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    Alchemist
    Ivanka
    Alchemist
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    Dom Mayo 16, 2021 11:56 pm
    Recuerdo del primer mensaje :


    ¿Me estás retando?
    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Estaban copiando apuntes a toda velocidad sobre los encantamientos que entraban en los TIMOS, y era bastante importante, pero Gal estaba muriéndose de ganas de soltarle a Marcus la información que ella sabía que tenía y él no, porque eso no solía ocurrir. Pero, primero, quería enterarse bien de aquella lista, y segundo, porque Marcus podía aprender un Avada Kedavra solo para asesinarla por robarle la posibilidad de tener perfectamente copiados y aprendidos aquellos hechizos. Así que se limitó a terminar de escuchar a Silver.

    Que sentía cosas por Marcus, ya lo tenía asumido, pero cada vez le costaba más ocultarlo. Era como si la sangre le ardiera y una fuerza interior le empujara a tentarle, a tontear, a decir cosas que él sabía que interpretaría de tal forma, quería estar con él a solas, aunque no hicieran nada. Aunque no hubieran hecho nada desde lo del pasillo (y lo del pasillo había sido bastante). Y también se encontraba a sí misma pensando qué pensaría Marcus si ella dijera tal cosa, si se pusiera esta otra. Sin ir más lejos, aquella mañana, se le había ocurrido agrandar con un hechizo uno de sus lazos azules para ponérselo en la cabeza como una diadema, con el lacito justo en la parte de arriba, encima de la frente, solo porque sabía que él se fijaría en algún momento. De tal manera, que lo de contarle que conocía y controlaba el Protego, lo estaba barajando porque sabía que a Marcus le gustaba que ella supiera cosas, le pasaba mucho con las plantas.

    Así que en cuanto Silver dejó de hablar y les dio tiempo para desarrollar el ejercicio (que ellos ya tenían hecho, porque lo habían hecho hacía un par de días cuando estudiaban el Silentium y se vieron venir que habría que hacer una pequeña investigación al respecto, se acercó a él y le dio suavecito por el codo. – Eh, prefecto... – Susurró con retintín en la voz. – ¿A que no sabes qué hechizo de esa lista no solo me sé ya si no que lo controlo perfectamente? – Se giró en su sitio y le puso una mirada y sonrisa muy pícaras. – Protego. – Dijo vocalizando mucho. – Hago unos escudos que lo flipas, de hecho ya solo me falta que me salgan completamente transparentes. – Sí, los bordes de los mismos le seguían salido de un color entre azul y morado y eso daba pistas a los oponentes. Se cruzó de brazos y alzó una ceja. La otra razón por la que se moría de ganas de soltarle aquella información era porque había un tema con el que tenía ganas de picarle desde hacía tiempo y para el cual el Protego le daba una buena excusa. – ¿Y sabes quién me lo enseñó? – Dejó una pausita dramática y se inclinó hacia él. – El propio profesor Handsgold en el club de duelo... – Se miró las uñas fingiendo despreocupación. – Si vinieras alguna vez a verme... Podrías verlo. Y te lo podría enseñar. Y hasta si tú quisieras... – Giró la cabeza para mirarle con cara de niña buena. – Podríamos practicarlo... – Suspiró muy fingidamente. – Y justo hoy, que tenemos duelo libre... En cuanto acaba la clase...
    Merci Prouvaire!


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    Alchemist
    Freyja
    Alchemist
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    Vie Mayo 21, 2021 5:57 pm

    ¿Me estás retando?
    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    Rodó los ojos con una leve sonrisa. Sí, ella era Gallia y, por definición, llevaba con ella el peligro. Conocía a William y a Violet como adultos y, aun así, podía imaginarse como eran en Hogwarts y seguro que ambos ganaban con creces a Alice. Además, para algo tenía a sus padres contándole anécdotas de los hermanos Gallia (si bien su padre hablaba con un poco más cariño de William que su madre de Violet, pero se hacía una idea). – Por eso que eres un peligro con patas pensé que no era buena idea darte vía libre para soltar maldiciones. - Bromeó en tono distendido. Ya había dejado claro que confiaba en el poder de Alice y en su capacidad para defenderse, había quedado demostrado. Pero una parte de él seguía con la alerta puesta en lo que había dicho: que no dejaba de ser Alice Gallia con licencia para soltar hechizos a diestro y siniestro.

    Chistó hacia un lado. Un poco idiota sí había sido, él se creía con una razón muy lógica para hacer lo que hacía pero ahora que lo veía de otro modo, se daba cuenta de que se había dejado llevar por el miedo. Por tal de no querer ver algo que no había llegado a ocurrir, había dejado de apoyar a su amiga en el proceso. En fin, no era la decisión más inteligente de su vida, ni la más valiente tampoco. El tacto de la chica en su mejilla le hizo alzar la mirada y ponerla en sus ojos, y su comentario le hizo sonreír y ruborizarse un poco, dejando escapar una breve risa entre los labios. – Al menos soy tierno. - Dijo rodando los ojos, de nuevo en el mismo tono distendido que iba en parte en clave de broma y en parte desde su realidad. Pero su siguiente frase le hizo fruncir los labios en una sonrisa. – Lo intento... Aunque me lo pones un poquito complicado, la verdad. - Dijo con una risilla, y volvió a chistar y a negar con la cabeza. – Lo siento, no quiero que pienses que te trato como si no te supieras defender o algo así. Es solo que... No quiero que te hagas daño, o que lo pases mal. Solo eso. - Lo dicho, se sentía muy tonto ahora que lo decía en voz alta, y eso que iba con el argumento bien metido en su cabeza mientras hacía lo que hacía. Pero como Alice le había dicho que no se llamara idiota otra vez, se lo guardó para sí.

    Frunció un poco el ceño y negó, aunque emulando la sonrisa de ella. ¿Cómo no le iba a importar? Todo lo que Alice hacía le importaba, todo lo que a ella le importaba le importaba también a él. Rio un poco y rodó los ojos. – Bueno, es que es más de Ravenclaw, ya sabes, pasar hechizos a limpio y esas cosas. - Bromeó de nuevo, aunque siguió escuchándola. Para nada pensaba eso que decía ella, y odiaba haberle dado pie a que lo interpretara así. Tenía que haber dejado la vergüenza atrás y haberle explicado sus verdaderos motivos en lugar de ponerse chulito o darle largas, como hacía siempre. Frunció un poco más el ceño, esta vez mirándola extrañado. – ¿Qué? ¡No! Para nada era eso. Me encanta hacer cosas contigo, pero tú puedes hacer lo que quieras, Alice, faltaría más. Como si quisieras meterte en el equipo de quidditch... Por favor no te metas en el equipo de quidditch. - Eso último lo dijo entre risas. – Perdona, es broma. Yo estoy en el Club de Misterios y este año soy prefecto, y son dos cosas que tú no haces. Y ya cada vez tenemos más optativas, por ejemplo en Herbología y en Runas Antiguas ya no coincidimos. Pero está bien. Así podemos complementar nuestros conocimientos: tú me cuentas a mí cosas que yo no sé, y yo te cuento a ti lo que tú no sabes. - ¿Estaba diciendo que iban a estar cada vez más separados? Porque por mucho que intentara pintarlo de positivo... Eso no molaba nada. Pero bueno, el punto era que hasta de eso podrían sacar provecho. Ellos eran Marcus y Alice, nada les separaba tan fácilmente, y de todo podían sacar algo bueno.

    Ladeó un poco la cabeza. – Lo de considerarte una loca no lo descarto. - Volvió a bromear, con una risita y dándole un toquecito en el lazo del pelo. Ahora que se daba cuenta, era increíble que no se le hubiera movido ni un ápice con el duelo que habían tenido. Soltó una carcajada a lo de la Enfermera Durrell. – A ver, tengo mis estrategias. Siempre hay algún alumno enfermo al que visitar, o alguien a quien acompañar a la enfermería. O un libro súper interesante sobre salud que acabo de ver en la biblioteca y sobre el que tengo dudas... - Ladeó varias veces la cabeza con una mueca pensativa en los labios, mirando hacia arriba. – Creo que no ha colado. Ya sabes, esa mujer es Ravenclaw, no se la engaña tan fácilmente. - De hecho, la última vez que pasó por allí se encontraron en la puerta y la mujer, con los brazos en jarra, soltó un suspiro cansado y le dijo "O'Donnell, ¿ya está Gallia en duelo otra vez?". Él respondió con un ofendido "¿queee? Nooo" y se inventó la primera excusa que se le ocurrió, poniéndose muy bien puesto y empeñado en demostrarle a la mujer lo equivocada que estaba. Pero le había pillado, eso era así.

    Cuando ella se apoyó en el respaldo, él la imitó, mirándola sonriente. Se echó a reír. – Eso es verdad. Nunca pensé que diría esto, pero prefiero tus problemas a los que me dan otros. Veáse, Creevey o McKinley. - Sacó un poco el labio inferior con chulería. – Ahora que sé de lo que eres capaz, vas a tener que esforzarte más. - Como premio, retomó el gofre, que se lo había dejado a medias, aunque no se movió de la postura que había adoptado. Pero mientras masticaba, Alice añadió otra frase y él la miró con el ceño fruncido hasta que pudo tragar. – ¿Que me liberas del reto? No, de eso ni hablar. - Relamió el chocolate del tenedor y añadió en su tono seguro habitual. – Marcus O'Donnell es hombre de palabra, hice un trato contigo y lo pienso cumplir, así que ve pensando qué quieres que aparezca en la pancarta. - Hizo un movimiento en el aire con el tenedor y, con expresión chulesca, miró a la chica. – Además, ya me has dejado caer varias veces que mi presencia va a volver locas a las chicas, ¿de verdad piensas que voy a renunciar a eso? - Bromeó y se terminó el gofre entre risas.

    Apoyado en el respaldo, cerca de la chica, la miró con el vaso de chocolate en las manos y esbozó una sonrisa suave. – ¿Sabes que mi madre también estuvo apuntada en el Club de Duelo? - Dio un sorbo al chocolate y continuó. – Cuando le conté en verano que te habías apuntado, me dijo que habías hecho bien. Que ibas a salir muy preparada y, bueno... Básicamente lo que habías dicho tú, que te ayudaría a canalizar. Que ella pasó muy buenos ratos en el Club de Duelo y que, en parte, la hicieron convertirse en la persona que es ahora. - Volvió a ladear varias veces la cabeza, pensativo. – No era la respuesta que esperaba. Tranquilizaba, sí, pero yo buscaba a alguien que me diera la razón. - Confesó con una risa culpable. – Así que le pregunté a mi padre. Me dijo que cuando conoció a mi madre, ella ya estaba en el Club de Duelo, pero que él no lo sabía porque nunca le había interesado. Que solo asistió una vez con tu padre y estuvo todo el tiempo en tensión. - Se encogió de hombros. – Cuando aún no estaban saliendo, ella le pidió que fuera a verle. - Se le escapó una risa. – Me dijo: "Yo le hubiera dicho que no, porque lo último que quería era ver a la chica que me gustaba por los suelos, pero tu madre no llevaba muy bien las negativas y claro... Yo estaba intentando conquistarla así que..." - Se echó a reír. Vaya con su padre, si es que tenía a quien salir... – Total, que fue y dice que se quedó impresionado. Nunca volvió a ponerla en entredicho. - Arqueó una ceja y miró a Alice. – Y mi madre no iba a la defensiva como tú, era bastante ofensiva. Mi padre dice que, cuando la vio, pensó, "más me vale no hacerla nunca enfadar". - Volvió a reír otra vez. Mira que le gustaban las historias de sus padres y solía sacar lectura de estas, ¿por qué había pasado concretamente esa por alto?

    Suspiró. – En resumen... Que debí no haber sido tan asustón y haberte apoyado más. - Si su padre pudo hacerlo por la chica de la que estaba enamorado, ¿no iba a hacerlo él por su amiga? Porque las sensaciones que su padre explicaba cuando pensaba en su madre en el club eran muy similares a las suyas... Bastante similares, de hecho... En fin. Cogió un par de pastitas de té. – Puedo ir a verte a los duelos y seguir siendo el cuidador oficial de Alice Gallia. ¿Qué te parece? - Se inclinó sobre el plato y cogió uno de los dulces. – Y como cuidador oficial que soy... - Se acercó a ella y le puso el pastelito prácticamente en la boca. – Come, que has gastado mucha energía. Tengamos lo que queda de tarde en paz, Gallia, por favor, a ver si al final voy a tener que decirle a Durrell "¿ve? Aquí le traigo a Gallia a su enfermería por culpa de un duelo mal gestionado". Y no sería bonito que yo fuera el culpable de eso, ¿a que no? -
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    Alchemist
    Ivanka
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    Vie Mayo 21, 2021 11:20 pm

    ¿Me estás retando?
    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Parpadeó suavemente y sonrió cuando lee ojo que no quería que creyera que no sabía defenderse. – No creo eso. – Bueno un poquito sí. Más bien creía que el no la veía capaz de no liarla pardísima si le daban via libre para lanzar hechizos. Y a ver, que no era via libre exactamente, pero Marcus era un poquito tremendista, a las pruebas se podía remitir. – No me he hecho daño en ningún momento, puedes estar tranquilo. Y si me lo hiciera, voy a ser enfermera y leo todo el rato sobre ello. Probablemente sabría curarme. – Dijo dándole con el puño suavemente en el brazo mientras se reía.

