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    Alchemist
    Freyja
    Alchemist
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    Vie Ene 28, 2022 6:56 pm

    Fuera de juego
    CON Alice EN Campo de quidditch EL 18 de mayo
    - Si estuviera aquí mi padre, estaría diciendo algo así como “¿veis esa parábola que acaba de hacer la bludger después de ser golpeada? No es casual, sigue unas proyecciones naturales”. – Comentó, riendo con sus amigos. Estaba allí junto a Alice, Sean y Donna, porque a Hillary le había dado un ataque de los suyos y necesitaba encerrarse en la biblioteca a estudiar, aprovechando ahora que iba a haber poca gente. Desde luego que él también preferiría estar estudiando, porque tenían los exámenes a la vuelta de la esquina. Pero también estaba a la vuelta de la esquina el final de la liga de quidditch y ese partido era decisivo. No podía perderse un Ravenclaw contra Slytherin porque, en primer lugar, tenía que ser un hermano que apoyaba, y, en segundo, tenía que mostrar su apoyo a su equipo como prefecto de Ravenclaw. Efectivamente, ninguno de los dos motivos era que le interesase lo más mínimo el quidditch.

    - Tío, ¿cuánto va a durar esto? Es infinito, macho. – Se quejó Sean. Donna estaba mucho más atenta. – Eso es porque no lo estás siguiendo. Es de los más interesantes que he visto en mi etapa aquí. – Comentó la chica. Marcus miró a Alice desde su posición con cara de aburrimiento, echando la cabeza hacia atrás y llevándose un par de palomitas de maíz a la boca. Al menos estaba comiendo. – Llevamos aquí una hora y aún no ha pasado nada. – Insistió su amigo. – A ver, nada nada, tampoco. – Comentó Marcus, que había puesto el tobillo de una pierna sobre la rodilla de la otra, retrepado y con la espalda dejada de caer sobre el hombro de su novia. – Los golpeadores le han dado a las bludgers, los cazadores han metido tantos, los buscadores siguen buscando la snitch… - Ironizó, mirando a Alice con una sonrisilla de superioridad moral mientras masticaba. Porque el deporte, en general, le parecía una suma pérdida de tiempo, sobre todo con la de cosas que tenían ellos que hacer. Pero había puesto el chip de que tenía que aprovechar ese rato para descansar del estudio, que le quedaba demasiado por delante antes de los EXTASIS.

    Donna suspiró. – A ver, almas de cántaro: el marcador va igualadísimo, los buscadores han estado a punto de atrapar la snitch varias veces pero al verla al mismo tiempo se les ha acabado escapando. Los guardianes son buenísimos, han hecho un montón de paradones. Corner está que se sale. – Ya sabemos en lo que se sale... - Bromeó Sean, y Marcus le secundó, pero Donna le dio un tortazo en el brazo que casi le hace tirar las palomitas. - ¡Eh! Que la broma no la he hecho yo. – Tu hermano ha metido ocho tantos. Ha sido al único al que no le han parado nada. - Respondió ella, ignorando su queja. Marcus se extrañó. - ¿Y eso te alegra? A mí vale, pero tú deberías de ir con Ravenclaw. - ¡Y voy con Ravenclaw! Evans tiene mucha más vista que el buscador de Slytherin, que es el peor jugador del equipo con diferencia. Os apuesto lo que queráis a que para el año que viene no lo van a convocar. – Marcus rodó los ojos hacia Alice desde su posición y murmuró. – Qué pena que nos lo vamos a perder. – En verdad le daba pena hablar del año que viene, pero desde luego que el quidditch no tenía nada que ver ahí. – Ah, y Creevey ha estado a punto de reventarle la cara a Lyevin con una bludger. – Continuó Donna, y a Marcus se le escapó una risita de garganta que trató de disimular con una tos. Mejor tenían la fiesta en paz, que ese tipo seguía cayéndole bien a su novia.

    Por si lo de la tos no hubiera colado del todo, echó un vistazo por las gradas hasta encontrar el elemento perfecto para cambiar de tema. – Desde luego que mi hermano tiene como para estar animado. – Dijo señalando hacia las gradas de Hufflepuff. Allí estaba Darren, de pie y motivadísimo, con lo que debía estar viendo hasta Hillary desde la biblioteca, porque llevaba una pancarta más grande, colorida y exagerada que la que le hubiera hecho él a su hermano en cuatro. – Seguro que a él no se la tira a la cabeza como me hizo a mí. – Sean se rio. – Hombre, como que tú no le das lo que le da Millestone a tu hermano. – Ugh. – Respondió Marcus a eso, exagerando la expresión de asco. – Mira, menos quejas, que bendito Millestone. Casi hace que tu hermano parezca un ser humano normal. Y vuelvo a repetir que está siendo el mayor goleador de Slytherin en este partido. – Insistió Donna, que no perdía la vista de las escobas que iban a toda velocidad. Sean intentó enfocar el partido con cara rara. – Yo no sé ni cómo les distingues. Siete años aquí y yo solo veo borrones, ni siquiera sé cuál es mi equipo. - ¿Tu no eras de Gryffindor, Sean? – Aprovechó Marcus para picarle, entre risas, lo cual provocó una carcajada de las dos chicas. – Ja-ja, graciosísimo el prefecto. A ver si vas a acabar con las palomitas por sombrero. – El quidditch te vuelve agresivo, Hastings. – Contestó con chulería, retrepándose aún más sobre el costado de su novia y comiendo palomitas.

    - Mira, eso sí que se ve bien. – Volvió a señalar Marcus en dirección a las gradas de Hufflepuff, mirando a Alice. Sobre los hombros de Darren estaba Dylan, otro con pancarta aunque mucho más discreta, claramente animando a Lex. Marcus bufó. – Ahora resulta que se nos ha vendido a Slytherin. Ya hablaré yo con el renacuajo ese. – Contestó, como si a él le importara lo más mínimo el resultado del partido. De repente todo el campo prorrumpió en ovaciones escandalosas, considerablemente más ruidosas en la grada en la que ellos estaban, que le hicieron incorporarse. – Oh, venga ya, al final después de una hora aquí me he perdido lo que ha pasado. - ¡Que Evans ha cogido la snitch! ¡Os lo dije! ¡¡HEMOS GANADO!! – Bramó Donna, que estaba de pie y gritando alegre como la que más. – Anda, Marcus, tu futuro sustituto es bueno en algo en lo que tú no. – Dijo Sean entre risas, las cuales Marcus respondió con burla exagerada. Aplaudió comedidamente, pero Sean insistía en hablar a pesar de que apenas era audible entre tanto bramido de victoria en sus gradas. – ¿Cómo crees que le va a sentar al O’Donnell máximo goleador del partido haber perdido? – Marcus hizo una mueca y contestó sin dudarlo. – Mal. – Sí, Lex iba a estar que mordía ese día, así que mejor no acercarse mucho. Le daría sus condolencias prudentemente.

    Entre el griterío y la algarabía no se veía nada, la gente estaba eufórica, y eso que Ravenclaw no era la casa más forofa al quidditch de todo Hogwarts (los Gryffindor eran MUY pesados, sin ir más lejos). Como Donna estaba tan entregada y a Marcus aún le quedaban palomitas, esperaron sentados a que el gentío se fuera disipando antes de irse. Llegó un momento en que la situación era un poco más factible, pero justo cuando se estaban levantando escuchó a Donna gritar. - ¡El héroe del partido! ¡Enhorabuena, Evans! – Marcus se giró y vio que el chico, medio asfixiado tras el ejercicio y la posterior subida de gradas, sonreía agradecido a Donna. Sin embargo, parecía bastante preocupado. – Prefecto O’Donnell. – Marcus le revolvió los rizos (se arrepintió automáticamente, porque estaba sudando) y le felicitó. – Enhorabuena, tío. Menudo partidazo… - Es tu hermano. Y algunos del equipo. – Marcus frunció el ceño extrañado, pero la cara de miedo del chico no le gustaba nada. Entre el resuello, añadió. – Se están peleando. – Eso sí que le cambió la cara. Alzó la mirada al campo y comprobó con espanto como se había formado un tumulto entre varios jugadores de los dos equipos. Su hermano entre ellos. Y el quemasangres de Creevey, también. – Mierda. – Masculló, corriendo escaleras abajo. - ¡Gracias, Colin! – Gritó mientras bajaba a toda velocidad.
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    Sáb Ene 29, 2022 4:16 am

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    CON Alice EN Campo de quidditch EL 18 de mayo
    — Sería alucinante aplicar la aritmancia aquí. ¿Crees que si traemos un transportador de ángulos… ? — Pero claramente nadie más que su novio le iba a seguir el rollo con lo de la aritmancia, así que no terminó ni el razonamiento. Menudos Ravenclaws estáis hechos, pensó con desdén, y se limitó a buscar a su cuñado entre los borrones voladores. Rio, recibiendo a su novio sobre su hombro y acariciando distraídamente los rizos de su nuca, mientras entornaba los ojos. Sean siempre había sido bastante cenizo, pero desde la pelea con Hillary, lo estaba especialmente, y Donna activaba el modo quidditch y de ahí no la escabas. — Mira qué pendiente estaba ella del guardián. — Dijo con tonillo, ignorando el elaboradísimo discurso de su amiga. Cuando dijo lo del buscador, Alice miró a Marcus. — Hasan era buscador, ¿no? ¿O no? ¿No era de los que hacen cosas importantes? Seguro que no han podido encontrar uno como él. — Eso sí, rio a lo que Creevey y se mordió el labio. — Vaya mala leche tiene el tío. Y Lyevin flipando, obvio, no se debe creer que un crío tan pequeño le dé semejante turra. — Y se rio solo de pensarlo.

    Miró a Darren y su hermano y suspiró con una sonrisa. — Lo que no consiga Darren, mi amor… — Y Donna estaba de acuerdo con ella, claro. Se le escapó una carcajada fuerte a lo de Gryffindor y le dio en el hombro a su amigo. — Venga, no seas picón, que ha sido una buena broma. — Pero Sean ni contestó y se apoyó sobre sus manos. Sonrió a lo de su hermano y dijo. — No se vende, él es que es Hufflepuff, e hijo de mi madre, todos tiene hueco en su corazón y derecho a ser animados. — Seguro que lo sentía así, si le conocería ella. Su madre siempre que había un equipo ganador y otra perdedor en algo, tenía pena con el que perdía.

    Y así como si nada, de repente se acabó todo. Si es que el quidditch estaba mal pensado. — ¿Que ha ganado Ravenclaw? Pero si Lex había marcado no sé cuántos tantos. Ya pero la snitch son ciento cincuenta puntos. — Dijo Donna saltando de alegría. Ella se inclinó al oído de Marcus. — Definitivamente, mal pensado. — Porque a ver, ¿entonces para qué hacían nada los cazadores? No, que no le encontraba la lógica y ya está. Peor oyó lo que dijo Sean y sí, le venían flashbacks de cuarto y la tremenda bronca con Lex, y casi le daban ganas de huir y salir corriendo. No obstante, no lo iban a comprobar hasta dentro de un rato, porque parecía más inteligente esperar a que salieran todos y, probablemente, esperar a que Darren calmase las aguas.

    Entonces subió el pobre Colin, que estaba agotado y rojísimo. Se pusieron a felicitarle, pero Alice se dio cuenta de que no traía mala cara. Cuando dijo lo de “es tu hermano” le saltó el estómago. Claro, si es que ya lo estaba diciendo ella, que le estaba recordando a cuarto aquello, y si no la había tenido con Marcus, la iba a tener con otro. Y encima Creevey rebotado por perder también por allí… Se puso en pie, dispuesta a bajar detrás de Marcus, pero Colin le puso una mano por delante. — Gal, igual… No bajes. — Ella le miró con el ceño fruncido, y el chico tragó saliva, con un claro debate interno. — Es que… Está por ahí Hughes… Empeorándolo todo. — Qué mono era. Alice ladeó la sonrisa y le apretó el hombro. — Colin, Hughes no puede hacerme nada, ¿vale? Ya no. No lo va a hacer. — Pero Sean y Donna la miraban preocupados también. — Sean, tú quédate con Donna, ¿vale? Pero yo tengo que bajar. Que Lex también es mi familia, y Marcus necesita equilibrio si Hughes está ahí.Pues no sé, Gal. Cuando dice barbaridades de las suyas sobre ti, es cuando Marcus pierde los papeles… — Dijo Sean, inseguro. — Sí, y las va a decir igualmente, porque él también lo sabe. Mejor que me tenga a mí ahí, viendo que no pasa nada, que lo que importa es que Lex y él estén bien. — Tomó suavemente del brazo a Colin, manteniendo un tono tranquilo. — Pero mejor quedaos aquí, no agobiemos más a Lex. — Miró al chico y avanzó. — Vamos, Colin. A ver qué nos encontramos.

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    Sáb Ene 29, 2022 11:31 pm

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    CON Alice EN Campo de quidditch EL 18 de mayo
    Bajó las gradas bastante rápido, dejando atrás a los demás, y caminando por el campo a grandes zancadas. Tanto fue así que Corner le vio, abrió mucho los ojos y trotó hacia él. - Wow, wow, wow. - Le detuvo, poniéndole ambas manos en el pecho e interponiéndose en su camino. Marcus seguía estirando el cuello para ver qué pasaba. - Déjame a mí. Ya está Eunice, que es la capitana de Slytherin, y estoy yo, que soy el de Ravenclaw. Es mejor que... - Y yo soy prefecto. – Cortó, mirándole muy serio. - Y ese es mi hermano. – Esta Hughes ahí. - No se anduvo con rodeos. A estas alturas, todo el castillo sabía ya lo que había pasado entre Layne y él. - Y ya sabes que tu hermano se altera y... - Pero, en lo que trataba de distinguir quienes estaban, vio a otros dos acercarse. Abrió los ojos. No, no, eso sí que no. - ¿Quieres ayudar? – Le preguntó a Andrew, que parpadeó, confuso. - Coge al hermano de Alice y llévatelo de aquí. – ¿Qué? Pero... - Empezó el otro, pero Marcus pasó de largo. Estaba viendo a Darren acercarse con Dylan al tumulto y, si realmente era una pelea, no quería que el niño la presenciara. - ¡Marcus! ¡Que yo soy capitán de quidditch, el prefecto eres tú! ¡Debería ser al revés! - Le bramó el otro, pero Marcus no admitía negociaciones ahí. Ya iba de camino a la pelea.

    Llegó justo cuando Darren y Dylan se acercaba. Les miró y dijo al chico. - Colega, ve con mi amigo Corner, que te va a enseñar su brazalete de capitán. – Darren y Dylan se detuvieron en seco, el primero un tanto aturdido, el segundo, ceñudo. Dylan no era ningún tonto y había detectado que le estaba largando de allí con una excusa mala... Pero también había detectado que eso era una orden. Y Marcus no dejaba de ser un prefecto que, cuando quería, podía dar mucho miedo lanzando una orden inamovible. No en balde tenía entre sus referentes en el puesto a su madre. Darren tuvo que empujarle un poco, pero finalmente se fue, aunque Marcus ya había llegado donde la discusión. Menudo elenco: Eunice probablemente fuera una de las personas que menos ganas tenía de ver, Creevey no pintaba nada y seguro que solo estaba echando más leña al fuego, Layne... Ese sí que no pintaba nada allí, seguro que había ido puramente a tocar las narices, que lo estaba deseando, que apenas hacía cuatro días que le había amenazado. Para arreglarlo del todo, su hermano estaba encarado nada más y nada menos que con Lyevin. Con lo mal que le caía ese tío, a saber qué les pasaba ahora. - ¿Qué está pasando aquí? – Anda, mira qué bien, al fin ha llegado tu niñera. - Dijo Layne con desprecio, mirando a Creevey. El otro, por supuesto, no necesitaba nada para saltar. - Mira, malnacido... - Sea lo que sea que está pasando, se acabó aquí. – Cortó Marcus, que no pensaba entrar absolutamente a ninguna provocación. - Eunice... – Todavía no había empezado la frase y ya estaba Layne soltando una descarada carcajada sarcástica. No se detuvo. - ¿Qué está ocurriendo? – Qué bonita es la confianza ciega. - Volvió a lanzar el Slytherin. Sí, definitivamente estaba ahí exclusivamente para provocar.

    Ya estaba viendo a Lex apretando los dientes y conteniéndose claramente por deferencia a Marcus, pero no le iba a durar mucho la contención por la cara que le veía. Eunice, cuya altanería de los últimos días estaba en el suelo probablemente por el efecto de la presencia de Layne, dijo con voz insegura. - Me pregunta a mí porque soy la única prefecta presente y además soy la capitana del equipo en el que transcurre la pelea. - Hughes siseó. - Recuerdo cuando esas guarradas me las decía a mí. - Marcus se mojó los labios, llegando a poner los ojos en blanco, pero se negaba a hacerle caso. Eso no impidió que el otro insistiera. - Como bien ha dicho la que un día fue el amor de mi vida... - Qué difícil se lo ponía para no saltar. Como se podía tener tan poca vergüenza. - Ella ya es prefecta y, además, es la capitana del equipo. Tu presencia aquí no hace falta, O'Donnell. Coge al polluelo del suburbio ese que viene aquí a provocar y márchate. - Ciertamente, si hay alguien que desentona aquí es usted, señor Hughes, así que le pido por favor que se marche... – Primero me denuncia y luego me habla de usted. Qué tío. Parece que estudias para ser más patético a cada día que pasa. - Respondió el otro, entre risas sarcásticas. Lex apretó los puños y fue a hablar, pero Darren le puso la mano en el brazo. - Va, lo que sea no merece la pena, cariño, venga... - Le susurró para relajarle, y en ese momento, alguien murmuró algo, aunque no entendió el qué. Antes de tomar conciencia de que había sido Lyevin, su hermano avanzó hacia él y, en apenas un segundo, la situación se descontroló. - ¿Te digo en ruso que te calles, gilipollas? ¿Qué dices ahora, eh? - Y en lo que le espetaba aquello, le empujó con ambas manos en los hombros, haciendo al otro dar un brusco paso atrás. Automáticamente Darren tiró de él y Marcus y Eunice se metieron por medio. - ¡O'Donnell! ¡Ya basta, que es de tu equipo, joder! - Lex, por favor. – Pidió Marcus, autoritario, pero su hermano tenía la mirada enfilada hacia Aleksei. - A la próxima te lo digo en el lenguaje universal de un puñetazo en la boca, a ver si así te enteras. - Lex. – Marcus se puso delante, obligándole a mirarle. - Para. Te vas a meter en un problema, déjalo ya. – Eso me ha querido sonar bastante a amenaza. - Pinchó Layne. - Me pregunto si a él también lo vas a denunciar. -
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    Dom Ene 30, 2022 1:05 am

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    CON Alice EN Campo de quidditch EL 18 de mayo
    Mientras bajaba con Colin sentía el corazón en las sienes y la respiración agitada. No había visto a Hughes prácticamente desde el juicio, pero no tenía miedo. No por él. Lo de Percival había sido mucho más duro, y había podido con ello al fin y al cabo. Tenía miedo por lo que aquello pudiera desencadenar y, sobre todo, por Lex, porque era el que tenía la mecha más corta de todos ellos, pero si tocaban a su hermano, a Marcus se le iba a acortar considerablemente la suya. — ¿Qué ha pasado? — Preguntó Alice mientras se acercaban. — Que Lex y Lyevin han empezado a pelear, y Creevey también tenía ganas y… ¿Lyevin? ¿Pero por qué? — Interrumpió Alice, frunciendo el ceño. Colin la miró preocupado. — Es que no lo sé, de verdad, Gal… Si es que yo he llegado cuando he visto a Benjamin… Y de repente han aparecido Hughes y la capitana… — Resopló. — ¿Por qué no me sorprende…? — Dijo casi más para sí misma.

