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Freyja
Alchemist
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Recuerdo del primer mensaje :
El pájaro en el espino
Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
Hogwarts ha terminado y la vida adulta ha comenzado. Antes de lo que esperaban que sería, Marcus y Alice han tenido que enfrentarse a los peligros de la vida adulta, a contratiempos inesperados y a algunos de sus mayores temores. Pero también han reafirmado, una vez más, como la familia y los amigos siempre luchan juntos. Y ahora comienzan una nueva etapa en la isla esmeralda: Irlanda les espera para ahondar en sus raíces.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.
AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 2
Índice de capítulos
1. Faílte
2. Westering home
3. We are blooming
4. En el corazón de Irlanda
5. Family and nature
6. Rinceoir
7. Interlude
8. Hijos de las estrellas
9. Eureka!
10. Bajo el muérdago
11. Welcome Mr. Lacey - O'Donnell
12. Ireland meets America
13. Bring the bells!
14. Ding, dong, merrily on high
15. An Irish carol
1. Faílte
2. Westering home
3. We are blooming
4. En el corazón de Irlanda
5. Family and nature
6. Rinceoir
7. Interlude
8. Hijos de las estrellas
9. Eureka!
10. Bajo el muérdago
11. Welcome Mr. Lacey - O'Donnell
12. Ireland meets America
13. Bring the bells!
14. Ding, dong, merrily on high
15. An Irish carol
Marcus O'Donnell Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja |
Alice Gallia Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka |
- Post de rol:
- Código:
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We are
- La eternidad es nuestra:
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Ivanka
Alchemist
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Lo mejor de los dos mundos Con Marcus | En Inglaterra | 3 de enero de 2003 |
Parecía que su novio estaba acostumbrándose al caos, porque mira que aquella merienda no paraba de parecerse cada vez más a un circo, pero ahí estaba él, disfrutando de los dulces, charlando… Y Alice estaba bien a gusto también. Al menos hasta que de repente el tema empezó a virar, y los Millestone no parecían saber cómo abordar el tema de la… ¿medicina mágica? Se incorporó un poco, porque estaba repantigada parcialmente sobre Marcus, y miró a los padre de Darren. Menos mal que no sería por palabras en esa familia. — ¡Claro! Tenemos pociones crecehuesos para eso. — ¡QUÉ DICES! — Saltó la chica abriendo mucho los ojos. — Eso es mil veces mejor que una escayola. — Alice rio un poco y se encogió de brazos. — Duele bastante, pero es rápida, eso seguro… — Pero no iba por ahí el asunto, y Alice no lo estaba comprendiendo. Eso sí, miró a Darren y frunció el ceño. — Ya te vale, con lo fácil que se cura un dedo con magia. — Si te lo llego a decir hubieras querido practicar conmigo. — Ella levantó las palmas de las manos. — ¡Pues sí! Por algún sitio tendré que empezar. — Respondió de vuelta. — Será que no os he cerrado heridas y quitado espinas… — Pero Lex parecía más ofendido y sorprendido que ella. — ¿Cómo no va a saber dónde está San Mungo? — Dijo con una risa incrédula. Pero sí, eso era justo lo que parecía, así que mejor se calló porque se avecinaba un buen choque ahí.
Intentando quitarle hierro al asunto Alice se dirigió a Eli, con una sonrisa tranquilizadora. — Solo las reacciones a elementos que están más alejados de los muggles, algunas enfermedades que pueden transmitir los dragones por ejemplo, o reacciones a plantas mágicas, intoxicaciones por pociones… — De las maldiciones hablamos otra día, se dijo a sí misma. Pero Emma hizo la pregunta clave, seguida de una broma bastante negra de Jerome que estaba segura de que había tensado medio centímetro más por lo menos a Emma. Afortunadamente, Marcus no tardó en cazar la tensión al vuelo y decidió quitar a Darren y Lex de la circulación. Era la opción más inteligente, desde luego, pero Alice se acercó a Emma más tiesa que una palmera y pensó espero que podamos encargarnos de esto con la poción encima. — Hecho. Empiezo, eh… — Intentó seguir el rollito de Marcus. Igual no le había salido muy bien.
Tessa resopló y se rascó la frente. — De verdad, no quiero que parezca que es que queremos aprovecharnos ni… — Theresa, escúchame. — Dijo Emma. — Tu hijo es un mago. La sanidad mágica es un derecho, no es aprovecharse de nada. — Jerome se encogió de hombros. — A ver, pero es que aquí nosotros pagamos impuestos para tener la nuestra. No sabemos cómo va allí. ¡A ver si me los han estado cobrando todo este tiempo! — Jerome. — Dijo simplemente Tessa, en un tono firme pero sin levantar la voz, y el hombre cambió también de expresión. La mujer se mordió los labios y tragó saliva. — Cuando se llevaron a Darren, cuando accedimos a cambiar toda la vida que nos habíamos imaginado, fue porque todo parecía muy fácil. Él iba a Hogwarts, desarrollaba una habilidad que ninguno de nosotros tenía, y eso le daba acceso a un mundo mejor. Pero ahora ha salido del colegio y no sabemos qué puede hacer y qué no. Dónde encajamos nosotros en esa vida y hasta dónde podemos llegar y dónde puede llegar él. —
Por primera vez se hizo un silencio pesado en aquella habitación, pero entonces, Arnold se sentó al otro lado de la mujer. — A ver, Tessa… Yo también soy un padre muy preocuposo por sus bebés. Porque para nosotros siempre son bebés, ¿a que sí? — Tessa asintió con ternura, relajando los hombros. Su suegro para eso era único. — Hay muchos nacidos de muggles que combinan su vida original con la que desarrollan, sin ningún problema. Quizá Darren ha estado un poco despistadillo, al final, son adolescentes, pero por si él no os lo ha dejado claro: él tiene los mismos derechos que cualquier otro mago, los mismos que yo mismo, sin ir más lejos… ¿Verdad, cariño? — Pues claro. — Dijo Emma con una tranquilidad tremenda. — Es posible que a veces los magos demos por hecho demasiado rápido que conocéis nuestro mundo y sus normas, pero no tenemos problema en explicaros lo que haga falta. — Jerome tomó la mano de su mujer. — A ella lo que le da miedo es que nuestro Darren cada vez esté más allí y menos aquí. — Ya no hay aquí y allí. — Se le escapó a Alice, y todos la miraron. — No hay exactamente aquí y allí. Lex está comodísimo con vosotros, nosotros venimos encantados, y Emma acaba de invitaros a nuestro mundo… Igual no podéis empuñar una varita, pero a todos los efectos es como cuando alguien se va a vivir a otro país. No le pierdes, y menos hoy en día, es solo que tú no puedes usar ciertas cosas de ese otro país porque no hablas el idioma, no estás en su administración. — ¿Y si empieza a vivir allí y quiere volver aquí? — ¡Eli! — Le riñó su madre. — ¡Perdón! Es que yo soy tan indecisa, que igual un tiempo elegiría vivir allí y luego… — Es una duda natural, y me alegro de que la plantees, Elisabetta. — Dijo Emma, levantando levemente la mano para calmar al matrimonio. — Tenemos personal en el Ministerio que se encarga de tramitar documentación muggle si es necesario. Tenemos aurores que se dedican a ser funcionarios muggles para poder ayudar con la mezcla de ambos mundos. — Y hay magos que simplemente se fueron a vivir entre los muggles. — Remató Arnold. Tessa suspiró, pero parecía más tranquila. — ¿Por qué iba a preferir un médico que no tiene crecehuesos? — La vida no es blanco o negro. — Volvió a saltar Alice, sin controlar muy bien el flujo de su discurso. — Mi madre era la hija de una familia MUY maga. Muy poderosa. Cuando era un bebé, se enfermó, y los médicos magos le dijeron que no había cura para ella. Pero su tía, que tenía muchísimo dinero, se lanzó a pagar un médico muggle, por agotar las opciones. Y la salvaron. Temporalmente, ¿no? Pero sin un médico muggle yo no estaría aquí. — Se encogió de un hombro. — Se trata de intentar tener lo mejor de los dos mundos, y Darren y Lex pueden tenerlo gracias a todos nosotros. Sin dejar de lado lo uno o lo otro. — Emma la miró y sonrió de medio lado. — Porque quiere ser enfermera alquimista, pero como política sería impagable. — Broméo Arnold, haciendo asentir a los otros y consiguiendo que se rieran. Esperaba que a Marcus le fuera bien también.
Intentando quitarle hierro al asunto Alice se dirigió a Eli, con una sonrisa tranquilizadora. — Solo las reacciones a elementos que están más alejados de los muggles, algunas enfermedades que pueden transmitir los dragones por ejemplo, o reacciones a plantas mágicas, intoxicaciones por pociones… — De las maldiciones hablamos otra día, se dijo a sí misma. Pero Emma hizo la pregunta clave, seguida de una broma bastante negra de Jerome que estaba segura de que había tensado medio centímetro más por lo menos a Emma. Afortunadamente, Marcus no tardó en cazar la tensión al vuelo y decidió quitar a Darren y Lex de la circulación. Era la opción más inteligente, desde luego, pero Alice se acercó a Emma más tiesa que una palmera y pensó espero que podamos encargarnos de esto con la poción encima. — Hecho. Empiezo, eh… — Intentó seguir el rollito de Marcus. Igual no le había salido muy bien.
Tessa resopló y se rascó la frente. — De verdad, no quiero que parezca que es que queremos aprovecharnos ni… — Theresa, escúchame. — Dijo Emma. — Tu hijo es un mago. La sanidad mágica es un derecho, no es aprovecharse de nada. — Jerome se encogió de hombros. — A ver, pero es que aquí nosotros pagamos impuestos para tener la nuestra. No sabemos cómo va allí. ¡A ver si me los han estado cobrando todo este tiempo! — Jerome. — Dijo simplemente Tessa, en un tono firme pero sin levantar la voz, y el hombre cambió también de expresión. La mujer se mordió los labios y tragó saliva. — Cuando se llevaron a Darren, cuando accedimos a cambiar toda la vida que nos habíamos imaginado, fue porque todo parecía muy fácil. Él iba a Hogwarts, desarrollaba una habilidad que ninguno de nosotros tenía, y eso le daba acceso a un mundo mejor. Pero ahora ha salido del colegio y no sabemos qué puede hacer y qué no. Dónde encajamos nosotros en esa vida y hasta dónde podemos llegar y dónde puede llegar él. —
Por primera vez se hizo un silencio pesado en aquella habitación, pero entonces, Arnold se sentó al otro lado de la mujer. — A ver, Tessa… Yo también soy un padre muy preocuposo por sus bebés. Porque para nosotros siempre son bebés, ¿a que sí? — Tessa asintió con ternura, relajando los hombros. Su suegro para eso era único. — Hay muchos nacidos de muggles que combinan su vida original con la que desarrollan, sin ningún problema. Quizá Darren ha estado un poco despistadillo, al final, son adolescentes, pero por si él no os lo ha dejado claro: él tiene los mismos derechos que cualquier otro mago, los mismos que yo mismo, sin ir más lejos… ¿Verdad, cariño? — Pues claro. — Dijo Emma con una tranquilidad tremenda. — Es posible que a veces los magos demos por hecho demasiado rápido que conocéis nuestro mundo y sus normas, pero no tenemos problema en explicaros lo que haga falta. — Jerome tomó la mano de su mujer. — A ella lo que le da miedo es que nuestro Darren cada vez esté más allí y menos aquí. — Ya no hay aquí y allí. — Se le escapó a Alice, y todos la miraron. — No hay exactamente aquí y allí. Lex está comodísimo con vosotros, nosotros venimos encantados, y Emma acaba de invitaros a nuestro mundo… Igual no podéis empuñar una varita, pero a todos los efectos es como cuando alguien se va a vivir a otro país. No le pierdes, y menos hoy en día, es solo que tú no puedes usar ciertas cosas de ese otro país porque no hablas el idioma, no estás en su administración. — ¿Y si empieza a vivir allí y quiere volver aquí? — ¡Eli! — Le riñó su madre. — ¡Perdón! Es que yo soy tan indecisa, que igual un tiempo elegiría vivir allí y luego… — Es una duda natural, y me alegro de que la plantees, Elisabetta. — Dijo Emma, levantando levemente la mano para calmar al matrimonio. — Tenemos personal en el Ministerio que se encarga de tramitar documentación muggle si es necesario. Tenemos aurores que se dedican a ser funcionarios muggles para poder ayudar con la mezcla de ambos mundos. — Y hay magos que simplemente se fueron a vivir entre los muggles. — Remató Arnold. Tessa suspiró, pero parecía más tranquila. — ¿Por qué iba a preferir un médico que no tiene crecehuesos? — La vida no es blanco o negro. — Volvió a saltar Alice, sin controlar muy bien el flujo de su discurso. — Mi madre era la hija de una familia MUY maga. Muy poderosa. Cuando era un bebé, se enfermó, y los médicos magos le dijeron que no había cura para ella. Pero su tía, que tenía muchísimo dinero, se lanzó a pagar un médico muggle, por agotar las opciones. Y la salvaron. Temporalmente, ¿no? Pero sin un médico muggle yo no estaría aquí. — Se encogió de un hombro. — Se trata de intentar tener lo mejor de los dos mundos, y Darren y Lex pueden tenerlo gracias a todos nosotros. Sin dejar de lado lo uno o lo otro. — Emma la miró y sonrió de medio lado. — Porque quiere ser enfermera alquimista, pero como política sería impagable. — Broméo Arnold, haciendo asentir a los otros y consiguiendo que se rieran. Esperaba que a Marcus le fuera bien también.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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Freyja
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Lo mejor de los dos mundos Con Alice | En Inglaterra | 3 de enero de 2003 |
Esperó a estar fuera del alcance del oído de los demás, ya en la planta de arriba, para mirar a Darren como si hubiera perdido la cabeza. - ¿¿No le diste la cartilla sanitaria a tus padres en su día?? -El otro entró en el cuarto, diciendo. - Sí, a ver, si es que tiene que estar por aquí, si no hace falta que os molestéis... - Mientras miraba y desplazaba cosas erráticamente. Lex, con el ceño fruncido, se cruzó de brazos. - No tienes ni idea de dónde está. - ¡Oye! Me prometiste que nada de leerme la mente. - No hace falta leerte la mente para saber eso, solo conocerte un poco. - Darren bufó y siguió haciendo como que buscaba. - Que sí, jolín, qué tontería, si estará por aquí... - ¿Por qué no usas el hechizo invocador y ya está? - El otro soltó una risa nerviosa, sin mirarles. - A ver si voy a convocar las vuestras. - Sabes perfectamente cómo... - ¡Bueno que ya aparecerá! - Ambos hermanos arquearon las cejas. Afortunadamente, Darren no tardó en sentirse presionado (aunque apenas llevaran allí minuto y medio) y confesar.
Se dejó caer en la cama con derrota y dijo. - La perdí en Hogwarts. - A Marcus se le iban a salir los ojos de las cuencas, pero Lex suspiró. - ¿Cuándo? Igual sigue en objetos perdidos... - Fue en primero. - Más se espantó Marcus. - ¿¿Llevas sin cartilla desde primero?? ¿Qué hiciste con ella? - ¡No lo sé! - ¿Nadie te la devolvió? ¿No fuiste a objetos perdidos? - Es que creo que fue en el bosque prohibido. - ¿¿FUISTE AL BOQUE PROHIB...?? - Darren, ¿por qué en todo este tiempo no la pediste? - Atajó Lex antes de que el infarto de Marcus fuera a más. - Tampoco la he necesitado... - ¿Cómo que no? Te fracturaste un dedo, ¿eso no fue en el verano entre segundo y tercero? - Y me curaron en la sanidad muggle. - ¿Y si te hubiera pasado otra cosa? - El otro se encogió de hombros. Lex y Marcus pusieron expresiones demandantes, y Darren se empezó a agobiar. - ¿¿Qué queríais que hiciera?? - No sé, quizás decirle a tus prefectos o a tu jefe de casa en cuanto perdiste la tarjeta que la habías perdido y que te dieran otra, por ejemplo. - Aportó Marcus, sarcástico. Darren se desinfló. - No llevaba en Hogwarts ni dos meses. Al salir de la enfermería con la cartilla en la mano, el tercer día de estar allí, había en la puerta un grupido de Slytherin esperando que empezaron a insultarnos y a decirnos que nuestro cuerpo de muggle no estaba hecho para aguantar la magia, y que no iba a haber sanidad que nos salvara, y que solo queríamos aprovecharnos de sus cosas. Me guardé la tarjeta en el bolsillo y me fui corriendo a mi cuarto, y me olvidé de ella. A saber cuántas veces mandé el pantalón a la lavandería con la tarjeta dentro, de vez en cuando me metía la mano en el bolsillo y allí estaba, y siempre pensaba "la tengo que guardar", y se me olvidaba. Un día fui al bosque prohibido, ¡pero cerquita, por la linde! Iba persiguiendo a unos murtlaps con un par de chicos de mi casa, porque era divertido, y me entretuve viendo lo que había por allí, y en un descuido, uno de los murtlaps se me enganchó al pantalón y me lo rajó. Partió la tela y entre otras cosas, aparte de que se me viera el culito por ahí, rompió el bolsillo. Estoy casi seguro de que la tarjeta se cayó por allí, o se la comieron, a saber. Y ahora, teniendo en cuenta lo que ya pensaban de mí, ¿cómo iba yo, recién llegado a Hogwarts, con el estigma de ser hijo de muggles, y decía que había ido a un bosque que lleva la palabra "prohibido" en su nombre porque estoy persiguiendo a una rata con tentáculos porque "jiji qué graciosa" porque nunca había visto una, cuando los magos los echan a patadas de sus casas, y pedía que me hicieran OTRA tarjeta, cuando ya sentía que prácticamente me habían hecho un favor dándome una? - Se encogió de hombros. - Aún no había estudiado las enfermedades mágicas, así que dije, bueno, pues ya está, voy al hospital de todo el mundo y fin. - ¿Y cuando estudiaste las enfermedades mágicas? - Preguntó Lex. Darren se rascó la nuca. - Supongo que... pensaba que me harían un interrogatorio de dónde la había perdido y me daba más vergüenza reconocer que no la tenía a más tiempo pasaba. -
Marcus suspiró. - Tienes que ir al Ministerio a solicitar que te hagan otra. - Darren le miró como si le hubiera dicho que tenía que pasar por un tribunal inquisitorial. - Es solo un trámite, Darren. - Me investigarán... - ¿Y van a descubrir que te mordió el culo un murtlap en primero? - Ironizó Lex. - Venga ya, Darren, por favor. ¿De qué te van a investigar? No es un delito perder una tarjeta. - No quiero someterme al comentario hiriente de turno, Lex. Lo siento. Ya tuve suficiente con la que me cayó ese día al salir de la enfermería. - Y eso lo había dicho bastante más en serio, aunque sin perder el toque triste. Marcus soltó aire por la nariz. - Mi madre podr... Vale, vale, nada de meter en esto a mi madre. - Recalculó, porque Darren había vuelto a poner cara de quererse morir. Se sentó junto a él en la cama. - ¿Quieres que te acompañe a pedirla? - Darren rodó los ojos. - Uy, sí, eso me encantaría, retrasar tu vuelta a Irlanda porque soy un niño pequeño que necesita que le lleven de la mano a pedir SU tarjeta sanitaria porque no tardó ni dos meses en perderla entre los dientes de una rata con tentáculos... - Yo prefiero decir que tengo más experiencia yendo al Ministerio que tú. - Dulcificó. Le dio un toque con el hombro. - Ya voy a llevar de la manita a mi hermanito pequeño al andén. - Le guiñó un ojo a Lex, quien le sacó la lengua de vuelta. - No me importa, cuando terminemos, pasarme contigo por el Ministerio y solicitar la tarjeta. Y después nos vamos para Irlanda. No tenemos prisa, como si nos vamos al día siguiente. Así descansan un poco más nuestros estómagos, que mi abuela nos espera para seguir cebándonos. - Darren rio. - Gracias... Y ahora ¿cómo se lo digo a mis padres? - De repente, Darren se puso como un tomate, mirando a Lex. - Y a los tuyos... - Yo tengo una idea. - Se giró para mirarle. - La tarjeta sanitaria, de hecho, hay que renovarla a los dieciocho. La que todos los magos tenemos por defecto de nacimiento, o en tu caso la que te dieron en Hogwarts, está vigente hasta un año después de abandonar la escuela, es decir, igualmente tendríamos que haberla renovado en junio. Podemos decir que no la encuentras y que, como de todas formas en unos meses la tendrías que renovar Y ADEMÁS solicitar una especial que tenga cobertura internacional, porque con Lex vas a viajar bastante, que prefieres ser precavido y vas a iniciar ya los trámites. - Hizo un gesto con la mano y una caída de ojos. - Para colmo, vas a quedar mejor. - Darren soltó un suspiro de alivio. - Jo, gracias, cuñi. Ojalá haber sido un Ravenclaw listísimo. - Eso que acaba de hacer es de ser astuto como una serpiente. ¿Tú desde cuando aprovechas las lagunas legales? - Disculpa, pero no he aprovechado ninguna laguna legal. - Alzó un índice. - Lo que he hecho ha sido conocer a la perfección la normativa, tanto que puedo aprovecharla en mi beneficio. Como bien sabríais si alguna de las veces que he hablado sobre normativa y leyes me hubiérais escuchado en vez de reíros de mí. - Le dio con el dorso de la mano a Darren en el hombro y se levantó de la cama. - Andando, que tienes un plan que ejecutar. -
Darren bajó las escaleras muy contento, pero se fue desinflando a medida que se acercaba al comedor, y para cuando estuvo en el campo de visión de los demás tenía una cara de culpable que no podía con ella. Todos le miraron en silencio al aparecer, lo cual solo empeoró las cosas. Marcus, sin embargo, estaba a su lado con una sonrisa tranquilizadora, como queriendo transmitirle que él podía hacer eso perfectamente... No sirvió. Darren abrió la boca y, error, cruzó la mirada con Emma, y lo demás ocurrió sin que nadie lo pudiera evitar. - Perdí la tarjeta en primero. Ni dos meses me duró. Creo. No, no creo, estoy bastante seguro. De hecho estoy bastante seguro de que se la comió un murtlap. - La cara de Tessa era, talmente, la de la madre de un niño de once años que acaba de confesar una auténtica barrabasada, pero Jerome puso cara de confusión total. - ¿Un qué? - Emma soltó un suspiro, y Marcus agachó la cabeza. Mejor se sentaba en su sitio, total, no es como que hubiera servido para mucho su intervención... Se equivocó una vez más. - Pero dice Marcus que puedo fingir que no ha pasado nada aprovechando un vacío legal. - ¡Yo no he dicho eso! - Exclamó al borde de un sofoco, alzando los brazos. Ahora el que dio un profundo suspiro de desesperación, echando el cuello hacia atrás como quien pide fuerzas a los dioses, fue Lex. - A ver, Darren, jo...lín, no creía que nadie se pudiera expresar peor que yo. - Ni que lo digas, yo no me he enterado de nada. - Aportó Eli, y para arreglarlo, Judith miró a Tessa y demandó. - ¿Qué es eso de que el niño está haciendo algo ilegal? - Marcus empezó a hacer aspavientos con las manos, ya en colapso, pero Lex detuvo y explicó. - Tessa, a los dieciocho años hay que renovar la tarjeta porque la cobertura solo dura hasta un año después de Hogwarts, y además, Darren necesita la internacional si va a ir mucho de viaje, así que el lunes Marcus le va a acompañar al Ministerio a hacer los trámites, y como tiene que tener registro allí como ciudadano mago, la tarjeta antigua probablemente no se la pidan. Y sí, la perdió, y no cayó en pedir otra porque vive en las nubes, pero eso no hace falta que te lo diga yo. - Darren se encogió con carita de santo, y Lex continuó. - Pero vaya, que tiene arreglo. Y para cuando la tenga, excursión a San Mungo para que sepáis dónde está, aunque seguramente vosotros veáis otra cosa porque tendrá algún hechizo y eso, pero vamos, que os lleve. Ea. - Y se sentó. Tessa miró con reproche a Darren y, para no darle más vueltas al tema, se limitó a decir. - Vaya tela, hijo... -
Se dejó caer en la cama con derrota y dijo. - La perdí en Hogwarts. - A Marcus se le iban a salir los ojos de las cuencas, pero Lex suspiró. - ¿Cuándo? Igual sigue en objetos perdidos... - Fue en primero. - Más se espantó Marcus. - ¿¿Llevas sin cartilla desde primero?? ¿Qué hiciste con ella? - ¡No lo sé! - ¿Nadie te la devolvió? ¿No fuiste a objetos perdidos? - Es que creo que fue en el bosque prohibido. - ¿¿FUISTE AL BOQUE PROHIB...?? - Darren, ¿por qué en todo este tiempo no la pediste? - Atajó Lex antes de que el infarto de Marcus fuera a más. - Tampoco la he necesitado... - ¿Cómo que no? Te fracturaste un dedo, ¿eso no fue en el verano entre segundo y tercero? - Y me curaron en la sanidad muggle. - ¿Y si te hubiera pasado otra cosa? - El otro se encogió de hombros. Lex y Marcus pusieron expresiones demandantes, y Darren se empezó a agobiar. - ¿¿Qué queríais que hiciera?? - No sé, quizás decirle a tus prefectos o a tu jefe de casa en cuanto perdiste la tarjeta que la habías perdido y que te dieran otra, por ejemplo. - Aportó Marcus, sarcástico. Darren se desinfló. - No llevaba en Hogwarts ni dos meses. Al salir de la enfermería con la cartilla en la mano, el tercer día de estar allí, había en la puerta un grupido de Slytherin esperando que empezaron a insultarnos y a decirnos que nuestro cuerpo de muggle no estaba hecho para aguantar la magia, y que no iba a haber sanidad que nos salvara, y que solo queríamos aprovecharnos de sus cosas. Me guardé la tarjeta en el bolsillo y me fui corriendo a mi cuarto, y me olvidé de ella. A saber cuántas veces mandé el pantalón a la lavandería con la tarjeta dentro, de vez en cuando me metía la mano en el bolsillo y allí estaba, y siempre pensaba "la tengo que guardar", y se me olvidaba. Un día fui al bosque prohibido, ¡pero cerquita, por la linde! Iba persiguiendo a unos murtlaps con un par de chicos de mi casa, porque era divertido, y me entretuve viendo lo que había por allí, y en un descuido, uno de los murtlaps se me enganchó al pantalón y me lo rajó. Partió la tela y entre otras cosas, aparte de que se me viera el culito por ahí, rompió el bolsillo. Estoy casi seguro de que la tarjeta se cayó por allí, o se la comieron, a saber. Y ahora, teniendo en cuenta lo que ya pensaban de mí, ¿cómo iba yo, recién llegado a Hogwarts, con el estigma de ser hijo de muggles, y decía que había ido a un bosque que lleva la palabra "prohibido" en su nombre porque estoy persiguiendo a una rata con tentáculos porque "jiji qué graciosa" porque nunca había visto una, cuando los magos los echan a patadas de sus casas, y pedía que me hicieran OTRA tarjeta, cuando ya sentía que prácticamente me habían hecho un favor dándome una? - Se encogió de hombros. - Aún no había estudiado las enfermedades mágicas, así que dije, bueno, pues ya está, voy al hospital de todo el mundo y fin. - ¿Y cuando estudiaste las enfermedades mágicas? - Preguntó Lex. Darren se rascó la nuca. - Supongo que... pensaba que me harían un interrogatorio de dónde la había perdido y me daba más vergüenza reconocer que no la tenía a más tiempo pasaba. -
Marcus suspiró. - Tienes que ir al Ministerio a solicitar que te hagan otra. - Darren le miró como si le hubiera dicho que tenía que pasar por un tribunal inquisitorial. - Es solo un trámite, Darren. - Me investigarán... - ¿Y van a descubrir que te mordió el culo un murtlap en primero? - Ironizó Lex. - Venga ya, Darren, por favor. ¿De qué te van a investigar? No es un delito perder una tarjeta. - No quiero someterme al comentario hiriente de turno, Lex. Lo siento. Ya tuve suficiente con la que me cayó ese día al salir de la enfermería. - Y eso lo había dicho bastante más en serio, aunque sin perder el toque triste. Marcus soltó aire por la nariz. - Mi madre podr... Vale, vale, nada de meter en esto a mi madre. - Recalculó, porque Darren había vuelto a poner cara de quererse morir. Se sentó junto a él en la cama. - ¿Quieres que te acompañe a pedirla? - Darren rodó los ojos. - Uy, sí, eso me encantaría, retrasar tu vuelta a Irlanda porque soy un niño pequeño que necesita que le lleven de la mano a pedir SU tarjeta sanitaria porque no tardó ni dos meses en perderla entre los dientes de una rata con tentáculos... - Yo prefiero decir que tengo más experiencia yendo al Ministerio que tú. - Dulcificó. Le dio un toque con el hombro. - Ya voy a llevar de la manita a mi hermanito pequeño al andén. - Le guiñó un ojo a Lex, quien le sacó la lengua de vuelta. - No me importa, cuando terminemos, pasarme contigo por el Ministerio y solicitar la tarjeta. Y después nos vamos para Irlanda. No tenemos prisa, como si nos vamos al día siguiente. Así descansan un poco más nuestros estómagos, que mi abuela nos espera para seguir cebándonos. - Darren rio. - Gracias... Y ahora ¿cómo se lo digo a mis padres? - De repente, Darren se puso como un tomate, mirando a Lex. - Y a los tuyos... - Yo tengo una idea. - Se giró para mirarle. - La tarjeta sanitaria, de hecho, hay que renovarla a los dieciocho. La que todos los magos tenemos por defecto de nacimiento, o en tu caso la que te dieron en Hogwarts, está vigente hasta un año después de abandonar la escuela, es decir, igualmente tendríamos que haberla renovado en junio. Podemos decir que no la encuentras y que, como de todas formas en unos meses la tendrías que renovar Y ADEMÁS solicitar una especial que tenga cobertura internacional, porque con Lex vas a viajar bastante, que prefieres ser precavido y vas a iniciar ya los trámites. - Hizo un gesto con la mano y una caída de ojos. - Para colmo, vas a quedar mejor. - Darren soltó un suspiro de alivio. - Jo, gracias, cuñi. Ojalá haber sido un Ravenclaw listísimo. - Eso que acaba de hacer es de ser astuto como una serpiente. ¿Tú desde cuando aprovechas las lagunas legales? - Disculpa, pero no he aprovechado ninguna laguna legal. - Alzó un índice. - Lo que he hecho ha sido conocer a la perfección la normativa, tanto que puedo aprovecharla en mi beneficio. Como bien sabríais si alguna de las veces que he hablado sobre normativa y leyes me hubiérais escuchado en vez de reíros de mí. - Le dio con el dorso de la mano a Darren en el hombro y se levantó de la cama. - Andando, que tienes un plan que ejecutar. -
Darren bajó las escaleras muy contento, pero se fue desinflando a medida que se acercaba al comedor, y para cuando estuvo en el campo de visión de los demás tenía una cara de culpable que no podía con ella. Todos le miraron en silencio al aparecer, lo cual solo empeoró las cosas. Marcus, sin embargo, estaba a su lado con una sonrisa tranquilizadora, como queriendo transmitirle que él podía hacer eso perfectamente... No sirvió. Darren abrió la boca y, error, cruzó la mirada con Emma, y lo demás ocurrió sin que nadie lo pudiera evitar. - Perdí la tarjeta en primero. Ni dos meses me duró. Creo. No, no creo, estoy bastante seguro. De hecho estoy bastante seguro de que se la comió un murtlap. - La cara de Tessa era, talmente, la de la madre de un niño de once años que acaba de confesar una auténtica barrabasada, pero Jerome puso cara de confusión total. - ¿Un qué? - Emma soltó un suspiro, y Marcus agachó la cabeza. Mejor se sentaba en su sitio, total, no es como que hubiera servido para mucho su intervención... Se equivocó una vez más. - Pero dice Marcus que puedo fingir que no ha pasado nada aprovechando un vacío legal. - ¡Yo no he dicho eso! - Exclamó al borde de un sofoco, alzando los brazos. Ahora el que dio un profundo suspiro de desesperación, echando el cuello hacia atrás como quien pide fuerzas a los dioses, fue Lex. - A ver, Darren, jo...lín, no creía que nadie se pudiera expresar peor que yo. - Ni que lo digas, yo no me he enterado de nada. - Aportó Eli, y para arreglarlo, Judith miró a Tessa y demandó. - ¿Qué es eso de que el niño está haciendo algo ilegal? - Marcus empezó a hacer aspavientos con las manos, ya en colapso, pero Lex detuvo y explicó. - Tessa, a los dieciocho años hay que renovar la tarjeta porque la cobertura solo dura hasta un año después de Hogwarts, y además, Darren necesita la internacional si va a ir mucho de viaje, así que el lunes Marcus le va a acompañar al Ministerio a hacer los trámites, y como tiene que tener registro allí como ciudadano mago, la tarjeta antigua probablemente no se la pidan. Y sí, la perdió, y no cayó en pedir otra porque vive en las nubes, pero eso no hace falta que te lo diga yo. - Darren se encogió con carita de santo, y Lex continuó. - Pero vaya, que tiene arreglo. Y para cuando la tenga, excursión a San Mungo para que sepáis dónde está, aunque seguramente vosotros veáis otra cosa porque tendrá algún hechizo y eso, pero vamos, que os lleve. Ea. - Y se sentó. Tessa miró con reproche a Darren y, para no darle más vueltas al tema, se limitó a decir. - Vaya tela, hijo... -
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Ivanka
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Lo mejor de los dos mundos Con Marcus | En Inglaterra | 3 de enero de 2003 |
Tessa dejó escapar un suspiro de alivio y su madre le frotó un brazo. — ¿Ves, tonta? Y tú toda nerviosa por si a tu familia mágica les parecíamos intolerables. — Todos se giraron hacia ella de golpe y casi sin respirar. — Ay, ¿qué he dicho ahora? — El silencio se mantuvo. — ¿No era evidente? — Y entonces Darren apareció allí con cara de muerto y Alice suspiró fuertemente. No, esto no estaba saliendo bien, intentar tener un plan con los Millestone era más que absurdo. Cuando la madre de Darren se giró, vio lo mismo que estaba viendo ella y empezó a decir. — Y ahor… — Pero su cuñado no le dio tiempo a terminar y soltó lo que había pasado. Bueno, para ser sincera no le sorprendía tampoco mucho.
