Birch había reemplazado a Ander en su puesto, un trabajo mayor y también más peligroso, en cuanto su nombre salió de aquellos altavoces durante la cosecha. Fue en ese mismo instante cuando un sentimiento de culpa se instaló en él y en el resto de sus hermanos, porque todos sabían cuántas teselas había solicitado su hermano por ellos y las veces que su nombre figuraba allí.

Ahora era su turno para intentar mantenerles, además de con el trabajo, consiguiendo comida como fuera necesario. A su hermano no le habían dado tiempo de enseñarle lo suficiente, debido a que si iban juntos al bosque cabían más posibilidades de que los pillasen. Apenas conseguía nada de las trampas que ponía y el arco... era su punto débil.

Por eso salía a practicar por la tarde, tenía que mejorar, tenía que conseguir que Ander pudiera descansar en paz. Y si alguien lo pillaba podía decir que estaba entrenándose para los juegos del año siguiente. Seguro que incluso les gustaba oír que había un chico tan loco por allí como para querer ir a vengar a su hermano.

Aquella tarde estaba desconcentrado, había habido un accidente en el bosque, mientras cortaban las ramas arriba. Una cuerda se había roto y otro chico había quedado colgando, el latigazo le había hecho bastante daño, pero tenía suerte de seguir contándolo. Si hubiera caído del todo, seguramente no lo habría contado.

Katherine apenas tenía fuerzas para salir de su habitación. Sus hermanas lo intentaban, de verdad que lo hacían... Ahora tenían la posibilidad de dedicarle tiempo a su hogar, a intentar animarla. Las habían trasladado a las residencias que el capitolio había dispuesto para los ganadores, no hacía falta decir que no tenían demasiados vecinos en aquel extremo de la ciudad. Sin embargo, Katherine no encontraba ninguna paz en aquella casa que era demasiado grande para ellos. No estaba segura de cómo vivir ahora que no tenía motivos que la obligaran a levantarse todos los días de la cama.

El cansancio recorría cada una de sus extremidades, pero decidió que era momento de dejar de rechazar la merienda que sus hermanas se esforzaban por preparar. Aunque el Capitolio les diera todo en la palma de la mano, ellas seguían buscando maneras creativas de hacer diferentes tipos de bizcochos, que en ocasiones salían a compartir con algunos de sus amigos del distrito. A Katherine no le importaba cómo se gastaran los infinitos privilegios que le correspondían por ser la ganadora de su distrito aquel año, al menos alguien allí estaba disfrutando de ello.

Comió en silencio, porque pedirle una conversación ya era demasiado pedir. Sabía bien que era lo que necesitaba su familia, pero después del tour que había hecho por todos los distritos tras ganar los juegos, ya había agotado toda su energía para fingir delante de la gente. No quería hacerlo también en casa.

Quizá fue su misma necesidad de dejar de ignorarlo todo que se levantó, anunciando que saldría a dar un paseo. Cogió sus cosas, ese equipo que ya no necesitaba para nada, pero que le recordaba a un tiempo donde su vida era mas fácil... ¿Quién diría que luchar todos los días por sobrevivir sería mas fácil que lo que estaba viviendo en ese momento cuando nada le faltaba?

El problema era justamente ese... Algo le faltaba.

Cuando se sumergió en el espesor del bosque esperó soledad. Siempre que salía lo hacía lo suficientemente tarde como para que la jornada laboral hubiera acabado para la mayoría de los habitantes del distrito siete.

Sin embargo, la sorprendió una figura en la distancia, que le resultó terriblemente familiar. ¿Sus ojos acaso la estaban engañando? No sería la primera vez... Pero, al acercarse poco a poco, reconoció la familiaridad del chico, esa que guardaba con su mejor amigo, al que no había podido salvar.

—¿Birch?— preguntó, alertando al chico de su presencia, dándose cuenta rápidamente de que sus sentidos no estaban alerta porque no la escuchó llegar —. ¿Qué haces aquí?— agregó, ignorando que a su lado estaba apoyado el arco con el que Ander la había enseñado a cazar.

