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    Alchemist
    Freyja
    Alchemist
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    Lun Mar 14, 2022 11:56 pm

    Imparables
    CON Alice EN Gran Comedor EL 2 de junio
    Había bastante alboroto por los pasillos y en las habitaciones, como siempre el último día de curso, el día de las graduaciones. Ese año... De su graduación. Había llegado el momento, era oficial: se iban, acababan su etapa en Hogwarts. Al día siguiente a esas horas estarían fueras, habrían dejado atrás el castillo y esa noche dormiría en su casa... Bueno, no sabía si iba a dormir mucho la próxima noche porque el grupo había planeado salir de fiesta por Londres. Pero se entendía lo que quería decir.

    Pensó que sería más duro, que estaría deshecho, pero lo cierto era que estaba pletórico. Era muy probable que acabara viniéndose abajo en algún momento de la velada, o al día siguiente, pero ya era buen comienzo estar tan contento. Se echó colonia (otra vez) y siguió peinándose rizo a rizo. Sean le miró, aunque en vez de bufar y quejarse como siempre, rio. - Voy a echar de menos no verte emperifollándote cada dos por tres. - Marcus le devolvió una sonrisa enternecida dibujada en los labios, sin decir nada. Eso si hizo a Sean chistar y volver a mirarse al espejo. - No hagas eso. - No he dicho nada. - Pones esa cara que usas para representar la melancolía de la vida. - Es que me vas a echar de menos. Es bonito. - Calla. Sigue peinándote. Te faltan tres rizos. - Yo también te quiero mucho, tío. - Que te peines. Uf, para qué diré yo nada. - Marcus rio y, efectivamente, siguió peinándose, pero estaba detectando el tono de Sean y no era el tono quejoso de siempre. Podía parecer que estaban haciendo el tonto, pero ambos estaban igual: contenidos. Contentos, felices, entusiasmados, pero también conteniendo sus emociones. No había dicho ninguna mentira, quería mucho a su amigo y sabía que era recíproco. Iba a ser raro... No verse tanto el uno al otro y compartir esos momentos de los que tanto se habían quejado esos siete años, y añorarían cuando no tuvieran.

    Se acercó por detrás a Colin, que charlaba animadamente con algunos alumnos, y le pinzó ambos hombros, haciendo que el chico se encogiera entre risas. - ¡Prefecto Evas! Aproveche la fiesta de hoy que va a ser la última que no tengas que supervisar. - El chico rio y se giró, y al verle abrió mucho los ojos, retirándose unos pasos para mirarle de arriba abajo. - Wow, Marcus. Espectacular. - ¿Te gusta? ¿Aprobado por parte de la siguiente generación de prefectos? - Comentó chulesco, tirándose de las solapas de su elegante y recién estrenada túnica de graduación y girando sobre sí mismo como si posara. El otro rio un poco más, sin dejar de admirarle. - Aprobado y con nota. - Tss. Yo todo lo hago con nota. - Ambos rieron y una voz que normalmente era socarrona pero hoy tenía un tono que también parecía muy contenido dijo a su espalda. - Y tanto que con nota, que se ha llevado el tío el premio extraordinario al más empollón del castillo. - Marcus se giró con una sonrisa ladina y una ceja arqueada. - No seas envidioso, Benjamin, que tú también eres Ravenclaw. Si quieres, puedes. - El otro bufó con media sonrisa, mirando a otro lado... Y no respondió. Eso era raro. Creevey siempre tenía una réplica.

    Marcus se mordió el labio con una sonrisilla y le revolvió el pelo, a lo que el otro chistó con artificial molestia y se retiró. - ¿Hoy vas a refunfuñar? Deberías estar tirando confeti, que ya se va tu peor pesadilla del castillo. - El otro volvió a bufar sin mirarle. - Ahora no le vayas a hacer la vida imposible al prefecto Evans que soy capaz de plantarme aquí solo para regañarte. - Encima lo que me faltaba, vamos. No va y pone al pesado de Evans y a la tía esta de Ming que es más rara que un hipogrifo verde para ya amargarme lo que me queda de historia. ¿Quién va a ser la siguiente para mi último año? ¿La Duvall? - Pues es la idea, sí. - Mira, no me jodas, vamos. Me voy antes ¿eh? - Marcus soltó una carcajada y en ese momento salió Sean de la habitación, también charlando con unos y otros, y pasó rápidamente por su lado dándole un toque en el brazo. - ¡Venga, Rey de Ravenclaw! Que va a bajar tu reina antes que tú. - ¡Uf! - Cayó de repente, mirando el reloj, y rápidamente se dirigió a las escaleras. ¡Que iba a llegar tarde! - ¡Eso! Menudo rey, que se va con la novia y deja al pueblo vendido. - Dijo Creevey a su espalda, y Marcus soltó otra fuerte carcajada y, ya con algunos peldaños bajados, se giró. - De vendido nada. Cualquier sugerencia al reinado a partir de ahora, háblala con mi heredero. - Comentó señalando a Colin, quien rio por la referencia, pero Creevey... Volvió a no contestar y ¿era cosa suya o tenía cara rara? Le daría más vueltas si no fuera porque estaba a mil cosas y, sobre todo, porque tenía algo importantísimo que hacer.

    - Yo me he apuntado a este carro, espero que no os importe. - Ya veo, ya. - Contestó Marcus a Sean, entre risas. Alice le había pedido que la esperara al pie de las escaleras... principales. Él siempre la esperaba en las escaleras del dormitorio, las de la sala común, pero hoy quería hacer una aparición estelar, y a Marcus le parecía una idea maravillosa porque tenía a Alice en el pedestal más alto del mundo y merecía más que nadie hacer una entrada triunfal (otra cosa no, pero a Marcus le encantaban esas ficcioncitas). Así que ahí iba, bajando las escaleras al trote mientras saludaban a la gente al pasar, dispuesto a esperarla como se merecía. - Pero las escaleras son muy grandes, así que tú me dejas mi espacio y que Alice baje y... - Bueno, espérate que a lo mejor vienen las dos juntas, ella y Hillary. - O viene ella sola y espera verme a mí solo así que, no fastidies, tío, que esto es un momento importante. - Para ti todo es un momento importante. - Dijo el otro entre risas, y Marcus le miró riendo. De nuevo, no había sonado a queja, sino a... Cosa que echarían de menos el uno del otro.

    Ahí llegaron, a las escaleras principales, y él se puso al pie de las mismas, muy ceremonioso, deseando ver a su novia aparecer con su mejor pose de caballero instaurada. Estaba seguro de que le impresionaría al verla, Alice no haría algo así si no estuviera segurísima de sus posibilidades, por no hablar de que Marcus la veía impresionante llevara lo que llevara. Y eso de que se hubiera guardado el secreto del vestido que llevaría como si fuera secreto de estado solo le generaba más expectativas. Lo que sí sabía era que, desde primero, supo que iría del brazo de Alice a la graduación de ambos, aunque no hubiera caído que fuera en carácter de novios. El Marcus de once años soñaba alto, pero el de diecisiete había conseguido volar más alto todavía.
    Merci Prouvaire!


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    Mar Mar 15, 2022 1:21 am

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    CON Alice EN Gran Comedor EL 2 de junio
    Notó como Hillary terminaba de subir la cremallera de su vestido e inspiró. Se pasó la mano por el drapeado de la cintura y sonrió mirándose en el espejo. — Es precioso, Alice. De verdad que sí. — Se giró y miró a su amiga, arreglándole la flor de gasa que llevaba el hombre de su vestido rosa. — Tú estás preciosa. Y se te ve feliz. — Hillary rio. — Bueno, yo no tengo una ficcioncita montada con mi novio para que me espere al pies de las escaleras y no se qué… — Ambas rieron un poco. — Y voy de rosa, que no es precisamente el color de nuestra casa. — Alice ladeó la sonrisa. — Yo de azul, tú de rosa, yo con el pelo recogido y tú suelto… Ya lo dijiste en aquella fiesta de navidad que me prestaste el vestido verde, y tú llevabas el rojo. Somos complementarias. — Se rieron y se miraron, con los ojos llorosos. — No os vayáis a desgraciar ahora el maquillaje. — Dijo Donna, entrando con su neceser de maquillaje precisamente por la puerta. — ¿De dónde vienes?De pintar a Ming, que parece que entre todas la han convencido de que se arregle un poquito más, con lo de haber sido nombrada prefecta y todo eso. — Dejó el neceser sobre la cama (ahora mismo el cuarto parecía que había sido vandalizado por una banda de duendecillos de Cornualles). Kyla apareció en ese momento por la puerta con un vestido largo color turquesa, casi verde, largo y precioso. — ¡Pero qué prefecta más guapa tenemos! — Exclamó ella. Hillary silbó. — Pero bueeeeeno, señorita Farmiga, ¿dónde se guardaba usted ese sex appeal? — Kyla giró la cabeza mirando hacia otro lado con media sonrisa. — Parad. — Se quitó las gafas y fue a frotarse los ojos. — ¡Ni se te ocurra, prefecta Farmiga! — Le advirtió Donna. — Que me han quedado perfectos tus ojos. Miradla, miradla bien. — Ambas lo hicieron, pero Kyla agachó la cabeza. — ¿Pero qué te pasa? Estás absolutamente preciosa. — Dijo Alice, alucinada. — Pues que… Me da vergüenza salir así. Yo no soy guapa, no soy como vosotras, yo no sé llevar vestidos…Pero, ¡qué tontería! — Dijo Hillary. Kyla se mordió el labio. — ¿Y si la gente se rie de mí? En plan… Es la hija del ministro, ¿de qué va así vestida y pintada? — Alice se encogió de hombros. — Mira, si son tan neandertales como para pensar eso, lo van a pensar hagas lo que hagas. — Se acercó a ella y le puso las manos en los hombros. — Se acabaron los miedos. Estás preciosa. Vas a relucir esta noche. Te espera más de una condecoración, y te lo mereces más que nadie. — Sonrió y acarició su cara antes de alargar la mano a Hillary y girar bajo las manos de las dos. — ¡Que es nuestra última noche! Tenemos que brillar.Bueno, ¿y yo como estoy? — Se giraron las tres y el silencio fue ensordecedor, mientras las tres la miraban de arriba abajo. Donna abrió los brazos y las miró. — ¿Y bien?Estás… — Empezó ella. — Buenísima. — Dijo Kyla en un arrebato de sinceridad. — El vestido igual es pelín incómodo para bailar, ¿no? — Comentó Alice. — Sabes… Le falta como tela por aquí… Pero por… — Se hizo gestos por el cuerpo y Donna suspiró. — Estás espectacular, bebé. Solo ándate con ojo con los límites del vestido. — Terminó, a modo de conclusión. — Yo con ese vestido dejaría de llamarla bebé. — Aconsejó Hillary. — Bueno, solo me queda una cosa. — Fue hasta el baúl y sacó un frasquito de colonia pequeño. — Me lo dijo Monica Fender. El rímel, los labios rojos y el Chanel número cinco. Así se arreglan las francesas. Solo me quedaba esto por probar, así que le pedí un frasquito pequeño a mi prima. No veas lo caro que es. — Se lo echó y se olió la muñeca. — Pero sí que huele a Francia. — Dijo con unas risas, echándoles también a las otras chicas. — Venga, que esta noche vamos a ir todas trés chic. — Tenía su perfume, los pendientes de su madre, y el colgante y la pulsera alquímicos de su novio. Lo llevaba todo.

    Bajó, sin poder evitar lucir una enorme sonrisa, feliz de poder tener la graduación tal y como la quería. — ¡Me encanta tu vestido, Gal! Es del color de nuestra casa. — Señaló Beverley, dando saltitos frente a ella. Alice sonrió y asintió. — Era de mi madre, pero me lo han arreglado.Pues me gusta mucho. — Afirmó la niña y movió su vestido. — Cuando me gradúe yo, seré prefecta e iré con el vestido más Ravenclaw que se haya visto. — Ella asintió y rio. — No me cabe duda, Bev. — Y tiene sus alas doradas. Libre como el viento. — Oyó a su lado. Benjamin se había quedado con la mano levantada, como a medio camino de algo. — ¿Qué diablura estabas haciendo? — Él negó y rio, metiéndose la mano en el bolsillo. — Nada, de verdad. Es que me han parecido preciosas y las iba a tocar, pero… Alguien me dijo que no tocara a nadie sin permiso. — Eso le hizo reír, porque le recordó al Creevey pequeñito tocando con curiosidad su vestido de hada. — Pues… Si te arreglas como es debido y bajas a la fiesta… Igual te concedo un baile. Y que toques las alas. — Eso le puso una sonrisa de oreja a oreja. — ¿Y el prefecto O’Donnell? — Ella se encogió de un hombro. — Va a tenerme todo el resto de la noche. Y de la vida. Creo que te puede ceder tres minutos. — Creevey rio y se dirigió a la escalera de los dormitorios. — Se los voy a recordar siempre que pueda, pues. — Alice se rio e hizo un gesto a Andrew y Donna, que estaban mirándose embelesados, susurrándose y dándose las manos. — Vamos, tortolitos, al baile que nos vamos. — Dijo entusiasmada.

    Cuando se estaba acercando a las escaleras, se detuvo un momento y les dijo a Donna, Andrew y Kyla que se adelantaran y se paró a respirar. Hilalry se quedó con ella. — ¿Por qué esto es tan importante para ti? — Alice alzó la mirada y sonrió. — En Navidad… Cuando estaba más segura que nunca de que quería estar con Marcus y de cuánto le quería… Bajé esas escaleras y… Le vi hablando con Poppy. Y pensé… Ojalá me viera a mí, bajando las escaleras para ir a buscarle. Que vea que me he vestido para él, que solo tenga ojos para mí. — Hillary rio y encogió un hombro. — Te aseguro, Gal, que Marcus O’Donnell solo ha tenido ojos para Alice Gallia desde que empezaron a interesarle las mujeres. Y créeme, fue un cambio significativo en la manera de mirarte. — Ambas rieron y ella le estrechó la mano. — Sí… Es verdad. Pero esta noche va a mirarme a mí y solo a mí, y yo voy a tener esa seguridad. Y quiero ver su cara, quiero saber que estoy en esas escaleras, y que de todas las personas de Hogwarts… Me está mirando a mí. — Hizo un gesto con la cabeza. — Vamos.

    Nada más enfilar las escaleras, vio que Sean estaba al lado de Marcus. — Vaya, parece que hay más gente a la que le gustan las ficcioncitas. — Susurró con retintín. Y ya ahí perdió la noción hasta de sus amigos, porque solo veía a su novio. Tan elegante y guapísimo, con su traje precioso, tan bien peinado como le gustaba a él, y mirándola a ella y solo a ella desde el pie de la escalera con los ojos más bonitos del mundo. Estaba segura de que su sonrisa tenía que ser una cosa de otro mundo. En cuanto se acercó, le alargó la mano y dijo, sin poder mover ni un ápice la sonrisa. — Cuando me probé este vestido, solo podía soñar con tu cara al verme con él. Como siempre, prefecto O’Donnell, superas todas las expectativas. Y no puedo dejar de mirar esa cara tan preciosa, con los ojos más bonitos del mundo y tus rizos perfectos. — Rio un poco. — Tú eres un sueño en ti mismo.

    Merci Prouvaire!


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    Alchemist
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    Mar Mar 15, 2022 3:34 pm

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    CON Alice EN Gran Comedor EL 2 de junio
    - Estoy nervioso. - Marcus rodó los ojos. Sean otra vez. De verdad, hasta el último día... - Tío, por favor, que quiero... - Empezó, sin quitar los ojos de las escaleras, porque Alice iba a aparecer de un momento a otro y no quería que le pillara distraído. - No la quiero liar. - Cortó Sean, y ahí Marcus sí le miró. - Nos ha costado mucho llegar hasta aquí y... Aún no sé si va a salir bien esto. Quiero que esta noche sea perfecta, que la recuerde perfecta y que me recuerde... - Perfecto. - Completó Marcus, y luego encogió un hombro. - Puedo entenderlo. - Esbozó una sonrisa leve. - Quedémonos juntos, entonces. Seguro que vienen juntas. Llevamos haciéndolo todo los cuatro juntos estos siete años al fin y al cabo, ¿no? - Sean sonrió emocionado y, mirando de reojo a las escaleras, dijo. - Pues atento, que creo que ya vienen. - Y Marcus miró hacia arriba.

    Y allí estaba Alice. De repente ya no le importaba si Sean estaba a su lado o no, no se dio cuenta de si Hillary iba con ella o no, ni de si había más gente en el castillo o por el contrario no había nadie. Solo podía verla a ella. Llevaba un vestido tan espectacular que se quedó sin habla, mirándola con los labios entreabiertos, casi no atinaba ni a sonreír. Era azul, como a él le gustaba, y llevaba... Alas. Su vestido llevaba alas. Se le iba a salir el corazón del pecho. Estaba preciosa. - Guau. - Fue lo único que pudo suspirar, con una breve risa, cuando se puso ante él. Aún no tenía mucha capacidad para reaccionar, solo para mirarla embelesado, pero su comentario, cuando lo pudo procesar, le hizo reír. - Pues no quisiera yo verme la cara ahora, porque tiene que ser... En fin. - Había perdido la capacidad de comunicarse al parecer porque no se le ocurrían adjetivos. Bueno, sí se le ocurrían, pero no para él. Todos los adjetivos del mundo irían para Alice en ese momento. Sonrió, emocionado y con esos ojos que acababa su novia de alabar brillando de emoción, y se acercó un poco más a ella, agarrando sus dos manos. - Tú eres un sueño. Esto es un sueño. - Juntó su frente con la de ella, mirándola a los ojos. - Lo hemos conseguido. Vamos a entrar juntos por esas puertas, tal y como prometimos hace años, aunque no supiéramos lo que nos queríamos decir. De la mano, uno al lado del otro. No uno por delante o detrás del otro, siempre de la mano, siempre juntos. - Besó sus manos. - Estás preciosa. Eres preciosa. - Increíblemente, todos los días pensaba que no podía estarlo más y todos los días se superaba.

    Se apartó un par de pasos, estirando sus brazos porque no había soltado sus manos, para mirarla bien. - Es impresionante. -Alargó uno de sus brazos para hacerla girar y poder contemplar el vestido en su totalidad, riendo de felicidad. - Tienes alas. ¿Cómo te lo has hecho? - Se mordió el labio. - Eres el pajarito más bonito que he visto. - Se acercó a ella y colocó las manos en sus mejillas, pero se detuvo. - Ups. ¿Corremos el riesgo de que sufra el maquillaje si te beso ahora? O de que me lo lleve yo. - Rio, y entonces recabó en algo. ¿Hillary había bajado al final? Miró a su lado y sí, sí que había bajado. Y sí que había servido la ficcioncita de su amigo. - Vaya. Sé de unos que no se lo han planteado. - Comentó bromista, porque menudo beso se estaban dando Sean y Hillary. Miró a Alice y rio. - Pues tú me dices, reina de Ravenclaw. Ya sé que tengo todos los permisos, pero... Un buen caballero siempre pregunta. -
    Merci Prouvaire!


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    Ivanka
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    Mar Mar 15, 2022 4:54 pm

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    CON Alice EN Gran Comedor EL 2 de junio
    Rio tiernamente y acarició su mejilla. — La cara de siempre. La cara preciosa que ha enamorado a esta loca desde que la vio por primera vez. — Estrechó sus manos ampliando la sonrisa, sin perder de vista cuando se acercó a ella. Juntó su frente con la de él y no pudo evitar reír emocionada. — Sí que lo hemos conseguido. — Se rio otro poco más. — No lo sabíamos, pero ahí estaba. No había duda. — Alzó los ojos brillantes. — Mira hasta dónde hemos llegado, Marcus. Ni un minuto épico de Hogwarts que no hayamos vivido juntos. Ni una experiencia dentro de este castillo que no hayamos compartido. Siempre juntos, desde las barcas hasta aquí. — Y le miró emocionada cuando besó sus manos.

    De nuevo, le dio la risa cuando se separó para mirarla. — Pero si ya habías visto parte. Aquel último día de Navidad, que entraste a mi cuarto y estaban tu madre y la tata intentando arreglarme el vestido. — Entornó los ojos. — Era de mi madre. Me quedaba enorme, y ellas estaban como “va a haber que arreglarlo demasiado” pero se dieron cuenta de que era importante para mí. — Se miró a sí misma las alas y luego a él, ilusionada. — Fueron una sorpresa de tu madre y tu abuela, la verdad. El vestido no tenía manga, tenía tirantes, y se me caían todo el tiempo, así que tu madre no solo los mandó arreglar, si no que me puso las alas… — Se mordió el labio levemente. — Me dijeron que… Si de ellas dependiera, nunca me cortarían las alas. — Dio una breve vuelta sobre sí misma feliz. — Y llevo lo más importante. — Subió la muñeca para enseñar la pulsera y se tocó el colgante. — A mi Marcus, vaya donde vaya.

    Soltó una risita cuando le preguntó lo del maquillaje. — Mi prima Jackie me enseñó el hechizo fijador de maquillaje, así que puedo llorar lo que quiera, comer lo que quiera y… — Se acercó a los labios de su novio. — Besar lo que quiera, caballero. — Dijo antes de juntar con suavidad sus labios con los de su novio, disfrutando del momento. Cuando se separó, miró a sus amigos y rio un poco. — Es por todos los que no se han dado. Ahora les ha entrado la prisa. — Se giró hacia ellos. — Eh, tortolitos, estáis peor que la bebé y el capi. — Sean chistó. — Hay que fastidiarse, el rey y la reina de Ravenclaw toda la vida dando por saco y ahora se mete con nosotros. — Hillary parecía demasiado encantada y embelesada con Sean como para siquiera quejarse. Eso sí que es un milagro de graduación, se dijo a sí misma. Anda que lo llega a saber antes... Señaló con la cabeza hacia la puerta y dijo. — Venga, vamos a entrar todos juntos. A cuatro, como lo hemos hecho todo siempre. — Y allí fueron los cuatro amigos, con Marcus y Alice de la mano, tal y como él había dicho.

