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The world we dream about
and the one we live in now
King of shadows
King of shades
Hades was king of the Underworld
But he fell in love with a beautiful lady
Who walked up above in her mother's green field
He fell in love with Persephone
Who was gathering flowers in the light of the sun
And he took her home to become his queen
Where the sun never shone
On anyone
Han pasado siglos en realidad, de ese ciclo repitiéndose.
Persephone subiendo a la superficie, a ese sol que la acoge en sus brazos y brilla el doble para ella. Hades en sus sombras, extrañando a su esposa, temiendo que no regrese, los celos endureciendo su corazón y haciendo que la distancia entre ambos crezca cada vez más.
Las almas ya no se pierden en el Estigia, trabajan ahora para el Rey del Inframundo, aumentando sus riquezas y beneficios. La justicia ha ido despareciendo del Inframundo hasta condenar cada vez a más de las almas que llegan a los trabajos que hacen su reino más grande.
No se da cuenta de que ha perdido por el camino lo más importante.
Persephone desearía quedarse por siempre arriba, en la superficie, bajo el sol y rodeada de todas esas personas tan vivas y alegres. La Reina del Inframundo ama y favorece a aquellos que la adoran, especialmente si es con canciones como la de Orpheo. Ella observa su relación con Eurydice y desea ayudarle, especialmente cuando su esposo ha reclamado el alma de la muchacha.
Parece que es hora de recordar que hay algo más que la riqueza material.
King of shades
Hades was king of the Underworld
But he fell in love with a beautiful lady
Who walked up above in her mother's green field
He fell in love with Persephone
Who was gathering flowers in the light of the sun
And he took her home to become his queen
Where the sun never shone
On anyone
But that was long ago
Before we were on this road
Before we were on this road
Han pasado siglos en realidad, de ese ciclo repitiéndose.
Persephone subiendo a la superficie, a ese sol que la acoge en sus brazos y brilla el doble para ella. Hades en sus sombras, extrañando a su esposa, temiendo que no regrese, los celos endureciendo su corazón y haciendo que la distancia entre ambos crezca cada vez más.
Las almas ya no se pierden en el Estigia, trabajan ahora para el Rey del Inframundo, aumentando sus riquezas y beneficios. La justicia ha ido despareciendo del Inframundo hasta condenar cada vez a más de las almas que llegan a los trabajos que hacen su reino más grande.
No se da cuenta de que ha perdido por el camino lo más importante.
Persephone desearía quedarse por siempre arriba, en la superficie, bajo el sol y rodeada de todas esas personas tan vivas y alegres. La Reina del Inframundo ama y favorece a aquellos que la adoran, especialmente si es con canciones como la de Orpheo. Ella observa su relación con Eurydice y desea ayudarle, especialmente cuando su esposo ha reclamado el alma de la muchacha.
Parece que es hora de recordar que hay algo más que la riqueza material.
Hades
Rey del Inframundo — Aidan Turner — Shadow
Persephone
Reina del Inframundo — Bridget Regan — Timelady
Eurydice
Lily James — PNJ
Orpheo
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ONE ON ONE — Inspired — Others — Hadestown
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1. The queen is back
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El reloj en su espalda marcaba la hora, no cualquiera, sino el tiempo que faltaba para que su esposa llegase. Seis meses tardaba en que las dos manecillas marcasen las doce. Durante mucho tiempo, observar ese reloj, era su único pasatiempo. Daba la impresión que tan solo vivía para esperar a que su reina volviese a casa, que ayudase con aquel lúgubre lugar y sobre todo a su corazón empantanado. Persephone era la única en hacer que un poco de luz llegase a aquel lugar, donde las almas descansaban o más bien eran torturadas.
¿Cuándo empezó a cambiar el soberano del inframundo?
Ojalá saberlo, ni siquiera el propio Hades era capaz de recordarlo. Siglos habían pasado desde la última vez que esperó impaciente a que el reloj cumpliese su hora, que su amada entrase por la puerta. Había olvidado la dicha de tenerla a su lado, porque todo lo que quedaba era un vacío. Su amada y perfecta esposa parecía más bien un reflejo en su propia alma. No la entendía y ella tampoco parecía hacerlo con él.
Cambió el inframundo en su nombre, la desesperación que sentía por no poder estar con su esposa hizo que tuviese que dar un paso. Aquel simple paso terminaría por convertirse en una obsesión, cuando vio el lugar crecer y sobre todo brindarle una ilusión que creía muerte. No debía pasarse los días esperando desesperado, podía hacer crecer un imperio y cubrirla de rosas hasta en el lugar más oscuro. Al menos hasta que ese mismo mundo lo atrapo, donde lo único que había en su mente era que su reino siguiese creciendo.
Y allí estaba ahora, sentando en su mesa, observando sus últimos ingresos y algunos contratos que debían ser finalizados — que en realidad tan solo serían aumentados — cuando el reloj dio la hora al fin. Los ojos de Hades subieron a la pared, dejando caer un suspiro.
— La paz llega a su final — porque empezarían los seis meses de peleas, donde los seis meses de Persephone en la superficie conseguirían sacar sus inseguridades, camufladas del mal humor. Ninguno de los dos parecía querer estar donde estaba, y sin embargo Hades tampoco podría dejarla marchar.
Sus ojos en la puerta, arregló su corbata, y se mantuvo a la espera de que la reina del inframundo llegase al fin.
¿Cuándo empezó a cambiar el soberano del inframundo?
Ojalá saberlo, ni siquiera el propio Hades era capaz de recordarlo. Siglos habían pasado desde la última vez que esperó impaciente a que el reloj cumpliese su hora, que su amada entrase por la puerta. Había olvidado la dicha de tenerla a su lado, porque todo lo que quedaba era un vacío. Su amada y perfecta esposa parecía más bien un reflejo en su propia alma. No la entendía y ella tampoco parecía hacerlo con él.
Cambió el inframundo en su nombre, la desesperación que sentía por no poder estar con su esposa hizo que tuviese que dar un paso. Aquel simple paso terminaría por convertirse en una obsesión, cuando vio el lugar crecer y sobre todo brindarle una ilusión que creía muerte. No debía pasarse los días esperando desesperado, podía hacer crecer un imperio y cubrirla de rosas hasta en el lugar más oscuro. Al menos hasta que ese mismo mundo lo atrapo, donde lo único que había en su mente era que su reino siguiese creciendo.
Y allí estaba ahora, sentando en su mesa, observando sus últimos ingresos y algunos contratos que debían ser finalizados — que en realidad tan solo serían aumentados — cuando el reloj dio la hora al fin. Los ojos de Hades subieron a la pared, dejando caer un suspiro.
— La paz llega a su final — porque empezarían los seis meses de peleas, donde los seis meses de Persephone en la superficie conseguirían sacar sus inseguridades, camufladas del mal humor. Ninguno de los dos parecía querer estar donde estaba, y sin embargo Hades tampoco podría dejarla marchar.
Sus ojos en la puerta, arregló su corbata, y se mantuvo a la espera de que la reina del inframundo llegase al fin.
Hades — En su despacho — A la vuelta de Persephone
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1. The queen is back
and his king is not ready
El maldito reloj ya se acercaba amenazante a la hora y ella tenía que despedirse de la superficie y sus maravillosos habitantes. Durante seis meses disfrutaba de la luz del sol y del calor que le brindaba tanto la esfera celeste como la gente que seguía venerando su regreso.
La pobre Afrodita había quedado relegada a un día, mientras que todos festejaban la llegada de la primavera y el verano, la vida que regresaba tras el largo invierno, ¿quién iba a decir que sería la más recordada de las deidades? Ella, la Reina del Inframundo, Reina de la luz, las flores, las sonrisas y los locos enamorados que viven como si todo llegase a su fin con el otoño.
Pero lo cierto es que así era.
El reloj marcó su destino mientras ella aún guardaba en su equipaje pastillas, vino y todo lo que podría ayudarla a sobrevivir en los seis meses que la aguardaban.
Y a pesar de la desidia, cada año, cada regreso, estaba marcado por esa pregunta en su cabeza. ¿Siempre ha sido así? En algún lugar de su mente, entre los recuerdos desterrados de la antigüedad, quedaban retazos de un tiempo donde su regreso al Inframundo era un alivio, donde corría a los brazos de su esposo y era recibida con una calidez que la hacía no echar tanto de menos la superficie.
Pero no tenía sentido pensar en eso.
Hades ya no la esperaba. Demasiado ocupado en su despacho. Entre papeles.
Alzó la mirada hacia la ventana desde la que parecía querer vigilar como un halcón el terreno que había a sus pies, el trabajo de las almas condenadas.
Ascendió sin prisas hasta llegar allí y abrir la puerta.
- ¿Tan ocupado que no has podido salir a recibir a tu Reina? -Preguntó con una sonrisa helada. Hacía mucho que dejó las sutilezas, su relación era un intercambio de dagas y poco más.
La pobre Afrodita había quedado relegada a un día, mientras que todos festejaban la llegada de la primavera y el verano, la vida que regresaba tras el largo invierno, ¿quién iba a decir que sería la más recordada de las deidades? Ella, la Reina del Inframundo, Reina de la luz, las flores, las sonrisas y los locos enamorados que viven como si todo llegase a su fin con el otoño.
Pero lo cierto es que así era.
El reloj marcó su destino mientras ella aún guardaba en su equipaje pastillas, vino y todo lo que podría ayudarla a sobrevivir en los seis meses que la aguardaban.
Y a pesar de la desidia, cada año, cada regreso, estaba marcado por esa pregunta en su cabeza. ¿Siempre ha sido así? En algún lugar de su mente, entre los recuerdos desterrados de la antigüedad, quedaban retazos de un tiempo donde su regreso al Inframundo era un alivio, donde corría a los brazos de su esposo y era recibida con una calidez que la hacía no echar tanto de menos la superficie.
Pero no tenía sentido pensar en eso.
Hades ya no la esperaba. Demasiado ocupado en su despacho. Entre papeles.
Alzó la mirada hacia la ventana desde la que parecía querer vigilar como un halcón el terreno que había a sus pies, el trabajo de las almas condenadas.
Ascendió sin prisas hasta llegar allí y abrir la puerta.
- ¿Tan ocupado que no has podido salir a recibir a tu Reina? -Preguntó con una sonrisa helada. Hacía mucho que dejó las sutilezas, su relación era un intercambio de dagas y poco más.
Persephone — En el despacho de Hades — A su regreso
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1. The queen is back
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El sonido estridente del ascensor lo hizo mantenerse en su posición, en otras ocasiones hubiese hecho el esfuerzo de levantarse de la silla, mas ahora todo era una simple monotonía. La llegada de Persephone debía llenarlo de dicha, lo sabía, y allí estaba cansado de no saber que pelea tendrían ese primer día. Porque así era, pelear matrimoniales que mantenían lejos seis meses al año, acumulando una tensión que en ocasiones se veía cortada por otros deberes.
— Lamento que mis horas de trabajo sean un inconveniente — respondió, abriendo uno de sus brazos para señalar el asiento que acababa de aparecer frente a su mesa —. La última vez que fui a recogerte discutimos en el coche, desde entonces decidí que era mejor dejar las discusiones para el hogar — puntuó, alzando una ceja y esperando que la reina se sentase —. No es bueno para el negocio que los trabajadores vean a su superior discutir — era todo lo que parecía importar en el cerebro del dios del inframundo.
