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Miér Jun 14, 2023 5:41 am por Eddie
I like your style, kid.
Hey if you don't mind
I think there's something wrong
with a friend of mine...
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El Stardrop Saloon. Un lugar donde tomar una cerveza, jugar al billar o al arcade, bailar un poco... Sí, todo eso está bien, pero ¿por qué quedarse ahí?. Ahora imagina esto: El Stardrop: eje de Pelican Town ¿qué digo? ¡De todo el Valle! Todo lo que te gustaba de su versión clásica -.billar, beber, bailar- pero con un nuevo estilo fresco, atractivo, rítmico. Nadie querría salir de ahí ¿y por qué deberían hacerlo? Camas, primo. Habitaciones. Es todo lo que le falta (aparte, claro, de esa visita al cirujano plástico). Ahora que el pueblo está creciendo, la gente tiene más interés en venir de visita pero no tienen donde dormir. Déjame remodelarlo. Podría meter hasta tres habitaciones en esa segunda planta mal aprovechada que tienes. ¡Serías el héroe del pueblo! Tanto tiempo hablando pestes de cómo Joja roba el poco comercio local cuando tú tienes tan sencillo fomentar el comercio general a través del turismo.
Dame seis meses y un presupuesto, y si no quedas conforme, te prometo que te devuelvo el dinero y te ayudo a devolverlo a su estado original.
¿Y bien? ¿Tenemos trato?
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Hola, buenos días. ¿Necesitáis camarero?
Teddy Satin
51 años - Murray Bartlett - Gerente - Eddie
Aspen Lieder
21 años - Anton Thiemke - Camarero - Blueberry
elirose


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Jue Jun 15, 2023 5:37 am por Blueberry
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Stardrop Saloon. 06/05/23 - 15:20
— ¿Supongo que eso lo hacen...— Aspen Lieder sacó la pequeña pizarra privada que él y Teddy se traían desde hacía siete meses y apuntó un nuevo palito en la sección de "lose
Aspen se giró a mirar a su jefe con una sonrisa divertida, algo socarrona, en la cara.
Aspen Lieder, hijo mayor de Sam Lieder y Penny Ritonda, era un joven de los que, se diría, entraban por los ojos: atractivo, sí, pero icónico; sería probablemente esa cabellera rubia a medio hombro, de las que atraían la mirada y te hacían preguntarte si ser rubio era una cualidad o una personalidad. Ligeramente asalvajado, Aspen había heredado parte del estilo de su padre y sus compañías: pelo ligeramente rizado -herencia de su madre- desordenado, camisas sin mangas y algún que otro tatuaje a la vista. Reservado, como su madre; callado, como su padre, Aspen parecía hablar solamente cuando tenía las tres palabras justas que decir en una situación. Un aspecto afilado y agudo se armonizaba con lo que, se veía, era un cuidado de su imagen: alguien probablemente consciente de su apariencia, pero que no tenía miedo a ensuciarse las manos. Después de dos hermanos pequeños, nadie tenía miedo a estar hecho un desastre, especialmente si parte de su educación había recaído indirectamente en tus hombros.
En Stardew Valley nada era un secreto: todos habían visto a Aspen cuidando de sus hermanos cuando sus padres estaban trabajando y no era difícil dilucidar por qué Aspen había renunciado a la universidad y empezado a trabajar de camarero. Sin embargo, el joven no parecía quejarse de esta situación; o, desde luego, no daba muestras físicas de estar importunado por ello o confirmaciones del cotilleo.
Teddy y Gus habían tenido la deferencia de aceptarle entre sus filas hacía algo más de un año, y la relación entre Teddy y el chaval había ido creciendo hasta un sistema de piques sanos, entrometidos y que acababa por sacar la sonrisa, tarde o temprano, de ambos. Y la broma que más perseguían entre ellos era ver cuántas veces Teddy podía llegar a ser ignorado por un hombre.
Sin embargo, aquella vez había sido un hombre diferente al habitual.
