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Freyja
Alchemist
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Recuerdo del primer mensaje :
El pájaro en el espino
Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
Hogwarts ha terminado y la vida adulta ha comenzado. Antes de lo que esperaban que sería, Marcus y Alice han tenido que enfrentarse a los peligros de la vida adulta, a contratiempos inesperados y a algunos de sus mayores temores. Pero también han reafirmado, una vez más, como la familia y los amigos siempre luchan juntos. Y ahora comienzan una nueva etapa en la isla esmeralda: Irlanda les espera para ahondar en sus raíces.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.
Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.
Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.
La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.
AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 2
Índice de capítulos
1. Faílte
2. Westering home
3. We are blooming
4. En el corazón de Irlanda
5. Family and nature
6. Rinceoir
7. Interlude
8. Hijos de las estrellas
9. Eureka!
10. Bajo el muérdago
11. Welcome Mr. Lacey - O'Donnell
12. Ireland meets America
13. Bring the bells!
14. Ding, dong, merrily on high
15. An Irish carol
1. Faílte
2. Westering home
3. We are blooming
4. En el corazón de Irlanda
5. Family and nature
6. Rinceoir
7. Interlude
8. Hijos de las estrellas
9. Eureka!
10. Bajo el muérdago
11. Welcome Mr. Lacey - O'Donnell
12. Ireland meets America
13. Bring the bells!
14. Ding, dong, merrily on high
15. An Irish carol
Marcus O'Donnell Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja |
Alice Gallia Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka |
- Post de rol:
- Código:
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Once upon a year Con Alice | En Irlanda | 16 de enero de 2003 |
Soltó una carcajada, y luego otra más, y otra aún más fuerte a las diversas reacciones de Alice ante la noticia de estar allí solos hasta el día siguiente. - Me alegro de que finalmente no te sientas mal, porque es justo tooooodo lo contrario de lo que pretendía con este regalo. - Dijo con expresión pilla. - Y definitivamente se acabaron los juegos que involucran a la familia, dejémoslo para las fiestas calendarizadas. Al menos calendarizadas por ahora, esta lo será tarde o temprano. - La besó él también y se dejó arrastrar hasta el salón, donde aprovechó para ponerse cómodo al igual que ella.
- Oooh. - Dijo abriendo los ojos ante la premisa de un regalo dividido por partes, mirando lo que Alice sacaba con curiosidad. Arqueó varias veces las cejas. - ¿Qué será lo que está reservado para la cena? - Intrigó en voz alta, tras lo cual se frotó las manos y revoloteó los dedos por encima de la bolsita antes de sacar un papelito. Eso sí que le hizo arquear las cejas. - ¡Anda! ¿Y este privilegio? - Comentó divertido y un tanto azorado en lo que Alice le dirigía al sofá, y se puso ridículamente colorado, risita incluida, con lo de la camiseta. - Vaya... sí que vamos a empezar rápido. - La miró entornando el cuello y los ojos hacia atrás, donde ella estaba. - Que no es que me queje ni mucho menos. - Y en lo que no paraba de hablar, Alice le quitó la camiseta. La estancia era cálida, pero hacía tantísimo frío que notó la piel de gallina al quedarse tan desprotegido. Menos mal que se le iba a pasar pronto.
Se le fue pasando conforme su novia iba masajeándole, aunque el roce de las manos de Alice en su piel le hacía concentrarse más en otras sensaciones que no eran las del relax. Volvió a mirar para atrás, con una sonrisita ladina y los ojos entornados. - Gallia... - Dejó caer, arrastrando las sílabas, entre divertido y tentativo. - Sin ánimo de ofender, pero... cada vez te curras menos las excusas para quitarme la camiseta. - Rio entre dientes, mientras cerraba los ojos para disfrutar del masaje. - ¿Y luego no puedo darte yo uno a ti? ¿O eso está en otro papelito? - Y ya si optó por callarse y disfrutar.
Un minuto por lo menos. Se dio la vuelta y la miró, travieso. - Quiero ver qué más cosas hay ahí. - Dijo curioso. - Pero antes... quiero un beso. - Y se acercó a ella, abrazándola y besando sus labios con la tranquilidad de que estaban solos y de que tenían por delante casi veinticuatro horas. - Ups, perdón. - Paró el beso al cabo de un rato, sonando cero convincente en la disculpa. - No quiero que parezca que he parado el masaje porque tenía curiosidad por el resto de papeles pero en verdad lo que quería era besarte. Aunque haya sido exactamente eso lo que ha pasado. - Tonteó, dejando un nuevo beso entre risas, y ya sí sacando otro papel.
- Uh, verdad o reto versión parejas. - La miró con una sonrisilla maliciosa. - Algo me dice que esto me va a poner mucho menos incómodo que cuando jugamos con nuestros amigos... y que me lo voy a pasar MUUUUY bien. - Rio, se mordió el labio y miró hacia arriba, pensando. Se había dejado quitada la camiseta, al parecer ya no tenía tanto frío. - Vale... La verdad es la siguiente: ¿cuándo fue la última vez que... fantaseaste con...? - Hizo una pose chulesca, señalándose y con una caída de ojos. - ¿...Este al que has tenido la desfachatez de desnudar en el primer minuto en plena ola de frío? ¡Pero! Como te conozco y me vas a decir "pues hace cinco minutos", la verdad tiene que incluir el siguiente criterio: que estuviéramos en una situación en la que NO estábamos solos, cuándo fue, qué estaba pasando y con quién o quiénes estábamos. - Puso expresión interesante. - Y si no quieres admitir dicha verdad, pues... el reto es... - Se miró las uñas, prolongando la incertidumbre. - Hmmm... Creo que a ese puré de patatas que está ahí le sentarían divinas ciertas setas que yo no pude conseguir ayer... Aunque sería una pena que desperdiciáramos nuestro valioso y escaso tiempo juntos en que te fueras por ahí con el frío a buscarlas... -
- Oooh. - Dijo abriendo los ojos ante la premisa de un regalo dividido por partes, mirando lo que Alice sacaba con curiosidad. Arqueó varias veces las cejas. - ¿Qué será lo que está reservado para la cena? - Intrigó en voz alta, tras lo cual se frotó las manos y revoloteó los dedos por encima de la bolsita antes de sacar un papelito. Eso sí que le hizo arquear las cejas. - ¡Anda! ¿Y este privilegio? - Comentó divertido y un tanto azorado en lo que Alice le dirigía al sofá, y se puso ridículamente colorado, risita incluida, con lo de la camiseta. - Vaya... sí que vamos a empezar rápido. - La miró entornando el cuello y los ojos hacia atrás, donde ella estaba. - Que no es que me queje ni mucho menos. - Y en lo que no paraba de hablar, Alice le quitó la camiseta. La estancia era cálida, pero hacía tantísimo frío que notó la piel de gallina al quedarse tan desprotegido. Menos mal que se le iba a pasar pronto.
Se le fue pasando conforme su novia iba masajeándole, aunque el roce de las manos de Alice en su piel le hacía concentrarse más en otras sensaciones que no eran las del relax. Volvió a mirar para atrás, con una sonrisita ladina y los ojos entornados. - Gallia... - Dejó caer, arrastrando las sílabas, entre divertido y tentativo. - Sin ánimo de ofender, pero... cada vez te curras menos las excusas para quitarme la camiseta. - Rio entre dientes, mientras cerraba los ojos para disfrutar del masaje. - ¿Y luego no puedo darte yo uno a ti? ¿O eso está en otro papelito? - Y ya si optó por callarse y disfrutar.
