Nada más abrirse la puerta, se le iluminó el rostro, y a ella también al verles a ellos. Él no reaccionaba muy rápido, de todas formas, por lo que Marcus se le adelantó. ― ¡¡Tía Erin!! ― Fue corriendo hacia ella y la abrazó con fuerza, y ella le recibió con cariño, pero miró a Lex y le guiñó un ojo. Su tía Erin le conocía muy bien y le ponía feliz. No la esperaban para nada allí. Su padre tampoco. ― ¡Erin! ¿Qué haces aquí? ― La abuela Molly suspiró. ― Esta niña y sus locuras, pero claro, ¿quién no quiere ver a lo más bonito del mundo? ― Su abuela siempre pensaba de ellos que eran lo más bonito del mundo, y lo repetía sin parar. ¿Ha venido de Argentina solo para verles? Ya vino el otro día para el funeral, dos viajes transoceánicos en una semana. Le llegó mentalmente de su padre, y subió la cabeza para mirarle. Arnold estaba aún detrás suya, mirando a su hermana analítico. ― Creía que estabas trabajando. ― Ah, sí. ― Dijo la mujer, separándose de Marcus y dirigiéndose a ellos. ― Hoy hago turno de noche. Tengo que estar a las nueve en la reserva. ― Comentó con normalidad, y Lex subió de nuevo la mirada a su padre. Le estaban llegando un montón de números a toda velocidad: su padre era buenísimo calculando. A cualquier otro le habría costado un montón, pero Arnold no tardó ni diez segundos en decir. ― Para eso tienes que salir de aquí como muy tarde a las once de la noche, contando con el desfase horario y las cuatro horas de aparición transoceánica. ― Su tía asintió con una sonrisa de normalidad. ― Me iré a las diez, de hecho, para que me dé tiempo a pasar por el apartamento. ― Le revolvió el pelo a Marcus, quien tras saludar a sus abuelos se le había vuelto a colocar al lado con absoluta felicidad. ― Pero eso me da cinco horas de disfrutar de mis sobrinos. ― O quizás un poquito menos, que estos señoritos tienen un horario para dormir y las diez… ― Comentó Lawrence con una sonrisita. ― ¿Y cuándo duermes? ― Erin se encogió de hombros. No pensaba dormir hasta mañana, la verdad, la oyó pensar, y su padre no era legeremante, pero claramente también lo había entendido, porque había pensado vas a pasar despierta más de veinticuatro horas, además de las dos jornadas de trabajo y el viaje. Su padre no paraba de pensar. No veía nada claro que su hermana se hubiera hecho semejante escapada solo por verles… pero claramente, por lo que pensaba Erin, era solo por verles. Le miró de nuevo, porque acababa de pensar debe querer muchísimo a mis hijos, y eso era muy bonito. Miró a su tía y ella le devolvió la sonrisa. Tita Erin y él se parecían mucho, porque eran muy callados, y no le avasallaba a besos y abrazos como hacían otras personas, porque a ella misma no le gustaba, y siempre pensaba no le quiero poner incómodo. Por eso él, cuando le apetecía, iba a ella, y si escuchaba que pensaba que le apetecía un abrazo también, se lo daba. Se entendían genial, y ahora se alegraba más de haber ido.

No es que no le apeteciera ir a casa de los abuelos, al contrario. En su casa… no se estaba bien desde hacía varios días. Mamá estaba muy triste e irritada porque hacía cuatro días que había muerto el abuelo Dorcas. Marcus lloró un montón, y no sabía por qué, porque al abuelo Dorcas, Marcus le caía fatal. Lex le tenía mucha manía, y la abuela también, y todos en verdad. Pensaban de él que era un viejo, y es verdad que era viejo, pero su abuelo Lawrence también era viejo y los demás no lo pensaban tanto, era raro. Y pensaban de él muchas cosas que no entendía. Y Dorcas siempre pensaba de Marcus que era un “amanerado”, y una vez le preguntó a papá qué significaba eso, pero papá frunció el ceño y le preguntó que dónde lo había oído, y entonces Lex se dio media vuelta y se fue. Pero luego le buscó y le contestó, y le dijo que era una palabra muy fea que significaba algo así como “poco hombre” y que eso nadie tenía por qué decirlo, y de hecho a Lex le pareció una chorrada muy grande, y a papá también, y empezó a dar un montón de vueltas mentales a la definición y a cómo decírsela y Lex empezaba a agobiarse y aburrirse de tanta información, así que se volvió a ir. Pero, en resumen, que al abuelo Dorcas no le caía bien Marcus, así que no sabía por qué su hermano había llorado tanto.

