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Ivanka
Alchemist
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El material de las pesadillas CON Marcus EN Andén 9 y 3/4 A LAS 10 de la mañana del 1 de septiembre de 1998 |
Se pasó la lengua por los dientes y suspiró. Estaba ya con el uniforme, tumbada en la cama y se pasó una mano por la camisa. Era nueva, estrenaba uniforme, como en primero. Solo que la vida no se parecía en nada a primero. ¿Cómo iba a volver a Hogwarts como si nada hubiera pasado? ¿Qué iba a ser de su padre y su hermano solos en aquella casa sin su madre? Pero no es como que tuviera otra opción tampoco.
Se giró en su cama, encogiéndose sobre sí misma. Si la tristeza y los problemas en su casa no fueran suficiente, Gal no se sentía ella misma. Se sentía en un cuerpo que no la obedecía, no la beneficiaba, y cambiaba cada día a su antojo. Su ánimo era como una escoba loca que tan pronto te subía a lo más alto como te tiraba en picado al suelo, y todo aderezado con una… Ferocidad que no podía controlar. Por no, ya ni se identificaba con su nombre. Lo de Alice se había quedado atrás, al menos para la gente del colegio. Les había pedido a todos que la llamaran Gal, como la llamaba el prefecto Graves, era un bonito homenaje. “Alice, Alice, Alice… Mi profesora de Adivinación me predijo que tendría una niña llamada Alice” sonaba la voz de su madre en su cabeza. A su madre le encantaba ese nombre, y su madre ya no estaba. Gal era Gal, Gal lo había escogido ella y solo le pertenecía a ella, y le recordaba a Graves.
Esa era otra. La vida era mucho más sencilla cuando miraba platónicamente al prefecto Graves, lo cual no se parecía EN ABSOLUTO a lo que Marcus le hacía sentir. Cada hora de cada día en La Provenza se le había hecho un suplicio interior. Era estar con Marcus, como siempre, más tristes, pero disfrutando del tiempo juntos, claro. El problema era eso… Eso dentro de ella que le decía “acércate a él” “rózale” “quedaos solos” “ay… Si aún durmierais juntos en el desván…”. Menuda tortura. Porque claro, ella se lo estaba callando absolutamente todo, al menos hasta que entendiera qué significaba. Volvió a ponerse boca arriba, miró un momento el techo y cerró los ojos. Vamos, Gal, eres fuerte. Esto pasará, y cuando pase, ¿qué querrás? Querrás poder hacer magia, querrás ser enfermera y cuidar a la gente como tu madre, y querrás a Marcus a tu lado, eso seguro. Y para eso tienes que ponerte de pie, ir a Hogwarts, sacar buenas notas y conservar a tu mejor amigo. Que es eso. Tu mejor amigo. Se levantó y bajó a hacer el desayuno.
— Si necesitas algo se lo dices a Hillary o me escribes directamente. — Dijo la señora Vaughan, en el andén de la estación. — Gracias, Lindsay. No te preocupes tengo de todo. — Pero en Navidad podemos ir un día de compras a los centro comerciales muggles, ya verás mola un montón, ¿a que sí, mamá? — Dijo Hillary, mostrando un entusiasmo exagerado. — De momento, yo me voy a llevar a estos dos chicarrones a almorzar. ¿Es o no Dylan? — Su hermano asintió. Ah, esa era otra, seguía sin hablar. — ¿Quién ha dicho almorzar? ¿Sin los O’Donnell? Eso no es un almuerzo. — Dijo Arnold, llegando con una sonrisa, y un entusiasmo también excesivo. Igual es que para su ánimo todos estaban demasiado entusiasmados. — Hola, señor O’Donnell. — Hola, mi niña. ¿Lista? — Ella asintió y estiró el cuello. — Está despidiéndose de su madre, ahora viene. — Comentó Arnold con una sonrisita. Sí, estaba buscando a Marcus, pero le fastidiaba un poco que Emma se quedara atrás. Porque ella no tuviera madre, no tenían por qué esconder al resto de madres del mundo. — ¿Estás bien, pajarito? — El que no estaba bien era su padre, pero bueno, estaban allí para fingir que sí. — Sí, papi. Te escribo en cuanto tenga un momento, después de todo el lío de la llegada. — Él la abrazó y notó cómo se le escapaba la lagrimilla. — Ten mucho cuidado, mi niña. — Venga, papi, que ya es la cuarta vez que me despides aquí. No es para tanto. Antes de que te des cuenta ya estoy enredando en casa otra vez. — Ya, pero es la primera vez que lo hace solo, le recordó la voz de su interior. Dylan tiró de ella y se agachó para abrazarle. — Adiós, patito. — Se separó y le miró seriamente. — Que papá te enseñe a leer y a escribir, ¿vale? Es muy importante. — Él asintió. Luego señaló a los tres adultos y a sí mismo e hizo un gesto de irse y de comer. — ¿Qué quieres? — Preguntó Arnold, y todos la miraron a ella. O aprendían a entenderle, o iban a tener problemas, porque ella se iba. — Que vaya usted también a almorzar con Lindsay y mi padre. — Señaló también a Emma. — Y la señora O’Donnell. — ¡Pues no se diga más, patito! Ahora mismo nos apuntamos al plan. — Contestó Arnold con alegría. Ella sonrió, cogió su baúl, y despidiéndose, se dirigió al vagón.
— ¡Tía! ¿De dónde las has sacado? Si tu estabas plana como una tabla. — Dijo su amiga, en cuanto estuvieron un poco más lejos, tirándole de la blusa. — ¡Hillary! — Le dijo dándole un codazo suavecito, aunque poniendo media sonrisa. — No lo sé. Un buen día estaban allí, y nada me valía. — Pues ahora se ven pero bien. — No me hables del tema. — Su amiga le agarró del brazo. — ¿Ha pasado algo en La Provenza? — Ella la miró frunciendo el ceño. — ¿Qué va a pasar? Ha sido un verano de mierda… — A excepción de aquellos momentos solos, Marcus y ella, simplemente hablando de… Encantamientos, alquimia, cosas… En la playa, solitos, con la cabeza en su hombro, como si el tiempo pasara diferente para ellos. Si cerraba los ojos, casi podía sentir el sol del Mediterráneo, y la brisa… — ¡Hola Al… Gal! — Sí, eso iba a pasar bastante al principio. Se giró, porque la voz no le sonaba, y no pudo contener abrir la boca al ver a su amigo Sean. — ¡Madre mía! — Dijo. — Estás altísimo. ¿Qué has comido durante el verano? — Trató de decir con una sonrisa. Pero sus ojos se fueron al de detrás. Oh, por todos los dragones, ¿era posible ser TAN guapo? ¿CUÁNDO se había vuelto tan guapo? Aquellos rizos, esos ojos tan verdísimos, oh y la nueva voz… — Hola. — Dijo con un tono más dulce y acogedor que el que había usado con nadie, y se acercó a él y le abrazó, dejando la cabeza en su pecho. Sí, le gustaba que con la nueva altura quedaran los abrazos así. Le gustaba todo de Marcus, para su desgracia.
Se giró en su cama, encogiéndose sobre sí misma. Si la tristeza y los problemas en su casa no fueran suficiente, Gal no se sentía ella misma. Se sentía en un cuerpo que no la obedecía, no la beneficiaba, y cambiaba cada día a su antojo. Su ánimo era como una escoba loca que tan pronto te subía a lo más alto como te tiraba en picado al suelo, y todo aderezado con una… Ferocidad que no podía controlar. Por no, ya ni se identificaba con su nombre. Lo de Alice se había quedado atrás, al menos para la gente del colegio. Les había pedido a todos que la llamaran Gal, como la llamaba el prefecto Graves, era un bonito homenaje. “Alice, Alice, Alice… Mi profesora de Adivinación me predijo que tendría una niña llamada Alice” sonaba la voz de su madre en su cabeza. A su madre le encantaba ese nombre, y su madre ya no estaba. Gal era Gal, Gal lo había escogido ella y solo le pertenecía a ella, y le recordaba a Graves.
Esa era otra. La vida era mucho más sencilla cuando miraba platónicamente al prefecto Graves, lo cual no se parecía EN ABSOLUTO a lo que Marcus le hacía sentir. Cada hora de cada día en La Provenza se le había hecho un suplicio interior. Era estar con Marcus, como siempre, más tristes, pero disfrutando del tiempo juntos, claro. El problema era eso… Eso dentro de ella que le decía “acércate a él” “rózale” “quedaos solos” “ay… Si aún durmierais juntos en el desván…”. Menuda tortura. Porque claro, ella se lo estaba callando absolutamente todo, al menos hasta que entendiera qué significaba. Volvió a ponerse boca arriba, miró un momento el techo y cerró los ojos. Vamos, Gal, eres fuerte. Esto pasará, y cuando pase, ¿qué querrás? Querrás poder hacer magia, querrás ser enfermera y cuidar a la gente como tu madre, y querrás a Marcus a tu lado, eso seguro. Y para eso tienes que ponerte de pie, ir a Hogwarts, sacar buenas notas y conservar a tu mejor amigo. Que es eso. Tu mejor amigo. Se levantó y bajó a hacer el desayuno.
— Si necesitas algo se lo dices a Hillary o me escribes directamente. — Dijo la señora Vaughan, en el andén de la estación. — Gracias, Lindsay. No te preocupes tengo de todo. — Pero en Navidad podemos ir un día de compras a los centro comerciales muggles, ya verás mola un montón, ¿a que sí, mamá? — Dijo Hillary, mostrando un entusiasmo exagerado. — De momento, yo me voy a llevar a estos dos chicarrones a almorzar. ¿Es o no Dylan? — Su hermano asintió. Ah, esa era otra, seguía sin hablar. — ¿Quién ha dicho almorzar? ¿Sin los O’Donnell? Eso no es un almuerzo. — Dijo Arnold, llegando con una sonrisa, y un entusiasmo también excesivo. Igual es que para su ánimo todos estaban demasiado entusiasmados. — Hola, señor O’Donnell. — Hola, mi niña. ¿Lista? — Ella asintió y estiró el cuello. — Está despidiéndose de su madre, ahora viene. — Comentó Arnold con una sonrisita. Sí, estaba buscando a Marcus, pero le fastidiaba un poco que Emma se quedara atrás. Porque ella no tuviera madre, no tenían por qué esconder al resto de madres del mundo. — ¿Estás bien, pajarito? — El que no estaba bien era su padre, pero bueno, estaban allí para fingir que sí. — Sí, papi. Te escribo en cuanto tenga un momento, después de todo el lío de la llegada. — Él la abrazó y notó cómo se le escapaba la lagrimilla. — Ten mucho cuidado, mi niña. — Venga, papi, que ya es la cuarta vez que me despides aquí. No es para tanto. Antes de que te des cuenta ya estoy enredando en casa otra vez. — Ya, pero es la primera vez que lo hace solo, le recordó la voz de su interior. Dylan tiró de ella y se agachó para abrazarle. — Adiós, patito. — Se separó y le miró seriamente. — Que papá te enseñe a leer y a escribir, ¿vale? Es muy importante. — Él asintió. Luego señaló a los tres adultos y a sí mismo e hizo un gesto de irse y de comer. — ¿Qué quieres? — Preguntó Arnold, y todos la miraron a ella. O aprendían a entenderle, o iban a tener problemas, porque ella se iba. — Que vaya usted también a almorzar con Lindsay y mi padre. — Señaló también a Emma. — Y la señora O’Donnell. — ¡Pues no se diga más, patito! Ahora mismo nos apuntamos al plan. — Contestó Arnold con alegría. Ella sonrió, cogió su baúl, y despidiéndose, se dirigió al vagón.
— ¡Tía! ¿De dónde las has sacado? Si tu estabas plana como una tabla. — Dijo su amiga, en cuanto estuvieron un poco más lejos, tirándole de la blusa. — ¡Hillary! — Le dijo dándole un codazo suavecito, aunque poniendo media sonrisa. — No lo sé. Un buen día estaban allí, y nada me valía. — Pues ahora se ven pero bien. — No me hables del tema. — Su amiga le agarró del brazo. — ¿Ha pasado algo en La Provenza? — Ella la miró frunciendo el ceño. — ¿Qué va a pasar? Ha sido un verano de mierda… — A excepción de aquellos momentos solos, Marcus y ella, simplemente hablando de… Encantamientos, alquimia, cosas… En la playa, solitos, con la cabeza en su hombro, como si el tiempo pasara diferente para ellos. Si cerraba los ojos, casi podía sentir el sol del Mediterráneo, y la brisa… — ¡Hola Al… Gal! — Sí, eso iba a pasar bastante al principio. Se giró, porque la voz no le sonaba, y no pudo contener abrir la boca al ver a su amigo Sean. — ¡Madre mía! — Dijo. — Estás altísimo. ¿Qué has comido durante el verano? — Trató de decir con una sonrisa. Pero sus ojos se fueron al de detrás. Oh, por todos los dragones, ¿era posible ser TAN guapo? ¿CUÁNDO se había vuelto tan guapo? Aquellos rizos, esos ojos tan verdísimos, oh y la nueva voz… — Hola. — Dijo con un tono más dulce y acogedor que el que había usado con nadie, y se acercó a él y le abrazó, dejando la cabeza en su pecho. Sí, le gustaba que con la nueva altura quedaran los abrazos así. Le gustaba todo de Marcus, para su desgracia.
Merci Prouvaire!
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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Freyja
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El material de las pesadillas CON Alice EN Andén 9 y 3/4 A LAS 10 de la mañana del 1 de septiembre de 1998 |
Era el único año, de los cuatro contando ese que llevaba yendo a Hogwarts, que estaba muy nervioso pero la emoción por ir no le equilibraba. Se notaba... Tenso. Era una sensación desagradable dentro de él, como un miedo a encerrarse en el castillo y dejar el mundo fuera, a que pudiera pasar algo. Sus padres, que le conocían tan bien que sin que siquiera dijera nada ya sabían en qué estaba pensando, le habían tratado de relajar a ese respecto. Solo había surtido efecto en parte. Encima Lex estaba absolutamente insoportable, más de la cuenta, y él tenía ya suficientes problemas como para tener que cargar también con el mal humor de su hermano, que había pasado un verano que no había quien le hablase. Y ahora se tenían que ir los dos juntos al castillo. No se lo había dicho a sus padres para que no le regañaran y le dijeran "ten más paciencia con tu hermano" y cosas así, pero estaba deseando meterse en el tren para perderle de vista.
Y para ver a Alice, sobre todo para eso. A todos sus amigos, realmente, porque a todos les echaba de menos, y de hecho estaba deseando ver si su presencia, el estar todos juntos de nuevo, hacía volver a la Alice alegre. Era un poco una utopía, pero también la última baza que le quedaba. Cuando llegaron al andén, los Gallia ya estaban allí. Ver a William, Dylan y Alice y no ver a Janet... Era una punzada demasiado dolorosa en el corazón. No terminaba de acostumbrarse a su ausencia, y si él estaba así, ¿cómo estaría su hija?
- Recuerda lo que te he dicho, ¿vale? - Volvió un poco en sí, porque se había perdido en sus pensamientos y había escuchado lo que su madre le decía como ruido de fondo hasta que le cayó una pregunta. Asintió rápida y nerviosamente, pero la mujer le miró con una ceja arqueada. Se mojó los labios. - ¿Que estudie y que me prepare bien el discurso para la candidatura a la prefectura? - Apostó, a ver si colaba. Por la cara que puso Emma al ladear la cabeza, no, no coló. - Como que alguna de esas dos cosas me hace falta decírtelas. - La mujer suspiró y le recolocó un poco el cuello de la túnica nueva. Ah, sí, estrenaba uniforme entero, él y Lex. Menudo estirón habían pegado ambos, sobre todo su hermano. Marcus había crecido, sí, pero él ya era alto. Lex, que hasta el momento había sido más pequeño, se había puesto casi a su altura. - Dale espacio. Está con ella, sed los de siempre, pero si necesita estar sola... Déjala sola. - Sí, mamá. - Dijo con voz monocorde y cansada. Su madre sería muy inteligente, pero le iba a permitir que él conociera a Alice mejor que ella, la verdad. Eso de dejarla sola no le terminaba de convencer, pero pasaba de discutir con su madre, menos aún el último día.
