» Don't Go Into the Forest

II. Pretending

scuchar a Athina hablar sobre el bosque era fascinante. Frederick no había tenido tanto contacto con la naturaleza en sus años de juventud, confinado al castillo como príncipe heredero, y las excursiones en la naturaleza eran todo lo contrario a lo que se refería Athina: cacerías, carreras a caballo... nada que extrañara en su nueva vida.

Quizá Athina no veía bien que estuvieran usando el bosque para instalarse, pero, ¿qué debía hacer si no? ¿Ir a arrebatarle su ciudad a alguien más?

No creía estar siendo avaricioso con el bosque por pedirle dar subsistencia a su pueblo.

Hizo a un lado sus pensamientos cuando Athina se acercó a mostrarle las hierbas.

—Creo que será muy valioso que ayudes a algunos sanadores a aprender estas cosas. No sé qué tan valioso es que yo lo sepa —comentó ligeramente, casi como una broma, aunque le estaba poniendo atención e intentaba recordar todo.

En ese momento escuchó un fuerte sonido a sus espaldas. Se giró rápidamente, con los reflejos de un soldado, mientras se llevaba la mano al cinto, donde tenía su espada. ¿Qué andaba allí entre los árboles? ¿Estaban en algún tipo de peligro?

—¿Escuchaste eso?—preguntó. —¿Sabes qué es?

Athina conocía el bosque evidentemente mejor que él. Tal vez estaba haciendo el ridículo y no era nada peligroso lo que sonaba. O quizá sí.

III. Into the Woods

rederick continuaba siendo una especie de caja de sorpresas. Athina no quería aceptarlo, pero a estas alturas no podía negarlo: estaba sorprendida. Frederick no se parecía a ninguno de los hombres que había conocido a lo largo de su vida. Ella tan sólo había visto destrucción, un hambre de poder y que no se tentaba el corazón para nada más que sus propias ambiciones. Pero el hombre que tenía frente a ella, parecía sincero en todo lo que le estaba diciendo.

El problema era que, si pensaba demasiado en ello, escuchaba las voces de sus hermanas en su cabeza. Ellas no aprobarían que tuviera ese tipo de pensamientos.

—Por supuesto que se lo diré a los sanadores, aunque no estoy tan segura de qué tan dispuestos estén a escucharme —comentó Athina, frunciendo ligeramente el ceño—. Pero te lo estoy diciendo a ti porque eres su líder y, no sé lo que tú pienses, pero creo que un buen líder tiene que estar siempre enterado de todo, es la única forma de poder guiar bien a su gente.

Athina pronunció la sonrisa entonces, sintiéndose empoderada por todo lo que había dicho. Sin embargo, soltó un respingo cuando escuchó un ruido tras los arbustos. También escuchó gritos de los soldados y le echó un vistazo rápido a Frederick, quien también parecía confundido. Ella quiso responderle, pero entonces salieron varios soldados entre los arbustos.

Uno de ellos estaba sangrando, los otros estaban alzando sus espadas. Athina contuvo la respiración cuando vio surgir de la vegetación a un enorme oso. Los soldados estaban gritando, asustados. Ella comprendió justo lo que estaban haciendo cuando vio a dos de ellos apuntar las flechas en dirección al animal.

Gritó horrorizada y, sin pensarlo, dio un paso al frente, alejándose de Frederick e interponiéndose entre los soldados y el animal.

—¡No disparen! ¡No se les ocurra lastimarlo! —exclamó, furiosa. Los soldados tan sólo veían al oso mostrando los dientes, amenazante, pero Athina veía realmente lo que pasaba. El animal estaba asustado. Ella alzó las manos, mientras lo miraba a los ojos.

“Está bien” susurró, extendiendo la mano, para dejar que éste la oliese. Los hombres jamás iban a poder distinguir su aroma, pero el oso sí, él la reconocería.

II. Pretending

n oso!

Frederick no había esperado que los atacara una bestia salvaje. El paisaje no le había sugerido que fueran a encontrarse algo así, y Athina tampoco los había alertado al respecto. Ahora la bestia los atacaría y si alguien moría en ese encuentro sería su culpa por haber insistido en llevarlos hasta allí.

Algunos de sus hombres levantaron sus arcos, y Frederick con los demás sacaron las espadas. Si el animal atacaba, tenían que defenderse.

Athina, en cambio, pedía que no lo lastimaran.

—Athina, está muy bien lo de convivir con la naturaleza, pero no nos quedaremos de brazos cruzados si un oso nos ataca —masculló de forma que solo ella lo escuchara.

No estaría bien tener una discusión frente a los soldados.

El oso olfateaba el aire y los miraba, enseñándo las fauces. Era una imagen muy poco tranquilizadora.

—Vamos a mantenernos calmados—instruyó a los soldados. —Solo disparen si él ataca primero.

