La amenaza sobre el reino mágico estaba sobre las cabezas de todos los magos y brujas, pero sobre todo en aquellos que vivían en Reino Unido. La influencia de Voldemort había ido creciendo poco a poco, haciéndose cada vez más fuerte y trayendo más adector a su lado. Un discurso conocido, uno que atraía el odio de aquellas familias más antiguas, unas que deseaban que la rueda dejase de girar, que su legado fuese el único importante. La magia debía ser pura, aquellos que decidían mezclarse con los muggle o que por alguna razón desarrollaban sus poderes sin venir de un lugar puro debían ser tratados como inferiores.

Desapariciones, torturas y muertes.

Una mancha negra creciendo cada vez más rápido, hasta los confines más seguros del reino mágico: Hogwarts. Aquellos cursando su último año conocían los riesgos, la forma en la que la bruma empezaba a subir, como, a pesar de su juventud, tendría que tomar un bando. Para algunos era fácil, saber donde posicionarse y hacia donde caminar, para otros aunque la respuesta fuese obvia también tenían mucho que perder.

Sirius Black acababa de ser eliminado de su árbol familiar, ese último verano en casa de los Black, Walburga, no dudo en alzar una última amenaza a su hija mayor y cuando este no cedió a sus exigencias la respuesta fue clara. El resto del verano lo vivió en el jardín de los Potter, sintiendo el arrepentimiento crecer en su pecho. No por su madre, ni por su familia, sino por ese hermano tan noble que no era capaz de negarse a las exigencias de sus progenitores.

Y ese era el mayor temor de Sirius, uno que lo haría dudar, porque la orden del fénix tenía su nombre escrito, pero proteger a su hermano era uno muy diferente. Tanto, que las dudas de su corazón llevarían una tormenta, no solo hacia su familia sino también hacia su pareja: Marlenne.

¿Qué decidir cuando tu corazón está dividido, honor o lealtad?

El verano se le había hecho muy largo, y eso no era algo que le pasara a menudo a Marlene. Pero estaba deseando que llegara septiembre para subir al tren y cruzarle la cara a Sirius por no dar señales de vida.

Lily consiguió retenerla, aunque opinaba que su modelito no era para nada adecuado y que debería cambiarse por el uniforme cuanto antes. Pero estaba rompedora y quería que su novio, si aún lo era, la viera con él y se diera cuenta de lo que se había perdido en esos meses.
El caso es que se portó bien y se quedó con las chicas en su compartimento. Hasta que la pelirroja desapareció para dar aviso a los de primero, que se fueran cambiando y esas cosas. Toda una prefecta su amiga.
Y con suerte arrastraría con ella a Potter, eso era un obstáculo menos.

Dorcas y Alice se quedaron solas. Ella tenía una misión.
Los chicos eran animales de costumbre, aunque no lo admitieran, y habían vuelto al mismo compartimento de otros años. Solo tuvo que abrir la puerta y dejar que la mirasen antes de sonreír.- Oye, Remus, ¿por qué no vais tú y Peter a saludar a Dorcas y Alice? Seguro que le alegras el día. -Le guiñó un ojo y esperó a que pillasen la indirecta.

Había estado centrada en hacerse la indiferente, pero cuando salían miró de reojo a Sirius y luego Remus le hizo un gesto que la hizo suspirar. No iba a poder cruzarle la cara.
Tan solo pasó al interior y se sentó frente a él.- ¿Me has extrañado al menos? -Hizo un puchero, esperando que se riera de lo ridícula que estaba siendo.

Había pasado de ser una de las personas que podía despilfarrar sus monedas sin preocuparse a contar cada una como si fuese la última que fuese a tener. No era que Sirius se estuviese muriendo de hambre, lo bueno de tener una cámara a su nombre era que en el momento que cumplió la mayoría de edad su madre no pudo tocar ninguna de las monedas que se habían depositado ahí. Tras haber tenido que vivir en el jardín de los Potter, el joven Black, no dudo en sacar una cantidad indecente para tenerla con él, si de alguna forma su madre conseguía retirar el dinero tendría para sobrevivir hasta adaptarse a la vida fuera.

Si es que había una.