Veréis, Aspen estaba acostumbrado a ser el camarero, el bartender, aquel que se encargaba de llevar las bandejas de comida a la mesa, de tomar nota, de convencer al cliente de que probara uno u otro plato. Pero en esa ocasión, Aspen había salido de la cocina y visto a un nuevo cliente, desconocido, un hombre de unos cuarenta años, con barba y una planta abrazada que parecía aferrar como si fuera su último ser querido. A él lo atendía Teddy, convenciéndole de que comiera algo, que no se preocupara, que fuera a dejar sus cosas en la habitación y que cuando bajara tendría el plato listo. Aspen se había encargado entonces de limpiar la barra y llevar la orden de comida a la cocina. Quince minutos después, el forastero había bajado y antes de que el chaval pudiera oler el plato, Teddy había cogido la comanda y se la había llevado al cliente, pero de él solo recibió dos "gracias": uno al recibirlo y otro al llevar el pesebre a la barra. Y Aspen pretendía continuar aquella dinámica, no tanto por haber encontrado graciosa la situación, sino por continuar construyendo sobre lo que ya había conseguido: la simpatía de Teddy.
Así, cuando David Alders -así había visto que había firmado en el libro de registros- salió del Saloon, Aspen no perdió oportunidad de reírse ligeramente de Teddy, aun a expensas de entender que, probablemente, solo quería afianzar el trato con el hombre que había pagado la habitación individual más cara que tenían: lo que costaban unas vistas a la playa.
Aspen mantuvo la mirada a Teddy.— Es la barba, ¿verdad?— acabó por comentar. Morenos con nidos por barba - el tipo de Teddy Satine.
elirose
Última edición por Blueberry el Miér Jun 21, 2023 3:29 am, editado 1 vez
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Lun Jun 19, 2023 1:03 am por Eddie
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Stardrop Saloon. 06/06/23 - 15:20
"La habitación 'Horizonte Salado', por supuesto. ¿Sería tan amable de darme su nombre y echar una firmita en este recuadro?"
David Alders... ¿De qué le sonaba ese nombre? ¿No era la granja Alders aquel pedazo de tierra tan desaprovechado que tenían a la derecha? Entonces ¿este era el famoso David? Vaya, lo esperaba más... acicalado.
Con la sinceridad siempre por delante, si a Teddy alguien le hubiera preguntado cuál era su parte favorita de llevar el Stardrop, él hubiera contestado "los cotilleos". No obstante, lo hubiera hecho con tal sorna que su interlocutor no hubiera tenido claro si decía la verdad o tan solo se mofaba. La realidad es que eran varias las facetas del trabajo que a él le llamaban y, desde luego, los cotilleos eran una de ellas. Su primo mayor había estado desaprovechando el puesto, siendo una persona tan íntegra y respetuosa de las intimidades de los demás. No es que Teddy fuese contando secretos por todo el Valle, ni mucho menos. De hecho, la mayoría los guardaba para sí o los compartía tan solo con sus personas de confianza (Aspen, Kay y en alguna ocasión había tratado de contarle alguno a Roy, pero no parecía estar muy interesado en ellos).
En fin, es por esto que Teddy en un abrir y cerrar de ojos se asignó a sí mismo la misión investigativa de descubrir más información de su nuevo cliente. Ese mismo cliente que en estos instantes parecía querer escaquearse tan rápido como le fuera posible, lo cual Teddy no podía permitir.
"Seguro que el viaje en autobús ha sido largo. ¿Por qué no come algo antes de salir? No tardamos nada en prepararlo. Usted suba a dejar sus cosas que tan pronto como baje se encontrará un plato deliciosamente humeante esperándole."
Si había algo en lo que Teddy podía regocijarse era en su propia labia. Bueno, siempre no, pues había todavía un hombre al que no había podido conquistar.
Con todo esto, el gerente le encargó la comanda Aspen y se encargó personalmente de preparar la mesa y servir a aquella sombra del pasado de Stardew (según tenía entendido) personalmente. No obstante, el hombre parecía bastante callado y abstraído, y Teddy no pudo ni desenfundar sus armas conversativas antes de que le contestase con un mero "Gracias" a la entrega de la comida y otro a la recogida.
