No podía decir que estuviera mal en casa, desde que sus noches de luna llena habían mejorado gracias a sus amigos, sus padres parecían un poco más relajados, cosa que hacía que todo fuera mejor. Pero ojalá ese fuera el único problema en el mundo mágico.
Por desgracia, cada vez había más rumores y peligros acechando en las sombras a las familias de magos y sabían que la suya era una de las que más peligro corrían. Por eso sus padres habían vuelto a las antiguas costumbres, a mudarse constantemente para no poder ser blanco de ningún accidente.

Y, pese a todo, la vuelta a Hogwarts suponía su mayor alegría. Porque podría reencontrarse con sus amigos. Quería darle ánimos a Sirius en persona, ya que las lechuzas no le parecían suficiente. Después de lo que había tenido que pasar en casa, esperaba que su verano con James hubiera estado bien, lo suficiente como para no hundirle. Pero era evidente en la cara de su amigo que estaba hundido.
Marlene también vino a verle y se encargó de echarles de allí. Le habría gustado seguir su consejo e ir a ver a Dorcas y Alice, pero tenía que reunirse con el resto de los prefectos primero. Así que fue a ponerse el uniforme y darle la bienvenida a los chicos nuevos.

Había mucho sobre lo que ponerse al día, algunas normas nuevas para reforzar la seguridad. Remus no pudo evitar calcular mentalmente cuánto tiempo iban a tardar sus mejores amigos en saltárselas. Después de charlar un rato, salió de allí con la nueva prefecta de Gryffindor de quinto, que quería comprar algo de carrito e ir a contar todo a sus amigas.

Pensaba cogerse unos calderos de chocolate cuando vio abrirse la puerta de uno de los compartimentos y asomar la cabeza de Dorcas. Le dirigió una sonrisa cuando sus ojos se cruzaron.- Hola. -La saludó, no estaba seguro de por qué, un poco nervioso de repente, llevándose una mano al pelo para asegurarse de que no estaba muy despeinado.- ¿Cómo estás? ¿Qué tal el verano?

Remus se metió las manos en los bolsillos para no hacer más tonterías como lo de peinarse. Si sus amigos le hubieran visto, hasta Peter se habría reído de él y casi podía sentir el codazo de Sirius en el brazo.
Pero la sonrisa de Dorcas solía tener ese efecto en él, era dulce y a la vez divertida.
En resumen, le gustaba.

- Vaya. -Dijo al escuchar su apreciación del verano, con ese tono cansado que dejó entrever que no había sido fácil. Aunque por lo que escuchó, no en el mismo sentido que el suyo, cosa que le alegró. Le daba una cierta sensación de seguridad que no todas las familias pasaran por lo mismo que la suya o tuvieran las mismas preocupaciones.- Eso quiere decir que vas a sacar matrícula en Cuidado de Criaturas Mágicas. -Se atrevió a bromear. Aquel año tenían, además, la presión de los exámenes finales. Los que iban a decidir su futuro si la situación del mundo mágico les dejaba tener uno.

- El mío también ha sido movido. -Respondió, mano fuera del bolsillo para ir a parar a su nuca, aquel gesto algo nervioso al intentar explicar ciertas cosas que tenía prohibido explicar.- Mis padres han decidido volver a mudarse, esta vez lejos de la ciudad. Ya sabes, buscando tranquilidad y esas cosas. -Se encogió de hombros.- Así que empaquetar, mudanza, desempaquetar... he tenido poco tiempo para nada más. -Salvo alguna visita esporádica a sus amigos, sobre todo cuando supo que Sirius estaba con James.

Dorcas tenía una sonrisa preciosa, de esa que se te queda en la cabeza para que puedas recordarla durante un día entero y sentirte mejor. O bueno, ese efecto solía tener en Remus.
Y lo mejor es que parecía encontrar graciosas algunas de sus tonterías, como lo de sus notas en Cuidado de Criaturas Mágicas.

- Oh, no quisiera molestarte... pero lo apunto, gracias. -Terminó respondiendo a ese ofrecimiento de acudir a ella cuando necesitase ayuda con la materia. Aunque si era sincero consigo mismo sabía que acudir a ella no sería más que una excusa, dado que no era una de las asignaturas en las que más necesitaba esforzarse. Pero no estaba del todo dispuesto a rechazar algo de tiempo en compañía de la chica.

Hablar de su verano y dar detalles era algo que trataba de evitar, dado que las preguntas surgían y terminaba siendo incómodo no poder dar una respuesta clara y sincera sobre las razones. Sobre todo a la gente con la que quisiera poder ser completamente sincero.
Pero tampoco esperaba que sus padres no volvieran a trasladarse durante el curso, y confiaba en Dorcas, por lo que le dijo la verdad- A Broomsfield, cerca de la aldea muggle de Bromfield. -Al ser nombres tan parecidos, siempre generaban confusión y valía la pena esconderse en un sitio así.- Es una aldea mágica pequeña, cerca del mar. Y la casa es muy hogareña, la verdad. Parece sacada de una postal antigua. -Le explicó, intentando que se creara una imagen en su cabeza. Era complejo describirla de otro modo, porque tampoco había pasado allí demasiado tiempo.

- ¿Estabas con las chicas? No quiero robarte mucho tiempo... -Habló, solo para no dejar que cayeran en un silencio incómodo. Aunque lo que decía casi sonaba a despedida y no era lo que le apetecía en realidad.

No es que necesitase mucho para quedar convencido, pero en el momento en que Dorcas dijo que no le molestaba, decidió que acudiría a ella para repasar la asignatura. Sobre todo si se quedaba algo atrás por las lunas llenas que vinieran. Aunque siempre recuperaba todas las asignaturas, no podía evitar tener que esforzarse el doble que los demás para mantener el nivel.