Un minuto por lo menos. Se dio la vuelta y la miró, travieso. - Quiero ver qué más cosas hay ahí. - Dijo curioso. - Pero antes... quiero un beso. - Y se acercó a ella, abrazándola y besando sus labios con la tranquilidad de que estaban solos y de que tenían por delante casi veinticuatro horas. - Ups, perdón. - Paró el beso al cabo de un rato, sonando cero convincente en la disculpa. - No quiero que parezca que he parado el masaje porque tenía curiosidad por el resto de papeles pero en verdad lo que quería era besarte. Aunque haya sido exactamente eso lo que ha pasado. - Tonteó, dejando un nuevo beso entre risas, y ya sí sacando otro papel.
- Uh, verdad o reto versión parejas. - La miró con una sonrisilla maliciosa. - Algo me dice que esto me va a poner mucho menos incómodo que cuando jugamos con nuestros amigos... y que me lo voy a pasar MUUUUY bien. - Rio, se mordió el labio y miró hacia arriba, pensando. Se había dejado quitada la camiseta, al parecer ya no tenía tanto frío. - Vale... La verdad es la siguiente: ¿cuándo fue la última vez que... fantaseaste con...? - Hizo una pose chulesca, señalándose y con una caída de ojos. - ¿...Este al que has tenido la desfachatez de desnudar en el primer minuto en plena ola de frío? ¡Pero! Como te conozco y me vas a decir "pues hace cinco minutos", la verdad tiene que incluir el siguiente criterio: que estuviéramos en una situación en la que NO estábamos solos, cuándo fue, qué estaba pasando y con quién o quiénes estábamos. - Puso expresión interesante. - Y si no quieres admitir dicha verdad, pues... el reto es... - Se miró las uñas, prolongando la incertidumbre. - Hmmm... Creo que a ese puré de patatas que está ahí le sentarían divinas ciertas setas que yo no pude conseguir ayer... Aunque sería una pena que desperdiciáramos nuestro valioso y escaso tiempo juntos en que te fueras por ahí con el frío a buscarlas... -
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Once upon a year Con Marcus | En Ballyknow | 15 de enero de 2003 |
Se encogió de hombros con carita de niña buena cuando Marcus se preguntó qué habría para la cena, no comprometiéndose a nada, todo fuera que se le escapara algo. Casi tan inocente como su novio cuando se le puso hasta colorado, haciéndola reír. — ¿Estamos tan a tope con lo de recrear primeras veces que también nos van a dar esos nervios? — Se sentó detrás de su novio y se puso a masajearle. — Hmmm a ver que compruebe. Hay una chimenea, un sofá… Marcus O’Donnell sin camiseta… — Dejó un ligero beso en su nuca. — Solo que aquella vez no teníamos veinticuatro horas ni tanta seguridad… Así que se puede decir que en año y medio hemos mejorado bastante la táctica. — Dejó otro beso en su piel y susurró. — Y la técnica. —
Marcus pronunciando así “Gallia” le hacía sentir cosas, pero se mantuvo fuerte ante semejante acusación. — Podría no currármelas nada. Podría simplemente ir a ti y quitártela cada vez que quisiera tocar tu piel… Porque mi amado es mío y yo soy suya, y eso es así… — Dijo deslizando las manos hacia delante para acariciar su pecho. — Pero tú tienes tus código y yo los respeto. Pero solo porque te quiero, no por falta de ganas o de posibilidad… — Comentó con un tono entre picón y sensual. — Tú puedes darme lo que quieras, mi amor. Pero hay muchas cositas en esa bolsa, que, de hecho, podemos guardar para San Valentín, porque no nos dará tiempo a todas. Ya que te he pegado el espíritu descubridor… Mejor probar más variedad. —
Lo que desde luego era mejor probar eran los besos y los brazos de su amado, que le hicieron sentir una oleada de deseo en todo el cuerpo, pero que decidió estirar, porque claramente había logrado picar la curiosidad de Marcus y todavía podían usar más papelitos. Asintió gravemente sacando los labios. — Oh, por supuesto. Ese secreto permanecerá entre nosotros, mi amor. — Y luego se echó a reír.
Asintió a lo de los amigos. — Hace mucho que no echamos uno de esos. Pero por supuesto que lo prefiero aquí, antes que con Ethan y Hills pensando maldades u Oly siendo demasiado específica.— Se tumbó entre risitas, dejando las piernas por encima del regazo de Marcus y jugueteando con las caricias a sus brazos y su espalda, mientras escuchaba la pregunta. — Siempre tan específico y lleno de condiciones, O’Donnell, terrible lo tuyo. — Se puso a juguetear con su pelo, mirando al techo. — Es difícil porque… Verás, yo vivo así, y creo que ya lo descubriste con el aceite de navarryl. Pero… Nadie quiere ir a por setas en plena ola de frío. — Puso una sonrisita pilla y se incorporó para sentarse en el regazo de su novio, acercando mucho su rostro al de él. — Cuando estábamos volviendo a Irlanda la semana pasada… En la aduana… — Deslizó suavemente los dedos por su garganta hacia su pecho. — No venía nadie más con nosotros, pero estábamos rodeados de gente y… Pensé “uf, si viera a mi novio, con lo guapísimo que es, en una aduana, sin saber quién es siquiera, me acercaría a hablar con él” y luego pensé… A hablar no. Me acercaría a intentar seducirle… Y me lo intentaría llevar a la cafetería a que me invitara a un café aunque fuera… — Se removió un poco en su posición. — E intentaría rozarle… — Dijo bajando su tacto hacia la mano de Marcus y acariciándole fugazmente. — Luego haría como que voy a contarle un secreto… — Se inclinó hacia su oído y susurró. — Y le diría: me has vuelto loca desde que te he visto… — Se separó y sonrió, acariciando su cara. — Y rezaría por haberle vuelto loco a él también. — Entornó los ojos. — Aunque la conclusión era que quería meterte tras la primera puerta que hubiera y hacerlo de pie aunque fuera. — Terminó riendo y se encogió de hombros. — Y luego nada más llegar ¡hala! Medio pueblo aquí. — Le rodeó con los brazos y le besó. — Pero ahora, gracias a mi querido novio, puedo tenerlo. — Y después de besarlo, cogió la bolsita y sacó otro papel. — ¡Oh! Trivia íntimo… Qué te gusta más, menos, y tienes que contar un secretito de índole privada. — Dejó un besito en su cuello. — Y luego lo cuento yo. —
Marcus pronunciando así “Gallia” le hacía sentir cosas, pero se mantuvo fuerte ante semejante acusación. — Podría no currármelas nada. Podría simplemente ir a ti y quitártela cada vez que quisiera tocar tu piel… Porque mi amado es mío y yo soy suya, y eso es así… — Dijo deslizando las manos hacia delante para acariciar su pecho. — Pero tú tienes tus código y yo los respeto. Pero solo porque te quiero, no por falta de ganas o de posibilidad… — Comentó con un tono entre picón y sensual. — Tú puedes darme lo que quieras, mi amor. Pero hay muchas cositas en esa bolsa, que, de hecho, podemos guardar para San Valentín, porque no nos dará tiempo a todas. Ya que te he pegado el espíritu descubridor… Mejor probar más variedad. —
Lo que desde luego era mejor probar eran los besos y los brazos de su amado, que le hicieron sentir una oleada de deseo en todo el cuerpo, pero que decidió estirar, porque claramente había logrado picar la curiosidad de Marcus y todavía podían usar más papelitos. Asintió gravemente sacando los labios. — Oh, por supuesto. Ese secreto permanecerá entre nosotros, mi amor. — Y luego se echó a reír.