Aquel viaje a Hogwarts estaba siendo lúgubre, los mayores sabían el peligro al que se enfrentaban y todos hablaban de pelear. Lamentablemente la mente de Sirius viajaba por más de un camino. Nunca antes se había preguntado tanto, creía que podía seguir siendo el chico descuidado, pero al verse fuera de casa la vida se atragantó. Sin opciones, tuvo suerte de tener buenos amigos, pero su mente estaba en su hermano.

Podría haberle buscado, pero sabía que Regulus no lo querría ver, en su lugar estaba allí, sin atender a las tonterías de sus amigos, teniendo que dar muchas explicaciones y sin saber por donde empezar. Sobre todo, cuando Marlene apareció antes de tiempo. Sus amigos salieron del compartimiento y al verla sentada a su lado solo pudo sonreír como un tonto.

—Claro que te he echado de menos — respondió, bajando la pierna del asiento y alejándose de la venta para extender a la mano hacia ella —. Simplemente es que las cosas se han complicado este verano, no quería que te relacionaran, los Potter ya están en la lista negra, pero tu familia no — la neutralidad todavía se mantenía, aunque no podrían saber por cuanto tiempo.

Soltó el aire despacio, apretando los labios como si la información quemase en la punta de su lengua. Querría ser un novio normal, el mismo con el que ella había empezado a salir, despreocupado, cariñoso y bromista. Se daba cuenta ahora que tenía más dudas de las que debería.

— Mi madre ha cumplido su amenaza, por fin — comunicó, como si esto diese luz a la razón por la que apenas había podido responder a un par de sus cartas —. Seguramente habrán quemado el correo que me mandaste, pero de alguna forma soy un Black renegado — seguro que Meda y él podían crear algún tipo de club.  

Parecía que a pesar de estar siendo tan tonta, no iba a conseguir arrancarle a Sirius una sonrisa. Y era una pena, porque le gustaban sus sonrisas, y escuchar su risa. Y que la cogiera y la sentara en su regazo y le soltara besitos en el cuello para que se olvidase... que era el escenario despreocupado que había estado dibujando en su cabeza.
Pero no parecía que la cosa fuera a salir bien en ese sentido, ni mucho menos. Porque Sirius llevaba una tristeza encima que no podía comprender del todo, solo intuía que algo había pasado ese verano y que lo había cambiado por completo.

Cogió su mano entre las suyas cuando se la extendió y se inclinó para mirarle a los ojos.- Una lechuza no es tan incriminatoria... me la podías haber mandado a través de James y Lily. -Le recordó, aún tratando de arrancarle algo de ese bromista del pasado, pero sin lograrlo.

Y era normal que no consiguiera nada, con lo que le contó después.- Sirius... -Marlene se levantó y se sentó a su lado para pasar un brazo por sus hombros y atraerlo hacia sí.- Lo siento mucho. -Por supuesto que su familia no era perfecta, bastante lejos de serlo en realidad, pero eso no significaba que no doliera lo que había pasado o que no estuviera pasándolo mal por adaptarse a vivir sin ellos... por no hablar de todo lo demás a lo que se estaban enfrentando.- ¿Dónde has estado entonces? ¿Con James? -Suponía que sí, había mencionado a los Potter, así que era lo más probable.

Los labios de Sirius se convirtieron en una fina línea. Millones de ideas parecieron cruzar su mente, queriendo explicar que era más complicado que aquello. Conocía la ferocidad que Marlene podía poseer, su pasión era lo que siempre lo atrajo hacia ella como un hechizo. La adoraba, a pesar de los años que su relación habían sido más bromas, recordaba perfectamente su primer beso. Esos juegos que se habían convertido en algo más, consiguiendo que Sirius fuese sincero y obtuviese ese si a querer salir con él.

— Mi madre es mucho más peligrosa de lo que crees, Marlene — aseguró, porque los Black vivían en aquel pedestal, creyéndose mejores que nadie. Walburga nunca había dudado en aprovecharse de su posición. El apellido que portaba no era suyo de nacimiento, pero lo llevaba con más orgullo que su padre, era la Black más peligrosa que existía —. Tú familia tiene suficiente, no necesitan más ojos sobre ellos — menos porque su hija estuviese saliendo con el paria de los Black.

Los brazos del Gryffindor rodearon a la mujer, permitiendo que la cabeza reposara sobre el hombre de Marlene y aspirando su aroma. Todo lo que ocurría en ese instante podía detenerse ahí, en ese lugar seguro que no le haría tener remordimientos. En los brazos de la joven nada parecía importar, ni siquiera esa horrible sensación de haber dejado a su hermano solo ante el peligro.

