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Emrys
If fate doesn't give us the chance, we steal it.
«Some people were built for love, and some were built for war.»
"Deja de castigarte por ser alguien con corazón. No puedes protegerte del sufrimiento. Vivir es llorar. No te estás resguardando al cerrarte del mundo. Te estás limitando a ti mismo".
Ravka es una nación divida en dos, metafórica y literalmente: mientras la Sombra parte al reino a la mitad, sus habitantes diferencian a los grisha de todos los demás. Los grisha son venerados, temidos y odiados, todo al mismo tiempo. Recogidos y reclutados desde pequeños, no tienen más opción que unirse al Segundo Ejército, la filial del ejército de Ravka destinado a proteger al país de cualquier ataque enemigo.
Las rencillas entre los dos ejércitos de Ravka son conocidas por todos, ningún soldado el Primer Ejército cree que los grisha merezcan una pizca de privilegio. Después de una misión encubierta, Pavel y Sergei aprendieron no sólo a confiar el uno en el otro para sobrevivir, sino también desarrollaron una especie de amistad que es vista con ojos curiosos y también con mucho recelo por parte de sus camaradas.
En medio de su incipiente camaradería, la amenaza de guerra se cierne sobre Ravka. Hay avistamientos de drüskelle que llegan desde la frontera con Fjerda y es inminente que haya una respuesta por parte Ravka.
El rey Lantsov dio órdenes a sus generales que se prepararan para la batalla, la única forma que tienen de asestar un golpe de gracia a la invasión de Fjerda es si todo el ejército coopera al completo. Es así como Pavel y Sergei son mandados al frente de batalla junto a sus respectivos regimientos, con la única finalidad de que Ravka se alce con la victoria. Las instrucciones son claras: pelear hasta las últimas consecuencias.
Movidos al campo de batalla, tanto Pavel como Sergei son llevados a extremos inimaginables. Los dos no son más que peones en un juego más grande, esclavos al servicio de un reino que puede reemplazarlos en cualquier momento. En medio de la guerra surge la pregunta, aquella duda que quizás algunos piensan, pero que nadie se atreve a decir en voz alta: ¿Acaso vale la pena tanto sacrificio? ¿Tanta devoción?
Ravka es una nación divida en dos, metafórica y literalmente: mientras la Sombra parte al reino a la mitad, sus habitantes diferencian a los grisha de todos los demás. Los grisha son venerados, temidos y odiados, todo al mismo tiempo. Recogidos y reclutados desde pequeños, no tienen más opción que unirse al Segundo Ejército, la filial del ejército de Ravka destinado a proteger al país de cualquier ataque enemigo.
Las rencillas entre los dos ejércitos de Ravka son conocidas por todos, ningún soldado el Primer Ejército cree que los grisha merezcan una pizca de privilegio. Después de una misión encubierta, Pavel y Sergei aprendieron no sólo a confiar el uno en el otro para sobrevivir, sino también desarrollaron una especie de amistad que es vista con ojos curiosos y también con mucho recelo por parte de sus camaradas.
En medio de su incipiente camaradería, la amenaza de guerra se cierne sobre Ravka. Hay avistamientos de drüskelle que llegan desde la frontera con Fjerda y es inminente que haya una respuesta por parte Ravka.
El rey Lantsov dio órdenes a sus generales que se prepararan para la batalla, la única forma que tienen de asestar un golpe de gracia a la invasión de Fjerda es si todo el ejército coopera al completo. Es así como Pavel y Sergei son mandados al frente de batalla junto a sus respectivos regimientos, con la única finalidad de que Ravka se alce con la victoria. Las instrucciones son claras: pelear hasta las últimas consecuencias.
Movidos al campo de batalla, tanto Pavel como Sergei son llevados a extremos inimaginables. Los dos no son más que peones en un juego más grande, esclavos al servicio de un reino que puede reemplazarlos en cualquier momento. En medio de la guerra surge la pregunta, aquella duda que quizás algunos piensan, pero que nadie se atreve a decir en voz alta: ¿Acaso vale la pena tanto sacrificio? ¿Tanta devoción?