Asintió a lo de los amigos. — Hace mucho que no echamos uno de esos. Pero por supuesto que lo prefiero aquí, antes que con Ethan y Hills pensando maldades u Oly siendo demasiado específica.— Se tumbó entre risitas, dejando las piernas por encima del regazo de Marcus y jugueteando con las caricias a sus brazos y su espalda, mientras escuchaba la pregunta. — Siempre tan específico y lleno de condiciones, O’Donnell, terrible lo tuyo. — Se puso a juguetear con su pelo, mirando al techo. — Es difícil porque… Verás, yo vivo así, y creo que ya lo descubriste con el aceite de navarryl. Pero… Nadie quiere ir a por setas en plena ola de frío. — Puso una sonrisita pilla y se incorporó para sentarse en el regazo de su novio, acercando mucho su rostro al de él. — Cuando estábamos volviendo a Irlanda la semana pasada… En la aduana… — Deslizó suavemente los dedos por su garganta hacia su pecho. — No venía nadie más con nosotros, pero estábamos rodeados de gente y… Pensé “uf, si viera a mi novio, con lo guapísimo que es, en una aduana, sin saber quién es siquiera, me acercaría a hablar con él” y luego pensé… A hablar no. Me acercaría a intentar seducirle… Y me lo intentaría llevar a la cafetería a que me invitara a un café aunque fuera… — Se removió un poco en su posición. — E intentaría rozarle… — Dijo bajando su tacto hacia la mano de Marcus y acariciándole fugazmente. — Luego haría como que voy a contarle un secreto… — Se inclinó hacia su oído y susurró. — Y le diría: me has vuelto loca desde que te he visto… — Se separó y sonrió, acariciando su cara. — Y rezaría por haberle vuelto loco a él también. — Entornó los ojos. — Aunque la conclusión era que quería meterte tras la primera puerta que hubiera y hacerlo de pie aunque fuera. — Terminó riendo y se encogió de hombros. — Y luego nada más llegar ¡hala! Medio pueblo aquí. — Le rodeó con los brazos y le besó. — Pero ahora, gracias a mi querido novio, puedo tenerlo. — Y después de besarlo, cogió la bolsita y sacó otro papel. — ¡Oh! Trivia íntimo… Qué te gusta más, menos, y tienes que contar un secretito de índole privada. — Dejó un besito en su cuello. — Y luego lo cuento yo. —
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
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- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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Freyja
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Once upon a year Con Alice | En Irlanda | 16 de enero de 2003 |
Abrió mucho los ojos y la boca. - ¿Que no nos va a dar tiempo a todas? ¿Pretendes dejarme con la intriga un mes? No es justo, tú sí las sabes. - Se encogió de hombros con una caída de ojos. - Y no me importa repetir. - Mejor para él, que ya iría sobresabido y con cosas previamente planeadas, tal y como a él le gustaba. Puso una amplia y graciosa sonrisa a lo de que siempre era específico y lleno de condiciones, asintiendo como un niño bueno y esperando la respuesta. Chasqueó la lengua. - Es verdad, no sería tan cruel de enviarte a por setas en plena ola de frío. - Remarcó. Iba a tener pullitas a eso para media vida, pero no podía evitar reír con ello. Si era por la felicidad de ambos y en pos de una sorpresa de aniversario, se iba a buscar lo que hiciera falta y hasta el fin del mundo si era preciso.
Alice siempre lograba sorprenderle con sus relatos, y lo cierto era que, mientras la escuchaba, notaba el escalofrío por su piel y cómo la miraba se le enturbiaba de deseo, esbozando una boba sonrisa inconsciente. - Uh... Directa a intentar seducir a un desconocido en una aduana... Sí que causo impresión en ti... - Ladeó una sonrisa. - Te invitaría a un café encantado. Aunque no sé si me saldrían las palabras si una chica tan guapa se me acerca así. - Y ya tuvo que soltar el aire lentamente, cerrando los ojos, porque Alice conseguía activar todos sus sentidos como quien pulsa un botón. - Sin duda lo habrías hecho. - Confirmó en un susurro, entornando los ojos hacia ella con evidente deseo. Si bien la conclusión a la que llegó era mucho más evidente que sus miradas, y le hizo abrir mucho los ojos y echarse él también a reír (y volverse a ruborizar). - ¡Pero bueno! Qué falta de protocolo con un desconocido y en un lugar tan lleno de restricciones y estrés. - Bromeó. Al menos Alice era capaz de verbalizar lo que él, a estas alturas del partido, aún no se atrevía a decir por miedo a sonar demasiado indecoroso.
Hizo un dramático aspaviento. - ¡El golpe de realidad! - Porque, efectivamente, nunca imaginaron que en un lugar tan tranquilo como Ballyknow estuvieran TAN rodeados de gente permanentemente. Y se quejaban de Hogwarts. - Uh, trivial. Me gusta. - Arqueó varias veces las cejas y atendió a las premisas. Fue a abrir la boca para lanzar una propuesta, pero Alice se le adelantó, lo cual le hizo reír. - Vale, justo eso quería, reciprocidad: si yo me mojo, tú también. - Alzó ambas palmas. - Aunque me niego a decir lo que menos me gusta, no por nada, sino porque no existe. A mí de Alice Gallia me gusta absolutamente todo. - Se reacomodó en el sofá y miró hacia arriba, con los ojos entrecerrados y mojándose los labios, en exagerada expresión de pensar. - Lo que más... Lo que menos... Y un secreto íntimo... Supongo que "todo", "nada" y "yo no tengo secretos para mi amor" no son respuestas válidas. - Se acarició la barbilla y prolongó unos instantes en silencio, haciendo cómicos ruiditos de pensador. - Lo que más me gusta... Hmmm... - Sonrió de lado. - Creo que lo tengo. - Se incorporó ligeramente para acercarse un poco a ella, y empezó a paladear cada una de las palabras. - Lo que más me gusta de ti es que... eres aire, es decir, eres libre. Y siendo libre, has elegido estar conmigo. Me gusta saber que no te tengo enjaulada, sino que, en tu libertad, eliges estar conmigo. Tengo alma de Slytherin, y eso es un privilegio que me encanta tener. - Se acercó mucho más. - Lo que menos me gusta es los líos en los que me metes a veces. - Dijo con una sonrisa ladina. - No me dejas ni pensar, y yo soy muy de pensar. Tiras de mí y no puedo reaccionar, y odio no tenerlo todo bajo control. - Se acercó más, hasta empezar a inclinarse sobre ella. - ¿Mi secreto más íntimo? - Susurró tentativo, inclinándose más. - Yo creo que tú ya lo sabes o lo sospechas... pero no se lo digas a nadie... - Se mojó los labios. - Resulta que... a este prefecto tan mandón y que le gusta tanto liderar... - Ladeó la cabeza. - Parece que le pone un poquito que no le hagas ningún caso. - Entrecerró los ojos. - No, un poquito no. Me pone muchísimo lo que, supuestamente, es lo peor de ti. Ese es mi secreto. Que no solo eres aire, eres fuego. Y que voy por la vida de asustón y controlador, y nada me pone más que el que me descontroles, y quemarme contigo. - Fue a besarla y, en el último momento, echó ligeramente el cuello hacia atrás con una sonrisa ladina, tentando. - Te toca. -
Alice siempre lograba sorprenderle con sus relatos, y lo cierto era que, mientras la escuchaba, notaba el escalofrío por su piel y cómo la miraba se le enturbiaba de deseo, esbozando una boba sonrisa inconsciente. - Uh... Directa a intentar seducir a un desconocido en una aduana... Sí que causo impresión en ti... - Ladeó una sonrisa. - Te invitaría a un café encantado. Aunque no sé si me saldrían las palabras si una chica tan guapa se me acerca así. - Y ya tuvo que soltar el aire lentamente, cerrando los ojos, porque Alice conseguía activar todos sus sentidos como quien pulsa un botón. - Sin duda lo habrías hecho. - Confirmó en un susurro, entornando los ojos hacia ella con evidente deseo. Si bien la conclusión a la que llegó era mucho más evidente que sus miradas, y le hizo abrir mucho los ojos y echarse él también a reír (y volverse a ruborizar). - ¡Pero bueno! Qué falta de protocolo con un desconocido y en un lugar tan lleno de restricciones y estrés. - Bromeó. Al menos Alice era capaz de verbalizar lo que él, a estas alturas del partido, aún no se atrevía a decir por miedo a sonar demasiado indecoroso.
