—Explicadme de nuevo cómo habéis conseguido reservación en ese restaurante— pidió, mientras su mejor amiga se subía al uber con ella. Acababan de salir de la peluquería, y aunque Victoria no se había hecho ningún cambio radical, apreciaba las ondas suaves en las que su cabello caía a ambos costados de su cara. Casi parecía una persona nueva solo porque alguien con manos mágicas hubiera decidido hacer algo con su cabello desastrozo.

Se estaba tirando de cabeza al trabajo, y eso hacía que su estética personal pasara a un segundo plano. Quizá debería pensar en volver a la oficina, empezar a escritir los artículos para el periódico en un lugar donde tuviera que obligarse a preocuparse todos los días por su presentación personal... Pero, estaba muy bien quedándose despierta hasta las cuatro de la mañana con una taza de café al lado, acariciando a su gato que ocasionalmente se sentaba en su teclado para recordarle que debía comer.

—¿Cuántas veces te lo tenemos que decir? Gabriella ha conocido a alguien que trabaja en el lugar— repitió, y quizá si Victoria estuviera prestando  más atención, se habría dado cuenta de que sus tres mejores amigas tenían un guion estudiado para convencerla.

El coche no se tardó demasiado en llegar al destino, entraron al restaurante y en lugar de decir su nombre, Melissa se presentó con el suyo. La miró con el ceño fruncido, pero para cuando cruzó el umbral de la puerta ya era demasiado tarde.

—Intenta no enfadarte demasiado con nosotras, lo hemos hecho por tu bien— dijeron, casi al unísono, mientras salían corriendo por la puerta. Victoria dio un paso hacia ellas, pero para entonces se vio rodeada de personas.

—¡Si ya vienes preparada! Perfecto, podemos empezar con las primeras tomas en la barra— comentó alguien, mientras tomaba su muñeca para arrastrarla hacia una barra donde alguien se encargó de explicarle toda la situación. Sus amigas habían llenado la aplicación por ella, le contaron al programa que ese era su restaurante soñado y estaba a punto de conocer al que ellos estaban seguros era el amor de su vida.

¿Cómo iba a explicarles que no quería estar ahí con tantas cámaras grabando sus reacciones? Un sudor frío le recorrió la espalda, pero aceptó la primera bebida que le pusieron delante y se la bebió casi de un sorbo mientras la guiaban hacia la mesa donde ya había un chico sentado.

—Hola... Soy Victoria— lo saludó, tragando un nudo en su garganta que hizo que su voz sonara un par de octavas más alta.

¿Él estaba un poco nervioso? Esperaba que al menos uno de los dos estuviera ahí voluntariamente, y no hubieran sido sus amigos los que le hicieran una encerrona y le patearan fuera del helicóptero sin ponerle primero el tutorial acerca de cómo abrir el paracaídas. Victoria se removió nerviosa en el sitio, jugando con sus manos en su regazo, sin saber si estaban bien escondidas de las cámaras. Una parte de ella no quería quedar mal ante el público, la otra quería exponer a sus amigas y decir que necesitaba conseguir unas mejores.

—No te preocupes, yo también estoy nerviosa— dijo, dejando escapar el aire despacio, en un intento de que la ansiedad no se apoderara del todo de su cuerpo porque dudaba que aquello fuera a ser interesante si tenían que llamar a los paramédicos porque se le olvidara respirar.

Buscó en su cabeza preguntas que pudiera hacerle. Seguramente si la situación fuera más natural, se habría preparado un par de temas de conversación no demasiado controversiales para empezar.

—Pues... ¿Cuántos años tienes? O... ¿a qué te dedicas?— preguntó, intentando ir por la lista de preguntas básicas, sin ahondar demasiado en lo personal por el momento.

Asintió ante su respuesta, como si fuera una entrevista y ella estuviera tomando nota. Tendría que saltar a la vista que estaba sudando, ¿en ese tipo de programas podían gritar ¡CORTE! y volver a empezar? No sabía si hacerlo, porque entonces quedaría como una completa loca, así que fue directamente por su vaso de agua para darle un trago, intentando engañar a su cerebro.

—¡Audiovisuales! Suena interesante— dijo, intentando encontrar un punto a lo que aferrarse, a ella le gustaban las series y a él los medios audiovisuales, eso tenía que significar que algo tendrían en común, ¿no? —. Pues espero que te asciendan, seguro que te lo mereces— afirmó, dándole el beneficio de la duda, no lo conocía de nada como para poder valorar su trabajo.