    Suspiró, aunque manteniendo su gran sonrisa y entornó los ojos cuando dijo lo de los hechizos. – No las sueltas, ¿eh? – Volvió a reírse. – Te lo he dicho para picarte y lo sabes, si yo estudio igual que tú. – Puso cara de niña buena y dijo. – Aaaa ver... ¿Qué me vas a encomendar hacer para compensar tamaña afrenta contra copiar una y otra vez los hechizos? – Pero escuchó lo que le decía. Sí, antes lo hacían absolutamente todo juntos. Y eso, de hecho, empezó a cambiar aquel fatídico verano en el que le vino la regla y, por primera vez, sintió que había una cosa en la que no podía contar con Marcus, solo que él se había dado cuenta ahora, gracias a las asignaturas, por supuesto. Aún así, también se había dado cuenta de que, a pesar de todo, se mantenían en aquella amistad inquebrantable. Obviamente, el Club de Duelo no era una brecha tan grande, y ambos le habían dado más importancia de la que tenía, aunque cada uno de ellos en ámbitos distintos. Ladeó la sonrisa. – ¿Quieres reírte tú también de mí? A colación de lo de ser prefecto. – Se acercó un poco más con miradita de intriga y bajó el tono. – ¿Te acuerdas el año pasado, cuando te nombraron prefecto? Me fui como un cuarto de hora y luego volví a la fiesta. Bueno, pues me fui a llorar. – Asintió con la cabeza sin perder la sonrisa. – Porque pensé... Ahora va a ser prefecto, ya no va a querer juntarse con gente como yo... – Se encogió de hombros y alzó una ceja. – Y ya ves. ¿Y sabes quién me consoló? La señora Granger. – Apretó la sonrisa y entornó los ojos. – Bueno, "consoló", tú sabes. Me consoló al estilo de la jefa. Pero me hizo ver que... Para todo hay un momento. Y que por el hecho de ser prefecto no íbamos a dejar de ser... Nosotros. – Amplió la sonrisa. – Pero, efectivamente, nos complementamos y eso es muy bueno.

    Se tuvo que reír imaginándose a Marcus apareciendo con excusas por la enfermería, y, por supuesto, contaba con que la enfermera Durrell hubiera acabado pillándole, porque, como él mismo decía, era muy difícil engañarla. Se limpió las lágrimas de la risa y trató de recomponerse, después del ataque, a base de beberse lo que le quedaba de chocolate. Alargó el dedo y le dio en la mejilla. – Ehhhh, ¿ves? Te quejabas de vicio conmigo. Te lo he dicho muchas veces, no soy mala, soy curiosa, pero tú a lo tuyo. Otros vendrán, que bueno te harán. – Dijo con tonillo redicho. Se mordió el labio y alzó las cejas. – Por supuesto, prefecto O'Donnell, liga a mi costa todo lo que quieras, ¿para qué está tu amiga la loca? – Sintió una punzada en el estómago cuando dijo eso pero, ¿qué otra cosa le iba a decir? ¿Que no quería que ligara realmente con esas chicas? ¿En calidad de qué? Bah, pensamientos absurdos, más le valía acostumbrarse a esas cosas.

    Recogió las piernas y se las abrazó, mientras escuchaba la historia. – Uf, qué miedo. Tu madre es super poderosa, no querría yo ser su rival. – Y tiene muy mala leche y un temperamento peculiar, pensó, pero eso no lo dijo. Tenía la firme creencia de que Emma podría destruirte sin necesidad de hechizo, solo con unas cuantas miradas de las suyas. Aunque le sorprendió ver que había apoyado sus decisión de entrar en el club. Bueno, no siempre podía estar enfadada con ella, ¿no? – Obviamente, necesitabas confirmación de tus teorías. – Dijo con una carcajada. Y, por supuesto, el mejor para eso esa Arnold O'Donnell. Aunque le sorprendió ver que al final había acabado pasando por el aro del club de duelo y había ido a ver a Emma. – Todo un conquistador, tu padre. – Comentó entre risas. Aunque en verdad... Bueno... Un poco como estaba haciendo Marcus con ella... A su manera. – Estoy de acuerdo con él, no querría enfadar a tu madre por nada del mundo. Y sí, los Slytherin suelen ir a la ofensiva. Su frase favorita es "la mejor defensa es un buen ataque". – Puso los ojos en blanco y echó un suspirito. – Acabo ganándolos porque se casan echando toda la fuerza por la boca, y luego un hechizo desarmador o inhabilitante y a casa. – Terminó con una risita. Sí, le gustaba bastante ganar así.

    Ella ladeó la cabeza y volvió a levantar la mano, esta vez para acariciar su nariz. – Y yo te perdono. Si tú olvidas lo de copiar loa hechizos. – Dijo con una expresiva sonrisilla maliciosa. Luego asintió. – Me parece divino. – Vaya, ya estaba tardando en pedirle que comiera, pero estaba tan mono que no podía decirle que no, la verdad. – Cuidado que tu mismo acabas de decir que me consideras una loca. – Y dio un mordisco en el aire cerca de su mano, echándose a reír justo después. Abrió la boca despacio y se metió el pastelero entero, rozando los labios con los dedos de Marcus, y le recordó a aquel momento con las chucherías hace años en su cumpleaños, despertando a las tontas de las mariposas otra vez. Y mientras masticaba, volvía a ser muy consciente de Marcus sin la túnica, con al camisa un poco desabrochada, tan cerca suyo en el sofá, de sus ojos verdes, sus pequitas, los rizos... Tenía los rizos húmedos. Alzó la mano y atrapó algunos de su frente entre sus dedos, al fin y al cabo, él lo había hecho con su lacito. – A mí ya se me ha pasado bastante el frío. – De hecho empezaba a sentirse un poco como empezando a arder. – Pero tú sigues acalorado. – Enterró un poco más los dedos en los rizos y susurró. – Y estás un pelín despeinado. – Y ya había vuelto a bajar el tono sin poder controlarlo, de verdad, que no sabía cómo pararse a sí misma. No cuando lo tenía tan cerca, en un sofá, así acurrucados, después de haberle dicho cosas tan tiernas.
    Merci Prouvaire!


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    Alchemist
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    Sáb Mayo 22, 2021 5:16 pm

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    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    Chistó levemente. – Tampoco lo dudo, pero mejor no llegar a eso. Aún no eres enfermera titulada, por mucho que te guste. - Él tenía que poner su apunte de corrección a todo, sobre todo cuando estaba en juego el bienestar de alguien a quien quería. Puso una expresión pensativa muy teatral cuando le preguntó qué quería a cambio de perdonarle lo de los hechizos, llevándose un índice a los labios. – Hmm... Ya sé. A partir de ahora, todo lo que aprendas en el Club de Duelo, lo vamos a reforzar a lo Ravenclaw después. - La miró con una sonrisilla. – Por cada hechizo ofensivo que te lancen o que aprendas, vamos a investigar el contrahechizo. Y por cada defensivo, cuales podrían romperte la barrera, o contra cuales es insuficiente. - Entrecerró los ojos y acercó su rostro al de ella en pose cómica, susurrando. – Te quedan muuuuchas horas de biblioteca por delante, Gallia. - Y al menos él se sentiría con más seguridad, y de rebote aprendía sin tener que meterse en ese club.

    Al parecer, Alice no se había tomado muy mal que se pasara en tensión todo el tiempo que ella estaba en duelo, ni tampoco se había burlado de él. Por el contrario, añadió una anécdota para compensar. Frunció el ceño con interés y rememoró. Había tanto jaleo ese día que no recordaba demasiado haber perdido a Alice de vista, probablemente pensó que iba al baño y no le dio importancia. Pero cuando le dijo que se había ido a llorar, abrió los ojos. – ¿Por qué? - Preguntó preocupado, antes de que ella pudiera explicarlo. El motivo le hizo desencajar la mandíbula, sin dejar de mirarla. Se le escapó una risa incrédula. – ¡Pero Alice! ¿Cómo iba a dejar de juntarme contigo? Eres mi mejor amiga, lo hacemos todo juntos, me has ayudado un montón a conseguir este puesto. - No entendía de donde había sacado Alice esa conclusión tan descabellada para él. Frunció los labios y, respirando hondo, dijo. – Es que tenemos a la mejor jefa. - Ah, sí, la Profesora Granger. Era admirable, él la tenía en una estima altísima desde el primer día.

    Chistó haciéndose el ofendido ante las carcajadas de Alice sobre su preocupación, pero lo cierto era que le estaba contagiando la risa a él también. – Ya vale, estás muy graciosa hoy. - Dijo entre risas, picándole con un dedo en las costillas. Verdaderamente y ahora que lo reconocía en voz alta y lo relativizaba, viendo que había sido más una exageración suya que la realidad, sí que tenía gracia. Hizo un gesto con las manos ante él como si estuviera presentando un cartel. – "No soy mala, soy curiosa". Y por eso fuiste a pedirle a la Profesora Granger permiso para seguir siendo amiga del prefecto, ¿no? - Dijo mirándola y haciéndole un poco de cosquillas de nuevo, sin dejar de reír. Vaya dos tontos habían sido, a cual con un miedo más absurdo. – No te vas a librar de mí tan fácilmente, Gallia. Por muchos Depulsos que me lances... - Se acercó hacia ella haciendo el tonto, como si fuera un fantasma de los malos, y dijo con una voz fingidamente grave. – ...No pienso alejarme de ti. - Se llevó un índice al párpado inferior y tiró un poco de él. – Ni quitarte ojo de encima, ahora que además tengo autoridad para ello. - Rio un poco y cogió otra pastita.

    Mientras estaba comiendo, alzó las cejas y la miró con una expresión graciosa. – ¡Oh! No me digas que estás para ayudarme a ligar. Haberlo dicho antes, ¿cuándo empezamos? - Bromeó, terminó de comerse la pastita y, mientras se sacudía las manos, dijo. – Algo me dice que a ti no te va a hacer falta mi ayuda para eso. - La miró con los ojos entornados y una sonrisilla. – Te da un aspecto muy interesante eso del duelo. Al final te veo echándole Depulso a más de uno para quitártelo de encima de verdad. - ¿Aprovecharía Alice el Club de Duelo para ligar? Lo cierto era que... A él le había generado una atracción bastante intensa. No le extrañaría nada que provocara ese efecto en otro chico, Alice era muy guapa. En fin... Bien por ella, supuso. Al menos eso no hacía daño. Sí... Estaba bien...

    – Te aseguro que no quieres. - Dijo entre risas, dando un sorbo al chocolate y continuando después. – ¿Pero sabes qué es lo peor de mi madre enfadada? - Hizo un gesto de pausa con las manos y bajó el tono de voz. – Que no se altera. Está tranquiiiila... No sabes el mal rollo que da eso. - Lo cierto es que admiraba muchísimo el temple de su madre. Ninguno de sus dos hijos lo había heredado, aunque Marcus aspiraba a gestionar los enfados tan bien como ella. Desde luego, esa pose imponía mucho más que cualquier grito. – Vaya frase. - Dijo rodando los ojos, con un bufido. – Eso es porque son malísimos defendiendo, solo saben atacar. La mejor defensa es una buena defensa, que para eso existe el término. - Se encogió de hombros y se acercó el otro gofre, dando por hecho que Alice no se lo iba a comer. – Mi madre nunca diría esa frase. Aunque sí la he escuchado decir cosas como que el mejor arma es el silencio, o la indiferencia, según él caso. Supongo que en un duelo no se aplica. -

    Soltó una carcajada mientras sostenía el pastelito y se hizo el indignado. – ¡Eh! Yo no he dicho eso, lo has dicho tú. - Dijo entre risas. Retiró la mano en un acto reflejo ante ese mordisco en el aire y la miró con los ojos entrecerrados. – A ver si vas a estar un poquito loca de verdad. - Bromeó, pero al acercar la mano de nuevo, él se acercó un poco también, contradiciendo ese supuesto miedo que no se creía nadie. Cuando la chica decidió comérselo, se quedó extrañamente embobado mirándola. Tenía unos labios tan bonitos, los había mirado tanto ese día, había deseado tanto besarlos... Y era como si estuviera comiendo a cámara lenta, mientras estos se llevaban el pastel y rozaban sus dedos en el proceso. Casi tuvo que sacudir un poco la cabeza cuando acabó, con una risita de disimule. Volvía a tener mucho calor.

    No ayudaba que Alice acariciara ahora sus rizos. Le gustaba demasiado cuando lo hacía y... No tenía la conciencia muy tranquila esa tarde, la verdad, su pensamiento se iba con demasiada facilidad a lo que le apetecía hacer, y por mucho que intentaba taparlo con comer, no era suficiente. Se quedó mirándola mientras envolvía sus dedos con sus rizos y ladeó una sonrisa ante su comentario. – Es que hoy hace mucho calor. - De hecho hacía mucho frío, pero él llevaba ya demasiado tiempo que se sentía arder, y no se le pasaba. – Habrá sido el chocolate. - Dijo encogiéndose de hombros. Sí, en el caso de Alice puede que el calor se lo hubiera dado el chocolate, pero en el suyo podía jurar él que no era así. Soltó una muda risa entre los labios cuando le dijo que estaba despeinado. – ¿De quién será la culpa? - Se notaba la respiración más acelerada otra vez y no pudo evitar mojarse los labios en un acto reflejo, mientras miraba los de ella. Mejor desplazaba la vista a otra parte, por ahí no iba bien.

    Y esta fue a posarse, hablando de peinados, en su lazo de nuevo. Ladeó una sonrisa y llevó un dedo hasta el mismo. – Pues no me parece justo que yo esté tan despeinado y tú estés impecable. - No supo por qué lo hizo, pero enredó con suavidad sus dedos en el lazo de la chica y, lentamente, tiró de este hasta deshacerlo, mientras lo miraba caer como si fuera un bello espectáculo para los sentidos... Que en gran parte lo era, y no sabía ni por qué. Solo estaba quitándole a Alice su lazo del pelo, el mismo lazo que llevaba el primer día, aunque ligeramente modificado para adaptarlo a la Alice actual. Ni que fuera la primera vez que lo tocaba... Aunque sí la primera que se lo quitaba. Descendió la mano, sosteniendo el lazo entre los dedos, y clavó la mirada en los ojos de la chica, ladeando la sonrisa de nuevo y diciendo en una voz susurrada. – No deberías dejar que un contrincante se te acercara tanto... Gallia... -
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    Sáb Mayo 22, 2021 6:15 pm

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    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Ella asintió con la cabeza, sacando los labios. – Parece justo, sí. Aunque si es una excusa tuya para atarme a la biblioteca... Sería un poco ruin por tu parte usar mi culpabilidad para ello. – Torció la cabeza y rodó los ojos. – Igual no has apagado del todo la llama Slytherin que hay en ti. – Una llama, dicho fuera de paso, que le estaba empezando a hacer perder el juicio. Igual que Marcus tocándola, aunque solo fuera para picarle en las costillas, haciéndola saltar en su sitio. – No, no, no. – Dijo entre risas. – Yo no le pedí permiso, ni nada que se le parezca. Ella me ofreció su consejo como mujer sabia y jefa de mi casa que es. – Le miró con ternura. – Pues no sé cómo te he ayudado. Quizá dándote experiencia en tratar con alumnas conflictivas. – Dijo con una risita un poco embelesada. Aunque no lo admitiría ni bajo tortura, le encantaba Marcus en modo prefecto (o eso o la desesperaba, no había término medio).