Debía haber una emoción más fuerza, el miedo a perder a su amada, querer salvar su matrimonio, pero no. En ese momento todo se trataba de su negocio, del beneficio que obtenía por como se trabajaba en el inframundo, ¿cuándo se convirtió en su único deseo? No estaba seguro.
— ¿Qué tal tu viaje? — Preguntó, por pura fachada, una mirada rápida el reloj le indicaba que el tiempo empezaría a pasarse más lento para ambos —. Espero que haya suplido tus déficit de energía — intentó no sonare burlón, teniendo en cuenta que había sido una de sus últimas excusas antes de marcharse aquella vez, como si él fuese quien le robase la fuerza para existir.
— Lamento que mis horas de trabajo sean un inconveniente — respondió, abriendo uno de sus brazos para señalar el asiento que acababa de aparecer frente a su mesa —. La última vez que fui a recogerte discutimos en el coche, desde entonces decidí que era mejor dejar las discusiones para el hogar — puntuó, alzando una ceja y esperando que la reina se sentase —. No es bueno para el negocio que los trabajadores vean a su superior discutir — era todo lo que parecía importar en el cerebro del dios del inframundo.
Debía haber una emoción más fuerza, el miedo a perder a su amada, querer salvar su matrimonio, pero no. En ese momento todo se trataba de su negocio, del beneficio que obtenía por como se trabajaba en el inframundo, ¿cuándo se convirtió en su único deseo? No estaba seguro.
— ¿Qué tal tu viaje? — Preguntó, por pura fachada, una mirada rápida el reloj le indicaba que el tiempo empezaría a pasarse más lento para ambos —. Espero que haya suplido tus déficit de energía — intentó no sonare burlón, teniendo en cuenta que había sido una de sus últimas excusas antes de marcharse aquella vez, como si él fuese quien le robase la fuerza para existir.
Hades — En su despacho — A la vuelta de Persephone
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1. The queen is back
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El comentario de Hades no consiguió eliminar su sonrisa, aunque seguro que eso le habría gustado. Aunque lo más seguro es que ni siquiera se hubiera fijado en que se había puesto aquella máscara que ocultaba cualquier expresión real.
- La última vez... -Recordó, como si hiciera cientos de años, pues así sentía el tiempo cada año.- Adelantaste mi regreso. -Lanzó de nuevo el argumento, lo que les había hecho discutir. Ni siquiera entendía por qué lo hizo, solo podía explicarlo como una necesidad de demostrar el poder que tenía sobre todo, sobre ella también. Le odiaba cuando se ponía así.
Y cuando explicaba de aquel modo sus decisiones, anteponiendo todo antes que a ella.- Líbrense los súbditos de ver una grieta de "humanidad" en el rey que los gobierna. -Expuso, mordaz.
Se sentó en el sillón que Hades había convocado para ella, al menos era lo bastante cómodo y no como una de esas sillas de oficina horribles que usaba con todos los demás. Un mínimo de deferencia todavía le tenía.
- No finjas que te interesa, querido. -Respondió a su pregunta, ya no era la niña tonta que le contaba todo con pelos y señales queriendo que sintiera la misma emoción que ella había vivido. Rodó los ojos e invocó una copa de vino al escuchar que recordaba uno de los motivos que había expuesto para justificar su necesidad de salir de allí.- Oh, desde luego, mis energías se han renovado. Ha sido todo especialmente excitante y divertido. -A veces incluía ese tipo de palabras que podían tener un doble sentido solo para buscar romper su fachada, por las buenas no funcionaba, por las malas... quizá algún día pudiera ver algo del hombre del que se enamoró, solo por justificar el seguir aguantando aquella tortuosa eternidad a su lado.
- ¿Y tu trabajo? -Devolvió la pregunta.- ¿Algún accidente que lamentar o siguen siendo todos tan insufriblemente eficaces como siempre? ¿No te aburre hacer siempre lo mismo? -Qué daría ella por un cambio, por hacer una diferencia, por verles revelarse... Sus ojos repasaron por un instante en las hojas de papeles que había en la mesa.- ¿Repasando las almas que van a llegar este año? -Preguntó, dado que la lista se iba escribiendo conforme las muertes iban llegando.
- La última vez... -Recordó, como si hiciera cientos de años, pues así sentía el tiempo cada año.- Adelantaste mi regreso. -Lanzó de nuevo el argumento, lo que les había hecho discutir. Ni siquiera entendía por qué lo hizo, solo podía explicarlo como una necesidad de demostrar el poder que tenía sobre todo, sobre ella también. Le odiaba cuando se ponía así.
Y cuando explicaba de aquel modo sus decisiones, anteponiendo todo antes que a ella.- Líbrense los súbditos de ver una grieta de "humanidad" en el rey que los gobierna. -Expuso, mordaz.
Se sentó en el sillón que Hades había convocado para ella, al menos era lo bastante cómodo y no como una de esas sillas de oficina horribles que usaba con todos los demás. Un mínimo de deferencia todavía le tenía.
- No finjas que te interesa, querido. -Respondió a su pregunta, ya no era la niña tonta que le contaba todo con pelos y señales queriendo que sintiera la misma emoción que ella había vivido. Rodó los ojos e invocó una copa de vino al escuchar que recordaba uno de los motivos que había expuesto para justificar su necesidad de salir de allí.- Oh, desde luego, mis energías se han renovado. Ha sido todo especialmente excitante y divertido. -A veces incluía ese tipo de palabras que podían tener un doble sentido solo para buscar romper su fachada, por las buenas no funcionaba, por las malas... quizá algún día pudiera ver algo del hombre del que se enamoró, solo por justificar el seguir aguantando aquella tortuosa eternidad a su lado.
- ¿Y tu trabajo? -Devolvió la pregunta.- ¿Algún accidente que lamentar o siguen siendo todos tan insufriblemente eficaces como siempre? ¿No te aburre hacer siempre lo mismo? -Qué daría ella por un cambio, por hacer una diferencia, por verles revelarse... Sus ojos repasaron por un instante en las hojas de papeles que había en la mesa.- ¿Repasando las almas que van a llegar este año? -Preguntó, dado que la lista se iba escribiendo conforme las muertes iban llegando.
Persephone — En el despacho de Hades — A su regreso
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1. The queen is back
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La acusación lo hizo suspirar, ahí estaba, nuevamente la queja en sus finos labios. Persephone había olvidado la razón por la que todo empezó, el deseo que una vez tuvo por ella y en darle una vida mejor. En algún momento del camino se habían perdido, Hades no recordaba cómo, mas allí estaban viéndose a la cara como dos completos desconocidos.
— Lamento comunicarte que el tiempo no miente — señaló la pared a su espalda, aquellos relojes que indicaban como su vida funcionaba. No podía pararlos ni atrasarlos, tan solo trabajos con ellos —. Te recuerdo que fue tu madre la que me obligó a hacer ese estúpido pacto por ti — ese odio que Deméter parecía haber destinado al rey del inframundo, puede que Persephone olvidase los detalles, pero él no lo hacía—. No puedes pisar este reino si el reloj no marca la hora correcta — era una bendición y una tortura al mismo tiempo.
¿Qué era en ese instante? Ni siquiera Hades podría saberlo.
No respondió, la forma en la que sus súbditos lo veían no podía cambiar. Era el gobernante, el bondadoso que les permitía trabajar en lugar de tener años de torturas. Sabía bien que muchos no estaban felices con su descenso, pero no había mucho más que decir al respecto. Ojalá hubiese podido ser diferente, pero aquel mundo no se sostenía solo, él había creado un mundo de la nada y no iba a permitir que se rompiera, ni siquiera por la mujer que era su reina.
— Bien, que disfrutes es siempre mi prioridad, querida — una respuesta seca, apenas cambió su expresión al dirigir esas palabras. Antaño se hubiese sentido acongojado, miedoso de perder el amor de su vida. Aquellos seis meses le hacían pensar en los peores escenarios, hoy en día temía que un desliz pudiese llevarlo todo a la ruina. Su trabajo era la prioridad, mostrarse vulnerable ante la que una vez amo parecía la mayor debilidad de todas.
Hades era consciente que no preguntaba por interés, tan solo deseaba burlarse de sus cifras, de como todo funcionaba allí.
— Ha sido magnifico, hemos triplicado las ganancias mientras no estabas — anunció, dejando caer las palabras de manera muy eficaz. Como si ella fuese un rayo de luz que distrajese a sus trabajadores de las labores que debía enfrentar —. Dos de ellos consiguieron su ansiada libertad — afortunados, pero también idiotas que ya habían sido explotados hasta la saciedad, pero le servían. Ellos eran la prueba de que aquel sistema funcionaba.
Las listas de almas eran un trabajo constante, era el problema de aquel mundo, de las almas que se perdían cada día en el reino mortal.
—En efecto, tenemos adquisiciones interesantes, hasta una musa — se jactó, pensando si sería lo suficientemente buena para atraer miradas e incitar al trabajo arduo.
— Lamento comunicarte que el tiempo no miente — señaló la pared a su espalda, aquellos relojes que indicaban como su vida funcionaba. No podía pararlos ni atrasarlos, tan solo trabajos con ellos —. Te recuerdo que fue tu madre la que me obligó a hacer ese estúpido pacto por ti — ese odio que Deméter parecía haber destinado al rey del inframundo, puede que Persephone olvidase los detalles, pero él no lo hacía—. No puedes pisar este reino si el reloj no marca la hora correcta — era una bendición y una tortura al mismo tiempo.
¿Qué era en ese instante? Ni siquiera Hades podría saberlo.
No respondió, la forma en la que sus súbditos lo veían no podía cambiar. Era el gobernante, el bondadoso que les permitía trabajar en lugar de tener años de torturas. Sabía bien que muchos no estaban felices con su descenso, pero no había mucho más que decir al respecto. Ojalá hubiese podido ser diferente, pero aquel mundo no se sostenía solo, él había creado un mundo de la nada y no iba a permitir que se rompiera, ni siquiera por la mujer que era su reina.
— Bien, que disfrutes es siempre mi prioridad, querida — una respuesta seca, apenas cambió su expresión al dirigir esas palabras. Antaño se hubiese sentido acongojado, miedoso de perder el amor de su vida. Aquellos seis meses le hacían pensar en los peores escenarios, hoy en día temía que un desliz pudiese llevarlo todo a la ruina. Su trabajo era la prioridad, mostrarse vulnerable ante la que una vez amo parecía la mayor debilidad de todas.
Hades era consciente que no preguntaba por interés, tan solo deseaba burlarse de sus cifras, de como todo funcionaba allí.
— Ha sido magnifico, hemos triplicado las ganancias mientras no estabas — anunció, dejando caer las palabras de manera muy eficaz. Como si ella fuese un rayo de luz que distrajese a sus trabajadores de las labores que debía enfrentar —. Dos de ellos consiguieron su ansiada libertad — afortunados, pero también idiotas que ya habían sido explotados hasta la saciedad, pero le servían. Ellos eran la prueba de que aquel sistema funcionaba.
Las listas de almas eran un trabajo constante, era el problema de aquel mundo, de las almas que se perdían cada día en el reino mortal.
—En efecto, tenemos adquisiciones interesantes, hasta una musa — se jactó, pensando si sería lo suficientemente buena para atraer miradas e incitar al trabajo arduo.
