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Sáb Jun 17, 2023 5:14 am por Blueberry

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06/05/23 - Cabaña de Leah & Kay - 13:30
"¿Cuánto ha pasado, cariño? ¿Diez años ya? Alguno arriba, alguno abajo. Seguramente Elliott lo recuerde mejor que nosotras."

Diez años; alguno arriba, alguno abajo; un hogar que compartir, con las virutas de madera ocupando su espacio, con una voz ensayando impidiendo el silencio; la casa ampliada y dos carreras aún emergentes. Leah Carvelli conoció a Kay Faraday en una de esas encerronas que un buen amigo puede hacerte de cuando en cuando, de los que saben lo que quieres, lo que te gusta, lo que necesitas. Habían sido múltiples las veces en las que la joven tallista había increpado y resoplado a aquel escritor novel, queriendo hacerle entender que no podía seguir enganchado al amor de su juventud. Elliott Swan se había cobrado aquella discusión y a día de hoy un orgulloso silencio y una sonrisa contenida es lo único que recibe de su vieja amiga cada vez que saca el tema.

Diez años, un hogar y dos proyectos en los que respaldarse. Leah tenía con qué echarle en cara al escritor su obsesión por David - duraron solo un año, jamás habían construido un espacio juntos y sus proyectos estaban hechos para, triste y definitivamente, tomar caminos separados. Por respeto a haberle presentado al amor de su vida, Leah se mantenía callada, esperando que su amigo, finalmente, acabara por conocer a alguien con quien construyera tanto como ella con Kay.

Con este tiempo pasado, Leah convive en esta reducida ciudad con algunas de sus amistades más viejas: Elliott, Willy y Robin los primeros; Emily, Shane, su hijo y la ocasional Haley de visita; y, como no, las habituales visitas al Saloon se cobran algunos de sus habituales: Gus, su primo y el nuevo camarero. Mientras, Kay se hace con el encanto del Valle llevando consigo ese brío tan auténtico: a ella parecen pegarse todos los jóvenes aún en búsqueda de su identidad, así como el único otro músico profesional de Pelican Town: Samuel. Compartiendo círculos sociales y conociendo a los recién llegados, Kay y Leah mantienen una vida tranquila, recogida a pequeños hilos rutinarios.

Ahora, con su hora marcada para empezar el cocinado del medio día, Kay se dispone a evitar que su pareja destruya la cocina, mientras esta, divertida con la vieja tradición, se sienta en la mesa a dar conversación y trabajar en sus bocetos, ambas desconocedoras del nuevo y recién olvidado habitante que planea remover las arenas, al fin, asentadas en la playa.

Leah
Carvelli
45 años
Amy Adams
by @Blueberry
Kay
Faraday
47 años
Laura Pergolizzi
by  @Eddie
When you get older, plainer, saner, will you remember all?


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Blueberry
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Miér Jun 21, 2023 3:01 am por Eddie


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Cómo has sobrevivido sola desde los diecisiete años, nunca lo sabré. — Murmuró Kay limpiando el huevo estrellado contra la encimera que había dejado Leah en su fallido intento por cocinar para ambas y sacando una sartén del cajón para comenzar a preparar algo comestible.

La mujer de pelo rizado siempre había sido alguien autosuficiente, incluso en la ciudad, donde vivió toda su vida hasta mudarse con Leah. Nunca le gustó deber nada a nadie, por lo cual tan pronto como aprendió a dibujar semi-decentemente, empezó a vender ilustraciones y retratos a quien pudiera pagarle un mínimo. Así, a los 18 años decidió irse por su cuenta a estudiar arte a una universidad de Zuzu City. Pues, efectivamente, el primer oficio y aspiración de Kay fue la ilustración. No obstante, en la universidad comenzó a tener una aventura con la música y la literatura derivada de esta. El efecto pegadizo de los estribillos, la poesía de las estrofas y la versatilidad de los puentes. Y pronto, en su infinita ambición por conquistar sus pasiones, empezó a perfeccionar el arte de las líricas. Y así, la transición entre profesiones fue surgiendo orgánicamente hasta que finalmente se vio en su estudio con más instrumentos que brochas y lienzos.