    Había claramente un tumulto creciente, por lo que corrió hacia ellos, cuando una voz la detuvo. — ¡Gal! ¿Qué haces? ¿Dónde vas?Con mi familia. — Dijo muy decidida ante la interrupción de Corner. — Tu familia también está aquí. — Le miró y vio que llevaba a Dylan con él. Su hermano la estaba mirando con cara de preocupación. — Patito… — Miró a ambos lado y le acarició los rizos. — Escúchame… Estoy un poco preocupada por Lex. — Porque a Dylan no se le podía mentir abiertamente. — Y quiero ayudarle, y a Marcus. Pero las cosas están muy tensas por ahí y es mejor para ti que te quedes con Corner, y ahora van a bajar Donna y Sean, y os vais todos juntos hasta que solucionemos esto. — Estaba oyendo ya gritos masculinos y se le aceleró el pulso. — Y ahora mismo vamos, ¿vale? — Acarició sus rizos y le lanzó una mirada de entendimiento a Corner, antes de salir corriendo hacia el corrillo.

    Llegó justo a tiempo de oír a Lex chillándole a Lyevin y a Eunice y Marcus sujetándolo. — Eh, eh, eh, ¿qué está pasando Alek? — Le increpó directamente, poniéndose frente a él. — No te metas, Gal. — Le dijo con su duro acento. — Bueno es que si te metes con mi cuñado también es cosa mía, ¿se puede saber qué te pasa?Sí, para eso sí me diriges la palabra. Para defender a ese… — Y dijo una palabra en ruso, que a “amigo” no sonaba. Ella levantó las manos entre los dos. — ¿Me quieres explicar qué mosca te ha picado? — Es por su culpa que estamos así, que hemos perdido. No están ninguno a lo que tiene que estar, y la gente como él… ¿Cómo es la gente como él? — Le preguntó, quizá elevando un poco la voz. Eso hizo que Lyevin la mirara un poco bloqueado por un momento. — Como él. — Dijo sin más. — Antinaturales. — Frunció más el ceño y apretó la mandíbula. — Lex es una persona y ama a otra. Eso no es antinatural.Sí, a la golfa está todo lo que sea follar le viene bien. — Vaya, ya estaba tardando en salir el otro imbécil. — Cállate gilipollas, ve a meterte con tu puta madre y largo de aquí, o te echo yo como echamos los de los suburbios. — Saltó Creevey. — ¿Pero qué tendrás ahí para que te defiendan todos los tíos del castillo? — Siguió el otro en aquel tono, mirándola de arriba abajo.— Benjamin, no lo empeores. — Le dijo ella, ignorando a Hughes y volviendo a ponerse en el campo de visión de Lyevin.

    Alek, ya está bien. Si piensas así, peor para ti, pero deja a los demás en paz y márchate. — Tenía que cerrar eso antes de decirle cuatro cosas bien dichas al gilipollas de Hughes. — ¡Tú no me das órdenes! — Dijo elevando él también el tono. — Pasas de mí desde que tienes novio, no quieres ni duelar, pero le llamo a tu amado cuñadito lo que es, un engendro, y vienes corriendo a sacarle la cara. A que le defienda una mujer… Debería darte vergüenza. — Dijo asomándose por encima de ella. — ¡Bueno, ya está bien! — Respondió ella, empujándole hacia atrás. — ¡Que no me digas lo que tengo que hacer. — Dijo él agarrándola de los brazos con una fuerza que no se esperaba y apartándola de delante, lo cual la desequilibró, y no besó el suelo porque cayó sobre Creevey, que mantuvo el equilibrio por los dos.


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    Dom Ene 30, 2022 5:00 pm

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    - Sabía yo que aquí iba a ver sangre. - Saltó Creevey, metiendo cizaña. Marcus seguía frente a Lex, tratando de hacer que dejara de mirar a Alek como si quisiera matarlo y le mirara a él, mientras Darren le agarraba de los brazos y trataba de mantenerlo en el sitio. Eunice, ante el comentario de Benjamin, se giró airada hacia él. - ¿Tú es que cada vez que haya una movida en el castillo tienes que estar presente? Lárgate ya de aquí, que no pintas nada. - Tu puto novio tampoco pinta nada y aquí lo tenemos, tocando los huevos. - Anda, mira. - Soltó Hughes, con una risotada. - Se ve que algunos Ravenclaw sí tienen muy claro lo que hay entre tú y yo, capitana. - Menudo ejercicio de paciencia había que hacer con ese tipo, pero Marcus no paraba de repetirse a sí mismo que no lo iba a escuchar. Darren estaba muy preocupado, Lex y Lyevin se intercambiaban miradas de que se estarían matando en estos instantes si no hubiera nadie delante, Hughes y Creevey se habían propuesto provocar al personal y Eunice, en presencia del primero, empezaba a hacer aguas por todas partes. Y Marcus, en medio, tratando de impedir que su hermano metiera la pata hasta el fondo y contener la situación, sin olvidar que no hacía ni una semana que uno de los presentes le había lanzado una amenaza muy clarita. El ambiente estaba considerablemente tenso.

    Y, por si no fueran pocos, volvió Colin, pero junto a Alice. Apretó los dientes. Alice era su punto débil, y su hermano tampoco consentía que la tocasen, y Hughes lo sabía. Su presencia allí solo iba a empeorar las cosas para todos, lo estaba viendo venir, pero a ver como le decía que se fuera sin original otro foco de disputa. Mejor seguir haciendo como que nada le afectaba, metido en su papel del orden y la contención como prefecto que era. Su novia se dirigió al quien consideró que era el único que la iba a escuchar, quitando a su cuñado: a Lyevin. Si lo conseguía, bien por ellos, Marcus podría parapetar a Lex y Alice a Alek... Algo le decía que no iba a ser tan fácil, y de hecho él ya estaba tenso, porque no se fiaba del ruso ni un pelo desde el primer día.

    Lex estaba muy fuera de sí, y en cuanto volvió a escuchar el insulto en ruso, se volvió a remover con tanta violencia que Marcus y Darren tuvieron que hacer mucha fuerza, y Eunice también se giró hacia él. - Lex, no te lo digo más, por favor. No obligues a tu prefecta a quitarte puntos. - Nos está insultando. - Le masculló, mirándole con dureza, hablando con los dientes apretados. - Veo por donde va, Marcus, pero no sé qué dice porque el hijo de puta también piensa en ruso. - ¿Qué? - Preguntó Eunice. Marcus tragó saliva y clavó una mirada intensa en los ojos de su hermano. - Lex. Tranquilízate. - Y cállate, pensó. A Lex se le iba la lengua y llevaba toda su vida aislado, ni siquiera con los del equipo hablaba mucho, y no le convenía que lo de la legeremancia se supiera, menos aún delante de semejante colección de personas. No podía haber peor representación del castillo que la que tenían allí, así que más le valía controlar lo que decía.

    Alice siguió tratando de mediar, mientras Marcus estaba demasiado ocupado aplacando a Lex. Pero cada vez que Alek hablaba la boca, se liaba. - ¡PERO SI HE METIDO YO CASI TODOS LOS TANTOS, CABRÓN! - Le gritó cuando dijo que habían perdido por su culpa, pero el otro siguió... Y más hubiera valido que se hubiera callado. Si sabía Marcus que ese tipo no era trigo limpio, y acababa de tocar en una tecla que no debía. En cuanto dijo "como él", Marcus dejó de hacer fuerza contra Lex y, lentamente, se giró hacia Lyevin. Su hermano debió ver la rabia que le bullía por dentro y, casualmente, eso le dejó más quieto en el sitio. O fue eso, o fue la descripción que hizo después de la gente "como él". Marcus no necesitaba ser legeremante para saber el daño que eso podía hacer tanto en su hermano como en su cuñado, y no lo pensaba consentir. - Te recomendaría que las valoraciones personales que tengas las dejes para fuera del equipo, y trates con un mínimo de respeto a uno de los mejores jugadores que tienes. Eso para empezar. - Y podría continuar, pero el comentario de Layne le cortó el discurso de raíz. Cuando Marcus se quedaba muy quieto, sin alzar la voz, y solo moviendo los ojos, con la mandíbula apretada... Era un mal augurio, un muy mal augurio. Y, al parecer, sus más allegados lo sabían, porque ahora Darren de quien estaba detrás era de él. - Marcus, no te preocupes, no pasa nada. Venga, vámonos, ya está... - Encima de que lo estaban insultando, era el único que intentaba poner un poco de paz y no arremeter contra esos dos malnacidos. Lejos de relajarse, Marcus solo se estaba cabreando más.

    La única reacción de Marcus al irrespetuoso comentario hacia Alice había sido quedársele mirándolo, como si estuviera fantaseando con las mil formas en las que Layne podía morir en los próximos minutos. Darren seguía tratando susurrarle frases para disuadirlo de seguir peleando y que se retiraran, a Lex le escuchaba respirar por la nariz como un toro a punto de embestir, y el que saltó a degüello, como no, fue Creevey. Había pasado de estar ahí como un espectador tocanarices a que le ofendieran de verdad, y por supuesto que él la diplomacia no pensaba usarla. La pregunta de Layne hizo que Marcus apretara los puños y los dientes, y notó como Lex casi le pasaba por encima, solo que Darren estuvo rápido y le volvió a agarrar de los brazos para tirarle hacia atrás. - ¡A ti lo que te pasa es que no te defiende ni tu madre, malnacido, deja de insultarla! ¡Cósete la puta boca! - Me la voy a coser con la rata esa que llevas siempre de bufanda. ¿Dónde la tienes ahora? Creí haberte advertido que no debías dejarla sin vigilancia... - ¡Tócale un pelo a Noora a ver si te atreves, desgraciado! - ¡¡LEX!! - Gritó Darren, y Marcus no supo como, porque su cuñado era bastante más bajito y menos fuerte que su hermano, pero consiguió darle la vuelta para obligarle a mirarle. - Lex, por favor, para. No merece la pena esto. Hazlo por mí, hazlo por Noora y por tu familia. Por favor. - Le rogó con la voz quebrada, y nadie mejor que Darren podría convencer a Lex de algo. Casi lo consigue... Si no fuera porque Lyevin aún no había dicho su última palabra.

    El grito que le lanzó a Alice hizo que Marcus volviera a mirarle, con dura advertencia, porque como se pasara de la raya con ella... Y se pasó, vaya si se pasó. No le dio tiempo a intervenir antes de ver como la empujaba, haciendo que Creevey tuviera que recogerla para que no se cayera al suelo. - ¡¿PERO QUÉ HACES?! - Le gritó Eunice, espantada, seguramente más por la que le podía caer encima tanto a su equipo como a su casa, más que por Alice. Y imbécil de Layne se estaba riendo mucho con la escena, Darren se había quedado congelado y con cara de "no va a haber nada que pueda a hacer para impedir que Lex lo mate después de esto", y Colin hacía un rato que se había borrado de la escena. Antes de que Lex, efectivamente, fuera a matarlo, sin embargo, el que reaccionó dirigiéndose hacia él fue Marcus. - ¿Qué te crees que haces? ¿Eh? - Lanzó con tono amenazante, dirigiéndose a él con dos largas zancadas y tanta brusquedad que Lex se lo pensó mejor y, en vez de arremeter contra Lyevin, agarró a su hermano de los brazos para impedir que lo hiciera él. - Es la última vez que le pones a Alice una mano encima y que hablas así de mi hermano. - Tú tampoco me das órdenes, estirado de mierda. - Sí, sí que te doy órdenes. No es una sugerencia ni una petición, es algo que va a pasar: es la última vez que tocas a Alice y que le hablas así a mi hermanos. ¿Te has enterado bien, o te lo doy por escrito traducido al ruso? - Layne seguía riendo de fondo, y Creevey se le puso al lado, como si fueran una banda callejera, y señaló a Lyevin. - Ya te lo traduzco yo: que como vuelvas a mirar siquiera a ninguno de los dos, te cortamos los huevos. - ¡Creevey, maldita sea, no eches más leña al fuego! Marcus, por favor. - Darren estaba ya desesperado, no sabía como pedir a todos que se calmasen, y empezaba a alterarse él también.

    Se hizo un leve instante de silencio que solo fue interrumpido por la descarada risa de Layne. Todos le miraron cuando suspiró. - Qué buena familia, O'Donnells. Los dos hermanos habéis ido a buscar lo mismo. - Chistó, sin perder la sonrisa, y miró a Darren. - Ay que ver qué buen poder de convicción tienes tú también, ¿eh, Millestone? Yo es que no me llevaba tan bien con mi cuñado, si no, le habría preguntado qué tenías, aunque no me extraña que estuviera liado contigo. Con que se pareciera un poquito a su melliza, ya sabemos que les va la marcha. - No metas a mi hermano en esto, Layne, y márchate, por favor. - Pidió Eunice una vez más, muy tensa. Pero Layne seguía mirando a Darren con una sonrisa hiriente, pasándose la lengua por los labios y con una risa de fondo. - Ay, Millestone, Millestone... - Hizo una pausita y añadió. - Como eres... - Eso. Solo dijo eso, aunque todos sabían la mala intención que había detrás... El único que sabía lo que estaba pensando, era Lex. Marcus se vio la trampa venir, pero demasiado tarde. - Dilo. Dilo si tienes huevos, dilo para que se entere todo el mundo, que te vas a tragar los dientes. - Lex. - Contuvo Marcus, pero su hermano estaba ya fuera de sí. - ¡No vas a insultar así a mi novio y te vas a ir como si nada! - Yo no he dicho nada. - Se excusó el otro entre risas, alzando las palmas. - Lex, cariño, no me ha dicho nada... - Instó Darren, que también se estaría imaginando lo que pasaba. Lex estaba lleno de ira y no era capaz de escucharles a ninguno.

    - Eres un puto abusador de mierda. - Empezó, y Marcus y Darren seguían advirtiendo y tratando de contener, pero Lex ya no podía parar. - Vas amenazando a la gente, y maltratando la gente. Das puto asco, y Darren no ha hecho nada de eso, que lo sepas. - ¿Nada de qué? - Preguntó Layne, sonriente e incisivo. Marcus seguía tratando de que su hermano le miraba, clavando en él los ojos y negando, pero Creevey frunció el ceño, extrañado, y preguntó. - ¿Qué está pasando aquí? ¿Qué me he perdido? - Eunice y Alek empezaban a sospechar también, y Lex no paraba. - Has comprado a Fenwick, tienes espías por todo el puto colegio, has amenazado a mi hermano, pedazo de cabrón. - Vaya, O'Donnell, ¿chivándote a tu hermanito? - Marcus tragó saliva, sin mirarle, seguía con la mirada clavada en Lex. - Nos lo contamos todo. - Dijo simplemente, sin dejar de mirar a Lex. Cállate. Léeme a mí, por favor te lo pido, no digas nada más. Marcus no le había contado a nadie su altercado con Layne, ni a Lex, ni a Alice, ni a absolutamente nadie, por lo que Lex solo podría saberlo leyéndolo en la mente de los demás. Pero su hermano parecía estar ignorándole a él y regodeándose en la mente de Layne solo para ponerse más frenético todavía. - Lo que quieres con Alice no va a pasar, pedazo de cerdo, y como le toques un pelo a ella, a mi hermano, a Noora, o incluso a Eunice otra vez, vas a tener que empezar a comer con pajita. Que no te va a salir bien la jugada, niñato de mierda. - Lex, ¿de qué estás hablando? - Preguntó Eunice, y sin que Marcus lo pudiera evitar, Lex bramó. - ¡QUE QUIERE QUE VUELVAS CON ÉL, JODER! ¡QUE TE ESTÁ MANIPULANDO, QUE NO PARA DE PENSAR GUARRADAS CON ALICE Y DE FANTASEAR CON TORTURAR A MI HERMANO, HOSTIA! Y NO ME HAGAS DECIR LO QUE ACABAS DE PENSAR DE MI NOVIO. TE JURO QUE TE MATO COMO LE TOQUES. - Lo sabía. - Concluyó Layne, y la risa de villano resonó sobre todos ellos. - Eres un puto legeremante. - Marcus cerró los ojos lentamente, mientras que todos los que no lo sabían abrieron los suyos como platos, mirando a Lex. - ¿Qué? - Dijo Eunice, con un hilo de voz. - Hostia... - Empezó Creevey, dando un paso atrás. - Hostia, joder... Que mal rollo. - ¿Y juegas al quidditch? - Preguntó Alek, cuya expresión también era asustada, pero quería usar la baza que se le acababa de dar. - Pienso hacer que te echen del equipo, por si con no estar tranquilo contigo en los vestuarios no era ya suficiente. Legeremante y desviado... No vas a volver a tocar una escoba, chaval. - Amenazó. Su hermano se había encogido de repente, sin perder la mala cara, pero acababa de darse cuenta de lo que había hecho. Layne volvió a reír. - Siempre lo sospeché... Pero me lo acabas de poner en bandeja. - Se encogió de hombros, y añadió. - Lo siento, O'Donnell. Solo quería hacer justicia. -
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    Dom Ene 30, 2022 7:08 pm

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    CON Alice EN Campo de quidditch EL 18 de mayo
    Marcus ya estaba con la vena Horner activada, y Alice sabía que eso era una cuesta abajo hacia el conflicto. Frío, calculador, sí, pero conflicto. Habían tocado a Lex, y eso era sagrado para su novio. Lo sabía por el tono de su voz, por sus gestos. Marcus ya no era el de siempre, era una versión de sí mismo dura como el acero y que no iba a perdonar que hubieran insultado a su hermano así. Para empeorarlo, Hughes y sus comentarios, y encendió a Lex con la mención a Noora. Alice se giró y achicó los ojos. — ¿Cómo se puede ser tan miserable? — El pobre Darren ya no sabía ni qué hacer, y aquello estaba escalando de una forma que Alice no tenía ni idea de cómo parar.

    Cuando se cayó sobre Creevey, se quedó congelada, porque no se esperaba, en ningún caso se habría imaginado que Lyevin se atrevería a empujarla así. Creevey tampoco parecía creérselo, porque se había quedado mirando a Marcus con los ojos muy abiertos y no la soltaba, como si temiera que se fuera a caer. Con el movimiento de Lex, parecieron despertársele los sentidos y se fue directa al pecho de Marcus, mirándole a los ojos. — Estoy bien. Marcus, estoy bien, no ha sido nada. — Miró a Creevey y le puso una mano en el hombro, apretándole. — Benjamin, no. — Miró a sus cuñados y se apretó contra Marcus. — Vámonos todos. Que se encargue la prefecta de su casa. — Dijo mirando de reojo a Eunice. Anda que ya te vale, podrías dejar de callarte delante de las injusticias. — Aquí no pintamos nada, vámonos.