— Técnicamente hablando podría decirse así — respondió, riendo por lo bajo y rascándose la barbilla —. En realidad, he estado en una tienda de campaña en su jardín — aunque claro, la tienda de campaña era más grande que muchas casas muggle, pero eso era otra historia. Habían permitiendo que robase un espacio en su jardín y había sido suficiente —. He tenido esa suerte, pero no ha sido fácil, todavía siento que todo me da vueltas — suerte tenía de mantener el dinero en su cuenta de Gringots, cumplir la mayoría de edad había sido suficiente para que Walburga no pudiese acceder a su cuenta.

Lo único que esa vieja bruja estaría lamentando.

Solo podía asentir a sus palabras sobre su madre. Posiblemente tenía razón, no se hacía idea de cómo de terrible tenía que ser esa mujer, de lo que significaba vivir con alguien con ese tipo de convicciones. Capaz de expulsar a su propio hijo.
No, jamás podría acercarse a hacerse una idea real de cómo era Walburga Black.
Y quizá también era cierto que de haber acudido a ella, sus problemas hubieran aumentado. Los Potter ya estaban preparados para defenderse, sus padres por otro lado... seguían tratando de permanecer al margen. Y, como hija que odiaría que les pasara nada, ella trataba de no reprochárselo.

- ¿Técnicamente? -Inquirió ante aquella respuesta enigmática sobre su paradero ese verano. Pero lo entendió todo cuando se lo explicó. Una tienda de campaña en el jardín de los Potter, era... original, desde luego.- Bueno, en cierto modo, una tienda de campaña es como tener tu propia casa. Pero yo te habría metido en un sitio más cómodo y calentito. -Insinuó, enredando sus dedos en los rizos oscuros de Sirius.

De todos modos, aunque él había podido bromear un poco, no quería abusar de eso. Todo estaba aún cubierto por esa nebulosa oscura, casi podía sentirlo ahora que lo sabía, lo veía en esa oscuridad de sus ojos.
- Es normal, Sirius. -Suspiró.- Pero ahora estamos en Hogwarts y estamos todos juntos. Vamos a ayudarte en lo que quieras, ¿vale? -Intentó animarle, cogiendo su mano.- Y también podrás ver a Regulus y quizá hablar con él. -Sabía lo mucho que Sirius se preocupaba por su hermano y que si había aguantado tanto en su casa había sido por no dejarle solo. Ese verano ya no había podido ser, suponía que no le había visto desde entonces.
- Además, me tienes a mi, y no te vas a poder librar de mi como este verano. -Sonrió un poco, intentando animarle.- Quiero que me lo digas, cuando necesites algo. Por favor. -Esa petición, sin embargo, era muy seria. Quería que contara con ella, que confiara en ella, que supiera que no se iba a ir de su lado. Si es que lo había dudado en ese tiempo.

La forma en la que Marlene respondió hizo que una sonrisa cruzase su rostro. Apoyó la cabeza sobre el hombro de la joven, agradeciendo esa sutil caricia sobre su cabeza. Su compañía llenaba su corazón mucho más de lo que ella creía, a pesar de las inseguridades que intentaba mantener al margen. La idea de pensar en Regulus todavía le revolvía el estómago, saber que estaría en aquel tren, cargando con un peso que no merecía.

— Marlene, si lo dices con ese tono haces que mi mente pura y virginal piense en obscenidades — bromeó, como si una parte de él pudiese considerarse de esa forma. Sirius había tenido una sonrisa particular desde quinto año, esas ganas de comerse el mundo y probar más de lo que debería, muchos se sorprendían de la capacidad que había tenido Marlene para detenerlo, hasta sus amigos hicieron apuestos para ver si aguantaba. No había duda de que podía ser alocado, pero Sirius era una persona fiel a sus creencias, a sus amigos y sobre todo a su pareja.

La tensión en sus hombros fue obvia, la mención de su hermano consiguió devolver esa pequeña nube a su cabeza. Apartó la mirada sin darse cuenta, fijándose en el paisaje que cambiaba frente a ellos, el aire retenido en sus pulmones. No sabría como acercarse a Regulus, como pedirle disculpas, temía verlo demacrado, sus hombros hundidos por lo que su madre pudiese haber hecho.

