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    Alchemist
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    Sáb Mar 05, 2022 4:59 pm

    Querer. Osar. Poder. Callar.
    CON Alice EN Laboratorio de Alquimia EL 5 de septiembre del 2000
    Nunca había estado tan nervioso al empezar una clase... Bueno, no era verdad, solía ponerse nervioso el primer día de cada clase en el curso, o cuando iniciaba una nueva asignatura, y en primero... En primero estuvo así en todos sus primeros días, y segundos y terceros. No eran malos nervios, para nada. Sentía una emoción y unas ganas que no le cabían en el pecho, y creía que eran superiores a cualquier otra que hubiera sentido porque esa asignatura que hoy comenzaban no era una asignatura cualquiera. Empezaban, por fin, a cursar Alquimia.

    - ¿Por qué crees que empezaremos hoy? - Le susurró a Alice, sentada a su lado en primera fila. No podía dejar de mover las piernas y no quitaba la vista del frente. ¿Por qué susurraba y no quitaba la vista del frente? Pues a saber, porque el profesor no había llegado todavía, y había alumnos que ni siquiera habían entrado aún, y otros que aún estaban de pie. Pero él ya estaba debidamente colocado en primerísima fila, con todas sus hojas sacadas y hasta la pluma en la mano, vaya que el profesor llegara y no le diera tiempo a tomar nota de algo, no le pillara preparado. Como si no llevara preparado para aquello desde que nació. Quizás por eso estaba tan nervioso, por la expectación. - ¿Transmutaciones sólidas? No, no, qué va. ¿Te imaginas? Sería, pfff, ¿sabes? Empezar por ahí. O sea, demasiado avanzado. - Se mordió los labios, nervioso. No miraba a Alice, miraba al frente, como si esperara que el profesor se materializara ahí de un momento a otro. Solo se inclinaba ligeramente hacia su lado para que le escuchara los susurros. Porque ahí todos estaban hablando entre ellos a gritos como si estuvieran en el Gran Comedor, pero él estaba en clase, él tenía que susurrar. - ¿Equivalencias? Sí, equivalencias. Eso puede ser. Es decir, no podemos transmutar sin dar las equivalencias. - Chistó y ladeó varias veces la cabeza. - Pero eso es un follón, ¿sabes? Es decir, es, uf, complejo, muy complejo. Si empezamos por ahí... Es que, a ver, eso podría durarnos el curso entero. Te digo más, es que hay alquimistas ahí fuera que tienen problemas aún con eso. - La estrategia Marcus cuando estaba nervioso: hablar. Hablar sin parar. Así al menos el cerebro tenía que centrar sus energías en otra tarea que no fuera simplemente darle vueltas a la cabeza como un histérico.

    Siguió mojándose los labios, como un tic, y moviendo las piernas, con las manos entrelazadas y apoyadas en la mesa y la pluma entre estas. De sus amigos, Alice era la única que se había elegido Alquimia como optativa. Previsible. Era una asignatura muy difícil, probablemente la más difícil del itinerario escolar, y "una ciencia que se muere", su abuelo lo decía continuamente. Los alumnos no querían meterse en su día a día algo tan duro para tener que lidiar con eso y con otras asignaturas si no pensaban dedicarse a la alquimia el día de mañana. Comprensible, dirían otro. Deshonra, decía Marcus, desprecio hacia el aprendizaje y las ciencias ancestrales. - La gente no se calla. - Se quejó, chistando. Al profesor podían quedarle perfectamente diez minutos para llegar, pero en la cabeza de Marcus, todo el mundo debería estar ya en respetuoso silencio y desbordante emoción por comenzar la asignatura. Como si él se estuviera calladito. - Hoy empezaremos ya a dar cosas ¿no? En plan, no creo que sea clase solo de introducción. Que podría ser. Pero no creo ¿no? - Siguió. Y pensaba seguir hasta el infinito, o al menos hasta que el profesor llegase.
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    Sáb Mar 05, 2022 7:21 pm

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    CON Marcus EN Laboratorio de Alquimia EL 5 de septiembre del 2000
    Después de esperar seis larguísimos años (cinco y medio) para poder HACER alquimia de forma legal, después de tantas noches leyendo hasta tardísimo todo lo que podía, de marear a Marcus para que le explicara y el enseñara y la pusiera al día, por fin, había llegado el momento de estar en su primer día de clase. Le hubiera encantado tener una joya alquímica que ponerse, algo como lo que Lawrence le hizo a su madre con una cuchara, pero a ella nadie le hacía joyas en general. Si tan solo tuviera ALGO que ponerse y que delatara que ese día era tremendamente importante para ella…

    Pero bueno, al menos no estaba como Marcus. Su amigo estaba arriba no, arribísima, con la clase. Estaba supernervioso, y en parte lo entendía y en parte… Ni que fuera ella, que recién iba a empezar. Él había estado toda la vida en contacto con la alquimia, tenía claridad de términos, como ya estaba exponiendo… — Yo empezaría por aclarar los estados, los elementos y la transición de un estado a otro. Y a ponerle nombre a los instrumentos, es en lo que peor voy yo. — Dijo un poco preocupada. Siempre había tenido el miedo de andar retrasada respecto a Marcus cuando llegaran a la asignatura, y vaya si lo estaba, pero su esperanza es que los demás estuvieran TAN retrasados que ella no llamara la atención.

    Se apoyó en su mano, mirándole todo nervioso y mandando callar a los demás. Las cosas entre ellos se habían puesto como MUY serias en verano. O muy de llegar… Muy lejos. Y ahora estaba confusa por completo, sobre todo después del año que habían pasado. Se había propuesto, en su fuero interno, averiguar si tenía alguna oportunidad, si realmente Marcus y ella podían ser ese algo más… Y en esa conquista, o en esa exploración, al menos, compartir la alquimia, como compartían todo lo intelectual, iba a ser una parte fuerte y fundamental. Suspiró y dijo. — Eh. — Puso su mano sobre la de él y la acarició con el pulgar. — ¿Te acuerdas de cuando te ofuscaste con el discurso de prefecto en cuarto, después de planearlo desde primero? Y creías que el final tal, y la frase no se qué… — Ladeó la cabeza y sonrió. — ¿Y qué pasó? Que salió perfecto, que vas por tu segundo año en el cargo y que te desbloqueaste en el momento en el que dejaste de dar vueltas a las cosas. — Amplió la sonrisa, intentando transmitir tranquilidad. — No hay ningún alumno de este colegio, en ningún curso, que sepa más que tú de alquimia desde que Anne Harmond se fue de aquí. — Le acarició la mano de nuevo. — Vas a disfrutar de lo lindo, no tienes nada que demostrar, porque tus conocimientos van a caer por su propio peso. — Se irguió y le miró con expresión astuta. — Y a mí me vas a enseñar… Más. — Rio. — Que sabes que me encanta. — Se mordió los labios por dentro y le miró a los ojos antes de inclinarse para susurrar. — Vamos a ser alquimistas y, al menos por dos años, vamos a trabajar juntos… Y a crear cosas maravillosas. — Volvió a su sitio y dijo. — Y vete escribiéndome los nombres de los instrumentos, anda, para que lo tenga yo de referencia. — Bien le iba a venir, desde luego, y así Marcus ya estaba haciendo algo.
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    Sáb Mar 05, 2022 8:27 pm

    Querer. Osar. Poder. Callar.
    CON Alice EN Laboratorio de Alquimia EL 5 de septiembre del 2000
    Alzó la mirada, valorando. - Eso es buena idea. Sí, por ahí, por ahí podría empezar. - Corroboró como ido, con el cerebro yéndole a toda velocidad. Claro, los estados, los elementos, el instrumental básico... Cómo no había caído antes. La base, obvio, no todo el mundo la tenía. Ah, es que tenía TANTAS ganas de empezar a dar contenido intenso que se había saltado la base. - No se puede hacer alquimia sin una buena base. - Dijo en voz alta, contestando a su propio pensamiento. La emoción le estaba haciendo comportarse como un lunático.

    Tan fuera de sí estaba, que obviamente Alice se lo notó. A ver, ¿ella no se emocionaba también muchísimo? No era raro ¿no? Es decir, estaba bien, no era tan raro, es que llevaba esperando eso mucho tiempo... Vale, sí, se tenía que relajar. La miró y escuchó sus palabras, sin poder evitar reír levemente. - Tú no sabes lo nervioso que estaba. Qué días más malos. - Dijo entre risas. Ahora no estaba pasando un momento malo, todo lo contrario, estaba emocionadísimo. Pero sí que puede que se le estuviera yendo un poco de las manos la emoción, se notaba el corazón palpitándole en las sienes. Cuando empezó a decirle que nadie en aquel castillo sabía tanto de alquimia como él, la miró a los ojos y echó aire por la boca lentamente, esbozando una sonrisa leve. Quizás fuera eso lo que le tenía tan tenso. Era nieto de Lawrence O'Donnell, alquimista carmesí de prestigio internacional, y él se había vendido a sí mismo tal y como Alice le definía, como un potencial alquimista de prestigio y el alumno con más conocimientos sobre la materia de la escuela... Quizás se había puesto el listón demasiado alto. No quería defraudar al señor Weasley o que sus compañeros pensaran algo así como "¿y este es el futuro alquimista? Pues se ha equivocado con esto, menudo idiota". Ah, sí que era un idiota, a ver qué ganaba él pensando eso ahora.

    Amplió una sonrisa. - Todo lo que quieras. Mucho más. - Contestó de vuelta, y luego ella se inclinó hacia él y Marcus hizo lo mismo. - Somos Marcus y Alice. Siempre creamos cosas maravillosas. - Susurró en respuesta. Ella se retiró con una petición que le hizo reír levemente. - ¿Ya quieres empezar la lección? - Se mojó los labios con una sonrisa de superioridad y puso uno de sus miles de pergaminos preparados para tomar notas entre ambos, apuntándolo con la pluma mientras miraba a Alice y decía. - La clave está en por dónde quieras empezar, en el tipo de transmutación que quieras hacer. Un buen instrumento no es tan esencial como saber qué quieres lograr, aunque es cierto que el material del que está hecho puede ser crucial para conseguir que las transmutaciones... - Y entonces se abrió la puerta, y Marcus dio un respingo y empezó, muy nerviosamente, a recolocarse, a poner el pergamino que había cogido en su sitio (y con el sobresalto casi sale volando por ahí), y a buscar como un idiota dónde había puesto la pluma que tenía en la mano. Se aclaró la garganta, bajando un segundo la cabeza. Tranquilízate. Cálmate. Todo controlado. Y volviéndola a subir, sonriente y contento, justo a tiempo para ver al señor Weasley colocarse al frente de la clase, delante de todos ellos.

    - Buenos días, alumnos y alumnas de sexto curso, bienvenidos a la primera lección de alquimia de vuestras vidas... Espero. A ningún alquimista le gusta que se le adelanten. - Dijo el hombre, con una sonrisa y ese humor de erudito que a Marcus le fascinaba y que, por supuesto, le hizo reír. El hombre ocultó una breve risa en los labios cerrados y, tras una pausa, se colocó las manos tras la espalda, con el pecho erguido, y alzó la barbilla. - Bien. Me alegra ver que este año somos en número los mismos que el año pasado. Un triunfo para la alquimia, que no haya bajas. - Se aguantó una risilla y miró a Alice de reojo fugazmente. Por Merlín, ese hombre era como su abuelo, le encantaba esa forma de hablar. - Como ante todo soy un hombre práctico, y si bien la alquimia es una ciencia esencialmente grandilocuente también requiere de mucho pragmatismo, dejemos claras las cuestiones básicas de esta asignatura y su método de evaluación en los primeros diez minutos. Pido por favor que preguntéis todas las dudas que tengáis en este momento, no me gustaría interrumpir mi discurso sobre manejo de esencias vegetales para tener que recordar qué porcentaje de la nota final lo componen las prácticas de laboratorio. - Marcus debía tener una expresión de adoración absoluta en esos momentos. Y, por supuesto, ya estaba apuntando como un loco.