Era una orden, pero el oso al menos no pareció entenderla. Rugió y se acercó, lanzando un zarpaso al aire frente a él. Cinco flechas se le clavaron en el cuerpo en ese momento y rugió de nuevo.

Esa no sería una batalla ni siquiera igualada. El oso se abalanzó contra ellos, y Frederick corrió a tomar a Athina del brazo para tirar de ella hacia atrás, debía ponerse a salvo.

—¡Mi señor, hágase a un lado, lo protegeremos!—dijo uno de sus soldados antes de lanzarse contra la bestia, quien le dio un zarpaso en el brazo, abriendo canales rojos en su ropa.

III. Into the Woods

thina, aunque angustiada, no podía decir que estuviera sorprendida de las palabras de Frederick. Por supuesto que, si se daba la oportunidad, acabaría lastimando al oso. Athina quiso darle una bofetada por insinuarlo, por atreverse a comportarse justo como el resto de humanos que ella tanto odiaba.

Sin embargo, ella no tuvo oportunidad de replicarle, porque el oso atacó. Athina soltó un respingo de angustia cuando vio cómo el soldado caía de espaldas, había sangre en el piso y ella, lo único que pudo pensar, era que se lo tenía bien merecido. El animal iba a sufrir, luego de eso, estaba segura de que los animales no se lo perdonarían. Frederick estaba tratando de cubrirla, pero Athina no iba a soportar que el oso muriese. Eran muchos soldados, acabarían por dispararle flechas y ella sería incapaz de mantener su cubierta, porque su ira arrasaría con todo.

—Frederick… —dijo con suavidad, por encima de su hombro, zafándose de él—. Detén a tus hombres. Por favor, confía en mí.

Athina esperaba haber sonado firme, segura de sí misma, como la ninfa que era. Se apartó de su agarre, avanzando rápido, a grandes zancadas,  en dirección al animal. Le pareció que Frederick la llamaba, pero no se detuvo. Por suerte, los soldados parecían estar ocupándose de su compañero herido como para preocuparse por ella.

"No tengas miedo" Athina avanzó en dirección al animal, que estaba todavía enseñando los dientes, pero ella, a diferencia de los humanos, no tenía miedo. El oso se quedó estático, gruñéndole, pero Athina estiró ambas manos en su dirección. Su aroma, imperceptible para los hombres, sí que sería distintivo para el animal. Athina no olía como los humanos, ella olía al bosque, al pasto bajo los pies del oso y a las flores que crecían en los alrededores.

Athina continuó mirando al oso a los ojos, quien, luego de un instante, pareció reconocerla. Ella le sonrió y extendió la mano, mientras el animal colocaba otra postura, menos defensiva, y dejó de gruñir. Cuando Athina pudo tocarle el costado, lo acarició despacio, llegando hasta su cuello, rozándole las orejas. Era una hembra. Athina podía sentir los latidos del corazón del animal, estaba asustada porque sus cachorros estaban cerca y sabía que los soldados eran una amenaza.

—Todo está bien… —dijo Athina en voz alta, mientras continuaba acariciando a la osa—. No te harán daño, ¿ves? Ellos también están asustados. Perdónalos, por favor, no les harán daño a tus bebés.

En ningún momento Athina había volteado en dirección a los soldados, así que no podía saber cuál era la expresión de Frederick. Pero no estaban disparando flechas, y todos guardaron silencio. La osa entonces, se sentó sobre sus dos patas, entregada a las caricias de Athina.

II. Pretending

ntes de que Frederick decidiera si había alguna ligera razón por la cual fuera buena idea hacer caso a Athina, fue obvio que el resto de los soldados no se lo iban a plantear siquiera.

La idea de dialogar con un oso era una locura, y sus hombres, aprovechando la distracción que al parecer estaba siendo Athina para la criatura, atacaron.

Frederick gritó y se avalanzó hacia el conflicto. Tomó a Athina del brazo y tiró de ella hacia atrás, interponiéndose entre ella, el oso y los soldados.

El oso rugió y atacó. De un par de zarpazos lanzó los arcos de la mayoría de los demás a un lado, junto con sus soldados. Las espadas de algunos lo alcanzaron, lo que hizo aumentar el sonido de los rugidos y la intensidad de los zarpazos. Frederick tuvo que meter su espada para proteger a uno de los soldados que estuvo apunto de que el oso le arrancara la cabeza de un golpe.

Miró por encima del hombro hacia Athina, quien debía estar furiosa. No los iba a perdonar después de esto... ¿pero es que no podía ver lo que estaba ocurriendo?

—¡Athina, ponte a salvo! —le indicó con un grito.

Al parecer sus hombres empezaban a tener dominada la situación, así que retrocedió hacia ella.