Sin desesperarse pues sabía que el hombre volvería tarde o temprano, Teddy se sintió ligeramente derrotado. Había algo en ser el portador de una primicia que le alimentaba la adrenalina y, aunque efectivamente el mero hecho de que David Alders estuviera en Stardew ya lo era de por sí, le hubiera gustado haber podido sacarle algo más de información. Sin embargo, pensándolo dos veces, el hombre se dio cuenta de que tenía más de la que creía. Al fin y al cabo ¿qué sabía de este hombre? Tan solo lo que le había contado Kay, que no era demasiado y ya de por sí era de segunda mano, pues ella tampoco había llegado a conocer a esta figura tan prominente como vacante en el panorama de Pelican Town. Algo que sí sabía es que había estado en una relación con el escritor residente y que desde entonces se había convertido en juez y ahora tenía su propia familia. Por tanto, era de bastante interés el hecho de que, aún con la alianza todavía en el dedo, el hombre hubiera llegado solo y con intención de quedarse un tiempo.
Todo esto rumiaba el gerente cuando su joven empleado le cortó el hilo de pensamiento:
"¿Supongo que eso lo hacen... veintisiete patinazos?"
— No vayas tan rápido, chaval. — Sonrió Teddy quitándole la pizarra de las manos. — No me pongas más derrotas de las que son.
— Aunque es verdad que la barba le da algo de atractivo — Respondió meditativo, contemplando las similitudes entre Roy y David. — Pero no, lo que me interesa de este es su historia. — Terminó alzando las cejas, un gesto que hacía a menudo cuando tenía algún cotilleo quemándole en la lengua.
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Miér Jun 21, 2023 4:32 am por Blueberry
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Aspen nunca había sido chaval de cotilleos; curioso e interesado por la vida de sus allegados, el Lieder siempre esperaba a que estos compartieran los pedazos de su historia voluntariamente. A la larga, aquello atribuía de cierta fiabilidad a As, provocando, incluso, que los más habladores hablasen siempre de más, buscando algún tipo de reacción en el Lieder.
No, Aspen era el camarero silencioso, aquel que aprovechaba una historia para adelantar trabajo y limpiar los vasos: escuchaba, atendía, regalaba alguna sonrisa y, en contadas ocasiones, si se le pedía una opinión, la daba. Poco le importaban o repercutían los chismorreos que muchos buscaban contar en esa confianza como si de una peluquería se tratase.
Sin embargo, Aspen había llegado a apreciar aquella ansia de su empleador por compartir una idea o un pensamiento sobre alguien. Haciéndole el tedioso trabajo de limpiar la barra más ameno, Aspen invitaba habitualmente a Teddy Satine a compartir las últimas novedades del Valle. O no. No solía hacerle falta.
Teddy le arrebató aquella pizarra y Aspen se separó riendo de su jefe. Una risa de las que se llenaban de arrugas, de las que fruncían los labios y marcaban la estructura ósea bajo la piel: la seña juvenil de Aspen de estar pasando un buen rato y haber reído bastante en su vida. Sí, el Satine había crecido en él hasta considerarle alguna clase de amigo o mentor, y con intenciones de no descuidar su trabajo, Aspen recogió el plato que David Alders había dejado en el mostrador para irlo fregando.
— Aunque es verdad que la barba le da algo de atractivo.
— Sabía que eran los nidos lo tuyo— respondió concentrado en levantar el queso gratinado de un plato de pasta. Un turista era como Aspen había clasificado a David Alders. Solo los locales eran lo suficientemente cercanos o astutos de pedir platos vegetales, menús con productos locales, aprovechando las granjas que rondaban todo el Valle. Los turistas... pedían pasta putanesca, donde lo más local que había era alguna aceituna de Nightingale y el queso de Shane.
Por ello, al joven chaval se le hizo extraña la siguiente intervención de su amigo.
— ... lo que me interesa de este es su historia.
Aspen sonrió con una diversión cercana y habitual, sabiendo que el Satine estaba a punto de entretenerle el fregado del plato. Mi madre también dice que lo que le gusta de las novelas románticas es la trama, hubiera querido decir si eso no hubiese expuesto tanto a su madre. En cambio, esperó a que Teddy no pudiera morderse más la lengua y comenzara a especular sobre qué hacía un turista alquilando una habitación por noches, con una maleta, una maceta y un libro como único equipaje. Una abrupta ruptura con su... ¿esposo? A Aspen le costaba imaginarse a muchos cisheteros que en mitad de una pelea cogieran las amarilis del salón y se fueran dando un portazo.