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C R O N O L O G Í A
I. Death Serves No Man
II. Everything Tastes Like Doom
III. Fear is a phoenix
IV. This is What Love Does
V. Terrible Truths
VI. Dreaming of Him
VII. Crooked Kingdom
VIII. Scars are Good Reminders
IX. No Mourners
X. The Unsea
I. Death Serves No Man
II. Everything Tastes Like Doom
III. Fear is a phoenix
IV. This is What Love Does
V. Terrible Truths
VI. Dreaming of Him
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PavelBortnik
Grisha + Inferni + Segundo Ejército + Max Irons + Juno
SergeiMakarov
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<div class="Treacherous dos"><div class="Treacherous-Doble">
<div class="Treacherous-Titulo dos"><h5>Titulo de la trama <p>Capítulo <b>1</b></p></h5><div class="Treacherous-Imagen dos" style="background-image:url(https://akns-images.eonline.com/eol_images/Entire_Site/2016412/rs_500x281-160512081114-500-taylors-swift-apple-music-ad-dancing-3-051216.gif);background-size: cover;background-position: left;"><img src=""/></div></div>
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<div class="Treacherous-Leyenda"><p>Categoría</p><p>Categoría</p><p>Categoría</p></div>
</div></div><a href="/u1691" class="creditos">Emrys</a><link href="https://fonts.googleapis.com/css2?family=Oswald:wght@200;300;400;500;600;700&family=Roboto:wght@100;300;400;500;700;900&display=swap" rel="stylesheet"><style>.Treacherous {--blanco: #fafaf8;--blancooscuro:#f3f3f2;--gris:#eeeceb;--grisoscuro:#8c8c8c;--accent: #2f607a;--dobleaccent:#0996c9;--borde: 1px solid #ccc;padding: 20px;width: 550px;background: var(--blancooscuro);margin:5px auto;position:relative;color:#222;font:13px arial;text-align:justify;overflow:hidden;border:var(--borde);}.Treacherous.dos{width: 500px;}.Treacherous-Doble {background: var(--blanco);;position:relative;border:var(--borde);padding:5px;}.Treacherous-Titulo{display: flex;min-height: 100px;padding: 25px;border: var(--borde);background: var(--gris);position:relative;}.Treacherous-Titulo.dos {justify-content: flex-end;min-height: auto;}.Treacherous-Titulo.dos h5 {width: 285px;padding-left: 20px;font:800 25px oswald;text-transform: uppercase;text-align: center;line-height: 25px;color:var(--accent);margin: 10px 0;padding-right: initial;}.Treacherous-Titulo p{margin: 7px 5px 0;text-transform: lowercase;font: 12px roboto;font-weight: 600;letter-spacing: 1px;border-top: var(--borde);padding-top: 5px;color:var(--grisoscuro);}.Treacherous-Titulo p b{color:var(--accent);}.Treacherous-Imagen.dos {clip-path: polygon(0 0, 50% 0, 100% 50%, 50% 100%, 0 100%);width: 115px;padding: 15px;background: var(--gris);position: absolute;top: 0;left: 0;bottom: 0;}.Treacherous-Titulo.dos:before {content: "";clip-path: polygon(0 0, 50% 0, 100% 50%, 50% 100%, 0 100%);position: absolute;top: 15px;left: 18px;width: 125px;bottom: 0;background: var(--dobleaccent);display: block;}.Treacherous-Texto {display: block;padding: 25px;border: var(--borde);background: var(--blancooscuro);position: relative;margin: 5px 0;line-height: 18px;}.Treacherous-Texto i,.Treacherous-Texto u,.Treacherous-Texto strike,.Treacherous-Texto a{color:var(--accent);font:13px "Oswald";font-weight: 600;}.Treacherous-Texto i{font-style: italic;}.Treacherous-Texto u{text-decoration: underline dashed var(--accent);}.Treacherous-Texto a{text-transform:uppercase;-webkit-background-clip: text!important;-webkit-text-fill-color: transparent!important;background: -webkit-linear-gradient(45deg, var(--accent), var(--dobleaccent));background-size: 100%;font-weight: 900;transition: .7s ease-in-out;}.Treacherous-Texto b{text-transform:uppercase;background: linear-gradient(45deg, var(--accent), var(--dobleaccent));background-size: 100%;color:var(--blanco);padding:2px 7px;border-radius:10px;font-size:11px;opacity:0.85;transition: .7s ease-in-out;}.Treacherous-Texto a:hover,.Treacherous-Texto b:hover{background-size: 500%;transition: .7s ease-in-out;}.Treacherous-Leyenda {display: flex;padding: 10px;border: var(--borde);background: var(--blancooscuro);position: relative;margin-top: 5px;flex-flow: wrap;align-items: center;align-content: center;justify-content: center;}.Treacherous-Leyenda p {border: var(--borde);background: var(--blanco);font: 12px oswald;text-transform: uppercase;padding: 3px 5px;letter-spacing:0.5px;color: var(--grisoscuro);margin: 5px;text-align: center;flex: auto;}.Treacherous br {display: none;}.Treacherous-Texto br {display: inherit;}a.creditos {width: 500px;display: block;margin: auto;text-align: center;text-transform: uppercase;font-weight: bolder;font:9px arial;padding: 10px;text-decoration: none;letter-spacing: 1px;}</style>
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No Mourners
Chapter IX.
Sergei no era ajeno al hecho de que lo que acababa de decir era muy definitivo. Extrañaría a Annika. Muchísimo. Pero su decisión estaba tomada. La única forma de tener un futuro con Pavel era lejos de Ravka. Su hermana lo entendería si pudiera explicárselo todo.
Pavel estaba muy sensible, como evidenciaban las lágrimas en sus ojos. Quería abrazarlo y consolarlo más, pero el propio Pavel lo detuvo disculpándose y hablando con decisión: tenían que irse.
—La perspectiva de dejar Ravka contigo me llena de esperanza —le aseguró—. Tendremos un futuro, Pavel: sin ejército que nos diga por qué sacrificar nuestra vida, sin volver a Fjerda o a Shu Han... Viviendo nuestra vida.
Estuvo a punto de decir que nadie los buscaría, pero eso sería una mentira. Serían hombres buscados por el ejército de Ravka, pero no eran tan importantes como para que gastaran hombres en enviarlos a buscar más allá del Mar Verdadero. A menos que el Duque quisiera venir por su prisionero favorito... y si eso sucedía, Sergei estaba dispuesto a matar por proteger a Pavel.
No volverían a ponerle una mano encima.
—Empezaré a trabajar en estudiar sobre Kerch —recapituló. —Te prometo que cuando estemos ahí podré guiarte y llevarte a donde necesitemos ir. Sacaremos provecho a mis habilidades de explorador.
Si había insistido tanto en su fuga, Sergei tenía muy claro que no podía fallarle a Pavel. No ahora.
Ravka
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Tarde
Con Pavel
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The Unsea
Chapter X.
Pavel sentía el uniforme apretado. Quizás porque sabía que, si todo salía bien, era la única vez que llevaría su kefta que lo identificaba como grisha del Segundo Ejército. Durante muchos años, desde que fueron a llevárselo de su aldea, a separarlo de su familia, el kefta fue lo único que le dio sentido de identidad. Pavel se tocó el kefta cuando vio el barco, sabiendo que tenían que embarcar en cualquier momento.
