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    Alchemist
    Ivanka
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    Mar Ene 11, 2022 6:54 pm

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    CON Marcus EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    Entornó los ojos y los cerró, respirando la brisa primaveral que soplaba en la Torre de Astronomía. Al final siempre acababan allí. En esta ocasión, estaban sentados junto a la barandilla, ella mirando al lago y Marcus al castillo, ella con las piernas estiradas sobre Marcus y el libro de Encantamientos al lado. Desde que eran pequeños, Marcus y ella se hacían juegos de preguntas y respuestas para preparar los exámenes. Eran preguntas muy concretas, para tener claros los datos y memorizarlos lo mejor posible, lo cual, con los EXTASIS encima, era muy útil.

    Pero hacía una tarde preciosa, la primavera se hacía notar, y les afectaba a los dos, claro. Se inclinó hacia su novio y le dio con el libro en la mano que tenía disimuladamente sobre su muslo. Qué suavón era. Ahora le diría algo así como “oh, no me había dado cuenta, vaya, qué mente tan sucia, Alice Gallia”. — No me distraigas, O’Donnell. — Pero con una sonrisa, se inclinó más hacia él y besó sus labios brevemente. — Sabes que veo tus manos y ya me pongo nerviosa, no me hagas fallar a posta para tener más puntos, Slytherin encubierto. — Le volvió a besar, pero ella misma se paró, que al final se liaba.

    Volvió a dejarse caer con la espalda en la columna que tenía detrás, aunque dejando las piernas donde las tenía, y cogió la hoja con las preguntas, buscando alguna no demasiado enrevesada, que luego si no, el otro se la devolvía. — ¡Ah! Esta es buena. — Dijo poniendo voz interesante y mirando pillina a Marcus, comprobando que estaba atento. — ¿Cuáles son los tres supuestos legales en los que se contempla el uso del Obliviate no consentido por el obliviado? — Se quedó buscando la siguiente pregunta, pero Marcus no contestó. — Cariño, la primavera te tiene distraído, eh… — Bajó el papel y le vio muy concentrado mirando a algún punto que quedaba a su espalda. — ¿Qué pasa?

    Merci Prouvaire!


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    Mar Ene 11, 2022 9:15 pm

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    CON Alice EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    Estaba con los ojos cerrados, apoyado en la columna frente a Alice, disfrutando de la brisa. Cuando los abría, la veía a ella y sonreía. ¿Podía pedirle más a la vida? Bueno, estaría bien haber acabado los EXTASIS, la verdad, que cada vez que se acordaba le recorrían los nervios por el cuerpo. Pero lo cierto es que el día les había cundido bastante, y aún no había acabado. Estaban haciendo un repaso tranquilo allí, en su Torre de Astronomía, uno de esos lugares de Hogwarts tan especiales para ellos. Dobló la sonrisa y... Puede que dejara la mano sutilmente, poquito a poquito, sobre el muslo de su novia. Por supuesto que se dio cuenta.

    - ¡Au! - Se quejó, abriendo mucho los ojos y haciéndose el sorprendido. - ¿Qué pasa? En alguna parte me tengo que apoyar. - Chasqueó la lengua. - Te distraes con mucha facilidad, ahora va a ser mi culpa... Y es que el aire te sienta muy bien. - Bromeó, recibiendo un beso justo después. - ¿Y esto no es distraerme tú a mí? - Susurró con tono meloso, mordiéndose el labio. Volvió a fingir ofensa, aspirando una exclamación. - Uy, lo que me ha dicho la pseudohuffie esta, que como ella es tan buena, todos somos malos encubiertos. - Siguió bromeando. Le encantaba picarse con ella, bromear con ella, todo con ella, básicamente. Estudiar con ella, también, y era lo que debían hacer, así que rio un poco, suspiró y volvió a su posición.

    Sonrió con suficiencia e hizo un gesto de la mano para que lanzara la pregunta, mirando al paisaje... Y entonces vio algo extraño en la Torre Gryffindor. Frunció el ceño y agudizó la vista. Parecía... Una especie de humo negro, una hilera que salía desde una de las ventanas de la torre. Se inclinó ligeramente, achicando los ojos. Y entonces lo vio. En otra ventana. Se puso de pie de golpe y se asomó a la barandilla, más cerca, y cuando pudo verlo bien, sus ojos se abrieron como platos. - Fuego. - Murmuró, y fue decirlo y se oyó un estruendo proveniente de la misma torre. Ahora las llamas se veían con mucha más claridad, y el sonido de los gritos llegó hasta allí. - Fuego. - Repitió, pero esta vez más alterado. Cogió la mano de Alice y tiró de ella. - Vámonos. -

    Bajaron la torre a toda velocidad, y al llegar abajo, el caos era palpable. Había gente corriendo por todas partes y se escuchaban los gritos con más nitidez. Marcus era prefecto, y una de sus labores era actuar en caso de emergencia. Cuando pasaba algo grave, no había miedos, ni exámenes, ni novias, ni nada. Había un deber. Y lo tenía que cumplir. - Alice, escúchame. - Dijo muy serio, con un punto asustado, girándose hacia ella y poniendo ambas manos en sus brazos para mirarla a los ojos. - Tengo que ir a ver qué pasa. Tengo que ir a ayudar. -Sabía que ella iba a oponerse, o a decirle que quería ir con él, pero eso simplemente no iba a pasar. No era así como se hacían las cosas, no había debate posible. - Vete a la sala común. Por favor, te lo pido por favor, esto no es una broma, no es algo que podamos negociar. Si el castillo está en peligro, yo tengo que ir, y tú tienes que ponerte a salvo. - La agarró de las mejillas. - Mi amor, por favor, te lo pido como prefecto, necesito que cumplas esta orden... Pero te lo suplico como novio. Vete a la sala común, y llévate allí a todo el que te encuentres por el camino. - Echó aire por la boca. No podía detenerse más tiempo. - Te veo luego. Te lo prometo. Haz lo que te digo, por favor. - Besó sus labios y se separó de ella. - Te quiero. - Y tras esto, salió corriendo en dirección al fuego.
    Merci Prouvaire!


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    Miér Ene 12, 2022 12:09 am

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    CON Marcus EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    En cuanto oyó la palabra “fuego”, se puso de pie de un salto y miró. Efectivamente, vio claramente salir el humo de una de las ventanas de la torre de Gryffindor, y se lo confirmó una explosión seguida. — ¿Pero qué…? — Estrujó la hoja, del miedo, en la mano, y se agarró a la mano de su novio a la vez. — ¡Espera! ¿Qué hay que hacer? ¿No deberíamos salir? — Había cogido la mochila, pero se dio cuenta de que el libro de Encantamientos se había quedado en el suelo.

    Una vez abajo, vio bastante gente corriendo y se podían sentir los gritos y la agitación. Miró a Marcus, muerta de miedo y bloqueada, porque no tenía ni idea de qué hacer a continuación. Menos mal que su novio sí que lo sabía. Le miró, sin saber qué decir, temblando. Asintió a lo que decía de ayudar. Sí, claro, era el prefecto. — Marcus… — Espera, espera… ¿Tenía que acercarse al fuego? — Pero no tienes que acercarte, ¿verdad? Solo tienes que asegurarte de que salen los alumnos verdad? — Pero entonces dijo “si el castillo estaba en peligro” y juraría que le tembló el cuerpo entero desde la raíz del pelo a los dedos de los pies. — ¿Cómo que en peligro? — Seguía paralizada por el miedo. Pero su novio estaba hablando muy en serio. Tragó saliva y notó como le temblaba la voz. — Sí. Sí. Ahora mismo. — Recibió su beso y lo correspondió, arrastrando sus manos tras de él. No quería que fuera, pero no sabía cómo pararle ni qué más decirle. — Ten cuidado, por favor. Marcus, ¡haz solo lo que puedas! Cariño, por favor… — Pero ya estaba yéndose.

    Se quedó aislando el sonido de su entorno. ¿Cómo podía ser? ¿Había habido más incendios en la historia de Hogwarts? Sí, sí, tenía que haberlo habido, claro. Y lo habían sofocado, o no estaría allí el castillo. Y aquello estaba lleno de grandes magos, no dejarían acercarse a los prefectos, ¿no? Marcus solo estaría reconfortando a los alumnos, ayudando a organizar. Probablemente Arabella le soltaría “O’Donnell, no te quiero ver por aquí, ve a poner orden en mi sala común” ¿Sí, verdad? Pero una embestida la sacó de su burbuja. — Gal, ¿qué pasa? ¿Dónde está Marcus? — Parpadeando, y sintiendo de golpe un intenso dolor en el pecho, bajó la mirada. Beverley estaba abrazada a su cintura como un monito y con los ojos llorosos. — Ha… Hay un incendio… — Sacudió la cabeza y rodeó a la chica. No dejaba de tener doce años, por muy lista que fuera. Carraspeó y la apretó más fuerte. — Pero es en la Torre Gryffindor. Vamos a estar bien, tranquila, solo hay que ir a la sala común. ¿No deberíamos salir? — Ella negó, no queriendo hacerla daño, pero arrastrándola a la sala común. — Marcus me acaba de decir que nos quedemos aquí. — Y eso y su miedo, parecieron ser suficientes.

    La sala común era una batalla campal. Allí la gente gritaba, se agolpaba en las ventanas, un montón de ellos se acercaban a Alice, hablándole, pero ella no podía escuchar. Solo podía pensar en Dylan, en Marcus, en Olive. Pero Marcus le había dado una orden, y no era una orden como cualquier otra. Pero, ¿y Dylan? Ella necesitaba saber que estaba bien. — ¿Dónde está Kyla? — Preguntó. Se iba a la sala de Hufflepuff, pero no podía dejar la suya hecha una guerra. — No está, se ha ido en cuanto se ha oído la explosión. — Le dijo Donna, que estaba a su lado y ni la había visto. Vale, plan B. — ¡Colin! ¡Colin! — Llamó entre el gentío. — Se ha ido detrás de Farmiga. — Le informó Amber, corriendo hacia ella con un leve, pero perceptible si la conocías, cambio de expresión en el rostro. Mierda. Amber no le servía para calmar a la gente. Iba a tener que tomar las riendas del asunto.

    ¡Escuchad! — Pero no la oían, todos seguían gritando, o hablándole y así no podía… — ¡Escuchad! — Volvió a gritar subiéndose en una mesa. Nada. — ¡Verdimillious! — Y echó unas chispas verdes al centro de la sala, que con el susto que llevaban todos, les hizo rebotar hacia atrás, callándose de golpe. — Escuchadme, por favor. Los prefectos no están, tenemos que mantener la calma, somos los inteligentes del castillo, por favor. — Dijo. Se dio cuenta de que le costaba media vida respirar, pero aun así, trató de recuperar el resuello. Después del susto inicial, algunos estaban volviendo a las ventanas y ella, con un movimiento circular lanzó. — ¡Absconditus! — Y todas las ventanas se ennegrecieron. — Hills, sella el hechizo. Que nadie que no sea de séptimo lo pueda romper.— Le pidió a su amiga, que estaba justo debajo suya, al lado de la mesa. — Se acabó mirar por la ventana. Escuchadme, por favor, necesitamos orden, sois lo suficientemente listos como para saber que una situación de pánico hay que poner cabeza. — Creevey se subió a su lado. — Eso, hostia, que no me tenga que enfadar. Escuchadla. — Se giró, y con un tono más serio y sereno de lo que le había oído jamás, dijo. — Dinos, Gal, ¿qué hacemos?

    Merci Prouvaire!


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    Miér Ene 12, 2022 4:33 pm

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    CON Alice EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    Había activado el modo responsabilidad ante una emergencia y no era capaz de ver o pensar otra cosa. Si pensaba en que acababa de despedirse de Alice, en la cantidad de personas que había en ese castillo a las que le daría miedo ver en peligro o en lo que podría pasarle a él mismo, no iría tan diligente, y por eso era mejor no pensarlo. - ¡Todos los alumnos excepto los alumnos de Gryffindor a sus salas comunes! - Iba ordenando conforme se cruzaba con los alumnos. Eso era un problema, ¿dónde debían ir los de Gryffindor? Obviamente no a su sala común, estarían en peligro. Pero hasta que no se reuniera con los profesores y con el resto de prefectos no podía dar una orden al respecto, quizás alguien hubiera ya tomado una determinación y no la quería contradecir. Solo generarían más caos.

    - ¡Ya habéis oído al Profesor Handsgold, todos al Gran Comedor! - Oyó la voz de Kyla nada más terminar de subir los escalones, y fue corriendo hacia ella. - ¡Kyla! - ¡Marcus! - La chica se veía agobiada, pero diligente en cumplir con lo que tenía que cumplir. Seguramente como se debía ver a él desde fuera. - Silver ha dicho a los Gryffindor que vayan al Gran Comedor. Los prefectos de Gryffindor están sacando gente de la sala común, los profesores están menguando el fuego. Eunice y Cedric están impidiendo que suba aquí nadie que no esté autorizado. - Sí, les he visto. - Confirmó Marcus. - Los profesores están tratando de extinguir el fuego, me han dicho que permanezca aquí reconduciendo a la gente. - ¡Marcus! - Se giró hacia la voz. - Queda mucha gente dentro. - Bradley, tienes que irte. - Dijo Kyla, autoritaria. Peter negó con vehemencia. - Dejadme que saque gente de la sala común. Marcus, por favor, dame permiso para entrar. - Peter, tienes que ponerte a salvo. - Corroboró él, pero el otro insistió. - ¡Quedan niños de primero ahí dentro! Deja que los saque. - A Marcus le dio una sacudida el pecho. Niños de primero. Esperaba que los profesores estuvieran actuando con rapidez. De hecho, vio a Kowalsky y al prefecto de Hufflepuff reconducir a varios fuera de la sala común.

    Pero no podía permitir que alguien que no fuera profesor o prefecto estuviera ahí, si le pasaba algo sería un problema. - Peter, te tienes que marchar... - Y entonces se oyó un gran griterío a sus espaldas, casi parecía una pelea. Kyla chistó, dirigiéndose al pie de las escaleras. - ¡Por favor, orden! ¡Todos los alumnos a sus sal...! - Pero prácticamente fue arrollada por un huracán. Un huracán llamado Lex. - QUE VOY CON MI HERMANO, HOSTIA. ¡¡MARCUS!! - Eunice y Olympia estaban agarrándole cada una de un brazo. Al menos Eunice era más fuerte, y ni por esas podía con él, pero a Olympia la manejaba como si llevara un bowtruckle colgado. Su hermano le vio y avanzó con diligencia, con las dos chicas haciendo presión. - ¡Lex Lex Lex. - Le detuvo, poniéndole las manos en el pecho para impedir que avanzara. - Lex, vete a tu sala común. - ¿¿Y tú te quedas aquí?? Ni de coña, vamos. - Lex, por favor, tienes que irte... - ¡Pues tú te vienes también! ¡Que me la suda lo que me digáis todos, que esto es peligroso! - No podía ponerse a discutir con su hermano, así que lanzó una mirada a sus compañeras. Obviamente, Lex lo pilló. - No me hagas la del auror, ¿eh? Hostia, Marcus, no me jodas. - ¡Incarcerous! - Lanzó Eunice, atando los brazos de Lex. Este miró a Marcus con los ojos desencajados. Lo siento, pensó. Lo hago por ti. - ¡¡QUE COJONES, MARCUS!! - Lo dicho, menos mal que Eunice tenía fuerza, y aun así por poco la tira al suelo. - ¡¡NO ME VOY A NINGUNA PARTE!! ESTO ES PELIGROSO, JODER. - Peter. - Dijo Marcus, haciendo acopio de fuerzas para ignorar a Lex y dirigirse a su amigo. - ¿Quieres ayudar? - El chico asintió con convicción. - Vete con él al Gran Comedor, y quedaos allí. Haz lo que sea para calmarle. Pero no subáis aquí bajo ningún concepto, pase lo que pase, salvo que una autoridad os lo ordene, ¿me has entendido? - Peter tragó saliva, asintió con fuerza y se llevó a Lex, que seguía gritando en claro desacuerdo.

    - ¡Cedric! Acompáñame, tenemos que llevarnos a los niños al Gran Comedor. - Dijo el prefecto de Hufflepuff, saliendo de allí seguido por un grupo considerablemente numeroso de alumnos de primero y segundo, que tosían y se frotaban los ojos. Marcus repasó con la mirada, asustado. No la veía, no la veía por ninguna... - ¡¡MARCUS!! - Oyó la voz. Cada vez había más humo, pero la niña fue corriendo hasta él y se le abrazó con fuerza, llorando y tosiendo. - ¡Olive! ¿Estás bien? Mírame. - Le cogió la cara y ella le miró con ojos llorosos. - ¿Te ha pasado algo? - Ella negó. - Vale, vete con Cedric y ponte a salvo. -Yo quiero irme contigo. - Dijo apenada, abrazándole con más fuerza. Le dejó un beso en el pelo y le levantó la mirada de nuevo. - Tengo que quedarme aquí. Luego voy a verte, vete con Cedric, va a cuidar de ti mejor que nadie. - El chico se acercó a ella, intercambió una mirada con Marcus y la agarró de la mano para llevársela, mientras ella le miraba al marchar. Se le partía el corazón. Pero tenían que resolver aquello lo antes posible, aún quedaba gente dentro.

    - ¡Chicos, escuchadme bien! - Dijo Ruth Mustang, acercándose a ellos. - Greengrass está llevando alumnos al Gran Comendor, el prefecto de Hufflepuff está ayudando a Kowalsky a sacar a los que quedan aquí. Algunos profesores estamos tratando de extinguir el incendio desde dentro y otros están controlando que no se salga de las torres. - Marcus miró por una ventana junto a él. Llegaban haces de agua y de aire desde fuera de la torre hasta la misma, desde otros pasillos y desde los terrenos, claramente lanzado por otros profesores, pero no distinguía quienes eran. - Los prefectos de Gryffindor están verificando junto al Profesor Handsgold que toda la torre está despejada. McKinley, vete a las escaleras. Que NADIE, absolutamente nadie que no sea un profesor, otro prefecto o alguien autorizado por nosotros, entre aquí. - Eunice asintió y salió corriendo a sus puestos. - O'Donnell, Farmiga y Lewyin. - Mustang miró a los tres que quedaban. Soltó aire por la boca y dijo. - Cada uno en un puesto y varitas preparadas. Sois los cortafuegos. Esperemos que el incendio no llegue hasta aquí, pero si lo hace... Os quiero prevenidos. -
    Merci Prouvaire!


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    Miér Ene 12, 2022 9:12 pm

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    CON Marcus EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    ¿Qué hacemos, Gal? Eso mismo se preguntaba ella. Correr a buscar a mi hermano, mi patito. “Mi suerte es la tuya, patito”, le había dicho hacía menos de un mes, pero ahora ella estaba a salvo en la sala común y no tenía ni idea de dónde estaba su hermano. Pero había conseguido que la escucharan, y todos aquellos que estaban allí tenían que estar igual de asustados y potencialmente en peligro. Es lo que Marcus haría. — Vale, a ver… Yo no soy prefecta… No tenéis por qué hacerme caso, y yo tampoco tengo ni idea de incendios… — Igual no era el mejor comienzo de discurso, pero mejor ser sincera. — Mirar solo nos va a poner histéricos, y va a asustar a los más pequeños. — Miró a Beverley, que estaba también al pie de la mesa, con los ojos inundados en lágrimas, que parecía estar deseando echarse otra vez encima de ella, pero Hillary la tenía rodeada con un brazo. Inspiró. Piensa, Alice, piensa.

    Primero, necesito que alguien nos cuente. Poneos en grupos por cursos, y vemos quiénes faltan, todo el mundo aquí abajo. ¡Sean! — Llamó, y miró a su alrededor, soltando un suspiro de alivio cuando le vio. — Oh, menos mal… — Inspiró y se mordió los labios por dentro. — Cuenta a los alumnos y haz una lista con los que faltan. — Sabía que su amigo no se dejaría a nadie y sería sistemático. — Gal, pero, ¿cómo hacemos para saber si el fuego viene hacia aquí? Tenemos que poder ver por las ventanas. — Sí, Sean tenía razón, pero así se expandiría el pánico en nada… Se mordió la uña del dedo pulgar. ¿Quién podría no perder los nervios y entrar en pánico fácilmente? Y lo vio claro. — ¡Amber! Como futura prefecta, confío en ti. Sube a los dormitorios y, desde allí, vigila cómo evoluciona aquello… — Bajó la voz. — Y si se expande el fuego, ven a avisarme. — Cada vez que pensaba en qué consecuencias podría tener eso, se echaba a temblar y se bloqueaba otra vez. ¿Por qué no le he respondido al “te quiero”? Le quiero más que a mi vida, ¿por qué no se lo he dicho? No, no podía pensar así. Si lo peor pasaba, tenían que estar preparados.