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La mención al reloj hizo que mirase aquellas manecillas como si pudiera hacer que se fundieran y dejaran de funcionar para siempre. ¿Habría sido diferente sin aquel pacto?
- Y nunca se te ocurrió cambiar las condiciones. Una revisión de contrato, en tu idioma. -En su fuero interno sabía que en aquel momento, cuando se formularon las clausulas, le había parecido maravilloso, porque se sentía incapaz de renunciar a él e incapaz de permitir que el mundo se congelara para siempre por cabezonería de su madre.
Pero ahora... No estaba segura de por qué Hades no la dejaba ir, simplemente, viendo lo poco que le importaba su presencia, lo desagradable que era para ambos compartir la eternidad. Ni siquiera podía remover los celos que antaño había sentido, esos que demostraban que la amaba y se preocupaba por ella, los que ella podía acallar con palabras dulces y caricias.
Ahora ambos estaban rodeados por el hielo.
Volvió a beber de aquella copa que no se vaciaría hasta que ella lo quisiera y contuvo un bostezo cuando le explicó lo bien que habían ido las cosas en su ausencia.- Vaya, esperemos que no bajen ahora, o terminarás prefiriendo que esté fuera. -Como si no lo hiciera ya. Como si no sospechara que ella trataba de mover los hilos para incitar la rebelión. En parte queriendo que se hundiera, en parte deseando su atención.- La libertad... curioso concepto, ¿verdad? -Eso que ninguno de los dos podía permitirse, pero esos pobres diablos sí.
En cuanto a las almas, también preveía que serían tan soporíferas como siempre, pero lo que su esposo dijo llamó su atención- ¿Una musa? ¿Aún existen? -Preguntó. Porque los humanos usaban la palabra muy a la ligera, pero Hades no lo haría, así que realmente debía ser alguien especial.- Has conseguido mi atención, -pronunció, inclinándose hacia la mesa- ¿qué más sabemos de ella? ¿me la puedo quedar? -Porque las musas al menos tendrían conversaciones interesantes, nuevas, frescas... quizá incluso consiguiera inspirarla a ella en ese desierto de emociones en que vivía la mitad del año.
- Y nunca se te ocurrió cambiar las condiciones. Una revisión de contrato, en tu idioma. -En su fuero interno sabía que en aquel momento, cuando se formularon las clausulas, le había parecido maravilloso, porque se sentía incapaz de renunciar a él e incapaz de permitir que el mundo se congelara para siempre por cabezonería de su madre.
Pero ahora... No estaba segura de por qué Hades no la dejaba ir, simplemente, viendo lo poco que le importaba su presencia, lo desagradable que era para ambos compartir la eternidad. Ni siquiera podía remover los celos que antaño había sentido, esos que demostraban que la amaba y se preocupaba por ella, los que ella podía acallar con palabras dulces y caricias.
Ahora ambos estaban rodeados por el hielo.
Volvió a beber de aquella copa que no se vaciaría hasta que ella lo quisiera y contuvo un bostezo cuando le explicó lo bien que habían ido las cosas en su ausencia.- Vaya, esperemos que no bajen ahora, o terminarás prefiriendo que esté fuera. -Como si no lo hiciera ya. Como si no sospechara que ella trataba de mover los hilos para incitar la rebelión. En parte queriendo que se hundiera, en parte deseando su atención.- La libertad... curioso concepto, ¿verdad? -Eso que ninguno de los dos podía permitirse, pero esos pobres diablos sí.
En cuanto a las almas, también preveía que serían tan soporíferas como siempre, pero lo que su esposo dijo llamó su atención- ¿Una musa? ¿Aún existen? -Preguntó. Porque los humanos usaban la palabra muy a la ligera, pero Hades no lo haría, así que realmente debía ser alguien especial.- Has conseguido mi atención, -pronunció, inclinándose hacia la mesa- ¿qué más sabemos de ella? ¿me la puedo quedar? -Porque las musas al menos tendrían conversaciones interesantes, nuevas, frescas... quizá incluso consiguiera inspirarla a ella en ese desierto de emociones en que vivía la mitad del año.
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Aquel comentario mordaz hizo que el dios del inframundo alzase la mirada hacia su esposa. Podía verse la ira reflejada en sus ojos, un ligero brillo que indicaba que jugar con él no tenía sentido. Ese era el tema, tan solo su esposa podía permitirse esos ataques y Hades seguía sin comprender porque tenía tanta paciencia. Podría decir que era el amor que quedaba o la imagen que daba a sus trabajadores. A pesar de sus trifulcas el inframundo quería a su reina.
— Hice lo que tenía que hacer para mantenerte a mi lado, pero hasta eso parece molestarte — respondió. Si le hubiesen dicho que años más tarde estarían así habría mandado aquel contrato a otra parte, curado su corazón de una manera diferente al amor —. Hablas de como mis ganancias nunca son suficientes, me temo que pecas de lo mismo en otros ámbitos, siempre lo has hecho — comentó.
¿Ese era el problema? En algún momento ella dejo de ser su mayor prioridad y empezaron las peleas. Casi como si fuese un perro faldero, como si esperarla esos seis meses mientras ella disfrutaba de su libertad fuese lo único que pudiese tener en la cabeza.
Contuvo su respuesta, haciendo un gesto con la mano como si no importase. La libertad era una idea estúpida en aquellos tiempos. Nadie era realmente libre y aquellos que por fin se liberaban solo se enfrentaban a un nuevo mundo que volvería a limitarlos. Era curioso como deseaban librarse de un rol que conocían bien por querer ser algo más que no eran.
—Una musa si…— Respondió de manera distraída, hasta que fue consciente de la luz que brillaba en los ojos de la mujer. Había cometido un erro al mencionarlo, pero ya no podía dar marcha atrás —. No como tu juguete personal — comenzó, extendiendo el informe hacia ella para que pudiese echarle un ojo —. Necesito inspiración para mis súbditos, ¿lo entiendes? No significa que no puedas jugar con ella por unas horas al día, pero nada de exclusividad — no iba a negociar fuera de ello.
El inframundo era un lugar de trabajo.
— Hice lo que tenía que hacer para mantenerte a mi lado, pero hasta eso parece molestarte — respondió. Si le hubiesen dicho que años más tarde estarían así habría mandado aquel contrato a otra parte, curado su corazón de una manera diferente al amor —. Hablas de como mis ganancias nunca son suficientes, me temo que pecas de lo mismo en otros ámbitos, siempre lo has hecho — comentó.
¿Ese era el problema? En algún momento ella dejo de ser su mayor prioridad y empezaron las peleas. Casi como si fuese un perro faldero, como si esperarla esos seis meses mientras ella disfrutaba de su libertad fuese lo único que pudiese tener en la cabeza.
Contuvo su respuesta, haciendo un gesto con la mano como si no importase. La libertad era una idea estúpida en aquellos tiempos. Nadie era realmente libre y aquellos que por fin se liberaban solo se enfrentaban a un nuevo mundo que volvería a limitarlos. Era curioso como deseaban librarse de un rol que conocían bien por querer ser algo más que no eran.
—Una musa si…— Respondió de manera distraída, hasta que fue consciente de la luz que brillaba en los ojos de la mujer. Había cometido un erro al mencionarlo, pero ya no podía dar marcha atrás —. No como tu juguete personal — comenzó, extendiendo el informe hacia ella para que pudiese echarle un ojo —. Necesito inspiración para mis súbditos, ¿lo entiendes? No significa que no puedas jugar con ella por unas horas al día, pero nada de exclusividad — no iba a negociar fuera de ello.
El inframundo era un lugar de trabajo.
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No se achantó ante la mirada de Hades. Quizá fuera la única que no lo hacía. Porque a pesar de todo, confiaba en él. Sabía que jamás la tocaría para dañarla.
- Tampoco tú pareces muy feliz ahora, querido. -Replicó. Porque eso era lo que más le molestaba, que había pasado de ser una alegría para él a una condena, y en lo mismo se había convertido para ella. Tan culpable eran el uno como el otro de aquel acuerdo. Porque muchos contaban la historia de que la decisión fue de Zeus, de Démeter y de Hades... de cualquiera menos suya. Pero Persephone intercedió. Persephone deseó aquello como nunca antes había deseado nada. Y amó al Rey del Inframundo como nunca había amado ni amaría a nadie.
Eran recuerdos que hacían aún más amarga la realidad en la que ahora se encontraban.
- Supongo que soy difícil de satisfacer. -Se encogió de hombros, volviendo a beber tras su acusación. ¿Tanto pedía realmente? ¿Tan difícil era despegarse de aquel despacho y pasar aunque fueran unas horas con ella, reencontrándose? ¿Podrían hacerlo ahora si lo intentasen? ¿Podrían volver a ser los que eran?
En cualquier caso, aquellos pensamientos quedaron de lado ante la idea de tener un entretenimiento que la hiciera olvidar la desidia que le provocaba su situación y vida en el Inframundo. Una musa podría ser todo lo que necesitaba.
Rodó los ojos cuando él le quitó la diversión convirtiéndola en una forma de manipular aún más a sus trabajadores.
Suspiró, cogiendo el informe.- Podríamos hacer un horario. -Aceptó, porque sabía que si estiraba demasiado esa cuerda, quizá se quedase sin la posibilidad. Al menos le había ofrecido unas horas para ella.
Sin embargo, esa idea desapareció en cuanto abrió aquella carpeta. Cuando leyó el nombre pensó que se había confundido, pero la fotografía hacía que fuera imposible.- No es cierto. -Murmuró, notando cómo la pena se iba adueñando de ella.- Es muy joven. -Estaba en la primavera de su vida, apenas empezando a vivir, a sentir, con ese joven músico al que inspiraba las más bellas melodías.
Sus ojos se alzaron hacia Hades.- Evitalo. -Pronunció en voz alta y clara.- No puedes traerla. La conocí estando en la superficie. Apenas está empezando a vivir, Hades. -Les había cogido cariño a esos chicos. Esos que la admiraban y cantaban para ella.- Por favor, evitalo. -Pidió una segunda vez, no ocultando la desesperanza que nacía en ella.
- Tampoco tú pareces muy feliz ahora, querido. -Replicó. Porque eso era lo que más le molestaba, que había pasado de ser una alegría para él a una condena, y en lo mismo se había convertido para ella. Tan culpable eran el uno como el otro de aquel acuerdo. Porque muchos contaban la historia de que la decisión fue de Zeus, de Démeter y de Hades... de cualquiera menos suya. Pero Persephone intercedió. Persephone deseó aquello como nunca antes había deseado nada. Y amó al Rey del Inframundo como nunca había amado ni amaría a nadie.
Eran recuerdos que hacían aún más amarga la realidad en la que ahora se encontraban.
- Supongo que soy difícil de satisfacer. -Se encogió de hombros, volviendo a beber tras su acusación. ¿Tanto pedía realmente? ¿Tan difícil era despegarse de aquel despacho y pasar aunque fueran unas horas con ella, reencontrándose? ¿Podrían hacerlo ahora si lo intentasen? ¿Podrían volver a ser los que eran?
En cualquier caso, aquellos pensamientos quedaron de lado ante la idea de tener un entretenimiento que la hiciera olvidar la desidia que le provocaba su situación y vida en el Inframundo. Una musa podría ser todo lo que necesitaba.
Rodó los ojos cuando él le quitó la diversión convirtiéndola en una forma de manipular aún más a sus trabajadores.
