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    Alchemist
    Ivanka
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    Vie Sep 24, 2021 5:53 pm

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    CON Marcus EN Torre Ravenclaw A LAS 16:30 del 24 de enero de 1997
    ¿Y entonces se puede entrar? — Preguntó Donna absolutamente metida en el relato sobre su escaramuza al laboratorio de alquimia. Alice movió la cabeza de lado a lado. Mejor no mentir a la chavala. — No es que “se pueda”. — Dijo poniendo las comillas con los dedos. — O sea, yo no debería haber entrado. Y si Marcus te pregunta, tú di que no sabes ni qué es la alquimia. — La chica se encogió de hombros. — Es que no lo sé, pero por lo que has contado tú, tiene una pinta buenísima. — Alice caminaba rápido, y Donna la seguía a pasitos rebotadores por el pasillo hacia la sala común.

    Desde que las desalmadas aquellas se metieran con ella, o Alice o Hillary iban a esperarla a la salida de las clases, y la acompañaban a la sala común. Y si estaban solas, Donna se quedaba con ellas, pero si estaban los chicos, se escabullía y desaparecía. Así que aprovechó ese momento, que era tan bueno como cualquier otro, para preguntarle. — Oye, ¿no te caen bien Marcus y Sean? — Donna le miró con los ojos muy abiertos y cara de haber visto un colacuerno a su espalda (vivía así prácticamente). — ¿Los niños que son amigos vuestros? — Alice asintió y Donna agachó la cabeza, boqueando. — Es que… Es que… Nunca… No suelo hablar con chicos. Los chicos de mi pueblo eran un poco brutos y crueles, y nunca querían jugar con una chica, y las chicas eran más como Cassey y su grupo que como vosotras… — La miró con los ojos repentinamente brillantes. — Yo tenía un amigo, en la playa donde veraneábamos. Fuimos amigos mucho tiempo de pequeños, y no se notaba como si él fuera un chico y yo una chica… — Alice la miró frunciendo el ceño. — Marcus es un chico y yo una chica y es mi mejor amigo. Y Hillary y Sean. Y Marcus y mi prima Jackie… En fin, que es bastante normal. — Donna se quedó mirándola. — Pues… La receta de eso no la tengo yo. Cuando crecimos, ese niño empezó a separarse de mí y… Como siempre, sola. — Ella entornó los ojos. — Mira, Marcus es un encanto, y trata a todo el mundo como si estuviera en una novela de caballería. — Su amiga movió la cabeza, entornando los ojos. — Bueno, te trata a ti así. Con Hillary se pelea a veces. — Alice chasqueó la lengua e hizo un gesto con la mano en el aire. — Bueno, es que Hills le pone frenético con los agobios. Pero se quieren así. — Aseguró muy tranquila. — Marcus es un amor, y Sean es muy divertido, y seguro que no tienen ningún problema en que te quedes con nosotros si quieres. Cuantos más seamos, mejor, indudablemente. —

    Total, que ya habían llegado a la sala de Ravenclaw, y justo visualizó a Marcus bajando de lo alto de la Torre. — ¡Anda mira! ¡Qué buena oportunidad para que le conozcas y veas lo que te digo! No, no, Alice, por favor, no.Que sí, ven. No puedes salir huyendo cada vez que veas chicos. — Dijo tirando de ella en dirección a su amigo. — ¡Ey, Marcus! ¿Qué tal? — Tiró un poco más de Donna para que no se escondiera detrás de ella. — Igual te suena esta chica, está mucho con Hills y conmigo, pero dice que le da vergüenza hablar con Sean y contigo. — Se giró para mirarla un poco. — Se llama Donna Hawthorne, es de primero de Ravenclaw. — Donna asomó la cabecita por su hombro con vergüenza, sin mediar palabra. — Ya le he dicho que no muerdes pero no sé qué más decirle para que entienda que es bienvenida en el grupo. — Dijo, como si hablara de una hija díscola. Frunció el ceño y miró las escaleras. — ¿Qué hacías en Astronomía? ¿Estabas con la señora Granger? — No era de extrañar. Donna las perseguía a ellas, ella perseguía a Marcus, y Marcus a los profesores, era un bonito ecosistema.
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    Vie Sep 24, 2021 6:16 pm

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    CON Alice EN Torre Ravenclaw A LAS 16:30 del 24 de enero de 1997
    Bajó las escaleras muy contento y divisó a Alice junto a... Esa niña que les huía siempre. Se había dado cuenta de que, era aparecer Sean y él en escena, y la chica se borraba. ¿Le caerían mal? Parecía un poco tímida... Podría presentarle a Lex, que era de su curso y tampoco era muy hablar... Aunque vaya alegría iban a ser los dos juntos.

    - ¡Hola! - Respondió contento, llegando junto a Alice. - ¡Supergenial! - Es que estaba muy contento, y verás cuando Alice supiera por qué, se iba a morir de envidia. Se asomó un poco y saludó con la mano y una sonrisa. - ¡Hola! Yo soy Marcus O'Donnell. - Extendió el brazo y esta dudó un poco, pero al final le estrechó la mano de vuelta. Se encogió de hombros. - No te preocupes, mi hermano también es muy tímido y le cuesta hablar con las chicas... Bueno, con la gente en general. - Más adecuado. - Se llama Lex, también es de primero, aunque está en Slytherin. - La niña pareció hacer memoria y al final dijo. - Ah, sí. Lo he visto. No habla con nadie. - Ese es. - Dijo Marcus con una risa, pero la chica aún parecía reticente. Lo dicho, os llevaríais bien.

    - A mí se me ocurre algo para darle la bienvenida al grupo. - Se metió la mano en el bolsillo de la túnica y sacó el paquete de varitas de regaliz. - ¿Quieres? - La chica entornó los ojos y miró a Alice, como si le estuviera pidiendo permiso. Eso era raro. Se lo pensó un poco, pero al final puso una sonrisita y avanzó al paquete para meter la mano. Aunque se detuvo un tanto extrañada, mirando la bolsa. - Solo quedan dos. - Ah, sí. - Dijo, mirando también el interior un tanto ruborizado, rascándose la nuca. - Perdón, es que... Las he compartido con mi amigo Peter y no tiene límites. - Él no era un mentiroso, pero es que a veces le daba vergüenza reconocer lo mucho que comía. Y total, como Peter no estaba allí... - Yo ya me he comido muchas, así que para vosotras, una para cada una. - Dijo contento, dándoles a las chicas el paquete.

    A la pregunta de Alice, negó, sin perder la sonrisilla. - ¡No! Estaba... Resolviendo un misterio. - Se irguió e hizo una caída de ojos. - Mi amigo Peter y yo, que estamos ambos en el Club de Misterios, llavábamos días investigando... - Él llevaba días investigando, Peter solo le seguía la corriente. - ...Sobre cierta sala que aparece y desaparece... - Alzó las palmas de las manos. - Y ya no puedo decir nada más, porque... Es información solo apta para los miembros del club de misterios. - Por supuesto que lo iba a contar, si por algo estaba buscando a Alice. Pero se tenía que hacer un poquito el interesante primero.
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    Vie Sep 24, 2021 8:42 pm

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    CON Marcus EN Torre Ravenclaw A LAS 16:30 del 24 de enero de 1997
    Marcus solía ser un chico alegre y entusiasta, pero aquel día estaba como especialmente entusiasta. Alice le miró con una ceja alzada, pero no quería interrumpir el curioso flujo que traía Marcus y Donna, tratando de no interferir. Claro, que Marcus venía tan contento, que Donna no podía negarse mucho rato a ser, aunque fuera, un poquito receptiva. Reprimió una risa cuando dijo lo de Lex. No, no es que le costara hablar con las chicas, es que no lo hacía directamente. En dos años, Alice debía haberle sacado, dirigidas a ella directamente, unas veinte palabras y muy largo se lo estaba fiando. Pero bueno, Marcus sí sabía hablar con las chicas, y sobornarlas con regaliz. Ella lo rechazó y le miró con picardía. — Para ti… Vaya a ser que de los veinticinco que trae el paquete, Peter se los haya comido todos. — Qué glotoncillo era su amigo.

    Pero en cuanto empezó a hablar, la cara de Alice se demudó. — Perdona, ¿he entendido mal? — Aunque sabía que no. Lo sabía perfectamente, vaya. Solo podía ser la sala de los menesteres. Esa sala que aún estaba esperando “que fueran a descubrir” desde el primer día. — Yo no doy crédito. — Dijo cruzándose de hombros. — O sea, no solo te vas a buscar la sala de los menesteres sin avisarme, si no que te llevas a Peter Bradley y luego vienes aquí todo contento a restregármelo en la cara. — Soltó un suspiró seco y ofendido. — Alice, ¿estás enfadada? —Preguntó Donna con vocecilla asustada. — ¡Hombre, pues claro que lo estoy! — Señaló a Marcus. — Él sabe perfectamente que quiero descubrirlo todo. Y siempre está como “Alice yo te lo cuento todo” “Alice, yo quiero descubrirlo juntos” “Alice, tranquila, ya lo iremos descubriendo” y luego si intento algo yo ya está con las normas en la boca todo el día. — Dejó caer los brazos y le miró más ofendida aún, sin parar de moverse y con las coletas rebotando como si estuvieran enfadadas también. — Y encima viene y me dice que es “información del club de misterios”. — Dijo poniendo las comillas y mirándole agresivamente. — El que me lo contaba todo.

    Y sin mediar más palabra se fue al pie de las escaleras y gritó. — ¡Barón! ¡Barón de Cauldron! — Donna llegó corriendito a su espalda. — Alice, ¿qué haces? — Dijo bajito. — Llamar al Barón de Cauldron. Él iba a enseñarme la sala el primer día. — Alzó la voz. — Y le dije que no por ir con Marcus. Pero si no quiere ir conmigo, él sabrá. — Donna la miró con cara de cachorrito. — Yo creo que te estaba vacilando… No se le ve cruel.Pues que vacile menos. — Dijo cruzándose de brazos y dando con el pie en el suelo, esperando al barón.