    El corazón se le encogió al entrar del brazo de Marcus al Gran Comedor. Era el final, eran ellos dirigiéndose a ese momento sobre el que tanto habían hablado y planeado. Pasearon por entre las mesas, por donde vio a su hermano y Olive señalándoles, y a Coraline y los de segundo mirando también, como si fueran estrellas de cine. Avanzaron hacia la tarima que estaba donde normalmente solo estaba la mesa de los profesores y se sentaron en el sitio reservado para los Ravenclaw. — Qué nervios. Ahora me da miedo salir y pisarme el vestido. — Sonrió y susurró en el oído de su novio. — ¿Cuántos honores crees que te van a caer, señor prefecto? — Se sentía absolutamente feliz, y tenía ganas de hacer bromas, de reírse con Marcus, de disfrutar de ese momento en el que por fin estaban allí arriba, mirando desde aquel sitio privilegiado el lugar que les había visto crecer, en el que tanto habían cambiado sus vidas.


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    Mar Mar 15, 2022 11:51 pm

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    CON Alice EN Gran Comedor EL 2 de junio
    Siempre juntos, desde el primer día hasta el último, sin nada que les hubiera faltado por vivir... Sonaba a lo que podría ser su vida. Realmente, aunque él no lo recordara y las cosas hubieran sido diferentes después, cuando él nació Alice ya estaba en su vida, y esperaba que lo estuviera hasta el último segundo de su vida. Y que no les faltara nada por vivir. - Así ha sido... Y así será siempre. - Corroboró.

    Miró hacia arriba, haciendo memoria, pero no pudo evitar mirar a Alice con cara de circunstancias y que se le escapara la risa. - Vamos a ver, Alice. - Dijo con obviedad pero riéndose. - Con las Navidades que pasamos y el lío que tenía yo en la cabeza, y después de encontrarte escoltada por nada más y nada menos que mi madre y tu tía Violet, ¿de verdad crees que llegué a ver algo? No me atrevía ni a mirar. Te recuerdo que intentaba colarme en tu cuarto. - Alzó las palmas. - Sin ninguna mala intención, porque nobles son siempre mis intenciones, pero la gente es muy mal pensada y no quería problemas con la familia. - Aquella Navidad fue maravillosa, y ahora al recordarla se le antojaba aún más dulce. Había sido el comienzo, el pistoletazo de salida definitivo de su relación, aunque tuvieran un tropiezo después. ¿Quién se acordaba ya de esos días, con toda la felicidad que habían vivido y les quedaba por vivir? Cuando le dijo que el vestido era de su madre, abrió mucho los ojos y parpadeó. - ¿En serio? - Puso una enorme sonrisa. - Alice... Llevaste los lazos que te dio cuando entraste aquí... Y ahora te vas a graduar con su vestido. - Soltó una leve risa muda. - Creo que es la mejor idea que has tenido. - Y solo con eso notaba crecer la emoción, el colmo fue saber que las alas fueron idea de su madre y de su abuela, y el motivo. Tragó saliva con una sonrisa fruncida, mirándola emocionado. - Pues no sabes lo importante que es eso para mí. - Afirmó. Había temido mucho que, sobre todo su madre, no viera con buenos ojos esa relación. Había temido mucho que Alice se sintiera enjaulada en su mundo. Esas cosas le confirmaban que aquello nunca ocurriría.

    Rio un poco, feliz, cuando señaló la pulsera y el colgante. - No eres la única. - Se metió un poco la mano por el cuello de la camisa y tiró del colgante. - Mi otra mitad, mi Alice, mis alas. Siempre en mi corazón. - Le guiñó un ojo y volvió a guardarse la cadenita, tal y como había dicho, bien cerca de su corazón. - Aunque ya nos tenemos el uno al otro bien cerquita siempre, sin símbolos, nosotros en carne y hueso. - Aseguró, contento y convencido. Abrió los ojos cómicamente impresionado cuando le dijo lo del hechizo fijador y después chasqueó la lengua. - Lo de llorar no sé si me convence, pero oye, eso de comer me ha gustado. - No pudo añadir muchas más tonterías porque Alice le besó, y él puso la cara del bobo enamorado que era. - Por cosas como esta me encanta la magia. - Bueno, eso de que iba a dejar de decir tonterías...

    Rio, mirando a sus amigos y el duelo dialéctico entre Alice y Sean. - Venga, tío, te quejarás. - Respondió, y luego miró a Hillary. - Estás guapísima, rubia. - La chica puso una sonrisilla y encogió un hombro. - Tú también, caballero. - Lo que más estaban todos era felices, y se notaba en sus caras. Se enganchó del brazo de su novia y, bien orgulloso y con sus amigos también a su lado y cogidos de la mano, entró en el Gran Comedor, superando con creces como había soñado que sería aquel momento en años anteriores.

    Echó aire por la boca al sentarse en la silla. - Yo también. - Dijo con una leve risa temblorosa. Sí, estaba muy nervioso, también en eso había superado con creces lo que esperaba, no sabía que estaría tan nervioso. Pero aquello era demasiado real, era un momento que se veía muy lejano y, de repente, estaba allí, había llegado. Rio por la pregunta de su novia, pero no dejaba de mirar a su alrededor, nervioso, viendo quienes estaban, quienes faltaban y  esperando a ver al director y profesores aparecer por allí. - Yo ahora mismo no sé ni qué nota saqué en los EXTASIS. - Ya te lo digo yo: un diez. De media. Tampoco era muy difícil de adivinar. - Contestó Sean, provocando la risita de Hillary a su lado. Marcus suspiró, pero no perdió la sonrisa. Tras unos minutos, en los que hablaron con quienes se sentaban a su alrededor y saludaban a lo lejos a sus compañeros de otras casas, el director y los profesores entraron en el Gran Comedor, y el corazón empezó a latirle con fuerza en el pecho. Apretó con fuerza la mano de Alice y se miraron. Había llegado el momento, se graduaban. Y estaban juntos y de la mano, tal y como se prometieron muchos años atrás.

    - Bienvenidos, alumnos y alumnas, a esta noche tan especial. - Comenzó el profesor, ceremonioso y con una enorme sonrisa. Pronunció un emotivo discurso de introducción que le hizo tragar saliva varias veces para contener la emoción, y por lo que veía a su alrededor, no a todo el mundo le estaba yendo igual de bien con eso. Tras sus palabras, dio paso al momento de recoger sus títulos. - Por casas y por orden alfabético, los alumnos pasarán por aquí para recoger sus titulaciones. - Empezaron por la casa Slytherin, luego fue Gryffindor y luego iban ellos, siendo los Hufflepuff los últimos. Aplaudieron a todos, vitoreando de más y saludando a sus amigos de Slytherin y Gryffindor conforme pasaban, y por fin llegó el turno de ellos. - ¡Corner, Andrew! - Aplaudieron con fuerza, y con aún más fuerza aplaudieron cuando, varios alumnos después, la llamada fue para una de sus mejores amigas y compañeras. - ¡Farmiga, Kyla! - Vitorearon y aplaudieron aún más, pero a la siguiente sí que pensaba aplaudirla con todas sus ganas. - ¡Gallia, Alice! - Apretó levemente su mano, con una sonrisa radiante, y la soltó para aplaudir con fuerza, vitoreando como el que más, cuando vio a su novia subir a recoger su título. - ¡Hastings, Sean! - Ya le dolían las manos de aplaudir, pero daba igual porque no pensaba parar, y seguiría dándolo todo con los Hufflepuffs. - Ay. -Oyó suspirar a Hillary, emocionada por el discurso y por ver subir a Sean, pero básicamente muy nerviosa. Marcus la miró con una sonrisilla. - Nos quedamos para el final ¿eh? - Ella le miró con una sonrisilla. - No me libro de ti, no. - Rio levemente, mientras seguía aplaudiendo a los compañeros que iban llamando. La chica señaló con un gesto la tarima y dijo. - Atento, prefecto, que te toca. - Y tenía razón, ya le tocaba. - ¡O'Donnell, Marcus! - Entre aplausos y tan nervioso que le temblaban las piernas y tuvo que echar aire por la boca de nuevo, mientras quería mantener su pose erguida y su sonrisa, subió a la tarima. La encargada de dar los títulos a los Ravenclaw, como no podía ser de otra forma, era Arabella. - Enhorabuena, O'Donnell. - Gracias, señora. - Respondió. La mujer, con una sonrisa, colocó en su solapa un pequeño pin, el mismo que le había puesto a todos: una reluciente águila dorada. Tras ponérselo, le susurró. - Llámame Arabella. - Él la miró emocionado, y no pudo responder. Se retiró para dar paso al siguiente, tras recibir la enhorabuena del director, y se colocó junto a sus compañeros, buscando a Alice con la mirada, ya que tenían que colocarse en el orden asignado. - ¡Vaughan, Hillary! - Aplaudieron desde su sitio y esperaron a que su amiga, la última de entre los Ravenclaw (a la pobre se la veía atacada sentada ya sola en la silla) subiera a por su título.

    Volvieron a bajar y se sentaron donde estaban antes para ver como los Hufflepuff recibían sus títulos, aplaudiendo a los suyos. Los Ravenclaw compararon algunas risas y comentarios, todos admirando el águila dorada que ahora llevaban prendidas en las solapas de sus trajes. - La ceremonia aún no ha terminado, porque si bien todos nuestros alumnos y alumnas han aportado lo mejor de sí en todos estos años, hay ciertas personas que este colegio ha considerado que merecen una condecoración especial, y que ahora procedemos a llamar y se les pedirá, por favor, que suban al escenario. - Reanudó el profesor, y tras esto, proclamó. - Por obtener la mayor media de esta promoción, con una nota de diez puntos de media... - Sean empezó a darle empujones flojitos, Alice agarró su mano y todos a su alrededor ya le estaban mirando y diciendo cosas. Y él, por supuesto, lleno de orgullo pero nervioso otra vez. - ...Pedimos que suba a este escenario el señor Marcus O'Donnell. - Entre vítores y aplausos, se puso de pie y subió al escenario. Junto con su enhorabuena, el director le hizo entrega de un bonito diploma que estaba seguro de que llevaba un hechizo incorporado. Tenía que explorarlo bien en cuanto bajara de allí y, a ser posible, dejara de temblar. - No se vaya, señor O'Donnell, que aún no hemos terminado con usted. - Vale. - Respondió con una risa nerviosa y un poco tímida, y también se escucharon varias risitas entre el público. - Por el servicio prestado durante estos años como prefectos del castillo, queremos condecorar también al presente señor O'Donnell y pedimos que suban al escenario las señoritas Kyla Farmiga, Olympia Lewyn y Eunice McKinley. - Las tres chicas subieron al escenario y, cuando estuvieron los cuatro, cada uno recibió una preciosa insignia dorada de prefecto. Pensó que ya habían acabado con él, pero el director les pidió que se quedaran.

    - Porque no solo nuestra mente debe mantenerse activa y sana sino también nuestro cuerpo, y teniendo en cuenta que tres de nuestros capitanes de quidditch se gradúan hoy también, creemos que merecen un premio especial. Por lo tanto, premiamos a la señorita McKinley aquí presente, así como a los señores Andrew Corner y Peter Bradley, a quienes pedimos que suban al escenario. - Hubo una clamorosa ovación por parte sobre todo de los miembros de los equipos y de los más forofos del quidditch. Todo lo que hasta el momento había sido protocolo se rompió un poco cuando Peter subió dando botes al escenario y le dio un abrazo al director, lo que hizo que todos rieran, pero al menos distendió los nervios. Ya sí que pensaba que habían terminado... Pero no. - Y hay algo más. - Anunció el profesor. - Hace apenas unas semanas, nuestro castillo sufrió un desafortunado incidente. Un incidente que, gracias a Merlín, quedó en mera anécdota, pero que podía haber supuesto una desgracia. Ninguno de nosotros sabíamos qué iba a ocurrir, pero indudablemente todo el castillo dio lo mejor de sí para solucionarlo. - El hombre se giró hacia ellos. - Los prefectos, aquí presentes, cumplisteis una función que los profesores nunca podremos agradeceros. No solo los que estáis aquí... - Se giró hacia el público. - Sino al resto de prefectos que están por ahí, perdidos entre el público, porque no se gradúan hoy, pero merecen la condecoración igual. Pediría, por favor, que subieran. - Desde allí le estaban viendo a Greengrass la cara de sorpresa absoluta, al igual que a los prefectos de Gryffindor y al de Hufflepuff. Tras mirarse con confusión unos segundos, subieron a la tarima. - Y sí, sin los prefectos no hubiera sido posible mantener la calma del castillo y contener el incendio, pero había algo más, una muy importante tarea, que había que hacer. Una misión fundamental que una de las personas ahí sentadas llevó a cabo de manera totalmente altruista y genuina, y por ello consideramos que merece ser condecorada y premiada por esta escuela. - Y, cuando el director miró al público, Marcus lo supo de inmediato. Potter amplió su afable sonrisa y dijo. - Pido que suba al escenario la mejor ayudante a enfermera que Hogwarts haya tenido la suerte de tener: la señorita Alice Gallia. -
    Merci Prouvaire!


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    Miér Mar 16, 2022 2:34 am

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    CON Alice EN Gran Comedor EL 2 de junio
    Quería reír, pero estaba nerviosa perdida. Quería tener su título en la mano, quería ver a Marcus subir a por las condecoraciones que le iban a dar, pero quería disfrutar de aquella última noche en el Gran Comedor, y empezaba a darse cuenta de que es que tenía en la cabeza todas las grandes noches de su vida proyectadas en aquel lugar. Apretó un poco más fuerte la mano de Marcus porque… En fin, acababa de sentir un abismo bastante fuerte en el estómago solo de imaginárselo, pero justo salió el director ya a hablar, y quería estar muy pendiente, para aplaudir a sus amigos según fueran saliendo.

    Ya estaba inquieta en el asiento desde que oyó el primer apellido de Ravenclaw, pero cuando salió detrás de Kyla lo hizo absolutamente feliz, con una sonrisa imborrable en la cara, orgullosa, ligera, de nuevo, como si volara, y con el corazón en las sienes. — Enhorabuena, Alice.Gracias, jefa. — contestó mirando con una gran sonrisa el águila que le ponía. — Es genial. Siento como si volara. — Arabella le dio un toquecito en la mejilla y guiñó un ojo. — No te faltan alas a ti precisamente. — Y así se fue a su sitio, volando de felicidad y orgullo. — Siempre juntas en la lista, eh, Farmiga. — Le dijo dándole un codazo suavecito, recordando lo que le dijo el primer día que hablaron en quinto. — Eso para nosotras se queda. — Le contestó la chica, guiñando un ojo. Kyla había resultado ser una de esas amistades que no esperabas y que, en cierto modo, te cambiaban y te hacían mejor. — Mira, ahí viene tu príncipe azul. — Y estaba tan contenta que le tiró un beso y le miró con orgullo.

    Y ahí estaba, cómo lo sabía. Lo había sabido desde que viera a Howard Graves llevarse aquella condecoración, que algún día vería a Marcus en el mismo sitio. Sostuvo como pudo el título bajo el brazo para aplaudir hasta que le dolieran las manos a su amor. Que todo el mundo lo viera, que Marcus O’Donnell estaba hecho para la grandeza, para lo más alto. Y, por supuesto, no se podía quedar sin mencionar a sus chicas. Dedicó una mirada de profundo cariño a Kyla y le susurró, antes de salir. — Mira quién te espera ahí arriba. Estáis hechas para triunfar juntas. — Y miró a sus dos amigas, tan distintas, que habían encontrado lo que necesitaban la una en la otra, y ahora estaban allí, delante de todo el mundo. Quizá no se daban la mano, como Marcus y ella, quizá aún no habían dado ese paso de gigante que supondría que se demostraran públicamente cuanto se querían pero, si uno miraba con suficiente atención, era perfectamente capaz de detectar ese cambio, esa felicidad, ese rostro de cada una que reflejaba que, ahora sí, estaban completas. Con menos fuerza, porque estaba ya hasta cansada, pero también silbó y aplaudió cuando el director mencionó a los capitanes. Eso sí, dio un grito ahogado, como tantos otros Ravenclaws, cuando Peter se tiró encima del director. — Solo Bradley… — Comentó, negando con la cabeza, pero Sean estaba muerto de risa. — Anda… Que tal para cual…

    Obviamente, iba a haber una mención al incendio. Acababa de pasar, como quien dice, y la actuación de los prefectos había sido impecable y fundamental. Los ojos se le inundaron de puro orgullo por su Marcus, y aplaudió fuertemente también al resto de prefectos porque, sinceramente, les debía la vida de su novio (a Eunice también, para su desgracia), porque probablemente si no hubieran actuado todos en tan buena sintonía, no habrían podido apagar el fuego sin bajas ni heridos graves. Pero entonces notó como si el corazón se le parara y supo que le ardían las mejillas. ¿Acababa… El director Potter… De decir su nombre? — Gal, ¿qué haces? ¡Sube! — La azuzó Sean, pero ella estaba bloqueada. No lo podía creer, simplemente. — ¡Ay! ¡Desbloquea, Gallia! — Dijo Hillary tirando de su brazo hacia delante. Un poco atropelladamente subió y recibió la condecoración de parte del director sin salir de su asombro. — Gracias, señor Potter.Gracias a ti, Gallia. Esos son los valores que queremos transmitir. — Iba como aturdida hasta que bajó al lado donde estaban Marcus y el resto de prefectos. Oía que algo le decían, sobre todo Kyla y Oly que le tiraban del brazo, pero ella solo se veía ahí arriba con Marcus, tal como se habái imaginado en aquel lejano segundo. — Siempre juntos. Siempre de la mano, uno al lado del otro. — Dijo emocionada, rodeando a su novio con un brazo y quedándose así, abrazada a él, disfrutando de un momento que, realmente, nunca pensó que llegaría.

    Y ahora, los jefes de las casas dirán unas palabras. — Dijo apartándose. El primero, por supuesto, fue Silver. — Poco puede decirse a los magos que salís ahí afuera. Al menos después de siete años intentando transmitiros cómo me gustaría que fueseis, para qué estaría bien que usaseis la magia. Pero aún así, lo diré: usad la magia con prudencia y con un objetivo claro. Sed gente de utilidad para la comunidad mágica, usad los hechizos para mejorar y encontrar nuevos horizontes. Sed personas honestas y, sobre todo, llevad por bandera los valores que se os han enseñado. Nada podría hacerme sentir más orgulloso.Qué pico de oro tiene. — Susurró ella por lo bajo. Silver era uno de los mejores profesores que había tenido en Hogwarts, y a nivel personal, le adoraba. Pensaba recordar todas y cada una de sus palabras. La siguiente, por supuesto, fue Fenwick. — Solo deciros que siempre busquéis la grandeza, la máxima expresión. Los magos hemos sido llamados a ser algo más grande en el mundo. ¿Más grande que qué? Pensó Alice, mirándola resentida. No le pensaba perdonar muchas cosas, pero la que menos, haberle bajado la nota con aquel siete roñoso que la había puesto en Transformaciones. — Haced gala de vuestra procedencia, y cumplid con vuestro papel en esta gran obra. — Suspiró y aplaudió brevemente. No estaba para tonterías modelo Slytherin. Y ahí estaba su jefa, poniendo el listón bien alto. — Una Ravenclaw siempre os va a decir que se llega más lejos con la inteligencia. Pero es que es la realidad. Cuando creáis que todo falla… — Y vio cómo la miró de reojo, lo que le hizo poner una sonrisa. — Parad, y confiad en vuestra inteligencia. Es el mejor camino. Sé que lo haréis. Habéis sido grandes estudiantes. Y una Ravenclaw de verdad sabe que la inteligencia habita en todos nosotros, solo es cuestión de buscarla y aplicarla. — Y ahí sí que aplaudió, vaya si aplaudió. Qué buena consejera era, qué grande. Algún día sería directora, y sería la mejor, no le cabía ninguna duda. Kowalsky entró carraspeando y con su afable sonrisa. — Como jefe de Hufflepuff, y a modo de colofón, me encantaría decir que es un orgullo para mí ver salir a tan buenos niños. Os echaré de menos, pero… Eso significará que estáis por ahí haciendo el bien. Ese es todo mi consejo. El mundo sería un lugar mucho mejor si todos ayudáramos con lo que está en nuestra mano. No segreguéis, no discrimineis. Vuestra ayuda puede salvar a alguien, y, ¿quién sabe? Quizá alguien, tan bueno como vosotros, os salve algún día también. La conclusión es que el mundo siempre es mejor con la valentía Gryffindor, astucia Slytherin, ingenio Ravenclaw y corazón Hufflepuff. Gracias por haber encarnado todo eso estos siete años, y espero que podáis seguir con ello fuera. — Los ojos los tenía ya llorosos, y la mirada no pudo evitar que se le fuera hacia Ruth Mustang, que le miraba con una amplia sonrisa, negando con la cabeza. — Pero antes de dejaros disfrutar de la fiesta… Supongo que… — Puso cara de pillo. Todos los Hufflepuff igual, guardaban un corazoncillo travieso. — Querréis saber el ganador de la copa de las casas. — Rio y estrechó la mano de su novio. — Tengo un presentimiento, prefecto O’Donnell.

    Merci Prouvaire!


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    Miér Mar 16, 2022 11:04 pm

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    CON Alice EN Gran Comedor EL 2 de junio
    Sonrió de oreja a oreja, muchísimo más que cuando le mencionaron a él, y miró a su novia desde arriba. La pobre se había quedado tan bloqueada que ni reaccionaba, estaba viendo como Sean y Hillary tenían que azuzarla para que subiera. Lleno de emoción, la vio subir de nuevo a la tarima y recibir esa condecoración tan merecidísima. Después de que las prefectas la felicitaran, se mordió el labio y apretó sus manos. - La mejor enfermera de Hogwarts. La mejor persona del mundo. Te lo mereces. - Sacar buenas notas era una cuestión de esfuerzo. Ser como Alice era... Era un don. Era quien más merecía un premio de todos los que estaban allí. - "Yo te esperaré por ahí y te aplaudiré mucho". - Le susurró, entre los aplausos y discursos que aún no acababan, y apretó su mano. - Me lo dijiste en segundo. - Soltó una breve y muda carcajada emocionada y añadió. - No sabes lo que me alegro de que eso, justo eso, no se haya cumplido. Estamos juntos, mi amor. Somos imparables. -

    Tras las condecoraciones, volvieron a sus asientos para escuchar a los jefes de casa dar sus discursos. Rio levemente por el comentario de Alice, aunque tenía razón, Silver hablaba muy bien, conquistaba, aunque a Marcus le pesara reconocer que gran parte de eso era por su espíritu y palabrería Gryffindor. Tenía carisma, y por eso era uno de sus profesores favoritos. Mantuvo la expresión y la compostura durante el escueto discurso de Fenwick, y esperó de verdad que fuera la última vez que tenía que escuchar a esa mujer. No quería tener con ella trato alguno, no había demostrado ser alguien en quien confiar precisamente. Reanudó su amplia sonrisa cuando Arabella habló, sintiéndose tan orgulloso y emocionado de haber estado en su casa... Iba a ser una directora fantástica. Y, por supuesto, Kowalsky no defraudó lo más mínimo, con ese discurso que hizo a todos sonreír y reír levemente. Tras su discurso lleno de energía positiva y buenas palabras, llegaba el colofón final de la ceremonia: la entrega de la Copa de las Casas.