En realidad había llorado un poco como su madre: por eso de que ya no le iban a ver más y daba un poco de pena. Y porque la última vez que fueron a su casa, en Navidad, fue esa vez que le intentó pegar a Percival por llamar tonto a Marcus, y mamá no dejaba de pensar que la última vez que le habían visto se habían dicho cosas feas. En teoría era él quien debía sentirse culpable, porque se fueron porque, como él le quiso pegar a Percival, se enfadaron todos mucho y Marcus se puso a llorar y se fueron. Pero no se sentía mal. El abuelo Dorcas no era bueno. Y la abuela Anastasia siempre decía que, el día que él no estuviera, les iba a ir mucho mejor a ellos dos. No es que quisiera que se muriera, pero como su abuela Anastasia lo decía tanto y todos pensaban que era un viejo y los que se mueren son los viejos… En fin, que no le había sorprendido ni apenado tanto la noticia, y ahora lo que le descuadraba era por qué estaban todos tan nerviosos.

― ¡Abuela! ¿Me puedo poner el pijama de las lechuzas? ― ¡Claro que sí, mi tesorito! En tu cama lo tienes. ― Contestó Molly a Marcus, y luego se acercó a él y se agachó para decirle. ― Y a mi otro tesorito le he dejado planchadito y dobladito el de las escobitas. ― Lex sonrió. Le gustaba el pijama de las escobitas, porque sí. Marcus había pedido el de las lechuzas porque… ― ¡Tita Erin! Me voy a poner el pijama de las lechuzas porque estás tú aquí. ― ¡Qué detalle! ― Contestó su tía, mirando de reojo a Arnold y escondiendo una sonrisita. Marcus siempre que se encontraba con alguien empezaba a pensar a toda velocidad qué podía hacer para su gusto. Lex ni caía, y eso que iba con ventaja sabiendo lo que pensaban. Muchas veces le había preguntado a Marcus si él también era legeremante, ¡es que sabía lo que le gustaba a todo el mundo! Pero ya dejó de preguntárselo porque Marcus se enfadaba cuando lo hacía.

― Bueno… ― Papá carraspeó un poco. ― Me voy a marchar ya, que… ― Pero hijo, pasa aunque sea. ¿Quieres un té? ― Gracias, mamá. Es que no quiero dejar a Emma sola tanto rato… ― Pobre mía, el caos que debe tener en su cabeza, pero vamos, no va a tardar en darse cuenta de que están mejor sin él, oyó pensar a su abuela, pero lo que dijo en voz alta no fue eso. ― Claro, claro, cariño. Te acompaño al jardín. ― Y así le pregunto por ella sin estar los niños delante. Lex frunció un poquito el ceño. ¿Por qué los adultos eran tan tontos a veces? ¿No se daban cuenta de que les escuchaba pensar? ¿De que escuchaba cada vez que decían que iban a hacer algo sin ellos delante? Jolín, es que era como decirle en la cara que iba a hablar a sus espaldas. Y él sabía mejor que nadie cómo estaba su madre, y escuchaba cosas peores. No es como que se fuera a espantar…

― ¡Adiós, papi! ― Se despidió Marcus con un abrazo, tan efusivo como siempre. ― Dile a mami que la queremos mucho. ― Al menos tenía el detalle de incluirle en sus peroratas de bienqueda, porque a Lex no se le ocurrían esas cosas. ― Portaos bien ¿vale? No le deis muchos quebraderos de cabeza a los abuelos. Y acostaros cuando os digan. ― Sí, papi. ― Arnold se giró entonces a él. ― ¿Te quieres quedar, entonces? ― Le preguntó con dulzura. Lex se lo pensó un poquito. No le gustaba separarse de sus padres, sobre todo de su madre. A Marcus le encantaba quedarse a dormir en casa de los abuelos, pero él se agobiaba un poco cuando salía de su cuarto. Había accedido a irse por no ser un niño pequeño y porque había oído a mamá pensar que necesitaba estar sola, y le había dado pena molestar. Y estaba con Marcus, al fin y al cabo, y la abuela Molly siempre se desvivía porque estuvieran cómodos y contentos (a veces demasiado). Miró a su padre, quien ahora estaba trazando a toda velocidad una estrategia alternativa por si decía que no, y asintió lentamente. Mi niño está haciendo un esfuerzo de corazón, qué orgulloso estoy. Oh, eso también lo había oído, y le brillaron los ojos mientras su padre le daba un beso en la frente. ― Verás qué bien te lo vas a pasar con la tía Erin. Y mañana vengo a por vosotros por la mañana. ― O quizás en un rato si no aguanta. Se ahorró rodar los ojos porque al menos lo que había pensado antes había sido bonito, pero vaya confianza. Marcus ya le despedía dando saltitos mientras salía con la abuela para hablar a solas en el jardín, pero a Lex se le encogió un pellizquito en el pecho. No estaba acostumbrado a estar sin sus padres.