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    Vie Sep 24, 2021 9:21 pm

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    CON Alice EN Torre Ravenclaw A LAS 16:30 del 24 de enero de 1997
    Vale, esa no era la reacción que esperaba para nada. Abrió la boca sorprendido, pero ni siquiera le dio tiempo a responder, porque le cayeron encima un aluvión de reproche. ¿¿Qué había hecho?? Al menos Donna parecía tan desconcertada como él. - ¡Pero si venía a contártelo a ti la primera! ¡Acabo de salir! - Se defendió con un tono entre triste y desconcertado. Estaba seguro de que se le había ido el color de la cara cuando Alice aseguró de esa forma que estaba enfadada. - ¡No me he ido con Peter en vez de contigo, ni quería restregártelo! - Intentó seguir a la chica, pero no paraba de dar vueltas. Parecían un gato y un ratón.

    - Ha sido una misión del Club de Misterios. - Puso expresión enfurruñada y trató de defenderse, aunque quedaba un poco ridículo dando vueltas detrás de ella. - ¡Te dije que te apuntaras conmigo y no quisiste! - Bufó. - ¡Pero es que yo lo he hecho dentro del marco de la legalidad, y tú quieres escaparte por ahí, jo, no es lo mismo! Y podría haber sido peligroso, pero teníamos unas coordenadas. ¡Mira, si traía el mapa para enseñártelo! - Dijo sacándoselo del bolsillo, pero nada, Alice ni caso. - ¡Venga, Alice! ¡No te enfades! ¿Por qué te crees que he venido a contártelo la primera? - Bufó otra vez y alzó los brazos. - ¡Si me he aburrido un montón con Peter! Solo quería ver cosas de quidditch. -¿A Peter le gusta el quidditch? - Preguntó Donna con ojitos brillantes. Marcus rodó los ojos y masculló. - Demasiado. - Y siguió en su empresa de perseguir a Alice. - Sí que es información del Club de Misterios, pero venía a contártela, ¡es solo que no me has dado tiempo! ¡Jolín, que va en serio! ¡Y deja de dar tantas vueltas, que me estoy mareando! - Rogó, y de hecho se detuvo y se llevó la mano a la frente. Le iba a venir bien comerse esa varita de regaliz, que menudo mareo.

    Lejos de pararse, la chica se fue hacia las escaleras y empezó a llamar al Barón de Cauldron a gritos. Marcus miró a los lados con los ojos muy abiertos. - Verás, que al final se va a enterar todo el mundo. - Se dirigió a ella de nuevo y chistó, dando una patadita enfadada en el suelo. - ¡Que sí quiero ir contigo! ¡Si es que no escuchas, solo gritas! - Wow wow, qué juventud tan alterada. - Dijo la burlona voz del fantasma, que apareció voleteando por allí. - Muchacho, te veo en todas partes a todas las horas del día. No serás un fantasma tú también, ¿no? Aunque muy lozano pareces para serlo. - Barón, dígale a mi amiga Alice lo que he dicho al salir de la sala. - El fantasma puso una expresión pensativa y dijo. - Que la próxima vez, llevaría usted más varitas de regaliz consigo. - ¡No eso! ¡Lo otro! - ¡Oh! Perdona mi despiste, muchacho, tengo la cabeza en las nubes. - El ente se rio de su propio chiste, pero allí ninguno de los presentes tenía ganas de bromas, así que carraspeó y dijo. - Le dijo a su compañero que le disculpase, que debía partir presto a contarle a esta joven dama lo que acababa de descubrir... O eso mismo, pero en el idioma que usáis en este siglo. - Marcus se cruzó de brazos y puso una sonrisa artificial, girándose a Alice. - ¿Ves? - Alzó las palmas. - Pero no me creas, si no quieres. Vete con el fantasma a ver la sala. - ¡Oh, wow, mis disculpas! - Exclamó el ente, alzando las manos. - No quisiera ser yo una tercera parte entre una joven parejita... Otra vez. - No somos una "parejita". - Respondió Marcus con tono burlón. - Somos amigos... Supuestamente. - Se cruzó de brazos y miró con dignidad a otra parte. - Porque los amigos se creen el uno al otro, y está claro que a mí Alice no me cree mucho. -
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    Vie Sep 24, 2021 10:58 pm

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    Se cruzó de brazos ofendida. — ¡Pues no! ¡No quise! Porque en el club ponen muchas normas y hay puntos, y descubrir no debería ser una competición si no una inquietud, y encima teneis días concretos para hacer esas cosas, y yo quiero poder descubrir cuando quiera yo, porque yo soy libre. — Y había dicho aquello en voz demasiado alta. Pero es que estaba ofendida. Ella, tratando de controlarse para poder descubrir las cosas con Marcus y el otro yéndose con Peter. Luego bien que se quejaba de que solo hablaba de quidditch, ¡pues le estaba bien empleado! — Pues no es lo que has dicho cuando has llegado, todo seguro tú de ti mismo con que es información privilegiada del club. — Dijo con voz burlona. — Y si lo que querías era hacerte el gracioso, haberlo hecho con otra cosa. — Vamos, si es que había que explicarlo todo. ¡Y ahora encima que gritaba! Bueno sí, estaba gritando. Pero merecidamente, ¿no?

    Esperó de brazos cruzados a que viniera el fantasma, desoyendo las quejas y jadeos de Marcus, mientras Donna parecía querer decir algo. — ¿Qué te pasa? — Espetó Alice. — Que… ¿Crees que ese Peter querrá jugar conmigo al quidditch? — Ella entornó los ojos y señaló el pasillo con una mano. — Pues ya sabes, llégate a la sala de Gryffindor. — Donna puso mala cara. — ¿Y si Cassey está allí? — Alice resopló. — Pues date brío y píllale antes de que llegue, no puedo decirte otra cosa. ¿No estás enfadada? — Le preguntó. — No. — Dijo más bruscamente de lo que deseaba. — Entonces… ¿Me puedo ir? — Alice suspiró y trató de bajar el tono. — Que sí. No te preocupes por mí. Ve con él. Peter te lo va a agradecer. — Y justo entonces apareció el barón.

    Pero ya tuvo que meterse Marcus en la conversación antes de que ella pudiera siquiera meter baza, lo que le hizo poner los ojos en blanco y resoplar. Pero el barón dijo que sí, que quería contárselo la primera. Ahora se sentía un poco mal por haberse puesto así, pero es que llevaba casi dos años soñando con el momento en el que encontraran la sala juntos, como debieron hacer el primer día. Se sentó enfurruñada en la escalera, ignorando los chistecitos malos del fantasma y sintiéndose confusa. Nunca se había enfadado con Marcus. Y ahora lo había hecho por un malentendido…

    Claro, que en dramatismo ganaba siempre su amigo. “Supuestamente” lo que había que oír. Chistó y negó con la cabeza. — No voy a dejar de ser tu amiga por eso. ¿Quién dejaría de ser amigo de alguien por algo así? — Preguntó casi más al aire que a Marcus. Se abrazó las piernas pero no cambió el mohín de la cara. — Solo me molesta que hicieras por tu cuenta algo que yo llevo desde que entré queriendo hacer. Y que no hice porque quería que lo hiciéramos juntos. — Miró al techo ofendida y tragó saliva. — ¿Peter… Es mejor compañero de descubrimientos que yo? — Esa pregunta le había quedado más lastimera de lo que quería, pero es que le daba mucha pena pensar que Marcus prefiriera aprender cosas con otra persona que no fuera ella. Sin mirar aún al chico dijo. — Para mí… Tú eres el que mejor me entiende del mundo… Sienta muy mal pensar que yo no lo soy para ti. — ¿Por qué tenía un nudo en la garganta ahora?

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    Vie Sep 24, 2021 11:36 pm

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    CON Alice EN Torre Ravenclaw A LAS 16:30 del 24 de enero de 1997
    Subió las manos a la altura de la cabeza con desconcierto. ¡No, claro, Alice preferiría que fuera "entrad en el laboratorio de Alquimia sin permiso" o "probad hechizos hasta que consigáis meteros a vosotros mismos en un tarro"! ¡No te fastidia! - También hay días concretos para las clases porque, si no, sería un caos. Y uno querría dar Pociones y el otro Encantamientos, y los profesores tendrían que pasarse una hora con ochenta personas de diferentes cursos y otra sin gente, y habría gente que no iría nunca y otros que estaríamos todo el día en clase. ¡Por eso existen los horarios, no es un capricho! - De verdad, no entendía por qué tenían que estar discutiendo sobre eso.

    Lo dicho, Donna tendía a desaparecer, pero en ese caso casi que mejor. En primer lugar, porque vaya mala impresión le estaban dando a la chica ahí discutiendo. Y en segundo, porque él quería contarle el secreto de la Sala de los Menesteres a Alice, obviamente, pero a Donna... No tenía nada contra ella, pero no la conocía de nada. ¿Y si iba contándolo por ahí y le echaban a él del club por hacer que un misterio dejara de ser un misterio porque se había enterado todo el mundo? Bueno, no había ninguna norma al respecto para eso, pero... Tenía sentido.

    El fantasma hizo una floritura en el aire y se fue, mientras Marcus esperaba muy digno las disculpas de Alice... Pero la chica se había sentado enfadada en las escaleras. Pues nada, así se podían quedar. O no, porque Marcus se ablandaba muy pronto, y de hecho, se ablandó cuando dijo que quería descubrirlo con él y por eso no había ido antes. Frunció los labios apenado. Vaya... Ya podía haberle puesto cualquier excusa a Peter y haberse ido con ella, simplemente no había caído, pensó que estaría bien si se lo contaba justo después. Lo que le pilló por sorpresa fue la pregunta, tanto que parpadeó confuso. Y con su confesión, sintió un pellizquito en el corazón y puso cara de pena. ¿Eso había pensado Alice? Puf, ahora se sentía un idiota total.

    Se acercó a ella y se sentó a su lado en las escaleras. - ¿Estás de broma? Peter no es mejor compañero que tú ni de lejos, para ninguna cosa, pero menos aún para los descubrimientos. - Arqueó una ceja. - ¿Sabes lo que había pedido ver en la sala? Otro campo de quidditch. - Puso una ofensiva cara de confusión y bufó. - Tiene uno gigante ahí fuera y pide otro, por no hablar de que son todos iguales. Solo césped y muchos aros. - Negó con la cabeza. Claro, como que él no había pedido otra biblioteca teniendo allí una... - Y claro que tú lo eres para mí. Eres mi mejor amiga, Alice, te lo cuento todo. De verdad que sí. - Rodó los ojos. - Yo no quería apuntarme con Peter, es muy buena gente pero es un ruidoso, y un desastre. Y no entiende nada de lo que te digo, y dice cosas como "¿por qué lees tanto?" y eso. Y creo que desconecta mientras hablo. - Se encogió de hombros. - Pero ya sabes como son los Gryffindor, y cuando vio que me apuntaba solo, se puso en plan "nooo, eso no puede ser, los amigos no pueden estar solos, yo me apunto contigo". - Le imitó. Bajó la mirada y frunció los labios en una mueca de lado. - Con quien quería apuntarme era conmigo... Pero supongo que es demasiado normativo para ti. - Como yo, pensó, y ciertamente no sabía muy bien qué había querido decir con ese pensamiento.