¿Y qué hubiera cogido Aspen en tal escenario? El joven visualizó su cuarto y la tabla de surf que colgaba sobre la ventana —os había dicho ya que el rubio de Aspen era la definición más acertada de su personalidad, ¿no?— Sí, él no hubiera querido dejar su tabla con alguien que no fuera a apreciarla. Y aquello hizo al joven replantearse la situación: las amarilis, aquella maceta abrazada como si fuese su último ser querido: una materialización de algo que su marido no sabía apreciar.
Aunque, claro, había que valorar que el tal David había entrado y salido del Saloon en menos de veinticinco minutos, y todos los divorcios y rupturas que alojaban allí tendían a quedarse para una copa o diez. Hm. ¿No una ruptura sino una espantada? ¿Dudas? ¿El tipo de nerviosismo que te llevaba a buscar aire libre?
A Aspen no le entusiasmaban los cotilleos, pero sí disfrutaba de conocer a la gente en las medidas en las que se le presentaban y David no había dejado mucho con lo que trabajar. Claroc que era precisamente esta actitud analítica de cada cliente la que llevaba luego a Teddy a picar al joven con que, en verdad, le encantaban los salseos.
Así que Aspen, con media paciente sonrisa, aguardó a ver cuánto más podía aguantar Ted sin soltar su lengua.
No, Aspen era el camarero silencioso, aquel que aprovechaba una historia para adelantar trabajo y limpiar los vasos: escuchaba, atendía, regalaba alguna sonrisa y, en contadas ocasiones, si se le pedía una opinión, la daba. Poco le importaban o repercutían los chismorreos que muchos buscaban contar en esa confianza como si de una peluquería se tratase.
Sin embargo, Aspen había llegado a apreciar aquella ansia de su empleador por compartir una idea o un pensamiento sobre alguien. Haciéndole el tedioso trabajo de limpiar la barra más ameno, Aspen invitaba habitualmente a Teddy Satine a compartir las últimas novedades del Valle. O no. No solía hacerle falta.
Teddy le arrebató aquella pizarra y Aspen se separó riendo de su jefe. Una risa de las que se llenaban de arrugas, de las que fruncían los labios y marcaban la estructura ósea bajo la piel: la seña juvenil de Aspen de estar pasando un buen rato y haber reído bastante en su vida. Sí, el Satine había crecido en él hasta considerarle alguna clase de amigo o mentor, y con intenciones de no descuidar su trabajo, Aspen recogió el plato que David Alders había dejado en el mostrador para irlo fregando.
— Aunque es verdad que la barba le da algo de atractivo.
— Sabía que eran los nidos lo tuyo— respondió concentrado en levantar el queso gratinado de un plato de pasta. Un turista era como Aspen había clasificado a David Alders. Solo los locales eran lo suficientemente cercanos o astutos de pedir platos vegetales, menús con productos locales, aprovechando las granjas que rondaban todo el Valle. Los turistas... pedían pasta putanesca, donde lo más local que había era alguna aceituna de Nightingale y el queso de Shane.
Por ello, al joven chaval se le hizo extraña la siguiente intervención de su amigo.
— ... lo que me interesa de este es su historia.
Aspen sonrió con una diversión cercana y habitual, sabiendo que el Satine estaba a punto de entretenerle el fregado del plato. Mi madre también dice que lo que le gusta de las novelas románticas es la trama, hubiera querido decir si eso no hubiese expuesto tanto a su madre. En cambio, esperó a que Teddy no pudiera morderse más la lengua y comenzara a especular sobre qué hacía un turista alquilando una habitación por noches, con una maleta, una maceta y un libro como único equipaje. Una abrupta ruptura con su... ¿esposo? A Aspen le costaba imaginarse a muchos cisheteros que en mitad de una pelea cogieran las amarilis del salón y se fueran dando un portazo.
¿Y qué hubiera cogido Aspen en tal escenario? El joven visualizó su cuarto y la tabla de surf que colgaba sobre la ventana —os había dicho ya que el rubio de Aspen era la definición más acertada de su personalidad, ¿no?— Sí, él no hubiera querido dejar su tabla con alguien que no fuera a apreciarla. Y aquello hizo al joven replantearse la situación: las amarilis, aquella maceta abrazada como si fuese su último ser querido: una materialización de algo que su marido no sabía apreciar.