    Le estaban poniendo histérico las preguntitas repetitivas sobre la evaluación, porque desde su punto de vista el hombre lo había dejado todo perfectamente claro, que tampoco era tan difícil. Tenía demasiadas ganas de empezar. Por fortuna, la introducción sobre los pormenores de la asignatura apenas duró diez minutos, pasados los cuales el hombre comenzó a hablar. - Voy a hacer una pregunta que puede parecer muy tonta, o muy compleja, o demasiado abstracta, según la mente que la reciba. Pero esta ciencia se basa en cosas esenciales y... Bueno, me parece esencial empezar por aquí. - Dijo con elegancia y sin perder la leve sonrisa. - ¿Quién puede responderme a la pregunta... "qué es la alquimia"? - Como un resorte, Marcus alzó la mano con todas sus fuerzas, estirando el brazo tanto que le dolía. Pensaba levantar la mano fuera la pregunta que fuera, como hacía en todas las clases, pero vamos, es que en esa tenía TAN clara la respuesta que no podía dejarla pasar. El hombre amplió la sonrisa y, de nuevo con un elegante gesto de la mano, le señaló y dijo. - Fantástico. Vais a escuchar la definición de alquimia según Lawrence O'Donnell. - A Marcus le tembló ligeramente la sonrisa y, con timidez, dejó de estirar tanto el brazo. Vaya, le había pillado de lleno, vamos, porque pensaba soltar la definición que llevaba toda la vida oyendo de boca de su abuelo y quedar como un rey. El hombre, en cambio, solo sonrió un poco más y le hizo un gesto para que hablara. Se aclaró la garganta. - La alquimia es la ciencia de la creación, la magia de hacer posible lo imposible. La alquimia es conocimiento, es todo el conocimiento que puede un ser humano tener. Es la ciencia del Todo. - El hombre amplió más aún la sonrisa, con los ojos brillantes, y dijo. - Grandilocuente y poética, pero muy precisa. - Miró a la clase y concluyó. - Eso, alumnos, es la alquimia. -
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    Dom Mar 06, 2022 7:18 am

    Querer. Osar. Poder. Callar.
    CON Marcus EN Laboratorio de Alquimia EL 5 de septiembre del 2000
    Asintió lentamente y sin perder la sonrisa a que era un buen lugar para empezar y la base de la alquimia. Bien, ya empezaba a calibrar otra vez. Entornó los ojos cuando dijo que no sabía cuán nervioso estaba. No, qué va, si no se le notaba casi… Pero bueno, no era cuestión de recordárselo ahora. Pero sus palabras parecía haber tenido efecto, y una sonrisa sincera y emocionada salió en su rostro cuando le dijo aquello. — Recuerda eso cuando sea un lastre porque no sé tanta alquimia como tú. — Le dijo dándole un codazo suavecito. Luego inclinó la cabeza y le miró de reojo. — ¿Cuándo no he querido yo empezar una lección contigo? — Vale, eso podía sonar… Bueno, menos mal que Marcus estaba a la alquimia y le estaba hablando ya de la asignatura. — Yo suelo tener bastante claro lo que quiero lograr. — Suspiró y se apoyó en su propia mano, mirándole escribir. — Pero me suelo liar en el cómo conseguirlo. — Miraba el papel y alternaba la vista con el resto de los instrumentos, tratando de asimilar rápido, irracionalmente, la verdad, porque ella intentando memorizar todo aquello, y el resto sin saber bien lo que era una transmutación.

    Weasley entró de repente, con su voz tan profunda y tranquila (¿se le pondría ese tono a todos los alquimistas cuando se convertían en alquimistas?). rio un poco a lo de las bajas. Vale, la alquimia no era muy popular por lo difícil pero… La recompensa era TAN grande que no podía entender cómo la gente no quería al menos intentarlo. Asintió a lo que dijo el profesor y se dispuso a tomar nota del sistema de evaluación porque quería empezar YA. Sí, pues suerte con eso, porque la gente parecía tener como un millón de dudas solo sobre la evaluación. — Si ya estamos así con esto, cuando nos metamos en harina con la alquimia, ¿qué van a hacer? — Le susurró a Marcus, lanzando una mirada pasivo-agresiva atrás.

    Por fin, se dignaron a dejar hablar a Weasley, que empezó, como a ella le parecía lógico, preguntando qué es la alquimia. Y como unas mil millones de cosas vinieron a su cabeza sin ser capaz de ponerlas en pie, cuando Marcus ya había levantado la mano. Menos mal, al menos seguro que él sí lo tenía claro. Lo que sí que no pudo controlar fue la sonrisa seguramente estúpida, que se le puso oyendo aquella definición tan preciosa de labios de Marcus. Ella podía resumirla: la alquimia era todo con lo que dos personas como ellos habían soñado. La ciencia del Todo. Eso era como música para sus oídos. Sonrió más aún con el halago del señor Weasley y asintió brevemente. Era la definición de Marcus también, si es que él representaba a la alquimia perfectamente.

    Y ahora… Por tener otro tipo de definición de la alquimia que vosotros podáis conocer… ¿Sabéis quién dijo que la alquimia es “Querer. Osar. Poder. Callar”? — Y a Gal le dio un vuelco el estómago y abrió mucho los ojos, levantando la mano automáticamente. — ¿Sí, señorita Gallia? Fulcanelli. — Le salió del alma. De todo lo que había estudiado aquellos años de alquimia por su cuenta, Fulcanelli era su favorito. No solo por el misterio que Marcus había generado en ella la primera vez que le habló de él, es que cuando por fin logró entender el Misterio de las Catedrales, ya no había sido capaz de soltar sus libros, sus textos, sus investigaciones, porque todo lo que hacía estaba infusionado de una belleza y una poética nada habituales en el mundo mágico. Los murmullos en la clase eran más que notorios. Fulcanelli no gozaba de la misma fama en su corazón que en el resto del mundo, y solían ponerlo como ejemplo de cuando la cosa se te iba de las manos, o directamente te decían lo de “de ese personaje mejor no hablar”. — Sí, señora. Diez puntos para Ravenclaw, cinco de O’Donnell y cinco de Gallia. — Miró a la clase frunciendo el ceño. — ¿Qué os pasa? ¿Es que os da miedo Fulcanelli? — Weasley negó con la cabeza. — Pues no debiera. Su frase es bastante ilustrativa de todo lo que puede representar la alquimia, incluido lo que le pasó a él.

    El profesor comenzó a dar vueltas pausadamente por la clase y siguió hablando en aquel tono de señor sabio. — Querer. Porque, obviamente, hace falta mucha voluntad para estudiar todos los procesos, términos, reacciones y consecuencias que hay implicados en la alquimia. Osar. Porque la alquimia es muy osada, queridos alumnos. No se puede avanzar hacia la alquimia con miedo, o no pasarás de la transmutación de estado más simple del mundo. El poder que sentiréis fluir por vuestras manos, os consumirá, os asustará, y no podréis ir más allá. — Y Gal pensando en ella misma con doce años dejando gustosamente que Lawrence O’Donnell transmutara a través de sus manos. Vale, querer y osar lo tenía. — Poder. — Dijo Weasley asintiendo. — Porque no todo el mundo es capaz de llegar a las otras dos. Y aún llegando, queriendo y osando, no ser lo suficientemente buenos para ser alquimistas. Es un esfuerzo mental y de concentración gigante. Pero no se trata solo de eso. — Había vuelto al frente de la clase y les estaba señalando a todos. — Poder, significa también saber lo que no se puede hacer. Una vez uno tiene el poder en sus manos, y entiende lo que eso significa, tiene que saber usarlo. Ese fue, en esencia, el problema de Fulcanelli. Y por último, callar. Sé que parece incongruente con esta clase pero… Yo solo os voy a enseñar los procesos por los cuales llegar a la alquimia, pero vuestras transmutaciones son vuestras y solo vuestras. Pensad que estáis canalizando la energía de la tierra a través de vosotros para realizar una transmutación, así que… Es vuestra y solo vuestra. O vuestra y del compañero con quien la realicéis. Podéis explicar qué transmutación habéis usado, esencias… Pero es vuestra transmutación, todas las que hagáis tienen una parte de vosotros que solo vosotros conoceréis. — Weasley suspiró y se sentó sobre su mesa. — Fulcanelli… Se perdió en algún punto de su tercera premisa. Es algo que puede ocurrir con cualquier disciplina, pero con alquimia resulta más peligroso. Procuraré enseñaros tanto lo bueno como los peligros que puede entrañar esta ciencia, pero… Si os sirve de algo la experiencia de este profesor… Eso realmente reside en la ética de cada uno. Ni siquiera en su buen o mal corazón, si no en los principios. Sed fieles a unos buenos principios, y le perderéis el miedo a Fulcanelli y veréis todo lo bueno que también creó. — Eso Gal ya lo hacía y siempre había pensado lo mismo que el profesor estaba diciendo ahora palabra por palabra. — Profesor… — Preguntó uno de los alumnos de atrás. — ¿Qué le pasó a Fulcanelli? — Weasley bajó de la mesa y se fue a abrir el libro, provocando que los demás hicieran lo mismo. — Azkaban. — Contestó sin más.

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    Dom Mar 06, 2022 7:27 pm

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    CON Alice EN Laboratorio de Alquimia EL 5 de septiembre del 2000
    Estaba contentísimo, se le puso una sonrisa de oreja a oreja ante la respuesta del profesor, sintiendo un cosquilleo en el pecho. Estaba seguro de que los ojos le brillaban. Como si no hubiera sido él mismo quien había dado la definición, se puso a escribirla, porque en fin, al señor Weasley le había gustado y él tenía que apuntarlo todo, hasta sus pensamientos en voz alta. El profesor siguió hablando y él dispuestísimo a seguir escribiendo, pero la siguiente mención le sacudió algo por dentro, en el pecho, como una alerta de miedo, y le hizo entornar los ojos hacia arriba para mirar al hombre, congelado en su sitio. Él sabía perfectamente quien había dicho eso, y Alice también, porque por su vista periférica pudo ver como inmediatamente había levantado la mano. Marcus se había quedado demasiado congelado para hacerlo.

    A él le había encantado Fulcanelli cuando era pequeño, era toda una eminencia y un nombre muy importante de la alquimia. Sin embargo... Hizo cosas que no se deberían hacer. Rompió leyes que no se debían romper, y entendía por qué los alquimistas no querían ni mencionarle, ahora que había comprendido las cosas de otra forma, él tampoco quería. Tragó saliva y se concentró en escribir lo que el profesor iba diciendo. ¿Por qué Weasley mencionaba a Fulcanelli, el alquimista maldito, el primer día? Quizás para prevenirles ¿no? Para ponerles sobreaviso de lo que no se debía hacer... Él tenía muy claro lo que no se debía hacer, aunque... Miró a Alice de reojo. La chica estaba mirando al profesor con ojos brillantes, tan entusiasmada... Respiró hondo y volvió a mirar el pergamino y a seguir escribiendo. ¿Por qué ese miedo absurdo en su pecho de repente? Era como si, por hablar de Fulcanelli, "se te fuera a pegar" algo de lo que él había hecho. Y Marcus... No quería acabar... Así. Y no iba a hacerlo, es decir... Lo tenía muy claro...

    Decidió reconectar. Ni que no se supiera la historia de Fulcanelli ya, eran ganas de perder el hilo de una clase que llevaba deseando cursar toda la vida. De hecho, sonrió ampliamente a su amiga cuando el hombre le dio los puntos para su casa, irguiéndose contento y dispuestísimo a seguir tomando nota. Primer día y ya estaban ganando puntos para su casa, eso iba a ser un no parar, quizás hasta ganaran la copa ese año, si ya estaban empezando así. Tras esto, el hombre apuntó que no había que temer a Fulcanelli, y Marcus volvió a tener en su rostro la sombra de la duda. Pero si Weasley lo decía, que era un hombre muy sabio y un estupendo alquimista, pues... Sería así. Procuraría hacerle caso.

    Querer. Osar. Poder. Callar. Ciertamente, era tan ilustrativo lo que decía, y explicado por el profesor tenía mucho más sentido. Hubo una frase en concreto que le llegó más que ninguna otra. "Una vez uno tiene el poder en sus manos, y entiende lo que eso significa, tiene que saber usarlo". Cada vez le decían más que tenía una vena Slytherin muy marcada, ¿y si eso significaba que querría más y más, que ambicionaría llegar más lejos, y cometía errores como los que habían llevado a Fulcanelli a la perdición? No. No, no, no tenía sentido asustarse y rayarse con eso porque no lo iba a hacer. Marcus era extremadamente normativo, no se saltaba una norma ni obligado, y era más que conocedor de lo que se podía y lo que no se podía hacer. Ese fue el problema de Fulcanelli, como bien decía Weasley, pero no sería el suyo. Se relajó conforme el hombre continuaba hablando, porque lo que iba diciendo se hacía tan interesante, le emocionaba tanto saber que algún día tendría sus propias transmutaciones, sus propias teorías y prácticas alquímicas... No veía llegar el momento de tener su propio taller. Aunque durante años tampoco vio llegar el momento de cursar Alquimia y allí estaba.

    Miró a Alice con una sonrisa ladina antes de volver a mirar al profesor. "Vuestra y del compañero con la que la realicéis". Ellos harían muy buenas transmutaciones, hacían cosas preciosas juntos, no se le ocurría mejor compañera en todo aquello. Lástima que hablaron de Fulcanelli otra vez, pero Marcus había decidido no asustarse más con el tema, porque ahora tenía un objetivo: tener sus propias transmutaciones, ser un alquimista como su abuelo y como el señor Weasley, legal e inspirador, y quién sabía, quizás Alice y él pudieran colaborar juntos algún día y crear cosas. Serían una gran pareja de alquimistas... O sea, pareja de trabajo, quería decir.