Hizo un dramático aspaviento. - ¡El golpe de realidad! - Porque, efectivamente, nunca imaginaron que en un lugar tan tranquilo como Ballyknow estuvieran TAN rodeados de gente permanentemente. Y se quejaban de Hogwarts. - Uh, trivial. Me gusta. - Arqueó varias veces las cejas y atendió a las premisas. Fue a abrir la boca para lanzar una propuesta, pero Alice se le adelantó, lo cual le hizo reír. - Vale, justo eso quería, reciprocidad: si yo me mojo, tú también. - Alzó ambas palmas. - Aunque me niego a decir lo que menos me gusta, no por nada, sino porque no existe. A mí de Alice Gallia me gusta absolutamente todo. - Se reacomodó en el sofá y miró hacia arriba, con los ojos entrecerrados y mojándose los labios, en exagerada expresión de pensar. - Lo que más... Lo que menos... Y un secreto íntimo... Supongo que "todo", "nada" y "yo no tengo secretos para mi amor" no son respuestas válidas. - Se acarició la barbilla y prolongó unos instantes en silencio, haciendo cómicos ruiditos de pensador. - Lo que más me gusta... Hmmm... - Sonrió de lado. - Creo que lo tengo. - Se incorporó ligeramente para acercarse un poco a ella, y empezó a paladear cada una de las palabras. - Lo que más me gusta de ti es que... eres aire, es decir, eres libre. Y siendo libre, has elegido estar conmigo. Me gusta saber que no te tengo enjaulada, sino que, en tu libertad, eliges estar conmigo. Tengo alma de Slytherin, y eso es un privilegio que me encanta tener. - Se acercó mucho más. - Lo que menos me gusta es los líos en los que me metes a veces. - Dijo con una sonrisa ladina. - No me dejas ni pensar, y yo soy muy de pensar. Tiras de mí y no puedo reaccionar, y odio no tenerlo todo bajo control. - Se acercó más, hasta empezar a inclinarse sobre ella. - ¿Mi secreto más íntimo? - Susurró tentativo, inclinándose más. - Yo creo que tú ya lo sabes o lo sospechas... pero no se lo digas a nadie... - Se mojó los labios. - Resulta que... a este prefecto tan mandón y que le gusta tanto liderar... - Ladeó la cabeza. - Parece que le pone un poquito que no le hagas ningún caso. - Entrecerró los ojos. - No, un poquito no. Me pone muchísimo lo que, supuestamente, es lo peor de ti. Ese es mi secreto. Que no solo eres aire, eres fuego. Y que voy por la vida de asustón y controlador, y nada me pone más que el que me descontroles, y quemarme contigo. - Fue a besarla y, en el último momento, echó ligeramente el cuello hacia atrás con una sonrisa ladina, tentando. - Te toca. -
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Once upon a year Con Marcus | En Ballyknow | 15 de enero de 2003 |
Agarró las mejillas de su novio y movió suavemente su cara. — Pobrecito, lo que te hacen sufrir entre las setas y las bolsas con sugerencias eróticas… — Dejó un besito en sus labios. — Ya te compensaré tremendo daño. — Y se echó a reír con sus respuesta a su fantasía. — Ohhhh estoy SEGURA de que te saldrían, mi amor… Tú conoces perfectamente tu labia. — Luego movió la cabeza de lado a lado. — Pues precisamente por el estrés y todo eso… ¿No crees que cogerías la espera mucho más tranquilo? Ni te enfadarías con los pobres funcionarios… — Y se echó a reír mientras le acariciaba los rizos. — Me encanta mi protocolario prefecto. —
Puso media sonrisa, porque cuando hizo aquella pregunta ya se imaginaba ella lo que su Marcus iba a decir, pero, afortunadamente, él también se lo imaginaba, así que contestó algo más peculiar. Ladeó la cabeza con un sonidito adorable cuando le dijo lo del aire. — Sí que lo soy. Y te he elegido siempre. Desde que te vi en una barca, que no es una aduana, pero no es tan distinto. — Dijo con una risita tierna. A lo que no le gustaba, entornó los ojos. — Menos mal que era “nada”. Culpable del cargo, señoría, pero no pienso pedir perdón. — Contestó juguetona, negando con la cabeza. — Y no pudo evitar una risilla satisfactoria al secreto, mientras disfrutaba de la cercanía, agarrándose a sus rizos. — Ajá… Fíjate que lo sospechaba… — Le besó y le mordió el labio inferior, siguiendo lo que él había empezado pero se separó. Culpa suya por haber accedido a hacerlo ella también.