Apenas era capaz de acercarse a la diana que se había dibujado con el cuchillo en uno de los árboles. Decidió que quizá estaba muy lejos y debería probar antes con algo más cercano. Así que buscó entre los árboles uno que pudiera servir. Debía encontrar uno con la corteza lo bastante rugosa como para que no se notara lo que había estado haciendo. Difícilmente iban a probar que se trataba de él, pero la intención era regresar a aquel lugar más a menudo.

Apenas estaba marcando algunos puntos en la corteza cuando escuchó su nombre. Se tensó en el momento, sorprendido por la presencia desconocida. No importaba que el tono no hubiera sido amenazante.
Al girarse, pudo ver a Katherine, la gloriosa ganadora de los juegos, la supuesta mejor amiga de su hermano. La ira hizo presa de sus ojos con ese simple pensamiento.

- Solo estaba practicando. -Respondió sin más.- Supongo que no te importa, el bosque es lo bastante grande... aunque seguro que si te quejas te cercan un buen trozo junto a esa casa que te han dado, ¿verdad? -No era más que la niña mimada del Capitolio ahora, gracias a la muerte de su hermano.

Intentó no hacer caso a su presencia, ignorarla y seguir con lo que estaba haciendo, hacer como si no existiera. Así que cogió el arco y apuntó al árbol solo para que la flecha se desviase de su objetivo.- ¡Mierda! -Escupió al suelo antes de ir a buscarla, no podía permitirse perder ninguna entre la maleza.

No esperaba que una mirada tan fría le diera la bienvenida, pero ahí estaba. Intentó no identificar en él el odio que le devolvía el espejo cada vez que se atrevía a fijar su vista en su reflejo, pero fue inevitable por la intensidad con la que se giró, sorprendido por la cercanía repentina. Dio un paso hacia atrás, casi por inercia para no invadirlo demasiado.

Sus palabras cortaban aun más que su expresión, y tal vez le había sentado mal si no sintiera que, de una u otra manera, se lo merecía.

—No tengo intención alguna de adueñarme del bosque, no es así como funciona.— ¿Y cómo funcionaba si no? En ese instante tenía un poder que nunca había pedido, que detestaba, pero que le correspondía aunque estuviera manchado de sangre. Sería incapaz de alterar la forma en la que todo funcionaba, ni siquiera le gustaba su casa.

Lo vio disparar, e inmediatamente se dio cuenta del error que estaba cometiendo al tensar el arco. Dio un paso hacia adelante sin darse cuenta, pero la flecha salió ladeada antes de que pudiera decir nada.

—Estás demasiado tenso— afirmó, intentando mantenerse alejada en caso de que el chico sintiera la necesidad de mandarla un poco más a la mierda —. Puedo ayudarte— agregó, tragando el nudo que se formó en su garganta mientras intentaba ignorar esa conversación que había tenido con Ander años atrás.

La presencia de Kat le molestaba, más de lo que podía decir con palabras. Pero tampoco lo ocultaba, en su mirada y sus gestos era fácil de adivinar que la odiaba con todas sus fuerzas. La odiaba porque ella había vuelto y Ander no.
Pero también sabía que no se habría sentido del todo bien si lo que hubieran mostrado las cámaras hubiera sido su cuerpo en lugar del de su hermano.
Igual que era consciente de que gracias a su victoria aquel año todo el distrito recibía unos suministros que les harían la vida más fácil. Pero cuando se acabasen, no habría más y tendrían que volver a la pobreza.
Solo que saber esas cosas no iban a conseguir que fuera más amable con ella.

- ¿Y cómo funciona? -Preguntó, entrecerrando los ojos.- Déjalo, no me interesa. -Suponía que solo tenía que pedirle el favor a alguno de esos mandamases con los que se codeaba en el Capitolio.

De todos modos, le dio la espalda, decidido a seguir con lo suyo, sus muy torpes intentos de dominar el arco que pertenecía a su hermano.- ¿Por qué ibas a querer ayudarme tú? -Preguntó, con la mirada encendida de furia.- No te necesito, me las puedo apañar solo. -Así tardara mil años. Un nuevo lanzamiento, otra vez fallido.- Si no hubieras dejado morir a Ander no necesitaría hacer esto.