    Asintió como si el hombre le hubiera dicho la frase directamente a él. "Sed fieles a unos buenos principios, y le perderéis el miedo a Fulcanelli". Pues no lo podía haber dicho más claro, y otra cosa no, pero Marcus era muy obediente. Aunque claro, pocas cosas le gustaban más a la gente que el morbo, así que ya tuvo alguien que preguntar. La respuesta del hombre fue escueta y tajante... Pero no lo suficiente cuando la gente tiene ganas de insistir. - Dicen que experimentaba con quimeras. ¿A qué se refiere? - ¿A qué se va a referir? Pensó Marcus. Menuda pregunta, aparte de tonta, indiscreta y morbosa. ¿No había quedado claro que el profesor prefería no hablar del tema? ¿Y qué aportaba eso a una clase introductoria? Él ya estaba abriendo el libro, porque Weasley lo había hecho y pensó que desviaría la pregunta y pediría que se centraran en el inicio del temario. Sin embargo, el hombre respiró hondo con la mirada perdida y reflexiva, y respondió tras unos instantes de silencio. - Los alquimistas son peligrosos, fáciles de corromper, porque pueden alterar la realidad en su beneficio antes que aceptarla. El poder en sus manos siempre es un riesgo. - Marcus se le había quedado mirando, de nuevo sintiendo ese punto de miedo. El hombre dejó de mirar a la nada y miró al alumno, sonriendo levemente. - Por eso son tan importantes sus propias palabras. Por eso digo que fue en algún lugar de la tercera premisa donde se perdió. - Torció el gesto ligeramente. - Es tan fácil dejarse corromper por el poder, como consumir por el miedo a llegar a estos extremos. - El hombre entornó sutilmente los ojos... Y los cruzó con los suyos. Marcus tragó saliva, pero Weasley, con total normalidad aunque sin dejar de mirarle, añadió. - Tened unos principios que seguir, una meta a la que llegar y las cosas claras. Eso os mantendrá en la tierra mucho más anclados que el miedo. - Volvió a sonreír levemente y, tras esto, le dejó de mirar e hizo un gesto desenfadado con la mano. - E igualmente, no queramos llegar tan profundo sin conocer primero la base, señores y señoras alquimistas. Controlen esos impulsos conocedores. - Se oyeron risillas tímidas y Marcus también rio un poco entre dientes... Pero se había quedado pensando.

    Tal y como Alice había predicho, comenzaron desde lo más básico. Las clases de Weasley eran muy amenas y ricas, porque el hombre les hacía participar mucho, y a Marcus le encantaba participar. Perdió totalmente la noción del tiempo que había pasado, pero la clase se le estaba haciendo exageradamente corta. - No todo van a ser secretos en esta ciencia. Lo dicho, aprended a callar, pero también a trabajar en equipo. Esto os vendrá bien en vuestra vida en general, los alquimistas tendemos a ser gente solitaria. - Marcus volvió a reír levemente, al igual que todos. El hombre les hizo un gesto. - Poneos por parejas. Os dejo cinco minutos para que... Penséis. Dialoguéis sobre lo que acabamos de ver, saquéis conclusiones. Sorprendedme. - Marcus se giró hacia Alice y le arqueó una ceja. - ¿Has oído eso? Nos toca sorprenderle. -
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    Dom Mar 06, 2022 9:18 pm

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    CON Marcus EN Laboratorio de Alquimia EL 5 de septiembre del 2000
    Vaya preguntita. Ahí sí que se giró, ya sin la parte pasiva, preguntando con la mirada “¿por qué?”. Hasta ella, que siempre quería saberlo todo, sabía que los alumnos de sexto de Hogwarts no deberían estar hablando de algo tan turbio como una quimera. Jugar con dos vidas, o tres, si incluías la del alquimista, no era un tema para tratar en la primera clase de alquimia. Pero Weasley no se lo tomó a mal y contestó. Claramente, quería que, como él mismo había dicho, le perdieran el miedo. Ella simplemente volvió a su posición y se puso a recopilar datos.

    No es tan fácil dejarse corromper, pensó sin más. No estaba para nada de acuerdo, porque ella conocía a Marcus y al señor O’Donnell y ninguno de los dos se arrimaría siquiera a algo como lo de Fulcanelli. A parte, ella no sabía qué había llevado a Fulcanelli a perder así la cabeza pero… Dudaba que fuera simple ansia de conocimiento. Que se lo dijeran a ella que siempre quería más, y sabía que había simplemente límites. Lo que había dicho Weasley de los principios, vaya. Y muchas vueltas le estaba dando para ser algo que tenía tan meridiano vaya.

    El resto de la clase estuvo copiando como una loca, juraría que sin parpadear, casi con la respiración agitada, como si estuviera llegando a lo alto de una montaña, como aquella que se inventó para el cuento que hizo en las Navidades pasadas. Cuando el profesor paró por fin, soltó la pluma y suspiró, mirando a su amigo de reojo, con una sonrisa emocionada que no podía esconder. Atendió al ejercicio que les proponía Weasley, pero esperaba que Marcus tuviera más ideas que ella, porque ahora mismo estaba tan sobrepasada y estimulada mentalmente que no sería capaz de poner nada en pie. Miró a su amigo mordiéndose el labio y negó, con una sonrisa. — Mira que sabía que la alquimia era gran y compleja, pero esto es… Otra cosa. — Parpadeó y miró sus pergaminos y la pizarra. — No sé si sabría decir algo más de todo esto. — Cogió la pluma y empezó a acariciarse los labios con ella, mientras paseaba la mirada por el techo intentando pensar.

    Ladeó la cabeza y suspiró mirando el pergamino. — Todo lo que se me ocurre decir… O ya está dicho o es un disparate… — Negó con la cabeza y se quedó embobada mirando los instrumentos. — Todos estos años esperando estar aquí y cuando por fin lo logro… No sé ni resumir lo que he aprendido. — Frunció el ceño. — Creía que… Realmente todo era tan sencillo como reducirlo a cuatro elementos, que dan a luz a todos los demás, y siete estados en los que los puedes encontrar, y, sin embargo, es todo tan… Infinito. Incluso en la transmutación más simple te puedes encontrar infinitas posibilidades… — Rio y alzó la mirada a Marcus. — Y yo que creía que sabía transmutar piedras siquiera… — Suspiró y se apoyó en su mano. — Quizá eso es la alquimia. Es tan compleja que abarca cuatro elementos, pero todos las combinaciones que tu mente pueda crear. Siete estados pero miles de formas de navegar por ellos y todo para concluir que… La quintaesencia no hay forma de conseguirla. Puedes modificar todo lo que quieras, pero no puedes transmutar una quintaesencia. — Se rio y se llevó las manos a la frente. — Es un contrasentido y a la vez es como un recordatorio de humildad. Puedes tenerlo todo menos… Lo único que realmente hace falta para vivir… No puedes tenerlo. — Ladeó la sonrisa. — Y supongo que es porque… Lo que hace a una persona lo que es… Es tan complejo que por mucho que intentaras imitarlo… No te saldría. — Eso lo había aprendido ella cuando su madre murió, y lo aprendía todos los días, cuando intentaba llenar su hueco y nunca lo conseguía, no del todo. — Así que supongo que mi conclusión es que para entender la alquimia hay que llegar a la conclusión de que nunca lograrás darle sentido. Sí jugar con sus reglas, aprender sus procesos, pero entenderla no… Y de eso se trata. De aprenderlo todo y no llegar a entender nada. Una unidad, un todo… Da igual, porque nunca entenderás ni llegarás a la quintaesencia. En verdad es el sueño de todo estudioso, una ciencia sobre la que haya que estudiar eternamente, porque eso significará que nuestra vida tiene un propósito perpetuo, un reto sin fin. Si no, nos moriríamos de angustia de pensar que no queda nada más que investigar. — Miró a su amigo y alzó una ceja, con expresión temerosa. — ¿Tiene algo de sentido lo que estoy diciendo o dejo a los expertos ya?


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    CON Alice EN Laboratorio de Alquimia EL 5 de septiembre del 2000
    Miró a Alice, con una sonrisa dibujada, y rio un poco con los labios cerrados. - Lo es. Es... La mejor ciencia que existe. - Comentó, más rebajado en sus nervios que antes de que empezara la clase, pero igualmente rebosando emoción. Adoraba la alquimia, de pequeño era el típico objetivo infantil porque admiraba su abuelo, pero a más crecía, más claro tenía que querría dedicarse a eso. Su padre le decía que fuera paso a paso, que estudiara la asignatura y decidiera con los conocimientos ya en mano, que quizás cuando empezara a estudiarla se daba cuenta de que no era lo que esperaba. Solo llevaba una clase, pero dudaba que fuese a cambiar de opinión.

    Por un momento, al igual que Alice, se perdió en sus propios pensamientos. Era muy raro que los dos estuvieran callados, cuanto menos los dos a la vez y estando juntos, pero... Había tanto sobre lo que pensar, reflexionar, divagar. La diferencia era que Alice miraba al techo y él se había quedado mirando la pluma que se pasaba por los labios... Casualidad pura y dura, es decir, estaba pensando, en algún sitio tenía que poner los ojos. Parpadeó y se centró en Alice, que ya empezaba a hablar, riendo levemente. - Dudo que sea un disparate. Aunque la alquimia en sí, si lo piensas bien, es... Disparatada, es decir, todo ese poder, esa capacidad de cambiar las cosas... - Suspiró para sí, y luego miró a Alice con una sonrisa ladina. - Pero bueno, yo soy experto en coger tus disparates y transformarlo en algo medio ordenado, así que intentémoslo. - Bromeó con cariño, deseando ver qué tenía que decir Alice sobre la alquimia. Porque él llevaba toda la vida hablando del tema y podría pasarse días y días debatiendo sin parar.

    Apoyó la cabeza en su mano, con el codo en la mesa, y se dedicó a escuchar, encantado. - La alquimia es infinita en sí misma. - Dijo con voz embobada, reafirmando lo que Alice acababa de decir, justo cuando ella le miró de vuelta. Su comentario le hizo reír. - Menos bromas, que lo hiciste en primero sin saber que podías. Tienes mucha energía que canalizar, Gallia. - Y eso iba medio en broma medio en serio. Alice tenía muchísimo potencial mágico, estaba seguro de que sería una gran alquimista si se lo propusiera. Asintió gravemente, pensativo, recibiendo todas sus palabras. Efectivamente, la alquimia te ofrecía un mundo de posibilidades, pero la quintaesencia no se podía conseguir de ninguna de las maneras. Solo... Jugar con los elementos, con los estados y con tu propia energía, lograr cosas maravillosas y, con suerte, acercarte mucho. Pero no obtenerla. Volvió a reír, porque le encantaba ver a Alice así. - Sí que es un contrasentido, y un toque de humildad bastante grande. Es decir... La alquimia es grandilocuente, es para personas... Que quieren más y más. - Comentó con una sonrisa de lado y mirándola de reojo. - Es para quienes ansían conocimientos, para quienes desean llegar a La Verdad, explorar sus propios límites. Y, sin embargo, tiene recordatorios que jamás cesan. Que no podemos jugar con la vida, que no podemos creernos todopoderosos, que hay cosas a las que jamás podemos llegar, ni debemos. Que tenemos poder, sí, mucho, pero que no somos más que los recipientes de los mismos, por decirlo de alguna forma. Los vehículos conductores de energía y magia, que dan libertad a los elementos para adoptar formas nuevas... Unos vehículos que piensan. - Rio. - Es... En cierto modo, entregar tu vida a la magia. Ponerte a su disposición. Ser... La tierra. Y el aire, y el agua, y el fuego. Pasar en ti mismo por todos los estados y salir siendo alguien nuevo cada vez que pases por uno de ellos, una versión más completa de ti mismo. Una esencia mejorada. - Le encantaban las alegorías alquímicas. Podría pasarse así toda la vida.

    Reflexionó su conclusión y asintió pesadamente. - Es una muy buena conclusión. - Entrecerró los ojos y la señaló. - Aunque sí estoy en desacuerdo con algo que dices. - Puso una sonrisa retadora y, apoyando ambos codos en la mesa, entrelazó las manos y puso mirada interesante. Ahí iba a comenzar el debate. - Creo que Fulcanelli... Se pasa de etéreo, de poético. Creo que con "Querer. Osar. Poder. Callar." No basta. También hay que entender. Conocer, apostar, investigar, experimentar. Reflexionar. Mejorar. - Ladeó varias veces la cabeza, mirando hacia arriba. - Un alquimista que empieza no es el mismo que termina. Y todo reto tiene un fin. La cuestión es... No ser tan ambicioso, no abarcar tanto de golpe. No empezar el primer día queriendo llegar a La Verdad u obtener la quintaesencia. Eso podría paralizarte. - Arqueó una ceja. - No existen rangos de alquimistas en balde. Uno no hace su primera transmutación esperando ser considerado alquimista carmesí, no debería. Esa avidez es la que puede dejarte en el camino, o bien porque te frustres, porque la alquimia es una ciencia ancestral y, por ende, lenta, te puedes morir en lo que sigues aprendiéndola. O bien porque te excedas, cometas un error irreparable, como le ocurrió a Fulcanelli. Por querer más sin control. Emoción controlada, no sé si te suena de algo. - Comentó con un punto de chulería. - La clave está en los retos pequeños. La clave esté en ser minucioso, saber que el horizonte está ahí, que es el objetivo a alcanzar, pero plantearte cada día qué cosa nueva vas a aprender, por nimia que sea. Eso te mantendrá no solo vivo, sino como bien dice el profesor Weasley, anclado a la tierra. Por ende, no es una ciencia sin fin, con un reto inalcanzable. Es una ciencia de pequeños retos perfectamente alcanzables, y tú decides dónde poner el punto y final, o bien no ponerlo jamás. - Ladeó la cabeza. Todo lo que había dicho Alice era maravilloso, precioso y tenía mucho sentido, ¿pero quiénes eran Marcus y Alice si no ponían un debate entre ellos, aunque fuera pequeñito? - Sí que puede que hayas dicho un disparate, Gallia. Pero, eh. - Alzó las palmas. - Aún estás a tiempo de defender tu teoría. -
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    Lun Mar 07, 2022 5:58 pm

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    CON Marcus EN Laboratorio de Alquimia EL 5 de septiembre del 2000
    Entornó los ojos y movió la cabeza, pero se rio sin poder evitarlo, cuando Marcus dijo que él cogía sus disparates y los transformaba. Como mi madre hacía con mi padre, pensó sin permiso su cerebro. Parpadeó y suspiró, tratando de alejar el pensamiento y siguió con ese tipo de pique tan suyo que, para qué negarlo, le daba vida. — Pues entonces podemos decir que yo cojo tu mente cuadriculada y la convierto en algo un poco más caótico pero más hermoso y trepidante. — Parpadeó muy rápido con cara de falsa niña buena. — Y no me lo niegues. — Dijo picándole en al mejilla con el dedo. Luego se rio ella sola de un pensamiento. — Somos alquimistas de emociones. Mantenemos la esencia pero… Sabemos conjuntarlas bien… Sin disolverlas. — Terminó con un guiño.