Tampoco le sorprendió la acusación traicionera aunque claramente no malintencionada de Darren hacia Marcus, porque estaba bastante claro por la reacción de su novio y por las propias palabras de Darren que eso no era exactamente así. Pero el que la sorprendió completamente fue Lex. Primero, cómo se frenó con el taco, no conocía esa faceta de su cuñado, y tuvo que asentir en reconocimiento. Y luego, que realmente lograra poner tranquilamente toda la información sobre la mesa sin mayor problema. Solo pudo asentir y decir. — A saber a cuántos les ha pasado. — Jerome levantó los brazos. — ¡Si es que somos de naturaleza despistada! Yo una vez me llevé a otra niña que no era Eli. Se había subido en su carrito y fijate, menudo jaleo luego con la policía. — Tessa se tapó la cara con las manos y se apoyó en la mesa. Y entonces Emma carraspeó, y hasta los perros entendieron que había que guardar silencio. — A ver. Veo que, por algún motivo, todos hemos venido nerviosos hasta la raíz a este encuentro, y quien no lo estaba, se ha puesto después de un rato y de los distintos rumbos que ha tomado esta conversación. — Tomó un trago de un vasito de agua que tenía enfrente y se encogió de hombros. — Y, la verdad, ahora no entiendo por qué. Yo creo a veces que la gente va a pensar que… soy distante, o borde, o doy miedo. Y vosotros, por lo que veo, teníais miedo de lo que pudiera significar la magia en vuestra vida o de que nosotros os juzgáramos, pero… No hay nada que juzgar. Sois una familia perfectamente funcional, si bien distinta a nosotros. — Perfectamente funcional, en lenguaje de mi mujer, quiere decir “muy bonita”. — Dijo Arnold con una risita. Todos rieron un poco y Tessa sonrió agradecida. — No, si a mí me parece lo más bonito que se me puede decir, porque en lo que más trabajamos es en intentar ser funcionales. — Todos lo hacemos. — Intervino Alice, alargando la mano a Marcus y dejando un beso sobre ella. — Yo por mi parte estoy nerviosa porque he dejado a mi hermano con mi padre. Y en el fondo, sé que va a estar bien, pero no puedo evitar pensar que me estoy equivocando permanentemente en algo. — Pues ya que estamos de confesiones. — Saltó la abuela. — Creo que aquel chocolate que me sentó mal por culpa de la leche… Estaba bien. Pero puede, a ver, igual, no lo tengo claro, eh… Pero creo que la leche estaba caducadillla. — Ay, abu es que las gafas… Hay que revisártelas. — La pobre abuela, y nosotros burlándonos. — Saltaron los dos nietos automáticamente yendo a abrazarla, y ella poniendo cara de víctima de una tristeza feroz. Tessa les miró con cara de circunstancias y dijo. — Está peor educada que los perros, como podéis comprobar. — Y les dio la risa, claro, porque la escena era genial
— Y respecto al miedo que ambos mundos parecemos creer que el otro tiene… — Dijo Arnold con tono juguetón. — Solucionémoslo. Somos dos familias que les gusta hablar y hacer juegos. — Bueno, papá yo ya he hablado bastante hoy, si te soy sincero. — Trató de frenarlo Lex. — Vamos, vamos, escobillo, no vayas en contra. — El aludido le miró parpadeando. — ¿Escobillo? — ¡Esa me ha gustado! ¡Y lo podemos pasar al italiano! ¿Eh, Tess? ¡ESCOBELLO! — Arnold rio con ganas a la broma de Jerome, pero hizo un gesto con las manos. — A ver, me explico. Qué tal si cada uno dice una asunción que había hecho sobre los magos o los muggles, sabiendo que lo decimos por completo sin malos rollos, y así derribamos mitos, o los explicamos en lo que significa para cada uno de nosotros. —
Tampoco le sorprendió la acusación traicionera aunque claramente no malintencionada de Darren hacia Marcus, porque estaba bastante claro por la reacción de su novio y por las propias palabras de Darren que eso no era exactamente así. Pero el que la sorprendió completamente fue Lex. Primero, cómo se frenó con el taco, no conocía esa faceta de su cuñado, y tuvo que asentir en reconocimiento. Y luego, que realmente lograra poner tranquilamente toda la información sobre la mesa sin mayor problema. Solo pudo asentir y decir. — A saber a cuántos les ha pasado. — Jerome levantó los brazos. — ¡Si es que somos de naturaleza despistada! Yo una vez me llevé a otra niña que no era Eli. Se había subido en su carrito y fijate, menudo jaleo luego con la policía. — Tessa se tapó la cara con las manos y se apoyó en la mesa. Y entonces Emma carraspeó, y hasta los perros entendieron que había que guardar silencio. — A ver. Veo que, por algún motivo, todos hemos venido nerviosos hasta la raíz a este encuentro, y quien no lo estaba, se ha puesto después de un rato y de los distintos rumbos que ha tomado esta conversación. — Tomó un trago de un vasito de agua que tenía enfrente y se encogió de hombros. — Y, la verdad, ahora no entiendo por qué. Yo creo a veces que la gente va a pensar que… soy distante, o borde, o doy miedo. Y vosotros, por lo que veo, teníais miedo de lo que pudiera significar la magia en vuestra vida o de que nosotros os juzgáramos, pero… No hay nada que juzgar. Sois una familia perfectamente funcional, si bien distinta a nosotros. — Perfectamente funcional, en lenguaje de mi mujer, quiere decir “muy bonita”. — Dijo Arnold con una risita. Todos rieron un poco y Tessa sonrió agradecida. — No, si a mí me parece lo más bonito que se me puede decir, porque en lo que más trabajamos es en intentar ser funcionales. — Todos lo hacemos. — Intervino Alice, alargando la mano a Marcus y dejando un beso sobre ella. — Yo por mi parte estoy nerviosa porque he dejado a mi hermano con mi padre. Y en el fondo, sé que va a estar bien, pero no puedo evitar pensar que me estoy equivocando permanentemente en algo. — Pues ya que estamos de confesiones. — Saltó la abuela. — Creo que aquel chocolate que me sentó mal por culpa de la leche… Estaba bien. Pero puede, a ver, igual, no lo tengo claro, eh… Pero creo que la leche estaba caducadillla. — Ay, abu es que las gafas… Hay que revisártelas. — La pobre abuela, y nosotros burlándonos. — Saltaron los dos nietos automáticamente yendo a abrazarla, y ella poniendo cara de víctima de una tristeza feroz. Tessa les miró con cara de circunstancias y dijo. — Está peor educada que los perros, como podéis comprobar. — Y les dio la risa, claro, porque la escena era genial
— Y respecto al miedo que ambos mundos parecemos creer que el otro tiene… — Dijo Arnold con tono juguetón. — Solucionémoslo. Somos dos familias que les gusta hablar y hacer juegos. — Bueno, papá yo ya he hablado bastante hoy, si te soy sincero. — Trató de frenarlo Lex. — Vamos, vamos, escobillo, no vayas en contra. — El aludido le miró parpadeando. — ¿Escobillo? — ¡Esa me ha gustado! ¡Y lo podemos pasar al italiano! ¿Eh, Tess? ¡ESCOBELLO! — Arnold rio con ganas a la broma de Jerome, pero hizo un gesto con las manos. — A ver, me explico. Qué tal si cada uno dice una asunción que había hecho sobre los magos o los muggles, sabiendo que lo decimos por completo sin malos rollos, y así derribamos mitos, o los explicamos en lo que significa para cada uno de nosotros. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Lo mejor de los dos mundos Con Alice | En Inglaterra | 3 de enero de 2003 |
Iba a acabar con un amago de infarto después de esa quedada, porque entre las luces de Darren y la confesión de Jerome sobre haberse llevado un día a otra niña que no era la suya (por ende, a saber dónde había dejado a la suya) pidió inútilmente a los dioses que esa historia no fuera cierta por el bien de su cabeza. Menos mal que su madre decidió hacer un alto antes de que aquello desbarrara más. Realmente, Marcus también había ido un poco nervioso a aquella cita, pero más por la presencia de múltiples animales (no, no venía curado de espanto de Irlanda), por el bienestar de Lex (aunque solo al llegar había comprobado que era absurdo preocuparse por eso), por no saber lidiar con la cantidad de conversación de Elizabetta y Judith o por cómo reaccionaría su madre. No eran pocos motivos, pero había dejado de lado los posibles choques culturales: por lo que Lex le había contado y él había presenciado, era una familia comprensiva y abierta de mente, y solo había que conocer a Darren para saber que no podía venir de un entorno hostil.
Sonrió a su novia, y él prefirió no confesar, porque no le parecía muy educado decir "yo estaba nervioso por los perros y los pájaros sueltos por ahí". Igualmente, Judith no dio mucho margen, y aunque al principio se estaba aguantando la risa con la confesión, tuvo que abrir los ojos exageradamente cuando dijo lo de la leche caducada. Miró de reojo a Lex y pensó pero eso es peligrosísimo, sobre todo para gente que no tiene pociones purgativas, pero Lex se limitó a encogerse de hombros con expresión resignada.
Muy al caso con la línea de pensamiento de Marcus sobre cómo solucionarían los muggles ese tipo de problemas, su padre propuso un juego. A Marcus por un lado le pareció una idea fabulosa: serviría para que aprendieran los unos de los otros. Pero por otro, una parte de su siempre educado y protocolario ser temía ofender a esa gente tan buena, porque... Bueno, él no se consideraba un clasista mágico, pero... Vale, tal vez un poco sí. Pero no con las personas, nunca con las personas. Simplemente... le parecía bastante obvio que los magos eran... superiores a los muggles, por el poder que tenían. Pero no como personas, sino como... Bueno, no sabía explicarlo, simplemente no quería decir algo que pudiera ofender. - ¡¡Yo empiezo!! - Se adelantó Eli, feliz. Carraspeó y miró hacia arriba, pensando, y luego empezó a decir. - Yo nunca... he... Mmm... - Darren y Lex la miraron con tensión, y Tessa con el ceño fruncido. Darren carraspeó. - Hermanita, no es... así como... se formula la frase. - ¿No es el...? - Y Darren negó rápidamente con los ojos muy abiertos. Más fruncía el ceño Tessa. - Aaahh... queeee... La frase se dice... - Fingió la chica muy artificialmente, como intentando arreglarlo en base a hacerse la tonta. Claramente se había equivocado de juego. Marcus miró a sus padres de reojo: Arnold se aguantaba una risilla, aunque también miraba con cierta preocupación a Tessa; Emma estaba fingiendo no estar allí, lo cual era mala señal, porque quería decir que había pillado por qué Eli se había confundido de juego y sabía qué juego era, pero no le hacía gracia.
- Con razón me estaba costando, la he dicho al revés, jeje. - Y Darren y Lex rieron con ella muy forzosamente. Marcus miró a su hermano. Parad, que está quedando más forzado todavía, y Lex paró discretamente y le dio un toque por debajo de la mesa a Darren para que hiciera lo mismo. - Pues yo pensaba de los magos... - Recondujo la chica por fin. - ...Que ibais todos vestidos con túnicas con estrellitas y las brujas así de negro y con gorros de pico. - Eso levantó varias risas y Marcus dijo. - Ya nos dimos cuenta en Halloween de que ese era el imaginario colectivo. - Aunque, señora O'Donnell, yo creo que a usted un gorrito de pico le quedaría fantástico. - Al menos eso hizo a su madre reír. - Gracias, puedes llamarme Emma, por cierto. - ¡Guay! - Y tiene sombreros. - Delató Arnold, a lo que la chica abrió mucho los ojos y aspiró una fuerte exclamación. - ¿¿¿DE VERDAD?? - Emma rodó los ojos con una sonrisilla y su marido siguió. - Creo que no son al cien por cien como vosotros imagináis, pero sí que hay muchos magos y brujas que llevan esos sombreros, solo que no son todos iguales, hay muchos estilos. Y os aseguro que mi padre viviría dentro de una túnica con estrellitas si mi madre le dejase. - Eso hizo reír a todos. Marcus se animó. - A mí me encantan las túnicas, las hay muy elegantes. - Mi hijo es que es un señor importante antiguo. Yo soy más moderno. - Bromeó Arnold, y luego señaló a Lex. - Y aquel ha salido a mí. - Es verdad, yo odio las túnicas. - ¡Jolín! Entonces tú me tenías engañada. - Eli le dio un empujoncito a Lex. - Yo creía que nadie las llevaba porque tú siempre vas vestido normal. - ¡Pero si yo tengo las túnicas del uniforme! - Dijo Darren, pero su hermana se encogió de hombros. - Ya pero es que eso es un uniforme, no vale. Y no tienes gorrito con pico. - Emma la miró. - Tengo un gorro de cuando era adolescente, muy bonito y escandalosamente caro, porque así era mi familia, pero que ya para mi gusto es muy juvenil y nunca me pongo. Te lo regalo, si quieres. El próximo día que nos veamos te lo doy. - Eli puso cara de absoluta ilusión. - ¿¿De verdad?? - Pero si es caro, Emma... - Se apuró Tessa, pero la mujer hizo un gesto con la mano. - Es de esas cosas innecesariamente opulentas que hacía mi familia. Estaba de moda en los setenta, ya no, y además es de adolescente, no me queda bien, y no tengo hijas. Y me da que no es del estilo de mi hija adoptiva. - Dijo con un gesto hacia Alice, haciendo a todos reír. - Dudo que Eli lo quiera para ir al instituto. Lo puede guardar de recuerdo de su familia mágica, como una reliquia. - Su madre había querido tener un gesto bonito con la familia, un puente para dejar claro que había unidad, pero Marcus estaba convencido de que un gran porcentaje de la decisión lo había marcado las ganas que tenía de deshacerse del dichoso gorro.
- Venga, voy a confesar yo. - Se animó él. - Reconozco que siempre pensé que la vida muggle era mucho más rudimentaria que la nuestra, más difícil al no tener magia. - ¡Uy, hijo! Te digo yo que recoger la cocina sin una varita como las vuestras es mucho más difícil, que tu novia lo ha limpiado todo en un segundito. - Afirmó Judith, y todos rieron. - Me refiero a que recuerdo cuando de pequeño fui por primera vez a un barrio muggle y a una tienda. Claro que creo que no pasamos por la parte electrónica, estoy convenido, porque me acordaría. Pero vi que las escobas se usaban para barrer... - Hubo una risa generalizada entre el sector muggle de la familia. - Perdona, cariño. - Dijo Tessa. - Pero es que lo de usar las escobas para volar es algo que, aun teniendo ya un jugador de quidditch en la familia, todavía no nos cabe en la cabeza. - ¡Ay, mi suegra, que Dios la tenga en descanso, si hubiera visto eso! Me acuerdo yo de jovencita de verla darle de escobazos en el trasero a mi Adolfo por meterle una cabra en casa un día y llenárselo todo de barro. ¡Cómo daba con la escoba la señora! Si hubiera podido volar con ella, no se hubiera librado nadie en Lucca de un golpe suyo. - Volvieron a reír. Marcus se vino arriba. - ¡Es que es un choque! Y veía tanto aparataje para cosas que nosotros simplemente hacemos con magia... - Puede que eso sea un poquito verdad. - Dijo Tessa, mientras todos reían. - ¡Ay! ¿Le gustó a tu abuela el robot? - ¡Le encantó! - Respondió a Eli. - Mira, adjudicado: un día, Lex nos hace una clase de cómo se monta uno en una escoba, y nosotros a vosotros una de cómo se barre. - Propuso Jerome, y ahí sí que se echaron todos a reír.
Sonrió a su novia, y él prefirió no confesar, porque no le parecía muy educado decir "yo estaba nervioso por los perros y los pájaros sueltos por ahí". Igualmente, Judith no dio mucho margen, y aunque al principio se estaba aguantando la risa con la confesión, tuvo que abrir los ojos exageradamente cuando dijo lo de la leche caducada. Miró de reojo a Lex y pensó pero eso es peligrosísimo, sobre todo para gente que no tiene pociones purgativas, pero Lex se limitó a encogerse de hombros con expresión resignada.
Muy al caso con la línea de pensamiento de Marcus sobre cómo solucionarían los muggles ese tipo de problemas, su padre propuso un juego. A Marcus por un lado le pareció una idea fabulosa: serviría para que aprendieran los unos de los otros. Pero por otro, una parte de su siempre educado y protocolario ser temía ofender a esa gente tan buena, porque... Bueno, él no se consideraba un clasista mágico, pero... Vale, tal vez un poco sí. Pero no con las personas, nunca con las personas. Simplemente... le parecía bastante obvio que los magos eran... superiores a los muggles, por el poder que tenían. Pero no como personas, sino como... Bueno, no sabía explicarlo, simplemente no quería decir algo que pudiera ofender. - ¡¡Yo empiezo!! - Se adelantó Eli, feliz. Carraspeó y miró hacia arriba, pensando, y luego empezó a decir. - Yo nunca... he... Mmm... - Darren y Lex la miraron con tensión, y Tessa con el ceño fruncido. Darren carraspeó. - Hermanita, no es... así como... se formula la frase. - ¿No es el...? - Y Darren negó rápidamente con los ojos muy abiertos. Más fruncía el ceño Tessa. - Aaahh... queeee... La frase se dice... - Fingió la chica muy artificialmente, como intentando arreglarlo en base a hacerse la tonta. Claramente se había equivocado de juego. Marcus miró a sus padres de reojo: Arnold se aguantaba una risilla, aunque también miraba con cierta preocupación a Tessa; Emma estaba fingiendo no estar allí, lo cual era mala señal, porque quería decir que había pillado por qué Eli se había confundido de juego y sabía qué juego era, pero no le hacía gracia.
- Con razón me estaba costando, la he dicho al revés, jeje. - Y Darren y Lex rieron con ella muy forzosamente. Marcus miró a su hermano. Parad, que está quedando más forzado todavía, y Lex paró discretamente y le dio un toque por debajo de la mesa a Darren para que hiciera lo mismo. - Pues yo pensaba de los magos... - Recondujo la chica por fin. - ...Que ibais todos vestidos con túnicas con estrellitas y las brujas así de negro y con gorros de pico. - Eso levantó varias risas y Marcus dijo. - Ya nos dimos cuenta en Halloween de que ese era el imaginario colectivo. - Aunque, señora O'Donnell, yo creo que a usted un gorrito de pico le quedaría fantástico. - Al menos eso hizo a su madre reír. - Gracias, puedes llamarme Emma, por cierto. - ¡Guay! - Y tiene sombreros. - Delató Arnold, a lo que la chica abrió mucho los ojos y aspiró una fuerte exclamación. - ¿¿¿DE VERDAD?? - Emma rodó los ojos con una sonrisilla y su marido siguió. - Creo que no son al cien por cien como vosotros imagináis, pero sí que hay muchos magos y brujas que llevan esos sombreros, solo que no son todos iguales, hay muchos estilos. Y os aseguro que mi padre viviría dentro de una túnica con estrellitas si mi madre le dejase. - Eso hizo reír a todos. Marcus se animó. - A mí me encantan las túnicas, las hay muy elegantes. - Mi hijo es que es un señor importante antiguo. Yo soy más moderno. - Bromeó Arnold, y luego señaló a Lex. - Y aquel ha salido a mí. - Es verdad, yo odio las túnicas. - ¡Jolín! Entonces tú me tenías engañada. - Eli le dio un empujoncito a Lex. - Yo creía que nadie las llevaba porque tú siempre vas vestido normal. - ¡Pero si yo tengo las túnicas del uniforme! - Dijo Darren, pero su hermana se encogió de hombros. - Ya pero es que eso es un uniforme, no vale. Y no tienes gorrito con pico. - Emma la miró. - Tengo un gorro de cuando era adolescente, muy bonito y escandalosamente caro, porque así era mi familia, pero que ya para mi gusto es muy juvenil y nunca me pongo. Te lo regalo, si quieres. El próximo día que nos veamos te lo doy. - Eli puso cara de absoluta ilusión. - ¿¿De verdad?? - Pero si es caro, Emma... - Se apuró Tessa, pero la mujer hizo un gesto con la mano. - Es de esas cosas innecesariamente opulentas que hacía mi familia. Estaba de moda en los setenta, ya no, y además es de adolescente, no me queda bien, y no tengo hijas. Y me da que no es del estilo de mi hija adoptiva. - Dijo con un gesto hacia Alice, haciendo a todos reír. - Dudo que Eli lo quiera para ir al instituto. Lo puede guardar de recuerdo de su familia mágica, como una reliquia. - Su madre había querido tener un gesto bonito con la familia, un puente para dejar claro que había unidad, pero Marcus estaba convencido de que un gran porcentaje de la decisión lo había marcado las ganas que tenía de deshacerse del dichoso gorro.
