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    Alchemist
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    Mar Mayo 25, 2021 1:33 pm

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    CON Alice EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    - ¿Por qué queréis ir solitos? - Marcus rodó los ojos y bufó. – Jolín, Sean, parece que estás celoso. - ¡No estoy celoso! Es que no entiendo por qué no podemos ir los cuatro. - Nadie ha dicho que no podamos ir los cuatro. – Miró a su amigo con una sonrisilla mientras se guardaba la cartera en el bolsillo. – Pero vaya, que tampoco te quejarás de ir solito con Hillary. Podría ser una cita... - Lo tuyo será una cita, en todo caso. - Contestó Sean a la defensiva, lo cual a Marcus le hizo mucha gracia. - ¡No quiero ir solo con Hillary! - ¡Pues ve con los demás de clase! – ¿Pero por qué no vamos los cuatro? - Dios, qué pesadito se ponía a veces su amigo. Pero Marcus no pensaba bajarse del burro. – Ya te lo he dicho, le prometí a Alice que iríamos juntos a la primera visita a Hogsmeade. No es nada en contra vuestra, seguro que por allí nos encontramos. Pero Hillary quiere ir en plan grupo gigante con un montón de gente, y tú le has puesto pegas a todos los sitios que yo quería ir... - Tío, ¡nadie quiere ir a La Casa de las Plumas lo primero! - Error, Alice sí quiere, por eso voy con ella. – Pasó de largo, dispuesto a bajar las escaleras, y oyó el tonito de burla de su amigo de fondo. - Pues que seáis muy felices. - Ñiñiñi. – Muy maduro. – Tú más. - Y ahí se acabó la discusión entre los dos intelectuales de Ravenclaw.

    – He leído que la mayoría de las plumas que tienen son de faisán porque son las que más elegante escriben. Con razón mi madre tiene una letra tan bonita, siempre usa plumas de faisán. - Y no sería porque él no le había preguntado ya por eso de pequeño, pero claro, ahora tenía una confirmación bibliográfica para soportar la teoría. Iba hablando sin parar junto a Alice de todo lo que iban a ver en Hogsmeade mientras salían del castillo. – Con lo que te gustan los faisanes, ya podías haber desplumado uno antes de comértelo y nos hubieran salido las plumas gratis. - Dijo entre risas. Cuando se vio abandonando el castillo, dejando atrás las puertas, tiró de la manga de la chica. – ¡¡Ay, que nos vamos de verdad!! Dios, qué ganas de ver el pueblo por nuestra cuenta, ¿verdad? Como adultos, sin los padres ni nada. Y los más mayores dicen que los profesores siempre están por ahí, algunos ni van. - Chistó. – Lástima que no nos haya dado tiempo a ir con Graves y Harmond... - Sí, sus amados prefectos terminaron el año pasado sus estudios en Hogwarts. Los que estaban ahora le caían muy bien también, pero... Bueno, no era lo mismo. Hubiera molado mucho ir con los mayores al pueblo y tomarse una cerveza de mantequilla allí con ellos... Aunque... – Oye, ¿nos los encontraremos? A lo mejor vienen por los viejos tiempos. - Y, en la mente de Marcus, probablemente él fuera una de las personas con las que esos chicos mayores y prefectos querían sentarse a tomar una cerveza de mantequilla.

    – Bueno, aquí tengo mi hoja de ruta. Primero la Casa de las Plumas, tenemos que empezar el curso con una súper bonita. Tengo también apuntado que podríamos pasar por delante de Dervish & Banges. Por lo visto reparan artículos mágicos, mis padres han ido a llevar algunas cosas a veces. ¡Uf, y mi abuelo va un montón! Con la de útiles de alquimia que tiene. Dice que es la mejor tienda de reparaciones de todo el país, mucho mejor que la de Londres. ¡Ah! Y por supuesto a Tomes & Scrolls. - Por supuesto, como no iba Marcus a querer ir a la librería más antigua del pueblo. Iba a irse de cabeza a las estanterías en las que sabía que estaban los libros de su madre, o los de su tío Phillip. Sin intención alguna de fardar, claro... – ¡Me muero de ganas! - Iba emocionadísimo. – ¿Cuál es el sitio que más ganas tienes de ver? - Esbozó una sonrisita y le dio un toque con el hombro. – Y sí, te debo la primera cerveza de mantequilla. ¿Creías que se me había olvidado? - Como que no tenía él eso poco claro, solo que pensaba dejárselo para lo último. Lo bueno se hacía esperar.
    Merci Prouvaire!


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    Mar Mayo 25, 2021 5:57 pm

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    CON Marcus EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    ¿Te lo ha pedido formalmente? – Alice estaba asomada a la ventana, tratando de adivinar la temperatura y cómo iba a cambiar el tiempo a lo largo del día (porque planeaba estar mucho tiempo en Hogsmeade) y a la vez empujando hacia atrás a la Condesa, que era todavía más curiosa que su dueña y no paraba de sacar el cuerpo peligrosamente por encima de su brazo con mirada ávida, ¿así se sentiría Marcus todo el tiempo con ella? – ¿Que si me ha pedido qué quién? – Se echó para atrás y cerró la ventana mientras Hillary resoplaba. – Marcus, que si te lo ha pedido formalmente.Igual quiere ir solo con ella por eso mismo ¡Qué emocionante! – Contestó Donna, que tenía que emocionarse con algo, porque la pobre aún no podía ir al pueblo. Ella, por su parte, cogió una chaqueta de lana, por si acaso y empezó a calzarse las botas y ponerse los lazos de las coletas. – Os juro que no tengo ni idea de lo que estáis hablando. – Hillary entornó los ojos. – Alice, hija, ¿pues de qué va a ser? De que Marcus y tú vais SOLOS. – Dijo la palabras como si fuera súper importante. Ella se giró y encogió un hombro. – Sí. ¿Y? Estamos solos todo el tiempo, y queremos hacer muchas cosas, las llevamos planeando un montón de tiempo. – Hillary soltó una carcajada entre dientes. – Más a mi favor. – Ella puso los ojos en blanco y se dirigió a la puerta. – Nos vemos en Hogsmade. Bueno, si me da por ahí, que estáis muy pesaditos todos.

    Lo cierto es que las tonterías de Hillary se le olvidaron en cuanto salió junto a Marcus y se pusieron a hablar de plumas. Le dio mucha risa cuando dijo lo de los faisanes. – Nunca lo había pensado, pero lo hablaré  con memé en Navidades a ver si puede guardarme alguna. Desde luego, buenos están un rato. – Se ensoñó un poco con la imagen de Emma. – Yo amo todo con letra bonita y bien limpio todo. Y con colores. Y bien ordenado. – Dijo con gusto. Sí, ojalá ella pudiera ser algún día una señora elegante con su pluma de faisán. Pero, de momento no podía permitirse una. De hecho llevaba muy poquito dinero, que le tenía que durar. Ya se inventaría algo para no comprar.

    Cuando pasaron las puertas notó el tirón de la manga y puso la mano sobre la de él. – ¡Pues claro! Y de aquí a que podamos hacer ese tour de las fiestas nacionales, nada, unos añitos. – Sonrió y le miró. – Aunque podemos empezar por Hogsmeade. – Abrió mucho a lo de los prefectos. – No me digas eso, O'Donnell, que si me encuentro al prefecto Graves con estas pintas me desmayo de verdad, vamos. – Ay, por Dios, qué cosas tenía ese chico. Escuchó lo de los profesores y puso cara de susto. – Y yo que quería un poquito más de libertad... – Se encogió de hombros. – Bueno si me encuentro a Mustang o al señor Handsgold no me importaría, ¿sabes? Pero yo creo que el resto se alteraría de verme en un entorno no controlado. – Comentó con una risita. Sí, cada año tenía peor reputación. – Sobretodo Antares, después de lo del Club de Pociones del otro día, pero vamos, que solo provoqué una reacción adversa que el libro contemplaba. – Sí, pero la contemplaba como posible descuido. Ella la había provocado, pero era porque creía firmemente que había que conocer todas las reacciones de una poción para tener el conocimiento completo.

    Se giró mientras caminaba y asintió al primer sitio. – Sin duda. Pero más les vale que dejen probarlas, a ver si vas a escoger una que no te guste y ya te pases rumiando lo que queda de curso. – Que no se conocían ya, con lo obsesivo que era Marcus con todo. Frunció el ceño. – ¿Y tienes que reparar algo? – Pero entonces dijo la palabra mágica con Alice, que era "alquimia". – ¿Tienen cosas de alquimia? Sí, sí, sí, me tienes que llevar, Marcus, y me lo explicas todo. – Y ya se imaginaba que irían a la librería, pero, en ese momento, pasaban por cerca de la Casa de los Gritos. La casa más encantada de Gran Bretaña. Sonaba como música para sus oídos. Y encima tenía un caminito para llegar, si es que estaba para ella. Pero Marcus le estaba preguntando algo. – ¿Qué? ¡Ah! El sitio que más me apetece... Pues... – Negarlo es peor, no mientas, Alice. – Pues es una sorpresa. – Dijo poniendo carita de niña buena y pestañeando mientras juntaba las manos. – Yo pensé que tú querrías ir a Honeydukes, A mí me gustaría ver lo de la alquimia que has dicho, y hablando de alquimia... Espero que esa cerveza venga con una conversación sobre Roma que tenemos pendiente... – Y justo empezaron a vislumbrar el pueblo cerca y esta vez fue ella la que tiró de la manga de Marcus. – ¡Mira! Ya mismo estamos. – Levantó el dedo índice. – Papá me contó que hay una estatua de un Gallia, que nació aquí en Hogsmeade, y que por lo visto fue mago de la reina de Inglaterra. Y en plan, hacía magia pero los muggless creían que eran trucos o... Bueno, que era un Gallia y la lio muy grande, obviamente, por ser un Gallia, y me hace ilusión verlo. – Y cuando tuviera a Marcus más que contento (y pensaba contentarle mucho), le pondría en las narices lo de la Casa de los Gritos.
    Merci Prouvaire!


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    Miér Mayo 26, 2021 10:29 am

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    CON Alice EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Rio con alegría. – ¡Ya mismo! En cuantito salgamos de Hogwarts. - Comentó, risueño pero convencido. – ¿Cuándo será la fiesta local de Hogsmeade? Jo, el problema es que caiga entre semanas y nos pille en clase. Aunque podríamos proponerle un proyecto al profesor de Historia de la Magia y que nos deje venir con esa excusa. - Otra cosa no, pero cuando Marcus se proponía algo, se le disparaba la creatividad. – Tenemos que buscarlo en cuanto volvamos al castillo. ¡O mejor! Podemos preguntárselo a alguien de por aquí, y que nos cuente en qué consiste la fiesta. ¡No, mejor! Se lo preguntamos a todos los dependientes de las tiendas que vayamos, así tenemos más información para contrastar. - Él ya estaba totalmente embarcado en dicho proyecto.

    Se miró a sí mismo, se ajustó el jersey y alzó la barbilla, muy contento. Él se había puesto muy guapo para su primera visita a Hogsmeade, así que no le importaría encontrarse con Anne Harmond. Además, la chica siempre le decía que era mono... Lo que estaba era más alto que cuando acabó el curso anterior. Ya iba pareciendo cada vez más un adulto, ¿le seguiría pareciendo mono? Miró a Alice, con una risita, y le dio un par de toquecitos con el dedo en una de las coletas. – Pues siempre te decía "me gustan tus coletas, Gal". - Claro, y a quien no, Alice estaba muy graciosa con coletas. Aunque el siguiente comentario le hizo rodar los ojos. – Déjate de desmayos, anda, que acabamos de empezar el día. - Le daba algo de pensar que Alice se desmayara con la enfermería tan lejos de su alcance. ¿Tendrían hospital el Hogsmeade? Al menos un consultorio médico, deberían, ¿no? Le preguntaría a los dependientes de las tiendas también. Vaya, se había ido al pueblo con muchas lagunas informacionales. Le había perdido informarse solo de lo recreativo...

    Se echó a reír. – El Profesor Anteres se pone nervioso con mucha facilidad, y tú se lo pones demasiado en bandeja. - Comentó. – Yo le caigo muy bien al Profesor Handsgold. - Dijo orgulloso. – Y a la Profesora Handsgold, también... Supongo que si viene él, vendrá ella, ¿no? - Oh, apenas llevaba un mes con la asignatura de Runas Antiguas pero ya estaba encantado con la Profesora Handsgold. No le importaría nada encontrársela. – ¡O con nuestra jefa! ¿Te imaginas que nos la encontramos en la librería? - Ya estaba fantaseando con que justo estuviera viendo los libros de su madre y poder decir "efectivamente, Señora Granger, es mi madre". Qué orgulloso se sentiría.

    Negó, aunque sin perder la sonrisa de entusiasmo. – No, solo voy a mirar, no tengo que reparar nada. Pero reparan cosas en directo, ¿te imaginas que justo les pillamos reparando algo? Tiene que ser chulísimo. No sé si tendrán cosas de alquimia como tal, sé que reparan objetos, pero oye, quizás tengan algunos de repuesto por si los que les llevan no tienen arreglo. - Sea como fuere, era buena idea ir, seguro que aprendían con lo que fuera y veían cosas chulas. Miró a Alice con una sonrisa expectante mientras la chica se pensaba donde quería ir, y la respuesta le hizo abrir mucho los ojos. – Uh, ¿sorpresa? - Le miró de reojo, con una sonrisilla. – Que sepas que me he estudiado todos los locales de este pueblo, ¿eh? No sé si me vas a sorprender. - Comentó. Estaba tan contento con esa primera excursión que estaba seguro de que, fuera cual fuera el sitio, le gustaría.

    Alzó los brazos y los dejó caer exageradamente. – ¡Tss, pues claro que quiero ir a Honeyducks! - Soltó una carcajada. – ¡Me mueeeeeero por ir! Es como el paraíso de las chuches. Me voy a poner gordísimo. - Se echó a reír. – Pero lo he dejado para el último por dos motivos: el primero, porque mis padres me han dado una cantidad limitada de dinero para mi primera excursión y quiero administrármelo. Una pluma va a caer, seguro, y una cerveza de mantequilla para mí y otra para mi amiga, también. - Dijo, guiñándole el ojo y dándole un codazo de colegueo. – Y quien sabe si veo un libro que es como "¡wow, lo necesito!". Como vaya a Honeyducks lo primero, me conozco y me voy a gastar el dinero en chuches. Así que lo dejo para lo último y así ya sé con qué presupuesto cuento. - Se encogió de hombros. – Y el segundo motivo es puramente práctico. - Más práctico, más bien. – Estoy convencido de que me voy a volver con un cargamento de chuches, no pienso ir cargando con él por todo el pueblo. Lo compramos lo último, nos volvemos al castillo... - Se acercó a su amiga y susurró. – Y nos pegamos un festín en la sala común antes de que nuestros amigos lleguen. - Dejó escapar una risilla maliciosa y volvió a su posición.

    Asintió vehementemente. – Sí, tengo muuuucho que contarte sobre Roma, así que espero que tengas tiempo hoy. - Volvió a reír. Lo que comentó Alice sobre su familia le hizo detenerse en seco y mirarla con los ojos y la boca muy abiertos. – ¿¡¡Qué dices!!? ¿¡En serio!? ¡Tienes que contarme esa historia, y vamos a ver esa estatua pero ya! - Retomó el caminar pero miró a su amiga y rio un poco. – ¿Así que tienes ascendencia de la realeza, eh? Qué calladito te lo tenías. ¿Qué te corresponde ser, entonces? ¿Princesa o algo así? - Volvió a reír. Como le dijera que sí, pensaba pasarse llamándola princesa todo el día, por las risas.
    Merci Prouvaire!


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    Miér Mayo 26, 2021 4:30 pm

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    CON Marcus EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Una cosa que le fascinaba de Marcus era cómo encontraba la manera legal y encima bienqueda de conseguir todo lo que se le ocurría. Un don que a ella no se le había concedido de ninguna de las maneras. – ¡Me parece fantátstico! – Una fiesta más que celebrar, Alice ya estaba dentro.– Pues ya sabes con qué libro te tienes que hacer. Uno de historia de Hogsmeade, en el que venga todo eso, y un poco de las historias y las comidas, para inspirarnos a la celebración. – Comprada no, compradísima la tenía.

    Se puso rojita inmediatamente cuando le dijo lo de las coletas y se encogió de hombros vergonzosa. – Sí, y mira que pensé en quitármelas, porque me hacen parecer más pequeña, pero... – Entornó los ojos. – Nunca voy a ponerme o dejar de ponerme algo por lo que piense un chico. – Levantó el dedo índice. – Ni aunque ese chico sea el prefecto Graves. – Bueno, en verano había querido ponerse el vestido del cumple de Marcus para el catorce de julio, pero eso era distinto. A ver, que era porque pegaba con la fiesta nacional de Francia... Y ya sabiendo que a Marcus le gustaba... Bueno que daba un poco igual, a ver. Torció un poco el gesto cuando dijo de lo del profesor Antares. – Bah, pero si en el fondo le caigo bien, siempre me dice "Qué ideas tiene, Gallia. Si no tuviera tantos pájaros en la cabeza, sería brillante usted" . – Dijo imitando su tono y sacando los morros. Luego se dio la vuelta para mirar de frente a Marcus, caminando de espaldas. – Pero es que no puedo, soy un pajarito. – Agitó los brazos como si fueran alas. – Cualquier día, todos los pájaros de mi cabeza me hacen echar a volar. – Entornó los ojos y volvió a su sitio. Mejor no le decía lo que le parecía que Marcus estuviera tan colgado de la mujer del señor Handsgold, pero se aguantó la gracia que le hacía, que Marcus no llevaba muy bien que se rieran de él. – Si me ve, me riñe por algo, fijo, lo que se le ocurra en el momento. Le está cogiendo querencia a regañarme. – Dijo a lo de su jefa. Alice la admiraba muchísimo, pero es que, de verdad, qué carácter gastaba la señora.

    Sonrió de medio lado a lo de la sorpresa. – Sí, pero lo de la estatua no lo sabías. El diablo está en los detalles, O'Donnell. Igual no es exactamente un establecimiento, si no alguna cosilla que se le ha escapado a tu ingenio aquilino... – Dijo picándole con el dedo en el entrecejo. Sabía que Marcus había ignorado deliberadamente la casa de los gritos, a ver, que tonta no era. Soltó una risita de evidencia a lo de Honeydukes. – Si ya decía yo... – Soltó una pedorreta. – Lo malo es que todo el mundo va a ir allí de cabeza. Y paso de que se nos peguen. – Había dicho eso ella muy rauda, y había sonado... Raro. Tragó saliva y dijo. – O sea, es que se ponen todos muy tontos, y yo quiero disfrutar de Hogsmeade la primera vez contigo. – Y seguía sonando raro, pero como intentara arreglar algo más, solo lo iba a liar todavía peor. – Las plumas primero, pues. – Determinó con una sonrisa y un suspirito. – Y los libros para lo de la fiesta de Hogsmeade. Y después vamos a lo de la cerveza y a comer, y ya por la tarde nos pasamos por Honeydukes, que habrá menos gente.