— Nunca pensaría en librarme de ti — admitió, acariciando su cabeza suavemente —. Discúlpame, prometo no dejarte fuera otra vez — intentó sentirse confiado en sus palabras, sin saber que él mismo terminaría defraudando a la joven más que nadie —. ¿Una cita en ese lugar aburrido de té serviría como disculpa? — Sirius ofreciéndose a pasar el rato con ella en su primera visita a Hogsmade, ese año que por fin podrían pedir whisky de fuego, debería considerarse verdadero amor.

Sabía que esa insinuación, por simple que fuera lograría arrancar una de esas sonrisas. Era una pequeña victoria, porque era lo que había esperado encontrar al buscarle. Y porque Sirius se merecía poder tener momentos en los que seguir siendo el chico que siempre había sido.

- Vamos, Sirius, tú nunca has tenido de eso. -Bromeó ella con una suave risa. Recordaba muy bien cuando había descubierto la facilidad con la que cualquier chica caería en sus redes y cómo todas iban detrás de él, le daba un poco de rabia verlo por entonces. Y ahora todas se tenían que aguantar porque ni les dedicaba más de dos vistazos.

Pero aunque hubiera sido perfecto continuar en aquella burbuja de noviazgo, era importante hablar de la realidad que se les venía encima en Hogwarts, quería que Sirius supiera que iba a estar ahí si necesitaba hablar de su hermano o de cualquier cosa. Por mucho que tuviera al trío maravilla alrededor siempre, ella quería formar parte de eso.

Y parecía haberlo conseguido, sonrió al recibir aquella caricia en su cabeza- No lo he dicho para que te disculpes. -Reconoció, porque no era su intención al mencionarlo.- Pero acepto cualquier compensación igualmente. -No iba a perder la oportunidad tampoco, no era una Hufflepuff.- Así que una cita los dos solos no estaría del todo mal. -Había que incidir en lo de "solos" porque normalmente en Hogsmeade era bastante difícil que los amigos de ambos no revolotearan alrededor.- Y podemos ir a algún sitio más interesante después de tomar el té. -Porque sabía que la tetería no era uno de los sitios favoritos de Sirius, por eso tenía más valor el sacrificio, pero no le importaba ir luego a Las Tres Escobas o cualquier otro sitio.

Los ojos de Sirius rodaron un par de veces, fingiendo estar ofendido por una realidad que Marlene había tirado directamente a su rostro. Era obvio que inocente no era la primera palabra que saltaba a la vista cuando uno veía a Sirius. Su reputación lo respaldaba, pero estaba bien sentir un momento de alivio, notar la calidez de Marlene y la forma en la que estaba intentando hacerlo sentir mejor. Lo hacía ver que había elegido bien cuando empezaron a salir, que su corazón no se había equivocado.

— Lo sé, tan solo quiero compensarte porque soy consciente de mi posición y como no siempre puedo ser el mejor para ti — respondió, notando ese pinchazo. Si su familia no fuese tan asquerosa, si el mundo mágico no estuviese al borde de la guerra, tal vez, ellos podrían ser personas normales.

Una sonrisa cruzó su rostro y no dudo en inclinarse para robar un beso de los labios de su chica. Lo que fue una dulce caricia se intensifico por unos segundos, hasta que Sirius se recordó que alguien más podría verlos. Incomodar a Marlene nunca era lo que buscaba, pero el sabor de sus labios calmo parte de la tormenta, deseando sentir un poco más, perderse en sus brazos y fingir que todo iba bien.

— ¿La tienda de quidditch? — Preguntó, como si la chica no estuviese cansada de acompañarlo allí cada vez que bajaban.

No era que quisiera ponerse alarmista, pero aquella tienda sería lo poco que quedaba de los lugares en los que Sirius podía sentirse seguro. Asegurar que tenía dinero y que podía vivir por su cuenta no se comparaba con la incertidumbre que en realidad su apellido sería como una maldición el resto de su vida.

No iba a ser fácil.
Era su último año y el mundo mágico estaba poniéndose patas arriba. Algunos intentaban hacer como si nada, pero era más que evidente que estaban pasando muchas cosas.
La situación de Sirius era una prueba de ello.

