Lo bueno de la noche, y de no tener las mismas necesidades de descanso que los humanos corrientes, era que podía ser ella misma, hacer sus tareas y lo que le diera la gana sin tener que preocuparse de todo lo demás.
Pero una vez que el despertador sonaba... la rutina la aplastaba.
Porque era un poco denigrante eso de ser un ángel inmortal y poderoso y tener que verse reducida al cuerpo de una adolescente, con todo lo que eso conllevaba. Y no se quejaba por las tareas y exámenes, el problema era tener que compartir tiempo y espacio con un montón de adolescentes hormonados. Daba repelús.

Según sus "padres" a estas alturas ya se suponía que se habría acostumbrado y no se quejaría, pero es que ellos no tenían que pasar por todo eso. Era ella la encargada de custodiar durante casi todo el día al Elegido. A ellos les bastaba con levantarse temprano, fingir que iban al trabajo y cuidar el jardín mientras alguna vecina les contaba el último cotilleo.

Pero, una vez más, como cualquier otra mañana, cogió su mochila, lanzó un suspiro y abrió la puerta antes de poner una sonrisa en su cara, como si fuera el mejor día de su existencia.
Y, como siempre, cruzó la calle hasta llegar a la verja de la casa de los Sharp.- ¡Venga Joseph, que llevamos tarde! -Le gritó desde allí, sin importarle lo más mínimo si molestaba a sus vecinos. Porque, después de todo, a los adolescentes eso no les importaba tampoco.

Si todo iba bien, su vecino saldría con una sonrisa, le diría algún chiste o pondría una excusa.
Si no, oh... esos días eran un poco más interesantes. Porque implicaban que quizá hubiera algún cambio, una indicación de que se acercaba el momento. Aunque todo se quedase en falsa alarma, le daba cierta emoción.

—¿Cómo te las arreglas para estar todos los días de peor humor?— preguntó, mientras golpeaba la puerta del baño de manera repetitiva. Su hermana había decidido darse la ducha más larga de toda su vida, y él necesitaba lavarse y secarse el cabello. Quizá debería haberlo hecho la noche anterior, pero no contempló como posibilidad que Samantha decidiera pasarse tres horas en la ducha.

—Joseph, deja a tu hermana— dijo su madre al pasar, y la respuesta que se llevó fue un bufido exasperado por lo bajo de parte de su hijo —¿Perdona?— preguntó la mujer, y el chico simplemente profirió otro quejido mientras golpeaba la puerta nuevamente. Escuchó el agua dejar de correr del otro lado.

—¡Lleva media hora ahí! — dijo, pero su madre simplemente negó con la cabeza mientras bajaba las escaleras para terminar de ayudar a su padre con el desayuno.

Tuvo que salir con el cabello aun húmedo, pero si no lo hacía no le daría tiempo a desayunar. Se comió las tostadas a toda velocidad, mientras su hermana miraba el móvil y su padre revisaba las noticias del día.

La alarma sonó, esa que les indicaba que tenían el tiempo justo para salir por la puerta. Joseph abrió la puerta, y Evangeline ya se encontraba ahí.

—Lo siento, mi hermana decidió hacerse una con la ducha— dijo, mientras salía por la puerta con la mochila colgando por un hombro —. Menos mal tu familia no te da tantos problemas como a mi— comentó, mientras caminaban en dirección a la parada del autobús —. ¿Qué tal tu mañana?— preguntó, su hermana ya había sacado los audífonos para ignorarlos.

Parte de su entrenamiento como adolescente humana de lo más normal, había sido tragarse una ingente cantidad de series y películas protagonizadas por ese tipo de criaturas.
Así que para intentar entretenerse y darle algo de emoción a lo de tener que esperar al chico, apostaba consigo misma cuál era la escena que habría sucedido esa mañana allí dentro. Tortitas quemadas, caldera rota...

Cuando le vio salir con el pelo húmedo lo supo: los problemas de compartir baño.

- Madruga mañana y le devuelves el favor. -Nadie había dicho que su papel fuera el de buena influencia, tenía que disimular.- No, pero son más aburridos. -Comentó en referencia a su familia, aburridos, superiores, qué más daba, el caso es que todos los días eran lo mismo allí dentro, así que tampoco había mucho de lo que hablar ni nada.

La hermana de Joseph se adelantó con sus auriculares para ignorarles, esa sí que necesitaba un ángel guardián o iba a terminar un poco mal. O no, porque con el hermano que tenía, cualquier cosa podía pasar.
Pero le habían preguntado por su mañana, así que revisó su repertorio de comentarios.- Nada especial. Me he levantado antes para estudiar algebra, ¿cómo lo llevas? -No tenían las mismas asignaturas, claro, él por ejemplo no se había apuntado a latín, pero las matemáticas eran básicas.- Y dime que el trabajo de biología era para la semana que viene. -Las ciencias no se le daban especialmente bien, tenía que admitirlo, en ese tipo de asignaturas tenía unos problemas normales, porque las odiaba un poco.

