni la mirada. Marcus sabía donde estaban sus puntos fuertes, así como sabía con quien debía usar cada cosa. Su seguridad en sí mismo era una de sus mayores fortalezas y de las cosas que más nervioso solían poner a los demás, así que lo mantuvo. Y estaba seguro de que Alice pensaba de él que era un miedica y que iba a ganar y salirse con la suya. No pensaba dejarlo traslucir en su cara. La chica lanzó su ofensiva y, rápidamente, respondió. – ¡Protego! - El escudo protector se interpuso entre él y el hechizo. Salía demasiado azul para su gusto, en teoría debería de ser transparente, pero la función de protegerle la había cumplido. Hizo un gesto con los brazos y el cuello, moviendo los músculos con altanería y la sonrisa aún más pronunciada, arqueando una ceja al comentario de la chica. – ¿Es que esperabas que no fuera así? Creí que no querías condescendencia. - ¿Quería duelo? Pues tendría duelo. No sabía en qué momento se había subido a ese barco pero ya estaba allí. Y Marcus no se bajaba de un desafío tan fácilmente. Menos aún de un desafío propuesto por Alice.

    Por supuesto, ya había pinchado en el orgullo de la chica, porque el siguiente hechizo fue más ofensivo. Las chispas de ese hechizo eran difíciles de controlar, pues se movían erráticamente por el aire, pero se movió rápido antes de que llegaran hasta él. – ¡Protego! - Repitió, pero esta vez moviendo la varita desde el frente hasta por encima de su cabeza, creando un escudo-cúpula a su alrededor. Aun así se coló una chispa verde por uno de los laterales, haciéndole soltar un leve quejido cuando la notó en el brazo. Se sentía como una mota de algo que quemaba, sobresaltaba pero su efecto se pasaba en seguida. Con todo y con eso, no le había hecho gracia que se le colara, si bien había detenido a todas las demás. – Un hechizo imprevisible. Por qué no me sorprende. - Estaba claro que Alice no iba a usar algo comedido y ordenado, ella tenía que ser así hasta para los duelos. – Mi turno. - Dijo entonces. Porque la chica se había venido arriba y había lanzado dos ofensivas, no pensaba quedarse atrás. No lo pensaba reconocer, porque había jurado no mostrar condescendencia, pero con cualquier otro habría lanzado el hechizo más rápido. Los instantes que tardó en ponerse en posición de ataque le daban tiempo a Alice para preparar su defensa. Estaban al fin y al cabo practicando el Protego, ¿no? El duelo no había empezado aún. Pues eso. – ¡Confundus! - Si acertaba, con suerte, podría convencer a Alice de que no habían hecho trato alguno, por si perdía... ¿Era eso ruin? Podría ser. Pero los duelos eran ruines, lo viera la chica como lo viera.
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    Miér Mayo 19, 2021 1:01 am

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    Sabía que Marcus estaba como loco por picarla y por tener razón, pero eso hasta jugaba a su favor, porque usaría sus conocimientos sobre ella para llevar el duelo. Solo tenía que actuar al contrario. – Estoy deseando de hacer tal pancarta. Y sí, te estoy retando, creí que era para eso para lo que estábamos aquí. – Si quería jueguecito, ella se metía de cabeza, y algo en la mirada y el tono de Marcus le decía que él lo estaba haciendo también mucho más de lo que gustaría.

    Rio un poco ofendida cuando dijo lo de la condescendencia. – Vaya, el señorito está tan metido en el duelo que cuando su mejor amiga le dice que ha hecho algo bien se lo toma como condescendencia. – Negó con la cabeza y entornó los ojos. La vena Slytherin. – Ya veo por qué crees que el club es peligroso. Si yo me tomara así todos los duelos probablemente tendría un ojo menos. – Suspiró y esperó a ver la reacción al Verdimilious. Perfecto. El escudo era bueno, pero gracias al color puedo ver perfectamente cómo Marcus aún construía los escudos dibujándolos. Más fuertes, pero más lentos y delatores. Necesitaba concentrarse, pero podía usar eso muy a su favor. – Todos los hechizos son imprevisibles, a no ser que seas legeremante. – Rio un poco y negó con la cabeza. – ¿No sería gracioso que después de todos estos años resultara que eres legeremante tú también? – Pero se colocó, que ya se veía venir que Marcus empezaba a estar muy arriba.

    Bueno, Marcus lanzando un Confundus si se podía ver un poquito venir. – ¡Protego! – Lanzó, usando el truco que Silver le había enseñado. Había que pensar en el escudo como un todo, como una burbuja, como si el mismo aire que te rodeara fuera parte de ese escudo. Efectivamente, evadió el hechizo y se puso una mano en la cadera mirando a su amigo. – ¿En serio? Eso sí que es jugar sucio. ¿De qué querrías tú convencerme estando yo confundida? – Se dio con la varita en los labios como si pensara, poniendo una cara con mueca. – ¡Ah, sí! De que no quiero volver a duelar en mi vida, probablemente. – Chasqueó la lengua y se encogió de hombros. – Mala suerte. Hoy no. – Volvió a su sito y se quitó la sudadera, tirándola a un lado. – Vamos a lo que nos interesa. Empiezo yo, por ser la más mayor. Si me inhabilitas durante unos segundos, pero puedo volver yo sola a mi condición original, me rompes la ventaja y va para ti. – Dijo con una sonrisa ladeada. Colocó los pies en la primera posición de duelo y se puso la varita frente a la cara. – ¿Listo, O'Donnell? – Preguntó bajándola de golpe y dando por empezado el duelo de verdad.

    Ahora tenía claro que Marcus iba a ser Marcus en el duelo pero no se iba a andar con chiquitas. Y, cuando tenía la ventaja, Gal siempre intentaba terminar el duelo lo más rápido posible. Y ahora, además quería hacerle practicar el Protego, así que sin moverse, para no lanzarlo muy fuerte (todo fuera que la acabara liando) alargó la mano en una sacudida y pronunció. – ¡Immobilus! – No esperaba dejarle inmóvil del todo, y contaba con que él lo parara, pero si no lo hiciera solo se ralentizaría, y le daría tiempo para ponerse en posición defensiva.
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    Miér Mayo 19, 2021 12:42 pm

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    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    Soltó una carcajada. – ¿Insinúas que soy yo el temario de este dúo? Qué giro más interesante en los acontecimientos. - Ironizó, tras lo cual chasqueó la lengua con soberbia. – Los duelos o se toman así, o no se toman, Gallia. Creía que era lo que hacíais aquí, batiros en duelo. De ahí mis reticencias con el club... Aunque empiezo a pensar que es un club de amigos lanzándose hechizos. - A Marcus no se le podía picar, porque le empezaba a salir la altanería por todos los poros. Era O'Donnell, sí, pero tenía demasiada carga genética Horner como para dejarla pasar en una ocasión como esa. Además, no había nadie mejor para picar y retar que Alice, porque siempre le subía la apuesta. Porque siempre se lo ponía más difícil. Y a Marcus le gustaban los retos... Y le gustaban demasiado sus retos.

    Frunció los labios en una sutil sonrisa artificial y la miró con los ojos entrecerrados. – Cuando se es inteligente, la legeremancia no es necesaria. - Ladeó un poco más la sonrisa y dio un paso hacia ella. – Y tú serás muy imprevisible... Pero yo soy muy inteligente. - Se estaba enganchando demasiado a esa competición, y no hablaba del duelo de hechizos. Era el duelo dialéctico el que le atraía demasiado... Sí, el duelo dialéctico. La cuestión era que ya no podía parar, y apostaba porque Alice tampoco. Por eso con ella merecían la pena esas cosas. No había encontrado una rival más digna que en toda su vida. Por desgracia y a pesar de toda su chulería, empezaba a verse venir, por extraña e inexplicable que fuera esa sensación, que iba a perder ese combate... Pero que iba a ganar algo a cambio, no sabía qué. Esa era su sensación continua con Alice: la de que ella ganaba todos sus retos, pero él se llevaba sus beneficios en el proceso. Ahora, desde luego, estaba disfrutando de lo lindo.

    Desde su punto de vista había lanzado un Confundus impecable, pero el Protego de Alice era prácticamente infranqueable. Había dibujado una especie de burbuja a su alrededor por la que no hubiera penetrado el hechizo lo lanzara desde donde lo lanzara. Arqueó las cejas, inexpresivamente impresionado. – Eso sí que ha estado bien. - Dijo, pero la chica o no le escuchó o pasó de él, porque le estaba soltando su propia opinión sobre el hechizo. Arqueó aún más las cejas y rio con sarcasmo. – ¿Jugar sucio? Ahora a utilizar hechizos de duelo lo llaman "jugar sucio". Definitivamente, estaba equivocado con respecto a este club y tú tenías razón: no hay riesgo ninguno aquí. - Se cruzó de brazos y volvió a entrecerrar los ojos y a dar un paso hacia ella, aunque aún guardando la prudencial distancia del duelo, mientras se pasaba la lengua por los dientes con una mueca sonriente de superioridad. – ¿Te molesta que alguien que no se ha batido en duelo en su vida esté siendo un rival tan digno? Supongo que no lo esperabas de quien pierde el tiempo pasando hechizos a limpio. - Ladeó la cabeza. – Yo lo hago todo bien, Gallia. Cuanto antes lo aceptes, mejor. - Desde luego a lo que no le ganaba nadie era a ponerse subidito.

    Entonces Alice se quitó la sudadera y aquello empezó ya a vaticinar que iba a ponerse muy interesante. Inconscientemente, se pasó una mano por el pelo en un gesto como de recogérselo, aunque no tenía nada para hacerlo. Vale, quizás el uniforme no había sido del todo la mejor opción, ahora le estaba entrando mucho calor. Al parecer ya habían estirado la cuerda lo suficiente: empezaba el duelo de verdad. Nunca pensó que lo diría, pero estaba deseándolo. Ya se había venido demasiado arriba con los ensayos, y como le hiciera daño a Alice se veía llorando en el suelo de la enfermería, pero en esos momentos no era capaz de pensar en esa posibilidad. Volvió a soltar una carcajada. – Uy, sí, eres dos meses mayor que yo. Qué argumento. - A Alice le encantaba usar esa baza y él siempre tenía una burlita que devolverle al respecto. Sacó un poco el labio en un gesto de disconformidad. – Creo que es una estrategia un poco a conveniencia para ti, pero acepto. No necesito tus ventajas. - Dijo, picándola una vez más. Porque podía.