—Solía ser redactora para un periódico hasta hace relativamente poco, pero decidí buscar otras oportunidades... Tengo un blog de viajes— explicó, y siempre que lo hacía se sentía tentada a enseñarlo, pero si cogía su móvil en ese momento acabaría por llamar a sus amigas para recordarles lo malas que eran —. Así que bueno, hago reseñas sobre restaurantes, hoteles, lugares turísticos. Y eso me permite viajar— comentó, profundizando un poco en su explicación para no parecer una aburrida.  

Se sonrojó ante la emoción repentina del contrario, porque siempre se encontraba explicando cómo se ganaba dinero de un blog cuando hablaba de ello. A sus padres les tuvo que contar de mil maneras diferentes hasta que se dieron cuenta de que su hija no iba a morirse de hambre siempre y cuando siguiera escribiendo, y aunque algunos meses eran mejores que otros, no le hacía falta nada e incluso pudo irse a vivir sin compañeros de piso.

—He visitado unos cuántos sitios, si— comentó, siendo modesta teniendo en cuenta la cantidad de sellos en su pasaporte —. Se aprende mucho viajando, espero que tengas la oportunidad de hacerlo en algún momento— aseguró, pensando que si aquella cita tenía éxito tal vez podrían viajar juntos. Se dio cuenta rápidamente de que se estaba adelantando demasiado a los hechos.

—Se me podría dar mejor— se burló, porque realmente la gastronomía era uno de sus puntos débiles, e incluso se había planteado hacer un par de cursos de cocina solamente para entender algunos términos y poder usarlos mejor en su escritura —. ¿Qué tipo de comida te suele gustar? Tal vez así podamos reducir la cantidad de opciones, o podríamos pedir algo para compartir— dijo, mirando por encima la carta para ver qué le llamaba la atención a ella.

Por el momento, la conversación estaba fluyendo de manera sencilla y no se sentía incómoda, al menos hasta que levantaba la mirada y veía las cámaras, y le daba por alisarse un poco la falda.  

Victoria sonrió tímidamente, intentando ocultar el nerviosismo al apartarse el cabello del rostro antes de volver a mirarlo. Tenía un nudo en la garganta, y temía que si dejaba de hablar, la conversación se haría incómoda y entonces saldría en medio de un silencio horrible en televisión nacional.

—Eso suena a mucho arroz y macarrones— dijo, porque ella también había estado ahí, sobre todo la empezar con su blog. No tenía tiempo y estaba convencida de que podría quemar hasta el agua hervida, así que no se esforzaba demasiado. El tiempo le había enseñado que debía mantener una dieta un poco más balanceada si no quería desmayarse al quedarse escribiendo hasta altas horas de la noche, fue una lección difícil pero la aprendió.

—Podríamos pedir algo de antipasti, y tal vez probar una de las pastas y la piccata al limone?— preguntó, con un acento italiano que seguramente la avergonzaría ante toda Italia, si alguien llegaba a ver ese programa en ese país —. Por el postre podemos pelearnos luego— bromeó, porque no aceptaría menos que un buen tiramisú.
 

—Bueno, si hay una segunda cita, puedo hacer yo la comida— comentó, intentando plantar una semilla de esperanza en todo lo que estaba pasando, porque si no se lo tomaba con algo de normalidad esperando que tuviera futuro, no podría seguir allí sentada. Estaba intentando con fuerza no pensar en las cámaras, esa era la parte más intimidante de todo.

Victoria sabía que ella también era una patata, sin embargo, había crecido con una única frase en la mente: confunde y vencerás. Su madre la decía para todo, fingía que tenía idea de todo un poco y a veces colaba. En otras ocasiones la echaban de las tiendas, pero eso no lo contaba tanto como sus éxitos.

—Un par de veces, si. Aunque estoy segura de que me queda mucho por ver— aseguró, porque apenas había podido visitar un par de ciudades —. La comida está buenísima, tiene que ser mi gastronomía favorita del mundo— afirmó, aunque tenía buena competencia, siempre acababa refugiándose en los mismos platos de pasta, por eso no juzgaba que el contrario tuviera un intenso aprecio por los macarrones —. ¿Hay algún lugar así que te gustaría conocer?— preguntó, por seguir la conversación, si dejaba que muriera sería incómodo seguro.