    Y por si no haba tenido suficiente, se lanzó a hacerle cosquillas, y a ella le atacó la risa, retorciéndose. – ¡Marcus! ¡Para, ya está bien! – Buscó a tientas con las manos para agarrar las suyas, sin poder parar de reírse. – ¿Qué clase de prefecto ataca así a una alumna? – Agarró fuertemente sus muñecas y bajó la mirada, que se encontró con la de él. Ya estaba jadeando otra vez, sin ser capaz de dejar de mirarle ni quitar la sonrisa. "No pienso alejarme de ti". Fue escuchar aquello y su corazón se volvió a desbocar. Aún tenía las manos de Marcus agarradas, y el forcejeo les había dejado muy cerca al uno del otro. Pero Marcus estaba de broma. Obviamente, porque eso es lo que hacen los amigos, Gal, picarse, hacerse bromas y eso. Nada más. 

    Y ahora encima volvía con el temita de ligar. Ante aquella pregunta ni si quiera contestó, solo sonrió y se encogió de hombros. Pero abrió mucho los ojos cuando le insinuó que ella ligaba mucho y que... ¿Le daba un aspecto interesante el duelo. Ay, por Merlín, no le quedaba ni un tornillo bien en la cabeza, de verdad que no. – No ha ocurrido tal cosa. Pero ten por seguro que lo haría si hiciera falta... – Frunció un poco el ceño y le dio vueltas a una pastita en la mano. – Si se me acercara... Alguien que no quiera que se me acerque... – Y a ti no te lo estoy echando, ¿no? Le daban ganas de gritarle. Pero en fin. Se encogió de un hombro. – No estoy en el club para ligar precisamente. Y a la mayoría de los chicos, cuando les ganas, les hieres el orgullo y se enfadan. – Pero tú no eres así, pensó, tú eres perfecto, y ojalá yo fuera igual de perfecta y me vieras el resto del tiempo como me has visto en esa tarima.

    Afortunadamente, cambiaron de tema y volvieron a Emma, lo cual la hizo reír. – Sí, vamos, igualita que memé, que cuando se enfada no para de gritar y armarla grande. Tendrías que verla cuando se ha peleado con la tata alguna vez. – Asintió con los ojos a lo del silencio. – Y las miradas. Las miradas de tu madre dan tela de miedo. Cuando mi padre la está liando y ella está en otra esquina y le mira así de arriba a abajo – dijo imitando la postura de Emma –, y luego hace así. – Imitó un leve suspiro. – Yo siempre pienso: ya está, lo mata. Pero no me extrañaría, solo mi madre era capaz de aguantar a mi padre veinticuatro horas seguidas, y porque le quería. – Aun así, ella estaba segura de que Emma le tenía manía. Quizá porque igual era legeremante como Lex, y veía todas las cosas que pensaba ella de Marcus dede hacía un tiempo. O a lo mejor no le hacía ni falta ser legeremante, era suficientemente lista como para vérselo en la cara y pensar esto de "con el corazón solo no basta, Alice".

    Aquel Marcus acalorado, que claramente estaba buscando excusas, y otra vez con la voz tomadilla, la sacó de sus pensamientos oscurecidos. Ella alzó una ceja y y ladeó la sonrisa. – Mía, siempre es mía, por supuesto. – Se arremangó un brazo. – Alice Gallia se las apañará para acabar con al reputación de la casa Ravenclaw. – Se arremangó el otro. – Bueno, puede que Benjamin me eche una manita con eso. – Comentó con una risita. – Tienes razón, hace calor. – Y eso que daban nieve para aquella noche. Pero es que Marcus lamiéndose los labios... Siempre la despistaba. – No estoy... – Iba a terminar la frase, pero algo la hipnotizó en Marcus quitándole el lazo. Un escalofrío le recorrió la espalda entera, y ese quedó mirándole con los labios entreabiertos. Por unos segundos se quedó así, sin saber qué decir o por qué Marcus quitándole un lazo le provocaba todo aquello. Al fin y al cabo solo se lo había puesto de adorno... Aunque sabiendo que él lo notaría. Que él ese fijaría, que le diría algo, recordando el primer año o las trenzas de La Provenza... Aunque desde luego no contaba con que se lo quitara. La frase le hizo ahogar una respiración ligeramente, como conteniendo un jadeo o una impresión. Se lamió loss labios, tratando de encontrar todo su ingenio de Ravenclaw, que por lo visto se le había caído por alguna parte. – Tú no eres un contrincante para mí, O'Donnell. – Deslizó la mano hacia la de Marcus y bajó los dedos por el lazo, hasta casi llegar al extremo, y tiró suavemente de él hacia ella, mientras él lo seguía manteniendo por el otro lado. – Aunque parece que para mi lazo sí... ¿Por qué me lo has quitado? – Se inclinó un poco más hacia él. – ¿Es que no puedes soportar ser el más despeinado de la sala?
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    Dom Mayo 23, 2021 4:30 pm

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    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    Lanzó un breve resoplido de desdén y la miró con una ceja arqueada. – ¿De verdad crees que un Slytherin te ataría a la biblioteca? - Se movió un poco en el sofá para mirarla, entrecerrando los ojos y ladeando la sonrisa. – Estoy sacando mi vena más Ravenclaw, parece que pasas demasiado tiempo entre Slytherins últimamente. Y además, no utilizo tu culpabilidad. Tú me has pedido una compensación a una afrenta contra mis decisiones académicas... ¿Es que se te ocurre alguna mejor? - Eso último lo dejó caer con un tono que no era precisamente de reproche, más bien invitándola a que le propusiera algo mejor de verdad.

    Rio un poco. – Esa es una buena ayuda, sí. Me has enseñado que una alumna de primero puede colarse en un laboratorio de Alquimia mientras el prefecto está en la otra punta del castillo... - Dijo, mirándola con una ceja arqueada y mirada cómplice. – Que puede quedarse atrapada hasta en los lugares más insospechados, que puede salirse de la sala común en pijama, que no parará hasta colarse en la Sección Prohibida de la biblioteca... Que puede encontrar pasajes recónditos del castillo, inexistentes al resto de los ojos, cuando menos se lo espera... - Eso último lo había dicho modulando la voz a un tono un tanto más bajo, pero apartando la vista. No podía seguir elevando eso en intensidad, habían parado a tiempo por algo (sí, por la interrupción de Ethan, maldito fuera) y estaban en mitad de la sala común. Tragó saliva y, con normalidad, se encogió de un hombro. – Me has enseñado a tener paciencia. Pero, sobre todo, me ayudaste mucho preparando el discurso de presentación. O al menos no me huías, como hacían otros. - Vaya amigos.

    Las cosquillas pararon en cuanto le agarró las manos, además de que a él también le dio la risa e igualmente no hubiera podido hacerle más. Su pregunta le hizo esbozar una teatralizada y cómica expresión de sorpresa indignada, abriendo mucho los ojos y la boca. – ¿Hablamos de la misma alumna de antes? ¿La que se escurre por todo el castillo? Agradece que mi vena Slytherin no sea tan pronunciada a pesar de tus comentarios, me consta que tienen una sección especial en las mazmorras para las alumnas más traviesas. Yo solo te pido que estudies, deberías darme las gracias. - E intentó hacerle cosquillas de nuevo, pero no le soltaba ya las manos, y él volvió a echarse a reír.

    La miró de soslayo mientras hablaba de lo que haría si un chico se le acercara en el Club de Duelo. Sacó un poco el labio inferior y se encogió de hombros mientras partía otro trozo de gofre. – Pues haces bien, a esos sitios se va a aprender, no se gastan las horas lectivas y extracurriculares en ligoteos, para eso están las horas libres. - Comentó en su palabrería habitual, con normalidad, aunque... Se le estaba saliendo una sonrisilla sin querer. Se metió un trozo de gofre en la boca para disimular. El siguiente comentario le hizo emitir un gruñido de desprecio y rodar los ojos. – Pues que mejoren sus habilidades si no quieren perder. Anda que... - Como que él tenía el mejor perder del mundo y no era nada orgulloso... Lo que pasaba es que Alice era Alice, pero con cualquier otro no le habría hecho la menor gracia perder. Claro está que él se consideraba en un nivel intelectualmente superior, y partiendo de esa base no se llevan bien las derrotas en esa materia.

    Soltó una gran carcajada. – ¡Eh! La imitas muy bien. - Pero que no te vea hacerlo, pensó. Su madre no llevaba nada bien que la imitaran. Lo dicho, la vena Slytherin. Siguió comentando entre risas – Creo que tu padre la pone un poquito nerviosa. - Solo creía. Y solo un poquito. – A mí me parece súper divertido, pero es verdad que hay veces, en La Provenza sobre todo, que he pensado... Menos mal que no está mi madre delante. - Volvió a comentar entre risas. El comentario sobre que solo le aguantaba tanto tiempo Janet le hizo fruncir una sonrisa entre tierna y triste. Pues sí, ¿y qué no aguantaba Janet? Esa mujer era todo corazón, una luz que se había apagado demasiado pronto y hacía ya tanto tiempo que resultaba extraño pensarlo. Casi dos años ya... Qué raro era pensarlo siquiera.

    Esa cercanía había hecho que el ambiente se volviera denso y pesado de nuevo, y que el calor que en ningún momento terminó de irse se encendiera aún más. De nuevo sentía la respiración de Alice y la suya extrañamente acompasadas a pesar del ritmo errático que cada una llevaba. Se quedó mirando sus ojos y sus labios cuando dijo que no era un contrincante para ella. No, ni ella lo era para él, por eso no quería que se enfrentaran, aunque hubiera resultado... No estar tan mal, en el fondo. ¿Acaso estaba mal algo en el mundo que hubiera hecho o fuera a hacer con Alice? Sí, quizás ahí estaba la clave. ¿Había algo... Mal, acaso, en lo que ellos hacían? ¿En lo que pudieran llegar a hacer? ¿Es que se estaba dando excusas para dejarse llevar, o es que ese calor le había roto por completo el juicio? Pareciera que los hechizos de desestabilización mental que le había lanzado a Alice le habían caído a él de lleno, porque desde luego, fuera la vena Ravenclaw o la Slytherin, lo que estaba claro era que no estaba pensando con la mente fría esa tarde.

    No supo por qué, pero cuando ella tiró del lazo, él no lo soltó. No había forcejeo alguno, solo una especie de conexión material representada por esa cinta de color azul. Entrecerró los ojos y ladeó una sonrisa. – Justo por eso. - Respondió, sin turbarse lo más mínimo (en apariencia) por la cercanía de la chica. De hecho, él también se acercó un poco más, bajando el tono al que la situación requería. – Quizás tengas razón. Quizás me ha ofendido un poquito no haberte lanzado algo lo suficientemente potente como para que te despeines siquiera. - Se mojó los labios y bajó la vista a la tela, enredando un poco el dedo en ella, lo que provocó que este se tensara un poco más y acercara irremediablemente la mano de la chica mientras esta sujetaba el otro extremo. – Es muy Ravenclaw. - Susurró, tal y como le dijo el primer día, y casualmente alzó la mirada a sus ojos. Sí, ojos de Ravenclaw. Desde el primer momento le parecieron preciosos, pero había días que estaban más azules de la cuenta, como ese. O eso, o se había vuelto loco de remate ya. – ¿No puedo quitártelo? ¿Es que mi vena Slytherin no me hace digno? - Susurró tentativo. No sabía por qué estaba usando ese tono, ni por qué parecía que la sala común había desaparecido por completo y solo estaban ellos dos allí. Se acercó un poco más, sin quitar los ojos de ella, y añadió. – Porque tú has resultado tener una vena bastante Gryffindor. -
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    Dom Mayo 23, 2021 7:14 pm

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    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    "Te ataría a la biblioteca" Aquellas palabras hicieron que todo se le moviera por dentro. Ya no eran mariposas. Era como cuando ibas en escoba y te lanzabas en picado hacia el suelo. Era el cuerpo avisándote que estabas haciendo algo peligroso pero a la vez haciéndote sentir inmensamente bien. Señales contradictorias. Y eso era siempre así con ellos. Se mordió el labio inferior y trató de respirar con normalidad. – Pues... Me encanta la biblioteca... Pero... Igual mientras tú piensas en la pregunta correcta, yo pienso en una manera más... – Volvió a morderse el labio y alzó la mirada para encontrarla con la de Marcus. – Satisfactoria, de compensarte. – Menudo salto de cabeza, Gal, debía haberse vuelto loca. Pero es que, también, ¿por qué se reprimía tanto? Si Marcus le contestaba así... Y le miraba de aquella forma...