Aunque, claro, había que valorar que el tal David había entrado y salido del Saloon en menos de veinticinco minutos, y todos los divorcios y rupturas que alojaban allí tendían a quedarse para una copa o diez. Hm. ¿No una ruptura sino una espantada? ¿Dudas? ¿El tipo de nerviosismo que te llevaba a buscar aire libre?
A Aspen no le entusiasmaban los cotilleos, pero sí disfrutaba de conocer a la gente en las medidas en las que se le presentaban y David no había dejado mucho con lo que trabajar. Claroc que era precisamente esta actitud analítica de cada cliente la que llevaba luego a Teddy a picar al joven con que, en verdad, le encantaban los salseos.
Así que Aspen, con media paciente sonrisa, aguardó a ver cuánto más podía aguantar Ted sin soltar su lengua.
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Mar Jul 18, 2023 4:44 am por Eddie
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Stardrop Saloon. 06/06/23 - 15:20
Teddyardo, como le había llamado en alguna ocasión Rodrigo de la Vega de manera cómica cuando el gerente se ponía a divagar en alguna ocasión con chismes que al guardabosques no le interesaban lo más mínimo, dejó escapar un irónico "ja ja" como respuesta al comentario de los nidos. Pues sí, quizá tenía cierta predilección por las barbas de un tipo u otro, pero no pensaba dejar que su pequeño empleado le encasillara por ello.
Teddy dejó su vista caer allí donde la concentración del joven se hallaba: el pedazo de queso gratinado pegado al plato, como si de los restos de comida quisiera discernir algún otro dato oculto de su no tan misterioso visitante. No obstante, pronto volvió a poner los pies en la tierra, dirigiendo una mirada dura hacia Aspen.
— ¿Y bien? ¿No preguntas? — Replicó, sabiendo perfectamente que el rubio nunca le preguntaba directamente por los cotilleos. — Esa falta de interés en los clientes no te va a llevar muy lejos, chaval. — Presionó.
— Pues bien, no sufras más en tu voto de silencio. Seré magnánimo y te contaré lo que sé para que puedas dar una atención más personalizada a nuestros comensales. Pero espero más interés por tu parte la próxima vez. — Teddy no pudo evitar esbozar una sonrisa a pesar de haber tratado de adoptar un semblante serio y reprendiente.
— Ejem. — Se aclaró la garganta. — David Alders. ¿Qué conocemos de este sujeto? Alto, misterioso, atractivo... — Teddy dejó una breve pausa para comprobar la reacción de su compañero, adivinando para sí cuál sería. — Pero eso no es lo que nos incumbe. Alders ¿no te suena? Alders... En el momento en que yo escuché ese apellido, una bombilla pareció encenderse sobre mi cabeza. (Hablando de eso, luego tienes que ir a arreglar la del almacén, que se ha fundido). ¿Y bien? ¡Claro! Como la granja Alders. Vamos, seguro que has ido más de una vez a esa especie de descampado abandonado a jugar de pequeño. Pues sí, no es ninguna coincidencia. Resulta que ciertas fuentes ya me habían hablado previamente de un tal "David" que vivía en esa misma granja hace muchos años (antes de que tú nacieras, pipiolo). Un hombre, que por lo que tengo entendido, alteró de por vida la red social que une este humilde pueblo. ¿Conoces a Elliott Swan, el escritor? Por lo visto este tal David fue su primer amor y, como puedes imaginar, su primer corazón roto. Él, Alex Rivers y Haley Motley eran su pequeña troupe. Por lo que he oído, estos dos últimos eran bastante insoportables antes de conocer a nuestro nuevo cliente. — Teddy dejó un momento para respirar — Y hasta aquí la historia del pasado. Más de veinte años sin pisar el pueblo, y cómo no, habiendo dejado corazones pisoteados a su paso. Y ahora fíjate, llega de nuevo a Pelican Town, con una alianza aferrándose a su dedo y sin fecha de vuelta. Algo me dice que no le va muy bien en su matrimonio y viene buscando reavivar viejas llamas. — El hombre alzó las cejas, esperando ver una expresión de asombro y respeto hacia sus capacidades deductivas en la cara del chaval. Apoyó la mano derecha sobre la barra y dejó descansar su peso sobre ella, adquiriendo una postura abiertamente engreída.