Se despidió de esta y de su padre cuando volvió, y también saludó al Señor Gallia y a Dylan. Alice y Hillary habían entrado ya al tren, las había visto subir, y justo cuando él también se encaminaba, alguien le puso una mano en el hombro. Tardó un par de segundos en caer, tuvo hasta que parpadear. - Wow, Sean. Sí que has crecido. - Mira quién habla. - Le contestó. Marcus abrió mucho más los ojos, y luego se le escapó una risa. - Veo que no soy el único que ha pasado un verano de mierda peleándose con su propia voz. - Sean bufó. - Mira, tío, ni me lo recuerdes. Venía histérico, llevo dos semanas teniendo pesadillas con que suelto gallos en mitad de la clase y todo el mundo se ríe de mí. Vaya veranito. - Eso le hizo reír a carcajadas. Sean le dio un codazo de colegueo y añadió. - ¿Ese era tu hermano? Joder, ha estirado a lo justo para las pruebas de quidditch este año. - Marcus bufó. - Y espero que entre. A ver si se relaja un poquito al subirse encima de una escoba, porque vaya humor. -
- Hablando de humor. - Dijo Sean, agarrando su brazo para detenerle, porque ya se habían encaminado hacia el interior del tren. Su amigo se acercó a él y bajó la voz. - El hermano de Alice... ¿No habla? - Marcus echó aire por la nariz. - Parece que no... Creíamos que se le pasaría en unos días, pero se está prolongando un poco. - Sean chistó. - Pobrecillo... ¿Y ella? ¿Cómo está? - Marcus se encogió de hombros. - No la he visto desde que volví de La Provenza... Espero que bien. Vamos a buscarla. - Oye, ¿y qué es eso de que quiere que la llamemos Gal? - Preguntó Sean. Marcus hizo un gesto con la mano. A eso no le hizo mucho caso, ciertamente. Alice era Alice. Era su Alice. La Alice de siempre.
Encontraron el compartimento de las chicas y dejó que Sean entrara primero. Sonrió por la reacción de ellas, miró a Hillary y le guiñó un ojo. - Qué guapa, rubia. - Anda, O'Donnell, no empieces.
Contestó su amiga entre risas. Estaban guapas las dos, para qué engañar. Se acercó para saludarla y, tras esto, se sentó junto a Alice, a quien le dio un beso en la mejilla. - Hola. - Respondió de vuelta, en un tono un poco más bajo, solo para ellos dos. Apretó un poco su mano y dijo. - Empieza cuarto curso. - Por fin, pensó. Empezar ese curso, insistía, le ponía tenso, pero el verano había sido bastante triste, así que esperaba que aquello supusiera un nuevo comienzo. Sean se sentó frente a él, al lado de Hillary, y Marcus decidió cortar el hielo. Porque el ambiente estaba... Incómodo. No incómodo por ellos, ellos estaban bien, eran amigos los cuatro, lo habían sido desde primero. Simplemente... Era como si tuvieran una losa de tristeza encima. Quizás debería hablar de otras cosas y todo iría recobrando poco a poco el tono normal. - Disfrutad de mi presencia, que a lo mejor el año que viene voy viajando en el vagón de prefectos. - Buah, ya empieza. - Se quejó Hillary, rodando los ojos. - No te vayas a tirar así el año entero, ¿eh? -
Y para ver a Alice, sobre todo para eso. A todos sus amigos, realmente, porque a todos les echaba de menos, y de hecho estaba deseando ver si su presencia, el estar todos juntos de nuevo, hacía volver a la Alice alegre. Era un poco una utopía, pero también la última baza que le quedaba. Cuando llegaron al andén, los Gallia ya estaban allí. Ver a William, Dylan y Alice y no ver a Janet... Era una punzada demasiado dolorosa en el corazón. No terminaba de acostumbrarse a su ausencia, y si él estaba así, ¿cómo estaría su hija?
- Recuerda lo que te he dicho, ¿vale? - Volvió un poco en sí, porque se había perdido en sus pensamientos y había escuchado lo que su madre le decía como ruido de fondo hasta que le cayó una pregunta. Asintió rápida y nerviosamente, pero la mujer le miró con una ceja arqueada. Se mojó los labios. - ¿Que estudie y que me prepare bien el discurso para la candidatura a la prefectura? - Apostó, a ver si colaba. Por la cara que puso Emma al ladear la cabeza, no, no coló. - Como que alguna de esas dos cosas me hace falta decírtelas. - La mujer suspiró y le recolocó un poco el cuello de la túnica nueva. Ah, sí, estrenaba uniforme entero, él y Lex. Menudo estirón habían pegado ambos, sobre todo su hermano. Marcus había crecido, sí, pero él ya era alto. Lex, que hasta el momento había sido más pequeño, se había puesto casi a su altura. - Dale espacio. Está con ella, sed los de siempre, pero si necesita estar sola... Déjala sola. - Sí, mamá. - Dijo con voz monocorde y cansada. Su madre sería muy inteligente, pero le iba a permitir que él conociera a Alice mejor que ella, la verdad. Eso de dejarla sola no le terminaba de convencer, pero pasaba de discutir con su madre, menos aún el último día.
Se despidió de esta y de su padre cuando volvió, y también saludó al Señor Gallia y a Dylan. Alice y Hillary habían entrado ya al tren, las había visto subir, y justo cuando él también se encaminaba, alguien le puso una mano en el hombro. Tardó un par de segundos en caer, tuvo hasta que parpadear. - Wow, Sean. Sí que has crecido. - Mira quién habla. - Le contestó. Marcus abrió mucho más los ojos, y luego se le escapó una risa. - Veo que no soy el único que ha pasado un verano de mierda peleándose con su propia voz. - Sean bufó. - Mira, tío, ni me lo recuerdes. Venía histérico, llevo dos semanas teniendo pesadillas con que suelto gallos en mitad de la clase y todo el mundo se ríe de mí. Vaya veranito. - Eso le hizo reír a carcajadas. Sean le dio un codazo de colegueo y añadió. - ¿Ese era tu hermano? Joder, ha estirado a lo justo para las pruebas de quidditch este año. - Marcus bufó. - Y espero que entre. A ver si se relaja un poquito al subirse encima de una escoba, porque vaya humor. -
- Hablando de humor. - Dijo Sean, agarrando su brazo para detenerle, porque ya se habían encaminado hacia el interior del tren. Su amigo se acercó a él y bajó la voz. - El hermano de Alice... ¿No habla? - Marcus echó aire por la nariz. - Parece que no... Creíamos que se le pasaría en unos días, pero se está prolongando un poco. - Sean chistó. - Pobrecillo... ¿Y ella? ¿Cómo está? - Marcus se encogió de hombros. - No la he visto desde que volví de La Provenza... Espero que bien. Vamos a buscarla. - Oye, ¿y qué es eso de que quiere que la llamemos Gal? - Preguntó Sean. Marcus hizo un gesto con la mano. A eso no le hizo mucho caso, ciertamente. Alice era Alice. Era su Alice. La Alice de siempre.
Encontraron el compartimento de las chicas y dejó que Sean entrara primero. Sonrió por la reacción de ellas, miró a Hillary y le guiñó un ojo. - Qué guapa, rubia. - Anda, O'Donnell, no empieces.
Contestó su amiga entre risas. Estaban guapas las dos, para qué engañar. Se acercó para saludarla y, tras esto, se sentó junto a Alice, a quien le dio un beso en la mejilla. - Hola. - Respondió de vuelta, en un tono un poco más bajo, solo para ellos dos. Apretó un poco su mano y dijo. - Empieza cuarto curso. - Por fin, pensó. Empezar ese curso, insistía, le ponía tenso, pero el verano había sido bastante triste, así que esperaba que aquello supusiera un nuevo comienzo. Sean se sentó frente a él, al lado de Hillary, y Marcus decidió cortar el hielo. Porque el ambiente estaba... Incómodo. No incómodo por ellos, ellos estaban bien, eran amigos los cuatro, lo habían sido desde primero. Simplemente... Era como si tuvieran una losa de tristeza encima. Quizás debería hablar de otras cosas y todo iría recobrando poco a poco el tono normal. - Disfrutad de mi presencia, que a lo mejor el año que viene voy viajando en el vagón de prefectos. - Buah, ya empieza. - Se quejó Hillary, rodando los ojos. - No te vayas a tirar así el año entero, ¿eh? -
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Ivanka
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El material de las pesadillas CON Marcus EN Andén 9 y 3/4 A LAS 10 de la mañana del 1 de septiembre de 1998 |
No estaba mucho para las zalamerías de Marcus y los piques que generaba con Hillary de forma habitual. Suspiró y se arrellanó en el sitio, mirando a su padre y su hermano desde la ventana, mientras el tren se iba y Lindsay pasaba la mano por los hombros de su padre, que a pesar de lo alto que era, parecía menguado, y Dylan se pegaba al señor O’Donnell como si le fuera la vida en ello, dando saltitos de su mano. Sí, claro, ¿a quién se iba a pegar su hermano? A quien irradiaba un poco de alegría. Y no por su don, si en el fondo ella hacía lo mismo. Solo que su tristeza era más contaminante que la de Dylan, y al final se la había pegado a todos.
Trató de reconectar con la conversación y puso una débil sonrisa. — Él sabrá si quiere ir con los prefectos. Así podremos liarla sin su presencia aquí. — Pero sus amigos se rieron de una forma exagerada, como si hubiera dicho el chiste más grandioso de la historia, y eso la hizo suspirar hondamente. Ya sabía ella que la iban a tratar diferente. Y bueno, es que era diferente, pero… Tenía la ilusión de que todo hubiera seguido como siempre… Aunque sí había una persona que quería ser el de siempre con ella. — Es broma, ¿vale? Te prometo que haré lo posible por no hacerte la vida imposible cuando seas prefecto. Y Hillary puede seducir al prefecto Bennet si las cosas se te ponen feas con lo del discurso y los méritos. — ¡Oye! — Dijo su amiga dándole en la rodilla. — ¿Qué? Ahora eres una rubia guapa. — Dijo con retintín, citando las palabras de Marcus y con una sonrisilla maliciosa. — Perdona, querida, ¿qué ha sido de tus coletas? — Ella se encogió de un hombro y se pasó la mano por las trenzas, que estaban tan largas que le llegaban al pecho. — Ahora me gustan más estas. — Lo cierto es que se veía desfasada con las coletas con ese cuerpo cada vez más de mujer. Bueno, mejor no tocaban el tema de cómo era mirarse al espejo.
Así como de la nada, Sean soltó una carcajada fuerte. — ¡Ja! Seducir al prefecto Bennet. Hills. Por Marcus. — Se frotó los ojos negando con la cabeza. — No veas el chiste, Alice. — Gal. — Le corrigió Hillary dándole en el brazo. Vale, ya habían tenido suficiente. — A ver. — Dijo inclinándose hacia delante. — Voy a deciros esto para que podáis respirar, porque empieza a sobrar oxígeno en este compartimento de tanto que os estáis conteniendo. — Se apoyó en sus propias rodillas. — Mi vida ahora mismo es una mierda. Estoy triste, mucho, estoy asustada por irme, mi familia está hecha un asco, y tengo una mala leche que me irradia desde la raíz del pelo a los dedos de los pies. — Les miró a los tres y tragó saliva. — Pero vosotros sois los mejores amigos del mundo. Lo erais ya antes de que mi madre muriera, y no necesito que cambiéis nada, ni que os riais más con lo que digo ni nada de eso, ¿vale? — Encajó la mandíbula. — No sé cuánto me va a durar esto, o si es que ya no voy a ser nunca más como era hace tres meses… Pero vosotros sois mis amigos, y es lo que quiero que sigáis siendo, vosotros mismos. — Se hizo un pesado silencio en el que todos estaban mirándola, como si no se atrevieran a decir nada. — Además, todos tenemos catorce años y estamos de acuerdo en que esto es una mierda en general. No sé vosotros, pero solo me ha quedado pelearme con el Ministro de Magia este verano. — Hillary se dejó caer en el respaldo. — Ni que lo jures. Madre mía, mi madre no había estado tan pesada en su vida. Qué manía de venir vociferando por las mañanas a mi cuarto, con el sueño que tenía. — Sean chistó. — Pues no sabéis lo que es tener una abuela que te achucha los mofletes permanentemente. “¿Hijo no estarás enfermo? NO SÉ, como no hablas” y venga con que no hablo. — Para que cuando hablas te digan “qué edad más mala”... — Aportó Hills. Y Gal se dejó caer también en su asiento. Bien. Ya habían vuelto las cosas a su cauce, ya podía dejar de preocuparse y simplemente quedarse dentro de sí misma… Aunque notaba la mirada de Marcus sobre ella. Tragó saliva y rozó los dedos con el dorso de su mano como queriendo decir “deja de preocuparte, estoy aquí, ¿no? Ya está.”
Trató de reconectar con la conversación y puso una débil sonrisa. — Él sabrá si quiere ir con los prefectos. Así podremos liarla sin su presencia aquí. — Pero sus amigos se rieron de una forma exagerada, como si hubiera dicho el chiste más grandioso de la historia, y eso la hizo suspirar hondamente. Ya sabía ella que la iban a tratar diferente. Y bueno, es que era diferente, pero… Tenía la ilusión de que todo hubiera seguido como siempre… Aunque sí había una persona que quería ser el de siempre con ella. — Es broma, ¿vale? Te prometo que haré lo posible por no hacerte la vida imposible cuando seas prefecto. Y Hillary puede seducir al prefecto Bennet si las cosas se te ponen feas con lo del discurso y los méritos. — ¡Oye! — Dijo su amiga dándole en la rodilla. — ¿Qué? Ahora eres una rubia guapa. — Dijo con retintín, citando las palabras de Marcus y con una sonrisilla maliciosa. — Perdona, querida, ¿qué ha sido de tus coletas? — Ella se encogió de un hombro y se pasó la mano por las trenzas, que estaban tan largas que le llegaban al pecho. — Ahora me gustan más estas. — Lo cierto es que se veía desfasada con las coletas con ese cuerpo cada vez más de mujer. Bueno, mejor no tocaban el tema de cómo era mirarse al espejo.
Así como de la nada, Sean soltó una carcajada fuerte. — ¡Ja! Seducir al prefecto Bennet. Hills. Por Marcus. — Se frotó los ojos negando con la cabeza. — No veas el chiste, Alice. — Gal. — Le corrigió Hillary dándole en el brazo. Vale, ya habían tenido suficiente. — A ver. — Dijo inclinándose hacia delante. — Voy a deciros esto para que podáis respirar, porque empieza a sobrar oxígeno en este compartimento de tanto que os estáis conteniendo. — Se apoyó en sus propias rodillas. — Mi vida ahora mismo es una mierda. Estoy triste, mucho, estoy asustada por irme, mi familia está hecha un asco, y tengo una mala leche que me irradia desde la raíz del pelo a los dedos de los pies. — Les miró a los tres y tragó saliva. — Pero vosotros sois los mejores amigos del mundo. Lo erais ya antes de que mi madre muriera, y no necesito que cambiéis nada, ni que os riais más con lo que digo ni nada de eso, ¿vale? — Encajó la mandíbula. — No sé cuánto me va a durar esto, o si es que ya no voy a ser nunca más como era hace tres meses… Pero vosotros sois mis amigos, y es lo que quiero que sigáis siendo, vosotros mismos. — Se hizo un pesado silencio en el que todos estaban mirándola, como si no se atrevieran a decir nada. — Además, todos tenemos catorce años y estamos de acuerdo en que esto es una mierda en general. No sé vosotros, pero solo me ha quedado pelearme con el Ministro de Magia este verano. — Hillary se dejó caer en el respaldo. — Ni que lo jures. Madre mía, mi madre no había estado tan pesada en su vida. Qué manía de venir vociferando por las mañanas a mi cuarto, con el sueño que tenía. — Sean chistó. — Pues no sabéis lo que es tener una abuela que te achucha los mofletes permanentemente. “¿Hijo no estarás enfermo? NO SÉ, como no hablas” y venga con que no hablo. — Para que cuando hablas te digan “qué edad más mala”... — Aportó Hills. Y Gal se dejó caer también en su asiento. Bien. Ya habían vuelto las cosas a su cauce, ya podía dejar de preocuparse y simplemente quedarse dentro de sí misma… Aunque notaba la mirada de Marcus sobre ella. Tragó saliva y rozó los dedos con el dorso de su mano como queriendo decir “deja de preocuparte, estoy aquí, ¿no? Ya está.”
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El material de las pesadillas CON Alice EN Andén 9 y 3/4 A LAS 10 de la mañana del 1 de septiembre de 1998 |
Miró a Alice de reojo con una sonrisilla ladeada. - No vayas a empezar, ¿eh? - Le comentó en tono bromista, pero estaban... Tensos, todos. Se notaba. Quería mantener la normalidad, hacer como si nada, ¿cómo se hacía eso? ¿Cómo se estaba natural? Le gustaba ver a la Alice que quería liarla a espaldas de los prefectos y se metía con él, a su Alice, pero la chica parecía tener una sombra en el rosto que hacía que él no se sintiera del todo cómodo hablando, no como siempre. En el verano había estado muy pendiente de ella cuando se habían visto, y pensando en ella cuando no. Al estar solos, al final acababan divirtiéndose y desconectando, aunque al cabo de mucho rato. Ahora que volvían a la normalidad... Era raro, de una manera que no sabía explicar, pero que indudablemente sabía de donde venía. Alice estaba triste. Todos estaban tristes. Y no tenía ni idea de cómo y cuándo se curaría eso.