— Veamos… Esa respuesta ha sido demasiado bonita como para no cambiar la respuesta picante y un poco burda que iba a dar yo así que… — Hizo como que se ponía pensativa. — Lo que más me gusta de ti es cómo ese cerebro privilegiado tuyo es capaz de hacer esas metáforas, meter la alquimia, nuestras historias, el folklore y todo… En nuestro amor. Haces que mi vida sea un cuento de hadas real, especialmente en días señalados, donde eres capaz de movilizar a todos los niños de nuestra familia y que nos dejen una casa completamente vacía… — Dejó un beso en su frente. — Sin tu mente… No seríamos nada. Y con ella somos el todo. — Pasando los brazos por su cuello y echándose para atrás, continuó. — Lo que menos… Pues tendría que decir, en contestación a lo tuyo, es lo que me cuesta arrastrarte, sobre todo a hacer guarrerías de las que se me ocurren… Con tu “Alice, por favor…” — Dijo imitando el tono de angustia que ponái su novio siempre que ella empezaba con una de sus travesuras. Le dio en la nariz. — Pero al final cedes… Así que no me voy a quejar. Acabo corrompiéndote, que es lo que importa. — Rio otro poco y bajó las manos acariciando su pecho. — Y mi secreto… Que yo creo que no lo es tanto… — Bajó la voz y fijó la vista en él, juntando sus frentes. — Es que me pone muchísimo cuando muestras tu poder, cuando sacas ese carácter mandón y dominante… — Se mordió el labio inferior. — Cuando recuerdo las veces que lo has dejado salir… — Se miró significativamente el brazo, que se había puesto con piel de gallina. — No te puedo ni describir lo que siento. — Inspiró y cerró los ojos, para concentrarse en hacer como que no había dicho nada, y se separó para coger la bolsa y ponerla delante de su novio. — Su turno, señor O’Donnell. —
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Once upon a year Con Alice | En Irlanda | 16 de enero de 2003 |
- ¿Cómo que burda? - Se espantó cómicamente, echándose a reír. Estaba siendo ciertamente divertido aquello. Se había retirado ligeramente después de esos besos que estuvieron a punto de dar por finalizada la dinámica para empezar con otra también bastante divertida. - Eso es precioso. Lo haría, y lo haré, todos los días de mi vida. - Se enterneció. - ¡Alice, por favor! - La parafraseó, riendo una vez más. - Sí que me corrompes... Te parecerá bonito. - Se quejó falsamente, mirándola de reojo. Al juntar su frente a la de ella, la miró directamente a los ojos. Acarició el brazo que acababa de mostrarle. - Me alegro de que te guste... Puedo hacerlo todas las veces que quieras. - Arqueó una ceja. - Y ciertamente, creo que combina bastante bien con el mío. Una simbiosis perfecta. - Añadió, besándola de nuevo.
Movió los dedos por encima de la bolsa, dándole intriga una vez más, y robó uno de los papelitos. - Uuuh, a esto ya hemos jugado. Aunque algo me dice que... es una versión distinta. - Se mojó los labios, leyendo el papelito. - Dos verdades y una mentira. Hay que decir dos cosas que son verdad y una que es mentira, y el otro tiene que adivinarla... Y con un toque picante. Uf, esto me va a costar. ¿Por qué me pones en estos bretes, Gallia? - Dijo riéndose. Se frotó la cara, sin dejar de reír, y empezando a ponerse colorado. - Tener que decir estas cosas en voz alta... - Rio un poco más y, finalmente, miró hacia arriba y suspiró sonoramente. - Está bien, está bien... Para que luego se me acuse de ser soso. - Meditó unos segundos. - Allá voy. Primer estamento: una vez, soñé que hacía un trío contigo y otra persona; Segundo estamento: le pedí un consejo sexual a Olympia una vez; Tercer estamento: el día que expusiste el hechizo Deprimo en Defensa Contra las Artes Oscuras... tuve... digamos... - Se señaló a sí mismo de arriba abajo, sin perder el rubor intenso de las mejillas. - Un pequeño contratiempo anatómico, que me obligó a hacer profundas respiraciones durante un rato y... a bajarme el libro al regazo para disimular. Por suerte, yo ya había expuesto ese día, porque hubiera sido un problema tener que salir después. - Alzó las palmas, aguantando la risilla de vergüenza. - Vale, antes de dar tu veredicto, tienes que decir tú las tres tuyas. Y luego lanzas tu hipótesis sobre la mía y por qué crees que es esa la falsa. -
Movió los dedos por encima de la bolsa, dándole intriga una vez más, y robó uno de los papelitos. - Uuuh, a esto ya hemos jugado. Aunque algo me dice que... es una versión distinta. - Se mojó los labios, leyendo el papelito. - Dos verdades y una mentira. Hay que decir dos cosas que son verdad y una que es mentira, y el otro tiene que adivinarla... Y con un toque picante. Uf, esto me va a costar. ¿Por qué me pones en estos bretes, Gallia? - Dijo riéndose. Se frotó la cara, sin dejar de reír, y empezando a ponerse colorado. - Tener que decir estas cosas en voz alta... - Rio un poco más y, finalmente, miró hacia arriba y suspiró sonoramente. - Está bien, está bien... Para que luego se me acuse de ser soso. - Meditó unos segundos. - Allá voy. Primer estamento: una vez, soñé que hacía un trío contigo y otra persona; Segundo estamento: le pedí un consejo sexual a Olympia una vez; Tercer estamento: el día que expusiste el hechizo Deprimo en Defensa Contra las Artes Oscuras... tuve... digamos... - Se señaló a sí mismo de arriba abajo, sin perder el rubor intenso de las mejillas. - Un pequeño contratiempo anatómico, que me obligó a hacer profundas respiraciones durante un rato y... a bajarme el libro al regazo para disimular. Por suerte, yo ya había expuesto ese día, porque hubiera sido un problema tener que salir después. - Alzó las palmas, aguantando la risilla de vergüenza. - Vale, antes de dar tu veredicto, tienes que decir tú las tres tuyas. Y luego lanzas tu hipótesis sobre la mía y por qué crees que es esa la falsa. -
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Once upon a year Con Marcus | En Ballyknow | 15 de enero de 2003 |
Estaba muerta de risa, de esa risa tontona que le salía cuando estaba en ese modo con Marcus y se ponían a hacer el payaso peligrosamente cerca de hacer otras cosas. — Sí que somos una simbiosis perfecta. —
Enseguida detectó cuál era el papel. — A mí también me encanta, pero tú eres mejor que yo en ello, he de decir. — Y tuvo que entornar los ojos y mover la cabeza. — ¿Ves todo lo que tengo que trabajar para que me acabes siguiendo? — Dijo con tono exagerado, que paró de golpe para mirarle. — Y ese eres tú cada vez que te pones a dramear. Venga, dale, si vas a ganar tú. — Y volvió a reírse, porque así estaba tan a gusto… Como ella había predicho, las tres cosas de su novio eran lo suficientemente inverosímiles para hacerte dudar, pero también lo suficientemente posibles para que pudieran ser simplemente un secretillo que ella no sabía. — Me lanzaría de cabeza al trío porque mi rubia y tú siempre habéis tenido ahí un rollito… — Se llevó un dedo a los labios y le salió una carcajada. — No me imagino, de verdad, que le pidieras a Oly nada relacionado con esto, pero es verdad que tú le pasas mucho más la mano a ella que a nadie, con lo del buen corazón… — Volvió a reírse. — Y el tercero… ¿Deprimo? ¿En serio? — Frotó su nariz con la de él, juguetona.