Suspiró, cogiendo el informe.- Podríamos hacer un horario. -Aceptó, porque sabía que si estiraba demasiado esa cuerda, quizá se quedase sin la posibilidad. Al menos le había ofrecido unas horas para ella.
Sin embargo, esa idea desapareció en cuanto abrió aquella carpeta. Cuando leyó el nombre pensó que se había confundido, pero la fotografía hacía que fuera imposible.- No es cierto. -Murmuró, notando cómo la pena se iba adueñando de ella.- Es muy joven. -Estaba en la primavera de su vida, apenas empezando a vivir, a sentir, con ese joven músico al que inspiraba las más bellas melodías.
Sus ojos se alzaron hacia Hades.- Evitalo. -Pronunció en voz alta y clara.- No puedes traerla. La conocí estando en la superficie. Apenas está empezando a vivir, Hades. -Les había cogido cariño a esos chicos. Esos que la admiraban y cantaban para ella.- Por favor, evitalo. -Pidió una segunda vez, no ocultando la desesperanza que nacía en ella.
Persephone — En el despacho de Hades — A su regreso
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1. The queen is back
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El comentario de su esposa no paso inadvertido, en otro momento podría haber visto su rostro crisparse ante la mentira que contaba. Ella había sido lo más importante en su reino, aquella que iluminaba sus días y conseguía hacerlo feliz por encima de todo, a pesar de lo que su hermana pudiese creer. Si, era una luz que de otra jamás llegaría a esa inhóspito lugar, pero todo había cambiado. El amor que una vez sintió se convirtió en una carga pesada, pues las decisiones que tomó para sobrellevar su perdida fueron cuestionadas, haciéndolo sentir peor. No todos podían vivir felices los doce meses del año, teniendo todo, un marido que la amaba y cuidaba la mitad del año, un mundo que la adoraba la otra. Él era diferente, pronto se había dado cuenta que su esposa jamás comprendería sus razonamientos y la brecha solo continuó creciendo.
Ahora eran desconocidos.
¿No había peleado? Bien, aquella debía ser la novedad del siglo. Asintió en su dirección, sabiendo que un horario era fácil para él, la mejor forma de organizar su propia existencia. Estaba bien, mejor que bien en realidad. Si todo pudiese cuadrarse con hojas de calculo, Hades sería el dios más feliz de todos, de eso podían estar seguros todos.
— Suele ser el destino de las musas, viven para dar esa pequeña luz y después se extinguen con velocidad, por eso su fuerza suele ser tan grande — respondió, sin darse cuenta del tono alarmado de su mujer. Tener la vista en los documentos hizo que tampoco se diese cuenta de su perdida de color o la forma en la que su labio inferior tembló, esos pequeños detalles que antes no se habría perdido por nada del mundo.
Y entonces se dio cuenta. Mejor dicho, Persephone fue clara al respecto de lo que quería. Tuvo que dejar la pluma, como si aquella conversación no la hubiesen tenido una y mil veces. Alzó la vista, mirándola fijamente, ¿había olvidado cómo funcionaba aquel lugar?
— No puedo — respondió secamente, sin separar la vista, no había mentira en lo que le estaba compartiendo —. Por si lo has olvidado, son las Moiras las que deciden quien vive y quien muere, odian que se les pidan favores y sobre todo no se puede cambiar un destino ya escrito — aseguró, esperando que Persephone no presionara —. Siento que la hayas conocido, pero su destino se selló incluso antes de su nacimiento y no podré hacer nada diferente a darle la bienvenida a mi reino — respondió, pero una fuerza extraña le decía que no podía bajar la vista, separarse de donde estaba.
Dos fuerzas iban a colisionar y él no se movería de donde estaba.
Ahora eran desconocidos.
¿No había peleado? Bien, aquella debía ser la novedad del siglo. Asintió en su dirección, sabiendo que un horario era fácil para él, la mejor forma de organizar su propia existencia. Estaba bien, mejor que bien en realidad. Si todo pudiese cuadrarse con hojas de calculo, Hades sería el dios más feliz de todos, de eso podían estar seguros todos.
— Suele ser el destino de las musas, viven para dar esa pequeña luz y después se extinguen con velocidad, por eso su fuerza suele ser tan grande — respondió, sin darse cuenta del tono alarmado de su mujer. Tener la vista en los documentos hizo que tampoco se diese cuenta de su perdida de color o la forma en la que su labio inferior tembló, esos pequeños detalles que antes no se habría perdido por nada del mundo.
Y entonces se dio cuenta. Mejor dicho, Persephone fue clara al respecto de lo que quería. Tuvo que dejar la pluma, como si aquella conversación no la hubiesen tenido una y mil veces. Alzó la vista, mirándola fijamente, ¿había olvidado cómo funcionaba aquel lugar?
— No puedo — respondió secamente, sin separar la vista, no había mentira en lo que le estaba compartiendo —. Por si lo has olvidado, son las Moiras las que deciden quien vive y quien muere, odian que se les pidan favores y sobre todo no se puede cambiar un destino ya escrito — aseguró, esperando que Persephone no presionara —. Siento que la hayas conocido, pero su destino se selló incluso antes de su nacimiento y no podré hacer nada diferente a darle la bienvenida a mi reino — respondió, pero una fuerza extraña le decía que no podía bajar la vista, separarse de donde estaba.
Dos fuerzas iban a colisionar y él no se movería de donde estaba.
Hades — En su despacho — A la vuelta de Persephone
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1. The queen is back
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Había querido negociar con él. Durante un instante había parecido que los dos volvían a hablar el mismo idioma, solo porque ella sabía que si quería obtener lo que deseaba de Hades, tenía que pasar por sus métodos.
Pero cualquier pensamiento lógico o estratagema había desaparecido de su mente al leer el nombre de Eurydice, al ver su rostro en la fotografía. Al recordarla riendo y cantando junto a Orpheo. Dos jóvenes que la adoraban y que le recordaban lo que ella tanto deseaba tener. Eran su primavera, lo habían sido. Y quería protegerles a cualquier precio.
Aún si el precio implicaba ponerse aún más en contra de su esposo.
- Si alguien puede influir sobre ellas eres tú. No me vengas con pretextos. -Las moiras eran parte de aquel equilibrio que mantenía el inframundo en pie. Ellas le ofrecían almas y trabajadores. Y Hades era uno de sus favoritos, seguramente porque no había hecho nada para intentar que cambiasen algo a lo largo de los siglos.- Solo estás demasiado acomodado en el trono de tu Inframundo para intentar hacer algo por cualquiera que no seas tú mismo. -Espetó.
Se levantó de su asiento y comenzó a caminar por el despacho, después de dejar el informe sobre la mesa. Sus tacones resonaban en el suelo encerado.- Que no les gusten los favores no significa que no los hagan. Y un destino en un tapiz puede deshacerse y volverse a hacer. -No sabía si intentaba razonar con él o consigo misma.
Se giró entonces hacia él con el fuego de una decisión brillando en su mirada, algo que hacía mucho tiempo que no sucedía, que sus ojos brillasen de forma alguna en el Inframundo.- Si tú no vas a moverte, me ocuparé yo sola. -En el fondo de su pecho aún había una pequeña llama a punto de extinguirse, que alimentaba la esperanza de que Hades quisiera ayudarla. Pero la oscuridad a su alrededor susurraba que él no sería capaz de comprenderlo, había olvidado, como ella pensaba que también lo había hecho.- Esos chicos tendrán su oportunidad.
Pero cualquier pensamiento lógico o estratagema había desaparecido de su mente al leer el nombre de Eurydice, al ver su rostro en la fotografía. Al recordarla riendo y cantando junto a Orpheo. Dos jóvenes que la adoraban y que le recordaban lo que ella tanto deseaba tener. Eran su primavera, lo habían sido. Y quería protegerles a cualquier precio.
Aún si el precio implicaba ponerse aún más en contra de su esposo.
- Si alguien puede influir sobre ellas eres tú. No me vengas con pretextos. -Las moiras eran parte de aquel equilibrio que mantenía el inframundo en pie. Ellas le ofrecían almas y trabajadores. Y Hades era uno de sus favoritos, seguramente porque no había hecho nada para intentar que cambiasen algo a lo largo de los siglos.- Solo estás demasiado acomodado en el trono de tu Inframundo para intentar hacer algo por cualquiera que no seas tú mismo. -Espetó.
Se levantó de su asiento y comenzó a caminar por el despacho, después de dejar el informe sobre la mesa. Sus tacones resonaban en el suelo encerado.- Que no les gusten los favores no significa que no los hagan. Y un destino en un tapiz puede deshacerse y volverse a hacer. -No sabía si intentaba razonar con él o consigo misma.
Se giró entonces hacia él con el fuego de una decisión brillando en su mirada, algo que hacía mucho tiempo que no sucedía, que sus ojos brillasen de forma alguna en el Inframundo.- Si tú no vas a moverte, me ocuparé yo sola. -En el fondo de su pecho aún había una pequeña llama a punto de extinguirse, que alimentaba la esperanza de que Hades quisiera ayudarla. Pero la oscuridad a su alrededor susurraba que él no sería capaz de comprenderlo, había olvidado, como ella pensaba que también lo había hecho.- Esos chicos tendrán su oportunidad.
Persephone — En el despacho de Hades — A su regreso
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1. The queen is back
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La respuesta obtusa de su esposa hizo que Hades dejase de escribir en su pergamino, alzando la mirada de este para clavarla en ella. Ese brillo en su mirada lo molestó. Hades tenía parte de culpa en que Persephone se comportase de esa forma en su reino, de creer que con unas palabras podría conseguir lo que se pusiera delante de ella, pues por muchos años así fue. Hades se hubiese desvivido por darle lo mejor y hacerla sentir cómoda en su hogar, eran par de un todo, juntos y quería que ella se sintiese tan perteneciente a su mundo como él mismo.
— No puedo cambiar un destino escrito, vuelvo a repetirte que guardo la muerte, no la escojo — respondió cortante, dejando claro que su tono de niña pequeña y caprichosa no iba a funcionar en ese instante. Era el dios del inframundo y como tal guardaba a aquellos que residían en este, pero nunca elegía cuando un alma entraba en este, lo que si escogía era cuando salía, pero nunca lo harían de la misma forma que entraron.
Ahí estaban, batallando como cada día de su existencia. Cansado de la situación, negó, fingiendo que no le importaba su opinión. Él no indicaba cuanto podía hacer ella con su poder, pero a ella le encantaba darle lecciones, como si supiese exactamente como aquel lugar funcionaba.
— No te conviertas en mi enemiga, Persephone — dijo despacio, dejando que su poder se extendiese por la sala —. Eres mi esposa y tienes un pase, tus juegos infantiles son bienvenidos por mucho dolor de cabeza que puedas darme, pero hay limites que ni siquiera tú puedes cruzar — sentenció, levantándose de su lugar y clavando sus ojos en ellas, brillante, inhumados, dignos del dios del inframundo —. Te lo repito, no te conviertas en mi enemiga — pues aquella sería la gota que colmaría el vaso de su relación.
— No puedo cambiar un destino escrito, vuelvo a repetirte que guardo la muerte, no la escojo — respondió cortante, dejando claro que su tono de niña pequeña y caprichosa no iba a funcionar en ese instante. Era el dios del inframundo y como tal guardaba a aquellos que residían en este, pero nunca elegía cuando un alma entraba en este, lo que si escogía era cuando salía, pero nunca lo harían de la misma forma que entraron.