    Necesitaba a varias personas con liderazgo, y una con conocimientos muy específicos, así que parpadeó y levantó las manos, respirando profundo. — Hills, Creevey, os quiero aquí, al quite. Que nadie salga de la sala, que nadie suba a los dormitorios, y vamos a intentar calmar a la gente. Estar todos atacados no sirve de nada. — Suspiró y reunió fuerzas para saltar de la mesa, y se acercó al grupo de los de séptimo. — Corner, conmigo. — Dijo haciéndole un gesto y llevándoselo aparte. — Corner… No quiero asustarte, pero necesito tus dotes en la escoba y que demuestres que eres el capitán por algo. — El chico asintió con gravedad. — Si el fuego se expande… Nos corta el paso. — Ya lo había pensado antes, junto con muchas más cosas, pero ahora tenía que verbalizarlo como una posibilidad real. — Necesito que busques y reúnas todas las escobas que puedas sin salir de aquí. — Él ladeó la cara. — ¿Estás pensando lo que creo que estás pensando? — Ella puso cara de impotencia. — Lo siento, no se me ocurre otra cosa. No podemos aparecernos en Hogwarts… Si no, ya habría sacado a toda esta gente de aquí… — Se frotó los ojos y exhaló. — Puede que sea nuestra única salida si el fuego nos corta el paso, y si eso pasa, no va a haber tiempo que perder. Así que, por favor, encuentra escobas, todas las posibles. — Por fin, Corner pareció reaccionar y asintió. — Los de primero y segundo mejor los llevamos los del equipo. Entre el miedo y la inexperiencia podemos tener un accidente más grave. Solo sois once. — Él se encogió de hombros. — Haremos lo que podamos, volamos muy rápido, pero es más peligroso dejarles hacerlo solos, créeme. — Él entendía más que ella, así que sí, le creería. — Pero intenta que esto no se sepa. Hazlo discretamente y que te ayuden como mucho dos del equipo. Los que tú creas que no van a perder los nervios. — Él asintió de nuevo. — Espero que no tengamos que llegar a eso. — Murmuró ella, con la voz rota, al borde del llanto. Y entonces, Corner le cogió la mano izquierda y se la abrió. La tenía agarrotada, como le pasaba cuando se alteraba, y se dio cuenta de que aún llevaba la hoja con las preguntas. — Venga, Gal, tranquila. — Le sonrió. — Si O’Donnell estuviera aquí, no lo estaría haciendo mejor. Y seguro que está dando la talla ahí abajo. — Le miró, con ganas de echarse a llorar ahí mismo. — Va a estar todo bien, ya lo verás. — ¿Cuánto hacía que estaba mirando aquellas preguntas? ¿Diez minutos? ¿Cómo se había dado todo la vuelta? ¿Por qué no le he contestado al “te quiero”?


    Merci Prouvaire!


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    Miér Ene 12, 2022 11:21 pm

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    CON Alice EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    - Vamos a poder con esto... Vamos a poder con esto... - La oyó murmurar. Con la respiración agitada y la varita en ristre, miró a su lado. La chica estaba igual que él, solo que murmurando, y su pelo reflejaba lo asustada que estabas. - ¿Estás bien? - Le preguntó. Oly le miró, tratando de poner una sonrisa que le salió muy temblorosa. Volvió a mirar al frente, porque no podían perder de vista lo que tenían delante. - No mucho... Estoy nerviosa... Y asustada. - Marcus tragó saliva y miró al frente también. Olympia estaba en el centro, él en el flanco izquierdo y Kyla en el derecho. La conversación no llegaba a la tercera, o quizás estaba tan focalizada en su potencial actuación rápida que no les estaba escuchando. Echó aire por la nariz. - Yo también. - Reconoció. Seguían saliendo alumnos regazados de la sala común y de las aulas, el humo era cada vez más intenso y empezaba a metérsele en los ojos. Respiraba de alivio cada vez que veía a Kowalsky y a los prefectos de Gryffindor salir, pero se le encogía el corazón cuando volvía a verles entrar. - Pero vamos a poder con esto. - Añadió, y la chica asintió a su lado, aunque temblorosa.

    - ¡Sigue quedando gente! - Oyó a Kowalsky, y una ráfaga de fuego salió como si un dragón hubiera abierto las fauces, lo que hizo que los tres se pusieran en guardia. No llegó hasta ellos, y oyeron también gritar a la Profesora Antares. - ¡¡Hermano, hay que extinguir en esta zona!! - Vale, Zafar y Rhada, además de Kowalsky, Mustang y Silver Handsgold estaban arriba, dentro de la torre. Seguía sin saber quienes estaban extinguiendo desde fuera de la torre y si había alguno más dentro. Lo que sí empezó a oír fue algo similar a una pelea desde dentro. - ¡¡Quiero ayudar!! - ¡Chico, tienes que irte! - ¡No pienso marcharme de aquí! - Otro gallardo de Gryffindor. Marcus se mojó los labios. Estaba demasiado tenso y concentrado como para protestar, pero entonces oyeron un ruido, un temblor. - ¡APARTÁOS, APARTÁOS! - Advirtió Mustang. - ¡¡IMMOBULUS!! - Bramó Marcus. La viga de madera que estaba a punto de desintegrarse quedó suspendida en el aire, y Marcus se echó a un lado, porque estaba peligrosamente cerca de donde podía caer. Y las llamas se estaban acercando. - ¿Quién falta? - Preguntó Cedric, jadeando, que acababa de llegar. Marcus estuvo a punto de decir que aún quedaban alumnos dentro, porque seguía escuchando la discusión, pero Ruth Mustang se adelantó. - ¡Cedric, llama a Eunice, necesitamos otro refuerzo aquí! - Cedric se dio la vuelta en un segundo, obediente. Llegó junto a ella apenas segundos después. - Eunice y Kyla, proteged el lado derecho. Marcus y Olympia, el izquierdo. Cedrid, sustituye a Eunice en las escaleras. ¡Venga, podemos con esto! - La mujer estaba acelerada pero no perdía su espíritu positivo, y desde luego estaba haciendo una labor organizando inmejorable. Pero Marcus seguía preocupado por los que estaban dentro.

    Sin embargo, a Cedric no le dio tiempo a bajar las escaleras. Al igual que pasó con Lex, otro huracán entró arroyando por allí y con los mismos motivos. - ¡¡QUE ME SUELTES, ME CAGO EN LA PUTA, QUE ESTÁ MI HERMANA AHÍ DENTRO!! - ¡Ethan! - Gritó Eunice, apurada pero sin perder la vista de donde le habían ordenado, varita en ristre. - ¡Ethan, haz caso al prefecto, por favor! - ¡No te hago caso a ti que eres mi hermana le voy a hacer caso al crío este! QUE VOY A PASAR, ME CAGO EN MI VIDA. - Marcus decidió ignorar la trifulca. No podían perder el tiempo con alborotos... Pero aún quedaba telenovela por contar, porque los prefectos de Gryffindor estaban sacando literalmente a empujones al alumno atrincherado. Y cuando Ethan lo vio, se alteró aún más. - ¡¡SUÉLTAME, GREENGRASS!! - ¡¡No me voy a ninguna parte!! - Forcejeaba por otro lado el Gryffindor. Marcus se adelantó. - ¡Soltadlo! - Pidió a sus compañeros de Gryffindor, y todos le miraron, incluido Aaron, que por fin dejó de forcejear. - Os falta gente. Dejadme que ayude. - Estás entorpeciendo, Aaron. Por favor, vete y ponte a salvo. - ¿¿Es que quieres que tu historia de amor se acabe aquí o como va esto?? - Le dijo el chico, con los ojos llorosos. - ¡Todos tenéis algo que proteger, o a alguien que os espera! ¡¡Yo no tengo nada que perder!! - Marcus echó aire por la nariz y empezó a decir. - No tenemos tiempo para heroicidades... - Pero el otro le interrumpió. - Déjame hacer algo útil por primera vez en mi vida, Marcus, por favor. Repito que no tengo nada que perder. No voy a permitir que lo perdáis vosotros. Dejadme ayudaros. - Se quedaron sosteniéndose la mirada el uno al otro, Aaron con ojos implorantes, y Marcus con la mandíbula apretada. El caos seguía de fondo, pero todos miraban la escena en tensión.

    - Está bien. Quédate. - Resolvió, para la satisfacción de Aaron, la indignación de Ethan y el desconcierto de todos los prefectos. - No debe... - Empezó Kyla, pero Marcus hizo un gesto de la mano para callarla. - La ayuda nos viene bien. Y allá él si quiere matarse. - Resolvió. Vio un brillo de maldad en los ojos de Eunice (no como los de Kyla, que le hubiera echado una maldición si hubiera podido), y otro de orgullo y de sentirse parte de algo por primera vez en su vida en los de Aaron. En fin, Gryffindors. Todo quedó eclipsado por las voces de Ethan, que fue oírle y se puso más energúmeno todavía. - ¿¿¿QUE SE MATE??? ¡¡A TI TE VOY A MATAR YO, O'DONNELL!! MIRA ME CAGO EN DIOS, ¡ME DEJÁIS PASAR! - A Cedric cada vez le costaba más forcejear con él, y de hecho, mientras intentaba calmarle, se le escapó. Ethan se acercaba a grandes zancadas diciendo. - SON MI HERMANA Y MI NOVIO. - ¿¿Novio?? - Preguntó Eunice, con los ojos muy abiertos. Marcus echó aire por la nariz. Aquello era peligroso y no estaban en lo que estaban. Empezaban a colmarle la paciencia. - ¡¡Y ME LA SUDA EL TÍTULO QUE TENGÁIS PORQUE A MÍ NADIE VA A DECIRME DONDE...!! - Se acabó. Se giró con la varita en alto y, velozmente, bramó. - ¡DESMAIUS! - El hechizo impactó en el pecho de Ethan, lanzándolo al suelo y arrastrándolo varios metros. Todos se habían sobresaltado y miraban la escena con los ojos muy abiertos. - ¿Que hac...? - ¿Vas a ayudar, o vas a ser el siguiente? - Amenazó a Aaron, quien automáticamente cerró la boca, sacó la varita y fue a buscar a los profesores. Marcus miró a Cedric y señaló con la cabeza a Ethan. - Llévatelo. - ¡Wingardium Leviosa! - Lanzó el prefecto de Slytherin a un inconsciente Ethan para poder llevárselo de allí.

    Por fin, se giró, sin dejar de aferrar la varita, para centrarse en el inminente fuego que no se terminaba de extinguir. En el tenso silencio que se había creado, en el que nadie se atrevía a decir ni media palabra, Eunice dijo instantes después, con una sonrisa doblada y tono malévolo. - Bienvenido al castillo, Marcus Horner. - Marcus la miró de reojo unos segundos, con los dientes apretados, y luego volvió la vista al frente. Ni le contestó, no estaba de humor. Había hecho lo que tenía que hacer: poner orden. Porque mi historia de amor no se va a acabar aquí.    
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    Jue Ene 13, 2022 1:41 am

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    CON Marcus EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    Se limpió dos lágrimas que le caían por la cara y tomó aire, antes de volver a donde estaba Hillary con Beverley, que se enganchó a ella como una lapa. Coraline Morelli también se acercó, con la cabecilla gacha y cara de miedo. — Gal, ¿qué va a pasar? ¿Marcus tiene que apagar el fuego? ¿Por qué no usan la alquimia para transmutar el fuego? — Intervino Coraline. Mientras acariciaba la espalda de la menor, ella se rio un poco. — La alquimia de fuego es la más peligrosa y compleja, Cori. ¿Os he contado cómo Marcus tuvo que pasar unas pruebas por mí? Ahí hizo alquimia para apagar unos aros de fuego, pero los ue usó fue un círculo de calor.¿Por tiiii? — Preguntó Beverley levantando la cabeza y abriendo mucho los ojos. — Sí, unas pruebas que se hacen en La Provenza, para ganarte a tu novia. — Oyó una risa de suficiencia detrás. — Y O’Donnell de cabeza como un pardillo a cumplirlas, claro. — Creevey siempre aportando. — Bueno, mi familia no le habría dejado ser mi novio, si no.¿Noooo? — Preguntó Coraline, sentándose en el sofá de enfrente. Varios de tercero se fueron a su lado, todos mirándola como lechuzas. Vio a Corner y otros dos subir hacia los dormitorios. Podía hacer eso un poco más. — Es broma, pero es una tradición allí en La Provenza.¿Y el prefecto O’Donnell las pasó? — Preguntó uno de tercero. Y ella se puso a relatar, con su mejor voz, tratando de mantener la compostura, aquel día tan bonito y en qué consistían las pruebas.

    Cuando Corner volvió a bajar, le hizo un gesto y ella supo que era su momento de irse por fin. — Yo creo que hubiera hecho lo del tío de Gal, aunque mojara a todo el pueblo. — Decía uno. — Pues yo querría saber tanta alquimia como el prefecto O’Donnell y hacer lo de los aros. — Aportó Coraline muy segura. — Las chicas no lo hacen.¿Por qué no? Si me quisiera ganar un novio… — Ella amplió la sonrisa. — Así se habla.Pues yo pasaría de hacer todo eso por una piba. Mucho tiene que valer la pena. — Creevey a sus cosas. Pero todos parecían más relajados. — Venga, ¿quién quiere que Sean haga un concurso de preguntas, a ver quién gana? — Su amigo se adelantó a donde estaba ella, dispuesto a tomarle el relevo, pero Beverley seguía abrazada a ella. — No, no, no te vayas. Tienes que quedarte, sigue hablando. — Con delicadeza, le soltó los brazos y se agachó a su altura. — Bevy, tengo que seguir organizando cosas, pero están todos aquí, contigo. ¿Ves? — Dijo señalándoles. — Y vosotros vais a estar jugando, echando el rato, y se va a pasar antes de lo que crees.Ven aquí conmigo, Bev. — Dijo Creevey, subiéndose el brazo del sofá para dejarle hueco a su lado. Alice le miró y asintió a Beverley, que con cara de pena se fue allí, acurrucándose bajo el brazo de Benjamin. Anda que… Mucho tiene que valer la pena. Cuánta tontería, Benjamin, pensó, poniendo una sonrisa al mirarles. — Hills, ven. — Llamó a su amiga. — Sean, dame la lista de los que faltan.

    Se apartó de nuevo y dijo. — Voy a buscar a los que faltan.Gal, no…Escúchame. — Interrumpió. — Si el fuego avanza y yo no he vuelto, el plan es salir en escobas desde las ventanas. Es arriesgado, pero Corner lo tiene preparado, y los del equipo ayudarán. Sin llamar mucho la atención, en cuanto yo me vaya, vas y lo hablas con ellos.Gal, no. Te conozco. Vas derecha a por Marcus, yo sé que es tu novio, pero… — Ella levantó la mano y negó. — Voy a por mi hermano. Marcus está haciendo lo que tiene que hacer, como todos. — No se lo creía ni ella. En cuanto localizara a Dylan se iba como loca a saber algo de Marcus. — ¡Pues quédate aquí! Tú has organizado esto, es a ti a quien escuchan. ¡No puedo! — Contestó más alto de lo que querría. — No puedo, Hillary. — Dijo ya bajando la voz y con lágrimas en los ojos. — Dylan ha visto morir a su madre, y ha sufrido que su padre no cuide de él. No puedo darle a entender que su hermana también le ha abandonado. Tengo que ir, Hills. Ocupaos entre todos. No me necesitáis más. — Su amiga se había quedado callada y apesadumbrada, pero ella, sin dar lugar a discusión, fue hacia la puerta diciendo en voz alta. — Intentaré volver con todos, ¿vale? No desesperéis, esto no durará mucho más.Para bien o para mal, pensó.

    Bajó corriendo las escaleras. Ya no quedaba nadie por allí pero, afortunadamente, no había humo, aunque sí olía a quemado. — ¡Gallia! ¿Qué haces aquí? — Vaya por dios, Adams. — Señor, tengo que ir a la sala de Hufflepuff, tengo que ver a mi hermano, no me lo impida por favor. — Adams suspiró, agarrándola de un brazo. — No deberías andar por aquí. Tu novio luchando contra el fuego y tú desobedeciendo, como si lo viera. ¿QUE MI NOVIO QUÉ? — Preguntó, en pánico. El hombre cerró los ojos y suspiró pesadamente. — Bueno, no luchando abiertamente. Está de cortafuegos.¿CÓMO QUE DE CORTAFUEGOS?¿Y USTED AQUÍ? Le dieron ganas de gritar. — Lejos del fuego, solo por si las cosas se ponen mal. Tranquilízate, Gallia. Todo está bajo control. ¡Señor! Yo no veo esto bajo control, si no el incendio estaría apagado y todos estaríamos juntos. — Adams no tenía nunca muchos argumentos que se salieran de la teoría más teórica. Ella dejó caer la mirada y suspiró. — Mire… Confío en Marcus. Le juro que no voy a acercarme al fuego… Además, le daría un ataque si me viera cerca de allí, y ya tendríamos dos problemas. — Eso hizo reír un poco al profesor, que asintió. — Pero tengo que ir a por Dylan, señor, no sé dónde está, necesito saber que está bien. — El hombre la soltó suavemente. — Está en la enfermería.¿QUÉ? — Preguntó alterada. Adams se pellizcó el puente de la nariz. — Hoy no estoy eligiendo la palabras correctamente. A tu hermano le ha picado esta mañana una abeja colombiana cambiacolor de las de Bertie. Solo se le ha hinchado la mano y se la ha puesto verde, amarilla y azul. Pero estaba en la enfermería cuando ha empezado todo y allí lo habrá detenido Durrell como a todos. — Dejó escapar el aire por sus labios de puro alivio. — Déjeme ir con él, señor, por favor. Además, puedo ayudar a Durrell. — Adams suspiró y finalmente asintió. — Si se va a dejar ayudar por alguien que no sea Ruth o Arabella, probablemente seas tú. Ve, anda ve. Gracias, gracias, señor Adams, gracias. — Dijo atropelladamante. — ¡Espere! — Le dio la lista de Sean. — ¿Cree que puede encontrar a los alumnos de esta lista que sigan desperdigados por allí y que vayan a la sala común? — El profesor sacó el labio inferior. — Eficacia Ravenclaw, sin duda. Veinte puntos para ti. — OJJJJJ con los puntos, ¿a quién le importaban ahora? — Descuida. Venga, ve a por tu hermano. — Y salió corriendo como si le fuera la vida en ello.

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    Jue Ene 13, 2022 1:25 pm

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    CON Alice EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    Ya no quedaban más alumnos en la Torre Gryffindor, excepto los prefectos. Bueno, y Aaron McGrath. Hubo un pequeño debate entre él y los profesores, pero entre que el incendio no acababa de menguar y que la que capitaneaba era otra Gryffindor, debieron decidir que era mejor no pelearse y tener más manos y más héroes ayudando. Marcus solo esperaba que no entorpeciera y que no quisiera una muerte de tragedia ahora que sabía que su díscolo amante estaba dispuesto a pelearse con medio castillo por sacarle del fuego. Lo que había que aguantar... Dios, se estaba pareciendo cada día más a su madre.

    Todos dieron un sobresalto por otro estruendo que tuvo como resultado un fuego más enfurecido. A ese paso la torre se iba a caer a pedazos con ellos dentro. De hecho, miró la viga que había inmovilizado antes. Seguía en su sitio, pero había más trozos tambaleantes alrededor. Apuntó con la varita para inmovilizarlos también, pero Ruth interrumpió de nuevo. - ¡Bertie! ¡Silver! Necesitamos a Petra y a Arabella aquí. - Ordenó la mujer. Kowalsky y Handsgold invocaron un patronus cada uno, que salieron en distintas direcciones. Marcus pudo ver como el de Kowalsky salía por la ventana y se paraba junto a una bruja que estaba en los terrenos, a la que pudo reconocer como su jefa de casa, quien inmediatamente se perdió de su vista. El de Handsgold se había ido a otra parte, pero él no llegó a verlo. - ¡Chicos! - Les llamó a ellos. Hubo una leve pausa tensa, y la mujer dijo. - Necesitamos que contengáis. - Marcus tragó saliva, pero notó la mirada temblorosa de Olympia sobre él y sobre las demás chicas. Su amiga estaba claramente asustada, y él también. - A mi señal. - Dijo Ruth, quien les dio la espalda y avanzó unos pasos. - ¿Están las profesoras avisadas? - Vienen de camino. - Corroboró Silver, y mientras ellos hablaban, Marcus miró a Oly. - Podemos con esto, ¿recuerdas? - Ella le miró, asustada, y asintió con una sonrisa nerviosa y los ojos llorosos. Marcus le guiñó un ojo. - No soy tan buena, Marcus. No tengo tanta fuerza. - Si la tienes, no estarías aquí si no. Todos confiamos en ti. Vamos, Oly, quiero ver ese aura llena de energía positiva. - Eso la hizo reír un poquito, limpiándose rápidamente una lágrima. Ya no hubo más tiempo para hablar.

    - McGrath, con Kowalsky y Handsgold al otro lado. ¡Zafar, Radha! A los laterales, cada uno con un prefecto de Gryffindor. - Ruth dio unos pasos hacia atrás, de espaldas. Más cerca de ellos, les dijo. - Vale, voy a enfurecer un poco al fuego. Petra y Arabella están por llegar, aparecerán por vuestra espalda. Todo va a ir bien, pero os quiero fuertes. ¿Estáis preparados? - Todos asintieron. La mujer respiró hondo y, con un violento movimiento de varita, pronunció un hechizo que Marcus no había escuchado jamás. El fuego enfureció de golpe, violentamente. - ¡PROTEGO MAXIMA! - Gritaron los cuatro prefectos al unísono, creando un potente escudo que impactó directamente con el fuego, haciendo que no pudiera pasar. Las llamas tenían fuerza, mucha fuerza, porque Marcus notaba como tiraban de él hacia atrás y tenía que hacer mucha presión para mantenerse, como si llevara el escudo en sus manos y un objeto muy pesado le estuviera arrastrando, haciéndole clavar los talones en el suelo. Sus tres compañeras estaban igual que él, pero los cuatro estaban aguantando, así como la Profesora Mustang, frente a ellos, tratando de expulsar la llamarada. Esperaba que las profesoras no tardaran en llegar, porque no iban a aguantar mucho haciendo semejante esfuerzo, y ahora se preguntaba si aquella maniobra no había sido excesivamente temeraria. Debierieron considerar que el fuego no iba a extinguirse por las buenas.