    Pero claro, eso le quitaría a Layne toda la diversión. Se le tensó el cuerpo entero cuando habló de Darren. Si es que solo iban de mal en peor. — No le escuches. — Le dijo a Lex significativamente. Puso una mano en el hombre de su cuñado. — Vámonos todos, por favor. — Pero a saber que habría oído ya Lex en la cabeza de Layne. De hecho, gordo tenía que ser para acabar de soltar como si nada que se lo había oído. Darren y Marcus trataron de equilibrarlo, pero aquello ya no tenía remedio. Se le pusieron los pelos de punta cuando dijo que había amenazado a Marcus. Alice levantó la mirada, absolutamente asustada y notando cómo se ponía pálida. — ¿Cómo? — ¿Layne había amenazado a Marcus? Y estaba segura de que no se lo había dicho a nadie, y que Lex acababa de leérselo en la mente. ¿Por qué no se lo había contado? ¿Con qué le había amenazado? “Lo que quieres con Alice no va a pasar” y casi le dieron hasta náuseas de saber que Layne seguía pensando esas cosas. Bajó la mirada y se mordió el labio inferior cuando por fin Layne se dio cuenta. — Ben… — Dijo en voz baja y calmada, procurando que Creevey se callara. — No lo empeoremos. Lex ya lo pasa bastante mal con esto. — Veía el horror en el rostro de Eunice. Alguien tan insegura y vulnerable, con la certeza de que le habían oído pensar (y más las cosas que pensaba de los hermanos O’Donnell), debía estar al borde del colapso. Sí, pues no haber dejado que esto escalara así, pensó, resentida.

    Por supuesto, Lyevin ya estaba otra vez arribísima, amenazando a Lex con toda clase de cosas. ¿Dónde está Hillary cuando nos hace falta? Pensó, mientras se dirigía al ruso. — ¿Quieres parar? — Puso un brazo por delante de Creevey, que ya se ponía otra vez en modo defensor de Ravenclaw. — Deja de decir tonterías Alek. En la vida a veces se pierde, apréndelo. Ser legeremante no es ilegal y homosexual mucho menos. Ilegal serán algunas de las cosas que habrán pensado muchos. — Dijo significativamente. — Déjalo ir, y llévate esas ideas de mierda a otra parte. — Lyevin la miró de arriba abajo y dijo con desprecio. — Pensé que valías más que las demás, Gal. Pero igual Hughes tiene razón y no eres más que una zorra. — Y entonces el otro se rio escandalosamente y ella apretó más a Creevey. — Te lo ha explicado, Gallia. Puedes pensar lo que quieras, pero un mes te marchas de aquí y nada de lo que puedas decir o hacer puede perjudicar a Lex, ni cambiar el hecho de que has perdido. Asúmelo. — Ella le miró también de arriba abajo. — Y yo te pareceré una zorra pero ni a mí ni a mi cuñado nos has parecido ni lo más mínimamente interesante. — Eso para que volviera a sentirse inseguro en los vestuarios.

    Iba a ponerse a tirar de Marcus y Benjamin, cuando el otro dijo lo de la justicia. Se giró y le miró con los ojos achicados. — ¿Tú que sabrás de justicia? Si eres un desgraciado que solo sabe hacer las cosas a base de sobornos sin ser capaz de demostrar nada. No puedes ganar a los demás sin amañar, no puedes ser mejor que Marcus y por eso sueñas con hacerle daño, no puedes gustar ni satisfacer a una mujer, y menos a una mujer tan completa como Eunice, y por eso te dedicas a minarles la moral o a obligarlas a estar contigo por la fuerza, pero eso es lo que te hace sentir bien, pensar que la gente no tiene otra opción que hacer lo que tú quieres, porque sabes perfectamente que por méritos propios no lo conseguirías. — Layne mantenía la sonrisita pero ya no se reía tanto. — Y ya te demostramos que tus jueguecitos no funcionan, ya no nos creemos tus amenazas. Tú sigue intentando faltarnos, que al final te va a volver todo con más fuerza. — Layne se inclinó hacia ella. — ¿No? ¿Qué hubiera pasado si aquella poción hubiera hecho su efecto? Bien te hubiera demostrado que sí sé satisfacer a una mujer, y en toda la cara del prefecto O’Donnell. Aunque lo que me pone de ti es que te resistas tanto… — Gal le empujó bruscamente hacia atrás, porque empezaba a ponerla nerviosa, pero el otro volvía lentamente. — Qué carácter… ¿Quién va a ser el primero de los parguelas de aquí que se parta la cara por ese honor maltrecho de guarrilla que tienes? ¿El maricón monstruito? Nah, estará llorando por perder su amado quidditch por rarito. ¿El calzonazos que te adora? — Rio hirientemente. — No sabe qué hacer si tú no se lo mandas. ¿El niñato de barrio que solo quiere que le hagas tap tap en la cabeza? — Hasta ahí había llegado. — Yo no necesito que nadie me defienda. Y estoy harta de escucharte. — Ya le había pegado una vez, podía hacerlo otra, pero Layne le agarró la mano antes de que llegara a impactar con su cara. — Tienes que empezar a ensayar otro derechazo, muñeca.

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    Dom Ene 30, 2022 11:51 pm

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    CON Alice EN Campo de quidditch EL 18 de mayo
    Se quedó mirando a su hermano, que cada vez parecía más menguado. Seis años procurando que nadie se enterara, seis años aislándose para que nadie se lo notase, y ahora que empezaba a tener más amigos, una vida normal en el castillo, a ser feliz... Pasaba esto. Ya ni siquiera podía escuchar a los demás, solo podía sentir dolor por Lex. No era justo. No era justo y se sentía tremendamente culpable, porque una parte de eso la había provocado él, yendo hasta allí, metiéndose en esa pelea y dándole a Layne el arma que necesitaba para desquiciar a su hermano. Solo quería llevárselo de allí y pedirle disculpas de rodillas si hacía falta... No iba a ser tan fácil, porque a pesar de que su mente la ocupaba su hermano en su totalidad, Alek y Layne se habían propuesto entrar en ella a martillazos si era necesario.

    Y lo que no sabía es que estaban poniendo a Marcus en un límite muy peligroso. Escuchó claramente como Lyevin llamaba zorra a Alice y automáticamente apretó los dientes. Lex le miró a los ojos. - Vámonos. - Le dijo, casi sin voz. Toda la furia que tenía se había hundido de golpe al haber comprendido en la situación que se había puesto delatándose de esa manera. - Marcus... - Pero ahora que Lex estaba resignado y queriendo abandonar, con Darren a su lado también mirándole y aseverando que lo mejor era irse, Marcus no se movía. Solo apretaba los dientes y se había quedado congelado como una serpiente que está esperando el momento idóneo para lanzar la dentellada, una dentellada que, bien ejecutada, no hay víctima capaz de evitar. El discurso que Alice lanzaba a esos dos, aparentemente, le estaba viniendo muy bien para que la sangre no le hirviera y se lanzara a hacer algo de lo que claramente se iba a arrepentir, pero si bien su cuerpo estaba inmóvil, su mente iba a toda velocidad, y no pensaba nada bueno. A cada segundo que pasaba y a cada palabra que oía solo se retroalimentaba más. - Marcus. - Pidió Darren, que parecía al borde de las lágrimas. - Vámonos. Ya hemos tenido suficiente, por favor. No lo empeores, tú no eres así. - . Se le debía estar viendo demasiado en la cara que se iba a cobrar su precio por todo lo que estaba pasando de un momento a otro. Seguía frente a Lex y Darren, de espaldas a Lyevin y Hughes, pero las palabras le llegaban con perfecta claridad... Y las últimas que pronunció el ex prefecto terminaron de colmar el vaso de su paciencia.

    Se giró, y qué lástima para Layne, porque no solo había dicho lo que había dicho y para lo que ya ninguno de los presentes, hiciera lo que hiciera, le iba a detener, sino que había tenido la malísima suerte de pillarle agarrando la muñeca de Alice. Sacó la varita y, sin pronunciar hechizo alguno, lanzó un calambrazo que hizo al chico retirar la mano automáticamente y mirarle extrañado. Puede que le hubiera hecho un poco de daño a Alice también en el proceso, pero esa iba a ser la última vez que Layne le iba a poner la mano encima, tenía suerte de que no se la hubiera cortado. A su alrededor se generó un silencio tenso y Alek, Benjamin y Eunice, ante el conjuro silencioso, dieron un paso atrás. No debían estar muy acostumbrados a ver a alumnos que lanzaban hechizos en silencio. Qué bien le había venido su habilidad recién adquirida.

    Dio un par de pasos hacia Layne, con la varita en la mano pero con esta baja, y empezó a hablarle, con un tono imperturbable pero claramente amenazante. - Repíteme que es lo que más te pone de mi novia. Dímelo a la cara. - Layne, chulesco, se irguió en toda su altura, alzando la barbilla, sonriendo de lado y encarándole. Nadie se atrevía allí ni a respirar. - Y, por favor, vuelve a enumerarme quienes somos los que vamos a salir en su defensa, calificativos incluidos. - Ladeó la cabeza. - Ya has visto lo que soy capaz de hacer sin pronunciar un hechizo siquiera. La próxima vez que la toques, te corto la mano. - Nunca había amenazado a nadie así, pero Layne había conseguido rebasar ya todos sus límites. Por desgracia, lejos de asustado, parecía bastante satisfecho. Soltó una muda carcajada con los labios cerrados y dijo. - Dime, prefecto O'Donnell, el mejor de su estirpe, ¿qué es lo que llevas peor? - Siseó. Amplió la sonrisa de lado y lanzó, casi inaudible, atravesando los oídos de Marcus con sus palabras susurradas. - ¿Un hermano maricón, o una novia puta? - Inmediatamente, alzó la varita y apoyó la punta de esta bajo la barbilla de Layne, obligándole a alzar la cabeza. Notaba como todos a su alrededor contenían la respiración. - Marcus... - Oyó a Lex, con la voz temblorosa e insegura. No se atrevían a tocarle siquiera, y Marcus no desclavaba la mirada de Layne, así como no dejaba de apretar los dientes ni de aferrar la varita con tanta fuerza que tenía los dedos blancos, apuntando al cuello del chico.

    Fueron segundos, pero se hicieron eternos mientras el silencio pesaba y se mantenían la mirada. Layne rio. - Hazlo. - Le retó, y era tentador, muy tentador. - Hazme daño, venga. Tienes poder de sobra. - Volvió a reír, casi inaudible, y siseó una vez más. - Estoy deseando ver como te expulsan por esto. - ¡Marcus O'Donnell! - La voz de Arabella Granger sonó atronadora, y pareció despertarle de un sueño. La miró y la encontró allí, acababa de llegar junto a ellos, y le miraba con más severidad de lo que le hubiera hecho nunca. Tras ella... Colin. El chico tenía la mirada asustada y arrepentida, pero claramente debió ver que la situación estaba descontrolada y había ido a avisarla. Marcus tomó entonces conciencia de donde y como estaba: amenazando a otro alumno a punta de varita. - Baja la varita inmediatamente, O'Donnell. - Lo hizo, parpadeando un par de veces, con la mirada perdida. ¿Qué había estado a punto de hacer? El corazón le iba a mil revoluciones por minuto y se sentía hasta mareado. Aquello no podía estar pasando... Pero estaba pasando. Y ya no había vuelta atrás.

    - Parece mentira que dos prefectos presentes no solo no hayan sido capaces de impedir que un conato de pelea entre dos jugadores de quidditch se convierta en una pelea real, con ocho implicados y amenazas de por medio, una de ellas perpetrada por uno de dichos prefectos. - Miró a todos los presentes. - Veinte puntos menos. Para cada uno. - Marcus sintió que se le paraba el corazón y las pupilas se le dilataban. La mujer no había terminado. Miró a Eunice, y luego le miró a él. - Diez menos para vosotros dos, por el agravante de ser prefectos. - Parpadeó, y estaba seguro de que había dejado hasta de respirar. Treinta puntos. Acababa de perder treinta puntos, él, que se juró a sí mismo que se iría de Hogwarts sin perder ni un solo punto. Llevaba siete años allí sin una mácula en su expediente, y en apenas unos minutos, cuando apenas le quedaban tres semanas para acabar su historia en Hogwarts, había perdido treinta. Tenía el triunfo, la meta de ser perfecto, de no tener una sola falta, en la punta de los dedos... Y se había estrellado contra el suelo cuando estaba a punto de cogerla.

    - Evans, acompaña a Gallia, McKinley, Creevey y Millestone al aula de castigo con el profesor Kowalsky, que es quien está hoy de guardia. - Continuó Arabella. Imperturbable y tajante, volvió a mirarles, aunque no cruzaba mirada directa con Marcus, a pesar de que ese necesitaba que lo hiciera a ver si podía ver la súplica en sus ojos, a ver si le confirmaba que solo era un error. No iba a pasar. - Lyevin, Hughes y los dos O'Donnells, conmigo. Inmediatamente. - Y avanzó, esperando que los otros la siguieran. El primero en hacerlo fue Alek, que lanzó una mirada de desprecio a los presentes y comenzó a andar. Layne volvió a esbozar una sonrisa hiriente y, con una reverencia insoportable, murmuró. - Después de vosotros. - Marcus de verdad que no atinaba a reaccionar. - Vamos. - Le susurró Lex, tratando de sonar lo más cálido posible, pero también tembloroso, atribulado y enfadado. Marcus se había quedado clavado en el sitio, pero atinó a alzar la mirada y buscar la de Alice, aunque no podía hablar. - Marcus, va. Acabemos con esto. - Insistió Lex, empujándole ligeramente. Antes de girarse, vio que quien trataba de dar un inseguro y entristecido paso hacia él, en mitad el tenso silencio, fue Colin, pero no llegó a hablar. Marcus y Lex, uno tras el otro, siguieron a Arabella y a Alek, mientras Layne, sin perder la sonrisa, avanzaba tras ellos.
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    Lun Ene 31, 2022 1:09 am

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    Sintió un calambrazo en el brazo y, por un momento, pensó que Layne se lo había retorcido Pero no, era Marcus. Lo que oyó a continuación le heló la sangre. Nunca jamás había visto a Marcus, a su novio, su mejor amigo, la persona que mejor conocía en el mundo, ponerse así. Se quedó con cara de tonta, boqueando como un pez, mientras se agarraba el brazo del calambrazo, sin saber qué hacer. ¿Cómo es que le estaba pillando todo aquello tan tremendamente desprevenida? “La próxima vez que la toques, te corto la mano”. — Marcus… — Dijo casi en un susurro, sin voz. No sabía cómo pararlo. Aquello que tanto había temido del reencuentro con Percival estaba pasando ahora, y no sabía si lo prefería entonces o en el colegio.

    Pero claro, Layne estaba en su salsa, y le dolió en el corazón lo que dijo de Lex y ella. No por el contenido, sino porque sabía el daño que eso le haría a Marcus. Otra vez la estaban usando como arma… Le dolía el pecho y la garganta, pero tuvo que levantar la mirada cuando Marcus le puso la varita en la garganta a Hughes. — Mi amor, por favor… No hagas esto. Por favor, mi vida, mírame, por favor… — Empezó a suplicar, mirándole con los ojos llenos de lágrimas y preocupación. — Mira qué bien gime la muy… — Pero justo en ese momento llegó Arabella Granger y, por un momento, sintió el alivio más grande de toda su vida.

    Le duró poco, eso sí, en cuanto se dio cuenta de que Marcus estaba metido en el lío más grande de su vida. Y todo por su culpa. Por defenderla a ella. Ya se lo habían dicho, que no bajara… Si no hubiera bajado, Layne podría haber dicho de todo, pero no la habría podido agarrar, que era lo que había hecho que Marcus perdiera los papeles. — Señora Granger, no ha hecho nada, ha sido culpa mía…Gallia, no te metas, que esta conversación se ha acabado. He visto a un prefecto apuntando a un alumno, no hay más que hablar.Señora, por favor, me había agarrado y… — Pero la profesora mandó que les llevaran con Kowalsky. — No, por favor, señora, por favor. — Suplicó. — ¡Marcus! ¡Marcus! — Pero su novio estaba desinflado por completo, hundido, como si le pudiera leer ella la mente. Darren tiró de ella. — Gal, vamos, no lo empeoremos. Vamos a hacer caso en esto.Quiero ir con él. — Dijo ya llorosa. No podía ser. No podía ser que por fin Hughes se hubiera salido con la suya. — Gal, vámonos, venga. — Insistió Colin también, tirando de ella.

    Llegaron en silencio al aula de castigo, con Alice encogida sobre sí misma totalmente, aún sujetándose la muñeca, aunque ni le dolía. — Pero, por Merlín, ¿qué ha pasado? — Colin se acercó a él. — Ha habido una pelea a la salida del partido y la señora Granger me ha pedido que les trajera aquí mientras ella se quedaba con los que estaban la faena… Pero… ¿Quién estaba en la pelea? ¿O’Donnell? — Dijo mirándoles a Darren y a ella. Colin asintió. — Los dos O’Donnell. Y Hughes y Lyevin. — Inmediatamente, Kowalsky la miró, pero ella seguía con la mirada baja y encogida.