    Entornó los ojos cuando se puso a enumerar sus travesuras. – Bueeeeeno, bueeeeno, que ya conocemos los dos mi expediente. La mayor parte de todo eso ocurre por la curiosidad insaciable de mi intelecto, que me lleva cierto lugares. – Alzó la mirada al techo, como si recordara. – Lo del pijama es que me pasa a veces, porque voy como una escoba encantada y ese m olvida que no me he vestido, pero que yo sepa, no va contra las normas bajar en pijama, ¿o no? – Terminó mirándole otra vez y echándose a reír. – Y lo de los pasajes... – Sí, esta vez si haba detectado el tono sin duda y no pensaba ser ella la que se echara para atrás. – Fue en una circunstancia de necesidad... Se había perdido mi gatita... Y además, estaba on un prefecto, de forma no fraudulenta... Y no hice nada malo. – Dijo negando lentamente con la cabeza. – Iba a contestar a lo de los amigos, cuando le dijo aquello. Abrió mucho los ojos, porque desde luego que no se esperaba el tirito de las mazmorras, y menos aún ese tono al decir "alumnas más traviesas". Se retorció un poco en su sitio con cara de angelito y voz de niña buena. – Pues entonces tan mala no seré, si no he acabado allí. – Se acercó a él y dijo con tonillo. – ¿Y cómo lo sabes tú? Porque no eres una alumna traviesa. Igual te has planteado castigarme a mí allí y todo. – Había una Gal cabal dentro de ella que estaba en plan ¿EN SERIO? ¿ESTÁS LOCA? Pero es que simplemente no podía parar. ¿Por qué, de hecho, iba a parar algo que le hacía sentir tan inmensamente bien?

    Rio entre dientes y negó. – Nooooo. Ni por todo el oro del mundo me atrevería a imitar a tru madre. Para cabrearla ya está mi padre, sin duda. – Y se echó a reír a carcajadas cuando dijo lo de su padre. – Sí, yo lo pienso todo el tiempo. Pero no solo por tu madre. Y antes de lo de mi madre era peor. Era como un de esos genios locos. Pero de pequeña me moría de risa con él. Y ahora intento no reírme tan abiertamente para no animarle a comportarse así, pero muchas veces no lo puedo evitar. – Sí, su padre solía salirse del tiesto y hasta del huerto. Incluso en los últimos años, cuando parecía que en vez de cada vez menos triste solo sabía estarlo más, siempre tenía esos momentos de sinceridad brutal, con su cara de pensar, sus ojos soñadores, su risa que se podía oír en todo el país. William, al fin y al cabo.

    Aunque ahora los ojos que la tenían preocupada eran los de Marcus. Preocupada porque no sabía cuanto más podría contenerse, no solo de besarle, si no de tirar de él y ponerle sobre ella como acabó en el solo del pasillo del cuarto piso. Porque aquel tono, aquellas insinuaciones, las miradas, la cercanía... Era como si todo el ruido a su al rededor se hubiera apagado, como si no pudiera hacer otra cosa más que admirarle y seguir aquel jueguecito que se traían. Y cuando él enrolló el dedo en el lazo, fue como si la atrajera hacia él. – Es muy difícil despeinarme a mí. – Dijo con tono de reto. Gal imitó el gesto de bel con el lazo y ya sus manos se quedaron rozándose los nudillos, y ella no puedo evitar, efectivamente, mover el cuerpo al mismo tiempo, mucho más cerca de Marcus de lo que podrían explicar si alguien se fijara en ellos en aquel momento. Ya solo quería tentarle, quería que hiciera con ella como con aquel lazo y reclamara su parte, que tirara de ella en su dirección. – Tu vena Slytherin te hace hacer preguntas que el alumno más inteligente del castillo no haría. – Se inclinó hacia su oído y susurrró. – ¿O no me lo has quitado ya? – Se separó lo justo para enfocar sus ojos y sonreírle, mientras negaba con la cabeza. – Yo no tengo vena Gryffindor. ¿Sabes qué tienen los Gryffindor? El arrojo... – Subió la mano, un poco temblorosa, y acarició con las yemas de sus dedos, ligeramente, los labios de Marcus. – De ir y coger lo que desean.
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    Lun Mayo 24, 2021 12:40 am

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    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    La miró de reojo unos instantes cuando dijo eso de "la manera más satisfactoria de contentarle". Tras estos, simplemente dejó escapar una leve y muda carcajada entre los dientes y volvió la vista a la comida. No vayas por ahí, Alice, que estoy intentando contenerme. Y qué complicado se lo estaba poniendo. Por no hablar de la pregunta. Sí que tenía una pregunta revoloteando por la cabeza, que ramificaba en muchas otras. Ninguna le parecía apropiado decir en voz alta, todas le delatarían demasiado en sus pensamientos y sensaciones de esa tarde. ¿Qué le pasaba? ¿Desde cuándo estaba... Así? ¿Y por qué tenía que pasarle con Alice? ¿No se suponía que a él le gustaba Poppy? ¿Por qué con ella no le pasaba? Tenía clarísimo que todo lo que hacía con Alice estaba bien, que ellos eran inseparables e indestructibles... Pero ¿y si no? ¿Y si ese nuevo Marcus que había empezado a emerger poco a poco y en muy leves dosis en el verano de tercero pero que se estaba empezando a desbocar peligrosamente desde que entró en quinto, se cargaba todo lo que tenían? Eran amigos. Esas cosas... No se pensaban de una amiga. O no se deberían. Supuestamente.

    Ladeó la cabeza mirando hacia arriba, chistando con fingida desaprobación. – Técnicamente no va contra las normas, aunque la normativa sí que establece que en las horas lectivas se debe llevar puesto el uniforme... - Rodó los ojos hasta ella y, en un tono de segundas intenciones no reconocidas, dejó caer. – Aunque hay cosas que, si bien no hay ninguna norma que las prohíba... Podría no ser... Lo más adecuado hacerlas. - ¿Seguía hablando del pijama? ¿Y estaba él totalmente convencido de esa frase? En la teoría, sí. En la práctica... Ah, por supuesto, mientras él se rayaba ya solo de por sí, ella contestó a lo del pasillo. Volvió a ladear la sonrisa con una carcajada muda. – Eso es... Revisable. Pero lo vamos a aceptar. - Estaba jugando con fuego y lo sabía. Pero ya se había arriesgado esa misma tarde a un duelo con Alice, ¿qué importaba otro más?

    Rio con artificial superioridad. – O quizás no has acabado allí porque ese prefecto con el que tanto te metes te cuida muy bien. - Pero entonces se acercó a él y le dijo... Eso. Le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo, pero ni mucho menos se apartó. ¿Quieres otro duelo? Muy bien, allá vamos. Pensó. Se mojó los labios y la miró con una caída de ojos. Ya había sacado la chulería a relucir y no pensaba guardarla con tanta facilidad. Otra vez, no estaba pensando, solo se estaba lanzando. Ese duelo lo pensaba ganar. – Porque yo lo sé todo, Gallia. Y en cuanto a tus castigos... Aún me los estoy pensando. - ¿Qué narices hacía entrando tan de lleno en un juego tan sumamente descarado? ¿De verdad estaba haciendo alegorías con su puesto y...? Había perdido la cabeza. Le había caído un hechizo en la cabeza durante el duelo o algo y no se acordaba. Decidido. Estaba perdido ya... En otras palabras, no tenía más que perder.

    Que era muy difícil despeinarla. Eso le hizo torcer de nuevo la sonrisa. – Pues yo diría que lo he conseguido. - Fuera del duelo, en un contexto extraño... Pero conseguido estaba. Notó el leve tirón del lazo, haciéndole bajar la vista a este un instante, devolviéndola a sus ojos de nuevo. No tires de mí, Alice. No lo hagas. Estaban en mitad de la sala común. Eran amigos. Su autocontrol estaba claramente en horas bajas. No era buena idea que tirara de él... Se empeñaba en pensar, pero cada vez tenía más dudas sobre ello. Frunció levemente el ceño solo para provocarla por su frase, para hacerle creer que no tenía sentido. Lo que no tenía sentido era las ganas desmedidas de besarla, importándole bien poco lo que ocurriera después o que estuvieran en plena sala común, cuando se acercó a susurrar en su oído. Tanto tuvo que contenerse que se mordió levemente los labios, dejando de hacerlo antes de que ella le descubriera. Y entonces lo dijo. Le estaba poniendo en bandeja su principal hipótesis a esa pregunta que no se atrevía a verbalizar. La caricia en los labios le hizo cerrar los párpados apenas un par de segundos, levantándolos pesadamente y mirándola. Pues otro duelo que voy a perder. Porque esa Alice, la Alice sensual, la Alice que siempre iba un poco más allá, la que era imposible de neutralizar porque siempre tenía una palabra o un gesto que te descuadraba... Esa Alice siempre podía con él.

    Miró de reojo a los lados. Había pocos alumnos y parecían estar a sus cosas, y sus amigos no habían hecho aún acto de presencia. Se mojó los labios y se acercó un poco más a ella, clavando la mirada en sus ojos y susurrando. – ¿De verdad no lo tienes? ¿Insinúas... que soy yo el temario de este dúo? - Repitió lo que apenas una hora antes le había dicho en pleno duelo. Su mirada se posó en sus labios y su susurro se hizo más profundo. – ¿Y por qué no? - Alzó de nuevo la vista a sus ojos y dijo. – Yo no veo ningún escudo ni defensa que te lo impida. - Lo estaba dejando en manos de ella y, aún así, se estaba lanzando de más y lo sabía. Pero, tal y como le dijo justo después de formularle esa pregunta, los duelos o se toman así... O no se toman.
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    Lun Mayo 24, 2021 10:11 am

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    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Y otra vez las señales contradictorias. Pues ya sabía ella que no era lo más adecuado del mundo, pero... Tampoco él se lo estaba poniendo fácil. El caso es que siempre que Marcus le decía que algo estaba prohibido o, en sus propias palabras, no era recomendable, a ella siempre le pasaba lo mismo. Primero se lo pensaba, lo valoraba, se echaba un poco atrás y al final... Siempre acaba por dejarse llevar al completo. Y él no le señalaba lo contrario, porque le había seguido la bromita de los castigos y eso le había salido en el mismo tono travieso que había usado ella. Alzó las cejas y ladeó la sonrisa. – No me cabe duda de que serás justo y comedido... Al fin y al cabo... No he hecho nada malo. Solo cosas... Poco adecuadas... – Entornó los ojos los paseó por el techo. – Revisables... – Bajó la mirada y la clavó en él. – Que yo creo que mi prefecto, en cierto modo, disfruta también. – Terminó acercándose aún más, sin quitar la sonrisilla.

    Y la respuesta y la actitud de Marcus se lo acabaron de confirmar. Que él había logrado despeinarla, qué gracioso. Ese estaba buscando guerra, vamos que si la estaba buscando. Y si estaban los dos en ello, Gal cada vez veía menos motivos para no dársela. ¿Qué importaba si luego no la quería a ella como ella le quería a él? Al menos tendrían ese momento como habían tenido el pasillo. Y quizá, después de aquel primer contacto, ya no iban tan nerviosos... La mirada de Marcus al rededor le confirmó, si es que le hacía falta, que él estaba en la misma barca que ella. Un empujoncito y ya ese encargaría ella de sacar vena Gryffindor si es que la tenía. – No, el temerario desde luego que no. – Dijo con una risita, en aquella intimidad tan especial que habían creado. Y entonces le hizo aquellas dos preguntas, y, de nuevo, todo dentro de ella se sobresaltó, el calor la invadió y diría que hasta se le emborronó la visión. No, no había escudo ni defensa que hubiera podido con ella en aquel momento. Miró a los ojos a Marcus con la respiración contenida y, lentamente, se inclinó de nuevo en su oído. – Porque aquí no puedo. – Que no se le olvidaba que estaban en la sala común. Pero no tenían compromiso con nadie, y sabían perfectamente a qué sitio podían ir a estar tranquilos. Se separó, clavándole los ojos y acarició su mejilla. – Escápate con tu alumna díscola. Y te demuestro cuánto arrojo puedo tener. – Le hubiera besado apasionadamente ahí mismo, pero ya iba a tener tiempo de hacerlo en el pasillo.

    Se levantó dee golpe pero no soltó el lazo, solo le dio un poco más de rango para que Marcus pudiera seguirla cómodamente, y así, casi como si flotaran, como si no hicieran siquiera sonido al caminar, salieron de la sala común. Iba como hipnotizada, directa al cuarto piso, sabiendo que Marcus iba tras ella, enganchados por el lazo, que aún notaba en tensión. Se puso a su altura, para disimular y que no pareciera que iba tirando de él, cuando llegaron a las escaleras. Había tanta tensión entre ellos, que era como si sintiera electricidad cargándose más y más por cada escalera que bajaban. Cuando por fin llegaron al cuarto piso giró de golpe, y en la primera esquina, y tras comprobar que no había nadie, se pegó con la espalda a la pared y tiró de Marcus hacia ella, rodeándole la cintura y apretándole contra su cuerpo. – Dime que no estoy soñando... – Pidió con la voz tomada por el deseo y paseando la mano por el costado de él. – Dime que tú también te mueres de ganas de coger lo que deseas. – Porque lo necesitaba antes de meterse en el pasillo. Desde luego demostrado quedaba que Gryffindor no eran ninguno de los dos.
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    Lun Mayo 24, 2021 2:28 pm

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    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    ¿Era peor lanzarte tú, o esperar a que se lanzara otra persona por ti y te arrastrara con ella? El Marcus que promulgaba continuamente que necesitaba tenerlo todo bajo control y que no le gustaban los riesgos, contradictoriamente, cuando se trataba de Alice parecía optar claramente por la segunda opción. Siempre lo dejaba en manos de ella, y no era tonto: sabía que su amiga subía las apuestas, llegaba más lejos de lo que a él ni tan siquiera se le había ocurrido. ¿Por qué le daba tanta carta blanca? ¿Por qué... Le gustaba tanto algo que iba, de todas todas, en contra de los preceptos teóricos montados en su cabeza?

    El tiempo que tardó Alice en responder se le hizo eterno, y él necesitaba esa respuesta, la necesitaba como el respirar. ¿Por qué, Alice? ¿Por qué no lo has cogido ya? Yo no me atrevo, pero tú sí, ¿a qué esperas? Porque por Merlín que podía jurar que estaban los dos hablando de lo mismo. Otra cosa no, pero Marcus y Alice siempre sabían cuando estaban en la misma sintonía para las cosas, usaban muchas palabras para expresarse aunque realmente un solo gesto o mirada les bastaba para entenderse. ¿Qué les estaba deteniendo ahí? Él sabía (más o menos) lo que le frenaba a él, que eran todos sus miedos y conceptos sobre lo que era correcto y lo que no. Pero Alice no era así. ¿A qué esperas?