    Se les hizo eterna la espera, pero apenas fueron un par de minutos desde que las profesoras fueron llamadas. - ¡No dejéis de hacer el escudo.! - Resonó tras él la atronadora voz de la Profesora Fenwick. - Yo lo inhabilito, pero seguid lanzándolo. - A Marcus le latió el corazón con violencia. ¿Inhabilitar el escudo? Se iban a achicharrar, era lo que les separaba de las llamas. No podía ver a las profesoras porque las tenía tras él, y no podía quitar la vista del frente sin que su hechizo flaqueara. Pero algo empezó a agitarle el pelo, una especie de ventisca que llevaba consigo gotas de agua, porque notaba la humedad en su piel. Solo pudo mirar de reojo, y entonces lo vio. Arabella, con movimientos amplios y en espiral, estaba generando el Aquamenti más grande que hubiera visto jamás. Oly y él se miraron, con los ojos como platos. Y entonces, Fenwick volvió a hablar. - ¡Finite incantatem! - Los cuatro prefectos cayeron de espaldas al romperse los escudos, e inmediatamente después, oyeron. - ¡Aquamenti! - Y las lenguas de agua impactaron de lleno contra las de fuego. Marcus se cubrió con los brazos, aún en el suelo, notando el calor y el humo a su alrededor, así como las gotas de agua. - ¡Levantaos! - Ordenó Fenwick. Se descubrió y se puso de pie, como hicieron sus compañeras. Ya sí pudo ver como Arabella se adentraba en el fuego, rodeada por una enorme espiral de agua que iba consumiendo las llamas a su paso. Tan pronto se pusieron de pie, Fenwick invocó un conjuro que no llegó a pronunciar, que levantó la tierra entre las piedras del suelo. Los granos cayeron con violencia como flechas sobre las llamas, haciéndolas huir como un animal en peligro.

    Marcus y las tres prefectas se quedaron allí, mirando en silencio, con la respiración acelerada pero totalmente impactados. Tras unos minutos, el hechizo de Arabella se rompió, y lo que eran enormes columnas de fuego había quedado reducido a focos localizados y bastante menguados repartidos por la torre. Ruth dio un grito de júbilo. - ¡¡Si es que sois las putas amas!! Sabía que teníais que estar aquí arriba. - ¿Podríamos controlar el vocabulario y el entusiasmo ante esta desgracia? - Preguntó Fenwick, con su voz despreciativa de siempre. Se dirigió a uno de los focos y empezó a apagar, sin dedicarles una mirada siquiera. Arabella echó aire por la boca y contestó a Ruth, también carente de entusiasmo pero considerablemente más amable. - Había que controlar que el incendio no bajara a los cimientos o ahora estaría la torre en el suelo. - Los prefectos de Gryffindor se habían acercado donde estaban ellos, junto a Aaron McGrath. Todos estaban jadeantes y sudorosos, pero el prefecto habló, dirigiéndose a Marcus. - Joder con vuestra jefa de casa. Yo lo he visto de frente, ha sido una puta pasada. - Aseguró. Soltó un poco de aire y, con un gesto impresionado, añadió. - Le pediría matrimonio ahora mismo. - Ya, pues ponte a la cola. - Saltó Kyla, con su voz hastiada habitual pero inesperablemente sincera. Marcus tuvo que apretar los labios para no soltar una carcajada en plena tensión, pero miró cómplicemente a Olympia. Esta no le devolvió la mirada, porque seguía atribulada y asustada, mirando a todas partes, más sombría de lo que la había visto desde que la conoció.

    - ¡Vale, equipo! - Continuó Ruth, que estaba visiblemente cansada pero muy venida arriba. - Esto está mucho más controlado, enhorabuena por el trabajazo. Pero aún queda fuego por extinguir, así que vamos a repartirnos el trabajo. - Se oyó un ruido que interrumpió la conversación, venido de la parte superior de la torre. Todos miraron hacia arriba. No había sido nada, solo ruido, algo se estaría recolocando tras el incendio. La mujer prosiguió. - Volvemos a las posiciones de antes. A los tres chicos de Gryffindor, que sois quienes mejor conocéis la torre, os quiero buscando cualquier posible rescoldo con fuego. Deduzco que el prefecto de Hufflepuff sigue guardando el orden en el comedor y alrededores, pero el de Slytherin debe estar en las escaleras. Que repare lo que haya roto de estas y por los pasillos, díselo, Eunice. - La chica asintió y fue diligente a cumplir su función. - Marcus, Kyla y Olympia, extinguid las llamas que veáis entre la zona que controlen los Gryffindors y la salida, y que Eunice se una a vosotros cuando... - Y lo que vino después, ocurrió tan rápido que no era capaz de explicarlo.

    Solo oyó el grito y ya no pudo reaccionar. - ¡¡MARCUS!! - Bramó Oly, y de repente se vio derribado en el suelo. Algo se había venido abajo, algo del techo, quizás la viga que sostuvo con el inmobulus, o las piedras de alrededor. Pero no fue eso lo que le tiró al suelo. Se dolió del golpe, porque cayó violentamente y con algo sobre él, y cuando abrió los ojos la vio. - Oly. - La llamó, pero la chica estaba agarrada a él como un koala, con la cabeza hundida en su ropa, y no le respondía. El pelo le había perdido prácticamente todo el color, estaba absolutamente apagado. Alrededor empezaron a correr y a bramar de nuevo, Ruth dando órdenes, porque algo en el techo se estaba desmoronando y había que arreglarlo. A Marcus se le cortó la respiración, y rápidamente sacudió a la chica. - ¡¡Oly!! - Ya sí, le miró, y notó como respiraba de nuevo. Pero le miraba un poco ida, como mareaba. - ¿Lo he hecho bien? - Preguntó. Definitivamente estaba un poco ida. Miró a su alrededor, en concreto donde estaba segundos antes de que Olympia le tirara al suelo. Había una piedra enorme que había caído del techo, aplastando una de las vigas de madera, que aún era pasto de las llamas. Y esas llamas llegaban hasta... - ¡¡AQUAMENTI!! - Bramó inmediatamente, apuntando a la túnica de su compañera, quien profirió un gritito en el acto. Ni se había dado cuenta. Se le había quedado la túnica pisada por la roca y la viga que habían caído y el fuego se le estaba extendiendo por la ropa.

    Se salió de debajo del cuerpo de Olympia y se arrastró por el suelo, rompiéndole el trozo de túnica que la unía aún a la piedra. La chica parecía estar en shock, solo respiraba agitadamente y miraba su pierna y la piedra sin decir nada. Marcus le agarró la pierna. - Te has quemado. - La ropa se la había tragado el fuego y podía verle la piel chamuscada entre la rodilla y el tobillo. - ¿Estáis bien? - Llegó Eunice, rápidamente agachándose junto a ellos. Debió verse alertada por el estruendo y volver antes de avisar siquiera a Cedric, mientras todos los demás habían vuelto al operativo de extinción, porque ahora no solo había que apagar el fuego, sino intentar que la torre no se desmoronara. - Se ha quemado la pierna. - Fue lo único que Marcus pudo decir, porque aún seguía procesando lo que había pasado, y Olympia directamente no decía nada. Eunice corrió hacia Mustang para avisarla y Marcus miró a Oly. Ella seguía como en shock. - ¿Sabes lo que has hecho? - Le preguntó, con un hilo de voz. Eso hizo que ella alzara la mirada, frunciendo los labios, con los ojos húmedos. - Lo que tenía que hacer. Tu historia de amor no podía acabar aquí. - A Marcus se le agarró un nudo en la garganta, pero Ruth llegó antes de que pudiera contestar. - Marcus, lleva a Olympia a la enfermería y quédate con ella. Esto está más controlado, podemos hacerlo los que estamos aquí. - Asintió y se puso de pie, ayudándola a incorporarse. Pero en cuanto apoyó la pierna en el suelo, la chica soltó una exclamación de dolor. - Vale, agárrate fuerte a mí. -Determinó, cogiéndola en brazos. Ella se refugió como una niña asustada, mientras Marcus bajaba a paso rápido hacia la enfermería.
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    Jue Ene 13, 2022 3:10 pm

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    CON Marcus EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    La enfermería estaba bastante concurrida y había gente esperando fuera, aturdidos, manchados de hollín y algunos con cachos de la ropa o el pelo chamuscados. En cuanto viera a Dylan se ponía a ayudar. — ¡Gal! ¿Qué haces aquí? Durrell te va a echar. ¿Colin? — Preguntó alucinada. El chico llevaba uno de los delantales de la enfermería, y estaba repartiendo a los alumnos en camillas, sillas, butacas y todo lo que había por ahí. — Estoy buscando a mi hermano, ¿está aquí? — Colin miró por encima de las cabezas. — En la esquina, tras esos dos biombos, hemos metido a todos los que no eran del incendio. — Asintió y dijo. — Ahora mismo salgo y os ayudo. — Y corrió a donde le había dicho el chico.

    Según atravesó el biombo, sintió la embestida de su hermano al abrazarla, y le correspondió apretándole fuerte contra sí. — Hermana, Olive había ido a la Torre a por algo para mí… — Empezó a decir atropelladamente, con lágrimas en los ojos. — Tranquilo, patito, no le ha pasado nada. Estará con el resto de los Gryffindor. No pasa nada, Olive está bien. — O eso esperaba, ya que no estaba por ahí. — ¿Y mi colega? ¿Dónde está Marcus? — Ella puso la sonrisa más amplia que pudo. — ¿No te lo imaginas? Cumpliendo con su deber, ayudando a apagar el fuego. — Vio el miedo en los ojos de su hermano y le acarició. — Ya sabes que es un mago superpoderoso. Como todos los de aquí, todo está bajo control, patito. — Él la volvió a abrazar. — Cómo me alegro de que hayas venido. Yo siempre voy a ir a buscarte, Dylan. Mi suerte es la tuya, ya lo sabes. — Dijo con la voz un poco más rota. — A ver esa manita, ¿qué hacías con las avispas de Kowalsky? — Él se encogió de hombros. — ¿Ir a cogerle flores a Olive? — El silencio de su hermano era bastante parlante, pero la mano parecía estar bastante bien, solo un poco hinchada y colorida. — Dylan, tengo que ayudar a Durrell con la gente, esto está hasta arriba. No te preocupes y no te muevas de aquí, ¿me lo prometes?Pero no te vayas, hermana, por favor.No me voy, estoy aquí en la enfermería, te lo prometo. — Dejó un beso sobre sus rizos rubios y salió.

    ¡Gallia! En tu sala no te ibas a quedar, no… — Dijo Durrell pasando a su lado a toda prisa, claramente agobiada. — ¿En qué puedo ayudarla? — La enfermera pareció pensárselo un momento, moviendo los ojos y al final chasqueó la lengua. — Busca todo el desinfectante que haya por aquí y allí está el armario de las pociones. Saca todo el ungüento antiquemaduras que quede. Ponlo todo en un carrito y que el señor Weasley te de vendas de las que está haciendo. — Efectivamente, el profesor de Alquimia estaba allí, transmutando vendas y algodones a toda prisa. Se acercó a coger todo lo que Durrell le decía, pero había poca cantidad para todos los que había por allí con quemaduras. — Señor Weasley, ¿cree que si le doy agua puede hacer una transmutación líquida en desinfectante? — Dijo poniéndole las dos botellitas delante. El hombro resopló pero asintió. — Sí, hija, sí. Haré lo que pueda. — Gal terminó de coger las vendas y cogió una jarra de agua y otra vacía, poniéndolas delante del profesor.

    Se fue detrás de Durrell, abasteciéndola de lo que le iba pidiendo y fijándose muy cuidadosamente en el proceso de las curas que iba haciendo. — ¿Ese es todo el desinfectante que tenemos?Le he pedido al señor Weasley que transmute más, está en ello. — La enfermera Durrell puso media sonrisa. — Así me gusta. Anda, ve a ver a los que Colin ha ido clasificando. La mayoría estarán solo asustados y un poco chamuscados, si han respirado humo…Vapores de lavanda. Para que lo suelten todo.Exacto. — Contestó la mujer con satisfacción.

    Durrell se había quedado con los que tenían quemaduras graves y, efectivamente, los que Colin había clasificado, no tenían nada grave, a parte de la congoja que traían. Se fue acercando a ellos, empezando por los de primero y segundo, repartiendo las botellitas con el humillo blanco de los vapores de lavanda. — Venga, chicos, hay que intentar aspirarlo. Es que no puedo respirar. Que sí, mira, muy despacito, tápate la boca con la mano, eso es. Y ahora, aún despacito, respira por la nariz. Eso es. Pues ahora respira encima de los vapores. Verás que bien se siente luego al respirar normal. — A casi todos les hacía toser, y a los pobres les salían las lágrimas y los mocos negros del humo que habían respirado. Aquello había estado muy cerca de ser una tragedia en toda regla, y solo esperaba que no acabara siéndolo. — Hola, Gal. — ¡Oy! Reginald, ¿qué te ha pasado? — El niño adorable del Club de Duelo estaba mirándola con pena. — Me he tropezado y me he caído sobre el costado al salir corriendo, y ahora no puedo mover el hombro. — Gal lo miró. Vale, se le había desencajado, pero no parecía roto. — ¡Enfermera Durrell! — Pero la pobre Durrell no daba más a basto. Miró a Reginald y tragó saliva. — A ver, Gryffindors, venid para acá. — Los niños la rodearon. — Sois la casa de los valientes, ¿verdad? — Todos asintieron, aunque aún se les veía con el susto en el cuerpo. — Pues necesito que le deis mucha valentía a Reginald y a mí, porque voy a tener que hacerle una cosa que duele un poco, pero en cuanto la haga ya vas a poder mover el brazo, y te voy a dar una poción para el dolor, ¿vale? — El chico tragó saliva y alguno le agarró de la mano. La miraban como si confiaran en lo que estaba haciendo, y eso casi que la ponía más nerviosa, porque estaba volando prácticamente a ciegas. Bueno, con mucha lectura de libros de por medio, pero cero práctica. Colocó la mano, preparada para hacer fuerza en el hombro del chico y tiró de su brazo. Casi no oye el clic del hueso que tenía de oír, tapado por el grito de Reginald, pero movió levemente el brazo y vio que estaba adecuadamente colocado. Soltó un suspiro de alivio y acarició la cabeza del niño. — Muy bien hecho, Reggie. — Suspiró profundamente. — Gracias, Gal. Pero me has hecho un viaje de daño. ¡Colin! — Llamó, porque con la flojera que le había dado después de los nervios, no se atrevía a levantarse. — Tráeme una poción calmante antinflamatoria, por favor. — Igual colapsaba el primer día que fuera enfermera o algo.

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    Jue Ene 13, 2022 4:05 pm

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    CON Alice EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    - ¡Por Dios, Oly! ¿¿Qué ha pasado?? - Preguntó el prefecto de Hufflepuff cuando se cruzaron, quien hacía todo lo posible por mantener el orden entre el caos que se había generado en la escuela devolviendo a cada alumno escapado donde debía estar. - La llevo a la enfermería. - Respondió Marcus, conciso y agobiado, mientras corría y bajaba los escalones a gran velocidad con la chica en brazos. La miró y le habló, sin dejar de correr. - Ey, Oly. Dime algo. - No sabía si estaba inconsciente o solo con los ojos cerrados, pero ante sus palabras parpadeó lentamente y se le cayeron las lágrimas. - Venga, tranquila, ya estamos llegando, verás qué rápido te curas. - No, si no me duele. - Dijo con tristeza y casi sin energía en la voz. Marcus estaba tan centrado en ir lo más rápido que podía sin que ambos se cayeran ni tropezaran con nadie que no podía mantener una conversación, pero trató de animarla una vez más. - Eh, mira, te estoy llevando en volandas cual caballero. ¿No te gusta? - Oly rio levemente, pero sin dejar de sonar triste, y no dijo nada. - Yo quiero verte el pelo azulito, que me lo he ganado, ¿no? - Pero eso solo provocó que la chica hiciera un puchero y se le cayeran más lágrimas, y desde luego que el pelo no le cambió ni mucho menos a azul. No lo estaba arreglando. - Ya estamos llegando. -Trató de decir en tono tranquilizador, casi más para sí mismo que para ella.

    Atravesó las puertas de la enfermería a toda velocidad. Allí había mucha más gente de la que imaginaba. - ¡¡ENFERMERA DURRELL!! - El que salió rápidamente a su encuentro fue Colin, con los ojos muy abiertos. - ¿¿Qué ha pasado?? - ¿Dónde está la enfermera Durrell? Tiene una quemadura. - Ponla en la camilla. - Ordenó la mujer, que rápidamente apareció por allí. Marcus la tumbó donde le señalaba y la enfermera empezó a inspeccionarle la pierna. - Evans, trae desinfectante y gasas. Lewyn, tienes una quemadura importante, y además muy sucia. - Le ha caído una roca encima. -Dijo Marcus, con la respiración muy agitada por la carrera, el esfuerzo y la tensión, y tratando de disimular el agobio por su amiga, pero considerablemente angustiado. - Quizás tenga algo roto, no podía apoyar el pie. - Vale, limpiemos primero la herida y lo iremos viendo. - Oly seguía muy callada y taciturna, derramando lágrimas silenciosas. Se le partía el corazón de verla así.

    - Gal está aquí. - Le susurró Colin justo cuando llegó con lo que la enfermera le había pedido. Marcus le miró con los ojos muy abiertos. - ¿Qué? - ¿Allí? ¿Por qué no estaba en la sala común? No le habría pasado algo, ¿no? Estiró el cuello, angustiado, y la detectó, rodeada de chicos menores, atendiendo a uno de ellos. Tragó saliva y respiró aliviado. Parecía una enfermera realmente... Eso le llenó de orgullo. En un momento determinado, su novia cruzó la mirada con él en la distancia. Marcus apretó con fuerza la mano de Oly y, mirándola, le dijo. - Dame un segundo, solo un segundo, y vuelvo. - Ella le devolvió una sonrisa triste. No te preocupes, estoy bien, y estoy ya acompañada... - De eso nada, vuelvo enseguida. - Le arqueó una ceja. - No debatas conmigo, Prefecta Lewyn, que sabes que puedo ser muy pesado. - Eso la hizo reír. Al menos había conseguido que se riera.

    Salió corriendo hacia su novia. - ¡Alice! - Tan pronto llegó a ella, agarró sus mejillas y presionó sus labios con los suyos. - ¿Qué haces aquí? - Preguntó, acelerado. Miró a su alrededor y sonrió. - ¿Estás de enfermera? - Se le escapó una risa, pero era nerviosa y angustiada. Respiró hondo. - ¿Estás bien? Yo estoy bien... Pero Oly ha tenido un accidente. Tranquila, ya está con ella la Señora Durrell, estará bien. - Agarró sus manos y las besó. - Tengo que quedarme con ella, mi amor. Luego te lo explico todo. - Sonrió, soltando aire por la boca. - Sigue cuidando del castillo, enfermera Gallia. - Y tal y como prometió, volvió corriendo hacia la camilla de su compañera de Hufflepuff.
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    Jue Ene 13, 2022 9:06 pm

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    CON Marcus EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    Colin le trajo la poción y le dijo. — ¿Necesitas algo más?Gasas, desinfectante, vendas, ungüento de las quemaduras solo si sobra, y más pociones para el dolor y los nervios. — El chico asintió, y ella siguió atendiendo como podía a los de alrededor, con los vapores de lavanda. Pero Colin no volvía, y se giró para buscarle, cuando le vio. — ¡Marcus! — Exclamó. No podía expresar el alivio que sintió al verle avanzar hacia ella. — Marcus, mi amor. ¡Estás bien! — Dijo mirándole, con los ojos brillantes. Pero en cuanto se acercó, la besó, y ella solo pudo responderle, profundamente aliviada y feliz. — Estoy perfectamente. — Dijo, dejando salir las lágrimas de alivio. — Y tú también. — Se mordió el labio, viendo cómo le besaba las manos. — Qué miedo he pasado por ti, amor mío. — Le dijo de corazón.

    Pero entonces se dio cuenta de que, efectivamente, Marcus había venido a traer a Oly, e hizo amago de levantarse, hasta que vio que estaba siendo atendida por Durrell. Le miró preocupada. Quería correr hacia su amiga, preguntarle si estaba bien, cuidarla, confortarla… Pero en vez de eso, asintió y miró a su novio. — Pues entonces está en las mejores manos posibles. Vuelve con ella, yo voy a seguir echando una mano por aquí. — Le vio alejarse, pero tiró de su mano, impidiéndoselo. — Marcus. Te amo. Te amo más que a nada. — Se lo había dejado por decir antes. No le pasaría dos veces. Rio a lo de enfermera. — Aprendiz, en todo caso. Haré lo que pueda.