Había hecho un esfuerzo consciente por no buscar con la mirada a Sergei, pero sabía que él estaba allí. Su nombre estaba en la lista de soldados que los acompañarían a cruzar la sombra. Para suerte de Pavel, el Duque había estado ocupado con asuntos del Rey Lantsov.
Aunque a Pavel le hubiera gustado confrontarlo una última vez, sacarse toda la rabia que tenía dentro y desquitarse con él, sabía que esta era la mejor opción.
Porque, después de todo, esto se suponía que era un procedimiento sin rutina. Porque Pavel iba a morir del otro lado de la Sombra, donde el Duque no podría ni siquiera recuperar su cuerpo. Así se suponía que debía ser. Pavel curaría sus heridas lejos del Duque, sin verlo nunca más. En compañía de Sergei, todo estaría bien.
Si estaban juntos, iban a estar bien.
Pavel llevaba repitiéndose ese mantra una y otra vez. Se había permitido darle un último abrazo a Misha, quien se colgó a él más de la cuenta, pues siempre que alguno tenía que cruzar la Sombra, se sabía que podía ser la última vez. Así que pudo permitirse ser sentimental al despedirse de ella, sin confesarle nada. Sabía que Sergei había hecho lo mismo con su hermana, así que ambos estaban listos para partir.
—Vamos a abordar —le anunció quien era el capitán a bordo. Era un agitamareas que tenía experiencia, había cruzado la Sombra en tres ocasiones, ida y vuelta, lo cual decía que se había encontrado con la muerte seis veces. Era milagroso que estuviera frente a él.
Pavel asintió despacio, mientras subía las escaleras hasta la cubierta del barco. Aunque se había resistido todo este tiempo, se acercó a Sergei. Éste tenía un semblante serio y cuidado, muy profesional. Todo lo que tenían que decirse, estaban en sus ojos.
—Cuando entremos en la Sombra, quédate bajo cubierta, con los demás del Primer Ejército. Cuidaré de ti desde aquí —dijo, con una media sonrisa.
Y luego, apenas estuvieran en Os Kervo, empezarían a mentir. Pavel no sabía si estaba listo, pero ya no había marcha atrás.
Había hecho un esfuerzo consciente por no buscar con la mirada a Sergei, pero sabía que él estaba allí. Su nombre estaba en la lista de soldados que los acompañarían a cruzar la sombra. Para suerte de Pavel, el Duque había estado ocupado con asuntos del Rey Lantsov.
Aunque a Pavel le hubiera gustado confrontarlo una última vez, sacarse toda la rabia que tenía dentro y desquitarse con él, sabía que esta era la mejor opción.
Porque, después de todo, esto se suponía que era un procedimiento sin rutina. Porque Pavel iba a morir del otro lado de la Sombra, donde el Duque no podría ni siquiera recuperar su cuerpo. Así se suponía que debía ser. Pavel curaría sus heridas lejos del Duque, sin verlo nunca más. En compañía de Sergei, todo estaría bien.
Si estaban juntos, iban a estar bien.
Pavel llevaba repitiéndose ese mantra una y otra vez. Se había permitido darle un último abrazo a Misha, quien se colgó a él más de la cuenta, pues siempre que alguno tenía que cruzar la Sombra, se sabía que podía ser la última vez. Así que pudo permitirse ser sentimental al despedirse de ella, sin confesarle nada. Sabía que Sergei había hecho lo mismo con su hermana, así que ambos estaban listos para partir.
—Vamos a abordar —le anunció quien era el capitán a bordo. Era un agitamareas que tenía experiencia, había cruzado la Sombra en tres ocasiones, ida y vuelta, lo cual decía que se había encontrado con la muerte seis veces. Era milagroso que estuviera frente a él.
Pavel asintió despacio, mientras subía las escaleras hasta la cubierta del barco. Aunque se había resistido todo este tiempo, se acercó a Sergei. Éste tenía un semblante serio y cuidado, muy profesional. Todo lo que tenían que decirse, estaban en sus ojos.
—Cuando entremos en la Sombra, quédate bajo cubierta, con los demás del Primer Ejército. Cuidaré de ti desde aquí —dijo, con una media sonrisa.
Y luego, apenas estuvieran en Os Kervo, empezarían a mentir. Pavel no sabía si estaba listo, pero ya no había marcha atrás.
Ravka
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Chapter X.
Había llegado el día.
Sergei tenía sentimientos encontrados al respecto. Lo único que realmente lamentaba era dejar a Annika atrás, aunque la había visitado, la había abrazado fuertemente y le había dicho lo mucho que la quería. A nadie le parecía extraño eso de alguien que iba a cruzar la sombra. Si Annika había sospechado algo, no había dicho nada. Era lo suficientemente inteligente para no hacerlo.
No lamentaba dejar Ravka atrás, ni a sus compañeros de el Primer Ejército. Pero debía admitir que tenía miedo de cruzar la Sombra.
No se lo había dicho a Pavel. Sabía que cruzar la Sombra era altamente peligroso, y que si perecían ahí a nadie le extrañaría. Por eso era una buena cobertura. Había diseñado todo aquel plan con Pavel, como si no temiera a nada. Como si fuera muy simple cruzar la Sombra, pero sabía bien que no lo era.
Una vez al otro lado, si lograban simular su muerte, estarían totalmente a salvo. No temía el viaje a Ketterdam, creía que había aprendido lo suficiente para poder guiarlos a ambos en el futuro. Tampoco temía que el ejército de Ravka los siguiera. Pero la verdad era que sí temía que perdieran la vida en la Sombra, tan cerca de su libertad.
Pero no le diría eso a Pavel. No cuando su novio tenía esa propensión tan característica a hacerse el héroe.
Así que sus palabras lo hicieron estremecer.
No podía ser muy evidente sobre nada porque estaban rodeados de los demás, pero frunció el ceño y lo miró severo.