Una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro de Joseph al escuchar la sugerencia de su vecina, y asintió con la cabeza porque parecía un plan bastante fácil de llevar a cabo. A veces se le pegaban las sábanas, pero si era por darle un dolor de cabeza a su hermana, esa media hora de sueño sería fácilmente compensada con la satisfacción.

—Me parece un buen plan— respondió, sacando su móvil para cambiar la alarma del día siguiente, aceptando inmediatamente que era lo mejor que podía hacer para darle a su hermana una cucharada de su propia medicina. ¿Lo mejor? Su madre no podría echarle la bronca por ello.

—¿Tenemos examen o algo?— preguntó, porque él no había estudiado nada, se había pasado la tarde del día interior jugando en el ordenador y cuando su padre preguntó, insistió en que ya lo tenía todo hecho. Se le daba bien improvisar, y sobre todo copiar, en los exámenes.

La miró por un segundo con una expresión de pánico en el rostro, mientras buscaba en su móvil la aplicación donde se apuntaba las tareas.

—Si, biología es para la próxima semana... ¿Ya sabes qué experimento vas a exponer? — preguntó, porque él apenas había visto un par de vídeos del canal que la profesora les había compartido, y quería optar por algo no muy elaborado.

Sonrió para sí al ver cómo cambiaba la alarma del día siguiente. Había descubierto que tenía su puntillo aquello de no ser un ángel de la guarda aguafiestas que impedía cualquier diversión por aquello del balance y esas cosas. A ver, que sí, que tenía que controlar que no se le fuera de las manos la criatura que podía salvarlos o condenarles a todos, pero es que tampoco podía impedirle vivir, ¿no?
Además, ¿cómo iban a rastrear esa pequeña venganza hasta ella? Era algo tan propio de humanos que no iba a salpicarle.

- Mmmm... no, examen no, por ahora. -Negó con la cabeza a lo de álgebra.- Pero cualquier día nos sorprende y la verdad que prefiero no suspender nada. Perdería mis alas. -Se permitió bromear consigo misma más que con él.

Dios... sí que le había tocado un cargo despistado. Seguro que se había pasado toda la tarde jugando a videojuegos o con esa música estridente que escuchaba en lugar de pensar en los trabajos. Por suerte, para ambos, el trabajo no era hasta la semana siguiente.
Negó con la cabeza a lo del proyecto.- No lo he decidido aún. Al principio pensé en diseccionar algo, pero paso de que la mitad de las chicas se desmayen al ver una rana o algo peor. -Porque era lo típico que se podía coger para hacer experimentos.- Pero había algo de una patata y un reloj o... unas coles que cambiaban de color, esos pueden ser curiosos y mucho más fáciles.

Ya estaban en la parada del autobús, así que no habían llegado tan tarde.- ¿Tu has visto alguno de esos proyectos que nos mandaron? -Sabía la respuesta, pero tenía que preguntar.

Joseph fingió entender el chiste de las alas mientras se reía, aunque no le quedó muy claro. ¿Se refería a sus oportunidades de entrar en una buena universidad? Evangeline no era una mala estudiante, así que dudaba que no fuese a poder acceder a cualquier educación superior que deseara. Él, por su parte... Bueno, todavía estaba esperando aprobar matemáticas.

—No quiero tener que pensar en estudiar todos los días para prepararme para un examen sorpresa— dijo, quejándose. ¿Realmente los profesores podían ser así de malos? Esperaba que el instituto se acabara pronto, aunque según su hermano mayor, la universidad no era mucho mejor.

Escuchó la explicación de su acompañante mientras caminaban, su hermana iba unos metros por delante de ellos con los cascos cubriendo sus orejas, ignorando por completo su conversación. ¿Se convertiría él en alguien tan amargado cuando llegara a su último año?

—Si, estaba viendo ese de la pimienta y el jabón— dijo, sin explicarlo de ninguna manera, solo esperando que a la chica le sonara de algo. El bus empezó a acercarse, y paró delante de ellos para que se subieran. Buscó el sitio usual, sacando su teléfono y enseñándole un video a la chica de cómo funcionaba —. Aunque estoy seguro de que la profesora me va a decir que es una tontería— agregó, como si los volcanes que los demás hacían con bicarbonato y vinagre no lo fueran.