    Les escuchó hablar de la alquimia según él y… Sí, siempre se había sentido muy unida a esa ciencia, conectada, si quería verlo así. Explorar los límites, entregar tu vida a la magia… Sonaba glorioso. Y a la vez siempre había sentido que no era para ella, o ella no era para la alquimia, para ser más exactos. Sí, bueno, como le pasaba con Marcus, vaya. Sonrió a lo de los estados. — Ojalá eso realmente te renovara. Lo haría mañana mismo. — Eso igual había sonado raro, pero es que a veces sus emociones tomaban el control y hacían aquellas declaraciones dolorosas y viscerales.

    Rio y puso cara de falsa ofensa a lo de demasiado poético. — Creía que te había demostrado que la poesía tiene un lado MUY bueno. — Dijo mirándole a los ojos. Sí, era una referencia a la biblioteca y al campo de lavandas, ¿pero ya qué más daba? Si no le gustaba que se lo recordara, que se lo dijera. Y además, el problema en ellos dos no estaba en recordar los buenos momentos precisamente. Alzó una ceja. — ¿Marcus O’Donnell diciendo que no hay que ser ambicioso? — Y se tuvo que reír más cuando dijo lo de alquimista carmesí. — Marcus, una de las primeras veces que hablamos estabas enfadado a los pies de Rowena porque no habías dado con la solución inmediata a un problema demasiado complejo para nuestra edad. — Le miró de lado y sonrió con ternura. — Pero me alegro que lo tengas tan claro. Ya hablas como un alquimista de verdad.

    Suspiró y se cruzó de brazos con lo del horizonte. — No se me da bien eso. Siempre quiero saber qué habrá más allá, por qué no lo veo, qué camino debo seguir para llegar a él… — Suspiró y jugo con sus dedos. — No sería una buena alquimista. — Se rio y se encogió de hombros. — Ni una buena prefecta, pero he sido buena ayudante del prefecto, no me digas que no. Se mordió levemente el labio inferior. — Puedo ser una buena ayudante de alquimista. — No era una ciencia sin fin. Eran pequeños retos… Sí, de algo le sonaba. Y mucho decía que no sabía hacerlo, pero aquello era lo que llevaba aceptando con Marcus desde que se dio cuenta de que estaba enamorada de él: pequeñas partes, piezas de su vida juntos, que puestas una detrás de otra conformaban la más bella obra que le pudiera salir, con alquimia o sin ella. Sonrió y miró a los ojos de Marcus. — Me gustan mis disparates. — Se inclinó hacia él y sonrió. — Claro que la defiendo, O’Donnell. — Ladeó la cabeza. — ¿O no te gusta a ti levantarte todos los sabiendo que la alquimia te puede ofrecer algo nuevo y diferente? Y digo más: inesperado. En tu ordenado mundo de O’Donnell… Saber que un buen día puedes llegar a un área de la alquimia que no conoces y que te mueres de ganas de saber… — Se separó y alzó una ceja. — Eso te mantiene vivo O’Donnell, y no me digas que no. Fuera de tu orden y tus pequeños objetivos, tú buscas la grandeza. — Miró al frente sin perder la sonrisa. — Y la grandeza tendrás. — Se mordió los labios por dentro. — Pero no sé si eso que he dicho aporta nada sobre la alquimia que no haya dicho el profesor o tú… — Encogió un hombro y perdió la mirada.

    Es como si solo la entendiera a veces… Como si fuera algo que no está hecho para mí, para que yo llegue a su significado y sin embargo… Cuando pulvericé aquella roca, o cuando tu abuelo transmutó a través de mis manos… Se sintió tan… Natural. — Miró a Marcus. — Como si en el fondo estuviera hecha para mí. — Exhaló aire. — Es una contradicción. La alquimia es una contradicción porque funciona por el equilibrio de contrarios ¡eso es! — Dijo alzando un poco la voz. — El sol y la luna son la vida. Cada estado tiene un contrario menos la coagulación porque es el estado perfecto… — Alzó la mano y la dejó caer. — La alquimia es la ciencia de saber utilizar y combinar los contrarios para crear. — Señaló a Marcus orgullosa de sí misma. — Y eso es exactamente lo que diré.

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    Mar Mar 08, 2022 7:44 pm

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    CON Alice EN Laboratorio de Alquimia EL 5 de septiembre del 2000
    Encogió un hombro, sacando el labio inferior y escondiendo una sonrisilla. - No lo niego. - Era imposible negarlo. Ella "descuadriculaba" su mente, y él encarrilaba sus locuras. Eran un buen equipo. Lo siguiente hizo que la mirara, con los labios entreabiertos en una sonrisa de lado, durante unos instantes. - Eeh... Me gusta eso. - Miró al frente, asintiendo lentamente, de nuevo sacando un poco el labio inferior. - Alquimistas de emociones... ¿Cómo no se me había ocurrido antes? - La miró, sonrió y le dio un toquecito hombro con hombro. - Eso es muy bonito, me gusta. Me lo apunto. - Alice era muy buena con las metáforas, pero también tenías que tener muchos conocimientos sobre alquimia para usarlas tan bien utilizándola.

    La miró con los ojos entornados. - Lo hace... En cierta manera, y a largo plazo, supongo. - Comentó simplemente. Eso sí, lo siguiente que dijo la hizo mirarla con una ceja arqueada, ladeando la sonrisa. - Gallia, por favor. Que estamos en clase de Alquimia, no de poesía. - Comentó con tono meloso, claramente siguiéndole el jueguecito. Ah, esos recuerdos, no era el mejor momento para despertárselos. Bajó la mirada al pergamino para controlar la sonrisilla, mojándose los labios y moviendo sus papeles por hacer algo, por disimular. Su amiga no tardó en lanzarle una ironía y una risa. - No he dicho que no haya que ser ambicioso, he dicho que esta ambición no puede ser desmedida. - Realmente, el primero que tenía que creerse toda su palabrería teórica era él, pero bueno. Chistó, sin perder la sonrisilla. - ¡Eso es completamente distinto! Era un tierno erudito de once años. Sí, siempre he sido un erudito, solo que un día fui tierno. - Puntualizó, bromista. - Y se estaba poniendo mi capacidad intelectual en entredicho en el primer mes de colegio. Entiéndeme, entré en pánico. Yo solo quería ser un digno hijo de Rowena. - Añadió con voz de niño bueno, pero lo de que hablaba como un alquimista de verdad le amplió una sonrisa de oreja a oreja. - Gracias. Eso es un gran piropo. - Para él, desde luego que lo era.

    Iba asintiendo a las palabras de Alice hasta que dijo que no sería una buena alquimista. Frunció el ceño. - ¿Estás de broma? - Soltó una seca carcajada sarcástica. - Debajo de todas esas capas de locura Gallia... - Comentó, haciendo gestos con una mano como si la quisiera señalar entera. - ...Hay mucha más sensatez de lo que parece. Y genialidad, sobre todo genialidad. Dos cosas muy a valorar en un alquimista. - Se giró un poco para mirarla de frente. - Y no llevas ni una hora de estudio reglado de Alquimia y ya haces metáforas con ella, y tienes un nivel de debate muy muy digno. Perdona si no me muestro sorprendido, ya estoy acostumbrado a que tu nivel esté altísimo. - Le guiñó un ojo. - Solo tienes que no hacer cosas como toquetearlo todo cuando alguien te diga "no toques que es peligroso" y ya lo tendrías hecho. - Volvió a bromear. Y en una parte estaba de broma, sí, pero en otra hablaba totalmente en serio. Estaba convencidísimo de que Alice sería una buena alquimista si quisiera serlo.

    Cuando ella se inclinó hacia él, él no se quedó atrás y se inclinó también, entrecerrando los ojos con una sonrisilla segura dibujada. Chasqueó la lengua y ladeó la cabeza. - Yo lo enfoco de otra manera. - Hizo una mueca con la boca, pensativo. - Soy un hombre de rutinas, de control, de saber lo que tengo por delante... Pero me gusta... Tener vida. Emoción controlada. No creo que sea cosa de un día para otro, sino de un proceso, poco a poco, hasta que llegue el día en que, efectivamente, dé con la clave. Pero cuando eso ocurra, lo estaré esperando. No me va a caer de la nada, yo lo habré ido labrando poco a poco. - Apoyó un brazo en la mesa y se acercó a ella para decir, bajando un poco el tono. - Soy un hombre que quiere levantarse cada día sabiendo y valorando lo que tiene. Y que sabe lo que quiere tener. - Tan pronto lo dijo se planteó qué había querido decir, o más bien por qué se lo había dicho a Alice... Así, en vez de en tono normal. Volvió de nuevo a su sitio. - Soy hombre de rutinas, no te lo voy a negar. Pero con desafíos. Planificados, pero desafíos. Los retos también se pueden planificar, un alquimista no deja nada a la improvisación. - Esperaba haberlo salvado así.

    Sintió un cosquilleo en el pecho. Grandeza... Qué bien sonaba. Pero era la típica palabra que, si te sonaba demasiado bien, corrías el riesgo de... Perder el control, perderte como se perdió Fulcanelli. Volvió a la tierra, bajando de la nube de la grandeza, cuando Alice volvió a soltar un comentario un tanto cenizo. - Yo creo que has aportado mucho. Me gusta tu punto de vista... Solo que yo no sería yo si no te lo debatiera un poquito aunque fuera. - Arqueó varias veces las cejas, cómicamente. Frunció el ceño, pero la escuchó terminar. - Ahí sí que no estoy de acuerdo contigo para nada. - Dijo, un tanto más serio. - ¿Por qué no iba a estar hecho para ti? Entre otras cosas... Soy de los que piensan que no es la alquimia la que tiene que ser para ti, sino tú para la alquimia. Y tú llevas siendo para la alquimia desde que oíste la palabra por primera vez. Te lo digo yo, que fui quien te la dije, justo ese día de la estatua de Rowena que has mencionado antes. - Comentó entre risas, y para quitarle un poco de hierro al asunto alzó las manos. - ¡Venga ya, Alice! Estabas deseando cursar esta asignatura y mira todo lo que sabes. - Hizo un gesto con la mano. - Lo siento, no pienso tomarte en serio en eso. Ni me parece la premisa de alguien que quiere explorar el horizonte, que quiere tener retos toda la vida. Que siempre quiere... Más. -

    Y claro, demostrando que sabía más de alquimia de lo que ella quería reconocer, rápidamente llegó a una conclusión. Rio. - Eso es probablemente lo más alquímico que he oído en mi vida y soy nieto de un alquimista carmesí. - Aseguró, y luego asintió. - Dilo. Esa será tu frase de alquimista. O de alumna interesada en la alquimia, por el momento. - Rio de nuevo. - El sol y la luna son la vida... Los contrarios crean cosas hermosas, son la alquimia en sí... Me gusta. -
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    Miér Mar 09, 2022 5:39 am

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    CON Marcus EN Laboratorio de Alquimia EL 5 de septiembre del 2000
    Alzó las cejas y encogió el hombro con cara de satisfacción. — No se te había ocurrido porque supongo que no se pueden hacer transmutaciones de emociones, en principio, así que como es algo que se sale de lo establecido, tiene que venir la loca de tu amiga a que se le ocurran cosas imposibles…Para variar, pensó con amargura. Pero ladeó una sonrisa con esa referencia a la poesía. Había pillado el tono, lo cual quería decir que Marcus había pillado su referencia también, y con eso le valía. A ver, que ya sabía ella que no era tan fácil de olvidar todo lo que había pasado, solo… Se alegraba, era su pequeño triunfo.