    ¿Y tú qué pintas aquí, McKinley?¿Y a mí no me pregunta? — Dijo Creevey ofendido, abriendo los brazos y dejándolos caer. — Tú siempre estás en todos los líos, Creevey. Pero me sorprende ver a dos prefectos en este embrollo. Sí, para lo que ha hecho… — Se quejó Benjamin. — ¡Cállate niñato! Que todo lo has empezado tú, viniendo a provocar. — Soltó un bufido. — Pero, cómo no, tú no podías desperdiciar la ocasión para dejar claro que tu amado Marcus tiene que defenderte de los malvados. — Ah, eso era para ella. — A ver si te enteras de una puta vez, estúpida. — Dijo levantándose y mirándola. — Que no todo en el mundo es culpa mía. Que no hago las cosas para perjudicarte a ti. ¡Que el mundo no gira entorno a ti, princesita Slytherin! — Gritó. — ¡Gallon, baja la voz! — Ordenó Kowalsky, con tono de sorpresa. — ¿No? ¿Y qué ha pasado allí abajo? Que no podía estarte calladita que tenía que ponerte delante de Layne para ver cómo Marcus salía a sacarte la cara. — Alice frunció el ceño. — ¿Pero qué te pasa en la puta cabeza, Eunice? ¿Estás mal o qué? ¿Tú has oído lo que ha dicho ahí abajo? ¡Que ha dicho que lo que le ponía de mí era que me resistía! ¿Eres consciente de lo que significa eso? ¿Has oído alguna vez a un tío decir que le gustaría violarte? — La chica echó un paso para atrás y la miró un poco asustada. — No ha dicho eso. Mira, Eunice, que te den. — Dijo dándose la vuelta y dándole la espalda. — ¿Y por qué has bajado si no?¡Por mi cuñado! ¡Por mi familia! Porque quería llevármelos de allí. — La miró de arriba abajo. — Pero, ¿qué sabrás tú de familia? Si delataste a tu propio hermano sabiendo que tu padre iba a pegarle una paliza. — Eunice boqueó. — Solo conoces un lado de la historia.¡El que me hace falta! ¡No sabes lo que es estar a la altura de una familia como la mía! En la tuya se tolera el desastre, en la mía no. — Alice se dirigió de nuevo hacia ella. — ¡Yo nunca, jamás habría hecho nada que perjudicara a mi hermano! Yo me iría al fin del mundo por mi hermano, ¡yo he estado a punto de darle la espalda a mi padre y a todos los Gallia por proteger a mi hermano! Así que muérdete la lengua a ver si hay suerte y te envenenas. No tienes derecho a juzgarme. ¿QUE NO? — Respondió abriendo mucho los ojos. — Te iba a eximir del testimonio en el juicio, por no meterte en un lío. Te he sacado la cara delante de Hughes porque creo que por mala que seas, eres una mujer maltratada, y he dejado que tu ex novio me llame puta no sé cuántas veces cuando tú te has tirado al cuello de mi novio mientras yo estaba curando gente en el cuarto de al lado. — Eunice la miró con los ojos muy abiertos. — Sí, Eunice, Marcus me lo contó en cuanto salí. — Hostia… Esto está más jodido cada vez… — Calla, Creevey. — Dijo Colin en un tono más cortante que el que le había oído jamás. — Ahora te estás preguntando por qué no me he tirado a tu cuello en cuanto me enteré o por qué no he dejado al hijo de puta de Hughes que te la líe otra vez. — Estaba jadeando de la tensión. — Pues porque yo tengo principios, Eunice. Pero encima no tengas cara de acusarme a mí. Yo solo quería tranquilidad para mi familia. Me da igual que te quieras tirar a Marcus o que te quieras joder la vida con Hughes. Es que por mí no volvería a verte el pelo nunca, estúpida. — Y volvió a girarse, dándole la espalda y acercándose a la ventana, perdiendo la mirada. Estaba muy enfadada. Consigo misma, sí, pero no necesitaba que una tía sin principio ninguno como Eunice le dijera, encima, que había sido su culpa. — ¿Alguien puede ponerme en antecedentes, por favor? Porque no doy crédito. — Dijo Kowalsky, tras unos minutos de prudencial silencio. Alice miró y vio a los tres chicos rodeándole, todos pálidos y bien juntitos como si Eunice y ella fueran dos bombas a punto de estallar.

    Merci Prouvaire!


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    Lun Ene 31, 2022 1:24 am

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    CON Alice EN Campo de quidditch EL 18 de mayo
    Todo lo que había ocurrido con Percival, la de cosas que había tenido que oír y comentarios que se había tragado, por tal de no empeorar las cosas y mantener la compostura; todo lo que sabía que Alice había sufrido por los comentarios de la gente, y lo que Lex había vivido con su propia tortura particular, siendo ahora feliz de verdad por primera vez en toda su vida; las recientes amenazas de Layne, el miedo que pasó a pesar de que se mantuvo lo más estoico posible y el haber llevado la procesión por dentro, porque prefirió no contárselo a nadie para no generar una preocupación innecesaria; las insinuaciones de Eunice y tener que seguir viéndola casi a diario, trabajando con ella; saber que tenía razón en sus sospechas sobre Lyevin, y haber tenido que presenciar como trataba a Alice y como la defraudaba, porque ella claramente no veía lo mismo que él; lo vivido en Pascua y no saber qué estaba ocurriendo fuera, si iba todo bien; el incendio, los inminentes exámenes finales, Sean y Hillary enfadados entre sí sin saber él qué hacer para arreglarlo, su despedida de Hogwarts para siempre... Eran demasiadas cosas las que tenía encima.

    Y todas esas cosas, acumuladas, habían generado una bola de pólvora que Layne había convenientemente aprovechado para prenderle fuego y hacerle estallar. Acababa de tirarse él solito al vacío sin escoba, y se había estrellado. Se había dejado llevar por sus malas sensaciones, por su orgullo herido, por su necesidad de desfogar todo eso que llevaba consigo, de vengarse de él y de Percival de rebote, de que no hirieran más a los suyos, cuando lo más inteligente y sensato hubiera sido agarrarles a cada uno de una mano y marcharse de allí, dejar a Layne diciendo estupideces solo. No lo había hecho, y ahí tenía las consecuencias. Había amenazado a punta de varita a un alumno y había perdido el reto que él mismo se impuso, su propia promesa. Había perdido puntos, él, que quería ser perfecto, impecable, que se vanagloriaba de ser el mejor prefecto del castillo, el que nunca comete un fallo, el que puede dar lecciones a los demás. Y lo que era peor, ¿qué hubiera podido llegar a hacer, cegado como estaba, de no aparecer la señora Granger por allí en el momento preciso? ¿De verdad era... así? ¿De verdad podía sacar un mago oscuro de su interior con apenas una provocación? Menuda manera de mierda de acabar lo que habían sido siete años de no cometer un solo error. Layne le había tendido una trampa, y había caído de lleno como un tonto. Aún no daba crédito de lo que le estaba pasando.

    Iban caminando en silencio hasta el castillo, con la señora Granger encabezando la comitiva con paso firme. Alek iba tras ella, con una expresión bastante neutral. Justo detrás iban Marcus y Lex, ambos cabizbajos, en el caso de Marcus, apesadumbrado, y Lex con el ceño fruncido, como si estuviera barruntando algo, pero Marcus estaba tan metido en su propio dolor que ni se percató. Tras ellos, iba Layne, con las manos en los bolsillos y sin borrar la sonrisa triunfal, bien erguido, con ni medio atisbo de arrepentimiento o culpabilidad, todo lo contrario. El camino hacia el interior de la escuela parecía un paseo hacia el patíbulo, al menos así lo sentía Marcus, que no había sido castigado jamás y ahora sentía, encima, el peso de la vergüenza, de los estándares que él solo se había puesto cayendo como una pesada losa sobre él. Estaban acercándose a las escaleras que conectaban los exteriores con una de las galerías cercanas al hall del castillo, entrando por una de las puertas laterales en lugar de la principal, cuando oyó como Lex respiraba hondamente y echaba el aire por la nariz. En su hermano no era raro esos aspavientos de enfado, y lo dicho, Marcus estaba demasiado imbuido por su propio estado. Salió de este de golpe, porque en apenas un segundo, todo ese silencio se rompió.

    Ninguno de los presentes fueron capaces de reaccionar, porque todo ocurrió demasiado rápido. Oyeron una risa breve de Layne, entre dientes, y acto seguido, Lex se giró de golpe y le dio un puñetazo en la cara que le tiró al suelo, tapándose la nariz ensangrentada. Marcus abrió los ojos con espanto, y reaccionó a lo justo para enganchar a su hermano de los brazos. - ¡¡DILO!! ¡¡DILO EN VOZ ALTA SI TIENES HUEVOS, HIJO DE PUTA!! - ¡Lex! ¡Te lo suplico, por favor! - ¡¡QUE LO DIGA!! ¡MALNACIDO! - ¡Incarcerous! - Bramó inmediatamente Arabella, y una firmes cuerdas ataron a Lex y expulsaron a Marcus del agarre de su hermano. Lo peor es que se le tuvo que poner delante, porque se seguía revolviendo, dispuesto a caer sobre el otro, que no solo seguía en el suelo sino que ahora se reía como un desquiciado. - ¡TE VOY A MATAR! ¡LA PRÓXIMA VEZ QUE TE VEA...! - ¡¡LEX!! - Gritó Marcus, empujándole. - ¡YA BASTA, JODER! ¿NO VES QUE YA HEMOS TENIDO SUFICIENTE? - Bramó desesperado, mientras la mujer seguía tirando de él y emitía unas chispas rojas con la varita, claramente para llamar a otro profesor. Lex le miró, fuera de sí, con los ojos inyectados. - ¡Él quería esto! ¡Se estaba riendo de ti, "te he hundido, O'Donnell"! - Luego miró al otro, que empezaba a levantarse del suelo, apretando la mandíbula. - ¡Y di lo otro! ¡No lo dices porque no tienes huevos! - No sé de qué me hablas. No eres más que un perturbado, nadie se va a creer lo que digas. Solo hay que verte, estás mal de la cabeza... - Ha pensado que ojalá te hubieras quemado en el incendio. - Afirmó Lex, con la voz temblando de ira. Marcus parpadeó, y lentamente miró a Layne. Ni siquiera tenía ya rabia en el rostro, solo absoluta incomprensión. - ¿Qué te he hecho para que me odies tanto? - Preguntó, con la voz casi quebrada. Layne simplemente alzó la barbilla, ya sin rastro de la sonrisa hiriente, solo con una mirada de desprecio, como si ni él mismo pudiera responder, solo sentirlo así y ya está. No lo podía entender. Se remontaba a primero, a la primera vez que ese tipo arremetió contra él. Ni siquiera le había visto antes, no se conocían. ¿Por qué le odiaba de esa forma? ¿Por qué hasta ese punto?

    - Espero que eso que acabo de oír no sea verdad. - Dijo con dureza la voz de Silver Handsgold, que acababa de aparecer por allí. Arabella retomó el habla, porque hasta entonces se había mantenido sujetando a Lex, sin hablar. Conocía a su jefa de casa: eso no era buena señal. - Alexander O'Donnell, quedas expedientado de manera indefinida. Vienes conmigo a un aula de castigo aislada. - No. - Se le escapó a Marcus, en un ruego musitado. - Profesora, deje que vaya con él, por favor. - No estás en posición de pedir nada, O'Donnell. - Le cortó. Miró entonces a Handsgold y dijo. - Profesor Handsgold, por favor, hazte cargo de estos tres alumnos. Lleva al señor Hughes a la enfermería a que le curen eso, que no se quede solo bajo ningún concepto, y cuando la señora Durrell haya terminado, que lo lleven al aula de castigo en la que estés. Lyevin y Marcus O'Donnell quedan bajo tu tutela desde este momento, yo me llevo a Alexander O'Donnell. - Perfecto. - Corroboró Silver, y con un gesto de la cabeza, les instó. - Vamos. - Obligándoles a seguirle, mientras Marcus veía como su jefa de casa, cuya familiaridad con él se había perdido de golpe y prácticamente ni le miraba, ni por supuesto le trataba como hasta ahora, se llevaba a Lex.
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    Lun Ene 31, 2022 12:34 pm

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    CON Alice EN Campo de quidditch EL 18 de mayo
    Básicamente, Hughes quería provocar una reacción en Marcus. Ha ido a por su hermano y luego a por Gal. — Kowalsky suspiró y se rascó la frente. — Bueno, ¿y qué tienen que ver Lyevin y Creevey aquí? Que el ruso ese es un mierdas. La culpa siempre es de Benjamin, pero ese gilipollas… Creevey el lenguaje, por favor. — Dijo Kowalsky suspirando y dejándose caer en la silla, claramente agobiado. — Perdón, profesor. Lo que decía, que siempre creen que es culpa mía, pero yo defiendo a los míos, ¿sabe lo que le digo? Y el ruso es un guarro jugando, y siempre acosa mucho. Por eso le lanzo la bludger con todas mis ganas ¿me entiende? Porque cuando me metí en el equipo ya sabía que Ravenclaw perdía siempre… Nos estamos desviando. — Intervino Colin. — El caso es que Lyevin se ha empezado a meter con O’Donnell por… Su orientación sexual en muy malos términos. — Kowalsky frunció el ceño. — ¿Por estar con Alice? — Colin suspiró. — El otro O’Donnell, señor. — El profesor se frotó la cara. — ¿Y por qué McKinley dice que Gallon tiene nada que ver aquí?¡Eso mismo digo yo! — Dijo ella, dándose la vuelta medio segundo, sin descruzar los brazos.

    Colin inspiró, haciendo acopio de paciencia y volvió a empezar. — Cuando ha acabado el partido, Lyevin se ha empezado a meter con Lex O’Donnell, insultándole en ruso e insinuando cosas sobre su orientación sexual. Creevey ha bajdo a expresar esa opinión tan intensa que tiene sobre Lyevin y a avivar el fuego. — Dijo con tono reprobador. Al otro se le veía que se iba a quejar, pero Colin levantó la mano para que no le interrumpiera. — Y para rematar, Hughes, que claramente tenía ganas de fiesta. En vistas del jaleo, ha aparecido por ahí la prefecta McKinley, y yo me he ido a buscar a Marcus, porque esperaba que lo solucionaran. Pero ahora me doy cuenta de que eso era justo lo que Hughes quería: a Eunice y Marcus allí. — Suspiró y se pasó las manos por la cara. — Total que al final, Gal ha bajado también y ahí tanto Lyevin como Hughes se han puesto a insultarla. ¡Profe! Es que la han llamado zorra y guarra tantas veces que no puedo ni contarlas. — Saltó Creevey indignado. — Y los dos la han agarrado y empujado, una de las veces la he tenido que coger yo. O sea, vale que O’Donnell da un miedo que no se imagina cuando está cabreado de verdad, pero es que no paraban de insultarla, y a su hermano, y el puto Hughes la ha agarrado así, profe. — Dijo haciendo el gesto con sus manos. — Es que le hubiera hechizado yo si no pensara que me la podría devolver cuatro veces más fuerte. — Kowalsky la miró. — ¿Hughes te ha agredido Galen? ¿Estás bien? — Ella asintió sin darse la vuelta siquiera. — ¿Y O’Donnell ha hechizado a Hughes? No, no, le ha amenazado. — Aportó Colin. — Pero justo ha aparecido la señora Granger y ha puesto orden.

    Kowalsky soltó un hondo suspiro. — Darren, estás muy callado. — Dijo finalmente, y era verdad. Y entonces, Alice levantó la cabeza para mirarle, y el chico se echó a llorar, sentado en la mesa, encogido sobre sí mismo. Se descruzó de brazos y se fue para allá a abrazarlo, y el chico se aferró a su tronco, llorando en su pecho, y ninguno se atrevió a decir nada. — Estoy tan cansado… Tan cansado de los comentarios, las amenazas, los “tened cuidado”... No puedo más. ¿Qué he hecho, Gal? ¿Amar a una persona? ¿Portarme bien con todo el mundo? ¿Es eso lo que está mal en mí? — Ella dejó un beso sobre su coronilla. — No eres tú el malo, Darren. Es quien te hace sentir así, quien os dice esos comentario. Tú eres la mejor persona que conozco. — No te deseo ningún mal, Millestone. — Dijo Eunice, cruzada de brazos en su esquina. —Pero lo que tú eres no se puede ser. — Y entonces, Darren se soltó bruscamente del abrazo y se giró. — ¿Qué, Eunice? ¿Qué soy? ¿Un buen novio? ¿Alguien cariñoso que nunca ha hecho mal a nadie? ¡Joder, Eunice! Así está tu hermano, jodido de la cabeza por vuestra culpa. — Se limpió las lágrimas. — Lo que no se puede ser es como tú. Envidiosa y sin código moral ninguno, dispuesta a estar en una relación más tóxica que el uranio solo porque se te metió un tío entre ceja y ceja. El peor posible. — Paró, respirando profundamente y limpiándose las lágrimas, sorbiendo y tratando de calmarse. — Perdón por las malas palabritas, señor, sé que no le gustan. Tranquilo, yo creo que esta tarde Creevey me ha curado la aversión con terapia de choque. — Dijo Kowalsky levantándose y dando un hondo suspiro. Dio la vuelta a la mesa y se sentó a su lado. — A ver, venid aquí… Todos cerca de mí, ¿vale? Sentaos por aquí, que no hace falta que hablemos a gritos de estos temas. — Alice obedeció y se sentó al lado de Creevey en una silla, en semicírculo entorno a Kowalsky. Eunice fue, pero puso los ojos en blanco. — Aquí intervienen muchos factores y opiniones. Sois una generación que está en medio de lo que fuimos, muy anclado en el pasado, y lo que vendrá, que será extremadamente diferente, pero mucho más tolerante e inclusivo. Vuestros hijos verán otro mundo, pero a este todavía faltan por pulirle muchas cosas, y no es fácil abandonar ideas inculcadas desde el nacimiento. Pero no debemos hacerlas entender por la fuerza. Y debemos escuchar a todos, para saber cómo podemos ayudarles. — Lo cierto es que a ella la terapia grupal con Eunice de ser todos amiguitos al más puro estilo Hufflepuff no le apetecía ni un poquito, pero le daba pena por Darren y Colin, que la iban a agradecer, así que se mordió las mejillas por dentro y escuchó.


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    Lun Ene 31, 2022 5:33 pm

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    CON Alice EN Campo de quidditch EL 18 de mayo
    Entraron en el despacho de Handsgold y este cerró la puerta tras ellos, dirigiéndose a su mesa y sentándose con tranquilidad, pero muy serio. Alek y él se habían quedado plantados ante la puerta, el ruso de brazos cruzados, mosqueado pero silencioso, y Marcus con la cabeza baja y sintiendo que temblaba por dentro. No sabía si tenía más ganas de pegar a alguien, de meterse debajo de las sábanas y que nadie le viera ni le hablara, o de echarse a llorar. La vena peligrosa que se le activaba cuando le tocaban lo que más quería era una simple tecla que, una vez la habían dejado de pulsar, desaparecía sin dejar rastro, y solo quedaba el niño bueno que había sido siempre. Un niño bueno que había pasado un muy mal rato, que había visto como empujaban e insultaban reiteradamente a su novia, y a su hermano, y a su cuñado. Que había visto como su hermano tiraba al suelo a otro alumno de un puñetazo y se salía de sí, y como su jefa de casa le expedientaba, y no quería ni pensar qué conllevaría eso. Un niño bueno que había escuchado como otro pensaba de él que ojalá se hubiera muerto en el accidente en el que mal lo habían pasado hacía unos días. No podía procesar tanto en ese momento.