    A que no hubiera nadie delante. Esa fue su respuesta, clara y sin dudas. El corazón le dio un violento latido. ¿Era eso? ¿Se hubieran besado en el aula de duelo de no haberles interrumpido McKinley? ¿Hasta dónde hubieran llegado? Maldita sea, Marcus, no podías echar a patadas a Ethan y ya está, tenías que salir tú corriendo antes. Si es que a veces era tonto. No le dio tiempo a pensar más, ni a maldecirse más, ni siquiera a planear una estrategia, porque Alice se le adelantó. "Escápate con tu alumna díscola. Y te demuestro cuánto arrojo puedo tener", le dijo mientras le acariciaba la mejilla. ¿Cómo era posible que tuviera ganas de salir corriendo tras ella y, sin embargo, se hubiera quedado clavado en el sitio con esa frase? Otra contradicción más para el saco de contradicciones.

    La forma en que se levantó, apenas milésimas de segundo después que Marcus se había pasado con la mente en bloqueo, le sacó del aturdimiento. No solo notó como se levantaba, también notó el tirón del lazo que él seguía sin soltar. Se levantó y, sin decir ni media palabra, se fue tras ella. Aunque antes de abandonar el sofá y mientras ella le llevaba tirando del lazo, miró hacia las cosas de la merienda. ¿No recogemos esto entonces? Vale, sí, no pasa nada. Pensó como un idiota. ¡¡Ya lo recogeréis a la vuelta, Marcus!! Le regañó otra voz en su cabeza. Si es que quedaba algo, porque no le extrañaría que los que había por allí se pusieran a picotear galletas de un plato aparentemente sin dueño. De verdad, hasta en ese momento tenía que estar pensando en dejar la sala ordenada... Para matarlo.

    Pero es que mientras la seguía no era capaz ni de pensar, solo caminaba junto a ella una vez se puso a su altura, en silencio, ocultando una sonrisa nerviosa y culpable y tratando de disimular lo máximo posible, mientras rogaba por no encontrarse con nadie que le interrumpiera por el pasillo. No sería porque Marcus no iba continuamente de un lado para otro y en compañía de Alice en la mayoría de los casos, pero ahora sentía que les iban a pillar, que todos sabían lo que iban a hacer. Bueno, aunque a todo esto, ¿sabía él a ciencia cierta lo que iban a hacer? ¿Hasta donde iban a llegar? Porque la primera vez que estuvieron en ese pasillo, se controló por muy poco... Y no se veía hoy con esa capacidad para controlar.

    La chica volvió a sorprenderle tirando de él hacia ella, cercándola contra la pared. Su respiración estaba totalmente desbocada y solo podía mirar sus labios al hablar, como si le hubiera hechizado y solo fuera capaz de hacer lo que estuviera en su voluntad. – Me muero de ganas. - Respondió en un susurro. Rio un poco, nerviosamente y casi sin sonido. – Un sueño explicaría muchas cosas... - Todas sus incoherencias y contradicciones, por ejemplo. Se mojó los labios y volvió a pasar la mirada por los de ellas. – Pero yo diría... - Sin soltar el lazo, acercó sus dedos hacia la mano de ella y la rozó. – Que esto es muy real. - Susurró, un poco más cerca de su rostro. Demasiado real, demasiado cerca. Demasiadas ganas.
    Merci Prouvaire!


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    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Ahí estaba, para ella. La había seguido, se había quedado contra ella, rozando su mano. Y si no hubiera sido por ese roce, hubiera jurado de veras que estaba soñando, porque estaba siendo demasiado perfecto. Sí que era real. Cerró los ojos y dirigió sus labios abiertos hacia los de él. Y casi casi los toca. Casi. – ¿Ves? Te dije que le había visto venir hacia aquí.Sí, sí, y no te faltaba razón. – El corazón le dio un salto y notó que Marcus se apartaba y ella se quedaba como si la hubieran deslumbrado. – A la que no veo es a Gal... ¡Ah, sí, también está ahí! ¡Hola chicos! – Ay, por Dios, Colin... No podía ser que tuvieran tan malísima suerte. Miró a Marcus fugazmente como queriendo decir "corta esto", pero otra voz había sonado y tardó en descubrir de quién. – ¡Hola, Gal! Ya pensé que te habías escapado de Hogwarts. – Comentó Mike alegremente tas una risita de su propio chiste, poniendo las manos sobre los hombros de Colin. – Pero este campeón me ha indicado muy amablemente dónde estabas. – Colin asintió con una gran sonrisa y ojos brillantes. Por todos los dragones, ¿cómo podía parecerse tanto a Marcus? – Sí, porque me encanta ayudar, y Mike ha dicho que era un asunto relacionado con la profesora Mustang, y los asuntos de clase hay que tomárselos muy en serio. – Y al oír Mustang, Gal empezó a caer, ella sola, en qué hacía allí Mike buscándola.

    Y menos mal, porque no se cortó nada en agarrarla del brazo. – La profe me ha ado instrucciones precisas de arrastrarte si fuese necesario, porque tenemos que tener la exhibición de las plantas para la visita del experto ese en herbología que viene pasado mañana. Y dice Mustang que si no te tenemos a ti, se hunde el barco irremediablemente. Pero... Espera... Mike... – ¿Podrían sobrevivir sin ella un par de horas no? Habían sobrevivido hasta ahora... Miró a Marcus esperando que se inventara algún encargo importantísimo para la casa Ravenclaw por mandato del prefecto, pero nada, estaba tan bloqueado como ella. – Es que estaba... – Mike se volvió y palmeó el hombro de Marcus. – ¡Ay! Igual y teníais plan. ¿Podemos ir nosotros al plan? – Apostilló Colin. No, pues no contaba con dos más su plan, precisamente. – Bueno, te pasas en un rato por el invernadero y, si Mustang no te echa a patadas por haber dejado Herbología, puedes echar el rato ahí con nosotros. – Volvió a reír y le enhebró el brazo en el suyo, y Gal se sentía literalmente como una muñeca de trapo. – Y si no, pues os lo compenso con una cervecita de mantequilla el sábado en Hogsmeade ¿eh? ¿Has visto Colin? Qué buenos planes salen cuando tienes amigotes. – El otro asintió con los ojos brillantes. Vaya, ya le había salido otro maestro, aquel chico sí que parecía un patito. Miró a Marcus mientras Mike la arrastraba y vocalizó "lo siento", mirándole con auténtica desesperación. Pero nada, ya iban escaleras abajo.

    ¡Pero bueno! ¿Qué te pasa a ti ahora? – Preguntó su amigo, cuando ya estaban un poco alejados. Ella fingió un sollozo (aunque bien podría haber sido real) y le miró. – ¡De verdad, Mike! ¿Es que no te has dado cuenta?¿Cuenta de qué? – Dijo él con los ojos muy abiertos y genuinamente sorprendido. – Pues que Marcus y yo... Mira, déjalo... – Entonces le dio muchas veces seguidas en el dorso de la mano. – ¡Ay no me digas que estás con Marcus! ¡Ay ay ay! Mira que yo no suelo hacer caso al cotilleo, pero Ethan siempre dice que... – Gal resopló y levantó las manos, en tensión, mirándole de reojo. – No estoy con Marcus. – Había dicho eso demasiado tajantemente, y Mike le miró con esa carita de cachorrillo que tan bien le salía, y claro, ya le dio pena. – Quiero decir que... No es mi novio ni nada, pero... Bueno supongo que nos hemos venido un poco arriba con el duelo... – Y ese hizo el silencio. Porque sí, ese habían venido arriba con el duelo, ¿y ahora qué? A la hora de la verdad no, no era su novio, y probablemente él no sintiera nada por ella en ese sentido. No, ¿qué probablemente ni nada? Si él estaba enamorado, así, con todas las letras, de Poppy. Mike apretó su brazo y dice. – Bueno, pues yo no sé nada. Solo os he encontrado en el pasillo del cuarto piso, eso es todo. – Si él supiera lo que significaban para ella las palabras "cuarto piso" y "pasillo" juntas. – Y ahora vamos a transplantar unas cuantas florecitas. Te hemos dejado las lavandas, que te gustan ¿a que sí? – Nada, daba igual cuánto lo intentara el pobre Mike, a Gal ya no había quien le quitara aquella amargura.

    Llegaron al invernadero y allí estaba Ethan con dos de Hufflepuff, frotándose las manos. – ¡Ahí está! A ver, sorpréndeme, tejoncito, ¿de dónde la has sacado? – Mike se encogió de hombros y se dirigió las macetas. – Del pasillo el cuarto piso. No ha sido tan difícil. Mmmmm el cuarto piso. Un lugar tan bueno como cualquiera. – Gal suspiró y negó con la cabeza, disponiéndose a trabajar en las macetas, aunque su amigo le estaba pellizcando la sudadera. – Fabuloso el look sudado chic, cariño. – Entornó los ojos hacia Ethan y suspiró otra vez. – Mírala, parece una locomotora. ¿Y estaba sola en pasillo, la señorita Gallia? No, con Marcus, que estaba haciendo la ronda... – Dijo el otro, pasándole algunas plantas para transplantar y con el rociador en la otra mano. Pero Ethan estalló en carcajadas. – ¡Espérate! ¿Que tú has llegado como si nada y te has llevado a Gal de ahí así sin anestesia? Eh, bueno es que he llegado con uno de Ravenclaw que me ha dicho... – Intentó argumentar Mike. – ¡Ay, madre, tejoncito, eres de lo que no hay! ¡Que le has joddio el polvo!¡Ethan! No iba a hacer es – Exclamó ella dándole en el brazo y mirando a los lados, rezando porque Mustang no estuviera por allí. – Yo le tengo que ver la cara al prefecto. ¡Ethan! – Pero su queja no sirvió de nada, porque ya se estaba yendo. Se puso a hacer hechizos y a mover furiosamente los instrumentos.

    O sea, ese se puede pirar pero a mí me sacáis de... – Apretó los labios y los dientes más fuerte. – ¿De qué? – Esa voz no la conocía. Era uno de los chicos Hufflepuff. – De lo que a ti no te importa. ¿Quién eres y por qué Ethan te ha arrastrado aquí? – Mike soltó una risita y se dio en la frente. – ¡Ay qué tonto! Gal, estos son Neil Holbein y Theodore Matthews, de mi casa. – El primero la miró y dijo. – Y a mí Ethan no me arrastra a nada, he venido porque he querido, nosotros también estamos en Herbología. – Gal chistó y negó con la cabeza, mientras seguía trabajando. – Sí, eso crees tú. – Los chicos se quedaron en silencio, y al final, habló el tal Holbein otra vez. – ¿Estás con Marcus O'Donnell? – Ella dejó los instrumentos y alzó la cabeza muy despacio. – ¿Disculpa? No, es que Ethan ha dicho que...¿Pero a ti qué te importa con quién esté yo o deje de estar? – Y otra vez el silencio, pero no, el maldito del Holbein no se callaba. – No, es que me ha sorprendido porque pensé que O'Donnell estaba por Poppy McKenzie, la de mi casa... ¡Neil! – Dijo Mike interviniendo alegremente. – ¿Por qué no vamos a por los hibiscos? Me hace falta un tío fuerte como tú... – Su amigo no tenía ni un pelo de tonto, porque acababa de librar a la última obsesión de Ethan de una maldición como mínimo, malditos entrometidos... ¿Qué les importaba a ellos? – ¿Qué? Encima que se lo pregunto por lo de... – ¿Entonces vas a entrar en el equipo de quidditch el año que viene, decíaS? – Cortó Mike, que claramente no quería que el otro abriera más su bocaza. Y no quería admitirlo, pero le molestaba todo mucho más porque era cierto. Todo lo que Holbein le había preguntado se respondía con "sí". Solo hacía falta añadirle las preguntas "¿Gal eres tonta? ¿Te gusta ser tonta?" que a ambas, en vista de loss acontecimientos, la respuesta también era sí.

    Oye...¿Qué? – Dijo Gal girándose al otro que quedaba, que era el que se acababa de dirigir a ella. – ¡Dios! ¿Qué os pasa a los Hufflepuff? ¿No sabéis trabajar en silencio o qué? – El chico apretó los labios y le miró un poco retraído. – No... Quiero decir sí... Sí sabemos. Es que Neil... – Dejó de golpe la varita en la mesa y se giró hacia el chico con todo el cuerpo y las manos en las caderas. – A tu amigo Neil le dices que si tanto le interesa, ni Marcus O'Donnell ni nadie, ¿queda clarito? Yo soy libre. – Volvió a darse la vuelta y se puso a trabajar sobre las plantas. – Libre como el viento. A mí nadie puede atraparme. Y punto. – Y cuanto antes se creyera ella eso mismo, mejor. El chaval le recordaba un poco el estilo de Hufflepuff que era Mike, y se quedó allí unos segundos en silencio, con la mano por detrás de la cabeza, hasta que al final se fue a coger él también unas macetas y se quedó en la misma mesa, pero alejado, en silencio.
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    Lun Mayo 24, 2021 9:29 pm

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    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    La respiración le iba a mil por hora y había visto la reacción de Alice. Ni siquiera iban a esperar a entrar en el pasillo, iban a romper esa barrera antes. Cerró los ojos y prácticamente notó el roce de sus labios... O quizás se lo imaginó de las propias ganas que tenía. Todo se rompió de golpe, sin embargo, en cuanto esas voces llegaron a sus oídos.

    Como si efectivamente fuera un sueño y acabaran de despertarle de una sacudida, se separó rápidamente de Alice y se giró hacia el chico como si no le acabara de pillar de todas todas. – ¡Colin! - Bueno, quizás no era la reacción más natural del mundo. Él seguía con la respiración acelerada y ahora estaba sonriendo nerviosa y culpablemente, rascándose la cabeza y con miedo de mirar a Alice por si pudiera delatarse con ello. - ¡Por fin te encuentro, Marcus! - Le dijo el chico con ilusión, y mientras él boqueaba intentando decirle que se alegraba mucho de verle pero que se tenía que ir, el otro empezó una perorata sobre... Ni se estaba enterando sobre qué. Miró a Alice, aturdido y con un punto de agobio. ¿¿Qué hacemos?? ¡Él quería irse con ella! Maldita sea, ¿por qué no paraban de interrumpirles ese día? ¿Por qué, después de tanto tentarse y ya justo en las puertas de ese pasadizo, habían tenido que seguir con el jueguecito fuera en vez de entrar y punto? Tenía ganas de darse chocones contra las paredes.