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Vie Oct 13, 2023 4:04 am por Blueberry
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Aspen rio, dejando resonar una limpia carcajada en el fondo de su garganta a boca cerrada. Era cómplice, cercana y remotamente sarcástica: ¿preguntar? Teddy Satine estaba seguro de que la introversión de su camarero traía de cabeza a los clientes y lo único que Aspen había apreciado de esto a la larga era que las historias más elaboradas siempre caían al camarero que no prestaba atención; todo el mundo disfrutaba de crear reacciones en las personas que apenas las tenían. El propio Teddy caía en ese saco; ¿si no, qué hacía siempre persiguiendo a los barbudos que claramente solo querían tener una conversación con el plato de comida que tenían delante?
"David Alders" anunció. Y, escuchándolo de la voz de otro, a Aspen se le hizo también familiar. "Alto, misterioso, atractivo".— Distinguido, callado, barbudo— tradujo Aspen con una sonrisa mientras terminaba de fregar el plato, lo colocaba en el escurridero y, tras limpiar las gotas de agua que habían salpicado, se giraba a prestarle toda su atención al jefe.
Aspen recordaba nombres de su libro de historia mejor que el apellido de David y, sin embargo, se le hacían parejos; una figura histórica de quien hubiese olvidado su nombre. Y en el momento en que el Satine interrumpió su discurso para mandarle una tarea, As sacó su comandero y en la esquina de la nueva hoja dibujó una bombilla rápidamente: primero el contorno, en línea recta y continua, bajando el casquillo, haciendo las ondas, ahora venía el pelo y tres líneas para encenderla. ¡La granja Alders! Aspen alzó la mirada inmediatamente interesado. ¿Aquel hombre era el propietario de la granja Alders?
Las espigas habían crecido en aquella casa bajo el sueño de todo niño de volverse más alto que ellas y la esperanza de toda madre de que así fuera, pues habían sido varias las veces que su madre había perdido ojo de sus hijos cuando estos entraban en la selva Alders. Los rumores de cualquier niño sobre aquel lugar abandonado habían suscitado la imaginación de los habitantes del Valle. Él mismo había basado cuentos que contar a sus hermanos basados en los días en los que, de pequeño, había corrido a intentar entrar en aquel viejo hogar. Era la promesa de cualquier niño de Pelican Town explorar aquella granja abandonada pues los padres solo guardaban historias de terror para ella: "hijo, es solo una casa abandonada, es peligrosa, podría venirse abajo en cualquier momento o albergar animales; ¿me prometes que no volverás ahí?" ¡¿Pero cómo no iban a volver?! Los padres no sabían nada para un niño pequeño, así que las casas no eran únicamente casas abandonadas; eran castillos y mazmorras, eran el lugar de los junimos y los fantasmas, allí donde la naturaleza retomaba lo que era suyo, como decían los propios cuentos que le habían leído a él de pequeño.
Fue, entonces, una sonrisa emocionada e interesada la que aquella información suscitó a Aspen; reacción a la que no tenía acostumbrado a nadie. Pero su mayor duda era por qué un antiguo horticultor había pedido pasta putanesca para comer. Quizás había construido esa imagen, a la que ahora ponía nombre, bajo la idea de alguien capaz y sabio, aderezado la idealización de David Alders.
Aspen había pasado quizás demasiados años construyendo un héroe o un villano para la fortaleza Alders. Pero ahora conocía que su historia de aventuras caía en la estantería de novelas rosas de su madre. Aspen amplió una sonrisa orgullosa al descubrir, al menos, que había juzgado bien a su cliente: el hombre de las amaryllis no podía ser cishetero. ¿Y el que ha sido capaz de identificar las flores de un solo vistazo? Pero no, Aspen había crecido en el Valle; Aspen había sido cogido por banda por una anciana abuela Rivers y escuchado los diferentes cuidados de las flores del Valle; Aspen acudía al Flower Dance cada primavera y su padre le hablaba de cómo, a pesar de su alergia, le gustaban las flores; Aspen iba a Caroline's y compraba ramos para su madre. Sí, los conocimientos de Aspen eran completamente fortuitos, sí...