    Miró a Alice con emoción, mordiéndose el labio. El año pasado habían quedado los últimos, y este año, sin embargo y si no le fallaban los cálculos, tenían bastantes posibilidades. Igualmente, y con la importancia que le daba él a los puntos, si no lo conseguían... No le importaría. Tenía todo lo que quería y más. Aunque iba a ser un puntazo conseguirlo, claro. - Tomo yo el relevo, pues. - Avanzó el director Potter, colocándose al frente de nuevo. Marcus y Alice intercambiaron sonrisillas. Algo les decía que a Kowalsky no le hubiera importado en absoluto decir a los ganadores él. - Con trescientos cincuenta y dos puntos, el cuarto puesto este año es para la casa Slytherin. - Se oyeron aplausos leves. No le extrañaba que hubieran quedado los últimos, solo con las actuaciones de Layne había hundido a su propia casa, e Ethan siendo Ethan tampoco habría ayudado mucho. No oyó quejas porque hasta ellos debían saber lo que tenían en su propia casa, pero con lo competitivos que eran, debían estar bastante fastidiados. - Con cuatrocientos veintiséis puntos, el tercer puesto es para la casa Gryffindor. - Se oyeron unos aplausos un poco más animados, y un creciente murmullo que provenía sobre todo de entre los Ravenclaw y los Hufflepuffs. Las dos casas más competitivas habían quedado en los dos últimos puestos. Marcus y sus amigos intercambiaron miradas con los Hufflepuffs y comentarios en la lejanía, divertidos y emocionados, deseando saber el ganador. - El segundo puesto es para... Vaya, ha estado reñido este año. - Se oyeron varias risas y aspavientos por la tensión dramática que le estaba dando el profesor. - El segundo puesto... Con cuatrocientos setenta y dos puntos frente a los cuatrocientos ochenta y dos puntos de la casa ganadora... Vaya, solo diez puntos. Esto sí que es emocionante. - Venga ya, por Merlín, pensó, porque le iba a dar algo.

    El profesor se aclaró la garganta. - Bien, no lo alargo más. El segundo puesto en la Copa de las Casas del curso académico 2001-2002 es para... ¡Hufflepuff! - Marcus abrió mucho los ojos y miró a Alice, dando un pequeño salto en su sitio. Los Hufflepuff ya con haber llegado hasta ahí estaban contentísimos, pero los Ravenclaw, después de la caída estrepitosa del año anterior, estaban aspirando exclamaciones de sorpresa y ya prácticamente de pie en sus asientos. - Y por tanto, la casa ganadora de la Copa de las Casas este curso es... ¡Ravenclaw! - Todos saltaron de alegría entre aplausos y vítores, y Marcus abrazó a Alice, levantándola del suelo. - ¡¡No me lo puedo creer!! ¡Ya creía que me iba de aquí sin vernos ganar! - Bramó, sin soltarla, emocionado. Eso sí que era un premio. - ¡Y hasta aquí la ceremonia de graduación! ¡Enhorabuena, alumnos y alumnas! La vida os espera ahí fuera, toda vuestra. Sed buenos, sed sabios, sed leales y astutos. Que no os falte la ambición ni la valentía, el ingenio y la honestidad. No hay magia mayor que lo que vosotros podáis construir. - Alzó los brazos, con su afable sonrisa, y concluyó. - ¡Que comience el banquete! -
    Merci Prouvaire!


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    Jue Mar 17, 2022 1:57 am

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    Negó con la cabeza. — De la mejor nada. Los mejores. Tú y yo, siempre siempre de la mano. — Se rio cuando le recordó su frase, que ella también estaba evocando momentos. — Pues es como para alegrarse, mi amor. Así da gusto equivocarse. — Sí, ella se había equivocado mucho en Hogwarts, pero benditas equivocaciones que, al final, la habían llevado a ese momento grandioso. Asintió y le agarró fuerte de la mano. — Imparables. Más que nunca. — Contestó con una gran sonrisa.

    Pero por fin les iban a decir el resultado final de la copa de las casas. Solo el oír el nombre de Slytherin el cuarto le hizo tener que reprimir una risita. Solo lo sentía por Greengrass, pero es que los otros Slytherins que le importaban pasaban un poco bastante del tema puntos. La satisfacción de darle con esa derrota en la cara a Fenwick (y un poquito a Eunice) era demasiado grande. Luego Gryffindor, que no le importaba tanto, pero no pudo evitar inclinarse hacia su novio y susurrar. — En verdad tendría sentido que ganáramos más a menudo Ravenclaw o Hufflepuff. Somos listos y buenos, es por lo que se da puntos, ¿no? A poco alguno por lealtad y valentía pero… — Vamos sí, el tráfico de influencias típico de Slytherin y esa gallardía tan llamativa de los Gryffindor. A Alice realmente le valía con quedar segundos, pero, si conocía de algo a su novio, a él no, así que deseó con todas sus fuerzas que fueran primeros. Y cuando por fin el director lo anuncio, saltó gritando como todos los demás, hasta que su novio la levantó en brazos. — ¡Hemos ganado, prefecto! ¡Has ganado la copa en tu último año! ¡No se puede ser tan buen prefecto, O’Donnell. — Dijo dándole besitos por toda la cara mientras la tenía en brazos.

    Una vez se quedó en el suelo, bajó corriendo a abrazar a su hermano, que ya estaba mirando y estirando el cuello como una lechuza, claramente buscándola. — ¡Hermana! ¡Hermana! — Corrió hasta él y le abrazó fuertemente, aunque alargó un brazo para recibir a Olive también. — ¡Te han dicho que eres muy buena enfermera! ¡Como mamá quería! ¡Vas a ser como ella! Y es que curaste a todo el mundo genial, que yo lo vi. — Le hacía mucha gracia ver a su hermano hablando así, a toda velocidad, y tan emocionado. — ¡Sí! No me lo esperaba para nada. — Olive asintió. — ¡Ya! Yo pensé que te iban a dar algo por ser la mejor en Herbología, pero por lo visto no dan premios asignatura por asignatura. Si fuera así, te lo ganarías. — Eso le hizo reír mucho y acariciar la cabeza de Olive. — Y Marcus fue muy bueno y valiente en el incendio. Yo les he dicho a todos los de mi casa que os conozco y que sois mis amigos. — Eso le hizo soltar una carcajada fuerte. — Y muy bien que has hecho. ¡Marcus! ¡Colega! — Exclamó Dylan saliendo corriendo hacia él. — ¡Eres el mejor prefecto de todos los tiempos, o sea lo has ganado todo, ha sido espectacular. ¿Me enseñas todo lo que te han dado? — Tenía ganas de reír y de disfrutar, y se le caía la baba desde siempre viendo a Dylan y a Marcus juntos, y más después de lo que le había dicho el otro día. — Alice. — Le llamó esa vocecita desde el abrazo de su cintura. — Yo voy a hacerle compañía cuando tú no estés. No tienes que estar triste ni preocupada. — Miró a aquella niña tan seria, por la que había sentido un cariño inmediato desde que la vio, y notó ese cariño en la voz, lo reconoció de mucho tiempo atrás. — Lo sé, Olive, y no sabes cuánto te lo agradezco. Yo le quiero mucho, ¿sabes? Ha sido mi primer amigo. Él me entiende muy bien, mejor que nadie. Hace que no me sienta una rara. — Ella amplió la sonrisa. — Pues díselo. No pierdas el tiempo. — Miró a Marcus. — Sé de dos que tendrían que haberse recordado cuánto se querían antes.

    Justo en ese momento oyó. — ¡PUTÓÓÓÓÓN ENFERMERO! — Se mordió el labio y se giró para ver a su amigo que la levantó del suelo. — ¿Te lo quieres creer? La lianta esta que no ha hecho más que diabluras y acaba condecorada y todo. No puedo contigo, golfi. — Cuando la dejó en el suelo, Aaron se le acercó con una sonrisa y dejó un beso en su mejilla. — Enhorabuena, prima. Calla, y aquí a mi héroe no me lo condecora nadie. — Dijo colgándose del hombro de Aaron. — Por imprudente. — Dijo Alice mirándoles a los dos con los brazos en jarras. — ¡Oy, mírala! ¡Pero si habla como su O’Donnell. — Le puso una copa en la mano. — Venga, a brindar, golfi.No se puede beber alcohol dentro de Hogwarts. — Recordó la vocecilla de Olive, que seguía ahí. Ethan le dio en la nariz. — Ya lo sé, pequeña plantóloga, es sidra, está permitida. — Luego la miró a ella e hizo un gesto con la mano. — Los Gallia haceros ver lo de enamorarse de prefectos prematuros y ya más creciditos, querida. Esto no es normal. — Se rio con ganas y subió la copa mirando a Marcus. — Dale otra a mi prefecto crecidito, anda. Vente, Olive, vamos a brindar. — Y les dirigió hacia la mesa, con el resto del grupo, porque la mesa de Ravenclaw ya no era solo de Ravenclaw.

    Veo más tejones aquí que en una madriguera. — Dijo llegando y pasando un brazo por los hombros de Darren y tirándole un beso a Poppy. — ¡Ay Galita mía! Qué contenta viene ella porque la han nombrado superenfermera. ¡Yo lo sabía de antes que nadie! — Aportó Poppy con su risa cantarina. — Pero ahora hasta le dan premios por ello. — Ella levantó la otra mano. — No solo a mí. Mi amiga Olympia estaba ahí arriba, y ella se merecía ese mérito más que nadie. — Dijo guiñándole un ojo a la chica. Kyla le dio en la mano. — Oye, ¿y los demás qué?Es que Oly le salvó a mi adorado hermanito así que ya vale más todos. — Alice ladeó la cabeza y puso cara de falsa ofensa. — Pero si está aquí mi cuñado. No me había dado cuenta porque ni me ha felicitado por mis honores ni nada… — Lex simplemente rio y levantó la copa. — Eh, eh, eh, bajad esas copas que no había llegado el alma de la fiesta, con el prefecto O’Donnell. — Llegó proclamando Ethan a voz en grito. — Entonces el alma de la fiesta se ha hecho autoboicot trayéndoselo. — Comentó Lex. Alice miró a Marcus. — Tu hermano está muy chistoso como puedes ver. — Luego tiró de Dylan y Olive y les puso delante de ellos, dándoles copitas con zumo de calabaza. — Tomad, para brindar con todos. — Levantó su copa y miró a los demás. — Por la promoción del 2002, muchachos. Por los mejores amigos del mundo y los mejores años de nuestra vida hasta ahora. Esto solo acaba de empezar. — Chocaron las copas y en el centro, pero antes de llevársela a los labios, miró a Marcus con cara pillina y dijo. — ¿Te la doy y me la das? — Les encantaba hacer esas chorradas, y esa noche quería disfrutar a tope del momento, no quería dejarse ni una tontería por hacer.

    Merci Prouvaire!


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    Jue Mar 17, 2022 12:44 pm

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    CON Alice EN Gran Comedor EL 2 de junio
    Cuando soltó a Alice, ella salió corriendo y él se metió en un tumulto de celebraciones entre todos los miembros de su casa, en el que solo se oían vítores, gritos, aplausos, abrazos y saltos. La ceremonia acababa de terminar, oficialmente estaban graduados y con la Copa de las Casas como último triunfo en sus manos. Corner apareció por allí y se puso a gritar. - ¡Hay que coger a O'Donnell y Farmiga y lanzarlos por los aires por ser los mejores prefectos que...! - ¡Ni se os ocurra, eh! - Detuvo él, aunque entre risas. Vamos, lo que le faltaba, que le lanzaran por los aires, y cuanto menos a Kyla. Le vino de miedo la salvación de su cuñado el pequeño, que ya le estaba llamando a gritos. - ¡Pero si es mi colega! - Como el niño iba corriendo hacia él, lo agarró en el aire y le dio varias vueltas, haciéndole reír. - ¿Has visto eso? ¡Le han dado un premio a tu hermana! - Síííí, ya se lo he dicho, ¡y a ti te han dado un montón! - Soltó una carcajada y se agachó con él para enseñárselos.

    Cuando acabaron, se fueron felices hacia donde estaban Alice y Olive. Le devolvió a su novia la mirada, cargado de amor, pero se fue hacia la niña. - ¡Pero si es la mejor cuidadora de espinos de todo Hogwarts! - ¡¡Marcus!! ¡Enhorabuena! - Celebró Olive, y a ella también la agarró y le dio varias vueltas. En lo que lo hacía, ya había llegado Ethan a robarle a Alice, pero estaban todos tan encantados, exultantes y felices que él se vio envuelto en otra conversación inmediatamente. En concreto, sintió dos fuertes manos en sus hombros que le sobresaltaron. - Perfecto en todo, como tiene que ser. - Se giró y vio a Lex con una gran sonrisa que él correspondió. - Te lo mereces, Marcus. Todo lo que te han dado. Te lo has currado más que nadie. - Sonrió aún más, emocionado, y se abrazó a su hermano. - Gracias, Lex. - Le dijo, tratando de contener las mil emociones que tenía agolpadas ahora mismo en el pecho. Se separaron y el chico señaló con la cabeza a Alice, que se estaba refiriendo a él, y dio un pasito hacia atrás para dirigirse hacia las mesas.

    - ¡O'Donnell, vente conmigo, que me han dado permiso para emborracharte! - Bramó Ethan, acercándosele con la copa, pero tan pronto lo dijo miró de reojo a Olive, quien le miraba con desconfianza, y respondió con tono quejoso. - A emborracharte de sidra sin alcohol. - La niña pareció contentarse y se dirigió a las mesas, e Ethan le miró, bufando. - De verdad ¿eh? Metes tus tentáculos de prefecto por todas partes hasta después de graduado. - Marcus soltó una carcajada y, agarrando la copa que le ofrecía, respondió. - Esto no ha sido obra mía. - Ay, querido, todo es obra de un Slytherin de corazón como tú, sobre todo cuando tiene tantos honores. Menudo estás hecho. Ahora mismo hay medio castillo que te mataría de envidia y medio que te haría de todo. - Marcus se encogió de hombros con una caída de ojos, como si supiera que eso que decía era verdad, y ahora el que soltó la fuerte carcajada fue Ethan. - Recuerdo los tiernos momentos en los que mis palabras te escandalizaban. - Entrecerró los ojos y ladeó una sonrisa. - Tú nos has engañado a todos, O'Donnell bueno... ¿Seguro que eras el O'Donnell bueno? Mira que tu hermano está resultando ser bastante blandito y tú no dejas de sorprender. - Marcus chistó con superioridad y, mostrando la copa, respondió. - Soy el O'Donnell bueno, ¿es que no ha quedado ya claro en la ceremonia? - Uuuuuh menudo bicho eres tú. - Ambos rieron y el otro señaló las mesas. - Anda, que como te secuestre más tiempo, encima me regañan. -

    Le sacó la lengua a su hermano cuando dijo lo del boicot y él se rio. Se puso junto a Alice, erguido, orgulloso y sonriente, y alzó la copa para brindar. - Por nosotros, por nuestra historia, y por la que está por escribir. - Añadió, chocaron las copas y, a lo justo antes de beber, captó lo que Alice le decía. - No faltaba más, princesa. - Respondió, y cruzaron las copas para beber. - A ver, a ver, por favor, si vais a hacer guarradas id a un lugar más privados que hay niños menores y claramente no bebedores y normativos presentes. - Dejo Ethan con tonito, y Olive y él cruzaron miradas con los ojos entrecerrados en una especie de rivalidad infantil que hizo reír a todo el mundo. Los Slytherin y los Gryffindor parecían predestinados a pelearse tuvieran la edad que tuvieran.

    - ¡NO BRINDÉIS SIN MÍÍÍÍÍÍÍ! - Se oyeron acercarse los gritos de Peter, pero antes de que pudieran reaccionar, les cayó encima como una mole, tanto que casi tira las copas de más de uno, Marcus incluido. - ¡Tío! - Se quejó, pero la queja más sorprendente fue la de Sean. - Me llegas a manchar el traje y te mato. - Marcus le miró con una ceja arqueada. - Vaya... -Ni media broma ¿eh? Que te llevo aguantando yo a ti así siete años. - Se defendió el otro, y Marcus se echó a reír y compartió una mirada cómplice con Alice. Al parecer, Sean ya tenía claramente a alguien a quien quería sorprender y no quería ni una manchita en su túnica. Le quería sonar. - ¡¡BRINDO POR NOSOTROS!! POR TODOS LOS GRADU-Oye Ethan, ¿al final has aprobado? - Se interrumpió solo, y todos miraron al Slytherin. Marcus también se planteaba si Ethan se graduaría o no, porque vamos, no es que tuviera un expediente brillante, pero al final lo había conseguido. El otro se cruzó de brazos, soltando una fuerte carcajada. - ¿Qué pasa? ¿Es que queríais verme un año más tocándole las narices a O'Donnellcillo? - Lex le estaba echando una mirada que no parecía que le estuviera cayendo muy bien la broma, pero el otro simplemente chistó y movió la mano. - A ver, nunca fue idiota, solo me daba pereza estudiar. Era cuestión de ponerse. - Vaya. - Suspiró Sean. Marcus negó, suspirando también. Qué manera de echar por tierra todos los cimientos de la casa Ravenclaw, insinuando que uno podía titularse igual solo esforzándose la última semana. - ¿Y de verdad te ha servido? - Preguntó Theo entre risas aunque con tono escéptico, y el otro le miró con condescendencia. - Ay, Mattie, Mattie. - Abrió los brazos en cruz. - ¡Soy Slytherin! No iba a consentir quedarme atrás, me hubiera matado mi propio veneno. - Hablando de Slytherins y sin ánimo de chafar el momento. - Empezó Sean, mirando con curiosidad a los lados. - ¿Dónde está Lyevin? No lo he visto desde la final de duelo ni lo han mencionado en la graduación, ahora que recuerdo. - Pues lo cierto es que a Marcus se le había olvidado por completo, así que también miró a los lados, levemente sorprendido. Era verdad, no había llegado a oír su nombre en la ceremonia siquiera. - En su Durmstrang natal. - Respondió Ethan, y todos le miraron. - Pasaba de graduarse aquí con un montón de gente que no le cae bien, palabras textuales, bueno, más o menos, dijo algo en ruso pero yo cuando hace eso, desconecto. Ahí que le cunda en su escuela al muy gilipollas, qué mal me caía. - Señaló a Lex. - Si en vez de a Layne le das el puñetazo a Lyevin, y un poco más fuerte que al otro mierdas, lo mandas allí del tirón y mira, nos hubiéramos reído al menos. - Ethan. - Trató de advertir Marcus, que no quería ni oír hablar del incidente, mucho menos delante de Olive y Dylan. Pero el otro siguió a lo suyo. - Aunque le hubieras robado a esta la oportunidad de patearle el culo en el Club de Duelo. Solo por eso mereció la pena que se quedara. - Y eso sí que hizo que la gente no pudiera evitar reírse.

    - ¡¡BUENO, MI DISCURSO!! - Volvió a chillar Bradley. Si no le había partido el tímpano ya a esas alturas era un milagro. - ¡¡PORQUE NOS GRADUAMOS Y YA DEJAMOS DE ESTUDIAR POR FIN!! - Bueno, eso lo dirás por ti. - Dijo Hillary con una risa entre sarcástica y agobiada, lo cual provocó el levantamiento de risas y comentarios alrededor. - Ya tenía que saltar la Ravenclaw. - Dijo Darren con burlita, a lo que la chica respondió. - ¡Tú también tienes que estudiar si quieres ser pocionista! O chucherólogo o lo que sea que vas a hacer. - Va, Hills, pero no empieces a agobiarte ya ¿eh? - Respondió Donna, bromista, ganándose varias risas pero haciendo que Hillary se pusiera aún más digna. - Ya me contarás el año que viene, ya... - BUENO A LO QUE IBA. - Continuó Peter. - BRINDO POR ESTOS AMIGOS QUE SON LA HOSTIA. - Todos gritaron y vitorearon, alzando sus copas. Peter no había terminado, ni mucho menos. - Y BRINDO POR LOS GRYFFINDOR AUNQUE HAYAMOS QUEDADO TERCEROS, PORQUE SOMOS LA HOSTIA. - ¡¡Bieeen!! - Coreó Olive, aunque la pobre se había quedado un poco sola, pero bueno, todos brindaron entre risas porque estaban de muy buen humor. - ¡Esta nenita me cae bien! - Marcus ya estaba muerto de risa mientras Peter, a lo suyo, chocaba la copa expresamente con Olive, bien contenta. - ¡Y BRINDO POR MI POPPY! ¡¡MI AMOR, TE QUIERO!! - ¡Peter! Ay, por Merlín. - Dijo la chica, ruborizada y tapándose la cara. - ¡QUE NO, POPS, QUE TE LO MERECES, POR GUAPA Y POR BUENA Y POR MEJOR NOVIA DEL MUNDO! ¿¿DÓNDE ESTÁN LAS CONDECORACIONES A MI POPPY POR MEJOR TUTORA DEL MUNDO ENTERO?? ¡SI ME HA ENSEÑADO HASTA A MÍ! - A saber lo que te ha enseñado esta a ti. - Se burló Ethan, desatando más risas y poniendo a Poppy aún más colorada. - Ay, Peter, cielo, mejor resume el discursito, que la vas a hacer convertirse en zorrito. - Advirtió Olympia. Lejos de pararlo, solo le dio más ideas. - ¡¡ESO!! ¡¡ESO ES OTRA COSA!! ¡LA MÁS BONITA Y MEJOR ANIMAGA DEL MUNDO ENTERO! ¡MI PRECIOSA ZORRITA! - ¡PETER! - Bramó Poppy, tan colorada como su pelo, pero es que ya estaban todos llorando de la risa. - Pero Peter, tío... - Empezó Andrew, mientras se limpiaba las lágrimas de risa, y el otro se encogió de hombros. - ¿¿Qué?? Si es verdad. No es un insulto, es un zorrito rojo y es hembra, y preciosa. Y a ver quien se mete con ella, vamos, que venga y me lo diga. - A Marcus le dolía ya el estómago como si se fuera a romper por la mitad.