    – ¡Protego! - Contestó de vuelta. Su escudo salió tan resistente como siempre, y esta vez ligeramente más traslúcido. Eso le arrancó una sonrisa y le hizo erguirse. – No está mal, ¿eh? - Se mojó los labios. – Al final voy a salir con este hechizo más dominado que tú. ¿Lo comprobamos? - Retó, y esta vez no dejó los segundos de cortesía para que Alice se anticipara por verle la postura. Tenía pensada una estrategia que, si salía bien, le iba a dar prácticamente la victoria sin herir a la chica lo más mínimo, así que no se lo pensó dos veces. – ¡Everte Statum! - No era un Confundus pero era del mismo corte, porque nada que valorara más Marcus que tener la cabeza en su sitio y la mente centrada, por eso siempre atacaba por ahí. Perder la concentración le parecía más grave que una herida... Y consiguió aturdir a Alice lo suficiente. ¿No quería hechizos de quinto? Pues eso. – ¡Glacius! - Un chorro de aire no lo suficientemente potente como para congelar pero sí considerablemente frío salió de su varita, rodeando a la chica. Ah, su uniforme no había sido buena elección... Pero sus tirantes tampoco. – Perdona, ¿es que tienes frío? - El caso es que él, con tanto esfuerzo, empezaba a tener bastante calor. Se le notaba en los rizos de la frente que empezaban a humedecérsele y en las mejillas sonrosadas. – Yo estoy bien, gracias. - Dijo mientras se quitaba los botones de las muñecas para subirse las mangas a la altura del codo, sin perder la pose altanera. Iba a pagar caro eso, y lo sabía. Pero el sentimiento de satisfacción ya no se lo quitaba nadie.
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    Miér Mayo 19, 2021 2:15 pm

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    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Resopló y entornó los ojos. – No voy a decirte más veces que, efectivamente, no es lo que tú te esperabas y que te vienes demasiado arriba. – Y ella detrás. Quizá nunca se tomaba los duelos así porque no eran contra alguien que le despertaba tantas cosas a la vez. Puso una sonrisa ladeada y se agachó para quitarse las zapatillas, viejo truco que le enseñó una Slytherin de séptimo el año anterior, porque no hay ninguna norma que impida duelar descalzo y eso elimina el Collashoe y el Tarantallegra, porque atacan al calzado y si no lo llevas, simplemente, no actúan. Y se lo iba a decir a Marcus, pero como era tan inteligente él, pues más le valía descubrirlo solito. – ¿Qué? – Dijo con chulería. – ¿Tampoco te gusta que me descalce o qué? – Dijo con retintín y sin borrar la sonrisa.

    Soltó una carcajada ofendida. – No, lo que me sorprende es que no estés aquí todo el tiempo, con lo arriba que te vienes. Pero bien, me gusta la competencia justa. Si no, se hace aburridísimo. – Dijo negando con la cabeza pero sin quitar la sonrisa tentativa. Porque eso era lo que estaban haciendo: tentarse, y no quería parar. – Te has protegido de un hechizo, no has ganado, ni siquiera tienes la ventaja. Y que sepas que no es una cosa que me haya inventado yo, es una de tus queridas normas, porque siempre empieza el mayor. Se considera que en verdad empezar no es tanta ventaja, porque revelas bastante tu estilo y tu juego. – Eso, parrafada estilo las que soltaba él, para que viera que ella también estaba enterada. Necesitaba ganar ese duelo, quería ver a Marcus reducido en su argumentación, pero por otro lado... Le gustaba un poquito de más esa superioridad, le daban ganas de tentarle a mantener esa superioridad y ella dejarse llevar, porque Marcus haciendo demostración de lo que sabía y de lo poderoso que era le gustaba demasiado.

    Una vez empezado el duelo, no le sorprendió que Marcus mejorara el Protego. Pero ya no le interesaba el escudo del chico. La vena Slytherin de Marcus era demasiado potente y salía demasiado brillante en algo como un duelo, y ella había combatido a muchos Slytherins. Dibujó la estrategia en su cabeza mientras contestaba chasqueando la lengua. – Seguro que sí... – Pero antes de que pudiera terminar, le echó un hechizo confundidor (otro) que pudo parar solo a medias. Vaya, "no te voy a lanzar ningún hechizo, Alice", ¿y ahora qué? Había que fastidiarse. Y encima esa maldita manía de querer darse la razón a sí mismo, lanzándole aquel hechizo que le hacía pasar frío. De repente se sintió como si estuviera en la calle así, sin zapatos y en tirantes y no podía evitar tiritar y que le castañetean los dientes Y encima con recochineo. Verías la cara que se le iba a quedar cuando acabara con él. – Yo no me reiría tanto. – Aunque no le salió demasiado amenazante, por culpa de la tiritona. – ¡Atabraquium! – Lanzó desde donde estaba, y se rio al verle rodeado. Y aunque seguía tiritando, se puso a caminar por la tarima. – Vaya, vaya... He cazado un O'Donnell ¿Y si ahora yo me acercara y te quitara la varita? – Se quedó clavada y cruzó una pierna por delante de la otra. – Pero yo sigo las normas en los duelos, y si te liberas en los próximos segundos, no habremos acabado aquí. – Y, como sabía que lo iba hacer, fue levantando la varita con una mirada y sonrisa malvadas. – Eso sí, la ventaja es mía. Para variar. – Y aquella voz, más que maliciosa, le salió melosa y aterciopelada y, sinceramente, no sabía ni de dónde estaba sacando ese tono, pero había aparecido en cuanto Marcus empezó a arremangarse, porque ese paró a observar sus rizos y sus mejillas. Movió la muñeca, sin cambiar ni un ápice la expresión ni la voz. – Tarantallegra. – Pronunció mirando en el último momento los pies de Marcus, lo cual era complicado, teniendo en cuenta la tiritona exterior que aún le duraba y el fuego interior que ahora mismo la quemaba.
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    Miér Mayo 19, 2021 7:22 pm

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    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    Frunció un poco el ceño con curiosidad, pero forzándose por no perder la sonrisilla. ¿Se estaba quitando los zapatos? ¿Por qué? Si era una simple maniobra de despiste... Lo estaba consiguiendo, porque ahora Marcus estaba solo pensando en qué sabía Alice que él no sabía y para lo cual hacía falta quitarse los zapatos. No iba a dejarlo traslucir, de todas formas, simplemente se irguió una vez más y respondió a su pregunta. – A mí me da igual. Eres tú la que está un paso más cerca de la neumonía. - Lo dicho, era muy probable que Alice lo hubiera hecho solo para descuadrarle por lo imprevisible, así que él no se pensaba callar. Pensaba alterar a la chica lo suficiente. Aquí tenían que estar los dos en el mismo barco.

    Entrecerró los ojos y fue pronunciando la sonrisilla escondida en sus labios fruncidos. Ah, ¿ahora era ella la que soltaba palabrería? – ¿Has terminado? - Preguntó, sin abandonar el tono chulesco. – Esa táctica la inventé yo, Gallia. No lo olvides. - Soltar una parrafada para aburrir o sacar de sus casillas al de enfrente era táctica O'Donnell pura y dura. No iba a colar.

    Su combo de dos hechizos había surtido el efecto deseado, y ahora la chica estaba descolocada y con una tiritera incontrolable. Eso le hizo hinchar el pecho, y ahí estuvo su perdición: se creyó ganador demasiado rápido. Fue a contestar con superioridad y se tuvo que arrepentir, porque no se vio venir el ataque de vuelta. Seguían en un duelo y su chulería le había hecho bajar la guardia. Cuando quiso darse cuenta, tenía las manos atadas. Mierda. Al menos no había llegado a soltar la varita, menos mal. Frunció los labios en una mueca enfadada. Eso no se hacía, no señor. Y encima ahora tenía que lidiar con la sensación de orgullo herido. No había desubicado a Alice tan fácilmente, no es que subestimara ni mucho menos a su amiga pero se había venido demasiado arriba, y Alice no era una rival cualquiera. Las consecuencias eran esas, verse atado.

    La miró con mala cara y los labios apretados cuando dijo que se iba a acercar a quitarle la varita. Estaba convencido de que no lo iba a hacer, tan convencido como de que a cualquier otro le atacaría si lo intentara y a ella no, por lo que estaba condenado a quedarse desarmado como no se desatara las cuerdas lo antes posible. Tenía segundos para zafarse del hechizo, porque Alice estaba alzando la varita y, salvo que quisiera torturarle un poco más, se estaba viendo venir un hechizo de desarme y ya sí que no tendría nada que hacer. Se esforzó por tener un mínimo de movilidad en la muñeca que le permitiera lanzar el hechizo. – ¡Emancipare! - Gritó casi al límite, y las cuerdas desaparecieron. Pero aún no había acabado ahí la contraparte de Alice. Se soltó a lo justo para poder defenderse de su siguiente ataque. – ¡Protego! - Ese sí lo paró, por lo que no llegó a afectarle el hechizo. Y el lanzamiento le había salido con un tono más elevado de la cuenta y casi trastabillando un par de paso, de la propia tensión del momento y del casi impacto, porque lo había parado por milésimas de segundo.

    Soltó un jadeo por el esfuerzo, doliéndose un poco de las muñecas, y miró de nuevo a Alice con expresión de reto a vida o muerte. – ¿Sabes que Emancipare está en el itinerario del año que viene, verdad? Has jugado sucio, Gallia. Dijimos hechizos de quinto como máximo. - Se irguió y la miró con altanería. – Y ni por esas has conseguido derrotarme. - Porque era mucho lo que Marcus leía sobre encantamientos, si no, ahí habría terminado el combate. Entonces cayó en algo. – Ah... - Emitió pensativo, riendo con una carcajada muda justo después. – Así que por eso te has quitado los zapatos, ¿no? - Frunció los labios y entrecerró los ojos. – Muy bien. - E hizo él lo mismo, descalzándose sin dejar de mirarla. Total, de perdidos al río. – Qué fácil te delatas, Gallia. - Todavía podía picarla un poco más, porque claro, apenas se les estaba empezando a ir de las manos el dichoso duelo a esas alturas.