    Se enganchó de su brazo y dijo. – Créeme, tengo el día entero si es para Roma, la alquimia y tú. – Y otra vez había sonado raro, pero bueno, se rio e hizo como si todo fuera dentro de un plan y ya está. Puso cara interesante cuando vio el entusiasmo de Marcus ante lo de su antepasado. – Primero las plumas, y te contaré la historia cuando lleguemos a donde está la estatua. – Que le gustaba contarle cosas nuevas a Marcus. Se echó a reír cuando dijo lo de princesa. – ¡Que no, tonto! Que trabajaba para la reina pero no tenía nada que ver con la realeza. ¿Tú me ves a mi cara de princesa? – Echó aire entre los dientes y señaló los escaparates. – ¡Eh! ¡Mira! Ahí está la Casa de las Plumas. Vamos. – Y tiró de él. Se quedó mirando el escaparate. Qué bonitas eran, se las quedaría todas. Mirándolas embobada través del cristal dijo. – Son todas preciosas. – Se mordió el labio. – ¿Te imaginas que llegue el día en el que tenga un escritorio así, como de madera antigua y tenga por frente un montón de plumas para elegir la que más me guste según el momento? Y un montón de tarritos de tinta de muchos colores, así, ordenaditos debajo. Puf, me sentiría afortunada solo de eso. – Se giró y sonrió señalando una. – Y empezaría por la de pavo real, que es la que pondría en medio, porque mira qué bonita y colorida es. – Ella tenía plumas de ganso normales y corrientes, todas iguale.s A ver psi aprendían ya bien el hechizo cambia color y podía trabajar con algo.
    Merci Prouvaire!


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    Jue Mayo 27, 2021 6:56 am

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    CON Alice EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Rio un poquito y le dio un par de palmaditas suaves en la cabeza. – Oh, pobrecita, las coletas la hacen más pequeña. - Bromeó, en clara referencia a que se estaba quedando pequeñita en comparación con él, que cada día estaba más alto. Asintió, a pesar de la broma. – Pues haces bien, uno tiene que vestir como le gusta. - La miró de reojo con una sonrisilla y añadió. – Pero reconoce que te ha gustado saber que al Prefecto Graves le gustaban tus coletas. - Volvió a reír y se encogió de hombros. – Son muy monas. Y muy Ravenclaw. - Dijo dándole en uno de los lacitos. Si él fuera prefecto y viniera una niña admiradora hacia él con lacitos azules en las coletas, seguro que era su favorita. Él ni se molestaba en ocultar los favoritismos, por mucho que luego fuera de objetivo por la vida. Se miró a su propia camiseta y torció una mueca en los labios. – Había una camiseta que me puse un día y la Prefecta Harmond me dijo que era muy bonita, así que me la puse más veces... Pero se me ha quedado chica. - Maldita altura suya, que se le quedaban las cosas pequeñas por meses.

    Se echó a reír con una carcajada y dio un pequeño paso al trote hasta la chica. – Y yo voy a tener que salir a pillarte, si no, vas a salir volando por ahí y a ver luego quien te encuentra. - Entrecerró los ojos con una muequecita bromista y dijo. – Y capaz serías de no volver siquiera. - Oh, había sido una broma pero le había dolido un poquito. ¿Y si cuando acabaran Hogwarts, Alice se iba a otra parte, volando por ahí, y no se volvían a ver? Su tía Erin y la tía de Alice, Violet, viajaban muchísimo. Eran muy amigas pero solo se veían una o dos veces al año. Él no quería ver a su amiga una o dos veces al año. Vale que no pudieran verse todos los días, pero... No sé, una vez a la semana... Tampoco era tan descabellado, ¿no? Que tenían un montón de planes, se les iba a hacer difícil llevarlos a cabo si se veían menos.

    Parpadeó varias veces cuando le dio en el entrecejo, mirándola. Chistó con fingido fastidio, pero en realidad tenía una sonrisita escondida. – Ya estamos. ¿Por qué insistes en ir justo a por lo que no sé? Con la de cosas que sé. - Se cruzó de brazos e hinchó el pecho, con una caída de ojos muy digna. – Pues seguro que al final lo conozco y todo. No es lo mismo una estatua que un sitio que visitar... Y si es otra estatua, pues entonces ya lo cuento como opción. - Luego hablaron de lo de Honeyduckes y en eso coincidían totalmente, por lo que asintió. – Si Sean hasta me lo ha chivado ya, que lo primero que quería era probar los dulces y la cerveza de mantequilla. Ni siquiera en nuestra propia casa encuentras ya gente interesada por lo cultural. Tsss... - Si Rowena Ravenclaw levantara la cabeza... – Va a estar todo atestado de gente, y los listos de verdad... - Dijo con los ojos muy abiertos y tonito de complicidad. Porque ellos dos eran los listos de verdad, no había ninguna duda. – Vamos a aprovechar para ver todos los sitios tranquilos primero y luego, cuando se cansen, iremos a Honeyduckes y a Las Tres Escobas. - Enganchó su brazo del de la chica en un gesto cómico y añadió. – Y la estatua de ese Gallia que trabajaba con la reina, no lo olvides. - En la mente de Marcus ya era "con" la reina y no "para" la reina. Al menos ya le había quitado la gradación de "persona de la realeza" por corrección de Alice.

    Se soltó, pero Alice volvió a agarrarse a él. Lo que dijo le hizo hinchar el pecho. – Genial. ¿Ves? Por eso hemos hecho bien en venir juntos. Y el que no lo quiera entender, es su problema. - ¿Qué hacía dándole explicaciones al viento? O mejor dicho, a Alice. Beh, solo eran pensamientos en voz alta. Rio un poco, haciendo como que le escudriñaba la cara. – A ver a ver... ¿Alguna princesa en la historia llevaba coletas? - Rio un poco. – Puedo comprarte una coronita si quieres. - Bromeó, pero ya habían llegado al escaparate de La Casa de las Plumas y se fue flechado a mirar. – ¡Wow! Son todas geniales. ¡Mira esa negra tan larguísima! Creo que mi abuelo Dorcas tenía una así, está en su despacho. Mi abuela suele tenerlo cerrado, pero un día estaba abierto y lo vi. Bueno, más bien pillé a mi primo Percival toqueteando dentro y le dije que se saliera, pero la vi. - Se puso a fantasear con las palabras de Alice y dijo. – Pues ese escritorio compacto tan chulo que me regalasteis por mi cumple aún tiene hueco para más plumas. - Comentó risueño. – ¡Venga, vamos a entrar! -

    La tienda por dentro era preciosa. Se puso a mirar todo su alrededor hasta que le susurró a Alice. – Mira, ¿no parece que hay como un encantamiento en el ambiente? - Era muy sutil, pero estaba convencido de que había algo. Cuando movías la mirada de un lado a otro, tenías la sensación de ver reflejos de plumas y pajaritos moviéndose, como si estuvieran hecho de humo o fueran extremadamente livianos. – Qué pasada. - Volvió a decir en un susurro, como si temiera espantar el encantamiento. Pasó entre las vitrinas de plumas hasta que sus ojos se posaron en una concreto. – ¡Mira, Alice! ¡Mira esta! - Levitando sobre su soporte, una elegante y preciosa pluma de faisán azul. Tenía un brillo especial, parecía de señor importante... Su precio también era de señor importante. – Oh, vaya. No sabía que fueran tan caras. - Claro, como que era una de las plumas con más elegancia y protagonismo de la vitrina. Ni siquiera estaba apoyada en el estuche, sino levitando sobre un soporte de madera. Qué ingenuo, Marcus. – Algún día, tendré una de estas. Así, levitando sobre su pedestal de madera, como está ahí, en mi propio despacho. - Pensaba firmar todos sus libros con ella.
    Merci Prouvaire!


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    Jue Mayo 27, 2021 1:33 pm

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    CON Marcus EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Le arrugó la cara cuando le dijo que se estaba quedando pequeñita, y le empujó ligeramente, después de quitarle la mano. – Gracias, ya me doy cuenta yo sola. No todos podemos parecer un ciprés. Y no me despeines, hombre. – Pero terminó con una risita, porque solo de imaginarse a Marcus como loco con la camiseta a ver si le veía la prefecta, le hacía reír. Puso media sonrisa de ladito y dijo. – Sí, sí que son muy Ravenclaw, por eso las sigo llevando. – Y porque había entrado a Hogwarts con ellas, ya eran como su amuleto.

    Soltó una carcajada y negó con la cabeza. – No. – Y siguió riéndose. – Lejos de ti no. Siempre a tu lado, de tu mano, te lo dije en la enfermería y lo voy a mantener. – Había pocas cosas que tuviera tan claras. Alice quería verlo todo, conocerlo todo, siempre aprender más. Pero siempre sería con Marcus. O si Marcus no quería seguirla, como había pasado alguna vez, pues simplemente, vería lo que tuviera que ver rápidamente y volvería a su lado para contárselo, como él en Roma. Pero su amigo estaba más preocupado porque, por una vez, no tenía absolutamente todo los datos sobre algo. – Ay, qué quejica eres Marcus, de verdad. Deja algo a la sorpresa, usa esa imaginación y creatividad tan valorada en nuestra casa y simplemente... Disfruta. Ya te llevarás la sorpresa, hombre. – Y vamos, tenía el firme convencimiento de Marcus había leído, cuanto menos, sobre la Casa de los Gritos, y lo estaba ignorando deliberadamente. Que ya se conocían de algo. Hizo como que hablaba con la mano y entornó los ojos. – Sí, sí... Veremos si te sorprendo o no. Para saberlo tendrás que tener – levantó las manos como si hiciera un cartel –, paciencia. Una virtud muy admirada entre los prefectos. – Dijo parpadeando muy rápido, como en un aleteo y con cara de niña buena.

    Se encogió de hombros a lo de Sean y levantó las manos con hastío. – ¿Y a quién le sorprende? Son muy listos, pero tienen otros intereses. A ver, a mi también me hace ilusión ir a Las Tres Escobas y eso pero... No sé, primero las cosas importantes y luego ya... – Porque sí, las plumas y el libro de historia de Hogsmeade eran importantes, que de eso no tenían en Hogwarts. Dejo que Marcus se enganchara de ella y se rio negando con la cabeza. – Con la reina, dice. Las reinas no trabajan. – Soltó con una risita enterada. De hecho, su madre siempre que estaba tranquila y sin hacer nada (que no era muchas veces) decía que estaba como una reina. – Dejan que otros trabajen para ellas. – Rio y negó de nuevo. – Desde luego yo no podría ser reina. – Además de verdad. Desde que tenía edad para organizarse y hacer cosas, había intentado hacerlo todo por sí misma, no soportaba que nadie lo hiciera por ella. Pero frunció el ceño a la afirmación de Marcus. – ¿Quién no lo entiende? – También Hillary le había preguntado y no tenía ningún sentido... Se encogió de hombros y negó con la cabeza. – Bueno, ¿qué se puede esperar de quien va a por chuches antes que a por libros? – Dijo con un puntito de superioridad. Era fácil venirse arriba con Marcus al lado. Se rio de nuevo a lo de las coletas. – Pues no, llevaban pelucas. – Entornó los ojos y se mordió los carrillos. – Pero no me importaría tener una corona. Pero todo eel mundo dice que no puedo llevar joyas porque soy un desastre y las rompería o las perdería o, en palabras de mi memé "no sabría llevarlas". – Dijo haciendo las comillas en el aire con la mano libre. – Pero me encantan las joyas, y me encantaría tener una, la que fuera. – Terminó con tono ensoñado.

    En cuanto entraron a la tienda y Marcus mencionó lo del encantamiento, lo detectó ella, y ya no podía dejar de mover los ojos para provocarlo. – ¡Me encanta! Ay quiero ya aprender a hacer estas cosas y ponerlo en mi cuarto, para que cuando abra los ojos me rodeen los pajaritos. – Luego se detuvo a mirar la negra que Marcus le señalaba. – Wow. Qué estilosa, ¿no? Si es que te da elegancia solo de cogerla así entre las manos y simplemente... Posar. Como para un cuadro o algo. – Dijo con media sonrisilla. Se rio un poco de imaginarse a Marcus ejerciendo de prefecto prematuro hasta en su casa con su primo mayor. – En casa Gallia cerrar con llave algo sería como pedir a gritos que intentáramos abrirlo. Y más si dentro hubiera una pluma así. – Si es que no les llamaban el desastre Gallia por nada. Asintió a lo del escritorio. – Pues claro, para eso lo hicimos, para que, aunque pasen los años, lo puedas ir ampliando y rellenando de plumas y tintas de todos los tipos.

    Por supuesto, Marcus haba ido a fijarse en la pluma más majestuosa, cara y azul de toda la tienda. Ella se quedó mirándola con esa expresión que tenía tan aprendida de "me encanta pero no me lo puedo permitir" y dijo. – Es preciosa. Parece que lleva tu nombre. – Se giró y le sonrió. Marcus no parecía tan acostumbrado a no poder permitirse algo. – Tú siempre sueñas en grande, hasta con las plumas. – Y aquello le había salido con un tono mucho más tierno y cariñoso. – Te la regalaré. Algún día, cuando seamos más mayores y pueda juntar el dinero para algo así. Te lo prometo. Y cada vez que vaya, la veré y sabré que cuando escribes con ella, te acuerdas de mí. – Y no sabía muy bien a qué obedecía ese sentimiento que le había invadido al pensar "que no me olvide, por favor, que no me olvide, que me recuerde aunque sea por la pluma", así que decidió espantarlo mirando más cosas maravillosas de la tienda. – ¡Mira esa tinta azul con brillantina dorada! Parece que han exprimido estrellas ahí... – Dijo con una sonrisita, mirando el bote de tinta. – Dime que los apuntes de Astronomía no quedarían chulísimos con esto. – Miró el precio y dijo. – Igual mejor nos vamos a un sitio donde nos podamos permitir ALGO. – Dijo bajando la voz y acercándose al oído de su amigo para decirlo. – Como la librería a por ese libro de historia de Hogsmeade... Igual tiene el libro de tu madre y todo. – Terminó con una sonrisilla satisfecha, porque sabía que Marcus se volvería loco si viera el libro de Emma ahí.
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    Jue Mayo 27, 2021 2:53 pm

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    CON Alice EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    La miró con una sonrisa fruncida en los labios y dio un breve apretón a su mano. Sí, se lo había dicho varias veces, que siempre caminarían de la mano. Eso era bonito, y esperanzador. Se preguntaba si su padre y William se habrían prometido también ser amigos siempre. De ser así, había quedado probado que se podía. Aunque... Habían pasado muchos años sin verse, aún no sabía muy bien por qué. Pues él quería que sus hijos y los de Alice se conocieran el primer día, y no que coincidieran de pura casualidad en las barcas. Bueno, daba igual: ellos eran Marcus y Alice y llevaban sus promesas a término. Y si iban a ir siempre de la mano, eso iba a ser así. Y punto. Pues poco cabezota que él era, ya se las ingeniaría para quedar con Alice todo lo que pudiera.

    – ¡Eh, que yo tengo mucha paciencia! Y madera de prefecto, también, dicho por el propio Howard Graves. - Hablaba de Graves como si fuera toda una autoridad. Siguió hablando, sin perder la pose de dignidad. – Lo que pasa es que a ti te gusta mucho buscar las lagunillas informacionales, o hacer las cosas rebuscadas. - Ahora se moría de curiosidad por saber lo que era, pero como se pusiera a insistirle a Alice en que le llevara antes de empezar con el tour para ya poder hacerlo tranquilo y sin estar continuamente rumiando qué podría ser, su amiga iba a empezar a meterse con él y a decirle que no tenía paciencia. Y encima lo iba a prolongar y no se lo iba a enseñar hasta el final solo para torturarle. Tss, pues no pensaba picar.

    Miró a Alice extrañado e hizo una pedorreta desdeñosa. – Pfff, qué tontería. - ¿Que no podía llevar joyas? Ni que hiciera falta una habilidad especial para ponerse una joya o algo así. Vale, Alice corría mucho y quizás podrían caérsele o rompérsele, pero también era una chica lista y cuidadosa, si llevara una puesta se esmeraría. Menuda tontería. – Tampoco te hacen falta. - Dijo, altivo. No había profundizado mucho en qué había querido decir con eso, simplemente... Bueno, que nadie iba a menospreciar a su amiga por no llevar joyas. A ver cuantos podían decir que fueran tan listos como ella, ¡tsé! – Ya las tendrás, será cosa de gente adulta. No creo que mi madre usara muchas joyas cuando tenía trece años, y ahora sí que tiene algunas muy bonitas. Y si no, siempre puedo pedirle a mi abuelo que te haga un colgante como el que le hizo a tu madre en mi cumpleaños. - Comentó alegremente. – Para el próximo os venís a mi casa y seguro que te hace una. - Pocas cosas tenía él más claras como que, a partir de ahora, era tradición que Janet y él celebraran su cumple juntos. El anterior había sido genial, eran todos súper amigos y encima cumplían con menos de una semana de diferencia. Es que estaba cantadísimo que tenía que ser así.

    Rio un poco, con la mirada clavada en las plumas de la vitrina. – Pues en casa Horner hay muchas cosas bajo llave. - Y la pluma de su abuelo no era ni de lejos lo más custodiado, ni lo más caro. Solo era una de sus muchas pertenencias del despacho. – Y cualquiera entra y las toca. Pero es que mi abuela es muy reservada con sus cosas. - Se encogió de hombros. – Familia Slytherin. - Qué se le iba a hacer. Los O'Donnell eran más abiertos que los Horner, pero bueno. Se había quedado embobado mirando esa maravillosa pluma de faisán azul, flotando sobre su pedestal, cuando Alice dijo que llevaba su nombre. – ¿Sí? ¿Me pega? - Dijo mirándola, un tanto ruborizado incluso. Es que parecía pluma de mago importantísimo, que su amiga dijera que le pegaba era todo un halago. Iba a decir "algún día me la compraré", pero ella se le adelantó. La miró con los ojos muy abiertos y brillantes. Para él era como si se la hubiera comprado ya, solo por el gesto y la promesa. Rio un poco. – Bueno, nos vamos a ver mucho cuando salgamos de aquí, no me va a dar tiempo a olvidarme de ti... Pero sí, me acordaré de ti cuando la use. - Le dijo, volviendo a apretar su mano con cariño. Y ahí se le ocurrió algo. – Pues el día que lo hagas, yo te regalaré una corona. - Alzó la barbilla con una sonrisa de superioridad. – Para que puedas llevarla con mucho orgullo y mirar a todos los demás diciendo "eh, para todos los que decíais que no podía llevar una corona. Ahora soy una princesa, que no una reina, porque yo hago cosas. Me ha coronado el alquimista y exprefecto de Ravenclaw Marcus O'Donnell". - Volvió a reír y a apretar la mano de su amiga, dirigiendo la mirada hacia la vitrina con la pluma azul. Quizás ahora no estuvieran preparados para escribir con esas plumas o llevar coronas, pero ya llegaría el día. Y quienes mejor que Marcus y Alice para hacer cosas así. Por eso tenía que hacer esas actividades con ella, dijeran lo que dijeran sus amigos. Ellos se entendían mejor que nadie.