    Se rio y le miró con cariño a lo de erudito de once años. A veces podía ser muy tierno y adorable, la verdad. Eso sí, la exageración y la tendencia al relato épico no se la quitaba nadie. — Oh sí, la mismísima fundadora agachó la cara de vergüenza al ver cómo no te salía una resolución de demasiada inventiva para un niño de once años, por muy erudito que sea. Eso pone en entredicho a cualquiera. — Dijo con tono de falsa gravedad, aunque riéndose al final. Cómo apreciaba aquellos momentos con su amigo. Eran de una conexión absolutamente especial y única.

    Y como si ella misma volviera a tener once años, se retrajo un poco, cual niña vergonzosa, cuando le dijo que sería una buena alquimista. rio al comentario y se rascó la frente. — Más de la que crees y de la que la genética me concede. — Dijo a lo de la sensatez. — Y aún así, poca me parece para ser alquimista. — Se encogió de hombros y negó con la cabeza. — Yo hago metáforas de todo, generalmente con el aire y los pájaros, pero tengo un buen rango de actuación. — Dijo en tono de broma. — Pero viniendo de ti, también es un gran piropo. Gracias. — Terminó con una sonrisa sincera. Eso sí, Marcus se moriría, reventaría, se transmutaría espontáneamente si no le dijera algo de aquella vez que se coló en el laboratorio. — Si tú eras un erudito de once años, considera que yo era una curiosa profesional, pero sin toda esa sensatez que dices que tengo, porque en aquel entonces no me hacía falta. Cuando mi familia estaba completa, yo tenía muy claro quién era mi mejor amigo en mi vida, y no me sentía fuera de lugar nunca, pensó.

    Escuchó lo de las rutinas y cómo tenía pensado labrar su futuro en el estudio de la alquimia y puso una leve sonrisa. Sí, si en el plan de Marcus todo tenía sentido. Ojalá ver ella tan claro su futuro, que fuera a ser tan fácil y claro como simplemente ir poco a poco, tener una vida tranquila, y acabar viendo el camino con esa nitidez. Pero algo le decía que para ella no iba a ser así. — Me alegro de que lo tengas tan claro. — Dijo con suavidad. Sí, claro que lo tenía claro. Desde tercero además. Marcus O’Donnell, el gran alquimista, con Poppy, que iba a dar esa emoción controlada porque, siendo sinceros, lo que Gal le daba no estaba controlado para nada. Se rio un poco a lo de los retos planificados. — O sea, ¿que los retos de todos estos años conmigo los tenías planeados? — Abrió un poco la boca y se llevó la mano al pecho, momento en el que se dio cuenta de que Marcus estaba inclinado hacia ella y eso le aceleró un poco las pulsaciones, pero trató de disimularlo. — Y yo todos estos años pensando que le ponía sal y pimienta a tu vida, y tú planeando los retos. — Dijo con voz melodramática.

    Pero cuando la desarmó fue cuando le dijo que estaba hecha para alquimia, o más bien la alquimia para ella. La alquimia, Gal, no él mismo, no te vayas a liar, no es una buena analogía, le dijo una voz en su cerebro. Tragó saliva y mantuvo la sonrisa. — Pues si lo piensas tú… Me lo tomaré en serio, erudito de dieciséis años. — Dijo dándole brevemente en la nariz. Pero no pudo evitar alzar la ceja a lo del horizonte y querer saber más. — A veces parece que me conoces tú más que yo misma.

    No estaba dispuesta a admitir el vuelco que le dio el estómago con aquel “dilo”, y todo lo que dijo detrás, pero estaba segura de que había inspirado más profundamente de lo que debería una persona normal, a quien el corazón no le hubiese dado un violento latido al oír aquello. — Me alegro de que te guste. — Carraspeó y se localizó en su sitio. — Lo diré. — Aseguró con una sonrisita. Diría lo que me pidieras, si me lo pides así, la verdad, dijo algo en su interior. Tratando de recomponerse, se apoyó de nuevo en su mano y la otra la dirigió hacia él. — ¿Y tú? ¿Cuál va a ser tu frase? La que le digas a Weasley, o la que te pongas en un letrero en tu futuro taller. — Y lo preguntaba adoptando de nuevo esa pose de niña interesada por completo en lo que le estaban contando, como si fuera el cuento más apasionante del mundo. — ¡Bien, alumnos! Como la vida de un alquimista a veces es inesperada, quiero que penséis también en qué proceso alquímico os gustaría llevar aprendido antes de Navidad. Elegidla sabiamente… Que toda decisión conlleva una consecuencia… — Gal miró a Marcus todavía más emocionada y abriendo mucho lso ojos. — Ahora sí que me ha causado un problema. Mi cabeza ahora mismo va como el Expreso de Hogwarts.


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    Jue Mar 10, 2022 11:52 am

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    CON Alice EN Laboratorio de Alquimia EL 5 de septiembre del 2000
    Ladeó la cabeza, con falsa cara de circunstancias. - Ja, ja. - Respondió monocorde, aunque se estaba guardando una sonrisita frunciendo mucho los labios: sí, la loca de su amiga tenía ideas imposibles, y a él le encantaban. Pero tenía una fachada que mantener. - Ya vale con la idea de que el prefecto O'Donnell no se entera de nada si no está escrito en un libro. Soy mucho más imaginativo de lo que todos pensáis, ¿sabes? - Comentó con tonito interesante y una caída de ojos, pretendiendo chulear. Su amiga, sin embargo, no había dejado de meterse con él, así que se cruzó lentamente de brazos, apoyándose en la silla - Está usted hoy muy graciosa, señorita Gallia. Se ve que la alquimia le saca el lado humorístico. - Lo cierto es que él se lo estaba pasando como en su vida. Ese entorno, ese pique tan de ellos, con Alice... ¿Cuánto duraría eso? Es decir... El día de mañana, él sería alquimista. Alice sería enfermera, pero si quisiera ser alquimista podría serlo, o como mínimo entraría en su taller y él la dejaría hacer lo que quisiera en él, para eso era suyo y para eso Alice era su mejor amiga. Porque eso... Contaba con que siguiera siendo así también. Que siempre fueran mejores amigos. ¿Tendrían esos momentos ya fuera de Hogwarts? Ellos en su taller de alquimia, filosofando sobre esta, haciendo transmutaciones, picándose el uno a otro, bromeando y recordando viejos tiempos... Se le antojaba una vida muy feliz.

    Se limitó a guiñarle un ojo, cómplice, cuando le dijo que era un piropo. Marcus podía ser muy pelota cuando se lo proponía, pero nunca regalaba el oído a quien no creía que lo mereciera. Era pelota, sí, pero con quien lo merecía, y sobre todo con adultos. Con gente de su edad, simplemente decía lo que pensaba, y él realmente pensaba eso de Alice. A veces parecía que él la tenía en más alta estima de lo que ella se tuviera a sí misma. Su falsa ofensa le hizo soltar una carcajada. - Soy una caja de sorpresas, Gallia. Una caja de sorpresas que no improvisa. - Bromeó, pero se mojó los labios y se acercó. - Bueno, entre tú y yo... Puede que un poquito sí. - Arqueó una ceja. - No es incompatible. Yo puedo seguir con mis planificaciones, y tú... Echándole sal y pimienta a dichas planificaciones. - O desbaratándoselas enteras, que era básicamente lo que llevaba haciendo todo ese tiempo. Pero no es como que él se fuera a quejar, no había salido precisamente damnificado de las improvisaciones de Alice.

    Arrugó graciosamente la nariz cuando le dio en ella y puso una infantil expresión de orgullo en la cara, porque le había llamado erudito de dieciséis años. Sabía que era una de las bromas de su amiga, pero él pensaba aplicársela como si creyera firmemente en ello (bueno, es que creía firmemente en ello). - Te conozco muy bien. Yo sé de todo, Gallia, lo acabas de decir, soy un erudito. - Miró de reojo como acercaba su mano a él mientras le preguntaba por su frase, y ya se estaba preguntando a toda velocidad qué contestar, cuando el profesor dio la actividad por terminada, o al menos quiso añadirle un aliciente a lo que estaban haciendo. Eso le emocionó aún más. - Uf, proceso alquímico... Elegir solo uno... Eso es una decisión que hay que meditar bien. - Como si el profesor le hubiera dicho "elige el proceso alquímico que quieres aprender por el resto de tu vida" en lugar de "antes de Navidad". Se forzó en pensar, aunque el comentario de Alice le hizo reír. - Pues anda que la mía. - Se giró para mirarla. - Vale, esto hay que pensarlo bien. Quiero tomar la decisión contigo. - Dijo de corazón y sin pensar demasiado, metido en esa velocidad de pensamiento que ambos traían. Quizás había sonado más intenso de la cuenta. En fin, daba igual.

    - Bueno, a ver. - Se removió en el asiento y se aclaró la garganta. - Pensémoslo bien. Vayamos uno a uno. - Se mojó los labios, con todo ese preludio interesante que a Marcus le gustaba hacer antes de exponer algo. - El primero es la calcinación... - Pensó unos segundos y chasqueó la lengua. - Demasiado básico, en fin, solo es hacer algo arder. O sea, necesario, pero creo que es fácil de ver, nosotros queremos... Más. - No lo dijo con tonito sino centrado en lo que decía, en toda su grandilocuencia de Ravenclaw genio con mucha vena Slytherin. - Después la disolución. - Torció el gesto. - Yo no disuelvo mi esencia con nadie, ni tú tampoco. Somos esencias puras, somos únicos, Gallia. No nos vale, tenemos que buscar algo que nos defina más. - Se mordió los labios y siguió pensando. - El tercero, separación... - Tragó saliva, con una pequeña punzada en el pecho. - Es duro. Las separaciones son duras. No me gusta separarme de las cosas... O sea, en el hipotético caso de que esto fuera una metáfora mía, quiero decir. Vamos, que prefiero otro estado. - ¿Estaba liándose un poco? Luego se metía con Fulcanelli por pasarse de poético. - La conjunción me gusta, es bonita. Podríamos tenerla en cuenta, es decir... No es la idealísima, pero es una buena etapa. Es cuando dos esencias confluyen, y eso siempre enriquece. - Sí, esa le podría valer. Rio un poco, anticipándose al estado que venía ahora. - Fermentación... Apuesto lo que quieras a que ese es el que tú vas a proponer. -Entrecerró los ojos y, cómicamente, se acercó a ella. - Pero es una trampilla, Gallia, una trampa de las tuyas. Hacer que algo fermente, que crezca a toda velocidad... Muy útil para alguien tan fan de las plantas como tú ¿eh? - Chasqueó la lengua. - Pero sigue sin ser el estado ideal. Le falta algo. - Se acarició la barbilla, perdiendo la mirada. - Siempre he pensado que la destilación era el peor estado de todos. Es decir... Es... Bonito, en cierta manera. Creas algo eterno, algo que ni el tiempo ni nada podrá cambiar. Algo que sobrevive a la vida y a la muerte, algo imperturbable... Pero no está... Vivo. No como tal. Sí vivo de otra forma, pero no tiene la vida que antes tenía. Solo es... Algo etéreo y perfecto, pero sin su esencia. - Llenó el pecho de aire, lo soltó poco a poco por la nariz y miró a Alice, con una sonrisa de satisfacción muy levemente esbozada. - Pues solo queda uno. - Alzó un índice. - Coagulación. El último estado, el estado ideal. El que los aúna todos, el todo en sí mismo. Es el estado perfecto, es la meta, es a lo que todos los alquimistas queremos llegar. - Se cruzó de brazos y volvió a retreparse, haciéndose el interesante. - Así que, por mi parte, yo lo tengo bastante claro. Tú me dirás tu opinión. -
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    Jue Mar 10, 2022 6:22 pm

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    CON Marcus EN Laboratorio de Alquimia EL 5 de septiembre del 2000
    Asintió sacando los morritos. — Sí, señor O’Donnell, a mí la alquimia me pone de muuuuy buen humor. — Dijo en un tono que pretendía parecer muy serio e institucional y le sacó una risa. Le encantaban esos momentos con Marcus. Estando así, ¿cómo no iban a decir a los demás que solo ellos podían entenderse el uno al otro? Ellos eran gente de ciencia y ahí estaba la prueba empírica. Eso sí, la señora científica tuvo que contener una risa en la garganta. — ¿Cómo que una caja de sorpresas que no improvisa? — Inspiró muy fuerte para contener la risa y le miró de lado. — Eso es un contrasentido, señor erudito. — Se mordió muy fuerte los labios por dentro, controlando la carcajada. De verdad, Marcus iba a acabar con ella. Asintió con la cabeza. — Pues sí, menos mal que estoy yo. — Terminó, recuperando la compostura y mordiéndose el labio.

    Y tanto que hay que elegirlo bien… — Ladeó la sonrisa. — Pero yo creo que sé cuál quiero. — Pero cuando le dijo lo de que quería tomar la decisión con ella, alzó las cejas sin querer, claramente sorprendida. A ver, Gal, que tampoco te ha dicho nada trascendente, forma todo parte de este juego. A veces se desesperaba a sí misma. — Claro, te escucho. — Dijo muy tranquila, carraspeando después. Vaya línea más brillante.

