Pensar que a la madre de Ben la habían matado policías y él lo había visto era demasiado. Adam no sabía qué hacer con tantos sentimientos. No sabía qué decir, pero entonces Ben estaba muy cerca. Mucho más cerca de lo que había esperado. Cuando se dio cuenta, sus alientos se estaban mezclando, y después... Ben lo estaba besando.

Adam suspiró dentro del beso. Cerró los ojos, incapaz de creer que esto al fin estaba sucediendo.

Una parte de él siempre lo supo. Siempre tuvo claro que Ben le resultaba el hombre más atractivo de toda Tara y que lo que lo llamaba hacia él no lo tenía nadie más. Quizá el hecho de que fuera su salvador de la infancia era lo que había pesado más, no lo sabía. Tal vez era al contrario: aquel descubrimiento había sido la gota que derramó el vaso a su autocontrol.

Todo ese tiempo también se había controlado. Había mantenido las distancias con Ben, dentro de lo posible. Había sido incapaz de alejarse por completo, pero había evitado caer en la tentación de ceder a lo mucho que Ben le atraía.

Pero ahora, de repente, estaba en brazos de Ben, quien lo sujetaba por la cintura y le acariciaba el mentón. Adam, mientras tanto, se deshacía contra sus caricias y buscaba profundizar el beso más allá de un roce de labios.

Al fin era de Ben, y Ben era suyo también. Sin importar sus diferencias y lo mucho que los separaba. Había algo en el pasado de ambos que los unía.

Sus manos también buscaron a Ben, enredándole los dedos entre el cabello, masejeando con suavidad. No quería romper ese momento con alguna brusquedad. Finalmente, separó sus labios de él, buscando un poco de aire.

Abrió entonces los ojos y sus miradas se encontraron.

—De alguna forma ahora todo tiene sentido, ¿cierto? —preguntó—.

Y sonrió. Ligeramente, pero estaba seguro de que para Ben debía ser igual. Ahora todo tenía sentido.

Ben se sentía extasiado, Adam le estaba correspondiendo el beso, como si esto se tratara de una fantasía magnífica. Había perdido la cuenta de todas las veces que se había imaginado así, pero siempre se convencía a sí mismo de que era un caso perdido. Adam ni siquiera correspondía sus avances, mucho menos iba a corresponderle sus sentimientos.

Sin embargo, la revelación del reloj y aquella noche de tormenta lo había cambiado todo.

Adam no sólo era su presente, sino que era parte de su pasado. De aquel pasado oscuro que Ben se esforzaba por enterrar, porque había tenido que dejar atrás a aquel niño roto y asustado que vagabundeaba por las calles, porque tuvo que convertirse en el jefe del mercado negro de Tara. Pero con Adam ya no tenía que fingir, porque éste lo veía tal y como era.

Era como sentirse libre por primera vez en mucho tiempo. Ben sabía que había muchos otros factores a considerar que un simple beso, pero estaba convencido de que ese era un buen comienzo.

Ben le regaló a Adam una sonrisa después de escucharlo hablar. Por supuesto que ese beso tenía todo el sentido del mundo. Ben volvió a besarlo como respuesta, atrayéndolo hacia él una vez más.

Lo miró a los ojos, acariciándole el mentón con insistencia.

—Quédate esta noche conmigo, Adam —dijo, con voz ronca, sin soltarle el rostro ni alejarse de él—. Por favor, no te vayas, no luego de todo lo que sabemos ahora.

En realidad, si Ben fuera otro tipo de persona, le diría directamente que no se fuera nunca. Pero tampoco podía permitirse una confesión tan impulsiva. Ben tenía que trazar un plan, y Adam también, pero por el momento se conformaba con que se quedara esa noche. Mañana pensarían en qué decirle a Mark, pero sentía que no podía separarse de Adam bajo ningún motivo esa noche.

Esperaba poder convencerlo.

Cuando Adam se preguntaba cómo reaccionaría Ben a la noticia de que él era el niño de aquella noche, nunca imaginó esta reacción en específico. La idea de que iban a terminar besándose no había cruzado por su cabeza. Al menos no de forma explícita.

Tal vez muy en el fondo lo había deseado. Pero no había pensado que pasaría de verdad.

Los besos de Ben eran insistentes, igual que la forma en qeu sus manos se aferraban a él. Adam casi tenía vergüenza de lo mucho que le gustaba la forma posesiva en que lo sostenía. Estaba seguro de que cuando viera todo en retrospectiva pensaría distinto de este momento. Tal vez había cosas que debería estar manejando diferente.

Pero al mismo tiempo, no sentía que este fuera un momento para pensar.

—¿Quieres cuidar de mí otra noche? —preguntó, con un ligero tono de broma.

Claro que no quería irse. Sabía que en el momento en que se fuera empezaría a pensar en todo lo que estaba mal y todas las complicaciones que esto podría traer. Para Ben y para él. Aunque los dos fueran los niños de aquella noche, ahora eran un policía y un mafioso, eso no cambiaba.

Pero otra parte de él le decía que sí. Que sí que había cambiado todo.

Así que se quedaría ahí a besar a Ben hasta que los encontrara el amanecer.

Ben no pudo evitar reírse cuando escuchó a Adam preguntarle si acaso iba a cuidar de él, haciendo referencia a aquella noche. Jamás hubiera imaginado que estarían incluso bromeando sobre ello. Ben tenía la sensación de que ahora era una persona completamente diferente al Ben de hace unos diez minutos atrás.

Antes de responderle, se acercó a él de nuevo, para tomarlo del rostro otra vez y darle un suave beso. Ben suspiró hondo cuando se separó de él, antes de mirarlo a los ojos. Le acarició el mentón, mientras empezaba a preguntarse si se arrepentirían de esto mañana. Sin embargo, a Ben sólo le interesaba esta noche.