Al menos él se sentía raro pero disimulaba mejor, porque menuda carcajada artificial la de Sean y Hillary. Si servía, estupendo, pero Alice era lista y suspicaz (sí, últimamente estaba un poco a la que saltaba, aunque no con él afortunadamente... O no mucho) así que el suspiro no le sorprendió. Miró a sus amigos e hizo un gesto con los ojos. No seáis tan obvios, parecía querer decirles. Cuando su amiga le habló, le sonrió. - Yo haré lo posible por no castigarte mucho. - Respondió, guiñándole un ojo. Quería mantener el tono de broma y, al mismo tiempo, ser dulce con ella, como le había hablado ella a él... No sabía si le había salido. Dios, todo era mucho más natural y sencillo antes. No le gustaba ese estado. Solo esperaba que fuera cosa del primer día, o de los primeros días, o de las primeras horas a ser posible, y que en cuanto entraran en la rutina se les pasase.
Sí soltó una carcajada cuando Alice dijo que Hillary podía seducir a Bennet, pero el comentario de después le hizo cortarse en el acto y, en reflejo, mirar a Sean, que le devolvió la mirada. ¿Eso había sido una indirecta? A ver, que le había lanzado un piropo a Hillary porque él era así, pero... Vaya, a Alice no le había dicho que estaba guapa al entrar. Pero no porque no lo estuviera, es decir... Si se lo decía ahora iba a ser muy forzado, ¿no? Pero es que a Hillary llevaba sin verla desde junio... ¡Ah! Se estaba liando. ¿Ves? Si es que ya no era igual, ya no era natural, ahora tenía que pensarse qué decir a cada momento. A ver, Marcus, tranquilidad, que no ha sido nada. Se dijo a sí mismo, y casi que se lo dijo con la voz de su padre, que llevaba todo el verano diciéndole que se relajase... Casi le ponía más nervioso todavía... Se estaba poniendo de los nervios él solo a sí mismo.
Y llevaba mucho rato callado para ser él, dicho fuera de paso. Cuando reconectó, Alice se había inclinado hacia delante y empezado a hablar. Marcus la escuchaba cabizbajo, muy centrado en lo que decía, con los brazos cruzados porque no sabía donde ponerlos, y de tanto en cuando miraba de soslayo a Sean y a Hillary. Atendió y comprendió muy bien todo, interiorizándolo al máximo, como si fuera una lección de clase, porque Marcus absolutamente todo tenía que tomárselo a pecho y aprendérselo así. Solo hubo una cosa que pasó por alto. "O si es que ya no voy a ser nunca más como era hace tres meses". No, eso no iba a pasar. Ahí se equivocaba, pero entendía su tristeza y que le duraría un tiempo estar así por lo que no la iba a corregir. Pero vamos, como que se llamaba Marcus O'Donnell que Alice Gallia, su Alice, no se iba a perder para siempre. Ya volvería. Ya la ayudaría él a volver.
Lo siguiente que dijo sí que le puso de acuerdo a todos. Soltó un resoplido y, al igual que Hillary y Sean, se retrepó en su asiento, cruzado de brazos, y esperó a que sus amigos acabaran para empezar a quejarse él también. Señaló a Hillary, con los ojos muy abiertos. - ¿¿Verdad?? A mí me hacían lo mismo. - Mejor no entraba en detalles, pero había sido todo el verano así. ¿Hablaba? Malo. ¿No hablaba? Peor. Bien es cierto que cuando hablaba era para preguntar por Alice, si sabían algo de Alice, si habían escrito a casa de Alice, si podían ver a Alice, si esto o aquello no podría venirle bien a Alice. Pero es que cuando no hablaban, le preguntaban en qué estaba pensando, y como se le ocurriera decir "en si esto para Alice", ya volvían a decirle otra vez que dejara el tema estar y que no la agobiara. ¿¿Para qué le preguntaban entonces en qué estaba pensando?? Pero dejó esa queja a un lado para no hacer sentir mal a su amiga y pasó al otro foco de quejas constantes que había tenido en los últimos meses. - Mi hermano ha estado como MUY insoportable, o sea, MÁS insoportable, que ya es decir. Todo eran gruñidos, quejas... - Miró a la puerta del compartimento para comprobar que no había nadie por allí, se acercó a sus amigos y bajó la voz. - ...Y meterse en mi cabeza continuamente y martirizarme con ello. - Y estaba Marcus como para que se metieran en su cabeza. Cuando no estaba pensando en lo triste y sola que estaría Alice, estaba... Pensando cosas que preferiría no reconocer en voz alta, no se sentía nada cómodo con ellas. De hecho, al volver a su sitio bajó la cabeza y se removió, un tanto incómodo, evitando mirar a su amiga. Lo del sueño del principio de verano le dejó bastante marcado, y ojalá pudiera decir que fue el último, porque a la vuelta de La Provenza tuvo otro. Lo de los jueguecitos en el agua se había visto bastante cortado, porque el cuerpo de Alice estaba... Distinto. Y el suyo, también (tema aparte lo de los gallos, que cuando fueron a Francia aún no se le había pasado y le tenía de un humor de perros y procurando hablar lo menos posible para no hacer el ridículo). Había mantenido bastante las distancias porque... Mejor no lo pensaba más. Pero no se sentía nada orgulloso, ni cómodo, ni nada. Al final con quien más tiempo había pasado en la playa había sido con André.
- "No le tienes paciencia a tu hermano", "no le hables así a tu hermano", "eh, como sigáis peleando, nos quedamos sin lo que sea". ¡Claro que sí! A Lex, que literalmente lo sacas del quidditch y no le gusta NADA, una amenaza de esas le resbala totalmente. Yo queriendo hacer cosas y mis padres amenazando con quitármelas todo el tiempo porque el idiota de Lex no paraba de provocarme. ¡A ver! Si quieren, viene, me lee la mente, se burla de mí y me quedo yo tan tranquilo. - ¡Es que no se aclaran, en serio! - Se le unió Sean. - Tus padres quitándote cosas, y mi abuela obligándome a hacerlas. "¿No lees? ¿No sales? ¿No te apetece esto? ¿Y lo otro? ¡¡Hijo mío, que no quieres hacer nada más que estar tumbado!!". - Sean bufó con fastidio. - ¡Pues sí, abuela, quiero estar tumbado! ¿No ves que me queda un curso entero de hacer cosas? ¡Déjame que descanse en verano! Eso sí, cuando me ponía a leer vuestras cartas, "es que solo haces eso". ¿En qué quedamos? ¿Quieres que haga algo pero cuando hago algo no te gusta? - Ah, bueno, eso otra, lo de las cartas. - Empezó Hillary, con una carcajada mordaz y un bufido. - ¿"Es que tiene que ser todo con lechuza"? ¿"Es que ninguno de tus amigos puede comprarse un teléfono"? ¡No, mamá, son magos, no tienen teléfono! - A mí me encantaban tus cartas. - Le dijo Sean, y Hillary hizo un movimiento digno con los hombros como si quisiera resarcirse con su madre, que ni siquiera estaba allí, pero con la mirada en otra parte porque debía darle vergüenza mirar a ese Sean tan altísimo y con esa voz tan adulta que ahora tenían con ellos. Marcus miró de reojo a Alice, conteniendo una risilla. Sí, Sean parecería muy mayor con su aspecto nuevo, pero Marcus casi podía verlo con las narices pegadas a las cartitas de Hillary y sin levantarse de su cama día sí y día también. A saber qué se decían en esas cartitas que les gustaban tanto.
- ¿Sabéis si los jugadores de los equipos de quidditch se eligen por votación popular? - Preguntó Marcus. Sean y Hillary le miraron extrañados. - Tío, que no es un delegado de clase, es un jugador. Será por las pruebas. - Ya, pero yo que sé, a lo mejor se valoraba popularidad o algo. - Pues espero que no, porque como sea así, tu hermano lo tiene jodido. - Dijo Hillary. Marcus asintió y la señaló. - Pues a eso voy. De verdad que espero que entre en el equipo de quidditch. Total, si va a sacar malas notas, que sea al menos porque está entrenando, y a ver si así de paso me deja tranquilo. -
Al menos él se sentía raro pero disimulaba mejor, porque menuda carcajada artificial la de Sean y Hillary. Si servía, estupendo, pero Alice era lista y suspicaz (sí, últimamente estaba un poco a la que saltaba, aunque no con él afortunadamente... O no mucho) así que el suspiro no le sorprendió. Miró a sus amigos e hizo un gesto con los ojos. No seáis tan obvios, parecía querer decirles. Cuando su amiga le habló, le sonrió. - Yo haré lo posible por no castigarte mucho. - Respondió, guiñándole un ojo. Quería mantener el tono de broma y, al mismo tiempo, ser dulce con ella, como le había hablado ella a él... No sabía si le había salido. Dios, todo era mucho más natural y sencillo antes. No le gustaba ese estado. Solo esperaba que fuera cosa del primer día, o de los primeros días, o de las primeras horas a ser posible, y que en cuanto entraran en la rutina se les pasase.
Sí soltó una carcajada cuando Alice dijo que Hillary podía seducir a Bennet, pero el comentario de después le hizo cortarse en el acto y, en reflejo, mirar a Sean, que le devolvió la mirada. ¿Eso había sido una indirecta? A ver, que le había lanzado un piropo a Hillary porque él era así, pero... Vaya, a Alice no le había dicho que estaba guapa al entrar. Pero no porque no lo estuviera, es decir... Si se lo decía ahora iba a ser muy forzado, ¿no? Pero es que a Hillary llevaba sin verla desde junio... ¡Ah! Se estaba liando. ¿Ves? Si es que ya no era igual, ya no era natural, ahora tenía que pensarse qué decir a cada momento. A ver, Marcus, tranquilidad, que no ha sido nada. Se dijo a sí mismo, y casi que se lo dijo con la voz de su padre, que llevaba todo el verano diciéndole que se relajase... Casi le ponía más nervioso todavía... Se estaba poniendo de los nervios él solo a sí mismo.
Y llevaba mucho rato callado para ser él, dicho fuera de paso. Cuando reconectó, Alice se había inclinado hacia delante y empezado a hablar. Marcus la escuchaba cabizbajo, muy centrado en lo que decía, con los brazos cruzados porque no sabía donde ponerlos, y de tanto en cuando miraba de soslayo a Sean y a Hillary. Atendió y comprendió muy bien todo, interiorizándolo al máximo, como si fuera una lección de clase, porque Marcus absolutamente todo tenía que tomárselo a pecho y aprendérselo así. Solo hubo una cosa que pasó por alto. "O si es que ya no voy a ser nunca más como era hace tres meses". No, eso no iba a pasar. Ahí se equivocaba, pero entendía su tristeza y que le duraría un tiempo estar así por lo que no la iba a corregir. Pero vamos, como que se llamaba Marcus O'Donnell que Alice Gallia, su Alice, no se iba a perder para siempre. Ya volvería. Ya la ayudaría él a volver.
Lo siguiente que dijo sí que le puso de acuerdo a todos. Soltó un resoplido y, al igual que Hillary y Sean, se retrepó en su asiento, cruzado de brazos, y esperó a que sus amigos acabaran para empezar a quejarse él también. Señaló a Hillary, con los ojos muy abiertos. - ¿¿Verdad?? A mí me hacían lo mismo. - Mejor no entraba en detalles, pero había sido todo el verano así. ¿Hablaba? Malo. ¿No hablaba? Peor. Bien es cierto que cuando hablaba era para preguntar por Alice, si sabían algo de Alice, si habían escrito a casa de Alice, si podían ver a Alice, si esto o aquello no podría venirle bien a Alice. Pero es que cuando no hablaban, le preguntaban en qué estaba pensando, y como se le ocurriera decir "en si esto para Alice", ya volvían a decirle otra vez que dejara el tema estar y que no la agobiara. ¿¿Para qué le preguntaban entonces en qué estaba pensando?? Pero dejó esa queja a un lado para no hacer sentir mal a su amiga y pasó al otro foco de quejas constantes que había tenido en los últimos meses. - Mi hermano ha estado como MUY insoportable, o sea, MÁS insoportable, que ya es decir. Todo eran gruñidos, quejas... - Miró a la puerta del compartimento para comprobar que no había nadie por allí, se acercó a sus amigos y bajó la voz. - ...Y meterse en mi cabeza continuamente y martirizarme con ello. - Y estaba Marcus como para que se metieran en su cabeza. Cuando no estaba pensando en lo triste y sola que estaría Alice, estaba... Pensando cosas que preferiría no reconocer en voz alta, no se sentía nada cómodo con ellas. De hecho, al volver a su sitio bajó la cabeza y se removió, un tanto incómodo, evitando mirar a su amiga. Lo del sueño del principio de verano le dejó bastante marcado, y ojalá pudiera decir que fue el último, porque a la vuelta de La Provenza tuvo otro. Lo de los jueguecitos en el agua se había visto bastante cortado, porque el cuerpo de Alice estaba... Distinto. Y el suyo, también (tema aparte lo de los gallos, que cuando fueron a Francia aún no se le había pasado y le tenía de un humor de perros y procurando hablar lo menos posible para no hacer el ridículo). Había mantenido bastante las distancias porque... Mejor no lo pensaba más. Pero no se sentía nada orgulloso, ni cómodo, ni nada. Al final con quien más tiempo había pasado en la playa había sido con André.
- "No le tienes paciencia a tu hermano", "no le hables así a tu hermano", "eh, como sigáis peleando, nos quedamos sin lo que sea". ¡Claro que sí! A Lex, que literalmente lo sacas del quidditch y no le gusta NADA, una amenaza de esas le resbala totalmente. Yo queriendo hacer cosas y mis padres amenazando con quitármelas todo el tiempo porque el idiota de Lex no paraba de provocarme. ¡A ver! Si quieren, viene, me lee la mente, se burla de mí y me quedo yo tan tranquilo. - ¡Es que no se aclaran, en serio! - Se le unió Sean. - Tus padres quitándote cosas, y mi abuela obligándome a hacerlas. "¿No lees? ¿No sales? ¿No te apetece esto? ¿Y lo otro? ¡¡Hijo mío, que no quieres hacer nada más que estar tumbado!!". - Sean bufó con fastidio. - ¡Pues sí, abuela, quiero estar tumbado! ¿No ves que me queda un curso entero de hacer cosas? ¡Déjame que descanse en verano! Eso sí, cuando me ponía a leer vuestras cartas, "es que solo haces eso". ¿En qué quedamos? ¿Quieres que haga algo pero cuando hago algo no te gusta? - Ah, bueno, eso otra, lo de las cartas. - Empezó Hillary, con una carcajada mordaz y un bufido. - ¿"Es que tiene que ser todo con lechuza"? ¿"Es que ninguno de tus amigos puede comprarse un teléfono"? ¡No, mamá, son magos, no tienen teléfono! - A mí me encantaban tus cartas. - Le dijo Sean, y Hillary hizo un movimiento digno con los hombros como si quisiera resarcirse con su madre, que ni siquiera estaba allí, pero con la mirada en otra parte porque debía darle vergüenza mirar a ese Sean tan altísimo y con esa voz tan adulta que ahora tenían con ellos. Marcus miró de reojo a Alice, conteniendo una risilla. Sí, Sean parecería muy mayor con su aspecto nuevo, pero Marcus casi podía verlo con las narices pegadas a las cartitas de Hillary y sin levantarse de su cama día sí y día también. A saber qué se decían en esas cartitas que les gustaban tanto.
- ¿Sabéis si los jugadores de los equipos de quidditch se eligen por votación popular? - Preguntó Marcus. Sean y Hillary le miraron extrañados. - Tío, que no es un delegado de clase, es un jugador. Será por las pruebas. - Ya, pero yo que sé, a lo mejor se valoraba popularidad o algo. - Pues espero que no, porque como sea así, tu hermano lo tiene jodido. - Dijo Hillary. Marcus asintió y la señaló. - Pues a eso voy. De verdad que espero que entre en el equipo de quidditch. Total, si va a sacar malas notas, que sea al menos porque está entrenando, y a ver si así de paso me deja tranquilo. -
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Ivanka
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El material de las pesadillas CON Marcus EN Andén 9 y 3/4 A LAS 10 de la mañana del 1 de septiembre de 1998 |
Se rio con la intervención de Marcus. — Perdonad, a mí mi padre me entraba en la habitación con total impunidad aunque me estuviera cambiando, y ahora si le gritaba “es que hay que ver, qué humorcito”. — Soltó una carcajada ofendida. — Y mira, ni me hables de abuelas, que la mía es un suplicio. Es que está permanentemente con la mano encima mío. Que si me repeina a tirones, que si esto lo llevas al revés y ¡hala! Tirón que te llevas. Y tirándome de la falda de los vestidos, como si les fuera a brotar más tela o algo porque los tire para abajo. — Se rio un poco y se cruzó de brazos. — Con la falda del uniforme casi empiezo una guerra civil entre mi tata y mi abuela. — Entornó los ojos. — Parece la Dama de las Violetas, vaya, todo el día hablando de que tengo que empezar a parecer una señorita. — Puso los ojos en blanco y resopló, pero cuando volvió a mirar, pilló a Sean mirándole la falda y la pierna. — ¡Sean! — Perdón, perdón. Es que intentaba entender el por qué de la guerra por la falda. — Y eso sí le provocó una risita, frotándose los ojos.