—Nada de heroísmos —le advirtió. —Ambos tenemos que llegar juntos al otro lado. Eso es lo importante.
Podía imaginarlo perfectamente, Pavel usando su fuego para protegerlos en la Sombra y pereciendo en el intento. No podría con ello.
—Me lo prometiste—le recordó.
Era na promesa un poco cuestionable, si lo pensaba bien. Casi que lo había obligado a hacerla la última vez que habían podido estar a solas.
—¡Primer Ejército, bajo cubierta! —ordenó el capitán. —¡Makarov, nada de distraer a los Inferni!
Sergei gruñó, y puso los ojos en blanco. Ese capitán iba a intentar que se mantuviera bajo cubierta. Por suerte, ya no le importaba ser sancionado después de la misión.
Ravka
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Chapter X.
Pavel pronunció la sonrisa cuando escuchó a Sergei decir que, por favor, no hiciera nada heroico. Sabía muy bien que esa era una clara referencia a lo que había pasado, meses atrás, en la frontera con Fjerda. En ese entonces Pavel se había expuesto a los drüskelle para salvar a Sergei. Había perdido muchísima sangre, de no haber sido gracias a la presencia de Misha y Vali, jamás hubiera podido sobrevivir.
Pero recordaba que, en esa ocasión, Sergei se había enfadado muchísimo. Pavel estuvo inconsciente durante tres días luego de aquel incidente y después de buscarlo, éste acabó confesándole sus sentimientos. Si lo veía en retrospectiva, Pavel pensaba que no les había ido tan mal, pero sabía que comentarle eso a Sergei sería una ofensa, así que no pensaba hacerlo.
—Me cuidaré, Sergei, no te preocupes —dijo, con tono solemne. Aunque podía ver en la expresión de su querido Sergei, sabía que no estaba del todo convencido. En otro momento, se hubiera cuidado mejor de las apariencias. Sin embargo, extendió las manos en dirección a Sergei, para acariciarlas por un instante. Ya se imaginaba lo que iban a pensar sus compañeros grisha, pero a Pavel ya no le importaba lo que la gente pudiera pensar.
Después de todo, en teoría pronto iban a ser dos cadáveres. Daba igual lo que los soldados pensaran. Sólo serían un par de nombres más en la larga lista de muertos del Primer y Segundo Ejército.
—Nos vemos del otro lado, es una promesa —dijo Pavel, antes de alejarse con suavidad, como si fuera una simple despedida, algo cotidiano al cruzar la sombra.
Pavel no se giró para ver cómo Sergei se escondía con los demás, debajo de la cubierta del enorme barco. Cuando los Vendavales empezaron su trabajo, Pavel se acomodó en su posición. Los vientos empujaban el barco, lentamente, mientras se adentraban en la Sombra. Pavel contuvo su respiración, mientras el barco se movía con mucha lentitud, pero de manera constante. Se suponía que su rol era secundario, el atacar en caso de que los volcra se acercaran.
Creía que había pasado casi una hora dentro de la Sombra, cuando sintieron un golpe seco en la parte trasera del bote. Pavel se tambaleó, apoyó una rodilla en el piso para recuperar el equilibrio. Cuando escuchó el grito de una de las grisha que los acompañaban, supo que había un grupo de volcra que los había alcanzado.
"Mierda".
Pero recordaba que, en esa ocasión, Sergei se había enfadado muchísimo. Pavel estuvo inconsciente durante tres días luego de aquel incidente y después de buscarlo, éste acabó confesándole sus sentimientos. Si lo veía en retrospectiva, Pavel pensaba que no les había ido tan mal, pero sabía que comentarle eso a Sergei sería una ofensa, así que no pensaba hacerlo.
—Me cuidaré, Sergei, no te preocupes —dijo, con tono solemne. Aunque podía ver en la expresión de su querido Sergei, sabía que no estaba del todo convencido. En otro momento, se hubiera cuidado mejor de las apariencias. Sin embargo, extendió las manos en dirección a Sergei, para acariciarlas por un instante. Ya se imaginaba lo que iban a pensar sus compañeros grisha, pero a Pavel ya no le importaba lo que la gente pudiera pensar.
Después de todo, en teoría pronto iban a ser dos cadáveres. Daba igual lo que los soldados pensaran. Sólo serían un par de nombres más en la larga lista de muertos del Primer y Segundo Ejército.
—Nos vemos del otro lado, es una promesa —dijo Pavel, antes de alejarse con suavidad, como si fuera una simple despedida, algo cotidiano al cruzar la sombra.
Pavel no se giró para ver cómo Sergei se escondía con los demás, debajo de la cubierta del enorme barco. Cuando los Vendavales empezaron su trabajo, Pavel se acomodó en su posición. Los vientos empujaban el barco, lentamente, mientras se adentraban en la Sombra. Pavel contuvo su respiración, mientras el barco se movía con mucha lentitud, pero de manera constante. Se suponía que su rol era secundario, el atacar en caso de que los volcra se acercaran.
Creía que había pasado casi una hora dentro de la Sombra, cuando sintieron un golpe seco en la parte trasera del bote. Pavel se tambaleó, apoyó una rodilla en el piso para recuperar el equilibrio. Cuando escuchó el grito de una de las grisha que los acompañaban, supo que había un grupo de volcra que los había alcanzado.
"Mierda".
Ravka
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Chapter X.
El espacio bajo cubierta era húmedo y oscuro, pero dentro de todas las misiones que Sergei había pasado, debía decir que no era lo peor que le había tocado en el Primer Ejército. Eran los grisha los que llevaban la peor parte del cruzar la Sombra, porque eran los únicos que podían hacerle frente a los horrores que esta contenía.
Sergei habría dado todo por un viaje tranquilo, y que no tuvieran ninguna alerta hasta esar cerca del otro lado para que ellos pudieran aprovecharla.