    - BUENO Y YA LO ÚLTIMO. - Insistió Peter, y cuando pudieron recomponerse un poco y dejar de llorar de la risa, alzaron las copas otra vez. - Porque tenemos un futuro brillante, porque todos seremos lo que queramos ser. Porque el día de mañana Vaughan nos va a defender de todas las cosas, y Gallia a curar cuando estemos malos, y Marcus nos va a hacer ricos. - Yo creo que esa no es mi función... - ...Y la Oly nos va a tener los jardines que va a dar gloria verlos, ¡¡y tenemos una futura Ministra de Magia en el equipoooo! - Bueno, bueno, ya se verá. - Dijo Kyla, azorada, aunque ya todos la estaban jaleando. Peter señaló entonces a Corner. - ¡Y un fisioterapeuta de la hostia! - ¡Eh! ¿Dejas el quidditch? - Le preguntó Sean, y el otro ladeó varias veces la cabeza. - No exactamente. Quiero formarme en fisioterapia precisamente para ser el fisio de referencia de los jugadores de quidditch, he hablado con varios equipos, a ver si me fichara alguno. - Estaría guapísimo que acabaras en la selección. - ¡Joder, ya te digo! ¡Lo bien que nos vendría un masajito, eh, O'Donnell! - Respondió Peter, y todos lo tomaron como un delirio de grandeza por su parte, pero su hermano, que no estaba acostumbrado a las fiestas y al disimular, le miró con los ojos muy abiertos y carraspeó. Poppy también puso cara rara, Darren miraba delatoramente a Lex y Marcus, que miró levemente de reojo a Alice, bajó la cabeza. Y claro, el resto empezó a sospechar. Y Peter, para arreglarlo, no se detuvo. - Yo te recomiendo, tío, les digo que eres la hostia. - Lex volvió a carraspear, y ya sí que todos empezaron a sospechar. Peter alzó los brazos. - Sooooolo digo en el caaaaso de que nos ficharan, yo que sé, para los Montrose Magpies... - ¡Tío! - Advirtió Lex, con los dientes apretados. Ya había ojos mirándose entre sí por todas partes.

    - ¿¿Qué?? Que no he dicho nada. - ¿Qué está pasando aquí? - Preguntó Hillary, con sospecha. - Eso, Bradley. - Añadió Kyla, cruzándose lentamente de brazos y mirándole con la sonrisilla Ravenclaw de quien sabe cómo encerrar a alguien no tan espabilado como él. - Has dicho muy seguro que "se acabó el estudiar". ¿A qué vas a dedicarte cuando salgas de aquí? - A nada. - Respondió demasiado rápido y poco creíble. Ethan soltó una carcajada. - Anda, el tío, que pretende vivir de la zorrita. Sí que era listo al final... - Bueno, yo que sé, al quidditch. - De ser así, deberías haber postulado ya. - Matizó Donna. Lex le estaba taladrando con la mirada, y al parecer, esa fue toda la presión que Peter fue capaz de aguantar. - ¡¡Vale!! ¡Me vio un ojeador! ¡Tengo las pruebas para los Montrose Magpies y puede que para la selección! - ¡¡¡¿¿Qué dieces??!!! - Exclamó Donna, emocionadísima, uniéndose a ella otras expresiones entusiasmadas. Lex había rodado los ojos, pero bueno, aún nadie sospechaba de su hermano... Aún. - ¡Lo siento, tío, es que no me puedo callar! - Dijo Peter, y su comentario provocó que todos se giraran automáticamente a Lex. - Espera, ¿tú lo sabías? ¿Y por qué yo no? - Preguntó Andrew, a quien algo no le cuadraba. Ya el que saltó fue Darren, quien chistó. - ¡Jo, y luego la mala fama me la llevo yo por soltarlo todo! Tanto tiempo diciéndome que no diga nada para que al final... - ¡Darren! - Trató de detener Lex, pero ya era demasiado tarde porque todos habían atado cabos y se les iban a salir los ojos de la cara. - ¡¡A ti también te han fichado!! ¡Hostia! - Saltó Sean. Donna fue la siguiente. - ¡¡¡Pero Lex!!! ¡¡Eso es genial!! - Y secreto. - Apuntó Lex, mirando a Peter. - Se supone que no podíamos decir nada. - Ethan, reclinado en su silla y con la copa en la mano, rio y dijo. - Ay, ricura. Llevas demasiado tiempo en la casa Slytherin como para saber que los secretos no existen. Al final, todo se sabe, otra cosa es que se quiera contar. -
    Merci Prouvaire!


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    Alchemist
    Ivanka
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    Jue Mar 17, 2022 11:29 pm

    Imparables
    CON Alice EN Gran Comedor EL 2 de junio
    Bebió de la copa sin dejar de mirar los ojos de Marcus y con una sonrisa incipiente, sin poder evitar entornar los ojos al comentario y encogiendo un hombro al terminar. — Veo mucha envidia marca Slytherin por aquí. — Pero no le faltaba mucha razón, era imposible no imaginar mil cosas que podía hacer para celebrar con aquel Marcus tan guapísimo, tan subido por los premios, que la volvía loca con una mirada.

    Por suerte o por desgracia, ya se encargó Peter Bradley de aparecer rompiendo el momento. Pero no había forma de no reírse con los discursos de Peter. Solo la alusión a Ethan ya le hizo soltar una carcajada. — De verdad, Ethan, no se puede tener tanto morro en la vida. — Y miró con pena al pobre Theo, con lo que le costaba siempre ir al día con los estudios y lo agobiado que iba siempre y el loco de Ethan ¡hala! En una semana se había ventilado el curso. Abrió más los ojos con la mención a Lyevin. La verdad es que ni se le había ocurrido preguntar por él, es que le importaba más bien poco. Sacó el labio inferior y levantó la copa. — Pues por él. Que le cunda mucho. — Dio un traguito y negó. — Tanto odio y en verdad ha demostrado ser todo un Slytherin en el perder. — Lo cual levantó las risas de los Hufflepuffs del grupo y la mirada asesina de Lex e Ethan. Si en el fondo no eran tan distintos en muchas cosas.

    Trató de atender al discurso, pero es que a cada frase le salía una carcajada, y ya le dolían hasta las costillas. — Dice lo de que dejamos de estudiar por fin como si él se hubiera dejado los cuernos en ello. — Y otra vez a reírse. Acarició la cabeza de Olive con su adorable intervención, pero no le dio tiempo ni de beber (y menos mal) antes de que llegara a la parte de Poppy. Entre risas, miró a su amiga con adorabilidad. Qué feliz se la veía, aunque el idiota de su novio la estuviera haciendo el centro de atención, cosa que odiaba. Menos mal que Olympia le estaba intentando parar, pero al parecer, solo lo empeoró. Alice sentía que ya no podía ni respirar de la risa cuando dijo le de “mi zorrita” y no solo lo dijo, si no que se mantuvo en sus trece, defendiendo su expresión. Ella se apoyaba en Marcus, muerta de risa, mientras veía como le mismo Peter se liaba con sus propias palabras y, desbordado de gallardía Gryffindor, buscaba enfrentarse con alguien inexistente que se metiera con su Poppy. finalmente, pareció reencauzar el discurso y ella levantó la copa en la parte que le tocaba. — Y buena falta os va a hacer que os cure. — Y volvió a reírse con lo de Marcus. — Eh, eh, eh… Las riquezas de Marcu serán para que las disfrute él y aquellos a los que ama. — Les miró a todo con superioridad. — Pista: a mí me ama más que a nadie. — Jaleó a lo de Kyla y exclamó. — ¡Venga ya! Sabes que sí. Ya solo todos nosotros te vamos a votar. Y sería la ministra más sexy de la historia. — Aportó Oly. — Sí eso también. — Señaló ella concediéndoselo con una sonrisa.

    Se alegraba por Andrew, parecía un trabajo que le pegara. — Nos veremos por San Mungo pues. — Dijo con una sonrisa. Pero claro, ya estaba tardando mucho el bocazas de Peter en ir contando a los cuatro vientos que iban a hacerles una prueba para la selección. Suspiró hondamente y miró a Marcus y sus cuñados, mientras Poppy realizaba frustrados intentos de que su novio cerrara la boca de una vez, tirándole de la camisa con todo el disimulo que podía. Nada, ¿cómo iba a guardar mucho tiempo un secreto así en una mesa llena de Ravenclaws? — Hermana, ¿eso quiere decir que Lex va a ser un jugador de quidditch famoso? ¿Tengo que aprender más quidditch? — Preguntó Dylan. Genial, más agujeros en aquella barca que se hundía. — Sí, patito, pero no se puede decir nada, eh… ¡Tú ni caso, Dylan! Que vas a ser el mejor animador de la historia de Hogwarts, y se va a enterar todo el mundo por las pancartas gigantes que le vas a hacer a mi Levito cuando yo no esté. — Nada, si encima Darren minaba su autoridad, raro era si al acabar la noche, Kowalsky no tenía noticia del futuro profesional de Lex y Peter. Donna estaba más que entusiasmada, y Peter se veía tan tremendamente feliz con el asunto que… Miró a Lex con cariño y dijo. — No te preocupes, cuñado. No debe ser el primer Gryffindor que fichan y ya saben con quién se juegan los cuartos. — Lex negó con la cabeza y rio, pero también se le veía feliz. — Venga, antes de que Peter desvele algún secreto familiar o algo, vamos a cenar. — Sugirió Poppy, sonrojadita pero sin perder la sonrisa.

    Es que me da mucho miedo, tía. — Le confesó Poppy, en voz baja, mientras cenaban. — Es que ya has visto las cosas que dice, y yo le adoro, de verdad que sí, pero tú sabes cómo es mi familia… Y el castillo y todo… — Se mordió el labio y negó con la cabeza. — Pero no quiero que piense que no le quiero. — Alice terminó de masticar y dio un trago a su copa. — Mira, Pops, más miedo que me daba a mí conocer a las familia materna de Marcus… — La chica le miró con aquellos ojos de lechuza que se le ponían. — ¿Y cómo fue? — Se atragantó un poco. Esa no se la esperaba. Pensaba que con decir aquello, Poppy se iba a conformar, pero a esa chica no le podía mentir. — Bastante mal. — La chica inspiró nerviosa. — Pero, mira, aprende de mi experiencia. Sí, no fue muy allá, y sin embargo aquí estamos. No ha sido un drama. Lo arreglaremos si se puede y ya está. Eso es un resumen muy somero. — Dijo Lex poniéndose por encima de la mesa. — Pero Poppy, nadie puede odiar a ese novio tuyo, de verdad. Ni siquiera a mí cuando me desquiciaba los nervios con sus brutalidades. No te rayes más. — La chica le dirigió una sonrisa y le palmeó la mano. — Gracias, Lex. Creo que nunca habías hablado conmigo, me siento afortunada. — Poppy era todo amor, y mira, amor de todos era lo que necesitaba Lex precisamente.

    Y en esas estaba, cuando vio a Beverley dar vueltas por allí. Puso media sonrisa y se levantó, mirando hacia atrás, asegurándose de que los demás seguían con la cena, y se acercó. — Ey, Bev. ¿Qué te pasa? ¿Quieres sentarte con nosotros? — La niña se puso muy recta y negó con la cabeza. — Si quisiera ya me habría sentado, si ahí hay gente de todas las casas. — Uy, ya se estaba poniendo digna, eso era que ocultaba algo. — Venga, cuéntame, ¿qué pasa? — La niña suspiró y la miró desde ahí. — Que no quiero decirlo. Me vuelvo a mi sitio. — Decidió, pero Alice le puso la mano en el hombro, haciéndole darse la vuelta. — A ver, que cuando te pones así es por Marcus. — La niña resopló y lo miró de reojo. Ella sonrió. — ¿Quieres que le diga que venga sin que nadie se dé cuenta? — Ofreció. Beverley pareció pensárselo pero alfinal asintió con la cabeza. — Pues ya está. Todos contentos. — Se acercó a su novio y se inclinó sobre su oído. — Creo que hay una princesa heredera que requiere a su rey. — Y se metió de lleno en la conversación, sustituyendo a Marcus en su sitio. — A ver, señores, ¿de qué se habla por aquí? — Sean se rio y la señaló. — ¿Ahora le allanas el camino a las niñas para que caigan enamoradas a los pies de tu novio? — Ella se encogió de hombros. — Nunca lo he impedido pero es que… — Ladeó la cabeza. — Yo sé lo que es estar enamorada de un prefecto. — Oly hizo un ruidito adorable. — Ohhhh, ¿ves? Es lo que yo digo siempre. Que el amor hay que compartirlo…Bueno yo no lo comparto tanto, pero… — Les miró en al distancia y puso una sonrisita adorable. — Me muero de amor viendo lo bien que se le da.Uuuuuy y el tonto aquel diciendo que no compartíais objetivos. — Dijo Sean con una carcajada. Ella aprovechó y se giró con una ceja alzada. — Y hablando de objetivos, ¿tú qué? Ya morreos en público y todo. — Oly abrió mucho los ojos. — Ah, ¿que es que no era oficial? — Alice entornó los ojos. — Eso decían ellos. — Sean bufó y negó con la cabeza, estirándose para ver a Hillary. — No lo digas tan alto, tía… Que se asusta. — Ella sonrió de medio lado. — Yo no la veo asustada, pero… Si quieres verle una cara que no se te va a olvidar… Sácame tú el primero a bailar cuando empiece la música. — Dijo dándole un codazo suavecito. Sean rio. — Pero si yo no bailo. Y nunca me he atrevido a pedírselo. — Alice rio. — Tranquilo, como te vea conmigo, te lo va a pedir ella misma.

    Merci Prouvaire!


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    Alchemist
    Freyja
    Alchemist
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    Vie Mar 18, 2022 12:50 am

    Imparables
    CON Alice EN Gran Comedor EL 2 de junio
    Marcus frunció los labios y, mirando hacia arriba con resignación, negó con la cabeza. Sabía él que ese secreto no iba a durar con Peter y Darren metidos en el ajo. Realmente, ambos habían mantenido bastante bien el secreto de la legeremancia de Lex, pero claro, se trataba de un asunto muy grave y no de algo que les entusiasmaba tantísimo. Con la felicidad, se les soltaba la lengua. Eso sí, la intervención de Dylan le hizo reír y revolverle los rizos. - Di que sí, colega, que se noten los genes Ravenclaw. Tú siempre documentándote. - Como que tú te has documentado muchísimo sobre quidditch en estos años. - Apuntó Lex, mirando a Marcus con una sonrisilla maliciosa, el cual se irguió. - Discúlpame, pero cuando te ficharon para el equipo me leí toda la normativa e incluso libros de técnicas y estrategias. Y sé quienes son los Magpies de Montrose. - Montrose Magpies. - Corrigió Lex, aguantándose la risa por la satisfacción que debía producirle sentirse con la razón en base a poder corregir a su hermano. Dylan se giró hacia él y, con toda su sinceridad y su ternura, dijo. - Yo puedo ser tu hermano que sabe mucho de quidditch. - Eso pareció impactar directamente sobre todas las defensas de Lex, porque le miró con una sonrisa emocionada y obvió por completo a Marcus para decirle. - Me encanta la idea. - Marcus sonrió. Tanto a Dylan como a Lex iba a venirles muy bien el apoyo mutuo el año siguiente.

    Eran tantos que durante la cena se movieron en sus sitios varias veces para poder hablar todos con todos. - ...La clave estaba no tanto en hacer una predicción de futuro, porque claro, eso no íbamos a poder comprobarlo en el momento. - Oly estaba muy seria explicando como había sido el examen de Adivinación de los EXTASIS, y Peter estuvo a punto de aterrizar por allí, pero nada más oírla dijo. - Pff tío, ¿en serio estáis hablando de exámenes? Me voy con el Ethan. - Y se marchó, haciendo que Marcus y Sean se miraran y suspiraran entre risas. Oly siguió como si nada. - Sino en elaborar una profecía clara, algo que fuera fielmente comprobable, algo que... Transmitiera. Que hiciera que el aura... Vibrara. - Tía, eso suena tan subjetivo y tan abstracto a la hora de evaluarlo que me están dando escalofríos de pensarlo nada más. - Comentó Sean. Oly se encogió de hombros. - Pues a Deidree le encantó mi predicción. Ha sido mi única matrícula de honor en los EXTASIS. - Theo puso una mueca, mientras pinchaba la comida en su plato. - Yo me tenía que haber quitado de la asignatura... - ¡Pero que dices! Si has sacado un nueve ¿no? - Theo chistó. - Ya, Oly, pero yo que sé... Es que... Esperaba algo más científico, ¿sabes lo que te digo? - ¿De la adivinación? - Preguntó Sean, cuestionador, pero Marcus intervino. - Ni caso, Theo. Este está resentido porque se metió en la asignatura por ALGUIEN y resultó ser una estafa. No ese alguien, la asignatura. - No se habla con la boca llena. - No tengo la boca llena. - Pues deberías, ¿no llevas un mes llorando porque este va a ser tu último banquete en Hogwarts? - Marcus bufó. - Es un golpe bajo intentar deprimirme para quitarme la razón ¿eh? Ruin por tu parte, Hastings. -Theo rio, y suspiró. - En fin, supongo que la asignatura no era como esperaba. Necesito algo más... Contrastable. Aunque me ha servido para conocer la mente humana, eso sí. - ¿Sigues queriendo ser sanador mental? - Preguntó Marcus, y el chico le miró y asintió, con una sonrisa orgullosa. - Sí. Quiero conocer a las personas y ayudarlas, quiero... Intentar hacer una sociedad mejor, y creo que la mejor manera de la que puedo hacerlo es... Mejorando a cada uno de los individuos que la forman. Haciéndoles un poco más felices, o un poco menos tristes, según se quiera mirar. - Eso es precioso. - Dijo Oly, conmovida, y Marcus lo corroboró. Sí que lo era. Se acordó de William Gallia, quien sabía que estaba, por fin y tras lo ocurrido en Pascua, acudiendo a una sanadora mental. Y Theo tenía razón: podía marcar la diferencia para esa persona, para su familia e incluso para toda la sociedad.

    - Y vamos, viendo lo que ha acertado en mis predicciones, yo a la asignatura le cambiaría el nombre de "Adivinación" a "Confabulación". - Añadió el Hufflepuff, lo cual hizo a Marcus y Sean reír a carcajadas. - ¿No te ha acertado en nada de nada? - Nada de nada. - Contestó Theo a Sean entre risas. Marcus se quedó pensando y, esbozando una sonrisilla malévola, le miró y preguntó. - ¿Seguro? - Sean le miró inmediatamente. - No me jodas, vamos, que vas a empezar a creer justo ahora. - Es que creo recordar algo así de que ibas a casarte con una francesa. - Theo le miró con una ceja arqueada y Marcus le devolvió el gesto. - No me mires así. Alice no es francesa. No Alice, al menos. - Theo chistó, apartando la mirada y ruborizándose, y Sean abrió mucho los ojos. - Ey, ey, ey. ¿La prima de Alice? ¿En serio? - ¿Cómo sabes tú eso? - Soy Ravenclaw. Sé atar cabos con lo que me han contado. - Theo chistó, apartando la vista y negando, ruborizado de nuevo. - Jackie y yo somos amigos, solo nos hemos visto una vez y nos caemos bien y eso... - Y te ha invitado a La Provenza este verano. - Apuntó Marcus, provocando que Sean se riera y aplaudiera como si estuviera en mitad del teatro. Theo le miró con los ojos muy abiertos. - ¿Cómo te has enterado? - Acabas de confirmármelo tú. - Respondió con malicia, y Theo puso expresión de derrota. - Tengo que seguir estudiando como funciona la mente humana para no caer en estas. - Suspiró. - Pues eso, que la Adivinación no me ha servido. - No seré yo quien defienda la Adivinación, pero... - Empezó Marcus, y tras pensar unos instantes, concluyó. - Me predijeron que iba detrás de un pajarito al que retendría a mi lado haciéndole un bonito nido en lugar de cazándolo, y a Alice le dijo que habría espino blanco en su boda, una flor de origen irlandés, como yo. - Se encogió de hombros. - Sigo pensando que hay mucho de conjeturas, y de cosas genéricas, y de sugestión, pero... - Miró a Theo. - No pierdes nada por... Esperar, a ver si se cumple. Te lo digo yo. - El otro le devolvió una sonrisa.

    Oyó el susurro de Alice en su oído y rápidamente supo a qué se refería y se puso a buscar a Beverly con la mirada. Miró a su novia con una sonrisa y le dijo. - Esto es lo que define a las buenas reinas. - Dejó un beso en su mejilla y se levantó, dirigiéndose a la niña con una amplia sonrisa. Esta le miraba acercarse con los ojos entornados y agarrándose los dedos, y tan pronto se acercó, hizo una pronunciada reverencia. - Majestad. Me han dicho que me... - Se estaba irguiendo mientras acababa su pomposa entrada cuando la niña se le abrazó a la cintura con fuerza y empezó a llorar. Abrió los ojos, apurado. - ¡Ey, Bev! ¡No! - Estaba tan enganchada que no podía ni apartarla, así que la rodeó y la dejó ahí un ratito, tratando de consolarla. Cuando se calmó un poco, ella sola se retiró, limpiándose muy dignamente las lágrimas. - Bev, va, no llores. - Ahora me siento idiota. - Respondió la niña, llorosa. Marcus se estaba muriendo de ternura, pero no la quería ofender, así que fue todo lo comprensivo que pudo. - No eres idiota en absoluto, llorar es normal. Yo también lloré cuando se fueron Howard Graves y Anne Harmond, los prefectos que estaban conmigo cuando yo estaba en segundo como tú. Les tenía mucho cariño. - La niña le miró, llorosa y con un pucherito, y dijo. - No quiero que te vayas. Eres el mejor prefecto. - Marcus rio un poco. - Seguro que Colin va a... -¡No! ¡Como tú, no! - Se llevó la mano al pecho. Cuando tenía la edad de Beverly, pensó que, algún día, habría niños que estarían tan tristes como él cuando se fuera del castillo. Pero no se había imaginado hasta qué punto, solo era un sueño despierto que no pensaba ver realizado realmente.