Eso sí lo de Marcus con Lex era peor, porque encima no poder estar tranquilo respecto a tus propios pensamientos… Madre mía, como no estaba ella ya agobiada con sus imágenes y pensamientos, encima preocuparse de esconderlos. — Más paciencia, pues que se meta en sus cabezas, a ver qué les parece. — Suspiró y le miró negando con la cabeza. — Tiene que ser duro ser él. Pero es que es tan… Frío… — Sí, a ella Lex no le había caído mal nunca, pero se conocían, y él se llevaba bien con su madre, y sin embargo no le había dicho ni una palabra desde antes del funeral. Pero bueno, tampoco es que pudiera culparle, era una situación de mierda. Asintió a lo que dijo Sean y aportó. — Sería más fácil si simplemente nos dejaran en paz. Yo con mi hermano no me peleo, porque pobrecito mío, ya ni siquiera habla, pero con mi prima Jackie sí. Esa sí que tiene poca paciencia y no tú. — Dijo mirando a Marcus. — Y todo el día con su novio para arriba y para abajo. Qué pesada chico. Y yo que no tenía ganas de ir con gente nueva, o con gente en general, y mi prima como “es que mi hermano te ha comido la cabeza y ahora te cae mal” y a ver cómo le explicaba que su novio no me puede dar más igual. — Y soltó otro suspiro de impaciencia. —
Precisamente un poco de novio era eso que acababa de decirle Sean a Hillary. Y la muy tonta a por uvas. Cruzó la mirada con Marcus y se sonrieron. Sí, muchas risitas a costa de Sean, pero Marcus a ella no le decía nada de sus cartas. O de que estuviera guapa. Y casi que mejor porque… Las palabras de su abuela resonaban en su cabeza “las chicas como Alice no acaban con los chicos como Marcus”. Las chicas como ella no eran una buena pareja para un prefecto, con un maravilloso discurso preparado y ni una mancha en su expediente… Las chicas como Alice eran la amiga problemática que siempre se queda a un lado viendo brillar al otro. — Y hablando de novios. — Rompió Hillary el silencio. — ¿A vosotros también os han acosado con charlas incómodas? Porque en mi madre y mi abuela la sutileza brilla por su ausencia. — Gal rio un poquillo con vergüenza y se tapó la cara. — Mira, mejor no te explico las cosas que cuenta a veces mi tata, porque ya “soy mayor”. — Dijo haciendo las comillas con los dedos — ¿Y qué cuenta? — Preguntó Sean, inclinándose hacia delante, midiendo el doble que antes y con voz de señor mayor, pero la misma cara de niño que no se entera. — ¡A ver, Sean! Acabo de decir que no os lo voy a contar. — Él levantó las manos. — Pues ni mal me vendría. Porque a mí todo lo que han hecho ha sido pasarme como una pelota, con mi madre y mi abuela en plan “tienen que hablar contigo”, hasta que mi hermano me cogió un día solos y me dijo “¿ya sales con chicas?” y yo le dije que no y él “vale, pues cuando salgas con una ya me preguntas lo que sea”. Y yo sin saber ni qué preguntar. Si es que soy la vergüenza de Ravenclaw. — Y de nuevo les dio la risa, porque la situación era para verla.
Atendió a la pregunta de Marcus y se encogió de hombros. — Le van a coger de todas todas. Tu hermano nació con una escoba bajo el brazo, y Jacobs le tiene fichadísimo desde que Lex estaba en primero. Ese está dentro del equipo ya. — Hillary la miró alzando las cejas. — ¿Y cómo sabes tú eso? A ver si la que va seduciendo prefectos eres tú. — Gal se señaló a sí misma. — Aunque así fuera, Jacobs es una sola unidad de prefecto, y simplemente lo dijo en segundo, en la fiesta de Navidad, cuando estábamos buscando el árbol de la prefecta Harmond. — Ah, parecía que había pasado una vida entera. Suspiró y torció el gesto. — Yo creo que me presentaré al de Pociones. Si Antares no me rechaza de primeras. — Sean saltó. — ¡Yo me apunto contigo! Así contento a mi abuela. Podríamos apuntarnos los tres… — Dijo mirando a Hillary, e inmediatamente a Marcus. — Bueno, los cuatro, claro. Yo creo que sería una actividad bonita. — Hillary se quedó mirándole con cara de incomprensión. — ¿Pero qué te pasa? — Gal rio un poco y dijo. — Pavo, se llama pavo lo que tiene. — En verdad no le hacía mucha gracia que se apuntara nadie con ella, porque tenía la urgente necesidad de pasar tiempo sola… Para ordenarse los pensamientos y… Frustrar aquella rabia que le ardía por dentro a veces. Y lo que no era rabia.
Eso sí lo de Marcus con Lex era peor, porque encima no poder estar tranquilo respecto a tus propios pensamientos… Madre mía, como no estaba ella ya agobiada con sus imágenes y pensamientos, encima preocuparse de esconderlos. — Más paciencia, pues que se meta en sus cabezas, a ver qué les parece. — Suspiró y le miró negando con la cabeza. — Tiene que ser duro ser él. Pero es que es tan… Frío… — Sí, a ella Lex no le había caído mal nunca, pero se conocían, y él se llevaba bien con su madre, y sin embargo no le había dicho ni una palabra desde antes del funeral. Pero bueno, tampoco es que pudiera culparle, era una situación de mierda. Asintió a lo que dijo Sean y aportó. — Sería más fácil si simplemente nos dejaran en paz. Yo con mi hermano no me peleo, porque pobrecito mío, ya ni siquiera habla, pero con mi prima Jackie sí. Esa sí que tiene poca paciencia y no tú. — Dijo mirando a Marcus. — Y todo el día con su novio para arriba y para abajo. Qué pesada chico. Y yo que no tenía ganas de ir con gente nueva, o con gente en general, y mi prima como “es que mi hermano te ha comido la cabeza y ahora te cae mal” y a ver cómo le explicaba que su novio no me puede dar más igual. — Y soltó otro suspiro de impaciencia. —
Precisamente un poco de novio era eso que acababa de decirle Sean a Hillary. Y la muy tonta a por uvas. Cruzó la mirada con Marcus y se sonrieron. Sí, muchas risitas a costa de Sean, pero Marcus a ella no le decía nada de sus cartas. O de que estuviera guapa. Y casi que mejor porque… Las palabras de su abuela resonaban en su cabeza “las chicas como Alice no acaban con los chicos como Marcus”. Las chicas como ella no eran una buena pareja para un prefecto, con un maravilloso discurso preparado y ni una mancha en su expediente… Las chicas como Alice eran la amiga problemática que siempre se queda a un lado viendo brillar al otro. — Y hablando de novios. — Rompió Hillary el silencio. — ¿A vosotros también os han acosado con charlas incómodas? Porque en mi madre y mi abuela la sutileza brilla por su ausencia. — Gal rio un poquillo con vergüenza y se tapó la cara. — Mira, mejor no te explico las cosas que cuenta a veces mi tata, porque ya “soy mayor”. — Dijo haciendo las comillas con los dedos — ¿Y qué cuenta? — Preguntó Sean, inclinándose hacia delante, midiendo el doble que antes y con voz de señor mayor, pero la misma cara de niño que no se entera. — ¡A ver, Sean! Acabo de decir que no os lo voy a contar. — Él levantó las manos. — Pues ni mal me vendría. Porque a mí todo lo que han hecho ha sido pasarme como una pelota, con mi madre y mi abuela en plan “tienen que hablar contigo”, hasta que mi hermano me cogió un día solos y me dijo “¿ya sales con chicas?” y yo le dije que no y él “vale, pues cuando salgas con una ya me preguntas lo que sea”. Y yo sin saber ni qué preguntar. Si es que soy la vergüenza de Ravenclaw. — Y de nuevo les dio la risa, porque la situación era para verla.
Atendió a la pregunta de Marcus y se encogió de hombros. — Le van a coger de todas todas. Tu hermano nació con una escoba bajo el brazo, y Jacobs le tiene fichadísimo desde que Lex estaba en primero. Ese está dentro del equipo ya. — Hillary la miró alzando las cejas. — ¿Y cómo sabes tú eso? A ver si la que va seduciendo prefectos eres tú. — Gal se señaló a sí misma. — Aunque así fuera, Jacobs es una sola unidad de prefecto, y simplemente lo dijo en segundo, en la fiesta de Navidad, cuando estábamos buscando el árbol de la prefecta Harmond. — Ah, parecía que había pasado una vida entera. Suspiró y torció el gesto. — Yo creo que me presentaré al de Pociones. Si Antares no me rechaza de primeras. — Sean saltó. — ¡Yo me apunto contigo! Así contento a mi abuela. Podríamos apuntarnos los tres… — Dijo mirando a Hillary, e inmediatamente a Marcus. — Bueno, los cuatro, claro. Yo creo que sería una actividad bonita. — Hillary se quedó mirándole con cara de incomprensión. — ¿Pero qué te pasa? — Gal rio un poco y dijo. — Pavo, se llama pavo lo que tiene. — En verdad no le hacía mucha gracia que se apuntara nadie con ella, porque tenía la urgente necesidad de pasar tiempo sola… Para ordenarse los pensamientos y… Frustrar aquella rabia que le ardía por dentro a veces. Y lo que no era rabia.
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- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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- 16 de enero de 2002:
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Freyja
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El material de las pesadillas CON Alice EN Andén 9 y 3/4 A LAS 10 de la mañana del 1 de septiembre de 1998 |
Rio con los comentarios de Alice, aunque lo hizo con la mirada desviada. La estaba escuchando, a ver, no necesitaba mirarla para escucharla... A diferencia de Sean. Por algo él estaba tomando ciertas precauciones que su amigo claramente NO estaba tomando. Le miró y negó varias veces con la cabeza, como diciendo "a quién se le ocurre". A él no se le iban a ir los ojos de esa forma... Mejor mirar a otra parte, por si acaso. Puf, qué largo se le iba a hacer ese año como empezara así, ya el verano había sido complicado. Ya se acostumbrarían, era cuestión de pasar el día a día juntos. Sí, seguro que con eso se arreglaba tanta tontería.
Sí la miró cuando empezó a hablarle de lo de Lex. Hizo una mueca. - Gracias. Pues díselo tú a mis padres. - Sabía que al menos Alice iba a entenderle, que demasiada paciencia tenía. Era cierto que ese verano habían visto a poco a Jackie, estaba con su novio, un tal Noel al que André no soportaba, porque lo decía cada vez que se quedaban solos. Y hablando de novios, como decía Hillary... Su amiga fue a sacar "ese" tema. Dios, chicas. ¿Por qué hablaban con tanta ligereza de las cosas? Rio un poco nerviosamente, se rascó la nuca y cruzó una mirada con Sean, que estaba igual de incómodo que él. No quería hablar de eso, y estaba seguro de que su amigo tampoco, pero Alice y Hillary estaban tan tranquilas. Pues qué bien. A ver con qué cara se iban de allí los dos tíos porque les daba vergüenza una simple conversación.
Tampoco es que Sean se pensaba ir, porque estaba hoy que se salía con las aportaciones. Marcus le miró con cara de circunstancias, pero su amigo ya se había metido él solito en un callejón sin salida. Aunque se tuvo que reír con su confesión. - Quién iba a decir que al final el que más habilidades para esquivar iba a tener iba a ser yo. - Se encogió de hombro, chistando. - O será que mis padres me consideran muy maduro y no es necesario que me acosen con ninguna conversación incómoda... - Ya, seguro que es por eso. - Ironizó Hillary. - O a lo mejor porque han dicho, este está cuajado, no despega la nariz de los libros, así que no hay peligro por ahora. - Se llama estar en lo que se tiene que estar. - Respondió Marcus, seguro de sí mismo y, por supuesto, desviando el tema. Que no quería hablar de eso y ya estaba. Además, puede que su padre le hubiera intentado hablar de cosas, pero... No era el mejor momento. Ninguno estaba en el ánimo. Y quizás, como decía Hillary, no habían visto necesidad, o más bien peligro por su parte... Aunque él prefería quedarse con su versión de que era un erudito que no necesitaba pasar por ningún tipo de conversación incómoda.
Sus amigos parecían bastante seguros de que Lex iba a entrar en el equipo, así que esperaba que fuera así, ciertamente. Sonrió a Alice. - Pues es una idea genial, con lo bien que se te dan las pociones. Yo seguiré en el Club de Misterios, al menos por este año. Ya veré qué hago el año que viene. - Se encogió de hombros. - La verdad es que se me está quedando un poco escueto, pero bueno, tampoco me quita tanto tiempo, y está entretenido. - Aunque la salida de Sean le hizo mirarle con el ceño fruncido. - Ni siquiera sé si voy a llegar con la asignatura a séptimo, ¿para qué me voy a apuntar en el club? - Preguntó, sin entender a qué venía la propuesta de su amigo. Aunque, ciertamente, quizás por ese motivo le convenía apuntarse en el club... Qué va, necesitaba invertir el tiempo en otras cosas, que luego lo quería hacer todo perfecto y se agobiaba.
En base a criticar un poco de todo, se fueron acercando a Hogwarts. La verdad es que el camino se le hacía cada vez más corto, y eso que iban todos un poco tensos ese día. Las chicas salieron primero y él se quedó cogiendo su baúl. - Sí que están cambiadas. - Dijo Sean. Marcus le miró. - ¿Qué? - Las chicas. Han cambiado un montón. - Marcus arqueó una ceja. - Mides casi el doble que la última vez que te vimos y parece que te has tragado un saxofón. - Hola, Marcus. - Dijeron varias vocecillas femeninas coreadas al pasar por la puerta de su compartimento. Sonrió y saludó con la mano, y las chicas soltaron una risita y se fueron. Qué raro... No estaba seguro ni de conocerlas siquiera, solo de vista. Tan pronto se fueron, Sean bufó. - Mira quién habla. El Romeo de Hogwarts. - ¿Qué? - Eso sí que le salió con tono interrogante total. Sean se exasperó. - ¡Tío, así no se juega! - Te juro que no sé de lo que me estás hablando. - ¿Tú te has visto? Joder, ya bastaba con que fueras siempre hecho un pincel, pero es que ahora eres literalmente el tío más guapo de la promoción. - Wow, gracias, colega. - Dijo con una sonrisilla, pero lo que recibió fue un tortazo en el brazo. - ¡Au! ¡Eh! - Déjate de "gracias colega", yo aquí sufriendo porque me sobran brazos, me pica todo y me salen gallos al hablar, y tú iluminando el tren. Que vaya cara han puesto esas dos cuando te han visto. - ¿Qué dos? - Mustang y Hawkins, no te jode. ¡Alice y Hillary! Mira, si te has puesto guapo y te has vuelto tonto, al menos en algo me va a compensar. - ¡Vale, vale! ¡Relax! Qué humorcito gastamos... - Y salió del compartimento, arrastrando el baúl... ¿De verdad le habían mirado así, como si fuera tan guapo como decía Sean? Hm... Si era así... No iba a estar ni tan mal eso de los cambios del cuerpo.
Sí la miró cuando empezó a hablarle de lo de Lex. Hizo una mueca. - Gracias. Pues díselo tú a mis padres. - Sabía que al menos Alice iba a entenderle, que demasiada paciencia tenía. Era cierto que ese verano habían visto a poco a Jackie, estaba con su novio, un tal Noel al que André no soportaba, porque lo decía cada vez que se quedaban solos. Y hablando de novios, como decía Hillary... Su amiga fue a sacar "ese" tema. Dios, chicas. ¿Por qué hablaban con tanta ligereza de las cosas? Rio un poco nerviosamente, se rascó la nuca y cruzó una mirada con Sean, que estaba igual de incómodo que él. No quería hablar de eso, y estaba seguro de que su amigo tampoco, pero Alice y Hillary estaban tan tranquilas. Pues qué bien. A ver con qué cara se iban de allí los dos tíos porque les daba vergüenza una simple conversación.