    Encima estaba todo sudado. Genial. Pensó con mosqueo mientras se pasaba la mano por la cara y el pelo, recuperando el resuello. Al final se estaba muriendo de calor, y seguro que Alice seguía teniendo las manos frías. Que bien le vendría ahora que se las pusiera en el cuello, por ejemplo, o en las mejillas... ¿¿Qué estaba haciendo pensando en eso?? Se frotó las muñecas, las movió un poco para destensionarlas y, con malas pulgas, se desabrochó el primer botón de la camisa y se remangó un poco más. Tenía la respiración acelerada y se notaba el cuello y la frente empapados. – Si piensas que voy a saltarme las normas estipuladas, espera sentada. Aquí solo juegas sucio tú, chica de los duelos. - Respondió, pero rápidamente atacó de nuevo. – ¡Locomotor Mortis! - Y a ver que hacía ahora sin zapatos y sin poder mover las piernas.
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    Miér Mayo 19, 2021 11:14 pm

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    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Ella que iba toda orgullosa, ¿y ahora la acusaba de hacer trampas? Soltó una carcajada ofendida y le miró. – ¿Disculpa? Eso no está contra las normas. – Se cruzó de brazos y se encogió de hombros con el ceño fruncido. – Atabraquium es de quinto, hasta que aprendas Emancipare, o lo rechazas o pierdes. si no te hubieras liberado, cosa que has hecho, habrías perdido el duelo y ya está. – Soltó una risita y le miró de arriba a abajo. – Si eso es lo que te molesta, lo siento, pero yo no me salto las normas duelando. Si te gano, te gano con todas las de la ley. – Se giró dándose la vuelta y volviéndose a su sitio. – Hubiera jurado que lo sabías. – Se volvió a dar la vuelta y se colocó.

    Se apoyó en su cadera y alzó la ceja, sonriéndole a lo de los zapatos. – Puede. – Si no se hubiera puesto tan chulito y subidito, quizá se lo hubiera contado antes. Se rio un poquito más. – ¿Yo me delato fácil? – Por Merlín, si se le estaba poniendo la cara verde de lo Slytherin que estaba sacando. Y a otra cosa no, pero a Slytherins se había enfrentado a manos llenas en los duelos. No se les daba bien aguantar la defensa, a Marcus sí, pero no se esperaría ciertas cosas y pensaba usarlas. Aunque estaba picada, soltó una risita. Tenía que estar guapo hasta sudado, qué tío. – Vaaaaya vaya... Te quitas los zapatos... Te desabrochas la camisa... – Se mordió el labio inferior y ladeó la cabeza un poco dejando caer los párpados. – Como entren las niñatillas va a haber desmayos. – Y como ella siguiera mirando mucho rato, también. Menos mal que todavía estaba fría por culpa de la ideita de su amigo.

    No obstante, por muy gallito orgulloso que se estuviera portando, Marcus seguía siendo Marcus y él quería inhabilitarla para ganar el duelo, a parte que estas todo tenso porque le había lanzado un Tarantallegra. Pero ese se lo sabía, y tenía una técnica muy buena para evitarlo. – ¡Protego! ¡Portego! – Dijo haciendo una X en el aire con la varita, en un movimiento envolvente y fuerte frente a su cuerpo entero. Y entonces el golpe de efecto. De las primeras cosas que haba aprendido en el club de duelo: los Slytherin no dan nunca la espalda. Así que cuando se la das, en verdad se quedan más impactados que otra cosa. Así que dio la vuelta sobre sí misma, aún, de hecho, protegida en parte por aquel Protego, ye cuanto se giró, dejó un segundo de silencio y confusión y, mirando aquellos ojos verdes que de normal tanto la distraían lanzó. – ¡Expelliarmus! – Y alzó la mano izquierda para tomar la varita en el aire. Las cruzó y las alargó frente a él. – Oponente desarmado. Fin del duelo. Victoria para Alice Gallia. – Puso una pierna por delante de la otra y se inclinó, aún temblando un poco.

    Jugó con la varita de Marcus entre sus dedos y la llevó a sus espalda, como había hecho él antes con las ranas. Ojalá pudiera hacer que su labio inferior dejara de temblar del frío. – Ha sido muy difícil ganarte. – Dijo con la voz un poco tomada, y jadeando aún del esfuerzo. – Pero muy muy bien jugado, Marcus O'Donnell. – No pudo evitar sonreír y mirarle más intensamente notando cómo sus ojos no se despegaban de los de él, aunque ya no estaban en el duelo y cómo su pecho subía y bajaba cada vez más intensamente. ¿Por qué no sentía esa relajación final de cuando terminaba un duelo? ¿Por qué estaba deseando que ese Marcus acalorado, con la camisa un poco abierta, fuera corriendo hacia ella. – ¿No quieres tu varita? – Tentó. Porque sí. Lo quería cerca. Irracionalmente cerca. – La vas a necesitar para hacerme esa pancarta tan bonita con la que me vas a animar a ganar cuando tengamos las finales del club. – Porque sí, obviamente no iba a dejar pasar su victoria.
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    Jue Mayo 20, 2021 12:22 am

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    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    Se puso las manos en la cintura, con una carcajada que salió casi como un jadeo. – No soy muy amigo de los desmayos, preferiría que no fuera así. Ya sean niñatillas o duelistas profesionales. - Eso había sido una indirecta muy directa y ni siquiera sabía con qué intención la había lanzado, pero un Marcus subido disparaba a discreción. Y aún así, no era casualidad que no hubiera echado ningún hechizo de pérdida de conciencia a Alice. No la quería ver en el suelo. Y no sabía qué hacía pensando en eso ahora, tampoco. Suponía que llevaba un poco mal el tema de los desmayos.

    Su hechizo no solo fue rechazado, sino que la defensa de Alice había sido impecable, tanto que se le escapó una expresión impresionada en el rostro, arqueando las cejas. Había lanzado un hechizo muy potente, estaba seguro de que traspasaría el Protego si pillaba a Alice desprevenida, o que lo bordearía. Nada más lejos de la realidad. Fue a felicitarla, pero entonces la chica se dio la vuelta. Frunció el ceño, de nuevo con un jadeo cuya carcajada acompañante sonó indignada. – ¿Le das la espalda a tu rival en un duelo? - Increíble, vamos. Mira que él tenía confianza en sí mismo, pero jamás cometería tal imprudencia. De Alice Gallia tenía que venir. Y luego vio como se giraba y se quedaba parada. ¿Qué?

    Se había distraído. Se había dejado llevar por el desconcierto de verla darle la espalda, y cuando volvió a mirarle, se perdió en la forma en la que le miraba directamente a los ojos, porque podía notarlo a pesar de la distancia que les separaba. Y eso hizo que no se lo viera venir y, por tanto, no le diera tiempo a reaccionar. Para cuando percibió el Expelliarmus, el calambre en su mano ya le había hecho soltar la varita, volando esta hacia la lanzadora del hechizo. Abrió la boca y frunció el ceño, desconcertado, comprobando como su propia varita estaba ahora en manos de Alice. "Oponente desarmado. Fin del duelo. Victoria para Alice Gallia". Un hechizo directo a su pecho le habría causado menos impacto. Había perdido. Había perdido el duelo.

    Maldita sea. Se maldijo, frunciendo los labios, viendo la expresión de triunfo de la chica y como se regodeaba en su victoria moviendo su propia varita entre los dedos. Soltó aire por la nariz mientras Alice escondía su varita tras su espalda, tratando de recuperar la respiración acelerada por el esfuerzo, el calor, la tensión, la indignación... Y tenía la sensación de que sentía más cosas, pero no podía identificarlas. Su comentario le hizo arquear una ceja. – ¿Esperabas otra cosa? - El tono debía haber salido dolido, ofendido, enfadado... Pero había sonado... ¿Seductor? No lo sabía. Había sonado distinto, pero ya no podía parar. – Yo solo sé hacer las cosas bien. Muy muy bien. - Dijo con los ojos entrecerrados y una sonrisa artificial, pero el tono seguía siendo el mismo. Se pasó la lengua por los dientes, aún respirando con agitación. Sí, quería su varita, se sentía desprotegido y vulnerable sin ella, aunque la portara Alice. No se iba a conformar con que se la devolviera, quería acercarse a ella y quitársela él mismo, de una forma irracional.

    ¿Pero quién podía pensar con racionalidad así? Acababan de batirse en duelo, Alice tenía esa pose de superioridad y le había derrotado de forma impecable, los dos estaban acalorados, él estaba indignado... Y encima, eso. Esas frases. Se mordió el labio y dejó escapar una muda y seca carcajada, sarcástico y retirando la vista a otra parte, negando ligeramente con la cabeza. Dios, ¿cómo había podido perder? No, peor, ¿cómo se había dejado liar de esa forma? ¡¡Él no hacía apuestas!! Qué idiota, Marcus. Si es que le tenían que salir las cosas torcidas, eso le pasaba por seguir a Alice en vez de mantenerse firme en su postura. – Muy bien. - Dijo, avanzando hacia ella, pero se detuvo en seco al llegar... Un poco tarde, o quizás justo donde quería. No había llegado a tocarla, pero se había quedado apenas a un palmo de ella, mirándose. – Dámela. - Pidió, y el tono volvió a sonar raro, casi susurrado. No era una orden, pero tampoco una súplica. Era un tono que no recordaba haber utilizado jamás.      – Sí que la voy a necesitar. - Dijo en el mismo tono, sin dejar de mirarla, sin separarse. Sin que su respiración consiguiera modularse de ninguna manera, todo lo contrario, su pecho subía y bajaba cada vez más. – Aunque no tanto como tú algo de abrigo... Sigues tiritando. - Algo le impedía tocarla y, al mismo tiempo, le hacía desear hacerlo con todas sus fuerzas. Tragó saliva. Se habían quedado mirándose el uno al otro en silencio.