    Beverly volvió a limpiarse las lágrimas con las mangas de mala manera, como si estuviera enfadada consigo misma por llorar. - ¿Sabes? - Preguntó él, que seguía medio arrodillado para ponerse a su altura. - Algún día, tú serás prefecta. Y, cuando te gradúes, seguro que hay alguien que llora un montón porque te vas. - Le secó las lágrimas con el pulgar y la niña siguió mirándole, con los ojos brillantes. De repente, frunció el ceño. - Pienso comparar a mi compañero contigo constantemente, para que sepa donde está el listón. - Marcus soltó una carcajada y negó. - No, no hagas eso. Venga, prométeme que no harás eso. -¿Por qué? Eres el mejor prefecto, te han dado un montón de premios, y te vas a ir, y quiero que a nadie se le olvide que eras el mejor prefecto, y que todos sean como tú, si no, no vale. - Le secó otra lágrima, mirándola enternecido. - La superación y la grandeza tiene que venir de uno mismo. Busca superarte a ti misma todo lo que puedas, y deja que cada uno siga su propio camino, que lo elija. A mí no me pidió nadie llegar hasta aquí, yo mismo tracé mi camino. Busqué en quién inspirarme. Y, sobre todo... He intentado ser buen compañero para la prefecta Farmiga y el resto de prefectos siempre, en todo momento. - La niña le escuchaba atenta, y sorbió un poquito antes de responder. - ¿Incluso con el exprefecto Layne? Era malo y cruel. - Marcus frunció los labios y asintió. - Incluso con él. Él conmigo decidió no serlo, pero yo tenía muy claros mis principios. - Y ahora él está expulsado y tú tienes un montón de premios. - Dijo ella con superioridad, lo cual le hizo reír. - Pues sí, así que ya sabes: sé siempre buena compañera. - En ese momento empezó a sonar la música y él se puso de pie y sonrió. - Y dicho esto. - Puso una mano tras su espalda y le tendió la otra. La niña abrió los ojos como platos, casi asustada. - ¿Me concede la princesa de Ravenclaw este baile antes de partir? - Los ojos le brillaban, y tardó unos segundos en reaccionar, pero finalmente agarró su mano y salió con él a la pista.
    Merci Prouvaire!


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    Vie Mar 18, 2022 9:39 am

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    CON Alice EN Gran Comedor EL 2 de junio
    La música empezó y Alice hizo un gesto significativo con los ojos hacia la pista y luego a Sean. — Ah, ¿que te tengo que sacar en serio? — Ella resopló y negó con la cabeza. — Déjalo, Hastings, te saco yo a ti. — Contestó ella tirando del brazo de su ahora confusísimo amigo. — Pero, ¿eso se puede hacer?¿Pues no me estás viendo? — Dijo mientras lo arrastraba hacia la pista, percibiendo un inicio de mirada asesina por parte de donde Hillary estuviera sentada. — ¡Sí señor! — Jaleó Oly. — ¡Rompe los moldes de los roles, Gal! De aquí a la poligamia no hay nada. Ay, Merlín… — Se quejó, para variar, su amigo.

    Llegaron a la pista y Alice puso la pose para bailar, mientras Sean parecía no saber muy bien donde poner las manos, pero la música empezó a sonar y al final la agarró muy suavemente. — ¿Ahora te va a dar vergüenza bailar conmigo? Bueno es que nunca habíamos bailado. — Se rio un poco y ya la agarró más fuerte. — Sean, tienes que perderle el miedo a que cualquier paso que des, asuste a Hillary. — Él entornó los ojos. — Qué fácil se dice eso ya cuando llevas meses con tu novio, tan felices y contentos. — Ella negó con la cabeza. — Pues por eso mismo te lo estoy diciendo, porque sé de lo que hablo y a dónde se puede llegar. Mira, sé a ciencia cierta que, obviamente, lo que tú hagas o no hagas cuenta, porque casi se desmaya del gusto cuando te ha visto ahí al pie de las escaleras. Pero no cuenta ni de lejos como todo lo que se está pasando por su cabeza y el miedo que siente. — Sean suspiró y la hizo girar. — No deja de ofenderme un poco que tenga ese miedo de mí precisamente. — Alice suspiró. — Es que no es de ti. Es que tú ahí tienes muy poco que ver, por eso te he dicho que no importa tanto cada paso milimétrico que das. — Le miró a los ojos. — No sabes lo que es ver cómo el desamor destruye a alguien. — Su amigo dejó caer la mirada. — No es lo mismo, Gal. No, es verdad. Lo suyo es más descorazonador que lo mío. Yo tuve catorce años de mis padres siendo felices para saber que al menos hay parte buena. Ella solo ha conocido a su madre destrozada toda la vida por un mago que la abandonó. — Sean chistó y bajó la voz. — No sé por qué siempre hay que recalcar que fue un mago. No hay madres solteras entre los muggles, ¿o qué? — Ella se encogió de hombros. — Primero, fue un factor. El señor ese dejó a Lindsay por su familia mágica apañada, y no se separó de su mujer por una cuestión de pureza, porque su familia no lo consentiría. Conozco más de uno así. Y segundo, porque eso es lo que tendrá en cuenta la madre de Hillary.Pues mi familia no ha tenido en cuenta para nada que sea de entorno muggle.Porque, de nuevo, Sean, tu familia y tú, estáis en la parte aventajada de esto. — Su amigo suspiró y volvió a hacerla girar. — Tú la conoces más que nadie. — Ella sonrió y asintió. — Dime la verdad… ¿Tú crees que esto durará? ¿Tú crees que me quiere lo suficiente? — Alice rio y ladeó la cabeza. — Con toda seguridad. Al menos lo de que te quiere. Desde que te conoció, está perdida por ti, y Neil Holbein, y los piques y todo eso… Era solo porque te adora, pero no sabe cómo manejarlo. — Él se rio. — Pues ya somos dos. En cuanto a durar… — Suspiró. — No puedo asegurarte nada, eso ya depende de vosotros. Pero te aseguro que si le ponéis voluntad… Durará para siempre. — Sean rio y la apretó un poco más fuerte cariñosamente. — Al final sí que está guay esto de bailar. Sobre todo para tener conversaciones intensas y que parezca que estamos de coña. — Ella sonrió y dijo. — Si yo te contara… — Buscó a Marcus con la mirada y dijo. — Mira… Cuidadito con los del rollito. — Dijo señalando a Marcus y Hillary con la cabeza y riendo. — No te rayes, tío. — La agarró y la inclinó de golpe. — No me rayo, mira qué atrevido soy. Tú y yo tenemos más flow y química que ellos.Cuidado me vayas a tirar. Dedícate a las pociones, señor química. — Contestó entre risas.

    Eh, Gal. — Oyó a su lado. — Me debes tres minutos. — Se giró y vio a Creevey con una camisa y bastante repeinado y no pudo evitar reírse. — ¡Pero bueno! ¡Qué señor más elegante! — Sean les miró a ambos. — Ah no, no, eso sí que no me lo perdona Marcus, vamos, si te dejo en manos de Creevey. — Alice se puso una mano en la cadera y le miró. — ¿Disculpa? Dejas a Creevey en mis manos, no a mí en las de él. — El chico se rio y la cogió de la mano. — Eso está por ver. Mira y aprende. — Y tiró de ella hacia la pista. — Oye, qué alto estás, si ya casi mides más que yo, ¿cuando has crecido tanto? — Benjamin puso expresión chulita. — Te puedes subir en mis pies si quieres. — Alice suspiró y le dijo en el hombro. — No te pases, eh, rico. — Le sonrió. — A ver, qué te pasaba antes. Cuéntaselo a Gal. Nada, quería demostrarte lo buen bailarín que soy y tengo mucho sentido del drama. — Dijo cogiéndola de las manos y bailando al ritmo de la música, haciéndola reír. — Va… No fastidies, Benjamin. Y no me digas que es por fastidiar al prefecto que sabemos que no.


    Merci Prouvaire!


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    Sáb Mar 19, 2022 1:36 pm

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    CON Alice EN Gran Comedor EL 2 de junio
    Recordaba cuando Alice y él fueron sacados a bailar por sus respectivos prefectos. Alice estaba muerta de vergüenza, lo sabía porque no dejaba de mirarla de reojo mientras bailaba con Howard y tenía la cabeza agachada, las mejillas sonrosadas y una risita incontenible, era muy graciosa. Claro, el Marcus de doce años intuyó que esas eran las reacciones cuando alguien te gustaba y como con él no las tenía... En fin, vaya erudito. Él estaba también un poco así con Anne, aunque como siempre le había encantado dárselas de importante y aparentar, de entre la vergüenza reunió valor para sacar pecho y que todos le miraran. Beverly, después de enfadarse consigo misma por llorar, y ponerse un poquito colorada por la proposición para bailar con él, pasó directamente a la fase de sacar pecho, mirando de reojo a los demás con la dignidad de una verdadera princesa a la que un rey saca a bailar. A Marcus le hacía muchísima gracia.

    - ¿Sabes qué? Me acuerdo muy bien de tu ceremonia de selección. - La chica le miró con los ojos muy abiertos, y ahí sí se sonrojó un poco, aunque acto seguido volvió a ponerse muy digna. - Ah ¿sí? ¿Te fijaste en mí? - Se tuvo que aguantar la risa. Menuda era su Beverly. - Yo me fijo en todas las personas que desprenden grandeza y acaban en la casa Ravenclaw, como tú. - La chica hizo un leve bailecito con los hombros de superioridad, con una caída de ojos. - Yo también te había visto a ti, y sabía que eras el prefecto de Ravenclaw. Me enteré antes de llegar, porque mi padre conoce a tu madre. - Se mordió el labio inferior con una sonrisilla, de nuevo por no reír, asintiendo lentamente. - ¿Sabes lo que es una hatstall? - La niña le miró. - Sí. Me dijeron que yo fui una, pero no me gusta. - Marcus ladeó la cabeza. Igualmente, Beverly no había lanzado ese argumento del todo convencida, la conocía ya. - ¿Por qué no? -Porque yo soy Ravenclaw. - Contestó tan automáticamente que eso ya sí que le hizo reír. - Y yo también, y aún así... El sombrero también se lo pensó un poquito. - Se le quedó mirando unos segundos, como si reevaluara, pero luego perdió la mirada. - ¿Un poquito, cuánto? Porque conmigo tardó un montón y no sé por qué. Yo creo que ese día estaba roto. O cansado, porque me sacó de las últimas. Yo quería haber salido la primera. - Rio levemente y, con tono calmado y paciente, explicó. - Una persona hatstall es alguien que encajaría a la perfección en más de una casa, por lo que el sombrero debe tomar una decisión muy muy difícil. Todos tenemos valores de todas las casas, pero hay algo que hace que no seamos... Perfectos para tres de ellas, pero sí que lo seamos en muy gran medida para la cuarta, que es para la que somos seleccionados. -

    Hizo una leve pausa, rememorando. - A mí me dijo que me lo pasaría muy bien en Hufflepuff. - Beverly arqueó una ceja, mirándole, y se le escapó totalmente el tono despectivo cuando preguntó. - ¿En Hufflepuff? - Marcus soltó una carcajada. - Eh, es una gran casa. De hecho, la mayoría de mis amigos son de Hufflepuff, y mis dos cuñados. Que a ninguno de ellos los he elegido yo, pero se ve que atraigo el poder Hufflepuff en mi entorno. - Beverly soltó una risita. - Pero no te pega para ti. - Es cierto. Soy demasiado ambicioso y estricto para esa casa. - Bailaron en silencio durante unos segundos. Veía a Beverly maquinando mentalmente, pero él decidió aportarle más datos. - En Gryffindor estaba claro que no encajaba... Pero Slytherin... - Tu madre es de Slytherin. Como mi padre. - Marcus asintió. - Y me hubiera pegado bastante esa casa... Pero me gusta demasiado el conocimiento, aprender y ser cada vez más sabio. Y soy ambicioso, pero no pretendo... Quitarle el puesto a nadie. Yo sigo mi camino, como te he dicho antes. Busco mi propia gloria, pero no quiero quitarle la suya a los demás. No quiero decir que todos los Slytherin sean así, mi madre no lo es, pero supongo que tienen un punto competitivo que a mí... - Se encogió de hombros. - No me importa demasiado. Tengo mis propias metas. Y me van los retos, ponerme a prueba a mí mismo, no ganar por el hecho de ser un ganador, sino por demostrar que puedo ser mejor cada día. - Beverly estaba muy callada y pensativa. - Soy mucho más feliz en Ravenclaw de lo que lo hubiera sido en Slytherin, aunque es una casa que también va con mi personalidad, por eso el sombrero se lo pensó. - Beverly había bajado la mirada. Bueno, ya había llegado al punto que sabía que llegarían.

    Le puso los dedos en la barbilla para alzársela levemente. - ¿Por qué te pones triste? - Ella arrugó los labios. - Porque el sombrero se lo pensó demasiado conmigo. Me puse muy nerviosa y me enfadé, pensé, "sombrero tonto, ¡mándame ya donde sea!", y me gustó mucho entrar en Ravenclaw porque soy muy lista, la más lista, soy mucho más lista que mi hermano. - ¡Es verdad, conozco a tu hermano! Es Eric Duvall ¿no? De quinto de Slytherin. - La niña asintió. - Es muy amigo del prefecto Greengrass. - Contactos, volvió a pensar Marcus, cómicamente. - Y por un lado, quería entrar en Slytherin y decirle, "para que veas, soy como tú, y pienso ser mejor que tú y más Slytherin que tú", pero por otro, en realidad, prefería entrar en Ravenclaw, porque siempre le he dicho "soy más lista que tú", y si entraba en Ravenclaw pues era la prueba definitiva de que era más lista que él. - Marcus rio un poco, pero Beverly seguía sin estar convencida. - Me encantó entrar en Ravenclaw, me sentí... ¡Buah! Y me gusta estar aquí, pero a veces... La gente me dice que debería estar en Slytherin, y que soy mala. - ¿Que tú eres mala? ¿Quién te dice eso? - La niña se encogió de hombros, apesadumbrada, y los ojos se le estaban poniendo llorosos. - El único que me llama princesa de Ravenclaw eres tú. - Se le encogió el corazón, tanto que dejó de bailar y se agachó ante ella otra vez. - Levanta la mirada. - Le pidió, alzándole la barbilla de nuevo. - El sombrero se lo pensó contigo, ¿y sabes qué? Que eso te hace aún más especial. - La niña parpadeó, pero el brillo lloroso de sus ojos se transformó ligeramente. Él alzó la barbilla también. - Tienes tantas virtudes, eres tan buena, que no solo una casa podría haberte acogido, sino dos. Eres inteligente como Rowena y astuta como Salazar. Si estás en Ravenclaw es porque no se puede estar en dos casas a la vez, pero podrías si quisieras. Aprovecha lo que tienes y como eres, pero no lo uses como un arma contra los demás. Demuestra por qué se decantó por Ravenclaw, y lo hizo porque, de poder elegir entre arremeter contra otros o trazar tu propio camino hacia la grandeza, valorando esa inteligencia que tienes, tu corazón se decantaría por la segunda opción... Pero podrías usar la primera si quisieras. - Ella sonrió con ese puntito malévolo que tenía y él le devolvió la sonrisa. - Hay princesas duras y princesas justas, que son así por naturaleza. Tú vas a ser una princesa justa... Por elección. Eliges eso, y el hecho de elegir eso y no lo otro, es lo que te hace mucho más inteligente y valiosa que a todas las demás. - La niña amplió la sonrisa y se lanzó a sus brazos de nuevo. - Voy a echarte mucho de menos, Marcus. - La apretó un poco más. - Y yo a ti, Bev. Pero nos veremos fuera, ya verás. - La niña se separó y, con orgullo, le dijo. - Voy a ser la digna princesa coronada por el único rey de Ravenclaw que ha habido, y seré la mejor, pero justa como tú. - Eso le hizo reír. La niña puso expresión dubitativa y, tras unos segundos, se sacó algo del bolsillo y lo dejó rápidamente en su mano. - Toma. Luego lo lees. - Y, sin media palabra más, salió corriendo y se perdió entre la gente. Marcus bajó la mirada. "Para Marcus O'Donnell, el rey prefecto de Ravenclaw", rezaba un letrero en brillante color azul en un sobre marrón. ¿Le había escrito una carta? Maldita sea, y se había ido corriendo, y ahora le latía el corazón a toda velocidad. Cuando se lo dijera a Alice, se iba a morir de risa, o de ternura, como estaba él.

    - ¿Te ha dejado ya libre tu acosadora personal? - Preguntó Hillary, con voz socarrona, a su lado. Marcus seguía aún agachado, y mientras se puso de pie, la chica añadió con una sonrisa ladina y los brazos cruzados. - Estaba claro que te iba a escribir una carta de amor. - Y no esperes leerla porque es privada. - Hillary soltó una única carcajada. - Si es que les das alas, O'Donnell. - Pues claro, es lo mío, dar alas. Comparto mi vida con un pajarito. -Hillary volvió a reír, y él se quedó mirándola. Se guardó la carta en un bolsillo y procedió a su próxima actuación, pero su amiga le vio venir y suspiró. - Ay, Marcus, de verdad... - Va, Hills, ¿por qué no te ablandas aunque sea por hoy? Por ser el último día. - Le miró con los ojos entornados y media sonrisa, hasta que concedió. - Está bien. - Marcus puso una sonrisa brillante y, tras una pronunciada reverencia, pidió. - Señorita Vaughan, ¿me concede el honor de este baile? - Ella se guardó otro suspiro, pero al final rio un poco y respondió la reverencia con otra, diciendo. - Con mucho gusto. - ¡Wow! Esto sí que no me lo esperaba. - Menos cachondeo que todavía me arrepiento. - Ambos rieron, pero salieron juntos a bailar.

    Los primeros instantes estuvieron en silencio. Marcus ladeó la sonrisa, mirándola, y preguntó. - ¿Asustada? - La otra le miró con una ceja arqueada. - ¿De ti? - Marcus puso cara de circunstancia. - Segunda Ravenslytherin con la que bailo en los últimos diez minutos. - Rodó la mirada hacia Sean, que en esos momentos bailaba con Alice. Hillary suspiró. - Es muy difícil de explicar, y una historia muy larga. - El mundo está lleno de capullos. - Soltó Marcus, y su arrebato pilló a Hillary desprevenida, tanto que le miró confusa, con los ojos muy abiertos. Él se encogió de hombros. - Es la verdad. Lo único que puedo decirte es que Sean no es uno de ellos. Y que yo sé lo que es estar enamorado como un idiota de tu mejor amiga durante siete años y darte pánico que, si te acercas más de la cuenta... Salga volando. - Hillary bajó la mirada y no dijo nada. - Oye... No sé... Por lo que has pasado. Es decir, lo sé, pero no lo he vivido en propia piel. Mi vida ha sido fácil, y la de Sean, nada que ver con la de Alice y la tuya... Pero os queremos. Mucho. Que no hayamos pasado por vuestra situación, no quiere decir que... Estemos dispuestos a daros lo que os haga falta. Estemos dispuestos a... Construiros un nido en condiciones. - Se mojó los labios. - Yo no puedo garantizarle a Alice que la historia de sus padres no se va a repetir, porque lo de Janet fue inevitable, igual de inevitable que sería si me ocurriera a mí o a ella. - Hillary solo le miraba, con los ojos brillantes. - Lo de... Ese hombre que estuvo con tu madre, sí que era evitable. Y Sean no es así, nunca haría algo así. Eso es fácil de evitar, Hills, pero la manera de evitarlo no es... La que tú te crees. Y entiendo tu miedo, de verdad, pero... - Puso una sonrisa comprensiva. - Alice también tiene ese miedo, supongo que ya te lo habrá dicho. Pero no vamos a negarnos la felicidad el uno al otro. E insisto, lo nuestro sería inevitable. Sean no te va a hacer pasar por lo que ese hombre hizo pasar a tu madre, te lo garantizo. - Hillary se secó una lágrima disimuladamente y volvió a agarrarse a él, pero no dijo nada.

    Fue segundos después cuando habló. - Has sido un buen amigo. Sigues siéndolo. - Marcus sonrió levemente. - Tú también. - Hillary rio en silencio. - ¿Seguro? A veces parecía que me querías matar. - ¿Y tú a mí no? - Ella rio, esta vez a carcajadas. - Que hayas sido un buen amigo no quiere decir que no hayas sido tremendamente insoportable por momentos. - Rieron juntos, tras lo cuál él se acercó un poco más a ella y le dijo, en voz más baja. - Has sido una rival muy digna. - Hillary puso expresión astuta. - ¿Solo digna? - Él ladeó la cabeza varias veces. - Aún quedan dos días. Podría cambiar mi veredicto. - Idiota. - Eso les hizo reír también, tras lo cual se quedaron en silencio. - A mí también me vas a tener siempre, Hills. A todos. El mundo mágico no te va a dar la espalda, no si podemos impedirlo. - Se detuvieron, y tras unos instantes, se abrazaron. - Voy a echar de menos pelearme contigo todos los días. - Confesó la chica en el abrazo, lo cual le hizo reír. - Puedes regalarme un cacharro de esos como los que tiene tu madre con los que se puede hablar en tiempo real y me llamas todos los días para echarme la bronca. - Hillary rio aún más, pero no se soltaron, se quedaron unos segundos más así. - Te quiero mucho, don prefecto condecorado. - Sonrió. - Y yo a ti, Letrada Vaughan. -
    Merci Prouvaire!