    - También sienta mal que pienses que yo pienso que no pienso que me entiendas. - Vale, eso había sonado raro. Sacudió la cabeza. - Quiero decir... Que sí que eres la que mejor me entiende. Es solo que... Pensaba que ya te había dejado de interesar esto, o que te gustaría que te lo contara. - La miró de soslayo y dijo. - De verdad que me he acordado de ti todo el tiempo. Puede... Que al salir haya dicho lo de las varitas, pero lo otro también. Los fantasmas no mienten. - Se encogió de hombros y puso una sonrisilla. - Y yo tampoco. -
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    Sáb Sep 25, 2021 12:10 am

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    Resopló y volvió a entornar los ojos cuando Marcus empezó con la retahíla de los horarios. — Las clases son una cosa y tienen que tener horarios, pero la curiosidad, el descubrimiento y el aprendizaje personal no tienen un día de la semana. — Cuando más aprendía Alice era observando el mundo que la rodeaba, captándolo todo, anotando mentalmente, porque ya llevaba dos años haciendo el mismo camino por las escaleras todos los días, y raro el día en que no encontraba algo diferente, y ese algo tenía un por qué, y para todo eso no hacía falta un dichoso horario. — No es un examen. Se trata de vivir así la vida… Queriendo más… Queriendo descubrir. — Dijo un poco ofendida. A ver si es que ahora solo se podía investigar los viernes por la tarde y encima medir sus descubrimientos con otra gente, que seguro que se lo tomaba como una competición y no con afán descubridor.

    Devolvió la mirada a Marcus cuando dijo lo de que Peter no era mejor compañero muy rotundamente. Bueno. No iba mal. Y le salió una risita involuntaria cuando dijo lo del campo de quidditch, negando con la cabeza. Solo Bradley. — Sí que son todos iguales… — Volvió a reírse. — Si al menos hubiese imaginado uno especialmente espectacular o algo… — Tragó saliva y mantuvo un poco la sonrisita, aunque ahora se sentía mal por haberle hablado así. — Tú también eres mi mejor amigo. — Murmuró. Luego volvió a reírse y ladeó la cabeza. — Es una creencia bastante fundada. — Peter le caía bien, porque era muy hiperactivo como ella, solo que ponía todo el cerebro en esa actividad y… En nada más. Suspiró cuando dijo lo de demasiado normativo, y empezó a retorcerse los dedos. — No es eso… — Un poco sí lo era. — O sea, sí, pero es que… Yo aprendo así, ¿sabes? Y… — Se rio un poco de sí misma. — Nunca me ha gustado que me digan lo que tengo que hacer… Y de un tiempo a esta parte, menos todavía. Yo descubro para luego almacenarlo aquí. — Dijo dándose en la sien. — No para ganar una competición. Para eso hay otras cosas. — Terminó encogiéndose de brazos.

    Le miró con el ceño fruncido porque, por un instante se perdió en los “que pienses que pienso que piensas”, pero cuando se explicó encogió un hombro, achicando los ojos. — ¿Cuándo no me ha interesado algo que me hayas contado tú? Eres muy listo Marcus, usa la cabeza para analizar a las personas también. — Dijo como si fuera obvio. — Aunque no me guste que me coarten… Eso no quiere decir que no quiera escucharte absolutamente todo lo que quieras contarme, ¿sabes? — Sonrió brevemente cuando la miró. — Bueno, de lo del regaliz estaba segura. — Amplió un poco la sonrisa por un lado. — Y de lo otro también. De hecho, espero que tú a mí también me escuches y que, a estas alturas, ya sepas que negarlo siempre es peor. — Agregó, con una risa, aunque se puso seria otra vez para continuar. — Confío en ti más que en nadie. — Ladeó la cabeza. — Solo… ¿Puedes obviar el hecho de que yo no esté en el club? Soy buena compañera igualmente. Y a mí todo lo que tú me cuentes me interesa. — Había que ver el burro tan tonto que habían cogido los dos cuando… Realmente quería lo mismo. Lo de la falta de comunicación era realmente peligroso. Miró al rededor y dijo, con voz de niña buena. — Entonces... ¿Vas a enseñarme dónde está?


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    Sáb Sep 25, 2021 1:09 am

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    Ladeó la cabeza. - Lo cierto es que al final ha imaginado algo guay. Luego te lo cuento. - Al menos Alice ya parecía menos enfadada. Se encogió de hombros. - A mí también me da igual lo de la competición... Bueno, me gusta ganar puntos para mi casa y que me digan que soy el mejor. -Igual un poquito sí le importaba. - Pero sobre todo quiero saber más cosas del castillo. - Aseguró. - Y me siento más seguro haciéndolo en un club. Además, la jefa es la Profesora Antares. Es la profe de Defensa Contra las Artes Oscuras, así que no va a dejar que nos pase nada malo. - Sonrió de lado, mirándola. - Pero tú eres mucho más divertida. - Lo cierto es que los dos hermanos, el profesor de Pociones y la profesora de Defensa, eran un poquito muermos. Menos mal que a él le entretenían las clases siempre.

    Se encogió de hombros. - Pues nunca, pero... Te gustan tantas cosas, y te interesan tantas cosas, que pensé, a lo mejor se le ha olvidado... Tampoco quería agobiar. - Estaba acostumbrado a que le dijeran que no se cansaba nunca de saber más y más, que era un pozo sin fondo de pedir investigar cosas. Aunque ya debería haber aprendido de que Alice en eso era como él. Rio un poco. - Siempre dices esa frase. - "Negarlo siempre es peor". Le hacía gracia cuando su amiga decía esas cosas. Así acababa confesando todas sus trastadas. Asintió. - ¡Claro! A partir de ahora, todos los misterios de los que me entere, serás la primera en saberlo. La primera de verdad. - Ladeó la cabeza varias veces. - Peter me ha puesto un poquito nervioso, luego ha estado guay, pero por un momento pensé que iba a meterme en un bosque lleno de bichos. -Se puso de pie y, con una enorme sonrisa, le tendió la mano para que se levantara. - ¡Vamos a ello! -

    Se dirigieron hacia el séptimo piso mientras le decía. - ¿Sabes? Lo bueno de esta sala es que, aunque ya la hayas visto una vez, como siempre muestra una cosa distinta, cada vez que la ves es como si fuera la primera. -Comenzó a caminar marcha atrás para poder mirarla mientras hablaba entusiasmado. - De hecho, ¡te cedo elegir tú lo que quieras! Sorpréndeme... Pero que no sea peligroso, por favor. - Sonrió. - Así será la primera vez para los dos, para ti porque nunca has estado, y para mí porque no sé donde me vas a llevar. - Volvió a ponerse junto a ella y sacó los pergaminos de sus bolsillos. - Ah, toma. Esta es la información que recopilé antes de venir. - Le puso expresión de reto y arqueó las cejas. - A ver si se te ocurre como se accede a ella. -
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    Sáb Sep 25, 2021 11:38 am

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    CON Marcus EN Torre Ravenclaw A LAS 16:30 del 24 de enero de 1997
    Alzó una ceja con media sonrisa a lo de que Peter había imaginado algo guay al final. En verdad le hubiese gustado estar en el club pero…. Es que ella quería descubrir siempre. Y a ser posible sin la presión de competir con ello. De hecho, Marcus diría lo que quisiera, pero todo ese asunto de los puntos a él le encantaba. Se rio un poquito de lo de la profesora de defensa. — Pues espero que no pase nada nunca, porque no veo a ninguno de los dos corriendo a ninguna parte para hacer algo. — Qué dos personas tan paradas, por amor del cielo. — Pero si a ti te gusta más así, Marcus, con que cuentes conmigo, me da igual lo demás. — Y había dicho eso de una forma un poco especial… Extraña. Bueno, daba igual, de hecho, porque notó cómo se sonrojaba un poco cuando le dijo que era divertida. Lo intentaba, sí, a Alice le encantaba reírse, y sobre todo, hacer reír a su amigo.

    Frunció el ceño y se rio. — Tú no me agobias. Y me pueden interesar muchas cosas y seguir teniendo algunas más importantes en mi lista. — Hizo un gesto con la mano como en una lista imaginaria. — Únicas… Las primeras, vaya. — Se encogió de hombros y le miró. — Y esas sobre todo, me gusta compartirlas contigo. — Le dio con el dedo en la mejilla sin perder la sonrisa. — Perdona, me he puesto un poco loca… — Se rio. — Es que a veces siento que no soy tan buena compañera porque… — Se encogió de hombros y sacó el labio inferior. — Soy muy poco normativa.

    Pero todo eso daba igual, porque le dijo que a partir de ahora, sería la primera en enterarse. Pues más feliz no le podía hacer, y su sonrisa seguro que daba buena cuenta de ello. Rio con lo de Peter. — Es que va un poco loco, más que yo. Le va la cabeza tan rápido, que a veces le sortea el sentido común. — Y más se rio con lo del bosque. A ver, que siendo Peter, podría ser perfectamente. Pero ahora tenía que concentrarse, que Marcus la iba a llevar a la sala de los menesteres, por fin. No era cualquier cosa.