    Silver señaló con un elegante gesto de la mano las dos sillas ante su escritorio. Alek y Marcus avanzaron, en silencio, y se sentaron. El hombre respiró hondo y, con los codos apoyados en su mesa, entrelazó las manos, escondiendo la boca tras las mismas. - ¿Quién de los dos me explica qué ha ocurrido? - Preguntó, tranquilo. Ninguno de los dos había abandonado la pose que tenían de pie, y ninguno de los dos arrancó a hablar: Alek en un arrebato de enfado y dignidad, y Marcus porque no le salía la voz del cuerpo. Silver miró a uno y a otro, pero finalmente se decidió por él. - ¿Prefecto O'Donnell? - Claro, el cargo. Siendo uno de ellos prefecto, tenía la obligación de narrar. Se frotó un poco la frente y los ojos, nervioso, buscando la manera de empezar, y sin atreverse a mirar a la cara al profesor. - Acababa de terminar el partido y... Colin Evans ha venido a buscarme porque, al parecer, se había iniciado una discusión entre varios jugadores. Uno de ellos era mi hermano, así que... Me llamaba en calidad de prefecto, pero supongo que porque pensó que me interesaría especialmente. - Tragó saliva. - Cuando llegué abajo, efectivamente, había varios alumnos discutiendo. Mi hermano Alexander, Eunice McKinley, Benjamin Creevey, Layne Hughes y Aleksei Lyevin. - Miró de reojo al chico a su lado al decir su nombre. Ni se inmutó. - El foco de discusión principal, al parecer, estaba entre mi hermano y Lyevin. Por lo visto habían tenido un desacuerdo a lo largo del partido, o puede que viniera de antes... - ¿Y un desacuerdo entre dos jugadores de Slytherin lleva a la situación que me he encontrado yo al bajar las escaleras? - Preguntó, con un punto irónico, pero sin perder la compostura. Volvió a respirar hondo y añadió. - Creo que ya no hay necesidad de eufemismos ni marcos teóricos, Marcus. - Sonaba sereno, pero cariñoso, como era Silver. Y que le llamara por su nombre de pila en una situación así le desmontaba, porque Silver había sido su profesor favorito, de una de sus asignaturas favoritas, desde que pisara el castillo. Nadie se imaginaba lo duro que le resultaba aquello.

    Se mojó los labios, trató de deshacer el nudo de su garganta, y con la voz quebrada, fue más al grano. - Lyevin y Hughes empezaron a insultar a mi hermano y a Alice Gallia, mi novia. - ¿Qué hacía Alice allí? - Preguntó Silver. - Al ver lo que estaba pasando, ella y Darren Millestone, que estaban en las gradas, vinieron con nosotros para intentar apaciguar los ánimos y asegurarse de que no nos pasaba nada. - Se mordió el labio, conteniendo la ira que le provocaba lo que iba a decir, aunque su desazón siguiera siendo mucho más prominente. - Coyuntura que aprovecharon Lyevin y Hughes para insultarles. - ¿Por qué no hablas del crío ese de tu casa que había venido, palabras textuales suyas, solo para tocar ls huevos? - Vaya, Lyevin se había dignado a hablar. Marcus respiró hondo. - Ya conoce a Creevey, profesor Handsgold. Es cierto que no debería estar allí, es un alborotador, pero en todo momento defendió a las que claramente estaban siendo las víctimas de la pelea. - Las víctimas serán porque lo dices tú. - Espetó Alek, ya sí mirándole. - ¿Por qué tengo que aguantar a un tipo como tu hermano en mi equipo? ¿Por qué no va y se arregla en vez de contaminarnos a todos? - Un momento, un momento. - Detuvo Silver, con el ceño fruncido y un gesto de la mano, como si realmente esperara no haber entendido bien. - ¿Qué es exactamente lo que el señor Alexander O'Donnell tiene que arreglar según usted, señor Lyevin? - El otro le mantuvo la mirada por unos instantes, con obviedad, pero en vistas a que no era una pregunta retórica, contestó. - Es legeremante. Lo ha reconocido él mismo hoy. - Marcus y Silver intercambiaron miradas un segundo, y el hombre se reclinó en su asiento, respirando hondo. Pero el otro no había terminado. - Y usted es un hombre, profesor Handsgold. Comprenderá que los hombres nos sentimos incómodos con ciertas cosas que no son las que tienen que ser. - Insisto en pensar que no te estoy entendiendo, Lyevin, pero te advierto que se me agota la capacidad de hacerme el tonto muy rápido. - Se refiere a que es homosexual. - Puntualizó Marcus. Alek arrugó el labio con desprecio, como si no le pareciera la terminología adecuada. No, desde luego, él usaba otras.

    - Ese ha sido el inicio de la pelea. El señor Lyevin le está haciendo el boicot a mi hermano dentro del equipo por la mera razón de ser homosexual. - El otro bufó con desprecio, como si Marcus estuviera tiñendo de descabellado algo perfectamente normal. Silver miró al ruso. - Pues eso no es, absolutamente en ningún caso, motivo para despreciar a nadie. - Claramente, Alek no se esperaba esa reacción, porque le miró con los ojos abiertos como platos. - ¡Usted es hombre! ¡Y su mujer estudió en Durmstrang, como yo! - Explícame qué tiene eso que ver con lo que estamos hablando. - Cortó Silver con dureza. Marcus miró a Alek. ¿Ahora qué? Pensó con inquina. Claramente no tenía nada que ver, se había visto desubicado de ver que era el único que pensaba así, había dado por hecho que tendría el favor del profesor, y estaba intentando salir a flote a la desesperada. Tras un par de segundos de mirar atónito a Handsgold, volvió a bufar y empezó a mascullar en ruso. - Como bien dices, mi mujer también es rusa, pero agradeceríamos que nos hicieras el favor de no tener que movilizar a más profesores de este castillo por una riña absurda basada en la intolerancia. Así que, en presencia de personas que no hablan ruso, no hables ruso, por favor. - Volvió a atajar el profesor, y Marcus agachó la cabeza de nuevo, aunque mirando a Alek de reojo, porque una parte de él estaba disfrutando de lo lindo con semejante corte. El otro optó por callarse.

    - Continúa. - Instó Silver a Marcus. - Lyevin y Hughes se estaban refiriendo a mi hermano y a Darren en los términos despreciativos que se puede imaginar. Alice intentó interponerse, y Lyevin la empujó tan bruscamente que Creevey tuvo que sostenerla para que no se cayera al suelo. - ¿Es eso cierto? - Preguntó Silver a Alek. El otro ni le miraba, cruzado de brazos. - Tu castigo aún puede ser peor si me faltas el respeto, Lyevin. - Ella me empujó a mí primero, y es una mujer y una enclenque. Solo le di un toque. Se cayó sola, claramente para sacarle a este el caballero andante que lleva dentro. - Eso es mentira. - Respondió Marcus con dureza, pero Silver cortó. - ¿Qué más? - Marcus respiró hondo. - Layne también insultó a mi hermano, a mi cuñado y a Alice. También a Eunice McKinley, y a Creevey. Y a mí me estaba provocando... Y lo consiguió. - Tragó saliva. - En un momento determinado, le agarró la muñeca a Alice... - ¡Joder! ¿Por qué no lo cuentas todo, eh? Ella fue a darle una bofetada, y no es la primera que le da. - Porque la llamó puta. - Respondió, taladrándole con la mirada y con tono grave. Silver arqueó las cejas. Los descalificativos y las ofensas contra el honor no estaban nada bien vistos en la casa Gryffindor. - Llamó a mi hermano maricón y a ella la llamó puta, y dijo, palabras textuales, que lo que más le ponía de ella era que se resistía. - Veo que he llegado en el momento oportuno, porque algo me decía que me faltaba información. - Dijo una voz a su espalda que no esperaban allí.

    Al girarse se encontró en la puerta con el director Potter. Su frase había sonado con el subtono bromista habitual en él, pero su expresión y su forma de decirlo mostraba una seriedad que solo le había visto en el juicio contra Layne. Hablando de él, de hecho, acompañaba al director, con la nariz amoratada pero ya sin rastro de sangre, aunque claramente le habían puesto un remedio temporal. El hombre hizo un gesto al otro chico para que pasara y luego entró él, cerrando tras de sí. Silver se puso en pie, así que Alek y Marcus hicieron lo mismo. - Señor Hughes. - Comenzó el director. - Eso que cuenta el prefecto O'Donnell que le dijo usted a la señorita Gallia, ¿es cierto? - El otro apretó los dientes, mirándole con desprecio. - Me tenían contra las cuerdas. - Se excusó, y a Marcus le salió del alma un bufido irónico, y acto seguido se mordió los labios para contenerse, que estaba el director delante. - Y que cuente también lo que pasó después. -Que te amenacé a punta de varita. - Respondió Marcus, mirándole. Luego giró la mirada al hombre. - Yo no miento, director Potter. Se me ha ido de las manos, he perdido la compostura. Lo siento muchísimo y no está justificado. Layne estaba insultando abiertamente a mi hermano, le amenazó con dañar a su mascota y le tendió una trampa para que se delatara como legeremante delante de varias personas que no son de su círculo íntimo y que no le quieren bien, como por ejemplo el señor Lyevin aquí presente. Insultó también a Darren Millestone y a Eunice McKinley, e insultó a Alice Gallia, mi novia, diciéndole las cosas que usted acaba de oír. Ella se reveló, y fue a abofetearle, y sí, tampoco estuvo bien, pero nos estaba llevando al límite. Cuando miré, la tenía fuertemente agarrada de la muñeca, y ya se había llevado un empujón de Lyevin. Me puso muy nervioso, le amenacé para que no la tocara más, ni insultara más a mi familia. Y cuando me acerqué... - Miró a Hughes. A ver si era capaz de decir que era mentira algo de lo que acababa de contar. - Me dijo que qué llevaba peor, si tener un hermano maricón o una novia puta. - Se acordaba y le rechinaban los dientes de rabia. Miró de nuevo al director. - Ahí fue cuando le amenacé con la varita, y justo en ese momento llegó la señora Granger. -

    El hombre le miraba, en silencio. Tras unos instantes, solo asintió lentamente y preguntó. - ¿A qué se ha debido la agresión al señor Hughes por parte del señor Alexander O'Donnell? - En vistas de que seguramente Hughes ya hubiera contado su versión y Alek iba delante de ellos y no parecía dispuesto a hablar, siguió él. - A que, cuando veníamos para acá con la profesora Granger, según cuenta mi hermano, Hughes iba pensando de mí que por fin me había hundido, que había caído en su trampa... Y en un momento determinado... Ha pensado que ojalá me hubiera quemado en el incendio del otro día. - Potter miró lentamente a Hughes, y este se reveló. - Tu hermano lleva queriendo pegarme mucho tiempo y ahora que se sabe que es legeremante le viene de lujo la excusa de "lo he oído pensar cosas feas" - En esta parte de la historia ya estaba yo presente. - Intervino Silver, dirigiéndose al director. - Y es cierto que es la palabra del señor Alexander O'Donnell contra la del señor Hughes, pero... - Ya he tenido suficiente. - Cortó Potter, sereno, alzando una mano. Miró a Layne. - La versión que me has dado tú en la enfermería estaba carente de muchos de estos detalles. - El otro bufó, nervioso. - Señor, ¿no lo ve? Me la tienen jurada. Primero el juicio, ahora esto... - Tengo pruebas aportadas por el prefecto de tu casa, Cedric Greengrass, de que las pautas que se te pusieron en el juicio no las estás cumpliendo. Pautas como acercarte a los denunciantes, pautas como mejorar tu comportamiento, pautas como no quedarte a solas con los denunciantes o personas imputadas contigo... Hace dos meses que estuvimos debatiendo tu expulsión de esta escuela, dos meses de los cuales has pasado una semana y media de vacaciones fuera, y no parece que hayas aprendido nada, todo lo contrario. - Layne parecía no haber acabado con las quejas, pero el director no daba lugar a la réplica. Ni su sentencia, tampoco. - El resto de alumnos tendrán sus correspondientes consecuencias por esto, pero tú, Layne Hughes, quedas desde el día de hoy expulsado del Colegio Hogwarts. -
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    CON Alice EN Campo de quidditch EL 18 de mayo
    A ver, vamos a poner las cartas sobre la mesa. — Dijo el profesor, cruzándose de brazos, pero sin perder el tono tranquilo y la expresión amable. — Veo que el problema que ha originado todo esto ha sido un comportamiento intolerante hacia la homosexualidad. — El tenso silencio se expresó solo. — Y a parte de Lyevin, que no está aquí, la que comparte esos pensamientos es la prefecta McKinley. — La aludida volvió a poner los ojos en blanco. — McKinley, puedes explicarnos ¿por qué piensas así? — Eunice descruzó las piernas y bufó. — Mire, no tengo ni cuerpo ni necesidad de estas mierdas a lo Hufflepuff, señor Kowalsky. — Él se encogió de hombros, sin variar mucho la expresión. — A ver, que lo entiendo, eh. Pero puedes hacerte oír y que, si de aquí salimos habiendo dialogado, puedas ganar diez puntos, que conociendo a Arabella habrá quitado unos cuantos al veros en una pelea. O puedes irte ahí al rincón y que no se conozca tu punto de vista y los demás ganen puntos y tú no. Pero, insisto, lo comprendo. — Eunice bufó y se revolvió en el asiento, cruzándose de brazos. — No es un punto de vista. Es un hecho objetivo. Solo un hombre y una mujer pueden tener hijos. Cualquier otra unión, es por vicio. — Creevey soltó una pedorreta y se dejó caer en la silla, Colin estaba mirando al techo claramente incómodo y Alice soltó una risa sarcástica. — Chiiiicos, respeto por favor. — Pidió Kowalsky. Alice se echó para adelante en la silla. — ¿Tú sabes que hay algo más en la vida que tener hijos para la excelsa estirpe mágica?Mira quién habla. La que viene de familia de sangre pura y está con otro mago de linaje eterno. — Alice rio y levantó las manos. — Porque le amo, ¿te es familiar ese concepto? ¿Eres capaz de hacer algo que no sea lo estrictamente reglado para ti y SENTIR?¿Y tú seguir alguna norma en la vida? — Acusó Eunice de vuelta. — ¡Chicas, por favor! Tranquilidad, de verdad. — El hombre resopló y se pasó la mano por el pelo. — Qué complicado es hablar de estas cosas…

    Yo sé a lo que se refiere Gal. — Dijo Creevey de repente más calmado y menos sarcástico. — McKinley, yo salí de una unión entre dos magos, pero no tenía nada de bueno ni de reglado. Del puro vicio, como dices tú. Esas cosas pasan. — Eunice se cruzó de brazos. — Ya sé que pasan, no hace falta que un niño me dé clases de anatomía, gracias. Pues hazte cargo, chica. Que vicio del malo existe sea la pareja como sea. — Eunice negó con la cabeza. — Pues sí, pero con los homosexuales tienes la certeza de ello. — Alice suspiró. — Pero que acostarse con alguien no es un vicio, Eunice. Ni un deber. ¿Tú entiendes lo que es amar a alguien? — Ella se mordió el labio y perdió la mirada. — Una debilidad. — Alice suspiró y miró a Kowalsky. — Esto no funciona. — Pero Bertie negó. — A ver, escuchadme ahora vosotros a mí. Las personas somos nuestro contexto. Nuestra realidad no es real al 100%. Nunca. Siempre está sesgada por nuestro contexto. Para McKinley, es una realidad que el amor como tal es una debilidad y lo que hay es deber. Porque es lo que ha visto y vivido siempre. Y probablemente porque no lo ha sentido nunca. — Alice rio sarcástica. — ¿Y Hughes? — Pero miró a Eunice y estaba con los ojos llorosos. — Hughes era el chico con el que tenía que estar. Que era perfecto para mí. — Alice bufó y negó con la cabeza, pero no la interrumpió. — Prefecto, buena familia, seguro de sí mismo, guapo… Me habría valido O’Donnell pero no tenía ni una posibilidad por ahí. — Dijo mirándola mal. — ¿Y Lex? — Le salió del corazón preguntar. — Pues… Era mi otra opción, pero no parecía hacerme mucho caso… — Eunice se encogió de hombros y los ojos se le inundaron de lágrimas. — Lo aposté todo a Layne y fallé. Y ahora… Todo el mundo lo sabrá, sabrá lo que pasó entre nosotros… Y nadie me considerará suficientemente buena. — Alice frunció el ceño y echó la cabeza para atrás. ¡Oh, por Dios, Eunice! ¿Es eso? ¿Por eso has aguantado todo lo que ese cabrón te ha hecho? — La chica no contestaba. — No te creo… — Dijo llevándose la mano a la cara. — ¿De verdad no ves todo lo que está mal en esa sociedad de mierda en la que vives? Tu hermano, jodido desde siempre por simplemente: amar. Y tú pensando que nadie te va a querer, ¿por qué? ¿Por haber roto con un tío que te maltrataba y no valía un knut? Vamos, no me jodas, tía… — Darren levantó la mirada por fin y dijo. — Sé que no es culpa vuestra, Eunice, que es vuestra familia y vuestro entorno, pero tienes que abrir los ojos. — La chica apretó la mandíbula. — Ahora me diréis alguna mierda Hufflepuff como que el amor todo lo puede y que se puede vivir igual. Y no es verdad.

    Se habían quedado un poco en silencio, pero Kowalsky se inclinó hacia delante. — Cuando yo era joven, y estaba ahí donde estáis vosotros, se decía mucho que los magos nos íbamos a extinguir. Que entre las guerras y la cantidad de magos y brujas que renunciaban al matrimonio, nos íbamos a extinguir. — Miró a Eunice. — Y te aseguro, McKinley, que entonces ni una sola persona homosexual, o de cualquier otra orientación que no fuera heterosexual, lo expresaba abiertamente. Pero los matrimonios eran opresores. Muy pocos eran por amor, y a lo que llevaba era a seres humanos infelices y destruidos. Y fue entonces cuando la mayor parte de las familias mágicas se dieron cuenta de que, precisamente por ese cuidado equilibrio que habían tratado de mantener, se estaban cargando a su propia especie. La gente prefería ser soltera que atarse a un hogar que casi seguro iba a ser infeliz. — Suspiró y ladeó la cabeza, juntando las manos. — Y las cosas cambiaron un poco, para bien. Al menos se recuperaron un poco de ese pozo de extinción al que nos dirigíamos. Las cosas no cambian de un día para otro, y pretender cambiarlas de raíz y a lo loco, como hace tu hermano, igual tampoco es la forma. Pero tienes que abrir los ojos, Eunice. — El profesor puso una mano sobre el hombro de Darren. — ¿Podrías sobrevivir sin lechuzas? ¿Sin thestrals que te desplazaran? Sin un montón de criaturas que nos rodean. ¿No, verdad? Pues Darren es de esa gente que cuida de ellas, para que puedas hacer tu vida normal. Y es un buen estudiante, como tú, y tiene un corazón de oro, y todo eso no cambia en absoluto porque ame a un hombre. Y eres una chica lista, hasta tú te das cuenta de eso y ves que e Sun hombre bueno, un gran mago y más que válido para esta comunidad.

    Se había vuelto a hacer el silencio, que Colin rompió. — Es que no se puede controlar. Hay cosas incluso que no quieres sentir, pero están ahí, y no puedes evitarlas… — Alice le miró con cariño. Ay, el pobre, ella mejor que nadie entendía el cuelgue con un prefecto. Pero luego miró a Eunice. — Pero es que tú nunca te has dejado sentir nada, ¿verdad? Solo ambicionar y ser la mejor. — La otra se encogió de hombros y negó con la cabeza. — Es que no sé sentir de otra forma. Sí, sí que sabes. — Le dijo Darren. — Declaraste contra Layne en el juicio. Porque querías hacerlo. No porque te pusiera en una mejor posición o porque alguien lo esperara de ti. Porque salía de lo más profundo de tu ser. — Se volvió a hacer el silencio, pero Alice ya no estaba enfadada, solo… Derrotada. Y volvía a pensar en Marcus. Y un poco en su abuela Helena y la conversación que tuvieron en Pascua. Ahora en su cabeza, cobraba sentido esa obsesión de Eunice con Layne. No era amor enfermizo. Era miedo a ser rechazada, señalada, si no hacía lo que él decía. Y la verdad, solo el hacía odiar más a los tipos como Layne y a parecerle lo que había dicho antes: un violador. — Es posible. — Concedió Eunice con un hilo de voz. — Pues verás cuando lo que te salgan de dentro sean sentimientos buenos. y no te digo que te ponga este o aquel. — Dijo Darren muy serio pero tranquilo. — Digo cuando de verdad sientas cariño por la gente, cuando llegues a hacer esa conexión, amorosa o no. Eso es el mundo entero, Eunice. Tanto que te meterías delante de un ruso dos cabezas más alto que tú, que delatarías tu gran secreto o perderías puntos a dos semanas de irte por defender lo que amas. Créeme.