    Necesitaba su varita. Sí, esa iba a ser la excusa. El motivo, más bien. No era una excusa, era un motivo perfectamente válido. – ¿Me vas a hacer quitártela? - Acercó la mano, pero lo hizo lentamente y sin dejar de mirar sus ojos. No iba a forcejear con Alice, Marcus no forcejeaba con nadie, menos aún con ella. Solo quería... Su varita. Sí, eso. Pero en vez de llevar su mano directamente a la de ella, debió calcular mal. Estaba demasiado cansado, confuso y frustrado, ya no sabía ni lo que hacía, o eso se estaba diciendo a sí mismo. Había llevado la mano al brazo de la chica, un poco más abajo del codo, y al contacto de sus dedos con su piel arqueó muy levemente las cejas. – Estás helada... - Susurró. ¿Pero no iba a su mano? ¿Qué hacía en su antebrazo? Tendría que bajar... Y eso hizo, pero ya que había rozado su piel, siguió el recorrido de esta. Estaba a punto de llegar a su mano, pero... Se detuvo ahí. Y seguían mirándose en silencio. Tragó saliva, notando el aire entrar y salir de su cuerpo aceleradamente, y se mojó los labios. – ¿Me la das? - Dijo en ese tono susurrado, pero sin perder la chulería. Y sin dejar de mirarla.  
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    Jue Mayo 20, 2021 1:11 am

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    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Dejó caer los párpados y alzó las cejas, negando con la cabeza y sin quitar la sonrisa. – No. Esperaba que fueras un oponente complicado y esperaba ganarte. Sí ha sido una sorpresa esa vena Slytherin que no sacas tanto a pasear. – Vio cómo cada vez se acercaba más a ella, hasta quedarse extremadamente cerca. Oh, por Dios, ¿por qué estaba pensando en ciertas cosas muy concretas al decir lo de "muy muy bien"? Y ni corta ni perezosa, alzó el pecho y estiró la columna para poner el rostro un poco más a su altura y, en el mismo tono. – Yo lo he hecho mejor. – Y ahora sí que estaba cerquísima. Estaba a un paso de besarle, y como los dos estaban jadeando, notaba su respiración sobre los labios, casi podía oír el corazón acelerado de él solo un poco más flojo que su propio corazón desbocado.

    Cuando le dijo que se la diera, ella no se movió ni un milímetro y simplemente alzó una ceja, como diciendo "cógela". Porque era lo que quería y era lo que sabía que él iba a hacer. Lo tenía tan cerca que su pecho se rozaba con el de él. No. Se apretaba, porque los dos estaban respirando a la vez. Y de hecho, sí, seguía tiritando, y no se haba dado cuenta de cuánto temblaba ella contra el cuerpo de Marcus, aunque ya no estaba segura del todo de que fuera de frío... Era más como de... Tensión. Y ella que creía que se quedaría el tema en mirarse desde aquella distancia y desear sus labios con un hambre animal. – Tú la has perdido... Tú tienes que recuperarla. – Contestó, no sabía ni con que neurona del cerebro porque, en ese momento, simplemente era capaz de sentirse entre embotada y cautivada por completo.

    Pero no, esta vez el que fue a más fue Marcus O'Donnell, y en cuanto sus dedos tocaron su antebrazo, se le pusieron todos los pelos de punta y sintió un escalofrío subir por toda su espalda, juraría que le temblaban las piernas. Cuando hizo la apreciación de que estaba muy fría, lo que debería de haber respondido hubiera sido "y menos mal porque si no me moriría ahora mismo" y, sin embargo, dijo. – Tú estás ardiendo. – Porque sí, sentía esas dedos como si lee devolvieran vida a su piel. Oh, malditos dedos perfectos y preciosos del más maldito prefecto, que la estaba haciendo perder el control y que la tenía al borde del abismo mismo. Pero ella era Alice Gallia. Su palabra favorita era más. Así que, aunque aquella mano la tenía despistada, movió su mano derecha, en la que tenía su propia varita también, hacia donde tenía la otra y la cogió, todo sin dejar de mirar a Marcus, y cuando la tuvo, le rodeó por el lado contrario a donde él estaba haciendo sus avances y la deslizó por su costado hasta meterla en el bolsillo de su pantalón, dejando la mano reposando en la cintura de él, y sin haber movido todavía la que tenía a la espalda, aunque ya estuviera vacía.

    Ante su pregunta le clavó la mirada y sonrió un poco. – ¿Que te dé qué? – Sabía que sus dedos iban a llegar a su mano y ella la cerró lo justo para acariciarlos. – Yo ya no tengo tu varita... Parece que se te va escapando de un lado a otro. – Él ya tenía la varita, ella ya no tenía nada, y aún así, notada sus cuerpo más pegados que en ningún momento desde que estuvieran en el pasillo. Oh, Dios, no, mala idea recordar el pasillo. Pero aunque su mente racional estaba pensando que se estaba dejando llevar demasiado, su cuerpo y su sangre caliente habían tomado el control y ahora ladeaba la cabeza, manteniendo aquella sonrisita y susurró. – ¿Solo querías la varita? – Porque ella lo que quería era a él y a esos labios que acababa de lamerse, y que ahora mismo mordería de la pasión que tenía dentro pugnando por salir. – Ahora mismo tienes la varita, tienes a Alice Gallia... – Porque sí, ahora mismo la tenía y lo que él decidiera iba a ser, como hizo en el pasillo. Esa era su nueva máxima. Marcus tenía mejor juicio y la sangre un poquito menos caliente. Marcus era la tierra y ella el aire, él el agua y ella el fuego. Él era el de las decisiones cabales, ella la que le empujaba a hacer lo que él no se atrevía. Y ahora se le ocurrían demasiadas cosas a las que Marcus quizá no se atrevería y a la que ella le empujaría gustosamente. – ¿Qué más quieres, prefecto? – Y es que en el fondo le encantaba demasiado llamarle así, especialmente cuando estaban solos, susurrando...
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    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    Pensaba que estaba mirándola a los ojos, pero en realidad... No. Su mirada se había posado en sus labios, en como respiraba. En su camiseta de tirantes, que también revelaba su agitada respiración y daba pistas del frío que debía tener... Sí, justo eso estaba mirando. Eso y todo lo que la camiseta de tirantes dejaba intuir. Y no sabía qué hacía mirando el cuerpo de Alice, centrándose tanto en acompasar su respiración con la de ella aunque fuera para rozarse un poco más. Su mirada sí se posó en sus ojos, sin embargo, cuando le dijo que era él quien tenía que recuperar la varita. No inmutó la expresión lo más mínimo, salvo por otro sutil arqueo de una de sus cejas. – ¿Me estás retando otra vez? - Porque si no había previsto lo que iba a pasar en el duelo anterior, en esa especie de duelo no reglado que acababan de empezar... Menos.

    Él estaba ardiendo, sí. Debería responder, debería decir algo del tipo "no me extraña, con tanto ejercicio" o alguna sobrada como "será por el uniforme", pero no dijo nada. Solo se había quedado con la mirada perdida en sus labios y en su piel otra vez, mientras descendía poco a poco los dedos por el brazo de la chica. Pero, por más que descendía, no la encontraba. Empezaba a plantearse si es que estaba desviándose del camino o demorándose deliberadamente para no coger su varita y marcharse, simplemente, que era para lo que se había acercado (en teoría). Mirarla y respirar a la vez era demasiado atractivo como para darlo por concluido tan pronto... E igualmente no encontraba la varita, aunque no estuviera haciendo demasiados esfuerzos por encontrarla, solo apenas rozar su muñeca, inclinándose un poco más hacia la chica en el proceso, acercándose más con la excusa de llegar mejor.

    La pregunta de ella le hizo quedarse confuso, a pesar de que daba una explicación a por qué no encontraba la varita. Frunció ligeramente el ceño y, en un gesto sutil, miró por encima del hombro de ella. Efectivamente, no tenía la varita. De reojo, pasó la vista a su propio cuerpo, y ahí la vio, enganchada a su cintura. Echó un poco de aire en forma de risa muda entre los labios, solo en una leve carcajada, y devolvió la mirada a la chica. – Eres más hábil de lo que pensaba. - Dijo en un susurro, con la sonrisa chulesca de antes ladeada en su rostro otra vez, pero sin perder el tono que llevaba usando desde que estaban tan cerca. En teoría ya tenía la varita, ya había acabado el duelo, ya se podían ir. Pero no. Ni él se movió, ni Alice había acabado con las preguntas. "¿Solo querías la varita?". La respuesta debería de ser "sí", era lo lógico. Sin embargo, fue escuchar la pregunta y su cabeza reprodujo todo lo contrario: no. Y Alice no había terminado, porque sí, tenía la varita, como ella decía... Pero lo que no esperaba oír era que tenía a Alice Gallia. Y no sería porque una parte de él no deseaba irracionalmente tenerla, y que ella se lo confirmara, además. Tragó saliva y se mojó los labios, mirando los suyos, y sin despegarse ni un palmo de donde se había colocado. Porque si lo hacía, igualmente seguiría teniendo su varita, pero quizás dejaba de tenerla a ella.

    "¿Qué más quieres, prefecto?" Buena pregunta, ¿qué hacía allí todavía? ¿Qué buscaba conseguir? El "sí" que debió decir antes y el "no" que pugnaba por salir, acabaron por mezclarse en una pregunta intermedia. – ¿Debería querer algo más? - Preguntó en un susurro tentativo. Al igual que había dejado de pensar en el duelo y había ido a por todas, empezaba a plantearse hacer lo mismo allí también, porque si se hubiera parado a pensar, quizás no estará acercando su rostro al de ella. Tanto que su nariz prácticamente rozó la suya, tanto que tuvo que bajar los párpados para poder seguir mirando sus labios, tanto que su respiración se había vuelto a acelerar. Tanto que el susurro en el que volvió a hablar solo era audible a esa distancia. – Tú eres la que ha ganado el duelo. Tú eres la que debería decir qué quiere de mí. - Él empezaba a saber qué quería de ella, qué deseaba más bien, algo que llevaba bien guardado y escondido desde que salieron de ese pasillo del cuarto piso... O eso se había dicho a sí mismo. Algo que estaba apenas a segundos de ocurrir.