    Asintió a lo que dijo y ya se puso a dar saltitos alrededor, porque mucho había aguantado tranquilita. — ¡Ya ves! ¿Has pensado cómo será su pinta de verdad? Digo más, ¿tendrá pinta de verdad? O sea, ¿existirá? ¿Podrás desear ver la sala de los menesteres tal como es sin deseos ni nada? ¿Tiene eso sentido? — Ya se estaba viniendo arriba y hablando demasiado. Empezaba a detectar cuando eso le pasaba. Asintió a lo que le dijo su amigo. — Vale, ¡puf! Qué responsabilidad… Tiene que ser una cosa que merezca la pena. — A ver, siempre iba a estar mejor que el campo de quidditch pero… Esperaban más de ellos mismos, eso era así. Aunque, a lo mejor, la clave no estaba tanto en pensar como en… Dejar salir tus necesidades, ¿no? No es tampoco como que pudieras engañar a una magia tan bien hecha…

    Tomó los pergaminos y asintió, contenta de que no fuera simplemente decirle dónde estaba, como habría hecho el Barón de Cauldron, si no dejarle descubrirlo ella misma, y eso le gustaba más todavía. Miró los apuntes de su amigo, haciendo las conexiones en su mente. — Mmmm esto es de “Leyendas y Misterios de Hogwarts”, ¿verdad? — Los otros no los conocía, aí que siguió leyendo, ayudándose del dedo y mordiéndose los labios por dentro, concentrada. Finalmente miró alrededor del pasillo. — Lo del mecanismo me tiene rayada, la verdad. — Se dio con el índice en la boca, dando más vueltas. Quizá debería dejar salir su necesidad simplemente… Estaba atentísima, mirando a todas partes, cuando detectó un sonido a su espalda, viendo materializarse una puerta. — ¿Lo he hecho yo? — Preguntó a su amigo con la boca muy abierta. Acto seguido se puso a dar saltitos de alegría riéndose. — ¡Qué fuerte! ¡Es más fácil de lo que parece! ¡Qué filón tener esto aquí! — Ahora le daba un poco de cosilla lo que pudiera haber dentro… Su cabeza podía ser un avispero de mucho ruido a veces. A ver cuál de todos esos ruidos había escogido la sala. Miró a Marcus y le dio la mano, respirando hondamente. — Juntos. — Dijo con una sonrisita, antes de cruzar la puerta.

    Pero no se esperaba algo así. O no tan grande desde luego. Era un invernadero gigante, de cristal y hierro, que le recordaba a la estación de Orsay de París, pero LLENO de plantas. De las más raras, curiosas, exóticas e increíblemente sanas y bien cuidadas plantas que hubiera visto en la vida. — ¡Mira todo esto! ¡Mira qué sitio! ¿Mi cabeza ha hecho esto? — Rio y salió corriendo por entre los pasillos de plantas. A lo lados había salas ambientales, incluso había un segundo piso abierto al centro que podía ver desde allí y todo estaba fantásticamente bien etiquetado, y al final del pasillo, un arce japonés y un almendro, grandes robustos y llenos de flores. — ¡Es precioso! ¡Es exactamente lo que yo quería! — Rebotó un poco ante el arce y el almendro. Y entonces, mirando esos dos árboles, entendió por qué había necesitado aquello y se le borró un poco la sonrisa.


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    Sáb Sep 25, 2021 8:48 pm

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    CON Alice EN Torre Ravenclaw A LAS 16:30 del 24 de enero de 1997
    Rio un poquito y se encogió cuando le dio un toque en la mejilla, y luego chasqueó la lengua. - Pues claro que eres buena compañera, qué tontería... Aunque tampoco pasaría nada si siguieras las normas de vez en cuando. - Le dio un toquecito bromista hombro con hombro y dijo. - Cuando sea prefecto tienes que portarte mejor, ¿eh? - Rio y siguió caminando. - A partir de ahora, las cosas que vaya a descubrir contigo, prometo ir primero contigo y con nadie más. Y de lo que me vaya enterando nuevo, te lo contaré. ¡Palabra de Ravenclaw! - Aseguró contento.

    - ¡Lo he pensado! - Dijo cuando ella preguntó por su aspecto real. - Es que es rarísimo, ¿sabes? Y Peter dijo algo así como que si deseáramos ver la sala, podría aparecer una sala dentro de la sala, con otra dentro y otra y otra... Y me dio un poco de mal rollo, la verdad, así que no me lo recuerdes. - Como si hubiera sido Alice la que lo había dicho y no él solo. Es que se había quedado con el run run. Al menos Alice se sumó en seguida al entusiasmo de ver qué podía pedirle a la sala, y no pudo evitar que le hiciera gracia. Sí que era una responsabilidad, él había tenido la misma sensación hacía un rato, ahora quería que viviera ella la experiencia, porque al fin y al cabo era un reto de los grandes.

    La miró con los ojos muy abiertos. - ¡Sí! ¿Te lo has leído? Es interesantísimo. - Buah, Peter no sabía ni de lo que le estaba hablando y Alice había identificado el libro solo con una frase. Sí es que la chica en el fondo tenía razón, menuda tontería había hecho llevándoselo a él a descubrir la sala en vez de a ella. Se acercó a ella y señaló. - Y esto lo saqué de "Vivencias de un joven Ravenclaw", está en nuestra sala común y cuenta cosas muy guays. Es un poco antiguo, pero en fin... En un castillo que tiene siglos, ¿qué es antiguo, realmente? - Dijo con una risita. - Y esto me lo contaron los elfos de las cocinas. ¡Fui a hacerles una entrevista! Y me dieron un trocito de pastel de carne recién hecho. - Añadió con una sonrisa de oreja a oreja.

    Esperó con cara de no querer desvelar nada a que Alice llegara ella sola a sus propias conclusiones, viendo como caminaba de un lado para otro. Sin saberlo estaba dando con la clave, como les había pasado a ellos dos, así que la puerta no tardaría en aparecer. De hecho, si la chica no estuviera tan metida en los pergaminos y le mirase, le vería mirando la pared de reojo, delatando la posición donde la sala debía aparecer. Así lo hizo, segundos después. - ¡Sí! ¡Lo has conseguido! - Se acercó a ella. - ¡A nosotros nos ha pasado lo mismo! Al parecer, tienes que dar vueltas por aquí por este pasillo, de un lado a otro, mientras piensas en lo que necesitas. Tengo que perfilarlo más, seguro que tiene algún tipo de mecanismo concreto, o bien hay que pisar ciertas piedras, o son cierto número de pasos... No lo sé, pero eso sí que podemos averiguarlo juntos. - Se encogió de hombros y dijo. - Ensayo y error por ahora. Alguien me dijo que eso también podía estar bien. -Le guiñó un ojo y se dirigió a la sala de su mano, curioso por ver qué habría dentro.

    - Hala. - Dijo impresionado. Claro, siendo Alice, tenía que estar relacionado con plantas. El sitio era espectacular, y se paseó por él mirándolo todo, con los ojos muy abiertos. - ¿Lo has imaginado tú? ¿Así? Es genial. Hay un mont-¡ay! - Le había salido una mariposa de alguna parte y no se la esperaba. Que no le daban miedo, había sido solo por lo imprevisto. Se recompuso de su ridículo saltito hacia atrás y siguió mirando. Lo cierto es que aquello era todo precioso, parecía el mejor invernadero del mundo, el más bonito. Alice estaba tan feliz, corriendo entre las plantas. La miró sonriente y pensó, ¿se podría tener un invernadero así en una casa? Bueno, una versión pequeñita. O sea, no para su casa, para la de Alice. Quería decir, que si a ella le gustaba, podrían intentar construir uno el día de mañana para su casa, parecido al menos. Es decir, para la casa de ella. Bueno, a lo mejor se lo querría construir ella sola, pero que él la podía ayudar. Se estaba liando un poco.

    Rio y se fue hacia ella. - ¡Jo, qué bien, como me alegro! Ahora tienes que explicarme todo lo que hay, ¿eh? Que para algo lo has pedid.. - Parpadeó. ¿Era cosa suya, o su amiga estaba triste de repente? Se acercó a ella y, entre confuso y preocupado, preguntó. - ¿Estás bien? -
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    Sáb Sep 25, 2021 10:06 pm

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    CON Marcus EN Torre Ravenclaw A LAS 16:30 del 24 de enero de 1997
    Se había quedado un momento pillada con los árboles, y había salido tan alocada que no había contestado a las preguntas de su amigo. Y ahora le miraba preocupado. Sonrió y se sentó en las bancadas que rodeaban ambos árboles. — Sí, sí, estoy bien. — No sabía si “bien” era la expresión más adecuada pero… No quería empañar lo bonito de la sala. Así que volvió a sacar el pergamino que le había prestado antes y a contestar a lo que le había dicho,para despejar su mente. Señaló el libro de Leyendas y Misterios y dijo — Este claro que me lo he leído. Si me muero de ganas de descubrir cosas aquí… Los libros pueden dar muchas pistas. Pero hay una parte de mí que prefiere… Yo qué sé… Simplemente estar un día caminando por el castillo y ¡pop! Encontrarte con un misterio. — Señaló el otro libro. — Ese no me lo he leído, ¿ves tú? Otra cosa más que hacer. — Y se giró hacia él abriendo mucho los ojos cuando dijo lo de los elfos. — ¡Me los tienes que presentar! Que el año que viene la prefecta Harmond ya no está y ella me dijo que me iba a dar la receta de los muffins del día del Orgullo Ravenclaw, pero que la clave estaba en que los elfos te ayudaran.

    Recogió las piernas y se las abrazó, mirando alrededor el cristal y las plantas. — Me gustan los invernaderos. Son… De cristal. O sea, estás encerrado en un sitio, con todas las ventajas de protección, pero no lo parece… No sientes que te encierras ni nada. — Su sueño, vaya. Sentirse protegida pero no encerrada. Miró a Marcus. — Ahora si quieres podemos probar ese ensayo y error de la entrada y ver qué pides tú. Eres el único que no ha probado aún, por lo que me has dicho. — Rio entre dientes. — Aunque me imagino que tendrá algo que ver con los libros. — Y se quedaron así, observando aquel entorno tan bonito.

    Pero Alice no podía guardarse algo mucho tiempo. Suspiró y enfocó la mirada al techo de nuevo, así sentía que cogía un poco más de energía. — No estoy tan bien… O sea, sí. — Dijo para que no pensara que era culpa suya. — Me encanta descubrir cosas, estaba como loca cuando he entrado… Esto es genial, y hacerlo contigo también… — Se mordió el labio inferior. — Es que cuando he llegado aquí me he dado cuenta de que… Mi necesidad es pensar que algún día, le haré un invernadero como este a mi madre. — Se mordió los labios. — ¿Sabes ese catarro que no se le curaba? Pues… Parece que no es un catarro exactamente. Es… Otra cosa. Es una enfermedad que por lo visto tuvo cuando era muy pequeñita, un bebé. Y ya como que se le quedó… — Carraspeó para que no se le rompiera la voz. — Y ahora pues… Le causa problemas. Y a mí me da mucha pena. Mi madre siempre ha sido una mujer muy alegre y muy activa, imagínate, para seguirle el ritmo a mi padre. — Dijo con una risita entornando los ojos. Se puso a alternar los pies haciendo tap tap en el suelo, sin soltar el abrazo de sus rodillas. — Y siempre que esta un poco más de bajoncillo le digo… Que cuando sea enfermera yo, ella tiene que poner un invernadero, para proveerme las plantas directamente. Porque si te parece que yo soy buena con las plantas, ¡puf! Deberías verla a ella, y encima es superguapa y mucho más lista de lo que la gente cree, y es tan amorosa que yo creo que es que las plantas le quieren y por eso crecen bonitas, porque les da cariño… — Vaya loa a su madre así sin venir a cuento. No necesitaban hablar de todas las cosas que su madre hacía bien, saltaban a la vista. — Cuando estaba invocando a la sala he tratado de dejar de pensar y simplemente que mi corazón decidiera… Y ha decidido que lo que necesito es ayudar a mi madre… Y ahora me siento un poco inútil aquí, en el colegio, incapaz de hacerla feliz. — Torció un poco el morro, porque no es que quisiera arruinar el momento, pero no quería no contarle cosas a Marcus, que ella se había enfadado precisamente por lo mismo.