Esta noche, no quería separarse de Adam bajo ningún motivo. Quería llevarlo hasta su habitación y besarlo, tocarlo, hasta que ambos cayeran desfallecidos sobre su cama. No podía imaginarse su noche terminando de otra manera luego de todo lo que había descubierto.

—Voy a cuidar de ti todo el tiempo que tú quieras, Adam —dijo, tirando de él con firmeza hasta llegar a su habitación. Allí, antes de cualquier cosa, Ben se encaminó hacia el armario, buscando el reloj que los había llevado a esta conversación. La verdad, ahora que lo miraba bien, para tener tantos años, le parecía que estaba más intacto que nunca. Cuando caminó de regreso hacia Adam, le extendió el reloj—: Tómalo, es tuyo, después de todo. Lamento que haya tenido que pasar tanto tiempo para que volviera a tus manos.

Ben sabía bien lo que era mantener un recuerdo de tu familia. Lo único que él conservaba de su familia, era una fotografía que encontró luego de acercarse a los escombros de su casa, varios días después del incendio. Se acercó en ese entonces para ver si podía rescatar algo de ropa, porque sólo tenía la que llevaba puesta. Sabía que sólo podía llevarse lo únicamente necesario, pero consiguió rescatar la vieja fotografía que estaba en su sala, que era de la boda de sus padres, junto a la tía Bella. Estaba algo quemada, pero Ben lo atesoró tanto como atesoró el reloj del padre de Adam. La fotografía descansaba en la primera gaveta de su escritorio, pues no se atrevía ponerla de nuevo en un marco, quizás porque estaba convencido de que se convertiría en un mal augurio. Pero, a pesar de los años, iba a conservarla y le rendía nostalgia como si fuera el primer día que la tuvo en sus manos otra vez.

Era, por supuesto, un maldito sentimental.

Adam se dejó guiar por Ben. Había pasado tanto tiempo en ese apartamento los últimos días que se ubicaba bastante bien, pero se hubiera dejado llevar por un espacio desconocido también. Todo esto era una locura.

Se le hizo un nudo en la garganta cuando Ben le dio el reloj. Lo contempló un momento, recordando cuando lo veía en la muñeca de su padre y lo tentador que le resultaba de niño llevarlo él. Era diferente verlo ahora con la confirmación absoluta de que era su reloj, a cuando lo había visto temblando ante la idea de que Ben pudiera ser el niño quelo había salvado.

Luego, abrió el cierre del reloj y se lo puso en la muñeca. Lo cerró, sintiendo como ahora, ya un adulto, le quedaba perfectamente.

—Me alegra que te haya ayudado a sobrevivir en esa época —dijo, poniendo en palabras lo que había sentido al escucharlo contar su historia. —Y gracias por cuidar de él todo este tiempo.

Era increíble que justamente Ben le devolviera una pieza de su pasado. Una que creía perdida para siempre.

Extendió el brazo en el que ahora llevaba el reloj para tomar una mano de Ben y entrelazar sus dedos.

Esa noche no iba a marcharse de ahí. Sabía perfectamente lo que iba a ocurrir. Era inevitable. Tal vez siempre lo había sido. Tiró de Ben para besarlo de nuevo, pero esta vez con más intensidad que antes, con toda la intención de no marcharse de allí esa noche, y quizá no pensaría en marcharse otra vez.

A Ben y a él siempre les había salido muy natural discutir. Esto también podría ser que les saliera muy bien.

Ben prestó atención cuando vio a Adam colocarse de nuevo el reloj. Parecía entusiasmado de verdad con haberlo recuperado y Ben, una vez más, se agradeció por haber tomado aquella decisión que parecía una locura en su momento. En ese entonces Ben no tenía ni la astucia ni tampoco la experiencia que tenía ahora, entrar en aquella casa de empeño fue un salto de fe y también un golpe de suerte. Estaba seguro de que había cometido muchos errores esa noche, pudieron haberlo encontrado, llamar a la policía y aquel hubiera sido su fin. Pero, por suerte, todo salió bien, el reloj volvió a sus manos y ahora podía devolverlo a su legítimo dueño.

Ben creía que estaba viviendo una especie de cuento en el que todo termina en un final feliz. El problema era que Ben seguía siendo un mafioso y Adam ya le había demostrado en infinidad de ocasiones que su lealtad estaba con la policía. Incluso cuando la policía no merecía ni una pizca de esa lealtad.

—Ese reloj me salvó, Adam —dijo de pronto, más sincero de la cuenta. Creía que había traspasado un montón de límites con Adam esa noche, pero que ya no había marcha atrás. Ahora Adam conocía la peor parte de él, algo que nadie había visto en carne propia. Al era el único que había visto un poco de aquel Ben demasiado joven y desesperado, hambriento de venganza. Pero nadie estuvo a su lado cuando estaba hambriento, falto de recursos y muerto de miedo. Esa parte de él sólo la había conocido Adam—: No tienes idea de cuánto. Así que sí me salvaste, incluso si no te pedí ayuda directamente.

Ben suspiró, tomándolo de nuevo por la cintura y lo besó, primero en los labios, luego en el cuello, mientras no pudo evitar recordar que Mark estaba dormido en su habitación. Que probablemente encontraría a Adam allí mañana temprano.

Odiaba pensar que iban a tener que hablar sobre esto en algún momento. Disfrutar del tacto suave de Adam no tenía precio, no quería que esta noche acabara y tuvieran que enfrentar la realidad. Pero ahora quería que Adam supiese que no le importaba otra cosa que tenerlo allí a su lado.