    Tragó saliva y su mirada se cruzó con la de la chica. Sabía que le estaba pidiendo intervención, y rápida además, pero ella era bastante más rápida que él para esas cosas, parecía que no le conocía. El niño se plantó de un saltito ante él súper orgulloso y sonriente. - ¡Me ha dicho la Profesora Mustang que si encontraba a Gal me iba a dar tres puntos para la casa! - ¡Qué bien! – Respondió Marcus, pero tanto el tono como la sonrisa le salieron rematadamente artificiales. Yo te doy trescientos si haces como que no la has visto, pensó, y estuvo a punto de decirlo pero menos mal que no lo hizo, iba a sonar fatal. E igualmente no iba a servir de nada, porque Mike se estaba llevando a Alice de allí y la chica le miraba casi con desesperación. – Es que... - Dijo apresurándose nervioso y sin saber con qué excusa retenerles, acercándose a ellos, con Colin detrás como si fuera su sombra. – Estaba ayudándome con... con... - Y entonces Mike dijo lo del plan y ahí mismo se enganchó. – Eso. Un plan. - Y ya estaba Colin apuntándose al plan. – Es con libros y eso. - No, eso no disuadía al niño, estaba poniendo más cara de ilusión todavía de hecho. – Es que es de mayores. O sea. Alumnos mayores. - Demasiadas palabras y Mike ya se había cansado de todas ellas, llevándose a Alice. – ¡Es importante! - Trató de salvar... Pero no sirvió de nada. Había perdido a Alice de vista.

    Se había quedado con cara de frustración, como un niño pequeño al que se le cae el helado al suelo, plantado en mitad del pasillo con los hombros caídos. Segundos después, notó como alguien le tiraba de la manga. - ¿He interrumpido vuestro plan? - ¡PUES SÍ! Pensó, pero no podía decirle eso a ese chico que le recordaba tantísimo a él... Un momento, ¿le habría hecho eso él en algún momento a Howard Graves sin darse cuenta? Vaya. Ahora no sabía si odiaba más al idiota del Marcus del presente que se lo había pensado tanto que al final había perdido una oportunidad de oro con Alice, o al pesado del Marcus del pasado que parecía estar ahora dándole una venganza kármica mediante Colin. - Podemos ir con ellos. A la Profesora Mustang le caigo bien. - Dijo con una sonrisita. Apenas se le notaba que quería que Marcus viera como le daba los puntos. - Y Gal y tú sois muy listos, a lo mejor podéis hacer vuestro plan mientras Alice termina el proyecto de Herbología. - No, no lo creo, pensó Marcus. Echó un poco de aire por la nariz, frunció una sonrisa y le revolvió el pelo. – No te preocupes, otro día seguimos. - Eso habría que verlo. Joder, con el trabajo que le había costado lanzarse...

    Tuvo que pedirle a Colin que le repitiera para qué le buscaba porque no se había enterado de ninguna de las maneras. Resultaba que el chico tenía entre manos el calendario de asignaturas de tercero y buscaba asesoramiento sobre cuales eran las asignaturas más adecuadas para él en función de su expediente, intereses, capacidades, proyecciones de futuro... Marcus le estaba escuchando con mucho interés, de verdad que sí, si no fuera porque tenía la cabeza totalmente en lo que podría haber estado haciendo en ese pasillo si esos dos no les hubieran interrumpido. Estaba tan acelerado que lo normal hubiera sido que se sentaran, pero no podía. En su lugar, estaba dando vueltas pasillo arriba y pasillo abajo, a una velocidad considerable, y el pobre niño le pisaba los talones mientras hablaba y hablaba sin parar, dando sus argumentos y señalando los pergaminos que tenía en la mano. - ...Por eso considero que Estudios Muggles me vendría muy bien, porque internacionalmente podría relacionarme con muchos, ¿sabes? ¿Sabías que Amber Ming quiere ser diplomática internacional? ¿Habrá muggles en los comités y en las embajadas mágicas? Podría, ¿no crees, Marcus? Al final están por todas partes. Yo en realidad había pensado... - Colin seguía y seguía y Marcus no paraba de dar vueltas de un lado al otro, mirando de reojo al espejo y asomándose por el hueco de las escaleras y por las ventanas a ver si veía a Alice volver. Nada. Cada vez pasaba más tiempo y empezaba a dar por sentado que aquello se había roto irremediablemente.

    - ...Pero es que coincide en el horario con algunos entrenamientos de quidditch, que no lo entiendo, no deberían pisarse con las clases, ¿verdad? ¿Verdad que no? Que a ver, no estoy en el equipo, pero me gustaría entrar el año que viene. Como buscador, ¿te lo había contado? Se me da muy bien coger la snitch, un día me invitaron a un entrenamiento y la cogí al vuelo, ¡me felicitaron y todo! ¡Y Hanna, la de cuarto, la que juega de cazadora, dijo que era muy mono! ¿Crees que podría solicitarse un cambio de horario? Considero que una vida deportiva no es incompatible con unas inquietudes académicas enfocadas a... - Si algún día se volvía a topar en su camino con Howard Graves o con Anne Harmond, pensaba pedirles perdón. Por lo que fuera. Marcus adoraba a ese chico, de verdad que sí, era lo más parecido a un fan que tenía y eso engordaba su orgullo. Pero hoy no. Hoy no era el día. Hoy quería a Alice. Necesitaba a Alice. Y a ese niño no había manera de callarlo ni forma de explicarle por qué le acababa de fastidiar la tarde sin crearle un trauma en el proceso.

    - Prefecto O'Donnell. - Dijo el niño entonces, notando como el tono había cambiado al que Colin solía usar cuando iba a decirle algo que le daba vergüenza. Marcus se detuvo. Al hacerlo y mirarle, se dio cuenta de que el pobre chico estaba medio ahogado, jadeando como un perrito. - ¿No llevamos... Como muchas vueltas a este pasillo? - Marcus parpadeó un par de veces. Estaba tan agitado y desesperado por ver a Alice volver, y andaba a tales grandes zancadas, que ni se había dado cuenta de que debía haberle dado lo menos veinte vueltas al cuarto piso. Y el pobre Colin corriendo detrás, con unas piernas mucho más cortas que las suyas. – Te diré una cosa, Colin. - Empezó, muy puesto él. A ver como salvo esto. Iba a improvisar totalmente, pero es que no se podía destapar. – Un prefecto nunca ha recorrido suficientes veces un pasillo, toma nota de eso. Nunca sabes donde puede haber una alumna traviesa. O alumno. Alguien. Alguien travieso, quiero decir. Liándola, vamos. Con una travesura. - Liado estaba él, y más liado que quería estar si ese niño no le hubiera interrumpido. Colin le miraba asintiendo gravemente, pero en su cara se notaba que no se estaba enterando muy bien de a donde Marcus quería ir a parar. Echó aire por la boca, dispuesto a especificar, cuando una voz tras él se permitió la licencia de hacerlo sin permiso. - Lo que el guapo de tu prefecto te quiere decir es que a los chicos como tú se le activan los sentidos ante las travesuras. - Marcus suspiró y cerró pesadamente los párpados. Ethan. Otra vez. - Todos los sentidos... - Dijo el Slytherin, arrastrando las palabras. Había serpenteado hasta ponerse a su lado prácticamente sin que Marcus se diera cuenta y le estaba echando una mirada muy poco discreta de arriba abajo. - ...Y ante todas las travesuras... - Por otra parte. – Retomó él, mirando a Colin con la sobriedad de quien da una lección inspiradora. Menos mal que ese niño le adoraba tanto que no dudó en prestarle atención. – Si quieres ser prefecto y jugador de quidditch, tienes que aguantar cierto esfuerzo físico. - Ethan soltó una fuerte carcajada que él ignoró por completo. – Solo estamos de ronda y ya estás ahogado, Colin. Hay que mejorar eso. - El niño asintió. - Tienes razón, Marcus. - Él asintió y sonrió, mientras Ethan seguía riéndose a su lado, negando con la cabeza con una mano en la cara. - Qué grande eres, O'Donnell... - Dijo. Y Colin asintiendo con felicidad. De verdad, quien tuviera esa inocencia otra vez.

    - Oye, ricurita, ¿por qué no nos dejas al prefecto y a mí a solas, que necesito comentarle una cosita? - Marcus estuvo a punto de mirar a Colin y negar con la cabeza fervientemente en señal de ruego, porque no quería quedarse con Ethan, sabía la horda de comentarios a su costa que le iban a caer encima. El Slytherin, por su parte, le miró con los ojos entornados y dijo. - Quiero hablar de cierta travesura por la que tiene que ponerme un castigo. - Por Dios bendito... Pensó, rodando los ojos. Menos mal que su Colin no se le despegaba ni con agua caliente... - ¡Claro! - Respondió el niño, obedientemente, para sorpresa de Marcus. – Eeem, pero ¿no querías que te ayudara con el itinerario del año que viene? - El chico se encogió dulcemente de hombros. - Ya me has ayudado un montón, estoy mucho más aclarado. - ¡¡Pero si casi ni te estaba escuchando!! Había venido cuando no le necesitaba y ahora que sí, se iba. Este Colin... Con admiradores así, quien necesitaba villanos como Creevey y McKinley. Pues resultaba que él tenía de los dos. - Si es que este prefecto es apañadísimo. - Dijo Ethan. Marcus carraspeó. – Yo creo que podemos darle otra vuelta... - Tienes tú muchas ganas hoy de movimiento, O'Donnell. - Bromeó Ethan. Colin, igualmente, ya se estaba yendo tan feliz. Genial. En qué momento había pasado de estar a solas con Alice a estar a solas con Ethan no lo sabía. Pero de que iba a salir perdiendo con el cambio, estaba seguro.
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    Mar Mayo 25, 2021 10:46 am

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    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Tras el estallido de Gal, todos se habían puesto a trabajar en silencio y solo se oía el ruido de los hechizos y de los utensilios de jardín chocando con las macetas y la mesa. – ¡A ver! – Oyó una voz autoritaria y familiar. Si hubiera sido Arabella, se hubiera cuadrado, pero era Mustang, más le valía seguir trabajando. Se acercó por detrás a los demás, dando la vuelta a la mesa y comentando de uno en uno lo que habían conseguido, haciendo modificaciones aquí y allá. Se dio cuenta de que la estaba dejando la última a posta, y que estaba despachando a los demás para quedarse solas. Vaya qué afortunada ella, que hoy todo el mundo quería quedarse a solas con ella, aunque por motivos más bien distintos.

    Cuando hubo gestionado la marcha de todo el mundo, Gal seguía trabajando en lo suyo, y Darren se iba a regañadientes bajo la atenta mirada de Mustang. Ya era noche cerrada en verdad, aunque no fuera tan tarde, y el invernadero parecía un sitio solitario y silenciosos. Por eso, entre muchas otras cosas, le gustaba estar allí. – ¿Por qué te has enfadado con Holbein y Matthews? – Ya empezaba. Ella siguió arreglándole las hojas al rododendro. – Con el otro no me he enfadado. Y con Neil Holbein, por ser un metiche. No me gusta que me hagan preguntas privadas. – A ver si eso servía de algo y echaba aunque fuera para atrás a la señora Mustang y no la pinchaba más. Suerte con aquello, porque se sentó a su lado y se puso a arreglar un poco más alguna de las plantas que había por allí. – Bueno. No fue él el que mandó a buscarte a lo que estuvieras haciendo... – Ella apretó los labios. – No, fue usted, pero yo me había comprometido a venir, aunque se me olvidara, no me enfadaría por eso. – Sí, sí se enfadaba, irracionalmente, además. Por eso estaba haciendo como que no. – ¿Y qué estabas haciendo que te ha hecho olvidarte de esto? No es por tirarme el pisto, pero te suele encantar trabajar conmigo. – Ella suspiró y torció el gesto. – Estaba en el duelo libre. – "Donde, por cierto, usted me metió", pensó, que menuda hora. Pero bueno. – Aaahh... ¿Con quién te estabas batiendo?Con Marcus.Vaaaaya eso... Explica... Cosas. – ¿Se estaba aguantando la risa? Gal se giró atónita, y su expresión, por lo visto, le hizo reír más aún a la profesora. – Tranquila, Gallia, que no eres la primera a la que le pasa.¿Que le pasa qué? – Mustang negó con la cabeza. – Que el duelo le despierta... Otras cosas... – Notó como se ponía rojísima y clavo la mirada en la tierra de los hibiscos. – Pero tranquila, mujer, que yo no digo nada, no soy tu jefa o cualquiera de los otros mentecatos de este colegio. – Y ella solo sabía apretar los labios y desear que Mustang no se estuviera refiriendo a lo que ella creía. – Pero, oye, ¿por qué te enfadas tanto? Yo te doy permiso para irte ya mismito, y... Solucionar – se interrumpió por su propia risa –, lo que sea que te queda por solucionar. – Gal suspiró. – Bueno... Es que no creo que "solucionemos" – dijo usando la misma expresión que ella –, nada. Ya no. Con él siempre es así. Cuando se cae a la tierra y se acuerda de que él es prefecto O'Donnell y yo soy... – Suspiró de nuevo y tiró los utensilios. – Yo, se acaba todo. Y ya está.

