Ronda 4 | Turno de Scott | Pueblo | 12:15

Scott dejó los dados sobre el tablero. Un 10 exacto, no quería sorpresas.
Necesitaba acabar ese maldito juego.
Pero la ficha no se movía.

- ¡VAMOS! ¡MUEVETE! -Gritó al tablero, zarandeándolo.

Sus ojos iban de la ficha a su madre y viceversa.
Aquella hiena seguía encima de ella y solo se movía para seguir atacando.
¡Joder! Tenía que hacer algo, tenía que conseguir salvarla.
¿Por qué nunca podía hacer nada por salvarla?
Ella siempre había estado protegiéndole, desde que era pequeño.
La situación invitaba a revivir esos recuerdos del pasado, con ese sentimiento de culpabilidad e impotencia, ese sentirse demasiado débil. Había pasado por muchos psicólogos que habían intentado que pasara página, que comprendiera que no podía haber hecho nada entonces, pero ahora... Ahora sí que podía, terminar el juego, podría ser el héroe que necesitaba su madre. Solo tenía que acabarlo.

- ¡MUEVETE DE UNA VEZ! ¡HAZ ALGO! -Gritó de nuevo al juego, pero ya estaba a punto de levantarse y lanzarse encima de ese bicho para quitárselo de encima a su madre.
Apenas había hecho el gesto para levantarse cuando la esfera se iluminó.

La ficha no se había movido de su sitio, pero las letras aparecieron en el centro.- Una regla del juego ha sido contradicha, lo podrías pagar al igual que tu ficha. -Repitió, notando cómo crecía la tensión aún más en su cuerpo. El juego se había dado cuenta de que había hecho trampas y ahora... ahora no sabía qué iba a ocurrir.- Mierda, mierda, mierda... -Repetía para sí, levantándose sin coger el tablero, solo mirando a su madre y a la hiena... Lo había empeorado todo, no había servido de nada o podría ser incluso peor.
Pero una idea se formaba en su cabeza, lo que le pasara daba igual, quizá antes podía tirarse sobre la hiena...

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El tiempo para ella parecía haberse detenido, hasta que de pronto todo comenzó a suceder demasiado deprisa.

Casi como un milagro aquella hiena decidió que ya se había divertido bastante con ella, había intentando arrancarle prácticamente el brazo, pero por suerte solo había clavado un poco los colmillos, lo suficiente como para que un pequeño reguero de sangre recorriese su piel hasta perderse en el suelo, pero nada demasiado grave, nada que no pudiese tapar con una venda o incluso su propia ropa.

Lo importante era localizar a Scott, a su familia, pues hasta ahora solo había sido consciente de sus gritos de forma lejana, casi inexistente, ya que todas sus energías se habían centrado en luchar con aquel animal inmundo y salir con vida del intento.

Se levantó con torpeza y miró a su alrededor con desesperación, respirando con alivio cuando localizó la figura inconfundible de su pequeño, estaba sano y salvo y ella no podía pedir nada más en aquel mundo de locos. Se giró y pudo observar que Jay y Jazz también se encontraban bien, cerca de ella —gracias a Dios— susurró con la voz rota, a pesar de que hacía tiempo que ella no creía en ningún ser superior que acudiese a salvarla cuando lo necesitaba, sabía que la única forma de sobrevivir era peleando con uñas y dientes.

—¡Scott!— gritó, agitando el brazo para que pudiese verla, pero como si de una película se tratase, su pequeño, todo en su vida, fue engullido por un tornado enorme que avanzaba destrozando todo a su paso —¡SCOTT!— gritó con desesperación corriendo hacia él, hacia el tornado, con las lágrimas impidiendo su visión.

¿Qué se podía hacer frente aquel fenómeno de la naturaleza? ¿cómo podía salvar a su hijo? ¿qué oportunidades tenía de sobrevivir si seguía acercándose? No lo sabía, pero en lo único que podía pensar era en que no podía perder a su hijo o ella también se perdería.

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No había forma de deshacerse de la hiena, aquel maldito juego era tan retorcido que las mandaba especialmente cabezotas y fieras. Visto que no podían hacer nada contra la hiena la idea de Scott de tirar los dados le apreció la adecuada, aunque pudiera ir a peor, necesitaban avanzar como fuera. Pero algo no iba bien, porque el chico le estaba gritando al tablero. — ¿Qué pasa? — Preguntó acercándose. Justo a tiempo para ver la ficha retroceder. — ¿Qué ha pasado? — Preguntó incrédula, zarandeando a su hermanastro. Pero cuando leyó lo de la esfera, le miró incrédula. — ¿Cómo que norma contradicha? ¿QUÉ HAS HECHO SCOTT? — Se llevó las manos a la cabeza y miró alrededor, intentando detectar algún cambio y con ganas de llorar.

Y vaya si llegó el cambio. Scott se había marchado de su lado sin que pudiera hacer nada, y casi antes de que se diera cuenta, el aire más fuerte que haba sentido en su vida se levantó en un momento y corrió a agarrarse de su parte. — ¡Papá! ¡Agárrame y vamos a por Lizz y Scott! — Pero era casi imposible mirar con la cantidad de polvo y partículas que se estaban levantando, que se chocaban con la piel y se metían en los ojos, además del rugido estruendoso. Eso era un tornado seguro.