    Que Oly estuviera siendo atendida por Durrell era una buena noticia, el problema es que esta había dejado de atender a los quemados y magullados más gravemente. Miró la hilera de camillas llena. Venga, Alice, déjate el miedo en otra parte, es el momento de demostrar lo que quieres ser, que vales para ello, se dijo, y se dirigió a Reginald. — A ver, Reggie, ven aquí. Vamos a ponerte un cabestrillo. — Cogió una funda de sábana de la cama de al lado y la partió, haciendo que los niños la miraran con los ojos muy abiertos. — Te has cargado una de las sábanas de Durrell, Gal. — Dijo Reginald en un susurro sorprendido. — Bueno, es por una buena causa, a ver ese bracito. — Se lo envolvió y se lo ató al otro lado. — Ahora tenéis que quedaros aquí, id pasándoos los vapores unos a otros, ¿vale? Quiero que los respiréis todos por si acaso.  Vuelvo en un ratito. — Fue a lavarse las manos y pasó a la zona de camillas, con un profundo suspiro.

    Se acercó a la que tenía más cerca, que se tapaba media cara con una mano. — ¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado? — Preguntó sentándose al lado. — No me jodas… ¿Roshan? — Preguntó sorprendida al reconocerla. Trató de apartarle la mano de la cara pero la chica hizo fuerza. — Quita. Déjame en paz. No quiero que me cures tú. — Alice resopló. — Escúchame, la prefecta Lewyn tiene una herida muy mala por apagar el incendio de tu torre, y Durrell está intentando curarla. No sé cuánto tiempo le va a llevar, pero aquí hay mucho trabajo, si tienes una herida en la cara, más vale que te la vea para al menos saber lo que es. — El ojo que le veía, empezó a derramar lágrimas. — Voy a  quedarme deforme para siempre. — Alice chasqueó la lengua y ya sí le apartó la mano. Tenía un rozón en la cara, y debía escocerle, pero no era tan grave. — Qué va. Esto se te va a pasar antes de que te des cuenta. A ver. — Sacó la varita y dijo. — Tápate el otro ojo, el bueno.¿QUÉ ME VAS A HACER? — Suspiró y encendió la varita. — Lumos. — Y se la enseñó, con cara de evidencia. — Voy a comprobar que no tienes daño en la visión del otro ojo. Tápate el ojo bueno, por favor. — Al fin le hizo caso y ella pudo observar. Bueno, la pupila se dilataba y lo movía, lo cual, a priori, era suficiente. — Vale, no hay daños evidentes, puedes estar tranquila. La rozadura de la mejilla noe s graves, pero hay que limpiártela y curártela. ¿Quieres esperar a Durrell? — La chica, con cara de recelo y un suspirito digno dijo. — No, hazlo tú. Me da igual. — Y Alice procedió a usar las gasas y el desinfectante que le quedaba, para desinfectar, con cuidado, la herida. Cuando acabó le puso un apósito para cubrirla y dijo. — Quédatela así, hasta que te dé una poción cicatrizante, ahora mismo no sé ni si hay aquí y no puedo ir a Pociones a hacértela. — Miró alrededor y chasqueó la lengua. — ¿No tendrás papel y pluma, verdad? — Menuda pregunta. Entonces cayó en algo, y se inclinó a los pies de la cama, donde Durrell dejaba los informes, con sus plumitas al lado. Partió un cachito del papel, y se quedó con la tablita donde apoyaba para escribir. Escribió en el pedacito lo que le había hecho y “poción cicatrizante” y se lo dio a Cassey. — Quédatelo. Cuando venga Durrell, se lo das. — La chica sacó un pucherito. — Me he quemado este mechón. — Dijo señalando el mechón que caía, efectivamente chamuscado, al lado de su mejilla herida. Alice cogió la varita y lo agarró, afilando la vista. — Diffindo. — Lo desfiló y quitó lo quemado, enseñándoselo. — Listo. Y mira qué mono te queda. A capas, en Francia se lleva así. — Eso hizo reír a Cassey. — Mi orgullo no me hubiera permitido tratar así a una tía que ha hablado de mí como yo he hablado de ti. — Eso la hizo reír, mientras cogía más papeles y los pillaba en la tablita. — Por eso las enfermeras son Ravenclaw y Hufflepuff. — Iba a irse, pero Cassey la agarró del brazo. — Gracias por curarme, después de todo lo que nos hemos hecho. — Ella soltó otra risita. — Yo no te he hecho nada. Cuando tenía doce años, te metí un pisotón, no es un crimen. Y tú a mí tampoco. Creí que el juicio te había enseñado eso. — La chica asintió, un poco decaída de repente, pero dedicándole una sonrisa.

    Se acercó a la siguiente cama, en la que había una niña rubia, encogida sobre sí misma. — Hola… — Dijo acariciándole el costado. — Soy Alice Gallia, estoy ayudando a la enfermera Durrell, ¿cómo te llamas tú?Se llama Lorraine. — Dijo Reginald, apareciendo por allí y sentándose en la cama. — Es de tercero. — ¿Sí? Parecía más pequeña. Pobrecita, estaría tan asustada que parecía más chica. — Oye, Lorraine, si tienes alguna herida te la puedo curar, y darte lo que necesites. ¿Verdad, Reginald? — El chico se puso en el campo de visión de ella. — Es verdad, a mí me ha curado el brazo. — El caso es que le recordaba a alguien. — ¡Colin! Tráeme poción para los nervios. — Pidió. — ¿Quieres que avise a alguien? ¿Tienes hermanos que quieras que estén contigo? Mi hermana se fue el año pasado. Y si hubiera estado, no hubiera bajado aquí, porque era prefecta, estaría en el fuego. — Oh. Ya sabía de qué le sonaba. — Eres la hermana de la prefecta Geller, ¿verdad? — La niña se giró. — ¡Sí! ¿Cómo es que la conoces? — Ella sonrió. Pues anda que si se ponía a contarle eso… — Porque mi novio es prefecto de Ravenclaw, mira es el de allí. — Dijo señalándole y poniendo una dulce sonrisa solo al mirarle. — Sí, se han dado un beso antes cuando ha llegado. Ha sido muy bonito. — Aportó Reginald. Ella acarició un poco la cabeza de la chica. — ¿Me dejas entonces que vea lo que tienes?


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    Vie Ene 14, 2022 12:12 am

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    CON Alice EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    Ver a Alice era caer de nuevo en la realidad, salir de ese torbellino en el que solo podía ver el incendio y extinguirlo, y nada más. Las ganas de quedarse con ella, abrazados, diciéndose lo mucho que se querían y habían temido el uno por el otro eran muy fuertes, pero aún no había acabado aquello y no podía ni quería dejar a Olympia sola, menos aún después de que le salvara la vida. Porque a cada segundo que pasaba lo tenía más claro: le había salvado la vida. Alice le retuvo mientras iba hacia allí, y él amplió la sonrisa. - Yo también te amo. - Contestó, nervioso, pero feliz de poder decírselo. - Lo harás genial. - Aseguró, le guiñó un ojo y, ya sí, cada uno se fue por su lado.

    Mientras la enfermera Durrell trabajaba, simplemente se quedó al lado de Oly, haciéndole compañía y sonriéndole con tranquilidad. - Esto tiene que estar doliéndote, pero tranquila, que ya estoy terminando. - Dijo la mujer al cabo de un rato. La chica no contestó. Estaba muy taciturna, y Durrell soltó un suspiro. - No estoy acostumbrada a verte tan alicaída, Prefecta Lewyn. ¿Es por el dolor? - La chica la miró con una sonrisa dulce. - No, qué va. Cura usted muy bien, apenas me estoy enterando. - Venga, chica, que no está bonito ser prefecta y mentir. - Eso hizo a Marcus reír un poco, y a Oly soltar una sonrisilla. - Bueno, sí me duele un poquito, pero yo me pongo a pensar en otra cosa y se me pasa. - Pues debes estar pensando en algo poco agradable, porque esa cara no te la había visto nunca. - Oly bajó la mirada, con un mohín en los labios hacia un lado, y echó aire por la nariz. - Puede ser... - Marcus la miró, preocupado, y tornó la mirada a la enfermera, pero esta seguía trabajando. Permanecieron en silencio todo lo que duraron las curas.

    - Tienes una contusión muy fuerte, pero o la piedra no era muy grande, o no ha llegado a caerte en el hueso. Te hubiera hecho un buen destrozo. - Comentó la mujer cuando ya por fin pudo mirarle la pierna, con la herida limpia y el ungüento para la quemadura puesto. - Te prepararé una poción para fortalecer los músculos y los huesos, tienes que tomarte una ahora y otra antes de dormir, pero igualmente necesita un reposo de veinticuatro horas como mínimo, así que tendrás que estar aquí en la enfermería hasta mañana. Luego un día más con una muleta para no cansar la pierna y lista. - Oly asintió y Durrell empezó a recoger sus cosas. Entonces, alguien entró por las puertas de la enfermería, llamando la atención de todos. - ¡Alumnos, alumnas, queridos y queridas todos y todas, y nuestra amada enfermera! - Marcus se giró. La Profesora Hawkins estaba en el centro de la enfermería, con los ojos llorosos, una gran sonrisa y los brazos en alto. - ¡El incendio ha sido extinguido! ¡Todos estamos a salvo! - Hubo una ovación en la enfermería. Marcus apretó la mano de Oly, mirándola alegre, y luego trató de buscar a su novia con la mirada en la lejanía. - Menos mal... - Suspiró Durrell, y justo detrás rodó los ojos. - Aunque ya lo podría haber predicho y nos hubiéramos ahorrado este alboroto. - Comentó sarcástica, lo cual hizo a Marcus apretar los labios conteniendo una risa. - ¿No cree usted en la adivinación, enfermera Durrell? - La mujer le miró con una ceja arqueada y la bandeja de sus útiles ya en las manos. - Soy una mujer de ciencia. - Fue toda su respuesta, tras lo cual abandonó la cortina en la que estaban y se fue a otra parte.

    - ¡Lo hemos conseguido! - Le dijo a Oly, emocionado, apretando su mano. Esta frunció una sonrisa artificial y asintió. - Al final van a tener razón los Gryffindors y esto de las heroicidades sienta bien. - Oly dejó escapar una risa flojita. Marcus soltó aire por la boca, se mojó los labios y se sentó más cerca de ella, bajando la voz. - ¿Qué te pasa? ¿Es por la quemadura? ¿Por lo que ha pasado? - La chica bajó la mirada un instante, y luego volvió a sonreír con tristeza, mirándole a los ojos. Los suyos estaban llorosos. - Un poquito. - Reconoció, rompiéndose su voz. - Yo no sirvo para esto, Marcus. - Él arqueó las cejas con una sonrisa compasiva, apretando aún más su mano. - Oly, ¿eres consciente de lo que has hecho? Me has salvado la vida. - La chica le miraba a los ojos, y al oírlo se le cayó una lágrima silenciosa. Él insistió. - Oly, has visto el peligro antes que nadie y te has puesto en peligro para salvarme. - Negó con la cabeza. - No voy a tener suficiente tiempo en la vida para agradecértelo. - Ella se encogió de hombros. - Eres mi amigo... Y era una pena que el mundo mágico perdiera a alguien como tú. - Eso último le quedó demasiado triste al decirlo, cabizbaja. Algo escondían sus palabras. Marcus le buscó la mirada. - ¿Y no lo sería que perdiera a alguien como tú? - Preguntó. Oly no contestó.

    Tragó saliva y puso un par de dedos en la barbilla para levantar la mirada de la chica. Esta seguía llorosa. - ¿Qué te pasa? -Preguntó de nuevo. Ella tragó saliva y dijo. - No estoy a vuestra altura, Marcus. - Dijo, con voz triste. Negó y añadió. - Nunca se va a fijar en alguien como yo, ni siquiera me ha visto... Y no está aquí. - Vale, ya veía por donde iba la cuestión. Frunció los labios. - ¿Estás hablando de Kyla? - La chica bajó la mirada de nuevo, con un puchero en los labios. - ¿La has oído? - Preguntó. Le miró, con los ojos cargados de lágrimas. - Ella aspira a alguien como Arabella Granger a su lado. Una bruja fuerte, poderosa, sabia y sin miedo. Alguien que solo con su presencia eclipse a todo el mundo y les deje impactados. Alguien que con solo un hechizo pueda salvar a todo un castillo. - Se le cayó una lágrima, bajando la mirada de nuevo. - Yo no soy esa persona, Marcus. - Tú has arriesgado tu vida por salvar la mía, Oly. - Insistió Marcus, porque le parecía importante que ese dato no quedara como si nada. Era muy importante. La chica esbozó una sonrisa triste. - Sí, y me he quemado. A lo máximo que llego es a tirar a mi amigo al suelo y me he quemado en el proceso. - Se pasó la manga por la mejilla, limpiándose las lágrimas.

    Marcus se ajustó en su asiento, suspirando, y agarró la mano de Oly que no se limpiaba las lágrimas con sus dos manos. - ¿Sabes? Acabas de hacer otra cosa por mí, ya van dos hoy. - La chica le miró con expresión interrogante, y él le devolvió una sonrisa enigmática. - Primero me has salvado la vida, y ahora me acabas de dar una de las cosas que más me gusta del mundo. -Le dio un toque con el dedo en la nariz que hizo que la chica la encogiera con una risita, como una niña pequeña. Si no fuera por las cosas que hacía y decía de vez en cuando, Olympia era talmente como una niña grande. - Darme la posibilidad de decirle a alguien que se equivoca. - Oly chistó y rodó los ojos. - Estos Ravenclaw... No me equivoco, Marcus. - Sí, sí te equivocas. - Insistió él. - Pensando que Kyla quiere a otra Kyla a su lado, te equivocas. - Negó con la cabeza, riendo levemente, porque estaba tan convencido de lo que decía y la pobre Oly le infundía tanta ternura que no podía ponerse más serio. - Conozco a la gente como Kyla. Yo soy la gente como Kyla. ¿Y estoy con alguien como yo? - Soltó una muda carcajada. - Alice y yo nos parecemos en muchas cosas, nos parecemos en lo esencial, estamos en sintonía. Pero somos muy distintos, somos dos tipos de personas diferentes. Somos elementos diferente. Ella es aire y yo tierra. Ella es fuego, yo soy agua. - Ladeó la sonrisa. - Jamás habría volado de no ser por ella, y a ella se la hubiera llevado el viento, perdiendo el contacto con la tierra. La gente como Kyla... No busca a otra como ella, créeme. Si yo tuviera a alguien como yo mismo a mi lado, nos acabaríamos matando. - Aseguró entre risas. - Las personas como Alice y como tú sois las personas como Kyla y como yo necesitamos a nuestro lado. Necesitamos el calor que nos dais, y vosotras necesitáis que apacigüemos vuestras llamas de vez en cuando. Necesitáis poner los pies en la tierra, tanto como nosotros necesitamos las alas que nos dais para volar a vuestro lado. -

    Oly tragó saliva. Había estado mirándole muy atenta, y ahora se le derramaron unas lágrimas silenciosas. Marcus volvió a sonreír con ternura, limpiándole las lágrimas con el pulgar. - Es demasiado responsable, y seguramente esté también muerta de miedo, solo que no lo refleja. Vendrá en seguida, ya lo verás. - La chica amplió la sonrisa y asintió lentamente. Tras unos segundos, habló. - Marcus... - Dijo suavemente, su tono sonaba dubitativo. Él esperó, sin perder el semblante comprensivo, a que ella se animara a decir lo que quería decir. - Eso que has dicho... De que Kyla y tú... Necesitáis a personas como Gal y como yo... - Él asintió, contento de haber convencido a su amiga. Y entonces, ella sacó su propia conclusión. - Que si has querido decir lo que querías decir, y Gal quiere, yo por mí encantada. Pero vas a tener que quedarte conmigo cuando hagamos el intercambio porque Kyla contigo no va a querer. Que oye, por mí genial. - Ya, no, no quería decir eso. - Negó rápidamente, con la resignación en la voz. - Pero creo que ya estás mejor. -Si es que yo no sé para qué hablo.

    - ¡Oly! - Tal y como vaticinó, allí estaba Kyla, agobiada, despeinada y un poco manchada de humo. Tosió ligeramente y se lanzó a su cama, agarrándole la mano por el lado contrario a donde estaba Marcus. - Oly, ¿cómo estás? Oh, por Merlín. - Exclamó cuando le vio la pierna, preocupada. - Te has quemado. - Le acarició el pelo, acercándose a ella. - Siento no haber estado contigo, perdóname, no podía irme. - No, no te preocupes, era lo que tenías que hacer. Ojalá hubiera podido quedarme allí. - Contestó la otra. Marcus sonrió, se levantó de su asiento y caminó de espaldas. - Os dejo solas. - Las dos le devolvieron una mirada agradecida y, acto seguido, se miraron la una a la otra. Definitivamente, él allí ya no hacía falta.

    Salió de la cortina de Oly y buscó a Alice con la mirada. - ¡Ts! - Oyó como le chistaba alguien desde la puerta, lo que le hizo girarse. La persona en cuestión sonrió e hizo un gesto con la cabeza para que saliera. Marcus miró a los lados, pero no veía a Alice por ninguna parte, así que salió a la llamada. Buscaría a su novia después.
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    Vie Ene 14, 2022 9:51 am

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    CON Marcus EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    Lorraine pareció coger un poco de confianza y se giró, mostrando levemente el brazo izquierdo. — Es una raja muy profunda. Da mucho miedo verla, pero si la aprieto no sale sangre. — Alice trató de que no se le notara la angustia que acababa de darle en la garganta. — No me atrevo a mover el brazo. — Justo entonces, llegó Colin con la poción para los nervios. — ¡Mira qué bien! Esto va a ser la primera medida, Lorraine, porque, sobre todo, lo que estás es nerviosa. Todos lo estamos, la verdad.Yo no. — Dijo muy alegre Reginald. Desde que tenía el hombro en su sitio, estaba tan contento. Miró a Lorriane con complicidad. — Hay que ver qué fuerte nos ha salido el Reggie, ¿eh? algún día va a ganar las finales del club de duelo. — Dijo tratando de hacerla reír, ofreciéndole la poción. — Mientras te tomas eso, ¿me dejas que vea el brazo? No te preocupes, que lo mantengo presionado. — Dijo poniendo la mano suavemente sobre el brazo de la chica, que la miró con miedo, pero al menos se fue retirando un poco.

    Era verdad que había mucha sangre, y era un buen corte, pero era limpio, poco profundo y no parecía demasiado contaminado por nada. — ¿Te has cortado con un cristal? — La chica la miró abriendo mucho los ojos. — Sí, ¿cómo lo has sabido? — Alice sonrió, y empezó a limpiar el brazo, para poder despejar el corte. — Porque en Navidad a mí me pasó lo mismo. ¿Cómo te pasó? — Reginald le estaba viniendo de lujo para distraer a la chica, desde luego. — Pues me cargué sin querer el cristal de la foto de boda de mis padres.A mí mi madre me mataría. — Comentó el chico. — Bueno, le eché un Reparo y no pasó nada. Pero al coger los cristales me corté en la mano. Pero, ¿sabes lo bueno de los cortes? Que se curan con un hechizo. Se cierran y ya está. — Los dos asintieron, mirándola, completamente seguros de lo que estaba haciendo y diciendo. Lo malo es que no es lo mismo echarle un Episkey a un cortecito en la mano que a ese corte en el brazo. Y a parte, eso me lo hizo Marcus a mí. Inspiró y miró a Lorraine. — Voy a echarte un hechizo, ¿vale? Te lo va a cerrar en el momento, y adiós sangre y adiós miedo. — Dijo con una sonrisa, aunque se puso seria. — Pero necesito que te estés muy quieta. Tengo que echarlo tres veces, porque es un corte muy largo. ¿Me prometes que te vas a estar quieta? — La niña asintió un poco con miedo. — Si no te mueves nada, te prometo que en menos de un minuto hemos acabado. — Lorraine volvió a asentir y Alice se armó de valor. — ¡Episkey! — Dijo apuntando a la parte superior del corte. Sintió el chispazo y casi lo sintió ella por la niña, pero la herida se había cerrado estupendamente. — ¡Episkey! — El segundo era el más grande, y oyó un quejidito. — Ya estamos terminando, Lorraine. ¡Episkey! — Y el brazo quedó perfectamente cerrado. Soltó un suspiro de alivio y le levantó el brazo, para que lo viera. — Mira. No más sangre. Estás perfectamente. — La chica se incorporó y lo miró alucinada. — Qué bien. — Dijo con alivio. Y se lanzó a su cuello a abrazarla. Alice la rodeó con un brazo y le acarició la espalda. — ¡Gracias! ¡Gracias, Alice Gallia! — Se separó y la miró sonriente. — Le diré a Maggie que me has curado tú. Que lo has hecho genial. — Eso la hizo reír un poquito. — Bueno, no lo hago por el mérito, Lorraine.Y mejor que no le cuentes nada a tu hermana, que parece que le estoy viendo la cara. Lo que importa es que estás bien.