    Se hizo un silencio entre las dos, en el que Gal aún estaba flipando de que le hubiera confesado aquello a Mustang, aunque fuera con palabras veladas. – Tú eres perfecta, Gallia. – Levantó la mirada y la enfocó. – Que nadie te diga que no eres merecedora de una cosa u otra por cómo eres. Eres inteligente, aguerrida, eres dura como la piedra de este castillo... Y eres perfecta para alguien. Igual para O'Donnell no, aunque eso habría que verlo, pero perfecta, al fin y al cabo. – Señaló la planta. – Como las hojas del rododendro. – Ella rio un poco tristemente y dijo. – ¿Qué tienen las hojas del rododendro?Son perfectas. Una progresión geométrica única... La proporción áurea... ¿Y a que no lo dirías a simple vista? – Ella ladeó una sonrisa y dijo. – No, pero el señor O'Donnell seguro que sí. – Mustang se quedó mirándola con cariño y dijo. – Anda vete a cenar, Gallia. Y no pienses tonterías, ¿vale? Y si quieres recuperar la tarde perdida... – Puso una cara muy graciosa. – Pues otro duelo. O cualquiera de las otras situaciones que hacen a O'Donnell... – entornó los ojos. – Perder la noción de prefecto. Estoy segura de que las conoces. – Eso la hizo reír un poquito y asintió con la cabeza. – Buenas noches, señora.Buenas noches.

    Ya en aquel día sería imposible que recuperaran nada, y eso de las situaciones... Habría que verlo. Se dirigió al comedor y buscó con la mirada a Marcus, que, obviamente, ya estaba con Sean, Hillary y Donna. Se dirigió hacia allí y se sentó a su lado. – Qué frío... – Le costaba mirarle y no acordarse de cómo habían estado hacía apenas dos horas. De hecho, lo dejaría todo y volvería a tirar de él hacia aquel pasillo. Le deseaba más que a nada, le quería, le quería como una idiota. Pero no hizo nada. Solo sonrió un poco y le tendió las manos. – Estoy helada. Caliéntame las manos, anda. – Mejor así, hacer como si nada, como si fuera Marcus y Alice como siempre, porque así era como eran felices, como seguían adelante teniéndose el uno al otro, aunque ella siempre quisiera más.
    Merci Prouvaire!


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    Mar Mayo 25, 2021 12:29 pm

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    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    - Ay... Marcus Marcus Marcus... - El tres veces mencionado echó aire por la nariz, mirando a Ethan con cara de circustancia. El Slytherin simplemente negaba con la cabeza mientras chistaba con la lengua. - Te puedo asegurar que esta vez no ha sido cosa mía... Bueno, quizás un poquito. Pero es que la Profesora Mustang la estaba buscando para un encargo súper importante, ¿no dices tú siempre que hay que hacer caso a la autoridad? - Yo creo que el castillo en sí tiene ya entretenimientos suficientes como para que te tengas que dedicar a hacer tropelías todo el tiempo. – Contestó sardónico, pero solo consiguió arrancarle al otro una carcajada. - ¿Eso se lo dices también a tu alumna problemática de cabecera? ¿O es que sus tropelías son parte del "entretenimiento" del castillo? - Yo soy objetivo ante el incumplimiento de normas, venga de quien venga. Alice solo es curiosa, no hace las trastadas que haces tú. – Ethan se volvió a reír. - Te iba a decir que eso no te lo crees ni tú, si no fuera por lo llamativo que me resulta que sepas que me refiero a Gal cuando digo que hay una alumna problemática que te entretiene. - Rodó los ojos. Ethan era un liante y él no estaba muy lúcido para lidiar con él esa tarde, así que mejor se iba ya.

    – Tengo cosas que hacer. - Oh, venga ya, los dos sabemos que las cosas que tenías que hacer ya no las puedes hacer. - Le cortó Ethan, poniéndose en su camino de nuevo. Marcus se mojó los labios con impaciencia, y al mirarle detectó esa mirada de Slytherin que está tramando algo en su cabeza. - ¿Sabes lo que le dije a Gal la primera vez que la conocí? - Preguntó. Marcus hinchó el pecho con impaciencia otra vez y frunció una sonrisa de "sorpréndeme", con los ojos muy abiertos . Lo peor era que hasta tenía curiosidad. - Que nuestros mayores rivales eran los Gryffindor. No nos entendemos con ellos. - Marcus le puso una mirada de soslayo, irguiéndose un poco, y el otro se echó a reír. - Y ella me miró casi con el mismo desprecio que me estás mirando tú. ¿Qué me vas a preguntar? ¿Que por qué no consideramos a los Ravenclaw nuestros rivales, si sois mucho más listos? - Maldita sea, le había pillado. Se encogió de hombros con dignidad como única respuesta, como queriendo decir que no le importaba y que no había acertado tanto, cuando en realidad había acertado de lleno. Ethan continuó, sin perder su risita. - Si es que estáis todos cortados por el mismo patrón. - El Slytherin suspiró y prosiguió. - Nuestros rivales son los Gryffindor, sí. A los Hufflepuffs hay que quererlos y cuidarlos, son demasiado bonitos para que este mundo los rompa. Y en cuanto a vosotros, los Ravenclaw... - El chico bufó hacia un lado entre risas. - Nadie en su sano juicio se enfrentaría a vosotros. Sois demasiado listos, y cuando no es por listos, ganáis por la cantidad de palabras raras por minuto que soltáis. No nos dejáis pensar a los demás. - Eso le gustaba más. Se le había notado en la mirada cargada de orgullo que se le debería haber puesto instantáneamente.

    - Vosotros, querido... - Dijo Ethan, con un tono serpenteante y acercándose ligeramente a él. - Sois unos buenos aliados. Los Slytherin tenemos ese tipo de inteligencia, la de detectar quien es un buen aliado. Vosotros lo sois. Tú más que nadie, que tienes un pie en las mazmorras. ¿Acaso más de la mitad de tu familia no es de mi casa? - ¿Qué quieres, Ethan? – Preguntó él, interrumpiendo ese discurso ya demasiado largo para su gusto y que temía a donde pudiera ir a parar. El otro amplió la sonrisa. - Un trato. - No voy a hacer un trato con el alumno más conflictivo de mi promoción. – ¡Venga ya, O'Donnell, ni siquiera me has escuchado! Además, ¿no te dijeron eso antes de llegar a prefecto? - El chico le pasó un dedo por el cuello de la camisa, pellizcándolo y mirándolo de soslayo como si quisiera comprobar de qué tela estaba hecho. Marcus acababa de darse cuenta de que seguía con el botón desabrochado. Con vaya pintas estaba en mitad del castillo. - Que a las personas que tienen posiciones de poder y a los díscolos como yo les conviene aliarse de vez en cuando, para no generar guerras innecesarias... - ¿Estás poniendo en cuestión mi integridad? – Preguntó en un tono muy similar pero con un deje considerablemente autoritario, mirándole con una ceja arqueada. El otro soltó una risita más melódica que las anteriores y negó exageradamente. - Uy, no, no osaría yo... De todas formas, te recuerdo que aún no has oído mi propuesta. - Y Marcus sabía que ese chico no iba a parar hasta decirla, le perseguiría hasta la saciedad. Y ciertamente... ¿Quería a Ethan de enemigo? No se terminaba de fiar de él. Mejor, al menos, escucharle.

    Suspiró con impaciencia y le miró, invitándole a decirla. El otro esbozó una sonrisa de villano y dijo. - Hoy ha quedado demostrado que, cuando me interesa, sé hacer caso a la autoridad. La Profesora Mustang me ha pedido buscar a Alice Gallia y lo he hecho. ¿No me merezco un regalito? - Ve al grano. – Cortó Marcus. El otro recompuso la expresión, pasándose la lengua por los labios, y bajó el tono. - Entre hacerle caso a un profesor y hacérselo a un prefecto, me quedo con lo segundo. Ni te imaginas la de tropelías que se hacen en mi casa... Y compinchados con los de otras casas. - Miedo le daban las insinuaciones de Ethan sobre una supuesta red mafiosa por las mazmorras de Hogwarts, pero le dejó continuar. - Igual que sé eso... Sé que Gal y tú no estabais en el cuarto piso por casualidad, que os hemos interrumpido un polvo o lo que fuera que ibais a echar y que era aquí. - Marcus miró nervioso a los lados, incomodado por lo directo de sus palabras. El otro no se detuvo. - Este es el trato: yo empiezo a portarme bien y hacer todo lo que el Prefecto O'Donnell me diga... - Eso es tu obligación, no algo con lo que deberías chantajearme. – Interrumpió Marcus con severidad. El chico alzó lentamente una mano y dijo con tono nada alterado. - Pero déjame acabar, hombre... - Marcus echó aire por la nariz. No le gustaba nada aquello... - Puedo convertirme en tu hombre de las alcantarillas, que sé que a ti no te gusta mancharte. Cosa rara que vea, cosa rara que te chivo. Todo maleante que pillen mis ojos... Irán directos a tus manos. Y, además, me guardo el secretito de que casi os pillo montándoos en el Club de Duelo y que, además, Gal había estado a punto de saltarse un compromiso con la Profesora Mustang precisamente porque, oh, sorpresa, el impoluto prefecto la estaba arrastrando a hacer cositas que no se hacen a estas horitas. Y en el cuarto piso, a saber donde. - Marcus tenía la mandíbula en tensión y le miraba con mala cara. Malditos Slytherins, por eso no te podías fiar de ellos... - Y tú, por tu parte, podrías hacer dos cositas: la primera, decirme cuál es ese sitio secreto de este pasillo que pensabais utilizar. - No hay ninguno. – Se apresuró a decir. El otro negó y chistó. - Así no vamos bien, pero de nuevo no me has dejado terminar. Me dices cual es ese sitio que solo vosotros parecéis conocer y que tiene unos fines que me interesan mucho, y haces la vista gorda con mis tropelías. - Marcus soltó una carcajada a medio camino con un bufido sarcástico. – No soy de tu casa. No puedo darte ni quitarte puntos. No te serviría de nada. - Me sirve si dejas de chivarte de lo que hago y de mandarme al aula de castillo, y si miras para otra parte cuando me ves. Total, ya no me haces el caso que me gustaría... - Dijo en un falso tono lastimero antes de continuar. - Mi prefecto esta ya en modo pre-jubilación, demasiado agobiado con los EXTASIS como para ocuparse de alguien que le da tantos dolores de cabeza como yo. Y algo me dice que los prefectos del año que viene van a ser mi hermana y ese capullo corrupto de Hughes. Ganarías dos aliados automáticos. Tres, contándome a mí. - No necesito aliados. Tengo integridad. – Ooooh. - Respondió Ethan entre risas hirientes. - Qué bonita frase, ¿la guardas para tu epitafio? - Marcus volvió a echar aire y se dispuso a irse, sin decir ni una palabra más, dejando al otro tirado. Pero este le volvió a interrumpir. - Y como promoción de regalo, si aceptas mi trato, te chivo otros sitios para lo que quiera que fueras a hacer con Gal mucho más discretos que este. Que parece mentira, O'Donnell... - Adiós, Ethan. – Y se fue, dejándole allí ya por fin sin ser interrumpido. Aunque, de fondo, oyó al otro gritar. - ¡Piénsatelo! -

    Cuando llegó a la sala común, fue recibido por una sarcástica ovación de Sean. - ¡Vaya, si es el prefecto O'Donnell! A ver, que estábamos aquí de debate. - Lo que le faltaba a él justo en ese momento. Sus tres amigos haciendo el tonto. - Hemos llegado y hemos visto esta merendola justo donde os soléis sentar Gal y tú. Yo he dicho que claramente es vuestra. - Tuya, para ser exactos. - Apuntó Donna. - Que Gal no come tanto. - Pero hay dos vasos. - Dijo Sean. Dona le miró con los ojos entornados. - Y este come como un dragón a punto de hibernar, no sé de qué te extraña. Me extraña más que se haya ido sin recogerlo. ¿Qué aula se está quemando? - Yo creo que los que se están quemando son ellos. - Dijo Hillary con una risilla, mientras se chupaba los dedos del chocolate que estaba robando de los platos. - Un O'Donnell en su sano juicio no se dejaría, A, dulces sobrantes, y B, todo esto hecho un desastre. Ya ha tenido que ser fuerte el calentón. - Los tres se echaron a reír. Marcus les miraba con cara de no estar en absoluto para bromas. – ¿Habéis acabado ya? - ¿Y vosotros? - Replicó Hillary, provocando carcajadas de nuevo. Marcus rodó los ojos y se giró. – Me voy a cenar... - ¡Eh eh! Espera, si os estábamos esperando. - Se apresuró Sean. - Eso, que me muero de hambre, por qué si no iba a comerme vuestras sobras. Por cierto, ¿dónde te has dejado a Gal? - Preguntó Hillary. Marcus esbozó una expresión chinchosa y sacó la varita para recoger toda la merienda que se habían dejado por ahí. – En ninguna parte, listos. Se ha ido ella solita porque se había comprometido con la Profesora Mustang para hacer unos arreglos florales para un festival que tienen en unos días. - Hillary se cruzó de brazos y apoyó el peso en una pierna. - Ahá, ¿y dónde estabas tú? - ¡Adiós, Marcus! Mañana tengo tutoría con el profesor de Estudios Muggles! - Su adorado Colin, por fin, había salido al rescate, corriendo por allí con una sonrisilla ilusionada y dirigiéndose hacia la puerta de la sala común, rumbo a la cena. Marcus señaló allá donde el chico se había perdido con ambas manos y una sonrisa fruncida. – Cumpliendo con mis funciones de prefecto. - Qué bien le había salido esa jugada. Sus tres amigos pusieron cara de decepción y los cuatro se fueron al Gran Comedor.