    Pasó la mirada a donde ella le indicaba. – ¡Wow! Como mola. ¿Sabes? Mi padre tiene una tinta especial que reproduce los signos de las operaciones automáticamente. ¡¡Te lo juro!! Dice que un aritmántico gasta mucho tiempo y tinta en escribir "más", "menos", "por", "igual" y todas las operaciones que usan, algunas no sé ni cuales son. - Tampoco le preocupaba, pensaba cogerse la asignatura cuando se la dieran como optativa. – Pues tiene una tinta con la que solo tiene que escribir el número o letra que corresponda, y esta automáticamente te pone al lado la operación. Es impresionante. - Él se quedaba embobado viendo como su padre escribía sus cálculos a toda velocidad y las operaciones se rellenaban solas mientras él dibujaba los números. – Creo que Astronomía es la asignatura ideal para usar esa tinta en concreto. A lo mejor hasta te dibuja las constelaciones. - Por el precio que tenía no le extrañaría. Vaya, sí que era caro todo en aquella tienda. Con razón sus padres le habían insistido tanto en que racionalizara el dinero y no se lo gastara todo en la misma tienda. Se referirían a ESA tienda. Lo bueno de que hubiera sido la primera es que ya no iba a encontrarse nada más caro en ninguna otra. Quería pensar.

    - Alumnos de Arabella, ¿a que sí? - Dijo una mujer a su espalda. Era de mediana estatura, un poco rechoncha y con mirada agradable y tierna. Los dos se giraron y Marcus sonrió y asintió. – Sí, y además somos Ravenclaw. Es nuestra jefa. - La mujer rio con adorabilidad. - Qué poco me sorprende que haya llegado a jefa de la casa. No creo que hubiera alguien más Ravenclaw en la historia después de la propia Rowena. - Porque no había conocido a Marcus antes. La mujer se dirigió hacia el mostrador y ellos la siguieron con la mirada mientras hablaba. - Fuimos compañeras, aunque yo estudiaba en Hufflepuff. A mí se me daba fatal la Astronomía, ¡uy, era un completo desastre! Pero ella, con toda la paciencia del mundo, todos los días se sentaba a mi lado y me ayudaba con los mapas. Yo le decía, "podrías haber sido Hufflepuff, eres muy buena" y ella me miraba con esa expresión. - Y entonces, la mujer la imitó, poniéndose muy recta (aunque era más bajita que su profesora) y haciendo una caída altanera de ojos igualita a la de su jefa de casa. Marcus abrió mucho los ojos y se tuvo que aguantar la risa. – Sí que la conoce bien. - Es que parece que la estoy viendo. - Dijo la mujer entre risas. Entonces esta se agachó, abrió un cajón interno del mostrador y sacó dos tubitos de tinta. - Tomad, son dos muestras gratuitas, para que las probéis. - Marcus abrió los ojos como platos. – ¡Gracias, señora! - De nada, algo me dice que vais a ser buenos clientes míos algún día. - Con una expresión graciosa, se puso un índice delante de la cara y, guiñando un ojo, señaló a Alice. - He oído esa promesa tuya, jovencita, así que ya puedes estar ahorrando. - Marcus miró a su amiga y se rio un poco. La mujer dijo entonces. - Dadles saludos a Arabella de parte de Rosmerta cuando os pregunte de donde habéis sacado esa tinta tan bonita. - Marcus asintió diligentemente. – Lo haremos. - Y, tras darle otras tres o cuatro veces las gracias a la mujer, salió del local.

    – ¡Como mola! - Dijo ya en la puerta, aún mirando el tubito de tinta entre sus dedos. Se giró a Alice y, acercando su tubo al de ella, dijo. – El primer brindis de la mañana. Chin chin. - Rio un poco. – Pero no te la vayas a beber. A ver si te vas a volver azul con estrellitas doradas. - Dijo entre risas. – ¡Venga, que no puedo esperar a ver la tienda de libros! Aunque no creo que tengamos tanta suerte allí. Como me regalen un libro también, yo sí que me desmayo. -
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    Jue Mayo 27, 2021 5:25 pm

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    CON Marcus EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Si no fuera por el miedo que le daba solo pensar en una familia entera de Emmas, aquella afirmación de que había muchas cosas bajo llave la habría atraído como la miel a las moscas. No conocía a los Horner, pero su padre siempre arrugaba el morro cuando se mencionaban, y su madre siempre cambiaba de tema, y no solían estar en las celebraciones o las reuniones en casa de los O'Donnell, por lo que ella deducía que no debían ser mucho como Lawrence y Molly. Por eso no saltó y dijo "oye llévame este verano", así que simplemente dijo. – Oye, pues a lo mejor lo que hay ahí encerrado son las joyas de tu madre precisamente. – Dijo con una risita. Y los ojos le brillaron cuando dijo lo de su abuelo. – ¡Sí, eh! Qué bonito le quedó. Mamá lo lleva siempre, y cuando le preguntan dice "me lo hizo el gran alquimista Lawrence O'Donnell, son las iniciales de mis niños". – Y más orgullosa se sentía ella, porque Lawrence le había cogido las manos para hacer la transmutación y se sentía un poco parte de ello.

    Detectó el sonrojo de Marcus y sonrió un poquito. – Pues claro, no se me ocurre ahora mismo, de hecho, nadie a quien le pegue más, vaya. Fíjate qué azulita, si es que está pidiendo que el mejor Resultado Ravenclaw de su promoción escriba un importante tratado de alquimia con ella. – Dijo dándole en las costillas. Luego sonrió un poco se agarró el brazo con algo de vergüenza cuando dijo lo de la corona. Le gustaba la perspectiva y no sabía bien por qué. – Me parece un trato justo, la verdad. Aunque memé tiene razón, no sé en qué contexto se llevan las coronas... Y tendría que quitarme las coletas para ello. – Dijo tirándose de una con una sonrisa. – Pero me parece muy bien, seré una princesa trabajadora. – Y se irguió un poco más, porque ya se sentía orgullosa de antemano. Y además, le gustaba que Marcus le apretara la mano, la hacía sentir bien, cálida, como en casa, así que la apretó de vuelta y cruzó la mirada con él, sintiéndose... Rara. Pero bien. Bueno en fin, tonterías.

    Escuchó lo de la pluma de Arnold y abrió los ojos muchísimo. – ¿Qué me dices? – No daba crédito. – Tenemos que hacernos con una para cuando demos Aritmancia. Qué ganas, por favor. – si es que les quedaba tantísimo que aprender, que a veces se agobiaba solo de pensarlo, pero agobiarse a bien, agobiarse del tipo "son mil cosas y las quiero todas". Se rio de lo que dijo Marcus y se quedó mirando la tinta un poquito más, imaginándose todo lo que podrían hacer con ella. – Podríamos usarla para el día del orgullo Ravenclaw, o para invitaciones de cumple, o de cualquier fiesta. Se sabría que somos Ravenclaw de lejos. – Terminó con una sonrisita embobada. Y atendió a la conversación que había iniciado Marcus con la tendera (qué chiquillo, con todo el mundo hacía amistad, más que ella, que ya era decir).

    La verdad es que resultaba una mujer muy afable y que le hacía sacar una sonrisa. – Me cuesta imaginarme a la jefa siendo alumna. Para mí que ya había nacido profesora. – Lo cual arrancó una carcajada a la vendedora. Escuchó la historia y asintió. – Es que el conocimiento no sirve de nada si se guarda para uno mismo. Hay que transmitirlo, y cuanta más gente lo tenga, mejor para todos. – La señora asintió con orgullo y dijo. – Sí señor, así se habla. – Se rio con ganas de la imitación y le dio en el brazo a Marcus. – La clava, eh. Yo también podría imitarte a ti, la verdad. – Y entonces les dio dos tarritos de tinta. Alice no estaba acostumbrada a que le regalaran muchas cosas, y más cosas delicadas como aquello, así que cogió el tarrito como si fuera de porcelana china. – Muchísimas gracias. – Dijo emocionada, luego le dirigió la mirada y contestó, asintiendo con la cabeza. – Pienso volver. Y se la regalaré. Y podrá decir que la vio aquí por primera vez con su amiga Alice. – Y salió tan contenta que daba saltitos al rededor de su amigo. Chocó con cuidado los tarritos y respondió. – Santé. En francés. – Se lo guardó a buen recaudo en el bolsillo interior de la chaqueta y rio con ganas. – ¿Te imaginas que ahora me vuelvo azulita? Molaría. Te gustaría un montón, como todo lo azul. – No haba pensado bien aquello. No lo había dicho en el sentido... Pero se podría entender... Bueno, o sea, que a Marcus le gustaban las cosas azules y... En fin, para qué darle más vueltas si estaban los dos riéndose por las calles de Hogsmeade.

    Vio la librería de lejos y zarandeó el brazo de Marcus. – Mira, mira, mira... La primera vez que vamos a comprar libros por nuestra cuenta. – Y las que les quedaban. Estaba que se salía de gozo. Pero es que al llegar al escaparate no se podía creer su suerte. Abrió mucho los ojos y se le quedó la boca entreabierta. – Marcus... – Casi le daba cosa tocar hasta el cristal. – Es una edición del Manuscrito Voynich... La primer enciclopedia de la historia... – Se giró a su amigo y lo señaló. – Y encima está abierto por la página de la mandrágora... Ay, por Merlín, no me lo puedo creer. Nunca pensé que vería uno así, tal cual, tan de cerca, y no en una foto o citado en un libro. – Definitivamente, estaba siendo su día.
    Merci Prouvaire!


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    Jue Mayo 27, 2021 6:14 pm

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    CON Alice EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Se echó a reír, acercándose a ella y dándole con el dedo índice en un par de puntos de la frente, y luego en la mejilla y en la nariz, mientras le decía. – Y te irían saliendo estrellitas por aquí y por aquí. Tendría que ponerme a unirlas. ¡Mira, tienes una osa en la cara! - Se rio de su propio chiste tonto y caminó hasta Tomes & Scrolls.

    Como no iba él ya emocionadísimo de por sí, encima Alice le zarandeaba y le daba aún más motivos para entusiasmarse. – ¡Hay que elegir bien! Que el primer libro que compremos tiene que ser como muy importante o significativo. - Los dos se pegaron al escaparate como dos salamandras, aunque sin tocar. Eso sí, tenían los ojos muy abiertos, como si fuera la primera vez en su vida que veían una librería. Estaba ojeando todo lo que podía, regodeándose antes de entrar, cuando Alice llamó su atención. Se emocionó aún más. – ¡Wow, qué dices! - Se quedó un rato mirándolo. – ¡Mi abuela Molly tiene uno! Cuando trabajaba de bibliotecaria en Irlanda tenían una edición súper antigua allí. Dice que luego empezaron a llegar ediciones más modernas y que esa no la quería nadie... Y se la trajo. - Miró hacia arriba, pensativo. – Siempre dice "y me la traje", pero nunca especifica si lo compró, o se la regalaron, o... - ¿Lo robaría? No pegaba con su abuela lo de robar cosas, aunque tenía un concepto de las oportunidades perdidas un poco... Gryffindor, sí, para qué engañarnos. – La cuestión es que es una edición súper antigua y está chulísima, de pequeño me la enseñaba. ¿Y a que no sabes qué me dijo? - Se giró hacia Alice. – Que los muggles no pueden leerlo. ¿Te lo puedes creer? Yo creía que se estaban quedando conmigo. Pero no. - Si algo le gustaba más a Marcus que el que le contasen historias, era poder contarlas él. Y ya se había enganchado a esa.

    – Resulta que es un manuscrito mágico, como bien sabes, creado por un grupo de magos hace muchísimos años. No sabemos sus nombres porque cometieron la negligencia de no dejarlo a buen recaudo y se lo robaron antes de que los pudieran firmar, o quizás prefirieron no hacerse notar como los magos imprudentes que habían dejado semejante manual descuidado, pudiendo caer en magos de muggles por ejemplo... Tal y como ocurrió. - Rodó los ojos con desaprobación. Anda que... A Marcus le encantaba ese manual, era pura historia de la magia, su tío Phillip le había contado historias fantásticas sobre él y miles de hipótesis de quienes podrían ser los autores. Pero Marcus siempre pensaba vaya luces tuvieron. – Pasó muchísimos años perdido, tantos que ha habido generaciones de magos que no lo han llegado a conocer... Y, de repente, apareció. No te vas a creer donde. - Miró a Alice, anonadado. – ¡En un anticuario muggle! Que es como, ¿de verdad? - Negó con un suspiro, volviendo a rodar los ojos. – Menos mal que hay magos infiltrados por todas partes. Hubo que contratar a un obliviador para desmemoriar a los del anticuario, porque imagínate, ¡muggles leyendo sobre alquimia y mandrágoras! Eso es peligrosísimo. Los historiadores del Ministerio de Magia sabían que ese manuscrito no podía quitarse así como así del anticuario. - Hizo un gesto de la mano. – Temas de lagunas mentales de los obliviadores o cosas así, el caso es que ya tenían que dejar allí una copia. Así que lo que hicieron fue conjurarlo para que, a la vista de los muggles, estuviera en "un idioma inventado". Pff, ya, claro, inventado. - Rio. – Los muggles no pueden leerlo. ¡De verdad! Mi abuelo Lawrence lo ha comprobado, que conoce a muchos. - Miró al escaparate de nuevo, con los ojos brillantes y una sonrisa. – Menos mal que no somos muggles, ¿eh? Lo que nos estaríamos perdiendo. - Miró a la chica. – En cuanto puedas, tienes que hacerte con uno. Con lo que te gusta la Herbología, te vendría genial. - Pero, por el momento, quería entrar en la librería.

    Miró a su alrededor, encantado. Era súper antigua y olía a pergamino viejo, le encantaba ese olor. – Ven por aquí. - Le dijo a Alice con un gesto de la mano, llevándola hasta las estanterías señaladas con el letrero "Historia de la magia". Se fue directamente al fondo. Así le gustaba a Marcus ver las librerías: se iba al fondo del todo e iba mirando hasta llegar de nuevo a la salida, y vuelta a empezar con el siguiente pasillo. Como era una librería mayoritariamente para adultos pero también para estudiantes de Hogwarts, primero estaban los manuales, luego los libros de historia y, al final del todo, los libros infantiles, que eran los que menos se vendían allí. Pero era justo lo que Marcus estaba buscando. – ¡Aquí está! ¡"La pequeña historia de la magia"! - Lo cogió y se lo puso delante de la cara. – ¿De quién es? - Esperó a que Alice lo leyera y bajó el libro, contento, asomándose por encima de él. – Lo escribió tío Phillip mientras daba clases en Hogwarts, era para niños menores de once años. Yo me lo leí con... ¿Cinco? No me acuerdo, era muy pequeño. En cuanto aprendí a leer, básicamente. - Lo dejó en la estantería y ojeó la zona infantil. – De aquí me he leído un montón. - A Marcus le encantaban los libros, desde bien pequeño, y la historia. Había pocos manuales de la sección infantil que él no conociera. – Tiene también libros para adultos, pero a este le tenía mucho cariño. - Por eso quería enseñárselo a Alice. Era una parte de él de cuando aún no conocía a la chica y... Bueno, si iban a ser amigos para toda la vida, mejor que conocieran toda su vida.
    Merci Prouvaire!


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    Vie Mayo 28, 2021 8:17 am

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    CON Marcus EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Sin querer, le salió aquella risita cristalina e infantil que se le ponía cuando Marcus le hacía tonterías y que etas segura de que le hacía parecer mucho más pequeña aún, pero es que disfrutaba mucho de esas tonterías. Y más si la broma la hacía con estrellas. Se quedó un momento como esperando que hiciera algo más, con la sonrisa y mirando sus ojos... Anda, si tiene pequitas debajo de los ojos... Qué... Bonito. Y hasta ahora no se había fijado ella. Qué cosas.

    Cuando Marcus dijo así, con alegría, que su abuela tenía uno, se giró bruscamente. – ¿¿¿CÓMO??? – Abrió mucho la boca y le dio un empujón flojito en el brazo. – Que he estado yo en casa de tus abuelos, y no solo me fui sin ver el taller si no que encima me fui sin ver una edición antigua del Manuscrito Voynich. – Se llevó las manos a la cara y negó con la cabeza muy exageradamente. De verdad, lo que tiene tener esas cosas en casa desde siempre y pensar que es que todos tenían un libro así a la mano. Torció el gesto y entornó los ojos. Suena a que marcó un Gallia, pensó cuando Marcus comentó en qué circunstancias había llegado, pero como buena Gallia, le quitó hierro al asunto. – Bueeeeno, seguro que estaba de expurgo ya, y si había versiones más nuevas, seguro que a la biblioteca le venían mejor. Y no iba a dejar que se perdiera un libro tan genial. – Y ahora ella tenía la imperiosa necesidad de verlo.

    Escuchó atentamente a todo lo que le iba contando Marcus sobre la historia del Manuscrito Voynich, con los ojos muy abiertos y pendiente de él como si le estuviera contando la historia más alucinante que haba oido en su vida. Ella había leído muchas cosas que venían en el manuscrito, pero nada de su historia y aquello le estaba sonando a lo más interesante que había oído en su vida. – Pues suena a que un O'Donnell, por toda la información que tiene, y un Gallia porque ese descuido suena a liada que haría mi padre. Y ese ansia de conocimiento y de reunirlo y transmitirlo suena a los dos. – Abrió mucho la boca y luego se echó a reír. – Pues buen sitio para aparecer, ¿y qué hicieron? – La respuesta le hizo echarse a reír. – Pero a ver, ¿en serio se tragaron los muggles lo del idioma inventado? Los idiomas no se inventan. – Le parecía más descabellado que que le hubieran contado la verdad al tal anticuario vaya. Sonrió de medio lado a lo de que no podían leerlo. – El día que se den cuenta les va a dar una rabia... – Ya se perdían bastante cosas, no poder leer uno de los libros baes para el conocimiento necesario para cualquier humano... Menuda gracia. Asintió y miró de refilón al que había ahí. – Me encantaría tener uno así, que pareciera antiguo, y tenerlo en un despacho, siempre abierto, para poder admirarlo... – Mucho estaba soñando ella en una sola mañana en Hogsmeade.