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    Lun Ene 31, 2022 11:49 pm

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    Marcus y Alek miraron automáticamente al director con los ojos muy abiertos, él incluso notó como su corazón se saltaba un latido. Layne también le miró, espantado, y por primera vez Marcus podía ver miedo y desconcierto real en su rostro. Aquello ya no era una amenaza o una propuesta que él pudiera revocar, era una decisión en firme por parte del director. Y, aún así, lo intentó. - ¿Cómo que expulsado? - Dijo con la voz temblorosa. - ¿Qué dice mi jefa de casa de esto? - Informaré a la señora Fenwick cuando terminemos las gestiones... - ¡No puede tomar esta decisión unilateralmente! - Bramó Layne, y Marcus le miró sin dar crédito, casi asustado. ¿En serio acababa de hablarle así al director? ¿Qué pasaba, que no tenía vergüenza, que tan superior se pensaba que podía hablarle así al director de Hogwarts, o es que consideraba que ya no tenía más que perder? Potter, sin embargo, se mantuvo absolutamente imperturbable, mirándole con su tranquilidad habitual. - Soy el director de este castillo. Si alguien puede tomar decisiones unilateralmente soy yo. - Marcus tragó saliva y la propia vergüenza ajena le hizo bajar la cabeza. - Y no creo que esté usted en posición de decirme como debo gestionar este castillo, al cual, dicho sea de paso, en estos momentos, usted ya no pertenece. - Le iba el corazón a mil por hora. Había pasado por un juicio y un incendio solo en ese año, y sentía que no había vivido nada más grave que eso dentro de los muros del castillo.

    - ¿Va a dejarme sin licencia mágica por culpa de una pelea? - Layne parecía desesperado, casi le daba pena... Casi. No, no le daba pena ninguna, se lo había ganado a pulso. - No sea dramático, señor Hughes. - Respondió el profesor, con ese desdén Slytherin que llevaba interiorizado pero con mucha educación. - Podrá usted retomar sus estudios en dos años. - ¿¿Dos años?? ¿¿Por qué dos años?? - Por favor, no interrumpa, todavía pueden ser tres. - Contestó, sin elevar el tono. Otro como su madre, que a más tranquilo se mostraba, más miedo daba. - Se le han dado numerosas oportunidades que usted ha malgastado. Se ha movido por este castillo en base a unos valores que no aceptamos en ellos, ni deberían aceptarse en la comunidad mágica, consiguiendo logros más por medio de artimañas que por méritos propios. Merece ver lo que es la vida real sin privilegios, por lo que tendrá todo el curso próximo para ello. Ni que decir tiene que no podrá presentarse a los exámenes finales de este año, saldrá del castillo hoy mismo, tan pronto la enfermera Durrell finalice sus cuidados. Por supuesto, no podrá hacer uso de la magia hasta que no vuelva aquí, complete su séptimo curso y obtenga su licencia, porque se da por hecho que su expulsión disciplinaria no le habilita para hacer uso de sus poderes sin el beneplácito de esta escuela. - Vendré el año que viene. - Trató una vez más de negociar, a la desesperada. - Está bien, acepto repetir curso. Pero puedo recuperarlo el año que viene. - Será el próximo y no hay más que hablar. - Zanjó el director, y con tranquilidad, añadió. - El año que viene aún quedarán alumnos en la escuela, en su casa para más señas, con los que no podemos arriesgarnos a que usted se cruce, visto lo visto. E insisto, le irá bien el año sabático para reflexionar. - Marcus respiró aliviado, porque sí, él también lo había pensado. Si Layne repetía curso, caería con Lex. No quería que su hermano tuviera que lidiar un año más con ese tipo, y encima solo, porque Marcus, Alice y Darren ya no estarían.

    Hughes respiraba agitado. - Esto es un ultraje. No sabe a qué familia le está haciendo esto, señor director. - Silver soltó un bufido de incredulidad, frotándose los ojos, pero Potter ni se inmutó. - Mis padres no consentirán esto. - Estaré encantado de recibirles y explicarles personalmente los motivos que me han llevado a tomar esta decisión. - El hombre se dirigió a Silver. - Quédese usted con O'Donnell y Lyevin, por favor, en lo que acompaño al señor Hughes de vuelta a la enfermería y gestionamos su expulsión. - Silver asintió, pero Hughes seguía mirando a los lados como si intentara pedir auxilio entre los presentes antes de que le ejecutaran. - Tiene que haber una manera de arreglar esto. - El director no contestó, solo abrió la puerta y la señaló con un discreto gesto de la mano. - Hemos terminado nuestra reunión aquí. Por favor. - Layne le miró unos segundos, agitado, hasta que él mismo comprendió que había perdido, que no tenía más que hacer. Y en ese momento, miró a Marcus, y sus miradas se cruzaron. Tenía los ojos llenos de lágrimas de impotencia y rabia. Marcus alzó la barbilla, porque llevaba mucho rato cabizbajo, y ante Hughes, desde luego, no se iba a achantar. El otro simplemente frunció los labios, apretando los dientes, y salió de la sala con brusquedad, sin decir nada, siendo seguido por el director. - Ganaste. Enhorabuena. - Le murmuró el ruso, sin mirarlo. Marcus se quedó mirando la puerta, casi conteniendo la respiración, pero con la cabeza bien alta. No iba a volver a cruzarse con Layne por esos pasillos. Su pesadilla, y la de muchos allí, había terminado.

    Silver echó aire por la nariz y se puso frente a ellos, mirando a Lyevin. - En las guerras nunca se gana. Siempre se pierde. - Le miró a él. - Meterse en guerras nunca trae nada bueno. - Yo no quería hacer esto, profesor, se lo aseguro. Yo nunca quise una guerra. - Respondió Marcus, hablando con el corazón en la mano. - Usted quitó puntos a Layne aquel día. El día del Orgullo Ravenclaw, cuando estábamos en primero. - Silver parpadeó, pero algo apareció en su rostro. La luz de un recuerdo que se había quedado perdido por su mente y acababa de aparecer. - Estábamos en primero. Yo iba con Alice, reuniendo los elementos de la prueba de alquimia. Jacob tuvo que intervenir porque Layne, Caleb y un alumno dos años mayor que nosotros, del curso del propio Jacobs, nos atacaron, nos quitaron el elemento y se burlaron de nosotros. Alice fue a decírselo. - Tragó saliva. Se le estaban inundando los ojos, reviviendo el malestar de aquel día, pero exponenciado. - ¿Lo recuerda? - El hombre respiró hondo y respondió. - Lo acabo de recordar. - Marcus negó con resignación. - Nunca buscamos esto, profesor, se lo puedo asegurar. Yo tampoco lo entiendo. -

    Silver respiró hondamente y se dirigió de nuevo a su asiento. - En esta escuela no aceptamos discursos de intolerancia, abuso a compañeros o boicot. Alexander O'Donnell recibirá su oportuno castigo, y por tu parte, Aleksei, tienes suerte de que esto haya ocurrido cuando, si no he oído mal, acabáis de ser eliminados de la final y Slytherin no va a jugar ya más partidos. De lo contrario, estarías fuera del equipo automáticamente. - El ruso mantuvo su pose digna e impertérrita. - Nunca sabes qué puedes tener tú que te haga diferente al resto, y no querrás ser aislado por ello. - Intensificó su mirada y le dijo. - Me encargaré de estar informado de todo lo que acontece dentro de la sala común de Slytherin, así que, por la cuenta que te trae, espero que la legeremancia de O'Donnell no se convierta en la comidilla del castillo. O serás el primer sospechoso de propagarla. - No soy el único que se ha enterado de esto hoy. - Se defendió, pero Silver simplemente parpadeó. - Tú procura que eso no pase. - Lyevin apretó los labios, claramente en desacuerdo, pero Silver se reclinó en su asiento. - Puedes marcharte. - Y eso hizo, darse media vuelta e irse. Marcus, en cambio, se quedó allí.

    El profesor volvió a suspirar, esta vez señalando la silla ante él. Marcus se sentó y el hombre le miró. - Has sido el mejor alumno que he tenido desde que doy clases en este castillo. - Marcus tragó saliva y bajó la mirada. Se le estaban llenando los ojos de lágrimas. - Pero tienes un sentimiento de orgullo propio y ajeno para los tuyos, del honor herido, demasiado intenso. Y te dice esto un Gryffindor. - Hizo una pausa. - Marcus... El mundo debería ser más justo, y las personas más leales y buenas. Estás rodeado de muy buenas personas, porque Millestone es todo corazón, y tu querida Alice Gallia ni te cuento. Incluso tu hermano Alexander. Mejor sabrás tú que yo que es mucho más tierno por dentro de lo que quiere mostrar, solo ha tenido una infancia complicada, con un don que no ha pedido. - Se secó una lágrima que se le había caído silenciosa, cabizbajo y escuchando humildemente. - Por desgracia, hay cosas que no se pueden elegir. No siempre vamos a poder evitar toparnos con personas a las que no caemos bien aunque no haya ningún motivo para ello, y si sigues empeñado en mantener ese honor a flote y defenderlo a punta de varita, o a base de juicios, o de convencer a todos de lo mala persona que es... Puedes buscarte un problema muy serio, Marcus. - Ladeó la cabeza. - Eh. Venga, mírame. - Marcus alzó la mirada, lloroso. - Lo que has hecho... - Suspiró. - Es algo que hubiera hecho yo. Y Mustang, ni te cuento. Así que bienvenido a nuestra casa. - Marcus debió poner una expresión tan circunstancial que a Silver se le escapó una carcajada muda. - Es broma. Has metido la pata hasta el fondo, y claramente no has pensado, lo cual es tan poco habitual en ti que, si te conozco de algo, entre las consecuencias que ha tenido y ese hecho en sí mismo, ahora te estarás martirizando por dentro. - Negó. - Deja de hacerlo. Asume que te has equivocado, valora por qué lo has hecho, que estaba bien y qué estaba mal en tu actuación. Y ve con cuidado, Marcus, por favor. La vida no es una novela de caballerías, no puedes hacer razonar a quien te odia irracionalmente, y las cosas no siempre serán justas. Y, cuando no lo sean, darle más vueltas no hará que sí lo sean. - Echó aire por la boca. - Vete a descansar, Marcus. Ya has tenido suficiente por hoy. - Asintió. - Gracias, profesor. - Ah, y tu hermano va a estar unos días en aislamiento. No intentes buscarlo. Tendrás que tener paciencia, ya habrá tiempo de estar con él. - Tragó saliva y miró al profesor. - Darren no ha hecho nada. En todo momento ha intentado parar la pelea. A Lex le viene bien estar con él, y Darren no puede permitirse estar tan triste con los exámenes en la puerta. No me dejen verle a mí si no quieren, pero no le quitéis a su novio. Conozco a mi hermano. Va a salir peor del aislamiento si hacéis eso, ya ha vivido aislado demasiados años. - Silver se le quedó mirando. - ¿Qué acabo de decirte sobre los arrebatos justicieros, Marcus? - Preguntó resignado, pero luego suspiró. - Maldita la debilidad que tengo por ellos... Veré qué puedo hacer. - Gracias, profesor. - Y ya sí, se marchó, directo a su sala común, a ser posible a meterse en su cama durante un buen rato. Al menos hasta que hubiera llorado toda la tensión que tenía en el cuerpo.
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    Mar Feb 01, 2022 12:50 am

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    CON Alice EN Campo de quidditch EL 18 de mayo
    Se había hecho otro silencio intenso entre los presentes, que al final Kowalsky rompió. — Eso que has dicho, Darren, es precioso. Y no es menos cierto. — Resopló y les señaló. — Pero está claro que vosotros estáis aquí por no calibrar bien las consecuencias de lo que se puede hacer por amor. Bueno, yo… Sííí, sí, Creevey, el quidditch y Lyevin, me he enterado. Pero, ¿por qué te has quedado? — Benjamin se levantó haciendo un gesto con las manos. — Eh, eh, eh… Tranquilidad. Que a mí me gustan las tías, ¿eh? Y cuando le digo esas cosas a Gal es para tocarle los cojones a O’Donnell, que visto lo visto, no le voy a tocar ni el aura, fíjate. — Eso la hizo reír un poco. Solo tenías que amenazar a punta de varita a un alumno para que te cogiera miedo, haberlo sabido, pensó sarcástica. — Hay muchos tipos de amor, Ben. — Le dijo. Creevey entornó los ojos y se sentó en la silla, no muy convencido.

    Galen, sabiendo que estaba Hughes, por mucho que quisieras ayudar, tenías que haberte quedado atrás. El amor es irracional, hasta para gente como O’Donnell. — Alice suspiró y se tapó la cara con las manos. — Lo sé. Lo sé. Pero no quería que les pasara nada, que sufrieran… Quería llevármelos de allí. — Kowalsky rio un poco. — Bueno, no esperarás acertar siempre a la primera en la vida, ¿no? — Sintió la mano de Darren en su hombro, y luego su cabeza, cariñosamente. — Los Gallia son especialistas en rectificar. Y ella ahora no se lo dice porque está que no sale de sí pensando en lo triste y agobiado que estará Marcus, pero siempre nos lo está diciendo a los demás. ¡Eso, Gallia! — Susurró Kowalsky. Alice asintió, silenciosamente, tras sus manos. — Y tú Darren, tienes que aprender que vendrán mal dadas, injustamente la mayor parte de las veces. Pero que nadie espera que lo aguantes como un malecón. Eso se lo dejamos a los Gryffindor y no tenemos ninguno por aquí, ¿no? — Eso hizo reír un poco a todos, y Alice se destapó la cara. — Desahógate, Darren, sé que tu estrategia en la vida es ponerle una sonrisa a todo, pero si no lo haces no pasa nada. No te van a dejar de querer. — Alice le rodeó los hombros con un brazo y dejó un beso en su mejilla. — Pues claro que no, somos la Orden de Merlín. Y los demás, os digo lo mismo que a Alice. Analizad por qué estabais allí, por qué os quedasteis u os fuisteis. Aprended de ello y ya está. — Les miró con una sonrisa. — Y sobre todo, aprended a escuchar al de al lado, a no juzgar. Eso evita la mayor parte de los conflictos. — Dio una palmada y se levantó. — Y ahora, cada uno a su sala, chicos. Y diez puntos a cada uno, por aprender a hablar con respeto y escuchar.

    Se iba, agarrada a Darren, cuando Eunice dijo. — Yo… Me voy por ahí. — Claramente quería decir algo, pero Alice se limitó a mirarla, porque estaba bastante agotada y no tenía ganas de estirar más. — Lo siento, Gal. Siento lo de Marcus… No… No lo pensé muy bien. Y cuando algo se me mete entre ceja y ceja… — Alice suspiró y dijo. — Te lo dije y te lo vuelvo a decir. Deja de ambicionar lo que yo tengo como si fuera más valioso que lo que tienes tú. — Eunice rio un poco. — Yo no tengo un prefecto O’Donnell — Ella se encogió de un hombro. — Pues ya tendrás otra cosa. Pero valora lo que tienes de momento, que es mucho, y cuídalo. — Suspiró y dijo. — Ethan, por ejemplo. — Miró a Darren y él asintió. — No cometas el mismo error dos veces, Eunice. De verdad. Ethan te adora, por mucho que diga. Cuando le haces daño, le duele más que si se lo hiciera nadie más en el mundo. — Eunice asintió, se dio la vuelta y se fue. — ¿Ahora qué? ¿Sois amigas? — Preguntó Creevey incrédulo, uniéndose a ellos con Colin. — Eso mismo preguntó ella la última vez que hablamos así… — Alice resopló. — Me imagino que no. Pero ya has oído: escuchar y no juzgar. Que sea tu nueva máxima. A Lyevin no le voy a escuchar. — Alice se echó a reír, liberando la tensión del momento un poco. — Déjalo, Gal, si es que es un caso perdido. — Dijo Colin con hastío. Darren rio, tirándole de los mofletes a Creevey. — Di que no, ¿verdad, Benjamin? ¿Verdad que tú eres un buen niño que escucha y no juzga? — El chico se revolvió, pero al menos estaban todos riéndose un poco antes de volver y enfrentar la realidad de los castigos y consecuencias que tendría aquella tarde.

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    Mar Feb 01, 2022 1:14 am

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    CON Alice EN Campo de quidditch EL 18 de mayo
    La sala estaba ya prácticamente vacía, solo quedaban los rezagados de siempre. Una vez espantado el mal humor y el enfado, Marcus solía quedarse en una especie de estado aletargado de pena flotante, y así estaba ahora. En silencio, mientras todos hablaban y él les escuchaba como si estuvieran a lo lejos. Si Alice le hubiera frustrado a él tantos intentos por animarle como él le estaba frustrando esa noche a ella, ya estaría montado en el drama. Pero la chica le conocía lo suficiente como para saber que ese estado no iba a pasársele hasta que no transcurrieran al menos unos días. O quizás ni eso. Sentía como si le hubieran clavado una espada en su orgullo.

    Cuando vio a Kyla levantarse, se adelantó. — Yo hago la ronda esta noche. — La chica hizo un gesto despreocupado con la cabeza y la mano. — No te preocupes, puedo hacerla yo… — No. Yo la hago. — Zanjó. Necesitaba estar solo, necesitaba que le diera el aire. Desde luego lo último que le apetecía era meterse en su cama a darle vueltas a la cabeza. Kyla le miró unos segundos, con una expresión entre el reproche y la compasión que a Marcus no le gustaba nada, pero que no le iba a disuadir lo más mínimo. Suspiró y dijo. — No vayas a desfogar tu enfado con quien te encuentres por ahí. — En teoría a estas horas no debería encontrarme a nadie por ahí. — Marcus. — Que noo. — Confirmó con cansancio, rodando los ojos. Si en el fondo sabía que lo más sensato era dejar a Kyla hacer la ronda, él no se veía coherente para regañar ese día, ¿y qué iba a hacer entonces? ¿Ver a alguien hacer lo que no debía y huir en dirección contraria? Genial. Todavía podía arruinar su imagen un poco más antes de irse a dormir.

    El castillo estaba en un sepulcral y oscuro silencio, no se oían más que los ecos de sus pisadas. Mejor así. Cuando se hubo recorrido todos los pisos superiores, llegó a la planta baja. Fue a la lechucería, saludó a Elio, se desahogó un poco con él como hacía siempre y volvió por donde había venido. Pero justo al terminar de recorrer la galería, se detuvo y se quedó mirando el pasillo, con el viento que se filtraba por los arcos azotando a su espalda. De repente era como si se hubiera metido en un pensadero, o le hubieran plantado una foto en movimiento delante. Una escena de sí mismo acudió a su cabeza, justo en aquel mismo lugar, muchos años antes.