Ahí estaban, batallando como cada día de su existencia. Cansado de la situación, negó, fingiendo que no le importaba su opinión. Él no indicaba cuanto podía hacer ella con su poder, pero a ella le encantaba darle lecciones, como si supiese exactamente como aquel lugar funcionaba.
— No te conviertas en mi enemiga, Persephone — dijo despacio, dejando que su poder se extendiese por la sala —. Eres mi esposa y tienes un pase, tus juegos infantiles son bienvenidos por mucho dolor de cabeza que puedas darme, pero hay limites que ni siquiera tú puedes cruzar — sentenció, levantándose de su lugar y clavando sus ojos en ellas, brillante, inhumados, dignos del dios del inframundo —. Te lo repito, no te conviertas en mi enemiga — pues aquella sería la gota que colmaría el vaso de su relación.
Hades — En su despacho — A la vuelta de Persephone
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1. The queen is back
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La forma en que Hades respondió a su decisión de actuar por sí misma en aquel caso la dejó parada en el sitio.
Las palabras acompañadas de aquel tono amenazante, la mirada oscura y penetrante y la tensión de sus musculos... todo ese conjunto hizo que su cuerpo se estremeciera de un modo demasiado agradable para estar en aquella situación. Uno que casi había olvidado y al que no podía ceder en aquel instante.
- Hades... -Pronunció y se reprochó el tono anhelante en que había dicho su nombre.- Si consiguieras recordar lo que era, lo que se sentía... No me tacharías de infantil. -Intentó mediar de nuevo. No le gustaba que la llamara infantil o inocente, porque hacía ya demasiado que había abandonado esa ignorancia de su juventud, lo hizo después de ponerse la corona.
Pero él no iba a ceder. No iba a ayudarla.
Bajó la cabeza como si aceptase que era así y no podía hacer nada.- No quiero ser tu enemiga. -Murmuró. Y la sinceridad que se coló en sus palabras la sorprendió.- No quiero empeorar esta situación en que nos encontramos. Ya es lo bastante desagradable para los dos.
Tras aquello simplemente se dirigió a la puerta.- No te esperaré para cenar. -Llevaba ya mucho sin hacerlo y aquello era un recordatorio.
Aprovecharía su soledad para buscar el modo de ayudar a aquella pareja. Porque aunque no pudiera hacer nada directamente, sí podía intentar algo, lo que fuera. Tenía que mantener esa esperanza o su condena sería mucho peor.
Las palabras acompañadas de aquel tono amenazante, la mirada oscura y penetrante y la tensión de sus musculos... todo ese conjunto hizo que su cuerpo se estremeciera de un modo demasiado agradable para estar en aquella situación. Uno que casi había olvidado y al que no podía ceder en aquel instante.
- Hades... -Pronunció y se reprochó el tono anhelante en que había dicho su nombre.- Si consiguieras recordar lo que era, lo que se sentía... No me tacharías de infantil. -Intentó mediar de nuevo. No le gustaba que la llamara infantil o inocente, porque hacía ya demasiado que había abandonado esa ignorancia de su juventud, lo hizo después de ponerse la corona.
Pero él no iba a ceder. No iba a ayudarla.
Bajó la cabeza como si aceptase que era así y no podía hacer nada.- No quiero ser tu enemiga. -Murmuró. Y la sinceridad que se coló en sus palabras la sorprendió.- No quiero empeorar esta situación en que nos encontramos. Ya es lo bastante desagradable para los dos.
Tras aquello simplemente se dirigió a la puerta.- No te esperaré para cenar. -Llevaba ya mucho sin hacerlo y aquello era un recordatorio.
Aprovecharía su soledad para buscar el modo de ayudar a aquella pareja. Porque aunque no pudiera hacer nada directamente, sí podía intentar algo, lo que fuera. Tenía que mantener esa esperanza o su condena sería mucho peor.
Persephone — En el despacho de Hades — A su regreso
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2. It was different years ago
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La vio marchar, sin moverse de su mesa, con los papeles frente a él y mucho trabajo por delante. Esperó, asegurándose que el sonido de los tacones de su esposa dejasen de escucharse en el pasillo. Volvió a sentarse en su silla, despacio, cayendo sobre ella y apoyando los codos sobre la mesa. Tanto trabajo que hacer y siempre alguna replica por su parte. Los documentos que marcaban a la musa como parte de su corte no habían desaparecido y Hades no podía darse el lujo de ignorar la oportunidad de negocio que aquello traía consigo. No entendía porque Persephone se había enfadado tanto, nunca parecía preocuparse de ello, los negocios le pertenecían a él.
Había creado aquel imperio por ello, pues el mundo era oscuro cuando su reina no se encontraba allí. Eso seis meses que pasaba alejado de su esposada no siempre eran fácil. Recordaba un tiempo diferente, a veces latía en su pecho, lamentando la perdida de esos años. Cuando aquel escritorio no estaba tan lleno de papeles, cuando los relojes a su espalda no marcaban mil horas diferentes. Solo había uno que importaba, aquel que marcaba el fin de esos terribles seis meses. Terminó por echarse atrás en su silla, cerrando los ojos y sumergiéndose en un buen recuerdo, ese mismo despacho.
Allí estaba el rey del inframundo, garabateando los últimos toques a lo que sería la mejor sorpresa de la historia. Sabía que su esposa lo quería, ella misma había decidido que podría repartir su visita entre el mundo mortal e inmortal. Lo hacía tremendamente feliz, pero también conocía su situación, como echaba de menos la magia pura de la primavera, la vida que ella entregaba a los humanos y que allí abajo no era tan habitual. Por eso había estado trabajando desde su partida, buscando el mejor lugar y ahora que ya estaba todo listo solo faltaba la protagonista.
El reloj estaba por llegar al punto más alto y Hades se preparó. Terminó de firmar unos papeles y se levantó de su oficina, llevaba un traje de color azul y aunque su cabello se viese algo despeinado todavía parecía echo a propósito. Caronte lo estaba esperando en la puerta, así que se subió al coche que lo llevaría a la estación. Había creado un pequeño cartel para recoger a su reina, aquella a la que todos estarían esperando.
Al bajarse del coche tuvo que saludar a más de un alma perdida, que parecía muy feliz de ver a su rey, todos merodeando sin objetivos, sin saber cuanto tiempo tendrían que estar ahí. Hades no pudo evitar torcer el gesto, si tuviesen un propósito, si pagasen sus deudas de alguna forma todos sabrían cuando saldrían a su siguiente vida. Sacudió la cabeza, pensaría en ello, buscaría una solución, siempre tenía meses vacíos donde tenía que pensar en su reino, ahora tocaba pensar en su esposa.
El tren paró en la estación y Hades esperó, alzando el cartel cuando vio la cabellera de la mujer más hermosa del mundo, con esa sonrisa pícara que indicaba que la había extrañado más que a nada.
Había creado aquel imperio por ello, pues el mundo era oscuro cuando su reina no se encontraba allí. Eso seis meses que pasaba alejado de su esposada no siempre eran fácil. Recordaba un tiempo diferente, a veces latía en su pecho, lamentando la perdida de esos años. Cuando aquel escritorio no estaba tan lleno de papeles, cuando los relojes a su espalda no marcaban mil horas diferentes. Solo había uno que importaba, aquel que marcaba el fin de esos terribles seis meses. Terminó por echarse atrás en su silla, cerrando los ojos y sumergiéndose en un buen recuerdo, ese mismo despacho.
Allí estaba el rey del inframundo, garabateando los últimos toques a lo que sería la mejor sorpresa de la historia. Sabía que su esposa lo quería, ella misma había decidido que podría repartir su visita entre el mundo mortal e inmortal. Lo hacía tremendamente feliz, pero también conocía su situación, como echaba de menos la magia pura de la primavera, la vida que ella entregaba a los humanos y que allí abajo no era tan habitual. Por eso había estado trabajando desde su partida, buscando el mejor lugar y ahora que ya estaba todo listo solo faltaba la protagonista.
El reloj estaba por llegar al punto más alto y Hades se preparó. Terminó de firmar unos papeles y se levantó de su oficina, llevaba un traje de color azul y aunque su cabello se viese algo despeinado todavía parecía echo a propósito. Caronte lo estaba esperando en la puerta, así que se subió al coche que lo llevaría a la estación. Había creado un pequeño cartel para recoger a su reina, aquella a la que todos estarían esperando.
Al bajarse del coche tuvo que saludar a más de un alma perdida, que parecía muy feliz de ver a su rey, todos merodeando sin objetivos, sin saber cuanto tiempo tendrían que estar ahí. Hades no pudo evitar torcer el gesto, si tuviesen un propósito, si pagasen sus deudas de alguna forma todos sabrían cuando saldrían a su siguiente vida. Sacudió la cabeza, pensaría en ello, buscaría una solución, siempre tenía meses vacíos donde tenía que pensar en su reino, ahora tocaba pensar en su esposa.
El tren paró en la estación y Hades esperó, alzando el cartel cuando vio la cabellera de la mujer más hermosa del mundo, con esa sonrisa pícara que indicaba que la había extrañado más que a nada.
Hades — Con una sorpresa — A la vuelta de Persephone
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2. It was different years ago
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Los tacones de Persephone resonaron furiosos en el pasillo hasta que llegó a su habitación, desplomándose en la cama. Intentaba idear algo con lo que ayudar a Eurydice y al dulce Orpheo. Pero su mente estaba nublada por la rabia.
¡Le odiaba! Odiaba al ser en que se había convertido. Odiaba intentar ver en el fondo de sus ojos algo de lo que un día fue solo para decepcionarse al ver que no había ni un poco de aquella magia que existía entre ambos.
Y odiaba que fuera tan fácil recordar aquellos tiempos, donde era feliz, donde solo había amor... porque si al menos pudiera olvidarlo no le molestaría tanto.
Pero perderse en los recuerdos parecía lo único que le quedaba para mantener la cordura en aquel infierno...
~~
Su madre se había quejado, como siempre, al verse obligada a separarse de ella. Persephone la adoraba y quería, pero no podía negar que después de seis meses estaba deseando volver a ver a Hades y estar en su brazos y preguntarle si la había echado tanto de menos como ella a él.
Era una diosa ilusionada con ver a su marido, una que pensaba que su matrimonio no iba a parecerse jamás al resto de los que se habían dado entre deidades.
Les despidió a todos con la mano, haciendo crecer algunas flores de última hora para todos ellos. En cierto modo, despidiéndose de su don, ya que en el Inframundo no era tan sencillo hacer crecer la bella naturaleza.
El trayecto siempre se le hacía muy largo, atravesando aquel tunel oscuro donde la primera señal de que estaba cerca era ver los brillantes ojos de Cerbero saludarla.
En la estación siempre había almas reunidas, esperando encontrar su destino en el Inframundo, siempre esperando, siempre perdidas... Pero no se fijaba demasiado en ello, porque lo único que importaba era el dios de traje azul que sujetaba un cartel con su nombre arrancándole la sonrisa más brillante que había mostrado en los últimos seis meses.