    Siguió a Marcus mientras admiraba todos los libros por los que iban pasando hasta donde le llevó su amigo. Cogió el libro y lo miró entre sus manos. – Este lo conozco, mamá me enseñaba historia de la magia con él. – Frunció el ceño y le miró. – No sabía que Philip Horner era tu tío, o vamos no lo había relacionado... De hecho no sabía que tu madre se llamaba Horner antes hasta hace poco. Pero tiene sentido. La mía se llamaba Van Der Luyden cuando papá la conoció. Y como era su secretaria en el MACUSA, papá siempre la llamaba "señorita Ven Der Luyden" y ahora cuando la quiere hacer rabiar se lo llama, cuando mamá le manda a hacer algo o le hace burla. – Y se rio al recordarlo, porque sus padres eran muy alegres y graciosos. Se acercó a mirar todos los libros y sonrió. – Yo tenía menos libros, pero mamá siempre me llevaba a la biblioteca y leíamos un montón, y decía que por eso son tan importantes la bibliotecas, para poder enseñar a todos. – Y ella pensaba aplicárselo, tal como le había dicho a la de la tienda de plumas. Se giró y buscó la sección de geografía, que era donde solían estar los libros que hablaban dde sitios y, presumiblemente, habría algo sobre historia de Hogsmeade. – Vamos para allá. – Y nada más llegar ya había libros de París, de Londres, de Roma... – Jo, quiero hacer como la tía Vivi e ir a todos esos sitios. Pero antes dime compraría todos estos libros e iría con un plan, no como ella que siempre va a lo loco, para saber que no me estoy perdiendo nada de nada. – Paseó la vista y golpeó con el índice. – Oh mira. Mitos y leyendas de Hogsmeade. Historia no ué, pero quizá aquí tengamos pistas e ideas de cómo podríamos celebrar esa fiesta de temática histórica y Hogsmeade. Y si nos faltan datos, recurrimos a libros de tu tío. – Cruzó los dedos mentalmente deseando que en algún libro de aquellos pusiera que la Casa de los gritos era un lugar imprescindible. si lo ponía en un libro, Marcus O'Donnell no podría negarse, era negro sobre blanco.
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    Vie Mayo 28, 2021 11:03 am

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    CON Alice EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Sonrió de oreja a oreja y se cruzó las manos tras la espalda, hinchado de orgullo. – Sip, es mi tío. - Qué le gustaba decir eso. Y aún no habían visto los libros de su madre, había que aguantar a Marcus hablando de su madre. Su padre también tenía muchos artículos escritos, aunque no libros, y su abuelo Lawrence era un alquimista de fama internacional. Ah, y su tío Finneas era uno de los mejores médicos de San Mungo, y su abuela Anastasia también era muy reconocida como creadora de hechizos. Se podría pasar media vida hablando de los logros de sus familiares. Y, algún día, sus hijos y sus nietos hablarían de él... Y sus sobrinos, en el hipotético caso de que a Lex le diera por hablar con la gente, cuanto menos tener hijos.

    Le hacía particular ilusión que Alice hubiera aprendido historia de la magia también con ese libro, como si fuera la única lectura que tenían en común. La anécdota de Janet y William le hizo reír. – Como apellido, Gallia es un poco más fácil. - Puso una expresión pensativa, con una sonrisilla. – De hecho, juraría que se lo he oído decir en La Provenza. - Dijo con una risa. – Mi padre algunas veces le dice a mi madre Prefecta Horner de broma, pero solo cuando sabe que está de buen humor. - Su padre no arriesgaba su vida con tanta facilidad como William. O como Violet, a la cual había oído llamar a su madre así también. Ni que decir tenía que el efecto en Emma era radicalmente distinto cuando se lo decía su marido con tono cariñoso que cuando se lo decía Violet.

    Ellos tenían en casa estanterías repletas de libros, y de muchas áreas distintas: libros de encantamientos, de aritmancia, de alquimia... Hasta de quidditch, que eran los únicos a los que Lex le prestaba un poco de atención. Sonrió a la chica por el comentario de su madre sobre las bibliotecas. – Sí que lo son, deberían ser el edificio más importante de la ciudad. Si le dice eso a mi abuela, os va a llenar la casa de tartas de cereza. - Bromeó entre risas, aunque conociendo a Molly no le extrañaría que lo hiciera. Siguió a Alice hasta la sección de geografía, aunque iba posando los ojos por todos los libros de historia que veía por el camino. La miró arqueando las cejas con una sonrisilla. – Alguien me prometió que después de Hogwarts iríamos a recorrernos fiestas nacionales del mundo y esas cosas. - Se giró hacia ella con esa cara que Marcus ponía de "acabo de tener una idea brillante". – Eh, a ver qué te parece: cada año vamos a un país distinto para su fiesta nacional, y antes de ir, venimos aquí y nos compramos el libro de ese país, como tradición. Un año eliges tú y otro año elijo yo, y el que elije, compra el libro y se lo queda. Y hace la ruta, claro, y el otro le tiene que seguir. - Le apuntó con un índice. – Pero nada de precipicios ni acantilados ni sirenas ni cosas raras. Nunca mejor dicho, tengamos la fiesta en paz. - Idea brillante, plan sin fisuras y totalmente factible. Porque claro, ¿qué erudito dedicado a la alquimia y a escribir libros, que además se está planteando colaborar como inefable en el Ministerio de Magia y que quiere tener una gran familia, no tiene tiempo para hacerse un viaje al año a recorrerse fiestas populares con su mejor amiga? En la mente de Marcus no había laguna alguna. Todo era cuestión de saber organizarse.

    Miró el libro que le señalaba Alice y chistó con fastidio. – ¡Ay! Se nos ha olvidado preguntarle a la señora de la Casa de las Plumas por las fiestas, con lo amable que era. Bueno, luego si tenemos tiempo podemos volver. - Sacó el libro de la estantería y miró de reojo a Alice con una sonrisilla. – A ver si dice algo de ese Señor Gallia de la realeza. - Comentó, y bajó la mirada al libro. Empezó a pasar las páginas, enfrascándose en todo lo que le interesaba. Cuando Marcus abría un libro, se metía dentro completamente, ya no había nada más a lo que atender. Fue señalando lo que le interesaba y pasando páginas. – Mira, la pastelería más antigua de Hogsmeade, aún sigue abierta. Hmm, escobas chamuscadas dicen que es su dulce más típico. Espero que la fiesta no consista en quemar escobas, a Lex le daría un patatús. - Dijo entre risas, y se detuvo a leer en qué consistía porque, en fin. Era Marcus y era un libro hablando de comida. – "En el año 1017, año de la fundación del pueblo de Hogsmeade por Hengist de Woodcroft, se llevó a cabo una fiesta conmemorativa en la que todos los aldeanos salieron a la calle a celebrar. El único negocio abierto era la pastelería Branwen, que preparaba dulces gratuitos para las fiestas, entre ellas sus famosas manzanas de caramelo. Mientras transcurría el evento, algunos asistentes, demasiado eufóricos por la festividad, comenzaron a realizar ciertos encantamientos. Se desconoce exactamente lo ocurrido, pero el caos se generó cuando tres escobas empezaron a arder mientras volaban por el aire sin control, aunque por fortuna no llegaron a herir a nadie. Lord Hengist, en una rápida actuación, trató de inhabilitarlas justo cuando se dirigían en picado hacia la pastelería. Estas atravesaron las ventanas y cayeron, ya sin ser presa de su encantamiento, sobre la enorme olla de caramelo destinada a las manzanas, quedando inhabilitadas, chamuscadas y, en cierto modo, deliciosas. Desde entonces, las escobas chamuscadas, unos dulces hechos a base de caramelo que dan sensación de calor al comerlos, se convirtieron en el dulce emblema de la ciudad. Años después y en honor a este acontecimiento, una de las tabernas centrales del pueblos se autoproclamó como Las Tres Escobas." Fíjate qué curioso, ahora las quiero probar. - Dijo entre risas, pasando a otra página. – Mira, en esta tienda venden trajes típicos... Vaya, pero cierra los fines de semana. - Igualmente no se veía comprándose un traje típico para la fiesta. Pasó la página. Tiendas de quidditch. Pasó la página. Restaurantes típicos. Muy rico, sí, pero no podían ahora, así que pasó la página. – Ey mira, esta librería. - Comentó contento. Leyó unos minutos y pasó la página. ¡Ugh, la Casa de los Gritos! Pasó de página, ni un segundo le dedicó. Ah, esa le interesaba más. – ¡Mira! Al parecer, Honeyduckes estaba antes en otro sitio, pero tuvieron que cambiarla porque se hicieron tan famosos que el local era demasiado pequeño y se buscaron uno más grande. Ahora en su lugar hay... - Pasó un par de páginas. Se encogió de hombros. – Nada, al parecer. - A ese paso se iba a leer el libro entero.
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    Vie Mayo 28, 2021 6:36 pm

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    CON Marcus EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Y lo haremos. Pero empezaremos por Hogsmeade, que no está mal. Como si ya fuéramos adultos. – Escuchó la propuesta con emoción y asintió con los ojos muy abiertos. – ¡Sí! Así será como una sorpresa cada año. Una más, quiero decir, y me encantan las sorpresas. – Entornó los ojos e inspiró, agarrando las manos tras la espalda y acercándose a Marcus. – Nada de acantilados, ni precipicios, ni sirenas. – Subió la mano y se besó los dedos cruzados, mientras le miraba a los ojos. – Promesa. Te voy a hacer las rutas más chulas del universo. Y te voy a llevar a París y a Damasco. Ya lo vas a ver. – Ella lo tenía clarísimo. Marcus y ella iban a ser imparables, y lo iban a descubrir todo, porque eran geniales planificando y le iban a sacar todo el rendimiento posible a sus viajes.

    Se asomó por el brazo de Marcus y leyó, riéndose. – No seas tramposo y espérate a que te lo cuente, hombre, que me hace ilusión. – Dijo con tono quejosillo, aunque sabía que no lo estaba diciendo en serio. Rio un poco y enhebró el brazo con el de él, apoyándo la cabeza también y leyendo la página en la que estaba. – Uy, ¿y no conocías tú esa historia? Si todo lo que tenga que ver con pastelerías, tú lo conoces mejor que nadie. – Y se echó a reír. Pero le gustó mucho la historia, la estaba escuchando como una niña pequeña, entusiasmada a tope, y reproduciendo toda la historia en su cabeza, como si la estuviera viendo. – ¡Buah qué liada! – Ya le brillaban los ojos solo de pensarlo, y encima con toda la mala suerte de que las escobas cayeran en el caramelo. – Mira, solo por la historia, quiero probarlas. Y el día de la fiesta podríamos decorarlas nosotros con el caramelo, como parte de la clase de Historia. Es que seguro que el profe te deja contarla delante de todos, que se te da muy bien hablar en público. – Vamos, en su cabeza ya estaba dibujada la clase, impartida en la plaza principal de Hogsmeade, y ella enseñando lass escobas y quizá podría hacerse con unos calderos de caramelo. Historia divertida, para que luego dijeran.

    Arrugó la cara a lo de los trajes típicos. – Ah, pero no me gustan tanto como el de provenzal. ¿Sabes que tengo uno? Era de la tata cuando era pequeña, pero igual cuando crezca me hacen uno para mí. Aunque memé dice siempre que ya me voya. quedar así. – Y ella sin problema. Así el traje le duraría para siempre. – Y cuando te lo pones, hay que ponerse cintas en el pelo, así. – Dijo señalándose como una aureola por encima de la cabeza. – Y a mí me gusta ponérmelas de la bandera de Francia, para cuando hay fiestas en el pueblo, molan mucho. – Asintió satisfecha. A ver si algún año lee llevaba en Pascua aunque fuera y veía el Festival de las Luces. Asintió a lo dee Honedukes y dijo. – Sí, no me extraña que se hicieran más grandes, si a todo el mundo le gustan sus dulces. Pero yo lo que quiero es ir a las Tres Escobas a la de ya. Y más después de saber la historia de su nombre. ¿No te parece que disfrutas más de las cosas cuando las conoces profundamente? – En verdad sabía la respuesta. No se le había pasado que Marcus había tratado de obviar la Casa de los Gritos, pero era un plan que funcionaba a fuego lento. – ¡Eh! A ver qué te parece esto. – Dijo separándose un poco para mirarle. Cogió el libro y le dio la vuelta para leerle el precio. – Mira, podemos pagarlo entre los dos, porque este plan sí lo vamos a hacer juntos, y nos lo llevamos y empezamos a planificar. Tu siempre llevas pergamino y pluma, ¿verdad? y para ser el primero no está nada mal. Lo compramos a medias, y nos vamos a las Tres Escobas a que me hagas esa invitación y sobretodo... – Le señaló con el índice. – A que me cuentes lo de Roma, que bastante estoy esperando ya. – Alzó la cabeza y miró a los lados por las estanterías. – Espero que sepas volver al mostrador. – Soltó una risita. – Desde luego, si quiere un Ravenclaw perderse o esconderse... Este es el sitio. – Gal siempre pensando en un plan de fuga y escondite por si las moscas.
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    Sáb Mayo 29, 2021 8:57 am

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    CON Alice EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Levantó la cabeza del libro como un perrillo que acaba de escuchar abrirse un paquete de galletas, y miró a Alice con los ojos muy abiertos. – ¡¡Sí!! Eso es una ideaza. Tenemos que ver como le dan forma de escoba a los dulces. ¿Crees que los elfos de las cocinas nos dejarán caramelo? - Miró a la nada, con expresión entre ilusionada y orgullosa. – ¡Sí! Expondré delante de toda la clase. Seguro que al profesor le encanta. - No entendía por qué a la gente no le gustaba la asignatura... Bueno, realmente decían que el profesor era aburrido, y vale que no era el más entretenido del mundo, seguro que su tío Phillip daba las clases mejor. ¡Pero era historia! Era interesante igual. Y como el profe no estaba muy acostumbrado al entusiasmo de sus alumnos, seguro que le premiaba.

    Rio un poco y volvió a mirarla. – Así de pequeñita. - Pues como él siguiera creciendo, sí que iba a haber diferencia. Le miró las coletas y puso una sonrisilla. – No podía faltar la bandera de Francia. El azul ya lo tienes. - Bromeó. Siguió leyendo, pero la pregunta de Alice le hizo asentir con convicción. – ¡Sí! ¡Totalmente! Pero cuando te pones a explicar, mucha gente se aburre a mitad de camino y se va, o se le olvidan las cosas. ¿Qué gracia tiene aprender algo si luego se te olvida? - Mucho mejor ir a los sitios sabiendo la historia que sin saberla, obviamente. Alice tomó el libro y le propuso comprarlo, y él no se lo pensó lo más mínimo. A la mención del pergamino y la pluma, los sacó de su bolsillo. – ¡Por supuesto! - Eso era una constante en él. Si no los llevara, claramente se perdería muchas cosas, por ejemplo planificar la fiesta de Hogsmeade, justo como iban a hacer. Un pergamino y una pluma nunca sobraban.

    Miró a su alrededor, riendo un poco. – Yo me perdería por aquí con mucho gusto. - Miró a Alice con mirada interesante. – Pero sí, sé volver al mostrador. - Le hizo un gesto de la cabeza y caminó con mucha seguridad... Aunque se desvió un poquito por el camino, intencionadamente. – Uy, mira. - Se detuvo frente a una de las estanterías y señaló. – Esos son los libros de mi madre... Bueno, falta uno. Se habrá agotado. - Cinco libros tenía su madre escritos, ni más ni menos, pero allí solo había cuatro. Marcus estaba plenamente convencido de que el quinto se había agotado. Su madre era muy buena en su campo. – "El poder del sigilo", ese es mi favorito. De pequeño me encantaba ver como hacía esos hechizos. Son hechizos normales, pero se lanzan sin pronunciar ninguna palabra, solo mentalmente. ¡Hace falta muchísima concentración! A mí me alucinaba, aún no sé como lo hace. Pero es como que de repente, apuntaba con la varita... ¡Y pum! Una vez me dio un susto que no veas. Estaba yo tan tranquilito leyendo, y de repente se me cerró la cortina de la ventana y se me apagaron todas las luces, y había sido ella desde la puerta. - Ladeó varias veces la cabeza. – Claro que eran las tres de la mañana y ya me había dicho varias veces que dejara de leer y me fuera a dormir, y yo creía que estaba acostada y me levanté... Como para no asustarme. - Y como para no provocar a una Emma enfadada que sabe hacer hechizos en silencio. Su madre a veces daba un poquito de miedo.

    Ya sí, se dirigió al mostrador y pagaron. – Nuestro primer libro a medias. Mola, ¿eh? - Y cuando decía "primer", daba por hecho que habría más. – Nos lo turnaremos. Y a ver quien le saca más partido. - Dijo mirándola con cara de "pienso sacarle más jugo que tú", con esa sonrisilla y los ojos entrecerrados. Parecía que aún no había aprendido lo que suponía lanzarle a Alice un reto. – ¡Vamos a las Tres Escobas, que me muero de sed! - Se encogió de hombros con una caída de ojos y dijo. – Tengo muchas cosas que contarte de Roma y no me voy a hacer de rogar, no como otras, que aún no me han llevado a ver la estatua de ese señor tan famoso de su familia... -          
    Merci Prouvaire!


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    Sáb Mayo 29, 2021 12:49 pm

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    CON Marcus EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Ya sabía que era una buena idea, y sabía que Marcus estaría loco de contento con ello. – Pues el lunes mismo se lo proponemos, pero mejor si llevamos ya hecho el trabajo, mejor para convencerle. – Sonrió y le miró. – Ya tenemos plan para mañana también.– Se revolvió cuando le dijo lo de pequeñita – ¡Que no soy tan pequeñita! Vengo en tamaño portable, es más manejable para todo. Pasar desapercibida, huir, parecer adorable... – Y parpadeó muy rápido de nuevo y tiró un besito al aire. – Viene bien, créeme. – Asintió a los que decía de la gente y entornó las ojos, metiendo lass manos en los bolsillos de la chaqueta. – Y yo que de pequeña luchaba contra dormirme para que mi padre siguiera explicándome cosas. – Todo le interesaba. Bueno quizá la Adivinación no, y las Runas, sin querer decírselo a Marcus, las veía un tanto inútiles y aburridas, pero, en general, había pocas cosas que no le encantara aprender, tanto más historia y detalles de los sitios que pensaba visitar.