- Venga, voy a confesar yo. - Se animó él. - Reconozco que siempre pensé que la vida muggle era mucho más rudimentaria que la nuestra, más difícil al no tener magia. - ¡Uy, hijo! Te digo yo que recoger la cocina sin una varita como las vuestras es mucho más difícil, que tu novia lo ha limpiado todo en un segundito. - Afirmó Judith, y todos rieron. - Me refiero a que recuerdo cuando de pequeño fui por primera vez a un barrio muggle y a una tienda. Claro que creo que no pasamos por la parte electrónica, estoy convenido, porque me acordaría. Pero vi que las escobas se usaban para barrer... - Hubo una risa generalizada entre el sector muggle de la familia. - Perdona, cariño. - Dijo Tessa. - Pero es que lo de usar las escobas para volar es algo que, aun teniendo ya un jugador de quidditch en la familia, todavía no nos cabe en la cabeza. - ¡Ay, mi suegra, que Dios la tenga en descanso, si hubiera visto eso! Me acuerdo yo de jovencita de verla darle de escobazos en el trasero a mi Adolfo por meterle una cabra en casa un día y llenárselo todo de barro. ¡Cómo daba con la escoba la señora! Si hubiera podido volar con ella, no se hubiera librado nadie en Lucca de un golpe suyo. - Volvieron a reír. Marcus se vino arriba. - ¡Es que es un choque! Y veía tanto aparataje para cosas que nosotros simplemente hacemos con magia... - Puede que eso sea un poquito verdad. - Dijo Tessa, mientras todos reían. - ¡Ay! ¿Le gustó a tu abuela el robot? - ¡Le encantó! - Respondió a Eli. - Mira, adjudicado: un día, Lex nos hace una clase de cómo se monta uno en una escoba, y nosotros a vosotros una de cómo se barre. - Propuso Jerome, y ahí sí que se echaron todos a reír.
We are
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Ivanka
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Lo mejor de los dos mundos Con Marcus | En Inglaterra | 3 de enero de 2003 |
Daba gusto proponer cualquier cosa en casa Milestone, aunque, para variar, no podía fiarte demasiado de que no la liaran en el último momento. Tuvo que guardarse una risa, y vio a Lex negar con la cabeza ante la situación que había planteado Eli sin querer, mientras que Darren, una vez corregida la chica, se quedaba expectante por si tenía que intervenir. A ver, en la sala común de Hufflepuff jugaban al “yo nunca” el martes más aburrido del año a la hora del té, no estaba familiarizado con cómo reencauzar la situación delante de nada más y nada menos tres exprefectos, y ninguno de Hufflepuff.
Pero Eli, como seguía a lo suyo, siguió con su percepción, toda divertida, hablando de lo que claramente le interesaba a ella que era la moda, y a Alice le hizo reír mucho. — Yo me disfracé de ese tipo de bruja en Halloween cuando fuimos a Shoreditch. — ¡AYYY! Yo cuando era pequeña también me disfracé así una vez, qué genial. — Eli te hacía fiestas de lo que hiciera falta. Pero la conversación viró hacia Emma, y a Alice cada vez le costaba más aguantarse la risa. Vamos es que le parecía estar viendo el dicho sombrero. Se inclinó hacia su novio y susurró. — Imagínate la cara que pondría Anastasia Horner si se enterase de dónde ha acabado su sombrerito impuesto. — Y tuvo que contenerse una vez más. Pero es que no quería romper el momento, ni hacer creer a Tessa que se reía de ella, aunque tenía una actitud muy graciosa respecto a lo del sombrero. — Nuestro profe de Historia antigua iba así. — ¡Ay por Merlín! — Dijo Lex llevándose las manos a la cara. — Qué clases hemos pasado tú, Poppy y yo con Ferguson, Galita mía… — ¿Y Marcus no? — Preguntó su suegro. Darren se mordió el labio inferior y se encogió de hombros. — Él estaba allí, sin duda, pero él era muy cumplido y atendía siempre. — ¿Y Alice no? — Ella levantó las palmas. — A veces sí y a veces no. Ferguson podía ser la persona menos didáctica del mundo. — Lo era ya de joven… — Le sorprendió Emma. Todos la miraron alucinados. — Que conste que yo siempre estaba calladita y atenta. Pero era insoportable. —
Marcus se animó y ella se quedó mirándole sonriente. Qué orgullosa se sentía de la actitud de su novio. Y lo de las escobas le pareció supertierno y, como siempre que estaba con muggles, se echaron a reír con lo de las escobas para limpiar. Pero se adelantó a negar a lo de Jerome. — Lo de barrer pase, pero de montarse en la escoba nada. Este verano sin ir más lejos, fuimos al museo del quidditch y Marcus y yo casi acabamos boca abajo colgados del palo. — Tú sin el casi. No hagas caso, JM, yo te enseño, y tú tenías moto de joven, verás como se te da bien. — Intervino Lex. — ¿Qué es moto? — Preguntó Emma, un poco envarada. Apostaba que esas maneras de dirigirse a un suegro no le acababan de parecer correctas. Los muggles se miraron. — Es difícil de explicar, pero si habéis paseado por Londres, las habrás visto. — Yo las odio. Cuando Tessa empezó con este, mi Adolfo le prohibió salir con él si iba a montarse en la moto. — Es un vehículo. — Retomó una colorada Tessa. — De dos ruedas, y que no tiene puertas, se maneja con un manillar. Ciertamente, la forma de montarse y la estabilidad es un poco la de una escoba. — Jerome suspiró y se llevó una mano al pecho. — Ah… Un motero nunca muere. Ahí la tengo en el garaje. Pero reconozco que son peligrosas, sí, por eso me alejé de ello. —
— Pues… Ya que estamos… — Tessa inspiró. — Cuando nos explicaron lo del secreto mágico… A mí me dio la sensación de que tenéis un miedo que ya… Se pasó en la Edad Media. Bueno quizá no tan atrás, pero… El mundo está cambiando para cosas que mi madre ni imaginaría cuando era joven… ¿Por qué no hacer un acercamiento? Me parece que nos tenéis mucho más miedo del necesario.— Emma se quedó callada y Arnold estaba un poco atascado, a juzgar con su cara, así que intervino Alice. — Controlar nuestros poderes es muy complicado. Para nosotros mismos. Vivimos intentando controlar y entender las fuerzas oscuras que pueden arrastrar, ni siquiera conocemos bien nuestros límites… Y los muggles sois muuuuuchos más. Tenéis gobiernos más grandes y poderes más importantes. Ya no nos quemarían en la hoguera, ya, pero… ¿Para qué querrían usar nuestros poderes? ¿No te da… Un poco de miedo? — Tessa la miró con tristeza. — En Nueva York, los Lacey nos contaron qué pasó en el 11-S, vimos el sitio desde el Empire State… ¿Cómo sería todo ese conflicto si encima estuvieran implicados poderes como los nuestros? — La mujer asintió y les miró. — Tenéis razón. Realmente, con que queráis mezclaros con nosotros, tendré suficiente. —
Alice aprovechó el tirón de la conversación. — A mí hay algo que nunca me queda claro. — Les miró a todos muy seria. — ¿Lo que hay en la tele es real o no? — Y todos los muggles estallaron en risas. — ¡Ay, cariño, qué pregunta más buena! — La respuesta es casi nada. — Contestó el matrimonio. — ¡Menos las noticias de la BBC! — Y los realities de MTV. — Añadieron la abuela y Eli. — Eli, hasta yo sé que de realidad no tienen nada. — Dijo Lex. — ¿Y los conciertos de los Back Street Boys grabados tampoco? — De hecho, los editan, peque. — Le indicó Darren. — Vais a tener que explicarme toda esta jerga. — Pidió Arnold. — Y los anuncios también son de cosas de verdad. — La abuela seguía a lo suyo. — ¡Ay, mamá! Esa es la mentira más grande de todas. —
Pero Eli, como seguía a lo suyo, siguió con su percepción, toda divertida, hablando de lo que claramente le interesaba a ella que era la moda, y a Alice le hizo reír mucho. — Yo me disfracé de ese tipo de bruja en Halloween cuando fuimos a Shoreditch. — ¡AYYY! Yo cuando era pequeña también me disfracé así una vez, qué genial. — Eli te hacía fiestas de lo que hiciera falta. Pero la conversación viró hacia Emma, y a Alice cada vez le costaba más aguantarse la risa. Vamos es que le parecía estar viendo el dicho sombrero. Se inclinó hacia su novio y susurró. — Imagínate la cara que pondría Anastasia Horner si se enterase de dónde ha acabado su sombrerito impuesto. — Y tuvo que contenerse una vez más. Pero es que no quería romper el momento, ni hacer creer a Tessa que se reía de ella, aunque tenía una actitud muy graciosa respecto a lo del sombrero. — Nuestro profe de Historia antigua iba así. — ¡Ay por Merlín! — Dijo Lex llevándose las manos a la cara. — Qué clases hemos pasado tú, Poppy y yo con Ferguson, Galita mía… — ¿Y Marcus no? — Preguntó su suegro. Darren se mordió el labio inferior y se encogió de hombros. — Él estaba allí, sin duda, pero él era muy cumplido y atendía siempre. — ¿Y Alice no? — Ella levantó las palmas. — A veces sí y a veces no. Ferguson podía ser la persona menos didáctica del mundo. — Lo era ya de joven… — Le sorprendió Emma. Todos la miraron alucinados. — Que conste que yo siempre estaba calladita y atenta. Pero era insoportable. —
Marcus se animó y ella se quedó mirándole sonriente. Qué orgullosa se sentía de la actitud de su novio. Y lo de las escobas le pareció supertierno y, como siempre que estaba con muggles, se echaron a reír con lo de las escobas para limpiar. Pero se adelantó a negar a lo de Jerome. — Lo de barrer pase, pero de montarse en la escoba nada. Este verano sin ir más lejos, fuimos al museo del quidditch y Marcus y yo casi acabamos boca abajo colgados del palo. — Tú sin el casi. No hagas caso, JM, yo te enseño, y tú tenías moto de joven, verás como se te da bien. — Intervino Lex. — ¿Qué es moto? — Preguntó Emma, un poco envarada. Apostaba que esas maneras de dirigirse a un suegro no le acababan de parecer correctas. Los muggles se miraron. — Es difícil de explicar, pero si habéis paseado por Londres, las habrás visto. — Yo las odio. Cuando Tessa empezó con este, mi Adolfo le prohibió salir con él si iba a montarse en la moto. — Es un vehículo. — Retomó una colorada Tessa. — De dos ruedas, y que no tiene puertas, se maneja con un manillar. Ciertamente, la forma de montarse y la estabilidad es un poco la de una escoba. — Jerome suspiró y se llevó una mano al pecho. — Ah… Un motero nunca muere. Ahí la tengo en el garaje. Pero reconozco que son peligrosas, sí, por eso me alejé de ello. —
— Pues… Ya que estamos… — Tessa inspiró. — Cuando nos explicaron lo del secreto mágico… A mí me dio la sensación de que tenéis un miedo que ya… Se pasó en la Edad Media. Bueno quizá no tan atrás, pero… El mundo está cambiando para cosas que mi madre ni imaginaría cuando era joven… ¿Por qué no hacer un acercamiento? Me parece que nos tenéis mucho más miedo del necesario.— Emma se quedó callada y Arnold estaba un poco atascado, a juzgar con su cara, así que intervino Alice. — Controlar nuestros poderes es muy complicado. Para nosotros mismos. Vivimos intentando controlar y entender las fuerzas oscuras que pueden arrastrar, ni siquiera conocemos bien nuestros límites… Y los muggles sois muuuuuchos más. Tenéis gobiernos más grandes y poderes más importantes. Ya no nos quemarían en la hoguera, ya, pero… ¿Para qué querrían usar nuestros poderes? ¿No te da… Un poco de miedo? — Tessa la miró con tristeza. — En Nueva York, los Lacey nos contaron qué pasó en el 11-S, vimos el sitio desde el Empire State… ¿Cómo sería todo ese conflicto si encima estuvieran implicados poderes como los nuestros? — La mujer asintió y les miró. — Tenéis razón. Realmente, con que queráis mezclaros con nosotros, tendré suficiente. —
Alice aprovechó el tirón de la conversación. — A mí hay algo que nunca me queda claro. — Les miró a todos muy seria. — ¿Lo que hay en la tele es real o no? — Y todos los muggles estallaron en risas. — ¡Ay, cariño, qué pregunta más buena! — La respuesta es casi nada. — Contestó el matrimonio. — ¡Menos las noticias de la BBC! — Y los realities de MTV. — Añadieron la abuela y Eli. — Eli, hasta yo sé que de realidad no tienen nada. — Dijo Lex. — ¿Y los conciertos de los Back Street Boys grabados tampoco? — De hecho, los editan, peque. — Le indicó Darren. — Vais a tener que explicarme toda esta jerga. — Pidió Arnold. — Y los anuncios también son de cosas de verdad. — La abuela seguía a lo suyo. — ¡Ay, mamá! Esa es la mentira más grande de todas. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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Lo mejor de los dos mundos Con Alice | En Inglaterra | 3 de enero de 2003 |
Se tuvo que tapar la boca para disimular la risa por el comentario de su novia. Revisando que los demás estaban a lo suyo, se inclinó a ella y respondió. - De repente me han entrado muchas ganas de ir a casa de mi abuela. - Y se aguantó la risa otra vez. Oh, desde luego que iría a la puerta de los Horner solo para enseñarle a Anastasia, en su lustroso sillón, una foto de Eli en la caótica casa Millestone portando el ridículamente caro gorro que le había impuesto a su hija.
Miró a Lex con advertencia. - No creo que sea necesario el experimento. - Ya le daban a él mismo, que era mago y llevaba desde los cinco años montando en escoba, verse subido en una, como para intentar subir a muggles. Las motos sí que las identificó de su recuerdo, en Nueva York las había por miles, y aparte de absurdamente ruidosas, le parecieron tan peligrosas como las escobas... O sea que ya mismo iba a estar su hermano queriendo subirse a una.
Le tocó el turno a Tessa, y puso una mueca con los labios, porque tenía que reconocer que ahí le había pillado de lleno. Marcus se había relacionado con muchos hijos de muggles en Hogwarts, pero en el ambiente muggle no terminaba de sentirse cómodo: los Millestone eran geniales, pero estaba convencido, en su fuero interno, de que eran la excepción, y ni que decir tenía cómo se había puesto de tenso cuando apareció el cura ese en Irlanda. Todos se quedaron muy callados, sin saber bien qué decir. No es que no se le ocurrieran motivos, pero... estaba pensando cómo los podía formular sin ser ofensivo. Alice se le adelantó, y la explicación no pudo ser más acertada, no solo porque decía toda la verdad, sino porque lo había dicho desde un punto de vista respetuoso. Eso sí, lo de para qué podrían usarles hizo que le recorriera un escalofrío. - Os aseguro que si todos fueran como vosotros, no habría división alguna. - Dijo de corazón, y eso gustó a la familia, pero sobre todo, por la expresión de su rostro, al que más gustó fue a Lex.
Eso sí, el debate que originó Alice con la televisión le interesaba, y Darren se estaba riendo solo con verle la cara de miedo. - Marcus va a agradecer esta aclaración. - Yo NECESITO que se me explique cómo se hace si realmente es falso. - Se giró hacia ellos. - Verán, un día pasando por una tienda muggle... - Otra vez la misma anécdota. - Suspiró Lex entre risas, y mirando a los demás, se hizo sin permiso con el relevo de la conversación. - Vio la película de Náufrago y se creyó que era de verdad. - Notó, ofendido, como todos habían hecho amago de partirse de risa pero se habían contenido porque no pareciera que se burlaban de él. Marcus echó aire por la nariz, necesitaba defenderse. - Me dicen que eso está grabado, pero ese hombre claramente estaba solo, y MUY desmejorado. ¿De verdad me están diciendo que le están viendo así de escuálido y quemado por el sol y los que supuestamente graban, y digo supuestamente porque insisto en que allí no había nadie, no hicieron nada? - Todo era maquillaje, cariño. Bueno, el actor sí que perdió mucho peso de verdad, pero es parte de su trabajo. - Explicó Tessa con dulzura, pero Marcus acababa de encontrar una laguna que pensaba aprovechar. - ¡Ah! Sé que todo lo que usáis va por electricidad, y que las cámaras esas, porque he investigado... - Incidió, mirando a Lex y Darren, como si alguien dudara de que Marcus investigara todo aquello con lo que se iba topando en su vida. - ...Van con un cable enchufadas a la electricidad. Si realmente eso era mentira, ¿dónde estaba enchufada la cámara? Porque eso era una playa, no, os digo más, una isla diminuta. ¿Me estáis diciendo que en una isla en mitad del océano hay enchufes? ¿Dónde? ¿En las palmeras? - Eli le miraba boquiabierta y con las manos en las mejillas. - Jolín, sí que no saben nada de nada de la tele. - Marcus, que seguía demandando respuesta, sacudió la cabeza desconcertado, pero Jerome se levantó dando una palmada. - ¡Marchando una sesión de tele! Hay que poner a esta familia al día. - ¿¿Pero qué hay de lo de la isla y la electricidad?? - Insistió él, que ya veía a todo el mundo levantarse y sin que nadie le diera una explicación. Judith, con una risita, se había acercado a él y se le agarró del brazo, como si fuera necesario ir agarrados del comedor al salón. - Es un plató de televisión, hermoso. A mí tampoco me cabe en la cabeza, en mis tiempos se estaba prácticamente creando la Metro Goldwyn Mayer, y eso era, ¡oh! Qué maravilla, y ahora lo ves y los jóvenes dicen que se ve muy artificial pero para nosotros, ¡eso sí que era magia! ¡Cómo le gustaba a mi adolfo el spaghetti western! Lo veíamos tooooodas las tardes. A mí el que me gustaba era Rock Hudson, pero él era más de Burt Reynolds, y además... - Si el objetivo de Judith era aclararle, le estaba liando más. Y seguían sin hablarle del Náufrago.
Cuando se quisieron dar cuenta, llevaban más de una hora delante de la tele, que tenía muchos canales, por cierto, y al parecer era una especie de hobby saltar de uno a otro (lo habían llamado "zapping"). Después de un rato de "zapping" en el que vieron tantas cosas distintas que iban a necesitar mucho tiempo para explicárselas (entre ellas lo que parecía un reportaje sobre lobos que a su tía Erin le habría encantado pero que no hizo ninguna gracia a los perros, a juzgar por la reacción), se detuvieron en un canal porque Eli pegó un bote en el sofá, y Darren otro, emocionados como si hubieran visto a un famoso. - Y eso es Temptation Island. - ¿¿Más islas?? - Escucha. Es estadounidense, y es... - Otra película. - Interrumpió Darren, mirando de reojo a Lex. Marcus le miró confuso. - Sí, vas a ver. Es otra película en una isla, como la de Náufrago, solo que esta es una comedia así como romántica y picante. - Pues no sabía si quería ver algo "picante" con sus padres delante, la verdad. Los Millestone ocultaban risitas, y la abuela también parecía perdida. - Ay, hijo, yo estas cosas de los jóvenes... - Mira, esa es Holiday. Es una lianta, va a por todos los tíos con novia. Qué fuerte, vaya. - Eli estaba metidísima en la trama. Marcus vio de repente lo que le interesaba. - ¡¡Mira!! ¡Ahí sí se ven las cámaras! ¡Pero en la otra película no se veían! - Es que esta es muy mala. Está mal hecha, por eso se ven las cámaras. - Dijo Lex, pero algo le decía a Marcus que ocultaban información. Darren chistó. - Que no, que no es mala, lo que pasa es que es un falso documental. Es un estilo artístico de la televisión. Te ponen las cámaras a posta. - Esto es mucho más complejo de lo que creía. - Reconoció Arnold. Ni que lo dijeran, estaba perdidísimo.
- ¡Uf! ¡UF! ¡DANIEL! - ¡OH, POR DIOS! - ¡Es que no lo aguanto! ¿Eh? ¡Que lo echen ya! - Eli y Darren se habían metido en un acalorado debate. De repente, el chico aspiró una exclamación. - ¡¡Que se está magreando con esa tía!! - Hijo, por favor, usa un vocabulario más adecuado. - Interrumpió Jerome, añadiendo. - Se dice "esa señorita". - Qué fuerte, vamos. - Eli pasó por alto la broma mala de su padre. Debía estar más que acostumbrada. - Veo yo a mi novio hacer algo así... - ¿Pero esa no es su novia? - Preguntó Marcus. Negaron. - Esa es Betty, que la pobre es que está pilladísima, no sé de qué, porque vamos, vaya capullo. Él está con Britney. - Con Britney H, no con Britney B. Britney B es del grupo de las solteras. - Vale, era caótico pero poco a poco lo iba pillando. - ¿Y a quién se le ha ocurrido un guion tan enrevesado? - Pero los hermanos estaban tan entusiasmado dándoles explicaciones que se dejó contagiar. Y a ver, la película, o el documental o lo que fuera, le parecía de... mal gusto, ciertamente. Chistó. - Eso no enseña unos buenos valores. ¿Es que no hay ni una sola pareja que se quiera? - ¡Menos mal que el muchacho lo ha dicho! - Se indignó Judith. Tessa puso una mueca de desaprobación. - La verdad es que no me gusta lo que transmite este programa, chicos, ni que lo veáis... - ¡¡QUE VA CASSEY QUE VA QUE VA!! - Jerome se había apoderado de un bol de frutos secos y estaba enganchadísimo, y su llamada invocó a los hermanos de nuevo, que empezaron a soltar chillidos de motivación mientras la tal Cassey se acercaba como un miura a otra chica y directamente la agarraba del pelo y tiraba, para espanto de Marcus, que se tapó la boca con las manos. Se montó una pelea espectacular, con todo tipo de gritos. - ¿¿Pero a quién se le ha ocurrido esto?? - Alucinó, y Tessa bufó fuertemente. - ¡Chicos! Basta ya, decídselo ya. - Miró confuso. - ¿Decirme el qué? - Es un reality, memo. - Respondió Lex, con Darren y Eli debatiéndose entre morirse de risa y no perder puntada de lo que decían los demás. - ¿Un qué? - ¡Que viene la hoguera de la confrontación! ¡Callaos todos! - Pidió Eli. Atendieron a un espectáculo ridículamente dramático de un chico llorándole a mares a, supuestamente, su novia, cuando en otra imagen (Arnold no entendía cómo iba lo de editar vídeos y él tampoco) se le había visto en actitud considerablemente obscena con una a la que, según decían, había conocido apenas el día anterior. Cuando acabó, como si fuera un entendido, bufó. - Ese actor no me ha convencido nada, la verdad. Era bastante malo. - Y más risas. Tessa chistó. - ¡Ya basta! Marcus, cariño, no es una película. Es un concurso. - Parpadeó. - ¿Un concurso de qué? - Porque él no había visto ninguna pregunta y respuesta, ni acertijos ni pruebas, solo gente bailando, besándose y toqueteándose, y luego llorando y peleándose por ello. La mujer suspiró. - Un concurso de todo lo que no debería transmitirse en televisión. - Son parejas que van a poner a prueba su relación. - Especificó Eli. - Y entonces se mezclan con solteros para... - Y lo que vino a continuación sí que le pareció el guion de una película, pero de terror.
- ¿Me estáis diciendo... que eso... que esa gente...? - No, no son actores; no, no es mentira, supuestamente es verdad; sí, lo que ves es una cámara grabando a gente real. - Se le cayó la mandíbula al suelo. Darren rio. - Apuesto a que hubiera preferido que fuera verdad lo del Náufrago... - ¿¿¡¡Pero cómo emiten eso en televisión!!?? - Se escandalizó, hasta se puso colorado y le entró calor. ¿De verdad habían estado viendo a gente REAL toquetearse DE VERDAD y ser infieles a sus parejas DE VERDAD y estaban ahí RIÉNDOSE?? ¿¿Pero acaso habían perdido el juicio?? - ¿¿Y cómo que "poner a prueba su relación"?? ¿¿Pero cómo...?? - Es que ni atinaba a reaccionar, eso sí, los demás estaban atinando mucho a reír.
Miró a Lex con advertencia. - No creo que sea necesario el experimento. - Ya le daban a él mismo, que era mago y llevaba desde los cinco años montando en escoba, verse subido en una, como para intentar subir a muggles. Las motos sí que las identificó de su recuerdo, en Nueva York las había por miles, y aparte de absurdamente ruidosas, le parecieron tan peligrosas como las escobas... O sea que ya mismo iba a estar su hermano queriendo subirse a una.
Le tocó el turno a Tessa, y puso una mueca con los labios, porque tenía que reconocer que ahí le había pillado de lleno. Marcus se había relacionado con muchos hijos de muggles en Hogwarts, pero en el ambiente muggle no terminaba de sentirse cómodo: los Millestone eran geniales, pero estaba convencido, en su fuero interno, de que eran la excepción, y ni que decir tenía cómo se había puesto de tenso cuando apareció el cura ese en Irlanda. Todos se quedaron muy callados, sin saber bien qué decir. No es que no se le ocurrieran motivos, pero... estaba pensando cómo los podía formular sin ser ofensivo. Alice se le adelantó, y la explicación no pudo ser más acertada, no solo porque decía toda la verdad, sino porque lo había dicho desde un punto de vista respetuoso. Eso sí, lo de para qué podrían usarles hizo que le recorriera un escalofrío. - Os aseguro que si todos fueran como vosotros, no habría división alguna. - Dijo de corazón, y eso gustó a la familia, pero sobre todo, por la expresión de su rostro, al que más gustó fue a Lex.
Eso sí, el debate que originó Alice con la televisión le interesaba, y Darren se estaba riendo solo con verle la cara de miedo. - Marcus va a agradecer esta aclaración. - Yo NECESITO que se me explique cómo se hace si realmente es falso. - Se giró hacia ellos. - Verán, un día pasando por una tienda muggle... - Otra vez la misma anécdota. - Suspiró Lex entre risas, y mirando a los demás, se hizo sin permiso con el relevo de la conversación. - Vio la película de Náufrago y se creyó que era de verdad. - Notó, ofendido, como todos habían hecho amago de partirse de risa pero se habían contenido porque no pareciera que se burlaban de él. Marcus echó aire por la nariz, necesitaba defenderse. - Me dicen que eso está grabado, pero ese hombre claramente estaba solo, y MUY desmejorado. ¿De verdad me están diciendo que le están viendo así de escuálido y quemado por el sol y los que supuestamente graban, y digo supuestamente porque insisto en que allí no había nadie, no hicieron nada? - Todo era maquillaje, cariño. Bueno, el actor sí que perdió mucho peso de verdad, pero es parte de su trabajo. - Explicó Tessa con dulzura, pero Marcus acababa de encontrar una laguna que pensaba aprovechar. - ¡Ah! Sé que todo lo que usáis va por electricidad, y que las cámaras esas, porque he investigado... - Incidió, mirando a Lex y Darren, como si alguien dudara de que Marcus investigara todo aquello con lo que se iba topando en su vida. - ...Van con un cable enchufadas a la electricidad. Si realmente eso era mentira, ¿dónde estaba enchufada la cámara? Porque eso era una playa, no, os digo más, una isla diminuta. ¿Me estáis diciendo que en una isla en mitad del océano hay enchufes? ¿Dónde? ¿En las palmeras? - Eli le miraba boquiabierta y con las manos en las mejillas. - Jolín, sí que no saben nada de nada de la tele. - Marcus, que seguía demandando respuesta, sacudió la cabeza desconcertado, pero Jerome se levantó dando una palmada. - ¡Marchando una sesión de tele! Hay que poner a esta familia al día. - ¿¿Pero qué hay de lo de la isla y la electricidad?? - Insistió él, que ya veía a todo el mundo levantarse y sin que nadie le diera una explicación. Judith, con una risita, se había acercado a él y se le agarró del brazo, como si fuera necesario ir agarrados del comedor al salón. - Es un plató de televisión, hermoso. A mí tampoco me cabe en la cabeza, en mis tiempos se estaba prácticamente creando la Metro Goldwyn Mayer, y eso era, ¡oh! Qué maravilla, y ahora lo ves y los jóvenes dicen que se ve muy artificial pero para nosotros, ¡eso sí que era magia! ¡Cómo le gustaba a mi adolfo el spaghetti western! Lo veíamos tooooodas las tardes. A mí el que me gustaba era Rock Hudson, pero él era más de Burt Reynolds, y además... - Si el objetivo de Judith era aclararle, le estaba liando más. Y seguían sin hablarle del Náufrago.