    — ¡¡Prefecto Graves!! — Como cada vez que lo veía aparecer por un pasillo, el Marcus de primero se buscaba una excusa para salir corriendo a interceptar al pobre prefecto, que jamás le puso una mala cara. — ¡Ey, colega! ¿Qué pasa? — ¿¿Te has enterado de lo que ha pasado en mi clase de Transformaciones?? — Dijo con los ojos muy abiertos y moviendo las manos. — Un grupo supergrande de Slytherin había hecho trampas y habían lanzado la transformación todos a la vez, porque decían que así salía mejor, y otro grupo de Ravenclaw decía, “¡Que no! ¡Que no funciona así, que no se puede!” Yo les miraba desde mi sitio y pensaba, pff, qué manera de perder el tiempo en vez de estudiar. ¡Total! Que en esas ha llegado la profesora Fenwick, ¡¡y le ha quitado cinco puntos a todo el mundo!! Bueno, a todos los que estaban en ese grupito, que eran… Pues como el noventa por ciento de la clase. — El prefecto le estaba escuchando atentamente, y soltó una breve risa. — Me he enterado, sí. Pero, ¡wow! El noventa por ciento son muchos. ¿Y tú no estabas allí? — Marcus se irguió orgulloso y negó con la cabeza, con la barbilla todo lo alta que podía y una sonrisa. — ¡No! Yo me quedé en primera fila esperando que la profesora viniera. ¡Y se lo dije a Alice! Le dije, “Alice, déjalos, que están haciendo el idiota”, y ella como “pero es que yo quiero ver qué hacen, quiero opinar”. — Se encogió de hombros. — Pues cinco puntos menos para ella, y yo tranquilito en mi sitio. — El prefecto soltó una carcajada y le revolvió el pelo. — Pues has hecho muy bien. —

    Podría creerse que la conversación había terminado ahí, pero en cuanto el mayor echó a andar, Marcus se le colocó al lado y continuó. — ¿Sabes qué? Me he propuesto un reto. — Ah, ¿sí? ¿Y cuál es? — ¡Voy a terminar todos mis cursos en Hogwarts sin que me quiten ni un punto! — El prefecto volvió a soltar una carcajada. — Wow, pues eso es un gran reto. — Marcus le miró con ojos de ilusión. — Bueno, seguro que tú también lo vas a conseguir, porque eres prefecto. — El otro rio y añadió con un suspiro. — Me temo que ese barco ya zarpó para mí. Me quitaron puntos una vez, estando en tercero. Una sola, pero perdí veinte del tirón. — Marcus abrió mucho la boca. — ¿¿Por qué?? — El chico se encogió de hombros. — Unos alumnos de Gryffindor habían sacado todos los ejemplares de un manual de Estudios Muggles que necesitábamos y no teníamos forma legal de obtenerlos. Nos tuvimos que aguantar y estudiar como podíamos, pero mi amiga Monica estaba muy agobiada. Se puso tan nerviosa en el parcial que se quedó en blanco y suspendió… Y no paraba de llorar, y me enfadé muchísimo, porque sabía que se había puesto así porque tenía en su itinerario de estudio usar ese manual y no había podido. — Frunció los labios en una mueca. — Fui a buscar a los de Gryffindor y resulta que ni lo estaban usando, solo se les había olvidado devolverlo en la biblioteca… Y nos peleamos en mitad del pasillo. Puede que el Profesor Kowalsky me pillara lanzándoles unos insultos bastante feos. Me dijo, “muchacho, eso no es ético. Un futuro prefecto no puede tratar así a otros alumnos, ningún ser vivo puede tratar así a otro ser vivo”. — Eso le hizo mucha gracia a Marcus, que soltó una risita. Claro, Kowalsky y las criaturas… — Bueno pero lo hiciste por un libro, está justificado. — Howard volvió a reír. — Punto uno, Kowasky tenía razón: tratar así a alguien nunca está justificado. — El mayor le dio un toquecito a Marcus en la nariz que hizo al niño sonreír, y añadió. — Y menos aún si quieres ser prefecto. — Marcus se puso un poquito colorado. Ya estaba tomando nota de eso. — Y punto dos: no lo hice por el libro, lo hice por mi amiga. Me dolió verla así, y se llevó un suspenso injusto. — Graves se encogió de hombros y dijo. — No estoy orgulloso de haber perdido esos puntos… Pero si me viera en la situación, lo volvería a hacer. — Marcus se quedó mirándole, con toda esa admiración que sentía, procesando la historia.

    Al cabo de unos instantes, el niño se encogió de hombros y dijo. — Bueno, yo intentaré no perder ninguno. — Eso hizo a Howard reír y revolverle el pelo otra vez. — Haces muy bien. Ya me dirás si lo consigues. — El mayor se cruzó de brazos y le miró con una cómica ceja arqueada. — De todas formas, ¿te defrauda mucho saber que yo he perdido puntos? — Marcus le miró con los ojos tan abiertos que le ocupaban toda la cara. — NOOOOO. Tú eres el mejor prefecto del mundo, ¡¡y tu amiga se merecía que la defendieras!! ¡¡Puntos bien perdidos!! — Howard había vuelto a estallar en carcajadas. Le pasó una mano por encima de los hombros y se lo llevó de allí. — Vale, vale. Me queda claro, solo era por saber. —

    Se había quedado embobado mirando a la nada, recordando, con un nudo en la garganta, los ojos vidriosos y sensación de decepción… Y entonces la vio. La silueta era inconfundible, y se dirigía en su dirección, pero aún estaba lo suficientemente lejos. Se recompuso, trató de disimular y se giró a un lado para continuar el final de la ronda doblando una esquina… Pero no tuvo la suerte de no ser visto. — Marcus. — Se detuvo en seco, mojándose los labios y girándose de nuevo hacia ella. — Profesora Granger. — Dijo con un cortés gesto de la cabeza inclinada hacia abajo. No podía mirarla, no quería mirarla. Como no quería sentir esa mezcla entre rabia y vergüenza hacia ella, pero no lo podía evitar. No era el mejor momento para encontrársela.
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    Mar Feb 01, 2022 5:24 pm

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    Marcus era como un fantasma. Y al segundo intento, se dio cuenta de que no iba a conseguir nada con él. Las exigencias de Marcus para con el mundo eran TAN altas, que ahora que se había estrellado con su propia exigencia, se había hundido a lo más profundo. Según habían llegado, Creevey y Colin habían dado explicaciones someras sobre lo ocurrido, y a todos les había dado mucha curiosidad, pero habían visto a Marcus tan destrozado que no se atrevían ni a preguntar. Ella se había quedado en otro sofá, mirándole de tanto en tanto, esperando que le devolviera la mirada, pero no había caído esa breva y, en una de esas, levantó los ojos y ya no le vio más. Estaría cansado de que le hicieran preguntas o... Lo que fuera.

    Gal, te he traído una poción para el dolor de cabeza. — Dijo Beverley, sacándola de su ensimismamiento. Venía un vaso y cara de ángel. — Gracias, Bev. De nada, te veía agobiada y antes les has gritado a unos diciendo que te iba a estallar la cabeza… — Se sentó a su lado, moviendo los pies en el aire. No aguantó mucho callada. — Marcus no quiere nada… No nos responde a ninguno… — Ella asintió lentamente, mientras se tomaba la poción. — A ti tampoco… — Terminó de tragar y suspiró. — No, a mí tampoco. Necesita estar solo un tiempo, Bev. — Pero no es como cuando estabais enfadados. — No. No es así. Porque el malo ha sido Hughes. — Dijo muy segura. Desde luego, por si a Marcus le entraban dudas de que seguía en el pedestal de todo el mundo, ahí estaba Beverley. — Sí. Pero Marcus no actuó como actúa siempre y metió la pata. — Se giró a la niña con una sonrisa triste. — A todos nos puede pasar. — Bev se puso muy recta y dijo. — A mí no. Yo voy a aprender de todos los prefectos y prefectas y no me va a pasar. — La sonrisa triste se le mantuvo y acarició la cabeza de la niña. — No hace falta, Bev. La perfección, te lo parezca o no… Nos ha metido en este lío… A todos. — Suspiró, pero la chica la miró como si estuviera loca. — Tú… Mejor descansa. Yo me encargo de que no te molesten. — Y, efectivamente, se cogió una silla, un libro y se sentó al otro extremo del sofá, ladrando a todo el que se le ocurriera aparecer por allí.

    Al poco, entraron algunos rezagados a la sala, cuando ya estaba medio vacía, ella miró esperanzada de que fuera Marcus, pero aquellos que venían, iban contando algo que generó de esos murmullos alterados que se solían oír cuando pasaba algo gordo, pero ella seguía en sus pensamientos, agotada físicamente por el agotamiento mental. — Gal… — Oyó a Hillary con suavidad. Se sentó a su lado y Alice se revolvió, mirándola. Sean también venía y se sentó frente a ellas en el suelo. — Tu guardiana nos ha dejado pasar. A condición de que no te enfademos, ni te demos dolor de cabeza ni te preguntemos por Marcus. — Alice ladeó una sonrisa. — ¿Y vais a cumplir? Que mira que me chivo. — Sus amigos rieron un poco. — Hombre… Después de la noticia que te vamos a dar, igual algo sí quieres hablar. — Dijo Hillary. Ella les miró sin comprender. — Dicen que han expulsado a Hughes. Que han venido a llevárselo del castillo. — Por un momento, Alice se quedó en pausa. Su cerebro simplemente no respondió. Dejó caer los ojos y salir el aire por sus labios. Si Hughes estaba expulsado, eso significaba que alguien había hecho su trabajo. Y sí, consecuencias habría, pero al menos se sabía quién era el culpable. — Debería sentirme mejor por esto. — Dijo, abrazándose con sus propios brazos el tronco. — Pero no. Tendría que haber sido antes. Nos hubiéramos ahorrado muchas movidas y problemas. Y sufrimiento. — Dijo mirando a Marcus. — Imagino… Que ha habido una bronca que se os ha ido de las manos. — Dijo Sean suavemente. Ella asintió y suspiró profundamente. — Pues sí. Así ha sido. — Se apartó el pelo de la cara. — Pero que Marcus os lo cuente si quiere.Tía pero… ¿Ha pasado algo? ¿Te ha hecho algo Hughes? — Ella negó con la cabeza, pero luego se encogió de hombros. — Bueno, sí. Me insultó de todas las formas posibles, yo fui a darle un tortazo, pero me paró la mano… Y ahí se lio todo. — Sus amigos conocían a Marcus, y si bien no se lo podían imaginar en el modo en el que se puso, sabían que eso habría sido el detonante de su ira. — También… Hizo confesar a Lex delante de todo el mundo, o todos los que estábamos allí, que era legeremante. Qué dices… — Susurró Sean, tapándose la cara. — Sí, y Lyevin amenazó con contarlo a todo el mundo y que expulsaran a Lex del equipo. ¿Qué dices? Eso no se puede hacer, el equipo de quidditch debe ser igualitario para…Tranquila, Hills. Ha sido una bravada… Una bravada que hemos pagado bastante cara… — Y se quedaron los tren en silencio.

    ¿Sabéis? — dijo al cabo de un rato. — Todo esto ha pasado por culpa de Hughes, claro. Pero también por culpa de los estándares de perfección. Él ha sabido cómo utilizarlos en nuestra contra. A ver, Gal… Hughes es una mala persona y ya está… Sí, es verdad. Pero ha podido hacernos esto porque ha sabido usar nuestros estándares. — Alice se inclinó hacia delante y empezó a enumerar. — Todo empezó con su envidia a Marcus y, ¿qué ha hecho? Buscar, por todos los medios, romper su perfección. Acosando a su hermano, acosándome a mí, provocándole de todas las formas posibles. — Ladeó la cabeza. — Luego con Eunice. Se pegó a ella porque a todo lo que aspira en la vida es a ser perfecta para sus padres, y podría usarla como quisiera, que no se iba a quejar por no romper ese esquema de perfección. — Tragó saliva, llenando sus ojos de lágrimas. — Luego conmigo, que quería ser perfecta para Marcus, porque me habían dado a entender que tenía que ser así, que Marcus era demasiado para mí, que más me valía valerlo, cuando él en verdad me quiere tal y como soy. — Se dejó caer para atrás. — Sabía que si me tocaba un solo pelo yo iba a saltar como una fiera y que haría lo posible para poner en evidencia que no fue culpa mía. Es que no lo fue. — Dijo Hillary muy firme. — Ya, ¿y cuánto hemos perdido Marcus y yo demostrando eso para qué? ¿Para que todo el mundo supiera que somos indestructibles? Eso ya lo sabíamos. Pero queríamos ser esa pareja que pasó por encima de esa dificultad delante de todo el mundo. — Suspiró y levantó las manos. — ¿Y para qué? Para que ni siquiera le echaran, para Eunice se planteara volver con él solo por vergüenza y ahora nos haya estallado en la cara. — Miró con amargura a Marcus. — Y ahora el pobre esté ahí hundido y solo pueda pensar que, una vez más, no ha llegado al estándar de perfección que quería. — Se encogió de hombros. — Dime, ¿qué hemos conseguido? Nada. — Se mordió por dentro los labios. — ¿Y Hughes? Hughes se va a reír en nuestra cara. Porque ni siquiera el hecho de que le hayan echado me alivia. Solo puedo pensar en que si no hubiéramos atendido a esos estándares de perfección de cada uno, esto no habría pasado. — Negó con la cabeza y se le cayeron dos lágrimas. — Y encima han hecho llorar a Darren. — Sean bufó y Hillary dio un grito ahogado. — Hace falta ser monstruo vaya. — Dijo el chico, sorprendido.

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    Mar Feb 01, 2022 7:05 pm

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    Se dirigió con paso lento y pausado hacia él, quedándose en silencio y mirándole por unos instantes incluso cuando ya había alcanzado su posición. — Ya es un poco tarde para seguir de ronda, ¿no crees? — Marcus asintió, aún con la cabeza agachada. — Ya iba de vuelta, Señora Granger. Me he distraído. Lo siento. — Genial, otra falta ese día. Estaba en racha. La mujer hinchó el pecho de aire. — ¿Por qué no me miras? — Se mordió el labio por dentro e hizo el amago de alzar la mirada hacia ella, pero no le salió muy bien. Había perdido toda su seguridad y altanería habituales, y se notaba tembloroso y tenso. — Sé que sabes que merecías perder esos puntos. — Asintió. — Lo sé. — Y sé que eso es lo que más te atormenta, que ha sido una falta por la que sabes que merecías que te quitaran puntos. — Tragó saliva, pero no dijo nada, solo bajó la mirada un poco más.

    — ¿Lo volverías hacer? — Preguntó directamente la mujer. Eso le hizo alzar los ojos a ella, con una sombra en su rostro de no comprender. Con apenas un hilo de voz y casi con miedo, le salió un inevitable. — ¿Perdón? — ¿Lo volverías hacer? — Repitió ella, en el mismo tono. Se quedó en blanco, debía notársele en la cara. En lo que tragaba saliva, ella hinchó el pecho de aire, mirándole con esa seguridad y esa sabiduría que portaba siempre. — ¿Por qué has hecho lo que has hecho? — Marcus se mojó los labios y retiró la mirada de nuevo. — Le ha faltado el respeto a Alice, verbal y físicamente. Ha insultado a Eunice una vez más, después de todo lo ocurrido. Ha… Provocado a mi hermano. Le ha delatado como… — ¿Lo decía? No sabía si había llegado a los oídos de Arabella. — Como legeremante. — Completó ella. La miró, y la mujer ladeó ligeramente la cabeza con una sonrisa. — ¿De verdad piensas que tus padres iban a traer a un internado a su hijo de once años, legeremante y con esas habilidades que tu hermano Alexander tiene, para que estuviera aquí solo, sin avisar a los profesores de su don de nacimiento del que aún no tenía el suficiente control? — Dicho así, había sido bastante ingenuo pensando que el profesorado no lo sabría. — Si no lo saben los alumnos, es porque tu hermano lo ha manejado mejor de lo que él mismo reconoce, y porque el profesorado mantiene un alto nivel de discreción con esos temas. ¿Cuántos licántropos tenemos entre el alumnado de Hogwarts? — Marcus frunció el ceño, extrañado. — Eemm… Ninguno. — Respondió. Eso hizo que la mujer pronunciara la sonrisa. — ¿Ves? Somos muy discretos. — Parpadeó. Increíble de la cantidad de cosas de las que se estaba enterando cuando tenía ya un pie fuera del castillo.

    — No has respondido a mi pregunta. — Marcus soltó aire por la boca. — Estaba insultando a mucha gente, metiéndose donde no le llamaban, con el historial que usted bien sabe que tenemos. Insultó a mi hermano y… Volvió a insultar a Alice. No pude contenerme más. — Entonces, ¿lo volverías hacer? — Sí. — Respondió tajante, y ya sí clavó la mirada en los ojos de la mujer. Esta asintió. — Y si tú vieras a alguien hacer lo que hiciste tú, aun teniendo tus motivos, ¿le quitarías puntos? — Respiró con resignación. — Sí. — Si lo sabía, sabía que eran puntos bien quitados. Su problema no era ese. — A veces, Marcus, uno tiene que estar tranquilo con su conciencia. Ser consecuente y coherente consigo mismo, y luego afrontar las consecuencias que vengan. — No he sido coherente conmigo mismo. — Dijo él. — Marcus O’Donnell nunca habría amenazado a un compañero, no se habría saltado una norma de esa forma. No habría permitido que usaran sus puntos débiles de una manera tan burda… No habría traicionado lo que él mismo se prometió. — Ese, ese era el mayor de sus problemas.

    — Sé que no es conmigo con quien estás enfadado. Sé que estás enfadado contigo mismo. — Marcus frunció los labios con rabia y miró a otra parte, con los ojos anegados. Ella continuó. — Esto te lo impusiste tú solo, Marcus. Has pasado por cosas peores en la vida, y te digo más: te quedan por pasar cosas mucho peores en la vida. Sé que esto no es consuelo para un Ravenclaw con el orgullo herido. Ni mucho menos para un Slytherin con el orgullo herido. — La miró, y la mujer tenía una calmada ceja arqueada. — Los dos sabemos de qué estirpe vienes, Marcus. — Suspiró y retiró la mirada de nuevo, frotándose los ojos con resignación. — Entonces sabrá que esto no es tan fácil para mí. — Lo dicho, su madre nunca habría picado en una trampa tan burda. Cuanto menos su padre, que no se había metido en un conflicto en su vida. — Por supuesto que sé que no es fácil. Pero tú no eres solo inteligencia, Marcus: tú vas buscando sabiduría. Y algún día, serás de esos grandes sabios, serás un hombre como tu abuelo. Y los grandes sabios nunca dejan de retarse a sí mismos, pero también relativizan. — La mujer le buscó la mirada. — Esto no es más que el reto utópico y absurdo autoimpuesto por un niño de once años, Marcus. Te ha venido muy bien para llegar hasta aquí… Pero es hora de dejarlo marchar. Ese niño va a vivir siempre contigo, pero ya se ha ido, y se ha ido para no volver. Eres un adulto. Toca afrontar la vida como adulto. — Pues no sabía si era su niño interior o el adulto en vías de enterarse de muchas cosas que era, pero se tuvo que pasar rápidamente la manga por la mejilla para limpiarse una lágrima.