Pero era tan fácil querer hacer caso omiso de esas cosas, querer quedarse ahí en el abrazo, como si nada más existiera. Quizá se lo pudieran permitir, juntos, unos momentos al día.
- Sirius. no tienes que compensarme. Y eres el mejor. -Le recordó, mirándole seriamente a los ojos, para que empezara a creerse lo que decía. Porque también era muy fácil dejarse llevar por la negatividad, y eso no podían permitírselo, eso solo les perdería en la oscuridad. Era lo que otros querían que pasara y ellos tenían que luchar para no dejar que ganasen.

Se relajó al sentir aquel beso, que ganó en intensidad por momentos. Marlene se dejó, claro, y lo correspondió. Pero Sirius lo cortó, seguramente dándose cuenta de que allí no estaban a salvo de miradas indiscretas. Empezar el curso con una regañina por espectáculos inapropiados no era la idea.

Se rio alegremente cuando su propuesta de ir a cualquier otra parte después de la tetería terminó con aquella pregunta.- Eres como un niño pequeño, ¿sabes? -Bromeó agitándole el pelo.- Pero vale, te acompañaré a comprar juguetes nuevos. -O a verlos, porque estaban aquellas escobas que incluso a ella le encantaban, pero que no se podían permitir.

Marlene miró por la ventana y se dio cuenta de que ya no faltaba mucho para llegar a Hogwarts.- Quizá tendríamos que irnos poniendo el uniforme. -Hizo un puchero con los labios, eso implicaba separarse un rato.- Al menos podré volver a verte con corbata, te queda demasiado bien. -Añadió a modo de consuelo y eso que era casi imposible verle con la corbata bien puesta.

Arrugó ligeramente la nariz al escucharla, estrechándola una vez más entre sus brazos y dejando un beso sonoro en su mejilla, con toda la intención de molestarla y hacerla reír al mismo tiempo.

— ¡No son juguetes! — Anunció, pues su colección de las replicas de snitch de los últimos cinco equipos que habían ganado el mundial de quidditch era una reliquia valiosa que algún día estaría expuesta en la chimenea del hogar que compartirían. Le gustaban esas pequeñas salidas, tener en sus manos lo que haría parte de su futuro y así poder volver a esos momentos atrás. Además, si debía pararse a pensar en su futuro, Sirius, era consciente que Marlene siempre estaba en la fotografía. No eran tan melosos como James y Lily, pero nadie que los viera podría dudar de los sentimientos que compartían.

Su mueca dejaba más que claro lo que pensaba del uniforme, siendo de los más mayores uno pensaría que tendrían derecho a vestirse un poco como quisiera, pero los profesores siempre existían ese mínimo de maneras en el primer día. Entendía que los niños de primero estaban nerviosos y necesitaban ese pequeño empujón, pero tras siete años la tortura de la corbata era suficiente.

— Espero que lo disfrutes, porque dudo que vayas a verla mucho más — bromeó, dejándola marchar, mientras él mismo se estiraba para coger lo que le faltaba del propio uniforme. Estaban en ese punto, un último año que lo cambiaría todo y puede que machacase sus esperanzas más de lo que le gustaría.

Marlene se rio ante la respuesta de Sirius y aquel tono ofendido por lo que había dicho y le quitó importancia con un gesto de la mano y dándole un beso rápido en la mejilla. Se preguntaba dónde habría dejado su muy extensa colección de artículos de quidditch, pero no era algo que fuera a decir en voz alta, por miedo a que no la hubiera podido llevar consigo.
Sabía lo mucho que había invertido en ella, y lo mucho que le gustaba.

Nada de lo que le había pasado era justo.

Se levantó para acercarse a la puerta y se giró al escucharle hablar de la corbata. Chascó la lengua.- Eso quiere decir que tengo todo un curso para demostrarte los divertidos usos que puede tener una corbata. -Le guiñó un ojo y salió del compartimento.- Te veo luego. -Le lanzó un beso y regresó junto a sus amigas para empezar a cambiarse.

El uniforme era algo soso, pero al menos podía usar un jersey unas tallas menos para que quedara bien pegado a su busto y marcara las curvas que le habían salido a lo largo de los cursos. Y nadie podía decir que no iba apropiadamente vestida. Se hizo una cola que adornó con un lazo para estar más cómoda durante el primer gran banquete.