—Después de que nos separamos, las primeras semanas pensaba mucho en ti. Había memorizado el lugar exacto en donde te había dejado. Si no hubiera echado a correr, quizás te hubiera seguido con tus padres hasta saber dónde vivías —comentó Ben, en otro momento de sinceridad. Temía que no fuera el último de la noche—: Quizás si hubiera hecho eso, te habría reconocido después.

Era evidente que Ben no estaba dispuesto a detenerse esa noche, ni Adam quería que lo hiciera. Sus caricias eran constantes e insistentes, y seguían buscando su cercanía, por lo que Adam hizo otro tanto, asegurándose de meter mano bajo su camisa.

Había pensado mucho en aquel niño. Había querido que su padre lo buscara y lo ayudara, pero su padre había dicho que había muchos niños en las calles de Tara y no tenía información suficiente para buscarlo. Muchas veces se había preguntando qué había sido de él.

—Quería que mi padre te buscara —dijo en voz alta. Parecía que era el momento de sincerarse, no solo de quitarse la ropa —Yo también pensaba mucho en ti. Todavía ahora, me preguntaba qué había sido de ti.

Cómo no lo había reconocido. Ahora que sabía que era él y lo veía de cerca, notaba en el brillo de sus ojos que era el mismo chico que lo había protegido aquella noche de tempestad.

Se estremeció de solo pensarlo. Cerró los ojos mientras Ben lo besaba en el cuello. Levantó la mirada hacia el cielorraso y luego cerró los ojos, dejándose llevar por las sensaciones.

—Tenía miedo de que te hubiera pasado algo malo o de encontrarte y que fueras una mala persona ahora —continuó. Sonrió, y luego buscó la mirada de Ben. Lo tomó por la barbilla para hacer que lo mirara a los ojos —Pero no puedo explicar cómo me alegra que seas tú.

No era una mala persona y estaba realmente bien. Ninguno de sus temores se había cumplido. Claro, era el líder del Mercado Negro y Adam debería haber buscado la forma de arrestarlo, no de terminar en su cama, pero esa era otra historia.

Tiró de él para besarlo de nuevo con intensidad. Ahora que lo había encontrado no lo volvería a dejar ir.

Ben estaba extasiado. No creía que hubiera una mejor manera de describir cómo se sentía en este momento. Porque no sólo era que él y Adam hubieran acabado dándose caricias en su cama, en la tranquilidad y seguridad de su habitación. Eso ya era suficiente para ponerlo en éxtasis, por supuesto, pero también era escuchar lo que éste le estaba diciendo.

Que Adam sí que había pensado en él los días posteriores a aquella noche en el puerto. Que incluso llegó a pedirle a su padre que intentara buscarlo. Adam había sido una magnífica persona incluso siendo un niño. ¿Cómo no iba Adam a prendarse de él?

Parecía como si de verdad hubieran estado destinados a encontrarse. Ben no creía en esas tonterías del destino y demás estupideces, pero tenía que reconocer que esta noche empezaba a darse cuenta de que su vida lo había conducido a Adam durante todo este tiempo. Parecía como si alguien hubiera hilado ambos caminos con una gran precisión. Incluso lo del reloj le parecía completamente increíble.

—Felicidades… —dijo Ben, acomodando a Adam mejor sobre el colchón. Le dio un beso sentido en los labios, antes de continuar—: Ya me encontraste.

Ben suspiró cuando Adam dijo que había tenido miedo de que le hubiera pasado algo. Tenía toda la razón del mundo al pensar algo como eso. Ben mismo todavía no entendía cómo era que había conseguido sobrevivir. Había estado completamente solo en las calles de una ciudad como Tara, donde no había clemencia para los débiles. Quizás había sido su deseo de venganza, por eso no se dejó morir.

Cuando miró de nuevo a Adam a los ojos, éste acababa de decir que se alegraba de que fuese él. Ben sonrió, un gesto que estaba seguro no le había dedicado a nadie antes.

—Adam… —dijo, sabiendo que estaba abriendo una puerta que no sabría cómo cerrar—: Esto cambia todo entre nosotros, ¿cierto?

Ben lo miró con seriedad. Ni en toda la testarudez de Adam, podía evitar darle la razón.

"Ya me encontraste."

La forma en que Ben lo dijo podría haberle sacado las lágrimas de los ojos de la emoción, pero estaba demasiado estimulado en ese momento por las caricias y los besos de Ben como para ponerse a llorar.

Sentía que si se dejaban llevar en ese momento tendrían la noche más maravillosa de su vidas... Pero de alguna forma, los dos parecían aferrarse a lo que estaba pasando, sin dejarse llevar solamente por las sensaciones.

La pregunta de Ben, sin embargo, era terrorífica. Tenía demasiadas implicaciones.

—Hay cosas que no pueden cambiar —dijo, odiando ser la voz de la razón—Soy un policía, Ben.

Nunca lo había sentido tanto como un peso como en ese momento. Adam siempre se había enorgullecido de ser un policía. Y un policía honesto, lo que en Tara no era para cualquiera.

Pero esto iba más allá de su placa y el deber. Dejó que sus manos se deslizaran por los costados de Ben, atrayéndolo hacia sí mismo.

—Pero sí, cambia todo entre nosotros —admitió, y sonrió antes de besarlo con suavidad una vez más—Tan solo mira donde estamos ahora mismo.

Hacía un par de días, si bien podría haber fantaseado con ello, jamás habría pensado que se haría real. Pero ahora sus manos podían acariciar a Ben con total libertad, mientras sentía que él hacía lo mismo.

No cambiaría esto por nada.

O al menos eso creía. No quería preguntarse si debía elegir entre su deber y sus sentimientos, porque sabía la respuesta.