    Vaya, vaya… — Dijo la voz de Durrell a su espalda, haciéndola sobresaltarse. Esa mujer imponía hasta de espaldas. — Alguien quiere quitarme el puesto en mi propia enfermería. — ¡Enfermera Durrell! Gal se ha cargado una de sus sábanas, pero lo ha hecho por mí. — Saltó Reginald. Era de esos Gryffindors que no podía aguantar mucho rato callado o con algo sobre su conciencia. Aunque fuera la sábana. La enfermera rio un poco. — Bueno, Reginald, no pasa nada, si va a hacer un cabestrillo tan bueno como ese. — Luego se dirigió a Alice. — ¿Cómo estamos por aquí?A Lorraine acabo de cerrarle un corte un poco feo, pero ya está bien, ¿verdad? — La mujer frunció el ceño y miró el brazo. — ¿Cuántos Episkeys? Tres. — Ella asintió. — Siempre es mejor en dos, pero si no estabas segura, has hecho bien en hacerlo en tres. — Le puso la mano en el hombro y dijo. — Enhorabuena, enfermera Gallia. — El pecho se le hinchó y puso una sonrisa enorme. — A Cassey también la he atendido, y le he dejado un papelito con lo que he hecho y lo que necesitaba. Menudo drama traía. — Dijo Durrell entornando los ojos y suspirando. — La falta que me hace alguien como tú aquí, no te haces a la idea, pero supongo que no te puedo convencer de que te quedes en Hogwarts sin cierto prefecto aquí. — Rio y negó con la cabeza. — Pero prometo venir mucho a verla, a que me dé café con galletas. — Durrell rio y señaló con la cabeza a una camilla. — Puedes ir con Lewyn. Está Farmiga con ella, pero sé que es tu amiga también. Está bien pero necesita reposo. — Alice asintió. — Primero voy a por la poción de Cassey. — Le guiñó el ojo a Reginald y dijo. — A Lorraine la dejo en las buenas manos del Gryffindor más valiente de la casa. — Se lavó las manos y fue al armario de las pociones. Afortunadamente, había aún un par de botes de cicatrizante.

    Estás de suerte. — Dijo tendiéndole la poción. Pero Cassey estaba un poco seria o… Dubitativa. — No debería decírtelo. Pero tu novio se acaba de ir con Eunice. — Alice alzó una ceja, y, por la expresión de Cassey se imaginó lo que estaba pensando. Ladeó una sonrisa mientras le miraba la herida. — Son prefectos, Cassey, y el colegio casi sale ardiendo, tienen cosas que hablar. — Cassey suspiró. — Piensas demasiado bien de todo el mundo. — Alice le señaló la poción para que se la bebiera de una vez. — Pienso que todo el mundo tiene el beneficio de la duda, la oportunidad de redimirse si quiere hacerlo y de cambiar su forma de actuar. Y, sobre todo, pienso bien de la persona a la que amo y que me ama a mí. — La chica se dejó reposar en el cabecero, mientras la poción empezaba a hacerle efecto. — No me ha pasado eso nunca. — Alice encogió un hombro. — Ya te pasará. Será por tiempo. — Le señaló la mejilla. — Eso ya está perfectamente, deja libre esta cama y vete al comedor con los de tu casa, anda, que estarán preocupados. Y cuídate.

    Ya por fin, pudo ir con Olympia, sentándose en el lado contrario a donde estaba Kyla. — ¡Oly! Menudo susto nos has dado, ¿qué ha pasado? — La chica puso una de sus características sonrisas, pero la Ravenclaw ni la saludó, estaba acariciando su mano y mirándola con cariño infinito. — Pues que ha habido un incendio en la Torre… Ya, ya, mujer. Pero, ¿qué ha pasado para que te pasara esto? Ha salvado a Marcus.¿Qué? — Dijo girándose a Kyla. — Ha estado a punto de caerle una roca del techo. Ella la empujó y le cayó en la pierna. — Alice abrió mucho los ojos y miró a Oly. — ¿De verdad has hecho eso? — Se acercó a abrazarla con cuidado, llorando. — Estás loca, Oly. Pero gracias, mil gracias. — Solo de pensar que le podía haber pasado algo a Marcus. Se separó y le acarició la cara. — No sé qué habríamos hecho sin ti. Si algo le pasara a Marcus… — La chica rio y dijo. — Yo no iba a dejar que una historia de amor tan bonita se acabara así. — Alice asintió, limpiándose las lágrimas y miró a Kyla, apretándole el hombro. — La prefecta Farmiga es muy afortunada de tenerte a su lado.Desde luego. — Dijo esta, con la voz cargada de adoración. — Ojo que ni me ve, ¿eh? — Dijo señalándola y sonriéndole a Oly. — ¡Perdona, Gal! — Dijo Kyla reaccionando por fin. — Es que… Ya, ya… No hace falta que te expliques. — Las miró y asintió. — Da gusto veros así. — Dejó un beso en la mano de Olympia y dijo. — Voy a ver si puedo mandar a parte de esta gente con los suyos y vamos despejando esto. — Volvió a mirar a la chica. —  Pero gracias, prefecta Lewyn, gracias. No voy a poder agradecértelo lo suficiente nunca. — Y apretando el brazo de Kyla al irse, se retiró a seguir inspeccionando a los más leves y viendo a cuántos podía liberar de la Enfermería.



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    Vie Ene 14, 2022 12:50 pm

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    CON Alice EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    Salió de la enfermería. Eunice se había alejado un par de pasos y le esperaba con el costado apoyado en la pared y una sonrisa ladina. - Ya ha avisado la Profesora Hawkins de que está controlado en incendio. - La chica asintió, sin perder la expresión de su rostro. - Quedaba poco cuando os fuisteis. El susto de que se desprendiera el techo, pero reparado eso y extinguidos los focos que quedaban, poco más. - Hizo un gesto de la cabeza. - ¿Cómo está? - Marcus suspiró. - Tiene una quemadura bastante fea, pero la enfermera Durrell la ha atendido pronto y dice que le cicatrizará bien. El golpe no ha sido demasiado fuerte, así que le ha recetado una poción y reposo. Por lo demás, un poco asustada, como todos, pero bien. - Eunice iba asintiendo, pero le miraba clavando su mirada en sus ojos, como si no estuviera prestando excesiva atención al parte médico de Olympia. Viniendo de ella, seguramente habría preguntado por mera cortesía, más por él que por ella.

    - Quién iba a decirnos que la heroína iba a ser una Hufflepuff. - Marcus arqueó las cejas una vez. - Olympia es muy buena amiga. - La sonrisa de Eunice se pronunció. - Y que cualquier excusa es buena para tirarse encima tuya. - Marcus puso cara de circunstancias. - Menos bromas, Eunice, que se ha llevado una buena quemadura. Y poco se ha hecho. Si no llega a placarme, la roca esa me podría haber matado. - La chica siseó con los labios. - Sí, hemos tenido la muerte bastante cerca. Ante situaciones tan extremas... Nunca se sabe como la gente va a reaccionar. - Comentó con tono sibilino. Casi que mejor terminaba la conversación y volvía dentro a buscar a Alice.

    No iba a ser tan fácil, porque la otra siguió hablando. - Has dejado inconsciente a mi hermano. - Señaló. Marcus asintió una vez con la cabeza, mojándose los labios. - Estaba entorpeciendo. Ha sido por un bien mayor. - Un bien mayor. - Susurró ella, de nuevo sibilina. - Eso ha sonado tremendamente Slytherin. - Soltó una risita musical y añadió. - Píntalo como quieres, pero le tenías bastantes ganas a mi hermano. No te lo has pensado dos veces. - Marcus se encogió de hombros. Prefería ni confirmar ni desmentir eso. - ¿Te ha molestado? - Preguntó. Ella amplió la sonrisa aún más y entrecerró los ojos. - ¿Cuál querrías que fuera mi respuesta a eso? - Se estaba viendo venir por donde iba esa conversación. Llenó el pecho de aire y lo soltó, diciendo. - Alice está ahí dentro... - Tranquilo, estará ocupada jugando a ser enfermera. No nos va a ver. - No lo decía por eso. -Cortó, sonando ciertamente tajante. Eunice no se dio por aludida igualmente. - Y no está jugando. Está prestando una valiosa ayuda en la enfermería. - Me quedo más tranquila de saber que el nunca mejor dicho inconsciente de mi hermano está en buenas manos. - Contestó la otra, sin perder un atisbo de su tono en la voz.

    Marcus estaba empezando a sentirse realmente incómodo, y para empeorarlo, Eunice dio un lento paso hacia él. - Hechizar a Ethan ha sido un movimiento tremendamente Slytherin. Es una lástima el buen partido que ha perdido nuestra casa. - Se acercó un poco más a él. - Y no, no me ha molestado. - Contestó. Claramente estaba esperando que Marcus le siguiera el juego con la no-respuesta a su pregunta, cosa que no hizo, pero ya la retomó ella. La chica miró a los lados, mordiéndose el labio, y terminó de recortar la distancia, colocando una mano en la solapa de su túnica y susurrando. - Pero puede que me haya puesto un poquito cachonda. - Marcus tragó saliva y, con mucho tacto, le agarró la mano y se la retiró de donde la había puesto. - No tiene gracia. - No estoy bromeando. - Dijo ella, con una ceja arqueada y su sonrisa ladina. - Me gusta tu estilo. Me gusta cuando te pones así, y me libraste de una buena. - De hecho quien te libró fue Alice Gallia. Mi novia, por si no lo recuerdas. - Ahora fue él quien arqueó una ceja. - Creo que deberías cederle los créditos a ella. - Eunice retiró la mano y respiró hondo, como si quisiera inspirar paciencia, pero siguió mirándole con un atisbo de sonrisa. - Una enfermera es demasiado poco para alguien como tú. Al menos ya tienes descartada a las que casi se queman vivas por rescatarte de un fuego, si bien es útil tenerlas cerca. - Marcus rodó los ojos, mirando a otra parte. Esa manera de hablar de la gente... - A ti te viene bien alguien un poquito más grande, más a tu altura. Alguien que extinga un incendio, no que esté aquí curando enfermos. - De nada sirve extinguir un incendio si luego no se cura a los enfermos. - Aseguró, con tono firme. - De hecho, no comparto tu concepto de utilidad. Veo mucho más loable mantener a la gente sana y salva. - ¿De qué hubiera servido si el castillo se viene abajo? - De mucho, si se les desaloja a tiempo. Lo que de seguro no sirve es tener un castillo en pie y un montón de cadáveres. - Eunice soltó una carcajada muda con los labios cerrados, mirándole analítica. - Te creía más ambicioso. - Quizás por eso no hubiera sido tan buen partido para tu casa. - Aseguró.

    Desde el punto de vista de Marcus, era claramente un duelo dialéctico. Eunice, por su parte, parecía enfocarlo de otra forma. Se quedaron sosteniéndose la mirada el uno al otro unos instantes, tras los cuales, Marcus volvió a respirar hondo y a hacer amago de marcharse. Y ella le volvió a interrumpir. - No tiene por qué enterarse. - Marcus cerró lentamente los ojos, respiró hondo, soltó el aire por la nariz y volvió a abrir los ojos. - Me da igual eso. No tienes nada que hacer conmigo. Alice es y será siempre la única mujer de mi vida. Estás poniendo tus miras en la persona equivocada. -La sonrisa de Eunice no desapareció, pero se había tornado más triste. - La historia de mi vida, en resumidas cuentas. - Soltó una carcajada sarcástica. - Qué mala empresa he hecho con estos dos hermanos, con lo bonita que hubiera sido esa combinación. - Marcus arrugó la nariz, retirando la mirada, y ella soltó una carcajada hiriente. - O sea, ¿que a tu amiguita la del pelo de colores es a la única que le permites las insinuaciones sexuales? Ahora entiendo por qué se ha jugado el pellejo por salvarte. - La chica suspiró. - No sé con quién tengo menos opciones, si con el gay, o con el que le ha entregado las llaves de su cinturón de castidad a otra. - Yo tampoco, la verdad, pensó, pero no iba a entrar al trapo de ese ligoteo absurdo ni un segundo más. - No quiero volver a tener esta conversación. -La chica apretó los labios. La sonrisa ya se había terminado de diluir, y simplemente asintió lentamente con la cabeza. - Tenía que intentarlo. - Pues ya está intentado. - Zanjó, tajante. Quizás estaba siendo demasiado cortante y borde, pero no iba a consentir que faltaran el respeto a Alice de esa forma, o que tratasen de inmiscuirse en su relación.

    Respiró hondo y añadió algo más antes de irse. - Lo peor de todo es que Alice confía en que eres una mujer fuerte. Y yo también. - Eso la dejó un tanto desubicada, lo cual, como buena Slytherin, disimuló todo lo que pudo. - Deberías dejar de intentar definirte por el hombre que tienes al lado. - Eunice tragó saliva. Compartieron la mirada unos segundos más, y dado que no había más que decirse, Marcus se giró para marcharse. - Deberías guardarte las espaldas. - Le dijo la chica. Frunció el ceño, girándose para mirarla. No parecía amenazante, más bien queriendo advertir. - Conozco a Layne. Te odiaba, y ahora debe odiarte más aún. No ha dado su última palabra todavía. - Vio como la chica llenaba el pecho de aire y, tras soltarlo por la nariz, se cruzó de brazos y añadió con la voz tomada. - De verdad que no quiero que te haga daño. - Y con la dignidad que le quedaba, se dio media vuelta y se marchó.
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    Vie Ene 14, 2022 3:24 pm

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    CON Marcus EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    La enfermería empezaba a parecer un lugar mucho más despejado, los ánimos se estaban calmando y ella podía disfrutar de la satisfacción del trabajo bien hecho. Buscó a Colin con la mirada y lo vio hablando con Greengrass al lado de una camilla. Se acercó y puso una mano en el hombro de cada uno. — Vaya forma de brearse en la vida, queridos. — Colin rio un poco y asintió. — Estoy entre agotado, aterrorizado y feliz. Lo has hecho muy bien. Y tú también, prefecto, menudo estreno. — De repente se fijó en el de la camilla y el corazón le dio un salto. — ¿ETHAN? Sí… — Empezó Greengrass. Parecía un poco avergonzado. — Pero vamos… Que está bien, ha sido un Desmaius. — Alice le miró frunciendo el ceño. — ¿En medio de todo esto? ¿Quién se lo ha tirado? — Colin y Cedric se miraron y ella levantó las manos, confusa. — Marcus. — Dijo el Slytherin. — ¿Qué? ¿Por qué iba Marcus a tirarle un Desmaius a nadie en plena emergencia? — El chico apretó los labios. — Porque estaba emperrado en entrar en la Torre Gryffindor, y a Eunice se le escapó. — Más confusa seguía. — ¿Y por qué iba a entrar Ethan en la torre? Ni que fuera un héroe. De nunca, vaya. — Cedric ladeó la cabeza y Colin, que al parecer ya se sabía la historia, la miró. — Por lo visto ha dicho que su novio estaba ahí dentro. — Alice frunció más el ceño. Ethan refiriéndose como novio a alguien era más improbable que que le hubiese nacido espíritu heroico. — ¿Aaron? — Preguntó. Cedric se encogió de hombros. — Me he quedado igual que tú. — Ella soltó una risita y sacó una de las botellas de vapores de lavanda y se la puso bajo la nariz a Ethan.

    El chico abrió los ojos y se sacudió violentamente. — Ohhhhhhh, zorrón, no vas a salvar al cobarde de tu novio de esta. ¡Ah! — Se quejó llevándose la mano la frente. Alice le empujó hacia abajo. — Quieeeeto, Merlín el Grande, que ya me han dicho que hoy has llegado con un espíritu que ni el mismísimo Godric Gryffindor. — Le tendió los vapores a Cedric y dijo. — Aspira tu también, que habrás respirado humo ahí en la torre. Y siéntate hombre, que menudo día llevais. — Se sentó en el lado de la cama de Ethan y le cogió la mano. — Ahora dime, ¿cómo es eso de que querías entrar a una torre en llamas?Mi hermana estaba ahí dentro. Tu hermana es prefecta y estaba evitando el paso, la veías perfectamente. — Cogió la varita y lanzó el Lumos, para inspeccionarle los ojos. — Oye, ¿te has cargado a Durrell y te has quedado el puesto?Soy Ravenclaw, no Slytherin, ¿recuerdas? — Respondió ella, mientras observaba los dos ojos y se separó de nuevo. — ¿Me vas a decir qué pretendías hacer? — Su amigo suspiró y entornó los ojos. — Lo que no hacía nadie más, preocuparme por tu primito. Shhhh. — Le chistó, mientras le comprobaba el pulso. Cuanta menos gente supiera su filiación con Aaron, más complicado lo tendrían los Van Der Luyden para sacar información. — ¿Así que… Aaron es el dicho novio? — El otro chasqueó la lengua y movió la mano en el aire. — Qué manía con los nombres, nena. Solo quería que no se me convirtiera en un pinchito de barbacoa, ¿vale? — Pero la cara le cambió de repente, dando un grito agudísimo. — ¡A TI TE QUIERO YO ECHAR EL GUANTE, TRAIDOR! — Se giró a Alice. — ¿A ti te parece hacerle eso a una dama de alta cuna como yo? — Ella se dio la vuelta y vio entrar a su novio en la enfermería, con no muy buena cara. — Estoy segura que fue por un bien mayor. Anda, la otra. Atiende a la traición, si parece de mi casa. — Negó con la cabeza. — Me vengare, prefectucho traidor. — Dijo señalándole.

    Ella aprovechó y se levantó de la cama para ir a abrazarle con todas las de la ley. Hundió la cabeza en su pecho y luego se separó para mirarle. No tenía muy buena cara, pero claro, ¿quién la tendría después de lo que acababan de vivir? — Ven, siéntate, estás lleno de hollín y polvo. Seguro que has aspirado humo. — Le arrastró a una silla junto a la cama de Ethan. — Greengrass, pásame los vapores. — Dijo estirando la mano. Despejó la cara de su novio, apartándole los rizos y comprobando que no tenía nada. Volvió a encender la varita para inspeccionar sus ojos y respiró con alivio. — ¿No tienes más heridas? ¿Ni de la caída ni nada? ¿Te has caído? ¡JA! El karma. Oly le ha salvado la vida. — Contestó ella, mirando a su novio con infinito agradecimiento de poder tenerle allí sano y salvo. Acarició su mejilla delicadamente, pero se vio interrumpida de nuevo por Ethan. — Qué tía la Oly. No sabe nada. — Alice rio y negó con la cabeza. Le puso la botella de los vapores delante. — Aspira esto, mi amor, tienes que echar el humo. — Puso expresión tierna. — Hazlo por mí, por favor, para que me quede tranquila. — Se acercó un poco más y susurró. — Y luego nos vamos tú y yo y me lo cuentas todo, ¿vale? — Se separó y miró alrededor. — ¿Dónde está Eunice? ¿No estaba contigo? Tendría de revisarla a ella también, y que usara los vapores, que seguro que ha respirado humo también. — Ethan soltó una carcajada sarcástica. — Ojito con la hermana mía, que capaz es de tirarse encima de tu perfecto prefecto aprovechando el caos. O de Greengrass, cualquier que le sirva para sentirse viva. — Eso le hizo reír. — Cómo eres… Júntate con Cassey Roshan.Uy sí, con esa. No aguantaríamos ni dos minutos sin despellejarnos. Además ha dicho cosas muy feas de ti, y a mi zorrón no se la toca, a no ser que seas el prefecto O’Donnell y eso le guste. — Negó con la cabeza y se volvió a Marcus, limpiándole la cara con un trapo húmedo y sacudiéndole la ceniza del pelo. — ¿Estás mejor?

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    Vie Ene 14, 2022 4:39 pm

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    CON Alice EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    Cruzó la puerta, pero se quedó junto a esta, con las manos en jarra y la mirada perdida en un punto indefinido, ceñudo. Aún estaba un poco aturdido y asustado por todo lo ocurrido, por lo rápido de los acontecimientos y por las consecuencias que seguía viendo a su alrededor a pesar de que el incendio ya estaba extinguido. Ahora, además, estaba considerablemente mosqueado. Eunice era su compañera e iban a tener que seguir viéndose en las reuniones y colaborando juntos, y la actitud hacia él le hacía sentirse incomodo, pero sobre todo la actitud con respecto a Alice le cabreaba muchísimo. Y no solo porque fuera su novia, que también, sino porque Alice la había tratado con respeto en todo momento, y de hecho la había ayudado mucho con lo de Layne. Ni aunque estuviera soltero me liaría contigo, pensó, como si se lo dijera a ella, con un punto de desprecio. Llenó los pulmones de aire con intención de relajar el enfado antes de ver a Alice, pero cuando fue a soltarlo por la nariz se le convirtió en una tos. Con tanto ir y venir no se había parado ni siquiera a ver él mismo como estaba, y ahora se estaba dando cuenta del humo que había tragado.

    Se frotó los ojos cuando por fin dejó de toser, porque le escocían muchísimo, y también se dio cuenta de que tenía la cara y las manos sucias. Chistó. No tenía nada con lo que limpiarse los ojos, tenía la sensación de estar entero lleno de hollín. Parpadeó varias veces y se tuvo que conformar, porque no le quedaba de otra, no estaba tampoco muy lúcido como para pedir gasas a nadie. Solo quería ver a Alice, aunque si estaba curando a alguien prefería no interrumpirla, se quedaría... Por allí... O iría a verificar como estaba el resto del castillo... Ya no sabía qué pensar, se notaba aturdido y bloqueado. Avanzó por la enfermería, buscando a su novia, y el bramido que recibió le hizo sobresaltarse. Echó aire por la boca, tosiendo un poco de nuevo y rodando los ojos, y se acercó al chico, porque casualmente Alice estaba con él. - Me alegro de que estés bien. - Qué mala bicha. - Respondió el otro. Marcus miró a su novia y le sonrió con complicidad cuando dijo lo del bien común, notando un cosquilleo en su corazón. Definitivamente, Eunice tendría que intentarlo con otro. Su corazón era entero de Alice Gallia y eso no iba a cambiar.