Y cuando el tren llegó a la estación se preparó para su último año en Hogwarts.

— ¡Regulus, por favor! — Exclamó Sirius por los pasillos, viendo como las evasivas de su hermano se clavaban en su pecho una tras otra —. Entiendo que la cague, pero tienes que escucharme, al menos hazme ese favor — pidió, extendiendo la mano hacia este y viendo como realizaba un movimiento brusco para quitárselo de encima.

— No tengo nada que hablar contigo, asqueroso traidor — masculló entre dientes, tenso como pocas veces le había visto. Vio su actuación, pero ese brillo de odio bien entrenado por su madre no llegó a su mirada.

A pesar de todo, Sirius, lo dejó marchar. Estaba intentando mantenerse en un difícil equilibrio. La situación en el colegio era cada vez más turbia. Los bandos estaban claros y los mismos profesores no sabían bien como llevar las clases con normalidad. Estar en Hogwarts no les impedía conocer la situación fuera el colegio. Las ganas de luchar de todos ardían en las reuniones de grupo, querer cambiar el mundo, acabar con los malvados.

Si, un mundo idílico en el que Sirius no podía entrar de cabeza. Se quedaba bastante callado, pensativo y poco animado, porque sabía bien que estaba al otro lado. Nunca defendería a su madre, era una mujer fría y vil que tan solo buscaba su propio beneficio. Los Black eran una religión para ella y Sirius sabía bien que siempre elegiría su apellido por encima de sus hijos, ya lo había probado aquel verano. Lamentablemente, Regulus era otro tema.

Su hermano estaría al pie de ese cañón, siendo el niño bueno que sus padres querían, porque nunca había deseado defraudarlos, aunque no pensará como ellos. Esa simple idea lo ponía nervioso, ¿cuántos más estarían en esa misma situación? ¿Atrapados entre lo que creían correcto y lo que se esperaba de ellos?

Estaba demasiado perdido en su cabeza, aún con la mano extendida hacia alguien que ya no estaba. Bajó la mirada a su mano, sintiéndose pequeño e insignificante. No podía cambiar el mundo, si lo intentaba acabaría con lo poco que quedaba de su familia y si no lo hacía la oscuridad los rodearía a todos.

Hogwarts debía ser el lugar más seguro del mundo mágico. Presumía de estar ajeno a todo lo que sucedía fuera...
Pero era una gran mentira. La mayoría de los alumnos y profesores recibían algún periódico a la semana. Por no hablar de las cartas de sus familiares, aunque ella era consciente de que sus padres no le contaban todo lo que estaba pasando.
Había magos luchando contra magos, familias en peligro. La sensación de estar allí apartados de todo empezaba a ser asfixiante.

Marlene había empezado el curso con esa ilusión de que era el último, de que podría disfrutarlo todo lo posible. Pero cada día se le hacía más difícil no pensar en lo que esperaba al otro lado de la graduación. O incluso antes. Porque entre las paredes del colegio era muy evidente que los alumnos estaban cada vez más divididos.

Iba a contar a sus amigos que había rumores de que prohibirían los duelos después de un altercado el día anterior entre dos alumnos de quinto curso. Pero alguien casi chocó con ella por el pasillo y esa idea se alejó cuando vio que era Regulus. Siguió caminando para descubrir que allí a la vuelta de la esquina estaba Sirius... no le hizo falta demasiado para imaginarse lo que podría haber pasado.

En cualquier otro momento, al encontrarse así, Marlene se habría saltado todas las normas -como de costumbre- corrido hasta Sirius para abrazarse a él, o besarle, o adoptar cualquier otro tipo de actitud escandalosa. Pero no le pareció el momento. Él parecía ajeno a su presencia y ella solo se la hizo notar cuando ya estaba a su lado, poniendo una mano en su hombro.

- Vamos al viejo embarcadero. -Le dijo, esperando que quisiera acompañarla allí para hablar o simplemente para estar en otro sitio.- Tengo una botella escondida allí -Insinuó, también era otra forma de desahogarse.