Asintió levemente cuando Dorcas dijo que aquella casa sería un lugar tranquilo. Esperaba que lo fuera, por sus padres especialmente. Porque ellos necesitaban de esa tranquilidad, seguridad en tiempos difíciles como aquellos. Él estaba a salvo en Hogwarts, no le cabía duda, pero le preocupaban sus padres.
Ni siquiera sabía si seguirían allí en las vacaciones de invierno. O si él iría entonces.
Pero ese pensamiento se borró por el comentario de la chica acerca de su estación favorita.

- El otoño me gusta más. -Sonrió, manos de nuevo a sus bolsillos. Le gustaba el otoño porque podía regresar a Hogwarts, volver a ver a sus amigos, sentirse un chico normal como cualquier otro a pesar de todo... le gustaba por volver a ver a Dorcas también, desde hacía un par de cursos.- Pero igual me puedes contar por qué odias el verano algún día. -Se atrevió a bromear, quizá para alejar de su cabeza la idea de decirle que ella tuviera algo que ver con el motivo por el que le gustaban los otoños.

Rio por lo bajo al ver la forma en que se giraba, como si de repente recordase que las chicas la estarían esperando.- Claro, te acompaño. -Aceptó sin dudar.- Espero que aún queden calderos de chocolate. -Por todos era sabido que Remus siempre tenía que tener algo de chocolate cerca, era la mejor forma de recuperar energía.
- Y no te preocupes por los chicos, seguro que creen que estoy "haciendo cosas de prefectos, con mis amigos prefectos, porque ellos no son prefectos y no pueden hacer cosas de prefectos" -Repitió, impostando el tono.- Palabras textuales de James. -Concluyó con una sonrisa incómoda por la forma en que sus amigos se tomaban un poco a guasa su puesto entre los alumnos.

Asintió con una sonrisa comprensiva. Sí, el verano en un lugar húmedo como Inglaterra no era especialmente agradable. Y él lo sabía, estos meses que había vivido cerca de la costa se había hecho aún más patente.
Así que no iba a cuestionarla, a pesar de que sonaba a que no era la única razón.

Caminaron por el pasillo del tren hasta que consiguieron localizar el carrito. Empezó a repasar con la mirada las existencias que quedaban a la vista mientras Dorcas cogía lo suyo.- No tienes que molestarte. Puedo llegar a arruinarte. -Bromeó, mientras cogía algunos calderos de chocolate, plumas de azúcar y meigas fritas.- Pero podemos hacer un intercambio, si quieres. -Ofreció, porque tampoco quería rechazar completamente el ofrecimiento de la chica y además, quería comprarle algo también.

Solo que se rio al escuchar la pregunta sobre las cosas secretas de prefectos.- Te aseguro que no. -Respondió negando con la cabeza.- Salvo que consideres un privilegio repasar el reglamento, comentar las novedades... Pensar en un modo de dar la bienvenida a los alumnos de primero y memorizar contraseñas. -Fue enumerando. No, nada de aquello era un secreto.- Y bueno, hasta este año, los prefectos de cursos superiores pidiéndome que intentase controlar a mis muy queridos amigos. -El gesto de su cara, y las claras evidencias de las que Dorcas había sido testigo como todo Hogwarts, dejaba en evidencia que nunca había podido conseguir hacer eso.

Dejó que Dorcas terminase de comprar lo suyo antes de revisar su botín y pensar en el intercambio que había propuesto. Le habría gustado ser más imaginativo con sus chucherías, pero terminó cogiendo uno de los calderos de chocolate y poniéndolo en su mano.
- El chocolate siempre ayuda, sea cual sea el problema. Créeme. -Le dijo, para convencerla de que se lo daba como algo que pudiera necesitar. Él siempre usaba el chocolate para conseguir energía, en sus momentos más bajos, cercanos a la Luna Llena. Le hacía sentir bien. Y esperaba que con Dorcas también funcionara, aunque ella tuviera otro tipo de preocupaciones, claro.
- ¿Qué me ofreces a cambio? -Preguntó con una dulce sonrisa.

Siguieron hablando y Remus no quiso romantizar las obligaciones como prefecto ni siquiera para intentar impresionar a Dorcas. Y eso que a una parte de él le gustaría bastante impresionarla. Pero no tenía sentido hacerlo, seguro que se daba cuenta fácilmente de que mentía en cuanto le viera a lo largo del curso riñendo a los críos de primero. O de segundo, tercero... o a sus amigos que ya deberían haber dejado de intentar encontrar una forma de saltarse las normas de la manera más ingeniosa posible.

Sonrió al escuchar que ella también se daba cuenta de que aquella tarea era la peor. Sobre todo porque también él terminaba metido en aquellos problemas.- Yo no las tengo todas conmigo en eso. -Suspiró al pensar en lo que podían tener previsto para el primer día.- Pero intentaré convencerles de darnos algún margen de puntos antes de empezar a provocar que nos resten. -Eso parecía mínimamente razonable y quizá tuviera algún efecto. Pero lo dudaba.

Se dio cuenta de que hablando habían llegado a su compartimento y eso le desanimó un poco. Le habría gustado seguir hablando con ella, pero tampoco tenía un modo de alargar la conversación.- Bueno, te dejo con tus amigas para que os preparéis. Voy a saludar a los chicos y pasarme por la zona de los cursos inferiores. -Comentó, rozando la punta del pie contra el suelo.- Supongo que nos vemos en el Comedor.