    Entornó los ojos a lo de la calcinación. — ¿Seguro? — Preguntó con tono picajoso. — Mira que Fulcanelli y María la Judía dicen que hay que calcinar para extraer la esencia pura de algo, para averiguar lo que realmente eran meros adornos y no hacían falta… Y llegar a lo que a lo mejor ni siquiera eras capaz de ver.Qué sútil, Alice Gallia. Sonrió y negó con la cabeza. — Te estoy vacilando, en verdad. Ya sabes que pienso como tú. Quiero más, más que carbonizar algo y buscar entre las cenizas. — Confirmó, retomando la frase que él mismo había dicho antes. Asintió a lo de la disolución. — Totalmente. Nos disolvemos muy mal…Con el resto, porque lo cierto es que entre nosotros… Ni tan mal. Asintió también a lo de la separación y rio un poco. — Bueno, no va exactamente de ti si no de lo que te pega. Y sí, las separaciones… Suelen ser a mal, y aunque sean a bien, duele hacerlas. — Sonrió. — Pero, efectivamente la conjunción es muy bonita. Pero igual… — Achicó los ojos. — Un pelín fácil de más para nosotros. — Se cruzó de brazos cuando le dijo lo de la fermentación y sacó los morritos. — Pues sí, no sé qué tiene de malo. — Negó haciéndose la ofendida como una niña pequeña. — No son trampas, no señor, es ciencia, deberías saberlo. En la herbología y las pociones se ahorraría mucho tiempo y trabajo si la gente conociera mejor la fermentación. — Le dijo muy redicha ella. Vaya, encima que quería darle una aplicación útil… Que fueran sus dos asignaturas favoritas a parte de Alquimia, no tenía nada que ver. Frunció el ceño a lo de la destilación. — No… Lo había pensado. — Se encogió de hombros y miró a la nada. — Siempre pienso en las flores, eternamente perfectas… No en que realmente ya no están vivas. Es tan bonito que se te olvida que lo natural, lo que tiene que pasar realmente es que se marchiten… — Suspiró. Hasta las cosas más bonitas tenían esa vis… Oscura. Pero se giró a su amigo y se cruzó de brazos. — Vaya, vaya. El señor “paso a paso” — dijo poniendo las comillas con los dedos —, el señor “objetivos realistas”... Quiere manejar el estado supremo antes de Navidad. — Amplió la sonrisa y miró al techo con ojos soñadores. — La coagulación es… Transmitir esencias. Puedes sanar, prácticamente dar vida con eso. — Suspiró y le miró. — Es lo que me gustaría hacer siendo enfermera, ¿sabes? — Se mordió el labio inferior y paseó la mirada. — Pero… Creo que esta vez… No puedo seguirte yo a ti. No sé procesar ni el resto de estados… ¿Cómo voy a aprender coagulaciones antes de navidad? — Negó con la cabeza. — Necesito aprender mucho antes. Me quedaré con la fermentación… Y si tú aprendes a coagular… — Se inclinó un poco hacia él con una sonrisa, mirándole a los ojos y susurró. — Enséñame.

    ¡Bien, alumnos! — Exclamó el profesor. — Vamos a empezar con esas respuestas que seguro que son muy elaboradas, y cuando hayáis hablado todos, os daré mi visión sobre los estados. Empezamos por el fondo. — Gal resopló por lo bajini. Había que fastidiarse. Ya se conocía esa táctica para obligar a la gente a hablar, pero entonces ellos se quedaban últimos. No obstante, cuando llegó el turno, después de mucho “bueno yo… quiero… aprender… a… hacer cosas bonitas con alquimia”, Gal señaló a Marcus a su lado, mirando al profesor, que pareció entenderla. — ¿Y bien, señor O’Donnell? No puedo esperar a oír su conclusión.

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    Vie Mar 11, 2022 7:38 pm

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    Rodó los ojos, con un suspiro mudo y una sonrisilla. - Fulcanelli no es el único alquimista del mundo ¿sabéis? -Ladeó la cabeza. - Aunque con lo de María la Judía me has pillado. Pero, insisto, señorita Gallia, estamos en clase de alquimia, no de poesía. Son personas demasiado metafóricas, yo soy un hombre de ciencia. - Comentó con una pose de seguridad muy cómica. Chasqueó la cabeza. - Intentas convencerme desde mi practicidad... - Quitar los adornos y quedarse con la esencia pura, con lo que no todo el mundo era capaz de ver, sonaba muy a él. Pero eso de limitarse a calcinar... Ah, por supuesto, ahí estaba la confesión de Alice: le estaba vacilando. Si ya sabía él que su amiga no podía quedarse en un estado tan simple.

    Puso una teatral pose de ofendida sorpresa. - ¿Cómo que esto no va de mí? - Rio después. - Ya sé que no va de mí, o de ti, o de ninguno de nosotros en concreto. Esto es alquimia, va mucho más allá de los individuos... Pero tenemos que hacernos a ella y... Supongo que será más armonioso si estamos cómodos con los estados, si creemos firmemente en lo que hacemos. - Luego decía que los demás eran poéticos, pero él también se perdía en divagaciones. Su ofensa (igual de falsa que la de él) por lo de la fermentación le hizo soltar una carcajada. - Qué bien te conozco... - Aseguró entre risas. Asentía y hacía gestitos con la cara como si dijera "sí sí, por supuesto" mientras ella hablaba, y cuando acabó de justificar, entrecerró los ojos y se acercó con una sonrisilla traviesa. - Lo dicho: trampas. - Rio una vez más. - Ahora soy yo quien te está vacilando a ti. Sí que sería útil, aunque tampoco es mi estado ideal. - Porque sí, había un estado ideal. Siempre había un ideal que podías intentar alcanzar, él no era de conformarse con menos.

    Mostró las palmas de las manos, defendiéndose. - A ver, a ver. El profesor ha preguntado qué estado nos despierta más interés, ¿qué malo hay? Es el mejor. - Se irguió, de nuevo con esa graciosa expresión en el rostro de barbilla alzada y sonrisilla infantilmente orgullosa. - Como yo, que soy el mejor. - Encogió un hombro, con los párpados bajos. - No eres la única que aspira a más, Alice. Y sí, son objetivos realistas. Me parece muy realista ser el que más adelantado vaya en la materia. - Vamos, ni que fuera la primera vez, y además era alquimia. Se jugaba una mano y no la perdía a que era el alumno de ese aula y casi del castillo que más sabía del tema. Dejó la tontería a un lado porque lo que estaba diciendo Alice era muy bonito, y la miró con una sonrisa tierna. - Esto seguro de que lo conseguirás. - Se acercó a ella y susurró en confidencia después de darle un codazo cómplice. - Por eso tenemos que empezar a aprenderla cuanto antes. ¿Ves? Al final, tenía razón. - Volvió a su sitio, y a lo siguiente respondió con un gesto de la mano que restaba importancia. - Tú aprendes rápido. - Ah, pero esa manera de pedirle que le enseñara... La miró con los ojos entornados y una sonrisa ladina. - Lo haré. - Desde luego que lo haría.

    Se estiró en su sitio, atento y contento, cuando el profesor dijo que empezaran con sus opiniones... Pero se desinfló cuando pidió empezar por el final. Se ahorró rodar los ojos porque los niveles de respeto de Marcus hacia la autoridad se lo impedían, pero en fin. Se conocía esa estrategia, los profesores sabían que ellos darían una respuesta hiper completa y no querían que el resto de alumnos la aprovecharan para copiarse, y por eso empezaban por el final. Un rato de insulsas respuestas después, por fin, le tocó a él. Por supuesto, no se le escapó que Alice prácticamente le había puesto la respuesta en bandeja, por lo que la miró de reojo con una sonrisa satisfecha y se irguió para responder. - Mi conclusión, señor, está aún en vías de mejora. Porque si algo tengo claro es que me queda muchísimo recorrido en el mundo de la alquimia, y que este solo es el primer ladrillo de la construcción de mi conocimiento en la materia. - Si estuviera Sean allí, ya estaría resoplando, pero no estaba, y aunque estuviera Marcus no se iba a detener, por lo que continuó. - Y otra particularidad de mi conclusión es... Que no es solo mía. - Miró a Alice a su lado, sin perder la sonrisa orgullosa, y luego miró al frente de nuevo para exponer. - Como he compartido con mi compañera en estos minutos, considero que no es la alquimia la que debe adaptarse al mago, sino el mago a la alquimia. Que nosotros somos el vehículo de la energía con la que haremos una magia superior, muy superior. Que tenemos que aprender a disolvernos con ella, a transmutarnos con ella, y al mismo tiempo, no debemos perder nuestra esencia. Pues es esta esencia la que determinará que nuestras transmutaciones sean solo nuestras, tengan eso especial que las haga diferentes a las de los demás. Sin embargo, como bien ha dicho usted, el trabajo en equipo es fundamental... - Volvió a mirar a Alice. - Por eso, cedo lo que resta de mi conclusión a mi otra parte del equipo. Mis palabras son las suyas. -
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    Sáb Mar 12, 2022 8:28 am

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    CON Marcus EN Laboratorio de Alquimia EL 5 de septiembre del 2000
    Tuvo que poner una sonrisilla. Cómo sabía dorarle la píldora a los profesores, si es que los otros pobres no tenían nada que hacer. Pero sabía que, detrás de toda esa palabrería, si calcinaba las formas, quedaba un mensaje muy interesante, y que a ella la dejaba completamente enganchada: que Marcus hablaba del primer ladrillo porque quería construir, no una pared entera, una casa, llena de conocimientos de alquimia. Y aquello era tan grande, tan sobrecogedor, que solo podía sentir esa emoción dentro de sí de cuando va a empezar algo importante, interesante.

    Cuando dijo que la conclusión no era solo suya, le miró de lado y amplió la sonrisa, cosa que también hizo el señor Weasley, cuando levantó la cabeza de lo que estaba escribiendo y les miró. — Eso es muy bueno, señor O’Donnell. Los alquimistas, tradicionalmente, hemos sido gente solitaria… Y es porque a veces, dos cabezas muy inteligentes pensando a la vez, pueden ser un galimatías… Pero si esas cabezas se compenetran… Dos, siempre es más que uno, ¿verdad? — Y ella seguía escuchando embelesada las palabras de Marcus, suspirando como una idiota. Vamos, porque estaba muy concentrado, si no, se daría cuenta de cómo estaba y se extrañaría. Pero entonces le pasó la pelota a ella, y se quedó unos segundos atorada. Qué vergüenza, parecía un besugo, como el resto de sus compañeros. Pero ella era un Gallia, improvisar era lo suyo, justo al contrario que Marcus.

    Al hilo de lo que mi compañero acaba de decir, señor, hemos llegado a la conclusión de que la alquimia realmente, se trabaja mejor en equipo porque es una ciencia que se sustenta en los contrarios. La luna y el sol, contrarios en el cielo, forman el círculo de transmutación de la vida, aunque no se pueda usar. Pero no es solo eso. La conjunción y la separación son contrarios. La calcinación lo reduce todo a la esencia pura y primigenia, mientras que la fermentación lo acelera y la disolución las mezcla. La destilación extrae la vida y la coagulación la transmite. La tierra y el aire son contrarios, y el agua y el fuego también, pero los cuatro juntos crean todo lo demás… — Sonrió y y rio un poco. — No hay alquimia homogénea, no hay alquimia sin contrarios, hay que saber manejarlos y, sobre todo, combinarlos. — Alzó las cejas y movió la mano. — Para saber combinar los contrarios, es casi necesario tener dos personas, que comprendan ambos extremos, pero que a la vez sientan curiosidad y respeto por el contrario, para saber acercarse a él, y acabar haciendo una combinación perfecta. — Tomó aire y se puso más recta. — Hace unos minutos, señor, Marcus me ha dicho que el estado que quería dominar era la coagulación. — Le miró de reojo un segundo y luego bajó la vista. — Y yo le he dicho que solo me atrevía a llegar a la fermentación, porque no me veía capaz de llegar a hacer nada más, nada tan perfecto… Como una coagulación. — Y luego querrían decir que no hacían analogías consigo mismos… — Pero por eso es necesario trabajar en equipo. Porque yo me habría quedado en la fermentación… Si Marcus no hubiera creído tan firmemente en que puedo llegar a la coagulación. — Weasley había estado escribiendo también y ladeó la cabeza. — Es una reflexión preciosa, señorita Gallia, y que no me habría esperado nunca de dos alumnos en su primer día de alquimia. No me cabía duda de que el señor O’Donnell iba a ser un gran alquimista algún día. Pero no se quede atrás, Gallia, porque algo me dice que esos contrarios que usted menciona. — Ella sonrió y agachó la cabeza.