    Soltó una risita al comentario de Marcus, y se puso un poco nerviosa porque una voz en su interior pareció decirle "vaya, eso podría ser malinterpretado por alguien que pensara que no solo sois amigos... Y que... aunque tengas ganas de perderte por ahí o por donde sea con él, no significa nada..." y notó como las mejillas se le ponían rojitas. – Pues... Qué vergüenza que yo no sepa volver. Pero bueno, que suerte que tú sí sepas. – Agradeció infinitamente acercarse a la sección de los libros donde estaban los de Emma, porque solo recordarle le hacía envararse un poco y comportarse. Sonrió de medio lado y cogió el que le tendía. – Una biografía de tu madre podría llamarse así. Y una asignatura que suspendiera mi padre también. – Dijo con una carcajada. Se puso a ojearlo y l parecía sánscrito. solo la posibilidad de llegar a tener tanto poder se le antojaba imposible, pero pegaba absolutamente con Emma O'Donnell. Se echó a reír con la anécdota, tanto que se le saltaron las lágrimas. – Marcus O'Donnell saltándose una directriz, y encima con lo asustón que eres. – Y siguió riéndose, aguantándose un poco para no armar un escándalo en la librería. – Pienso recordártelo la próxima vez que estemos en La Provenza y me digas chorradas como "Alice deja de hablar y vamos a dormir" y todo eso. – Torció el gesto y ladeó la cabeza. – Aunque ahora cuando este en tu casa no voy a parar de pensar que puede aparecer tu madre y lanzarme un silenciador o algo sin que yo me pispe si quiera.

    Nunca le había sentado mejor pagar algo. Tener un libro a medias con Marcus se le antojaba un lujo y el comienzo de una larga tradición que le hacía especial ilusión. – Es bonito. – Asintió, mientras salían de la tienda. – Mira, vivimos juntos nueve meses al año, y luego tú siempre vienes a verme a La Provenza, así que dejaré que lo guardes tú, siempre y cuando, lo uses cuando estemos juntos, o me hagas un reporte, si lo haces solo, y me pongas al día. – Se giró a su amigo mientras andaban y le miró firme, pero con una sonrisa. – Confío en ti, O'Donnell. – Pero acto seguido entornó los ojos y soltó un suspiro muy exagerado. – A ver aclárate, querido, ¿Las Tres Escobas o la estatua? – Se rio un poco y dijo. – Por suerte para ti, no pilla lejos lo uno de lo otro, así que vamos, y te cuento la fascinante historia de John Dee... O Jean Gallia. – Dijo con tonillo misterioso y un guiño, enganchándose a su brazo.

    Su abuelos le habían enseñado cuadros de John Dee, y no se apartaba mucho de cómo estaba en la estatua. su padre le haba dado indicaciones muy buenas y le reconoció de lejos. Extendió una mano y sonrió. – Te presento a mi muy antepasado, de hace más de trescientos años, Jean Gallia. Nació aquí de casualidad, porque su madre se puso de parto en Hogsmeade, ya sabes, cosas de Gallias, pero siempre le tuvo mucho cariño al pueblo. – Se acercó y quitó un poco de musgo del pedestal. – Era aritmántico, como tu padre. Pero en seguida ese apartó de eso, porque llamó la atención de los muggles. su mejor amigo era un alquimista, se llamaba Edward Kelly y vivían y trabajaban juntos todo el tiempo. – Le dio un codazo y ladeó una sonrisa. – ¿Guay eh? Bueno, pues los muggles le pidieron que trabajara para la reina Isabel I, porque iban en contra de los católicos, y los católicos cazaban a lo magos y las brujas, como bien sabes. El caso es que tampoco tenía que hacer mucho, porque los muggles con poco de magia que hagas se conforman. Se cambió el nombre, por si en algún momento se volvían en su contra, que no afectara a la familia. – Suspiró. Que dura era la vida entonces para los magos. – El caso es que... Salvó Inglaterra. Un Gallia, eh, quien lo hubiera dicho. Venían los españoles con una armada de barcos tremenda, la llamaban la Armada Invencible... Y él convocó una tormenta y... Los hundió. Al menos a la mayoría. La reina le concedió de todo, pero hacia el final de su vida, se cansó de hacer como que invocaba al diablo y todo eso, y se retiró. Pero uno de sus ocho hijos si siguió actuando de mago y alquimista para los muggles. – Bueno, en verdad no se sabía si era hijo suyo o de Kelly, porque, al parecer, compartían a las esposas, pero eso no se lo iba a contar a Marcus, que se escandalizaba. Además, esos lo había descubierto ella, leyendo sobre John Dee en los libros de los muggles. Bien visto, no sabía qué le escandalizaría más.
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    Sáb Mayo 29, 2021 3:01 pm

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    CON Alice EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Soltó una carcajada. Sí, su madre era muy sigilosa y William era todo lo contrario al sigilo. – Dudo que tu padre suspendiera ninguna asignatura. - Dijo entre risas. ¿William Gallia, ese genio de los hechizos, suspendiendo algo? Lo veía complicado. Y su padre siempre decía que, con todo lo desastre que era, al final hasta sacaba buena nota porque era listísimo. – Aunque lo de que volvería loco al profesor, no te lo discuto. - Rio contagiado por la risa de Alice, aunque negó con la cabeza. – Sí, tú ríete, pero vaya susto. - Se encogió mucho de hombros, mirándola con cara de excusa y mostrando las palmas de las manos. – ¡Es que estaba en la parte más interesante del libro! No le hacía nada malo a nadie, y así no me podía dormir. - Rodó los ojos e hizo una pedorreta. – No es lo mismo. Yo quería ampliar mis conocimientos, tú solo piensas y haces diabluras. - Le dijo en tono bromista, picándole un poquito las costillas.

    Cuando Alice le dijo que él podía guardar el libro, se aferró a él con ilusión. – ¡Hecho! Le daré un lugar especial en mi habitación, en la mejor estantería. - A la queja de la chica se encogió de hombros con una sonrisilla. – Es que me estás haciendo elegir entre una historia y una cerveza de mantequilla, entiende que no es fácil. - La resolución le pareció más que buena, así que se dejó agarrar del brazo con alegría y dijo un cómico "uuhh" ante el tonito misterioso de la chica. No tardaron en llegar, porque el pueblo no era demasiado grande,  él se detuvo y miró la estatua con admiración, y eso que aún no se sabía la historia. Pero Marcus valoraba mucho eso de pasar a la posteridad, ser tan reconocido que te inmortalicen en una estatua o en un cuadro. Has debido ser muy importante para eso... A Marcus le encantaría llegar a ser así de importante.

    Escuchó la historia con atención, abriendo mucho los ojos y ampliando la sonrisa cuando escuchó que era aritmántico y su mejor amigo, alquimista. Pero los abrió aún más con la resolución de aquello. – ¡Wow! ¿En serio salvó al país? Bueno, de las cosas de los muggles y eso, ¡pero es impresionante! ¡Y un Gallia! Tenéis héroes en vuestra familia, como mola. - Él era más de la rama Ravenclaw de la erudición que del estilo aguerrido de los que son héroes, pero un personaje ilustre era un personaje ilustre, sobre todo si utilizaba la magia para serlo. Rio un poco con un puntito de maldad. – Invencible, ya veo... No estaba a prueba de magia, al parecer. - Vaya torpeza llamar a algo "invencible" para que luego te ganen. Puso expresión pensativa. – Hmm, alquimista para los muggles... Le preguntaré a mi abuelo, seguro que se conoce la historia. Y si era un buen alquimista, seguro que le dio la vara a tu padre con ello cuando le conoció. - Dijo entre risas.

    – Me ha gustado mucho la historia. Te has ganado una cerveza de mantequilla. - Le dijo contento, agarrándose de nuevo a su brazo. Se estaba acostumbrando un poco a eso de ir del brazo de Alice, llevaban haciéndolo desde que pisaron Hogsmeade. Pero bueno, era en clave de broma y eso, como amigos. Amigos que se van juntos de excursión. Sí, eso hacían ellos y estaba genial, y si alguien no lo entendía era su problema. Entraron en Las Tres Escobas y ya localizó una mesa para los dos. La mayoría eran mesas grandes para mucha gente, pero él prefería estar solo con Alice. No por nada, sino porque había quedado en contarle lo de Roma y no le gustaba ser interrumpido, y como viniera más gente seguro que le cortaban el discurso y se ponían a hablar de otra cosa. Pidió un par de jarras de cerveza de mantequilla, las más grandes que servían, y se fue con ellas hacia la mesa. Dejó el libro a un lado y alzó su jarra. – Nuestra segunda jarra de cerveza de mantequilla de Las Tres Escobas, aunque esta es más oficial. - Dijo risueño. – Por todas las veces que nos quedan por venir y por esa exposición tan guay que vamos a organizar. Ah, y por la fiesta del día de Hogsmeade. Y todas las demás fiestas típicas. - Y podría tirarse un buen rato brindando por cosas como se le ocurrieran más, pero con eso iba bien para empezar. Entrechocaron sus jarras y bebió. Buenísima, tal y como la recordaba en su cumpleaños, aunque en aquel entorno sabía aún más buena. – Listo para contar cosas de Roma. ¿Por dónde quieres que empiece? -
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    Sáb Mayo 29, 2021 6:41 pm

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    CON Marcus EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Asintió con orgullo y se estiró un poco. Y no pudo evitarlo, porque para eso era niña de papá. – Mi padre también protegió el MACUSA. Creo un hechizo enorme que protegía el super edificio del MACUSA en Nueva York, usando las propiedades de los díctamos. Lo echaron entre los mejores magos de allí y es el hechizo protector más grande nunca aplicado en un entorno muggle. Solo que lo hizo por si los muggles rusos atacaban Nueva York y ellos se veían en medio, y al final no hicieron nada. Cosas de muggles. Papá siempre dicen que son demasiado autodestructivos y que por eso no pueden hacer magia, porque si no no quedaría nada en pie en el mundo. – Se rio de con qué tono dijo su amigo lo de "invencible" y dijo. – Sí, por lo visto ni se llamaba así cuando la hicieron, pero los historiadores ingleses se lo pusieron por el pitorreo. – Y todo por un antepasado suyo que la había liado enorme. Asintió a lo de su abuelo. – Seguro. Cuando le veas en Navidad le preguntas. Y me lo cuentas, obvio, que me interesa mucho el tal Kelly. – Le dio un codazo y sonrió. – Los Gallia claramente hacemos buen equipo con los alquimistas. – Porque ella tenía la firme convicción de que Marcus iba a ser un gran alquimista. aunque ella no tuviera que proteger a Inglaterra de nada.

    Dio un saltito de felicidad y aplaudió. – ¡Toma! ¡Gracias, Jean Gallia! – Dijo girándose y señalando a la estatua, mientras le guiñaba un ojo. – Eres el antepasado más enrollado del mundo, que gracias a ti me he llevado una cerveza de mantequilla. – Notó cómo Marcus se agarraba otra vez a ella y, discretamente, solo con la mirada, paseó la vista por los al rededores a ver si había gente de Hogwarts, y más concretamente de Ravenclaw, mirando. Pero no. Y no sabía por qué le importaba pero es que... Bueno es que a veces les miraban y cuchicheaban, y Sean y Hillary insistían mucho en hacerles rabiar. Y ellos dos se entendían, y le encantaba estar con sus amigos pero, la verdad, a veces acababan por cansarla y Marcus era la persona con la que mejor se entendía, y a veces conseguían meterse en sus mundo particular, y eso, con los emes, y todo el rato escuchando bromitas, era imposible.

    Por fin, después de tanto haberlo esperado y ansiado, entraba en Las Tres Escobas. Todo le pareció acogedor y agradable. Por suerte, todavía no había nadie conocido por allí y less dieron una mesa en la que podrían estar como cuando se ponían en su sofá de la sala común o cuando los mayores les dejaban tranquilos en La Provenza. Se sentó, feliz de la vida y espero a que Marcus le trajera la cerveza de mantequilla. Ya habían tenido una primera cerveza en su cumple, gracias a la pericia en hechizos de sus familias, pero no era lo mismo. Había soñado con ese momento muchas veces desde que entraron en Hogwarts, y ahora por fin lo conseguían. Eso le daba esperanza y ganas en que podrían conseguir el resto de las cosas que se tiraban el día imaginando. Cogió su cerveza y la alzó. – Por todo esto. Y por Marcus y Alice. Que son imparables. – Chocó la jarra y se la llevó a los labios. Oh, qué rica que estaba, de eso no le importaba hincharse. Sonrió y se apoyó con los codos en la mesa para apoyar la barbilla en las manos. – Desde que entré en Hogwarts quería venir aquí contigo. – Dijo con tono soñador. – Y no contaba con la ilusión que me iba a hacer planificar cosas como lo de la fiesta de Hogsmeade... – Bajó la mirada y la enfocó en la de él. – Siempre nos salen cosas nuevas y planes aún mejores. Mi padre siempre dice que mi palabra favorita desde que aprendí es "más" y contigo siempre tengo más. – Por eso, decir que se conformaba con Marcus era del todo incorrecto. Porque Marcus siempre soñaba aún más grande que ella. Y así era como creaban ese mundo especial suyo.

    Ah pero habían ido allí pro algo, y Alice no podía olvidarlo, porque llevaba desde La Provenza esperando aquel momento en el que Marcus le explicara todos y cada uno de los sitios que había explorado en Roma. – Quiero saberlo TODO. – Dijo haciendo hincapié en la palabra. – Pero antes... – Bajó una de las manos y la puso sobre la de su amigo. – Prométeme que me llevarás algún día. Igual qu prometimos venir aquí y se ha cumplido. Prométemelo porque si no no quiero oírlo. – Más bien no quería hacerse ilusiones y sentir una envidia aún mayor de la que ya iba a sentir.
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    Sáb Mayo 29, 2021 7:00 pm

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    CON Alice EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Conocía esa historia. Su padre se la había contado, y su madre también. De hecho, su madre siempre decía "me sorprende que no se quedara allí", o sea que debía haber sido muy importante lo que hizo. – Tú padre es genial. - Confirmó. Hacía magia impresionantemente bien, y hasta los muggles le valoraban. William se hacía querer, su padre siempre lo decía. Marcus le admiraba muchísimo.

    Brindó con la chica y sonrió de oreja a oreja. – Imparables. Me gusta como suena. - Después de beber, lo que Alice dijo le hizo ruborizarse un poco y la sonrisa le tembló ligeramente, pero no se perdió. Se encogió de un hombro. Todo lo altivo y chulito que se ponía con la gente, con su amiga no siempre le salía, porque cuando le decía cosas así... No eran simplemente halagos de profesores o de compañeros que se sorprendían con él. Alice hablaba con el corazón. Y con su corazón la recibía él. Rio un poco. – Mis padres siempre dicen que mi palabra favorita es "¿por qué?" - Miró a Alice a los ojos. – Pero "más" me gusta también. - Sonrió. – Yo también quería venir contigo. Nosotros nos entendemos mejor, es como si habláramos el mismo idioma. Ya tendremos días para venir con todos... Hoy quería venir contigo. - Y con Alice podía hablar sinceramente y decírselo tal cual. Ellos eran así. Se decían las cosas. A lo siguiente sí que sonrió ampliamente. – Te lo prometo. - Dijo, mirándola a los ojos. – Me he acordado un montón de ti estando allí. Definitivamente tenemos que ir, tenemos que hacer esa ruta juntos. Te encantaría. - Hinchó el pecho y puso una sonrisita. – Y podré ir contándote todo lo que sé en directo. - Rio un poco y asintió con convencimiento. – Iremos juntos. En cuanto acabemos Hogwarts. Y será nuestro mejor plan juntos, ya lo verás. - Estaba convencido de ello.

    – Para que veas que tenía pensadísimo esto. - Dijo con una sonrisilla, arqueando las cejas y mirándola mientras rebuscaba a tientas en su bolsillo. Sacó un mapa muy bien plegadito, lo desdobló y lo extendió en la mesa entre ellos. Sacó también su varita y dijo. – Atenta, porque vas a alucinar. - Ya le estaba viendo los ojitos de ilusión a Alice, tan azules y brillantes, muy abiertos y ávidos de información. ¿A quién mejor que a ella se lo iba a contar? Nadie le escuchaba con tanta atención ni le ponía tanto entusiasmo a sus cosas. Por eso iba por Roma pensando en todo lo que iba a contarle a la vuelta... O en que ojalá estuviera allí, en realidad. Pero como eso no podía ser, iba por todas partes esforzándose mucho por almacenar toda la información posible para poder transmitírsela a su amiga.

    – Vale. - Se recompuso en el sitio, alisando el mapa con sus manos y se aclaró la garganta. Para él ese momento de contar el viaje era como parte del viaje en sí, así que estaba muy emocionado. – El Sendero de la Luz, como te dije, lo construyeron los alquimistas bajo las calles de Roma, para poder recorrerla de manera segura y tener el mismo código entre ellos sin que nadie más lo supiera. Se regían por los cuatro elementos: agua, aire, fuego y tierra. Hay cuatro iglesias en Roma que están conectadas entre sí y cada una representa uno de estos elementos, y dentro de estas hay esculturas que te van señalando el camino. A los ojos que saben encontrarlo, claro. "Los dignos hijos de la luz", como decían los Illuminati. Mira, justo aquí hay un obelisco. - Tocó con la varita y, al hacerlo, el mencionado obelisco surgió como una imagen transparente y a escala de la realidad, como si estuvieran viéndolo en una especie de universo reducido. – Esta plaza. - Rozó el derredor del obelisco con la varita y la plaza emergió también del mapa. – Se llama Santa María del Popolo, y es el inicio del Sendero de la Luz, donde está la primera iglesia: la capilla Chigi. Hay una escultura dedicada al zodíaco que está así. - Estiró el brazo y señaló con el dedo, imitando la escultura. – Señala a una trampilla por la que tienes que entrar. La verdad es que me lo pensé un poco, porque está muy oscura. - Dijo entre risas. Recordó haber pensado mal empezamos, porque el pasillo era angosto y profundo. Pero iba con sus padres, eso le hacía no tener miedo. – Esa es la primera pista, la estatua que señala la trampilla por la que hay que bajar al subsuelo... ¿A qué elemento dirías que representa? - Preguntó a la chica, con una sonrisilla y una ceja arqueada. Sabía que Alice iba a acertar, y lo hizo, obviamente. – ¡Exacto! Esa es la iglesia de la tierra, básicamente porque en la tierra te tienes que meter para poder iniciar el sendero. ¡Lo pienso y se me ponen los pelos de punta! - Dijo, fingiendo un escalofrío de emoción.

    – Por ese pasadizo se llega al patio Belvedere, en El Vaticano. ¡Imagínate si es largo! Que son dos ciudades distintas. Aunque están muy cerquita, realmente. Puedes continuar bajo tierra, porque ya te digo, está todo interconectado para que los alquimistas pudieran trasladarse por allí sin ser vistos, pero lo guay de hacer la ruta es ver todas las iglesias. Al subir, apareces en la siguiente. Esa te va a gustar.  - Comentó risueño. Con un nuevo toque de la varita, la iglesia de la tierra, la plaza y el obelisco volvieron al plano y, en su lugar, emergió la siguiente iglesia. – Nada más subir por la trampilla, empecé a buscar cual era la estatua que la señalaba, ¡y la vi en seguida! Es una escultura de Apolo y Dafne, y ella representa al viento: si intentas atraparla, desaparece. - Le pareció precioso cuando lo escuchó, pero al decírselo a Alice... Algo le había agarrado un pequeño pellizco en el pecho. No sabía de donde salía y no venía a cuento para nada con lo contentos que estaban, así que hizo por ignorarlo totalmente y prosiguió. – Así que, como podrás imaginar... - Ya completó Alice su frase. Asintió contento. – Efectivamente, esa es la iglesia del aire. Dafne mira directamente hacia la trampilla por la que aparecimos. Esa escultura es súper bonita, la verdad es que fue mi iglesia favorita. - Le había transmitido muchas cosas ese sitio, y Dafne en concreto. No sabía por qué.