    Si un ruido seco no le hubiera interrumpido, seguido de otro ruido seco. En concreto, parecía un sarcástico aplauso acompasado con el segundero de un reloj, haciéndose notar por su sonoridad y el tonito que llevaba. Dio un leve respingo por lo inesperado y porque sintió como si alguien hubiera roto la pompa en la que estaba levitando, haciéndole caer irremediablemente al suelo. Parpadeó un par de veces como quien despierta de golpe de un sueño y dirigió su mirada a quien, después de cuatro sardónicos aplausos, había optado al fin por hablar. - Vaya... Vaya... Vaya. - Marcus rodó los ojos y echó un poco de aire por la boca, ya varios palmos separado de Alice, no sabía ni como había llegado hasta allí. El maldito de Ethan McKinley, no había otro que les pudiera interrumpir. No sabía como Alice podía ser tan amiguita de él, era un puñetero dolor de cabeza. Ahí estaba, apoyado en el quicio con sonrisa de acabar de obtener la información más valiosa de su vida.

    - Perdón, no quería interrumpir vuestra tensión sexual no resuelta. Bueno, un poquito sí quería. - Marcus ya estaba recolocándose la camisa en su sitio, tratando de devolver su respiración a un estado normal e ignorándole por completo. El chico, ni corto ni perezoso, ya se estaba adentrando en el aula sin perder la sonrisa de superioridad, a paso lento y con los brazos cruzados. - La próxima vez que vayáis a hacer algo así, avisadme para que pueda ir vendiendo entradas, que me hago de oro. - Marcus rodó los ojos. El otro soltó una carcajada a su propia broma y siguió. - Mira que yo he hecho guarradas, pues esto es lo más erótico que he visto en mi v... - ¿Tú no tienes clase ahora? – Cortó Marcus, a quien Ethan empezando a usar ya cierta palabrería le ponía un poquito nervioso. El otro volvió a soltar una carcajada. - Tenía. Adivinación, ni más ni menos, pero mi sexto sentido adivinador me ha dicho que me estaba perdiendo algo guapísimo por el castillo, así que... - Hizo un descarado sonido de olfateo con la nariz como si fuera un perro. - Me he venido olisqueando hasta aquí y, ¡bingo! - Bramó, abriendo los brazos en cruz. - Un diez me va a poner la profesora. Y un once vuestro club de fans. - Voy a tener que informar a tu prefecto de que te estás saltando las clases. – Zanjó él una vez más, recogiendo su túnica del suelo. El otro, como siempre, se tomó su comentario como solo Ethan podría tomarse algo así. - Uuuh. ¿Me vas a castigar, Prefecto O'Donnell? Mira que si es así como castigas, yo me dejo encantado. - Marcus volvió a rodar los ojos y se giró de un costado para ignorarle mientras se ponía la túnica. No estaba él muy lúcido como para responder los incansables argumentos enrevesados de Ethan, el cual no dejaba de hablar. - Voy a tener que currarme mejor mis travesuras, a ver si puedo quedarme a solas contigo en el aula de castigo, que siempre tengo que estar acompañado del mocoso ese de tu casa. Otro que te tiene una querencia especial, pero es que no me extraña. - Marcus ya estaba dispuesto a irse, pero vio como Ethan miraba a Alice y le decía. - Como tampoco me extraña que esta sea tan traviesa, visto lo visto. Nos ha salido lista la niña. Claro, Ravenclaw tenía que ser. -
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    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Era como si algo la estuviera manteniendo atada a Marcus irremediablemente, y era consciente de su cuerpo contra el suyo, de la camisa de él y su camiseta, y el ruido que hacían al rozarse. ¿Qué le estaba haciendo? ¿Es que quería lo mismo que ella? ¿Es que no había olvidado él tampoco La Provenza y el pasillo? – Sí. – Respondió esa Gal que se apoderaba de ella cuando estaba así con Marcus. – ¿Aceptas el reto? – Y se tuvo que reír cuando vio cómo se daba cuenta de que se la había jugado con la varita. Alzó los ojos y los clavó en él, negando muy levemente. – No te imaginas cómo de hábil puedo ser. – Se le estaba yendo de las manos totalmente. Estaba a solo milímetros de los labios de Marcus, si ahora tuviera la valentía suficiente o supiera que no estaba equivocándose, simplemente se lanzaría a devorar esos labios que tantísimo la estaba reclamando. Y juraría que Marcus, con su cuerpo entero, la estaba reclamando también. Sus manos aprisionándola, sus ojos mirando su cuerpo, aquella pregunta... – ¿Que si quiero algo más de ti? Esa no es la pregunta correcta. – Empezó a recortar la distancia y casi casi alcanza sus labios. La pregunta era si le quería A él y la respuesta era sí, desesperadamente. Cerró los ojos porque ya estaba tan cerca que se iba a lanzar a besarle, cuando un ruido la sobresaltó y la paró.

    De todas las personas del castillo, tenía una lista muy concreta de las que no le gustaría que la hubieran pillado en aquella situación con Marcus. Su amigo Ethan era una de ellas. Por esos mismo, porque no podría hacer un comentario simplemente y dejarlo pasar. Sobretodo con el cuelgue que él mismo tenía con el prefecto. Y maldita fuera su estampa, porque Ethan estaba diciendo todo lo que ella misma pensaría si ahora mismo pudiera pensar. Sí, aquello había sido tensión sexual al completo, y la habían intentado resolver a base de tirarse hechizos. – ¡Ethan! – Le riñó cuando dijo lo de que era erótico. A ver, ella no llegaría. llamarlo erótico, aunque la verdad es que todos los límites que ponía en su cerebro cuando estaba en circunstancias normales con Marcus, luego se hacían difusos cuando estaban como antes de que apareciera el otro. Tuvo que apretar los labios para no reírse cuando se puso con sus tonterías. Es que no te podías enfadar con él porque el condenado era muy gracioso. Aunque dudaba un poco que a Marcus le sentara ni medio bien lo que estaba diciendo su amigo. Cogió la sudadera del suelo y aprovechó para ocultar su risa tras ella cuando dijo lo del castigo. – ¡Oye tú! Que no estaba haciendo nada malo, solo nos hemos retado. El tercer martes del mes es el día del duelo libre. – Su amigo hizo una pedorreta. – La peor excusa de la historia, nena. – Ella se encogió de hombros, pero estaba demasiado sonriente. – No es una excusa, idiota, es la verdad. – Abrió la boca con falsa ofensa cuando le dijo lo de traviesa y se apoyó las manos en las caderas. – A tu lado soy un ángel, bonito. Y además, no me estaba castigando. – Pero Marcus ya se estaba yendo, y ella no iba a dejar que se le escapara tan fácilmente. Se acercó a Ethan y le dio en el brazo, bajando la voz. – ¿Ves? Ya me lo has asustado. Verás la próxima vez que tengas a alguno en bandeja. – Ethan la miró con una sonrisa maliciosa. – Uy, cariño, cuando yo tengo alguno en punto de caramelo no oyen nada que yo no quiera que oigan. – Gal le sacó la lengua y se puso la sudadera. – Sí, anda, vístete. ¿No tenías una camiseta más reveladora? No me extraña que el pobre infeliz haya perdido el duelo. – Ella salió corriendo y se giró para poner cara de niña buena. – Eres un zorrón de categoría, ¿lo sabes? – Le dijo su amigo. – ¡Tú también! – Contestó ella ya en la distancia con una gran sonrisa. – ¡Pero yo lo reconozco! – Replicó el otro, aunque, a su espalda, podía oír como se reía al decirlo.

    Alcanzó corriendo a Marcus y se puso frente a él, colocando las manos en sus hombros. – Ey, ey... No te enfades... – Ladeó la sonrisa y se encogió de hombros. – O enfádate con Ethan, no te enfades conmigo. – Miró a ambos lado y le empujó suavemente contra la pared. – Y no te mosquees por perder el duelo, anda. Solo quería asegurarme que podía seguir en el club... Y que vieras que sé defenderme solita... – Seguía poniendo aquella cara de niña buena, y ahora no estaba tan cerca como antes, pero ahí le tenía otra vez, contra la pared y ella bloqueándole la salida. Resbaló las manos hasta juntarlas en su pecho y dijo. – Alguien me había prometido una merienda y que era él el que iba a establecer los baremos... – Ladeó la cabeza. – ¿Qué me dices? – Porque sí, les había ido un poquito antes, pero no quería fastidiarlo. Le encantaban pasar tardes enteras con Marcus, no quería que ahora le pusiera distancia por lo que Ethan hubiera visto o lo que ambos hubieran estado a punto de hacer. Así que haría lo que mejor se le daba: comportarse como siempre, porque sabía que eso le hacía sonreír. Porque al final del día, eran Marcus y Alice, como siempre. – Además tengo que entrar en calor con un buen chocolate o algo, porque alguien me ha colado un hechizo y aún no se me ha pasado.
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    Jue Mayo 20, 2021 5:24 pm

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    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    No sabía qué le había pasado, si había sido el calor del duelo, las palabras de Alice, todo a la vez... Algo les conectaba de una manera distinta desde el verano en La Provenza, algo hacía que de vez en cuando la mirara de forma diferente. Ya le había pasado otras veces, pero se había empeñado en negarlo. Cada vez era más innegable. Solo Merlín sabía lo que hubiera pasado de no interrumpirles McKinley.

    Ahora trataba por todos los medios de hacerse el digno y el interesante, como siempre, de pretender que solo estaban en un duelo y poco más, pero su respiración estaba aún muy acelerada y sentía un calor por todo su cuerpo que podría asociar al esfuerzo del combate, a la vergüenza de la pillada (y de los comentarios del chico) o al haberse puesto la túnica de nuevo, pero él sabía que no eran estos los únicos motivos. Al parecer, todos los presentes lo sabían. Eso no le hacía sentir muy cómodo. De por sí, esa atracción hacia Alice, esa necesidad de besarla y de tocar su piel, no le hacía sentir cómodo cuando la pompa se rompía y se veía en circunstancias como esa. ¿Qué iba a pensar de él? Lo del pasillo estuvo genial, lo de la playa estuvo genial, pero, ¿y si la chica detectaba que su atracción por ella iba a más, que no podía contenerse, que no dejaba de mirarla, y empezaba a incomodarle su presencia? ¿Y si determinaba que los verdaderos amigos no hacen esas cosas, eso que Marcus hacía con su mirada y con su pensamiento más veces de las que él se había impuesto como correctas? ¿Y si quería tomar distancia de él? ¿Por qué, Marcus? ¿Por qué te dejas arrastrar tan fácilmente a estas cosas? Luego venían consecuencias con las que no sabía si podría lidiar. Y, mientras tanto, seguía teniendo mucho calor.