Le dedicó una risita algo falsa a su vecino por aquello de que no quería estudiar todos los días para un examen. En el fondo iba a tener suerte de que los cálculos dijeran que no viviría hasta la universidad después de todo. Al menos encontraría un lado positivo a aquello.

El autobús llegó mientras le contaba que había visto el experimento más infantil de la historia de los experimentos infantiles. Y, cómo no, era precisamente el que le interesaba.
Subieron y se sentaron en el lugar habitual, miró el móvil fingiendo interés por el video y después a él.

- Bueno, el trabajo consiste en aplicar principio científicos. Si te aprendes por qué pasa esto de la pimienta no te puede decir nada. -La pregunta era si sabría explicar por qué pasaba eso. Aunque suponía que podían llevar tarjetitas para leer. Total, en no olvidándose de los materiales ya tenía el aprobado raspado seguro.

En la siguiente parada se subieron otros tres chicos, la chica que iba con ellos, de un curso superior, le dedicó la indiscreta mirada de rigor a Joseph.- ¿Piensa hablar contigo algún día o siempre va a estar con las miradas? A ver, que está claro que le gustas, pero hace falta algo más que eso. -Era todos los días igual, pero nunca hablaba con ellos, ni siquiera un saludo.

—Seguro que lo puedo explicar, no puede ser tan difícil— dijo, aprovechando el momento para buscarlo en su teléfono, en caso de tener que justificárselo a la profesora cuando fuera el momento. Seguramente la mujer le miraría como si fuera ridículo, pero en su defensa no había dado pautas sobre la complejidad del experimento en cuestión.

Estaba demasiado concentrado en su teléfono como para darse cuenta de las miradas, no fue hasta que la chica a su lado lo comentó que Joseph no levantó la mirada para ver a la chica sonreírle y darse la vuelta.

—¿Por qué crees que le gusto? Apenas hemos hablado un par de veces— comentó, aunque no era la primera vez que le decían que le costaba darse cuenta de esas cosas. La verdad era que, a pesar de ser bastante adolescente, todavía no había llegado a ese punto de sentir ese interés por estar saltando de flor en flor —. ¿Debería decirle algo?— preguntó, porque tampoco quería que la chica se sintiera mal por su indiferencia si llegaba a ser cierto.

No, no podía ser tan difícil.- Seguro que en internet hay mil y una formas de explicarlo y puedes hacer un mix metiendo palabros de estos largos y científicos para contentar a la profe. -Porque seguro que al resto de la clase les convencía con facilidad, y la presión social le ayudaría a conseguir una nota decente.

Igual debería haber dejado que su aburrimiento natural con los humanos la consumiera antes de decir algo sobre cómo la chica intentaba ligar silenciosamente con Joseph. Porque ahora se encontraba teniendo que responder a una pregunta que, en cierto modo, le resultaba incómoda. Porque un ángel no debería ver o pensar ese tipo de cosas.
Pero era un ángel atrapado en el cuerpo de una adolescente un poco borde. ¿Le estarían afectando las hormonas de su alrededor o algo?- Pues no sé, supongo que le pareces guapo. -A ella, a la otra chica, se lo parecía, seguramente...

Y que si debería hablar con ella. ¿Dios mío, dónde me has metido?
- No lo sé. -Estaba claro que no sabía mucho del asunto.- Depende de si ella te interesa o no. -¿Qué se supone que iba a decirle?

Miró por la ventanilla y por una vez deseó ver el instituto, el aburrimiento supremo de las clases era mejor que aquella situación.
¿Cómo era posible que se sintiera tan incómoda con aquella conversación y no con el hecho de que en cualquier momento Joseph pudiera desatar el apocalipsis? Si hasta le pinchaba a veces para ver si lograba algún cambio y veía un poco de acción.
Será que los ángeles no están hechos para los sentimientos.

—El problema está en que yo me acuerde del os palabros largos y científicos— se burló, pero empezó a ojear un artículo que lo explicaba y que tal vez podría venirle bien teniendo en cuenta lo precario de su situación.

La conversación se tornó mucho más interesante que el experimento para ciencias y empezó a prestar más atención de la que debería. La verdad era que a Joseph se le daba bastante mal darse cuenta de las cosas hasta que estas se presentaban delante de él y lo golpeaban en la nariz.

—La verdad es que no lo sé, es guapa, pero...— Había otras personas a las que encontraba más interesantes, y no estaba seguro de que lo suyo fuera fijarse en la gente solo por su apariencia —. ¿A ti te gusta alguien? ¿O te ha gustado alguien alguna vez?— preguntó, esperando una respuesta honesta de su parte, una que tal vez pudiera ofrecerle una guía acerca de cómo sentirse en esa situación. Era incómodo, sin duda, pero él no tenía tanto ego como para pensar que la chica tenía razón.