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    Sáb Sep 25, 2021 10:38 pm

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    CON Alice EN Torre Ravenclaw A LAS 16:30 del 24 de enero de 1997
    Alice parecía haberse quedado un poco rara, como si acabara de darse cuenta de algo y no le hubiera gustado. Se sentó a su lado cuando ella lo hizo, pero la chica dijo que estaba bien y se puso a hablarle de lo de antes, así que decidió creerla y continuar la conversación. - ¿Te imaginas que un día fuéramos tan tranquilos andado por el pasillo y descubriéramos una sala oculta, o un pasadizo secreto, u otro ala de la biblioteca que lleve años sin usarse o algo así? - ¿Qué libros podría haber en una zona de la biblioteca que se ha quedado cerrada sin querer y lleva años sin que nadie entre? Seguramente algunos superantiguos, y si tuviera algún ejemplar de esos que son únicos y solo están en una biblioteca en todo el mundo y coincidiera que está justo ahí, ¡podría cambiar el curso de la historia incluso!

    Se giró él también para mirarla. - ¡De hecho fui por eso! Estaba hablando con la Prefecta Harmond sobre si tenía algo pensado ya para el Orgullo Ravenclaw de este año y me acordé de los muffins. Yo te los presento, les vas a caer genial... Siempre que no toques sus cosas. No llevan muy bien que se metan las manos en su comida. -Él podía dar testimonio de eso. Miró a su alrededor con una sonrisa. - Lo cierto es que es muy bonito. Peter pidió una carpintería para hacer sus propias escobas. Estaba muy guay, pero esto es más bonito, y como diez veces más grande. - Rio un poco y volvió a darle un toquecito con su hombro. - Tú sueñas más a lo grande. - Por eso se llevaban tan bien, porque a ambos les gustaba volar alto, como buenos Ravenclaw.

    Abrió mucho los ojos y sonrió ampliamente. - ¡Genial! Aunque no sé si esto tiene algo así como un límite diario, o límite a secas... Como ya he entrado dos veces, vaya que se enfade conmigo y no se me muestre más o algo así. - Se encogió de hombros. - Pero lo podemos intentar. - Pensó. - Ciertamente... No se me ocurre nada que necesite en plan, necesitarlo un montón. Cuando vine con Peter estaba pensando en algunos libros que me gustaría que hubiera en la biblioteca... ¿Sabes si se pueden sacar cosas de aquí? ¿Será esto como un surtidor infinito de cosas? No tendría mucho sentido, ¿no? Si no, si quisiera un libro solo tendría que pedirlo y pum, para mí, sin comprarlo ni nada. - Tenía que investigar un poco mejor eso, definitivamente.

    En lo que él reflexionaba sobre eso, Alice habló. Ya sabía él que algo le pasaba, se le había cambiado la cara, ¿tendría que ver con la necesidad del invernadero? Aún no sabía muy bien la diferencia entre querer algo y necesitarlo, y puede que la sala lo supiera mejor y, después de enseñarte las cosas, te hiciera pensar. Al parecer, iba en la línea de lo que él había pensado sobre si podrían construirse invernaderos como ese en casas, pero no lo quería para ella, sino para su madre. Lo siguiente le hizo parpadear y sentir una punzadita de miedo en el pecho. - Y... ¿Ya no se quita? - Tragó saliva. - Bueno, pero si lleva con eso tantos años, a lo mejor es que su cuerpo ya se ha acostumbrado. - Trató de aportar un poco de esperanza, porque Alice parecía triste. Se acercó a ella arrastrándose por el asiento, con una sonrisita. - Claro, yo estoy seguro de que lo vas a hacer. Yo puedo ayudarte, si quieres. Le construiremos un invernadero más bonito que este, y vas a tener un montón de plantas. Seguro que puedes hacer pociones supernuevas que ni hemos visto en el colegio. Al fin y al cabo, aquí hay cosas que no he visto en nuestros invernaderos. - Rio un poco. - Yo también creo que las plantas la quieren. Todo el mundo la quiere. Y por lo visto las plantas sienten el cariño y esas cosas. Mi abuela Molly les habla... Aunque mi abuela Molly habla con todo. - Aseguró entre risas. Quería hacer reír a Alice, ella siempre estaba alegre, no le gustaba verla tan alicaída, con lo contenta que venía a la sala. Peter también se había puesto un poco tristón poco después de entrar. Pues vaya, así que la Sala de los Menesteres te daba lo que necesitabas y, a cambio, te ponía triste. No sabía si le convencía ese intercambio.

    Negó. - No eres inútil. Eres superlista, y muy buena por querer ayudar a tu madre y construirle este invernadero gigantesco. Es que, wow, ¿tú lo has visto? - Volvió a reír, pero chistó, acercándose un poco más a ella. - Venga, no estés triste. Tú madre es muy joven y muy buena, ¿que tiene una cosa de pequeña que no se le ha curado? - Se encogió de hombro. - Nadie es perfecto. - Sonrió. - Solo tiene que esperar... Cinco años, hasta que salgas de aquí y puedas hacerle todas esas pociones e infusiones que seguro que le vienen genial. Y aquí estás sacando muy buenas notas y aprendiendo un montón, si estuvieras fuera, no podrías hacer magia porque eres menor, ni te darían la licencia para hacerla cuando fueras mayor, ni aprenderías esas cosas que te van a hacer falta para ser la mejor enfermera del mundo y curar a tu madre. Y seguro que ella está muy orgullosa de que estés aquí, ¡estás en Ravenclaw! Como ella quería. - Señaló, tocando los lacitos azules de sus coletas. - No estás siendo inútil. Solo estás preparándote para ser una hija aún mejor. La que tu madre merece. -
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    Sáb Sep 25, 2021 11:53 pm

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    CON Marcus EN Torre Ravenclaw A LAS 16:30 del 24 de enero de 1997
    Por imaginar que no quedara. Rio y dijo. — Pues ese es mi plan. Aunque la gracia de los pasadizos secretos es que lleven a alguna parte más interesante todavía, o sea a más secretos. El problema es que cuando empiezas, siempre quieres más. Por eso dicen siempre que es mi palabra favorita. — Asintió a lo de los elfos y escuchó atenta a lo de Peter. — Oye pues no es mala idea. Con lo bruto que es, seguro que las rompe un montón. Si aprendiera a hacerlas se ahorraría un dinero… — Rio y negó con la cabeza. — Mientras no le de por volver a rayarse con los de las puertas. — Cerró los ojos y volvió a negar, sintiendo un escalofrío. — Uf, qué mal rollo. Para una vez que usa la cabeza y le sale eso.— Pero volvió a sonreír, cuando le dio el toquecito y dijo lo de soñar. — Los dos lo hacemos. Y se nos da genial. — Pero él siempre tenía que darle una vueltecita a esos sueños grandes que tenía, para encontrarles la pega. Frunció el ceño con lo del límite. — No lo creo. Además, las dos veces has entrado, pero no la has convocado, no es como que estés estirando la paciencia de la sala ni nada por el estilo. — Marcus tenía que ser protocolaria hasta con las salas mágicas del castillo.

    Como había previsto, a Marcus se le cambió la cara en cuanto salió el tema. Suspiró y dijo. — No… Creo que no se quita. — Entornó los ojos de nuevo y encajó la mandíbula. — No sé si funciona así. No me cuentan nada, no son nada claros… — Alzó las cejas y dijo con enfado. — Como si yo no me diera cuenta de que mamá está peor cada día. — Chasqueó la lengua. Enfadarse no tenía sentido, y menos estando con Marcus en un sitio guay. De hecho, su amigo logró sacarle una sonrisa a base de ese entusiasmo. Se giró hacia él, soltando sus piernas y mirándole con entusiasmo. — ¡Y tú lo podrás hacer con alquimia! Será el invernadero más bonito del mundo, y sí, podremos investigar sobre pociones nuevas y que ayuden a la gente. — Eso sería lo más, y quizás así, nadie se pondría enfermo como mamá.

    Marcus también se había dado cuenta de lo buena que era mamá con las plantas, y en general, y eso le hizo sentir muy bien, así que le sonrió y se rio un poco cuando dijo lo de su abuela. — Buah, pero claramente les gusta, porque el jardín de tu abuela es precioso, y tiene unos árboles altísimos y las flores super sanas y coloridas. — Extendió la mano. — Como esto. — Aunque realmente… Aquel invernadero no era real. Era un sueño, era lo que necesitaba… Pero no tenía. Se estaba rayando de más pensando en eso.

    Escuchó el alegato de su amigo sobre por qué no debía estar triste ni era inútil y le miró con una sonrisa sincera. Qué bueno era Marcus, era como mamá, tan bueno que todos tenían que quererle. Y sabía qué decir, y siempre encontraba la forma de arreglar los entuertos, hasta los más difíciles como aquel. — Sí que quiero ser una hija mejor. Y oye, igual se cura antes de que salgamos de Hogwarts, porque la está tratando tu tío, el doctor Horner, y la familia siempre dice que es el mejor y todo eso… — Alzó los ojos de nuevo al techo del invernadero. — Y yo… Puedo aprender a hacer todo esto, y a descubrir cosas para contárselas en las cartas y que se alegre mientras tanto. — Se echó un poco para atrás, mirándolo todo, soñadora. — Algún día, cuando yo crezca, me acordaré de todo esto, para saber por dónde empezar a construir la vida que quiero. — Miró de nuevo a Marcus y dijo. — Gracias. Eres el mejor amigo que hay. Y eres muy bueno buscando soluciones a las cosas… Aunque parezca que no la tienen. — Se puso en pie de un salto y le tendió la mano. — Venga, que te enseño lo que hay aquí. Verás, no me he dejado nada.