Sin embargo, era demasiado pedir.
Al inicio, ninguno sabía qué pasaba. Se sintieron un par de golpes secos contra la embarcación y esta se agitó. Al tercero, algunos de los soldados más experimentados empezaron a entrar en pánico.
¡Volcras!
La palabra pasó de boca en boca entre todos y a Sergei se le detuvo el corazón por un momento. Solo había una forma de combatir a los volcra: Fuego.
Por eso los inferi eran tan apreciados al cruzar la Sombra, y por eso mismo le había advertido a Pavel que no jugara a ser el héroe. Pero sabía perfectamente que era superior a él y que Pavel haría lo que fuera necesario para ponerlos a todos a salvo.
—Debemos dejar esto en manos del Segundo Ejército—les recordó el comandante a cargo.
Sergei sabía que esa era la instrucción, pero no iba a fiarse de ellos. A ninguno le importaba que Pavel sobreviviera más que a él. Así que se deslizó hacia las gradas que llevaban a cubierta con el mayor disimulo del que fue capaz, y en la próxima sacudida, subió rápidamente, aprovechando que nadie ponía atención en su dirección.
Una vez en cubierta lo invadió el frío.
La Sombra generaba una sensación extraña. Navegaban, pero no en agua. No podían naufragar, y no se mojaban con la Sombra que atravesaban. Pero no podía concentrarse en eso. No ahora.
Buscó con su mirada, y un par de llamaradas de fuego lo deslumbraron, sin dejarlo ver a la persona que lo habían producido. Pero escuchó los chillidos de los Volcra y pudo ver su sombra volando sobre cubierta, atacando a las figuras humanas que en esta se movían.
Sergei no podía exponerse a ser capturado por un volcra, pero tenía que encontrar a Pavel y asegurarse de ponerlo a salvo. No iba a cruzar al otro lado para llegar solo y sin quién escapar.
—¡Pavel! —llamó, aprovechando los gritos y la confusión, nadie se había fijado en la presencia de alguien del Primer Ejército.
Ravka
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Como cualquier otro niño en Ravka, Pavel había crecido teniendo pesadillas con los volcra. Aquellos seres monstruosos que estaban dentro de la Sombra. Tan sólo habría cruzado la Sombra en una ocasión, después de ser descubierto como grisha, pero en ese momento era tan sólo un niño, no tenía control alguno de sus poderes, así que viajó bajo cubierta, en compañía de otros como él.
Le parecía que había pasado una completa eternidad desde entonces. Pavel ya no era el mismo niño inexperto, estaba en completo control de sus poderes grisha, pero eso no hacía la situación más fácil. A los volcra no les importaba si tenían frente a sí a un niño indefenso o a un soldado experimentado. Lo único que querían era acabar con todo a su paso.
Pavel retrocedió un instante, tirando consigo a otra de los grisha que estaba a su lado. Los volcra no sólo se veían aterradores, tenían unas alas espectrales, sino que además hacían un chillido horrible que le cercenaba los oídos.
En medio de la confusión, creyó que había imaginado la voz de Sergei. Pavel trató de convencerse de que eso no tenía sentido, porque Sergei tenía que estar fuera de peligro, bajo cubierta, con los demás soldados del Primer Ejército. Sin embargo, tenía un novio testarudo. Pavel se angustió al ver su silueta en la cubierta del barco. Si estuvieran en otras circunstancias, lo habría arrastrado hasta un lugar seguro.
Pero no había dónde esconderse. La única opción que tenían era atacarlos para defenderse.
—¡Sergei! —Pavel avanzó hacia él, con rapidez, pero tuvo que agacharse porque un volcra pasó volando muy bajo, demasiado cerca de él y los demás pasajeros del barco. Pavel estaba de rodillas, cerca de Sergei, pero sabía que llegar a él no sería suficiente si los volcra continuaban sobrevolando el barco. ¿Cuántos soldados habían caído? Pavel no pensó más en ello y utilizó su cuarzo para crear un remolino de fuego. Lo lanzó con fuerza en dirección al volcra que tenía más cerca. El ruido que hizo la bestia fue horrible, un sonido gutural que le heló las entrañas, pero aquel movimiento le dio el tiempo suficiente para alcanzar a Sergei. Pavel se aferró a él con fuerza—: Sergei, por favor, tienes que regresar con los otros soldados.
Quiso decirle, una vez más, que él lo cuidaría, el sonido espectral de un volcra lo obligó a ponerse de pie otra vez.
Pavel no fue lo bastante rápido y soltó un gemido de dolor cuando las garras del volcra le alcanzaron en el costado. Se arrodilló un instante, sin detenerse a pensar si estaba sangrando demasiado. Podía moverse, se convenció a sí mismo que era una herida superficial. Pavel creó fuego entre sus manos, una esfera de fue lo bastante grande para avanzar con ella y arremeter contra el volcra que estaba todavía cerca de él.
Los gritos de agonía de la bestia herida, lo perseguirían para siempre.
Le parecía que había pasado una completa eternidad desde entonces. Pavel ya no era el mismo niño inexperto, estaba en completo control de sus poderes grisha, pero eso no hacía la situación más fácil. A los volcra no les importaba si tenían frente a sí a un niño indefenso o a un soldado experimentado. Lo único que querían era acabar con todo a su paso.
Pavel retrocedió un instante, tirando consigo a otra de los grisha que estaba a su lado. Los volcra no sólo se veían aterradores, tenían unas alas espectrales, sino que además hacían un chillido horrible que le cercenaba los oídos.