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    Sáb Mar 19, 2022 5:46 pm

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    Ese chico que tantos quebraderos de cabeza les había dado a todos, ahora agachaba la cabecilla, mientras intentaba seguir bailando con ella, aunque no perdía la sonrisa chulesca. Pero Alice le conocía muy bien y sabía que algo tenía. — Conmigo no intentes hacerte el chulo que te conozco muy bien, Benjamin. — Él resopló. — Ay, que sí, Gal, que eres la mamá de todos, que nos conoces, que eres la guay, cuando O’Donnell es el pelma… — Negó con la cabeza y miró hacia el techo. — Ese es el problema. — Ella ladeó la cabeza y frunció el ceño. — ¿Es un problema? — El chico suspiró. — Pues un poco. — Torció el gesto de la boca y cambió el tono a uno menos seguro. — Ya os vais. Y no conozco un Hogwarts sin vosotros. No sé cómo… Proceder. — Ella se rio un poco. — Solo tienes que tocarle intensamente las narices al pobre Colin tal y como haces con Marcus para seguir siendo el Creevey de siempre. — Él suspiró. — No es eso… A ver sí, yo toco mucho las narices pero… — Se rio y entornó los ojos. — Ya sé que no es así, pero, para mí, era como si las normas las hubiera inventado el prefecto O’Donnell, ¿sabes? — Ella soltó una carcajada también, pero Benjamin siguió hablando. — Me encanta rebelarme, pero… Sentía como si O’Donnell fuera el que moldeaba las cosas, como un profesor más. Yo voy a lo loco, no conozco casi nada del mundo, mis abuelos me tenían en un caparazón… Y, desde que entré en Hogwarts… Este es mi mundo. Con O’Donnell y sus normas, con Andrew diciéndonos como jugar al qudditch, contigo recomendándonos pociones, y abrazándonos cuando llorábamos porque teníamos nostalgia, o porque habíamos suspendido… Con los dos haciéndonos entrar en razón incluso cuando no queríamos. — Ella volvio a reír otra vez, pero más enternecida. — Sigue quedando gente buena detrás de nosotros, Benjamin. — Él se encogió de hombros. — Pero no será lo mismo. Y, joder, pienso, menuda imagen se van a llevar de mí, y cuando me recuerden será como “eh, ¿te acuerdas de aquel criajo de Creevey? Ah, sí, puto malcriado, sigo teniendo pesadillas con él”. — Ambos se echaron a reír. Qué endiablado era cuando quería. — Te aseguro que no pensamos eso de ti, Benjamin. Nadie lo piensa. Bueno, lo pensamos a ratos, porque a veces eres imposible, pero sabemos que tienes un buen fondo. — Se acercó a él y le dio con el hombro. — Antes de llegar tú… La más problemática de Ravenclaw era yo. — Él rio y, de nuevo, estaba con la cabecilla gacha. — Yo no he tenido padres, Gal. Mis abuelos, pero… No padres de verdad. — La miró a los ojos. — Con vosotros, a veces he sentido que los tenía. Con todo lo bueno y lo malo, eh, que me desesperais. Y tú pegas muy buenas collejas. — Alice resopló pero no perdió la sonrisa. — Solo cuando las merecías. — Él señaló con la cabeza a Marcus. — Os voy a echar de menos. Mucho. De hecho estoy un poco perdido sin vuestra referencia. — Le apretó el hombro con cariño y, de nuevo, sonrió con ternura. — Te quedan cuatro años. Sé que esto es difícil para ti, pero intenta no liarla tanto que acabes con la paciencia de Arabella y, cuando salgas, búscanos. Sabes que Marcus y yo siempre estaremos para ti, para ayudarte en el mundo o como sea. — El chico asintió con la cabeza y ya hizo amago de irse. — Eh, Ben. — Le detuvo ella tirándole del brazo. — No te quedes sin decirle todo eso a Marcus. Créeme que lo sabrá valorar y mucho. — Él se encogió de un hombro y puso la carilla de diablo con esa sonrisa característica. — ¡Sí, hombre! Y que se lo empiece a creer. Hasta ahí podíamos llegar. ¡Benjamin! — Le llamó entre risas, pero ya se estaba perdiendo en la multitud. — ¡Ve a por tu hombre! ¡Que Vaughan te lo quita!

    Se dirigió hacia Marcus y su amiga. — Bueno, bueno, bueno, señores, ¿qué se cuece por aquí? — Dijo poniéndose entre los dos, rodeando a cada uno con un brazo. — ¿No estarás intentando levantarme el novio, ¿verdad? — Hillary rio y chistó. — Ya no caigo en esa broma, Gallia. — Los tres rieron y ella le dio en la nariz. — Pues Sean estaba muy preocupado de que nos vieras bailar. — Su amiga volvió a reír y miró para atrás. — Creo que si no voy yo a sacarle a bailar, no se va a dar por aludido. — Alice chasqueó la lengua y negó. — No, no señora. Así que te sugiero que te pongas a ello. — Hillary la empujó un poquito. — Anda, ten, aquí te dejo este. Ni regalado lo querría.— Terminó sacándole la lengua. Alice aprovechó y pasó los brazos por el cuello de Marcus. — Hola, prefecto mío. — Empezó a mecerse suavemente. — Tengo una propuesta para ti. — Susurró, sin dejar de mirarle. — Ahora mismo la fiesta está a tope. — Dijo paseando los ojos por la sala. — Hay tanto tumulto que… Si nos vamos, nadie se va a dar cuenta. — Acarició con suavidad su mejilla, mirándole anonadada. — Y yo quiero escaparme una última vez con mi prefecto… A ver las estrellas. A ese lugar a donde siempre vamos a ser nosotros mismos y a estar solos. — Le besó brevemente. — ¿Qué me dices prefecto? ¿Te escapas conmigo a la Torre de Astronomía… solo un poquito… Y luego te prometo que volvemos a la fiesta?

    Merci Prouvaire!


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    Dom Mar 20, 2022 12:51 am

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    Dejó un toque cariñoso en su mejilla cuando se separó de ella y le guiñó un ojo, haciendo que Hillary se riera, y siguieron bailando durante unos instantes más hasta que se les acercó Alice. Rio fuertemente con su comentario. - Casi casi, mi amor, has llegado justo a tiempo. - Bromeó, y luego se llevó la mano al pecho. - Entiéndeme, te he visto confraternizando con el enemigo y... - Comentó en referencia a que su novia acababa de bailar con Creevey, que la había visto, aunque por supuesto seguía de broma, de hecho rio justo después.

    Puso cara de ofensa. - Qué mentirosa. Eso no es lo que me has dicho hace unos minutos ¿eh? - Hillary simplemente le sacó la lengua cómicamente y se fue a buscar a Sean. Ya estaba a solas con su novia, a quien rodeó por la cintura y dedicó una sonrisa radiante. - Hola, enfermera mía. - Respondió. Arqueó las cejas. - Uh, a ver. - Una propuesta. Estaba tan contento que estaba abiertísimo a cualquier cosa que le pudiera proponer... Bueno, como siempre tratándose de Alice, a quién quería engañar ya a esas alturas. La escuchó y, conforme hablaba, fue arqueando de nuevo una sola ceja y ladeando la sonrisa. - Ahá... - Respondió a mitad del discurso. Recibió su beso y se mojó los labios, mirándola, porque había sido un beso breve pero tan dulce como eran todos los que se daba con ella, y le encantaba saborearlos. - Me parece un gran plan. - Dijo mientras seguía bailando. Ladeó la cabeza. - Si bien no me creo eso de que vaya a ser solo un poquito, siendo tú... Pero no me importa. - Rozó con un dedo el pin del águila dorada que llevaba su novia prendido al vestido y dijo. - Somos águilas... Necesitamos un poco de aire de vez en cuando. Despegar los pies de la tierra... Ya me ha quedado claro que se te da muy bien eso, y yo sé elegir a mis compañeras de vuelo. - Se acercó un poco más a ella y pegó su frente a la suya, cerrando los ojos. - Vámonos... Pero dame un momento... - Los abrió y la miró a los suyos. - Quedémonos en la tierra unos segundos más... Hasta que acabe la canción... Y luego nos vamos a volar por ahí. - Sonrió levemente. - Tú me enseñaste a bailar aquí mismo, en una fiesta... No sé si van a quedar canciones lentas cuando volvamos de nuestro paseo y... Quería bailar contigo. - Les quedaban muchos, muchísimos bailes por hacer, pero no serían en Hogwarts. Quería disfrutar de aquello por última vez, por lo que simplemente dejó que su novia reposara la cabeza en su pechó y él apoyó su mejilla en su pelo, y allí se quedaron, disfrutando de la cercanía el uno del otro, bailando en silencio.

    La canción terminó y él, que había vuelto a cerrar los ojos para sentir que estaban solos, los abrió y la miró con una sonrisa. El ritmo de la música había cambiado a uno mucho más desenfadado y ahora sí que se había organizado un buen alboroto. - Vale, esto lo controlas tú mucho más que yo. - Dijo, picándola un poco, aludiendo a su caos. - Así que, cuando quieras... - Le dio la mano y susurró. - Llévame a ver las estrellas, Alice Gallia. -
    Merci Prouvaire!


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    Dom Mar 20, 2022 12:33 pm

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    Yo no confraternizo, y Benjamin no es el enemigo, al menos esta noche no, creo. Démosle tiempo, todavía la lía una última vez antes de que sueltes el puesto. — Y rieron, así abrazados, meciéndose lentamente al ritmo de la música. Cuando aceptó su plan ladeó la sonrisa. — Pero qué poco confías en mí, prefecto mío. ¿Cómo no iba a traerte yo de vuelta para el baile con Arabella? Llevamos soñando de momento desde segundo, por lo menos. — Rio y se apoyó en su pecho. — Sí que te enseñé sí… De hecho espero que este no sea el último baile de esta noche. — Y se dejó llevar por la música y los brazos de Marcus, disfrutando del momento. Ahora que era su último baile, no podía evitar pensar en todos los momentos diferentes que habían vivido así tal cual. Cuando le enseñó aquellos pasos tras los árboles de Navidad, para que bailara con la prefecta; cuando bailaron así en Saint-Tropez, en la feria, ese momento en el que el corazón le saltaba y que, sin saber bien por qué, había marcado un antes y un después en ellos, porque después de esa noche empezaron a tener mucho más claro que lo de amigos se les quedaba corto; las navidades de quinto, proponiéndose los retos del milenio, que solo eran una excusa para poderse verse más; aquellas mismas navidades, antes de irse a pasar las fiestas juntos, con un mar de dudas ante ellos, y todo el amor del mundo en sus ojos, gritando por ser verbalizado. — Cuántos momentos hemos pasado tú y yo bailando juntos. — Dijo al final, con una sonrisa enamorada. — Me encanta bailar contigo. Pienso seguir haciéndolo toda la vida.

    La música cambió y ella ladeó la sonrisa. — Mira y aprende, prefecto, que ya va siendo hora de que empieces a hacer cositas un poco más prohibidas. — Pero no pudo evitar mirarle con ojos ilusionados cuando le dijo así que le llevara a ver las estrellas. Al final le desbarataba el plan porque se lo llevaba del tirón delante de todos y sin disimular. Vio que sus amigos salían también a la pista, junto a muchos alumnos, y ella empezó a moverse también al ritmo, tirando de Marcus por toda la pista, para ser bien vistos y localizados, haciendo como que se chocaba con personas claves, y saludando aquí y allá. Y justo cuando llegaban al otro extremo de la pista, se deslizó entre la gente, tirando de Marcus hasta llegar a la puerta del comedor. Ya en las escaleras, levantó los pies de uno en uno para quitarse los tacones, que las huidas así eran más complicadas, y miró a Marcus con una sonrisa. — ¿Qué? ¿Cómo lo ves? ¿Soy la mejor escapándome contigo o no? — Aprovechó la altura de los escalones y le dio un beso, quedándose unos segundos después así, rodeando su cuello y mirándole a su altura. — ¿Pero sabes en qué soy buenísima también, prefecto? — Se había ido agarrando poco a poco la falda del vestido y dijo. — ¡En hacerte salir corriendo! — Dijo subiendo las escaleras rápidamente entre risas, como si tuviera once años otra vez. Ah, es que le encantaba hacerle eso.

    Fueron subiendo los pisos persiguiéndose, haciéndose cosquillas y besándose furtivamente, hasta que llegaron a la Torre de Astronomía. Ahí corría el viento bastante fuerte, y Alice aprovechó para recuperar la respiración. Se apoyó en la barandilla y levantó la mirada al cielo. — El cielo nos ha dado… Y las claras estrellas… Hermano sol, hermana luna… — Se giró hacia su novio y le apartó los rizos de la frente, como le gustaba hacerle. — Algo cambió en nosotros esa noche de San Lorenzo, ¿eh? — Pero luego miró el lago. — Pero nuestra historia se empezó a escribir allí. Y siguió aquí, muchas veces. — Miró la torre y dijo. — He de decir que aunque tengo muchos sitios que me encantan en este castillo y con mucha importancia para nosotros… Este es probablemente el que más me gusta. — Se acercó a él y le tomó de las manos. — ¿Te acuerdas el primer día cuando te dije que quería saber cómo se veía el mundo desde aquí arriba? — Rio y le besó con suavidad. — Creo que entonces no lo sabía, pero realmente sentía que no valía de nada descubrir cómo se veía el mundo desde aquí… Si no lo hacía contigo. — Rozó su nariz con la suya. — Y mira qué bien se ve. Parece que es nuestro. Y lo será, si lo conquistamos juntos. — Se le empañaron los ojos. — Me da mucha pena irme del lugar en el que te conocí. Donde te besé por primera vez, donde nos acostamos por primera vez, donde me hiciste la declaración más bonita del mundo… — Suspiró y apoyó su frente sobre la de él. — Pero si es para conquistar el resto de lugares y para acumular tantas otras primeras veces… Merece la pena. — Y ya sí, pasó las manos por su cuello y le dio un beso de verdad, de esos que se daban cuando estaban solos por completo, entregándose y perdiéndose el uno en el otro.

    Merci Prouvaire!


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    Dom Mar 20, 2022 1:57 pm

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    Puso falsa expresión de ofensa sorprendida, con los labios entreabiertos en una sonrisa leve. - ¿Perdón? ¿Es que no me has arrastrado ya a suficientes cosas prohibidas, Gallia? Creo que los premios a mi excelencia de esta noche te han perjudicado la memoria, pero por ti... - He hecho las mayores locuras, las que no haría por nadie más, y las pienso seguir haciendo, pensó, pero dejó la frase en el aire, aunque fuera por el momento, porque veía la carilla traviesa de Alice y parecía escucharla maquinar mentalmente su plan de huida. Fueron tropezando con unos y otros, y siguiendo a Alice fue saludando a personas al pasar, felicitando y recibiendo felicitaciones entre risas. Esa novia suya, en todos esos años, le había enseñado a disimular bastante bien, e incluso a mentir (ocultar la verdad, quedaba mejor). Quién se lo iba a decir a él. Pero no se arrepentía lo más mínimo.

    - Emoción controlada, como a mí me gusta. - Dijo cuando consiguieron salir del comedor, pero se quedó mirándola quitarse los tacones. Entrecerró los ojos y ladeó una sonrisa. - ¿Crees que no sé lo que estás haciendo, Gallia? - La pregunta de ella le hizo soltar una carcajada. - Eres la mejor en demasiadas cosas. - Comentó con adoración y un punto de picardía, recibiendo su beso y cerrando los ojos, porque le encantaba esa sensación, estar así con ella, escaparse juntos... Y claro, bajó la guardia. - ¡Alice! ¡No me lo puedo creer! - Ella no sería ella si no se escapara, y él no sería él si no se quejara. Salió corriendo tras ella, y como les llevaba pasando siete años, Alice era muy rápida y escurridiza pero él tenía las piernas más largas, por lo que, al final, a veces ella se forzaba en dejarse pillar, y él se forzaba en no pillarla tan pronto, por hacer el juego más interesante. - ¡Pajarito cazado! - Dijo entre risas una de las veces que pudo agarrarla por la cintura o incluso cogerla en brazos, corriendo un piso tras otro, revolviéndose, haciéndose cosquillas y besándose furtivamente, antes de dejarla escapar otra vez y volver a correr tras ella. Así llevaban siete años... Literalmente. Cada vez que sentía que la agarraba más fuerte, la dejaba escapar. La dejaba libre, por miedo a que se sintiera apresada y ya dejara de querer jugar. Pero solo era un juego. Su juego, un juego que duraría toda la vida y que no tenía más vueltas de hoja, porque ambos querían seguir jugando. Siempre querrían.

    Se apoyaron ambos en la barandilla, recuperando el aire tras la carrera. Marcus siempre sufría más que ella, tenía menos fondo físico. - Vas a acabar conmigo un día. - Dijo entre risas y jadeos, aunque eso era algo que también llevaba diciéndole desde primero. Miró las estrellas desde donde estaban y un recuerdo se activo en su mente, pero justo cuando iba a empezar a recitar, Alice se le adelantó. La miró, sonriendo como un bobo, y se le escapó una leve risa entre los labios. - La Madre Tierra; con frutos, prados y flores. - Continuó recitando. - El Fuego, el Viento. Aire y Agua pura. -Agarró una de sus manos y, con el índice de la otra, dibujó el símbolo del Aire en la palma de ella y el de la Tierra en la de él, y girándolas, puso el fuego en el dorso de la de Alice y el Agua en el suyo. - Fuente de vida; para sus criaturas; de su inmenso amor... - La miró a los ojos, sin soltar su mano, y sonrió a lo que dijo. - Ni aunque naciera de nuevo olvidaría esa noche. - Sí, la noche de San Lorenzo había cambiado algo en ellos, desde entonces no fueron los mismos. Habían dado muchos pasos pequeños en toda su historia que les acercaban más y más el uno al otro, pero aquel día, aquella noche... Tuvo la seguridad de que su destino estaba sellado con esa chica, y que, pasara lo que pasaba, eso nunca iba a cambiar.

    Miró hacia el lago, oyendo a Alice hablar. Asintió. Sí, la Torre de Astronomía también era uno de sus lugares favoritos en el castillo. La miró de frente, rio y recibió su beso. - Sí que me acuerdo. Mirábamos desde las barcas y pensábamos... Qué poco nos falta para estar ahí arriba, y cuánto nos queda por vivir. - Con los labios cerrados, soltó una carcajada muda. - Y no me hacía yo la menor idea de lo que me quedaba por vivir aquí. - Volvió a mirarla a los ojos. - Desde el principio quisimos verlo todo juntos. Sabíamos que el mundo se vería diferente desde aquí arriba, pero también que se vería diferente si lo hacíamos juntos. - Cerró los ojos cuando rozó su nariz, aspirando su perfume, ese aroma que ella desprendía siempre y tanto le gustaba, sonriendo. - Lo es. El mundo es nuestro. La eternidad es nuestra. - Respondió. Al abrir los ojos, vio como a ella se le empañaban, y el nudo en su garganta también se apretó. Apoyó su frente en la de ella, sintiendo toda esa emoción contenida, y besó sus labios, pasando las manos por su cintura y recibiendo el viento que azotaba su pelo y sus ropas desde uno de los puntos más altos de ese castillo.

    - Cuando empezó el curso... Estaba aterrado, y triste. - Empezó, con voz suave, cuando acabó el beso, pero sin separarse de su abrazo. - Era nuestro último año y... Estaba tan enamorado de ti, tan confuso. Tenía miedo de haberte perdido y de que, justo el último año que teníamos la oportunidad de vivirlo juntos, perdiéramos la oportunidad. No fue así, afortunadamente, pero durante los primeros meses, pensaba... Esto va a ser duro. Esto va a ser difícil. No quiero irme de aquí. No quiero dejar de verla todos los días, de jugar a nuestros juegos, de compartirlo todo juntos. De besarla cada vez que tenga oportunidad. ¿Qué pasará cuando salgamos? ¿Qué será de nosotros? - Rio y negó con la cabeza. - Todos esos miedos... Se esfumaron el día que te dije que estaba enamorado de ti, y que tú me dijiste que lo estabas de mí. - La miró a los ojos, con los suyos brillantes. - Ese día... Vi un futuro tan claro. Nos vi haciendo tantas cosas. Todos los sueños y planes que nos habíamos trazado, toda esa vida juntos. Las fiestas, los proyectos, los viajes. La familia que podríamos construir aunque fuera solo por estar el uno con el otro. Todo... Ese día lo fuimos todo. - Se le escapó una risa, y los ojos se le anegaron a él también. - Me has enseñado a perder el miedo, Alice. Yo era un niño asustadizo cuando me conociste, muy listo, sí, pero que no tocaba nada por miedo a lo que pudiera perder. Que solo volaba en su mente, pero nunca despegaba los pies del suelo. No hubiera volado nunca si no hubiera sido contigo. Tú me has dado alas a mí. - Apoyó su frente en la de ella y cerró los ojos. - Y mañana, cuando subamos a ese tren... Me dolerá. Me dolerá todo lo que dejamos aquí, me dolerá no volver al sitio en el que me enamoré de ti un poco más cada día... Pero es algo que no pienso dejar de hacer. Voy a enamorarme de ti cada día más estemos donde estemos, y tenemos un futuro tan brillante por delante que... No puedo esperar a empezarlo contigo. -

    Respiró un poco para contener la emoción y, con una sonrisa, se separó de ella y le hizo un gesto para que ambos se sentaran en su lugar de siempre, mirando el paisaje ante ellos. - Creo que esto ya lo sabes, puede que ya te lo haya contado, o quizás lo has intuido... Pero... No sé, quería decirlo aquí... Por última vez. - Reflexionó en voz alta, como si hablara para sí mismo, mirando el paisaje. Se agarró las rodillas flexionadas y empezó a hablar, mirando al lago. - Durante todos estos años, hasta este curso en el que ya ni yo mismo he podido con mi propio engaño, creo que... En cierto modo, y no me siento nada orgulloso... Me boicoteé a mí mismo contigo. - Se encogió de hombros. - Llevo enamorado de ti desde el primer día, ahora me recuerdo a mí mismo y pienso, "por favor, Marcus, pero si era súperobvio". - Rio un poco, pero luego negó, con la cabeza agachada. - Pero... No me veía con posibilidades. Creía que tú y yo solo podíamos ser amigos, que tú eras un pajarito libre y yo no era más que... Una aburrida rama de espino sin flores. - Volvió a reír, con un toque amargo. - En cuarto, organicé toda esa tontería de San Valentín solo por ti. Tú eras la única que tenía un regalo especial, tú eras la única que valoraría de verdad el reto de las palabras favoritas. "Mi palabra favorita empieza por A", ya. - Volvió a reír y a suspirar, mirándola de reojo. - Sean estuvo torpe, yo estuve más hábil poniendo "Alquimia". Como que no era obvio que era Alice y solo Alice mi palabra favorita. - Volvió a mirar al frente. - Y cuando vinimos aquí... Me abrazaste y... Me dijiste que siempre serías mi mejor amiga... - Se mordió los labios, recordando. - Y yo me estaba empeñando en negarlo, en no ser consciente por imposición de lo que sentía por ti, pero en el corazón no se puede mandar, y cuando oyó eso, el mío dijo... "ay, eso ha dolido". - Rio, volviendo a negar. - Y yo, cabezota como he sido siempre, seguí insistiendo: sí, mejores amigos, eso es lo que somos y lo que debemos ser. Prefería eso a perder lo que teníamos, o a hacerme a mí mismo un daño irreparable. -

    - Pero hubo un momento en el que... Tuve esperanzas. - La miró. - En quinto estuve a punto de mandar a la basura todo esa mentalización, ese autoboicot a mis sentimientos. En quinto debí decirte que te quería. - Se encogió de hombros y volvió a mirar al frente. - Después de la feria de San Lorenzo, como dices, cambió todo... Y cuando vinimos... Todo empezó a escalar. Nos besábamos más, como mucho más. - Rio. - Volvíamos a ser los de siempre, pero conociéndonos cada vez mejor, y... Cuando el reto del milenio... Lo hice por ti, todo lo hice por ti. Bueno, esto te va a sorprender: el niño de la historia era yo. - Él solo se rio a carcajadas. - Por Merlín, Alice, me sorprende que no te dieras cuenta de lo colado que estaba por ti. Menudo idiota he sido, como se me ha dado siempre tan bien disimular... - Suspiró tras la risa y siguió. - Pero hubo un día en concreto en el que tuve que hacer un gran esfuerzo por callar lo que sentía, pero estuvo a punto, pero muy a punto de salir. - Volvió a mirarla a los ojos. - El día de la final de duelo. Aquí mismo. - Se acercó a ella, aún ambos sentados. - Me moría por besarte. Recuerdo estar aquí contigo y pensar... "¿Cómo es posible que tenga que estar recordándole todas las cosas en las que es la mejor aun habiendo quedado aquí segunda? ¿Cómo es posible que no se dé cuenta de que... para mí siempre será la primera?" - Sonrió, nostálgico, sin dejar de mirar sus ojos. - Has sido la primera... Y la única, Alice. - Acarició su mejilla y miró sus labios. - "Prométeme que siempre me llamarás... Prométeme que conquistaremos el mundo... Solos tú y yo". Ese día debí decírtelo: te amo, Alice. Intento negármelo a mí mismo pero esto ya no se sostiene por ninguna parte. No salgas volando, o si lo haces, que sea conmigo, por favor. Dejaré mi ventana abierta, puedes entrar y salir cuando quieras... Pero vuelve. Y conquistémoslo todo juntos. - La miró a los ojos de nuevo y sonrió. - Hemos vivido momentos únicos aquí... Pero muchos, como ese, quedaron inconclusos. Nos espera una vida fuera, proyectos que vamos a iniciar y a terminar. Y esto siempre será la base de nuestra historia. - Ladeó la sonrisa y dijo. - Bueno, ese día sí que hice algo. - Y volvió a recortar la distancia para besarla, esta vez sin dudas ni timidez, sin miedos. Sabiendo lo que quería decir con ese beso y sabiendo que era más que correspondido.
    Merci Prouvaire!