    Todos los años me gusta empezar así porque me gusta conocer lo que la gente joven como vosotros sabe o maneja de la alquimia. Y para rematar este ejercicio, me gustaría que eligierais uno de los círculos de la página doce de vuestro libro. — Todos abrieron el libro, haciendo ese sonido característico de materiales moviéndose sin que nadie diga una palabra porque quieren enterarse del ejercicio. — Son los círculos de transmutación sólida de la sal. Al lado tenéis la estructura de la sal, para que podáis tenerla en mente y modificarla para que tome la forma que queráis. Es una transmutación sólida simple, pero es mucho para gente que aún no ha transmutado nada, así que si no sale no os preocupéis. Dibujad el círculo, visualizad la estructura y y luego la forma que queréis conseguir. Usad exactamente cincuenta gramos de sal, para no pasarnos, y de precio. — Tocó un bote guijarros que tenía en la mesa, del cual había un réplica en todos los pupitres. — Uno de estos. Cuando tengáis la estructura y la nueva forma en la cabeza, ponéis las manos en el círculo, sin perder esas dos cosas de vista, tomáis aire y al echarlo, visualizado que lo estáis infusionando en ese círculo. Es la manera más fácil de empezar a transmutar, habrá algún momento en que lo haréis sin pensar, os saldrá natural. — Se sentó tras su mesa e hizo un gesto con la mano. — Tenéis media hora.

    Gal se giró hacia Marcus con cara de emoción. — ¿En serio vamos a transmutar? — Dijo en un susurro contenido. — ¿Y hay que hacer eso de respirar? Madre mía, y yo aquel día transmutando como si nada. Bueno claro, que fue magia involuntaria, pero supongo que ino influiría en nada, quiero decir… — Inspiró y alzó la mirada a los ojos de su amigo. — Me estoy liando y poniendo un poco nerviosa. ¿Qué hago? Ayúdame. — Dijo apoyándose en sus manos con una risa nerviosa.

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    Sáb Mar 12, 2022 4:39 pm

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    Asintió, con una sonrisa orgullosa. - Muy de acuerdo, profesor. - Bueno, ese "muy de acuerdo" en Marcus tenía letra pequeña. Para él, dos cabezas pensaban mejor que solo la suya si la otra cabeza era la de Alice, o la de su abuelo, o la de su padre o su madre. Las cabezas de según qué personas. Con otras cabezas, casi que prefería la suya... Era verdad lo que Weasley decía, los alquimistas solían ser gente solitaria porque solían ser genios de intelecto incomprendido o que se ponían nerviosos si la gente no era tan despierta como ellos. Marcus era muy sociable en lo personal, pero en lo productivo eso le pasaba muchísimo. A su abuelo Larry también. Su abuela lo decía continuamente.

    Miró a Alice convencido de que sus palabras le encantarían, y no se equivocó. La miraba convencido, concentrado y orgulloso, y asentía en según qué frases, para dejar constancia de que iban cien por cien en sintonía, porque lo iban (y porque Marcus lo de permanecer inexpresivo en clase no iba con él, él siempre hacía feedback gesticular de cada palabra dicha). Además es que lo que decía Alice no solo era cierto, era precioso, y era tan de ellos... Muchísimo, o quizás Marcus estaba divagando de más y sacando lecturas donde no las había... Ah, es que la alquimia le hacía filosofar mucho. Amplió una sonrisa de oreja a oreja, con los labios cerrados y bien orgulloso, y estuvo a punto de apretar la mano de la chica... Pero se contuvo. En fin, que estaba el profesor mirando, mejor guardar la compostura.

    Hinchó el pecho con la respuesta del profesor y, mientras abrían el libro por la página indicada, miró a su compañera de reojo y susurró. - Sí que creo firmemente en ti. - Señaló con un imperceptible gesto de la mirada al profesor. - Y no soy el único. Ya lo has oído, no te quedes atrás, Gallia. - Se centró de nuevo cuando el profesor empezó a dar indicaciones y ya sintió la emoción bullendo por dentro. Iban a hacer su primera transmutación en el primer día, ni en sus mejores sueños, vamos. Ladeó una sonrisa con un punto sobrado y miró a Alice de reojo, pero no dijo nada porque el profesor estaba hablando. Cuando terminó, su amiga estaba tan emocionada con el tema que empezó a lanzar un bombardeo de comentarios que le hicieron reír. - ¿A que ahora no te parece tan descabellado aprender la coagulación antes de Navidad? - Es que si no lo decía, explotaba. Le dio un pequeño toque con el índice en la frente y añadió. - Un buen alquimista debe ser ambicioso, comedidamente y con los pies en el suelo, pero ambicioso. Un buen alquimista siempre debe querer más. - Le guiñó un ojo y, tras eso, se reajustó en su asiento, dispuesto a focalizar en la tarea. - Venga, vamos a ello. -

    Agarró el asiento de su silla con las dos manos para arrastrarla con un par de saltitos hacia Alice, poniéndose más cerca. - Paso a paso. Y sin tocar. No por ahora, a ver si eres capaz. - Le sacó un poco la lengua con burla, pero ya sí se puso en serio. - Mira. La composición de la sal es sencilla, los círculos son muy básicos, por eso vamos a empezar por aquí. Pero como ves en la página, hay varios. Escoge uno. El que tú quieras, el que más te transmita. - La miró levemente. - Lo hemos dicho antes: la alquimia hay que sentirla. Hay que estar en sintonía con ella. Da igual que sea una transmutación hiper trascendental o que sea hacer un simple cristalito de sal, tienes que ver el círculo y decir... Aquí va a ir mi energía. Esto puedo hacerlo, aquí puedo canalizarlo. - Señaló ceremoniosamente la página. - Escoge uno. - Cuando la chica lo hizo, asintió. - Perfecto. Yo elegiré este. -Retiró el libro. - Lo hago yo primero y me ves, ¿vale? - Y Marcus ya estaba fuertemente concentrado en ello. Tenía buena capacidad de concentración, y en alquimia eso era fundamental. Como si estuviera solo en un taller, despejó el área de la mesa ante sí y, meticulosamente y mirando de reojo el libro, dibujó el círculo que había elegido. Tomó los cincuenta gramos de sal, midiéndolos con exactitud, concentrado, ceñudo, en silencio. Los colocó donde correspondían en el círculo y, en el otro extremo, puso uno de los guijarros como precio. Ya estaba todo listo.

    Se irguió en la silla y cerró los ojos. Había hecho algunas cosas en el taller de su abuelo, pero siempre a través de las manos del hombre o muy guiado por él. Imaginó la estructura en su cabeza, reposando las palmas de las manos en la mesa. Cuando lo tuvo claro, respiró lentamente por la nariz, llenando el pecho de aire, y con la misma tranquilidad y concentración, despegó las manos de la mesa, colocándolas a escasos centímetros de donde intuía que estaban la sal y el guijarro sobre el círculo. Echó despacio el aire por la boca y, cuando apenas le quedaba en el pecho, juntó las manos. Un levísimo ruido de un objeto rozando la madera le dio la pista de que se había ejecutado la transmutación, por lo que abrió los ojos. Una sonrisa satisfecha se dibujó en su rostro y ahí sí que pudo respirar de verdad. Tomó la forma que se había generado y se giró hacia Alice. - Voilá! ¿No decís eso en Francia? - Dijo risueño, y luego miró lo que tenía entre los dedos. - No es perfecta en su totalidad, pero... Lo es para mí. Por ser la primera. - Dejó la estrellita delante de Alice. Era diminuta y tenía muchas puntas, cada una de un tamaño, como si fuera un corazón redondo lleno de púas. Pero se veía que era una estrella, que era lo que él quería. - Aprenderé a hacer lunitas, así que espero que aprendas tú a hacer soles. - Entrelazó las manos y, dejándolas caer sobre su regazo y sin perder la sonrisa, dijo cantarín. - ¡Te toca! -
    Merci Prouvaire!


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    Sáb Mar 12, 2022 7:05 pm

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    CON Marcus EN Laboratorio de Alquimia EL 5 de septiembre del 2000
    Frunció una sonrisa y negó con la cabeza. — No, no toco. — Y siguió escuchando atentamente, porque el corazón le iba como loco, entre los nervios de no saber hacerlo, el ansia de aprender y el hecho de Marcus hablando de alquimia. Observó los círculos y trató de concentrarse en ellos. La sensatez le dictaba coger alguno de los más fáciles, pero había uno especialmente bello que le gustaba… Había que dejarse llevar, ¿no? — Ese. — Pero, para su sorpresa, Marcus no le dijo “qué difícil, Gallia, hay que tener emoción controlada, no quieras hacerlo todo de un golpe…”, pero bueno, también creía que podría tener la coagulación controlada antes de Navidad, igual confiaba demasiado en sus capacidades. Pero asintió y observó muy atenta.

    Ver hacer alquimia siempre le hacía que los ojos le brillaran cual niña ilusionada. Y encima ver las manos de Marcus juntarse, separarse, volverse a juntar, colocar los elementos, acariciar el círculo y medir las proporciones, ese escalofrío que la recorría siempre que notaba esa energía, ese quinto elemento, hacer acto de presencia en una transmutación… Era magia, era belleza, era algo que no le importaría ver sin parar durante toda su vida, y contuvo el aliento cuando vio aparecer la estrella. No pudo evitar que le saliera una risa alucinada. — ¡Qué dices! ¿Cómo puede ser tan genial? La he visto aparecer ante mis propios ojos. ¡Y lo has hecho tú! — Estaba entusiasmada como una niña pequeña. Pero no pudo evitar quedarse colgada ni controlar cómo se le erizó la piel cuando dijo lo de la primera. Demasiados recuerdos de aquel verano. — Pues… Para ser la primera… Ha sido preciosa… — Debería dejarse de analogías o iban a acabar muy mal. Se rio un poco y le miró, algo avergonzada. — Aprenderé lo que tú me digas. En cuestiones de alquimia, estoy dispuesta a aprender todo lo que tú digas que debo aprender. — Ladeó la cabeza y puso una sonrisita. — Soles lo primero de todo. ¿Y no es el sol el astro asociado a la coagulación?

    Vale, ahora en serio, ya podía dejarse de jueguecitos y ponerse a hacer la transmutación de verdad. Cogió la tiza para dibujar el círculo, pero su mano temblaba de lo lindo. Inspiró, relajó la mano, y pro fin se puso a dibujar con delicadeza, sin mover los ojos del círculo. Apartó la tiza, volviéndola a dejar en su recipiente, que no quería accidentes de transmutación (esperaba no tener que estar acordándose de todas esas cosas cuando transmutara de normal, porque menudo infierno mental) y se puso a medir con mimo los cincuenta gramos de sal. Con una última inspiración, dejó el guijarro en su sitio y sonrió. — He tardado bastante más que tú en hacer todo esto. — Dijo con una risita. Y ya sí empezó a concentrarse. Inspiró, con la imagen de la estructura de la sal en la cabeza. Tan fija la tenía, que no había pensado en qué la quería transmutar, y mientras soltaba el aire y notaba la energía fluir por sus manos, empezaron a pasarse flashes por su cabeza: Marcus, la alquimia, el sol y la luna… Oyó un golpe seco en la mesa y miró.

    Abriendo la boca, cogió la esfera lisa y blanquecina que había aparecido y la levantó sobre su palma, con una risa. — ¡Lo he hecho! Y esta vez aposta. — Rio de nuevo. — ¡Lo he hecho, Marcus! — Y le abrazaría (y le besaría) pero no quería dar un espectáculo en la primera clase. Cogió su mano sin dejar de mirarle a los ojos. — Es un sol. Un sol planetario, muy astronómico y en una escala minúscula… Pero un sol. — Le dio la vuelta a su mano y lo dejó caer en su palma. — Y el primero y mira… Ha salido perfecto. — Se mordió un poco el labio y bajó la voz. — Y eso que me daba miedo hacerlo. — Si no lo dejaba caer, no hubiese sido Alice Gallia.

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    Sáb Mar 12, 2022 7:47 pm

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    CON Alice EN Laboratorio de Alquimia EL 5 de septiembre del 2000
    El entusiasmo de Alice le hacía sonreír desde el corazón, como cuando tenían once años y hacían retos juntos. Lo cierto era que tenía razón: era genial, era bestial, era ver magia ejecutarse desde el centro de la energía de la tierra, de tu propia energía, delante de tus propios ojos. Y sí... Lo había hecho él. Por fin había llegado el momento de hacer él sus propias transmutaciones, con su sello personal. Y ahora le tocaría a Alice el turno de vivir esa experiencia.

    Arqueó una ceja y dijo con tono chulesco. - ¿Solo en cuestiones de alquimia? - Vale, eso podría ser malinterpretable, no lo había pensado antes de haberlo lanzado. Actuó con normalidad y simplemente dijo. - Lo es. - En referencia a lo del sol y esperó desde su asiento a que su amiga hiciera todo lo pertinente para empezar la transmutación. Miró en silencio y en un discreto segundo plano, para no perturbar en absoluto, lo que ella iba haciendo, y esbozó una sonrisa tierna con su comentario. - La alquimia no tiene tiempos. Has tardado lo que has necesitado tardar. - Comentó con voz suave y baja, como si no quisiera que el ruido pudiera perturbar la concentración de Alice. Se mantuvo allí, mirando intrigado, segurísimo de que a la chica le saldría la transmutación, pero preparado para hacer contención por si no era el caso, porque la veía un poco nerviosa y eso podría hacerte fallar la primera vez que hacías eso. Pero no, tal y como imaginaba, no solo no falló, sino que lo que hizo fue increíble.