Cuando se quisieron dar cuenta, llevaban más de una hora delante de la tele, que tenía muchos canales, por cierto, y al parecer era una especie de hobby saltar de uno a otro (lo habían llamado "zapping"). Después de un rato de "zapping" en el que vieron tantas cosas distintas que iban a necesitar mucho tiempo para explicárselas (entre ellas lo que parecía un reportaje sobre lobos que a su tía Erin le habría encantado pero que no hizo ninguna gracia a los perros, a juzgar por la reacción), se detuvieron en un canal porque Eli pegó un bote en el sofá, y Darren otro, emocionados como si hubieran visto a un famoso. - Y eso es Temptation Island. - ¿¿Más islas?? - Escucha. Es estadounidense, y es... - Otra película. - Interrumpió Darren, mirando de reojo a Lex. Marcus le miró confuso. - Sí, vas a ver. Es otra película en una isla, como la de Náufrago, solo que esta es una comedia así como romántica y picante. - Pues no sabía si quería ver algo "picante" con sus padres delante, la verdad. Los Millestone ocultaban risitas, y la abuela también parecía perdida. - Ay, hijo, yo estas cosas de los jóvenes... - Mira, esa es Holiday. Es una lianta, va a por todos los tíos con novia. Qué fuerte, vaya. - Eli estaba metidísima en la trama. Marcus vio de repente lo que le interesaba. - ¡¡Mira!! ¡Ahí sí se ven las cámaras! ¡Pero en la otra película no se veían! - Es que esta es muy mala. Está mal hecha, por eso se ven las cámaras. - Dijo Lex, pero algo le decía a Marcus que ocultaban información. Darren chistó. - Que no, que no es mala, lo que pasa es que es un falso documental. Es un estilo artístico de la televisión. Te ponen las cámaras a posta. - Esto es mucho más complejo de lo que creía. - Reconoció Arnold. Ni que lo dijeran, estaba perdidísimo.
- ¡Uf! ¡UF! ¡DANIEL! - ¡OH, POR DIOS! - ¡Es que no lo aguanto! ¿Eh? ¡Que lo echen ya! - Eli y Darren se habían metido en un acalorado debate. De repente, el chico aspiró una exclamación. - ¡¡Que se está magreando con esa tía!! - Hijo, por favor, usa un vocabulario más adecuado. - Interrumpió Jerome, añadiendo. - Se dice "esa señorita". - Qué fuerte, vamos. - Eli pasó por alto la broma mala de su padre. Debía estar más que acostumbrada. - Veo yo a mi novio hacer algo así... - ¿Pero esa no es su novia? - Preguntó Marcus. Negaron. - Esa es Betty, que la pobre es que está pilladísima, no sé de qué, porque vamos, vaya capullo. Él está con Britney. - Con Britney H, no con Britney B. Britney B es del grupo de las solteras. - Vale, era caótico pero poco a poco lo iba pillando. - ¿Y a quién se le ha ocurrido un guion tan enrevesado? - Pero los hermanos estaban tan entusiasmado dándoles explicaciones que se dejó contagiar. Y a ver, la película, o el documental o lo que fuera, le parecía de... mal gusto, ciertamente. Chistó. - Eso no enseña unos buenos valores. ¿Es que no hay ni una sola pareja que se quiera? - ¡Menos mal que el muchacho lo ha dicho! - Se indignó Judith. Tessa puso una mueca de desaprobación. - La verdad es que no me gusta lo que transmite este programa, chicos, ni que lo veáis... - ¡¡QUE VA CASSEY QUE VA QUE VA!! - Jerome se había apoderado de un bol de frutos secos y estaba enganchadísimo, y su llamada invocó a los hermanos de nuevo, que empezaron a soltar chillidos de motivación mientras la tal Cassey se acercaba como un miura a otra chica y directamente la agarraba del pelo y tiraba, para espanto de Marcus, que se tapó la boca con las manos. Se montó una pelea espectacular, con todo tipo de gritos. - ¿¿Pero a quién se le ha ocurrido esto?? - Alucinó, y Tessa bufó fuertemente. - ¡Chicos! Basta ya, decídselo ya. - Miró confuso. - ¿Decirme el qué? - Es un reality, memo. - Respondió Lex, con Darren y Eli debatiéndose entre morirse de risa y no perder puntada de lo que decían los demás. - ¿Un qué? - ¡Que viene la hoguera de la confrontación! ¡Callaos todos! - Pidió Eli. Atendieron a un espectáculo ridículamente dramático de un chico llorándole a mares a, supuestamente, su novia, cuando en otra imagen (Arnold no entendía cómo iba lo de editar vídeos y él tampoco) se le había visto en actitud considerablemente obscena con una a la que, según decían, había conocido apenas el día anterior. Cuando acabó, como si fuera un entendido, bufó. - Ese actor no me ha convencido nada, la verdad. Era bastante malo. - Y más risas. Tessa chistó. - ¡Ya basta! Marcus, cariño, no es una película. Es un concurso. - Parpadeó. - ¿Un concurso de qué? - Porque él no había visto ninguna pregunta y respuesta, ni acertijos ni pruebas, solo gente bailando, besándose y toqueteándose, y luego llorando y peleándose por ello. La mujer suspiró. - Un concurso de todo lo que no debería transmitirse en televisión. - Son parejas que van a poner a prueba su relación. - Especificó Eli. - Y entonces se mezclan con solteros para... - Y lo que vino a continuación sí que le pareció el guion de una película, pero de terror.
- ¿Me estáis diciendo... que eso... que esa gente...? - No, no son actores; no, no es mentira, supuestamente es verdad; sí, lo que ves es una cámara grabando a gente real. - Se le cayó la mandíbula al suelo. Darren rio. - Apuesto a que hubiera preferido que fuera verdad lo del Náufrago... - ¿¿¡¡Pero cómo emiten eso en televisión!!?? - Se escandalizó, hasta se puso colorado y le entró calor. ¿De verdad habían estado viendo a gente REAL toquetearse DE VERDAD y ser infieles a sus parejas DE VERDAD y estaban ahí RIÉNDOSE?? ¿¿Pero acaso habían perdido el juicio?? - ¿¿Y cómo que "poner a prueba su relación"?? ¿¿Pero cómo...?? - Es que ni atinaba a reaccionar, eso sí, los demás estaban atinando mucho a reír.
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Ivanka
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Lo mejor de los dos mundos Con Marcus | En Inglaterra | 3 de enero de 2003 |
No, si sabía ella que lo de la televisión daba para debate. Le llamó demasiado la atención durante su estancia con Hillary en tercero, y no lo había olvidado, ella tenía que explorar, ¿y qué mejor momento? Además, así Marcus se quedaba tranquilo con que aquello no era verdad. Además, claramente se estaban perdiendo muchos datos, porque hasta Eli, que no debía estar en su prime de concentración por su edad y su despite natural, se daba cuenta de cosas que ellos no. — A mí no se me había ocurrido ni lo de enchufar las cámaras. — Admitió. Qué complicado todo.
Obviamente, la acción se movió hacia la tele, aunque Alice estaba cada vez más confusa con las informaciones, porque eso del plató la había dejado a cuadros, y la abuela Judith soltaba datos asi al aire, aunque nada era comparable al zapping. El cerebro le daba vueltas, e internamente estaba rezando al poder más grande del mundo porque ningún Gallia pusiera las manos sobre la televisión, porque esa sobreestimulación acabaría con la psique de su familia.
Finalmente, se decidieron por otra movida de islas, pero en cuanto vio las pintas de los concursantes, supo que ese producto no iba a caer bien en los O’Donnell (a excepción de Lex, Lex se lo estaba pasando en grande). Y siendo todo eso cierto, sí que parecía una lianta esa Holiday. Aunque había una cosa que le llamaba… — Qué cuerpo más raro… — Dijo, a falta de una palabra mejor. — Es porque está operada. — Dijo Tessa, con pesar. — ¿Cómo lo sabes? — Preguntó ella con genuina curiosidad. — ¿Ves sus…? — ¡SÍ! — Dijo demasiado entusiasmada. Es que era justo la parte que más le había llamado la atención. — Pues ya ves que no son normales. Es que se las ha rellenado, para que se vean más grandes y… Tiesas, a falta de una palabra mejor. — ¿Cómo rellenado? — Preguntó Arnold horrorizado. — Sí… Con silicona. — ¿Y no es tóxico? — ¡Qué va! Y también se la ponen en los labios y el culo. — ¡Eli! Esa boca… — Eli podía estar a varios frentes, no podía también cuidar el vocabulario. Además, ahora mismo era lo que menos les importaba. — ¿Pero es permanente? — Preguntó ella. — A ver, se pueden quitar, pero es otra operación. La mayoría se los deja, aunque es una cosa bastante nueva, quién sabe si en unos años se los estarán quitando todas. — Contestó Tessa con pesar. Alice parpadeó. — No entiendo nada. — Eli se giró. — A ver, tía, ¿estás viendo eso? ¿Tú estarías segura saliendo con esos bikinis en la tele? — Negó rápidamente. — No me pondría ese bikini ni en una playa privada. — Bueno, igual ahí sí, pero no es el caso. — ¡Pues eso! Tienen que ponerse buenorras. Anda, atiende que no te enteras de qué va el programa. — La película… — Insistió Darren.
La cosa es que algo en el formato le hacía pensar que… Era definitivamente distinto a las películas que había visto con Hillary, incluso distinto a las telenovelas. Pero bueno, quizá de eso iba el asunto, de que había muchos tipos de películas. Y este en concreto levantaba pasiones entre los hermanos Milestone, aunque no podía decir lo mismo de Emma, a quien prácticamente veía rechinar los dientes, ni de Arnold, que estaba aún horrorizado con las dichas operaciones, ni de Tessa y la abuela, que claramente no aprobaban aquel contenido. Desde luego, sería para escandalizar a los magos muy magos sangre puras, o más bien para enseñarles que, al menos, los muggles hacían esas cosas delante de todo el mundo y no de tapadillo. — Pero eso será porque ya no se quieren. — Concluyó ella. — Y como guion, me parece pobre. — Oía risillas contenidas por ahí, así que se cruzó de brazos indignada. — Es que me parece hacer sufrir a otra persona porque sí. Y encima con esas tías tan raras, que además de las operaciones, parece que han estado al sol muchas más horas de lo que es recomendable. — Es bronceador artificial. — Alice dejó caer las manos, desesperada. — ¿Es que no tienen nada de verdad? — Casi nada. — Confirmó Lex, entre risas. — Pues vaya argumento… —
Lo que no se vio venir fue el agarrón entre las chicas, y hasta Emma profirió un grito ahogado de indignación. Pero menos aún se vio venir que eso era… ¿un concurso real? — ¿Pero como va a ser real? ¿Quién se prestaría a eso? — Conozco un par del ministerio que estarían interesados en las operaciones de la tal Holiday. — ¡Pero Emma! — Contestó Arnold escandalizado. — Es claramente un contenido soez y centrado en la heteronormatividad de hombres y mujeres irreales. De eso hay también en el ministerio, solo que no lo van enseñando. — Claramente ninguno salía de su asombro, y Marcus menos que ninguno, que había visto su mito del amor de pareja completamente derribado en aquella circunstancia. — ¡Bueno! ¡Se acabó! ¡Eli! Trae msi películas. — Mamá, que esas duran una barbaridad. — Cállate, Theresa, que voy a enseñarles cuando, en el Mago de Oz, Dorothy llega a Oz y conoce brujas que hacen magia, como ellos, y cantan “Somwhere over the rainbow”, eso sí que es bonito. Todo sea que esta buena gente ahora se lleve la imagen de que la tele solo es esa basura. La Metro hizo esta película, y fue la primera en tecnicolor, y bien bonita se veía la carretera amarilla, y la ciudad Esmeralda, y las trenzas de Judy Garland. — Todos miraron a Emma, que suspiró y se acomodó en el sofá. — Pero luego nos vamos. Al menos tendremos una imagen más bonita que todo ese horror. — Mamá. — Dijo Lex, haciendo que todos le miraran. Y para su sorpresa, puso media sonrisita traviesa y dijo. — A ti te ha gustado la tele. —
Obviamente, la acción se movió hacia la tele, aunque Alice estaba cada vez más confusa con las informaciones, porque eso del plató la había dejado a cuadros, y la abuela Judith soltaba datos asi al aire, aunque nada era comparable al zapping. El cerebro le daba vueltas, e internamente estaba rezando al poder más grande del mundo porque ningún Gallia pusiera las manos sobre la televisión, porque esa sobreestimulación acabaría con la psique de su familia.
Finalmente, se decidieron por otra movida de islas, pero en cuanto vio las pintas de los concursantes, supo que ese producto no iba a caer bien en los O’Donnell (a excepción de Lex, Lex se lo estaba pasando en grande). Y siendo todo eso cierto, sí que parecía una lianta esa Holiday. Aunque había una cosa que le llamaba… — Qué cuerpo más raro… — Dijo, a falta de una palabra mejor. — Es porque está operada. — Dijo Tessa, con pesar. — ¿Cómo lo sabes? — Preguntó ella con genuina curiosidad. — ¿Ves sus…? — ¡SÍ! — Dijo demasiado entusiasmada. Es que era justo la parte que más le había llamado la atención. — Pues ya ves que no son normales. Es que se las ha rellenado, para que se vean más grandes y… Tiesas, a falta de una palabra mejor. — ¿Cómo rellenado? — Preguntó Arnold horrorizado. — Sí… Con silicona. — ¿Y no es tóxico? — ¡Qué va! Y también se la ponen en los labios y el culo. — ¡Eli! Esa boca… — Eli podía estar a varios frentes, no podía también cuidar el vocabulario. Además, ahora mismo era lo que menos les importaba. — ¿Pero es permanente? — Preguntó ella. — A ver, se pueden quitar, pero es otra operación. La mayoría se los deja, aunque es una cosa bastante nueva, quién sabe si en unos años se los estarán quitando todas. — Contestó Tessa con pesar. Alice parpadeó. — No entiendo nada. — Eli se giró. — A ver, tía, ¿estás viendo eso? ¿Tú estarías segura saliendo con esos bikinis en la tele? — Negó rápidamente. — No me pondría ese bikini ni en una playa privada. — Bueno, igual ahí sí, pero no es el caso. — ¡Pues eso! Tienen que ponerse buenorras. Anda, atiende que no te enteras de qué va el programa. — La película… — Insistió Darren.
La cosa es que algo en el formato le hacía pensar que… Era definitivamente distinto a las películas que había visto con Hillary, incluso distinto a las telenovelas. Pero bueno, quizá de eso iba el asunto, de que había muchos tipos de películas. Y este en concreto levantaba pasiones entre los hermanos Milestone, aunque no podía decir lo mismo de Emma, a quien prácticamente veía rechinar los dientes, ni de Arnold, que estaba aún horrorizado con las dichas operaciones, ni de Tessa y la abuela, que claramente no aprobaban aquel contenido. Desde luego, sería para escandalizar a los magos muy magos sangre puras, o más bien para enseñarles que, al menos, los muggles hacían esas cosas delante de todo el mundo y no de tapadillo. — Pero eso será porque ya no se quieren. — Concluyó ella. — Y como guion, me parece pobre. — Oía risillas contenidas por ahí, así que se cruzó de brazos indignada. — Es que me parece hacer sufrir a otra persona porque sí. Y encima con esas tías tan raras, que además de las operaciones, parece que han estado al sol muchas más horas de lo que es recomendable. — Es bronceador artificial. — Alice dejó caer las manos, desesperada. — ¿Es que no tienen nada de verdad? — Casi nada. — Confirmó Lex, entre risas. — Pues vaya argumento… —
Lo que no se vio venir fue el agarrón entre las chicas, y hasta Emma profirió un grito ahogado de indignación. Pero menos aún se vio venir que eso era… ¿un concurso real? — ¿Pero como va a ser real? ¿Quién se prestaría a eso? — Conozco un par del ministerio que estarían interesados en las operaciones de la tal Holiday. — ¡Pero Emma! — Contestó Arnold escandalizado. — Es claramente un contenido soez y centrado en la heteronormatividad de hombres y mujeres irreales. De eso hay también en el ministerio, solo que no lo van enseñando. — Claramente ninguno salía de su asombro, y Marcus menos que ninguno, que había visto su mito del amor de pareja completamente derribado en aquella circunstancia. — ¡Bueno! ¡Se acabó! ¡Eli! Trae msi películas. — Mamá, que esas duran una barbaridad. — Cállate, Theresa, que voy a enseñarles cuando, en el Mago de Oz, Dorothy llega a Oz y conoce brujas que hacen magia, como ellos, y cantan “Somwhere over the rainbow”, eso sí que es bonito. Todo sea que esta buena gente ahora se lleve la imagen de que la tele solo es esa basura. La Metro hizo esta película, y fue la primera en tecnicolor, y bien bonita se veía la carretera amarilla, y la ciudad Esmeralda, y las trenzas de Judy Garland. — Todos miraron a Emma, que suspiró y se acomodó en el sofá. — Pero luego nos vamos. Al menos tendremos una imagen más bonita que todo ese horror. — Mamá. — Dijo Lex, haciendo que todos le miraran. Y para su sorpresa, puso media sonrisita traviesa y dijo. — A ti te ha gustado la tele. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Freyja
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Lo mejor de los dos mundos Con Alice | En Inglaterra | 3 de enero de 2003 |
La cara con la que Marcus miraba a Tessa y a Alice durante su conversación sobre el cuerpo de la chica (sí que era un poco... ¿"excesivo"? Como si tuviera más acentuadas de la cuenta... las... distintas partes que lo componen) como quien presencia un accidente: con expresión de terror. De repente, su maldito cerebro siempre en funcionamiento y conectado con la alquimia empezó a mandarle imágenes y preguntas sobre si eso podría hacerse con... Se tuvo hasta que frotar la cara, avergonzado del mismo pensamiento y de lo incomodísima de la visualización. - Por todos los dragones. - Suspiró azorado, mientras su hermano se moría de risa a su costa. Probablemente él SÍ hubiera visto lo mismo que él en su cabeza. Al final hasta le tendría que agradecer que no lo hubiera soltado por ahí.
Solo hubo un comentario que le sacó del azoramiento y le hizo saltar como un resorte. - ¡Eh! ¡Mi Alice en bikini está mucho m..." - Se había precipitado MUCHÍSIMO, y de repente todos le miraban (bueno, Jerome no, él estaba enganchadísimo al programa), y Marcus se puso rojo como un tomate y escondió el cuello como si pretendiera convertirse en tortuga. - No me gusta ese formato de televisión. - Verbalizó en voz baja y con expresión mosqueada mientras se hacía pequeño detrás de un cojín, en la esquina del sofá. Eso sí, desde su indignación y su vergüenza iba asintiendo a todas las frases de Alice sobre que todos parecían absolutamente artificiales, hasta que poco a poco pudo participar una vez cuando su momento vergonzoso se fue diluyendo.
Menos mal que todos los magos presentes (excepto su hermano, que jugaba con ventaja) parecieron tan sorprendidos como él de que aquello fuera una simulación de la realidad (se negaba a aceptar que fuera realidad sin más), en vez de un teatro en televisión (le iba quedando claro que más o menos eso eran las películas, aunque su realismo seguía confundiéndole). Lo que no se vio venir, ni él ni nadie, fue el comentario de su madre. Volvió a ponerse colorado ante la clara alusión al Ministerio, y volvió a poner la vista en la tele... y, de repente, tuvo que apretar fuertemente los labios por no soltar una carcajada. Pero lo que solo se había quedado en su pensamiento, por motivos obvios, había llegado a alguien más: Lex soltó una risotada tan fuerte que, sin poderlo aguantar más, se echó a reír él también. Todos le miraron confuso. - ¿Qué pasa? - Preguntó Arnold, tenso y escéptico, ya que tampoco parecía estar viendo apropiado lo que se presentaba la televisión. Lex, limpiándose las lágrimas, dijo. - Imaginaos a Percival balbuceando excusas en una hoguera de esas. - Y la risa fue ya escandalosa, tanto que hasta Emma rio por lo bajo, para más asombro todavía de Arnold.
La abuela Judith también había tenido más que suficiente al parecer, y como Marcus con las abuelas se llevaba genial (y ya había pasado suficientes incomodidades con el programa ese), se sentó a su lado y dijo. - Yo estaría encantado de ver sus películas. - ¡Oy! - Rio la mujer con un rubor muy gracioso. Marcus quería pensar, por los datos que había ido captando de aquí y allá, que el avance en los medios haría que las películas antiguas le fueran más fáciles de procesar y entender, no sería mal comienzo para un no asiduo a la televisión. - ¿Ha dicho mago? - Preguntó curioso, y la mujer expresó un poco más de la historia de la dicha película. Miró a Alice. - Eso de ciudad Esmeralda me suena bastante a Irlanda. - Y, una vez la mujer acabó, las miradas se posaron inmediatamente en Emma. Cuando dio su visto bueno, vitoreó. - ¡Marchando esa película sobre magos de su cine, abuela Judith! - ¡Oy, mi cine dice! - La señora estaba encantada, y Eli había salido de un salto a por la película. Tessa suspiró. - No os sintáis obligados. Que las películas... - ¿Cuánto dura? - Preguntó Emma. Eli apareció por allí, leyendo la información de lo que traía en la mano. - Una hora y cuarenta y tres minutos. - Todos miraron a Emma de nuevo. Esta, sin embargo, puso sus ojos en la otra mujer. - Es vuestra casa, lo que la familia disponga... - ¡Oh, no, por favor! Vosotros aquí estáis más que invitadísimos, por nosotros como si os queréis quedar a dormir. Tengo pijamas de sobra. - Yo creo que en mi pijamas caben, aproximadamente, dos Arnolds, tres Marcuses y medio y cinco Alices. - Bromeó Jerome. Emma soltó una risita agradecida. - Eres muy amable, pero ya hemos abusado suficiente de vuestra hospitalidad. Aunque supongo que podemos quedarnos a ver la película entera. - Y el recibimiento de la idea fue considerablemente entusiasta.
Vaya si se engancharon a la película. Era entretenida, menos impactante, por así decirlo, para su cerebro que la del pobre náufrago, y se veía claramente que era una película porque el león era obviamente de mentira, un señor con un disfraz, como en el teatro. Rieron mucho con los Millestone cantando todas las canciones, que se las sabían de memoria, y con Jerome poniendo voces. - Yo lo que no entiendo es por qué ponen a la bruja verde. - Dijo Arnold, para acto seguido poner una mano cariñosa en la barbilla de su mujer y decir. - ¿En qué se parece esa bruja a esta mujer tan preciosa, que de verde solo tiene la vena Slytherin que corre por sus venas? - Emma chistó, pero puso una sonrisilla. Ya tenía que estar cómoda, que no era precisamente la persona más tolerante del mundo a las muestras de afecto públicas. - La verdad es que, si ese es el imaginario de las brujas, no me extraña que os den miedo. - Comentó Lex. Marcus se encogió de hombros. - Yo lo que no entiendo es una cosa: ¿qué hacía el mago, entonces? Porque no me parece que haga nada. - Miró a los Millestone, indignado. - O sea, que la bruja es mala y fea y el mago es un inútil. ¡Vaya imagen de nosotros! - Pero los otros solo reían a carcajadas, y tenía que reconocer que las canciones y los colores eran llamativos. Solo hacía falta no tomarse muy en serio que los magos y las brujas fuesen así. - ¿Y a que no sabes qué es también importante en esta película? - Apuntó Darren y, con un gesto muy florido, saltó y se puso de pie en el sofá. - ¡Es la película gay por excelencia! ¡VIVA! - ¡¡VIVAAAA!! - Chilló Eli, y el otro se dejó caer en el sofá de nuevo, riendo con su hermana y enganchado a Lex, que parecía tan sorprendido como el resto. Marcus intentaba entender. - ¿Y eso? ¿Qué pareja gay hay? No la he visto. - Darren se encogió de hombros. - La verdad es que no sé por qué es. Por lo de ser tú mismo, supongo... O por lo del arcoíris. - Había muchas caras confusas. Darren intentó explicar. - Ya sabéis, la bandera... - Silencio. Y, tras unos instantes de silencio, todos se miraron con todos y, sin saber por qué, se echaron a reír. - Familia. - Se levantó Jerome, alzando la copa que se había echado en algún momento de la película, hablando por encima de las risas. - Si algo me ha quedado claro en esta velada tan bonita es una cosa: que hay que juntar más a menudo estos dos mundos. ¡Por...! - ¡LA ORDEN DE MERLÍN! - Gritaron Lex y Darren al unísono, dejando al pobre hombre descuadrado, y echándose acto seguido a reír también. Jerome se encogió de hombros y, antes de llevarse la copa a los labios, dijo sonriente. - ¡Pues sea! -
Solo hubo un comentario que le sacó del azoramiento y le hizo saltar como un resorte. - ¡Eh! ¡Mi Alice en bikini está mucho m..." - Se había precipitado MUCHÍSIMO, y de repente todos le miraban (bueno, Jerome no, él estaba enganchadísimo al programa), y Marcus se puso rojo como un tomate y escondió el cuello como si pretendiera convertirse en tortuga. - No me gusta ese formato de televisión. - Verbalizó en voz baja y con expresión mosqueada mientras se hacía pequeño detrás de un cojín, en la esquina del sofá. Eso sí, desde su indignación y su vergüenza iba asintiendo a todas las frases de Alice sobre que todos parecían absolutamente artificiales, hasta que poco a poco pudo participar una vez cuando su momento vergonzoso se fue diluyendo.
Menos mal que todos los magos presentes (excepto su hermano, que jugaba con ventaja) parecieron tan sorprendidos como él de que aquello fuera una simulación de la realidad (se negaba a aceptar que fuera realidad sin más), en vez de un teatro en televisión (le iba quedando claro que más o menos eso eran las películas, aunque su realismo seguía confundiéndole). Lo que no se vio venir, ni él ni nadie, fue el comentario de su madre. Volvió a ponerse colorado ante la clara alusión al Ministerio, y volvió a poner la vista en la tele... y, de repente, tuvo que apretar fuertemente los labios por no soltar una carcajada. Pero lo que solo se había quedado en su pensamiento, por motivos obvios, había llegado a alguien más: Lex soltó una risotada tan fuerte que, sin poderlo aguantar más, se echó a reír él también. Todos le miraron confuso. - ¿Qué pasa? - Preguntó Arnold, tenso y escéptico, ya que tampoco parecía estar viendo apropiado lo que se presentaba la televisión. Lex, limpiándose las lágrimas, dijo. - Imaginaos a Percival balbuceando excusas en una hoguera de esas. - Y la risa fue ya escandalosa, tanto que hasta Emma rio por lo bajo, para más asombro todavía de Arnold.
La abuela Judith también había tenido más que suficiente al parecer, y como Marcus con las abuelas se llevaba genial (y ya había pasado suficientes incomodidades con el programa ese), se sentó a su lado y dijo. - Yo estaría encantado de ver sus películas. - ¡Oy! - Rio la mujer con un rubor muy gracioso. Marcus quería pensar, por los datos que había ido captando de aquí y allá, que el avance en los medios haría que las películas antiguas le fueran más fáciles de procesar y entender, no sería mal comienzo para un no asiduo a la televisión. - ¿Ha dicho mago? - Preguntó curioso, y la mujer expresó un poco más de la historia de la dicha película. Miró a Alice. - Eso de ciudad Esmeralda me suena bastante a Irlanda. - Y, una vez la mujer acabó, las miradas se posaron inmediatamente en Emma. Cuando dio su visto bueno, vitoreó. - ¡Marchando esa película sobre magos de su cine, abuela Judith! - ¡Oy, mi cine dice! - La señora estaba encantada, y Eli había salido de un salto a por la película. Tessa suspiró. - No os sintáis obligados. Que las películas... - ¿Cuánto dura? - Preguntó Emma. Eli apareció por allí, leyendo la información de lo que traía en la mano. - Una hora y cuarenta y tres minutos. - Todos miraron a Emma de nuevo. Esta, sin embargo, puso sus ojos en la otra mujer. - Es vuestra casa, lo que la familia disponga... - ¡Oh, no, por favor! Vosotros aquí estáis más que invitadísimos, por nosotros como si os queréis quedar a dormir. Tengo pijamas de sobra. - Yo creo que en mi pijamas caben, aproximadamente, dos Arnolds, tres Marcuses y medio y cinco Alices. - Bromeó Jerome. Emma soltó una risita agradecida. - Eres muy amable, pero ya hemos abusado suficiente de vuestra hospitalidad. Aunque supongo que podemos quedarnos a ver la película entera. - Y el recibimiento de la idea fue considerablemente entusiasta.