Asintió a su planteamiento. — Bien, pues allá voy. La primera: Hillary y yo nos hemos besado una vez, para echarle leña a lo del trío, porque le daba cosa no haber besado nunca a nadie y hacerlo mal la primera vez, así que de besó conmigo para practicar. Segunda: una vez, a principios de séptimo, después de todo aquello del aula de pociones, que estábamos superarriba, me fui sin ropa interior a clase con la esperanza de que en la hora libre nos quedáramos solos y me metieras mano y te llevaras la sorpresa, pero no pasó, y vinieron Poppy, Oly, Theo, Ethan… Vamos, no faltaba nadie, y yo sin saber ya cómo cruzar las piernas. — Se rio fuertemente con la cara de Marcus. — Y la última… Los consejos de cómo hacer bien cierta cosa que te hago con la boca… Me los dio Monica Fender. No porque me lo contara a mí, si no porque escuché como se lo contaba a la prefecta que se lo hacía Howard. — Levantó las cejas y se apartó el pelo. — Bien, prefecto, yo creo una verdad es la del Deprimo. Porque, con lo controlador que eres tú, eso no lo podías controlar para nada, y me parece bastante realista. Y la ooootraaaa...— Rio traviesa. — Quiero pensar que es la Oly. Por favor dime que es la Oly y el consejo que te dio. —
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Once upon a year Con Alice | En Irlanda | 16 de enero de 2003 |
Bajó los brazos con expresión de indignada incredulidad. - ¡Y te harás la ofendida! - Respondió, tan picajoso lo que siempre, pero su novia para no variar solo estaba bromeando, así que le sacó la lengua con burla. - Yo no hablo así. - Si no lo decía estallaba, pero por dentro estaba muerto de risa. Tuvo que apretar los labios y limitarse a encogerse de hombros para no delatar nada con sus reacciones a las hipótesis planteadas, mientras esperaba a escuchar lo que Alice tenía que decir.
Y si llega a saber lo que venía a continuación, para el juego. Ya empezó a mirarla con los ojos entornados en señal de "detecto un inminente peligro y no me gusta" mezclado con "ahora es cuando dices que todo es una broma" solo desde la primera frase, y conforme avanzaba iba a peor. A muchísimo peor. - Alice... - Advirtió, temiendo lo que iba a continuación. - Eso no... Eso no es ¿no? No. Tú no te irías así a clase. Eso no... - Seguía diciendo, mirándola como un conejillo cauteloso que no se fía del depredador. - ¿Q...? - Es que ni pudo avanzar, porque Alice empezó a recitar gente que, supuestamente, pasó por allí. - Nooo no no no, eso no pasó. Nop, eso no pasó, no señor... - Ya le daba igual cual fuera la tercera situación: esa, en la cabeza de Marcus, no había pasado y punto.
Tenía que haberse esperado. Ya solo el inicio le hicieron saltar en el sofá, y la mirada entornada se fue al traste, directamente tenía los ojos muy abiertos. - No lo digas. - No tenía ni idea de lo que venía a continuación pero no lo quería saber. - No. - Saltó, literalmente porque con la sílaba subió los pies al sofá del brinco, y el "no" sonó como un latigazo. Monica Fender no podía haberle dicho... ¡Oh, por Merlín! Y, una vez más, Alice ni siquiera había terminado. - NOOOOOOOOO no no no no no no. - Se había levantado y bordeado el sofá, ridículamente, tapándose los oídos y con la estampa que portaba teniendo en cuenta que seguía sin camiseta. - No no no no ALICE. ¿¿Cóm... Qu... Cóm...?? ¡DICES ESO! - Es que ni le salían frases coherentes. Le había entrado calor, así que ahora se abanicaba con la mano como una señora acalorada.
Su novia tan tranquila, como si no acabara de lanzar un sacrilegio sobre tres de las personas más sagradas de su vida. - Yo ya ni sé lo que te he dicho. - Mareado estaba. Se volvió al sofá. - Espera que recapitule y me concentre... Me niego a asumir que es cierta ninguna de esas tres cosas. Bueno, la primera me cuadra, conociendo vuestras ideítas. - Dijo con retintín. - Pero... - Bueno, ciertamente la segunda también podía ser una ideíta descabellada marca Alice. Soltó aire. - Te escucho. Total, no creo que pueda oír ya nada peor. - Determinó, y oyó las hipótesis de su novia.
Suspiró y tuvo que reír. - Pues eres muy lista. Es correcto: esas dos son las verdaderas. - La miró ladino. - Mi corazón, y claramente también mi subconsciente, pertenecen exclusivamente a ti. - Eso no era de todo verdad, porque había tenido sueños que no eran con Alice y que no pensaba reconocer en voz alta. Pero nada de tríos. - Pero las otros dos son ciertas. Verás: el día del Deprimo, lo que estaba siendo deprimente era la clase. Para que hasta yo estuviera a punto de dormirme... Fue en quinto, la profesora Antares había dividido las exposiciones de hechizos básicos en turnos ¿recuerdas? Y en el segundo trimestre, todos los días, dábamos cuarenta y cinco minutos de clase y los otros quince eran de exposición. Pues bien, ese día te tocaba a ti, yo había expuesto ya otro día. En esa clase siempre estaba sentado con Sean. La lección había sido tan extremadamente aburrida que creo que estaba dormido todo el mundo, y el primero en exponer fue Vincent, que es otro que aburre hasta a los girasoles. Detrás ibas tú, con la exposición del Deprimo, y pasaste al frente, con ese ambiente de sobremesa que había, y soltaste un poderoso "PROFESORA ANTARES", que de entrada hizo a todo el mundo reaccionar como ardillas a un paquete de galletas. - Rio. Acto seguido suspiró. - Creo que hasta la profesora estaba un poco dormida, porque puso cara de desconcierto total. Y detrás de esa llamada al orden, empezaste una exposición impecable no solo del hechizo, sino de las implicaciones y el por qué un hechizo de fisura podía ser un enorme peligro, sobre todo, y cito textualmente, "en un área llena de personas en las que, por algún motivo, estén todas bajas de guardia". Y ese tirito... - Siseó. - Digamos que me sentó muy bien. Por si fuera poco, sacaste la varita como quien desenvaina una espada y practicaste una fisura perfecta en el suelo, y fue soltarla y... - Alzó las palmas, con una mueca de resignación. - No soy de piedra, Gallia, y mezclaste mis dos venas: la del conocimiento y la de la demostración de poder. De repente empecé a... darme cuenta de cómo estaba y de que se me había ido totalmente de las manos y me quería morir de vergüenza. Me hice pequeño en el asiento y me tapé disimuladamente con el libro, colorado hasta las orejas y queriéndome morir. He de decir que nuestro momentito en el Club de Duelo había tenido lugar apenas días antes, así que estaba... sensible. - Rio avergonzado. - Sean, nuestro amigo experto en detalles, se dio cuenta. Afortunadamente también tiene corazón de Gryffindor leal, por lo que lejos de burlarse, o por supuesto delatarme, o hacer como si nada, dijo: "tranquilo, he estado en tu situación". Y no dijo nada más. Cuando acabó la clase, sacó un cuaderno y lo puso delante mía, haciendo como que quería repasar algo de la lección para que saliéramos más tarde y me diera tiempo a... recuperarme. Hizo como si nada todo el día, pero a la noche, ya en la habitación, le di las gracias. Se encogió de hombros y me dijo que le había pasado lo mismo con Hillary una vez, y que fue en tercero y ella estaba rebatiéndole enérgicamente a Fenwick y sentada al lado de él, por lo que la situación era mil veces peor, y en ese momento hubiera querido que su compañero de pupitre fuera yo, porque sabe que hubiera actuado como lo hizo él. - Miró hacia arriba, con gesto emotivo. - Es el mejor amigo que uno puede pedir... -