Una luz de esperanza se encendió en su cabeza, y se apagó a la misma velocidad. Sabía por Ander que Birch jamás había sido la persona mas fácil del mundo, pero no lo recordaba cargando con tanta amargura sobre sus hombros... Y ella desearía no imaginarse el motivo por el cual ahora levantaba ese peso, no cuando ella misma lo llevaba encima.  

Levantó la barbilla, porque a pesar de todo tenía cierto orgullo. Nunca había sido la chica mas dulce, de hecho era bastante tosca y sus respuestas sarcásticas eran mucho más habituales que las políticamente correctas. Los juegos no le habían arrebatado eso, por el contrario se encontró con que su orgullo era su mejor mecanismo de defensa.

—¿Por qué iba a querer?— preguntó, más para sí misma que para el contrario. No esperaba que sus palabras fueran a punzarla más que cualquier cuchillo, pero le atravesaron el pecho. Se obligó a mirar hacia otro lado, porque su primer impulso fue apretar los puños, y no deseaba que el hermano de Ander se convirtiera en el objetivo de su frustración.

—Birch, créeme que ni siquiera tú me odias tanto como yo me odio a mi misma por lo que ocurrió— respondió —. Pero, le prometí a Ander que cuidaría de vosotros y no vas a conseguir cazar nada si tus flechas siempre salen ladeadas— agregó, intentando reducir la brusquedad en su tono de voz, aunque no pareciera que estuviera haciendo ningún esfuerzo por ello.

La miró con el rabillo del ojo cuando repitió su pregunta.
No creía que esperase respuesta, o que la fuese a dar.
Pero a una parte de él le habría gustado saberlo.
¿Qué demonios hacía allí? ¿Por qué no le dejaba en paz?
¿Por qué tenía que seguir trayendo con ella el fantasma de Ander?
No, eso último lo sabía. La última vez que había visto a su hermano, estaba con ella. Casi siempre estaba con ella, eran amigos inseparables. Los dos se apoyaban para ayudar a ambas familias. Los dos eran igual de idiotas cargando con todas las teselas para proteger a sus hermanos.
Kat era demasiado parecida a Ander.
Y quizá eso era lo que respondía a todas las preguntas.

Se mordió la mejilla por dentro al escuchar la forma en que hablaba de odiarse por lo que había pasado. Una parte creía que se lo tenía merecido, la otra decía que mejor ella que otro. Pero eran esas contradicciones de su interior las que le ponían de aún peor humor.

- Ander ya no está. Puedes olvidarte de esa promesa. -Respondió con su sequedad habitual.
Un nuevo tiro y tuvo que reconocer que tendría razón, que nunca iba a conseguir nada y como siguieran así toda su familia moriría de hambre por su culpa.
Además, tenía que reconocer algo.- Pero él no la habría olvidado... -Ander habría ayudado a sus hermanas si hubiera sido ella. Suspiró, frustrado consigo mismo.- Está bien. Dime lo que tengo que hacer y vete. -Aceptó a regañadientes.

Kat no respondió al principio. Sabía que podría olvidarse de lo que le había prometido, podría darse la vuelta e ignorar la situación, seguir con su vida de privilegios donde no volvería a pasar un solo día de hambre. El sacrificio hecho en los juegos le había arreglado la vida a su familia, y aunque no estaban exentos de peligro, al menos el nombre de sus hermanas no estaría repetido en día que los reunieran a todos nuevamente en la plaza para convocar a otros tributos.

Sin embargo, era incapaz de soltar. No podía darle la espalda a la situación, porque sabía bien que Ander no habría dejado a sus hermanas de lado aunque ella estuviera muerta. Birch pareció llegar a la misma conclusión que ella.

No lo rebatió, tomó su arco para enseñarle cómo posicionar los brazos, cómo tensarlo y a qué altura debía estar para que la flecha no saliera desviada. Lo hizo con su arco, el arco viejo que había construido con Ander después de muchos intentos, porque ignoraba los regalos del Capitolio como si le ardieran las yemas de los dedos al tocarlo. Se sintió casi tranquila al soltar la flecha y ver que esta impactaba directamente hacia uno de los conejos que había estado rastreando, la flecha cortó el viento, pero el animal no pudo reaccionar.

Se movió unos cuantos metros hasta localizar otro.