—Athina, el oso es salvaje y no dejará de atacarnos—intentó explicarle. —Ellos van a controlarlo, ¡vámonos de aquí!

Esperaba que Athina fuera racional y entendiera que no podían haberse quedado quietos, esperando ser atacados. ¿Dónde se había oído de un humano que pudiera dialogar con los osos? No era posible tanta cercanía con la naturaleza, ni siquiera para alguien tan increíble como Athina.

III. Into the Woods

thina no sabía por qué se sentía decepcionada, cuando nada de lo que estaba pasando debía de ser una sorpresa para ella. Era obvio que los soldados no iban a tratar al oso de buena manera, ni con compasión, a pesar de que estaba segura de que vieron con claridad cómo el animal se había calmado un instante gracias a ella.  

Pero la habían apartado, Frederick había intentado hacerse el héroe porque de seguro estaba convencido de que estaba protegiéndolos a todos. De que estaba protegiéndola a ella.

Athina lo miró, incapaz de contener todos los sentimientos que estaban apoderándose de ella. Por un instante quiso decirle que se sentía traicionada, que creía que él era diferente a todos los hombres que había conocido. Pero, para decepción de Athina, Frederick era igual a todos ellos.

—Sólo está asustada, Frederick… —dijo, con voz quebrada, mientras intentaba regresar, poniendo resistencia a su agarre—. ¡Por favor! Es una hembra, tiene cachorritos, ¿cómo van a sentirse al ver que su madre no regresa? ¡No dejes que la maten! ¡Frederick, por favor!

Athina se sentía humillada al tener que suplicarle a un humano. Ella, una ninfa del bosque, no tenía por qué suplicarle nada a un simple mortal. Sin embargo, temía que, si de verdad mataran al animal, todo se precipitara. Sus hermanas no iban a tener tranquilidad, tomarían esto como una afrenta y arrasarían con todo.

Aunque Athina no debería preocuparse, si eso sucedía, quizás también habrían ninfas muertas y ella no quería eso. Se suponía que había estado soportado estar encubierta con los humanos precisamente para evitar más muertes en su familia.

Así que lo único que hizo fue llorar de manera desconsolada. Había escuchado que, las humanas eran frágiles y sensibles, ninguna de las cosas que ella era, pero quizás si optaba por mostrarse de esta forma, Frederick se conmovería y la escucharía.

Estaba dispuesta a probar cualquier cosa.

—Por favor… sólo está tratando de protegerse. ¿Cómo te sentirías si alguien entra en tu casa, la casa de tus hijos, con arcos y flechas e intenta atacarte?

II. Pretending

thina estaba llorando.

Y no era porque el oso la tuviera asustada, estaba pidiendo piedad para la osa, si entendía bien.

La tomó de los hombros y la llevó a un lado para intentar hablar con ella, pero no parecía que hubiera forma de razonar. Estaba totalmente convencida de lo que decía.

Frederick se giró a ver a sus hombres, quienes seguían peleando por su vida. Pero la osa estaba herida. Quizá habría alguna posibilidad.

—Intentaré detenerlos —aceptó, no muy convencido de cuál sería el resultado. —Quédate aquí.

Corrió hacia los hombres y fue tirando uno a uno de ellos, haciéndolos retroceder. Todos lo miraban con sorpresa y miedo, pero Frederick había tomado una decisión.

—¡Atrás! ¡Está herida, no podrá seguirnos!—argumentó. —¡No quiero que vaya a herir a alguno! ¡Debo llevarlos de vuelta con sus familias!

Suponía que ese argumento sería mejor recibido que el de Athina, pues no había forma que no lo tomaran por loco al decir eso. La osa seguía furiosa, pero parecía fatigada también, seguro por sus heridas. Frederick no sabía si era muy tarde para ella de todas formas.

Insistió a sus hombres en retroceder y levantó su espada como defensa, por cualquier cosa.

Debió suponer que la osa no los dejaría ir tan fácil. La osa saltó hacia él y lanzó un último zarpazo, que alcanzó a darle en el brazo. Frederick gruñó pero logró espantarla con otro golpe, y siguió a sus hombres hasta regresar junto a Athina.

Habían salido bastante ilesos, excepto por su brazo y el de otro de sus hombres, aunque ese sangraba más copiosamente que el propio Frederick.

III. Into the Woods

o recordaba cuándo había sido la última vez que se sintió tan desolada. Aunque todos los soldados estaban aterrados cuando vieron que la osa le dio un arañazo terrible a Frederick, Athina ni siquiera se movió. Sabía bien que la osa estaba cansada y asustada, no dañaría realmente a Frederick.