Ahora veía lo más avergonzante: lo de Olympia. - Maldita la hora en la que lo hice, no sabes la de veces que me ha venido con preguntas después, es un milagro que no lo haya hecho delante tuya. - Alzó las palmas. - En mi defensa, aunque lo podrás imaginar, no fui a preguntarle directamente. No soy tonto. - Se frotó la cara, suspirando. - Fue en séptimo, a principio de curso. Layne estaba aún en el puesto de prefecto así que te puedes imaginar el show. Alrededor de octubre se suele tener una reunión con los jefes de casa y con la dirección del colegio para revisar el calendario curricular y hacer propuestas, así como establecer la recogida de sugerencia de los alumnos, repasar nuestras competencias... En fin, un formalismo, aunque yo me lo tomaba muy en serio, no como Layne e Eunice, o los prefectos de Gryffindor, que solían estar viendo el tiempo correr... El caso es que Oly ese día venía... con las auras revueltas, lo llamó ella. Yo no sé qué le pasaba pero tenía ganas de guerra. La cuestión fue que propuso educación sexual, petición que evidentemente se acogió con un rotundo no... Salvo por parte de Kowalsky y de nuestra jefa, la señora Granger. Ella dio un sí, él se abstuvo, y casi convencen a Silver pero Fenwick y Potter estaban radicalmente en contra, y los prefectos tampoco andaban muy por la labor, Layne mofándose, Kyla agobiada, yo me agobié un poco también... pero quise escuchar qué proponía. Y como venía guerrera, pues esa dulzura mística habitual en ella no estaba, y nos regaló un discurso nada ortodoxo de las malísimas prácticas sexuales entre adolescentes. Y el Marcus habitual habría salido traumatizado de aquella reunión... - Hizo una pausa, ladeando varias veces la cabeza. - Pero el Marcus que estaba allí había tenido una exclusiva experiencia de relación sexual completa tras la cual creyó que había perdido a la chica para siempre, con todo un verano rayándose y pensando que quizás lo había hecho todo mal. Así que, una vez más con cara de conejo asustado, pero... atendí con interés. Claro que Oly no es la persona más ortodoxa hablando y encima ese día, insisto, venía enfadada. Al quinto no que le dijeron, enfadando ya también a los adultos, soltó la siguiente frase épica: "así solo vais a conseguir que los hombres piensen que esto es un mete y saca y ya está". Yo sentí que mi alma abandonaba mi cuerpo ante semejante declaración delante de, enumero de nuevo. - Hizo un énfasis muy cómico, contando con los dedos. - SU jefe de casa; NUESTRA jefa de casa; EL OTRO jefe de casa y, ya me ha quedado claro, profesor más guapo del colegio porque no paráis de decirlo; EL DIRECTOR y FENWICK. FEN-WICK. - Volvía a sentir la vergüenza de aquel día. - Kyla al borde del ataque de pánico, los prefectos de Gryffindor despertando para decirle mil veces "joer, Oly, te has pasado". - Imitó con voz absurda. - Layne y Eunice riéndose a su costa y, en el caso del primero, haciendo gestos obscenos, su compañero prefecto intentando la del "yo creo que lo que la prefecta Lewyn quiere decir" y la prefecta Lewyn gritando "SÉ MUY BIEN LO QUE QUIERO DECIR". - Se frotó la cara. - Y yo quería llorar, y encima me lo estaba llevando a lo personal, lo que me faltaba. - Soltó aire por la boca. - Y el director Potter automáticamente dio la reunión por terminada. No pasó al siguiente punto, no: terminada. Y apercibieron a Olympia por no aceptar un no de autoridad como respuesta, y nos obligaron a repetir la reunión, esta vez, en nuestro tiempo libre. ¿Recuerdas que tuve que volver a ir el sábado? Bueno, no entré en detalles, pero por eso fue. Imagina los humos y las caras de los demás, para que se fueran todos mirando mal a Olympia, la Hufflepuff por excelencia. ¿Y quién se quedó allí intentando consolarla y se llevó otra clase magistral sobre sexualidad desde el enfado y luego un tsunami de lágrimas porque "mira qué miraditas y qué auras más feas que me venían como flechitas"? - Se señaló. - Bingo. - Se encogió de hombros. - Y como la vi tan derrotada, y sé lo que es intentar exponer algo y que no te tomen en serio... y yo tenía mi rayada particular... le pregunté... "Oye y... ¿eso del mete saca...?" - Negó, colorado. - Por Merlín, que vergüenza... En fin, me dio una serie de tips muy ilustrativos, yo me aguanté las ganas de llorar y de querer que me tragara la tierra, le di las gracias, ella me pidió un abracito, me dijo OTRA VEZ que haríamos muy buena pareja sexual y me fui a mi maldita habitación a respirar hondo porque en fin, vaya tarde. - Al menos contándolo se tuvo que reír.
- Vale... - Respiró hondo cómicamente. - Ahora, por el bien de mi salud mental, voy a decir que la falsa es la última. ME NIEGO a pensar que... Bueno, sí, Monica es descarada, pero... QUE NO. Esa es mentira, te lo estás inventando para ponerme de los nervios. - La señaló. - Eres malísima conmigo. - Negó. - La de Hillary es que no me sorprendería nada, porque tenéis esas ideas, pero en fin, me cabe tanto en la cabeza como que lo hubiera hecho yo con Sean. ¡UGH! Por favor, qué cosas tenéis... Y la segunda, es que tú tienes esas ideas también, Gallia. Pero dime por el amor de Eire que nadie se dio cuenta, o quizás no salga vivo de este juego. -
Y si llega a saber lo que venía a continuación, para el juego. Ya empezó a mirarla con los ojos entornados en señal de "detecto un inminente peligro y no me gusta" mezclado con "ahora es cuando dices que todo es una broma" solo desde la primera frase, y conforme avanzaba iba a peor. A muchísimo peor. - Alice... - Advirtió, temiendo lo que iba a continuación. - Eso no... Eso no es ¿no? No. Tú no te irías así a clase. Eso no... - Seguía diciendo, mirándola como un conejillo cauteloso que no se fía del depredador. - ¿Q...? - Es que ni pudo avanzar, porque Alice empezó a recitar gente que, supuestamente, pasó por allí. - Nooo no no no, eso no pasó. Nop, eso no pasó, no señor... - Ya le daba igual cual fuera la tercera situación: esa, en la cabeza de Marcus, no había pasado y punto.
Tenía que haberse esperado. Ya solo el inicio le hicieron saltar en el sofá, y la mirada entornada se fue al traste, directamente tenía los ojos muy abiertos. - No lo digas. - No tenía ni idea de lo que venía a continuación pero no lo quería saber. - No. - Saltó, literalmente porque con la sílaba subió los pies al sofá del brinco, y el "no" sonó como un latigazo. Monica Fender no podía haberle dicho... ¡Oh, por Merlín! Y, una vez más, Alice ni siquiera había terminado. - NOOOOOOOOO no no no no no no. - Se había levantado y bordeado el sofá, ridículamente, tapándose los oídos y con la estampa que portaba teniendo en cuenta que seguía sin camiseta. - No no no no ALICE. ¿¿Cóm... Qu... Cóm...?? ¡DICES ESO! - Es que ni le salían frases coherentes. Le había entrado calor, así que ahora se abanicaba con la mano como una señora acalorada.
