Ronda 3 | Turno de Jazz | Pueblo | 11:30

Jazz estaba absolutamente determinada a acabar con aquello. Si hacía un rato (¿o había sido ayer? O quién sabe hace cuánto) había sentido que no podía más, ahora sentía que tenía algo así como un subidón de adrenalina. Iba cargada, como cuando tenía muchos deberes y llevaba muchos libros a la espalda. Bien, no era mala comparación: Jumanji era como el examen de matemáticas mas difícil que hubiera hecho en su vida. Solo tenía que pensar y no precipitarse. Cogió el juego, que le tendía Scott y se dirigió diligentemente hacia fuera. — Lizz tiene razón, estar dentro no es garantía de nada. Vamos fuera, y así tenemos más capacidad de reacción. —

Y más decidida que en toda su vida, salió a al acera, comprobó que no había monos, gorilas, estampidas, cazadores sádicos ni nada de eso nada más salir, al menos a primera vista, y puso el tablero sobre la acera, que había vuelto. aparecer de entre la maleza. Cogió los dados y suspiró. Ahora no sirve de nada tener miedo, Jazz, se dijo a sí misma justo antes de lanzarlos.

Cada vez le tenía más manía a los acertijos de aquel cacharro. — En la noche su constelación podría guiarte, pero por el día tus pies podrían picarte. — Suspiró y miró a los demás con cara de fastidio. — ¿En serio? suena a más bichos. — Esos casi que eran más difíciles de combatir en todos los terrenos. — ¿Hay alguna constelación de bicho? — Preguntó ya desesperada sin dejar de mirar a los lados, preocupada.

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Después de abastacerse de muchas cosas útiles y más, Jay se cargó su mochila al hombre y, como el resto de su familia, salió al exterior. El sol brillaba en el cielo y le molestó por un momento, pero apretó la escopeta con sus manos, en caso de necesitarla después de la tirada de su hijo.

Aquel juego tenía todos sus sentidos alertas, más aún después de cada tirada, pero no podía evitar sentirse más aprensivo cuando era el turno de Jazz. Lo que salía de ese juego parecía seguir al tirador, igual que había pasado con el cazador, y no le hacía demasiada gracia no saber qué era lo que podría salir de ahí, atentando contra la vida de su hija.

Cuando Jazz tiró, todos estuvieron pendientes del mensaje que se revelaba, pero como siempre, el acertijo era difícil de adivinar. "Hay muchas constelaciones de animales en realidad, que piquen.." Jay se quedó pensando un segundo, pero las conclusiones a las que llegaba no le gustaban y esperaba equivocarse desde luego. "Serpientes o escorpiones, quizás, aunque serpientes ya hemos sufrido, espero que el juego no se repita" comentó Jay casi con un ligero tono de broma, pero se notaba que estaba alarma, dirigiendo su mirada a todas partes.

"Estad preparados para correr" advirtió a su familia, ¿en qué dirección? Eso ya se vería, pero tenían que estar listos para lo que fuera que saliera.

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Para ella tirar lo más rápido posible parecía la mejor opción. Cuanto antes llegaran a la meta antes terminarían ese juego infernal. Sin embargo que se les fueran acumulando problemas tampoco parecía una gran idea. En realidad nada parecía una buena idea así que fluir con las circunstancias se había convertido en una necesidad.

— Más bichos no. — se quejó por lo bajo, con una mueca de desagrado. Sin embargo las palabras de su hijo llamaron su atención y no pudo más que mirarlo con aprobación — ¡Es una buena idea! Haced lo que dice Scott, así nos ahorraremos sustos extra.

Ella misma se apartó medio paso para poder arrodillarse y comenzar a meterse el pantalón en los calcetines que se había pillado secos, y mira que había pensado en calzarse sin ellos. Cambió de pierna para hacer lo mismo con la otra cuando algo en el suelo llamó su atención. Algo asqueroso, con muchas patas y que iba directo hacia ellos. Un escalofrío recorrió por completo su cuerpo y sintió que perdía la capacidad de hablar por un instante.

Se incorporó, dándole unas palmaditas en el brazo a Jay para poder llamar su atención, con los ojos fijos en aquella cosa, como si por no parpadear pudiera asegurarse de que no se acercaba demasiado. Que a veces con los insectos te descuidabas un segundo y los perdías para siempre.