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    Dom Mar 20, 2022 3:01 pm

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    Sabía que Marcus continuaría aquellos versos de San Francisco que tanto habían significado para ellos, que tanto les habían definido. Ah sí, el sol y la luna, el círculo de la vida alquímica, no podía haber elegido un poema mejor ni más bonito. — Mi sol… — Murmuró, mirándole absolutamente embobada. Entre sonrisas, mientras Marcus confirmaba todo lo que ella iba indicando, se dejó abrazar por él, envueltos por ese aire que tanto le gustaba. — Así es como me gusta estar. En tus brazos, en el viento. Tú me has enseñado que puedo tenerlo todo. — Y le miró mientras decía esa frase que le gustaba tanto. — Cuando era pequeña, era absolutamente capaz de pensar en términos de eternidad, era lo que más me gustaba. Pero desde lo de mi madre… Perdí al completo esa capacidad. — Le sonrió y le miró a los ojos. — Tú has restaurado esa capacidad en mí, amor mío.

    Asintió a lo del principio de curso. — Conozco la sensación. — Dijo con una risa seca. Vaya par de idiotas, menudo comienzo de año habían tenido. — En ese fatídico verano, me acuerdo que, cuando llegó la tata, le dije “la he liado” y ella, como buena Gallia, me dijo, “¿cuál es la magnitud de la liada?” y le dije que me había acostado contigo y que pensaba que haciéndolo la había liado lo más grande. No solo que lo habíamos estropeado todo, si no que te había metido en la espiral de los problemas de mi familia… — Suspiró. — Ahora lo pienso y… Sí que estaba liándola, pero no como yo creía. — Pero no puedo evitar ampliar su sonrisa cuando recordó aquel dieciséis de enero. — A veces recuerdo simplemente el momento en el que estuve a punto de abrir esa puerta y no lo hice. Te recuerdo caminando hacia mí y besándome y… — Soltó aire por los labios. — Puede que haya sido el momento más intenso de toda mi vida hasta ahora. — Y amplió la sonrisa, dejando caer los párpados, evocándolo, porque, efectivamente, era de los mejores recuerdos que tenía. Acarició sus mejillas al ver que él se emocionaba también. — Eso es porque somos el Todo, Marcus. — Negó con la cabeza y sonrió. — Y tú a mí me has enseñado todo lo demás. Mi pasión, que es la alquimia, el conocimiento… Pero sobre todo, me has enseñado el amor de verdad, el que yo siempre quise sentir. Como mis padres, como en mis poesías. — Asintió a lo del futuro. Pues sí, tenían miles de planes. — Siempre nos hemos imaginado el futuro juntos. No iba a cambiar de ninguna manera. —

    Se sentó y se dedicó a mirarle embobada. Negó con la cabeza. — Nos. Nos autoboicoteamos. Yo más que nadie. — Dijo con un suspiro. Rio cuando habló de cómo se veía a sí mismo. — Yo siempre me acuerdo de aquella noche de tormenta en Saint-Tropez, cuando André nos contó que un beso eran como mil rayos de sol atravesándote el pecho. Y yo te di la mano en la cama, abrazando a Dylan y dije… Sí. Así es. Tal cual como mil rayos de sol. — Le dio con el pie descalzo en el costado. — ¡Eh! No fue una tontería para nada. Fue precioso y me hiciste empezar a adorar San Valentín a partir de entonces. — Se cruzó de brazos muy digna. Anda que no le gustó poco aquello. Tragó saliva respecto a lo de mejor amiga. — Era lo máximo que creía que podía conseguir. Y siempre me aferraba a ello, porque pensaba, “mejor como mejor amiga que no tenerle de ninguna forma”... No es mala reflexión, pero equivocada totalmente. — Terminó con una risita.

    Puf, quinto. Quinto había sido un tema. Se llevó la mano a la cara. — Mira, te voy a decir una cosa. Las primeras veces que tuve yo momentos de tensión con los calentones no resueltos fue mucho antes, pero en quinto no eran no resueltos. Eran a medias. Yo venía por la calle de la amargura en quinto porque, un chispazo y ¡chas! Ya estábamos enredados y de repente ¡chas! Interrupción. — Negó con la cabeza y rio. — Un sinvivir. — Pero le miró ladeando la cabeza. — Fue el curso en el que me planteé seriamente que pudiéramos estar juntos. Pero yo me veía y te veía y pensaba… ¿Por qué? ¿Por qué alguien como el prefecto O’Donnell, el mejor alumno de la escuela, tan guapísimo que trae locas a todas, que lo gana todo, que siempre está en la cima… Querría a una Gallia loca que a lo más que llega es a hacer pruebas entretenidas, cuidar plantitas y quedar segunda? — Se rio y le dio en la mejilla. — Aunque ya sé que te gusta que sepa mucho de plantitas. — Dijo en una carcajada. En verdad le conocía mejor que bien.

    Se puso sobre sus rodillas y se inclinó hacia delante, acercándose a su rostro. — Mi pequeño príncipe, precioso, con miedo al mundo. — Acarició su rostro. — A este pajarito le encanta que le cuides, que le mantengas a tu lado, que le abras la ventana. — Recibió su beso con ternura pero también con ganas, como si necesitara una confirmación a esas palabras tan preciosas que le acababa de dedicar.. — Jamás me separaría de ti. No podría. Da igual cuánto hayamos tardado los dos en darnos cuenta. — Volvió con más ganas a sus labios. — Nada en la vida podría separarme de ti. — Negó con la cabeza. — Y yo he cometido errores, Marcus, me equivoqué en muchas decisiones. Algunas pequeñas, aquí y allá, otras más serias. — Acarició su mejilla y le miró a los ojos, dejando la mano ahí. — Pero, amor mío, nunca has dejado de ser el primero y el único tú también para mí. Para este desastre Gallia que dio con el niño más perfecto y asustón del mundo y le amó por ello con todas sus fuerzas. —

    Volvió a sus labios, abrazándole y tirando de él contra su cuerpo, porque quería sentirse así, muy cerca, como se ven la luna y el sol en un eclipse. — Nunca me cansaré de esto. — Paró, jadeando un poco, solo para seguir besándole. — Nunca me cansaré de tocarte y besarte… — Se rio y acarició sus labios. — Siempre me fijaba en tus labios, ¿sabes? Desde pequeña. Ese color coral tan bonito que tienen, cómo te los lames cuando estás nervioso o pensando muy fuerte en algo. Conozco todos tus tics, tus expresiones, tus sonrisas y tus miradas. Porque no hay nada que me guste más mirar que tú. — Volvió a sus labios y llevó la mano a su nuca, enredándola con su pelo. — Oh, y estos rizos. Estos rizos me matan. Cuántos quebraderos de cabeza me has dado, cuando deseaba acariciarlos, apartártelos de la cara… — Se rio y rozó su nariz con él. — Pero tus ojos… Esos ganan por goleada. — Le beso entre risas. — Eres muy bueno en muchas cosas, Marcus O’Donnell. Pero en enamorar a Alice Gallia… Eres el único. — Y se dejó llevar de nuevo por aquellos labios, chocando sus lenguas y abandonándose a la sensación de Marcus abrazándola contra él, haciendo que el mundo, incluso aquella torre que tanto les gustaba, desapareciera.

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    Dom Mar 20, 2022 4:54 pm

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    Sí que había sido un verano fatídico, no se quería ni acordar. Se lo pasaba enfadado y malhumorado, y en un alarde de ser muy tonto, la verdad, prácticamente se autoobligó a enamorarse de Poppy, cuando nunca lo había estado realmente, simplemente le había gustado un poco, le dio curiosidad los primeros años y poco más. ¿Qué pretendía? Claramente, olvidar a Alice en base a sustituirla por otra, y claramente no funcionó. Alice era insustituible. Echó un poco de aire por la nariz, con una sonrisa circunstancial. Los dos la habían liado, y no como creían. Él también temió haberlo estropeado todo después de acostarse con ella. Qué idiotas habían sido.

    Se acercó un poco más a ella y apretó aún más sus manos. - "Estoy enamorada de ti". Eso me dijiste, palabras textuales, aún de espalda, cuando yo creía que te ibas. - Se mordió el labio, mirándola con adoración. - Como puede cambiarte la vida de un segundo para otro. La mía cambió en ese preciso instante. - Un cambio radical, se dio la vuelta por completo. Y él ya llevaba en mente la idea de decirle lo que sentía, pero no tenía nada claro que le fuera a aceptar después de todo lo que había pasado y teniendo tan claro que Alice no querría atarse ni a él ni a nadie. Besó sus manos, mirándola emocionado. - Somos el Todo. Y siempre iremos de la mano, de aquí a la eternidad. - Veía su camino por delante con Alice muy largo, y apenas habían empezado a recorrerlo. Eso le hacía inmensamente feliz.

    Miró hacia arriba, rememorando, y no pudo evitar reír. - Yo estaba espantado de que besara a una chica que no era su novia. Qué informalidad. - Eso último lo dijo riéndose. Quién le iba a decir a él que no iba solo a besarse con Alice cuando pensaba no solo que no podían ser novios, sino que no saldrían nunca del estado de "mejores amigos". Miró a la chica y sonrió embobado. - Como mil rayos de sol... Es la mejor definición que he oído, sí. - Así se sentía cada vez que se rozaban siquiera. El golpecito del pie de Alice le hizo reír, fingiendo cómicamente que se caía hacia el otro lado. - Fue exagerado, ¿pero quién es Marcus O'Donnell si no exagera un poquito? Y, eh, bien orgulloso que estoy de mi obra, que era la primera. Y si encima consiguió ese efecto... Pues más aún. - Encogió un hombro. - Tendré que superarme cada vez más en años venideros. - Que no le dieran alas con las fiestas a lo grande porque ahí sí que podía venirse arriba de verdad, sobre todo ahora que tenía mucho más conocimiento mágico y podía llevarlo a cabo libremente fuera de la escuela.

    Escuchó la confesión y arqueó una ceja. - Siempre fuiste por delante. - Soltó aire por la boca en medio bufido y quitó la mirada. - Pero no me hables de calentones no resueltos en quinto, anda, que vaya malos ratos. Y Sean no me dejaba ni a sol ni a sombra, de verdad, qué pesado. - Recordándolo en la distancia era bastante cómico, pero en su momento le puso de los nervios en más de una ocasión. Y quinto de por sí había sido un año especialmente estresante no solo por tener que examinarse de los TIMOs, sino porque fue su primer año de prefecto y el primer año de Creevey en el colegio, y ese chico había sido muy difícil de manejar desde el primer día. Pero cuando dijo que se llegó a plantear empezar, la miró directamente. Soltó una leve risa irónica, negando con la cabeza a todos esos piropos, aunque lo de las plantitas le hizo reír genuinamente. - Mi reina de las plantitas. Me encanta que sepas tanto. Ya en serio, es muy útil. - Le dio un beso breve. - Este prefecto perfecto lo era sobre el papel, pero tú le dabas vida. Siempre le diste flores a mi espino, reina de las plantitas. - La miró acercarse a él y rio con ternura cuando le llamó pequeño príncipe, como si fuera un niño de verdad. Alice provocaba ese efecto en él, ese y todos los que ella quisiera provocar. - Mi pajarito cantarín y precioso. - Tras el beso, acarició su mejilla, asintiendo a sus palabras. - Nada va a separarnos. Nada va a poder con nosotros. Marcus y Alice son imparables. -

    Se abrazaron y se besaron dejando ya a un lado las palabras, porque era la mejor forma de la que podían expresar lo que sentían el uno por el otro. Todo el castillo estaba de fiesta y aquel era su lugar, uno de ellos, uno de tantos, y estaban solos. Podrían quedarse allí besándose y queriéndose el tiempo que quisieran y nadie les encontraría, por lo que se dedicó a besarla y se inclinó ligeramente sobre ella en el abrazo. - Yo tampoco. - Respondió en un susurro a sus palabras, sin despegarse demasiado de sus labios. Su confesión le hizo sonreír. Acarició su pelo. - Yo siempre me fijaba en tu pelo. Daba igual si llevabas coletas, una trenza, dos, si lo llevabas suelto... O incluso recogido, como aquella vez que nos retamos al duelo. - Desvió la mirada hacia la otra parte de su rostro que le encantaba. - Y tus ojos... Esos ojos de Ravenclaw. Desde el primer día me traen loco. - Volvió a besarla, siguió escuchando sus piropos y rio entre dientes con ellos, feliz, entregado. - Alice Gallia es la mejor en muchas cosas, pero en volver loco a Marcus O'Donnell, la que más. - Acarició sus labios de nuevo y se separó lo justo para decir. - Te amo, Alice. Desde el primer día hasta el último. - Y se inclinó un poco más sobre su cuerpo, sin dejar de besarla, acariciando su cintura por encima del vestido. Y allí estaban bien, aquel era su lugar, pero... Puede que estuvieran mejor en otro lugar que era también muy suyo, y del que, ahora que lo pensaba, tampoco le importaría despedirse. - Cualquier lugar en el que estoy contigo es mi lugar favorito del mundo, lo sabes, ¿verdad? - Susurró, mientras repartía suavemente besos por su rostro y su cuello. - Pero... Hay otro sitio en este castillo... Uno que conocimos precisamente en quinto... Que solo tú sabes que es mi verdadero sitio favorito. - Subió su rostro y, dejando un roce en su nariz con la suya, susurró. - No me importaría visitarlo hoy por última vez. -    
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    Dom Mar 20, 2022 7:59 pm

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    Rio al recordarle sus palabras. — Es que no sabía qué otra cosa decirte. Cualquier excusa, disculpa, o lo que fuera no tendría sentido si no te dejaba claro primero que estoy perdidamente enamorada de ti. — Contestó con dulzura. Era la verdad, y cuanto más lo decía, más disfrutaba de ello. Además, se reía mucho recordando las exageraciones de Marcus, las situaciones en quinto. De hecho hizo una pedorreta. — Mira, no me hagas hablar. Hillary, este año, cuando estuvimos en el pasillo, me vio tomarme la poción y se saltó a mi cama tal que así. — Dijo echándose para adelante con los ojos muy abiertos. — ¿Eso es una contraceptiva? ¿Qué has estado haciendo? — Alice entornó los ojos y movió la mano. — Como si no fuera obvio. Qué tabarra me dio. — Dijo con un suspiro. Sonrió a lo de las plantas y pasó un dedo por el brazo de su novio diciendo con cariño. — Para cuidar a un espino es muy importante saber de plantitas, sí.

    Entre besos, se rio de lo de su pelo. sí, en parte lo sabía, y por eso siempre se ponía a hacerse trenza, o a soltárselo, o lo que fuera, por tal de que Marcus la mirara como un bobo. Pocas cosas le gustaban más. Pero conocía a su novio, y aquellos besos y esos abrazos se le estaban quedando cortos, igual que a ella. Esas caricias más apuradas, notar como se echaba más y más sobre ella, cómo se buscaban con más ansia. Buf, y ahora bajaba los besos por su cuello, pero que pillo era… Y no tardó en decírselo. Le miró con cara de niña traviesa. — Marcus O’Donnell… Prefecto O’Donnell… — Dijo llevándose una mano al pecho con una risita pilla, pero haciéndose la escandalizada. — ¿Me estás pidiendo que me vaya contigo…? — Empezó a acariciar su cuello. — ¿Al pasillo del cuarto piso…? — Enterró los dedos en su pelo y le atrajo contra sí. — ¿A hacer cosas prohibidas? — Volvió a besarle intensamente durante unos segundos, pegando su cuerpo más al suyo. Vale, empezaba a necesitar como MUCHO a ese Marcus apasionado. — Pues llévame, como tendríamos que haber ido aquel día del duelo en quinto… — Dijo entre risitas.

    Cogió los zapatos y bajó con su novio de la mano por las escaleras. Pero justo al pasar por la puerta de la sala común, cayó en algo. — Ve hacia allí. — Le miró con una sonrisa y se soltó. — Tengo que coger una cosa… Una cosa que quiero darte, y prefiero hacerlo solos. — Le lanzó un beso. — Te prometo que bajo en seguida, mi sol, tú espérame allí. — Y entró corriendo a la sala común, en la que solo había un par de niños somnolientos de primero. — ¡Accio regalo! — Y por las escaleras bajó el paquete azul de estrellas doradas. Se lo había puesto por encima del papel que usaba la tienda de plumas y tintas, porque si no, Marcus lo iba a reconocer en seguida. En verdad la dichosa pluma pesaba, porque venía con su soporte para volverla flotante y una caja de madera maciza con su cristal para protegerla. Esperaba no haberle hecho nada con el hechizo.

    Salió corriendo de nuevo al cuarto piso y, después de asegurarse que nadie la había visto, movió el espejo, cerrando tras de sí. Ver a su novio en aquel pasillo era demasiado para su autocontrol, y salió corriendo hacia él, llegando a sus brazos y besándole con intensidad. — Antes de que me lo preguntes, es tu regalo de cumpleaños. Pero… — Se agachó para dejarlo en el suelo y luego tiró de Marcus sobre sí contra la pared. — Antes de eso… Te voy a dar otro, de los que me gustan a mí… — Le besó con frenesí y pegó sus caderas a las de él. — Hoy también hace un año estábamos en cierta sala… Pasando la noche más preciosa que hubiera podido pedir. — Casi no podía hablar ni respirar, porque necesitaba besarle a cada segundo. — Vamos a celebrar cuánto hemos aprendido desde entonces.

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    Lun Mar 21, 2022 12:16 am

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    La imitación de Hillary le hizo mucha gracia, aunque picó sus costillas. - Anda que tú también. Ya podrías tomártela en privado, qué poco discreta. - Marcus era muy pudoroso, pero si alguien le decía algo, lejos de negarlo (negarlo siempre es peor, su novia se lo había enseñado bien) se venía más arriba. - Aunque, si a mí me pillaran, lo defendería a capa y espada: esto no es más que una prueba de mi entrega al amor de mi vida. - Se encogió de hombros. - Eso hice cuando me paseé con una caja llena de pociones contraceptivas por todo el colegio. - Acordarse de eso le hizo chistar. - No he conseguido convencer a Antares de que la incluya en el currículum escolar, un fracaso en mi historial... Pero no he dicho mi última palabra sobre esto, que lo sepas tú y todos. El día que nazca nuestro hijo estoy mandando una instancia al castillo para que lo incluyan, vamos. - Lo peor era que lo estaba diciendo muy en serio, aunque solo provocara las risas de su novia por exagerado.