    Primero de todo se lo llevó a los microclimas cerrados de los laterales, señalando lo que había a través de las puertas de cristal sin llegar a abrirlas. — Mira, este es tropical, por las flores que tiene. Mucha humedad y mucho calor, porque sus plantas son muy carnosas y exuberantes, necesitan mucha agua y calor para desarrollarse. — Pasó al siguiente. — Este es de la tundra rusa. Que puede parecer contraproducente en un invernadero, pero en verdad hay muchas plantas que solo crecen en las condiciones más adversas… — Se encogió de un hombro y torció la sonrisa. — Y luego cuando la llevas a climas más benignos… No sabe desarrollarse. Mejor dejarla en su sitio. Hay otro de montaña, pero mira esto. — Tiró de su mano a las mesas. — Aquí están las del clima de Inglaterra, que es oceánico atlántico, pero en la otra mitad de la mesa hay plantas irlandesas y escocesas. — Se rio de lo que había dicho ella sola. — ¡Anda como tú y Poppy! El caso es que hay que regarlas más todavía, como a los brezos, por ejemplo. — Estiró el cuello y vio un arbolito en crecimiento. — Hay un espino blanco, que es muy importante en Irlanda, y un montón de macetitas de tréboles. — Se giró y señaló la otra mesa. — Y esa, es la de las plantas mediterráneas, orientada de tal manera que le de cuantas más horas de luz posibles. — Se acercó y, como hacía siempre que pasaba cerca de uno, pasó la mano por el romero y se llevó la palma a la nariz para olerla. — Romero, mucho romero que vale para todo. Y… — Llegó a la gran maceta de lavanda y cortó una. — Lavanda, como en La Provenza, esta sí que huele bien. — Aspiró su aroma y se la pasó a Marcus, acariciando un poco sin querer sus labios con la flor. — Para que pienses en el verano. — Y por un segundo, se quedó mirándole a los ojos, con la lavanda tendida hacia él, rozando sus labios. Pero fue un segundo, luego señaló a la parte de arriba y dijo. — Y todo lo de arriba, serán semillas de lo que se te ocurra, de cosas que ni siquiera sabemos que existen, por si lo quiero plantar en algún momento. Y solo falta… — Volvió a tirar de su mano hasta otro hábitat muy pequeñito, y este si lo abrió. — Díctamos. Díctamos para mi madre. Son su flor favorita. — Era una habitación pequeña, con las condiciones perfectas para que crecieran, y llena de macetitas de díctamos de todos los tamaños.


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    Dom Sep 26, 2021 12:39 am

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    CON Alice EN Torre Ravenclaw A LAS 16:30 del 24 de enero de 1997
    Le dio un escalofrío a él también. Ay, ¿por qué había tenido que recordarle lo de las puertas? Mejor se centraba en lo de antes para olvidarse. - Pues sí, aunque no sé si me atrevería a meterme en un pasillo oscuro y andar y andar hasta a saber donde. ¿Y si tiene kilómetros? ¿Y si te encuentras algo malo dentro? ¿Y si luego no puedes salir? ¿Y si en vez de un pasadizo es como una ventana muy larga y te caes al llegar al final? - Pues menos mal que iba a centrarse en lo anterior para no asustarse.

    Frunció los labios y negó con la cabeza, disgustado. ¡Qué rabia cuando los adultos no te querían contar las cosas! Ni que fueran tontos. ¿No estaban en edad de aprender? Pues poco iban a aprender si les ocultaban cosas. Y si encima esas cosas eran sobre la salud de su madre... Normal que Alice estuviera no solo molesta, sino preocupada. Con lo fácil que sería confirmarle que no pasaba nada y ya estaba, en vez de dejarla así. Porque tan grave no podía ser, a ver, estaba seguro. Alice estaba preocupada porque era su hija, él también lo estaría, pero seguro que no era para tanto, al fin y al cabo llevaba así muchos años y no le había pasado nada.

    Abrió mucho los ojos y asintió varias veces. - ¡Claro! Mi abuelo trabaja un montón con el hierro. -Miró hacia arriba. - Supongo que podría trasmutar esas vigas algún día, y que fueran más brillantes y resistentes. ¡Y el cristal! - Miró a Alice entusiasmado. - ¡¡Una idea que se me acaba de ocurrir!! A lo mejor, si utilizo ciertas plantas para transmutar cristal, y se pone ese cristal donde se cultivan esas plantas, salen más bonitas y sanas. - Ya se lo estaba imaginando. Qué bien se lo iba a pasar construyendo ese invernadero con Alice algún día.

    Alzó los brazos. - ¡Entonces no tienes de qué preocuparte! Mi tío es uno de los mejores médicos del país. No lo digo yo, lo dice mucha gente. - Aseguró convencido. - Y si sabe que tu madre es amiga nuestra, la va a tratar aún mejor. Ya mismo está bien, ya verás. - Si es que no había nada de lo que preocuparse. - ¡Cuéntale esto! Dile que has encontrado esta sala y que ha salido un invernadero superchulo que nos ha dado un montón de ideas. ¡Oh, ya sé! - Se sacó los pergaminos y la pluma que llevaba siempre en el bolsillo. - "Más vale pluma corta que memoria larga", ¿no decía ella eso? - Puso una expresión orgullosa. - Voy a apuntarme todo lo guay que vea por aquí, para que no se nos olvide nada y, cuando salgamos de Hogwarts, lo podamos hacer igualito. - Si es que todo era cuestión de organizarse. Eran tan listos que podrían hacer lo que se propusieran. Se encogió de un hombro. - No tienes que dármelas. Solo digo lo que pienso. - Miró a su alrededor. - Y esto es muy guay. -

    Era increíble todo lo que esa sala y la mente de Alice habían creado. Lo fue apuntando todo tal y como ella le decía, detenidamente, asombrándose mucho y admirando las plantas con los ojos muy abiertos y una sonrisa. Solo le pilló de imprevisto esa comparación. - ¿Eh? - ¿Se había puesto colorado? Se había puesto colorado. Es que... Había dicho "como tú y Poppy" y... Puede que le gustara un poquito Poppy y esa afirmación le hubiera dejado atontado. - Ya. - Soltó una risita nerviosa, y luego ladeó la cabeza. - Bueno, yo nací en Inglaterra. El que nació en Irlanda fue papá. Y los abuelos. Y tía Erin. Pero yo nací aquí. - Había pillado el punto, de todas formas.

    Sonrió. - Mi abuela siempre dice que su madre hacía licor con la flor de espino y que estaba riquísimo. Y se queja mucho porque el que venden en Inglaterra "ni es licor ni sabe a espino". - Rio. - Mi abuelo siempre está diciendo, "¡como el licor de espino de mi suegra, nada en el mundo". Todavía se acuerda y por lo visto se murió hace pffff yo que sé, un montón, yo no había nacido siquiera. - Lo apuntó todo. - Se lo voy a contar en mi próxima carta, que les va a hacer ilusión. - Qué bien, ya tenía más cosas sobre las que escribirles a sus abuelos. Su padre ya le había regañado varias veces porque escribía cartas de dos o tres pergaminos y Elio era muy pequeñito y se cansaba al llevarlas. Pero es que tenía mucho que contar...

    Siguió tomando nota y entonces Alice le acercó una lavanda, y él sonrió y alzó la cabeza. Al hacerlo, la ramita prácticamente rozó sus labios. Miró a la chica y dijo. - Sí que recuerda a La Provenza. - Le había salido en un tono bajito, no sabía por qué. Se habían mirado un par de segundos, pero al final ella se puso a hablar, y él recogió de nuevo la ramita y la volvió a oler. - Qué bien huele. - La miró de reojo. - Oye... ¿Volveremos a ir este verano? - Alice sí, claro, allí estaba su familia. Le resultaba un poco brusco autoinvitarse, pero es que se lo había pasado tan bien el verano anterior que le encantaría volver. Miró hacia arriba. - Oh, eso mola. - La siguió y dijo. - ¡Lo sé! Me lo dijo. Cuando la conocí, me dijo que tenía los ojos del color del díctamo, que lo sabía bien porque son su flor favorita. - Miró el entorno. - Uf, hace un montón de calor aquí, se ven que son plantas de climas muy calurosos. Sería difícil que crecieran en Inglaterra porque sí. - Miró a Alice con orgullo. - Pero crecerán genial en tu superinvernadero diseñado por el alquimista Marcus O'Donnell. - Rio un poco y se acercó a ella, enseñándole el pergamino. - Vale, he apuntado todo esto. ¿Algo más que sea importante y no se nos pueda olvidar? -
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    Dom Sep 26, 2021 11:36 am

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    CON Marcus EN Torre Ravenclaw A LAS 16:30 del 24 de enero de 1997
    ¿Cómo podía Marcus darle tantas vueltas a un simple pasadizo que, de hecho, no existía? Se rio un poquito. Menos mal que estaba ella para empujarle un poquito en la vida, por eso hacía. No obstante, Alice era hablar de alquimia y ya estaba distraída, pensando en las vigas de hierro gigantes que Marcus transmutaría para aquel invernadero, y ya cuando dijo lo de las plantas, para qué quería más. Se llevó las manos a la cabeza sorprendida. — ¿Cómo no se me había ocurrido? Si lo transmutaras con el mismo tipo de planta, seguro que flitraría la luz y la humedad según sus necesidades… ¡Es brillante! ¡Tú eres brillante! — Dijo señalándole emocionada. Si es que siempre era buena idea compartir los proyectos con Marcus, todo lo hacía mejor.

    Asintió con la cabeza con seguridad a lo que dijo de su tío. Sí, todo el mundo decía lo mismo “ah, pero si la está tratando el doctor Horner está en las mejores manos” así que se lo creería, y dejaría ese asunto a los que sabían. Y, como siempre, Marcus espantó sus pensamientos recordando aquella frase de su madre, que la hizo reír mucho. — Te quedas con todo, eres el mejor. Sí, eso dice siempre, seguro que le encanta leer una descripción tan detallada como la que haces tú. — Y de hecho, ahí se puso manos a la obra, al menos hasta que en un momento dado, no sabía muy bien por qué, le vio un poco parado y… ¿Colorado? Buf, con Marcus a saber qué protocolo creía que se había saltado ahora, ella seguiría con sus plantitas y su tour por ese invernadero mientras durara.