    Estaba ya sentado con la bandeja por delante, mirando de reojo a la puerta con una inquietud que le tenía un nudo en el estómago. Ahora, ¿qué? A ver, la primera vez que fueron al pasillo fue todo genial, y al día siguiente estaban muy bien. Pero... Lo de hoy había sido... Intenso, muy intenso, raro y pendiente de gestionar. ¿Cómo vendría Alice? ¿Qué le iba a decir él? ¿Qué iban a hacer? ¿Querría retomarlo? No es que se le hubiera pasado, pero... La seguridad con la que se fue tras ella hacía unas horas se había diluido un poco. Se llevó un poco de comida a la boca, y eso que notaba que se le iba a quedar atravesada, y entonces su amiga apareció por allí. Parecía de lo más normal... Vale, eso le relajaba un poco. Aunque la mención del frío no sabía si tomarla como una indirecta o... No, nada de indirectas. Tenía frío de verdad. A ver, era febrero y venía del invernadero, y debajo de esa sudadera seguía estando en tirantes. Claro que tenía frío. Sonrió un poco y le agarró las manos. – Supongo que el chocolate no hace milagros. - Dijo mientras frotaba las manos de Alice contra las suyas para darles calor. – Hay sopa. Te puede ayudar a entrar en calor un poco. - Ya están con las manitas, ya es que ni se cortan, hasta en público. - Saltó Hillary, provocando las risitas estúpidas de Donna y Sean. Marcus rodó los ojos hacia su amiga pero no soltó las manos de Alice. – Si yo, que vengo de estar calentito en la sala común, no le ofrezco mi calorcito a mi amiga que ha estado trabajando hasta tarde por un encargo de la profesora en el invernadero en pleno febrero, vaya birria de amigo sería. - Los otros ya le estaban haciendo burlas, pero le daba igual. Miró a Alice y sonrió con la mayor normalidad que encontró. Sí, normalidad... Mejor así.
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    Mar Mayo 25, 2021 4:35 pm

    ¿Me estás retando?
    CON Marcus EN Clase de Encantamientos A LAS 16:30 del 22 de febrero del 2000
    Sonrió a Marcus y dijo. – No, sí que hace milagros, pero es que acabo de lavarme las manos que venía de tierra hasta aquí... – Se tranquilizó al notar un tono normal en el chico. Nada de arrepentimiento o... En fin, no sabía qué quería o esperaba encontrar tampoco. – ¿Ves? Era suya la merienda. – Dijo Sean, pero ella estaba más pendiente de escudriñar la cara de Marcus.

    Sentía perfectamente las miradas de sus amigos. Y no solo las miradas, porque Hillary, para variar, no podía callarse. – Qué pesadita eres, Hillary. ¿Pues no ves que vengo del invernadero y que hace un frío que pela? – Dirigió una mirada a Marcus y sonrió un poquito, acariciando sus manos un poquito con los dedos. – Gracias. – Dijo en un tono más bajo pero, esta vez, más parecido a la adorabilidad que el que estaban usando antes. – ¿Y por qué no te has puesto un abrigo? – Preguntó Donna, rompiendo un poco la burbuja en la que se habían metido. – Pues porque iba vestida así cuando hemos salido del duelo, y luego se me ha ido la hora... ¿Y qué? ¿Lo habéis hecho? – Preguntó Sean con una sonrisilla. Eso le hizo dar un saltito en el sitio y mirar frenéticamente a sus amigos y a Marcus. – ¿Cómo? – Loss demás al miraban como si estuviera loca o no pillara algo muy evidente. – Que si habéis hecho el duelo, Gallia. – Dijo Hillary, al borde de la carcajada. Claro. El duelo. Así le iba. Si solo ella pensaba lo que no era, claramente. – Ah, sí sí... Sí, hemos hecho el duelo. Sí. – Sean contuvo una carcajada. – Nos ha quedado claro. – Dio un último apretón a las manos de Marcus y las soltó para coger lo que fuera de la mesa. En este caso, unas patatas de Hillary. – ¡Eh! ¿No has tenido bastante con la merienda? – Ella masticó y puso cara inocente. – ¿Y nos vas a explicar qué ha pasado para que os dejéis todo por medio? – Ella se encogió de hombros y ladeó los ojos un momento, haciendo como que le daba un poco igual todo. – Yo me he ido a lo del invernadero... ¿No te acabo de decir que vengo de allí? Y Marcus... Se ha quedado con Colin. – Ajá, nunca negarlo, siempre verdades. – Hoy estaba hablador, eh. – Dijo dándole con el hombro a su amigo, en un gesto de complicidad. Lo peor de todo es que... Era verdad toso aquello. Y quizá era Gal la que se había venido arriba con algo que... Ni si quiera había llegado a ocurrir. Sí, el pasillo seguía ahí, pero Marcus paró... Quizá debería parar ella de intentar algo que no fuera simplemente ser amigos. – ¿Y quién ha ganado? – Giró la cabeza hacia Donna. – Bueno, eh... Yo. Por poco. Ha estado guay. – Rozó con su dedo la mano de Marcus. – Ahora tendrá que venir a verme duela alguna vez, y con una pancarta bien grande. – Sí... Como hacía su pare con su madre... Uf, Gal, para de hacerte daño a ti misma. Se sacudió las manos y se levantó. – Me voy a la ducha y a la cama, estoy molida.Sí, tira, tira.... – Dijo Hills, con una ceja alzada. Pasó un dedo por la mejilla de Marcus con una sonrisa y murmuró. – Buenas noches. – Sí. Mejor dormir, mejor que pasara la noche... Y ya al día siguiente sería otro día.

    Pero se las había deseado demasiado felices. Debía ser medianoche y aún no había cogido el sueño. Era imposible. Se había destapado entera, porque se sentía arder, y su cuerpo le pedida... Le pedía a Marcus. Porque es que cerraba los ojos solo le veía ahí, a esa distancia a la que había estado toda la tarde. "Me muero de ganas" Si él supiera. Si él tuviera la más mínima idea de cómo se moría ella en ese momento, de cómo sentía cosquilleos en todos los sitos por donde él la había tocado. La cintura que le agarró la noche de San Lorenzo, la pierna que le acarició en el pasillo... Estaba irremediablemente perdida, ya era oficial. Y entonces notó un peso en la espalda. Genial. Ella destapándose y la Condesa aprovechando. Se dio la vuelta, y su gata tuvo la deferencia de bajarse para dejarla hacerlo, y luego subirse sobre su tripa, al punto. Acarició su suave pelaje, mientras notaba como sus ojazos azules la miraban con curiosidad. – No tienes intención de irte, ¿verdad? – Como toda respuesta, su gata se arrellanó sobre ella y reposó la cabeza. – Pues bien... – Suspiró mientras la acariciaba la cabeza y miraba por la ventana, donde empezaba a posarse la nieve. – Aquí nos quedamos las dos... Así ninguna está sola.
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    Alchemist
    Freyja
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    Mar Mayo 25, 2021 5:33 pm

    ¿Me estás retando?
    CON Alice EN Clase de encantamientos A LAS 16:30h, 22 de febrero del 2000
    Rio un poco al comentario de la tierra. Vale, Marcus, tampoco es tan gracioso, se te notan un poco los nervios. Y Alice le conocía demasiado bien, y sus amigos tenían demasiadas ganas de bromitas. Así que tragó saliva y simplemente escuchó los comentarios que iban y venían, encogiéndose de hombros con una sonrisa y respondiendo a su agradecimiento. – De nada. - Había dejado una caricia en sus manos que casi le reactiva otra vez, al menos el escalofrío fue bastante real. Maldita sea, ¿cuándo se pasaba eso? ¿Cómo? Bueno, a ver, se podía hacer una idea de como, pero eso ya no iba a ser posible. La locura de irse al pasillo se había visto interrumpida, Alice parecía haber pasado página y ahora sus amigos estaban allí y no les iban a dejar solos tan fácilmente. Y Marcus no se veía ya con la mente lo suficientemente despejada como para labrarse una excusa convincente. Por no hablar de que... Pues eso, Alice parecía tan normal. Eran amigos, no quería insistir, a ver si se iba a pensar... En fin, cosas raras. Mejor lo dejaba pasar y punto. Ya se le quitaría ese estado. Esperaba.

    Se puso a comer y casi se atraganta con la pregunta de Sean. No, casi no, se le fue la comida por otro sitio y tuvo que toser un poco. Maldito Sean, lo iba a matar... O quizás a quien debería matar era a su mala conciencia, porque al parecer solo hablaban del duelo. Se llevó el vaso de agua a la boca para no ahogarse con su propia tontería y, mientras bebía, cuando Donna le dijo con una sonrisilla. - Tú también puedes contestar, ¿eh? - Soltó el vaso en la mesa y se lamió los labios aunándose de paciencia. – Estaba bebiendo. - Ten amigos para esto. Respondió con una sonrisilla al toque en el hombro de Alice y rodó los ojos. – Buf, ni te imaginas. Menudo drama traía con que Estudios Muggles y el entrenamiento de quidditch coinciden en el mismo horario. Hasta ha pedido cita para hablar con el profesor. - Al menos había pillado parte de la perorata de Colin, menos mal, le permitía salir del paso.

    Volvió a mirar a Alice con la sonrisa ladeada. – He sido un rival más que digno para no haber pisado nunca el Club de Duelo. Pero sí, ha ganado ella. - Clavó la mirada en sus ojos, sin dejar de sonreír, y dijo. – Pancarta gigante más que merecida. - Oh, Dios, más pancartas marca O'Donnell. Lo que nos queda por pasar. - Se quejó Hillary, pero Marcus no le hizo ni caso. Seguía sonriendo a Alice y, en definitiva, intentando evaluar... Si todo estaba bien. Parecía que sí. Quería pensar que sí. Aunque entonces dijo que se iba a la cama, que estaba cansada. Tragó saliva. Sí, tenía motivos para estar cansada, claro, no podía... Ser otra cosa, que quisiera no estar con él o quitarse de en medio o algo así, ¿no? Solo estaba cansada. Además, le había sonreído. Le devolvió la sonrisa y respondió. – Buenas noches. - Y la vio marcharse. Y allí se quedó él. Con sensación de abandono total, picoteando comida del plato con una inapetencia impropia de él. Con lo bruscamente que se estaba comiendo la merienda...

    Terminada la cena, los cuatro se dirigieron a la sala común. Había logrado recomponerse y ponerse a hablar con sus amigos de otra cosa, aunque los flashes de Alice junto a él, insinuándosele, pegada a su cuerpo, con la respiración acelerada, acariciando sus labios... Pidiéndole que le asegurara que no estaba soñando... Esos flases acudían a su mente y le cegaban de tal manera que hasta tenía que parpadear para poder seguir en el presente. Mientras caminaba tras sus dos amigas, que iban enfrascadas en una conversación, Sean se puso a su lado. - Muy discreto. - ¿Qué? – Nada. - Respondió entre risas. ¿Se refería a cuando se había atragantado con su maldita preguntita? Ya, muy gracioso. Se la pensaba devolver. Sí, sí que tenía una vena Slytherin.

    Entraron en la sala común y él dijo. – Yo estoy muerto, creo que me voy a ir ya para arriba. - Te acompaño, que quiero coger una cosa. - Añadió Sean. Marcus asintió, pero por dentro maldijo. No lo pensaba reconocer en voz alta, pero quería estar SOLO, ¿¿tan difícil era?? Llevaba desde que Alice se fue al invernadero en lugar de entrar con él en el pasillo queriendo estar solo, porque si no era con ella, prefería no estar con nadie. Pues nada, no había manera. Se lanzó en la cama con un bufido de derrota y cansancio, mirando al techo aunque con los ojos cerrados. Inocente de él, que pensaba que Sean cogería lo que buscaba y se iría, dejándole tranquilo... Pues no. Se estaba tardando como media vida. – ¿Y si le haces un hechizo convocador y acabas antes? - Aún no lo domino del todo y a ver si lo voy a romper. - Contestó el otro, mientras seguía rebuscando en el baúl. Marcus rodó los ojos con un suspiro para sus adentros. Iba a preguntarle qué buscaba, pero ciertamente... No le interesaba. – Voy a darme una ducha. - De agua helada a ser posible. Se levantó de la cama, cogió sus cosas y se metió en el baño.

    Lo bueno de ducharte a esa hora es que no hay prácticamente nadie, por no decir nadie. Quien no está aún terminando de cenar, está apurando por el castillo antes de que le obliguen a entrar en la sala común o está ya en la sala común charlando tranquilamente. Los dormitorios y los baños estaban vacíos. Y al Marcus normativo, quien tenía clarísimo que las chicas tenían su espacio y los chicos el suyo, se le estaba pasando por la cabeza que era una pena que Alice estuviera en un dormitorio vacío y él estuviera en un baño vacío y no lo estuvieran aprovechando... ¡Para, Marcus! ¿¿Pero qué te pasa?? Estaba fatal, estaba peor que fatal. Estaba ardiendo y cada vez que cerraba los ojos veía a la chica acercarse a él. Solo de pensar lo cerca que habían estado de tener otro momento como el que tuvieron en ese pasillo meses antes, si no mejor, y lo habían perdido por poco, le daban ganas de tirarse de los pelos. Por lo pronto estaba tirando agua, porque estaba debajo de la ducha de agua fría intentando serenarse y no había forma...

    Al final encontró una forma, que no era lo mismo, pero bueno, qué se le iba a hacer. Salió de la ducha y se tiró en la cama de nuevo, más derrotado todavía, cayendo prácticamente de cabeza. Vaya diíta, muchos más así y no saldría vivo de Hogwarts. - No veas si has tardado. - ¡Tío! ¡Joder! – Dijo dando un sobresalto y llevándose la mano al pecho. Sean se encogió de hombros como si el susto se lo hubiera dado Marcus a él y no al revés. - ¿¿Qué?? – ¿¿Tú no ibas a buscar una cosa y bajabas??  - ¡Sí, y eso he hecho! La he buscado, la he encontrado, he bajado, he visto que la conversación de Hills y Donna no me interesaba y me he vuelto a subir. Hasta me he puesto el pijama. Todo eso en el tiempo en el que tú "te dabas una ducha". - Respondió, acentuando las comillas en el aire con los dedos. - Te has debido quedar limpio para toda tu vida. - Anda, duérmete ya y déjame. – Respondió Marcus con malas pulgas, arrastrando las mantas con los pies para meterse dentro de la cama y tapándose prácticamente hasta la cabeza. Mejor daba el día por concluido... Aunque recordar el duelo le sacó una sonrisilla. Ahora le tocaba hacer una pancarta. Maldita Alice. Y malditos sus retos.
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