¿Cuánto tiempo se había quedado quieto en la misma posición? La boca le sabía a ceniza y sus puños se quedaron apretados a ambos lados de su cuerpo. La imagen de Regulus desapareciendo por el pasillo todavía latía en su cabeza. Walburga había tenido que meterle algo en la cabeza, redactado una y otra vez las razones por las que su hermano no era una buena influencia a la que acercarse. Conocía su posición y como los puros estaban haciéndose con el control en esos tiempos oscuros, contra lo que peleaban todos los de su alrededor y él estaba en esa línea. Suficientemente traidor como para no querer saber nada de los puros, al igual que alguien preocupado del futuro de su hermano.

La presencia de Marlene fue una sorpresa agradable, su suave toque en el hombre lo trajo de vuelta al mundo real. Un salvavidas en mitad de aquella tormenta que había amenazado con engullirlo, al menos, cuatro veces. Volteó el rostro hacia ella, forzando una sonrisa que quería verse natural, ese chico resuelto y divertido que ella tan bien conocía. Trabajaba todos los días por seguir manteniendo las apariencias, que nadie viese la verdad bajo los pedazos rotos que portaba con él.

— ¿Alcohol a estás horas de la mañana? — Preguntó, tomando la mano de Marlene y llevándola a sus labios para dejar un casto beso sobre sus nudillos —. Es usted una mala influencia, señorita McKinnon — soltó de manera jocosa, sintiendo que no la podía engañar, que a pesar de sus arduos esfuerzos podía ver al chico que fingía ser un hombre —. No negaré que soy un fácil, así que por favor, guíeme. — Hizo un gesto dramático con su mano libre, viendo si Marlene emprendía la caminata hacia el lago.

Estando a su lado era más fácil, caminar por los pasillos y hacer como si nada. La gente se quedaba mirándolos, pero no había mucho con que interrumpirlos. Eran una de esas parejas que la gente envidiaría sin importar lo que hicieran.

— ¿Cómo has conseguido colarla en el colegio? — Tuvo que preguntar, las últimas veces los profesores le tenían tan calado que los cacheos eran necesarios para el mayor de los Black.

Aunque seguía preocupada por él, dejó salir una de sus risas, que reverberó por el pasillo haciendo que les mirasen más, cuando Sirius dijo que era una mala influencia.- Esa soy yo. -No tenía sentido negarlo. Le gustaba divertirse y no siempre se podían cumplir las normas para conseguirlo.

Sabía que no se iba a negar a acompañarla después de aquel beso en su mano, así que tiró de la unión que les mantenía juntos para empezar a caminar hacia allí. No se sabía el horario del chico, pero le importaba bien poco si le hacía faltar a una clase. Si lo que necesitaba era olvidarse de Hogwarts o de lo que había pasado, ella iba a ayudarle con ello de todas las formas en que pudiera hacerlo.

Sirius aprovechó el paseo para preguntarle cómo había conseguido esa proeza, colar una botella de alcohol en el colegio y llevarla a un escondite seguro sin que la pillasen no era nada fácil. No lo había sido, claro.
Marlene sonrió al darse cuenta de que ya estaban en la salida que daba hacia el embarcadero.- Tengo mis secretos, querido Sirius. -Pronunció ella, adelantándose unos pasos con una sonrisa divertida.- Pero podría contarte este... si ganas la carrera. -Y sin más aviso que aquel empezó a correr hasta el embarcadero, pero con toda la intención de dejarse alcanzar, de escuchar la risa del chico, de verle disfrutar de algo después de haberle encontrado de aquella forma.
Le había parecido que estaba muy afectado por lo que había pasado.

— Así que secretos, ¿eh? — Respondió, intentando sonreír como lo hacía habitualmente, volver al Sirius que Marlene conocía tan bien. Necesitaba esa felicidad en el cuerpo, algo que le recordara que no dejaba de ser el chico animado que todos conocían. Si perdía ese toque no sabía que quedaría de él, no deseaba ser un mártir o que lo viesen como alguien que había que proteger por todo el tema de su familia.

Así que se sintió feliz de como Marlene trató la situación, viendo como lo empujaba ligeramente antes de decirle que harían una carrera. Sirius se mantuvo en silencio, parpadeando varias veces mientras la veía marchar, correr por delante de él con su uniforme y sus preciosos rizos rubios saltando tras ella. No podría estar más enamorado de la mujer más hermosa de todo aquel colegio y por un segundo olvidó el dolor que sentía y se llenó de dicha.