En medio de la confusión, creyó que había imaginado la voz de Sergei. Pavel trató de convencerse de que eso no tenía sentido, porque Sergei tenía que estar fuera de peligro, bajo cubierta, con los demás soldados del Primer Ejército. Sin embargo, tenía un novio testarudo. Pavel se angustió al ver su silueta en la cubierta del barco. Si estuvieran en otras circunstancias, lo habría arrastrado hasta un lugar seguro.
Pero no había dónde esconderse. La única opción que tenían era atacarlos para defenderse.
—¡Sergei! —Pavel avanzó hacia él, con rapidez, pero tuvo que agacharse porque un volcra pasó volando muy bajo, demasiado cerca de él y los demás pasajeros del barco. Pavel estaba de rodillas, cerca de Sergei, pero sabía que llegar a él no sería suficiente si los volcra continuaban sobrevolando el barco. ¿Cuántos soldados habían caído? Pavel no pensó más en ello y utilizó su cuarzo para crear un remolino de fuego. Lo lanzó con fuerza en dirección al volcra que tenía más cerca. El ruido que hizo la bestia fue horrible, un sonido gutural que le heló las entrañas, pero aquel movimiento le dio el tiempo suficiente para alcanzar a Sergei. Pavel se aferró a él con fuerza—: Sergei, por favor, tienes que regresar con los otros soldados.
Quiso decirle, una vez más, que él lo cuidaría, el sonido espectral de un volcra lo obligó a ponerse de pie otra vez.
Pavel no fue lo bastante rápido y soltó un gemido de dolor cuando las garras del volcra le alcanzaron en el costado. Se arrodilló un instante, sin detenerse a pensar si estaba sangrando demasiado. Podía moverse, se convenció a sí mismo que era una herida superficial. Pavel creó fuego entre sus manos, una esfera de fue lo bastante grande para avanzar con ella y arremeter contra el volcra que estaba todavía cerca de él.
Los gritos de agonía de la bestia herida, lo perseguirían para siempre.
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No había sido su movimiento más inteligente subir a cubierta, evidentemente. Pero no se había equivocado. En efecto su novio estaba allí haciendo de héroe.
Lanzó una exclamación ahogada cuando lo vio pegarle fuego a un volcra. La criatura era horrible y repugnante, y en llamas se veía terrorífica. Además, los sonidos que hacía eran terribles. Pero lo peor fue que un segundo atacó a Pavel.
Por supuesto que su novio no iba a decepcionar. Quemó a ese segundo, a pesar de que tenía que estar evidentemente herido. Corrió hacia él y lo arrastró hacia un lado, buscando refugio entre dos gabinetes de cubierta. Rápidamente palpó su costado, encontrando sangre.
—Demonios Pavel, ¡de nada valen nuestros planes si no llegamos vivos al otro lado los dos! —le recordó, mientras se rasgaba la camisa para improvisar una rápida venda.
Daba un poco igual ya, si llegaban al otro lado lo regañarían por llevar mal su uniforme, aunque podría esconderlo debajo de la gabardina. Pero no esperaba llegar a eso. Nadie los vería de nuevo.
—¡Hay más inferi, no tienes que matar todos los volcra tú!—le recordó, tomándolo del rostro y buscando su mirada. Apenas podían verse por los reflejos de las llamas que otros inferi estaban lanzando, reforzando tus palabras.
Era irónico que el valor de Pavel era una de las primeras cosas que le habían gustado de él. Sergei había tenido muchos prejuicios contra los grisha, porque los consideraba egoístas y soberbios, indiferentes a las vidas del Primer Ejército. Pero Pavel no era así.
Pavel era valiente, y se preocupaba por las vidas de todos.
De todos menos la propia.
Por suerte ahora tenía a Sergei para preocuparse por él.
—Trata de que el líder sepa que te hirieron, ayudará a justificar que no te encuentren después, pensarán que moriste de la herida.—añadió.
Lo tomó por los hombros y lo abrazó. Todavía el mismo día de su huída tenían que sufrir y ser heridos una vez más.
Estaban haciendo lo correcto. Ya era demasiado.
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Pavel se estremeció cuando Sergei le improvisó una venda con su propia camisa. Parpadeó varias veces, como si estuviera despertando de un largo letargo. Era obvio que Sergei estaba enojado porque, según él, estaba haciéndose el héroe. Pero Pavel no estaba seguro si acaso Sergei estaba menospreciando un poco la situación en la que estaban. Si él permitía que los volcra destruyesen en bote, no quedaría de ellos y la fuga no tendría sentido alguno.
Así que, aunque a Sergei no le gustara, Pavel tenía que usar sus poderes para llevarlos a terreno seguro. Le robó a Sergei un rápido beso, mientras volvía a mirarse las heridas. Eran superficiales de momento, con cuidarse un poco más, no pasaría nada. Esperaba que Sergei lo entendiese.
—Necesito que te ocultes de nuevo, Sergei… —dijo Pavel, abrazándolo con más fuerza—. Por favor, necesito saber que tú estás a salvo, ¿sabes?
Dijo, mientras lo volvía la vista hacia su alrededor. Los demás grisha estaban peleando contra los volcra y Pavel vio el camino libre para la puerta que daba a la parte inferior del barco. Tiró de Sergei con suavidad, indicándolo que lo siguiera. Pavel estaba dispuesto a abrirse paso con sus poderes, incluso si eso hacía que su novio se enfadara de nuevo con él. Pero no pensaba volver a luchar si sabía que Sergei estaba allí arriba, expuesto por completo.
—Vamos, Sergei, tienes que regresar adentro del barco —dijo, mientras formaba un remolino de fuego con su mano derecha—. Yo te cubro. ¡Me cuidaré! Pero no voy a estar tranquilo si estás expuesto aquí arriba.
Pavel volvió a robarle un beso rápido, mientras lo empujaba con suavidad con el brazo izquierdo, para hacerlo avanzar.