Vaya si se engancharon a la película. Era entretenida, menos impactante, por así decirlo, para su cerebro que la del pobre náufrago, y se veía claramente que era una película porque el león era obviamente de mentira, un señor con un disfraz, como en el teatro. Rieron mucho con los Millestone cantando todas las canciones, que se las sabían de memoria, y con Jerome poniendo voces. - Yo lo que no entiendo es por qué ponen a la bruja verde. - Dijo Arnold, para acto seguido poner una mano cariñosa en la barbilla de su mujer y decir. - ¿En qué se parece esa bruja a esta mujer tan preciosa, que de verde solo tiene la vena Slytherin que corre por sus venas? - Emma chistó, pero puso una sonrisilla. Ya tenía que estar cómoda, que no era precisamente la persona más tolerante del mundo a las muestras de afecto públicas. - La verdad es que, si ese es el imaginario de las brujas, no me extraña que os den miedo. - Comentó Lex. Marcus se encogió de hombros. - Yo lo que no entiendo es una cosa: ¿qué hacía el mago, entonces? Porque no me parece que haga nada. - Miró a los Millestone, indignado. - O sea, que la bruja es mala y fea y el mago es un inútil. ¡Vaya imagen de nosotros! - Pero los otros solo reían a carcajadas, y tenía que reconocer que las canciones y los colores eran llamativos. Solo hacía falta no tomarse muy en serio que los magos y las brujas fuesen así. - ¿Y a que no sabes qué es también importante en esta película? - Apuntó Darren y, con un gesto muy florido, saltó y se puso de pie en el sofá. - ¡Es la película gay por excelencia! ¡VIVA! - ¡¡VIVAAAA!! - Chilló Eli, y el otro se dejó caer en el sofá de nuevo, riendo con su hermana y enganchado a Lex, que parecía tan sorprendido como el resto. Marcus intentaba entender. - ¿Y eso? ¿Qué pareja gay hay? No la he visto. - Darren se encogió de hombros. - La verdad es que no sé por qué es. Por lo de ser tú mismo, supongo... O por lo del arcoíris. - Había muchas caras confusas. Darren intentó explicar. - Ya sabéis, la bandera... - Silencio. Y, tras unos instantes de silencio, todos se miraron con todos y, sin saber por qué, se echaron a reír. - Familia. - Se levantó Jerome, alzando la copa que se había echado en algún momento de la película, hablando por encima de las risas. - Si algo me ha quedado claro en esta velada tan bonita es una cosa: que hay que juntar más a menudo estos dos mundos. ¡Por...! - ¡LA ORDEN DE MERLÍN! - Gritaron Lex y Darren al unísono, dejando al pobre hombre descuadrado, y echándose acto seguido a reír también. Jerome se encogió de hombros y, antes de llevarse la copa a los labios, dijo sonriente. - ¡Pues sea! -
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Once upon a year Con Marcus | En Ballyknow | 15 de enero de 2003 |
Volvió a asomarse por la ventana para otear. — Traaaaaaanquila. Ya te he dicho que hasta que se dé cuenta de que esa seta no existe aquí va a llevar un rato. — Dijo la abuela Molly. Alice volvió a picar en montón de ajo que tenía delante. — Y deja eso ya, que al final vas a tener polvo de ajo. — Alice inspiró, y fue mala idea, porque había cebolla por ahí y le hizo toser y llorar. — ¿Tú estás segura de que no quieres que te ayude? Mira que esto son años de experiencia. — Ella sonrió. — Es que es mi regalo, quiero hacerlo yo. Y, además, ya has hecho bastante. Me has conseguido los libros de recetas, y no estaba fácil… — Esa atolondrada de Edith. Me gusta que lleve mi biblioteca, pero yo la tenía mucho más organizada. Y con menos jaleos de hechizos. — Alice rio y siguió con uno de los platos, atendiendo a los hechizos. — Y además te has inventado la excusa, y me has ayudado con muchas más cosas. — La abuela hizo un sonidito de gusto y puso una sonrisilla, mientras se hundía un poquito más en el sofá, tejiendo. — Yo nunca celebré aniversario de novios con el abuelo, ¿sabes? Nos casamos a los meses de empezar… Y con aquel otro… Pues hija, entre la guerra y cómo eran las cosas antes… Algo celebrábamos, pero nada tan bonito como esto. — Alice ladeó una sonrisita. — No creas que soy tan ingenua de pensar que él no me está preparando nada. — Molly se encogió de hombros sin perder la sonrisita. — Yo solo estoy muy contenta de teneros de vuelta, y de notaros tan felices con todo… Os he echado mucho de menos, y cuando volvisteis, hala, todo el día en el taller con el abuelo o estudiando… Vais a caer malos. — Ella rio y negó con la cabeza. — Había que recuperar el ritmo. Pero yo también estoy muy contenta de estar de vuelta. —
De pronto, la puerta se abrió, y las dos pegaron un salto. — ¡Soy yooo! — Dijo una voz de mujer, y Alice pudo volver a respirar. — Ay, Siobhán, mi vida, ¿no te han dicho nunca que tienes la mismita voz que tu madre? Así sin verte, pensé que eras Nora. — La chica se rio y dejó un paquete en la mesa. — Sí, me lo dicen bastante, mis hermanos sobre todo, cuando les llamo la atención. Como ahora, que he mandado a Andrew a casa con el niño. Está el día terrible, un viento frío, un cielo… Yo creo que mañana nieva. — Alice puso cara culpable. — Y nosotras hemos mandado a los chicos para allá como si nada… — Siobhán hizo un gesto con la mano. — Una de las cosas que venía a decirte era que mi madre y mi cuñada han ido a llevarles chocolate calentito y galletas. Tranquila, también han ido Nancy y el tío Arthur. — Suspiró. Al final en ese pueblo todo el mundo se enteraba de todo, daba igual cómo. — Al final Marcus se va a percatar de que la seta esa no existe. — ¿Qué seta? — Preguntó la chica. — Nada, vete a saber cuántas vueltas ha dado ya la historia. — Comentó la abuela entre risas, cotilleando ya el paquete. — Y lo otro era esto, me lo ha dado mi hermana. Me pidió que te buscara maíz en Dublín, acabo de volver, estaba allí en una conferencia. — Anda, ¿y lo has encontrado? ¿Dónde? — Preguntó curiosa. — En un mercado muggle, estos que son enormes, con luces muy brillantes. — Qué maravilla. — Admiró la abuela, sacando las mazorcas. — Y se lo llevé al pub, pensando que era para ella, y me dio todas estas especias, y Cerys estaba allí y también me ha dado albahaca y tomates, me dijo que eres la primera en probarlos. — Alice sonrió. — Me alegro de que la transmutación bioma funcionara, esto me va a venir muy bien. Y en unos años tendréis un cachito de la Toscana para todos, ya verás.— ¿Se puede saber qué infierno estás montando para ese aniversario supersecreto? — Ella rio y siguió echando hechizos de cocina, lavado y picado. — Aquí nada es supersecreto. — Para el implicado sí, te lo aseguro. — Insistió la abuela, y Alice puso sonrisa pillina. — Si sobra, os daré a probar. Anda, si podéis, ayudadme a guardar lo que ya está hecho y a echarles hechizos de camuflaje, que Marcus es capaz de arrasar con la nevera cuando llegue. —
Le despertó la ausencia de Marcus, claro. El fuego crepitaba, tenía sábana, manta, edredón y cobertor encima, pero sentía ese frío especial de no sentir a su novio a su lado. Se giró, mirando por si estuviera en el escritorio o mirando algo por la habitación, pero no. Lo que sí oyó fue el papel arrugándose con su peso. Ah, si es que lo sabía. Lo desdobló y vio aquella preciosa letra de su novio.
Pues por ella perfecto. Se arrebujó entre las mantas y se hizo un bollito hasta que volviera su novio, con idea de estar descansada y a gustísimo para celebrar su amor durante todo el día.
De pronto, la puerta se abrió, y las dos pegaron un salto. — ¡Soy yooo! — Dijo una voz de mujer, y Alice pudo volver a respirar. — Ay, Siobhán, mi vida, ¿no te han dicho nunca que tienes la mismita voz que tu madre? Así sin verte, pensé que eras Nora. — La chica se rio y dejó un paquete en la mesa. — Sí, me lo dicen bastante, mis hermanos sobre todo, cuando les llamo la atención. Como ahora, que he mandado a Andrew a casa con el niño. Está el día terrible, un viento frío, un cielo… Yo creo que mañana nieva. — Alice puso cara culpable. — Y nosotras hemos mandado a los chicos para allá como si nada… — Siobhán hizo un gesto con la mano. — Una de las cosas que venía a decirte era que mi madre y mi cuñada han ido a llevarles chocolate calentito y galletas. Tranquila, también han ido Nancy y el tío Arthur. — Suspiró. Al final en ese pueblo todo el mundo se enteraba de todo, daba igual cómo. — Al final Marcus se va a percatar de que la seta esa no existe. — ¿Qué seta? — Preguntó la chica. — Nada, vete a saber cuántas vueltas ha dado ya la historia. — Comentó la abuela entre risas, cotilleando ya el paquete. — Y lo otro era esto, me lo ha dado mi hermana. Me pidió que te buscara maíz en Dublín, acabo de volver, estaba allí en una conferencia. — Anda, ¿y lo has encontrado? ¿Dónde? — Preguntó curiosa. — En un mercado muggle, estos que son enormes, con luces muy brillantes. — Qué maravilla. — Admiró la abuela, sacando las mazorcas. — Y se lo llevé al pub, pensando que era para ella, y me dio todas estas especias, y Cerys estaba allí y también me ha dado albahaca y tomates, me dijo que eres la primera en probarlos. — Alice sonrió. — Me alegro de que la transmutación bioma funcionara, esto me va a venir muy bien. Y en unos años tendréis un cachito de la Toscana para todos, ya verás.— ¿Se puede saber qué infierno estás montando para ese aniversario supersecreto? — Ella rio y siguió echando hechizos de cocina, lavado y picado. — Aquí nada es supersecreto. — Para el implicado sí, te lo aseguro. — Insistió la abuela, y Alice puso sonrisa pillina. — Si sobra, os daré a probar. Anda, si podéis, ayudadme a guardar lo que ya está hecho y a echarles hechizos de camuflaje, que Marcus es capaz de arrasar con la nevera cuando llegue. —
*** Al día siguiente***
Le despertó la ausencia de Marcus, claro. El fuego crepitaba, tenía sábana, manta, edredón y cobertor encima, pero sentía ese frío especial de no sentir a su novio a su lado. Se giró, mirando por si estuviera en el escritorio o mirando algo por la habitación, pero no. Lo que sí oyó fue el papel arrugándose con su peso. Ah, si es que lo sabía. Lo desdobló y vio aquella preciosa letra de su novio.
A mi princesa, mi alquimista, mi reina de Ravenclaw,
Feliz primer aniversario, mi amor. Espero que me perdones el que, pudiendo tener la oportunidad, no nos hayamos despertado juntos, pero... en fin, ya sabes cómo soy, tenía que hacer una de las mías. Quiero que tengas el día que mereces, un día lleno de sorpresas y cosas bonitas. Pero, como a mí también me da pena desaprovechar esta oportunidad, te propongo el primero de los juegos: cuando hayas leído esta carta, cierra los ojos y finge seguir durmiendo, y yo vuelvo a tumbarme junto a ti y hacemos como si nada. Ese va a ser el primero de los retos, ¿te apuntas? Te advierto que quedan otros muchos en este día...
Si hace un año me hubieran dicho que despertaría junto a ti... me habría echado a llorar, sinceramente, aparte de no habérmelo creído. Hay pocos recuerdos que tenga más bonitos en mi vida que tu imagen diciéndome que estabas enamorada de mí. Y lo cierto es que, en cuanto a los demás, estás presente en la inmensa mayoría. Ha sido una suerte despertar juntos en nuestro primer aniversario, un sueño con el que no contábamos. Con lo que sí cuento es con todos los aniversarios que quedan por venir despertando a tu lado.
Te quiero, mi pajarito azul. Este es mi primer regalo (sí, también me conoces y sabes que soy un excesivo, lo siento, ya era así cuando te enamoraste de mí), espero que te haya gustado. Irás descubriendo el resto a lo largo del día, esto es solo el principio. Y ahora... cierra los ojos, que vuelvo junto a ti.
Feliz primer aniversario, mi amor. Espero que me perdones el que, pudiendo tener la oportunidad, no nos hayamos despertado juntos, pero... en fin, ya sabes cómo soy, tenía que hacer una de las mías. Quiero que tengas el día que mereces, un día lleno de sorpresas y cosas bonitas. Pero, como a mí también me da pena desaprovechar esta oportunidad, te propongo el primero de los juegos: cuando hayas leído esta carta, cierra los ojos y finge seguir durmiendo, y yo vuelvo a tumbarme junto a ti y hacemos como si nada. Ese va a ser el primero de los retos, ¿te apuntas? Te advierto que quedan otros muchos en este día...
Si hace un año me hubieran dicho que despertaría junto a ti... me habría echado a llorar, sinceramente, aparte de no habérmelo creído. Hay pocos recuerdos que tenga más bonitos en mi vida que tu imagen diciéndome que estabas enamorada de mí. Y lo cierto es que, en cuanto a los demás, estás presente en la inmensa mayoría. Ha sido una suerte despertar juntos en nuestro primer aniversario, un sueño con el que no contábamos. Con lo que sí cuento es con todos los aniversarios que quedan por venir despertando a tu lado.
Te quiero, mi pajarito azul. Este es mi primer regalo (sí, también me conoces y sabes que soy un excesivo, lo siento, ya era así cuando te enamoraste de mí), espero que te haya gustado. Irás descubriendo el resto a lo largo del día, esto es solo el principio. Y ahora... cierra los ojos, que vuelvo junto a ti.
Pues por ella perfecto. Se arrebujó entre las mantas y se hizo un bollito hasta que volviera su novio, con idea de estar descansada y a gustísimo para celebrar su amor durante todo el día.
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Alice Gallia
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Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Once upon a year Con Alice | En Irlanda | 16 de enero de 2003 |
Se levantó discretísimamente de la cama, y escandalosamente temprano, a hurtadillas y con una sonrisilla de felicidad, sin hacer el menor ruido. A riesgo de ser descubierto, como vio que su novia estaba profundamente dormida (y no era tan fácil despertarla cuando estaba así) dejó un tierno beso en su mejilla antes de dejar la carta en su lado de la cama, hecho lo cual abandonó la cálida habitación, envuelto en un enorme albornoz, al frío pasillo de la casa. La luz del salón ya se dejaba ver desde la planta de arriba.
Su abuela le recibió con una sonrisa de absoluta entrega. - Digno nieto mío: seguro que no has pegado ni un ojo. - Negó con la cabeza, moviendo los rizos, con una sonrisa radiante. Su abuela dejó la taza de té en la mesa, se levantó y se acercó a él, tomándole de las mejillas y poniéndose de puntillas para dejar un beso cariñoso en su frente. - Yo no me he llegado ni a acostar, para qué. - Soltó una risita tierna. - Qué nerviosito está mi niño. - Mucho. - Dijo contento, frotándose las manos. Soltó aire por la boca. - Y menos mal que llevo con esto perfectamente programado... no sé, empecé antes de Navidad, así que mucho. Porque vaya si me vino mal la búsqueda de la dichosa seta ayer por la tarde. Llego a no haber terminado y me da un infarto. - La mujer soltó una risita una vez más. - Y en eso digno nieto de tu abuelo. - Marcus la miró con los ojos entornados y una sonrisilla. - Lo de la seta era mentira ¿verdad? Estás liada en los regalos de los dos. - La mujer se encogió de hombros con carita traviesa. - Te conozco tanto, cariño, que sabía que no te iba a hacer ningún fastidio mandándote fuera unas horas. Si no, ya me hubiera inventado otra cosa. - Dio un par de palmaditas silenciosas y le apremió. - Vamos, andando, que al final se nos va la hora. -
Por supuesto que terminó tempranísimo, como era de esperar, por exagerado. Le dio a su abuela las gracias y le pidió a la mujer por favor que se volviera a la cama, que se sentía culpable de haberla tenido toda la noche despierta (aparte de dejarle caer con mucha sutileza que, aunque fuera injusto que a pesar de su participación no tuviera derecho a presenciarlo, cortaba un poco el rollo tener a la abuela del novio mirando cuando apareciera con su gesto romántico). A las siete de la mañana, Molly estaba en su dormitorio y Marcus echándose una siesta en el sofá, porque si se volvía a la cama, su carta no tendría sentido. ¿Para qué diantres se había levantado tan temprano? Menos mal que su círculo de calor iba a mantener el desayuno calentito. - A ver, Elio, esto es importante. - Le susurró a su pájaro, tumbado en el sofá, mientras le acariciaba las plumitas. - ¿Ves dónde está la manecilla? - Señaló el reloj, cuyos brazos apuntaban a las siete y cinco. - Cuando ese palito esté en el ocho, y ese otro esté en el seis. - Explicaba mientras señalaba, y su lechuza atendía con los ojos muy abiertos. - Me tienes que despertar ¿vale? - Se arrebujó, y Elio se arrellanó feliz con él. - Hacía tiempo que no dormíamos juntitos ¿eh? Bueno, o que finges que duermes, que sé que tú a esta hora mucho sueño no tienes. - Elio pio, feliz, viéndose beneficiado de la situación. Marcus le acarició, con una sonrisa y mirada de profundo cariño. - Eres el mejor pájaro del mundo ¿lo sabías? - Y su Elio le miró con adoración, y bajo esa mirada, se echó a dormir.
Obediente, llegadas las ocho y media recibió un par de picotacitos del pájaro en la mejilla, con suavidad pero lo suficientemente insistentes como para despertarle. Se frotó los ojos y se desperazó, mirando con una sonrisa a Elio.- Buenos días. - Buenos días. - Dio un bote en el sofá, aun tumbado. Giró la cabeza. - ¡Abuelo! - Susurró alterado. El hombre leía el periódico, tan tranquilo, en su sillón, a su espalda, donde él no podía verle. - Es increíble lo bien entrenado que lo tienes, hijo. Por tal de despertarte a la hora que le has dicho, creo que ha ido a perseguir al repartidor. Jamás me habían traído tan temprano el periódico. - Marcus se incorporó, recuperándose del susto. - Menos mal que me ha despertado él, porque es por ti y me dejas dormido. - Su abuelo alzó las palmas. - Yo no había recibido instrucción alguna. - Pidió que bajara la voz, a ver si al final iba a desvelarle a su novia donde estaba, y se levantó del sofá listo a emprender la primera parte de su plan de aniversario.
Con la bandeja flotando tras él y una pizarra y tiza en las manos, salió de la cocina rumbo a la planta de arriba. - ¿Cuál es tu plan ahora? - Marcus le miró inexpresivo. - Trasladar el círculo de calor a la puerta y quedarme allí sentado hasta que Alice se despierte. - Reconoció. No era lo más elegante del mundo, pero era lo que tenía. Era un novio aprendiz. Su abuelo rio con los labios cerrados, volviendo la vista al periódico. - Qué bonito el amor adolescente. - Elio se había puesto en el respaldo del sillón. Lawrence lo miró. - ¿Te has quedado sin cometido y vienes a leer? - Pero el pájaro cerró los ojos y su respiración se hizo pausada, y Marcus rio entre dientes. - Me da que va a dormir. - El hombre suspiró cómicamente y enderezó el periódico. - Todos dormidos a mi alrededor. Más me vale administrarme la lectura. -
Efectivamente, cuando abrió la puerta de la habitación y vio que Alice estaba dormida, se sentó en el suelo y preparó el dispositivo allí. Primero tenía que leer la nota, si no, no tendría gracia. Justo cuando estaba preparándolo la vio removerse, y con una sonrisa de enamorado absoluto, comprobó por la rendija de la puerta entreabierta cómo su novia leía su nota, sonreía y, feliz, se arrebujaba de nuevo en la cama. Miró el reloj. Con que esperara diez minutos, Alice estaría dormida otra vez, y él podría entrar y dejarlo todo preparado. Siguiendo sus planes, pasado ese tiempo, entró tan despacio como había salido, dejó el círculo de calor en la mesita de noche con el desayuno encima y se metió en la cama, abrazándose a ella. Qué calentito se estaba allí, no se había dado cuenta de que tenía la piel de la cara helada, esperaba no despertarla con el frío. Tras un rato en el que temió quedarse dormido de nuevo, la sintió removerse, y cuando abrió los ojos, sonrió con felicidad. - Feliz aniversario, princesa. - Besó sus labios, estrechándola en sus brazos. El corazón le iba a mil. - ¿Te ha costado mucho el primer reto? Bueno, por la buena ejecución, te mereces un primer regalito. - Se apartó un poco para que Alice pudiera ver. - Tortitas, pero esta mucho más buenas que las de Hogwarts, sin desmerecer a los elfos. Lleva sirope de arce y, mi gran adquisición en el mercado mientras tú no mirabas, mermelada de arándanos. Como lo oyes. Encontré también yogurt de arándanos totalmente ecológico, abalado por Cerys, dice que conoce a los granjeros que lo producen. Un platito con varios quesos también de calidad abalada por Cerys, con panecillos tostados hechos en el obrador del pueblo, y de beber, un café que compré el día que salí con mi hermano que es recomendación de Darren, que a su vez es recomendación de su abuela, que dice que su abuelo siempre lo compraba y que es buenísimo porque "un buen italiano sabe mucho de cafés", y una taza de chocolate caliente recién hecho... Bueno, no recién recién, hace unas horas, pero he hecho un círculo de calor para que se conserve todo a la temperatura perfecta. - Se encogió un poquito, como un niño ruborizado, y dijo. - Espero que te guste. -
Su abuela le recibió con una sonrisa de absoluta entrega. - Digno nieto mío: seguro que no has pegado ni un ojo. - Negó con la cabeza, moviendo los rizos, con una sonrisa radiante. Su abuela dejó la taza de té en la mesa, se levantó y se acercó a él, tomándole de las mejillas y poniéndose de puntillas para dejar un beso cariñoso en su frente. - Yo no me he llegado ni a acostar, para qué. - Soltó una risita tierna. - Qué nerviosito está mi niño. - Mucho. - Dijo contento, frotándose las manos. Soltó aire por la boca. - Y menos mal que llevo con esto perfectamente programado... no sé, empecé antes de Navidad, así que mucho. Porque vaya si me vino mal la búsqueda de la dichosa seta ayer por la tarde. Llego a no haber terminado y me da un infarto. - La mujer soltó una risita una vez más. - Y en eso digno nieto de tu abuelo. - Marcus la miró con los ojos entornados y una sonrisilla. - Lo de la seta era mentira ¿verdad? Estás liada en los regalos de los dos. - La mujer se encogió de hombros con carita traviesa. - Te conozco tanto, cariño, que sabía que no te iba a hacer ningún fastidio mandándote fuera unas horas. Si no, ya me hubiera inventado otra cosa. - Dio un par de palmaditas silenciosas y le apremió. - Vamos, andando, que al final se nos va la hora. -
Por supuesto que terminó tempranísimo, como era de esperar, por exagerado. Le dio a su abuela las gracias y le pidió a la mujer por favor que se volviera a la cama, que se sentía culpable de haberla tenido toda la noche despierta (aparte de dejarle caer con mucha sutileza que, aunque fuera injusto que a pesar de su participación no tuviera derecho a presenciarlo, cortaba un poco el rollo tener a la abuela del novio mirando cuando apareciera con su gesto romántico). A las siete de la mañana, Molly estaba en su dormitorio y Marcus echándose una siesta en el sofá, porque si se volvía a la cama, su carta no tendría sentido. ¿Para qué diantres se había levantado tan temprano? Menos mal que su círculo de calor iba a mantener el desayuno calentito. - A ver, Elio, esto es importante. - Le susurró a su pájaro, tumbado en el sofá, mientras le acariciaba las plumitas. - ¿Ves dónde está la manecilla? - Señaló el reloj, cuyos brazos apuntaban a las siete y cinco. - Cuando ese palito esté en el ocho, y ese otro esté en el seis. - Explicaba mientras señalaba, y su lechuza atendía con los ojos muy abiertos. - Me tienes que despertar ¿vale? - Se arrebujó, y Elio se arrellanó feliz con él. - Hacía tiempo que no dormíamos juntitos ¿eh? Bueno, o que finges que duermes, que sé que tú a esta hora mucho sueño no tienes. - Elio pio, feliz, viéndose beneficiado de la situación. Marcus le acarició, con una sonrisa y mirada de profundo cariño. - Eres el mejor pájaro del mundo ¿lo sabías? - Y su Elio le miró con adoración, y bajo esa mirada, se echó a dormir.
Obediente, llegadas las ocho y media recibió un par de picotacitos del pájaro en la mejilla, con suavidad pero lo suficientemente insistentes como para despertarle. Se frotó los ojos y se desperazó, mirando con una sonrisa a Elio.- Buenos días. - Buenos días. - Dio un bote en el sofá, aun tumbado. Giró la cabeza. - ¡Abuelo! - Susurró alterado. El hombre leía el periódico, tan tranquilo, en su sillón, a su espalda, donde él no podía verle. - Es increíble lo bien entrenado que lo tienes, hijo. Por tal de despertarte a la hora que le has dicho, creo que ha ido a perseguir al repartidor. Jamás me habían traído tan temprano el periódico. - Marcus se incorporó, recuperándose del susto. - Menos mal que me ha despertado él, porque es por ti y me dejas dormido. - Su abuelo alzó las palmas. - Yo no había recibido instrucción alguna. - Pidió que bajara la voz, a ver si al final iba a desvelarle a su novia donde estaba, y se levantó del sofá listo a emprender la primera parte de su plan de aniversario.
Con la bandeja flotando tras él y una pizarra y tiza en las manos, salió de la cocina rumbo a la planta de arriba. - ¿Cuál es tu plan ahora? - Marcus le miró inexpresivo. - Trasladar el círculo de calor a la puerta y quedarme allí sentado hasta que Alice se despierte. - Reconoció. No era lo más elegante del mundo, pero era lo que tenía. Era un novio aprendiz. Su abuelo rio con los labios cerrados, volviendo la vista al periódico. - Qué bonito el amor adolescente. - Elio se había puesto en el respaldo del sillón. Lawrence lo miró. - ¿Te has quedado sin cometido y vienes a leer? - Pero el pájaro cerró los ojos y su respiración se hizo pausada, y Marcus rio entre dientes. - Me da que va a dormir. - El hombre suspiró cómicamente y enderezó el periódico. - Todos dormidos a mi alrededor. Más me vale administrarme la lectura. -
Efectivamente, cuando abrió la puerta de la habitación y vio que Alice estaba dormida, se sentó en el suelo y preparó el dispositivo allí. Primero tenía que leer la nota, si no, no tendría gracia. Justo cuando estaba preparándolo la vio removerse, y con una sonrisa de enamorado absoluto, comprobó por la rendija de la puerta entreabierta cómo su novia leía su nota, sonreía y, feliz, se arrebujaba de nuevo en la cama. Miró el reloj. Con que esperara diez minutos, Alice estaría dormida otra vez, y él podría entrar y dejarlo todo preparado. Siguiendo sus planes, pasado ese tiempo, entró tan despacio como había salido, dejó el círculo de calor en la mesita de noche con el desayuno encima y se metió en la cama, abrazándose a ella. Qué calentito se estaba allí, no se había dado cuenta de que tenía la piel de la cara helada, esperaba no despertarla con el frío. Tras un rato en el que temió quedarse dormido de nuevo, la sintió removerse, y cuando abrió los ojos, sonrió con felicidad. - Feliz aniversario, princesa. - Besó sus labios, estrechándola en sus brazos. El corazón le iba a mil. - ¿Te ha costado mucho el primer reto? Bueno, por la buena ejecución, te mereces un primer regalito. - Se apartó un poco para que Alice pudiera ver. - Tortitas, pero esta mucho más buenas que las de Hogwarts, sin desmerecer a los elfos. Lleva sirope de arce y, mi gran adquisición en el mercado mientras tú no mirabas, mermelada de arándanos. Como lo oyes. Encontré también yogurt de arándanos totalmente ecológico, abalado por Cerys, dice que conoce a los granjeros que lo producen. Un platito con varios quesos también de calidad abalada por Cerys, con panecillos tostados hechos en el obrador del pueblo, y de beber, un café que compré el día que salí con mi hermano que es recomendación de Darren, que a su vez es recomendación de su abuela, que dice que su abuelo siempre lo compraba y que es buenísimo porque "un buen italiano sabe mucho de cafés", y una taza de chocolate caliente recién hecho... Bueno, no recién recién, hace unas horas, pero he hecho un círculo de calor para que se conserve todo a la temperatura perfecta. - Se encogió un poquito, como un niño ruborizado, y dijo. - Espero que te guste. -
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Once upon a year Con Marcus | En Ballyknow | 15 de enero de 2003 |
Realmente se había quedado solo dormida a medias, porque su curiosidad natural le impedía caer dormida del todo, pero su afán de disfrutar a tope con su novio y no romper la sorpresa era más grande, así que, en cuanto oyó movimiento en la habitación, dejó caer los párpados y se perdió en su propia cabeza y sus expectativas del día, y justo cuando notó que Marcus se metía en la cama, se relajó tanto que sí que debió caer en el sueño aunque fuera un ratito. Pero cuando abrió los ojos de verdad, prácticamente saltó de la emoción para girarse entre los brazos de su novio. — Feliz aniversario, mi amor. — Besó sus labios con ternura y le miró emocionada, dejándole presentarle el desayuno, que claramente solo era un prólogo.