Tampoco es que Sean se pensaba ir, porque estaba hoy que se salía con las aportaciones. Marcus le miró con cara de circunstancias, pero su amigo ya se había metido él solito en un callejón sin salida. Aunque se tuvo que reír con su confesión. - Quién iba a decir que al final el que más habilidades para esquivar iba a tener iba a ser yo. - Se encogió de hombro, chistando. - O será que mis padres me consideran muy maduro y no es necesario que me acosen con ninguna conversación incómoda... - Ya, seguro que es por eso. - Ironizó Hillary. - O a lo mejor porque han dicho, este está cuajado, no despega la nariz de los libros, así que no hay peligro por ahora. - Se llama estar en lo que se tiene que estar. - Respondió Marcus, seguro de sí mismo y, por supuesto, desviando el tema. Que no quería hablar de eso y ya estaba. Además, puede que su padre le hubiera intentado hablar de cosas, pero... No era el mejor momento. Ninguno estaba en el ánimo. Y quizás, como decía Hillary, no habían visto necesidad, o más bien peligro por su parte... Aunque él prefería quedarse con su versión de que era un erudito que no necesitaba pasar por ningún tipo de conversación incómoda.
Sus amigos parecían bastante seguros de que Lex iba a entrar en el equipo, así que esperaba que fuera así, ciertamente. Sonrió a Alice. - Pues es una idea genial, con lo bien que se te dan las pociones. Yo seguiré en el Club de Misterios, al menos por este año. Ya veré qué hago el año que viene. - Se encogió de hombros. - La verdad es que se me está quedando un poco escueto, pero bueno, tampoco me quita tanto tiempo, y está entretenido. - Aunque la salida de Sean le hizo mirarle con el ceño fruncido. - Ni siquiera sé si voy a llegar con la asignatura a séptimo, ¿para qué me voy a apuntar en el club? - Preguntó, sin entender a qué venía la propuesta de su amigo. Aunque, ciertamente, quizás por ese motivo le convenía apuntarse en el club... Qué va, necesitaba invertir el tiempo en otras cosas, que luego lo quería hacer todo perfecto y se agobiaba.
En base a criticar un poco de todo, se fueron acercando a Hogwarts. La verdad es que el camino se le hacía cada vez más corto, y eso que iban todos un poco tensos ese día. Las chicas salieron primero y él se quedó cogiendo su baúl. - Sí que están cambiadas. - Dijo Sean. Marcus le miró. - ¿Qué? - Las chicas. Han cambiado un montón. - Marcus arqueó una ceja. - Mides casi el doble que la última vez que te vimos y parece que te has tragado un saxofón. - Hola, Marcus. - Dijeron varias vocecillas femeninas coreadas al pasar por la puerta de su compartimento. Sonrió y saludó con la mano, y las chicas soltaron una risita y se fueron. Qué raro... No estaba seguro ni de conocerlas siquiera, solo de vista. Tan pronto se fueron, Sean bufó. - Mira quién habla. El Romeo de Hogwarts. - ¿Qué? - Eso sí que le salió con tono interrogante total. Sean se exasperó. - ¡Tío, así no se juega! - Te juro que no sé de lo que me estás hablando. - ¿Tú te has visto? Joder, ya bastaba con que fueras siempre hecho un pincel, pero es que ahora eres literalmente el tío más guapo de la promoción. - Wow, gracias, colega. - Dijo con una sonrisilla, pero lo que recibió fue un tortazo en el brazo. - ¡Au! ¡Eh! - Déjate de "gracias colega", yo aquí sufriendo porque me sobran brazos, me pica todo y me salen gallos al hablar, y tú iluminando el tren. Que vaya cara han puesto esas dos cuando te han visto. - ¿Qué dos? - Mustang y Hawkins, no te jode. ¡Alice y Hillary! Mira, si te has puesto guapo y te has vuelto tonto, al menos en algo me va a compensar. - ¡Vale, vale! ¡Relax! Qué humorcito gastamos... - Y salió del compartimento, arrastrando el baúl... ¿De verdad le habían mirado así, como si fuera tan guapo como decía Sean? Hm... Si era así... No iba a estar ni tan mal eso de los cambios del cuerpo.
Merci Prouvaire!
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Ivanka
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El material de las pesadillas CON Marcus EN Andén 9 y 3/4 A LAS 10 de la mañana del 1 de septiembre de 1998 |
No dijo nada al comentario de Marcus, pero ahí iba a estar con Hillary. Estaba segura de que no le habían hablado del tema porque, primero, Arnold no se veía muy capacitado para hacerlo, y segundo, porque creían que, efectivamente, no levantaba la nariz de un libro. Y en parte era verdad, pero en parte… Marcus era muy listo para todo, llegaría un momento en el que no podría ignorar el potencial físico que tenía (y la labia, mucha labia) y no descartaba que se acabara dando cuenta de cómo le miraba, de cómo se sentía ahora.
— Pues Pociones es genial. — Aportó, brillantemente, al discurso de su amigo. Y lo había dicho un poco agresiva… Es que a ver… Ella contaba con Marcus a su lado siempre, y ya se separaban en Runas, y seguro que Marcus pasaba de la Herbología… Suspiró. Así era la vida, a veces había que separarse, no es como que lo estuviera haciendo por huir de ella… Y ella misma había pensado antes que mejor sola, ¿no? Pues ea, asunto aclarado. Marcus no tendría que aguantar Pociones y ella conseguiría su tiempo a solas, que era lo que quería. Bueno, lo que quería era aclararse y quitarse aquella negrura, pero… Dudaba mucho que lo consiguiera en el día de hoy.
El resto del rato estuvo solo mínimamente participativa porque, como le venía pasando todo el verano, el mal humor ya se había apoderado de ella y ya lo había transformado todo a su alrededor, así que mejor se callaba, que ya es estaba viendo venir que cualquier cosa la iba a tergiversar y al final la acababa liando. Salieron Hillary y ella primero, y cuando iba por el pasillo, oyó al fondo cómo algunas chicas saludaban a Marcus. — ¿Y esas quiénes son? — Preguntó Hillary. Gal se giró brevemente y se encogió de hombros. — Unas a las que claramente les gusta Marcus. — Hillary la miró con una ceja alzada. — ¿Y te molesta? — Ella la miró igual. — ¿Tú le has visto? Más vale que nos acostumbremos. — Dijo como si no fuera nada. A ver, era la verdad. ¿Qué iba a hacer? ¿Cegar a todas las chicas del colegio? ¿Esperar a que Marcus, con lo grandilocuente que era, no le gustara que todas las chicas le hicieran zalamerías? Pues menudo apaño le quedaba por delante. Además, tenía que olvidarse de él en ese plano, así que ver a otras chicas intentándolo se lo quitaría de la cabeza… Creía.
— ¿Maquinando planes diabólicos tan temprano, Gallia? — Le dijo otra voz masculina mientras bajaba del tren. No tenía muchas ganas de sonreír, pero a Jacobs le puso una sonrisilla ladeada, como siempre que le veía. — No te lo contaría si así fuera, prefecto Jacobs. — El otro rio y se acercó a ella. — ¿Dónde está tu escolta? — Gal se encogió de un hombro. — Ocupado, por lo visto. Y tú también. Eres prefecto, hoy eres para los de primero. — Él amplió la sonrisa y asintió. — Soy para todo alumno que me necesite. — Dijo señalándose. — Pero nunca estoy demasiado ocupado cuando veo algo que me gusta. — Se acercó un poco más a ella y le acarició una trenza fugazmente. — Te sientan bien. — Luego miró al grupo de primero y dijo. — Tengo que irme. — Ya sí, quitó la sonrisilla chulesca y le dijo. — Me alegro de verdad de tenerte de vuelta por aquí. — Y ella respondió con una sonrisa y un asentimiento de cabeza. En cuanto estuvo un poco lejos, Hillary le dio en el brazo. — ¡Tíaaaaa! — ¿Quéééé? — Preguntó ella, molesta, acariciándose donde Hillary le había pegado. — Que lo había dicho de coña, pero le gustas al prefecto. — Gal entornó los ojos. — Jacobs es así. Lleva siendo así desde que le conocí. — Porque le gustas desde que le conociste. — Gal suspiró de vuelta, con cara de entendida. — Le vi liándose con la prefecta Roslin el año pasado cuando iba de la fiesta de navidad a la sala común. — Su amiga abrió mucho los ojos. — ¡Qué dices! ¿Y no me lo contaste? — Ella soltó una carcajada seca. — Si a mí me pillaran liándome con alguien, no querría que lo fueran contando. Bueno, aunque creo que no se dieron ni cuenta, estaban ocupados. — Igual por eso le caes tan mal a la prefecta… — Masculló la chica, pero Gal hizo la de ignorar por completo e ir hacia los carros.
— Oye, ¿no te parece a ti como que Sean tiene la voz muy… Especial? Además, creo que quería decirme algo con lo de… — Pero a Gal se le escapó un grito ahogado que interrumpió el discurso de su amiga. El corazón se le había parado por un momento y el miedo se le había puesto en la garganta. No se había parado a pensar que iba a poder ver a los thestrals. Era algo con lo que no contaba antes de irse de Hogwarts, porque no contaba con haber visto y entendido la muerte tan pronto, y no es que su curiosidad en materia de criaturas mágicas fuera muy amplia a ese respecto, así que simplemente lo había olvidado durante el verano. Leyó sobre ellos en el libro de Scamander, pero eran bastante más escalofriantes en persona. — Tranquila, no atacan. — Dijo una voz a su espalda, poniéndole una mano en el hombro. A ver si se acostumbraba a que, a partir de ahora, esa era la voz de Sean y dejaba de sobresaltarse. — Escúchame, son muy… Grandes… No sabes cómo… — Sí lo sé. — Gal se giró hacia él y sus dos amigos hicieron lo mismo. — Los he visto desde primero. —
— Pues Pociones es genial. — Aportó, brillantemente, al discurso de su amigo. Y lo había dicho un poco agresiva… Es que a ver… Ella contaba con Marcus a su lado siempre, y ya se separaban en Runas, y seguro que Marcus pasaba de la Herbología… Suspiró. Así era la vida, a veces había que separarse, no es como que lo estuviera haciendo por huir de ella… Y ella misma había pensado antes que mejor sola, ¿no? Pues ea, asunto aclarado. Marcus no tendría que aguantar Pociones y ella conseguiría su tiempo a solas, que era lo que quería. Bueno, lo que quería era aclararse y quitarse aquella negrura, pero… Dudaba mucho que lo consiguiera en el día de hoy.
El resto del rato estuvo solo mínimamente participativa porque, como le venía pasando todo el verano, el mal humor ya se había apoderado de ella y ya lo había transformado todo a su alrededor, así que mejor se callaba, que ya es estaba viendo venir que cualquier cosa la iba a tergiversar y al final la acababa liando. Salieron Hillary y ella primero, y cuando iba por el pasillo, oyó al fondo cómo algunas chicas saludaban a Marcus. — ¿Y esas quiénes son? — Preguntó Hillary. Gal se giró brevemente y se encogió de hombros. — Unas a las que claramente les gusta Marcus. — Hillary la miró con una ceja alzada. — ¿Y te molesta? — Ella la miró igual. — ¿Tú le has visto? Más vale que nos acostumbremos. — Dijo como si no fuera nada. A ver, era la verdad. ¿Qué iba a hacer? ¿Cegar a todas las chicas del colegio? ¿Esperar a que Marcus, con lo grandilocuente que era, no le gustara que todas las chicas le hicieran zalamerías? Pues menudo apaño le quedaba por delante. Además, tenía que olvidarse de él en ese plano, así que ver a otras chicas intentándolo se lo quitaría de la cabeza… Creía.
— ¿Maquinando planes diabólicos tan temprano, Gallia? — Le dijo otra voz masculina mientras bajaba del tren. No tenía muchas ganas de sonreír, pero a Jacobs le puso una sonrisilla ladeada, como siempre que le veía. — No te lo contaría si así fuera, prefecto Jacobs. — El otro rio y se acercó a ella. — ¿Dónde está tu escolta? — Gal se encogió de un hombro. — Ocupado, por lo visto. Y tú también. Eres prefecto, hoy eres para los de primero. — Él amplió la sonrisa y asintió. — Soy para todo alumno que me necesite. — Dijo señalándose. — Pero nunca estoy demasiado ocupado cuando veo algo que me gusta. — Se acercó un poco más a ella y le acarició una trenza fugazmente. — Te sientan bien. — Luego miró al grupo de primero y dijo. — Tengo que irme. — Ya sí, quitó la sonrisilla chulesca y le dijo. — Me alegro de verdad de tenerte de vuelta por aquí. — Y ella respondió con una sonrisa y un asentimiento de cabeza. En cuanto estuvo un poco lejos, Hillary le dio en el brazo. — ¡Tíaaaaa! — ¿Quéééé? — Preguntó ella, molesta, acariciándose donde Hillary le había pegado. — Que lo había dicho de coña, pero le gustas al prefecto. — Gal entornó los ojos. — Jacobs es así. Lleva siendo así desde que le conocí. — Porque le gustas desde que le conociste. — Gal suspiró de vuelta, con cara de entendida. — Le vi liándose con la prefecta Roslin el año pasado cuando iba de la fiesta de navidad a la sala común. — Su amiga abrió mucho los ojos. — ¡Qué dices! ¿Y no me lo contaste? — Ella soltó una carcajada seca. — Si a mí me pillaran liándome con alguien, no querría que lo fueran contando. Bueno, aunque creo que no se dieron ni cuenta, estaban ocupados. — Igual por eso le caes tan mal a la prefecta… — Masculló la chica, pero Gal hizo la de ignorar por completo e ir hacia los carros.
— Oye, ¿no te parece a ti como que Sean tiene la voz muy… Especial? Además, creo que quería decirme algo con lo de… — Pero a Gal se le escapó un grito ahogado que interrumpió el discurso de su amiga. El corazón se le había parado por un momento y el miedo se le había puesto en la garganta. No se había parado a pensar que iba a poder ver a los thestrals. Era algo con lo que no contaba antes de irse de Hogwarts, porque no contaba con haber visto y entendido la muerte tan pronto, y no es que su curiosidad en materia de criaturas mágicas fuera muy amplia a ese respecto, así que simplemente lo había olvidado durante el verano. Leyó sobre ellos en el libro de Scamander, pero eran bastante más escalofriantes en persona. — Tranquila, no atacan. — Dijo una voz a su espalda, poniéndole una mano en el hombro. A ver si se acostumbraba a que, a partir de ahora, esa era la voz de Sean y dejaba de sobresaltarse. — Escúchame, son muy… Grandes… No sabes cómo… — Sí lo sé. — Gal se giró hacia él y sus dos amigos hicieron lo mismo. — Los he visto desde primero. —
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- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
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Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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El material de las pesadillas CON Alice EN Andén 9 y 3/4 A LAS 10 de la mañana del 1 de septiembre de 1998 |
- Oye... ¿Tú como ves a Alice? - Le preguntó a Sean. Iban unos pasos retirados de las chicas, y estas estaban charlando entre sí, así que aprovechó para hablar en confidencia con su amigo. - Parece que bien, ¿no? - Se respondió a sí mismo. Quizás si repetía mucho que Alice estaba bien se lo acabara creyendo. Sean ladeó la cabeza varias veces. - Un poco malhumorada, parecía, aunque yo no sé como estaría si fuera ella. Es el primer día, acaba de dejar solos a su padre y a su hermano... Estará jodida. Se le irá pasando. - Marcus asintió. Sí, eso mismo pensaba él, que se le iría pasando.
- Tú no la vayas a agobiar, que nos conocemos. - Le dijo su amigo, y Marcus bufó con indignación. - ¿Otro igual? Mis padres todo el verano con lo mismo. ¿Os cuesta mucho entender que sea su amigo y que queramos estar juntos? - Y eso está muy bien, pero una cosa es eso, y otra es... - Ya, que la agobio. Que soy superpesado y la agobio. - Cortó él. Sean rodó los ojos. - Tío, no te mosquees. - Es que de verdad, los pesados sois vosotros. Uno intentando ser el mejor amigo posible y todo lo traducís igual: pesado. Alice va a necesitar cariño, y si yo p... - Pero el grito de la chica interrumpió su discurso e hizo que los dos se sobresaltaran y la miraran con los ojos muy abiertos.
No sabía qué le había pasado, solo que se le había puesto el corazón en la garganta y rápidamente avanzó hacia su amiga, pero Sean le parapetó. - Déjame a mí. - Y avanzó hasta ella. Marcus le miró con los ojos muy abiertos y el ceño fruncido. ¿¿Perdona?? ¿¿Ahora era Sean la persona más indicada para curarle el miedo a Alice?? Pues lo que le quedaba por ver, vamos, a ver si es que lo iban a estar a él echando continuamente cada vez que a la chica le pasaba algo. Frunció los labios y se acercó, un tanto molesto aunque claramente con el objetivo claro de ayudar a su amiga que para algo era su mejor amiga, aunque todos parecían de acuerdo en que perdiera el puesto. Sin embargo, no tardó en relajar la expresión, nada más oyó a Sean hablar. Y tuvo que tragarse sus palabras, al menos para ese momento concreto.