    Para arreglarlo, Ethan no se callaba. Se pasó las manos por el pelo y por el cuello, el cual seguía notándose empapado, y resopló para sí mismo. Luego carraspeó un poco y trató de componer una pose lo más protocolaria posible. – Creo que deberíamos ir dejando el aula. - Comentó, mirando a Alice de soslayo, dicho lo cual se dirigió a la puerta. A más escuchara a Ethan, más nervioso se iba a poner. A más tiempo pasara allí con la chica, acalorada y en tirantes... En fin, que igualmente habían ido allí a practicar un duelo y ya lo habían terminado, no tenía sentido quedarse.

    Sabía (o rogaba por ello, lo contrario sí que sería mala señal) que Alice iría tras él en seguida, pero de verdad que necesitaba salir de allí. El aire frío que corría por el pasillo pareció despejarle un poco la mente, más o menos, o al menos le permitió respirar hondo. Se alejó unos pasos en dirección a las escaleras, ya con la respiración más modulada, y moviendo un poco el cuello y los brazos. No tardó en notar las manos de Alice en su hombro. Frunció un poco el ceño y esbozó una sonrisa levemente extrañada. – No no, no me enfado. Ha sido un combate justo. - Claro, porque probablemente Alice se estuviera refiriendo a eso. Rodó los ojos a la mención de Ethan. – Ah, ese... - Pero antes de poder quejarse más sobre el comportamiento del Slytherin, Alice prácticamente le arrinconó contra la pared. Mal vamos. Aún no se le había pasado del todo el embotamiento, si bien se había enfriado bastante. No era la mejor postura para recuperar la mente pensante y no dejarse llevar por lo que su cuerpo le pedía.

    Lo mejor que podía hacer era centrarse en sus palabras. Sí, tragaría saliva, recompondría la sonrisa de siempre y se centraría en sus palabras. Al menos la sudadera ya le ayudaba considerablemente a mirarla a los ojos. – ¿Tan mal perdedor me consideras? - Dijo con normalidad, y negó un poco con la cabeza, añadiendo un leve suspiro. – Sí, sí que sabes. - No dudaba de que Alice se supiera defender sola, pero él era asustón, qué iba a hacerle. Y Alice era la última persona del mundo a la que quería que hicieran daño. Ya había conocido a una Alice dañada y... Simplemente no quería volver a verla, aunque fuera otro tipo de daño distinto.

    Las manos por su pecho trajeron otro nuevo escalofrío, pero lo contuvo bastante bien. Quieras que no, el modo hablar normal ayudaba bastante. Asintió con una sonrisa fruncida en los labios. – Es cierto. Y tengo mucha hambre porque alguien me ha hecho gastar mucha energía, así que prepárate. - Se mordió el labio y rio un poco, haciendo un gesto de la cabeza que señalaba en dirección al Gran Comedor. – Vamos cuando quieras. - Pero la chica ni se había quitado ni había terminado de hablar. Su comentario sobre el frío le hizo reír. – Lo siento. A veces me pierde demostrar que tengo razón, pero creo que el chocolate va a arreglarlo bastante. - Se lo pensó unos segundos, pero... ¿No eran ya los mismos de siempre otra vez? ¿No eran Marcus y Alice? ¿No estaban con las bromas y el tono de siempre, como si hubiera caído un velo sobre lo ocurrido y ya está, y nada más? Se mojó los labios en una sonrisilla y acercó la mano con cierta timidez a su brazo. Ya no era lo mismo, seguía acalorado y con imágenes de lo que había ocurrido y hacia donde podía haber llegado en su cabeza... Pero ya no iba a pasar. Ya eran los de siempre, nada más.

    Tan pronto puso una mano en su brazo, llevó también la otra al otro brazo y los frotó con una leve risita, cariñosamente. – ¿Mejor? - Ya aprovechó para zarandearla un poquito a modo de broma y reírse de nuevo. – Ni uniforme ni tirantes. Yo me he muerto de calor pero tú te has muerto de frío. Habrá que buscar un término medio. - Dijo, sin soltarla ni perder el tono cómico, aunque ya se había parado. Se mojó los labios de nuevo. Otra vez se habían quedado mirándose en el leve silencio... Pero estaban en mitad del pasillo, y ya se había dicho a sí mismo que estaban en el modo de siempre, así que solo carraspeó y amplió la sonrisa. – ¿Vamos? - Dijo, en referencia al Gran Comedor. Pero cuando Alice se separó de él, una curiosidad pinchó en su cerebro. Una curiosidad que algo le decía que, por su bien, era mejor dejarla pasar... Pero no lo hizo. – Eem... - Empezó, deteniéndola a base de agarrar su muñeca antes de que se separara más de él y se girara para irse. Tragó saliva con una risilla nerviosa, mirando de reojo a los lados, como si quisiera quitarle las a saber qué cargas llevaría aquello. – ¿Cuál era la pregunta correcta? - Preguntó en un tono más bajo, mirándola a los ojos. Se dio cuenta de que su corazón se había acelerado otra vez, así que decidió rebajar. – Ya se me ha ido la vena Slytherin. Y soy demasiado Ravenclaw como para saber que he hecho algo mal y quedarme tan tranquilo. -
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    Jue Mayo 20, 2021 9:15 pm

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    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Chasqueó la lengua y entornó los ojos, quitándole hierro al asunto. – No, no creo que seas mal perdedor. – Un poquito sí. Achicó un poco los ojos. – Bueno, digamos que no te gusta equivocarte. – Se rio cuando le oyó darle la razón. – Me alegro de que te hayas dado cuenta. – Y se tuvo que reír a lo de la energía. – Marcus, te conozco desde hace cinco años, y no recuerdo un solo día en el que no tuvieras hambre. – Dijo mirándole significativamente y sin quitar la sonrisa, un poco enternecida porque ahí veía al Marcus de once años poniéndose morado de comida en La Provenza. Achicó los ojos de nuevo y echó la cabeza para atrás. – No me pidas perdón. Me has colado un hechizo, culpa mía, que no me salió lo suficientemente rápido el Protego.

    Entonces notó cómo Marcus volvía a tocarla. Era un toque tierno, que en seguida se reveló que era solo para hacerla entrar en calor, pero que consiguió hacerla reaccionar como un osito mimoso, recreándose en aquel gesto de su amigo con una sonrisita satisfecha. – Sí, mucho mejor. – Dijo de corazón. Porque recuperar a su Marcus de siempre también tenía cosas buenas, muy buenas, aunque se hubiera quedado con tremendas de llevárselo más lejos antes. Pero ahora volvían a ser ellos y eso estaba bien, recuperaría su tarde normal con Marcus y ya está. Se rio mirando hacia el comedor. – Hoy quiero todo el chocolate que encuentres. Y arándanos, seguro que hay algún pastelito de arándanos. – Y se separó, derecha a irse, cuando algo la detuvo.

    Mil mariposas volaron dentro de ella cuando la agarró de la muñeca. Y poco necesitaba Gal para recuperar el modo que tenían antes, para que su estómago se estrujara y su pecho se encogiera. Se giró y le miró a los ojos. Por un segundo, no supo ni cual era la pregunta, porque aquel tono de Marcus, su cercanía otra vez y los latidos de su propio corazón en los oídos, le impedían pensar. Y entonces el hizo aquella aclaración, y parecía más relajado, y como que no se lo estaba llevando por este camino por el que iba ella hacía tan solo unos minutos. – Ah... La pregunta... – Sí, Gal, la pregunta, por favor, baja a la tierra, e invéntate algo decente. – Ya veo que... Vuelves a ser cien por cien Ravenclaw. – Algo más elaborado, Alice Gallia. Ahora, sin el calor del momento, le parecía una pregunta absurda. – Así que... Si te lo dijera... – Se mordió el labio y se encogió de hombros, deslizando su muñeca por la mano de Marcus, dejando que sus dedos se quedaran en sus palma. – No estaríamos actuando como miembros decentes de nuestra casa. Yo por contártelo y tú por no haber llegado a ello solo. – Ni tan mal. – Piénsalo, y si... Se te ocurre cuál puede ser la pregunta correcta. – Dio un paso hacia él, sin quitar la sonrisa. – Vienes y me dices. – Se acercó a su oído y susurró. – "Alice, tengo algo que preguntarte". – Dejó caer los párpados y se separó. – Venga, que quiero coger la merienda y que nos vayamos a la sala común. No más Ethans. Y con suerte Creevey está castigado, allí tendremos más paz.
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    Jue Mayo 20, 2021 11:43 pm

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    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    Rio con suavidad, ladeando la cabeza. – Bueno pero hoy tengo más hambre. - Dijo con un tono más tierno del que estaba usando, quizás por la sonrisa con la que Alice le miraba. Realmente necesitaba comer. Mucho. Se sentía inquieto por dentro y algo le decía que solo la comida le calmaría. O al menos era lo que tenía a su alcance para calmarse. Volvió a reír y asintió con confirmación. – Chocolate y arándanos. Y las pastitas de té. Hecho. - Y seguro que por el camino encontraba algo más que añadir al plato. Podría comerse una tonelada de dulces en ese momento. Y sí, los bañaría todos en chocolate, le parecía una buenísima idea.

    No dejaba de mirarla aunque no con la seguridad con la que lo hacía habitualmente, sino con cierta inquietud. Con una sonrisa tranquila, pero mojándose los labios inconscientemente y tragando saliva. No tenía ni idea de lo que Alice iba a responderle, y parecía estar pensándoselo... Quizás solo había sido un farol, otra de sus cositas para desconcentrarle, o quizás el Marcus que se sentía irremediablemente atraído hacia ella se había confundido con lo que había escuchado, o le estaba dando más vueltas de las que tenía. Cuando le dijo que volvía a ser cien por cien Ravenclaw, ladeó la sonrisa e hizo una leve caída de ojos, encogiéndose de un hombro, tratando de traer así su superioridad habitual, aunque por dentro siguiera expectante. Pero Alice estaba dejando de nuevo sus palabras en el aire, mientras acariciaba su mano, y su mirada se dirigió hacia allí por un instante antes de volver a su rostro. Y cuando parecía que le iba a contestar, le dio la vuelta. Soltó un poco de aire entre los labios en forma de muda carcajada. Qué idiota, Marcus, como que te iba a contestar. Como que le iba a decir lo que él quería oír... Si es que quería oír algo en concreto.