En ese año (y todos los que habían sido amigos, claro) Marcus parecía haber entendido que había que dimensionar las comidas. Eso y que el estómago de Alice se había alargado claramente gracias a Irlanda y los O’Donnell-Lacey. Así que se sentó en la cama y miró todo, cogiendo cachitos y cucharadas de todo lo que iba diciendo. — Uf, sí que están más buenas. — Dijo en relación a las tortitas. — Y esa mermelada hay que conservarla cual quintaesencia embotellada. — Estaba hasta relamiéndose. Eso sí, tuvo que reírse de lo del yogur ecológico. — Oficialmente has pasado demasiado tiempo con las alegres lesbianas granjeras, mi vida, ¿será que se complicó lo de la búsqueda de las setas? — Se rio traviesa y echó un poco de la mermelada en el yogur. — Oh, sí, aún mejor. — Atendió a lo del café y rápidamente dio un sorbo, con un gemidito de gusto después. — Me encantan estas cositas, y la abuela Adami tiene razón, los italianos saben hacer mejor el café que los ingleses, eso es así. — Aspiró de nuevo el aroma de la taza y bebió, arrellanándose en su sitio y pegándose a Marcus. — ¿Que si me gusta? Estoy por pedirte que eches un hechizo en esta puerta y dedicarnos a comer cosas ricas metidos en la cama todo el día… — Miró a su novio de arriba abajo. — Igual con menos ropa… Pero esencialmente eso. — Rio y le dio muchos besitos por la cara y el cuello. — Pero si te conozco de algo, sé que vas a querer hacer más cosas. —
Mientras seguía probando un poco de todo, suspiró y sonrió, mirando a su guapísimo novio y sintiendo una ola de agradecimiento y calor por toda ella. — Hace un año, a estas horas, pensaba que nunca estaríamos juntos. Que esto no tenía solución. Y ahora míranos. Mira esta preciosidad de habitación, nuestra cama, nuestra chimenea, siendo alquimistas… — Los ojos se le pusieron brillantes y se inclinó y besó a su novio una vez más. — El dieciséis de enero me cambió la vida, y solo puedo celebrarlo lo que me queda en la tierra como el día más importante para mí. —
En ese año (y todos los que habían sido amigos, claro) Marcus parecía haber entendido que había que dimensionar las comidas. Eso y que el estómago de Alice se había alargado claramente gracias a Irlanda y los O’Donnell-Lacey. Así que se sentó en la cama y miró todo, cogiendo cachitos y cucharadas de todo lo que iba diciendo. — Uf, sí que están más buenas. — Dijo en relación a las tortitas. — Y esa mermelada hay que conservarla cual quintaesencia embotellada. — Estaba hasta relamiéndose. Eso sí, tuvo que reírse de lo del yogur ecológico. — Oficialmente has pasado demasiado tiempo con las alegres lesbianas granjeras, mi vida, ¿será que se complicó lo de la búsqueda de las setas? — Se rio traviesa y echó un poco de la mermelada en el yogur. — Oh, sí, aún mejor. — Atendió a lo del café y rápidamente dio un sorbo, con un gemidito de gusto después. — Me encantan estas cositas, y la abuela Adami tiene razón, los italianos saben hacer mejor el café que los ingleses, eso es así. — Aspiró de nuevo el aroma de la taza y bebió, arrellanándose en su sitio y pegándose a Marcus. — ¿Que si me gusta? Estoy por pedirte que eches un hechizo en esta puerta y dedicarnos a comer cosas ricas metidos en la cama todo el día… — Miró a su novio de arriba abajo. — Igual con menos ropa… Pero esencialmente eso. — Rio y le dio muchos besitos por la cara y el cuello. — Pero si te conozco de algo, sé que vas a querer hacer más cosas. —
Mientras seguía probando un poco de todo, suspiró y sonrió, mirando a su guapísimo novio y sintiendo una ola de agradecimiento y calor por toda ella. — Hace un año, a estas horas, pensaba que nunca estaríamos juntos. Que esto no tenía solución. Y ahora míranos. Mira esta preciosidad de habitación, nuestra cama, nuestra chimenea, siendo alquimistas… — Los ojos se le pusieron brillantes y se inclinó y besó a su novio una vez más. — El dieciséis de enero me cambió la vida, y solo puedo celebrarlo lo que me queda en la tierra como el día más importante para mí. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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Once upon a year Con Alice | En Irlanda | 16 de enero de 2003 |
Ver a Alice disfrutar comiendo le ponía automáticamente contento (¿cómo no se había dado cuenta hasta ahora de lo irlandés que podía llegar a ser?), y él se sirvió su propio desayuno también, que por supuesto era más grande. Y no, no era ni por egoísmo ni porque por fin hubiera entendido que Alice y él tenían capacidades de comer diferentes: su abuela le había regañado cinco veces y vertido comida del plato de Alice al de él porque "no podía ser tan exagerado, que parecía que no la conocía, y la comida no se desperdiciaba así como así". Por supuesto que había dejado sobras en la cocina "para que sus abuelos las probaran", o más bien para poder salir corriendo a por más en el hipotético caso de que Alice quedara tan maravillada por sus recetas que quisiera repetir. En su cabeza era una posibilidad real.
Chistó al calificativo "alegres lesbianas granjeras", porque él se había imbuido del secreto a voces que era la relación de Cerys y Martha, pero tuvo que reír por lo bajo también. Al menos hasta la mención de las setas, que le hizo arquear una ceja. - Eres muy graciosa, Gallia. - Le picó una única vez en el costado. - ¿Has pensado que podías haberte quedado sin regalo? - Cambió de mano y la picó de nuevo. - ¿Eh? - Empezó varios picoteos seguidos, haciéndole cosquillas, mientras decía. - ¿Qué hubiera sido de este aniversario si no llego a ser un novio previsor que lo tenía ya todo listo de antes? ¿Eh? ¿Y si lo hubiera dejado para la última tarde y tú me lanzas por ahí? ¿O y si me hubiera agarrado un buen resfriado, con el frío que hace en Irlanda en enero? ¿Eh? ¿Eh? ¿O y si me pilla Albus por banda y me da tal turra que no me suelta, y me tengo que quedar a dormir en el bosque? ¿Y si buscando tus dichosas setas me hubiera picado un bicho y me hubiera convertido en hombre bicho? Ahora tendrías un novio con la cara cubierta de musgo. Igual eso te gustaría, un novio con la cabeza llena de flores. - Seguía haciéndole cosquillas inmisericordemente, y a más tonterías decía más se reía.
Se arrellanaron uno junto al otro mientras tomaban su desayuno. - Hmm... me gusta ese plan. - Y recibió entre risas la oleada de besitos. Cuando acabó, ladeó varias veces la cabeza. - Aunque me vas a hacer creer que no quieres saber el resto de cosas que tengo preparadas, entre esto y tu ideíta de las setas... Y yo que tú querría saberlo. - Puso sonrisilla maliciosa. - ¿Qué ha sido de tu curiosidad Gallia? ¿De verdad la cambias por quedarte aquí encerrada conmigo? - Se acercó un poco a ella y susurró. - Creía que me tendrías ya muy visto... - Con ese tono que, desde luego, no invitaba a querer abandonar el lugar precisamente, alejándose después y llevándose un trozo de tortita a la boca con superioridad, arqueando cómicamente las cejas.
Sonrió emocionado a sus palabras, inclinándose para besarla y quedándose recostado junto a ella. - Mejor no te digo lo que yo pensaba hace un año a esta hora. Era lo más parecido a un dementor que puede ser un humano. - Miró hacia arriba, recordando, llenando el pecho de aire y soltándolo por la nariz. - En realidad... a esta hora ya tenía decidido que tenía que hablar contigo y decirte lo que sentía. Y ya me había dicho tanta gente que tú sentías algo por mí que empezaba a creérmelo, quería creérmelo... Pero ni pensé que sintieras lo mismo, porque yo me moría de amor por ti y no creía que nadie pudiera sentir algo parecido, ni el hecho de que sintieras algo me garantizaba que quisieras estar conmigo como pareja. O sea que... había reunido el valor para decírtelo, supongo, pero no tenía nada claro que fuera a dar este resultado. - Soltó una risa amarga. - En absoluto imaginé este resultado, vamos. Ni en mis mejores sueños. - Sonrió, juntándose aún más con ella. - Pero ahora no concibo otra cosa. Y cuando pienso en esas dudas... se me pone la piel de gallina, y pienso: realmente, ¿cómo lo hice? Es decir, ¿cómo conseguí que esta chica tan lista, divertida, guapa, y en definitiva perfecta, me quisiera tanto? Tanto como para aguantar mis bobadas y que le haga... - Y volvió a las cosquillas, entre risas. Cuando paró, chistó y señaló con un lánguido gesto de la mano el desayuno. - Claro que después veo semejantes manjares que soy capaz de preparar y traer a la cama y digo, claro, ahora lo entiendo. - Bromeó, riendo de nuevo y abrazándola, rozando su nariz con la de ella. - Soy muy feliz, Alice. Soy muy feliz contigo. Me haces el chico más afortunado y feliz del mundo... Espero que lo sepas. Pero, por si acaso no, espero mucho más aniversarios como este, con sus trescientos sesenta y cuatro días intermedios, sesenta y cinco los bisiestos, para poder decírtelo. -
Chistó al calificativo "alegres lesbianas granjeras", porque él se había imbuido del secreto a voces que era la relación de Cerys y Martha, pero tuvo que reír por lo bajo también. Al menos hasta la mención de las setas, que le hizo arquear una ceja. - Eres muy graciosa, Gallia. - Le picó una única vez en el costado. - ¿Has pensado que podías haberte quedado sin regalo? - Cambió de mano y la picó de nuevo. - ¿Eh? - Empezó varios picoteos seguidos, haciéndole cosquillas, mientras decía. - ¿Qué hubiera sido de este aniversario si no llego a ser un novio previsor que lo tenía ya todo listo de antes? ¿Eh? ¿Y si lo hubiera dejado para la última tarde y tú me lanzas por ahí? ¿O y si me hubiera agarrado un buen resfriado, con el frío que hace en Irlanda en enero? ¿Eh? ¿Eh? ¿O y si me pilla Albus por banda y me da tal turra que no me suelta, y me tengo que quedar a dormir en el bosque? ¿Y si buscando tus dichosas setas me hubiera picado un bicho y me hubiera convertido en hombre bicho? Ahora tendrías un novio con la cara cubierta de musgo. Igual eso te gustaría, un novio con la cabeza llena de flores. - Seguía haciéndole cosquillas inmisericordemente, y a más tonterías decía más se reía.
Se arrellanaron uno junto al otro mientras tomaban su desayuno. - Hmm... me gusta ese plan. - Y recibió entre risas la oleada de besitos. Cuando acabó, ladeó varias veces la cabeza. - Aunque me vas a hacer creer que no quieres saber el resto de cosas que tengo preparadas, entre esto y tu ideíta de las setas... Y yo que tú querría saberlo. - Puso sonrisilla maliciosa. - ¿Qué ha sido de tu curiosidad Gallia? ¿De verdad la cambias por quedarte aquí encerrada conmigo? - Se acercó un poco a ella y susurró. - Creía que me tendrías ya muy visto... - Con ese tono que, desde luego, no invitaba a querer abandonar el lugar precisamente, alejándose después y llevándose un trozo de tortita a la boca con superioridad, arqueando cómicamente las cejas.
Sonrió emocionado a sus palabras, inclinándose para besarla y quedándose recostado junto a ella. - Mejor no te digo lo que yo pensaba hace un año a esta hora. Era lo más parecido a un dementor que puede ser un humano. - Miró hacia arriba, recordando, llenando el pecho de aire y soltándolo por la nariz. - En realidad... a esta hora ya tenía decidido que tenía que hablar contigo y decirte lo que sentía. Y ya me había dicho tanta gente que tú sentías algo por mí que empezaba a creérmelo, quería creérmelo... Pero ni pensé que sintieras lo mismo, porque yo me moría de amor por ti y no creía que nadie pudiera sentir algo parecido, ni el hecho de que sintieras algo me garantizaba que quisieras estar conmigo como pareja. O sea que... había reunido el valor para decírtelo, supongo, pero no tenía nada claro que fuera a dar este resultado. - Soltó una risa amarga. - En absoluto imaginé este resultado, vamos. Ni en mis mejores sueños. - Sonrió, juntándose aún más con ella. - Pero ahora no concibo otra cosa. Y cuando pienso en esas dudas... se me pone la piel de gallina, y pienso: realmente, ¿cómo lo hice? Es decir, ¿cómo conseguí que esta chica tan lista, divertida, guapa, y en definitiva perfecta, me quisiera tanto? Tanto como para aguantar mis bobadas y que le haga... - Y volvió a las cosquillas, entre risas. Cuando paró, chistó y señaló con un lánguido gesto de la mano el desayuno. - Claro que después veo semejantes manjares que soy capaz de preparar y traer a la cama y digo, claro, ahora lo entiendo. - Bromeó, riendo de nuevo y abrazándola, rozando su nariz con la de ella. - Soy muy feliz, Alice. Soy muy feliz contigo. Me haces el chico más afortunado y feliz del mundo... Espero que lo sepas. Pero, por si acaso no, espero mucho más aniversarios como este, con sus trescientos sesenta y cuatro días intermedios, sesenta y cinco los bisiestos, para poder decírtelo. -
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Once upon a year Con Marcus | En Ballyknow | 15 de enero de 2003 |
Alice masticó una de las tortitas, entornando los ojos. — Mi amor, si el regalo eres tú, me parece un poquito dramático decir que casi no te tengo por buscar una seta que tu abuela con mucha necesidad te mandó a buscar. — En el fondo tenía que aguantarse la risa porque estaba siendo de chiste. Y pudo sacar la risa porque su novio se dedicó a hacerle cosquillas y mil preguntas a la vez, así que optó por reírse y dejar salir solo esa carcajada, sin necesidad de responder a más cosas, solo a disfrutar, como llevaba ya un año haciendo.
Recuperando un poco la respiración, negó con la cabeza. — Para nada, me muero de ganas de verlo. Pero es que tampoco me canso de estar en camas contigo, ¿qué te puedo decir? — Le repasó de arriba abajo, como si fuera la primera vez que lo viera, y luego le miró a los ojos. — No. La respuesta es no. Nunca suficientemente visto, O’Donnell. Eso también es afán descubridor. Yo aún puedo sacarte mucha investigación exhaustiva.—
Se rio a lo del dementor, porque su novio siendo dramático era muy gracioso, y le puso un poco de mermelada con el dedo en la nariz. Aunque al oír las palabras de su novio, se puso tierna, recordando aquellos días tan malos, y cómo todo fue indicando que habían cometido el error más grande de sus vidas, y cómo lo solucionaron. — Pues imagínate lo que pensaba yo, que llevaba años sintiendo todo esto, segura de que no me ibas a corresponder. Pero entonces nuestra Olive me dijo que cuando nos mirábamos iluminábamos el castillo entero y… Tenía tanta razón. Me sentí tan poco Ravenclaw de que una niña Gryffindor me tuviera que hacer ver lo que yo no era capaz ni de empezar a entender… — Negó con la cabeza y se apoyó sobre Marcus. Le dio la risa con su nueva intervención y esta vez fue ella la que le hizo cosquillas. — Todo un cocinero estas hecho tú, eh. Bueno y encima lo subes escaleras arriba, ¿qué clase de honor es este? — Pero se dejó abrazar y mimar después, porque su novio era demasiado dulce y adorable. — Lo sé, mi amor, pero he de admitir que oírtelo decir es música para mis oídos. — Se inclinó un poco sobre él y le siguió besando. — ¿Te acuerdas de lo que decía mi madre? Estaba escrito. Y a ti y a mí nos encanta que todo esté planeado. — Rio un poco. — Como este desayuno, como nuestros regalos para hoy… — Le dio otro beso. — Mi amado es mío y yo soy suya. Para siempre. Y vas a tener muuuuuuchos aniversarios para decírmelo una y otra vez. —
Recuperando un poco la respiración, negó con la cabeza. — Para nada, me muero de ganas de verlo. Pero es que tampoco me canso de estar en camas contigo, ¿qué te puedo decir? — Le repasó de arriba abajo, como si fuera la primera vez que lo viera, y luego le miró a los ojos. — No. La respuesta es no. Nunca suficientemente visto, O’Donnell. Eso también es afán descubridor. Yo aún puedo sacarte mucha investigación exhaustiva.—
Se rio a lo del dementor, porque su novio siendo dramático era muy gracioso, y le puso un poco de mermelada con el dedo en la nariz. Aunque al oír las palabras de su novio, se puso tierna, recordando aquellos días tan malos, y cómo todo fue indicando que habían cometido el error más grande de sus vidas, y cómo lo solucionaron. — Pues imagínate lo que pensaba yo, que llevaba años sintiendo todo esto, segura de que no me ibas a corresponder. Pero entonces nuestra Olive me dijo que cuando nos mirábamos iluminábamos el castillo entero y… Tenía tanta razón. Me sentí tan poco Ravenclaw de que una niña Gryffindor me tuviera que hacer ver lo que yo no era capaz ni de empezar a entender… — Negó con la cabeza y se apoyó sobre Marcus. Le dio la risa con su nueva intervención y esta vez fue ella la que le hizo cosquillas. — Todo un cocinero estas hecho tú, eh. Bueno y encima lo subes escaleras arriba, ¿qué clase de honor es este? — Pero se dejó abrazar y mimar después, porque su novio era demasiado dulce y adorable. — Lo sé, mi amor, pero he de admitir que oírtelo decir es música para mis oídos. — Se inclinó un poco sobre él y le siguió besando. — ¿Te acuerdas de lo que decía mi madre? Estaba escrito. Y a ti y a mí nos encanta que todo esté planeado. — Rio un poco. — Como este desayuno, como nuestros regalos para hoy… — Le dio otro beso. — Mi amado es mío y yo soy suya. Para siempre. Y vas a tener muuuuuuchos aniversarios para decírmelo una y otra vez. —
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Once upon a year Con Alice | En Irlanda | 16 de enero de 2003 |
Arqueó las cejas, picándola. - ¡Vaya! Yo creía que las camas ya te parecían aburridas. - Marcus era idóneo tergiversando a su conveniencia, desde luego, y si era para bromear con Alice, mejor aún le salía. Ante esa mirada y sus subsiguientes comentarios, se llevó una mano al pecho con exagerada afectuosidad. - Señorita Gallia, por favor. No me mire así, que solo estamos en el desayuno. Un poco de decoro. - Se giró, abrió la boca para llevarse un trozo de tortita a la misma, y rápidamente se giró y dejó un leve mordisco en el hombro de Alice, pillándola desprevenida. - ¡Oh! ¡Mira lo que has conseguido! Ayer debí ser mordido por la pervertida seta mordedora y estos son sus efectos, ¡y tú serás la primera víctima! - Y se lanzó hacia ella, haciendo ruidos monstruosos y fingiendo que la mordía mientras volvía a las cosquillas. A ese paso no terminaban de desayunar en la vida, pero ¿quién tenía prisa?
Igual él sí debería tener un poco de prisa, que su plan estaba en marcha y, como se retrasase, igual empezaban a caérsele las piezas como si fuera un camino de dominó. Volvió a la expresión cómicamente indignada cuando le manchó la nariz, intentando después tontamente llegar con la lengua, pero se tuvo que derretir ante sus palabras. Chasqueó la lengua y perdió la mirada. - Nuestra Olive... Este año no podremos celebrarle su cumple. Realmente faltan muchos años hasta que podamos celebrar con ella su cumple, y quizás cuando salga no quiera celebrarlo con nosotros, le pareceremos unos viejos... - Parecía un padre nostálgico hablando así. De hecho, es talmente como hubiera hablado Arnold si los cumpleaños de sus hijos hubieran caído en periodo lectivo. Rio. - Los Gryffindor tienen otro tipo de sabiduría. -
Se echó a reír a las cosquillas y se defendió ante los comentarios. - ¡Me dirás que no está todo riquísimo! Y Alice, por favor, estás ante uno de los magos más prometedores de este tiempo, ¿no voy a saber levitar una bandeja por unas escaleras? Me ofendes. - Se abrazaron y sonrió. - Estaba escrito. - Rozó su nariz con la de ella. - Mi amada es mía y yo soy suyo. - Repitió, tras lo cual vino un buen rato de besos, abrazos y mimos. Menos mal que había hecho el círculo de calor, porque se les hubiera quedado todo frío.
Pero ya sí que tuvo que hacer por que apuraran el desayuno, mirando el reloj. - Princesa, sé que estás disfrutando mucho de... mí. - Le guiñó un ojo. - Y de este espectacular desayuno que parece preparado por el propio Taranis en su caldero, pero si quieres más regalitos, deberíamos continuar. - Una vez apurada la comida, dio un gracioso saltito de la cama y le tendió la mano. - Si me lo permite... - La iba conduciendo de la mano hacia la puerta de la habitación mientras le decía. - ¿Sabes qué debería tener una princesa para sí misma? Un vestidor. Y como tod... - ¡BUENOS DÍAS, CARIÑO MÍO, FELIZ ANIVERSARIO, QUÉ BONITOS SON MIS NIÑOS! - Se le habían puesto las tortitas botando en el estómago y formando una tormenta marítima con el café y el chocolate. Echó aire por la nariz y se ahorró decirle a su abuela que menudo susto, porque le estaba haciendo un gran favor. Al menos no se lo dijo verbalmente, sí con los ojos. - Perdona, cariño. Era ahora ¿no? - Trató de poner su mejor sonrisa, aunque salió un poco artificial porque seguía recuperándose del amago de infarto. - Como decía... Toda una princesa que se precie merece una corte y, por supuesto, un vestido a su altura. - ¡TOMA, CARIÑO, AY, QUÉ IDEA MÁS BONITA! - Marcus miró con cara de circunstancias a Molly. Abuela, la intensidad, por favor. - Bueno, yo ya me voy. - Dijo con una sonrisita adorable, y se fue de allí, soltando comentarios sobre lo preciosos que eran sus niños. La escuchaban ya en el salón describiéndole a Larry con todo lujo de detalles por qué tenía a los mejores nietos del mundo.
- Bueno pues... este es mi primer regalo para ti. He tenido ayuda, pero toda era poca para lo que te mereces. - Y le mostró lo que Molly le había dado, aunque lo llevaba realmente como si fuera la dama de compañía de una princesa. Tirando de contactos, había conseguido hacerse con uno de los antiguos uniformes de Hogwarts de Alice, que estaba abandonado en su casa, y entre Lawrence y él lo habían transmutado para convertirlo en un vestido entre negro, blanco y gris, como solían llevar, con reflejos azules por el color de su casa y el escudo de Ravenclaw inamovible en la solapa. Su abuela había terminado de darle los remates de costura. - Yo tengo otro igual. - Se encogió de hombros. - No son las ropas más elegantes, pero es una versión... digamos "adulta" de lo que llevábamos puesto ese primer día. - Tomó sus manos. - Hoy quiero rememorar ese primer día. - Se puso pomposo. - Por eso, la princ... - Apretó los labios, rodó los ojos y, disimulando una vez más una artificial sonrisa, estiró el cuello, mirando por las escaleras, y carraspeó fuertemente. - ¡Ay, sí, voy, voy! - Se escucharon los pasitos veloces de su abuela subiendo otra vez. - ¡Perdón! Ay, hijo, que se me había pasado, claro, si es que no está una en lo que está, yo por dejaros solos. Ay, mi vida ¿te ha gustado? - Como decía. - Retomó su accidentado discurso. - Que la princesa pase a su vestidor, con su dama de la corte que la va a poner aún más preciosa si se puede... - ¡Claro que sí, mi vida! Guapísima te voy a vestir. - Y yo aguardaré aquí, como su fiel príncipe, para sorprenderme cuando salga. -
Entró de nuevo en la habitación para vestirse rápidamente, con el traje que se había confeccionado para sí mismo en base también a una vieja túnica transmutada. Se echó tanta colonia como pudo y se volvió a peinar cada rizo, que con tanto tonteo en el desayuno se había despeinado entero. Cuando estuvo listo, salió y esperó en la puerta, con una sonrisa impecable, a que saliera su novia. Un cansado pero tierno suspiro le hizo mirar a las escaleras. - De quién habrás heredado tanta farándula, hijo. - Se puso muy digno. - Abuelo, cuando el amor es tan profundo como el mío, cualquier gesto es solo una mínima parte... - Si es que vaya tela más mala le ponen a los uniformes. - Lawrence no le estaba escuchando, estaba pasando los dedos por su traje transmutado y mirándolo con ojos analíticos. - Si no hubieras sido tan cabezota y hubiéramos elegido otra... - Chistó, apartándose con exagerado malhumor. - ¡Que tenía que ser una túnica, abuelo! Jolín, no es tan difícil de entender. - No te pongas así que te va a ver tu novia muy feo. - Le miró con los ojos entrecerrados, y acto seguido se giró muy digno, poniéndose de canto. Cuando su abuelo se fue entre risas bajas, murmuró. - Yo no soy feo... -
Cuando salió, se deshizo en loas, como no podía ser de otra forma. Al terminar la perorata, remató tomando sus manos y diciendo de corazón. - En serio. Estás preciosa. - Porque era el mejor y más honesto resumen que podía hacer. Dejando a su abuela llorando de fondo como si les estuviera viendo dirigirse al día de su boda (desde luego, mucho mejor público para sus ficcioncitas que su abuelo) bajaron las escaleras. Con una sonrisa radiante, fue a dirigirse a Alice para soltar otro de sus discursos sobre la siguiente parada, cuando la puerta se abrió y, como quien entra en su casa, pasó Wendy, cargada de cajas y con una maleta en el hombro. - Holaaa. - Dijo con voz monocorde. Dejó caer la caja en mitad del pasillo y se frotó la frente con un resoplido de esfuerzo. - Hola, tío Larry. ¡Puf! No hay manera de venir a esta casa sin que mi padre me mande con quince quilos de verduras. Dejo esto por aquí. ¿Cuál va a ser mi hab...? - Marcus abrió mucho los ojos, deseando por primera vez en su vida que alguien fuera legeremante a ver si podían leerle en la cabeza que se callara, cuando Wendy les miró lentamente, y tras unos instantes de ridículo silencio, juntó las palmas y dijo con tono artificial. - ¡Primis! ¡Feliz aniversario! - Y se fue para ellos, dándole un abrazo a cada uno. - Qué bonito, jo. Yo también hago mi aniversario ya mismo. Bueno, en diez días. Y no es aniversario, es mesario. En verdad es mesario de pedida. - En lo que decía eso fingía (mal) esconder el bolso que llevaba al hombro. - En fin... Voy a ver a la tía Molly, ¡os dejo! - Y se fue de allí, correteando escaleras arriba, aunque por el gritito sorpresivo doble debieron casi chocarse en mitad de trayecto. Marcus se aclaró la garganta, hizo como si nada y abrió la puerta de la calle. - ¿Me concede este paseo? -
Igual él sí debería tener un poco de prisa, que su plan estaba en marcha y, como se retrasase, igual empezaban a caérsele las piezas como si fuera un camino de dominó. Volvió a la expresión cómicamente indignada cuando le manchó la nariz, intentando después tontamente llegar con la lengua, pero se tuvo que derretir ante sus palabras. Chasqueó la lengua y perdió la mirada. - Nuestra Olive... Este año no podremos celebrarle su cumple. Realmente faltan muchos años hasta que podamos celebrar con ella su cumple, y quizás cuando salga no quiera celebrarlo con nosotros, le pareceremos unos viejos... - Parecía un padre nostálgico hablando así. De hecho, es talmente como hubiera hablado Arnold si los cumpleaños de sus hijos hubieran caído en periodo lectivo. Rio. - Los Gryffindor tienen otro tipo de sabiduría. -
Se echó a reír a las cosquillas y se defendió ante los comentarios. - ¡Me dirás que no está todo riquísimo! Y Alice, por favor, estás ante uno de los magos más prometedores de este tiempo, ¿no voy a saber levitar una bandeja por unas escaleras? Me ofendes. - Se abrazaron y sonrió. - Estaba escrito. - Rozó su nariz con la de ella. - Mi amada es mía y yo soy suyo. - Repitió, tras lo cual vino un buen rato de besos, abrazos y mimos. Menos mal que había hecho el círculo de calor, porque se les hubiera quedado todo frío.