Cuando le escuchó a Adam decir, casi que con voz alarmada, que él seguía siendo un policía, Ben no tuvo más remedio que reírse. Debió suponer que en algún momento de la conversación llegarían a ese punto otra vez. Porque, después de todo, fue así que empezó su extraña relación siendo adultos. Adam lo buscaba porque necesitaba torcer la ley un poco a su favor, pero nunca lo suficiente como para sentir que él le debía algo. Era un extraño pacto de no agresión, que ambos habían conseguido hacer funcionar. Sin embargo, Adam nunca terminaría de aprobar lo que Ben hacía, porque, por más que él no tuviese las manos manchadas de sangre de la misma forma que Cobbert o Sullivan, sí que actuaba fuera de la ley. Y Ben lo seguiría haciendo mientras esta ciudad se cayera a pedazos.

Y esas dos posturas eran irreconciliables. Sin embargo, si hasta ahora habían conseguido hacerlo funcionar sin que acabaran matándose o jurando enemistad por la eternidad, luego de conocer ambos su pasado, Ben creía que encontrarían la manera.

O quizás era que Ben era demasiado positivo, como a Al le gustaba recordárselo todo el tiempo, sobre todo cuando, como él decía, Ben "deliraba".

—Hasta ahora hemos conseguido que tu placa policial no sea un grave problema entre nosotros —dijo Ben, recostándose de nuevo a su lado. Antes de que Adam pudiera responder, le dio un beso en el cuello, pronunciando la sonrisa—. No veo por qué justo ahora vaya a ser diferente. Además, también está Mark, ahora estamos juntos en eso.

Ben recordaba que Adam había hecho mucho énfasis en que no quería desentenderse del niño. A él le parecía bien, después de todo, Mark también le había tomado cariño y sería desastroso tener que decirle, de buenas a primeras, que ya no podía ver a Adam. Ben no sería el causante de más sufrimientos para Mark.

—Pero podemos discutir eso mañana. O después. Ahora sólo quiero que pensemos en esto… —dijo, mientras dibujaba círculos en el vientre de Adam—. En nosotros.

Ben se sentía como un adolescente, porque estaba usando el pronombre nosotros muy cargado de significado. Como un lenguaje oculto que sólo les pertenecía a Adam y a él. Cuando lo besó de nuevo, esperaba que entendiese a qué se refería.

Estamos juntos en esto

En eso no le faltaba razón.

Le tomó la mano y entrelazó sus dedos. Sí, Mark, estaban juntos en eso. Era rídiculo si lo veía como lo había visto Declan. Era como que fueran a criar a un niño que ninguno tenía autorización legal para tener pero... era suyo. Lo habían salvado juntos.

—Estamos juntos en esto —repitió, y lo miró a los ojos—Ahora formamos un "nosotros".

"Ahora" se quedaba corto. Tal vez hacía mucho tiempo que eran un nosotros pero precisamente el que Adam fuera un policía les había impedido verlo.

Algo tendría que hacer al respecto, pero no ahora. Ben tenía razón. No era momento de pensar en eso. Ya tendrían que pensar en ellos después. Tendrían que tomar decisiones...

No quería pensar en ello, porque se pondría ansioso. Así que besó a Ben, mientras lo atraía por la cintura hacia él. Ya podrían pensar en todo eso... mañana.

—Concuerdo en pensar en todo eso mañana... ahora solo tenemos que tener presente que Mark está en la habitación de al lado. —señaló, sonriendo contra sus labios.

No podían olvidar eso último, en especial.

De pronto, a Ben le parecía que la palabra nosotros tenía el mejor sonido del mundo. Encerraba un montón de secretos, de nuevos comienzos y de infinitas posibilidades. Ben nunca pensó que Adam estaría recostado en su cama, pero tampoco pensó que haber guardado aquel reloj significaría tanto para él. Para ambos. Recordaba esa noche como una tormenta terrible, en la que la vida le estaba restregando que había otros niños en Tara que todavía no estaban tan mal como él, que habían conseguido sobrevivir a la inclemencia de la ciudad.

Pero ahora se daba cuenta que esa noche estaba llamada a cambiar su vida para siempre, era sólo que le tomó años después darse cuenta. Ben acarició con cuidado el rostro de Adam, mientras pensaba en que, irónicamente, el mañana nunca llegaría. Pero, por lo menos, se consolaba al pensar que tendrían esta noche para los dos.

Lo mejor de todo era que Adam parecía tenerlo bastante claro, sobre todo cuando le recordó que Mark estaba durmiendo en la otra habitación.

En un arranque de valentía, Ben se movió sobre el colchón, de manera que quedó justo encima de Adam. La imagen de éste, sin camisa, recostado entre las sábanas de su cama, lo perseguiría por el resto de su vida.

—Mark tiene el sueño profundo —dijo Ben, enarcando las cejas—. Pero, por si acaso, puedes abrazarte a la almohada para no hacer ruido.

Ben le sonrió con malicia, sobre todo por la expresión pasmada de Adam. Volvió a reír a carcajadas, justo antes de inclinarse para darle un hondo beso. El corazón de Ben estaba latiendo con fuerza, emocionado porque, por primera vez en mucho tiempo, todas las piezas estaban en su lugar.

Estaba seguro que, a la mañana siguiente, Adam estaría encantado de explicarle a Mark por qué estaba allí, esperando el desayuno que Ben estaba preparando para los tres.

¿Abrazar la almohada?

¡El descaro de Ben no tenía nombre!

Le devolvió el beso con intensidad, la suficiente para impulsarse a incorporarse lo suficiente para voltear sus posiciones. Rió contra su pecho antes de ir a besar su cuello con fuerza.