—Ahora inténtalo tú, te corregiré la postura— dijo, en un susurro y esperando a que el chico se moviera para poder ayudarlo —. Estás demasiado tenso, relaja los brazos un poco o la flecha saldrá torcida— comentó, tomándose el atrevimiento de acercarse e intentar elevar sus brazos a la altura correcta.

Se apartó un poco para dejar espacio a Kat y observó todos sus movimientos. Su arco podría haber sido el mejor que pudiera hacerse, pero el que portaba era casi idéntico al suyo, casi idéntico al de Ander.
Birch vio cómo se posicionaba, cómo se estiraba y tensaba los músculos. Cómo llevaba la cuerda hacia atrás y apuntaba. Y siguió la flecha hasta que impactó contra aquel conejo llevándose su vida.
Con un arco en los Juegos, Kat habría ganado mucho antes. No tenía duda.

Se había quedado un tanto ensimismado, por lo que se sorprendió al escucharla decir que le tocaba a él.
Encontró el punto al que se refería y pudo ver al conejo que andaba por allí buscando algo que llevarse a la boca. No eran conejos demasiado grandes, porque la comida para ellos también escaseaba en aquella época del año. Pero serían suficiente para un pequeño festín en casa.

Se preparó para tirar, imitando su postura, concentrándose en hacerlo bien.
Concentrándose demasiado, al parecer, porque Kat tenía razón en que estaba muy tenso.
Aunque le hubiera gustado decirle que el que ella le tocase no iba a relajarle, dejó que mejorase su postura. La flecha casi se deslizó de sus dedos y, por alguna clase de suerte, acertó en el blanco.
De haber estado solo, Birch habría saltado de la alegría, pero era demasiado consciente de la presencia a su lado. Apoyó el arco en el suelo y asintió en dirección a Kat.- Gracias. -Y casi podía decirse que le costaba pronunciar esas palabras.

La tensión no se alivió en el primer momento, y Kat pensó que tal vez no mejoraría nada. Sin embargo, Birch pareció concentrarse por un instante en el resultado más que en el proceso, y aprovechó ese momento para presionar sus hombros hacia abajo y ayudarle a bajar los codos hasta que pudo tensar el arco de forma adecuada. Sabía que, si el conejo se mantenía en esa posición, daría en el blanco... Y lo hizo.

Una sonrisa pequeña se dibujó en su rostro al verlo, sin embargo, esta desapareció tan pronto como su mirada se cruzó con la del contrario. Podía sentirse orgullosa, pero él no necesitaba escuchar de sus labios las palabras que Ander le habría dicho, las que ella se sabía porque se las había dicho cuando aprendió.

—No es nada— aseguró ella, caminando en dirección a los conejos y cogiéndolos a los dos para entregárselos al chico y que pudiera transportarlos en la bolsa que también se le hacía familiar —. ¿Te han enseñado a despellejarlos?— preguntó, solo por asegurarse y sin asumir nada, porque era una lección que también tenía bien aprendida.

Sus manos estaban llenas de asperesas y cicatrices, de marcas por todas las veces que se había cortado con la navaja o rasgado las palmas caminando por el bosque. Todo contaba una historia, una que la avergonzaba por la forma en la que había concluido para el hermano del chico a su lado.

Viendo que Kat fue a recoger los conejos, él empezó a buscar las flechas perdidas entre la maleza. No era solo que las necesitara para seguir cazando en el futuro, sino que si alguna partida de reconocimiento pasaba por ahí y las veía, se meterían en un lío. No solo él, todos los de la zona.

Asintió a la pregunta.- Era yo el que se encargaba de hacerlo. -Respondió.- A Ander nunca le gustó la tarea. -Por supuesto que lo haría si no tuviera más remedio, pero había algunas cosas desagradables que prefería ahorrarse. Y era el caso.
Quizá si hubiera sido alguien más cruel o a quien nada de aquello le importase, habría sobrevivido a los juegos. Pero era un pensamiento contradictorio, teniendo a Kat allí también. No es como si quisiera verla muerta tampoco.

- Lo que más me costó siempre fue conseguir dejar que la piel fuera utilizable después... para poder intercambiarla en el mercado. -Al principio solo conseguía hacerla jirones, con el tiempo logró mejorar en ello. No le importaría escuchar si había algún truco al respecto.