Pero ya sí que tuvo que hacer por que apuraran el desayuno, mirando el reloj. - Princesa, sé que estás disfrutando mucho de... mí. - Le guiñó un ojo. - Y de este espectacular desayuno que parece preparado por el propio Taranis en su caldero, pero si quieres más regalitos, deberíamos continuar. - Una vez apurada la comida, dio un gracioso saltito de la cama y le tendió la mano. - Si me lo permite... - La iba conduciendo de la mano hacia la puerta de la habitación mientras le decía. - ¿Sabes qué debería tener una princesa para sí misma? Un vestidor. Y como tod... - ¡BUENOS DÍAS, CARIÑO MÍO, FELIZ ANIVERSARIO, QUÉ BONITOS SON MIS NIÑOS! - Se le habían puesto las tortitas botando en el estómago y formando una tormenta marítima con el café y el chocolate. Echó aire por la nariz y se ahorró decirle a su abuela que menudo susto, porque le estaba haciendo un gran favor. Al menos no se lo dijo verbalmente, sí con los ojos. - Perdona, cariño. Era ahora ¿no? - Trató de poner su mejor sonrisa, aunque salió un poco artificial porque seguía recuperándose del amago de infarto. - Como decía... Toda una princesa que se precie merece una corte y, por supuesto, un vestido a su altura. - ¡TOMA, CARIÑO, AY, QUÉ IDEA MÁS BONITA! - Marcus miró con cara de circunstancias a Molly. Abuela, la intensidad, por favor. - Bueno, yo ya me voy. - Dijo con una sonrisita adorable, y se fue de allí, soltando comentarios sobre lo preciosos que eran sus niños. La escuchaban ya en el salón describiéndole a Larry con todo lujo de detalles por qué tenía a los mejores nietos del mundo.
- Bueno pues... este es mi primer regalo para ti. He tenido ayuda, pero toda era poca para lo que te mereces. - Y le mostró lo que Molly le había dado, aunque lo llevaba realmente como si fuera la dama de compañía de una princesa. Tirando de contactos, había conseguido hacerse con uno de los antiguos uniformes de Hogwarts de Alice, que estaba abandonado en su casa, y entre Lawrence y él lo habían transmutado para convertirlo en un vestido entre negro, blanco y gris, como solían llevar, con reflejos azules por el color de su casa y el escudo de Ravenclaw inamovible en la solapa. Su abuela había terminado de darle los remates de costura. - Yo tengo otro igual. - Se encogió de hombros. - No son las ropas más elegantes, pero es una versión... digamos "adulta" de lo que llevábamos puesto ese primer día. - Tomó sus manos. - Hoy quiero rememorar ese primer día. - Se puso pomposo. - Por eso, la princ... - Apretó los labios, rodó los ojos y, disimulando una vez más una artificial sonrisa, estiró el cuello, mirando por las escaleras, y carraspeó fuertemente. - ¡Ay, sí, voy, voy! - Se escucharon los pasitos veloces de su abuela subiendo otra vez. - ¡Perdón! Ay, hijo, que se me había pasado, claro, si es que no está una en lo que está, yo por dejaros solos. Ay, mi vida ¿te ha gustado? - Como decía. - Retomó su accidentado discurso. - Que la princesa pase a su vestidor, con su dama de la corte que la va a poner aún más preciosa si se puede... - ¡Claro que sí, mi vida! Guapísima te voy a vestir. - Y yo aguardaré aquí, como su fiel príncipe, para sorprenderme cuando salga. -
Entró de nuevo en la habitación para vestirse rápidamente, con el traje que se había confeccionado para sí mismo en base también a una vieja túnica transmutada. Se echó tanta colonia como pudo y se volvió a peinar cada rizo, que con tanto tonteo en el desayuno se había despeinado entero. Cuando estuvo listo, salió y esperó en la puerta, con una sonrisa impecable, a que saliera su novia. Un cansado pero tierno suspiro le hizo mirar a las escaleras. - De quién habrás heredado tanta farándula, hijo. - Se puso muy digno. - Abuelo, cuando el amor es tan profundo como el mío, cualquier gesto es solo una mínima parte... - Si es que vaya tela más mala le ponen a los uniformes. - Lawrence no le estaba escuchando, estaba pasando los dedos por su traje transmutado y mirándolo con ojos analíticos. - Si no hubieras sido tan cabezota y hubiéramos elegido otra... - Chistó, apartándose con exagerado malhumor. - ¡Que tenía que ser una túnica, abuelo! Jolín, no es tan difícil de entender. - No te pongas así que te va a ver tu novia muy feo. - Le miró con los ojos entrecerrados, y acto seguido se giró muy digno, poniéndose de canto. Cuando su abuelo se fue entre risas bajas, murmuró. - Yo no soy feo... -
Cuando salió, se deshizo en loas, como no podía ser de otra forma. Al terminar la perorata, remató tomando sus manos y diciendo de corazón. - En serio. Estás preciosa. - Porque era el mejor y más honesto resumen que podía hacer. Dejando a su abuela llorando de fondo como si les estuviera viendo dirigirse al día de su boda (desde luego, mucho mejor público para sus ficcioncitas que su abuelo) bajaron las escaleras. Con una sonrisa radiante, fue a dirigirse a Alice para soltar otro de sus discursos sobre la siguiente parada, cuando la puerta se abrió y, como quien entra en su casa, pasó Wendy, cargada de cajas y con una maleta en el hombro. - Holaaa. - Dijo con voz monocorde. Dejó caer la caja en mitad del pasillo y se frotó la frente con un resoplido de esfuerzo. - Hola, tío Larry. ¡Puf! No hay manera de venir a esta casa sin que mi padre me mande con quince quilos de verduras. Dejo esto por aquí. ¿Cuál va a ser mi hab...? - Marcus abrió mucho los ojos, deseando por primera vez en su vida que alguien fuera legeremante a ver si podían leerle en la cabeza que se callara, cuando Wendy les miró lentamente, y tras unos instantes de ridículo silencio, juntó las palmas y dijo con tono artificial. - ¡Primis! ¡Feliz aniversario! - Y se fue para ellos, dándole un abrazo a cada uno. - Qué bonito, jo. Yo también hago mi aniversario ya mismo. Bueno, en diez días. Y no es aniversario, es mesario. En verdad es mesario de pedida. - En lo que decía eso fingía (mal) esconder el bolso que llevaba al hombro. - En fin... Voy a ver a la tía Molly, ¡os dejo! - Y se fue de allí, correteando escaleras arriba, aunque por el gritito sorpresivo doble debieron casi chocarse en mitad de trayecto. Marcus se aclaró la garganta, hizo como si nada y abrió la puerta de la calle. - ¿Me concede este paseo? -
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Once upon a year Con Marcus | En Ballyknow | 15 de enero de 2003 |
Rebañó con un trocito de tortita lo que quedaba de mermelada y asintió lentamente. — Claro, mi amor, si yo solo lo pongo en valor. — Y simplemente se echó a reír con lo de la seta. Lo prefería haciendo falso drama, eso sí, que drama de verdad con lo de Olive. Se ponía a hacer cuentas y no le salían la cantidad de años que les quedaban para celebrarlo juntos. — Tú piensa que nos quedan unos años un poquito convulsos, entre exámenes, estancias fuera y demás. Cuando salga dentro de cinco años, estaremos más tranquilos y podremos celebrarlo bien. — Hizo un sonidito adorable y acarició los rizos de Marcus. — ¡Ohhhh, mi amor! ¿Cómo no va a querer? Oli nos adora, ¿y crees que va a ir a ninguna parte lejos del patito? Nos queda mucho de esos dos, en calidad de lo que sea… — Y rio otro poquito. — Eso debían pensar de nosotros y mira ahora… —
Se dejó conducir entre risas, porque estaba encantada con la comparación con Taranis, y deseando ver qué tenía su novio preparado, y tuvo que contenerse para no caerse de rodillas de la propia risa cuando Molly hizo acto de presencia. — ¡Buenos días, abuela! — Y se le escapó un poquillo de la risa, porque es que toda la situación era demasiado genial. Eso sí, recibió su paquete solemnemente y con una inclinación de cabeza. — Mil gracias. Deseando ver mi vestido de princesa. — Y, desde luego, no se lo esperaba. Abrió mucho los ojos, admirando el vestido. — ¡Pero! ¡Ha quedado precioso! ¿Y esto está hecho con el uniforme? — Preguntó, reconociendo el tacto del tejido. — ¡Es genial, mi amor! — Sacó el labio inferior con adorabilidad. — Ohhhh, estoy deseando… — Pero la función seguía sin ella, así que se dejó llevar por la abuela. Le dio tiempo a hacer una reverencia rápida. — Como mi príncipe ordene. Saldré todo a lo conjunto con su belleza que pueda. — ¡DE ESO YA ME ENCARGO YO! — Insistió la abuela. Lo de actuar no era lo suyo, de todas maneras.
Al entrar en la habitación de los abuelos, le sorprendió el calor que hacía, con lo frío que estaba el día. — Madre mía, qué calor hace aquí. — Hija es que te tenías que cambiar, y te tengo que arreglar, y claro, no quería que pasaras frío… — Rio un poco y le acarició la espalda a la abuela. — Te lo agradezco, sí que soy friolera. — Aunque nadie con el poder de exagerar como una Gryffindor, esto parece el cuarto círculo del infierno. — Pero te agradecería que, cuando Marcus se meta a la habitación, me dejes abandonar la fachada de princesa en su vestidor y puedo ir al baño a lavarme los dientes, la cara, necesidades varias. Yo luego vuelvo a tope con todo. — ¡Ay, sí sí! Claro, mi vida, si es que no contamos con estas cosas. — No tardo nada. — Y con mucho tiento, se escapó al baño.
Diez minutos después, estaba con el vestido ya puesto y sentada frente al tocador de la abuela. — Y entonces he pensado en cómo podíamos hacer una versión de las coletas con los lazos azules, y mira, si te cogemos el pelo así… — Y le hizo un semirecogido que parecía medieval, con las cintas entremetidas en el pelo y con el que se vio favorecidísima. — ¡Pero bueno! Además de las tradiciones, canciones, sistemas de biblioteca y platos deliciosos, ¿también sabes peluquería? — Molly rio y sacudió la mano en el aire. — ¡Oy! ¡Qué cosas dices! No, tonta, si es que yo, hace ya siglos, claro, también tuve una melena así como la tuya, pero roja como la de mi Sophia, igualita, y me encantaba hacerme estas cosas, y si yo hubiera tenido un novio como el tuyo, querría sentirme una princesa de verdad, con todo el ornamento. Lo que me recuerda. — Sacó dos pendientes que parecían… — ¿Son zafiros? — ¡Pues claro! Me los regaló Cëlik por la boda. — ¿El alquimista? — Preguntó Alice, sin salir de su asombro, mientras la abuela se los ponía. — El mismo. Creo que vino a la boda solo para asegurarse de que el abuelo se casaba y que cuando volviera de la luna de miel iba a estar más concentradito. Pero fue muy buen hombre, y era un alquimista de cristal maravilloso, hacía locuras con piedras preciosas. — Esto va a ser demasiado… — ¡Tonterías! ¿Cuántos años llevarán ahí? Yo ya casi no llevo joyas así, mi vida. Es hora de darles mejor uso. —
Desde luego, cuando bajó las escaleras, se sintió talmente una princesa, sonriendo a Marcus y extendiendo las manos hacia él. — Esto es genial. Estás superelegante, como un buen príncipe. — Pero la escena de cuento tuvo una intrusa inesperada, que le hizo parpadear. — Hola, Wen, gracias. — La miró de arriba abajo y contuvo, una vez más, la risa. Pero esta vez le salió mejor, porque solo pudo unir los puntos y pensar: ¿vamos a tener un piso para nosotros? Trató de contener su entusiasmo y asintió a la conversación de la chica. — ¡Es verdad! Qué bonito. Seguro que le preparas algo bonito a Ciarán para celebrarlo. — Wendy parpadeó y la señaló. — ¡Exacto! Mira, me pongo ahora mismo con ello, seguro que los tíos me dan ideas. — ¡Hala! ¡Más aniversarios! ¡Yo no transmuto nada más! — Se quejó Lawrence desde el salón. Alice entornó los ojos y susurró. — El frío le pone de malísimo humor. — Y tuvo que volver a reírse antes de salir al oír el gritito de la abuela y Wendy. Se enganchó del brazo de Marcus y dijo. — Siempre dispuesta, mi príncipe. Desde el primer día. —
Se dejó conducir entre risas, porque estaba encantada con la comparación con Taranis, y deseando ver qué tenía su novio preparado, y tuvo que contenerse para no caerse de rodillas de la propia risa cuando Molly hizo acto de presencia. — ¡Buenos días, abuela! — Y se le escapó un poquillo de la risa, porque es que toda la situación era demasiado genial. Eso sí, recibió su paquete solemnemente y con una inclinación de cabeza. — Mil gracias. Deseando ver mi vestido de princesa. — Y, desde luego, no se lo esperaba. Abrió mucho los ojos, admirando el vestido. — ¡Pero! ¡Ha quedado precioso! ¿Y esto está hecho con el uniforme? — Preguntó, reconociendo el tacto del tejido. — ¡Es genial, mi amor! — Sacó el labio inferior con adorabilidad. — Ohhhh, estoy deseando… — Pero la función seguía sin ella, así que se dejó llevar por la abuela. Le dio tiempo a hacer una reverencia rápida. — Como mi príncipe ordene. Saldré todo a lo conjunto con su belleza que pueda. — ¡DE ESO YA ME ENCARGO YO! — Insistió la abuela. Lo de actuar no era lo suyo, de todas maneras.
Al entrar en la habitación de los abuelos, le sorprendió el calor que hacía, con lo frío que estaba el día. — Madre mía, qué calor hace aquí. — Hija es que te tenías que cambiar, y te tengo que arreglar, y claro, no quería que pasaras frío… — Rio un poco y le acarició la espalda a la abuela. — Te lo agradezco, sí que soy friolera. — Aunque nadie con el poder de exagerar como una Gryffindor, esto parece el cuarto círculo del infierno. — Pero te agradecería que, cuando Marcus se meta a la habitación, me dejes abandonar la fachada de princesa en su vestidor y puedo ir al baño a lavarme los dientes, la cara, necesidades varias. Yo luego vuelvo a tope con todo. — ¡Ay, sí sí! Claro, mi vida, si es que no contamos con estas cosas. — No tardo nada. — Y con mucho tiento, se escapó al baño.
Diez minutos después, estaba con el vestido ya puesto y sentada frente al tocador de la abuela. — Y entonces he pensado en cómo podíamos hacer una versión de las coletas con los lazos azules, y mira, si te cogemos el pelo así… — Y le hizo un semirecogido que parecía medieval, con las cintas entremetidas en el pelo y con el que se vio favorecidísima. — ¡Pero bueno! Además de las tradiciones, canciones, sistemas de biblioteca y platos deliciosos, ¿también sabes peluquería? — Molly rio y sacudió la mano en el aire. — ¡Oy! ¡Qué cosas dices! No, tonta, si es que yo, hace ya siglos, claro, también tuve una melena así como la tuya, pero roja como la de mi Sophia, igualita, y me encantaba hacerme estas cosas, y si yo hubiera tenido un novio como el tuyo, querría sentirme una princesa de verdad, con todo el ornamento. Lo que me recuerda. — Sacó dos pendientes que parecían… — ¿Son zafiros? — ¡Pues claro! Me los regaló Cëlik por la boda. — ¿El alquimista? — Preguntó Alice, sin salir de su asombro, mientras la abuela se los ponía. — El mismo. Creo que vino a la boda solo para asegurarse de que el abuelo se casaba y que cuando volviera de la luna de miel iba a estar más concentradito. Pero fue muy buen hombre, y era un alquimista de cristal maravilloso, hacía locuras con piedras preciosas. — Esto va a ser demasiado… — ¡Tonterías! ¿Cuántos años llevarán ahí? Yo ya casi no llevo joyas así, mi vida. Es hora de darles mejor uso. —
Desde luego, cuando bajó las escaleras, se sintió talmente una princesa, sonriendo a Marcus y extendiendo las manos hacia él. — Esto es genial. Estás superelegante, como un buen príncipe. — Pero la escena de cuento tuvo una intrusa inesperada, que le hizo parpadear. — Hola, Wen, gracias. — La miró de arriba abajo y contuvo, una vez más, la risa. Pero esta vez le salió mejor, porque solo pudo unir los puntos y pensar: ¿vamos a tener un piso para nosotros? Trató de contener su entusiasmo y asintió a la conversación de la chica. — ¡Es verdad! Qué bonito. Seguro que le preparas algo bonito a Ciarán para celebrarlo. — Wendy parpadeó y la señaló. — ¡Exacto! Mira, me pongo ahora mismo con ello, seguro que los tíos me dan ideas. — ¡Hala! ¡Más aniversarios! ¡Yo no transmuto nada más! — Se quejó Lawrence desde el salón. Alice entornó los ojos y susurró. — El frío le pone de malísimo humor. — Y tuvo que volver a reírse antes de salir al oír el gritito de la abuela y Wendy. Se enganchó del brazo de Marcus y dijo. — Siempre dispuesta, mi príncipe. Desde el primer día. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Ante todo, amigos
Ay, los retitos
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Once upon a year Con Alice | En Irlanda | 16 de enero de 2003 |
Mejor salían ya de la casa porque, entre unos y otros, al final le arruinaban las sorpresas. Se enganchó del brazo de Alice y comenzó a pasear, diciendo como quien no quiere la cosa. - Pues nada. Simplemente quería llevarla de paseo en esta apacible mañana de enero. - Sobre todo apacible, teniendo en cuenta que estaban a seis grados. Y dando gracias, habían llegado a estar a menos tres. - He pensado que aún no conocemos el pueblo lo suficiente ¿no te parece? Y que necesitamos un respiro. Así que... ¿por qué no pasear? - No había que ser un lince para saber que tramaba algo, pero aun así, prolongó varias calles el paseo, comentando artificialmente lo bonito que estaba el día, lo mucho que florecerían en primavera las plantas y lo tranquilas que estaban las calles.
Hasta que se toparon con su primera parada. O, más bien, su primera parada se topó con ellos. - ¡Alto! ¡Alto! ¡Majestades, alto en nombre del pueblo, necesitamos vuestra ayuda! - Los gemelos corrieron hacia ellos, y Marcus, que debía fingirse sorprendido, tuvo que apretar fuertemente los labios para aguantarse la risa. Se habían metido tanto en la ficcioncita que les había pedido preparar que iban vestidos... Era difícil definir la vestimenta, porque habían cogido lo que claramente eran retales de disfraces de la fiesta de Navidad y estaban hechos un auténtico cuadro. Debían ser algo parecido a pastores, técnicamente. - ¡Altezas! Somos unos humildes campesinos que necesitan de su bondad, ¡porque todos sabemos que sois muy bondadosa! - Dijo Lucius, perfectamente estudiado su papel, en dirección a Alice. Horacius era el que llevaba el rol del escéptico. - Hermano, pierdes el tiempo. ¡Los príncipes y las princesas nunca ayudan a su pueblo! - ¡Yo confío en la bondad de la princesa más buena del mundo! - Rebatió Lucius. Marcus estaba pensando cuánto dinero sería lógico gastarse en chucherías para esos niños, porque ahora mismo querría darles suministro para toda su vida.
Les dejó debatir un buen rato hasta que decidió acortar la actuación. - A ver, decidnos de qué se trata, seguro que podemos ayudar. - ¡Viene la princesa del pueblo vecino, y no sabemos qué hacer para asajalarla! - Horacius dio un codazo a Lucius y le susurró por lo bajo. - Se dice ajalasarla. - De verdad que le estaba costando mucho no reírse. Con la mayor sutileza que pudo, intervino él. - ¿Y como os gustaría agasajarla? - Eso. - Susurró Horacius por lo bajo, chistando como si se hubiera defraudado consigo mismo por corregir mal. Lucius respondió. - Dicen que es una gran fan de las historias, y que va por los pueblos queriendo que le cuenten la historia del pueblo. ¡Pero hemos perdido a nuestro trovador! ¡Se fue! - El nivel de dramatismo era para partirse, pero no quería cohibir. - ¡Y nosotros somos simples pastores! ¡No sabemos narrar una historia como ella quiere! ¡Se enfadará! Y dicen que, cuando se enfada, ¡roba niños! ¿¿Qué vamos a hacer?? ¿Cómo vamos a impedirlo, si...? - ¿...ni siquiera sabemos decir ajasalar? - Murmuró Horacius por lo bajo, quien no estaba disimulando demasiado la gracia que le hacía el dramatismo de su hermano, y ahora fue él quien se llevó un malhumorado manotazo de este. - ¿Qué podemos hacer nosotros? - Intervino Marcus, y los chicos se lanzaron hacia Alice. - ¡Hemos oído que sois una princesa tan lista que sabría narrar una historia, y a la vez tan intrépida y curiosa que seguro encontráis a nuestro perdido trovador! Y tan buena que ayudaríais a estos pobres aldeanos. ¿¿Verdad que lo haríais?? - Marcus suspiró sonoramente, mirando a Alice. - Sé que estamos de aniversario, mi amor, pero no sé... Lo dejo en tu mano, lo que quieras hacer... - ¡Por favor, princesa! ¡Eres la única que puede salvarnos! - ¡¡O la princesa extranjera nos sacará los ojos!! - Marcus miró con cara de circunstancias a Horacius. Excesivo. El otro, como si se lo hubiera leído, se encogió de hombros. - O se lo sacará a los niños. En verdad no nos importaría que se llevara a Seamus un ratito... - ¡Es la princesa! ¡Ahí viene! - Y, efectivamente, por ahí venía.
A Marcus casi se le escapa una carcajada y varios aplausos, porque eso no lo había programado él, pero alguien debió enterarse de su plan y aliñó la historia. Rosie venía montada en un diminuto y gracioso pony, perfecto para su tamaño, al que habían adornado... pues también con retales de la Navidad. - ¡Soy la princesa del Reino de al lado! ¡Muy lejano! - ¿Está lejano o está al lado? - Lucius empujó a Horacius otra vez por la ironía, pero rápidamente se hizo con la función de nuevo. - ¡Oh, princesa! ¿En qué podemos serviros? - ¡Quiero una historia de este pueblo! ¿Quién me la va a dar? - Les señaló con un dramatismo muy gracioso. - ¿Y quienes son esos? - Marcus dio un paso adelante. - Majestad, somos la realeza de este reino. Permitid que solucionemos esto. Mientras tanto, podéis pasear por estas bellas tierras. - Rosie se quedó procesando la frase, demasiado pomposa para el limitado lenguaje de su edad. Al cabo de unos segundos, su vocecilla dijo. - Vale. - Marcus hizo una pronunciada reverencia y tomó el brazo de Alice, marchándose de allí. Fue a abrir la boca, pero sintió al pony ponerse a su altura. Ambos miraron a Rosie. - ¿Puedo ir con vosotros? - Lucius chistó, acercándose. - ¡No, Rosie! Lo demás viene después, ahora se tienen que ir. - Que están de aniversario, tienen que ir a hacer... - Intervino Horacius, y empezó a soltar ridículos besitos en el aire. Marcus movió la mano de la varita y, en mitad de los besitos, Horacius soltó un balido que le desconcertó e hizo a los otros dos desternillarse a su costa. - Un respeto a tu príncipe. - Miró a Alice, sonrió y aceleró el paso, huyendo de allí a la carrera entre risas. - Pues tú me dirás, princesa. Al parecer, si queremos un aniversario tranquilo y sin altercados, debemos localizar a cierto trovador. ¿Por dónde empezamos? -
Hasta que se toparon con su primera parada. O, más bien, su primera parada se topó con ellos. - ¡Alto! ¡Alto! ¡Majestades, alto en nombre del pueblo, necesitamos vuestra ayuda! - Los gemelos corrieron hacia ellos, y Marcus, que debía fingirse sorprendido, tuvo que apretar fuertemente los labios para aguantarse la risa. Se habían metido tanto en la ficcioncita que les había pedido preparar que iban vestidos... Era difícil definir la vestimenta, porque habían cogido lo que claramente eran retales de disfraces de la fiesta de Navidad y estaban hechos un auténtico cuadro. Debían ser algo parecido a pastores, técnicamente. - ¡Altezas! Somos unos humildes campesinos que necesitan de su bondad, ¡porque todos sabemos que sois muy bondadosa! - Dijo Lucius, perfectamente estudiado su papel, en dirección a Alice. Horacius era el que llevaba el rol del escéptico. - Hermano, pierdes el tiempo. ¡Los príncipes y las princesas nunca ayudan a su pueblo! - ¡Yo confío en la bondad de la princesa más buena del mundo! - Rebatió Lucius. Marcus estaba pensando cuánto dinero sería lógico gastarse en chucherías para esos niños, porque ahora mismo querría darles suministro para toda su vida.