    – Como te decía, podríamos haber continuado por los pasadizos, pero preferimos ir a la siguiente por la ciudad, para poder verla y eso. - Comentó, mientras su varita hacía bajar al plano de nuevo todo lo que había subido. – Lo cierto es que me quedé con las ganas de recorrer los pasillos varias veces, ¿y si justo en ese trozo de pasillo había algún laboratorio oculto? - Hubiera sido un puntazo ser él quien lo descubriera. Quizás tendría que ir otra vez. Se encogió de hombros. – En fin. La siguiente iglesia era Santa María della Vittoria, y... Wow, es bastante impresionante, la verdad. Y también la escultura, es... Como muy intensa. - Se rio un poco, mientras hacía emerger la iglesia del mapa. – Es de Santa Teresa, y hay un ángel que parece que va a clavarle una flecha en el corazón y... Es como raro. - A ver, raro no era la palabra, pero le estaba entrando un poquito de calor y de vergüenza y se estaba sintiendo bastante tonto, la verdad. Y había omitido deliberadamente la palabra "éxtasis" del nombre de la escultura porque empezaba a intuir por donde iban los tiros y... No quería hablar de eso con una chica. Ni siquiera Alice. Y mira que pensaba que lo hablarían todo siempre, pero... Bueno, ya en verano dijeron que había cosas que no tenían por qué hablar, así que... ¿No se estaba liando un poco? Mejor volvía a su explicación. – Pero la flecha señala justo a la puerta del pasadizo, otra trampilla que lleva a unas escaleras ocultas. Y el corazón de Santa Teresa está como... En llamas, como si se estuviera quemando. "La llama del amor viva", dicen que representa. Por lo tanto... - Señaló a Alice tan pronto dijo la respuesta. – La iglesia del fuego. - Confirmadísimo que era del fuego porque de verdad que le dio calor cuando la vio y le estaba dando calor ahora también. ¿Qué mosca le había picado?

    Pasó la varita por el mapa e hizo descender Santa Maria della Vittoria mientras decía. – Y al bajar por esa trampilla y recorrer los pasadizos, llegamos a la última. La más fácil de intuir, porque... - Al tocar el mapa, salió de este la Fuente de los Cuatro Rios de la Piazza Navona. – El agua, efectivamente, el final del recorrido. ¿Y qué hay justo en el centro de la fuente? - Señaló con un par de toquecitos del dedo. – ¡Ecco, que dirían los italianos! - Rio un poco. Le gustó la palabra cuando estuvo allí, se pasó todo el viaje repitiéndola. – Un obelisco, como al inicio del recorrido. Y ni siquiera es el único. - Volvió a señalar el mapa. – En la fuente hay cuatro esculturas y cada una mira a uno de los elementos: una señala el propio agua de la fuente, la otra mira hacia arriba como si señalara el aire, otra mira hacia la plaza, que sería la tierra, y la otra mira en dirección a Santa María della Vittoria, la iglesia del fuego. Es el final perfecto... Pero, sin embargo, hay más, mucho más. - Torció la sonrisilla y, arqueando una ceja, pasó la varita sobre la fuente y la hizo bajar. Agarró su jarra y, antes de llevársela a los labios, dijo con voz interesante. – ¿Sigo... O estás cansada? -
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    Dom Mayo 30, 2021 5:45 am

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    CON Marcus EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Tenía la promesa de su mejor amigo y sabía que no lo prometía en balde. Amplió un poco la sonrisa cuando dijo que había pensado en ella. Ya solo con eso, se sentía muy afortunada, aunque claro, mejor estaría poder ir directamente con él y disfrutarlo los dos. Se quedó mirando los ojos de Marcus con ilusión y con una sonrisita feliz y dijo. – Qué larga se me va a hacer la espera. – Y lo mejor es que sabía que en cuanto fueran para allá y terminaran aquel viaje, ya se les iba a estar ocurriendo otro, y esa era la magia de ellos dos. Pero ahora, de momento, atendió al mapa que traía Marcus. Ay, así daba gusto, con un buen mapa y bien explicado delante. La introducción mucha falta no le hacía, porque llevaba todo el verano dándole vueltas a la cabeza de qué iglesias y estatuas representarían a qué elementos y dónde, pero le gustaba cuando Marcus se ponía en modo historia.

    Lo que no se esperaba era lo que hizo con el mapa, levantando la imagen. Abrió mucho los ojos y se le cayó la mandíbula. – Sí que lo tenías pensado, sí... – Como para dudar de la palabra de su amigo. Escuchó lo de Santa María dei Popolo, con un obelisco delante. Claro, todo tenaz sentido a tope. – Lo que me extraña es que los muggles no se hayan pispado todavía, la verdad. – Dijo torciendo el gesto. – Porque más evidente y grande que un obelisco... ¿Para qué se creen que está ahí? ¿Para decorar? Si además está lleno de jeroglíficos que fueron los primeros símbolos alquímicos. – De verdad que estaban a por uvas los muggles. Sí, no le cabía duda de que a Marcus no le iba a hacer mucha gracia lo del sendero, ya lo pensó cuando oyó el regalo que le hacían sus padres. Pero por conocimiento y alquimia, Marcus acabaría siendo capaz, como así fue. – Es que tiene sentido que el sendero sea oscuro, se supone que la iluminación esta al final, pero hasta que la alcanzas, caminas en la oscuridad. – Si en verdad los Illuminati lo tenían muy bien pensado. A la pregunta contestó en seguida. – A la tierra claro. Además, la pista del zodiaco está clarísima, porque la Tierra es el único planeta desde el que se pueden ver las doce constelaciones del zodiaco. – Dijo poniendo las manos con las palmas hacia arriba. Vamos, que Marcus debería considerarla más inteligente que eso, esperaba.

    Volvió a abrir la boca mucho cuando dijo que la siguiente estaba en el Vaticano. – ¡Qué dices! Pero si esa es la sede de la Iglesia Católica que era la que les perseguía. Esos Illuminati eran más valientes que nosotros, desde luego. – Y ahí ya sí se incluía a ella misma, que una cosa era camuflar capillas y altares entro de las iglesias para pasar desapercibidos, pero no se haría uno de los altares de la ciencia en el mismo seno de la institución que pretendía matarla. Quién fuera tan valiente e inteligente como aquellos alquimistas. Pero cuando oyó aquella frase abrió más los ojos y se amplió su sonrisa. – ¿Es la estatua del viento? ¡Enséñamela! – Vio cómo se elevaba del plano y simplemente la admiró. la estatua gritaba "aire" por todas partes. – Nunca pensé que se pusiera representar el viento, es tan intangible... – Rozó la imagen con los dedos, aunque no pudiera tocarla exactamente. – Es absolutamente preciosa, y me encanta... – Pero la observo mejor y frunció el ceño. – ¿Por qué intenta atraparla? Agarrándola así solo la está asustando más. Si no lo intentara con tanta fuerza no desaparecería... – Se rio un poquito. – Los mitos a veces se complican solos. – Se rio y asintió. – No me extraña que fuera tu iglesia favorita, desde luego, sería la mía. Es atrevida hasta el peligro, está dedicada al aire... Le falta poner Alice Gallia por las paredes.

    Asintió a lo de los pasadizos. – Ya los verás cuando vayas conmigo. Haremos las dos cosas, ir por arriba y por abajo, para no dejarnos nada sin ver. – Asintió a lo del laboratorio oculto. – Pues es perfectamente posible. Habrá que estar al quite cuando vayamos. Pero si descubrimos uno sin querer en La Provenza, seguro que encontramos algunos si lo hay en el sendero. – Frunció el ceño ante la descripción de su amigo. No era una descripción habitual para una estatua, desde luego. Pero cuando la vio alzarse en el plano, más frunció el ceño, porque era realmente una escultura muy especial. – Sí que es rara... Pero claramente es el fuego, el agua no pega nada aquí. – Concordó. – Parece que está... Bueno, no, no está dormida... Ni muerta, desde luego... No tendría una palabra para explicarlo la verdad. Aunque, por algún motivo, me cuadra mucho con el fuego, sin duda. – Pero cuando Marcus dijo lo de la llama de amo viva dio un saltito en su sitio y le señaló. – ¡Eh! Yo conozco ese poema. Lo he leído. – Se aclaró la garganta e hizo un esfuerzo por acordarse de los primeros versos, que cuando le saliera eso, le saldrían del tirón los demás. – ¡Oh llama de amor viva /que tiernamente hieres /de mi alma en el más profundo centro! /Pues ya no eres esquiva /acaba ya si quieres, /¡rompe la tela de este dulce encuentro! /¡Oh cauterio suave! /¡Oh regalada llaga! /¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado /que a vida eterna sabe/ y toda deuda paga!/ Matando, muerte en vida has trocado. – Y lo había dicho ella muy alegremente, y le gustaba mucho ese poema, pero porque sonaba bien. Nunca se había parado a pensar en él detenidamente. Se mordió los carrillos y notó que se sonrojaba un poco, porque la verdad es que el poema parecía ir en una dirección muy concreta, y ahora que miraba a la estatua... – Bueno desde luego que está bien escogida la comparación porque, desde luego, parece que el poema está describiendo la estatua... – Carraspeó otra vez y bebió un poquito, a ver si bajaba sus colores, y le parecía ver, desde su vista oculta por encima de la jarra, que Marcus también estaba sonrojado. Pues sí que la habían hecho buena los iluminatti con la esculturita. – Solo queda el agua. – Dijo para ver si encaminaban la conversación a otra cuestión.

    Se echó a reír con lo de "ecco" y dijo. – Me gusta esa palabra. La voy a empezar a usar. – Le pareció magistral lo de la fuente y las esculturas y se mordió el labio inferior alucinada. – Es increíble. Está pensado a la perfección. Es que no tiene fisuras la concepción, está tan bien hecha como una buena transmutación... – Negó con la cabeza y miró la fuente que se elevaba sobre el mapa. – Me muero de ganas de ir. – Pero el muy traidor de Marcus se guardaba aún un as en la manga. Se puso de rodillas en la silla y e inclinó hacia delante. – ¿Que hay más? – Se rio y se inclinó un poco más. – ¿Cansada? Me iría andando a Roma ahora mismo. Ya me lo estás contando. – Se dio cuenta de que, con el entusiasmo, se había puesto muy encima de la mesa y casi pegada a Marcus, y de hecho estaba muy cerca... Se echó para atrás con una risita y trató de que pareciera normal. – Te parecerá bonito tenerme en ascuas, vamos. – Dijo encogiéndose de un hombro y bebiendo otro poco.
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    Dom Mayo 30, 2021 1:40 pm

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    CON Alice EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Le encantaba el entusiasmo de Alice, solo le engordaba el suyo más y más. Por eso había ido allí con ella, por eso había pensado en ella y en contarle cosas todo el viaje y por eso había comprado ese mapa expresamente. Rio a lo de que los Illuminati eran más valientes que ellos. – ¡Desde luego! Yo me habría ido en dirección contraria, vaya que nos descubrieran y se nos metieran por allí. ¡Tú no sabes lo oscuros y estrechos que son esos pasadizos! Si te pillan, es una ratonera. Aunque quizás tenían salidas ocultas que se han mantenido secretas y que han muerto con ellos, o que solo los alquimistas de alto rango conocen, a saber. - Se quedó unos segundos mirando hacia arriba, pensativo, como se quedaba Marcus a veces. Desde fuera debía poder vérsele pensar casi. – Hahm... Si algún día llego a alquimista carmesí... Podría volver... - Dijo, pensando en voz alta. Parpadeó y dejó lo de soñar despierto para otro momento, que seguía en mitad de su explicación.

    Sabía que a su amiga le gustaría la estatua de Dafne. Sonrió mientras la veía hacer como que tocaba la imagen... Aunque su reacción y su pregunta le hicieron tragar saliva. – Bueno... - Dijo, mirando la imagen y encogiéndose un poco, como si la tuviera que justificar. Ni que la hubiera tallado él. – No creo que sea su intención asustarla, más bien parece como si fuera su amiga o algo, ¿no? No sé, vaya, por decir. O sea... Quizás ella le ha dicho que se va a evaporar o algo, o que va a salir volando, y a él le ha dado miedo de... Perderla... O algo de eso. - "Si no lo intentara con tanta fuerza no desaparecería", dijo Alice, y él la miró de soslayo, como con prudencia. – A lo mejor no sabe hacerlo de otra forma... - Dijo un poco más bajito. ¿Pero qué demonios hacía justificando a una estatua que representaba a un señor de la mitología que probablemente no hubiera existido jamás? Absurdo. Mejor se centraba en los hechos reales y contrastables. Sacudió un poco la cabeza y se recentró, sonriendo de nuevo y contestando a lo siguiente que dijo. – Sí que me acordé de ti cuando la vi. - Dijo con una risita. – Pensé, seguro que venimos y, cuando yo ya voy para la siguiente iglesia, me giro y digo "¡eh! ¿Y Alice?" y resulta que Alice se ha quedado delante de Dafne mirándola así. - Puso la barbilla en sus manos y esbozó una mirada embobada y cómica, riendo justo después.

    La señaló con ambas manos. – ¡Eso era lo que yo quería hacer! Ir por arriba y por abajo. Pero Lex empezó con él "qué tontería ir por abajo, si no hay nada, si no se ve nada, si solo son piedras. Y luego dices que no te gustan las mazmorras, pues esto es peor". - Dijo, imitándole con una voz boba y burlona. – Así que por contentarnos a los dos, mis padres dijeron que la mitad del camino por arriba y la otra mitad por abajo. - Y al final acabaron los dos quejándose, porque el injusto de Lex refunfuñaba cada vez que iban por los pasadizos, y él, que no era nada injusto sino que había ido allí con la promesa de recorrer el sendero de los Illuminati, se fue sintiendo que se había perdido la mitad del camino. Sus padres y sus manías conciliadoras cuando a Lex no había manera de contentarle, ¡tsé! Con lo fácil que era hacer a Marcus feliz. Solo había que seguir el plan estipulado a rajatabla. No era tan complicado, ¿no?

    Él que estaba intentando pasar rápido por el tema de la escultura de Santa Teresa, y Alice que se enganchó a él con uno de sus poemas. Debió intuir que una frase así debía llevar un poemita consigo. Estaba tan en absurda tensión que dio un leve respingo cuando la chica dio ese saltito entusiasta. Escuchó el poema y los dos se quedaron unos segundos en silencio. Silencio que Marcus, que se había quedado mirando la escultura sobresaliente del mapa, no tuvo otra cosa mejor que verse forzado a romper con una frase absurda. – Parece que tiene muchas ganas de que le claven esa flecha. - ¿¿Pero qué?? ¿Qué acababa de decir? Brillante línea de diálogo, Marcus. Para eso no digas nada. Sacudió la cabeza, con una risita nerviosa y un poco ruborizado, y se excusó. – Nunca se me dio muy bien la poesía. - Desde luego con esas conclusiones y esas frases tan bien escogidas, lo que parecía dársele era catastróficamente mal. O eso, o que prefería no pillarlas.

    Menos mal que Alice parecía estar de acuerdo en cambiar de tema. Asintió y miró él también la fuente que sobresalía del mapa. – Sí que es perfecto. - Dijo con admiración, y eso que Alice aún no sabía lo que venía detrás, hablando de obeliscos. Pero cuando la vio ponerse de rodillas en la silla le hizo mucha gracia y no pudo evitar reír. Se había puesto muy cerca de él, pero le gustaba su entusiasmo, no tanta gente lo tenía, así que se hizo el interesante. – Pues espera, que el narrador también necesita recargar energías. - Dijo, llevándose la jarra a los labios y dando un gran trago. Que a lo tonto se estaba hinchando de hablar y no había bebido nada. – Qué rica está. - Añadió, mirando la cerveza de mantequilla. Sí que estaba rica, y dulce. Y también estaba bien darle un poquito más de intriga a Alice. Era divertido verla tan impaciente, le hacía mucha gracia. Sabía lo que se sentía, él se ponía igual, era el cosquilleo del entusiasmo nada comparable a ninguna otra cosa. Salvo en su padre, y era mucho más calmado, no lo había visto en nadie más. Solo en Alice.