Así que, aunque a Sergei no le gustara, Pavel tenía que usar sus poderes para llevarlos a terreno seguro. Le robó a Sergei un rápido beso, mientras volvía a mirarse las heridas. Eran superficiales de momento, con cuidarse un poco más, no pasaría nada. Esperaba que Sergei lo entendiese.
—Necesito que te ocultes de nuevo, Sergei… —dijo Pavel, abrazándolo con más fuerza—. Por favor, necesito saber que tú estás a salvo, ¿sabes?
Dijo, mientras lo volvía la vista hacia su alrededor. Los demás grisha estaban peleando contra los volcra y Pavel vio el camino libre para la puerta que daba a la parte inferior del barco. Tiró de Sergei con suavidad, indicándolo que lo siguiera. Pavel estaba dispuesto a abrirse paso con sus poderes, incluso si eso hacía que su novio se enfadara de nuevo con él. Pero no pensaba volver a luchar si sabía que Sergei estaba allí arriba, expuesto por completo.
—Vamos, Sergei, tienes que regresar adentro del barco —dijo, mientras formaba un remolino de fuego con su mano derecha—. Yo te cubro. ¡Me cuidaré! Pero no voy a estar tranquilo si estás expuesto aquí arriba.
Pavel volvió a robarle un beso rápido, mientras lo empujaba con suavidad con el brazo izquierdo, para hacerlo avanzar.
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Si por Sergei fuera habría arrastrado a Pavel abajo con él, pero en el fondo debía admitir que su novio no dejaba de sonar razonable.
—Ya sabes cómo me siento todo el tiempo —replicó con fastidio.
Tiró de él para darle otro beso antes de dejarse empujar escaleras a bajo.
—¡Tienes que salir de esta de una pieza!—le gritó con impotencia.
Algunos de sus compañeros del Primer Ejército le dirigieron miradas extrañas al escucharlo mientras regresaba. No habían notado su ausencia y no podían imaginar por qué le hablaba así a alguien del segundo.
O tal vez sí.
Sergei sospechaba que el hecho de que desaparecieran juntos causaría cierto revuelo. Sus compañeros tenían sus teorías sobre sus constantes colaboraciones con el Segundo Ejército. Pero sin cuerpos y en la Sombra, no podrían hacer mucho. Además, todo el mundo sabía que había que estar loco para intentar desertar.
El barco se agitó con fuerza y los chillidos que se escuchaban de la superficie helaban la sangre. Volvió a subir, para intentar mirar algo, pero solo se veía oscuridad y llamaradas de fuego. No podía distinguir a nadie, las keftas eran muy oscuras también.
—Pavel, más te vale salir vivo de esto—masculló.
Odiaba no poder hacer nada. En la Sombra, un rastreador era inútil. Pero un inferi era un héroe.
Tal vez era la última vez que Pavel podría usar tan libremente sus poderes. Quizá no era malo. Quizá era una especie de despedida.
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Las palabras de Sergei, pidiéndole que tenía que volver en una pieza, resonaban en los oídos de Pavel. Solamente cuando lo vio desaparecer a la seguridad de la parte baja del barco, se sintió un poco más tranquilo. El problema era que no podía relajarse, tenía que volver a la carga porque la única manera de que Sergei estuviera completamente a salvo, era que él acabara con todos los volcra que estaban atacándolos.
Pavel concentró el fuego entre sus manos, valiéndose de su querido cuarzo, que había sido su fiel compañero desde la primera vez que empezó su entrenamiento. Sabía que podía usar sus poderes sin miedo, porque Sergei en este momento estaba protegido.
Escuchó con atención los gritos de sus compañeros cuando la enorme llamarada de fuego envolvió a uno de los volcra que estaba amenazando a un grisha que estaba luchando cerca del timón del barco. El chillido del volcra fue simplemente espantoso, por suerte, uno de los vendavales lanzó al volcra en llamas fuera del bote, antes de que se formara un incendio que pudieran controlar.
—¡Sigan avanzando! —exclamó Pavel, a todo pulmón, mientras lanzaba otra llamarada—. ¡Avancen! Nuestra tarea es detenerlos, pero ustedes tienen que avanzar.
Pavel subió un par de escaleras, a la parte más alta de la cubierta, mientras golpeaba a un volcra con una bola de fuego. Desde esa altura, Pavel podía ver cómo la sombra se diluía a la distancia, se veía un minúsculo hilo de luz, indicándoles que la salida de la Sombra no estaba tan lejos.
Pero, a la vez, había un mundo de distancia.
Pavel rezó, una última vez, antes de invocar una enorme bola de fuego que elevó sobre su cabeza.
Pavel concentró el fuego entre sus manos, valiéndose de su querido cuarzo, que había sido su fiel compañero desde la primera vez que empezó su entrenamiento. Sabía que podía usar sus poderes sin miedo, porque Sergei en este momento estaba protegido.
Escuchó con atención los gritos de sus compañeros cuando la enorme llamarada de fuego envolvió a uno de los volcra que estaba amenazando a un grisha que estaba luchando cerca del timón del barco. El chillido del volcra fue simplemente espantoso, por suerte, uno de los vendavales lanzó al volcra en llamas fuera del bote, antes de que se formara un incendio que pudieran controlar.
—¡Sigan avanzando! —exclamó Pavel, a todo pulmón, mientras lanzaba otra llamarada—. ¡Avancen! Nuestra tarea es detenerlos, pero ustedes tienen que avanzar.
Pavel subió un par de escaleras, a la parte más alta de la cubierta, mientras golpeaba a un volcra con una bola de fuego. Desde esa altura, Pavel podía ver cómo la sombra se diluía a la distancia, se veía un minúsculo hilo de luz, indicándoles que la salida de la Sombra no estaba tan lejos.
Pero, a la vez, había un mundo de distancia.