Impaciente porque la puerta se abriera, saltó al exterior para correr a los brazos de su esposo y besar sus labios.- ¡Te he echado tanto de menos! El año que viene pienso molestar a Zeus hasta que te deje venir a visitarme mientras esté ahí arriba. -Advirtió con una enorme sonrisa divertida. Los dos sabían que era muy capaz, le gustaba demasiado salirse con la suya.
¡Le odiaba! Odiaba al ser en que se había convertido. Odiaba intentar ver en el fondo de sus ojos algo de lo que un día fue solo para decepcionarse al ver que no había ni un poco de aquella magia que existía entre ambos.
Y odiaba que fuera tan fácil recordar aquellos tiempos, donde era feliz, donde solo había amor... porque si al menos pudiera olvidarlo no le molestaría tanto.
Pero perderse en los recuerdos parecía lo único que le quedaba para mantener la cordura en aquel infierno...
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Su madre se había quejado, como siempre, al verse obligada a separarse de ella. Persephone la adoraba y quería, pero no podía negar que después de seis meses estaba deseando volver a ver a Hades y estar en su brazos y preguntarle si la había echado tanto de menos como ella a él.
Era una diosa ilusionada con ver a su marido, una que pensaba que su matrimonio no iba a parecerse jamás al resto de los que se habían dado entre deidades.
Les despidió a todos con la mano, haciendo crecer algunas flores de última hora para todos ellos. En cierto modo, despidiéndose de su don, ya que en el Inframundo no era tan sencillo hacer crecer la bella naturaleza.
El trayecto siempre se le hacía muy largo, atravesando aquel tunel oscuro donde la primera señal de que estaba cerca era ver los brillantes ojos de Cerbero saludarla.
En la estación siempre había almas reunidas, esperando encontrar su destino en el Inframundo, siempre esperando, siempre perdidas... Pero no se fijaba demasiado en ello, porque lo único que importaba era el dios de traje azul que sujetaba un cartel con su nombre arrancándole la sonrisa más brillante que había mostrado en los últimos seis meses.
Impaciente porque la puerta se abriera, saltó al exterior para correr a los brazos de su esposo y besar sus labios.- ¡Te he echado tanto de menos! El año que viene pienso molestar a Zeus hasta que te deje venir a visitarme mientras esté ahí arriba. -Advirtió con una enorme sonrisa divertida. Los dos sabían que era muy capaz, le gustaba demasiado salirse con la suya.
Persephone — En el Inframundo — con Hades
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2. It was different years ago
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El pitido del tren resonó en toda la estación, haciendo que los nervios de Hades volviesen a reconcomerle por dentro. Su cartel mostraba el nombre de Persephone de su puño y letra, hecho con cuidado para ver aquel brillo en sus ojos. Una parte de él temía verla bajar de ese vagón desdichada, sin ganas de visitar su reino conjunto o abrazarlo. Un escenario que no podría imaginar en millones de años, que le rompería el corazón en mil pedazos. Que tragedia sería.
Al verla sintió ese cosquilleó en la boca del estómago, una felicidad sin parangón, desde el primer momento fue así. Tan llena de vida, con una luz tan profunda acompañándola que Hades quedaba rendido a sus pies. Sintió la calidez de sus brazos alrededor de su cuello y tomó su cintura, alzándola unos centímetros del suelo para girar con ella como un par de enamorados.
Estaba allí, feliz, con él.
— Me alegra tanto tenerte de vuelta querida — contestó, lleno de orgullo, juntando sus frentes y regalándole esa sonrisa sincera que muchos creían que no poseía. Ella que se había tomado la molestia en conocer al hombre atrapado en aquel reino, tan lleno de trabajo que era incapaz de socializar como el resto.
Una risa real escapó del pecho del dios, estremeciendo a más de uno ante la diferencia que exhibía. Persephone era una luz que conseguía endulzar todo a su alrededor, hasta el mismo inframundo.
— Ojalá te escuché, mi amor — dijo esperanzado, colocando un mechón de cabello tras su oreja una vez la puso en el suelo.
Ya sabía cuál sería la respuesta de su hermano, siempre era la misma, nunca cambiaría. Hades tenía su lugar abajo, allí donde nadie podía molestarlo y debía acostumbrarse a esa posición.
— Ven, he traído el coche para que podamos hablar sin que nadie nos moleste. — Una tradición, en la que él escucharía todas sus aventuras mientras volvían a su palacio, el mismo centro del inframundo.
Al verla sintió ese cosquilleó en la boca del estómago, una felicidad sin parangón, desde el primer momento fue así. Tan llena de vida, con una luz tan profunda acompañándola que Hades quedaba rendido a sus pies. Sintió la calidez de sus brazos alrededor de su cuello y tomó su cintura, alzándola unos centímetros del suelo para girar con ella como un par de enamorados.
Estaba allí, feliz, con él.
— Me alegra tanto tenerte de vuelta querida — contestó, lleno de orgullo, juntando sus frentes y regalándole esa sonrisa sincera que muchos creían que no poseía. Ella que se había tomado la molestia en conocer al hombre atrapado en aquel reino, tan lleno de trabajo que era incapaz de socializar como el resto.
Una risa real escapó del pecho del dios, estremeciendo a más de uno ante la diferencia que exhibía. Persephone era una luz que conseguía endulzar todo a su alrededor, hasta el mismo inframundo.
— Ojalá te escuché, mi amor — dijo esperanzado, colocando un mechón de cabello tras su oreja una vez la puso en el suelo.
Ya sabía cuál sería la respuesta de su hermano, siempre era la misma, nunca cambiaría. Hades tenía su lugar abajo, allí donde nadie podía molestarlo y debía acostumbrarse a esa posición.
— Ven, he traído el coche para que podamos hablar sin que nadie nos moleste. — Una tradición, en la que él escucharía todas sus aventuras mientras volvían a su palacio, el mismo centro del inframundo.
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Una risa alegre escapó de los labios de la diosa cuando Hades la levantó del suelo y dio algunas vueltas con ella en sus brazos. Retumbó en toda la estación y por un momento dio la impresión de que no se encontraban en un lugar que para tantos era solo la lóbrega antesala del más allá.
Persephone no imaginaba que hubiera un modo o lugar en que pudiera ser más feliz.
Zeus tendría que escucharla el año próximo. Solo iba a pedir al menos una visita de Hades, un día en mitad de aquellos largos meses. Y cuando lo consiguiera pensaba ir subiendo la apuesta. Pero tenía que fingir empezar por algo pequeño, algo simple, algo que pudiera conseguir.
Tomó su brazo en cuanto dijo que había traído el coche, para caminar juntos. Caronte le abrió la puerta y ella le dedicó una enorme sonrisa, aunque todavía no había conseguido que se la devolviera, era un hueso duro de roer.
Mientras Hades llegaba a su lado, ella sacó de su bolso una flor y usó su poder para hacerla ver más fresca de lo que ya estaba.- Te he traído un regalo. -Le ofreció a su esposo en cuanto el coche arrancó.- Es una nueva variedad, he trabajado mucho en ella. Pero no es perfecta todavía. Quizá si sobrevive el invierno en la superficie pueda seguir probando. -Estaba intentando crear una flor lo bastante resistente para que pudiera sobrevivir en el Inframundo. Sus progresos eran muy pequeños y lentos, pero era un modo de hacer ver que no le olvidaba aunque estuviera lejos. Siempre pensaba en él, en regresar.- ¿Te gusta? -También quería que fuera algo que a él le gustase, había escogido aquel tono azul claro, como el cielo despejado, pensando que iluminaría mejor las estancias de su reino.
Persephone no imaginaba que hubiera un modo o lugar en que pudiera ser más feliz.
Zeus tendría que escucharla el año próximo. Solo iba a pedir al menos una visita de Hades, un día en mitad de aquellos largos meses. Y cuando lo consiguiera pensaba ir subiendo la apuesta. Pero tenía que fingir empezar por algo pequeño, algo simple, algo que pudiera conseguir.
Tomó su brazo en cuanto dijo que había traído el coche, para caminar juntos. Caronte le abrió la puerta y ella le dedicó una enorme sonrisa, aunque todavía no había conseguido que se la devolviera, era un hueso duro de roer.
Mientras Hades llegaba a su lado, ella sacó de su bolso una flor y usó su poder para hacerla ver más fresca de lo que ya estaba.- Te he traído un regalo. -Le ofreció a su esposo en cuanto el coche arrancó.- Es una nueva variedad, he trabajado mucho en ella. Pero no es perfecta todavía. Quizá si sobrevive el invierno en la superficie pueda seguir probando. -Estaba intentando crear una flor lo bastante resistente para que pudiera sobrevivir en el Inframundo. Sus progresos eran muy pequeños y lentos, pero era un modo de hacer ver que no le olvidaba aunque estuviera lejos. Siempre pensaba en él, en regresar.- ¿Te gusta? -También quería que fuera algo que a él le gustase, había escogido aquel tono azul claro, como el cielo despejado, pensando que iluminaría mejor las estancias de su reino.
Persephone — En el Inframundo — con Hades
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2. It was different years ago
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Su reina tenía aquel brillo especial que Hades era incapaz de ignorar. La luz que portaba a ese lugar era única, una que nunca hubieses esperado obtener. Comprendía las preocupaciones de muchos en el exterior, hasta las malas palabras que decían que él la había secuestrado. En ningún universo se le hubiese ocurrido hacer aquello, para él era la más perfecta flor y si ella no deseara estar a su lado la dejaría marchar. Claro que el trato que habían firmado para que no la apartasen de su lado había quedado en que ella debía pasar seis meses a su lado.
El coche se puso en marcha, Hades había decidido conducir él mismo, dándoles ese espacio de privacidad que pronto se rompería. El reino se volvía más activo cuando su reina volvía, Persephone era la favorita de muchos y Hades se alegraba de que hubiesen aceptado aquella divinidad allí.
— Se ve bonita desde el volante, ahora que paremos la observo de mejor manera amor — respondió, sintiéndose satisfecho ante la ilusión que percibía en la voz de su compañera.
Tras saltarse un par de semáforos y ver como sus súbditos se agachaban al verlos llegaron a su mansión. Hades dejó el coche en la entrada, antes de bajar se giró para poder ver la flor que Persephone le entregaba y la mantuvo en sus manos unos segundos. Su propia energía la hizo apagarse un poco, pero a diferencia de otras flores está no se marchitó rápidamente.
— Es preciosa, el azul se parece al de las almas errantes — susurró, admirando el trabajo que estaba haciendo, volviendo a ponerla en las manos de Persephone para que estuviese en un lugar seguro —. Parece que has tenido mucho trabajo estos seis meses.
El coche se puso en marcha, Hades había decidido conducir él mismo, dándoles ese espacio de privacidad que pronto se rompería. El reino se volvía más activo cuando su reina volvía, Persephone era la favorita de muchos y Hades se alegraba de que hubiesen aceptado aquella divinidad allí.
— Se ve bonita desde el volante, ahora que paremos la observo de mejor manera amor — respondió, sintiéndose satisfecho ante la ilusión que percibía en la voz de su compañera.
Tras saltarse un par de semáforos y ver como sus súbditos se agachaban al verlos llegaron a su mansión. Hades dejó el coche en la entrada, antes de bajar se giró para poder ver la flor que Persephone le entregaba y la mantuvo en sus manos unos segundos. Su propia energía la hizo apagarse un poco, pero a diferencia de otras flores está no se marchitó rápidamente.