    Las risas quedaron atrás, porque ahora estaban más centrados en besarse, en quererse en esas últimas horas que les quedaba en el castillo. Miró a su novia y rodó levemente los ojos, aunque con media sonrisa. Qué graciosa. - Puede... ¿No te parece buena idea? -Bromeó con voz melosa. Se dejó atraer y bajó la voz, ladeando la cabeza. - ¿Prohibidas? - Negó, chasqueando la lengua. - No, Alice Gallia. No hay nada prohibido en esto. Nadie puede prohibirme que te ame como te amo. - Se besaron con deseo, buscándose aún más, y a su respuesta también rio levemente. - Debíamos haber ido ese día y muchos más... - La besó de nuevo y añadió. - Pero iremos hoy. Y será nuestra despedida de este lugar. -

    Bajaron de la torre de la mano, y justo cuando se desviaba hacia las escaleras, Alice se detuvo. La miró extrañado y, como tantas otras veces, se le escurrió y salió corriendo en dirección contraria porque "tenía que coger una cosa". Negó, riendo mientras la miraba escaparse, se mordió el labio y se dirigió solo hacia el pasillo. Esa novia suya... Qué estaría tramando ahora. Bajó las escaleras y, una vez llegó al cuarto piso, miró a los lados, comprobando que no había nadie (alguna que otra parejita buscando rincones furtivos, lo normal), separó el espejo con su recién adquirida habilidad para los hechizos silenciosos y volvió a cerrar tras él. Entrar en aquel lugar le puso los vellos de punta. La oscuridad, el olor... Los recuerdos. Todo se activaba, y mientras lo recorría, mirando las lúgubres paredes alumbradas tenuemente por los candelabros que él acababa de encender, sintió como el pecho se le encogía. No volverían a entrar allí. Algún día, tendrían su propia casa, su propia habitación, su propia cama cómoda en la que no tendrían que tirarse al suelo, tantear a oscuras o tener prisas, echarían la vista atrás y verían cuánto habían evolucionado, cuánto habían ganado en comodidad con el tiempo. Pero aquel lugar... Siempre sería de ellos. Siempre estaría en su recuerdo. Y ese día iban a entrar por última vez y no iban a volver.

    Se había situado al fondo del pasillo y, nostálgico y pensativo, pasaba los dedos por la piedra. Estos rozaron el grabado que habían hecho meses atrás, el sol y la luna, siempre juntos, en esa pared. Sonrió, y justo después escuchó el espejo moverse, y al girarse vio a Alice entrar. Suspiró. ¿Cómo era posible que siguiera saltándole el corazón de esa forma aunque la hubiera visto hacía apenas dos minutos? Aunque sus ojos se posaron en lo que llevaba en las manos, porque le podía la curiosidad. Simplemente frunció el ceño, despegando los labios con una sonrisilla, pero antes de hablar, su novia tiró de él contra su cuerpo. - ¿Otro? - Preguntó, con una sonrisa ladina, haciéndose el tonto. Lo cierto es que no había caído en que podía ser su regalo de cumpleaños, le había pillado por sorpresa, pero ahora tenía un asunto más importante que tratar. Se agarró a su cuerpo para besarla, soltando una leve carcajada de garganta con su comentario. - Es verdad... Nunca pensé que una noche superara a esa. - La miró y soltó levemente aire por la boca, confesando. - Dios, estaba atacado de los nervios. - Rio un poco, y luego acarició su mejilla. - Pero cuanto te quería, Alice. Cuanto te deseaba. Cuanto había deseado ese momento. - Volvieron a besarse con deseo, y solo paró para confirmar su último comentario. - El rey y la reina de Ravenclaw nunca dejan de aprender. - Bajó los besos por su cuello y siguió diciendo. - No pienso dejar de aprender de esto en toda la vida. - Se le antojaba el mejor proyecto que podía tener.

    Pasó las manos suavemente por su vestido hasta llegar a sus hombros, rozando esas halas tan preciosas que llevaba. La miró a los ojos. - No sé si te lo he dicho lo suficiente... Pero hoy estás preciosa, más que nunca. - Apoyó su frente en la de ella. - Mi Alice libre. Mi Alice que vuela alto. Mi reina de Ravenclaw... Mi luna. - Acarició su mejilla. - Alice Gallia en general, siendo ella misma, siendo feliz... En lo más alto de mi lista de cosas favoritas. - Besó sus labios con más suavidad que antes y añadió. - Te amo, mi amor. - Volvió a besarla con suavidad, pero a medida que acariciaba sus labios, la cercanía se fue intensificando, porque el deseo iba creciendo. Se separó de sus labios, puso una sonrisa pilla y la cogió en brazos con una risa leve, haciendo que rodeara su cintura con sus piernas y mirándola a los ojos. - Cerremos esta historia en este lugar, que estas paredes nos recuerden siempre. - Se acercó más a su rostro y susurró. - Demostremos lo que un rey y una reina con un amor imparable pueden hacer. -
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    Lun Mar 21, 2022 1:12 am

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    Sonrió a la confesión de su novio y asintió con la cabeza. — Yo estaba muerta de miedo de hacer algo mal… O de pasarme porque… — Se rio un poco nerviosamente. — Te deseaba tantísimo. Le miró con una sonrisa adorable y dijo. — ¿Te acuerdas de aquella noche de mi cumpleaños? Te deseaba tantísimo, que lo hubiera hecho en aquel armario. — Ladeó la cabeza. — Si… No hubiera sido tu primera vez, y a todos los efectos, también lo hice un poco por mí. Si me acostaba contigo… Si daba ese paso en una dirección tan definida… E intentaba arreglar lo que había sido esa primera vez mía… Quería que fuera algo especial. Y lo fue. Aunque en verdad pusiste toda la confianza en mí y yo iba a ciegas. — Admitió entre risas. Pero oye, pareció salir bien, porque después de aquello solo podían pensar en repetir, con el verano fatídico en medio y todo.

    Suspiró y se removió de gusto mientras notaba las manos de Marcus por su vestido. — Tu siempre estás espectacular, y no hay más que ver lo que provocas en toooooodas las chicas y muchos chicos del castillo. — Dijo con voz tentadora. — Y eres mío. — Sentenció antes de ponerse a devorar sus labios. Le miró a los ojos con adoración y susurró. — La luna no es nada si el sol no la ilumina. — Le besó brevemente y atrapó su labio inferior entre los de ella. — Alice Gallia no es nada sin Marcus O’Donnell. Nuestra esencia es de los dos y, si no, no se entiende. — Sin darse cuenta casi, acabó en los brazos de su novio, agarrándose a él, juntando sus cuerpos. — Igual habría que echar un Silentium por lo que sea… — Dijo entre jadeos, empezando a desabrochar su corbata y su camisa. — A no ser que te gustara eso de no dejar que gritara, como en el baño abandonado. — Empezó a bajar los besos por su cuello y llegó hasta su oreja. — Pero alguien me dijo también que le encantaban mis gritos. — Dijo antes de morderle suavemente. — Así que tu dirás.

    Se bajó de los brazos de su novio para poder quitarle la chaqueta y la camisa apropiadamente. Y, por mucho deseo que tuviera, se entretuvo en bajar las manos por su torso, acariciándole con las yemas, y suspirando. — Si llegaras a entender cuánto de deseo, cuánto te venero solo con verte... Te volverías loco. — Susurró acercándose a su garganta y bajando los besos por su piel. Sus manos llegaron al pantalón y lo empezó a desabrochar. Sonrió y le miró con malicia. — ¿Qué pena del infierno creías que te iba a caer la primera cuando no querías que notara esto? — Dijo bajando la mano sobre su dureza y acariciándole superficialmente. — Si estaba muerta de deseo por ti, si no quería que te separaras de mí… — Le rodeó con un brazo por la cintura y le pegó a sí. — No sabes lo loca que me vuelves y lo mucho que me haces necesitarte. — Le besó intensamente, pero se separó rápido para darse la vuelta, apoyándose en la pared, dándole la espalda. — Quítame esto. — Dijo señalándose la cremallera. — Cuando estoy contigo no necesito alas para volar. — Dijo bajando el tono y acariciando sus manos, aunque no lo estuviera mirando.

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    Lun Mar 21, 2022 2:07 am

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    Soltó una risa breve. Ah, la noche del cumpleaños de Alice. No pudo evitar reír. - Ahora me hace gracia, pero creo que no he estado más confuso en toda mi vida que aquel día. - Chistó. - Hiciste bien en pararme, es decir... Si estaba atacado en la cómoda sala de los menesteres, no sé qué hubiera hecho si... En fin, aquello hubiera escalado en aquel armario. Apenas había espacio, y no es que yo tuviera mucha experiencia como para saber cómo ponerme. - Confesó entre risas, volviendo a negar con la cabeza. - Qué desastre... Esto es lo que haces en mi cabeza, Alice Gallia. Volverme loco. - Porque, sí, él también la deseaba con todas sus fuerzas, aquel día y todos los demás. Había estado a punto de hacerlo en mitad de un campo de lavandas, en un desván con toda su familia de barbacoa en el jardín, dentro de un armario y en el aula de Pociones. A cual una locura mayor.

    Tomó sus mejillas, mirando sus labios, ya con el deseo empezando a quejarle. - Te confiaría mi vida. - Aseguró. ¿Cómo no iba a confiarle algo así? Alice siempre había sido más lanzada que él, tenía demasiados miedos y dudas, y no se equivocó dejándolo en sus manos porque, efectivamente, fue muy especial e inolvidable, fue un antes y un después para ellos. Rio con su comentario y volvió a acariciar sus alas, admirando su vestido... Su cuerpo, más bien. - Mira quién habla. Dudo que haya un solo ojo en este castillo que no se haya posado en ti esta noche. - Pero sí, como bien decía ella, era suyo. Sonrió y susurró sobre sus labios. - Mi amada es mía y yo soy suyo. - Tenían muchos poemas que habían marcado momentos importantes entre ellos y que definían su relación. Se besaron con ansia, y Alice atrapó su labio entre los suyos, encendiéndole más. Iba a tardar poco en dejar las palabras a un lado y entregarse a los besos.

    - Nuestra esencia. - Repitió con un hilo de voz, pero Alice saltó sobre él cuando la cogió en brazos y dijo lo del Silentium. - Pues igual. - Corroboró con una risa un tanto nerviosa. Ya estaba tardando en sacar la varita, ciertamente, pero Alice había empezado a quitarle la camisa y eso estaba dificultándole el pensar. Se mordió el labio, cerrando los ojos, pero la miró con una ceja arqueada a su comentario. - No me hagas preguntas difíciles ahora, Gallia, no te aproveches de mí... Así. - De otra forma estaba encantado de dejarse aprovechar, pero que no jugara con su cerebro, que iba a salir perdiendo. - Pues... - Sacó su varita del bolsillo y, sin moverse de su posición ni dejar de mirarla, señaló con esta por encima de su hombro a la entrada del pasillo. El ambiente cambió ligeramente, lo que quería decir que el hechizo había sido lanzado con éxito. - ¿Te convence esto como respuesta? - Se acercó a su oído, dejando un par de besos por su cuello, y susurró. - ¿O vas a hacer que te lo pida? -Lo haría, si era lo que quería.

    Le gustaban las caricias de Alice, tanto que le nublaban la mente. Muy nublado debía estar para no haber hecho él ya lo mismo que ella, para no haberle quitado ese vestido, que era precioso pero que ya le empezaba a estorbar. Primero prefirió dejar que ella le quitara la camisa y la chaqueta, le acariciara y le besara, porque no tenía ninguna prisa, pensaba deleitarse en aquello, en su hermosa despedida de aquel lugar que les había dado tanto, y ya haría él su parte. Rio con el rictus ladeado. - Yo ya estoy loco, Alice. - Soltó el aire entre los labios, cerrando los ojos, por el escalofrío que le provocaban los besos en su piel, aunque añadió. - Y me hago una idea... ¿Te recuerdo cierto producto que compramos en la feria y usamos la última vez que vinimos aquí? - Rio levemente, recordando, sin abrir los ojos. Ah, el aceite de navarryl, menudo invento. Le quedaban muchos usos que darle a eso. Pero sí, gracias a él se había hecho una idea bastante clara de como Alice se sentía, y estaba seguro de que había sido recíproco. - ¿No sentiste tú lo que siento yo por ti? ¿No viste como te veo? ¿Lo que me provocas? - Las manos de Alice habían llegado al pantalón, y ahora le estaba mirando con esa sonrisilla que sí que le volvía loco del todo. Rio casi en un jadeo. - Menos mal que no lo estamos usando ahora. - Dijo casi en advertencia. Porque si Alice supiera como se estaba sintiendo en ese momento... Aquello estaría escalando mucho más rápido.

    Soltó una carcajada ante su pregunta, si bien esta se vio interrumpida por un jadeo ante el roce de su mano. - ¿Después de nuestro idílico y poético encuentro en una playa bajo las estrellas? Ya sabes como llevo las cosas que no puedo controlar. Y te aseguro que eso no lo pude controlar. - Volvió a acercarse a su oído, como si quisiera decirle un secreto aunque allí no hubiera nadie más. - Aunque ahora te puedo confesar... Que no era la primera vez que me pasaba pensando en ti. - Y ya le daba igual decirlo, pero en aquel momento no se sentía orgulloso. Todavía recordaba a la perfección ese sueño, ese primer sueño con Alice, en el verano recién acabado tercero, después de intentar viajar con ella en el tiempo. Ese sueño le había atormentado durante meses... Pero claro, después hubo más, y pasaron más cosas, y ese sueño quedó en una mera anécdota en comparación.

    Se dejó apretar contra su cuerpo y la besó con intensidad, con deseo, recortando tanto la distancia que él mismo podía tocar la pared a pesar de que Alice estaba entre ellos. La chica se separó, dejándole un tanto colgado de sus labios, pero fue por una buenísima causa. Sonrió, mordiéndose el labio, y se acercó a su oído de nuevo. - No, no las vas a necesitar... Vamos a hacernos volar, princesa. - Acarició su cintura con ambas manos, subiéndolas mientras bajaba los besos por su espalda, hasta que estas fueron a encontrar la cremallera del vestido. La bajó lentamente, acariciando con un índice el recorrido de su espalda, como si quisiera dibujar la cremallera que acabara de bajar en su piel. Chistó graciosamente cuando su dedo se encontró en el camino con el sujetador. - En Nochebuena no llevabas. - Bromeó en un susurro, pero siguió acariciando su espalda, suavemente. - Esa noche... También hice esto. Ponerme a tu espalda, bajarte la cremallera del vestido... Pasar los dedos por tu piel así... - Repitió el gesto, y dejó un leve beso en su espalda. - No podía creerme mi suerte. - Besó su piel una vez más, con delicadeza, mientras sus dedos desabrochaban lentamente el sujetador. - Creía que no podía quererte más que aquella noche... Creía que no podría tener más de ti que lo que me darías aquella noche. - Posó las manos en sus hombros y concluyó. - Me equivocaba. - Y, tras decirlo, descendió sus mangas, haciendo caer su vestido y bajando el sujetador. Hizo a la chica girar y admiró su cuerpo. - Eso es algo que también sabes tú y solo tú: todas las veces que he estado equivocado. - Se acercó más a ella. - Y no sabes como me alegro de haberlo estado. - Devoró sus labios y se pegó a su cuerpo, sintiéndose piel con piel, notando su pecho contra el suyo y el calor apoderarse de él. Sintiéndose que, como le había dicho antes, eran el uno del otro, y de nadie más.
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    Lun Mar 21, 2022 10:41 am

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    CON Alice EN Gran Comedor EL 2 de junio
    Tuvo que reírse entre respiraciones aceleradas, pero le duró poco la risa, porque fue verle echar el Silentium y que le dieran escalofríos por todo el cuerpo. — Cómo me pone cuando demuestras lo buen mago que eres. — Porque echar bien un hechizo en las circunstancias en las que estaban era de ser MUY buen mago. Pero esa pregunta le hizo jadear, mientras sentía sus besos por su piel. — Me guardo esa petición para después. — Dijo con una sonrisa de diablillo que le gustaba ponerle, para que no se le olvidara quién era la alumna díscola.

    Rio al recordar el navarryl. Sí, menuda idea. — Ni el navarryl podría transmitirte todo lo que siento por dentro cuando te veo. — Pero sonrió y asintió. — Sí, sí lo vi… Y cada vez que me acuerdo… — Era como emborracharse, como perder la cabeza, como la estaba perdiendo ahora entre sus besos. Tuvo que mirarle con ternura cuando hablaron de aquella primera vez en el pasillo. — Es que los chicos lo tenéis peor… Pero si yo te contara cuántas veces me he puesto así solo porque me rozaras… — Suspiró y acarició sus manos. — Cuando me sujetabas bajo el agua en La Provenza… Cuando le quitaste el lazo después del duelo improvisado. — Respiró más fuerte y se estrechó contra él. — Nadie como tú para hacerme sentir tan fuerte que ni yo misma sabía que podía sentir así.

    Dejó que esas manos que tanto le gustaban le quitaran el vestido, revolviéndose de gusto bajo las caricias de Marcus, riéndose un poco con lo del sujetador. — No veo que te de muchos problemas, erudito. — No se le iba a resistir un sujetador a esas alturas. Se dejó dar y enredó las manos en su cabello mirándole. — Marcus O’Donnell, yo te lo daría todo. ¿Me entiendes? — Pegó su cuerpo al suyo con un suspiro. — Todo. Porque tú y yo no podemos aspirar a menos. — Busco sus labios con pasión y necesidad, disfrutando del roce de sus pieles. — No hay errores cuando estamos así. — Fue bajando las manos por su tronco hasta llegar a su ropa interior y empezó a bajarla. — Solo tú y yo, piel con piel. — Le empujó hacia el suelo y se puso de rodillas, moviéndose hacia él lentamente a su lado para volver a besarle. — Te adoro más que a nada. — Fue bajando la mano por su pecho y su vientre. — Voy a amarte para siempre. — Llegó a su entrepierna y empezó a acariciarle. — Quiero verte así hasta mi último día. — Se acercó hacia su oído sin dejar de acariciarle. — Quiero hacerte gritar yo a ti también. — Y volvió a sus labios a enredarse con su lengua mientras ahogaban los jadeos y suspiros de los dos. Le encantaba verle disfrutar por ella, era de las cosas más bellas que había visto, era una experiencia paralela. — Puedes pedirme lo que quieras. Puedes tocarme donde quieras... — Dijo con una risita recordando aquella primera noche. — Llevo siendo tuya mucho tiempo, pero desde aquella primera noche ya solo puedo pensar en cómo me tocas tú. En cuánto me haces sentir... — Se puso a bajar los besos por su cuello y su pecho. — Somos una transmutación perfecta. Y yo también puedo hacerte gritar a ti. — Dijo con una sonrisa traviesa.

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    Alchemist
    Freyja
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    Lun Mar 21, 2022 7:13 pm

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    CON Alice EN Gran Comedor EL 2 de junio
    Arqueó una ceja, con mirada de superioridad. - ¿Sí? Pues qué buena suerte tengo, entonces. - Dijo muy seguro. ¿Le ponía que demostrara que era buen mago? Pues que no se hablara más, porque pocas cosas le gustaban más a Marcus que demostrar lo bueno que era, y era muy bueno, por si no había quedado claro en la ceremonia de graduación. Tenía toda una vida para hacerle a Alice todas las ficcioncitas que ella le pidiera. Se apretó contra su cuerpo mientras la oía habla de cómo la hacía sentir, de aquellas veces que despertaba ese deseo en ella. Se le escapó una leve risa. - Si lo hubiéramos sabido... Si tan solo hubiéramos sido tan sinceros como decíamos ser... - Porque eso, justo eso, se lo habían callado los dos durante años. Porque él había sentido lo mismo, le habían provocado escalofríos cada roce en su piel, cada mirada, las palabras que se decían. Había tenido que atar en corto su mente tantas veces por miedo a descarrilar, y aún así algunas veces lo había hecho sin remedio, negándoselo a sí mismo después. Menos mal que eso ya quedaba en el pasado.

    Rio levemente, mientras besaba la piel de sus hombros. - Aprendo rápido, ya lo sabes. - Respondió. No iba a darle problemas un sujetador, estaba nublado pero aún medía (le faltaba poco para empezar a no medir), si bien cada vez le sobraba más la ropa entre ellos, por poca que quedara. Contuvo la respiración cuando se pegó a él y enredó los dedos en su pelo, y él la miró a los ojos, rodeándola con sus brazos. - Tú y yo no merecemos menos que la eternidad. El mundo es nuestro, la eternidad es nuestra. - Aseguró, entregado, tan entregado como el beso que se dieron tras sus palabras, cada vez más apasionado. Alice fue bajando las manos hasta quitarle la ropa que le quedaba y poco a poco se fueron tumbando, sin deshacer el beso. - Eternamente. Voy a amarte eternamente. - Respondió él, y puede que ya si estuviera llegando al punto de no medir, al de no poder pensar con claridad, pero las manos de Alice, sus besos y sus palabras tenían ese efecto en él, que se ampliaba e intensificaba hasta exponenciarse.

    Cerró los ojos, reposando del todo en el suelo con un breve gemido por donde la chica había ido a depositar las caricias, pero esbozó una sonrisa leve y la miró. - Tú tendrías de mí lo que quisieras tener, lo sabes mejor que yo incluso. - Y volvieron a besarse, a enredarse y a dejarse llevar por el roce de sus labios. Ella se separó para recordarle aquella frase de su primera vez, y él se mordió el labio, descendiendo una de sus manos por su cuerpo. - Bien... Porque ya sabes que yo no procedo hasta que no tenga mi correspondiente permiso. - Dijo, con mirada pilla, buscando él también acariciarla entre sus piernas. Se inclinó ligeramente sobre ella hasta que ahora fuera Alice la que reposaba en el suelo, mientras él la acariciaba. - Piénsalo. - Le dijo en un susurro. - Cierra los ojos... Respira hondo... Y concéntrate en ello. - Eran una transmutación perfecta, sí, y esa fue la primera instrucción que recibieron en una clase de Alquimia: cierra los ojos, respira hondo y concéntrate. Visualiza. Siente. Piénsalo bien. Besó su cuello mientras sus dedos intensificaban las caricias, pegados piel con piel y sintiendo su respiración. - Podemos llegar donde queramos... Puedes llegar donde quieras, puedo hacerte llegar donde quieras... Solo con pensarlo. - Dijo, sin dejar de acariciarla, cada vez más. Y estuvo muy tentado de hacerlo, de provocar a Alice y provocarse a sí mismo a perder el control solo así. Pero ellos siempre querían más.

    Besó sus labios y puso su cuerpo sobre el de ella, encajando a la perfección como siempre hacían, porque estaban hechos el uno para el otro desde el primer día. - Los dos nos amamos. Por encima de todo. - Dijo entre besos. - Los dos somos... Imparables. - Se encajó entre sus piernas. - Y los dos... Queremos hacernos gritar el uno al otro. - Dijo con una sonrisa de lado. Aferró sus manos y la miró a los ojos. - Tú y yo. Siempre de la mano. -  
    Merci Prouvaire!


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