—¿Por qué crees que solo yo haré ruido? —preguntó, antes de volver a su cuello con la intención de dejar una marca.

Ninguno de los dos iba a poder olvidar esa noche tan fácil. Se iba a asegurar de eso.

Más le valía a Ben que Mark de verdad tuviera el sueño pesado, aunque tenía sus dudas. Después de lo mal que lo había pasado lo lógico sería que tuviera el sueño ligero, que fuera asustadizo.

Pero si dormía profundo podía ser que se sentía seguro allí. Con Ben. Y con él.

Aunque Mark no sabía que él estaba ahí. El propio Adam no habría adivinado que la confrontación con Ben iba a terminar así.

O tal vez sí. ¿Por eso había temido tanto hacerlo? ¿Decirle todo? ¿Había sabido que era el último paso para llegar finalmente a esto?

Quizá sí.

—Finalmente llegamos a esto —dijo, separándose de él para buscar su mirada.

Levantó una mano para acariciar el cabello de Ben, haciéndolo hacia atrás. Quería ver bien su rostro.

Cada vez que Mark soñaba con su madre, se despertaba llorando. Los primeros días en casa de Ben, antes de tener arreglada su habitación, había dormido en la misma cama que él. Entonces se había sentido acompañado incluso cuando despertaba en medio de lágrimas. Pero Ben le había explicado que era mejor que tuviera su propia habitación, que supiera que nada le iba a pasar si dormía en su propia cama.

Al final, Ben había probado tener razón, porque se sentía bien tener su propia habitación, le hacía ver que Ben confiaba en él y que no era un bebé. Sin embargo, esa noche despertó asustado. Creía que llevaba poco tiempo de haberse dormido, al menos eso le decía el reloj que tenía en la mesita junto a la cama.

Mark se limpió las lágrimas y, al ver que las luces del pasillo todavía estaban encendidas, se llenó de valentía para salir. Su habitación estaba cerca de la de Ben. Había una habitación en medio desocupada, que Ben usaba como estudio, porque lo tenía lleno de libros y un escritorio.

Cuando tocó la puerta, Mark soltó un respingo porque escuchó ruidos en la habitación. Se asustó, porque normalmente Ben le abría enseguida. No le gustaban los ruidos extraños, los que no podía identificar de dónde venían. Le hacían recordar esa noche en que esos hombres entraron a su casa a buscar a su mamá.

—¡Ben! —exclamó, empujando la puerta, sin embargo, se sorprendió no solamente que Ben estuviera allí, sino que también estaba Adam. Mark se quedó en el marco de la puerta, pues se dio cuenta de que, en realidad, nadie le había dado permiso para entrar. ¿Adam estaba en pijama? Mark apretó mucho los labios, en actitud arrepentida—: Perdón, es que… desperté asustado.

Ben, con un simple gesto, se sentó en el borde de la mano y lo llamó con la mano extendida. Mark se secó las lágrimas lo mejor que pudo, antes de acercarse, para no parecer un bebé.

Maldición.

Adam odiaba tener razón cuando no quería que pasara. Ni siquiera podía decirle a Ben "te lo dije" porque no había llegado a expresar lo que pensaba. Pero ahí estaba el toquecito en la puerta y la vocecita de Mark.

Demonios.

Se apartó de Ben muy rápido, con sus mejores reflejos, como si quemara. Intentó sin mucho éxito cerrarse la camisa. Por supuesto que ninguno se había detenido a cerrar la puerta.

Ahora no tenían que explicarle a Mark por qué estaba en su casa temprano al otro día, sino porque estaba en su cama en la noche. Miró a Ben, preguntándose si iba a decir algo primero, pero luego centró su atención en Mark. El niño realmente estaba asustado y parecía que había llorado.

Se hizo a un lado, bajando las piernas de la cama para sentarse en el borde y darle la espalda a Ben. Aprovechó para tirar de una almohada y ponerla sobre sus piernas para cubrirse.

—Mark, ¿estás bien? —preguntó, sin saber qué decir.

Tampoco podía ocultar su presencia allí.

Le lanzó una mirada a Ben. No le había dicho si esto de levantarse en la noche era frecuente. De hecho acababa de decir que tenía el sueño pesado. No pudo evitar algo de reproche en la mirada por eso último.

—¿Voy por agua o algo? —preguntó, sintiéndose de repente un intruso en la habitación.

Parecía que las cosas no eran tan simples como dejarse llevar. No con un niño de por medio.

Ben no podía decidir qué era peor: si la expresión triste de Mark, o el ceño fruncido de Adam, como si estuviera recordándole que él se lo había advertido. Por suerte, ninguno de los dos había alcanzado a quitarse la ropa. Ben todavía estaba en camiseta, así que esperaba que Mark no hiciera más preguntas de la cuenta. Aunque de seguro que lo haría hasta la mañana siguiente como muy temprano, porque tenía una expresión de tristeza que la encogía el corazón.

La verdad era que Mark había estado algo triste la primera noche que durmió solo en su habitación, pero Ben no creía que fuera tan grave. Estas cosas tomaban su tiempo, Mark había perdido a su madre, eso no se quitaba de la noche a la mañana. Él lo sabía bastante bien. Tampoco le molestaba que Mark hubiera entrado sin pedir permiso, eso significaba que estaba sintiéndose cada vez más en confianza.

Tan sólo lamentaba mucho que hubiera sido precisamente en estas circunstancias que se despertara en medio de la noche.