¿Qué te parece un souflé de roquefort y nueces acompañado de un salteado de setas? — Sugirió alcanzando la tabla de cortar y la cesta de setas recién recolectadas que aún aguardaban sobre la mesa de la cocina.

La cocina era otra de aquellas pasiones conquistadas por la liricista. Si alguien tuviera que describirla en tres palabras, probablemente serían: "reservada", "habilidosa" y, sin lugar a dudas, "competitiva". Tanto con otros como con sí misma. No tenía amigo con quien no guardase algún tipo de competición ya fuese secreta o abiertamente, y eso permeaba su día a día con Leah. Por ejemplo, a la hora de recoger setas. Era habitual que Leah saliese victoriosa en aquella actividad dado que llevaba practicando mucho más tiempo. No obstante, en los últimos años Kay había ido perfeccionando su conocimiento y habilidad, siendo ahora un partido mucho más reñido.
06/05/23 - CABAÑA DE LEAH & KAY - 13:30




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Vie Jun 23, 2023 6:48 am por Blueberry


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— Marnie hacía una tarta de rubarbo que competiría fácilmente con la tuya— un pique y una sonrisa taimada fue toda respuesta que Leah ofreció a su pareja mientras se sentaba, victoriosa, en la mesa de la cocina. Que Kay cocinara mejor que ella no era ninguna noticia y desde el momento en que Leah había descubierto esa faceta de su novia, había hecho todo lo posible para que fuese ella la que se encargara de la cocina siempre: fingida torpeza y supuestos desconocimientos; hasta el momento en que la pelirroja quisiera darle una sorpresa y prepararle algo por algún aniversario o cumpleaños. Aun así, las dotes culinarias de Kay seguían siendo no solo superiores sino también más disfrutadas. Que Leah se hiciera la tonta ante los fogones tampoco era noticia para aquella dinámica de pareja.

Leah Carvelli había terminado por dejar su hogar a una edad temprana que le había obligado a madurar y desarrollar sus habilidades caseras pronto, sí, era cierto; pero no había sido a los diecisiete años.

Había sido hacía tres décadas, en la divertida inmadurez de los quince años, tras unas soporíferas clases que poco tenían que enseñar a una joven rebelde y una novia que cerraba los ojos tres segundos para atreverse a dar ese salto a la aventura, cuando Leah Carvelli había cogido la mano de aquella inconformista y había echado a correr calle abajo con Danièle Girard.

La ciudad se había abierto a las dos jóvenes como si todo lo que tenía que ofrecer estuviera al alcance de sus manos: Danièle se esforzaba en creerlo, asegurándole que tenían un mundo entero que comerse por delante y que ellas eran las invitadas de honor. Entusiasta, indómita y con un carácter fuerte que encubría sus inseguridades, la chica Girard había conseguido arrastrar a Leah a una aventura para la que ninguna niña de quince años debía estar preparada. "La chica Girard" - así recordaba Leah ahora que la llamaban en la escuela, un calificativo despreciativo, hablando siempre de su rebeldía y de cómo aquella chica estaba echando a perder a "la Carvelli".

Sí, Leah se había forzado a madurar pronto para acompañar a su primera novia a una misión suicida. Y cuando sus padres las habían encontrado, Leah cumplía los dieciséis y se negaron a volver. Así, cuando el sueño y el dinero se empezaban a acabar, Danièle había comenzado a increpar a Leah que sus obras no se vendían y que debía replantearse su talento. Así que un buen día, cuando Danièle había llegado a aquel pequeño apartamento compartido en los suburbios de Zuzu, Leah llevaba una hora en su nuevo hogar.