Tía Erin había traído un juego de Argentina que estaba muy guay, pero debía estar escrito en argentino porque no reconocía ninguna palabra, y Marcus tampoco. A él no se le daba muy bien leer, pero Marcus leía un montón, y le estaba escuchando confuso. Pero, como tenía esa capacidad, lo que su tía iba traduciendo lo iba pillando. Mientras se metían en la cama, con sus respectivos pijamas, Marcus no paraba de hablar. ― ¿Y sabes cómo se dice “unicornio” en español? ¿Y sabes cómo se dice “árbol” en español? ¿Y sabes cómo se dice “pez” en español? ― Y Molly siempre le preguntaba “¿cómo?” y él contestaba y ella se lo aplaudía un montón, mientras Lex se dejaba poner el pijama por Lawrence y se preguntaba por qué era “español” si el país se llamaba Argentina, debería ser “argentino”. Sea como fuere, Marcus ya sabía hablarlo, y Lawrence le iba vistiendo a la vez que pensaba este niño es tan listo, nos va a superar a todos. Claro, tenía que pensarlo de Marcus, aparte de porque era verdad, porque Lex casi ni abría la boca, no es como que tuvieran pruebas para saber si era listo o no. De hecho, podría haber aprovechado para preguntarle al abuelo por qué era español en vez de argentino, es lo que hubiera hecho Marcus… pero tampoco le interesaba tanto. Sería por eso que no era tan tan listo. Ahora mismo había otras cosas que le importaban más.

― ¿Tita Erin se va? ― Le preguntó al abuelo cuando terminó de abrocharle los botones de la parte superior del pijama. ― Sí, hijo, tiene que trabajar y le queda un viaje largo. Pero habéis pasado una tarde muy divertida ¿verdad? ― Él asintió. Sí, la verdad era que no esperaba pasárselo tan bien, pero ahora que sabía que su tía estaba en casa no quería que se fuera. Se sentía muy bien con ella, porque era calmada. Marcus estaba pletórico y se sentía importantísimo de pensar que estaban durmiendo en la habitación de cuando papá era pequeño, pero él preferiría dormir con Erin en la suya. Tenía muchas cosas sobre animales que le gustaban, y Erin no pensaba tanto como Marcus, podría dormir más tranquilo. No estaba acostumbrado a dormir en la misma habitación que Marcus y, cuando lo había hecho, el tío no había dejado de pensar a toda velocidad hasta que se había quedado dormido, y le dejaba a él desvelado con una nube de información que no sabía ni de dónde venía. Y ahora lo que le llegó fue otra cosa, pero esta vez de su abuelo. Los pobres míos, tener que pasar por esto. ¿Por esto? Se refería a… ― Yo no estoy triste, abuelo. ― Ups. Justo Marcus había tenido la oportunidad de callarse, y al decirlo se había oído por toda la habitación. Y ahora todos le miraban. Si es que tenía que arrepentirse de hablar.