—Lo siento, tuve pesadillas… —le confesó Mark, mientras le tomaba la mano. Ben pronunció la sonrisa, acercándolo un poco más hacia él para darle un pequeño abrazo. Miró por encima a Adam, quien parecía cauteloso, pero seguía teniendo esa expresión muy graciosa, como si lo estuviera retando. Mark se giró hacia Adam, con una expresión tan intensa que Ben temió lo que estaba a punto de preguntar—: No te vayas, Adam.

Por suerte, Mark tan sólo pidió, con un puchero, que Adam no se fuera de allí. Ben suspiró y se acomodó mejor, ayudando a que Mark también se sentara en medio de la cama. Los miró a los dos y apenas pudo contenerse, pues le parecía una imagen totalmente fantasiosa. Adam estaba en su cama, pero también Mark, como si de pronto ya no estuviera solo en el mundo.

Era como si Ben hubiera recuperado una familia. Sabía que era una extraña forma de verlo, que quizás no pensaría igual a la mañana siguiente, porque esa noche en particular estaba muy sensible.

—Mark, si tenías una pesadilla puedes quedarte un rato, ¿está bien? —dijo Ben, con una media sonrisa, en especial cuando Mark le regaló un puchero—. Hasta que te duermas.

Adam sintió que se le enternecía el corazón cuando Mark le pidió que no se fuera. Volvió a subir las piernas a la cama y tomó a Mark de los bracitos, ayudándolo a acomodarse mejor en medio de ambos en la cama.

—No te preocupes, no me iré a ningún lado —le aseguró.

Cuando Ben le dijo que podía quedarse hasta dormirse, Adam se acostó también junto a Mark, haciéndole una especie de barrera de su lado de la cama. Quería que se sintiera rodeado y protegido.

—Vamos a dormir —le dijo al pequeño, acunándolo un poco. —¿O quieres que hablemos un rato para despejar el miedo?

De pequeño, Adam recordaba que sus padres le leían cuentos o cantaban canciones para distraerlo de una pesadilla. Ahora mismo él no se sabía ningún cuento ni recordaba ninguna canción, así que no podía ofrecer eso. Miró a Ben, esperando que él tuviera más recursos. Al menos llevaba más tiempo pasando las noches con Mark,

Miró al niño de nuevo.

—No quiero otra pesadilla— declaró Mark con un puchero. —: ¡Déjenme quedarme aquí!

Parecía que iba a empezar a llorar en cualquier momento. Adam no creía poder lidiar con eso.

Así que miró a Ben. Era un poco difícil tener una conversación silenciosa, pero no quería discutir frente a Mark si era conveniente o no que se quedara con ellos. Igual tampoco era que iban a regresar a lo que estaban haciendo cuando el niño se durmiera. Adam no pensaba arriesgarse de nuevo. Habría que ver cuánto había acordado Ben con Lily por cuidos nocturnos si querían algún día a solas en la noche.

Pero no era momento de pensar en eso.

Mark parecía bastante alterado, creía que era la primera vez desde que vino a vivir a su casa que se veía así. Ben empezaba a preguntarse por qué la vida parecía empeñada en meterse con él, pues de todas las noches que Mark tenía para perder el control y llorar desconsolado, tenía que ser precisamente esta noche. Cuando la única cosa que quería era pasar la noche abrazado a Adam, besándolo, recorriendo todas las partes de su cuerpo que antes se le habían negado.

Pero, por supuesto, Ben necesitaba ser una persona madura y centrada. Sobre todo porque podía darse cuenta con claridad que Adam estaba tenso al ver a Mark de aquella manera. Era evidente que Adam, aunque quería mucho a Mark, no lo ponía en duda, no se le daba nada bien esto de lidiar con niños llorosos. Adam era más téorico que él, funcionaba mejor con situaciones para las que no había que improvisar, mucho menos si estaba improvisación era sobre las emociones. Ben, en cambio, estaba más acostumbrado a ser visceral y a improvisar sobre la marcha. Había tenido que hacerlo para poder sobrevivir en la calle, adaptarse siempre a las situaciones que surgían de improviso.

Así que, una vez más, Ben no tenía problemas en hacerse con el control de la situación, por el bien de Mark. Pero, también, por el bien de Adam.

—Vamos a quedarnos todos juntos, por suerte cuando compré esta cama, pedí el tamaño más grande —comentó con una sonrisa, tratando de quitarle tensión a la situación. Agarró una de las almohadas y, con cuidado, la colocó en el centro de la cama, para que Mark pudiera acomodarse mejor—. Creo que estaremos cómodos por una noche. No vas a tener pesadillas, Mark.

Ben se sintió un poco culpable por afirmarlo tan categóricamente. Esquivó la mirada de Adam, quien seguramente no estaba nada de acuerdo con que le hiciera ese tipo de promesas a Mark, cuando era evidente que no estaban en su control.

Mark también parecía sorprendido por sus palabras, así que hizo un puchero.

—¿De verdad? —dijo el niño, mientras Ben le tomaba la mano.

—De verdad. Pero si las tuvieras, recuerda que estás conmigo y con Adam —le dijo para calmarlo, mientras le acomodaba las sábanas—. No te va a pasar nada.

Adam sonrió al escuchar a Ben. Una cama grande, justo para tres. Adam recordaba cuando era pequeño y tenía pesadillas, y se iba a meter a la cama en medio de sus padres. Eran sus noche favoritas cuando lograba salirse con la suya y no tener que regresar a su cuarto.

Pero Mark no era su hijo.

Tenían que cuidar algunas líneas, ¿cierto? ¿O no? A ratos pensaba que ya no quedaban líneas que cuidar.

—Voy a correr el cobertor de la cama para que podamos cobijarte —ofreció mientras se levantaba y tiraba del edredón, mientras Mark reía cuando lo sentía deslizarse debajo de él. Parecía divertirle eso de ya estar acostado encima y tiró a sostenerse de Ben.