— Es preciosa, el azul se parece al de las almas errantes — susurró, admirando el trabajo que estaba haciendo, volviendo a ponerla en las manos de Persephone para que estuviese en un lugar seguro —. Parece que has tenido mucho trabajo estos seis meses.
Hades — Con una sorpresa — A la vuelta de Persephone
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2. It was different years ago
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Intentó contener su entusiasmo para no distraer a Hades del volante. Aunque se rió al verle saltarse un par de semáforos para poder llegar cuanto antes. Le gustaba que él tampoco quisiera perder el tiempo en el camino para prestarle su atención a ella.
Le cedió la flor cuando se giró para verla y contuvo el aliento al ver que se marchitaba un poco. Le resultaba increíblemente triste ver que Hades no podía tocar sus flores, por eso se esforzaba en crear algunas que sí que lo hicieran. Era descorazonador saber que sus creaciones no podían convivir con ella allí. Que él no podía apreciarlas igual.
- ¿Te gusta de verdad? -Quiso asegurarse cuando mencionó el color. Asintió cuando habló de su trabajo.- Madre se queja continuamente de no tenerme el resto del año, pero me esfuerzo para que no pueda poner ninguna pega más y todo esté listo cuanto antes. -A veces era agotador nutrir aquel planeta de su poder para que la naturaleza floreciera. Quizá también por eso disfrutaba más de sus días en el Inframundo, donde no había tantas exigencias para ella y podía relajarse.- Y mientras hago lo que me pide, también aprovecho para trabajar en mis experimentos. Aunque ella no lo sabe. -Sonrió de lado por su pequeña travesura, un secreto que estaba compartiendo con él abiertamente.- Claro que tanto trabajo es útil, para no echarte tanto de menos. -Se estiró para besar su mejilla. Los primeros días eran los peores, echaba de menos su compañía al dormir y al despertar... después se acotumbraba un poco, pero no lo suficiente como para no contar los días.
- ¿Y tú? -Preguntó de vuelta- ¿Has estado haciendo muchas cosas? Me ha parecido ver que la ciudad había crecido.
Le cedió la flor cuando se giró para verla y contuvo el aliento al ver que se marchitaba un poco. Le resultaba increíblemente triste ver que Hades no podía tocar sus flores, por eso se esforzaba en crear algunas que sí que lo hicieran. Era descorazonador saber que sus creaciones no podían convivir con ella allí. Que él no podía apreciarlas igual.
- ¿Te gusta de verdad? -Quiso asegurarse cuando mencionó el color. Asintió cuando habló de su trabajo.- Madre se queja continuamente de no tenerme el resto del año, pero me esfuerzo para que no pueda poner ninguna pega más y todo esté listo cuanto antes. -A veces era agotador nutrir aquel planeta de su poder para que la naturaleza floreciera. Quizá también por eso disfrutaba más de sus días en el Inframundo, donde no había tantas exigencias para ella y podía relajarse.- Y mientras hago lo que me pide, también aprovecho para trabajar en mis experimentos. Aunque ella no lo sabe. -Sonrió de lado por su pequeña travesura, un secreto que estaba compartiendo con él abiertamente.- Claro que tanto trabajo es útil, para no echarte tanto de menos. -Se estiró para besar su mejilla. Los primeros días eran los peores, echaba de menos su compañía al dormir y al despertar... después se acotumbraba un poco, pero no lo suficiente como para no contar los días.
- ¿Y tú? -Preguntó de vuelta- ¿Has estado haciendo muchas cosas? Me ha parecido ver que la ciudad había crecido.
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2. It was different years ago
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— Me encanta — admitió, con esos ojos brillantes que observaban a Persephone como si fuese todo lo que necesitase en su vida. Era la mujer de sus sueños, el bien que conseguía ponerlo de pie a las mañanas y enfrentarse a un mundo lleno de trabajo lúgubre. Las almas en pena que vagaban sin razón por sus tierras, sin esperanzas de encontrar un camino al mañana, ojalá pudiese hacerlo diferente para ellas, con un poco de suerte el proyecto que tenía en mente lo lograría.
La mención a Deméter puso un nudo en su estómago. La relación que habían tenido nunca fue la más agradable, formal por encima de todo, enamorarse de su hija fue la última gota que quebró el vaso.
— Tampoco te excedas, entiendo que tu madre desee tenerte con ella todo el tiempo, mas las estaciones tienen un propósito también — razonó, pues a veces pensaba que Deméter quería encerrar a Persephone en una cúpula de cristal y no dejarla marchar. Hades podía verse intimidante, pero verdaderamente creía que le daba opciones a Persephone, aún con ese acuerdo que tuvieron que hacer para que no los separaran.
» Lo agradezco, es hermosa como tú y sobre todo me llena de dicha lo afortunado que soy; aún en este lugar tan oscuro tengo una luz que piensa en mi — acarició la mejilla de Persephone, sin querer decirle que aquello nunca debía decirlo en voz alte, sobre todo no con Deméter delante. Ella no comprendería ese interés en hacer crecer las flores en el inframundo, pensaría que Hades estaba aprovechándose del poder de ella, que quería marchitarla para sacar beneficio.
Nunca haría eso, jamás sería capaz de dañarla.
— Estoy trabajando en unos proyectos, me gustaría invertir un poco en el lugar, hacer que las almas busquen su propio propósito y de esa forma avanzar más deprisa hacia ese final tan deseado — explicó, como un proyecto a largo plazo que hizo que sus mejillas se sonrojaran.
Maldición, solo con ella podía dejar la faceta de dios temerarios. Esos sueños lo aplastarían antes o después, llevándose a ese hombre capaz de sonrojarse frente a su amada.
Abrió la puerta de su coche para ofrecerle su brazo, entrando en el hogar que compartían. La mayoría de almas que servían ahí tenían el día libre y Hades se tomó la libertad de llevar a Persephone a su despacho; allí donde los relojes marcaban las horas y en el que los seis meses en los que ella pertenecía al inframundo ya corrían.
— ¿Te gustaría ver los planos? — Preguntó, permitiendo que ella se sentara y poniendo en sus manos un tubo alargado.
La mención a Deméter puso un nudo en su estómago. La relación que habían tenido nunca fue la más agradable, formal por encima de todo, enamorarse de su hija fue la última gota que quebró el vaso.
— Tampoco te excedas, entiendo que tu madre desee tenerte con ella todo el tiempo, mas las estaciones tienen un propósito también — razonó, pues a veces pensaba que Deméter quería encerrar a Persephone en una cúpula de cristal y no dejarla marchar. Hades podía verse intimidante, pero verdaderamente creía que le daba opciones a Persephone, aún con ese acuerdo que tuvieron que hacer para que no los separaran.
» Lo agradezco, es hermosa como tú y sobre todo me llena de dicha lo afortunado que soy; aún en este lugar tan oscuro tengo una luz que piensa en mi — acarició la mejilla de Persephone, sin querer decirle que aquello nunca debía decirlo en voz alte, sobre todo no con Deméter delante. Ella no comprendería ese interés en hacer crecer las flores en el inframundo, pensaría que Hades estaba aprovechándose del poder de ella, que quería marchitarla para sacar beneficio.
Nunca haría eso, jamás sería capaz de dañarla.
— Estoy trabajando en unos proyectos, me gustaría invertir un poco en el lugar, hacer que las almas busquen su propio propósito y de esa forma avanzar más deprisa hacia ese final tan deseado — explicó, como un proyecto a largo plazo que hizo que sus mejillas se sonrojaran.
Maldición, solo con ella podía dejar la faceta de dios temerarios. Esos sueños lo aplastarían antes o después, llevándose a ese hombre capaz de sonrojarse frente a su amada.
Abrió la puerta de su coche para ofrecerle su brazo, entrando en el hogar que compartían. La mayoría de almas que servían ahí tenían el día libre y Hades se tomó la libertad de llevar a Persephone a su despacho; allí donde los relojes marcaban las horas y en el que los seis meses en los que ella pertenecía al inframundo ya corrían.
— ¿Te gustaría ver los planos? — Preguntó, permitiendo que ella se sentara y poniendo en sus manos un tubo alargado.
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2. It was different years ago
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Su sonrisa era amplia y verdadera cuando escuchó a Hades confirmar que le gustaba. La llevaría a su cuarto y cuidaría de ella. Daba por hecho que llegado el momento esa flor moriría, pero lo importante era el proceso, saber si había mejorado el resultado. Poco a poco.
Hades tenía razón en que no debía excederse ni tratar de adelantar los procesos en la superficie, para eso existían las estaciones y sabía cómo se podía descontrolar todo si ella hacía algo fuera de lugar.- Pero es que los días pasan tan lentos... -¿Cómo iba a imaginar ella un momento en su vida donde le pareciera justo lo contrario? Cuando ella solo quería estar en el Inframundo junto al dios que la miraba como si fuera la única luz del universo. Y de ese modo la definía.- Siempre me vas a tener, mi amor. -Respondió ella, besándole suavemente.
Le gustaba la forma en que brillaban los ojos de Hades cuando la miraba, pero también lo hacían cuando le contaba sus planes para el Inframundo, para mejorar la administración y el viaje de las almas al otro lado. Le acompañó tomando su brazo, por los pasillos de su hogar hasta llegar al despacho, donde tomó asiento y recibió el cilindro con una gran sonrisa.- Me encantará. -Asintió, extrayendo el papel del tuby, desplegando un plano sobre la mesa.
Su dedo señaló dónde se encontraba su hogar, para orientarse, después estaban las calles y había novedades que no comprendía del todo bien.- Van a tener que trabajar mucho para que esto esté terminado. -Mencionó, pensando en que tantos cambios llevarían tiempo y trabajo. Pero seguro que a las almas no les importaba si lograban con ello adelantar su viaje al más allá.
Hades tenía razón en que no debía excederse ni tratar de adelantar los procesos en la superficie, para eso existían las estaciones y sabía cómo se podía descontrolar todo si ella hacía algo fuera de lugar.- Pero es que los días pasan tan lentos... -¿Cómo iba a imaginar ella un momento en su vida donde le pareciera justo lo contrario? Cuando ella solo quería estar en el Inframundo junto al dios que la miraba como si fuera la única luz del universo. Y de ese modo la definía.- Siempre me vas a tener, mi amor. -Respondió ella, besándole suavemente.
Le gustaba la forma en que brillaban los ojos de Hades cuando la miraba, pero también lo hacían cuando le contaba sus planes para el Inframundo, para mejorar la administración y el viaje de las almas al otro lado. Le acompañó tomando su brazo, por los pasillos de su hogar hasta llegar al despacho, donde tomó asiento y recibió el cilindro con una gran sonrisa.- Me encantará. -Asintió, extrayendo el papel del tuby, desplegando un plano sobre la mesa.
Su dedo señaló dónde se encontraba su hogar, para orientarse, después estaban las calles y había novedades que no comprendía del todo bien.- Van a tener que trabajar mucho para que esto esté terminado. -Mencionó, pensando en que tantos cambios llevarían tiempo y trabajo. Pero seguro que a las almas no les importaba si lograban con ello adelantar su viaje al más allá.
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2. It was different years ago
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— Puedo imaginarlo si — respondió con esa sonrisa triste que intentaba camuflar siempre que debían hablar de su tiempo separados. Hades apenas era capaz de subsistir sin su querida reina, intentaba enfocarse lo mejor posible, pero sabía bien que ella era el centro de su mundo. Era imposible pensarlo de manera distinta, no cuando había vuelto a renacer por tenerla a su lado, por ver como gobernaba con mano firme a pesar de la bondad que cubría su corazón. No había que ser un tirado para que te respetaran y Persephone era muy buena haciéndolo.