Los thestrals. No había caído, en todos esos meses no se le había ocurrido pensar en eso, porque tenía la cabeza en otras cosas. - ¿Qué pasa? - Preguntó Hillary, desconcertada y con un punto de miedo también, mirando a los lados y tratando de comprender a qué se referían Sean y Alice. Hillary no los veía, y Marcus tampoco, pero quizás la chica ni siquiera supiera a qué se referían. Muchos pasaban por sus siete cursos en Hogwarts sin siquiera plantearse qué guiaba los carruajes, pensando que eran tirados solo por magia, o por un ente invisible. Era solo invisible para algunas personas. En concreto, para quienes no habían visto la muerte de cerca, como Hillary y Marcus. Alice había visto morir a su madre, así que ahora, podía ver a los thestrals. Marcus casi que prefería ni siquiera saber qué aspecto tenían.
Pero entonces cayó en algo que le hizo extrañarse y mirar a Sean. - Tú... ¿Los ves? - Preguntó, con un punto intrigado y otro preocupado. ¿A quién había visto Sean morir, y desde tan pronto? El chico echó aire por la boca, y primero miró a Hillary para aclarar su duda. - ¿Qué tira de los carruajes que llevan a los alumnos de segundo a séptimo a Hogwarts? - La chica frunció el ceño, muy extrañada, miró a los carruajes y luego volvió a mirar a su amigo. - Emm... Nada. - Sean negó con tristeza. - Hay unas criaturas llamadas thestrals, son... - Miró de reojo a Alice. - Como caballos. - Marcus sabía que no eran caballos normales, pero supuso que Sean no quería entrar en detalles. - Las personas que hemos visto... Morir a alguien, y comprendido lo que la muerte conlleva, podemos verlo... A los ojos de los demás, es invisible. - Hillary estaba sorprendida y casi preocupada por los dos amigos, mientras Marcus esperaba que cruzara la mirada con él, al menos para ser cómplices en lo mal que se sentían por los otros dos, mientras no podían hacer nada. - Y... Tú... - Empezó la chica hacia Sean. Debía tener la misma duda que él, porque con Alice desde luego no había mucho que preguntarse.
Sean se guardó las manos en los bolsillos, encogiendo un tanto los hombros. - No he estado siempre con mi abuela. Cuando era más pequeño, mis padres nos llevaban a mi hermano y a mí a todas sus expediciones. Fue mientras mi hermano estaba en Hogwarts, y yo aún no había entrado. No éramos los únicos niños de allí, había otra niña, Meredith Cox, justo este año entra en primero, a ver en qué casa cae, aunque sospecho que en Gryffindor. - Se rascó la cabeza. - Le habían regalado un conejito por su cumpleaños y estábamos jugando con él. Yo tenía... Nueve años, creo, y ella tendría seis. Era un poco caótica y no paraba de brincar y gritar y el conejo la perseguía. Acabábamos de comer y nos habíamos puesto a un lado a jugar, mientras los padres comían y charlaban, estaban de descanso de trabajo. Habíamos ido a la sabana africana porque querían estudiar a una manada de erumpents de por allí. - Hizo una breve pausa y continuó. - Yo estaba pendiente del juego, pero también de los erumpents. Son muy pacíficos y simpáticos si no se les molesta, pero si se enfadan... - Marcus casi que prefería no oír el final de la frase. Los erumpents tenían material explosivo en sus cuernos y podían ser extremadamente peligrosos si los hacían estallar. - Los erumpents estaban tan tranquilos en su sitio, los padres bajo su toldo, reposando la comida, y nosotros jugando... Pero yo llevaba todo el día fijándome en un erumpent que estaba en el grupo, aunque un poco apartado, y tenía mala cara. Se lo dije a mi madre, "mamá, parece que está enfadado", pero los adultos a lo suyo, nadie me hizo caso. Seguí mirándolo... Parecía uno de los padres de algunas crías, pero no era el jefe de la manada, el jefe estaba tan tranquilo, y eso pone de muy mal humor a los que querrían ser jefes y no lo son... Cosas de animales. - Se encogió de hombros.
Tomó aire y continuó. - En una de esas, el conejo salió corriendo en dirección a los erumpets, y Meredith se fue detrás. Yo corrí tras ella y la agarré para que no se metiera en la manada, y ella empezó a llorar y se enfadó conmigo, porque el conejo había salido corriendo y ahora lo habíamos perdido de vista. Armó tal escándalo que llamó la atención de los padres, y ella le dijo a su padre que su conejo se había perdido entre los erumpets... Y fue a por él. - Estaban los tres en silencio sepulcral, y tanto Marcus como de seguro sus amigas querían parar el final de la historia, porque se lo estaban viendo venir. Pero algo se los impedía, solo podían callar y escuchar. - La manada no le hizo nada, lo dicho, son bastante tranquilos cuando están de buenas, pero no encontraba al conejo por ninguna parte... Hasta que lo encontró. Se había subido encima del erumpent malhumorado, y el Señor Cox se acercó a él, con muy buenas palabras, tratando simplemente de quitarle el conejo de encima... Yo le decía a mis padres "no, no, que se vaya, ese erumpent está enfadado, le llevo viendo así todo el día"... Pero fue demasiado tarde. Nos pusimos a cubierto a lo justo, la explosión nos pasó rozando. - Marcus tragó saliva, y vio como Sean respiraba hondo otra vez. - Desde entonces, mis padres decidieron dejarme con mi abuela y que no fuera a ninguna otra expedición. - Se creó un breve silencio, hasta que Hillary miró a Sean apenada y le dijo. - ¿Por eso tu boggart es un conejo? - Marcus le miró, con los ojos muy abiertos. Es verdad, Alice se lo había contado porque él se salió de la clase. Ahora se sentía tremendamente mal por Sean. Su amigo esbozó una sonrisa triste, asintió y matizó. - Del tamaño de un erumpent. Por eso era tan grande. - Se acercó a Alice, puso una mano en su hombro y le dijo. - Esto es una mierda, y te costará acostumbrarte... Pero no estás sola. -
- Tú no la vayas a agobiar, que nos conocemos. - Le dijo su amigo, y Marcus bufó con indignación. - ¿Otro igual? Mis padres todo el verano con lo mismo. ¿Os cuesta mucho entender que sea su amigo y que queramos estar juntos? - Y eso está muy bien, pero una cosa es eso, y otra es... - Ya, que la agobio. Que soy superpesado y la agobio. - Cortó él. Sean rodó los ojos. - Tío, no te mosquees. - Es que de verdad, los pesados sois vosotros. Uno intentando ser el mejor amigo posible y todo lo traducís igual: pesado. Alice va a necesitar cariño, y si yo p... - Pero el grito de la chica interrumpió su discurso e hizo que los dos se sobresaltaran y la miraran con los ojos muy abiertos.
No sabía qué le había pasado, solo que se le había puesto el corazón en la garganta y rápidamente avanzó hacia su amiga, pero Sean le parapetó. - Déjame a mí. - Y avanzó hasta ella. Marcus le miró con los ojos muy abiertos y el ceño fruncido. ¿¿Perdona?? ¿¿Ahora era Sean la persona más indicada para curarle el miedo a Alice?? Pues lo que le quedaba por ver, vamos, a ver si es que lo iban a estar a él echando continuamente cada vez que a la chica le pasaba algo. Frunció los labios y se acercó, un tanto molesto aunque claramente con el objetivo claro de ayudar a su amiga que para algo era su mejor amiga, aunque todos parecían de acuerdo en que perdiera el puesto. Sin embargo, no tardó en relajar la expresión, nada más oyó a Sean hablar. Y tuvo que tragarse sus palabras, al menos para ese momento concreto.
Los thestrals. No había caído, en todos esos meses no se le había ocurrido pensar en eso, porque tenía la cabeza en otras cosas. - ¿Qué pasa? - Preguntó Hillary, desconcertada y con un punto de miedo también, mirando a los lados y tratando de comprender a qué se referían Sean y Alice. Hillary no los veía, y Marcus tampoco, pero quizás la chica ni siquiera supiera a qué se referían. Muchos pasaban por sus siete cursos en Hogwarts sin siquiera plantearse qué guiaba los carruajes, pensando que eran tirados solo por magia, o por un ente invisible. Era solo invisible para algunas personas. En concreto, para quienes no habían visto la muerte de cerca, como Hillary y Marcus. Alice había visto morir a su madre, así que ahora, podía ver a los thestrals. Marcus casi que prefería ni siquiera saber qué aspecto tenían.
Pero entonces cayó en algo que le hizo extrañarse y mirar a Sean. - Tú... ¿Los ves? - Preguntó, con un punto intrigado y otro preocupado. ¿A quién había visto Sean morir, y desde tan pronto? El chico echó aire por la boca, y primero miró a Hillary para aclarar su duda. - ¿Qué tira de los carruajes que llevan a los alumnos de segundo a séptimo a Hogwarts? - La chica frunció el ceño, muy extrañada, miró a los carruajes y luego volvió a mirar a su amigo. - Emm... Nada. - Sean negó con tristeza. - Hay unas criaturas llamadas thestrals, son... - Miró de reojo a Alice. - Como caballos. - Marcus sabía que no eran caballos normales, pero supuso que Sean no quería entrar en detalles. - Las personas que hemos visto... Morir a alguien, y comprendido lo que la muerte conlleva, podemos verlo... A los ojos de los demás, es invisible. - Hillary estaba sorprendida y casi preocupada por los dos amigos, mientras Marcus esperaba que cruzara la mirada con él, al menos para ser cómplices en lo mal que se sentían por los otros dos, mientras no podían hacer nada. - Y... Tú... - Empezó la chica hacia Sean. Debía tener la misma duda que él, porque con Alice desde luego no había mucho que preguntarse.
Sean se guardó las manos en los bolsillos, encogiendo un tanto los hombros. - No he estado siempre con mi abuela. Cuando era más pequeño, mis padres nos llevaban a mi hermano y a mí a todas sus expediciones. Fue mientras mi hermano estaba en Hogwarts, y yo aún no había entrado. No éramos los únicos niños de allí, había otra niña, Meredith Cox, justo este año entra en primero, a ver en qué casa cae, aunque sospecho que en Gryffindor. - Se rascó la cabeza. - Le habían regalado un conejito por su cumpleaños y estábamos jugando con él. Yo tenía... Nueve años, creo, y ella tendría seis. Era un poco caótica y no paraba de brincar y gritar y el conejo la perseguía. Acabábamos de comer y nos habíamos puesto a un lado a jugar, mientras los padres comían y charlaban, estaban de descanso de trabajo. Habíamos ido a la sabana africana porque querían estudiar a una manada de erumpents de por allí. - Hizo una breve pausa y continuó. - Yo estaba pendiente del juego, pero también de los erumpents. Son muy pacíficos y simpáticos si no se les molesta, pero si se enfadan... - Marcus casi que prefería no oír el final de la frase. Los erumpents tenían material explosivo en sus cuernos y podían ser extremadamente peligrosos si los hacían estallar. - Los erumpents estaban tan tranquilos en su sitio, los padres bajo su toldo, reposando la comida, y nosotros jugando... Pero yo llevaba todo el día fijándome en un erumpent que estaba en el grupo, aunque un poco apartado, y tenía mala cara. Se lo dije a mi madre, "mamá, parece que está enfadado", pero los adultos a lo suyo, nadie me hizo caso. Seguí mirándolo... Parecía uno de los padres de algunas crías, pero no era el jefe de la manada, el jefe estaba tan tranquilo, y eso pone de muy mal humor a los que querrían ser jefes y no lo son... Cosas de animales. - Se encogió de hombros.
Tomó aire y continuó. - En una de esas, el conejo salió corriendo en dirección a los erumpets, y Meredith se fue detrás. Yo corrí tras ella y la agarré para que no se metiera en la manada, y ella empezó a llorar y se enfadó conmigo, porque el conejo había salido corriendo y ahora lo habíamos perdido de vista. Armó tal escándalo que llamó la atención de los padres, y ella le dijo a su padre que su conejo se había perdido entre los erumpets... Y fue a por él. - Estaban los tres en silencio sepulcral, y tanto Marcus como de seguro sus amigas querían parar el final de la historia, porque se lo estaban viendo venir. Pero algo se los impedía, solo podían callar y escuchar. - La manada no le hizo nada, lo dicho, son bastante tranquilos cuando están de buenas, pero no encontraba al conejo por ninguna parte... Hasta que lo encontró. Se había subido encima del erumpent malhumorado, y el Señor Cox se acercó a él, con muy buenas palabras, tratando simplemente de quitarle el conejo de encima... Yo le decía a mis padres "no, no, que se vaya, ese erumpent está enfadado, le llevo viendo así todo el día"... Pero fue demasiado tarde. Nos pusimos a cubierto a lo justo, la explosión nos pasó rozando. - Marcus tragó saliva, y vio como Sean respiraba hondo otra vez. - Desde entonces, mis padres decidieron dejarme con mi abuela y que no fuera a ninguna otra expedición. - Se creó un breve silencio, hasta que Hillary miró a Sean apenada y le dijo. - ¿Por eso tu boggart es un conejo? - Marcus le miró, con los ojos muy abiertos. Es verdad, Alice se lo había contado porque él se salió de la clase. Ahora se sentía tremendamente mal por Sean. Su amigo esbozó una sonrisa triste, asintió y matizó. - Del tamaño de un erumpent. Por eso era tan grande. - Se acercó a Alice, puso una mano en su hombro y le dijo. - Esto es una mierda, y te costará acostumbrarte... Pero no estás sola. -
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El material de las pesadillas CON Marcus EN Andén 9 y 3/4 A LAS 10 de la mañana del 1 de septiembre de 1998 |
La confesión de Sean les había dejado a todos a cuadros. Gal se giró lentamente a mirarle y escuchó la explicación. Siempre le había dado un poco de pena Sean por sus padres ausentes, siempre viajando por ahí, pero aquello explicaba muchas cosas. De repente se sintió mal por haberse reído como todos los demás de aquel conejito gigante. Ahora, como cuando se despeja el cielo y por fin ves el sol, empezaba a ver claras muchas cosas. Cosas como que la gente lleva procesiones por dentro que no se pueden imaginar, que no dejan traslucir, tal como estaba haciendo ella, y tal como llevaba Sean haciendo años, visto lo visto.
Tragó saliva y tomó aire. Acarició la mano de Sean y la agarró, acercándose al thestral. La apariencia, desde luego, era para verla, pero… También le daban un poquito de ternura. — Recuerdo la descripción del libro de Scamander. No me lo imaginé así en su día… — Alargó la mano tentativa al hocico del animal, y él agachó la cabeza entreteniéndose en su caricia, lo que le hizo sonreír inmediatamente. — No deben darles mucho amor. — Sean ladeó una sonrisa. — No. Se consideran un mal augurio. Ya ves tú, para cuando los ves ya no es un augurio, es un mal recuerdo. — Gal asintió. — Recuerdo que decía “se considera que están hechos del material de las pesadillas…” — Frunció el ceño. — Pero no es verdad. Es solo que la gente no quiere pensar en la tristeza, y es preferible tenernos miedo a los tristes qué pensar en de qué estamos hechos realmente. — Acarició la melena negra del thestral, que ya estaba en modo amigo total con ella. — A veces solo necesitamos que la gente sepa ver y no nos tenga miedo. — Nadie te tiene miedo, Gal. — Le dijo suavemente Sean. — Solo… No sabemos qué hacer para no meter la pata. — Terminó, acariciando también él al animal. Gal torció la sonrisa. — Yo tampoco. — Sinceridad, como siempre. Ojalá supiera cómo sentirse mejor
Se alejaron del thestral para ir montándose en los carros, cuando Hillary la tomó del brazo. — ¿Estás bien? — Ella asintió con una leve sonrisa. ¿Por qué hacía eso? Bueno quizá porque estaba harta de la preguntita y de que el “no, la verdad” llevara a preguntas más complicadas. — ¿Te importa que me monte con Sean en el carro? Creo que le debo… algo. Una disculpa, un consuelo, algo. — Volvió a asentir. Sí, Sean con “algo” si venía de Hillary ya se iba a conformar así que… Se giró a su amigo y le tendió la mano. — ¿Me acompañas por última vez en el carruaje? — Preguntó con media sonrisilla. — El año que viene tendrás que estar pendiente de los de primero y eso… Déjame disfrutar de esto un último año. — Y tiró de él hacia el carro.