    La chica se lanzó a abrazarle y él la estrechó con fuerza, cerrando los ojos y echando aire por la boca. Le devolvió una mirada casi culpable. ¿Qué hacía? ¿Le contaba lo de Eunice? No contárselo le hacía sentir que la estaba engañando, aunque él había dejado muy claro a la otra chica que no tenía nada que hacer, pero quizás no aportaba nada contándoselo. Como no tenía él ya suficientes cosas en la cabeza, como para añadir otra más. Tosió un poco justo mientras su novia le reconducía a una silla, y cuando dejó de toser la miró con admiración y una sonrisita de lado.  - Qué buena enfermera. - Dijo de corazón. Parecía que llevaba años haciendo aquello, le salía absolutamente natural. Siguió mirándola con los ojos del enamorado que era mientras le retiraba el pelo y le daba los vapores, aunque parpadeó un poco cuando le apuntó con la luz de la varita. - No, no. Solo un poco dolorido del golpe, pero no es nada, se me pasará en un rato. - Al comentario de Ethan no le hizo ni caso, entre otras cosas porque ya solo veía a Alice, el resto del mundo le importaba bien poco. Aunque sí detectó que Alice sabía parte de la historia. Reprimió una carcajada muda y triste. - Te veo bien informada. - Él estaba deseando estar a solas con ella para contárselo todo con pelos y señales, como hacían siempre, pero ahora se notaba tan cansado y embotado que solo de imaginarse teniendo que relatar lo sucedido se le hacía una tarea pesadísima.

    Cogió la botella que le tendía y aspiró, aunque a la primera respiración volvió a atacarle la tos. Se recompuso un poco y volvió a aspirar, notando como se le iban despejando los pulmones poco a poco. Le escocía el pecho, no sabía como había aguantado todo ese tiempo con el humo en el cuerpo, estaba tan centrado en otras cosas que ni se había dado cuenta. En lo que aspiraba ella se acercó a susurrarle, y él la miró de reojo con una sonrisilla, sin hablar para poder seguir aspirando el vapor y echar todo el humo lo antes posible para, efectivamente, largarse ambos de allí y dejar aquel pasaje atrás. Pero el semblante se le cambió cuando Alice empezó a preguntar por Eunice. Endureció el rostro y bajó la mirada a la botella. Se le iba a notar el cabreo, no tenía cuerpo para ponerse a disimular ahora. Obviamente, ya tuvo que poner Ethan la nota graciosa del asunto, aunque Marcus no le veía gracia ninguna.

    La pregunta de Alice le sacó de su nube de enfado. La miró, parpadeó, tosió ligeramente y dijo. - Sí... Sí. - Se le notaba un poco ido. Se puso de pie. - Voy a lavarme la cara y las manos. Me escuecen los ojos. - Comentó, levantándose. - No te quiero interrumpir... Lo estás haciendo genial. - Le dijo con una sonrisa sincera, y se ahorró acariciarla porque se notaba sucio como si se hubiera metido en una montaña de tierra. - Vengo en seguida. - Se dirigió al baño de la enfermería y se lavó las manos y la cara, tosiendo un poco más. Quizás le venía bien seguir con los vapores esos un poco más, pero se notaba tan inquieto que se había levantado antes de tiempo para cambiar de actividad, porque la cabeza le iba a mil por hora y, paradójicamente, procesaba muy lento. Respiró hondo para relajarse un poco y se miró al espejo. Tenía el pelo lleno de polvo, y también la ropa. Se sacudió un poco, pero se quedó mirándose a sí mismo, pensativo. ¿Qué había pasado? ¿De verdad ahora podría estar... mucho peor? Si no hubiera sido por Oly... Y había sido tan... Repentino. Hacía apenas una hora estaba tan tranquilo con Alice estudiando en la Torre de Astronomía, y toda su vida casi se rompe en pedazos de repente. No había sido así, por fortuna... Pero ahora tenía que procesar todo lo ocurrido. Y necesitaba a su novia para ello, necesitaba el sosiego de estar los dos solos y juntos.

    Salió del baño y oyó una voz y unos pasos a gran velocidad. - ¡¡Colega!! - El tiempo que tardó en girarse, Dylan chocó contra él y se le abrazó por la cintura. - ¡Ey! ¿Qué haces aquí? ¿Te ha pasado algo? - Esto, pero fue antes del incendio. - Le dijo, enseñándole la mano. - Wow, qué colorida. ¿Una de esas abejas colombianas? - El niño rio un poco. - Sí. Ahora que no me duele, en verdad está guay. - Le miró a él. - ¿Has estado en el incendio? - Marcus asintió y Dylan puso cara preocupada. - ¿Ha sido muy horrible? Estás asustado. Bueno, sientes muchas cosas feas, aunque también alguna buena. - Marcus sonrió con ternura.  - Siento muchas cosas muy buenas: siento muchísimo cariño por mi compañera Olympia, que me ha salvado de un accidente muy feo; mucho orgullo de mis compañeros y de mí mismo por lo que hemos hecho; alivio de que todos estemos bien; y, además, estoy orgullosísimo de tu hermana, que está siendo la mejor enfermera del mundo, y la situación no es fácil. - Dylan asintió, sonriente. - Eso es verdad... ¿Has visto a Olive? - Marcus asintió.  - Sí que la he visto. - ¿¿Y está bien?? Había ido a buscarme una cosa a la sala común. - Eso hizo a Marcus reír levemente. - Entonces seguro que está luchando porque la dejen salir del Gran Comedor para que venir a verte. Estaba perfectamente, en cuanto se de permiso a los alumnos para moverse por el castillo libremente os volveréis a ver, tranquilo. - Dylan pareció quedar conforme. Luego señaló a un lado y dijo. - Creo que te están buscando. - Miró y, efectivamente, estaban la mayoría de los prefectos allí reunidos, junto a la cama de Oly, así que se acercó él también.

    - Silver ha pedido que los prefectos nos vayamos a nuestras salas comunes a verificar que todos los alumnos están allí, excepto los que tengamos que ser atendidos en la enfermería. - Comentó el prefecto de Hufflepuff, y luego miró a su compañera. - Oly, quédate aquí, por supuesto, yo me encargo, y si necesito ayuda se la pediré a Catlyn, que es la más preparada. - Algo le decía a Marcus que, al igual que les pasaba a ellos con Colin y Amber, ya iba sonando el nombre de la futura prefecta de Hufflepuff. De hecho juraría haber visto a la chica echando una mano a Oly en más de una ocasión. - Vosotros acabáis de llegar, así que quedaos aquí hasta que os atiendan. - Le dijo a los dos de Gryffindor. - Silver dice que él irá con sus alumnos al Gran Comedor, que además hay mucho que hacer, porque no se sabe cuando se podrá volver a acceder a la sala común, quizás haya que improvisar un dormitorio en el comedor para esta noche o redistribuir a los alumnos en el resto de salas comunes. - Pues como den a elegir, yo creo que Olive ya tiene un sitio con su nombre en la de Hufflepuff, pensó. - Yo estoy bien, acaba de verme la enfermera Durrell, ¿los demás estáis bien? - Cedric, Kyla y Marcus asintieron, pero el Slytherin les miró. - Los prefectos de Ravenclaw no han terminado de ser atendidos. - Yo estoy bien. - Respondieron Marcus y Kyla al unísono. Cedric, con ese don para la diplomacia que tenía, replicó. - Marcus, te he oído toser. Aspira un poco más de vapor aunque sea, o tu novia te va a regañar. - Marcus asintió. Lo peor es que sabía que era verdad. - Kyla, has venido directamente a la camilla de Oly y nadie te ha reconocido. Deberías aunque sea dejarte mirar. - Su compañera fue a protestar, pero Oly le cogió la mano y le murmuró algo en confidencia. Bueno, si alguien podía convencerla era ella. - Yo me encargo de lo de la sala común, Kyla. Así pueden mirarte y luego te quedas con Oly. - Dijo Marcus, y su compañera asintió con una sonrisa agradecida. - Falta Eunice. ¿Dónde está? - Preguntó el prefecto de Hufflepuff. Marcus se tensó, pero en vistas de que nadie sabía la respuesta, dijo. - Quizás haya ido ya a adelantarse con sus labores. - Esperaba no haber sonado muy sarcástico.

    No lo pareció, porque todos se creyeron su versión. - Vale, en ese caso, si no la han atendido, Cedric, ve a buscarla y dale el relevo, por favor. - El chico asintió y dieron la reunión improvisada por concluida, yendo cada uno donde le habían ordenado. Marcus se acercó a Cedric.  - ¿Puedo pedirte un favor? - Claro. - Confirmó el chico.  - Dile a Lex que estoy bien. Si aún no sabe nada tiene que estar muy alterado. Dile que esta noche ceno con él y hablamos, que sigo ocupado. - El otro asintió y se marchó. Marcus se dirigió a Oly y le dio un beso en la frente.  - Después de la cena me paso a verte, heroína. - La chica soltó una risita musical y él se marchó a buscar a Alice. Cuando la encontró, cogió la botella de vapores y se puso a aspirar obedientemente antes de que le dijera nada, mirándola con cara de perrito abandonado. Cuando terminó, dijo. - Siento no haber seguido debidamente sus instrucciones, enfermera. Pero ya estoy mejor. - Y esta enfermera ya ha terminado su jornada. - Dijo Durrell, apareciendo por allí. - Treinta puntos para Ravenclaw, Alice Gallia, por tus servicios. - Marcus la miró con una sonrisa y los ojos muy abiertos. - A ti, O'Donnell, ya te darán condecoraciones de honor, que a este castillo le gusta mucho hacer fiesta por todo. - Comentó con un suspiro, lo cual le hizo mucha gracia. Hizo un gesto con la mano y dijo. - Venga, idos a descansar o a hacer lo que tengáis que hacer. Ya puedo ocuparme yo de lo que queda, que no es tanto. - Marcus agradeció con un gesto de la cabeza y agarró la mano de Alice.

    Saliendo de la enfermería, le dijo.  - Tengo que revisar la sala común. ¿Cómo están todos? ¿Llegaste a irte para allá o viniste directamente a la enfermería? - Seguía un poco acelerado, con el corazón latiéndole con fuerza. Ahora pensaba en sus amigos y se moría por verles y saber que estaban bien, pero conforme se fue acercando al séptimo piso... No se dirigió a las escaleras de la Torre Ravenclaw, sino que cambió de rumbo. - Diez minutos. Necesito solo diez minutos. - Murmuró, no sabía si para él, para Alice o para justificarse con algún ente que le estuviera pidiendo explicaciones. Se puso a caminar de un lado a otro y, poco después, la puerta de la Sala de los Menesteres se materializó. Volvió a agarrar la mano de Alice y entró dentro. En el interior apenas estaba el sofá de su sala común, el mismo en el que se sentaban siempre, en una sala pequeña, y nada más. Sobre todo lo que necesitaba era lo que más hubo tras cerrar la puerta: silencio. - Solo diez minutos. Pero lo necesito. - Tomó las mejillas de Alice y besó sus labios, y tras el beso se abrazó a ella con fuerza, soltando el aire por la boca que parecía llevar reteniendo un siglo. - Necesito esto. - Susurró de nuevo. Tranquilidad, estar solo con ella, aunque fueran solo diez minutos. La noche iba a ser muy larga y aún les quedaba mucho por hacer, y los días consecutivos iban a tener más trabajo que de costumbre. Se separó de ella y se dejó caer derrotado en el sofá, cerrando los ojos y resoplando fuertemente. Se frotó la cara con las manos. Necesitaba devolver su corazón a un ritmo normal. Necesitaba esos diez minutos a solas con su novia para volver a la normalidad.    
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    Sáb Ene 15, 2022 1:47 am

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    CON Marcus EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    Rio y acarició los rizos del chico. — Aprendiz. Soy aprendiz. — Chasqueó la lengua y suspiró. — No me gusta nada esa tos… Pero ya te la voy a cuidar yo.Oh sí, no nos cabe duda… — Dijo Ethan todo sarcástico. La tos le preocupaba seriamente, y no le veía buena cara a su novio, pero dejó que se fuera a lavarse. — Pero, cariño, no me interrumpes… — Si yo lo que quiero es cuidar de ti. Pero ya se había ido. Durrell apareció por allí y le puso la mano en el hombro. — Han pasado miedo ahí arriba. No te preocupes. Cuando se dé cuenta de que estáis los dos bien, juntos y en la tierra un día más, empezará a estar mejor.

    Terminó de ayudar a recoger la enfermería, mientras veía que los prefectos hablaban entre ellos, no queriendo presionar. Al fin, Marcus llegó a donde estaba ella y, como el niño obediente que era, volvió a aspirar los vapores de lavanda, mientras ella asistía un poco angustiada a aquellas toses. Aun así, Durrell la liberó de sus funciones y le dio treinta puntos, ni más ni menos. Eso la hizo sonreír con agradecimiento y entornar los ojos ante el tirito de la enfermera. Dylan llegó hasta donde estaban ellos y les abrazó. — Tenemos que irnos patito. Pero haremos un picnic como los que os gustan en breve, ¿vale? — Miró a Marcus. — Nosotros, Olive y tú, ¿te parece? — Dijo, acariciando la cabeza de su hermano. Con esa promesa, les dejó ir, no sin antes que Alice se llenara los bolsillos de la túnica de cosas que suponía que iba a necesitar para Marcus en breves.

    Marcus seguía en modo alteración (lógicamente, con la adrenalina del momento) y ella le acarició la mano, hablándole con voz suave. — Todo el mundo está bien. Fui a la sala, como me dijiste, y tuve que ponerme un poco firme porque aquello era un caos. Pero al final, conseguí que los pequeños estuvieran entretenidos gracias a Sean, a Creevey y… — Entornó los ojos y puso una sonrisilla. — Y puede que gracias también a que les conté tus aventuras en La Provenza con las pruebas. — Rio un poquito y se pegó a su brazo. — Pero organicé una huida con Corner, por si pasaba lo peor… — Se le había puesto un nudo en la garganta al pensarlo. — Y una vez todo estuvo organizado, fui a buscar a Dylan, no podía aguantar. De camino, me crucé con Adams, que, aparte de darme el infarto de mi vida diciéndome que estabas de cortafuegos, me dijo que Dylan estaba en la enfermería y al llegar vi que me necesitaban. Me ha dado miedo, pero… — Sonrió más ampliamente. — Me ha encantado.

    No obstante, antes de llegar a la sala común, se desviaron a la sala de los menesteres. Pues sí, le parecía no solo una idea genial, sino tremendamente necesario. Y como tal lo detectó la sala, dándoles el espacio que necesitaban. Recibió su beso con intensidad, deleitándose en aquella sensación y abrazándose a él. Estaban vivos, estaban bien, estaban juntos. — Creo que el mundo nos debe diez minutos por lo menos. Igual un poquito más, si quieres, y todo. — Dijo con una risita.

    Dejó que se tirara en el sofá y sacó la botellita de los vapores. — Toma, aspira un poco más. Solo un poco y ahora te dejo tumbarte. — Sacó todo lo que había traído de la enfermería y se quitó la túnica, sentándose al lado de Marcus y haciéndole tumbarse sobre su regazo. — A ver, mírame. Abre los ojos y no los cierres de golpe, que voy a echarte unas gotas. — Sacó esencia de díctamo rebajada, dejando caer un par de gotas en cada ojo de su novio. — Ahora cierra los ojos un poquito y déjate querer. — Dijo acariciando sus rizos. Se habían quedado en silencio, y ella suspiró. — Has pasado miedo ahí arriba, ¿verdad? — Rio un poco sin dejar de acariciarle. — Luego dirás que no eres valiente. No es más valiente el que no tiene miedo, Marcus, sino el que supera y tiene en cuenta ese miedo. El que le planta cara. Tú has hecho eso hoy. — Se revolvió en su sitio y dijo. — Hazme hueco. — Y juraría que el sofá se hizo más grande. Gracias, sala, pensó. Se tumbó de lado y se puso a acariciar su mejilla y su pelo con infinita ternura. — ¿Sabes? Yo tengo un truco para cuando se tiene miedo… — Dejó un beso en su frente y empezó a recitar con voz suave. — Todos los libros del mundo, el taller de alquimia de tu abuelo, los halagos de los profesores, los colores de tu casa, la Torre Ravenclaw, ser prefecto, la comida, las perseidas, yo hablando de alquimia, mi sonrisa… — Se acercó a sus labios y los besó con cariño, y sin separarse mucho de allí, sonrió y susurró. — Y sé de cierta lista secreta que dice algo de tú y yo haciendo el amor. — Dejó otro breve beso. — Estamos vivos, Marcus. Estamos bien. Nos quedan muchos años de listas… Y de estar los dos, amándonos, en la tierra. La eternidad es nuestra. — Volvió a besarle. — Y estoy muy orgullosa de ti y de ser tu novia.

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    Sáb Ene 15, 2022 2:28 pm

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    CON Alice EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    Iba tan enfocado en sus prisas y con la mente aún embotada, acelerado, que su novia fue hablando y él no atinó ni a responder, parecía que la estaba ignorando. No la estaba ignorando, simplemente no atinaba a procesar toda la información y responder al mismo tiempo, necesitaba... Parar. Sentarse. Respirar. Despejar su mente un segundo, que la sentía más llena de humo que sus pulmones. Marcus llevaba muy mal no poder pensar con claridad y ahora no podía, y encima seguía teniendo el susto en el cuerpo. Por eso cayó con derrota en el sofá, y al hacerlo sintió como si el mundo hubiera estado girando a toda velocidad y de repente se hubiera parado y quedado en silencio. Y sentía tanto alivio, y a la vez todas las emociones que no había podido ir gestionando poco a poco empujando por salir con desesperación, que temía echarse de un momento a otro a llorar de la propia tensión.

    Tomó obedientemente la botellita que Alice le tendía, sin decir nada, y comenzó a aspirar, lo que le hizo toser de nuevo. Pues sí, seguía teniendo humo en el cuerpo, en su impaciencia pensó que con lo que había hecho en la enfermería había sido suficiente. Lo dicho, iba tan acelerado que no podía pararse ni a respirar. Con la misma docilidad se dejó tumbar cuando Alice se lo dijo, y mantuvo los ojos abiertos para que le echara las gotas, si bien estas les hicieron parpadear con fuerza. Uf, eso escocía muchísimo, tanto que los ojos empezaron a lagrimearle aun teniéndolos cerrados. "Déjate querer", le dijo. Eso podía hacerlo, de hecho probablemente fuera justo lo que necesitaba, más que las gotas o los vapores. Se acurrucó un poco con ella, con los ojos cerrados, y se quedó simplemente ahí, en silencio, como bien le había dicho dejándose querer... Y al hacerlo notó la destensión, notó como el cuerpo aún le temblaba, y empezó a dolerle la garganta del nudo tan fuerte que se le formó en esta.

    Cuando Alice volvió a hablar, preguntándole si había pasado miedo, ese nudo se hizo aún más fuerte. Con los párpados cerrados se notaba los ojos llenos de agua, y ya no sabía si eran las gotas, las defensas de su cuerpo intentando expulsar el polvo y el humo, o lágrimas de angustia. Su única respuesta fue tragar saliva y quedarse donde estaba, quizás acurrucarse un poco más, y Alice pareció detectarlo porque se hizo hueco junto a él para tumbarse. Solo quería arrellanarse con ella y desaparecer durante unas horas, porque ahora lo de los diez minutos se le antojaba demasiado poco tiempo, estaba temblando de pensar que tenía que salir ahí fuera otra vez. Escuchaba a su novia de fondo como si fuera una nana, un remedio más para curar sus males, mientras él se mantenía con los ojos cerrados. Pero cuando empezó a recitar su lista, los abrió, clavándolos en los de ella. Ni se había parado a pensar en la lista, ni se le había ocurrido, su cabeza no había tenido tiempo para pensar en nada que no fuera lo que tenía inmediatamente delante, como si el Marcus que había vivido todo ese tiempo no existiera, solo la persona que tenía que sobrevivir y mantener con vida el castillo. Y esa lista estaba eliminando todo el hollín y dejando ver al Marcus que se había quedado enterrado bajo este.

    Tenía los ojos inundados mientras la miraba al recitar, sin perder el silencio. Solo los cerró levemente cuando se acercó a besarle, y lo de la lista secreta le sacó una risa suave y le hizo abrir los ojos de nuevo. Su conclusión final hizo que las lágrimas se le cayeran silenciosas por la cara, y asintió, teniendo que tragar saliva, porque no se veía capaz de poder hablar así. - Estoy asustado. - Confesó, con la voz rota. Definitivamente, las lágrimas no eran por las gotas o el polvo. - Estoy asustado ahora, porque antes no podía estarlo, y eso me da miedo de verdad. - De repente lo veía todo tan claro. Para él, su madre era su madre, era la mejor del mundo, la más buena para él, pero era una mujer recta y seria que no parecía nunca asustada ni titubeante, que sabía lo que debía hacer en todo momento y lo hacía sin que le temblara el pulso. Su padre también la admiraba así, pero hablaba de ella como si hubiera una Emma que solo él conocía, una Emma tierna y vulnerable, con un corazón que había que cuidar con suma delicadeza. La historia que su abuela le contó en Pascua, la de su madre llorando desconsolada la primera vez que fue a su casa, se apareció en su mente... Y entendió muchas cosas. Bienvenido, Marcus Horner, resonó en su cabeza con la voz de Eunice. Él mismo había pensado que cada vez se parecía más a su madre...