— Creo que vais a tener razón con lo de las constelaciones y también creó que deberíamos movernos. — no sabía de dónde había salido ese escorpión, igual ni siquiera tenía nada que ver con el juego pero sinceramente ya sería casualidad. Con otro escalofrío cerró el juego y lo abrazó contra su cuerpo — Vamos, vamos, vamos. Qué asco, poo favor.

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Lo del bicho parecía bastante evidente, y solo esperaba que no fueran los escorpiones tal como había propuesto su familia. Por si acaso, hizo exactamente lo que decía Scott, porque ella también lo había oído alguna vez. Y mientras trataba de recordar todos esos datos tontos que te dan en los documentales de la tele y los reality shows de supervivencia, miraba al rededor, pero no veía nada. Malo, eso siempre era malo.

De repente, Lizz se percató de uno, pero dudaba que viniera solo. Como iba por el suelo y ella estaba de pie, se quitó la mochila y la dejó caer pesadamente sobre el escorpión en cuestión. No salió de debajo, así que dedujo que estaba muerto miró a los demás. — Ya que lo tenemos localizado, mejor cargárselo, vaya a ser que nos siga y no sepamos por dónde anda. — Pero sus problemas no parecían acabar. Ya sabía ella que ese juego diabólico no manda uno solo. Notó perfectamente unas patas que subían por su espalda y llegaban a su hombro. No quería ni girarse, que bastante le habría alterado ya con lo de la mochila. — Vale, no entremos en pánico pero tengo uno encima. — Levantó lentamente la mano izquierda, la contraria a donde tenía al bicho. — Si se altera me pica, hay que lograr que se baje. — Cerró los ojos fuertemente, tratando de recordar los dichos programas.

Algo donde pudiera el bicho subirse. Se agachó muy lentamente, temerosa total de sentir el aguijón en cualquier momento, o las patas yéndose a otro lugar, pero dio con lo que quería: una de las ramas que la estampida había dejado destrozadas en el suelo y la extendió a su hombro. Sin llegar a creérselo mucho, notó cómo aquellas patitas se movían en dirección a la rama y, en cuanto dejó de sentirlas, lanzó la rama al suelo y se puso a pisotear sistemáticamente al bicho. Luego se giró. — Estoy bien. Pero comprobaos vosotros, vaya a ser que tengáis alguno encima. — Miró a su padre y sonrió. — Para que veas que los realities de la MTV siguen de algo. —

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Jay no dijo nada y, como los demás, se agachó para meterse los pantalones por dentro y evitar que una desagradable sorpresa se metiera por su ropa. Notó el apretó de Lizz y observó al escorpión, lentamente el suelo se estaba llenando de ellos, sin que hubiera un sitio claro, una especie de nido, de donde salieran.

Por una vez no le gustaba tener razón. No sabía si hubiera preferido a las serpientes, puesto que dependiendo del tipo podían ser casi tan venenosos como un escorpión.  Jazz fue más rápida, tirando la mochila sobre dicho escorpión y matándolo por el peso, pero cuando escuchó a su hija decir que no entraran en pánico, que tenía uno encima, todo su cuerpo se tensó. No querían alertarlo, acercarse debía de ser algo demasiado cuidadoso. Pero Jay se sintió orgulloso de su hija que, armándose de valor, tomó algo para que el escorpión pudiera dejar su hombro y tirarlo al suelo.

Cuando Jazz lo mató y le dijo eso, Jay se acercó a ella para dejar un beso en su cabeza. "Estoy más que orgulloso de ti" mencionó él con una sonrisa orgullosa. Pero la realidad es que tenían que tomar una decisión y no sabía que sería lo mejor. El suelo se llenaba de escorpiones y el cielo aún tenía suficientes pájaros como para ser un fastidio. Tenían que moverse. Jay se quitó la escopeta de la espalda y comprobó que estaba cargada. Si tenía que utilizarla, estaría preparado.

Pero de repente el suelo comenzó a vibrar y Jay maldijo por lo bajo. Parecía que aquello no era todo. Si no les bastaba con un montón de escorpiones y pájaros.. claro, ¡por qué no! Tenía que volver la puñetera estampida. El retumbar del suelo dio paso a la humareda que levantaban los animales, que ya se veía demasiado cerca. "¡Corred o nos van a aplastar!" gritó y comenzaron a moverse sin que les importara realmente el crujir de los escorpiones bajo sus pies.