Corrió tras ellas, dando grandes zancadas y poniendo todo su ímpetu en esa carrera, en el animal que corría por sus venas cada vez que se transformaba con sus mejores amigos. Sus ojos brillaron y cuando estaban cerca del lago alcanzó a Marlene, pero en lugar de adelantarla la atrapó haciendo que ambos rodeasen por la hierba. Por un momento olvidó todo lo demás o que pudiesen mancharse, hasta que alguien pudiese verlos. Tan solo rodó con ella, riendo y disfrutando de esa brisa que golpeaba contra ellos, ese septiembre que amenazaba con que el tiempo pronto empeoraría.

— Eres de lo que no hay — se quejó cuando dejaron de rodar y el quedó encima de ella, un brazo apoyado al lado de su cabeza, poniendo un poco de altura entre ellos. Inclinó su rostro para poder alcanzar los labios de Marlene y la besó allí, en esa hierba cerca del lago, que olía a libertad y lo hacía sentir vivo con ella a su lado.

Marlene estaba completamente segura de que Sirius no rechazaría el reto de la carrera. Aún así sintió bastante alivio cuando lo escuchó a su espalda. Porque por un momento había temido que la cosa hubiera sido demasiado grave, tanto como para que él no quisiera pasar tiempo con ella.

Se le escapó un chillido agudo cuando sus manos la atraparon y cayó al suelo con él, rodando por la hierba colina abajo, entre risas y algún que otro golpe cuando daban con una piedra por el camino. Era lo bastante divertido como para que los posibles moratones no importasen lo más mínimo. Era necesario para volver a ver a Sirius con aquel brillo en los ojos, esa chispa que amenazaba con apagarse conforme todo se iba volviendo más y más oscuro en el mundo mágico.

Cuando pararon, él estaba sobre ella, una posición que no le molestaba demasiado.- Bueno, debe de gustarte eso, o no estarías perdidamente enamorado de mí. -Respondió ella a su queja, rodeando su cuello con los brazos, esperando que se inclinara como hizo para besarla.
En esos momentos no importaban las normas del colegio ni que los pudieran castigar por estar ahí en medio dando una escena. Le importaba un comino lo que cualquiera pensara, siempre que ellos estuvieran bien.

Al separarse, su mano fue a su mejilla y le apartó uno de esos endiablados rizos del rostro.- ¿Estás mejor ahora? -Preguntó. Quería saberlo, quería que estuviera bien. Quería ayudarle a estar bien.

Era mucho más que eso.

La palabra enamorado se quedaba corto para todo lo que pensaba que era Marlene. Lo completaba. De un modo que ni siquiera él entendía. Desde siempre había tenido que encajar en un molde, su familia nunca se lo puso fácil y cuando entró en Hogwarts decidió demostrar que no todos los Black eran iguales. Había levantado la cabeza con orgullo y hecho amigos, pero también había tenido que forzar mucho esa narrativa despreocupada y bromista para que la gente de verdad lo creyese. Que no era un mago oscuro, que la sangre no era lo más importante, que podían confiar en él.

Con Marlene siempre fue sencillo. No tenía que ocultarle nada porque ella veía a través de todos esos muros, se daba cuenta de cuando estaba mal. Por eso no quiso llamarla en verano, temió que viese lo roto que estaba, que se lo dijese a James o sus padres, cuando había fingido bien dentro de aquella tienda de campaña.

— Me gusta todo de ti — afirmó — y si, estoy perdidamente enamorado de ti, espero que nunca se te olvide.

Inclinándose para robar un beso de esos labios carmín, de esa mujer que agitaba su mundo y hacía que se moviera aún cuando la tristeza lo paralizaba. Quedaba mucho camino y no podía permitirse rendirse, ella le recordaba que no era justo que lo hiciera.

— Un poco, aunque creo que alguien me prometió alcohol — sonrió pícaramente, volviendo un poco en sí, en ese idiota Gryffindor que siempre estaba viendo donde podían saltarse las normas.

Se apartó de ella, levantándose primero sacudiéndose un poco los pantalones (manchados de verdín) antes de extender la mano hacia ella. La ayudó a levantarse, viendo su cabello mecerse con el viento. Si que era hermosa.

— En fin, he hecho nuestro camino mucho más corto por la ladera, ahora espero mi recompensa — aseguró, como si la caída y las risas fuesen la mejor forma de bajar.