Tragó saliva. Molly fue la que se recompuso más rápidamente. ― Claro, cariño, porque lo bueno es lo que hayáis podido vivir con él, que es lo que os va a quedar siempre. ― Y con suerte sois tan pequeños que no os acordaréis de mucho. A la abuela Molly no le gustaba el abuelo Dorcas, claramente, pero le molestaba que en voz alta dijera una cosa distinta. Ni que fueran tontos. ― Abuelo. ― Pidió Marcus. ― ¿Nos cuentas uno de los cuentos de papá? ― Claro que sí, hijo. ― Lawrence se dirigió a la estantería. ― ¿De qué lo queréis? ¿De números, de alquimia…? ― Igualito que Dorcas, vamos, volvió a pensar Molly. Pues ahí tenía razón, así que volvió a incidir, a pesar de que Marcus había hecho por pasar de largo del tema. ― El abuelo Dorcas no nos leía cuentos. ― Todos volvieron a mirarle otra vez. ¡Jolín! Ellos hablaban tan normal y no se ponían como búhos, pero era abrir él la boca y ya le estaban todos mirando con esas caras. Pero bueno, ya que había empezado… ― De hecho, creo que no le gustaban mucho los libros, porque le daba coraje que Marcus leyera tanto. ― Marcus hizo un pucherito y bajó la cabeza. Oh, ya lo había puesto triste. ― Pero al abuelo Larry sí le gusta. ― Intentó arreglar. El hombre rio con ternura. ― A mí me encanta que leáis. Y yo os leo cuando queráis. ― Pero Molly se sentó al lado de él en la cama y le pasó un brazo por los hombros. ― Cariño, ¿echas de menos al abuelo Dorcas? ― Preguntó, comprensiva. Lex, tras unos segundos de silencio, dijo. ― No. ― Marcus le miró con los ojos muy abiertos, pero sobre todo sintió el impacto de sus palabras en sus dos abuelos presentes. Les miró de hito en hito e intentó arreglarlo rápidamente. ― Pero porque no era un abuelo bueno. Abuelo Larry, tú si eres un abuelo bueno, a ti si te echaré de menos cuando te mueras. ― Marcus aspiró una exclamación muy dramática, saltó de la cama de golpe y se lanzó a abrazar a su abuelo por las piernas. ― ¡¡No!! ¡No digas eso, el abuelo Larry no se va a morir! ― Uf, la estaba liando un montón. Negó rápidamente. ― No, ahora no, porque no es tan viejo. ― Los dos mayores rieron, el hombre con una carcajada. ― Gracias, chico. ― Menos mal que no está Dorcas para oírte, porque era más joven que yo, pensó, pero Lex estaba demasiado ocupado en lo que había generado en su hermano. ― ¡¿Por qué dices esas cosas?! ¡Son feas! ― Bueno, chico, no te preocupes. Que como dice Lex, no me voy a morir. ― ¡Nunca! ― Reafirmó Marcus, y ahora el pensamiento que le llegó fue de Molly, quien miraba circunstancial a Lawrence. No metas irrealidades en la mente de tus nietos, que luego vienen los traumas. ¿Ves? Ese tipo de cosas no las entendía. ― Solo quería ser sincero. ― Se excusó. ― Es que parecéis preocupados. ― Eso le concedió un montón de carantoñas de Molly, pero Marcus, que ahora no quería soltar al abuelo, le miró con reproche. Seguro que les ha leído la mente, eso no se les hace a los abuelos, está feo, estaba pensando. Pillado. Otra vez.

Tita Erin vino a despedirse y Lex se quedó bastante triste, tanto que apenas estaba atendiendo al cuento del abuelo mientras les leía. El sonido de la puerta de la casa le generó un vacío en el estómago y una sensación de soledad muy desagradable. Intentaba decirse a sí mismo que estaba con los abuelos y con Marcus, pero es que papá y mamá, sobre todo mamá, no estaba, y ahora la tía Erin tampoco. Y la abuela Molly estaba preparando la cena para ella y el abuelo, así que el abuelo se iba a ir ya mismo, y el abuelo y Marcus estaban superentusiasmados el uno con el otro con el cuento, y él no se estaba enterando de nada. Se estaba empezando a agobiar.

Les concedieron quedarse despiertos el tiempo que tardaran en cenar, porque Marcus quería seguir leyendo, pero luego tendrían que apagar las luces y echarse a dormir. Su hermano no paraba de hablar y hablar y hablar sobre el cuento que acababan de leer y el otro que se estaba leyendo, entusiasmadísimo, e intentando que él participase, pero Lex estaba poco participativo. La imaginación de Marcus iba a toda velocidad y brillaba con luz propia, así que él prefería centrarse en lo que le llegaba a su mente que en lo que le llegaba a los oídos, era más bonito y lo entendía mejor. A veces pensaba cuándo se aburriría Marcus de contarle cosas, porque la verdad es que nunca le contestaba: solo se dejaba admirar por lo listísimo que era y la cantidad de palabras por minuto que podía llegar a soltar. Él… es que no sabía qué decir. Era más pequeño y menos listo y se bloqueaba. Pero a Marcus, igualmente, le gustaba ser oído, aunque Lex no respondiese. Y soñaba un montón despierto con cosas fabulosas. Era entretenido.