Estaban frente al Walmart, quizás si corrían podrían subirse por la escalera que llevaba al techo del mismo edificio. Si aquello se venía abajo quizás sería menos caída que desde un edificio más alto.. pero no podía preveer la dirección que tomarían los animales o los riesgos que conllevaría. Tenían que salir de ahí ya y la mejor opción era un lugar alto que los quitara del camino de la estampida.

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Aún estaba intentando controlar los escalofríos que recorrían su cuerpo después de haber visto a los escorpiones, cuando el suelo volvió a retumbar de nuevo bajo sus pies, con ese ritmo atronador que ya comenzaba a aprenderse de memoria.

Tragó saliva, agotada con todo aquello, siempre le había gustado la supervivencia, pero lo que les estaba ocurriendo era un nivel tan extremo que no le deseaba aquella vivencia ni a su peor enemigo.

Casi estuvo tentada de abrir el tablero y tirar los dados ella misma, sí, probablemente no fuese buena idea hacer trampas, quizás ocurriese algo peor —aunque se preguntaba seriamente qué podría haber peor que aquello— pero el deseo de acabar con todo de una vez por todas casi pudo con ella.

Pero ni siquiera tuvo tiempo de meditarlo, la estampida estaba a punto de pisarles los talones y no entraba en sus planes morir aplastada bajo un montón de animales que ni siquiera estaba segura de que fuesen reales o no.

—¡Corred todo lo que podáis!— gritó con todas sus fuerzas y siguió los pasos de su hijo, aferrando el tablero entre sus brazos como si fuese el tesoro más preciado que tenía.

Ir hacia allí le pareció buena idea, pues la estampida probablemente seguiría avanzando en grupo y los callejones eran tan estrechos que podrían esconderse en ellos hasta que los viesen desaparecer, pero al parecer no todos en la familia pensaron de igual modo.

—¿Dónde están los demás?— le preguntó a su hijo, mirando a su alrededor para intentar localizarlos.

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No podía durar tanto su suerte, y aquello empezó a llenarse de escorpiones. Cruzó una mirada con Scott. Para esas circunstancias precisamente habían pensado lo de la laca y el mechero. Iba a poneer se buscarlos, cuando notó que la tierra temblaba otra vez. Resopló. — ¿Y ahora qué? ¿Terremoto otra vez o estampida? — Miró a los lados, pero ya todos habían empezado a tomar posiciones. — ¡Scott, espera! — Pero Lizz y él desaparecieron, y ella se fue detrás de su padres, confiando en que se volverían a encontrar, como antes.

Siguió a su padre, sintiendo como cada vez más oía los pasos de los animales. Vale, era estampida, estaba claro. Lo malo es que temía que los muros del Walmart no fueran lo suficientemente fuertes. Ah, pero su padre pretendía subir a la azotea. Bueno, desde luego les daría perspectiva y cierta seguridad. Pero en cuanto llegaron miró al rededor y volvió a ponerse nerviosa. — Papá, que no nos estaban siguiendo. Que no están aquí. ¡SCOOOOTT! ¡LIIIIIZZ! — Se puso a gritar y a correr por la azotea mirando a su al rededor, y pendiente de paso de que no hubiera por ese techo escorpiones, o monos, o algún otro monstruo mitológico que se hubieran perdido.

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De alguna manera, esperaba que todo el grupo se moviera en una dirección. Que al ver a alguien moverse, los demás fueran tras el. Pero el grupo volvió a separarse, ésta vez no por decisión propia, como cuando habían ido a buscar cosas para sus mochilas.

Jay se maldijo, sin ser capaz de ver a Lizz y a Scott mientras corría con su hija hacia la parte trasera de la tienda. La ayudó a subir primero la escalera de incendios y después subió él. "No te quedes demasiado lejos, si vienen tendremos que bajar de nuevo" le dijo él, era lo primero que podía pensar. Porque la preocupación de saber que el resto de su familia estaba por ahí y que ni siquiera podía verlos, a merced de una estampida, hacía que le recorriera un sudor frío por el cuerpo.

Pasó un brazo por los hombros de Jazz y la acercó a él, abrazándola, intentando darle valor. "No te preocupes cariño, no les va a pasar nada" las palabras de Jay querían calmar a su hija, pero también a sí mismo. Confiaba en esos dos y confiaba en que no les ocurriera nada. Porque era demasiado tarde para darse la vuelta y buscarlos, corrían un alto peligro de ser arrollados por todos los animales de la estampida.

Solo podían esperar a que pasara y rezar, con suerte, pisaban a la mayoría de escorpiones del suelo y les quitaban una carga más.

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