    Se mordió el labio y la miró con los ojos entrecerrados de quien piensa "me la has vuelto a jugar". Sí, Alice le hacía esas cosas continuamente, pero siendo honestos, él se las ponía en bandeja. A quien pretendería convencer de que no le encantaba que lo hiciera. Tuvo que respirar hondo disimuladamente cuando la chica susurró en su oído, pero al apartarse ella la miró con los ojos entornados, sin perder la sonrisa ni la imagen de chulería que había conseguido disimular, aunque se sintiera temblando por dentro. Aunque siguiera con muchísimo calor a pesar de estar en mitad de un pasillo por el que pasaba la corriente del aire invernal de Inglaterra. Se mojó los labios, asintió y se acercó él también a su oído. – Lo haré. - ¿Quería susurros en el oído? Porque él también sabía hacer eso.

    Se separó, creyéndose con la pose muy bien mantenida, y pasó por su lado. – Sí, me apetece eso. - Dijo mientras se encaminaba, dejándola ligeramente atrás. Necesitaba no mirarla aunque fuera un segundo porque todavía no las tenía todas con él de no lanzarse a besarla. Parpadeó y se recentró justo a tiempo de que la chica se pusiera a su altura y emprendieron rumbo al gran comedor. Una vez allí, cogió uno de los platos y le hizo un gesto con la mano a Alice. – Ah ah ah, de esto me encargo yo. - Se iba a llevar medio comedor con el hambre que tenía. Echó un buen surtido de pastas de té, que eran su objetivo cuando dijo de merendar, pero también añadió pastelitos de arándanos y, por supuesto, chocolate. – Oh, esto, por favor. - Dijo, él solo, porque Marcus hablaba en voz alta cuando le ponían un bufet por delante como si tuviera que justificarle a alguien sus decisiones (que consistían, básicamente, en coger de todo). Cogió tres gofres, porque seguro que Alice solo se comía uno pero él pensaba comerse dos, y los bañó en chocolate. Se estaba pasando pero le daba exactamente igual. También les echó fruta por encima, y un poco de nata. – Ni media queja. - Advirtió a Alice, porque ya se la estaba viendo venir, y él necesitaba comer, y ella se lo había prometido, y era su pago por meterse en el maldito duelo, y él a esas horas de la tarde normalmente ya había merendado, y estaba cansado, y hambriento, y acelerado, y debería parar. Oh, y no había visto las galletas. Se hizo con varias. Buscó por la mesa, aunque sabía que era muy probable que no hubiera, y chistó. – Un poco de helado hubiera estado genial. - Debía ser el único que pedía helado allí en febrero, pero es que seguía teniendo calor. Y la vainilla y el chocolate combinaban muy bien también, la verdad. Y la fresa y el chocolate. No, fresas no. Había leído estudios sobre la combinación entre fresas y chocolate y algo le decía que no le iban a venir bien a su estado. Ya sí, cuando consideró que tenía comida como para hibernar si quisiera, cogió un par de vasos de chocolate caliente y lanzó un hechizo tanto a estos como al plato para que se mantuviera todo en su sitio y se fueran levitando junto a ellos hacia la sala común.

    Cuando llegaron había algunos estudiantes, pero no demasiados. Por lo pronto, sus amigos no estaban, de lo cual se alegró. ¿Por qué? No sabía. ¿Porque quería estar solo con Alice? Puede. No, no era por eso, era porque... No quería que le quitaran comida. Sí, así de egoísta era Marcus para la comida, pensaba compartir solo con Alice y porque estaba pactado. Y como su sofá favorito estaba libre, pues genial. Podían comer allí juntos su espectacular merienda, en su sofá favorito, pudiendo deshacerse de la túnica por fin, charlando de sus cosas. Normal. Como Marcus y Alice. Como siempre. Nada raro. Nada distinto. Todo perfectamente normal y natural. ¿Verdad?
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    Vie Mayo 21, 2021 12:44 am

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    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Aquellas miradas empezaban a pesarle como un yunque. Se estaba controlando muy mucho para no lanzarse y decirle "Por Dios, deja de mirarme así y bésame de una vez". Sin embargo, el desafío que le había lanzado parecía haber surtido efecto. Pero todavía estaba esperando el día en el que Marcus O'Donnell no estuviera a la altura de un reto suyo. Cerró los ojos y dejó salir un poco de aire cuando él le susurró de vuelta. Esperaba que ese "lo haré" fuera de largo fiar, porque si seguía tentándola de esa forma, no respondía de sí misma.

    Afortunadamente, Marcus se fue hacia el comedor, y ella se quedó unos segundos pillada, mirando simplemente a la pared. Tomó aire, parpadeó y fue tras su amigo. – ¡Eh! Quieto quieto que te veo venirte muy arriba con esto. – Que si le conocía de algo, le iba a montar una merienda digna de un Colacuerno hambriento, y tampoco era plan. Pero nada, ya le dejó bastante claro que lo elegía él, y Gal no estaba en el ánimo de discutir con él, así que se fue a uno de los banquitos y se sentó en él, observándole. Le encantaba cuando se le ponía aquella cara ávida e investigadora, de pura felicidad, como pasaba cuando hacían manualidades, preparaban fiestas o, simplemente, le dejaba elegir la comida. Merecía la pena solo por eso. Pero claro, cuando vino con aquel plato gigante hasta los topes no pudo quedarse callada tampoco. – Yo creo que los gofres, igual, no eran... – Pero dijo que nada de quejas, así que ella simplemente suspiró y negó con la cabeza. Frunció el ceño ante lo del helado. – ¿Pero cómo vas a comer helado en febrero? Que eres tú el fan de las normas. El helado es para el verano. – Dijo con ojitos soñadores mientras subían hacia la sala común. – Ahí, en Saint-Tropez, a media tarde, cuando estás cansado de bañarte y de la playa, pero quieres aguantar hasta que se vaya el sol, y te tomas uno de esos helados de leche merengada super fresquitos, y es como si te echaran pura energía al cuerpo... – Ah sí, el verano y La Provenza, en medio de febrero los echaba mucho de menos. Y sobretodo echaba de menos el Marcus y la Alice en los que se convertían.

    Que no estén los chicos, por favor, que no estén. Y no, de hecho no había mucha gente en la sala común. – ¡Oh! Mi sofá está libre, vamos allá. – Y, de hecho, Marcus ya había emprendido camino hacia allí. Se dejó caer en el sofá, porque le encantaba hacerlo y se descalzó, para poder subir los pies, como a ella le gustaba para estar cómoda del todo. Eso le hizo recordar el truquito de los zapatos y se rio, señalándolos con la cabeza mientras daba un sorbito al chocolate. – Es buen truco, ¿eh? – Rio y bebió otra poquito, sintiéndose mucho mejor de temperatura. – Me lo enseñó el año pasado una de Slytherin. ¿Ves? No solo intentamos matarnos. – Dijo con tono jocoso entornando los ojos. Cogió un pastelito de arándanos y dejó flotando al lado otra vez el chocolate. Empezó a comérselo, degustando la crema, pero miró a Marcus y se vio en la necesidad de aclarar algo. – No me ha gustado enfrentarme a ti. – Y le miró a los ojos sin perder la sonrisa. – Generalmente, la gente del club me da igual, el día libre no suele venir casi nadie, ya lo has visto. Creo que de gente cercana solo tengo a Peter, y el pobre es tan caótico que más que nada nos echamos unas risas. – Se rio solo de pensarlo y se terminó el pastelito. – Y tú eres un rival formidable, pero es verdad que me ha costado echarte hechizos. No porque pensara que no los ibas a poder rechazar, es que no puedo pensar en ti como un enemigo. – Cogió una pastita y la mojó en el chocolate antes de comérsela. – Bueno, al final me tenías un poco mosqueada. – Soltó una carcajada de garganta. – Pero formaba parte de la gracia del duelo... – Inspiró y terminó de tragar. – Lo que quiero decir es... Que entiendo por qué no te gusta que esté allí. – Miró sus manos y se tiró un poco de los puños de las mangas de la sudadera hasta la mitad de los dedos como le gustaba hacerlo. – Pero no sabes cuánto me ha ayudado a canalizar... Cosas... Que siento. Y que antes me carcomían por dentro. – Ninguno de los dos quería volver al año pasado. Y ahora ya iba superando la pena, pero... Aquellos sentimientos cada vez más fuertes por Marcus, aquella atracción desmedida, también se ponía en medio. Puso una mano bajo la barbilla de Marcus y enfocó sus ojos. – Sé que tú tienes que preocuparte por todo, pero... Estoy bien. Estaré bien. Siempre dices que soy valiente y soy buena bruja, ¿no? – Sabía que Marcus nunca le negaría eso. – Y me hacía mucha ilusión que vinieras a verme a las finales, para ver cómo quedo en la clasificación del club. Me gusta tenerte en mi vida. – Rio un poco más y acarició levemente su cara, dejando caer la mano entre los dos.
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    Vie Mayo 21, 2021 1:12 pm

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    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    Se dejó caer en el sofá con un leve suspiro de cansancio, y se dio cuenta de que sus músculos estaban como si les rodeara electricidad estática nada más entrar en contacto con los cómodos cojines. No estaba acostumbrado a hacer duelos, demasiado ejercicio intenso en poco tiempo, más la intensidad que de por sí habían generado. Igualmente tenía tanta sensación de acelere en el cuerpo, y tanta hambre, que fue sentarse y ya cogió una galleta y le dio un buen mordisco. ¿Pero él no iba a quitarse la túnica lo primero? Termino de tragar y se dejó la galleta en la boca para poder tener las manos libres y quitarse la túnica, dejándola a un lado. A ver, Marcus, ya ha acabado el duelo, relájate. Se quitó la galleta de la boca, partiéndola con los dientes para poder comerse otro trozo, y mientras masticaba respiró hondo. Vale, sí, mejor.