Cuando Frederick regresó con el resto de sus hombres, Athina se quedó quieta hasta que vio a la osa perderse en medio de unos arbustos. Estaba herida, había perdido bastante sangre y no sabía si podría curarse, Athina quiso decir algo, pero comprendió que no era el momento, todos los soldados estaban demasiado ocupados viendo el estado de Frederick. Él estaría bien, era una herida superficial, a Athina le bastaba un vistazo para darse cuenta de que no era tan grave.

Sin embargo, la osa quizás no tendría tanta suerte. ¿Cuántos cachorros dependía de ella? No iban a sobrevivir sin su madre.

Athina se limpió las lágrimas antes de emprender el camino en compañía de los soldados. Quiso decirles que no fueran estúpidos, todo esto lo habían provocado ellos mismos. Pero guardó silencio, temiendo que si abría la boca ahora, cometería una enorme imprudencia. Apretó los labios hasta que llegaron a un claro, ya ella conocía el camino suficiente para saber que no les quedaban más que unos minutos más de recorrido para volver al campamento. Si se concentraba lo suficiente podía escuchar el humo de las hogueras. Era un aroma francamente espantoso.

Athina miró a Frederick por un instante, todavía sin decir una palabra.

Lo único que podía pensar, era que los odiaba a todos. Iban a destruir su hogar si ella no lo impedía a tiempo.

—Hay que ponerte un ungüento para esa herida, pero antes hay que limpiarlo. Cicatrizará bien —le anunció, con voz queda—. No creo que deje marcas. Examinaré al resto de tus hombres, pero creo que todos estarán bien.

La osa, en cambio, no iba a correr con tanta suerte, pensó Athina.

II. Pretending

quella excursión había sido un desastre.

Frederick no podía dejar de pensar en ello mientras le escocía el zarpazo de la osa que había recibido. Era evidente que Athina estaba muy molesta, y no tenía idea de qué podría decir para hacerla sentirse mejor. Ella no lo veía así, pero sus hombres habían sido muy valientes al enfrentar a una osa y habían temido por su vida.

—Lo mío es un rasguño —dijo con suavidad, para pasar luego a la autoridad. —Que sean revisados los otros primero. Lo mío sanará bien.

Era muy sano, por lo general no se le infectaban las heridas, y no tenía miedo a las cricatrices. Aunque sabía que su consejo iba a regañarlo por haberse expuesto innecesariamente.

Lo peor era que evidentemente Athina estaba furiosa. Frederick había planeado congraciarse con esa expedición, que la chica fuera viendo como una opción quedarse con ellos, aceptar a su pueblo. Pero la realidad era otra.

Tal vez no habría fuerza humana que podría hacer que Athina se quedara con ellos después de esto.

—¡Atrás! ¡Está herida, no podrá seguirnos!—argumentó. —¡No quiero que vaya a herir a alguno! ¡Debo llevarlos de vuelta con sus familias!

IV. The Lake

thina estaba desolada. Los siguientes días en el campamento fueron extraños, aunque los niños continuaban acercándosele, siendo buenos con ella, sabía que el resto de los hombres la veían diferente. De seguro que los soldados habían esparcido cualquier cantidad de rumores luego del incidente en el bosque.

Aunque Athina los había cuidado a todos, los soldados ahora la miraban diferente. Ni siquiera había visto a solas a Frederick, quien en teoría ahora estaba muy ocupado reorganizando el campamento. Athina pensaba que así era mucho mejor, quizás había trazado un mal plan al creer que infiltrarse en ese campamento era buena idea.

Quizás lo mejor que podía hacer era seguir el plan original y prenderle fuego al maldito campamento, antes de que estuviera lo bastante asentado.

Como le pasaba cada vez que estaba confundida, Athina se alejó aquella mañana de la choza que le habían asignado para dormir y caminó para adentrarse en el bosque. Siguió el camino que conocía bastante bien hasta escuchar el sonido del agua, cayendo despacio de la cascada y desembocando en el lago. Athina se sintió maravillada cuando por fin se zambulló en las aguas.

Era justo aquí donde pertenecía.

Estaba tan inmersa y feliz de estar reconectando con su hogar, que Athina tardó un rato en darse cuenta que alguien la observaba. Por un instante, tuvo la estúpida idea de que se trataba de alguna de sus hermanas, para preguntarle qué demonios estaba haciendo. Sin embargo, cuando salió a la superficie, se dio cuenta que no era ninguna ninfa.

Cuando reconoció el caballo de Frederick, Athina no supo por qué, pero una oleada de enfado se apoderó de ella. ¿La había seguido? ¿Quién se creía que era?

Ella no era una de sus sirvientes, no le debía lealtad.

—¡Ya vi tu caballo! —exclamó, porque no sabía dónde estaba él—. No eres exactamente el mejor escondiéndote, ¿sabes?

También quiso decirle que tampoco era el mejor como gobernante, pero decidió callar. Era mejor aguardar a que apareciera para discutir de verdad con él, en lugar de lanzar frases al aire.