Les dejó debatir un buen rato hasta que decidió acortar la actuación. - A ver, decidnos de qué se trata, seguro que podemos ayudar. - ¡Viene la princesa del pueblo vecino, y no sabemos qué hacer para asajalarla! - Horacius dio un codazo a Lucius y le susurró por lo bajo. - Se dice ajalasarla. - De verdad que le estaba costando mucho no reírse. Con la mayor sutileza que pudo, intervino él. - ¿Y como os gustaría agasajarla? - Eso. - Susurró Horacius por lo bajo, chistando como si se hubiera defraudado consigo mismo por corregir mal. Lucius respondió. - Dicen que es una gran fan de las historias, y que va por los pueblos queriendo que le cuenten la historia del pueblo. ¡Pero hemos perdido a nuestro trovador! ¡Se fue! - El nivel de dramatismo era para partirse, pero no quería cohibir. - ¡Y nosotros somos simples pastores! ¡No sabemos narrar una historia como ella quiere! ¡Se enfadará! Y dicen que, cuando se enfada, ¡roba niños! ¿¿Qué vamos a hacer?? ¿Cómo vamos a impedirlo, si...? - ¿...ni siquiera sabemos decir ajasalar? - Murmuró Horacius por lo bajo, quien no estaba disimulando demasiado la gracia que le hacía el dramatismo de su hermano, y ahora fue él quien se llevó un malhumorado manotazo de este. - ¿Qué podemos hacer nosotros? - Intervino Marcus, y los chicos se lanzaron hacia Alice. - ¡Hemos oído que sois una princesa tan lista que sabría narrar una historia, y a la vez tan intrépida y curiosa que seguro encontráis a nuestro perdido trovador! Y tan buena que ayudaríais a estos pobres aldeanos. ¿¿Verdad que lo haríais?? - Marcus suspiró sonoramente, mirando a Alice. - Sé que estamos de aniversario, mi amor, pero no sé... Lo dejo en tu mano, lo que quieras hacer... - ¡Por favor, princesa! ¡Eres la única que puede salvarnos! - ¡¡O la princesa extranjera nos sacará los ojos!! - Marcus miró con cara de circunstancias a Horacius. Excesivo. El otro, como si se lo hubiera leído, se encogió de hombros. - O se lo sacará a los niños. En verdad no nos importaría que se llevara a Seamus un ratito... - ¡Es la princesa! ¡Ahí viene! - Y, efectivamente, por ahí venía.
A Marcus casi se le escapa una carcajada y varios aplausos, porque eso no lo había programado él, pero alguien debió enterarse de su plan y aliñó la historia. Rosie venía montada en un diminuto y gracioso pony, perfecto para su tamaño, al que habían adornado... pues también con retales de la Navidad. - ¡Soy la princesa del Reino de al lado! ¡Muy lejano! - ¿Está lejano o está al lado? - Lucius empujó a Horacius otra vez por la ironía, pero rápidamente se hizo con la función de nuevo. - ¡Oh, princesa! ¿En qué podemos serviros? - ¡Quiero una historia de este pueblo! ¿Quién me la va a dar? - Les señaló con un dramatismo muy gracioso. - ¿Y quienes son esos? - Marcus dio un paso adelante. - Majestad, somos la realeza de este reino. Permitid que solucionemos esto. Mientras tanto, podéis pasear por estas bellas tierras. - Rosie se quedó procesando la frase, demasiado pomposa para el limitado lenguaje de su edad. Al cabo de unos segundos, su vocecilla dijo. - Vale. - Marcus hizo una pronunciada reverencia y tomó el brazo de Alice, marchándose de allí. Fue a abrir la boca, pero sintió al pony ponerse a su altura. Ambos miraron a Rosie. - ¿Puedo ir con vosotros? - Lucius chistó, acercándose. - ¡No, Rosie! Lo demás viene después, ahora se tienen que ir. - Que están de aniversario, tienen que ir a hacer... - Intervino Horacius, y empezó a soltar ridículos besitos en el aire. Marcus movió la mano de la varita y, en mitad de los besitos, Horacius soltó un balido que le desconcertó e hizo a los otros dos desternillarse a su costa. - Un respeto a tu príncipe. - Miró a Alice, sonrió y aceleró el paso, huyendo de allí a la carrera entre risas. - Pues tú me dirás, princesa. Al parecer, si queremos un aniversario tranquilo y sin altercados, debemos localizar a cierto trovador. ¿Por dónde empezamos? -
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Once upon a year Con Marcus | En Ballyknow | 15 de enero de 2003 |
Se tuvo que reír con lo del paseo, claro, porque el aire que corría era helado, y suerte de que no lo era más. — Es que situamos muy estratégicamente nuestro aniversario para calentar el ambiente con nuestro amor. — Dijo dejando un besito sobre su mejilla y dejándose conducir. Asintió profusamente a lo de conocer el pueblo y dijo. — Es lo que tiene una gran urbe como esta, mi amor, nunca la conoces lo suficiente. — Lo mejor de que hiciera tanto frío es que no había nadie en la calle y podían reírse a gritos de sus propias bromas, y menos mal, porque su novio estaba sembrado aquel día.
Obviamente, sabía que algo había esperándola, y no se sorprendió de ver a los pequeños, porque adoraban a Marcus y se entregaban a todo ese tipo de movidas. Ella reaccionó llevándose la mano al pecho. — ¡Pero bueno! ¿Habéis visto esto, mi príncipe? ¿Quiénes son estos jóvenes? — Lo preguntaba en serio, porque por la indumentaria, no se imaginaba exactamente por dónde iba la ficcioncita. Ella se agachó y tomó las manos de Lucius. — Pues por haber sido tan bueno y haber confiado en mí, mi buen campesino, esta princesa os ayudará en tanto esté en su mano. — Estaba disfrutando de lo lindo con aquello. Estos sí te han entendido. — ¿VEIS? Os dije que la princesa era buena. — Horacius cogió una de sus manos. — ¿A ti te parece que esta princesa trabaja mucho? ¡Mira qué manos más lisas! ¡Compáralas con las de nuestra pobre madre! — Estaba haciendo un gran esfuerzo por no echarse a reír. — Pero es porque ella es muy poderosa y no necesita hacer trabajo manual, todo es con la varita. — Si sabrás tú nada de trabajar con la varita… —
La situación era genial, pero Marcus intervino, como buen director, y le vino bien, porque de verdad que no se aguantaba la risa con los niños. De hecho, con lo del trovador se llevó la mano a la boca para contener la expresión, pero que pareciera de gran preocupación. Recibió a los niños, cada uno en un brazo y asintió gravemente. — Nuestro aniversario no importa ahora. Lo mínimo que podemos hacer es regalar unas buenas historias a la princesa, por supuesto, y honrar al pueblo, que sus habitantes se lo merecen. —
Y menos mal que apareció la princesa, porque ya no iba a poder contenerse la risa e iba a romper toda la ficción, aunque ahora lo que casi la rompe fue la adorabilidad. Se llevó las manos a la cara intentando contener un gritito de cuquidad al ver a Rosie en aquel poni tan precioso, toda puesta ella, pero se contuvo para hacer una reverencia. — Alteza. — Cuando se levantó extendió su mano hacia ella, porque la pobre parecía que se había quedado medio rayada con la movidita, y dijo. — De princesa a princesa, pienso traeros la historia más bella de este pueblo. — La niña sintió, recuperando su porte real, y contestó. — Así me gusta. —
Así que, entre risas por la salida de Horacius que había acabado balando, y encantada por el plan, se enganchó de nuevo a su novio y dijo. — Cuando el deber llama, es lo que hay. — Se apoyó en su hombro y dijo. — Me encanta este plan, estoy a tope. Y oye, felicita a Rowan el Verde de mi parte, su compañía de teatro cada vez actúa mejor. Igual dentro de nada hay presupuesto para vestuario. Incluido el del noble corcel de la princesa. — Dicho aquello, señaló en dirección a la plaza. — Tengo una teoría sobre dónde encontrar a nuestro trovador perdido. — Y entre risas, tiró de Marcus hacia la biblioteca. — ¡Hola, Edith! Buenos días. — ¡Oh! ¡Hola jóvenes! — ¿No tendrás un trovador perdido por aquí? — La mujer parpadeó y mantuvo su sonrisa. — Qué forma tan curiosa de pedirme poesía medieval. ¡Me gusta! —
Obviamente, sabía que algo había esperándola, y no se sorprendió de ver a los pequeños, porque adoraban a Marcus y se entregaban a todo ese tipo de movidas. Ella reaccionó llevándose la mano al pecho. — ¡Pero bueno! ¿Habéis visto esto, mi príncipe? ¿Quiénes son estos jóvenes? — Lo preguntaba en serio, porque por la indumentaria, no se imaginaba exactamente por dónde iba la ficcioncita. Ella se agachó y tomó las manos de Lucius. — Pues por haber sido tan bueno y haber confiado en mí, mi buen campesino, esta princesa os ayudará en tanto esté en su mano. — Estaba disfrutando de lo lindo con aquello. Estos sí te han entendido. — ¿VEIS? Os dije que la princesa era buena. — Horacius cogió una de sus manos. — ¿A ti te parece que esta princesa trabaja mucho? ¡Mira qué manos más lisas! ¡Compáralas con las de nuestra pobre madre! — Estaba haciendo un gran esfuerzo por no echarse a reír. — Pero es porque ella es muy poderosa y no necesita hacer trabajo manual, todo es con la varita. — Si sabrás tú nada de trabajar con la varita… —
La situación era genial, pero Marcus intervino, como buen director, y le vino bien, porque de verdad que no se aguantaba la risa con los niños. De hecho, con lo del trovador se llevó la mano a la boca para contener la expresión, pero que pareciera de gran preocupación. Recibió a los niños, cada uno en un brazo y asintió gravemente. — Nuestro aniversario no importa ahora. Lo mínimo que podemos hacer es regalar unas buenas historias a la princesa, por supuesto, y honrar al pueblo, que sus habitantes se lo merecen. —
Y menos mal que apareció la princesa, porque ya no iba a poder contenerse la risa e iba a romper toda la ficción, aunque ahora lo que casi la rompe fue la adorabilidad. Se llevó las manos a la cara intentando contener un gritito de cuquidad al ver a Rosie en aquel poni tan precioso, toda puesta ella, pero se contuvo para hacer una reverencia. — Alteza. — Cuando se levantó extendió su mano hacia ella, porque la pobre parecía que se había quedado medio rayada con la movidita, y dijo. — De princesa a princesa, pienso traeros la historia más bella de este pueblo. — La niña sintió, recuperando su porte real, y contestó. — Así me gusta. —
Así que, entre risas por la salida de Horacius que había acabado balando, y encantada por el plan, se enganchó de nuevo a su novio y dijo. — Cuando el deber llama, es lo que hay. — Se apoyó en su hombro y dijo. — Me encanta este plan, estoy a tope. Y oye, felicita a Rowan el Verde de mi parte, su compañía de teatro cada vez actúa mejor. Igual dentro de nada hay presupuesto para vestuario. Incluido el del noble corcel de la princesa. — Dicho aquello, señaló en dirección a la plaza. — Tengo una teoría sobre dónde encontrar a nuestro trovador perdido. — Y entre risas, tiró de Marcus hacia la biblioteca. — ¡Hola, Edith! Buenos días. — ¡Oh! ¡Hola jóvenes! — ¿No tendrás un trovador perdido por aquí? — La mujer parpadeó y mantuvo su sonrisa. — Qué forma tan curiosa de pedirme poesía medieval. ¡Me gusta! —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
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Freyja
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Once upon a year Con Alice | En Irlanda | 16 de enero de 2003 |
Lo bueno de hacerle ese tipo de ficcioncitas a su Alice era que entraba a todas de cabeza. Disfrutó conteniendo lo máximo posible el entusiasmo por fuera, pero sintiendo que rebotaba por dentro, de la interacción de su novia con sus primos, y en cuanto esta terminó, partieron hacia el destino que ella había elegido. Que, por supuesto, era el correcto, pero tenía que seguir haciendo como que todo aquello le pillaba por sorpresa a él también. - ¿Eso de que... nuestro aniversario ahora no importa...? - Preguntó con una sonrisilla escondida y voz de falsa ofensa. - A ver si me voy a encelar de un grupito de niños. - Se llevó una dramática mano al pecho y suspiró. - Sustituido por un reto. Si es que debí vérmelo venir, las señales eran claras desde los once años... -
Soltó una carcajada mientras él también apoyaba cariñosamente la cabeza sobre la de ella, en su hombro. - Se lo diré. Aunque no sé por qué has dado por hecho que esto es obra de Rowan el Verde, yo no he hallado pistas concluyentes al respecto... Pero sí, siendo un árbol milenarios de los bosques originales de Irlanda, cabe esperar que sea obra suya de alguna manera. - Aspiró una exclamación. - ¿Teatro? ¿Insinúas que nada de esto es cierto? ¿Que son meros impostores? - Y ya sí que se tuvo que echar a reír, pero recuperó rápido la compostura. - Princesa Gallia, por favor, no sea despectiva ni con el pueblo ni con la realeza vecina. - Sabía que le iba a gustar eso, pero no que fuera a ser tan divertido.
Por supuesto que había metido a Edith en el ajo. Pero por supuesto que la mujer no se acordaba. Su abuelo se lo advirtió: es dispersa. Pero claro, ¿cómo iba a hacer un plan en la biblioteca sin contar con la bibliotecaria? Al menos lo tenía que intentar. ¿Qué era lo peor que podía pasar? ¿Que se le olvidara? Sería como no decírselo, entonces. - ¡Ah, Marcus! - La mujer recabó en su presencia y, con una sonrisa y un delatador estiramiento del brazo y señalamiento con el índice, añadió. - Justo ahí he puesto lo que me pediste el otro día. - Ni todos los gestos que hizo con la cara fueron suficientes para parar ese tren. Pues no, lo peor que podía pasar no era que se le olvidara: era que recordara lo pedido pero no el hecho de que fuera una sorpresa. Tenía que salvarlo. - ¿Te refieres a las viandas para mi abuela? - La mujer soltó una carcajada. - ¡Sí, para viandas estoy yo, lo que m...! - POR FIN le vio la cara, pero claro, la frenada exagerada en el discurso tampoco era muy discreta. - ¡Eso! Por favor, dile que se lleve ya esas... lechugas, que solo traen bichos y se comen mis libros. - Y dicho lo cual, entrelazó las manos y empezó a mirar al techo como si fuera la primera vez que lo viera. Marcus suspiró internamente. Muy discreta. Los niños habían resultado mucho mejores compinches.
Marcus carraspeó ligeramente. - Entonces... no te suena haber visto ningún trovador por aquí ¿no? - La mujer alzó las palmas. - No tengo constancia. Pero sí tengo entendido, por lo que los libros medievales me han enseñado, que los trovadores que huyen se suelen refugiar en el bosque. Aunque, si son hombres muy letrados, igual no sepan desenvolverse en lo salvaje. Quizás deberíais daros prisa antes de que se lo coma un lobo. - Marcus fingió la expresión costernada y miró a Alice. - ¡Parece que efectivamente se había fugado! Pero ¿en mitad del bosque? - Miró a la mujer. - ¿Segura, Edith? - Ella se encogió de hombros. - A ver, si pretende esconderse, no creo que esté en la plaza púb... - ¡Un momento! ¿Qué es eso? - "Eso" era, básicamente, uno de los papeles que Marcus había PEDIDO a la mujer que repartiera por la biblioteca y que ahora tenía hecho un montón, junto con el resultado final, en la mesa de dos estantes más a la izquierda fingiendo ser lechuga. En un momento de distracción entre diálogos, había movido discretamente la varita para colocarlo en el suelo relativamente cerca de ellos. Suponía que no le quedaría más remedio que hacer eso mismo con los demás. - ¿Nos acercamos? - Invitó a Alice, aumentando la intriga, y tomaron del suelo la tarjeta, que rezaba lo siguiente:
Marcus miró a Alice y arqueó las cejas. Edith, sibilinamente, había desaparecido en pos de hacer precisamente lo que él le había pedido que hiciera hacía una semana. Sí que lo había entendido, al parecer, pensó sarcástico, pero ante su novia continuó a lo suyo. - ¿Qué habrá querido decir? Yo diría que la pista sigue en esta biblioteca, pero... No sabría por dónde empezar... -
Soltó una carcajada mientras él también apoyaba cariñosamente la cabeza sobre la de ella, en su hombro. - Se lo diré. Aunque no sé por qué has dado por hecho que esto es obra de Rowan el Verde, yo no he hallado pistas concluyentes al respecto... Pero sí, siendo un árbol milenarios de los bosques originales de Irlanda, cabe esperar que sea obra suya de alguna manera. - Aspiró una exclamación. - ¿Teatro? ¿Insinúas que nada de esto es cierto? ¿Que son meros impostores? - Y ya sí que se tuvo que echar a reír, pero recuperó rápido la compostura. - Princesa Gallia, por favor, no sea despectiva ni con el pueblo ni con la realeza vecina. - Sabía que le iba a gustar eso, pero no que fuera a ser tan divertido.
Por supuesto que había metido a Edith en el ajo. Pero por supuesto que la mujer no se acordaba. Su abuelo se lo advirtió: es dispersa. Pero claro, ¿cómo iba a hacer un plan en la biblioteca sin contar con la bibliotecaria? Al menos lo tenía que intentar. ¿Qué era lo peor que podía pasar? ¿Que se le olvidara? Sería como no decírselo, entonces. - ¡Ah, Marcus! - La mujer recabó en su presencia y, con una sonrisa y un delatador estiramiento del brazo y señalamiento con el índice, añadió. - Justo ahí he puesto lo que me pediste el otro día. - Ni todos los gestos que hizo con la cara fueron suficientes para parar ese tren. Pues no, lo peor que podía pasar no era que se le olvidara: era que recordara lo pedido pero no el hecho de que fuera una sorpresa. Tenía que salvarlo. - ¿Te refieres a las viandas para mi abuela? - La mujer soltó una carcajada. - ¡Sí, para viandas estoy yo, lo que m...! - POR FIN le vio la cara, pero claro, la frenada exagerada en el discurso tampoco era muy discreta. - ¡Eso! Por favor, dile que se lleve ya esas... lechugas, que solo traen bichos y se comen mis libros. - Y dicho lo cual, entrelazó las manos y empezó a mirar al techo como si fuera la primera vez que lo viera. Marcus suspiró internamente. Muy discreta. Los niños habían resultado mucho mejores compinches.
Marcus carraspeó ligeramente. - Entonces... no te suena haber visto ningún trovador por aquí ¿no? - La mujer alzó las palmas. - No tengo constancia. Pero sí tengo entendido, por lo que los libros medievales me han enseñado, que los trovadores que huyen se suelen refugiar en el bosque. Aunque, si son hombres muy letrados, igual no sepan desenvolverse en lo salvaje. Quizás deberíais daros prisa antes de que se lo coma un lobo. - Marcus fingió la expresión costernada y miró a Alice. - ¡Parece que efectivamente se había fugado! Pero ¿en mitad del bosque? - Miró a la mujer. - ¿Segura, Edith? - Ella se encogió de hombros. - A ver, si pretende esconderse, no creo que esté en la plaza púb... - ¡Un momento! ¿Qué es eso? - "Eso" era, básicamente, uno de los papeles que Marcus había PEDIDO a la mujer que repartiera por la biblioteca y que ahora tenía hecho un montón, junto con el resultado final, en la mesa de dos estantes más a la izquierda fingiendo ser lechuga. En un momento de distracción entre diálogos, había movido discretamente la varita para colocarlo en el suelo relativamente cerca de ellos. Suponía que no le quedaría más remedio que hacer eso mismo con los demás. - ¿Nos acercamos? - Invitó a Alice, aumentando la intriga, y tomaron del suelo la tarjeta, que rezaba lo siguiente:
"¡Oh, qué pena de este pobre trovador! Si acaso las historias que escriba no puedan ser escuchadas, ¿de qué servirá que las narre? ¡Ojalá los cantares se recogieran en libros! ¡Me esperanzaría tanto saber que así fuera!"
Marcus miró a Alice y arqueó las cejas. Edith, sibilinamente, había desaparecido en pos de hacer precisamente lo que él le había pedido que hiciera hacía una semana. Sí que lo había entendido, al parecer, pensó sarcástico, pero ante su novia continuó a lo suyo. - ¿Qué habrá querido decir? Yo diría que la pista sigue en esta biblioteca, pero... No sabría por dónde empezar... -
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Ivanka
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Once upon a year Con Marcus | En Ballyknow | 15 de enero de 2003 |
Si le había costado contenerse la risa con los niños, con Edith tuvo que mantenerla por el respeto reverencial que como Ravenclaw le tenía a las bibliotecas, pero, si no hubiera sido por eso, ni se habría molestado. De hecho tuvo que taparse la boca para contenerse. — Lechugas. — Dijo mirando a Marcus, en una sonrisa que por muy poquito no se convertía en carcajada de milagro. Y más difícil se puso el asunto cuando vio realmente una lechuga hecha de papeles. Esto tiene que ser una broma, pensó, tapándose la cara para contenerse. Lo mejor es que Edith seguía a lo suyo. — Gracias por los consejos, Edith. Voy ya mismito a buscarlo. — La mujer claramente hacía lo que podía, aunque no la iban a contratar en la compañía de teatro, pero qué menos que agradecerle.
Ya más calmada, aunque aún con ganas de partirse de risa, cogió la nota y la leyó, llevándosela al pecho. — Ay, este pobre trovador. ¿Cómo voy a salvarlo? Viene violentillo el aniversario, eh. Y eso si no se lo come un lobo, como han sugerido por ahí. — Pero tuvo que mirar a Marcus con una ceja alzada. — ¿Cómo que no? ¿A que me ofendo yo? — Dijo con falsa ofensa, como si su novio no hubiera preparado su prueba. — ¿Cuál es el cantar por excelencia? Si hasta su propio título lo dice. — Y con una sonrisa, y sintiéndose como si volara, como si volviera a ser una adolescente por los pasillos de la biblioteca de Hogwarts, incluso dio un par de vueltas sobre sí misma en dirección a la literatura bíblica.
Alargó la mano hacia el Cantar de los Cantares como si hubiera sabido toda la vida dónde estaba y lo abrió casi exactamente por la página que buscaba, lo cual hizo que se cayera la siguiente pista. — ¡Oh! ¡Más mensajes del trovador! Preocupada me tiene… — Levantó el papel a la altura de su cara y leyó, en voz baja. —“¡Quién pudiera alcanzar la pureza de los lirios! ¡Y la brillantez del sol! ¿Acaso hay alguna ciencia capaz de hallar la manera de destilar las cualidades de todo lo más bello? Tanto más quisiera un trovador que poder conseguirlo. He de buscar pues a quien identifica sin sombra todos estos elementos, desde lo más brillante del sol a la pureza de la luna, solo así podré ser un trovador más grande”. — Ladeó una sonrisa y miró el pasaje justo del libro. — Mmmmm qué cosas tan bonitas del amado, así da gusto… ¡Oh! Veo aquí lirios que lleva el amado… Mientras sale el sol, justamente… — Bajó el libro con expresión suspicaz. — ¿No serán los lirios y el sol el símbolo de algún personaje que nosotros relacionamos mucho con nuestra disciplina, por casualidad? — Amplió su sonrisa y besó los labios de Marcus, antes de dejar el libro en su sitio, y de decir. — Estás muy eclesiástico tú, con lo mal que te llevas con los curas. — Y entre risitas salió corriendo al siguiente libro.
San Francisco y su canto de las criaturas le llevaron a Romeo y Julieta, siguiendo la estela amorosa del trovador, y casi tuvo que pelearse con una señora por los cuentos de Beddle el Bardo. Afortunadamente, en la sección de literatura medieval trovadoresca no había nadie y pudo aprovechar para ponerse contra la estantería y coger a su novio y ponerlo frente a ella. — A ver, dime, en esta bonita historia en la que todos acaban muertos… ¿Quién eres tú? ¿Tristán o Isolda? Porque, verás, Isolda era la irlandesa, y Tristán el inglés… Aunque Isolda era la curandera… — Le besó y le hizo cosquillas al mismo tiempo. — Dime, dime tú, que eres el más listo de los dos, como lo era Isolda… ¿Voy a tener que enfrentarme a un dragón para probarte mi valía y así invertimos los roles de género? A Siobhán le va a encantar esta historia. — Y volvió a reírse en bajito, enredada entre los brazos de su novio. Como pudo, desdobló el papelito de la pista, y leyó. — “Fue la noble princesa Isolda la que dio relevancia a la preciosa Isla Esmeralda. ¿No debería un trovador de dicha isla conocer un poco más de historias como la de su querida princesa? ¿Donde podría yo hallar tal conocimiento?" — Se escurrió de los brazos de su novio y levantó las manos. — Supongo que habrá que ir a la sección de folklore. —
Pero se adelantó un poco, porque al llegar, había cientos de libros, casi todos con el lomo en distintos tonos de verde, así que se cruzó de brazos y miró a su novio. — Ahora sí que me he perdido. Voy a necesitar ayuda de un príncipe irlandés y Ravenclaw, como Isolda, que me ayude a elegir entre tanto título. —
Ya más calmada, aunque aún con ganas de partirse de risa, cogió la nota y la leyó, llevándosela al pecho. — Ay, este pobre trovador. ¿Cómo voy a salvarlo? Viene violentillo el aniversario, eh. Y eso si no se lo come un lobo, como han sugerido por ahí. — Pero tuvo que mirar a Marcus con una ceja alzada. — ¿Cómo que no? ¿A que me ofendo yo? — Dijo con falsa ofensa, como si su novio no hubiera preparado su prueba. — ¿Cuál es el cantar por excelencia? Si hasta su propio título lo dice. — Y con una sonrisa, y sintiéndose como si volara, como si volviera a ser una adolescente por los pasillos de la biblioteca de Hogwarts, incluso dio un par de vueltas sobre sí misma en dirección a la literatura bíblica.
Alargó la mano hacia el Cantar de los Cantares como si hubiera sabido toda la vida dónde estaba y lo abrió casi exactamente por la página que buscaba, lo cual hizo que se cayera la siguiente pista. — ¡Oh! ¡Más mensajes del trovador! Preocupada me tiene… — Levantó el papel a la altura de su cara y leyó, en voz baja. —“¡Quién pudiera alcanzar la pureza de los lirios! ¡Y la brillantez del sol! ¿Acaso hay alguna ciencia capaz de hallar la manera de destilar las cualidades de todo lo más bello? Tanto más quisiera un trovador que poder conseguirlo. He de buscar pues a quien identifica sin sombra todos estos elementos, desde lo más brillante del sol a la pureza de la luna, solo así podré ser un trovador más grande”. — Ladeó una sonrisa y miró el pasaje justo del libro. — Mmmmm qué cosas tan bonitas del amado, así da gusto… ¡Oh! Veo aquí lirios que lleva el amado… Mientras sale el sol, justamente… — Bajó el libro con expresión suspicaz. — ¿No serán los lirios y el sol el símbolo de algún personaje que nosotros relacionamos mucho con nuestra disciplina, por casualidad? — Amplió su sonrisa y besó los labios de Marcus, antes de dejar el libro en su sitio, y de decir. — Estás muy eclesiástico tú, con lo mal que te llevas con los curas. — Y entre risitas salió corriendo al siguiente libro.
San Francisco y su canto de las criaturas le llevaron a Romeo y Julieta, siguiendo la estela amorosa del trovador, y casi tuvo que pelearse con una señora por los cuentos de Beddle el Bardo. Afortunadamente, en la sección de literatura medieval trovadoresca no había nadie y pudo aprovechar para ponerse contra la estantería y coger a su novio y ponerlo frente a ella. — A ver, dime, en esta bonita historia en la que todos acaban muertos… ¿Quién eres tú? ¿Tristán o Isolda? Porque, verás, Isolda era la irlandesa, y Tristán el inglés… Aunque Isolda era la curandera… — Le besó y le hizo cosquillas al mismo tiempo. — Dime, dime tú, que eres el más listo de los dos, como lo era Isolda… ¿Voy a tener que enfrentarme a un dragón para probarte mi valía y así invertimos los roles de género? A Siobhán le va a encantar esta historia. — Y volvió a reírse en bajito, enredada entre los brazos de su novio. Como pudo, desdobló el papelito de la pista, y leyó. — “Fue la noble princesa Isolda la que dio relevancia a la preciosa Isla Esmeralda. ¿No debería un trovador de dicha isla conocer un poco más de historias como la de su querida princesa? ¿Donde podría yo hallar tal conocimiento?" — Se escurrió de los brazos de su novio y levantó las manos. — Supongo que habrá que ir a la sección de folklore. —
Pero se adelantó un poco, porque al llegar, había cientos de libros, casi todos con el lomo en distintos tonos de verde, así que se cruzó de brazos y miró a su novio. — Ahora sí que me he perdido. Voy a necesitar ayuda de un príncipe irlandés y Ravenclaw, como Isolda, que me ayude a elegir entre tanto título. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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