Cuando estuvieron dentro, sintió el peso de quedarse sola con Marcus. Siempre le había gustado estar a solas con él, porque creaban un aura especial. El problema ahora no era que le gustara, si no todo lo que le pedía el cuerpo que hiciera al tenerle allí. Espero a que aquello arrancara y volvió a entrelazar su mano con la de Marcus. Por unos segundos, se quedó callada, porque le venían como mil frases a la cabeza, pero no podía poner en pie ninguna. Pero de repente, aquella impetuosidad que últimamente gobernaba su vida, la hizo girarse en el asiento y mirar a Marcus, pero sin soltar su mano. — Es como si fuera primero otra vez. siento que soy una persona distinta. Y no es que haya olvidado los últimos tres años ni mucho menos… Pero es que tengo un uniforme, yo estoy muy diferente, y siento que no sé a lo que me enfrento. — Miró a los ojos a su amigo. — Siento que voy a ciegas y nadie me ha explicado cómo se hace esto. — Dejó salir el aire por los labios lentamente, como si se quitara un peso de encima. — Siento arruinarte el primer día pasándome con las confesiones, o abrumarte con tantas cosas, después de estar como si me hubieran enmudecido medio verano. — Apretó la mano de Marcus y la acarició con la suya libre, mirándola, para no tener que enfocar su mirada. — Hay muchas cosas que no entiendo aún cómo voy a cuadrar… Tengo miedo, estoy insegura, y a la vez me siento llena de vida y de cosas por hacer es… — Suspiró. — Desesperante y frenético, pero… — Ya sí levantó los ojos. — Lo que sé seguro es que quiero seguir siendo tu mejor amiga, que mi vida ha cambiado en todo, pero no quiero que cambie en esto. — Igual no se había explicado nada, pero esperaba que sí. No quería ser el thestral al que nadie se atrevía a mirar
Tragó saliva y tomó aire. Acarició la mano de Sean y la agarró, acercándose al thestral. La apariencia, desde luego, era para verla, pero… También le daban un poquito de ternura. — Recuerdo la descripción del libro de Scamander. No me lo imaginé así en su día… — Alargó la mano tentativa al hocico del animal, y él agachó la cabeza entreteniéndose en su caricia, lo que le hizo sonreír inmediatamente. — No deben darles mucho amor. — Sean ladeó una sonrisa. — No. Se consideran un mal augurio. Ya ves tú, para cuando los ves ya no es un augurio, es un mal recuerdo. — Gal asintió. — Recuerdo que decía “se considera que están hechos del material de las pesadillas…” — Frunció el ceño. — Pero no es verdad. Es solo que la gente no quiere pensar en la tristeza, y es preferible tenernos miedo a los tristes qué pensar en de qué estamos hechos realmente. — Acarició la melena negra del thestral, que ya estaba en modo amigo total con ella. — A veces solo necesitamos que la gente sepa ver y no nos tenga miedo. — Nadie te tiene miedo, Gal. — Le dijo suavemente Sean. — Solo… No sabemos qué hacer para no meter la pata. — Terminó, acariciando también él al animal. Gal torció la sonrisa. — Yo tampoco. — Sinceridad, como siempre. Ojalá supiera cómo sentirse mejor
Se alejaron del thestral para ir montándose en los carros, cuando Hillary la tomó del brazo. — ¿Estás bien? — Ella asintió con una leve sonrisa. ¿Por qué hacía eso? Bueno quizá porque estaba harta de la preguntita y de que el “no, la verdad” llevara a preguntas más complicadas. — ¿Te importa que me monte con Sean en el carro? Creo que le debo… algo. Una disculpa, un consuelo, algo. — Volvió a asentir. Sí, Sean con “algo” si venía de Hillary ya se iba a conformar así que… Se giró a su amigo y le tendió la mano. — ¿Me acompañas por última vez en el carruaje? — Preguntó con media sonrisilla. — El año que viene tendrás que estar pendiente de los de primero y eso… Déjame disfrutar de esto un último año. — Y tiró de él hacia el carro.
Cuando estuvieron dentro, sintió el peso de quedarse sola con Marcus. Siempre le había gustado estar a solas con él, porque creaban un aura especial. El problema ahora no era que le gustara, si no todo lo que le pedía el cuerpo que hiciera al tenerle allí. Espero a que aquello arrancara y volvió a entrelazar su mano con la de Marcus. Por unos segundos, se quedó callada, porque le venían como mil frases a la cabeza, pero no podía poner en pie ninguna. Pero de repente, aquella impetuosidad que últimamente gobernaba su vida, la hizo girarse en el asiento y mirar a Marcus, pero sin soltar su mano. — Es como si fuera primero otra vez. siento que soy una persona distinta. Y no es que haya olvidado los últimos tres años ni mucho menos… Pero es que tengo un uniforme, yo estoy muy diferente, y siento que no sé a lo que me enfrento. — Miró a los ojos a su amigo. — Siento que voy a ciegas y nadie me ha explicado cómo se hace esto. — Dejó salir el aire por los labios lentamente, como si se quitara un peso de encima. — Siento arruinarte el primer día pasándome con las confesiones, o abrumarte con tantas cosas, después de estar como si me hubieran enmudecido medio verano. — Apretó la mano de Marcus y la acarició con la suya libre, mirándola, para no tener que enfocar su mirada. — Hay muchas cosas que no entiendo aún cómo voy a cuadrar… Tengo miedo, estoy insegura, y a la vez me siento llena de vida y de cosas por hacer es… — Suspiró. — Desesperante y frenético, pero… — Ya sí levantó los ojos. — Lo que sé seguro es que quiero seguir siendo tu mejor amiga, que mi vida ha cambiado en todo, pero no quiero que cambie en esto. — Igual no se había explicado nada, pero esperaba que sí. No quería ser el thestral al que nadie se atrevía a mirar
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El material de las pesadillas CON Alice EN Andén 9 y 3/4 A LAS 10 de la mañana del 1 de septiembre de 1998 |
No imaginaba para nada que Sean hubiera pasado por algo así, nunca se lo había contado. Sí le había dicho que sus padres preferían dejarle con su abuela porque para un niño era peligroso estar en ciertos sitios... Y tanto que lo era. Se había quedado con la mirada perdida en un punto del suelo, pero la alzó al notar a Alice moverse. Iba hacia los thestrals, suponía, porque Marcus no podía verlos, y en un impulso dio un paso hacia delante para que tuviera cuidado, quizás esas cosas eran hostiles y peligrosas... Pero Hillary le detuvo. - Déjala. - Le dijo con voz suave y comprensiva, aunque en una orden clara. Marcus frunció los labios, sin quitar la vista de su amiga. - ¿Y si le hace daño? - Hillary le miró con la cabeza ladeada, apenada, y contestó. - Ha quedado demostrado que alguien que puede verlos ha pasado por cosas peores... Y que ellos conocen mejor que nosotros. Sabrán hacerlo. - Marcus dejó los hombros caer, sin quitar la vista de Alice y Sean. Se sentía muy impotente, quería hacer algo... Y, por desgracia, algo dentro de él le decía que no había nada que pudiera hacer. - "El material de las pesadillas". - Murmuró en voz alta, pensativo, sin darse cuenta. Hillary le miró, y él se explicó. - Lo dice Newt Scamender en su libro. Los thestrals están hechos del material de las pesadillas... - Echó aire por la nariz y dijo. - Ojalá pudiera quitárselas. - Hillary volvió a mirar a la escena, soltó un mudo suspiro y añadió. - Ojalá. -
Hillary y él permanecieron en silencio, mirando a los otros dos, que acariciaban a un ser que ellos no podían ver, ni siquiera podían imaginar. Cuando volvieron, Marcus trató de sonreír levemente, de recuperar una pose lo menos preocupada posible, y vio como Hillary se dirigía a Alice. Dejó una mano en el hombro de Sean y se sonrieron mutuamente, sin decir nada. Pero Alice no tardó en acercarse a él, mientras su amigo se iba con Hillary, para proponerle ir juntos en el carro... Por última vez. Eso se le agarró en el pecho. No había caído en que, si al año siguiente empezaba a ser prefecto, ya no viajaría en el carro con sus amigos, sino que acompañaría a los de primero hasta las barcas, y luego iría en los carruajes con el resto de prefectos. Pero no era momento de hacer dramas, así que tragó saliva, sonrió y agarró su mano. - Por supuesto. -
Se habían quedado en silencio, no sabía qué decir porque todo se le antojaba "potencialmente agobiante", y tampoco quería traer a la Alice triste de vuelta, o incidir en lo de los thestrals, pero ponerse a hablar como si nada o a decir tonterías no se le antojaba la mejor opción... Aquello era más difícil de lo que había imaginado. Menos mal que fue Alice la que rompió el hielo, agarrando su mano y provocando que Marcus la mirara casi con culpabilidad por no ser el mejor amigo del mundo, como él solito se había autoimpuesto. La escuchó en silencio y sus palabras eran dolorosas, aunque negó en seguida cuando empezó a disculparse. - No me arruinas nada ni me abrumas, en absoluto. Puedes desahogarte todo lo que quieras. - Si él solo quería ayudar, ser el soporte emocional que Alice necesitaba. ¿Y por qué le dolía tanto oírla decir que ya no era la misma, que todo había cambiado? El mundo hacía unos meses parecía... Imparable. Ellos eran imparables. No lo olvides nunca, Marcus. Alice y tú sois imparables. Se le encogió el corazón y perdió la mirada por unos segundos. Las últimas palabras que le dijo Janet, cuando fueron a su casa en Navidad... Se habían quedado en un rincón de su cerebro guardadas y casi las había olvidado, y de repente habían brotado como si algo las hubiese activado de nuevo. Miró a Alice. No, aquello no podía acabar ahí, Janet no lo querría así. Ellos eran Marcus y Alice, eran imparables. Las cosas tenían que volver a ser como antes, y entendía que Alice ahora no lo viera, pero él sí podía verlo. Se encargaría de que así fuera.
Su frase final fue el halo de esperanza que necesitaba y el impulso para, definitivamente, determinar lo que tenía que hacer. Frunció una sonrisa y tiró de su mano para abrazarla con fuerza. - Me he pasado todo el verano pensando en este día. Quería que volviéramos... - A ser los de siempre, no supo por qué, pero eso último no lo dijo. Con "que volviéramos", a Hogwarts, a su hogar, a estar juntos, era suficiente. - Pero temo no ser el amigo que necesitas. - La separó de sí y la miró a los ojos. - Pídeme todo lo que quieras, por favor. Tú y yo nos entendemos mejor que nadie, eso no va a cambiar, y... No te preocupes si estás triste o asustada, para eso estoy yo, ¿vale? Solo tienes que decir, "eh, amigo Marcus, vamos a..." yo que sé, a mirar algún libro que te guste, o te cuento algo del Club de Misterios, o planeamos... Cosas. Se nos da bien planear cosas. - Ya estaba empezando a lanzar un montón de ideas, justo como le habían dicho todos que no hiciera, que la iba a agobiar. ¿Pero qué sabían los demás? Ellos eran Marcus y Alice, y como conocía él a su amiga no la conocían ni Sean, ni sus padres, ni nadie más.
Tomó su mano de nuevo y la apretó. - Hay cosas que no cambian. - Sonrió levemente. - Yo no he cambiado... Bueno, físicamente un poquito, la voz y eso. - Rio ligeramente. - Y ya has visto que Sean y Hillary siguen exactamente iguales a pesar de que por fuera no lo parezcan. - Le acarició una de las trenzas y dijo. - Habrá cambios pequeñitos, pero... La esencia es la misma. Y créeme, yo entiendo mucho de esencias. - Bromeó, guiñándole un ojo. Sí, los chistes alquímicos siempre venían bien, o siempre habían venido bien al menos... Esperaba que siguiera siendo así.
Hillary y él permanecieron en silencio, mirando a los otros dos, que acariciaban a un ser que ellos no podían ver, ni siquiera podían imaginar. Cuando volvieron, Marcus trató de sonreír levemente, de recuperar una pose lo menos preocupada posible, y vio como Hillary se dirigía a Alice. Dejó una mano en el hombro de Sean y se sonrieron mutuamente, sin decir nada. Pero Alice no tardó en acercarse a él, mientras su amigo se iba con Hillary, para proponerle ir juntos en el carro... Por última vez. Eso se le agarró en el pecho. No había caído en que, si al año siguiente empezaba a ser prefecto, ya no viajaría en el carro con sus amigos, sino que acompañaría a los de primero hasta las barcas, y luego iría en los carruajes con el resto de prefectos. Pero no era momento de hacer dramas, así que tragó saliva, sonrió y agarró su mano. - Por supuesto. -
Se habían quedado en silencio, no sabía qué decir porque todo se le antojaba "potencialmente agobiante", y tampoco quería traer a la Alice triste de vuelta, o incidir en lo de los thestrals, pero ponerse a hablar como si nada o a decir tonterías no se le antojaba la mejor opción... Aquello era más difícil de lo que había imaginado. Menos mal que fue Alice la que rompió el hielo, agarrando su mano y provocando que Marcus la mirara casi con culpabilidad por no ser el mejor amigo del mundo, como él solito se había autoimpuesto. La escuchó en silencio y sus palabras eran dolorosas, aunque negó en seguida cuando empezó a disculparse. - No me arruinas nada ni me abrumas, en absoluto. Puedes desahogarte todo lo que quieras. - Si él solo quería ayudar, ser el soporte emocional que Alice necesitaba. ¿Y por qué le dolía tanto oírla decir que ya no era la misma, que todo había cambiado? El mundo hacía unos meses parecía... Imparable. Ellos eran imparables. No lo olvides nunca, Marcus. Alice y tú sois imparables. Se le encogió el corazón y perdió la mirada por unos segundos. Las últimas palabras que le dijo Janet, cuando fueron a su casa en Navidad... Se habían quedado en un rincón de su cerebro guardadas y casi las había olvidado, y de repente habían brotado como si algo las hubiese activado de nuevo. Miró a Alice. No, aquello no podía acabar ahí, Janet no lo querría así. Ellos eran Marcus y Alice, eran imparables. Las cosas tenían que volver a ser como antes, y entendía que Alice ahora no lo viera, pero él sí podía verlo. Se encargaría de que así fuera.
Su frase final fue el halo de esperanza que necesitaba y el impulso para, definitivamente, determinar lo que tenía que hacer. Frunció una sonrisa y tiró de su mano para abrazarla con fuerza. - Me he pasado todo el verano pensando en este día. Quería que volviéramos... - A ser los de siempre, no supo por qué, pero eso último no lo dijo. Con "que volviéramos", a Hogwarts, a su hogar, a estar juntos, era suficiente. - Pero temo no ser el amigo que necesitas. - La separó de sí y la miró a los ojos. - Pídeme todo lo que quieras, por favor. Tú y yo nos entendemos mejor que nadie, eso no va a cambiar, y... No te preocupes si estás triste o asustada, para eso estoy yo, ¿vale? Solo tienes que decir, "eh, amigo Marcus, vamos a..." yo que sé, a mirar algún libro que te guste, o te cuento algo del Club de Misterios, o planeamos... Cosas. Se nos da bien planear cosas. - Ya estaba empezando a lanzar un montón de ideas, justo como le habían dicho todos que no hiciera, que la iba a agobiar. ¿Pero qué sabían los demás? Ellos eran Marcus y Alice, y como conocía él a su amiga no la conocían ni Sean, ni sus padres, ni nadie más.
Tomó su mano de nuevo y la apretó. - Hay cosas que no cambian. - Sonrió levemente. - Yo no he cambiado... Bueno, físicamente un poquito, la voz y eso. - Rio ligeramente. - Y ya has visto que Sean y Hillary siguen exactamente iguales a pesar de que por fuera no lo parezcan. - Le acarició una de las trenzas y dijo. - Habrá cambios pequeñitos, pero... La esencia es la misma. Y créeme, yo entiendo mucho de esencias. - Bromeó, guiñándole un ojo. Sí, los chistes alquímicos siempre venían bien, o siempre habían venido bien al menos... Esperaba que siguiera siendo así.
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El material de las pesadillas CON Marcus EN Andén 9 y 3/4 A LAS 10 de la mañana del 1 de septiembre de 1998 |
Soltó una risita seca. — ¿Tú? ¿Lo que yo necesito? — Negó con la cabeza. — Pues yo tengo el mismo miedo. De ser… — Una chica como Alice. — Demasiado alocada o no ser capaz de salir de esta negrura. — Suspiró hondamente. — Tú eres perfecto, Marcus. De verdad, en todos los aspecto de la vida. — Negó con la cabeza. — Créeme ni yo sé qué es lo que necesito… Pero lo que sé que quiero es tenerte en mi vida y ya está. — Y si él creía que no era adecuado y ella también, y Gal SABÍA que él se equivocaba, ¿no podría ser que Gal también estuviera equivocada? ¿No podría ser que algo hubiera surgido entre los dos y que simplemente estaban desorientados en cómo avanzar hacia ese lugar nuevo? O también pudiera ser que estuviera dejado volar su imaginación, porque a ver, ¿no se lo habría notado o le habría dicho algo? No, simplemente estaba proyectando lo que le gustaría oír y ver.