Después de todo Ben y él no habían llegado ni a destender la cama. Quizá habían sido muy lentos. Aunque ya de nada valía lamentarse.

Claro, Mark estaba en pijama ya. Ben no, pero fijo tenía su pijama ahí. Adam tendría que hacer como si estuviera de turno y dormir con la ropa encima, no era la primera vez que lo hacía.

—Ahora sí, acomódate bien que por suerte Ben tiene una cama grande —lo instruyó. —Vamos a taparte, que no te enfríes.

Miró a Ben de nuevo y le sonrió. No dejaba de darle ternura ver al niño acomodarse con toda la seguridad de que ahí iba a estar bien.

—¡Pero acuéstense ustedes también conmigo!— les pidió Mark con otro puchero. —: ¡Los tres juntos!

Más que una petición era una demanda.

Era evidente que quien dominaba esta situación, era Mark, tenía el control absoluto. Ben no pudo reprimir una sonrisa cuando prácticamente le exigió a Adam que durmieran los tres en la misma cama. Él no iba a quejarse, ni tampoco iba a mandar a Adam a dormir en el sofá a estas alturas, mucho menos si lo que necesitaba Mark era cercanía y consuelo.

Sin embargo, no podía evitar pensar que aquel escenario era demasiado doméstico y familiar. Mientras acomodaba a Mark mejor entre las sábanas, se preguntó si acaso Adam también lo estaba pensando. Con la vida que llevaba, era obvio que Ben no pensaba en tener realmente una familia. Su padre lo había logrado, pero no podía nombrarlo como un ejemplo de éxito, porque ya todos en Tara conocían el destino de sus padres. A veces, cuando se cansaba de pensar en sus padres, recordaba a su tía. Ben recordaba que en incontables ocasiones su padre le decía que ella era caprichosa y rebelde, pero lo que él recordaba de Bella Carson era cómo le dejaba chocolates en los bolsillos de su pantalón y le decía que guardarse un secreto.

Ben sí que había tenido una familia y la había perdido. Era absurdo pensar que ahora podía tener otra simplemente porque había acogido a Mark bajo su protección y que Adam ahora estaba durmiendo en su cama.

Era un maldito sentimental. Pero no podía admitirlo, de eso dependía su reputación. Y que Al no se metiera más con él por tener el corazón tan blando.

—Acomódate mejor, Mark… —le dijo Ben, mientras estiraba las piernas. Sabía que necesitaba ponerse ropa de dormir, pero esperaría hasta saber que Mark estaba completamente dormido—. No te regresaré a tu habitación, puedes quedarte hasta mañana.

Ben suspiró, mientras sentía cómo la manito de Mark rozaba la suya. Había hecho bien en salvarlo y quedarse con él. Aquella certeza jamás lo abandonaría.

—Adam, tú también te vas a quedar, ¿verdad?

Adam sonrió al ver la escena de Ben cobijando a Mark. No podía dudar que iba a cuidarlo bien. Por más cuestionable que pareciera esta decisión sabía que era correcta. Esperó a que Mark estuviera bien cobijado para acostarse junto a él de nuevo.

—Sí, claro que me voy a quedar —le aseguró.

Miró por encima del niño a Ben, buscando su mirada, esperando encontrar ahí alguna complicidad.

Aunque la verdad no sabía qué estaba esperando. Qué iba a suceder a continuación. Todo era una gran incógnita. Solo estaba seguro de que Mark se iba a quedar ahí e iba a estar bien. El resto lo podrían ir resolviendo.

—¿Pero por qué ibas a dormir en el cuarto de Ben?—preguntó Mark frunciendo el ceño. —: ¿Le pasó algo a tu casa?

Adam sonrió. Y le tomó la manita a Mark. Sabía por sus preguntas anteriores que quería que se quedara, así que no se lo tomó a mal.

—Mi casa está bien —respondió. —Pero hoy me apetecía estar aquí y Ben me dejó.

Era verdad. Realmente quería estar ahí. Aunque no supiera qué iba a pasar después.

Buscó la mirada de Ben de nuevo, esperando que confirmara su historia.

En otras circunstancias, Ben estaría bastante divertido de escuchar las preguntas indiscretas de Mark. Le parecía que el niño estaba bastante despierto y de buen humor para haber despertado minutos atrás de una supuesta pesadilla. Pero estaba sonriéndoles y se veía muy cómodo en la cama, así que Ben no tenía corazón para regresarlo a su cuarto. Además, tenía el valor añadido de que Adam también tenía que responder sus preguntas.

Las expresiones que tenía Adam en este momento eran un poema. Ben lamentaba mucho no tener el teléfono a mano para poder tomarle una fotografía, incluso si eso significaba que Adam estuviera eternamente enfadado con él.

Por suerte, contuvo sus instintos por las circunstancias. Además, se conmovió al escuchar la respuesta de Adam. Le parecía que, a pesar de que no podía decirle a Mark toda la verdad, estaba siendo completamente sincero con el niño. Por extensión, también estaba siendo sincero con Ben.

Esa certeza era magnífica.

Cuando Mark se giró hacia él, como esperando que Ben reafirmara las palabras de Adam, él ya sabía exactamente qué responder.

—Adam y yo estábamos un poco nostálgicos también, porque estábamos hablando de la noche en que nos conocimos —dijo Ben, sonriendo al ver cómo la carita del niño se iluminaba, repleta de curiosidad.

—¿Cómo se conocieron? —preguntó, con tono de emoción muy mal contenida.

—Es una larga historia, Mark. Te prometo que te contaremos todo, pero no nos vamos a quedar despiertos toda la noche. Adam se va a quedar aquí, pero tiene que trabajar mañana. Y yo también… —Ben contuvo una carcajada cuando vio el pucherito de Mark. Sobre todo porque parecía que le estaba recordando que él era su propio jefe.