Habría esperado aún algún año más para hacer las paces con sus padres y con su pasado. Y toda su historia adolescente había quedado para que Elliott le echara en cara durante años que ella tampoco podía seguir haciendo la cruz a toda posible candidata por que una no hubiera funcionado.

Leah había aceptado eventualmente esto cuando una persona madura, jovial, interesante y divertida se había cruzado en su camino. "Y sabe dibujar" había tosido entre dos frases el Swan como si estuviera vendiendo un caballo. "Eso ha quedado ya muy claro" había respondido alto y claro Leah, apuntando al ojo que su futura novia tenía para analizar aquella exposición de arte. La encerrona había sido digna de uno de esos libros que Elliott se empeñaba en declarar que él no había escrito: precisa, pensada y sobrepreparada. Y en momentos cotidianos como aquel, Leah sonreía encandilada a Kay, agradeciendo que su amigo fuese más cabezota que ella.

— ¿No sabes hacer nada más difícil?— había picado con sarcasmo Leah a Kay.— ¿Quieres que te ayude a lavar las setas?

¡NO! — aún no lo había oído, pero estaba claro que tendría prohibida la cocina para el resto del día, así que, según lo preguntaba, cogió la tablet y se dispuso a seguir con los bocetos de su último proyecto: un par de yeguas de juguete para Ellie y Anne River.
06/05/23 - CABAÑA DE LEAH & KAY - 13:30


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Miér Jul 19, 2023 10:05 am por Eddie


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¿Me estás retando en nombre de Marnie? — Replicó con sorna. — Cuando quieras la invitamos a comer.

Cualquiera que mirara a Kay podría ver que es más bien una persona de ciudad; en sus conjuntos primaban los blancos y negros —tremendamente inconvenientes para vivir rodeada de barro—, los materiales más rígidos como el cuero o camisas bien almidonadas, y, por supuesto, aunque útiles en este ámbito también, las gafas de sol, que siempre llevaba o bien puestas, o bien colgadas de la camisa, generaban gran contraste respecto al resto de los habitantes del pueblo. De hecho, ella misma lo asume abiertamente si le preguntan. E, invariablemente, ante su respuesta, siempre recibía una pregunta más: "¿Entonces qué haces viviendo en el campo?". Aquí es donde su respuesta variaba según la compañía que tuviera en el momento. Si Leah estaba presente, solía responder con tono de broma. A veces miraba a su mujer y dirigía la pregunta a ella: "Eso me pregunto yo ¿Por qué?". En otras ocasiones hablaba de una ninfa malvada que la había atrapado allí con sus artimañas. Cuando no estaba Leah, sin embargo, la respuesta le venía simple y honesta: "Es donde soy más feliz." Y, aunque ella nunca lo hubiese escuchado, Kay se aseguraba día a día que su esposa lo sintiera.

Claro que sí. Estoy bastante segura de que soy la única persona del pueblo capaz de que tú o Elliott me déis la razón. — Kay levantó una ceja en dirección a la pelirroja, esperando reprobación.

¿Qué tal si me ayudas poniendo algo de música y dándome conversación? — Replicó.

La mente de Kay, acostumbrada a estar en varias cosas a la vez, repasaba ahora los ingredientes necesarios para el menú que se había propuesto. Sus movimientos eran gráciles, dando la impresión de que se movía por inercia y no conscientemente. Probablemente, si llevara una venda sobre los ojos sería capaz de mantener la misma determinación (aunque seguramente se le rompiera algún huevo por el camino). Eso mismo estaba pensando ella mientras los cascaba sobre la encimera y separaba las claras de las llemas, meciendo el huevo entre ambas mitades de las cáscaras. Como persona organizada que era, éstas fueron directamente al cubo de la basura de su izquierda, en un movimiento de pies y manos que dejó libre su mirada para otear su siguiente objetivo: la harina para la bechamel.

06/05/23 - CABAÑA DE LEAH & KAY - 13:30




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