Se rio un poquito de la ristra de cosas que le dijo. — Si alguna vez te llamo “amigo Marcus” preocúpate porque eso sí que sería raro. — Amplió la sonrisa. — Pero todo lo demás suena a… — Iba a decir “Marcus y Alice” y ella estaba ahí en su campaña con que la llamaran Gal. — Nosotros. Cien por cien. Y todo lo que venga de nosotros me hace feliz. O menos infeliz, lo cual es la nueva situación y habrá que acostumbrarse. — Apretó su mano. — Y espero que no descubras ni una sola cosa del Club de Misterios sin avisarme, eh… —
Para ser sincera, ella más bien había temido ese momento. El momento de volver a Hogwarts, donde siempre había sido feliz, y quedarse a solas con Marcus, después de la tormenta de sentimientos desde el funeral de su madre. Y ahora que estaba allí con él, se daba cuenta de que podía controlarlo externamente (bien, al menos eso), aunque algo dentro de ella quisiera buscarle las vueltas para explicar que sí, que quizá aquellos sentimientos no estaban tan mal o condenados al fracaso. Le miró de reojo con una sonrisa ladeada. — ¿Un poquito? — Rio y le señaló de arriba a abajo. — Marcus, pegas casi con el techo de carruaje. Y si me hubieras hablado de espaldas por la calle me hubieras pegado un susto. Sean me lo ha pegado, de hecho. — Volvió a reír un poco. — A veces las cosas cambian… Y no es para mal. — A veces empiezas a ver a los thestrals y lo conoces es una criatura que solo quiere un poquito de cariño, pensó con un nudo en la garganta. — No me tengas miedo, Marcus. Ni a crecer o cambiar… — Tragó saliva. — Porque no lo vamos a poder evitar. —
Ah, pero la mención a la alquimia la hizo sonreír inevitablemente. — Sí, la esencia es la misma. — Señaló Hogwarts con la cabeza, a través de la ventana. — Venimos a Hogwarts, juntos. — Se le puso un escalofrío por toda la piel cuando le agarró la trenza. — Llevo los lazos. — Completó con una risita, porque realmente los llevaba, cerrando las trenzas, y se acercó a él por el asiento. — Y tú sigues con tus ojos de Slytherin… — Dijo, bajando la voz sin saber muy bien por qué, y subiendo la mano para entrelazar los dedos en los rizos de su frente. — Y los rizos que siempre se te caen en la frente… — Y con la tontería de peinarle los rizos ya había acabado otra vez junto a él, muy cerca, mirando aquellos ojos, cuya mirada le había perseguido un gran número de noches ese verano.
Se rio un poquito de la ristra de cosas que le dijo. — Si alguna vez te llamo “amigo Marcus” preocúpate porque eso sí que sería raro. — Amplió la sonrisa. — Pero todo lo demás suena a… — Iba a decir “Marcus y Alice” y ella estaba ahí en su campaña con que la llamaran Gal. — Nosotros. Cien por cien. Y todo lo que venga de nosotros me hace feliz. O menos infeliz, lo cual es la nueva situación y habrá que acostumbrarse. — Apretó su mano. — Y espero que no descubras ni una sola cosa del Club de Misterios sin avisarme, eh… —
Para ser sincera, ella más bien había temido ese momento. El momento de volver a Hogwarts, donde siempre había sido feliz, y quedarse a solas con Marcus, después de la tormenta de sentimientos desde el funeral de su madre. Y ahora que estaba allí con él, se daba cuenta de que podía controlarlo externamente (bien, al menos eso), aunque algo dentro de ella quisiera buscarle las vueltas para explicar que sí, que quizá aquellos sentimientos no estaban tan mal o condenados al fracaso. Le miró de reojo con una sonrisa ladeada. — ¿Un poquito? — Rio y le señaló de arriba a abajo. — Marcus, pegas casi con el techo de carruaje. Y si me hubieras hablado de espaldas por la calle me hubieras pegado un susto. Sean me lo ha pegado, de hecho. — Volvió a reír un poco. — A veces las cosas cambian… Y no es para mal. — A veces empiezas a ver a los thestrals y lo conoces es una criatura que solo quiere un poquito de cariño, pensó con un nudo en la garganta. — No me tengas miedo, Marcus. Ni a crecer o cambiar… — Tragó saliva. — Porque no lo vamos a poder evitar. —
Ah, pero la mención a la alquimia la hizo sonreír inevitablemente. — Sí, la esencia es la misma. — Señaló Hogwarts con la cabeza, a través de la ventana. — Venimos a Hogwarts, juntos. — Se le puso un escalofrío por toda la piel cuando le agarró la trenza. — Llevo los lazos. — Completó con una risita, porque realmente los llevaba, cerrando las trenzas, y se acercó a él por el asiento. — Y tú sigues con tus ojos de Slytherin… — Dijo, bajando la voz sin saber muy bien por qué, y subiendo la mano para entrelazar los dedos en los rizos de su frente. — Y los rizos que siempre se te caen en la frente… — Y con la tontería de peinarle los rizos ya había acabado otra vez junto a él, muy cerca, mirando aquellos ojos, cuya mirada le había perseguido un gran número de noches ese verano.
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Bajó la cabeza y negó. A Marcus le encantaban los halagos, se venía arriba en seguida, y él solo se lo decía todo la mayoría de las veces, pero cuando era Alice quien le decía cosas como que era perfecto... Eso era distinto, no sabía explicar por qué. Quizás porque con ella, más que con nadie en realidad, era con quien podía ser más él mismo. Y eso quisiera él, ser perfecto. Si lo fuera, sabría qué darle para quitarle esos miedos y esa negrura que decía tener. De verdad, ojalá supiera cómo se hacía... Pero lo conseguiría.
Se rio con ella y chistó. - Era una forma de hablar. - Comentó entre risas. Sonrió y apretó su mano de vuelta. Hacerla feliz era lo único que quería, así que se esperanzó, quizás solo tenían que volver a la normalidad, ser los de siempre, y poco a poco Alice volvería a ser su Alice, la de antes. Si en el fondo no tenía por qué ser tan complicado. - Merlín me libre de no contarte absolutamente todo lo que descubra. - Comentó, de nuevo entre risas. - De hecho, me he propuesto algo este año: descubrir algo por mi cuenta. Esos misterios del club fueron en su mayoría descubiertos por alumnos. Quizás descubra algo que pueda dejar para la posteridad. - Arqueó las cejas. Marcus y sus ganas de aportar cosas "que pasaran a la posteridad". Pero oye, quién sabía, podía haber algún pasadizo secreto inexplorado y que fuera Marcus quien diera con él.
Soltó una carcajada. - Vale, lo de la altura es bastante obvio. Aunque siempre he sido alto, solo estoy... Un poco más alto. Espero haber parado ya, yo también me he dado cuenta de que choco con el techo de esto. ¿Siempre ha sido tan chico? - Comentó, dando un par de palmadas en el techo mientras lo miraba, cuestionador. - ¿Y has visto a Lex? Ese sí que espero que no crezca más, porque me va a dejar bajito, que ya es decir. - De hecho, con un año menos que tenía, ya tenía casi la altura de él. Y le daba en la nariz que Marcus no iba a crecer mucho más de como estaba pero que a su hermano aún le quedaba otro estirón que dar. - Buah, ya ves, a mí me ha asustado Sean cuando me ha hablado en el andén. ¿Pero tanto ha cambiado la mía? Será que uno se acostumbra a oírse a uno mismo. - A ver, ya no tenía voz de niño, ya sonaba más casi como un adulto, y eso había sido un cambio muy reciente. En ese sentido, Alice seguía igual... En ese sentido. Automáticamente, retiró la mirada mientras seguía con una risita residual con el tema. No, a Alice no le había cambiado la voz, pero sí le había cambiado el cuerpo. Y no sabía por qué demonios le traía tan de cabeza. Lo dicho, se tenían que acostumbrar a pasar el día a día otra vez y ya estaba, todo volvería a estar como antes.
La miró cuando pidió que no le tuviera miedo, pero solo pudo sonreír levemente y asentir. No le tenía miedo a ella, más bien... A que la Alice de siempre se hubiera ido para no volver, como vaticinó Violet. Eso sí que le daba miedo, y era algo que, mientras estuviera en su mano, no pensaba dejar que ocurriese. Miró Hogwarts a través de la ventana, pero pasó la vista a los ojos de ella cuando mencionó los suyos, mirándolos mientras le acariciaba los rizos. - Me gustan tus lazos... Y sigues teniendo ojos de Ravenclaw tú también. - Se acercó un poco a ella en el asiento y bajó el tono, con una sonrisa suave. - Tenía ganas de verte. Tenía ganas de volver. En verano siempre te echo de menos. - Apretó su mano de nuevo y dijo. - Yo siempre voy a ser tu mejor amigo, Alice. Si algún día sientes... Que no eres la de siempre... - Amplió la sonrisa. - Búscame. Estaré encantado de recordártelo. -
Se rio con ella y chistó. - Era una forma de hablar. - Comentó entre risas. Sonrió y apretó su mano de vuelta. Hacerla feliz era lo único que quería, así que se esperanzó, quizás solo tenían que volver a la normalidad, ser los de siempre, y poco a poco Alice volvería a ser su Alice, la de antes. Si en el fondo no tenía por qué ser tan complicado. - Merlín me libre de no contarte absolutamente todo lo que descubra. - Comentó, de nuevo entre risas. - De hecho, me he propuesto algo este año: descubrir algo por mi cuenta. Esos misterios del club fueron en su mayoría descubiertos por alumnos. Quizás descubra algo que pueda dejar para la posteridad. - Arqueó las cejas. Marcus y sus ganas de aportar cosas "que pasaran a la posteridad". Pero oye, quién sabía, podía haber algún pasadizo secreto inexplorado y que fuera Marcus quien diera con él.
Soltó una carcajada. - Vale, lo de la altura es bastante obvio. Aunque siempre he sido alto, solo estoy... Un poco más alto. Espero haber parado ya, yo también me he dado cuenta de que choco con el techo de esto. ¿Siempre ha sido tan chico? - Comentó, dando un par de palmadas en el techo mientras lo miraba, cuestionador. - ¿Y has visto a Lex? Ese sí que espero que no crezca más, porque me va a dejar bajito, que ya es decir. - De hecho, con un año menos que tenía, ya tenía casi la altura de él. Y le daba en la nariz que Marcus no iba a crecer mucho más de como estaba pero que a su hermano aún le quedaba otro estirón que dar. - Buah, ya ves, a mí me ha asustado Sean cuando me ha hablado en el andén. ¿Pero tanto ha cambiado la mía? Será que uno se acostumbra a oírse a uno mismo. - A ver, ya no tenía voz de niño, ya sonaba más casi como un adulto, y eso había sido un cambio muy reciente. En ese sentido, Alice seguía igual... En ese sentido. Automáticamente, retiró la mirada mientras seguía con una risita residual con el tema. No, a Alice no le había cambiado la voz, pero sí le había cambiado el cuerpo. Y no sabía por qué demonios le traía tan de cabeza. Lo dicho, se tenían que acostumbrar a pasar el día a día otra vez y ya estaba, todo volvería a estar como antes.
La miró cuando pidió que no le tuviera miedo, pero solo pudo sonreír levemente y asentir. No le tenía miedo a ella, más bien... A que la Alice de siempre se hubiera ido para no volver, como vaticinó Violet. Eso sí que le daba miedo, y era algo que, mientras estuviera en su mano, no pensaba dejar que ocurriese. Miró Hogwarts a través de la ventana, pero pasó la vista a los ojos de ella cuando mencionó los suyos, mirándolos mientras le acariciaba los rizos. - Me gustan tus lazos... Y sigues teniendo ojos de Ravenclaw tú también. - Se acercó un poco a ella en el asiento y bajó el tono, con una sonrisa suave. - Tenía ganas de verte. Tenía ganas de volver. En verano siempre te echo de menos. - Apretó su mano de nuevo y dijo. - Yo siempre voy a ser tu mejor amigo, Alice. Si algún día sientes... Que no eres la de siempre... - Amplió la sonrisa. - Búscame. Estaré encantado de recordártelo. -
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Ivanka
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El material de las pesadillas CON Marcus EN Andén 9 y 3/4 A LAS 10 de la mañana del 1 de septiembre de 1998 |
Sonrió un poco más ampliamente a lo del descubrimiento y dijo. — Me parece una meta muy interesante. Te ayudaré si está en mi mano. — Ladeó la sonrisa y le miró traviesa, cosa que no hacía desde hacía bastante tiempo. — Ambos sabemos que se me da mejor encontrar cosas inexploradas, mirar en lugares que tú nunca mirarías… — Y por supuesto se tuvo que reír cuando hablaba de que el compartimiento era muy chico. — ¿Ves? Pareces otro, al menos por fuera… Por dentro sé que eres el mismo Marcus. — Dijo con cariño. Luego asintió. — Jo, lo he visto de lejos y casi no le reconozco. Y tú dudando que vaya a entrar en el equipo, aunque fuera de guardián les compensaría porque ocuparía el aro entero. — Dijo de broma. Se sentía bien hacer bromas con Marcus, aunque no le apeteciera demasiado. Eso sí, cuando señaló lo de la voz tragó saliva. Como si fuera suficiente con el aspecto físico, encima se le había puesto una voz preciosa, más profunda, pero no exceso, que hacía que quisiera que le dijera… Cosas. Puf. Fatal estaba.
Rio suavemente a lo de los ojos de Ravenclaw y sintió como se le aceleraba el corazón cuando dijo que tenía ganas de verla. — Yo… — También, debería haber dicho. Pero si la miraba así, tan cerca, con esos ojazos, no podía disfrazar la realidad. — Tenía miedo. Hay muchas cosas diferentes… Y la vida es complicada… — Inspiró y dejó caer los párpados. — Pero también te echaba mucho de menos. Solo podía pensar en los buenos momentos en La Provenza, en el sol… — Volvió a cerrar los ojos recordándolo. — Lo mejor del verano ha sido eso… Lo mejor siempre, es que seas mi mejor amigo. — Y cuando le dijo aquello, se atrevió a subir la mano y acariciar su mejilla, creando ese momento extraño pero que, de alguna forma necesitaba. — Te buscaré. — Dijo simplemente. Iba a pedirle que la llamara Gal, pero no le salió, algo le decía que aquello no iba a caer muy bien, y no quería arruinar el momento.
El momento se rompió porque ya llegaron al castillo y el carruaje paró de golpe, dándoles una pequeña sacudida. Retiró la mano, sintiéndose un poco tonta y sonrió, apretando la que mantenía entrelazada. — Siempre tendremos Hogwarts para recordar quiénes somos. — Y le daba miedo dejar atrás a su familia, por primera vez, y le aterraba no entender lo que sentía, desconotrolar la ira o simplemente ser “esa chica” que su abuela mencionaba, y que Marcus le diera de lado. Pero ahora, por lo pronto, iba de su mano, y eso era todo lo que necesitaba. — Venga, O’Donnell. Es tu último año sin que pueda llamarte prefecto… — Suspiró y miró el castillo. — Vamos a casa. —
Rio suavemente a lo de los ojos de Ravenclaw y sintió como se le aceleraba el corazón cuando dijo que tenía ganas de verla. — Yo… — También, debería haber dicho. Pero si la miraba así, tan cerca, con esos ojazos, no podía disfrazar la realidad. — Tenía miedo. Hay muchas cosas diferentes… Y la vida es complicada… — Inspiró y dejó caer los párpados. — Pero también te echaba mucho de menos. Solo podía pensar en los buenos momentos en La Provenza, en el sol… — Volvió a cerrar los ojos recordándolo. — Lo mejor del verano ha sido eso… Lo mejor siempre, es que seas mi mejor amigo. — Y cuando le dijo aquello, se atrevió a subir la mano y acariciar su mejilla, creando ese momento extraño pero que, de alguna forma necesitaba. — Te buscaré. — Dijo simplemente. Iba a pedirle que la llamara Gal, pero no le salió, algo le decía que aquello no iba a caer muy bien, y no quería arruinar el momento.
El momento se rompió porque ya llegaron al castillo y el carruaje paró de golpe, dándoles una pequeña sacudida. Retiró la mano, sintiéndose un poco tonta y sonrió, apretando la que mantenía entrelazada. — Siempre tendremos Hogwarts para recordar quiénes somos. — Y le daba miedo dejar atrás a su familia, por primera vez, y le aterraba no entender lo que sentía, desconotrolar la ira o simplemente ser “esa chica” que su abuela mencionaba, y que Marcus le diera de lado. Pero ahora, por lo pronto, iba de su mano, y eso era todo lo que necesitaba. — Venga, O’Donnell. Es tu último año sin que pueda llamarte prefecto… — Suspiró y miró el castillo. — Vamos a casa. —
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- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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