    Asintió a lo que contó de su abuela. — ¡Lo sé! El verano pasado le dije que tenía que enseñarme a hacer las magdalenas de arándanos que hizo por el cumple de tu tía Erin, y dijeron algo así como que había una receta secreta en la familia de licor de espino, y que tu abuela me la enseñaría, porque yo siempre tengo muchas ganas de aprender todo. — Entornó los ojos y acarició unas la hojitas de un brezo. — La verdad es que es muy complicado, porque las flores del espino en seguida se pasan, hay que saber destilar muy bien el alcohol para que no quede demasiado fuerte que solo sepa a alcohol y de un traguito te tumbe, o que sepa más como un jarabe de las flores… En fin tiene su ciencia. — Dijo con una risita. — Sí, en cuanto volví a Hogwarts miré libros sobre la destilación del licor de espino, porque ya me habían dejado con la duda y tanto misterio sobre la receta familiar.

    A su pregunta sobre La Provenza, se giró y sonrió. — Menuda pregunta. Pues claro, yo ya cuento contigo allí cada verano… Bueno si no te asustamos con tanta excursión a monasterios abandonados y las locuras de los Gallia. — Se dio la vuelta completamente para mirarle a los ojos, sonriendo. — La Provenza siempre me ha encantado, pero desde que tú viniste… Es uno de los mejores sitios del mundo. — Porque podía tener a su mejor amigo en un sitio tan precioso como aquel, con su familia, así que se hacía todo perfecto. ¿Y cómo no iba a ser su mejor amigo? Si se acordaba de todo, incluida de la flor favorita de su madre. Sonrió y le miró a los ojos, ladeando la cabeza. — Es verdad… Qué verde más especial… Te dije que era de Slytherin, pero en verdad es más clarito. — Cogió uno de los díctamos más pequeñitos y lo subió a la altura de la cara de Marcus, comparando ambos tonos. — Idéntico. Qué bonito. — Dijo con una sinceridad y un tono… Que no conocía hasta ahora y no sabía muy bien qué significaba. Era parecido al que había puesto Marcus cuando dijo lo del verano… Mejor dejaba de rayarse por tonterías.. Parpadeó y dejó el díctamo, atendiendo a la pregunta de su amigo, mirando el pergamino. — No… En líneas generales es todo lo que tenemos que recordar. — Le miró con una sonrisa pilla. — Pero ahora quiero ver tu sala. — Paseó los ojos por su invernadero. — Está me ha gustado mucho pero… Si te conozco de algo, la tuya va a ser tres veces más espectacular. —

    Merci Prouvaire!


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    Dom Sep 26, 2021 5:38 pm

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    CON Alice EN Torre Ravenclaw A LAS 16:30 del 24 de enero de 1997
    Iba sonriente y orgulloso por la sala, persiguiendo a Alice y apuntándolo todo, porque su amiga le decía cosas como que era brillante y se acordaba de todo y eso le ponía especialmente contento. Que a ver, no es que no estuviera acostumbrado a que le dijeran cosas buenas, pero cada vez que las oía se sentía un poquito más orgulloso si cabía.

    - ¡Oh! Pues que guay que te la pueda enseñar. Si consigues cultivar espinos en tu invernadero, vas a tener para hacer un montón de licor. - Rio un poco. - ¿Te imaginas que te pones un día a hacerlo y acabamos borrachos por probarlo? - Hizo una mueca graciosa con la cara, rodando los ojos, y se echó a reír. - Seguro que te sale. Se te dan genial las plantas y las pociones, así que no vas a tener problema. Aunque si es difícil, lo tendrás que intentar muchas veces, pero entre tu talento y la guía de mi abuela, algún día te saldrá muy rico. - Se encogió de hombros. - Yo no sé ni a qué sabe porque como lleva alcohol, no lo puedo tomar. Pero probaré el tuyo. - Porque se imaginaba que Alice no se pondría hacerlo hasta que no tuviera edad para beber alcohol. Era lo más lógico, vamos.

    Sonrió de oreja a oreja. ¿Cada verano? ¡Eso sonaba increíble! Podría pasarse toda la vida yendo en verano a La Provenza, a lo mejor hacía como su padre y William y algún día sus hijos iban allí también y pasaban las vacaciones todos juntos. Rio. - Confío en que ya se hayan acabado los monasterios abandonados y ya solo nos quede ir a la playa. - Bromeó, y lo siguiente que dijo volvió a hacerle sonreír. - Oh... Gracias. - Dijo un poco tímido. - La verdad es que ha sido el verano más divertido que recuerdo. Se está mucho mejor que en Londres. -

    Miró de reojo al díctamo que ponía a su lado y sonrió, un tanto ruborizado. - Gracias. - Repitió, se rascó un poco la nuca y trató de reconducir un poco el tema, porque se sentía bastante tonto poniéndose colorado por un piropo que Alice ya le había echado otras veces. - Le pega un montón a tu madre esa planta. Las flores son moraditas, como a ella le gusta, y se usa en un montón de pociones, que a ella también le gusta eso. Y son muy resistentes, como ella. - Le guiñó un ojo. Así Alice se iría más tranquila, porque Marcus confiaba plenamente en Janet y su resistencia para aguantar esa enfermedad que tenía y curarse prontito.

    Asintió. - ¿Sabes lo peor de este sitio? Que cuando te vas... Desaparece. - Frunció los labios, mirando a su alrededor. Bajó la mirada a Alice y se encogió de hombros. - Pero yo ya me he quedado con él bien guardado aquí. - Se señaló la frente. - Y aquí. - Alzó los pergaminos. - Para que podamos construir uno igual de bonito el día de mañana. - ¿Lograrían hacerlo tan enorme? Seguro que sí. Siempre que Alice tuviera una casa con el suficiente espacio, no veía problema. - ¡A ver qué aparece en la mía! - Tomó su mano y salieron de la sala, cerrando tras ellos. Al igual que pasó cuando salió con Peter, la puerta se desvaneció. Se colocó delante y dijo. - Vale, eemm... No se me ocurre nada concreto, así que... Voy a hacer lo que tú, dejar que ella decida y eso. Y había que dar vueltas por aquí, así que... - Empezó a dar vueltas por el pasillo, y al cabo de un rato, la puerta apareció otra vez. Le brillaron los ojos y le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Qué nervios, no tenía ni idea de lo que iba a aparecer.

    - Vale, a la de tres. - Había vuelto a tomar la mano de Alice y estaba con ella junto a la puerta. Respiró hondo, contó hasta tres y entró. Abrió mucho los ojos y la boca. - Wow. - Se adentraron, mientras miraba todo su alrededor. - ¿No es... El mismo sitio? - Pero lleno de libros. Era como si fuera el mismo invernadero de Alice, pero ya no estaba cubierto de plantas, sino de estanterías repletas de libros. Fue caminando entre los pasillos, asombrado. - A lo mejor hemos tardado tan poco en volver a entrar que no le ha dado tiempo a restaurarse entera, solo a ubicar lo que yo quería en el mismo sitio. ¿Tiene sentido? - Porque el lugar era idéntico, solo le cambiaba que tenía muchos libros. - ¿Y se supone que me los puedo leer todos? ¡Ya me gustaría! ¡Pero aquí hay miles! - Y entonces, detectó un sofá azulito en el centro de la sala, frente a una chimenea. Se parecía mucho al de la sala común, y había un libro sobre este. Se acercó y alucinó. - ¡Mira! - Lo mostró ante Alice. - "Transmutación de cristales para entornos naturales". ¡¡Es increíble!! No sabía que existía un libro sobre esto, creía que me lo había inventado yo. - Le echó una ojeada y, efectivamente, hablaba de qué plantas eran las más idóneas para conseguir qué cristales por medio de la alquimia. - Uff, pero esto tiene un nivel complicadísimo. Sí, me encantaría saber hacerlo, y lo necesito para construir tu invernadero, pero... Ahora no voy a poder... - Frunció los labios. Miró a su alrededor y luego a Alice, con una sonrisita. - ¿Me esperas aquí? Ve echándole un ojo a esto, voy a... No sé, irme a las estanterías y coger libros por intuición, a ver qué me sale. - Quizás la misma sala le guiara hacia los libros que necesitaba.

    Se puso a pasear por las estanterías mientras Alice le esperaba en el sofá y seleccionando libros al azar. ¡Uno sobre transmutaciones con hierro! Ese le venía genial. ¡Oh! Otro sobre cultivo de díctamos en climas fríos, ¡ideal para mantenerlos en Londres! Qué bien, y qué apropiado con lo que acababan de ver. Al parecer, su sala y la de Alice estaban muy conectadas. Fue tomando libros y todos parecían ir encaminados precisamente a la conversación que habían tenido antes, por lo que estaba pletórico... Hasta que llegó a uno que no se parecía en nada a los demás. Lo miró extrañado y leyó su título. "Medicina botánica y su aplicación en afecciones pulmonares". Lo soltó, un tanto asustado, y miró de reojo a Alice. No parecía haberle visto, así que disimuló. ¿Eso era lo que necesitaba? ¿Curar a la madre de Alice? ¿Que ella tuviera su invernadero construido lo antes posible? Soltando ese libro quizás no estaba acercándose a ese propósito, pero sí estaba evitando lo que realmente necesitaba no ver: a Alice triste.
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    Dom Sep 26, 2021 9:14 pm

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    CON Marcus EN Torre Ravenclaw A LAS 16:30 del 24 de enero de 1997
    Lo de emborracharse lo veía lejano, la verdad. — No te imagino permitiendo que el alcohol te nuble la mente. — Le dijo con una risa sincera. Asintió a lo de tener que intentarlo muchas veces y se encogió de hombros a lo del sabor. — Te puedes hacer una idea. Según todos los manuales, para que se considere que ha salido bien bien bien de verdad, tiene que saber fuertemente al olor de las flores, así que las hueles de muy cerca y te imaginas bebiendo eso. — Ella lo hacía. Olía las flores muchísimo, hasta que se aprendía su fragancia, para tenerla en la cabeza.