    – Vale, prosigo. - Concluyó, dejando la jarra de nuevo en la mesa tras dar otro sorbo y armándose de la varita una vez más. Bajó la fuente de los cuatro ríos y dejó el mapa en una dimensión mientras explicaba. – Como te he comentado y como diría la lógica, ese sería el final del recorrido. Empieza por un obelisco y acaba por un obelisco, cerrando el ciclo. Muestra los cuatro elementos y el final es un compendio de todos. Todo bien... Peeeeeeero. - Dijo con una vocecilla aguda y una sonrisita, dándole mucha intriga. Con su varita, tocó el siguiente lugar en el mapa y lo hizo emerger. – No es el único obelisco de Roma. Hay otro aquí. - Miró a Alice con ojos de obviedad. – Y los dos sabemos que eso no puede ser casualidad, y no somos los únicos que lo pensamos. - Junto al obelisco, emergieron del mapa unas enormes escaleras que conducían a él. – Aquellos con conocimientos básicos de alquimia podrían recorrer los pasadizos y las cuatro iglesias en honor a él... Pero se quedarían cortos. No llegarían a La Verdad absoluta... Lo que Fulcanelli decía. Para ello, hay que seguir buscando, no quedarte en la superficie. Por eso ideó esto que ves aquí. - Señaló con la varita el mapa de nuevo. – Esta es la Piazza Spagna. Este sí es el verdadero final del ciclo, aunque el anterior lo parezca. No vale con bajar a la tierra, con respirar el aire, con sentir el fuego o con tocar el agua. No podemos quedarnos en la superficie, no es una cuestión de abajo o arriba, del subsuelo o la tierra que todos pisamos. - Hizo un gesto con la mano, elevándola en diagonal. – El conocimiento consiste en subir y subir, en avanzar un peldaño cada día, como unas escaleras. El conocimiento son unas escaleras hacia arriba que te van acercando poco a poco a La Verdad, que te dejan cada vez un pasito más cerca. Cuando ya has recorrido los estratos más bajos, o pisado lo que todo el mundo ha pisado... Toca subir, avanzar. El primer obelisco marca el inicio del sendero, y el segundo solo te indica que vas por buen camino. Bajo tierra no hay luz, y en la tierra la luz es insuficiente. Hay que subir... Un poco lo que decía la propia Iglesia Católica, hablando de meterse con el enemigo. - Dijo con una risita. Sí que tenían valor los Illuminati, y un poquito de sarcasmo a veces. – Es en el cielo donde está la luz de verdad, la luz eterna... Para los científicos, La Verdad. Hay que subir para encontrarla, y ahí, cuando subas, llegarás a ella. Eso es lo que representa el último obelisco: La Verdad, y el camino largo y costoso, cuesta arriba, peldaño a peldaño, hasta llegar a ella. - Con un movimiento de su varita, rozó el mapa y todos los lugares que habían ido poco a poco subiendo y bajando, emergieron. Las escaleras, los tres obeliscos, las esculturas, la fuente de los cuatro río, las iglesias... Y, entre todos ellos, brillando bajo los mismos, el sendero que las conectaba. – El sendero de la Luz. - Con una sonrisa satisfecha, tomó la jarra de nuevo. – Es perfecto... Y algún día... - Acercó la jarra a la chica, dispuesto a brindar una vez más. – Lo veremos juntos. -
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    Dom Mayo 30, 2021 4:47 pm

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    Frunció el ceño más todavía cuando Marcus dijo que era ssu amiga... ¿Pero es que no se sabía el mito de Dafne? – No era su amiga. – Replicó muy segura. – No quieres escaparte de tu amigo, ni de nadie a quien quieras... Solo de quien te quiera obligar a algo, y Apolo la estaba obligando a quedarse con él cuando ella no el quería. Con aceptar el "no" hubiera estado bien. ¿Por qué querría escaparse de su amigo? – Suspiró y miró un poco más a la estatua. – Pues siempre es mejor escuchar que obligar, ¿no? – Dijo simplemente. Sonrió y se encogió de un hombro. – Pues te lo agradezco. – Estar viendo cosas tan geniales y acordarse era todo un detalle, la verdad. Y casi se echa a reír y echa toda la cerveza con lo de la flecha, y no sabía muy bien por qué. Tragó y dijo. – Creo que de eso va el poema también... – ¿Era ella o se estaban metiendo en un terreno pantanoso que mejor abandonar? Negó con la cabeza y dijo. – Bah, ni te preocupes, así no repites todo el rato cuando vayamos. Y ya sabes que yo no soy miedosa, voy delante y te doy la mano. – Para ella todo tenía sentido en sus cabeza.

    Por fin su amigo decidió que ya podía dejarse de cháchara y contarle aquel secreto que parecía estar guardándose. Que había más obeliscos, lo que le faltaba ya, vamos. Estaba que no cabía en sí, nerviosísima por saber qué más podría haber en Roma que estimulara todavía más su imaginación y su necesidad de saber. – No, claro que no puede ser casulidad. – Ratificó, aunque Marcus no se lo había pedido, pero parecía que necesitaba decirlo para hacer que siguiera hablando. El corazón le latía a mil cuando vio surgir las escaleras. – ¡Eso lo he leído en el libro de Fulcanelli! Cuando te fuiste de La Provenza le pedí el libro a André y me lo volví a leer. Las escaleras siempre simbolizan el camino al conocimiento. – Y justo de eso siguió hablando Marcus.

    Se quedó escuchando lo que decía. No, efectivamente, no valía solo con eso. Y Alice se parecía mucho más a Fulcanelli de lo que estaba dispuesta a admitir, porque ella tampoco podría quedarse solo en lo que él había descrito... Y por un momento se quedó mirando a su amigo. Respirar el aire, sentir el fuego... Y fue ella la que necesitó más aire, para quitarse la losa del pecho que se le acababa de colocar y no entendía por qué. Y notaba una sensación extraña en el estómago al oírle hablar así, porque era tan inteligente, y todo lo que decía tenía tanto sentido. Enfocó los peldaños de la tal Piazza Espagna con lso ojos brillando y mordiéndose el labio. – Mi padre siempre me hablaba de Ícaro, ¿sabes? Que por llegar más alto, ese le derritieron las alas... Pero una escalera... Es simplemente perfecta. – Llevó los dedos hacia la imagen pasando los dedos hacia arriba, tal como lo hacía Marcus, como si así pudiera recorrerla. – Si subes un escalón cada vez, no puedes caerte, lo haces poco a poco y llegas al cielo... Perfecto. – Y oyendo lo de la luz se dio cuenta de que había acabado rozando con los dedos la mano con la que Marcus sostenía la varita. Iba a quitarla pero... – La Luz... La Verdad... Igual yo tenía razón en verano y lo que importa es el viaje, más si el viaje es tan precioso. – Se quedó mirando como todos los elementos de loss que le había hablado subían poco a poco y se articulaba de forma completamente articulada y perfecta. – A veces pienso... Que nunca llegaré a saber tanto como para idear cosas tan maravillosas. A medida que crezco solo tengo más preguntas y menos respuestas. O respuestas más difíciles. – Terminó con una risita, perdida en el mapa y en el roce con Marcus que no sabía bien por qué le importaba tanto, si se daban la mano a veces, para guiar, o se agarraban del brazo... En fin, que tontada.

    Pero Marcus bajó la mano y cogió la jarra y ella carraspeó y la cogió también, chocándola con la de él. – Lo veremos. Prometidísimo. – Y bebió de nuevo. Pero no podía dejar de mirar el mapa, con el sendero y todo. – Gracias por traerme todo esto y acordarte de mí. Me haces sentir como si pudiera estar allí. – Y ladeó la sonrisa. – Y... Sabes muchísimo. Para mí eres como un profe de Hogwarts que fuera también mi mejor amigo. Y estoy segura de que tú sí podrías encontrar ese camino al conocimiento, mejor que Fulcanelli, sin transmutar nada que esté prohibido ni nada. – A ella le daba un poco de miedito acabar como Fulcanelli, ciertamente. Pero Marcus no, Marcus sería perfecto e inteligente siempre. – ¡Ey! ¿Qué hacéis? ¿Os queríais quedar solo para montar un teatrito encima de un mapa? – dio un salto en su banqueta y se giró. Vaya, Hillary. – Qué susto, Hills. ¿Qué habéis estado haciendo? – La interrumpió su amiga. Ella se encogió de hombros. – Pues lo que ya te habíamos dicho, ir a lo de las plumas y las librerías, y ahora... – Se giró hacia Marcus y sonrió de medio lado. – Cumplir una promesa. – Hillary torció el gesto y se cruzó de brazos. – ¿Y algo interesante? – Alice se encogió de hombros otra vez. – Oye que no sabes lo interesante que está esto. – La otra hizo una pedorreta. – Lo que tú digas. Si queréis hacer cosas de gente joven estamos ahí. – Alice se giró y vio un nutrido grupo de Ravenclaws tras ella. Luego miró a Marcus y su mirada se desvió al libro. – Bueno, si quieres podemos ir... Lo del libro y la fiesta y todo eso... Lo podemos dejar para otro momento. Aunque... Sería guay hacerlo aquí, ¿no? – No quería quitarle al chico la posibilidad de irse con los demás pero es que, de verdad, tenía muchas ganas de mirar aquello detenidamente con Marcus, y plantear lo de la Casa de los Gritos, si podía.
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    Lun Mayo 31, 2021 5:45 am

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    CON Alice EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    "¿Por qué iba a escaparse de su amigo?" Ya, claro, dicho así... Era bastante obvio. No sabía en qué estaba pensando. – Ah, ya, bueno, siendo así... Es verdad. Es que... No me sabía la historia. - Rio un poco, nerviosamente y encogiéndose de hombros. – ¡Claro! Si fuera su amigo no huiría de él, está claro que no está haciendo bien las cosas. - Si es que al final la clave estaba en hacer bien las cosas. No era tan difícil.

    La historia que sí conocía era la de Ícaro. – Mi padre también me contaba esa historia de pequeño. Tenía muy buenas intenciones, pero fue muy imprudente y arriesgado. La clave está en subir sabiendo hacerlo, es decir... No subir por subir, subir a lo loco, llegar a toda costa. Creo que a Fulcanelli le pasó un poco lo que a Ícaro... Y eso que tenía sus escaleras, pero pareció preferir subir volando al final... - Porque se llegaba más rápido y más alto. Era tentador, muy tentador... Pero era peligroso. ¿Qué haría él si algún día tenía tanto conocimiento en sus manos? Quería pensar que seguiría siendo cauto y lo suficientemente inteligente como para mantener los pies en la tierra, ¿pero y si eso no le hacía despegar nunca? ¿Y si no era con prudencia como se llegaba a La Verdad? Mientras divagaba, notó como los dedos de Alice rozaban los suyos y la miró súbitamente. Pero ella estaba mirando el mapa y respondiendo a lo que él le decía... Con esa forma tan suya que tenía de entender las cosas, de escucharle y transformar su perorata intelectual en algo precioso... "Lo que importa es el viaje". – Puede ser... - Murmuró, mirándola. Como le hubiera gustado hacer ese viaje con ella, que le preguntaran a sus padres, que no había dejado de dar la lata con lo feliz que estaría Alice allí. Y ahora no podía dejar de pensar en ir juntos cuando terminaran Hogwarts.

    Frunció los labios en una sonrisa de comprensión. – A mí me pasa lo mismo. - Y, mientras le respondía, no había retirado la mano, ni dejado de mirarla. – Pero... Está guay tener siempre algo más que saber. Me encantaría llegar a La Verdad absoluta, sería como... Lo máximo. Pero... - Se mojó un poco los labios. – El camino... Es divertido. - Y más si no lo hacía solo, sino con alguien tan interesada en el conocimiento como él. Se notaba la respiración un poco más pesada y no sabía por qué, y empezaba a ser raro. Así que parpadeó y cogió la jarra, y al hacerlo Alice lo hizo también. Brindó y bebió, con una gran sonrisa. Tenían una promesa por delante, una meta, y eso era genial. Ante el agradecimiento se encogió de un hombro. – De nada. Me hacía mucha ilusión contártelo, sabía que te iba a gustar. - Y que lo iba a valorar, cosa que no todo el mundo hacía. Pero lo siguiente que dijo le hizo mirarla sorprendido e incluso un poco ruborizado. Ya era para él muchísimo que le hubiera comparado a un profesor de Hogwarts, pero que le dijera que podía hacer las cosas mejor que Fulcanelli... – Ojalá. - Dijo con una risita nerviosa, tocándose los rizos de la nuca y con la mirada un tanto ruborizada clavada en la jarra. – Estaría... Muy bien. Aunque, como tu dic... - Y entonces llegó Hillary. Vaya. Quizás era mejor así, si le decía a Alice que casi le importaba más hacer el camino con ella que alcanzar la meta... Podría interpretarse raro. O eso o se estaba rayando mucho esa mañana y no sabía por qué.

    Rodó los ojos y suspiró. Y luego Alice se preguntaba por qué le traía mapas y cosas a ella. Igualitas las reacciones, vaya. Fue a contestar, pero Alice dijo lo de la promesa y sonrió, hinchando el pecho justo después y mirando a Hillary con superioridad. – Exacto. Lo que hacen los Ravenclaw de verdad, porque nuestras mentes no descansan nunca. - La respuesta de Hillary fue una pedorreta. De verdad que... – Estamos haciendo cosas de gente joven que algún día serán grandes eruditos. Las cosas hay que trabajarlas con tiempo. - Hillary hizo un gesto con la mano y se marchó con el resto. Marcus estaba dispuesto a volver a sus cosas, pero Alice le preguntó qué quería hacer. – Ah, pues... - ¿Quería irse? No quería ser de esos amigos que... No son amigos, sino chicos que obligan a chicas a quedarse donde no quieren y... Esas cosas... Uf, estaba fatal esa mañana. – Bueno, em... Si quieres... - Se mojó los labios. ¡Él no se quería ir a ninguna parte! Estaba muy a gusto con Alice y ya tenían un plan. Pero claro, la chica quizás quisiera estar con todos... A él le gustaba mucho estar con sus amigos, pero iban a empezar a meterse con ellos por estar haciendo "cosas de viejos" y no quería arruinar su primera visita a Hogsmeade de manera innecesaria. Intentaría buscar una solución intermedia... A ver como le salía. – Aún nos queda media cerveza. - Dijo inocentemente. No era el truco más ingenioso del mundo, pero no estaba mal para empezar. – Si quieres... Podemos ir mirando lo de las fiestas y eso mientras nos la terminamos, ya que estamos aquí... Yo creo que podría estar guay, y tengo pergamino, y plumas, y eso... - Se encogió de hombros y frunció una sonrisilla. – Y cuando acabemos con eso pues... Si quieres, podemos ir con los demás. Lo que prefieras. -
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    Lun Mayo 31, 2021 10:54 am

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    CON Marcus EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Ella sonrió, presa de esa especie de encantamiento que les había consumido y en el que parecía que no hablaban con sentido, y a la vez, que tenían más razón que nunca. – Yo no. – Dijo, poseída por ese estado. – Me da pánico llegar a la Verdad, si te soy sincera... En general, me da miedo que llegue el día en el que ya no pueda pedir más... ¿Qué haré entonces? – Dijo con una risita. Porque ella se definía por siempre querer más, ¿qué iba a hacer ahora si encontraba la Verdad absoluta? – Así que para mí el camino lo es todo. – Sonrió más cuando le dijo lo de que quería contárselo. Ojalá siempre fueran así, hasta el fin de los días. Parecía que le iba a decir algo más, y ya estaba ella casi encima de la mesa otra vez, pero Hillary tenía que estropearlo todo.

    Asintió a todo lo que dijo Marcus con superioridad, entornando los ojos como si fuera lo más obvio del mundo. Parecía que él tampoco quería irse, así que cuando dijo lo del pergamino y la tinta, Alice no necesitó más datos. – ¡No se hable más! – Arrastró la mesa para ponerse al otro lado junto a Marcus y tomó el libro, poniéndolo ante ella. Hillary hizo una pedorreta. – ¡Madre mía! Venir a Hogsmeade para leer. Para eso quedaros en el colegio. – Alice suspiró. – Qué petarda eres. No te lo voy ni a explicar. Hala, larga que tenemos cosas que hacer que te parecen aburridas sin preguntar siquiera. – Su amiga se rio y se alejó. – Pues anda, buscadnos cuando descumpláis años...– Y se volvió con los demás. Alice se giró y bajó la voz. – La verdad... Es que no tenía ninguna gana de irme con esta gente. Son majos, pero es que llevo otro ritmo. No es lo que quería hacer hoy... – Frunció los labio y sacó una sonrisita. – Prefiero estar contigo... Ya habrá días para venir a Hogsmeade en ese plan. – Sonrió y dio un trago a la cerveza. – Y por mí no solo nos la podemos acabar, si no pedir otra, y a esa invito yo.

    Dicho eso, sacó el libro y se puso a buscar, tomando también un trozo de pergamino y la pluma, poniendo su carrito de tinta nueva en la mesa y mojando la pluma. – ¿Qué mejor manera de estrenar esto? Mira, a ver qué te parece. – Y fue dibujando esquemita de la presentación en el pergamino. – Creo que para hablar del pueblo podrías estructurarlo con los sitios famosos, y contar su historia del más antiguo al más nuevo. – Abrió el libro por el índice, para buscar algo y luego se fue a la página. – El más antiguo es este círculo de piedras. ¡Dios! Qué chulo, he oído que te pueden trasladar en el tiempo según que noches del año. – Se mordió el labio. Se iría derechita a conocer a John Dee, y a ver los orígenes de la alquimia. – ¿Tú sabes a dónde querrías ir? – Preguntó como si nada, mientras hacía una lista de los sitios según antigüedad. – Mira, podrías seguir por estos y... – Abrió la página por la Casa de los Gritos. – ¡Oh! Y la Casa de los Gritos, justo después de lo de mi antepasado. También me han contado cosas guays de ese sitio. Podrías hablar de la historia de la casa y por qué se considera encantada... – Entornó los ojos y se bebió de una trago la cerveza. – Yo creo que después de pasar por Honeydukes podemos ir a mirar... Y si te da miedo... Yo entro, miro un poquito nada más, a ver que hay, y salgo y te comento. – Iba a tener que buscarse una excusa mejor que la de "solo voy a mirar" pero esperaba que los propósitos académicos sirvieran de argumento suficiente para que Marcus la acompañara por lo menos hasta la valla. – Luego cuando terminaras con la historia, podríamos pasar a la fiesta y ya llevar hechos los dulces, o comprados de Branwen. Para que esta gente tenga una motivación.
    Merci Prouvaire!


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    Mar Jun 01, 2021 7:29 am

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    CON Alice EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Rodó los ojos otra vez. – Madre mía, ser Ravenclaw y que te sobre leer. - Dijo, imitando el tonito de su amiga. Hillary era súper inteligente, pero cuando se ponía en modo chica popular era un poco inaguantable. Y como Sean tenía que seguirla a todas partes, pues nada. Pero para eso estaba Alice, que de hecho se había colocado a su lado, lo que le hizo mirarla primero con una sonrisa tierna, y luego transformar esa expresión en su tan ya estudiada altanería para mirar a Hillary con una caída de ojos. Sobre todo cuando Alice la largó con tanta seguridad. Al parecer, a ella tampoco le interesaba el grupito, no más que lo que iban a planear, al menos.

    Sus sospechas fueron confirmadas por la propia Alice nada más Hillary se fue. Asintió. Sí, él también llevaba otro ritmo, le llevaba pasando toda la vida. Tenía amigos fuera del colegio, pero más bien eran chicos del vecindario, que no tenían la misma edad que él, o hijos de amigos de sus padres. No cuajaba mucho con ellos, casi siempre se metían con él por ser "un sabelotodo", y a la vista estaba que ninguno había caído en Ravenclaw. Anda que el tino de sus padres de que la única hija de amigo con la que Marcus conectaba era la única a la que no le habían presentado antes... En fin. La cuestión era que entendía eso de ir a otro ritmo, en Hogwarts no le pasaba tanto, pero a veces seguía viéndose en la situación de sentir que su cerebro iba mucho más rápido que el propio cuerpo de los demás. Era un poquito desesperante. Con Alice no le pasaba, al revés. A ella le iba tanto el cerebro como, sobre todo, el cuerpo mucho más rápido, que ni veces que había tenido que salir corriendo tras ella.

    Amplió muchísimo la sonrisa y contestó. – ¡Hecho! Pedimos otra. - Dijo, sacando el pergamino y la pluma, pero la miró de reojo mientras lo hacía, sin perder la sonrisa. – Yo también quería venir contigo hoy. - Y era perfectamente normal porque eran mejores amigos y se entendían, y que viniera alguien a decir cosas raras. ¿Con quien se iba a ir? ¿Con los que no se habían movido de la mesa de la taberna? Pues se habría perdido la pluma de faisán azul, y la tinta con estrellas, y el libro con la historia de Hogsmeade, la perspectiva de la fiesta y del trabajo de Historia de la Magia y la historia de John Gallia. Que no, que no tenía sentido.