Pero el momento de apagar las luces le generó de nuevo un vacío en el estómago, y mientras que Marcus le dio felizmente las buenas noches y se giró para dormir, lleno de pensamientos fantásticos, él estaba allí intentando ordenar los suyos. Pensaba en mamá y en si estaría echándole de menos tanto como él a ella, o si estaría triste. Quizás tenía que haberse quedado con la abuela Anastasia, ¿y si se enfadaba con él por no quedarse a dormir con ella pero sí con la abuela Molly? Pero si ya en la habitación de su padre se sentía pequeño, en la casa de la abuela Anastasia… Era tan enorme y… él apenas conocía el regazo de su abuela y poco más, ¿cómo iba a dormir en un sitio tan grande y solo? De repente, Marcus se quedó dormido… y Lex en un silencio sepulcral. Ahora estaba mirando a su alrededor con los ojos como platos, y empezó a sentir mucho miedo. Marcus estaba dormido, papá y mamá en casa y los abuelos en el piso de abajo. Si los llamaba iba a despertar a Marcus. No podía llamar a papá y a mamá, no sin alertar a los abuelos, y a lo mejor también estaban dormidos, y ahora los iba a despertar. Se estaba agobiando un montón…

Y entonces, dejó de estar en silencio. Se giró, dándole la espalda a su hermano, y se hizo un ovillo, tapado con las sábanas. Debía vérsele temblar desde fuera, y escuchó los pasitos que se acercaban. ― Lex, ¿estás dormido? ― No respondió, solo se quedó ahí, todo lo quieto que podía, que no era mucho, porque el llanto contenido actuaba por él. Sintió cómo Marcus se ponía de puntillas para intentar estirar el cuello y verle por el otro lado. ― ¿Estás llorando? ― Negó con la cabeza, pero debajo de las sábanas dudaba que se le hubiera visto. Y encima había mentido, a Marcus, que con lo listo que era, lo iba a notar y se iba a enfadar. Sí que lo notó… pero no se enfadó. ― ¿Quieres que duerma aquí contigo? ― Lex sacó la cabeza de debajo de las sábanas y le miró, lloroso. ― ¿Por qué? ― Marcus se encogió de hombros. ― Porque estás triste. ― No estoy triste. ― Estás llorando. ― No. ― Marcus hizo un mohín con la boca y la nariz. ― Pues tienes agua en los ojos. ― Lex frunció el ceño. ― Tonto. ― Y, lejos de ofenderse y dejarle tranquilo, se rio. ― En Navidad le pegaste a Percival por llamarme tonto. ― Lex parpadeó. ― ¿Me vas a pegar? ― No. Pegar no está bien. Y tendrías que pegarte tú a ti mismo. ― Dijo con una risita, y sin permiso, se subió a su cama. ― ¿Sabes cómo se dice “tonto” en español? ― Lex negó, y Marcus sonrió. ― Yo tampoco. Se lo podemos preguntar a tita Erin la próxima vez que venga y se lo decimos a Percival el próximo día. Y no va a saber qué es porque es tonto. ― Eso le hizo reír a él también. Como le había hecho reír, se hizo a un lado para hacerle hueco en la cama. Total, ya se había subido igualmente. ― ¿Echas de menos a papá y a mamá? ― Lex bajó la cabeza. Marcus se encogió de hombros. ― No se lo digas a nadie, pero la primera vez que me quedé aquí a dormir lloré un montón, y los abuelos me tuvieron que meter en su cama, lo que pasa es que luego me desperté aquí, y me puse muy contento cuando me desperté porque había conseguido dormir solo y estaba en la habitación de papá. ― Se acomodó a su lado y dijo. ― Puedo quedarme aquí hasta que te duermas y luego, sin que te enteres, me vuelvo a mi cama y mañana, te levantarás solo y dirás, qué guay, lo he conseguido. Como hice yo. ― Y, como parecía estar ya decidido, Marcus apoyó la cabeza en la almohada y cerró los ojos, satisfecho con su decisión. Lex sonrió un poquito también y dijo. ― Vale. ― Y se tumbó a su lado. Había muchas cosas complicadas y que no entendía, pero quizás, si se pegaba más a Marcus, podían hacerlas más fáciles.