Cuando pudo más o menos mirar un poco por encima de su brazo libre, con el que se tapaba la cara vida. Lizz correr y gritar el nombre de Scott, lo cual la aliviaba, porque así se confirmaba que, de alguna manera, se había librado de la hiena pero, ¿dónde estaba Scott? Miró alrededor y gritó su nombre, pero nada, todo estaba en calma, aunque arrasado, y ni rastro del chico, se lo tenía que haber llevado el tornado. Lo que había era un montón de escombros y cachos de construcciones de madera, por lo que aprovechó para agenciarse lo que parecía un trozo de valla arrancado, con unos clavos arrancas y que podía venir muy bien para dar buenos golpes, puntas de clavos incluidas. Se acercó a Lizz y le preguntó.  — ¿Estás herida? ¿Te ha mordido? Te curamos y vamos corriendo a por él. ¿En qué dirección se lo ha llevado el aire? — Se quitó la mochila y se puso a buscar allí, un tanto a aturullada, lo que les hiciera falta para curar a Lizz, ahora mismo no podía asimilar que hubieran perdido a Scott.

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Estaba pasando todo demasiado rápido. No estaba funcionando, ni el hacer ruido ni disparar al aire. Aquella hiena simplemente estaba centrada en su presa y quería comérsela. Y Jay no iba a permitirlo. No podía arriesgarse a dispararle y herir a Lizz en el proceso, así que ya se estaba moviendo para colgarse la escopeta y tirarse encima de ese animal cuando vio a Scott con el tablero y todo comenzó a desmoronarse.

El chico comenzó a gritarle al tablero y el aire comenzó a levantarse. Y en un instante, todo a su alrededor estaba volando. Un tornado. Se llevó a la hiena de encima de Lizz pero la sangre se le congeló en el cuerpo cuando vio perfectamente como el cuerpo de Scott fue arrastrado por el tornado como si no fuera más que un muñeco. Casi de forma inmediata agachó la mirada y cerró los ojos sintiendo que le ardían.

No podía ser, no podía ser. Joder. Joder. Joder.

Lizz fue la siguiente en moverse, gritaba el nombre de su hijo desesperada. Pero el aire seguía moviéndose, seguía buscando una nueva presa. Jay fue rápido, intentando priorizar por encima del dolor y sobre todo por el instinto de no perder a nadie más. Mientras Jazz se acercó a la rubia, Jay recogió el tablero del suelo y lo aseguró dentro de su mochila para que el aire no se lo arrebatara de las manos. Era difícil moverse, el aire estaba lleno de polvo a causa del tornado que había pasado, que en cualquier momento podría volver hacia ellos.

Pero si perdían ese tablero, quedarían encerrados para siempre en ese maldito juego.

Una vez lo aseguró se movió hasta las chicas, miró y examinó a Lizz, sus heridas pero también su estado psicológico. Agarró su rostro, intentando que enfocara sus ojos en él. "Vamos a encontrarle, ¿vale cariño?" le afirmó él, con preocupación y terror en los ojos pero también con determinación. Tenían que encontrar a Scott, si, pero también tenían que ponerse a cubierto y curarle las heridas. "Pero tenemos que ponernos a cubierto, ¿vale?" Tuvo que tirar de ella para que se moviera, para intentar buscar un nuevo refugio, aunque fuera momentáneo. La comprendía, le dolía el pecho. Se moría pensando que ese muchacho había muerto arrastrado por el viento. Y no quería pensarlo. Quería sobrevivir para ver pasar el tornado y encontrarlo vivo en algún lugar. Tenía que ser el pilar al que se agarraran, la fuerza que las moviera hacia delante.

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Scott había hecho ademán de correr hacia aquel bicho que estaba sobre su madre, ignorando completamente a Jazz o Jay. Estaba cegado por la desesperación, tanto como para ni siquiera notar el viento agitarse.
Lo último que recordaba haber visto era a esa hiena salir volando y creer que podía respirar tranquilo, un poco tan solo. Pero no fue así. Aquella cosa también se lo llevó a él, que no pudo hacer otra cosa más que cerrar los ojos y encogerse tanto como podía. Sintió algunos golpes contra el cuerpo y la mochila, aunque lo peor eran las ganas de vomitar.

El final de todo fue un golpe seco en el suelo y notar que su estómago parecía volver a su sitio. Se quedó en el suelo un poco, aún con los ojos cerrados. Solo los abrió porque tenía que buscar a los demás, saber si estaban a salvo.
Pero no estaban allí.
Y él había terminado en... casa. Lo que quedaba de ella.
Trató de incorporarse y como lo hizo demasiado rápido terminó vaciando su estómago en un rincón.

Miró alrededor intentando hacer memoria de cómo había terminado todo de esa manera. Serpientes, plantas carnívoras, hormigas, cazador, estampida... demasiadas cosas.
El primer instinto era salir de allí, no fuera a haber algo despierto en aquella selva, pero... dudó un momento. Él estaba allí y no sabía dónde estarían los demás. Su madre estaría preocupada, aunque esperaba que a salvo.

Las escaleras no parecían muy seguras, pero sabía que arriba ya no había ningún gorila, ¿no? El cazador había disparado y seguramente habría hecho como con el oso... o puede que el enorme simio se hubiera marchado con la estampida. Ya no estaba seguro.
Pero ahí arriba estaría el móvil de su madre, o el de Jay o Jazz... y aunque ellos no tuvieran uno, intentó pensar si había alguna cabina cerca de allí, podía llamar a todos los teléfonos para intentar dar con ellos. Solo que antes de subir, por si acaso, cogió una sartén de lo que quedaba de la cocina, prefería su bate, pero lo perdió en la inundación.

Subió las escaleras intentando no tocar nada, aunque iba despacio porque le dolía la pierna, algo le había dado fuerte. Solo echaría un vistazo, si los móviles no estaban a la vista, se largaría de allí para intentar dar con los demás tan rápido como pudiera.

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