Ese beso en su mejilla se sintió bien, notó nuevamente su pecho palpitar y su corazón hacerse aún más a ello. Porque por encima de todo deseaba tenerla y no veía un momento en el que no fuese así, en que prefiriese tenerla lejos. El amor podía ser tan efímero como las flores que ambos intentaban cuidar en aquel lúgubre lugar, aún cuando eran incapaces de verlo frente a ellos.
Los planos habían sido preparados de forma exhaustiva, Hades estaba intentando que el inframundo tuviese más de un propósito. Si las almas sentían que hacían algo a cambio de dejar pasar el tiempo para volver a nacer tal vez se sentirían menos desesperadas, estarían más dispuestas a colaborar. Todo era por el bien del lugar, por verlo más vivo, más a la medida de la diosa de la primavera.
— Lo sé, pero merecerá la pena y todo porque será para ti — dijo tan convencido de sus deseos que no creyó que pudiesen ser diferente. La abrazó por la espalda, besó sus cabellos que olían a lirios y disfrutó de ese momento eterno en la memoria.
La realidad era muy distinta, el hombre sentado en ese mismo escritorio recordaba esos momentos de manera amarga. Promesas que ya no existían, un amor tan apagado que ya era costumbre. Miró por la ventana a un imperio perfecto que no había servido para lo que él deseaba, con una esposa que se convertiría en su peor enemiga con la próxima llegada de almas.
Ese beso en su mejilla se sintió bien, notó nuevamente su pecho palpitar y su corazón hacerse aún más a ello. Porque por encima de todo deseaba tenerla y no veía un momento en el que no fuese así, en que prefiriese tenerla lejos. El amor podía ser tan efímero como las flores que ambos intentaban cuidar en aquel lúgubre lugar, aún cuando eran incapaces de verlo frente a ellos.
Los planos habían sido preparados de forma exhaustiva, Hades estaba intentando que el inframundo tuviese más de un propósito. Si las almas sentían que hacían algo a cambio de dejar pasar el tiempo para volver a nacer tal vez se sentirían menos desesperadas, estarían más dispuestas a colaborar. Todo era por el bien del lugar, por verlo más vivo, más a la medida de la diosa de la primavera.
— Lo sé, pero merecerá la pena y todo porque será para ti — dijo tan convencido de sus deseos que no creyó que pudiesen ser diferente. La abrazó por la espalda, besó sus cabellos que olían a lirios y disfrutó de ese momento eterno en la memoria.
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La realidad era muy distinta, el hombre sentado en ese mismo escritorio recordaba esos momentos de manera amarga. Promesas que ya no existían, un amor tan apagado que ya era costumbre. Miró por la ventana a un imperio perfecto que no había servido para lo que él deseaba, con una esposa que se convertiría en su peor enemiga con la próxima llegada de almas.
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2. It was different years ago
when she was all the light he needed
Persephone podía ver las horas de trabajo que Hades había dedicado a aquel proyecto. Su esfuerzo para que el Inframundo fuera un lugar mejor, para que las almas pudieran encontrar un final para su viaje de un modo más sencillo y eficaz, incluso más cómodo.
Su reino iba a convertirse en una ciudad moderna, agradable para todos. Y ellos estarían al frente de todo, como los reyes que eran.
Sonrió de lado cuando su esposo dijo que aunque llevase tiempo lograr algo como aquello, merecería la pena, porque era para ella. Hades siempre le daba ese poder sobre él, fundado en el amor que sentían el uno por el otro. Eran la prioridad del otro y se adoraban. Nada iba a cambiarlo.
La Reina del Inframundo observaba, con lágrimas de rabia, desde su torre el resultado de aquellos planos que recordaba. Era diferente, no era alegre, cómodo ni tranquilo. Era eficaz, quizá, pero detestable, por todo lo que le había arrebatado.
Esas construcciones, esos proyectos habían enterrado el amor que compartía con Hades en lo más profundo de la tierra y lo había destuido. Era inútil pensar que quedaba algo de aquello. Solo las palabras les unían.
Al volverse, sus ojos repararon en las flores que adornaban su habitación. Sí, había conseguido que fueran eternas, que pudieran llenar su reino y hacerlo hermoso... Las tiró por la ventana. Los sirvientes se encargarían de llevar nuevas al día siguiente.
Cogió una de las botellas de licor y empezó a beber de nuevo, solo quería olvidar.
Su reino iba a convertirse en una ciudad moderna, agradable para todos. Y ellos estarían al frente de todo, como los reyes que eran.
Sonrió de lado cuando su esposo dijo que aunque llevase tiempo lograr algo como aquello, merecería la pena, porque era para ella. Hades siempre le daba ese poder sobre él, fundado en el amor que sentían el uno por el otro. Eran la prioridad del otro y se adoraban. Nada iba a cambiarlo.
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La Reina del Inframundo observaba, con lágrimas de rabia, desde su torre el resultado de aquellos planos que recordaba. Era diferente, no era alegre, cómodo ni tranquilo. Era eficaz, quizá, pero detestable, por todo lo que le había arrebatado.
Esas construcciones, esos proyectos habían enterrado el amor que compartía con Hades en lo más profundo de la tierra y lo había destuido. Era inútil pensar que quedaba algo de aquello. Solo las palabras les unían.
Al volverse, sus ojos repararon en las flores que adornaban su habitación. Sí, había conseguido que fueran eternas, que pudieran llenar su reino y hacerlo hermoso... Las tiró por la ventana. Los sirvientes se encargarían de llevar nuevas al día siguiente.
Cogió una de las botellas de licor y empezó a beber de nuevo, solo quería olvidar.
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3. A Man With a Wish
And a Queen with a resolution
Las nuevas almas esperaban a sus puertas, Hades se encargaba de las más conflictivas o aquellas que tenían un lugar idílico reservado en el inframundo; cada vez había menos almas de esa segunda clase. Esa mañana las alarmas se habían disparado en el inframundo, uno de sus guardias personales hizo de escorta para llevarlo ante el mayor problema de su mañana.
Ante él había un hombre, de no más de treinta años, barba de tres días, ojos hundidos. Su cabello rizado estaba mojado y parecía un muerto en vida. Normalmente las almas no llegaban allí de esa forma, algo no parecía encajar y entonces lo sintió.
Un ligero hilo de vida que aún pulsaba en su interior, ese fino hilo que subía hacia arriba, a un cuerpo que no había perecido por completo.
¿Cómo diablos estaba este hombre frente a él? ¿En sus dominios? ¿Acaso había jugado con la vida? ¿Algo lo mantenía atado arriba aún con su aspecto?
— ¿Cómo has llegado aquí? — Su voz profunda retumbo en la estancia, queriendo infligir un temor nuevo.
No esperaba que la puerta se abriese a su espalda, ni siquiera tuvo que darse la vuelta para saber quién había irrumpido tras él. La reina del inframundo estaba a punto de hacerle el trabajo más difícil, como siempre.
Ante él había un hombre, de no más de treinta años, barba de tres días, ojos hundidos. Su cabello rizado estaba mojado y parecía un muerto en vida. Normalmente las almas no llegaban allí de esa forma, algo no parecía encajar y entonces lo sintió.
Un ligero hilo de vida que aún pulsaba en su interior, ese fino hilo que subía hacia arriba, a un cuerpo que no había perecido por completo.
¿Cómo diablos estaba este hombre frente a él? ¿En sus dominios? ¿Acaso había jugado con la vida? ¿Algo lo mantenía atado arriba aún con su aspecto?
— ¿Cómo has llegado aquí? — Su voz profunda retumbo en la estancia, queriendo infligir un temor nuevo.
No esperaba que la puerta se abriese a su espalda, ni siquiera tuvo que darse la vuelta para saber quién había irrumpido tras él. La reina del inframundo estaba a punto de hacerle el trabajo más difícil, como siempre.
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3. A Man With a Wish
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Había intentado todo lo posible para tratar de influir en los destinos de aquellos dos jóvenes humanos. Pero las cosas ya no eran tan sencillas como en la antigüedad, donde dioses como Hera o Poseidon podían simplemente impedir que algunos humanos llegaran a su hogar durante años, por un enfado sin importancia. Y ahora que ella intentaba hacer algo bueno, nadie la escuchaba. ¿De qué demonios servía ser la Reina del Inframundo si no conseguía que la escucharan?
Así pues, no había conseguido impedir la muerte de Eurydice. Había llorado por ella cuando su alma llegó al Inframundo, había conseguido que no perdiera la memoria, que no bebiera de las aguas del río maldito que les rodeaban. Pero, ¿por cuánto tiempo? Su plan requirió de otro elemento. Una apuesta arriesgada, pero la única que había podido elaborar... contó con Hermes para lograrlo. Él siempre la había apreciado lo suficiente y la escuchó, además, conocía al muchacho y le tenía cariño.
Su colaboración no tardaría mucho en dar frutos.
Cuando escuchó las alarmas dibujó una sonrisa y no tardó en salir de sus estancias para dirigirse hacia la recepción de las almas. Un lugar que ya no solía pisar nunca, demasiado deprimente. Abrió la puerta sin pensarlo y descubrió que Hades ya estaba allí, pero lo que más la impactó fue el aspecto del muchacho.- ¿Orpheo? -Casi le costó reconocerle, tan hundido y miserable como solo la pérdida del amor más profundo podría hacer a un mortal. Pero su hilo de la vida estaba demasiado débil para lo que había planeado.
Se acercó a él y acarició su rostro con afecto.- Mi pobre muchacho. ¿Qué te ha pasado? -Ella había creado aquella planta que le ayudaría a llegar a su reino. Pero había dado instrucciones muy precisas a Hermes sobre cómo prepararla, ¿acaso no había sido bastante clara?
Así pues, no había conseguido impedir la muerte de Eurydice. Había llorado por ella cuando su alma llegó al Inframundo, había conseguido que no perdiera la memoria, que no bebiera de las aguas del río maldito que les rodeaban. Pero, ¿por cuánto tiempo? Su plan requirió de otro elemento. Una apuesta arriesgada, pero la única que había podido elaborar... contó con Hermes para lograrlo. Él siempre la había apreciado lo suficiente y la escuchó, además, conocía al muchacho y le tenía cariño.
Su colaboración no tardaría mucho en dar frutos.
Cuando escuchó las alarmas dibujó una sonrisa y no tardó en salir de sus estancias para dirigirse hacia la recepción de las almas. Un lugar que ya no solía pisar nunca, demasiado deprimente. Abrió la puerta sin pensarlo y descubrió que Hades ya estaba allí, pero lo que más la impactó fue el aspecto del muchacho.- ¿Orpheo? -Casi le costó reconocerle, tan hundido y miserable como solo la pérdida del amor más profundo podría hacer a un mortal. Pero su hilo de la vida estaba demasiado débil para lo que había planeado.
Se acercó a él y acarició su rostro con afecto.- Mi pobre muchacho. ¿Qué te ha pasado? -Ella había creado aquella planta que le ayudaría a llegar a su reino. Pero había dado instrucciones muy precisas a Hermes sobre cómo prepararla, ¿acaso no había sido bastante clara?
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