    Miró a Alice cuando esta habló sobre el truco, dirigiendo la mirada donde la señalaba. Eso le hizo reír con la boca cerrada, llena de galleta. Tragó y habló. – Reconozco que cuando lo hiciste pensé que solo querías desconcertarme. Pero sí, es un truco brillante. - Ladeó un poco la cabeza. – Aunque los calcetines resbalan más que los zapatos, habría que andar con cuidado. Quizás si te lanzan un hechizo muy potente, este te arrastre hacia atrás con más facilidad, podría dañar tu escudo. - Comentó en voz alta, pensativo, mirando a otra parte como hacía siempre que se ponía a hipotetizar. Se terminó la galleta y añadió. – Pero sí, te eliminas de golpe dos hechizos que van directos a los zapatos. Y seguro que hay más por ahí que aún no sabemos. - Ya había abierto la veda con la galleta, era el momento de los gofres. Se acercó el plato y le hincó el tenedor con avidez. Se iba a poner hasta arriba de chocolate, pero le daba exactamente igual.

    En lo que intentaba desfogar unos nervios internos que ya deberían habérsele pasado a base de llenarse los mofletes como una ardilla recolectando bellotas, Alice volvió a hablar, y esta vez dijo algo que le hizo mirarla súbitamente y detenerse en el masticar. Mejor no se metía tanta comida en la boca, porque ahora se notaba un pellizco en el pecho que le dificultaba tragar. Lo consiguió en lo que Alice aclaraba a qué se refería con eso. Se había quedado parado escuchándola, no era capaz de seguir comiendo, solo la miraba y la escuchaba con atención. Aunque lo de que al final la tenía un poco mosqueada le hizo reír, bajando la cabeza con un toque avergonzado. En realidad, no le sorprendía lo más mínimo que Alice le hubiera ganado el duelo: llevaba toda la vida ganándole de diferentes formas. En esos momentos, en concreto, acababa de quitarle toda esa extraña inquietud de un plumazo y tirar sus defensas al suelo. El Marcus tierno, que estaba secuestrado por el Marcus altanero y soberbio, acababa de ser liberado de nuevo.

    – Lo sé... - Murmuró con la vista baja. Sí, sabía que a Alice le había ayudado mucho todo aquello a canalizar perder a su madre y todo lo que eso conllevaba, no era tonto, había visto las diferencias. Fue a añadir algo, pero Alice puso la mano en su barbilla y la miró. – La más valiente que conozco. - Confirmó, pero su última frase le provocó un vuelco en el corazón. "Me gusta tenerte en mi vida". Tragó saliva. ¿Cómo podía haber sido tan cabezota y desconsiderado? Él, que le importaba un pimiento el quidditch y de quien su hermano pasaba olímpicamente, había ido de cabeza con la pancarta más grande y colorida que pudo hacer a animarle en su primer partido, y le seguía animando cada vez que había uno importante. ¿Por qué no había hecho eso con Alice en el Club de Duelo? Ahora se sentía un idiota.

    Bajó la mirada y echó un poco de aire por la boca. – A mí también me gusta tenerte en mi vida, Alice, por eso... Por incoherente que te parezca... Por eso no iba. - Alzó la mirada a sus ojos y, al cruzarse con estos, se encogió de hombros como si se excusara. – Lo siento. Tú eres muy valiente, pero yo no soy así y... Me daba miedo que te hicieras daño. Simplemente, no... No quería presenciar eso. - Se mojó los labios y negó con la cabeza. – Y no es ni mucho menos que no confíe en ti. Confío en ti, en quienes no confío es en los demás. - Se acercó un poco hacia ella en el sillón. – Yo sé que te vino muy bien el año pasado, y me alegré de verte mejor, aunque... Bueno, ya sabes que no era mi método predilecto. Siempre me dio miedo que te hirieras, en clase lo haces todo muy bien pero... - Estabas fatal, eres muy impulsiva y estabas lanzando hechizos movida por la rabia a gente mayor que podía ofenderse y vengarse. En lugar de decir eso, tragó saliva otra vez y lo matizó. – Estabas... Triste, y enfadada, y temía que te hicieras daño, solo eso. Pensé... Que había sido algo puntual del año pasado y que este año lo dejarías, y cuando volviste a apuntarte... - Miró otra vez sus ojos. Vale, iba a decir algo que le iba a dar mucha vergüenza reconocer, así que echó aire por la boca, dio un sorbo al chocolate y volvió a dejarlo en su sitio. Al menos coger fuerzas

    Se rascó el pelo y empezó. – Voy a confesar algo que creo que no lo llevo tan discretamente como a mí me gustaría pero que nunca he reconocido delante de nadie, y te vas a reír en mi cara, y lo sé, pero quiero que lo sepas. - Se mojó los labios y trató de mirar sus ojos, pero de soslayo. – ¿A qué te crees que me dedico mientras tú estás en el Club de Duelo? ¿Te crees que estoy de cháchara con nuestros amigos? ¿Que estoy tan tranquilo en la biblioteca estudiando? - Se le escapó una risa de pura vergüenza, negando con la cabeza. – Estoy en la puerta, Alice. Y cuando no, estoy rondando la enfermería. - Hizo un gesto con las manos. – Ya, lo sé, soy un cobarde y soy idiota. - Se encogió exageradamente de hombros, alzando las palmas. – ¡Me da miedo! Y quiero estar cerca por si... Te pasa algo, estar ahí contigo. Pero siempre pienso que voy a entrar y voy a ver como te hacen daño, y ya te vi desmayarte una vez, no quiero volver a ver eso. - Echó aire por la boca, con la mirada baja y encogiendo un hombro. – Pero bueno, ya me ha quedado súper claro que te sabes defender de lujo... - Ladeó la sonrisa y, ya sí, la miró a los ojos. – Y mola verte combatir. La verdad es que sí. -
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    Vie Mayo 21, 2021 5:05 pm

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    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Se sintió mucho más relajada viendo que Marcus hablaba tranquilamente de los hechizos, de los trucos de los zapatos, de... Lo de siempre vaya. Pero algo fuerte debía haber dicho, porque su amigo se quedó extrañamente callado. Ella frunció el ceño y se quedó mirándole. Se esperaba un Marcus aleccionador, que le dijera cincuenta veces por qué el Club de Duelo era peligroso, no un "lo sé". Y el corazón se le puso a latir a la velocidad del rayo cuando le dijo lo de que no quería verla hacerse daño. – No, no es incoherente. – Se apresuró a decir. No había contado con aquel miedo tan intenso de Marcus, como a su hermano si iba a verle y volar también le daba miedo... Pero en fin, él sabría dónde estaban sus límites, y desde luego lo último que había querido Gal era presionar esos límites. Marcus siempre estaba dejándose la piel por ella, por tenerla contenta, por su bienestar... Y ella venga a meterse en líos. Le tendió la mano y la estrechó, ladeando un poco la sonrisa. – Es que yo soy peligrosa en mí misma, Marcus. Soy una Gallia. Y soy de las tranquilitas. – Dijo con sorna. – Es que la tristeza, la rabia y la preocupación no son cosas que desparezcan de un año para otro. – Se puso a jugar con sus propios dedos y ladeó la sonrisa. – Por genial que haya sido el verano. – Porque sí, había sido un verano maravilloso y curativo. Pero no arreglaba sus problemas.

    Pero lo siguiente sí que no se lo esperaba. Y Marcus la etapa mirando a los ojos, abriendo sus corazón, confesando algo que le daba vergüenza, y a ella de lo que le daban ganas era de tirarse a abrazarle y decirle que era demasiado bueno para ella. Porque aquellas mariposas que había sentido antes, volaban ya sin control por todo su interior. Clavó la mirada en él y se inclinó un poco más en su dirección en el sofá. – No digas eso. No vuelvas a decirlo. No eres un cobarde y muchísimo menos un idiota. – Quizá haba dicho eso cargada de demasiada pasión. Porque sí, era pasión lo que irradiaba en ese momento. Pasión por aquella alma buena, por aquel cariño que detectaba en las palabras de Marcus. – ¿Cómo iba a reírme de ti? – Y sin controlarse mucho subió la mano y la puso en su mejilla, acariciándole con el pulgar. – Más bien me muero... – Dijo con toda la intención de decir "de amor" pero no, error, no era eso lo que quería decir, a ver si la iban a liar en aquel momento tan bonito. – De ternura. – Agarró con la otra mano la de Marcus y le miró. – Nadie cuida de mí como lo haces tú, Marcus. Nadie. – Vamos, en la vida se habría imaginado que era eso en lo que gastaba el tiempo mientras ella estaba en duelo.

    Se acercó un poco más a él, con una sonrisa tranquilizadora. – Ahora lo entiendo mejor, la verdad. Me dolía un poco que no quisieras verme, porque pensé que... No sé, que no te importaba o que no lo considerabas importante o muy Ravenclaw. Y en lo último hubieras tenido razón, porque, a ver, no hay muchos Ravenclaws en el club, para ser sinceros... – Se encogió de hombros. – O que, como siempre hemos hecho casi todo juntos, te molestaba que hubiera hecho esto por mi cuenta... No sé. – Movió sus dedos sobre la mejilla del chico. – O que me considerabas una loca, como siempre. – Negó la cabeza y rio un poco. – Pero... Quiero decir... Te has arriesgado a la ira de Durrell solo por estar preocupado por mí. Eso es... – Es precioso, es como si tú mismo me siguieras dando motivos para estar más y más enamorada de ti, pensó. Porque sí, cuando Marcus hacía esas cosas era todo en lo que podía pensar. En cuantísimo lo quería. – Pero te juro que tengo cuidado. Y además, solo es un club de Hogwarts. No hacemos nada peligroso, y Silver vigila, si ve que algo se pone intenso, desarma a ambos duelistas y ya está. – Puso una sonrisa tranquilizadora, y sin separarse ni medio milímetro de donde estaba, se apoyó en el respaldo. – No voy a dejar que me pase nada. ¿Quién distraería y daría problemas sin cesar al prefecto de Ravenclaw si no soy yo? – Y más ahora que sabía que estaba tan preocupado, más cuidado llevaría, para evitar por todos los medios darle un disgusto. – No tienes por qué venir si no quieres. Te libero del reto. Saber que estás pendiente de mí y cuidándome, aunque sea fuera, vale mil veces más que tenerte con una pancarta. – Se dio cuenta de que aquello se estaba poniendo otra vez tenso y susurró. – Distrayendo a las alumnas. – Lo mejor es que entre aquellas alumnas estaría ella. Demostrado había quedado.
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