    Estaba empezando a entender que la vida era eso: hacer frente a las cosas, ser fuerte y enfrentarse a tus peores miedos, porque hay gente que no sabe hacerlo, hay gente que empeora las cosas, hay cosas que se van de las manos sin que puedas evitarlo, y tú solo puedes contener el incendio y hacer todo lo que puedes, con tu propio cuerpo si es necesario, porque no acabe todo siendo pasto de las llamas. Le iba a tocar enfrentarse a cosas así en más de una ocasión... Pero luego podría ir con Alice. Podría tumbarse a su lado y dejarse querer, como ella decía. Podía ser vulnerable con ella, y eso estaba bien. Eso sentaba bien, y era lo que más necesitaba en el mundo. Cuantísimo entendía a sus padres ahora. - No sé como he hecho lo que he hecho sin morirme de miedo, y ahora lo pienso y... - Negó, tratando una vez más de deshacer el nudo de su garganta para seguir hablando. - Si Oly no se hubiera lanzado sobre mí... Ni siquiera la había visto. Es decir, lancé un Inmobilous al techo minutos antes porque había una viga a punto de desprenderse, pero creía que estaba controlado y... Se me olvidó, o no le presté atención porque había más cosas, había... Fuego, y humo, y alumnos saliendo, y profesores que se llamaban a gritos los unos a los otros. Y tuvimos que hacer un escudo entre Kyla, Olympia, Eunice y yo, y para que Arabella pudiera lanzar el agua, Fenwick tenía que romper nuestro escudo, y Ruth había enfurecido las llamas y... - Soltó aire por la boca y se frotó la cara, tratando de calmarse, porque se había acelerado al contarlo y hasta él se notaba inconexo, Alice no debía estar entendiendo la mitad de la historia. - Todo pasó tan rápido, había tantos focos que atender... No sé como Oly se dio cuenta, aparentemente era la más asustada de todos nosotros. Ni siquiera pude reaccionar, de repente se lanzó sobre mí, y yo no sabía qué había pasado, cuando quise darme cuenta estaba en el suelo... Y al mirar, vi la roca, y la viga de madera ardiendo. Se le había atrapado la túnica, por suerte fue la túnica y no la pierna, pero la tela ardió y por eso se hizo la quemadura... Creo, no lo sé, me levanté de un salto para romperle la túnica antes de que se siguiera quemando, no sé ni lo que vi ni lo que hice, no... No me daba tiempo a pensar. - Se notaba el corazón bombeando con violencia en su pecho, como si lo estuviera reviviendo todo.

    Se limpió las lágrimas con las manos con un sollozo y se permitió quedarse en silencio unos minutos, solo llorando su angustia. Tras estos, dijo. - Podría haberme caído a mí. - Miró a Alice. - Hacía una hora estábamos estudiando en la Torre de Astronomía, y de repente... Podía haberme caído una roca y una viga ardiendo encima. - ¿Así de volátil era la vida? ¿De verdad todos sus planes podían acabarse en cuestión de un chasquido? Bajó la mirada. - Ojalá pudiera olvidarme de todo lo que ha pasado. Ojalá pudiera... No saber que esta posibilidad existe. - Ojalá tuviera un botón en su cerebro que poder pulsar a conveniencia y olvidar aquello que le hacía daño, porque no quería obsesionarse y que no le dejara vivir. Se acurrucó con su novia y se dejó abrazar, y al notar el calor de su cuerpo con el suyo cerró los ojos y soltó aire por la boca, ahora sí, mucho más aliviado. - ¿Cuánto le quedan a los diez minutos? - Preguntó en un susurro, sin querer abrir los ojos, solo dejándose querer, como ella le había dicho, que era lo que más necesitaba en el mundo. Eso, y que esos diez minutos fueran eternos.
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    Dom Ene 16, 2022 11:31 am

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    CON Marcus EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    Tragó saliva, inspirando profundamente, cuando le dijo que estaba asustado. Ahora tenía que ser fuerte por él y sujetarle, era lo que necesitaba, pero le partía el corazón verle así. Fue muy difícil aguantar las lágrimas cuando empezó a relatar cómo había sido todo. Alice tenía mucho mucho miedo a la muerte, la había visto de cerca, vivía con su amenaza, y si llega a ver esa escena, hubiera sido incapaz de borrarla. Era una ventaja estar oyéndolo ahora que Marcus estaba allí, vivo, fuera de peligro, al alcance de su mano, para que pudiera acariciarle el pelo y la mejilla.

    Limpió sus lágrimas y besó su frente, dejándole expresarse, pero cuando dijo lo de la Torre de Astronomía tuvo que inspirar muy fuerte para no echarse a llorar también. Cerró los ojos y juntó la frente con la suya. — Por eso la tata dice siempre que no hay que tener miedo a la muerte sino a la vida no vivida. No sabes dónde puede encontrarte la muerte, esa es la verdad, y si te obsesionas con ello, no vives tampoco lo que te queda. — Ya podría ella aplicarse ese cuento, pero estaban hablando de Marcus ahora. — ¿Qué me pediste en el campo de lavandas en Pascua, y hace aún menos en el baño? Que te dijera que nos queda mucho por descubrir, por vivir, por disfrutar. ¿Y dónde estás ahora? Aquí, en mis brazos. — Dijo recolocándose para dejar que apoyara la cabeza en pecho y ella pudiera rodearle con los brazos, acariciándole la cabeza y la espalda.

    Inspiró y dejó un beso en su coronilla. — Cuando descubres la muerte, cuando la entiendes de verdad, al principio es horrible. Es una certeza con la que no habías tenido que vivir hasta el momento. Yo pensé que era una maldición. — Paró para contener el llanto. — Cuando mi madre murió, yo no me lo esperaba, pero porque me engañé a mí misma, no porque fuera de repente. Pero cuando acababa de morirse, me puse a pensar en la última vez que yo la recordaba bien de verdad. Y era un día en La Provenza. Ese día cogí un huevo de codorniz y se lo llevé, porque pensé que era de mentira y me hizo devolverlo al nido. Allí vi más huevitos y le dije toda emocionada que tenía hermanos, que se cuidarían los unos a los otros. Y recuerdo cómo se reía, cómo corrían detrás de mí sin ahogarse, cómo le daba el sol en aquel pelo tan oscurísimo… Qué viva se la veía. Y sé que ese día fue el que decidió que tendrían a Dylan, para no dejarme a mí sola. — Negó con la cabeza. — Y tú sabes que quiero a mi hermano más que nada en el mundo, pero siempre me he preguntado si no fue después de tenerle que empeoró lo que mi madre ya tenía y se condenó. Durante un tiempo, me obsesionó. — Le estrechó más en sus brazos. — Me preguntaba qué, en el universo, se había dado la vuelta para que mi madre se hubiera transformado de aquella mujer tan llena de vida y salud a lo que tú ya conociste, que era ella, pero con mucha menos energía. ¿Qué había pasado ese día para que todo cambiara a lo inevitable? — Suspiró. — Y la respuesta es tan esperanzadora como desesperante. Nada. Lo cierto es que nada nos separa del abismo. Lo bueno, es que no está tanto en nuestra mano como nos creemos, por lo tanto, podemos, entre comillas, despreocuparnos, y simplemente dedicarnos a vivir nuestra vida tal y como la vivió ella: haciendo lo correcto siempre, disfrutando del amor, de lo que la vida te ha dado y cuidando de los demás. Eso es exactamente lo que has hecho tú hoy, amor mío. No te exijas más a ti mismo. Y conocer la muerte no es una maldición, es un don. El don de valorar la vida y saber vivirla.

    Lo estrechó entre sus brazos y se rio a lo de los minutos. — Les queda la eternidad. — Rio un poco más y se puso a la altura de su rostro. — Mi amor, hoy has ayudado a salvar el colegio y has esquivado lo que podría haber sido fatal, y estás aquí conmigo. Deja de contar minutos. Quédate el tiempo que necesites, que necesitemos, simplemente estando juntos, agradeciendo nuestra suerte, que estamos juntos en la tierra, como me ha dicho Durrell. — Y volvió a besarle, para sentir esa vida, ese amor que les recorría. — Y prometámonos un futuro de descubrimientos, y alquimia, y viajes, y amor. Como cuando éramos pequeños. — Y volvió a sus labios, porque no había mejor forma de vivir la vida que besando a Marcus.

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    Dom Ene 16, 2022 1:34 pm

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    CON Alice EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    A Marcus la falta de control le obsesionaba y le ponía tenso, nervioso y enfadado. Sin embargo, empezaba a entender que Violet, y Alice al decirlo también, tenían razón. Más le valía vivir la vida que quería vivir, como quería vivirla, porque nunca sabías lo que te iba a suceder ni cuando sería. Y él quería una vida con Alice hasta el último minuto de su existencia, y eso pensaba tener, por ello viviría cada día. No iba a dejar que sus miedos, que sus boggarts, pudieran con él y le nublaran el camino.

    La miró a los ojos y asintió, con estos aún llenos de lágrimas, cuando le recordó sus propias palabras, refugiándose más en su abrazo sin decir nada. Lo único que quería era eso, sentirse abrazado y a salvo, estar con la persona que más quería en el mundo, solos y en silencio. Alice siempre había sido más sabia y madura que él, con su caos y su espíritu inquieto, pero tenía otra capacidad para ver las cosas, el era inteligencia y genio puro, pero había cosas que no sabía ver si estaban fuera de un libro. Su amor por ella había sido una de esas cosas durante mucho tiempo, y como funcionaba la vida real había sido otra. Ahora empezaba a comprenderlo, a madurar de verdad, y en gran parte era por tener a una persona como Alice a su lado. La anécdota que contó sobre su madre le hizo sonreír con ternura. - Tú y los niditos de pájaro. - Le dijo con dulzura, dejando una suave caricia con un dedo en su nariz, pero seguía perdiendo lágrimas, no lo podía evitar. Tragó saliva. Él también había oído esa hipótesis, la de que Janet había empeorado tras tener a Dylan, y el miedo se apoderaba de él de pensar que el hijo que tanto ansiaba tener algún día pudiera traer esa consecuencia en Alice. Pero Alice no era Janet, Alice nunca había dado visos de tener esa enfermedad, no la tenía, de hecho, la enfermera Durrell se lo dijo el día que estuvo en la enfermería.

    Lo peor es que ni siquiera este planteamiento ayudaba en nada, porque, efectivamente, no fue por Dylan, o por cualquier otra cosa, por lo que Janet perdió sus fuerzas. Tenía que aprender a vivir con que algunas cosas ocurren simplemente porque sí, porque tienen que ocurrir, y que obsesionarse con ello no lleva a ninguna parte. Su boggart le mostraba a un Marcus obsesionado con buscar una explicación y cambiar el curso de los acontecimientos, convencido de que su poder podría alterar la vida incluso, y Lex se lo dijo claro: tú no eres así. Desde que Marcus lo estaba pensando, su hermano se lo estaba repitiendo, y Lex conocía muy bien su manera de pensar, puede que mejor que ninguna otra persona porque veía su cabeza desde dentro. Lo dicho, no pensaba darle a ese boggart la razón, no pensaba dejarse vencer por él. Él no era ese Marcus.

    Se dejó estrechar por sus brazos y sonrió a la respuesta de Alice, refugiándose en ella. Sabía que no era así, que tarde o temprano tendría que salir de esa habitación y ver como estaban sus amigos, como estaba la sala común, pero... Era muy placentero refugiarse en que esos minutos serían eternos, y al igual que con la vida hasta que la muerte llegara, los pensaba aprovechar y disfrutar, no temer por cuando acabaran sino vivirlos como deseaba hacerlo: abrazado a Alice y dejándose querer, como ella le había dicho. Besó sus labios y se dedicó a prolongar ese beso todo lo que pudo, sintiéndose tan vivo como se sentía siempre que la besaba. Allí era donde mejor estaba en el mundo, acariciando sus labios. - Te lo prometo. - Susurró, pegando su frente con la suya, cuando detuvo el beso. - Te prometo el mejor taller de alquimia que se ha visto jamás, lleno de flores, frente al mar; te prometo todos los viajes del mundo, llenos de fiestas, de decoraciones bonitas hechas por nosotros y de comida. - Rio un poco a eso último. Sí, para Marcus era un punto a favor lo de la comida. - Te prometo descubrirlo todo contigo, y si lo hago sin ti, que seas la primera en saberlo. Siempre de la mano, nunca uno detrás del otro. - Volvió a besar sus labios y, al terminar, añadió. - Y te prometo todo mi amor y toda la felicidad que pueda darte. Por toda la eternidad. - Y todos sus besos, porque no había palabras que expresaran mejor que eso lo que sentía por ella.

    Había conseguido hacer los minutos eternos por estar en sus labios, besándolos, y notando como las lágrimas habían dejado de caer, si bien seguían surcando su rostro. En una de las veces que paró para tomar un poco de aire, volvió a toser, y luego suspiró, secándose la cara con las manos. - Perdón. Algo me dice que esto me va a durar unos días. - Ya se notaba un poco más recuperado psicológicamente, no tan destruido. Las palabras de Alice y sus besos eran más que curativos para él. Se removió un poco y la miró de frente, sonriendo y acariciando su pelo. - Así que... Has ejercido de prefecta en la sala común... - Comentó con tono orgulloso pero también un puntito bromista. Chasqueó la lengua. - Y yo me he perdido eso. - Rio un poco, pero se puso más serio para responder a todo lo que su novia le había contado antes y no había contestado. - Tienes que contarme eso de la huida, no me había parado a pensarlo. De hecho, cuando me vi en la torre, de repente sentí una punzada de pánico de pensar que te había mandado a la sala común, que todos estabais allí, y si el incendio se descontrolaba... - Sería una ratonera. Mejor no lo pensaba o se ponía mal otra vez. Respiró hondo y, recuperando un tono más alegre, la miró con los ojos entrecerrados. - ¿Cómo es eso de que contaste lo mío con las pruebas? - Empezó a hacerle cosquillas. - O sea, el prefecto dando la vida por vosotros y vosotros burlándoos de él. Te parecerá bonito. - Comentó entre risas, sin dejar de hacerle cosquillas, y besó sus labios de nuevo. - Ahora sí que pueden darme todos los círculos de fuego del mundo. - Comentó, sobrado. Definitivamente, se estaba recuperando.

    Suspiró. - Lex fue a la torre. Debió enterarse de que estaba yo allí y estaba muy alterado. - Frunció los labios, mirando a otra parte. - Se lo llevaron atado. Yo di la orden. - Giró los ojos hacia Alice. - Toda la vida escuchando que me parezco a mi padre... Hoy me he parecido tanto a mi madre que me ha dado miedo hasta a mí. - Bienvenido, Marcus Horner. Ah, maldita Eunice, tenía su voz metida en la cabeza. Tenía que contarle eso a Alice, de alguna manera lo haría... Mientras pensaba como abordarlo, continuó lo que estaba contando. - Me espera una buena bronca suya, pero le he pedido a Cedric que le diga de mi parte que esta noche voy a cenar con él. ¿Vienes con nosotros? - Ladeó la cabeza, pensativo. - Creo que tu presencia, o la tuya y la de Darren, podrían aliviarle bastante si viene cabreado y asustado... Aunque quizás quiera estar solo conmigo, como ahora hay un Lex nuevo no sé muy bien por donde me va a salir. - Comentó entre risas. Si eso era así, esperaba que a Alice no le importara que cenara con su hermano. Luego volvería con ella a la sala común, porque de verdad que necesitaba estar con su novia. - Después de cenar quiero estar un rato con Oly. - Echó aire por la boca. - De hecho, me siento un poco mal de no estar ahora con ella, después de lo que ha hecho por mí... Aunque está con Kyla, y algo me dice que prefiere estar con ella a estar conmigo. - Comentó entre risas. Se acomodó un poco más en el sofá, pensativo. - ¿Sabes? Cuando estaba con ella en la enfermería, estaba... Muy triste, más que nunca. Y era porque cree que no es digna de Kyla. - Arqueó una ceja y miró a Alice. - Me acababa de salvar la vida y se estaba planteando que era poca cosa para Kyla. A veces tenemos inseguridades absurdas... - Se encogió de hombros. - Y todo porque Arabella ha llegado y... Buah, ha contenido medio incendio ella sola, ha sido impresionante, pero como MUY impresionante, en serio. Luego te cuento. - Dijo con énfasis, resucitando por un momento al niño Marcus al que le brillaban los ojos cuando hablaba de los profesores. - Y el prefecto de Gryffindor ha bromeado con que se casaría con ella en ese momento, y Kyla le ha dicho que se pusiera a la cola... Ha sido apenas minutos antes de lo de la roca. Y Oly pensando que Kyla quería una Arabella en su vida y ella no llegaba. - Miró a su novia de frente y acarició su mejilla, bajando el tono a uno más tierno. - Y yo le he dicho que ella es luz, es tierna y buena, es ingeniosa y divertida. Es un soplo de aire fresco. Es aire y es fuego... Y que las personas como Kyla y como yo, no queremos a otro como nosotros, queremos a alguien como vosotras. Alguien que nos de la vida. Alguien a quien ayudar a poner los pies en la tierra, pero que nos haga volar con ellas. - Aseguró con una sonrisa amplia, pero acto seguido rodó los ojos. - Y Oly lo ha interpretado como que quería intercambio de parejas, pero solo si tú dabas permiso y con la condición de que te quedaras con Kyla porque yo no le iba a gustar. - Bufó. - De verdad, porque la quiero, ¿eh? Porque no se puede hablar con ella. - Pero claro, como no la iba a querer.
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    CON Marcus EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    Parpadeó para evitar llorar cuando le prometió todo eso. — Y tanto que vamos a tener ese taller. Está mirado el terreno y todo. — Dijo con una gran sonrisa. — Tengo hasta los peones para construirlo, se llaman William y Arnold, eficacia comprobada. — Y se rio solo de imaginarlo. — Mucha comida, por supuesto, superimportante. — Entrelazó la mano con la suya y dijo. — Siempre, pero me temo que te van a condecorar como héroe por lo del incendio, entre muchas otras cosas que te darán cuando nos graduemos. Pero gustosa me saltaré nuestra propia norma por un día para verte brillar delante de todos como te mereces. — Dijo de corazón. Y volvió dejarse llevar por sus besos.

    Cuando paró y tosió, ella frunció el ceño, pero luego respiró tranquila. — Esa tos suena mucho mejor. Lo raro sería que no tuvieras. — Apartó los rizos de su frente y le miró a los ojos. — Y esos ojos ya vuelven a ser los de mi Marcus. Los ojos más bonitos del mundo. — Dijo de corazón. — Teniendo en cuenta que te los transmutó el gran alquimista Lawrence O’Donnell, no me extraña que seas tan bonito. — Dijo rozando su nariz con la de él con cariño.

    Asintió a lo de ejercer de prefecta. — Uy sí. Pero a mi estilo. Ya sabes, tiré chispas, cegué todas las ventanas sin dejar margen a la democracia, me subí a una mesa… Pero tuvo efecto, desde luego. Es que no quería que estuvieran ahí agolpados o que cundiera el pánico, así que mandé a Amber arriba a vigilar la evolución del fuego y prohibí a todos los demás mirar. — Suspiró y miró el techo con lo de la huida. — Lo más sensato eras reunirnos allí, así que hiciste bien. Pero mi huida no era el mejor plan del mundo, y confiaba en que pararais el incendio, pero soy Ravenclaw, nunca me lo juego todo a una carta. Así que hablé con Corner y le puse a buscar todas las escobas posibles para poder salir volando por las ventanas y fue él el que me dijo que los del equipo bajarían en sus escobas a los de primero y segundo, porque con los nervios y el miedo podía ser peligroso para ellos. Pero solo lo sabíamos nosotros dos, Hills y dos del equipo, no quería asustar a todos, ya estaban bastante asustados. — Se rio con lo de La Provenza. — Pues es que Coraline justamente me pregunto por qué no hacías alquimia de fuego, y me vino muy bien para distraerles, porque aquello era un gallinero, y no quería que empezaran a hacer preguntas sobre lo que hacía Corner o cuando terminaría el incendio, porque no sabría contestar. — Rio y negó con la cabeza. — Estaban todos deleitados con la historia de su prefecto. Solo Creevey soltó una chulería de las suyas, pero ya sabes. — Se arrellanó un poco contra él y le apretó contra sí, porque necesitaba seguir sintiéndole allí.

    Escuchó lo de Lex y ladeó un poco la cabeza. — Bueno, es que tu madre es la más operativa de todos nosotros, y tú tenías que ser operativo hoy. Lex sabrá entenderlo, también es hijo de tu madre al fin y al cabo. — Asintió a lo que dijo de la cena. — Como vosotros lo queráis. — Dijo con cariño. Estaba encantada de que Lex y Marcus por fin hubieran llegado a un ten con ten, y si lo que necesitaban era tiempo de hermanos a solas, ella estaría encantada de dárselo.