    Se quedaron unos instantes en silencio, en el que solo se escuchaba su intento por aparentar normalidad, controlando la respiración y sorbiendo discretamente por la nariz mientras tragaba saliva y se aguantaba el resto de las lágrimas. Fue ella la que rompió dicho silencio una vez más. — Hoy te has dado cuenta de que no eres perfecto. — Él negó con la cabeza, aunque sin mirarla. — Ya sabía que no era perfecto… — No mientras, Marcus. Tienes un estándar de perfección muy alto que te has empeñado en alcanzar, que rozas con los dedos cada día desde que naciste, y que todos los que te rodeamos hemos reforzado continuamente, yo incluida. No solo eres perfecto tú, un chico sano, con un expediente flamante, la mejor media del castillo, prefecto de Hogwarts, que además es guapo, se lleva bien con casi todo el mundo, tiene una familia que le quiere, le inspira y le apoya. Por si fuera poco, proviene de una familia plagada de grandes eruditos y mejores personas, y vive en una de esas historias de amor que solo se ven en las novelas, enamorado y siendo amado, si Merlín quiere, para siempre. — Así le costaba mucho controlar las lágrimas y, no sabía por qué, la rabia. Pues sí, todo apuntaba a que era perfecto, pero ahora había cometido una imperfección, y lo odiaba. — Lástima que hoy has amenazado a un compañero a punta de varita. — Arabella chistó. — Supongo que todo lo demás desaparece por culpa de este hecho ¿no? — Marcus la miró, y esta le devolvió una mirada con los ojos entornados hacia arriba. — Responde con honestidad, ¿lo anula? ¿Lo anuló del Prefecto Graves cuando te enteraste de que le habían sancionado? — Marcus frunció el ceño. — No… ¿Cómo sabe usted eso? — La mujer rio. — Tranquilo, no soy legeremante. ¿Es que no recuerdas con quien pasabas horas y horas cuando estabas en primero? ¿Acaso Alice Gallia, Anne Harmond y Howard Graves, porque con la estatua de Rowena Ravenclaw no pienso competir…? — Eso le arrancó una sonrisa y una carcajada muda. — ¿...Me han eclipsado tanto? — Marcus asintió lentamente, con la mirada baja. — Sí que pasaba mucho tiempo con usted. — La mujer se acercó y le puso una mano en el hombro. — Estaba esperando este momento. Cada vez que te escuchaba decir que nunca perderías puntos, sabía que tendríamos algún día esta conversación. — Se quedó mirándola, y maldito fuera él, que hasta en esos momentos tenía que admirarla.

    Arabella retiró la mano de su hombro y suspiró en silencio. — Creo que eres la persona del mundo a la que mejor le viene perder puntos. — Marcus arqueó una ceja. — ¿Un toque de humildad? — La mujer sonrió y negó con la cabeza. — No, en absoluto. Eres mucho más humilde de lo que nos quieres vender a todos tras todas esas capas de chulería Horner barnizadas con erudición O’Donnell. — Sonrió de nuevo. — No, no es humildad lo que necesitas, Marcus. Es realidad. — Se acercó un poco a él. — La vida no es perfecta, Marcus. Aquello que te propones, puedes no llegar a conseguirlo nunca. No basta con voluntad, no basta con querer, ni siquiera siempre basta con hacerlo todo excepcionalmente bien. A veces la vida se tuerce, las circunstancias cambian y las cosas no salen como planeábamos. Esto solo es el principio, Marcus. No vengo con intención de derrumbarte o ser pájaro de mal agüero, solo quiero ponerte los pies en el suelo: las águilas tendemos a volar y volar, y a veces se nos olvida que, de vez en cuando, tenemos que pisar la tierra. Y tú… Tú siempre has sido como la tierra, Marcus. Estable, tranquilo, sensato. Te venía bien despegar, te venía bien volar alto, pero es importante que busques el equilibrio. Estar permanentemente anclado a la tierra puede ser tan malo como volar sin control. Por eso Alice y tú os complementáis tan bien: ella es el aire y tú la tierra. — La mujer tapó una carcajada y ladeó la cabeza, irónica. — Lo mejor de todo, es que ella ha resultado estar mucho más en la tierra de lo que le gustaría, mientras que tú vuelas sin control por hallar una perfección que no existe. — Le miró a los ojos y añadió. — Sé que algún día no solo entenderás esto, sino que lo transmitirás. Y recordarás este momento, el momento en el que tuviste una debilidad y cometiste un error que jamás pensaste que cometerías. Un error que no invalidó todo lo que conseguiste, solo te demostró que eras tan humano como todos los demás. De ahí, de entender esas cosas, es de donde parte la sabiduría. —  

    Se quedó procesando sus palabras, mirándola en silencio. La mujer le sostenía la mirada, tranquila. Finalmente, él ladeó una leve sonrisa y le dijo. — Sería usted una buena directora, señora Granger. — La mujer, en vez de reírse, quitarle importancia o decirle una vez más que no le hiciera la pelota, simplemente le miró con una sonrisa tranquila. — ¿Te confieso algo y me prometes que no saldrá de aquí? — Marcus la miró levemente extrañado, no se esperaba esa respuesta. Ella suspiró. — Gregory está planteándose su jubilación de cara a los próximos años. Puede que sean tres, cuatro… Cinco a lo sumo. Me ha propuesto que sea su sucesora. — Abrió mucho los ojos. — ¡Eso es genial! ¡Enhorabuena, señora Granger! — Estaba genuinamente emocionado por ella, aunque… — ¿Y la profesora Fenwick? Creí que lo sería ella, es la subdirectora. — Arabella ladeó la cabeza. — La señora Fenwick lleva en la subdirección diez años, y digamos que… No ha dado los resultados que el director Potter esperaba. Habrá una sustitución del cargo, el año que viene seré yo la subdirectora. — Marcus estaba radiante, aunque chasqueó la lengua. — Que lástima habérmelo perdido. — La mujer le miró con una expresión divertida e irónica. — ¿De verdad quieres presenciar el momento en el que Petra pierda su puesto? — Eso le hizo reír y negar con la cabeza. — Tiene usted razón. Acaba de darme un motivo de peso para querer salir de Hogwarts. — Arabella rio con una carcajada, con esa risa que no le hacía perder la elegancia en ningún momento. — Pues ya lo sabes. Pasar de subdirectora de Hogwarts a directora en un plazo de tres a cinco años es un reto muy grande… Pero soy Ravenclaw, no hay reto intelectual por grande que sea que no quiera aceptar. — Marcus amplió la sonrisa dibujada en los labios. — ¿Puedo hacerle una pregunta? — Ella asintió. — ¿Tiene a alguien pensado para la subdirección? — La mujer dibujó una sonrisa astuta. — ¿A quién pondrías tú? — Marcus enfocó la mirada en ninguna parte, pensativo, y tras unos segundos respondió. — Creo que al Profesor Handsgold, o a la Profesora Mustang. — Arabella arqueó las cejas y asintió lentamente, impresionada. — Gryffindor, ¿eh? — Marcus se encogió de hombros. — Son dos de los mejores profesores de la escuela… Y tengo que reconocer que viene muy bien tenerlos de tu lado, son una buena ayuda. Contra todo pronóstico, el equipo Gryffindor-Ravenclaw funciona. Tengo ejemplos contrastados. Y mejor tenerles cerca a que vayan sueltos por ahí. — La mujer rio con una carcajada. — ¿Dices estas cosas delante de tu abuela Margaret? — Marcus chistó con obviedad. — La Gryffindor es ella, no yo. — Eso hizo a Arabella reír aún más.

    — Ven. — Le dijo la mujer, dirigiéndose hacia uno de los arcos de la galería, donde podía observarse los terrenos de Hogwarts y la inmensidad de la noche. Ella se apoyó en la piedra, con pose tranquila e inspiradora, y él se colocó a su lado. — Ver las estrellas siempre relaja, y ayuda a pensar. — Marcus las miró unos instantes, al cabo de los cuales respiró hondamente y dijo. — Algunos de los mejores recuerdos de mi vida son viendo las estrellas. — Notó a su lado como la mujer le miraba. — ¿Alice? — Asintió lentamente. — Alice. — Confirmó. Sí, Alice. Las estrellas solo eran actrices secundarias en sus mejores momentos, la protagonista indiscutible era ella. La mujer dejó una afectuosa mano sobre la de él y Marcus la miró. — Cuidaos mucho, Marcus. Tú a ella sé que ya lo haces, pero deja que también te cuide ella a ti, que además se le da muy bien. Todos necesitamos de vez en cuando que nos cuiden. — Frunció los labios y bajó levemente la mirada, pero ella se la levantó poniendo una mano en su barbilla. — Nunca dejéis de retaros, sobre todo a vosotros mismos, pero sois Ravenclaw. Que estos retos no vayan en vuestra propia contra nunca, solo deben haceros crecer. Sois buenas personas, y sois una buena pareja. Pero también sois un buen equipo. — La mujer amplió la sonrisa serena y añadió. — Seguid siendo así. Seguid creciendo juntos… Y seréis imparables. —
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    Mar Feb 01, 2022 8:41 pm

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    CON Alice EN Campo de quidditch EL 18 de mayo
    Hillary la tomó de la mano y preguntó. — ¿Ni siquiera saber que han expulsado a Layne animará un poco a Marcus? — Alice cerró los ojos y negó con la cabeza. — Como os digo, llega tarde. Nos han quitado puntos a todos, y eso a Marcus le habrá destruido. Quería salir sin haber perdido ningún punto de Hogwarts. Y ahora que lo tenía ahí… — Se frotó la cara, porque se sentía mal solo de pensarlo. — Venga ya, ¿esas cosas las decía en serio? — Alice la miró muy seria. — Pero… ¿De verdad no le habían quitado puntos hasta ahora? — Las caras de Sean y Hillary eran un poema. — ¡Pero eso es un estándar absurdo! Es que… ¿Seguro que no le han quitado ningún punto por resabiado o algo? — Alice rio un poco y negó. — Pero todos los estándares de perfección de los demás nos parecen imposibles de cumplir.Hombre, puedo entender que quisieras ser mejor para Marcus, porque la gente estúpida, pero lo de los puntos es que… — Alice se giró hacia ella y dijo. — ¿Sí? ¿Cuál es tu estándar de perfección? — Hillary se encogió de hombros. — ¿Ser abogada del ministerio? — Alice negó y dijo. — No. Esa es tu meta. Digo que qué estándar te autoimpones.

    Se había hecho el silencio entre los tres, y eso era MUCHO silencio, en una sala casi vacía a altas horas. — ¿Te lo digo yo? — Hillary estaba con la mirada baja y no respondía. — Tu ideal de perfección es contentar a todo el mundo. ¿Yooooo? ¿Contentar?— Preguntó ella señalándose. — Sí, tú. — Respondió muy tranquila. — Quieres estar con Sean para contentarle a él. Quieres que tu madre no se enfade porque tengas novio, y mago, además. Quieres contentarte a ti misma creyendo que controlas la situación, a la vez que todo lo demás, pero el amor no se controla. — Suspiró y miró a Sean, que estaba muy callado con la cabeza. — ¿Y a ti te tengo que decir tu estándar o no hace falta? — Sean se encogió de hombros y dijo. — Quiero algo de Hillary que no me puede dar. No. — Corrigió Alice. — Quieres lo que tienen otros. Marcus y yo, tus padres, lo que tenían tus abuelos. Créeme, lo entiendo. He vivido a la sombra de una historia de amor que superó todas las barreras. Pero uno no tiene la misma historia de amor que otros. Uno tiene su propia historia de amor. Y eso es lo que vale. Constrúyela, con tus normas sí, pero también escuchando a la persona que tienes enfrente. — Rio y vio como sus amigos se miraban. — Os dejo solos. Si de este día de mierda puede salir algo bueno y que nos olvidemos de la perfección… Habrá merecido la pena.

    Iba a subirse a dormir, pero vio a Colin con la cabeza entre las manos, hundido, y Amber, con su expresión de siempre, al lado, muy recta, y tuvo que acercarse, arrodillándose frente a él. — Iba a llamarte, Gal, pero Beverley me ha transmitido tu malestar y lo he comprendido al completo. solo que no sé cómo ayudar a Colin. — Le puso una sonrisa cansada y sonrió, apretando la rodilla de la chica. — Está bien, Amber. Sé que él sabrá apreciar que simplemente estés junto a él. — Luego frotó la espalda de Colin, que no se movió. — Estás agobiado por Marcus, ¿no? — El chico asintió, sin levantar la cabeza. — Colin, lo está pasando mal, pero te aseguro que no es contra ti. — Solo le oyó sorber y sollozar en silencio. — Deja de llorar. Has hecho lo que tenías que hacer, y él va a estar orgulloso de ti. — Ahí sí levantó la cara y le dijo. — Siempre estás diciendo eso pero, ¿cómo lo sabes? — Ella se encogió de hombros. — Pues porque le conozco mejor que nadie, Colin. Y lo veo en sus ojos, tan claro como te veo a ti. — Acarició su mejilla y se inclinó hacia él. — Pero si quieres, ve a buscarle a su cuarto y habla con él. Quizá a ti te escuche. — Colin negó. — Se ha ido a hacer la ronda. — Alice suspiró. Cabezota.Bueno, pues espérale. Ya verás. Igual sigue enfadado, pero no contigo, y puedes pedirle perdón, si eso te hace sentir mejor. Pero ya te digo yo lo que te va a decir: que no has hecho nada mal. — Acarició sus rizos y le dio la mano a la chica. — Anda, Amber, vente conmigo, que algo me dice que a Hills le queda un rato aquí y no quiero estar sola. — No soy buena administrando apoyo emocional, pero yo voy si me lo pides, Gal. — Eso la hizo reír, alejándose hacia la escalera. — Más del que crees. Y vas a ser una gran prefecta. Eso dice Farmiga, y su criterio es valioso, es hija de un ministro.Ya lo creo. — Asintió ella subiendo. Pero cuando estaban a la mitad de la escalera. — ¿Sabes, Gal? Creo que… Sí que siento algo. ¿Ah sí? — Amber se mordió el labio y miró hacia abajo, bajando la voz. — Algo no racional más allá del mero cariño entre compañeros por Colin. ¿Es lo que sientes tú por el prefecto? — Alice se rio y volvió a conducir a la chica hacia arriba. — Sí, algo así. ¿Y eso implica dejarles solos cuando están sufriendo? — Alice se mordió los labios por dentro. — Pues sí. Y darte cuenta de que no por eso te quieren menos. Es simplemente que a veces las personas necesitamos espacio. — Amber asintió. — ¿Y dan señales de ello o…? — Eso la hizo reír otra vez. — Generalmente te lo dicen, tranquila. Ah bueno… ¿Y tú necesitas espacio? — Alice negó. — No. No, quédate conmigo, que me va a venir bien. — Dijo con una gran sonrisa enternecida.

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    Mar Feb 01, 2022 9:02 pm

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    CON Alice EN Campo de quidditch EL 18 de mayo
    Después de tantos años allí, de la profunda admiración que sentía por esa mujer, nunca había compartido un momento así con ella. Se habían quedado mirando las estrellas más de una hora, hasta que ella miró su reloj y le dijo que volviera a la sala común, que demasiado intenso había sido ya el día y necesitaban descansar. Volvió considerablemente más aliviado y tranquilo consigo mismo, aunque también muy reflexivo. Dando por hecho que todos estaban dormidos, se dirigió hacia los dormitorios. Pero alguien, tan pronto entró en la sala común, se levantó del sofá en el que parecía esperarle.

    — Colin, ¿qué haces despierto? — Susurró, sin querer romper el silencio sepulcral de la madrugada. El chico se le acercó con mala cara. — He visto que habías salido de ronda y no habías vuelto. Estaba… Preocupado. — Marcus se encogió de hombros. — Estaba hablando con nuestra jefa. — El chico asintió, tragando saliva, incómodo. Tras un par de segundos, preguntó. — Marcus… ¿Estás enfadado conmigo? — La voz le había salido quebrada, y veía sus ojos brillar con el brillo de las llamas de la chimenea. — ¿Por qué iba a estarlo? — El chico volvió a tragar saliva. — Te han quitado puntos por mi culpa, por avisar a la señora Granger. — Marcus negó. — Me han quitado puntos por mi conducta, no por tu culpa. — Pero yo he sido quien ha dado la voz de alarma. Ella ha ido a quitarte puntos porque yo la llamé. — Entendía la desazón del chico. Pero lo dicho, estaba mucho más relajado.

    Soltó aire por la nariz y se agachó ligeramente para ponerse más a su altura, dejando una mano en su hombro. — Colin, sé sincero. ¿Crees que has hecho lo correcto? — El chico se encogió un poco. — No quería perjudicarte. — Eso no responde a mi pregunta. Dime, ¿cuál era la situación? — Se lo pensó unos instantes, pero tras esto respondió. — Se había iniciando una pelea entre varios alumnos. — Y cuando eso ocurre, ¿qué hay que hacer? — Avisar a una autoridad. O bien a un prefecto o bien, si la situación lo requiere, a un profesor. — Marcus asintió. — Entonces, ¿hiciste lo correcto? — Hizo otra pausa, tras la cuál contestó. — Teóricamente… Sí. — ¿Y lo volverías a hacer? — De nuevo se detuvo, mirando a Marcus a los ojos. Respiró hondo y contestó. — Sí. — Marcus dibujó una sonrisa en los labios. — Has hecho lo que tenías que hacer, Colin. El año que viene podrías ser prefecto, y te tocará hacer esto. Y da igual quienes sean las personas: mayores que tú, otros prefectos, tus peores rivales o tus mejores amigos. O incluso la chica de la que estás enamorado… Aunque en tu caso no creo que tengas ese problema, la verdad, lo vas a tener más fácil que yo. — Ambos rieron levemente. — Debes hacer lo que consideres correcto. Puede que a veces te equivoques, o que lo pases mal. Pero es importante que estés tranquilo con tu conciencia, y lo demás… Son consecuencias que tendrás que afrontar. — El chico asintió, sonriente y claramente más tranquilo, y Marcus le devolvió la sonrisa.

    — Venga, vamos a la cama, que es tardísimo. — Dijo, pasando un brazo por sus hombros y reconduciéndole hasta los dormitorios. El chico alzó la mirada. — Gracias… Voy a echarte de menos el año que viene. Me da miedo… No saber hacer estas cosas. Nunca dejo de aprender contigo. — Marcus sonrió, le revolvió el pelo y, con un suspiro, añadió. — No te preocupes, nunca es tarde. Yo también he aprendido esto hoy. —
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