Pero no pensaba ceder en esto, había sido una larga noche. Los tres necesitaban descansar.

Tuvo que contenerse para no hacerle algún comentario de que hacía un rato no parecía tener interés en dormir o descansar lo más mínimo. Pero no lo hizo porque Mark era capaz de preguntar qué estaban haciendo, o algo más.

Pero en lugar de ello, se quedó con el sentimiento de nostalgia al que había hecho alusión. En efecto, de ahora en adelante esa sería la historia verdadera de cómo se habían conocido, antes de que ni siquiera ellos dos lo supieran.

Se acostó al lado de Mark, esperando que entre los dos lograran adormecerlo de nuevo.

—Imagínate que cuando conocí a Ben era un niño todavía. Muy parecido a ti —le dijo con una sonrisa. —Y Ben era otro niño, pero era más grande y ya era alguien que le gustaba ayudar a otra gente.

Mark lo miraba con los ojos muy abiertos, como si pensara que él sí que le iba a contar toda la historia ahora. Parecía muy despejado, se temía que no iba a dormirse rápido. Seguro la pesadilla lo había espabilado. O tal vez por eso se había despertado. ¿Sería que nunca dormía profundo?

Podía ser por el trauma de lo sucedido con su madre. O por el secuestro. Mark tenía traumas para repartir a su corta edad y no podrían llevarlo fácilmente a un terapeuta a menos que Ben tuviera por ahí escondido uno de confianza que no fuera a denunciarlos por todo lo que el niño iba a contar.

—¿Son amigos desde pequeñitos?—preguntó el niño emocionado con la idea. Luego se giró hacia Ben —: ¿Adam era un niño bonito?

Adam rió y le dio un toquecito con el dedo índice en la nariz. Mark arrugó la nariz y se llevó las manitas a la cara.

—Ya dijo Ben que te contará todo otra noche —añadió. —.

Y nunca le había pasado nada bajo el cuidado de Ben. Lo pensó, pero no lo dijo. Ben podía llegar a creérselo demasiado.

Escuchar a Adam hablar de cómo se conocieron lo hizo ocultar el rostro en la almohada por un instante. Definitivamente que era habían sido demasiadas emociones por esa noche, si Al pudiera verlo en este momento se reiría de él hasta la saciedad. No podía dejar que este lado tan sentimental suyo se mezclara en el resto de su día a día. Sin embargo, Ben estaba contento, sentía que había recuperado una parte de él que ni siquiera era consciente de haber perdido. Además, ver cómo Mark mostraba tanta curiosidad por el cómo se habían conocido, que sabía muy bien que no dejaría ir el tema por la paz a la mañana siguiente.

Suponía que mientras no diera detalles tan escabrosos, estaría bien saciar la curiosidad de Mark. Sobre todo cuando este le preguntó abiertamente si Adam era un niño bonito. Ben no pudo más que soltar una carcajada, en especial porque se dio cuenta de la expresión de Adam cuando escuchó semejante pregunta.

Ben se inclinó hasta darle un beso a Mark en la frente y volvió a acomodarlo sobre la cama, como si quisiera recordarle que lo de dormirse ahora no era negociable.

Pero, por supuesto, no pensaba evadir la pregunta, a pesar de que con seguridad era lo que Adam deseaba que hiciera.

—Nos conocemos desde hace tiempo. Y sí, Adam era un niño adorable. Tenía cara de niño bueno, nunca pudo disimularlo, Mark —dijo, incapaz de contener la sonrisa mientras miraba directamente a Adam—. Te contaré la historia mañana, pero ahora me tienes que prometer que vas a dormir.

Aunque Mark hizo un pucherito, el niño se acomodó mejor, pegándose un poquito más en dirección a Adam hasta que, por fin, cerró los ojos. Ben alzó la mirada en dirección a Adam, regalándole una sonrisa.

—Buenas noches.

Mark había puesto mucha atención, pero hizo un puchero cuando Ben dio por terminada la historia y le dio las buenas noches. Adam notó de inmediato cómo el niño lo buscaba ahora a él con la mirada, como si esperara que él fuera de otra opinión y le siguiera contando cosas.

—¿Vas a estar aquí mañana, Adam?—preguntó con otro puchero—: ¿Me vas a contar la historia con Ben?

Adam asintió y se inclinó para besarlo en la frente.

—Aquí estaré —le aseguró. —Podemos desayunar juntos y acabar de hablar de cómo se ve un niño bueno.

Lo último lo dijo lanzando una mirada hacia Ben, repitiendo sus palabras. No terminaba de decidir si había sido una burla o no. Si a él le preguntaban (y era sincero), debía decir que Ben había sido un niño lleno de vitalidad y en quien se podía confiar con solo un vistazo. Se había sentido seguro bajo su protección a pesar de que era tan solo un niño más grande.

Terminaron de arropar al niño y se levantó de la cama. Sí que pensaba dormir allí, pero no así. Le hizo señas a Ben.

—¿Me prestas tu baño? —preguntó en un susurro. —Ya que parece que dormiré aquí...

Le sonrió. Tal vez ya había pasado el frenesí que los había embargado antes de que Mark los interrumpiera, pero Adam seguía sintiendo una gran calidez en su interior de pensar que finalmente se habían encontrado. Que al parecer, por primera vez desde aquella noche, Ben y él estaban en la misma página.

Quería quedarse en ese sentimiento por una vez de que todo estaba bien y habían encontrado el lugar donde calzaban ambos. Se temía que al día siguiente las cosas se vieran menos claro.