Pavel rezó, una última vez, antes de invocar una enorme bola de fuego que elevó sobre su cabeza.
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Sergei no podía ver lo que sucedía arriba, y debía permanecer ahí para cumplir con lo que Pavel le había pedido, pero los últimos estruendos le helaron la sangre. Algo muy malo estaba ocurriendo ahí arriba. Además, por el tiempo que llevaban de travesía debían estar por terminar de cruzar la Sombra y debían estar listos para ese momento. No habían pensado que los Volcra los seguirían hasta la orilla.
Empezaba a debatirse entre si volver a salir o no cuando empezaron a sonar las voces de alerta.
¡Fuego abordo!
No quedaba más opción que salir. Si la cubierta estaba en llamas, los volcra no iban a subir. En cambio, ellos sí que tenían que huir al llegar al otro lado de la Sombra. Si se mantenía este caos iba a ser más fácil huir.
Dado que se había quedado arriba en las escaleras fue el primero en abrir la puerta y ayudar a otros a salir. Le fue difícil, pero mientras hacía eso no paraba de buscar sobre cubierta la kefta de Pavel. Por suerte ambos habían acordado llevar bajo la ropa la que usarían como fugitivos, para que no los relacionaran con el ejército por donde pasaran.
Ubicó a Pavel al otro lado de la cubierta y notó que a lo lejos empezaba a aparecer la luz. Estaban casi al otro lado de la Sombra.
Los volcra seguían chillando cerca, pero el fuego se esparcía sobre la cubierta mientras todos corrían, intentando alejarse de las llamas sin perder el refugio que estas brindaban.
Finalmente, corrió hasta Pavel y lo tomó del brazo.
—Creo que llegó la hora —declaró, viendo cómo salían de la sombra.
Era hora de escapar y confiar que con el caos fuera más fácil creer que habían muerto. No tendrían ni siquiera que simular ningún accidente.
Iban a ser libres, por primera vez en años. Quizá en toda la vida.
Sabía que Pavel tenía miedo, pero él no podía más que sentirse emocionado.
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Pavel sentía que iba a vomitar. Aunque estaba acostumbrado al olor a humo desde hacía muchísimo tiempo, había algo en el olor a la madera y carne quemada que se le metía en la nariz y llegaba hasta sus entrañas. Siguió sintiéndose igual de mareado, como si su cuerpo no fuera totalmente suyo, hasta que sintió cómo las manos de Sergei lo sostenían, dándole un remanso de paz en medio de aquel caos. Buscó la mirada de Sergei, escuchó que éste le estaba hablando, pero Pavel no estaba escuchando realmente, en especial porque el rumor que había a su alrededor, los gritos, resultaban imposibles de ignorar.
Fue Serguei quien, en medio del desconcierto, lo guió hacia la luz. Pavel dio un par de pasos torpes del otro lado de la sombra, todavía sin poder creérselo. Todavía sentía el cosquilleo frío de la sombra a sus espaldas, mientras escuchaba las voces de quienes se habían quedado allí dentro. ¿Cómo había conseguido Sergei sacarlos de allí tan rápido? Pavel se miró ambas manos, completamente llenas de cenizas, y no pudo evitar preguntarse cuándo podría volver a usar sus podres.
Se dio cuenta de lo impactado que estaba, cuando fue Sergei, otra vez, quien le quitó su kefta. Pavel alcanzó a mirar cómo la tela, bastante quemada y en pésimo estado, se deslizó en dirección al suelo.
Se quedó mirando el kefta, dándose cuenta que parte de su identidad estaba allí contenida, en ese trozo de tela que estaba quemado. No iba a ponérsela de nuevo, nunca más. Pavel todavía no estaba seguro cómo se sentía con eso, pero no iba a quedarse allí parado para averiguarlo. De momento parecían los únicos sobrevivientes, pero habían dejado atrás a un puñado de grishas muy competentes, de seguro que algunos se librarían de los volcra.
No podían quedarse allí si querían darse a la fuga.
—Vámonos, Sergei, si nos quedamos aquí… —Pavel no tuvo que terminar la frase, porque Sergei asintió con la mirada. Por supuesto que lo entendía. Además, Pavel sentía que si no se iban de allí pronto, volvería a repensar sus decisiones.
Fue Serguei quien, en medio del desconcierto, lo guió hacia la luz. Pavel dio un par de pasos torpes del otro lado de la sombra, todavía sin poder creérselo. Todavía sentía el cosquilleo frío de la sombra a sus espaldas, mientras escuchaba las voces de quienes se habían quedado allí dentro. ¿Cómo había conseguido Sergei sacarlos de allí tan rápido? Pavel se miró ambas manos, completamente llenas de cenizas, y no pudo evitar preguntarse cuándo podría volver a usar sus podres.
Se dio cuenta de lo impactado que estaba, cuando fue Sergei, otra vez, quien le quitó su kefta. Pavel alcanzó a mirar cómo la tela, bastante quemada y en pésimo estado, se deslizó en dirección al suelo.
Se quedó mirando el kefta, dándose cuenta que parte de su identidad estaba allí contenida, en ese trozo de tela que estaba quemado. No iba a ponérsela de nuevo, nunca más. Pavel todavía no estaba seguro cómo se sentía con eso, pero no iba a quedarse allí parado para averiguarlo. De momento parecían los únicos sobrevivientes, pero habían dejado atrás a un puñado de grishas muy competentes, de seguro que algunos se librarían de los volcra.
No podían quedarse allí si querían darse a la fuga.
—Vámonos, Sergei, si nos quedamos aquí… —Pavel no tuvo que terminar la frase, porque Sergei asintió con la mirada. Por supuesto que lo entendía. Además, Pavel sentía que si no se iban de allí pronto, volvería a repensar sus decisiones.
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