El bus no se tardó demasiado en ponerse delante del instituto y poco a poco todos fueron bajando, él caminó al lado de Evangeline por los pasillos, como hacían cada mañana.

No quería estar ahí, en esa situación. Una tortura en el infierno seguro que era mucho más agradable que escuchar los problemas amorosos de un adolescente al que tenía que hacer de niñera las veinticuatro horas del día.
¿Y por qué le ponía un pero a la chica? Si todos eran tan básicos que solo se fijaban en el atractivo.
Joseph era, desde luego, un poco menos humano que el resto.

- ¿Qué? ¿A mi? Puaj. No ¿Qué? -Lo soltó todo de corrido, sin apenas respirar entre medio y sin saber si Joseph lo había pillado. Pero la sola idea de que a ella le gustase alguien. Por favor. Jamás. Y mucho menos un humano. Ni en sus peores pesadillas.
Pero entendió que igual, para una humana adolescente media, aquella reacción era un poco... excesiva.- Quiero decir que no. Nunca me ha gustado nadie de esa manera. Ni creo que yo le haya gustado a nadie tampoco. Ya sabes, no soy material de reina de belleza. -Bromeó echándose el pelo hacia atrás con ese gesto tan pijo y detestable de algunas chicas. Porque responder así, con sarcasmo, solía funcionar para alejar los comentarios incómodos.

Y por fin el autobús paró delante del instituto y ella casi empujó al chico para salir de allí. Necesitaba aire. Necesitaba que hubiese una distracción. ¿No podía caerse alguien con la bici o algo? Bueno, eso era un mal pensamiento, pero... un pequeño raspón en la rodilla y ya estaba.

Aunque el chico al menos parecía dispuesto a dejar el tema de lado, así que retomó lo del trabajo de ciencias.- Para la presentación, supongo que puedes llevar tarjetitas o algo. Con los palabros largos y raros. Aunque tendrás que aprender a pronunciarlos o terminarás haciendo reír al resto de la clase. -Así de maduros eran todos.

La respuesta de la chica fue tan extraña que Joseph la miró con el ceño fruncido. ¿Por qué parecía que la sola idea le repelía? Si, él recordaba una época en el que la sola mención de besar a una chica le revolvía el estómago, todavía estaba demasiado ocupado comiendo arena y metiéndose cosas que no debería a la nariz como para que la idea le llamara la atención, pero en ese instante no le repelía para nada.

—¿Pero qué dices? Si eres guapísima— dijo, negando con la cabeza y dándose cuenta rápidamente de su afirmación. Parpadeó despacio, esperando que fuera algo que la chica eliinara de su mente a la misma velocidad a la que estaba intentando hacerlo él —. El caso es que... Bueno, no hace falta que te guste nadie tampoco— afirmó, con un encogimiento de hombros, apartando la mirada sorprendentemente rápido.

Asintió ante la idea de Evangeline, también agradeciendo que no se quedaran en ese mismo tema demasiado tiempo, ya se había puesto incómodo y honestamente prefería pensar en biología. Lo que era mucho decir del tema anterior, porque odiaba la ciencia.

—Si, voy a hacer algunas... Seguro que eso ayuda— dijo, yendo a su taquilla, que estaba cerca de la contraria, para sacar los libros de la primera clase —. ¿Me ayudarás a repasarlas?— preguntó, esperando que dijera que si, porque era la única forma en la que se le ocurría que le saldría bien.

Las cejas de Evangeline subieron tanto que hasta le dolió, cuando escuchó a Joseph decir que ella era guapa. ¿Por qué le decía eso? No lo era. Había hecho lo posible por no ser vanidosa con aquel cuerpo. Pero claro, siempre había tenido buen gusto y tenía que tener un aspecto decente para no repeler a su protegido. Eso de que la belleza está en el interior a los humanos no les cala del todo, pero les gusta ponerlo por ahí.

Pero decidió dejarlo correr porque era demasiado incómodo hacerle un mínimo de caso a ese comentario. Todo era muy incómodo en aquella conversación. Lo mejor era terminarla y pasar a las ciencias, mucho más emocionante, claro.

Llegaron a las taquillas hablando de las tarjetas. Después de lo del autobús lo último que le apetecía era estar a solas con él, pero su trabajo era el que era, así que solo le dio con el puño en el hombro, sin fuerza alguna.- Claro que sí. -Asintió.- Y tú me ayudas a practicar la exposición oral, no me gusta trabarme. -A veces lo forzaba incluso, porque no quería ser perfecta, eso solo llamaba la atención.