"Por lo que he oído, estos dos últimos eran bastante insoportables antes de conocer a nuestro nuevo cliente".
Y Aspen tuvo que volver a prestar atención. ¿Alex Rivers era insufrible en su juventud? Aspen Lieder arqueó las cejas pensando en el profesor que había tenido en Nightingale. Pero se guardó sus pensamientos para más adelante, analizando así, en silencio, que la tía guay de Atlas hubiese tenido un pasado tumulltuoso. En Pelican Town nunca habían sido admiradores de quienes abandonaban el Valle por la ciudad, pero Atlas contaba siempre con entusiasmo las visitas de la cámara de cine. A Aspen se le había hecho siempre del tipo evitativo, alguien que llegaba por cumpleaños, fiestas y, quizás, algún interesado verano para pasar en la playa; nunca parecía quedarse mucho y trazaba sus pisadas por Pelican Town con una melancolía incómoda y miradas esquivas. De hecho... ¿Haley y Alex habían sido amigos?
El año pasado. Stardrop Saloon. 12/07/2022. 21:30
And I'm talkin' to myself at night
Because I can't forget
Back and forth through my mind
Behind a cigarette
La música puesta en bajito, con el murmullo de los comensales por encima de ella y un padre que intentaba, nefastamente, calmar a las niñas de cinco años que habían decidido usar los cubiertos como baquetas. El hermano mayor de estas de brazos cruzados, riendo con la situación mientras el padre se atusaba el pelo, caía sobre la mesa y se reía con las gemelas.— Por favor... Por vuestro padre, que tendremos que dar alguna buena apariencia— suplicaba con una sonrisa derrotada conforme yo llegaba a servir la mesa y acompañaba a la escena con una sonrisa agradada.
— No se preocupe, profesor, creo que no están molestando a nadie— anuncié mientras servía algunas pizzas caseras.
— Seguramente no, pero han salido demasiado similares a mí— lanzándoles una mirada acusatoria, las gemelas se echaron a reír escondiéndose la una en la otra. Yo sonreí, alegre y giré mi torso a la puerta del Saloon, que recibía una nueva visita.— ¿Necesitáis algo más?— inquirí rápidamente para hacerme cargo de Haley Motley.
— ¿Alguien para el equipo de baloncesto?— propuso Alex.— Sander, véndenos.
— Son muy buenos— comenzó su hijo, algo desatinado en saber qué decir.— Les falta alguien que llegue a la canasta— aquello provocó una risa en las gemelas y su propio interlocutor, quien fue escondido por sus hermanas mientras Alex les dirigía otra mirada estupefacta, con un dolor fingido.
— Me voy a comer yo vuestras cenas— amenazó para luego reír.— Piénsalo, Lieder.
Yo asentí, con la certeza de que no iba a volver al instituto.— Gracias, profesor. Entonces, ¿todo bien?— y con el asentimiento de Alex Rivers, marché a la barra para atender a una mujer que, con la mirada puesta en la mesa que acababa de atender, no recibía atención alguna de vuelta.
Aquella noche había conocido a una Haley Motley cuya mirada no había sido esquiva y a un Alexander Rivers que, con la atención puesta sobre él durante toda la noche, había evitado a toda costa cruzar miradas con la rubia. Y, así, mi ceño se frunció levemente al conocer que esos dos nombres habían ido en conjunto en el pasado. Pero, por supuesto, Teddy se centraba en aquella fea costumbre de crear supuestos sobre las vidas ajenas.— O a vender la granja de una vez por todas— contrapropuse.— ¿Qué clase de ruptura se guarda en una sola maleta?— quise hacerle ver antes de que empezara a radiar que el nuevo inquilino venía a reconquistar a un amor de hace veinte años. Claro, que, entonces, mi jefe crearía un escenario donde un celoso esposo habría pedido a David Alders deshacerse del lazo con su primer amor. Y con una mirada aguada, intentando descubrir si Teddy comenzaría a elucubrar nuevas tramas, le paré antes de que volviera a abrir la boca.— ¿Si te cuento lo que yo sé prometes mantener la vida de este hombre lejos de Radio Patio?
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