    Sonrió sinceramente cuando lo vio tan entusiasmado por volver a La Provenza. — Prometo que se acabaron los lugares abandonados. Solo te daré playa, florecitas y… Si quieres te puedo enseñar sitios especiales, que conoce poca gente, pero que no son peligrosos y que tienen historias bonitas. — Dijo alzando varias veces las cejas haciéndose la interesante. Cuando dijo que fue el mejor verano, ella se encogió de hombros. — Saint-Tropez mola, sí, pero yo creo que fue el mejor por estar juntos, porque yo llevo yendo toda la vida y nunca me lo había pasado también. — Dijo en un arrebato de sinceridad, que rebajó un poco con una risita.

    Aquello que dijo de su madre le hizo poner una sonrisilla triste, pero lo agradeció, porque era muy bonito. Y a su madre siempre le gustaba que todo el mundo estuviera alegre y animado pero… Ahora no podía evitar ponerse un poco triste cuando pensaba en todas las cosas buenas de su madre y en los momentos que les hacía pasar. Era como si tuvieran que reafirmarse en lo buena que era… Era raro de explicar. Por eso se calló y sonrió, mirándolo todo. — Dudo que pueda olvidar esto… — Miró a esos ojos que acababa de alabar y dijo convencida. — Lo haremos. Ya verás, y va a ser precioso. — Y más animada, salió junto a Marcus, con ganas renovadas de ver qué le salía a él.

    Observó muy atentamente, pasando la vista de hito en hito de los pies de Marcus a la pared, a ver si era una losa concreta la que lo activaba… Pero no consiguió establecer una conexión clara. — Madre mía, está difícil establecer esto eh… Más vale que empecemos a soñar cosas, porque vamos a tener que hacer mucho ensayo y error aquí. — Dijo con una risita. Volvió a darle la mano y asintió, cerrando los ojos porque quería llevarse una gran sorpresa. Y vaya si se la llevó, porque era el mismo sitio pero… Lleno de libros, claro, de eso estaban seguros. Parpadeó un poco y trató de darle una explicación. — A ver, somos tan parecidos que tiene sentido que nos salga una cosa parecida… Pero yo con plantas y tú con libros… — Esa explicación le valía. Sin soltar a Marcus, avanzó hacia el centro de la sala, que era donde antes estaban los dos árboles principales, y encontraron un sofá (azul, por supuesto) y una chimenea. Se acercó con una sonrisa y se dejó caer en el sofá. — Jo, qué guay, qué acogedor, me gusta un montón. — Miró alrededor con los ojos brillantes. — Seguro que hay libros de los que no hemos oído ni hablar. Y de esos que nos dicen “no lo entenderíais”. — Definitivamente era una buena idea.

    Miró el libro que Marcus le tendía y abrió mucho los ojos. — ¡Guau! Qué coincidencia, ¿no? Sí que sabe la sala… — Pero su amigo se fue a investigar y ella se sentó, mirando de nuevo al techo. Qué curioso que sus salas se parecieran tanto, y que justo aquel libro… Espera, ¿habría pedido Marcus que eso fuera así? A ella también le encantaban los libros y… En fin, era mucha coincidencia. Cuando le vio acercarse le miró con una ceja levantada. — Oye, Marcus… — No quería parecer una creída pero… — ¿Has pedido esto por mí? — Le puso una sonrisa. — Yo... Ya estaba bien, ¿sabes? Podías haber pedido algo que quisieras tú de verdad...

    Merci Prouvaire!
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    Dom Sep 26, 2021 11:24 pm

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    Llegó contento hasta el sofá, cargado de libros y con una sonrisa. - Ponte cómoda, como si estuvieras en tu casa. - Dijo cómicamente, riendo después. Él lo hizo, desde luego, porque al fin y al cabo esa sala se había creado toda para él, así que es como si fuera su propio sofá. - Queda una hora para la cena. Si te apetece, podemos quedarnos aquí leyendo lo que encontremos, no había visto nunca estos libros y no sé donde encontrarlos fuera, o incluso si existen. Y algo me dice que si intentamos sacarlos de aquí se van a desvanecer. Si no, ¿te imaginas? Vaya chollo. - Rio y volvió a sacar sus pergaminos y su pluma, por si tenía que apuntar más cosas, quitándose los zapatos y poniéndose frente por frente a Alice con las piernas cruzadas sobre el sofá mientras se disponía a abrir sobre sus piernas uno de los libros.

    Pero la chica le hizo una pregunta y se quedó mirándola un segundo, parpadeando y con la sonrisa congelada. Reaccionó al cabo de unos instantes. - Eemm... - Tragó saliva, bajó la mirada y se encogió de un hombro. - Bueno, a ver... - Puso una sonrisilla de quitarle importancia. - Realmente quiero ayudarte a construir ese invernadero. Es un proyecto guay, y ya sabes que me gusta idear cosas con alquimia y pensar en proyectos para cuando salgamos de aquí y eso. Me ha parecido una idea genial, y quiero ayudar a tu madre, y que sigamos siendo amigos cuando salgamos... - Estaba empezando a sonar a que se excusaba. Quizás debería decir la verdad... Si es que la supiera, porque no tenía muy clara. Tendría que dejar hablar al corazón, como había hecho con la sala, en lugar de darle tantas vueltas. A ver si podía hacerlo.

    - No sé muy bien por qué ha salido todo esto, pero... Voy a... Ir hablando conforme me va saliendo, ¿vale? - Lo dicho, con el corazón, sin pensarlo demasiado. Respiró hondo y dijo, menos errático y más sereno. - Ahora mismo... Creo que no necesito nada. Estoy bien como estoy. Nadie de mi familia está enfermo, y todo me va bien en el colegio, y tengo amigos, y no me falta nada, porque cuando necesito algo solo tengo que pedírselo a mis padres y ya está, y lo que más ilusión me hace es tener mi propio taller de alquimia, pero es algo que me hace ilusión, no que necesite, e igualmente no podría usarlo hasta que no fuera más mayor así que me lo daría para nada porque no iba a atreverme a hacer nada. - Lo había dicho un poco de corrido todo. Volvió a respirar hondo. - Solo... - Hizo una mueca con los labios y miró prudentemente a Alice, como si se disculpara. - Te he visto triste y preocupada, y tú siempre estás contenta y con ganas de hacer cosas, y cuando has dicho por qué la sala te había dado el invernadero... Pues... He pensado que, lo que realmente necesito, es que todo siga como está, que tú estés contenta, y para que tú estés contenta, tienes que tener ese invernadero para que tu madre se ponga buena. - Volvió a bajar la mirada y se encogió de hombros. - Y para conseguir todo eso, necesito... Pues estudiar mucho, tener muchos libros de estos que me enseñen como poder cumplir lo que te he prometido, y ponernos los dos manos a la obra para hacerlo en cuanto salgamos de aquí. La sala ha debido pensar que, si hay algo que realmente necesito, es... Que todo siga como ahora, solo que con nosotros sabiendo muchas más cosas, para poder solucionar lo que no podemos solucionar ahora. - Volvió a hacer una mueca con los labios y la miró. - ¿Tiene algún sentido lo que he dicho? -
    Merci Prouvaire!


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    Lun Sep 27, 2021 12:23 am

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    Asintió entusiasmada y se sentó en el sofá mirando a Marcus también. — ¿Cuándo he dicho yo que no a leer cosas contigo? — Y si se nos echa la hora y pasamos de la cena, para qué queremos más, pensó. Pero no caería esa breva, que va, Marcus tendría que estar muriéndose para renunciar a la comida. Asintió a lo de los libros y dio la vuelta a uno que tenía sobre las manos. — Sí, a mí que esto lo ha hecho la sala para ti. — Paseó los ojos por las estanterías. — Jo, sí que quieres saber cosas. Claramente son libros hechos para saciar tus dudas.

    Marcus parecía sentirse un poco pillado por ella en aquel asunto, y ella no quería hacerle sentir mal, solo que… O sea, ella se lo agradecía, pero quería que deseara sus propias cosas, no que cambiara sus deseos por ella. No obstante, la dejó un poco confundida, y le miró con el ceño fruncido. — Yo… Seguiría siendo tu amiga aunque no me hicieras todo esto cuando salgamos, Marcus. — Rio un poquito. — Quiero decir… Hay muy poca gente que me qu… — ¿Querer? ¿Iba a decir justo esa palabra así como así? — Aguante y que quiera estar conmigo con mis locuras y con lo de hablar sin parar y eso… — Se encogió de hombros y enfocó su mirada. — O sea, te lo agradezco un montón, pero…

    Pero su amigo se vio en la necesidad de explicarse más aún, y ella decidió dejarle hablar. Ahor así se explicó bien, de hecho, tan bien que Alice… No supo como sentirse. Notó una cosa en el pecho que nunca había notado antes, como una emoción que la invadía, y quería llorar, pero no estaba triste. Abrió la boca varias veces para contestar, pero no sabía qué decir. Tragó saliva y rio un poco. — Es superguay que no… Necesites nada. — Ella se rio y se rascó un poco la frente. — La verdad es que yo antes me quejaba un poco de que no teníamos muchas cosas, en plan libros o que nuestra casa a veces está que se cae… Y eso. Pero desde lo de mamá, me da un poco igual, porque me gusta nuestra vida. Así que solo necesito saber que tenemos un futuro en el que estamos juntas. — Torció la sonrisa y dijo. — Creo que lo que realmente he necesitado siempre es alguien como tú en mi vida. — Carraspeó y modificó rápidamente eso último. — Un amigo como tú, quiero decir. Quiero mucho a Poppy, pero muchas veces creo que no me entendería si yo le explicara ciertas cosas… — Notaba los ojos humedecidos. Demasiado. — ¡No estoy triste! — Se apresuró a asegurar. — Es que me ha hecho sentir… Muy especial que lo que necesites sea eso… O sea… — Inspiró tratando de calmarse. — Tiene mucho sentido lo que dices, de verdad, soy yo la que está… — Se rio un poco. — Sin palabras. — No pensé que se pudiera querer tanto… Pensó involuntariamente. Pues claro que se querían. Más que a ninguno de sus amigos. Marcus era su mejor amigo, la persona que mejor la entendía, Marcus era como su familia… Claro que se querían, qué obviedad. Se retrepó un poco en el sofá y le abrazó. — Gracias. De verdad. — Y sabía que no hacía falta decir nada más. Miró a su alrededor. — ¿No tendrás otro pergamino y una pl…? — Y, literalmente, ambos se materializaron en el suelo. Alice le miró con los ojos muy abiertos cogiéndolos. — Vamos a venir definitivamente más veces aquí.

    Merci Prouvaire!


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