    Alice ya estaba estrenando la tinta, él que iba a guardarla para una ocasión súper especial... Aunque, realmente, esa lo era. Se quedó mirando sonriente como la chica escribía, con la cabeza apoyada en una mano, muy interesado. Abrió mucho los ojos al hablar del círculo de piedra. – ¿¿En serio?? ¿¿A otra época?? Pero ¿y cómo vuelves? ¿Y la puedes elegir? Eso hay que investigarlo mejor. - ¿Cómo que no era más famoso el círculo ese? ¿Sería porque era peligroso? Aunque si hubiera magos desaparecidos en otra época por culpa de él, se habría enterado. Pero también tendrían muchos más datos de otras épocas si se pudiera ir y venir. – A lo mejor solo traslada en períodos cortos de tiempo... En plan, al año pasado o cosas así... - Aunque en ese caso habría una cola de gente bestial, queriendo revivir momentos felices. Tenía que investigar mejor eso, definitivamente. La pregunta de Alice le hizo pensárselo un poco, con una sonrisilla en los labios. – Tengo demasiados momentos, me costaría elegir uno. Pero estaría genial ir con los Illuminati, y ver las cosas ocultas que hacían y que a día de hoy no se hacen. Los pasadizos y eso. O también ver el momento en el que Flamel encontró la piedra filosofal. ¿Te imaginas a Flamel de joven? Qué raro. - Se giró a Alice de un saltito, con los ojos muy abiertos. – ¿¿Te imaginas a nuestros padres en Hogwarts?? - Se echó a reír. – Eso sí que estaría bien verlo. Tu padre corriendo por ahí y mi padre detrás diciéndole "William, para, que eso no se hace". Como yo contigo, vaya. - Siguió riendo. – O a mi abuelo. Me pregunto si en Hogwarts sería popular o no. ¿Sabes lo más raro? Aparte de imaginarnos a nuestros abuelos con nuestra edad, que ya es raro de por sí. - Dijo entre risas. – Que mi abuela y él aseguran que no se conocían de nada en Hogwarts. Bueno, no es exactamente así. Mi abuela tiene dos años menos, entonces cuando ella entró, él tenía nuestra edad, y cuando mi abuelo salió ella aún estaba en quinto. Además, eran de casas distintas. Mi abuelo dice que le suena haberla visto por la biblioteca alguna vez, porque claro, mi abuela era Gryffindor pero de los libros no la separaba nadie. ¿Sabías que estaba en el equipo de quidditch? - Se echó a reír. – Dios, eso sí que no me lo imagino, mi abuela jugando al quidditch. Siempre le dice a mi abuelo toda ofendida "si no hubieras sido tan señorito, me conocerías, porque era de las mejores, que fui capitana y todo". Pero es que mi abuelo pasaba del quidditch. - Como él, básicamente. – Total, yo creo que mi abuelo dice que le sonaba de la biblioteca por no quedar mal, está siempre diciendo "una chica muy guapa de Gryffindor que leía" pero no la conocía de nada. Mi abuela sí dice que le conocía, pero lo dice cuando él no escucha. "Es que era un prefecto muy guapo pero yo lo veía y pensaba, uy este, que estirado". - Volvió a echarse a reír. – Y eso que dicen que, cuando se conocieron fuera del castillo, fue amor a primera vista... Pues vaya, ya podían haber tenido la primera vista en el colegio. - Otros que se tenían que haber conocido antes... No sabía por qué había pensado eso.

    Alice siguió apuntando los sitios por orden de antigüedad mientras él miraba interesado. Hasta que llegó a uno que no le interesaba lo más mínimo. Aunque, como el quidditch en Hogwarts, era una parte más de la historia aunque a él no le interesara. Asintió a lo de narrar su origen. – Me parece bien. He visto que hay muchas leyendas en muchos lugares, sobre todo en sitios muggles, que ya sabes que lo de los fantasmas y eso como que no se lo creen mucho y cuando se lo creen se inventan las cosas. Qué pena que no pueda entrevistar a un muggle, sería interesante contarlo desde su perspectiva. - No le apetecía nada leer sobre la Casa de los Gritos, pero un erudito tenía que leer de todo, así que nada. Haría de tripas corazón y se lo leería de día. A lo que no pudo asentir era a lo siguiente. Viniendo de Alice, no sabía como no se lo había esperado ya. Soltó una risita irónica. – Sí, claro, para que se me atraviesen las chuches en el estómago. - Negó. – Ni loco. Y ya me conozco yo tus "entro solo un poquito y miro", al final te metes hasta el fondo. - Siguió negando, cada vez con más convicción, todo lo que su cuello le permitía. – De eso nada. Todo lo que podamos querer saber de esa casa está recogido en los libros, no es más que un sitio abandonado y lo poco que pueda haber seguro que es peligroso. Por algo está a las afueras del pueblo. - Y dando por hecho que el tema estaba zanjado, se acabó él también la jarra y pasó él la página. – Uh, sí, definitivamente lo de los dulces de Brawen es la mejor manera de acabar. Qué rico. Aún no he probado las escobas chamuscadas y ya me gustan. - Eran escobitas de caramelo, ¿cómo no le iban a gustar? Cogió su pluma él también y escribió. – Yo añadiría un apéndice de modernizaciones del pueblo, por ejemplo lo que hemos dicho antes de que Honeyduckes ha cambiado de sitio. Así le damos más valor a los lugares tradicionales que se mantienen desde su fundación, y a la gente más interesada por lo actual les indicamos cuales son los lugares más novedosos del pueblo a los que pueden ir. - Ya tenían el trabajo casi montado. Si es que trabajar con Alice era un acierto siempre. Solo había que inhabilitar las locuras y ya estaba. Porque Marcus estaba dando por hecho que lo de la Casa de los Gritos estaba inhabilitado. Faltaría más.
    Merci Prouvaire!


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    Mar Jun 01, 2021 1:34 pm

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    CON Marcus EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    El corazón le latió con más fuerza y la sonrisilla se le amplió, aunque no paraba de escribir. Sería la sensación de saberse elegida para algo. Los profesores la tenían un poquito cruzada, porque se pasaba de curiosa, y aunque era lista, no solían ponerla de ejemplo para nada (excepto Mustang, que era la más enrollada y maja), así que no solían elegirla cono mejor opción para nada. Excepto Marcus. Marcus siempre quería hacer cosas con ella, y eso le hacía sentir muy pero que muy bien. Pidió otra al camarero que se acercó por allí y le pagó en el acto, como le decía siempre su madre, fuera a ser que luego se olvidara. Sabía su madre con quien se jugaba los cuartos. Eso le recordó una anécdota graciosa. – ¿Sabes que la primera vez que comieron juntos, mi madre tuvo que invitar a mi padre? Fue porque fueron a comer a Hell's Kitchen, que era el barrio favorito de mi madre, pero es de muggles. Bueno como todo Nueva York, vaya, que viven todos mezclados. Y mi padre solo tenía galeones, ¿te imaginas? – Se rio y negó con la cabeza, justo cuando les traían las otras dos cervezas. – A mi me madre le encanta recodárselo. – No sabía bien por qué había sacado aquel tema, pero bueno... Era una historia bonita, ¿no?

    Sabía que lo de los viajes en el tiempo iba a traer cola con Marcus. Por supuesto, ya se aturrulló suponiendo, a lo que ella dejó de escribir y el miró un poco confusa. – Es que no lo sé, solo se lo he oído a Poppy, en Escocia es habitual pensar así de los círculos de piedras, ¿sabes? Pregúntale a ella, que seguro que te lo sabrá decir mejor. – Pero ya sabía que, aun así, Marcus se iba a meter de ello en el supuesto de que se pudiera. Mientras le escuchaba se llevó la pluma a los labios, acariciándoselos con ella, cosa que hacía mucho cuando pensaba. – Lo de los Iluminatti estaría bien, pero a mí me daría miedo liársela parda, porque ellos sabían moverse súper bien por esos pasadizos, y cuándo se debía entrar y salir para que no te encontraran, y con lo que soy yo, pues sería a lo loco y acabaría delatándoles sin querer. Y con lo bocazas que soy para contestar y mi política de que negarlo siempre es peor, acabaría en la hoguera de cabeza. – Se rio a lo de Flamel y le señaló. – Te gustaría, ¿eh? Le freirías a preguntas sin duda, pero sí, sería súper curioso verlo de joven. Y así igual averiguaríamos de verdad de qué está hecha la piedra y por qué canaliza la quintaesencia. – Le dio la risa sobre lo de sus padres mientras seguí organizando el esquema y poniéndolo bonito. – Ya lo tenemos hoy en día, esa visita no me hace falta. –Pero cuando se puso a hablar de sus abuelos, Alice directamente soltó la pluma y se apoyó en la mano para mirarle mientras contaba aquella historia. Admiraba muchísimo a Lawrence y Molly. Se los imaginaba de jóvenes y le parecía fascinante. Le hizo reír lo de que no recordaba a Molly del colegio. – Igual... Si hubiera mirado mejor... Habría visto que ella estaba ahí, que era el amor de su vida, y se habrían enamorado antes. – Pero el argumento de la abuela le hizo reír. – Bah, en el fondo seguro que le gustaba que el prefecto fuera tan estirado. – Dijo mordiéndose el labio y levantando la vista hacia el techo. – Yo iría a París a los años veinte. Primero, buscaría. Fulcanelli, que estaría estudiando Notre Dame, y descubriría quién era. Y luego me iría de fiesta, porque París en los años veinte era LA FIESTA. – Dijo haciendo un gesto como un cartel con las manos. Entre risas dijo. – Y por supuesto, iría a ver a John Dee... – Suspiró. – Y a lo mejor iría a Nueva York en 1983 cuando mis padres se conocieron. Debían ser muy monos. – Dijo haciendo un gestito cariñoso con el hombro.

    Decir que le sorprendía que la primera reacción a lo de la Casa de los Gritos fuera un rotundo "no", sería mentir. Entraba en el plan. – Estando abandonado no tiene ningún peligro. Es mera curiosidad, yo creo que peligroso no puede ser. Y no está a las afueras esta camino de Hogwarts... – Dejó caer, pero Marcus le cambió de tema, y eso mismo hizo ella. – ¡Ah, claro! Eso a la gente le va a flipar, lo de que se hable de la actualidad, a la mayoría no le gusta Historia porque no entienden para qué les sirves. Si estableces una conexión entre lo actual y lo pasado, es más fácil hacérselo entender. – Otra gran idea había acudido a su cabeza. – Oye, ¿y si pedimos algo de comer y ya luego vamos a Honeydukes? Mejor que vayas con el estómago lleno, que si no vas a arrasar. Yo no tengo mucha hambre, pero para que no me regañes, me voy a pedir patatas con queso, te lo informo porque probablemente te las tengas que terminar tú, así que más vale que estemos de acuerdo. – Las pidió y esperó a que Marcus se despachara a gusto con el camarero, para luego sacar otra vez el tema espinoso. – Pues yo creo que de camino a Hogwarts, si no se ha hecho de noche, podríamos pasarnos por la Casa de los Gritos. Tú mismo has dicho que hay que informarse más, y además, si no voy contigo hoy, iré con alguien más imprudente seguro, porque tú eres el chico más prudente que conozco, o sola, y te vas a agobiar... – Justo le trajeron las patatas y cogió una, mirando disimuladamente al techo. – Además, no sabes lo que te puedes estar perdiendo. Mira tu abuelo... Por no mirar mejor, se perdió al amor de su vida mientras estaba en el colegio... Eso justamente no, pero quién sabe qué te puedes estar perdiendo tú por no mirar. –
    Merci Prouvaire!


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    Mar Jun 01, 2021 5:21 pm

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    CON Alice EN Hogsmeade A LAS 11:00h, 4 de octubre del 1997
    Rio con la historia de William y Janet. Solo se le ocurría a William irse a comer a un sitio muggle con dinero mágico. Él hubiera llevado un poquito de cada, como buen chico precavido que era. – ¿Están todos mezclados? Qué lío, ¿y cómo lo hacen los magos? Es decir, irán súper tensos todo el tiempo, ¿no? - Porque no tenía él conocimiento de que hubiera ninguna comunidad en la que los muggles supieran de su existencia, cuanto menos una ciudad como Nueva York. Estaba pensando en cómo lo haría esa sociedad para mezclarse sin perjudicarse los unos a los otros cuando oyó el nombre de Poppy y le dio un saltito el corazón. Tragó saliva, un poco nervioso. A ver, podía decirse que tenía... Un pequeño cuelgue con esa chica. Pequeñito, es decir... No es que estuviera enamorado ni nada, tss... Pero le parecía simpática, y guapa, y agradable... Y le daba galletitas de su sala común de vez en cuando, incluso este año, al volver, se había traído un tarro de galletas hechas por ella de su casa para regalárselo. Y no es que tuviera ningún motivo, es decir... Lo hacía porque sí... Y eso le gustaba. Sí, le gustaba un poquito Poppy, pero nadie lo sabía, ni siquiera Alice. Y mejor que permaneciera así. – Vale... Sí, yo... Le pregunto. - Dijo, un poquito sonrojado y nervioso, dándole un buche a la nueva jarra de cerveza de mantequilla para disimular. Pues así no lo iba a ocultar demasiado.

    Rio un poco y negó. – Anda anda, qué exagerada. - A la hoguera decía, qué dramática. Los pelos de punta se le ponían de pensarlo, pobres magos y brujas de aquella época. Definitivamente, época tachada de la lista en el hipotético caso de que aquello funcionara, o al menos con Alice no pensaba ir, vaya que le pasara algo de verdad. Pero su segunda idea le gustó más. – Oh, conocer a Fulcanelli. Aunque si usaba un pseudónimo, nos costaría encontrarlo. ¿Te imaginas que vamos a Notre Dame y le vemos? Seríamos los primeros en saber su identidad real. - Se echó a reír. – ¿Y crees que te dejarían pasar a esas FIESTAS? - Dijo, imitándola con vocecilla graciosa. – Eres muy peque, al menos yo parezco medio mayor. - Añadió, haciéndose el interesante. – Pero tranquila, te colaré. Con la condición de que me presentes a John Dee. -

    La miró con una ceja arqueada. – ¿Estando abandonado no tiene ningún peligro? - Repitió lentamente, añadiendo un bufido y un rodar de ojos justo después. – Por supuesto. ¿Para qué puede servir un sitio abandonado? Aparte de... - Empezó a enumerar con los dedos en un tono muy repipi. – ...Como lugar donde ensayar maldiciones para aquellos magos que quieran ocultarse de las autoridades, como refugio de ladrones o de magos tenebrosos, como cueva para bestias, como nido para ratas, como refugio de espíritus con asuntos sin resolver... - Es que de verdad, que tuviera que explicar esas cosas tan básicas a esas alturas. Entornó los ojos y miró a Alice con obviedad. – "Camino de Hogwarts" son las afueras del pueblo. - Como que no conocía a su amiga ya. Estaba dándole la vuelta a las palabras para convencerle, pero vaya, que no iba a colar. Todo lo tuviera Marcus tan claro como que él esa casa no la pisaba. ¡A ver, que la llamaban la Casa de los Gritos por algo! No estará tan abandonada si se oyen gritos. Escalofríos le daba solo de pensarlo.

    Sus argumentos parecieron convencer a Alice, porque cambió de tema... Bueno, ya conocía a su amiga lo suficiente como para saber que el temita le iba a volver como un boomerang, pero al menos le había sugerido comer algo. Mejor, con tanta bebida le estaba entrando hambre. – Voy a arrasar de todas formas, parece que no me conoces. - Dijo entre risas. Pensaba llevarse chuches para todo el mes. – ¡Uh, patatas con queso! Que rico. Mi padre dice que las costillas con cerveza negra de aquí están buenísimas. Tranquila, no tienen alcohol, se evapora al cocinarlo. - Dijo, como si eso fuera a preocuparle a Alice más que a él. Marcus en cuanto escuchó la palabra "cerveza" no seguida por "de mantequilla" preguntó si tenía alcohol, que no quería llegar borracho a Hogwarts. ¡Qué vergüenza! Además, las normas no permitían beber alcohol, y él era aún muy pequeño y tenía en su mente ser prefecto. Y para eso tenía que mantener una imagen.

    Pidieron las costillas y las patatas y estas no tardaron en llegar. Marcus estaba ya prácticamente royendo el hueso de la primera cuando Alice sacó el temita otra vez. Sabía que no lo iba a dejar tan fácilmente, ni que la conociera de ayer. Suspiró. – Así que ese era el sitio sorpresa al que querías llevarme, ¿eh? - Dijo con voz cansada y la boca llena de salsa, lo cual puede que le quitara un poquito de seriedad al hablar. Escuchó los argumentos de la chica mientras masticaba y hacía como que la oía como quien oye llover, pero estaba escuchando, vaya que si estaba escuchando. Que Marcus no era ningún tonto y se estaba dando cuenta de que le estaba intentando liar. Se le escapó una risa sarcástica entre el masticar, casi muda, cuando mencionó la historia de sus abuelos. Pero qué lista que era su amiga, cómo sabía por dónde pillarle. Pero no, no iba a colar. No iba a colar para nada. Con otro suspiro, dejó el hueso ya sin una pizca de carne en el plato, se limpió bien la cara y las manos con la servilleta y, apoyando el codo en la mesa, se giró hacia ella con una ceja arqueada. – ¿Crees que no sé lo que pretendes? - Uy, se había puesto un poquito cerca en ese movimiento. Bueno, ya no se podía quitar de ahí, que tenía que mantener su postura. – Sé que me estás intentando dar la vuelta para convencerme de que vaya contigo. - Cogió una patata grácilmente, con una sonrisilla de superioridad, y la movió en el aire como si fuera su varita. – Pues no cuela. - Concluyó, llevándosela a la boca entera. Después de masticarla añadió algo más. – Nos dijeron expresamente que era un sitio que no debíamos visitar, que aunque pertenezca al término comarcal de Hogsmeade está en las afueras del pueblo. Sí, "de camino a Hogwarts" son las afueras. - Se armó de otra costilla, pero no dejó de relatar. – Y permite que dude de que vaya a encontrar al amor de mi vida en esa casa. - Abrió mucho los ojos, mirando la costilla entre sus dedos soltando una risa irónica. – Como que alguien que se meta ahí dentro podría ser el amor de mi vida. Por supuesto. - Rodó los ojos con una muequecita sarcástica en la cara y miró a la chica de reojo. – A mi abuelo se le pasó mirar en la biblioteca. - Eso último lo enfatizó mucho. – Pero no te preocupes, que he tomado nota. Creo que es más probable que la encuentre allí. - Y, convencido de su argumentación, dio un bocado a la carne.
    Merci Prouvaire!


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