    Rio a lo de Oly y dijo. — Te aseguro que Oly ahora mismo solo ve a una prefecta concreta. Y Kyla ni te cuento, es que no me ha dicho ni hola, en sus ojos solo ponía Olympia. — Dijo dando en uno de los ojos de Marcus. — Lewyn. — Y dio en el otro, con una risita. — Nunca voy a poder agradecerle suficiente lo que ha hecho por nosotros, pero sé que tú habrías hecho lo mismo por cualquiera de tus compañeros, tanto más por Oly. — Atendió a lo del fuego y notó como se le erizaban todos los pelos del cuerpo y le daba un escalofrío del miedo. — La jefa es única. ¿Cada cuanto se cambia el director de Hogwarts? Deberían ponerla a ella de inmediato, vaya. — Dijo de corazón. Rio un poco cuando contó lo de Kyla y suspiró al llegar a la parte de las inseguridades. — Si a mí me dijeron veces que no era suficiente o adecuada para ti, no quiero pensar las cosas que le habrán dicho a Oly en la vida, por muy optimista que ella sea. Y ellas tienen muchos más obstáculos que la inseguridad de una misma… — Miró a la nada pensando en su tía y Erin, tantos años separadas por el miedo a las reacciones. — Monica me dijo una vez que para las mujeres todo es más complicado, pero para ellas es solo el principio. Son dos mujeres, y Kyla es la hija del ministro… — Se rio y miró a Marcus. — Solo alguien tan optimista como Oly puede meterse en algo así. — Amplió la sonrisa cuando dijo lo del aire y el fuego y pasó los brazos por el cuello de su novio, poniéndose debajo de él. — Los cuatro elementos forman la vida, y la vida siempre se abre paso. Que nos lo digan a nosotros. Ellas lo conseguirán también.

    Lo del intercambio de parejas la hizo reír. — Es que no se puede con ella, en cuanto te despistas ya te ha metido en alguna de las suyas. — Y dejó la risa salir un poco más que falta les hacía. Luego volvió a sus labios besándole con delicadeza. — Pero yo no cambio el oro por el cobre, Marcus O’Donnell, parece que no me conoces. — Volvió a besarle, envolviéndole con sus brazos. — Soy la mujer más afortunada del mundo, y soy lo suficientemente inteligente como para disfrutar a tope del mejor regalo que me ha dado la vida para siempre. — Buscó su lengua acariciando sus rizos. — Mi amado es mío y yo soy suya, ya te lo dije en La Provenza. — Evocar La Provenza siempre era providencial para levantar los ánimos, y Merlín sabía que les hacía falta después de hablar de cosas tan oscuras.


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    Dom Ene 16, 2022 9:08 pm

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    CON Alice EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    No pudo evitar soltar una carcajada con lo de los peones. Por eso necesitaba esos minutos con Alice, no solo para que le diera vapores y cariño, sino porque conseguía quitarle los miedos a base de hacerle reír. No había hechizo tan fuerte en el mundo como el efecto que Alice tenía sobre él. - ¿Héroe? - Preguntó, mirándola con las cejas arqueadas. Chasqueó la lengua. - No te voy a negar que no me encantaría. Ya sabes que me gusta mucho eso de tener público. - Bromeó con tono de superioridad, riendo después. - Pero ¿qué me dices de tu actuación? - Se removió un poco para mirarla de frente, con una amplia sonrisa de admiración. - Alice, te lo digo totalmente en serio, no porque sea tu novio, te lo diría igual si fueras una desconocida. Lo de la enfermería ha sido impresionante. Los prefectos derivaban a los alumnos a tus cuidados con la misma tranquilidad con la que derivaban a Durrell, has curado a mucha gente, y sin perder la calma ni la sonrisa. Cuando me estabas atendiendo a mí, me sentía con una enfermera de verdad, y no con otra alumna del castillo. No quería ni acercarme por no interrumpirte. - Comentó entre risas de nuevo. Colocó las manos en sus mejillas y dijo. - Vas a ser la mejor enfermera del universo. Y alquimista, además. No sé qué he hecho para tener tanta suerte. - La besó, lleno de orgullo y felicidad. Siempre había tenido a Alice en una estima altísima, pero no dejaba de sorprenderle a cada día que pasaba.

    Rodó los ojos después de que ella se los alabara, disimulando como se derretía cada vez que Alice le hacía esos gestos cariñosos. - Sois todos muy graciosos. Para un niño alquimista no era tan descabellado pensar que podía haber sido creado en el taller, ¿sabes? - Respondió todo digno. - Y hubiera sido un muy épico inicio vital para mí, quedaría estupendo en mis memorias. - Siguió, ya sin poder evitar reír él también. La rodeó con sus brazos mientras ella le contaba como había ejercido de prefecta "a su estilo"... Y tuvo que disimular de nuevo, poniendo una expresión de artificial tranquilidad y orgullo con una sonrisa tensa. Madre mía, chispas en mitad del caos, cegar las ventanas... Se estaba imaginando el gallinero y los métodos cuestionablemente ortodoxos de Alice y se estaba alegrando muchísimo de no haber estado presente. Pero bueno, todo había salido bien (creía, aún no había pisado la sala común), y Alice no tenía por qué saber manejar eso. Demasiado bien lo había hecho y luego, además, se había ido a atender a la enfermería. Eso sí, el plan de huida le dejó ciertamente impresionado. - Wow. Muy buena resolución Alice Gallia. - Ahora se moría de ganas por ver a sus amigos y darles un abrazo, y comprobar que todos sus compañeros de Ravenclaw estaban bien. Mucho humo debía haber tragado y mucho miedo debía haber pasado porque hasta a Creevey tenía ganas de verle. Rio un poco. - Algo me dice que en unos años seremos compañeros de profesión de Coraline. - La chica apuntaba maneras de alquimista solo por su interés en el tema. Suspiró. - Me da que solo los alquimistas de fuego pueden hacer eso, pero ojalá hubiera sido tan poderoso como para contener el incendio con un círculo de transmutación. -

    Rio cuando Alice apuntó sus ojos, hablando de lo único que ocupaban los de Kyla. Sí, de eso estaba convencido él también. Suspiró, negando. - La gente no tiene ni idea. - Aseguró. La de gente que le habría dicho cosas a Alice y a Olympia... Eso le recordó su conversación con Eunice otra vez, como la chica insinuaba que Alice era poco para él. Apretó la mandíbula. Lo recordaba y se enfadaba de nuevo. Echó aire por la nariz. - A veces echo de menos a Monica, a Howard y a Anne... - Se veía tan lejano cuando ellos estudiaban allí. Se sentían tan protegidos cuando estaban, y cuando Marcus pensaba en ellos les percibía mucho mayores y seguros de lo que era él en esos momentos, aunque tenían la misma edad que ellos. De hecho, Marcus era ahora mayor de lo que ellos eran cuando les conoció. Rio un poco. - Desde luego, solo a Oly se le ocurre. - Bromeó. - Pero Kyla merece a alguien así en su vida. - Cuando la conoció estaba muy sola, parecía temerosa de relacionarse con la gente, y desde luego era mucho menos agradable al trato. Se complementaban a la perfección. - Sí que lo conseguirán. -

    Rio un poco, entre sus besos, y soltó un suspiro de falso alivio. - Genial, no das permiso entonces. ¿Puedes ir a comunicárselo? A mí no me cree. - Bromeó. Se acercó a ella y se perdió en sus besos. - Yo soy tuyo, Alice Gallia. - Susurró de vuelta, en sus brazos, besándola. Él sí que se sentía el hombre más afortunado del mundo... Y no se iba a quedar tranquilo hasta que no contara eso que le cabreaba cada vez que acudía a su mente. Detuvo los besos y suspiró. - Hay una cosa más. - Negó, rodando los ojos a otra parte con desaprobación. - Dudaba si contártelo o no porque no creo que aporte nada, pero... Ya me conoces, no se me va a pasar el cabreo hasta que no lo suelte. - Era la pura verdad. - Mientras estábamos en la enfermería, en uno de los momentos en los que seguías atendiendo gente y yo... No sé, ha habido un momento en que sentía que estaba dando vueltas en círculo, no sé qué estaba haciendo. - Después de llegar a la enfermería se había aturdido mucho, tenía recuerdos borrosos. - Eunice me llamó desde la puerta para que saliera. Fue después de que la Profesora Hawkins confirmara que el incendio se había extinguido, así que pensé que quería decirme algo importante, y yo quería preguntarle como había ido allí arriba, porque la dejé allí para llevar a Oly a la enfermería. - Soltó aire por la nariz y tensó la mandíbula, no mirando a Alice. Si la miraba, se iba a enfadar más. - Apenas me preguntó por su compañera herida, claramente no era eso de lo que venía a hablar, ni de lo del incendio... - No sabía cómo abordar aquello. Se mojó los labios y ya sí, miró a su novia. - Te aseguro, te prometo, que en todo momento le dejé muy clara cual era mi posición y cual era la suya. - Retiró la mirada de nuevo, arqueando una ceja. - Pero, en resumidas cuentas, me confesó que querría haber tenido algo con Lex y que, en vistas de que con él no iba a tener opciones, ahora lo quería conmigo. - Bufó despectivamente. Es que aún no daba crédito. - La única mujer de mi vida eres tú, no es solo que mantenga mi lealtad hacia ti como mi novia que eres, o que ni en sueños tendría nada con una persona como Eunice que ha demostrado tener poca calidad humana, por decirlo suavemente. Es que solo te quiero a ti, y solo te voy a querer a ti siempre, no voy a... No, es que eso no va a pasar. - Soltó aire por la nariz. - Perdona, no quería decírtelo y enfadarte... Pero quería que lo supieras. No quería que alguien nos viera hablando, o que ella fuera diciendo a saber qué mentira por ahí, y llegara a tus oídos y lo malinterpretaras. Te puedo asegurar que la conversación no llegó a durar cinco minutos. Ah... Y también le dije que tú no merecías ser tratada así por ella, después de la ayuda que le diste con Layne. - El cual, según ella, me la tiene jurada, dicho sea de paso. Bueno, eso lo había interpretado como una manera burda de meterle miedo, no pensaba darle mucho pábulo.
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    Dom Ene 16, 2022 10:47 pm

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    CON Marcus EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    Se encogió de hombros y frunció el ceño. — ¿Mi actuación? Yo solo he ayudado a Durrell, Marcus, no me la he jugado por todo el colegio. — Rio y negó con la cabeza, besándole brevemente. — Eso de sin perder la calma es cuestionable. Cuando le he colocado el hombro a Reginald casi me da algo, y al ver el corte de Lorraine… ¡Oh! Eso no te lo he dicho. He curado a la hermana de Maggie Geller. Se parece bastante a ella, pero no he caído hasta que me lo ha dicho. Tenía un tajo impresionante en el brazo, pero se lo he cerrado en tres Episkeys. Durrell ha dicho que mejor hacerlo en dos, pero no me veía capaz de lanzarlo con precisión solo en dos en un corte tan grande. ¿Ves? — Rio y negó con la cabeza. — Me falta mucho por aprender, pero tú me miras con muy buenos ojos. Esos ojos de niño alquimista que quería ser creado en un taller. — Y se rio apoyando su frente con la de él. — Y yo sí que tengo suerte contigo. Y hablando de suerte. No sigas tentándola diciendo cosas así o no te voy a dejar salir de esta sala en bastante más de diez minutos.

    Se encogió de hombros a lo de la resolución. — Solo me alegro de no haber tenido que hacerlo. No sé yo si hubiésemos sido capaces, estaba por pedirle a Corner que me bajara a mí también, que abulto lo mismo que una de primero. — Y volvió a reírse. Oh, qué paz, poder simplemente disfrutar de aquellos preciosos minutos. Asintió a lo de Coraline y le miró con cariño. — Mi amor, si te llegan a pedir que lo hagas, sé que hubieras sabido usar la alquimia por salvarnos a todos. No me cabe duda, vaya.

    Puso una sonrisa ladeada y triste. — Estaría bien tener referencias como ellos toda la vida. Pero igual cuando salgamos de aquí lo siguen siendo. Y tú lo eres para mucha gente aquí, Marcus. Mayores y pequeños. — Le aseguró. — Entre ellos Olympia, y te aseguro que Kyla también, aunque seáis demasiado orgullosos los dos para deciros esas cosas. — Movió la cabeza a ambos lados. — Y difícil lo van a tener. Como nuestras tías, como tu hermano y Darren… — Se acurrucó un poco más con él. — Pero nos van a tener a nosotros, eso seguro. — Y eso, en un día como aquel, era algo que celebrar fuertemente.

    Se tuvo que volver a reír a carcajadas cuando dijo lo del permiso, por el tono de su novio. Qué tonto era y como la hacía reír. — Y yo tuya, Marcus O’Donnell. — Le susurró entre besos y caricias. Pero entonces dijo que tenía que contarle algo, y le vio la cara de mosqueo. A ver quién se ha saltado qué norma, pensó. O quién se había metido con ella, o había dicho algo que había descuadrado su esquema de perfección. Como si no le conociera. Le miró, escuchándole dar el contexto, porque Marcus todo lo tenía que contextualizar adecuadamente.

    Solo a Marcus podía parecerle reseñable que Eunice no se preocupara casi por su compañera, pero ese no podía ser todo el cabreo. Cuando habló de lo de las posiciones alzó la ceja, y cuando oyó lo de Lex ya se imaginó por dónde iban los tiros, alzando una ceja. La verdad es que no quería reírse delante de su pobre novio, que bastante mal lo había pasado ya aquella tarde. Suspiró y negó con la cabeza. — Hay gente que no aprende. Supongo que por eso no es Ravenclaw. — Y no pudo evitar soltar una risita. Sonrió ante aquel discurso tan bonito sobre que ella era la mujer de su vida y se limitó a mirarle desde su posición, acariciando con deleite sus rizos. — ¿Perdona por qué? Ni que te hubieras lanzado tú encima de ella. — Se encogió de hombros y entornó los ojos. — Mi amor, si es que no puedo ni culparla por intentarlo. ¿Que es desconsiderado para con la pareja de la persona en cuestión? Pues sí, pero no lo ha hecho por hacerme daño a mí, te tenía el ojo echado desde hace tiempo, y allí arriba lo habéis pasado todos muy mal. Ya lo ha dicho Ethan. Está desesperada por echarle el guante a alguien desde lo de Layne, y ya me confesó en su momento que le gustabas un montón. — Inspiró y amplió la sonrisa. — Mira, si tuviera que enfadarme con todas las mujeres y hombres que te ponen el ojo encima, viviría en una agonía. — Le dio un piquito. — Podrían venir todos a ti, que yo siempre estaría segura de que no tienen nada que hacer. — Rio y negó con la cabeza. — ¿Te acuerdas de cuando volvimos al pasillo en noviembre? Esa noche, mientras lo hacíamos después de seis meses sin tocarnos… Supe que eras el único en mi vida. Lo tuve claro como el día. Que nunca, nadie, me tendría como me estabas teniendo tú en ese momento. Y sé que tu te sientes igual, porque no solo lo dices, lo demuestras. — Se encogió de hombros y alzó las cejas. — Es que no importa nada más. Es que nadie más puede entenderlo. — Le acarició la mejilla. — No te enfades con la gente que no tiene lo que tenemos nosotros y lo busca desesperadamente. Pero gracias por contármelo, has hecho bien. — Negó con la cabeza poniendo una expresión triste. — No se trata de merecer. Yo hice lo que había que hacer. Lo que ella haga o piense de mí… Es problema suyo. Cumplí con mi parte y ella también, y el hecho es que yo tengo lo que ella no. — Se acercó a su rostro. — Al prefecto O’Donnell, para siempre a mi lado. — Se dejó caer de nuevo. — Aunque ahora solo pueda ser mío diez minutos que se están acabando.



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    Dom Ene 16, 2022 11:45 pm

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    CON Alice EN Torre de astronomía EL 30 de abril de 2002
    Abrió los ojos, parpadeando varias veces. - ¿Que le has colocado el hombro a un alumno? - Abrió la boca ligeramente, sorprendido, y luego se le escapó una carcajada sarcástica. - Te puedo asegurar que, por muy buen espíritu de ayuda a Durrell que yo hubiera tenido, no hubiese sido capaz de hacer eso. - Él era más de dar órdenes, tomar decisiones y lanzarle Desmaius a alumnos entrometidos. Ahora se sentía hasta mal de pensar que le había mandado a Alice más enfermos que atender. Lo que también le sorprendió fue lo que comentó después. - ¡Oh, Lorraine! Es una chica muy tímida pero muy simpática, la conozco. - Obviamente, Maggie se la había presentado, y Marcus tenía que llevarse bien con todos los niños del castillo. Siseó con una expresión de dolor, y cuando Alice acabó su historia volvió a soltar una risa leve. - Lo siento, Alice Gallia, no vas a convencerme de que no eres la mejor enfermera del mundo. Sí, claro que te queda mucho que aprender, te recuerdo que tienes cero formación en enfermería y, aún así, ¡mira! Salvando la vida de los alumnos. - Porque para Marcus recolocar un hombro y curar un tajo (y atender a Ethan, que solo eso ya sí que tenía mérito) era salvar vidas. Lo mantendría ante cualquiera que se lo preguntase. - Eso es de ser la mejor, indudablemente. -

    Rio un poco y suspiró, acariciando su nariz con la de ella. - Qué más quisiera yo que hacer una de esas cosas que según mi lista tanto me gustan. - Dijo con voz melosa, dejando un beso en sus labios. - Pero puede que muera en el proceso. Me estoy preguntando seriamente como voy a levantarme de aquí. - Comentó entre risas, si bien estas sonaban hasta tristes. Qué cansado estaba, y qué noche le quedaba por delante. Algo le decía que hoy no se iba a acostar hasta la madrugada. Sonrió de lado, recordando con cariño a sus primeros prefectos. El año pasado, cuando se encontraron con Monica y Anne, la primera le dijo que Howard había sido destinado a Estados Unidos, así que había perdido un poco la esperanza de volver a encontrarse con él. Anne, sin embargo, era alquimista, por lo que esperaba incluso trabajar con ella. Le apetecía muchísimo. Rio un poco. - Tengo fama de orgulloso, pero le digo cosas buenas a Kyla con más frecuencia de lo que parece. - Encogió un hombro. - Y ella a mí también, a su manera, pero lo hace. -Sí que lo iban a tener difícil, pero Marcus pensaba apostar por ellas todo lo que hiciera falta, como por su hermano y Darren. El amor y la felicidad estaban por encima de cualquier premisa absurda.

    Alice se lo había tomado mucho mejor de lo que él temía, porque hasta se rio. Ya, pues a él aún le duraba el mal cuerpo, no le veía la gracia. La miró con los ojos muy abiertos. ¿Que no podía culparla? ¡Pues él sí! Era una falta de respeto hacia él, hacia Alice, y hacia los dos como pareja, y hasta hacia sí misma por rebajarse así, a meterse entre dos personas que se amaban. Echó aire por la nariz, pero siguió escuchando a su novia. Chistó. - Venga, ni que le gustara yo ahora a todo el castillo... - Contestó, un tanto azorado. Pero su recuerdo de la noche en el pasillo le rebajó considerablemente el mosqueo e hizo que mirara a su novia a los ojos, escuchando con atención. Sonrió. - Sí que me siento igual. - Negó, con una sonrisa. - Yo también supe esa noche que jamás habría otra. - Y en esos momentos estaba convencido de que Alice no le iba a corresponder, y no sabía cómo iba a hacerlo el resto de su vida, si se casaría con otra mujer o viviría dedicado a la alquimia, pero sí sabía que su corazón lo tendría Alice para siempre. Suspiró cuando le dijo que no se enfadara. Lo intentaría, pero Marcus no llevaba nada bien la descortesía y las faltas de respeto, sobre todo contra alguien a quien quería tantísimo.

    La miró de nuevo y sonrió, arrellanándose a su lado. - Siempre seré tu prefecto. Y siempre seré tuyo. - Dejó un beso breve en sus labios. - Y tú mi alumna díscola. - Besó su nariz. - Que en el fondo se le da muy bien ser prefecta. -Besó su mejilla derecha. - Y que va a ser la mejor enfermera. - Besó la izquierda. - Y la mejor alquimista. - Besó su frente. - De toda la eternidad. - Besó sus labios otra vez, pero esta vez más detenidamente. Eso sí, soltó un gruñido perezoso cuando dijo que sus minutos se acababan, dejando caer la cabeza en el sofá lastimeramente. Abrió los ojos de nuevo y acarició su mejilla. - ¿Sabes? Siempre pensamos que seríamos como nuestros padres... Como Arnold y William, eternamente amigos, eternamente Ravenclaws. - Se incorporó un poco, mirándola con una sonrisa de lado, muy orgulloso de lo que iba a decir. - Pero somos como nuestras madres. Yo lo he demostrado hoy, otra vez... Y tú... - Acarició su mejilla. - Cada día te pareces más a ella. Eres tan buena como ella. Eres una luz, Alice Gallia. - La abrazó y susurró en su oído. - Te quiero. -

    Se separó, con un suspiro, y antes de que le diera más pereza se puso de pie. - Ya sí que no puedo demorarme más, que miedo me da encontrarme la sala común en llamas también. - Bromeó (solo en parte). Le dio la mano y se dirigió a la puerta. - Además, tengo ganas de ver a nuestros amigos. - También había temido por ellos, y sabía que era recíproco. Puso una sonrisilla bromista y, con la mano en el pomo de la puerta, miró a Alice y dijo. - ¿Quién crees que se lanzará a mis brazos primero? ¿Hills, Beverly o Creevey? - Rio con ganas y, apretando con cariño la mano de su novia, salió de la sala. El castillo le esperaba.
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