    - Wow. - Alucinó, de nuevo sin elevar demasiado el tono, pero mirando esa esfera perfecta con los ojos muy abiertos. Rio, feliz, al verla reaccionar así. - ¡Pues claro que lo has hecho! No lo he dudado ni por un instante. - Rozó con el índice, delicadamente, la superficie de la esfera. - Mírala... Es una esfera de sal perfecta... Tan suave... - Era alucinante lo que se podía crear con alquimia, incluso personas como ellos que apenas acababan de empezar, literalmente, pues esa era su primera lección reglada. La miró a los ojos, con estos brillantes de ilusión, cuando dijo lo que era. - Un sol... - Repitió en un susurro, mirando de nuevo la esfera. Alice lo puso en su mano y siguió admirándolo y tocándolo, alucinando con el resultado. - Es perfecto. - Repitió de nuevo, sin abandonar el tono susurrado, y lo siguiente que dijo hizo que la mirara a los ojos. - A veces, de superar los miedos también pueden salir cosas grandiosas. - Ladeó una sonrisa con un punto arrepentido, mirando al sol en su mano. - Tenía que haberte hecho una lunita. - Volvió a mirarla a ella, pronunciando dicha sonrisa ladina. - Tengo tiempo para hacértela. - Tenían dos años de clases de Alquimia por delante. Tenía toda la vida por delante, de hecho... Si es que Alice quería que se pasara la vida regalándole lunitas transmutadas, claro...

    - ¿Cómo vais por aquí? - Preguntó el profesor, acercándose a ellos con las manos tras la espalda, y arqueando las cejas como si estuviera gratamente sorprendido, aunque no demasiado, de lo que veían sus ojos. - Una compleja estrella de Gallia y una esfera perfecta de O'Donnell. Muy acorde con vuestras personalidades. - En realidad... - Puntualizó Marcus, prudente, y mirando de reojo a Alice. - Ha sido al revés, profesor. La estrella es mía y la esfera es de Alice. - Esta vez, el arqueo de cejas del hombre sí que mostraba sorpresa genuina, aunque muy comedida. Se había erguido ligeramente y se pensó unos segundos qué contestar. - Muy interesante. Y muy... Revelador. - Eso último Marcus no lo había entendido, pero el hombre no parecía querer explicarlo. Solo pronunció levemente una enigmática sonrisa. - Muy buen trabajo, O'Donnell y Gallia. Otros diez puntos para Ravenclaw, cinco para cada uno, por mostrar tanta pericia en el primer día. - Se inclinó hacia ellos y susurró. - Y podía haberos dado otros cinco por dar las mejores respuestas a la reflexión de toda la clase, pero luego me dicen que favorezco a mi casa. - Eso hizo a ambos reír. Ah, por supuesto, Weasley fue Ravenclaw en su día. No podía ser de otra forma.

    El hombre volvió a erguirse, sin descruzar las manos de detrás de la espalda, y antes de continuar su ruta para ver qué habían hecho el resto de alumnos, añadió. - Las transmutaciones, sobre todos las primeras que hacemos, las que no viene ya contaminadas por años de vicios en el trabajo, por encargos laborales o por inclinaciones favoritistas, son el más puro reflejo del alma del mago. Dan mucha información. Y, cuando no parecen ser lo que a priori nosotros somos... Quizás sea porque... - Encogió un hombro con una caída de hombros y, como si fuera una hipótesis loca y sin importancia, una divagación cualquiera, concluyó. - ...Estemos transmutando el alma del otro. O porque nuestra alma está en conjunción, en disolución con la del otro, o simplemente la refleja. - Hizo un gesto. - O quizás sean tonterías de un viejo que lleva demasiados años en este oficio y ya no sabe qué inventar. -
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    Dom Mar 13, 2022 3:28 pm

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    CON Marcus EN Laboratorio de Alquimia EL 5 de septiembre del 2000
    Dejó caer los párpados y sonrió emocionada. — Es perfecto. — Confirmó. Cuánto le iba aquella palabra con Marcus. Luego asintió a los de los miedos y tragó saliva. Había intentado dejar de lado los suyos, pero no era tan fácil. No cuando la vida, por algún motivo, se empeñaba en demostrarles cuán diferentes eran, ellos, sus personalidades, sus circunstancias, sus objetivos… Era como una separación forzada de dos esencias que sí querrían unirse. — Ojalá ya supiera hacer conjunciones y coagulaciones. — Se le escapó. Carraspeó y soltó una risita. — Bueno, y todas las demás, claro… — Volvió a sentarse, mirando la esfera en la mano de Marcus con un suspiro. Ladeó la cabeza y le miró con ojos brillantes y embelesados. — Me encantaría. — Contestó a lo de las lunitas. Las tendría cual colección encima de la cama para mirarlas sin parar.

    El señor Weasley apareció por allí y ella, para variar, dejó hablar a Marcus, no solo porque estuvieran en Alquimia, sino porque, con los años, había aprendido que él se comunicaba mejor con los profesores, tan pomposo él, y que a ella le ganaba a veces el entusiasmo o el temperamento. Pero le miró con una risita cuando el profesor confundió sus transmutaciones. — No me había dado cuenta. — Dijo en voz baja con una sonrisa. Era verdad, les había salido a cada uno una transmutación muy del otro… Quizá porque se conocían y sabían lo que cada uno quería ver. Levantó la vista hacia el profesor cuando dijo lo de revelador y sonrió más aún. — Yo creo que es que conocemos muy bien la estructura mental del otro. — El señor Weasley rio y dijo. — Se le dan bien las analogías, señorita Gallia. Son muy útiles para entender la alquimia. — Ella correspondió con otra sonrisa y se enganchó cual niña entusiasmada al brazo de Marcus en cuanto el hombre se dio la vuelta, porque lo de ganar puntos le ponía el ánimo por las nubes, y se veía venir que alquimia iba a ser una mina de puntos. — Eres el mejor, y Weasley lo sabe. — Le susurró, dejando un beso rápido en su mejilla.

    Pero se calló para oír la reflexión del señor Weasley, apoyada sobre su mano, manteniendo ese brillo en la mirada que tenía desde que había entrado en la clase. Eso sí, cuando dijo lo de transmutar el alma en la del otro… El corazón le dio una violenta sacudida en el pecho, y tuvo que contenerse muy fuerte para no mirar a Marcus. Ojalá. Ojalá saber transmutar sus almas, disolverse, por poco que les gustara ese estado, ser parte el uno del otro. Negó con la cabeza lo de las tonterías, inconscientemente, pero Weasley la estaba mirando de reojo, así que se rio brevemente y la señaló. — ¿No está de acuerdo conmigo, señorita Gallia? — el feroz latido de su corazón la tenía un poco despistada así que titubeó levemente antes de decir. — Yo… Creo que no son tonterías, señor. Para nada. — Él se cruzó de brazos, sin perder la sonrisa. — Sorpréndanos con una analogía de las suyas, pues. — Se mordió los labios y miró brevemente a Marcus. — Pues… Creo que… Con la alquimia no se puede establecer claramente un principio y un final… Que no es tan sencillo como eso. Así que quizá, por mucho que nos parezca que dos almas están separadas y son… Reticentes a disolverse… — Inspiró y perdió la vista. — Igual ya están disueltas y no nos hemos dado cuenta. Igual estamos en un punto de ese círculo de la alquimia que creíamos que era el principio, y sí, lo es, pero también es la mitad del camino de otro proceso, o el final de un tercero… — Se encogió de hombros y sonrió levemente. — Pero igual son divagaciones de una alumna demasiado joven que acaba de hacer su primera transmutación. — Dijo dándole la vuelta a las propias palabras del profesor, que rio. — Menuda María la Judía estás hecha. Hacen falta más mujeres en alquimia por esto mismo, señores. — Dio la vuelta a la mesa y dijo. — Podéis marcharos. Nos vemos el jueves, y ya empezaremos con cuestiones teóricas como las equivalencias, así que vengan despejados. — Gal se levantó de un salto y se enganchó al brazo de Marcus mientras salían, tratando de contener el entusiasmo. — Llevaba seis años queriendo dar alquimia… Pero O’Donnell. — Se pegó más a él con la cara y el tono que se le ponían con los retos. — No voy a despegarme de ti en lo que me resta de vida. Porque una vez he probado esto, no quiero volver a separarme de la alquimia NUNCA. — Dijo haciendo hincapié en la última palabra. Se sentía feliz, se sentía llena y se sentía… Volar. Y eso, tratándose de Alice Gallia, era mucho decir.

    Merci Prouvaire!


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    Dom Mar 13, 2022 7:59 pm

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    CON Alice EN Laboratorio de Alquimia EL 5 de septiembre del 2000
    Miró a Alice y rio sin poderlo evitar cuando se enganchó a su brazo. Estaban los dos tan emocionados, tan entusiasmados y tan felices. Ojalá pudieran perpetuar eso eternamente, tener siempre esos momentos. En realidad... Creía que podrían. Estaba tan seguro de que era factible como de que podía aprender a manejar la coagulación antes de Navidad, aunque a veces le atenazara el miedo de que Alice volara, libre como el viento, y le dejara a él en su maravilloso taller, con sus libros y sus transmutaciones, pero anclado a la tierra mientras ella volaba por ahí.

    - ¿Perdón? Es a ti a quien acaba de alabar, señorita analogías. - Correspondió con un tono que desde fuera podría confundirse con un tonteo con muchísima facilidad, cosa que él no pensaba reconocer. Era su tono con Alice, su tono de mejores amigos, nada más. Mejores amigos que quieren pasar juntos todo el tiempo del mundo y que de vez en cuando se dejan llevar... Pero eso, amigos. Ellos es que tenían que ser diferentes en todo, igual que eran genios y tampoco pretendían que les entendiesen en ese área.

    Estaba ensimismado escuchando al profesor cuando este pareció destacar un posible desacuerdo de Alice, lo que hizo que la mirara extrañado. Bueno, se notaba que el hombre estaba prácticamente bromeando, pero aun así no le cuadraba nada que su amiga le quisiera contradecir, por lo que escuchó muy atento su justificación. La cara que debía tener en esos momentos sí que debía ser fácilmente malinterpretable desde fuera, porque si al profesor le estaba escuchando embelesado, a Alice la estaba escuchando... No sabía definir como, pero el corazón le latía con fuerza y tenía los labios ligeramente entreabiertos sin darse cuenta. No reaccionó y volvió en sí hasta que el profesor no habló de nuevo, forzándose Marcus a sacudir un poco la cabeza para recentrarse. Sin embargo, no dejaba de dar vueltas a sus palabras. "Por mucho que nos parezca que dos almas están separadas y son… Reticentes a disolverse… Igual ya están disueltas y no nos hemos dado cuenta". Tragó saliva, espantando las ideas raras de su cabeza, aunque miró levemente a su amiga de reojo. Ellos eran... Únicos entre sí, no querían, ni necesitaban, disolverse con nadie. Pero... Tampoco quería... Que se separaran. Una parte de él, esa espina en su corazón que de vez en cuando le hacía un daño inexplicable, parecía querer recordarle justo lo que antes ya había pensado: que Alice era un alma libre muy incompatible con alguien como él, con una hoja de ruta establecida, que no quería moverse de su plan trazado, con una serie de objetivos y planes que no casaban con esa idea de "a mí no me ata nadie" que tenía la chica. Y, es decir... No sabía por qué pensaba eso, porque ellos eran... Amigos, los mejores amigos, y nada más. Pero... Bueno, en fin, que a veces lo pensaba y... Era raro. Y debería centrarse en la clase y dejarse de cosas raras.

    Rio y miró a su amiga con orgullo, y cuando el profesor dio permiso para marcharse, comenzó a recoger. - Has oído eso ¿no? - Le puso mirada cómplice. - Hacen falta más mujeres alquimistas. - Arqueó las cejas. - Podrías trabajar codo con codo con Anne Harmond. - Él querría trabajar codo con codo con Anne Harmond, que sabía de buena tinta que era alquimista ya, pero su objetivo ahora era convencer a Alice de que ella sería perfectísimamente válida para la materia también. Salieron del laboratorio enganchados del brazo y con una sonrisa en la cara, a cada cual más pronunciada. Rio un poco pero, cuando le dijo eso último, casi se paró en seco y volvió a quedarse con esa expresión atontada que había puesto antes mientras la escuchaba. - ¿Eso querrías? - Preguntó, suave, y la pregunta le había salido tan de corazón que, definitivamente, no la había razonado y no sabía ni él qué había querido decir con ella, así que rápidamente sacudió la cabeza y rio, disimulando. - Algo me había imaginado cuando te colaste aquí en primero, sí. - Volvió a engancharse de su brazo y a reanudar la marcha, orgulloso. - Sí, te lo voy a seguir recordando. Así que, si quieres pasarte toda la vida pegada al alquimista Marcus O'Donnell, debes saber dos cosas. - Alzó un índice. - Uno, que la primera norma de mi taller es comer antes de entrar. Y dos, que pienso recordarte ese evento cada vez que se me antoje. Así que... Piénsatelo bien ¿eh? - Y siguieron caminando, y riendo, y bromeando. Porque, sí, era mucho mejor volver a ese tono y a las bromas, al entusiasmo y a los proyectos que querrían cumplir, en vez de pararse a pensar por qué cada atisbo de que la temida separación nunca se produciría hacía que le saltara el corazón.
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