Su novia tan tranquila, como si no acabara de lanzar un sacrilegio sobre tres de las personas más sagradas de su vida. - Yo ya ni sé lo que te he dicho. - Mareado estaba. Se volvió al sofá. - Espera que recapitule y me concentre... Me niego a asumir que es cierta ninguna de esas tres cosas. Bueno, la primera me cuadra, conociendo vuestras ideítas. - Dijo con retintín. - Pero... - Bueno, ciertamente la segunda también podía ser una ideíta descabellada marca Alice. Soltó aire. - Te escucho. Total, no creo que pueda oír ya nada peor. - Determinó, y oyó las hipótesis de su novia.
Suspiró y tuvo que reír. - Pues eres muy lista. Es correcto: esas dos son las verdaderas. - La miró ladino. - Mi corazón, y claramente también mi subconsciente, pertenecen exclusivamente a ti. - Eso no era de todo verdad, porque había tenido sueños que no eran con Alice y que no pensaba reconocer en voz alta. Pero nada de tríos. - Pero las otros dos son ciertas. Verás: el día del Deprimo, lo que estaba siendo deprimente era la clase. Para que hasta yo estuviera a punto de dormirme... Fue en quinto, la profesora Antares había dividido las exposiciones de hechizos básicos en turnos ¿recuerdas? Y en el segundo trimestre, todos los días, dábamos cuarenta y cinco minutos de clase y los otros quince eran de exposición. Pues bien, ese día te tocaba a ti, yo había expuesto ya otro día. En esa clase siempre estaba sentado con Sean. La lección había sido tan extremadamente aburrida que creo que estaba dormido todo el mundo, y el primero en exponer fue Vincent, que es otro que aburre hasta a los girasoles. Detrás ibas tú, con la exposición del Deprimo, y pasaste al frente, con ese ambiente de sobremesa que había, y soltaste un poderoso "PROFESORA ANTARES", que de entrada hizo a todo el mundo reaccionar como ardillas a un paquete de galletas. - Rio. Acto seguido suspiró. - Creo que hasta la profesora estaba un poco dormida, porque puso cara de desconcierto total. Y detrás de esa llamada al orden, empezaste una exposición impecable no solo del hechizo, sino de las implicaciones y el por qué un hechizo de fisura podía ser un enorme peligro, sobre todo, y cito textualmente, "en un área llena de personas en las que, por algún motivo, estén todas bajas de guardia". Y ese tirito... - Siseó. - Digamos que me sentó muy bien. Por si fuera poco, sacaste la varita como quien desenvaina una espada y practicaste una fisura perfecta en el suelo, y fue soltarla y... - Alzó las palmas, con una mueca de resignación. - No soy de piedra, Gallia, y mezclaste mis dos venas: la del conocimiento y la de la demostración de poder. De repente empecé a... darme cuenta de cómo estaba y de que se me había ido totalmente de las manos y me quería morir de vergüenza. Me hice pequeño en el asiento y me tapé disimuladamente con el libro, colorado hasta las orejas y queriéndome morir. He de decir que nuestro momentito en el Club de Duelo había tenido lugar apenas días antes, así que estaba... sensible. - Rio avergonzado. - Sean, nuestro amigo experto en detalles, se dio cuenta. Afortunadamente también tiene corazón de Gryffindor leal, por lo que lejos de burlarse, o por supuesto delatarme, o hacer como si nada, dijo: "tranquilo, he estado en tu situación". Y no dijo nada más. Cuando acabó la clase, sacó un cuaderno y lo puso delante mía, haciendo como que quería repasar algo de la lección para que saliéramos más tarde y me diera tiempo a... recuperarme. Hizo como si nada todo el día, pero a la noche, ya en la habitación, le di las gracias. Se encogió de hombros y me dijo que le había pasado lo mismo con Hillary una vez, y que fue en tercero y ella estaba rebatiéndole enérgicamente a Fenwick y sentada al lado de él, por lo que la situación era mil veces peor, y en ese momento hubiera querido que su compañero de pupitre fuera yo, porque sabe que hubiera actuado como lo hizo él. - Miró hacia arriba, con gesto emotivo. - Es el mejor amigo que uno puede pedir... -
Ahora veía lo más avergonzante: lo de Olympia. - Maldita la hora en la que lo hice, no sabes la de veces que me ha venido con preguntas después, es un milagro que no lo haya hecho delante tuya. - Alzó las palmas. - En mi defensa, aunque lo podrás imaginar, no fui a preguntarle directamente. No soy tonto. - Se frotó la cara, suspirando. - Fue en séptimo, a principio de curso. Layne estaba aún en el puesto de prefecto así que te puedes imaginar el show. Alrededor de octubre se suele tener una reunión con los jefes de casa y con la dirección del colegio para revisar el calendario curricular y hacer propuestas, así como establecer la recogida de sugerencia de los alumnos, repasar nuestras competencias... En fin, un formalismo, aunque yo me lo tomaba muy en serio, no como Layne e Eunice, o los prefectos de Gryffindor, que solían estar viendo el tiempo correr... El caso es que Oly ese día venía... con las auras revueltas, lo llamó ella. Yo no sé qué le pasaba pero tenía ganas de guerra. La cuestión fue que propuso educación sexual, petición que evidentemente se acogió con un rotundo no... Salvo por parte de Kowalsky y de nuestra jefa, la señora Granger. Ella dio un sí, él se abstuvo, y casi convencen a Silver pero Fenwick y Potter estaban radicalmente en contra, y los prefectos tampoco andaban muy por la labor, Layne mofándose, Kyla agobiada, yo me agobié un poco también... pero quise escuchar qué proponía. Y como venía guerrera, pues esa dulzura mística habitual en ella no estaba, y nos regaló un discurso nada ortodoxo de las malísimas prácticas sexuales entre adolescentes. Y el Marcus habitual habría salido traumatizado de aquella reunión... - Hizo una pausa, ladeando varias veces la cabeza. - Pero el Marcus que estaba allí había tenido una exclusiva experiencia de relación sexual completa tras la cual creyó que había perdido a la chica para siempre, con todo un verano rayándose y pensando que quizás lo había hecho todo mal. Así que, una vez más con cara de conejo asustado, pero... atendí con interés. Claro que Oly no es la persona más ortodoxa hablando y encima ese día, insisto, venía enfadada. Al quinto no que le dijeron, enfadando ya también a los adultos, soltó la siguiente frase épica: "así solo vais a conseguir que los hombres piensen que esto es un mete y saca y ya está". Yo sentí que mi alma abandonaba mi cuerpo ante semejante declaración delante de, enumero de nuevo. - Hizo un énfasis muy cómico, contando con los dedos. - SU jefe de casa; NUESTRA jefa de casa; EL OTRO jefe de casa y, ya me ha quedado claro, profesor más guapo del colegio porque no paráis de decirlo; EL DIRECTOR y FENWICK. FEN-WICK. - Volvía a sentir la vergüenza de aquel día. - Kyla al borde del ataque de pánico, los prefectos de Gryffindor despertando para decirle mil veces "joer, Oly, te has pasado". - Imitó con voz absurda. - Layne y Eunice riéndose a su costa y, en el caso del primero, haciendo gestos obscenos, su compañero prefecto intentando la del "yo creo que lo que la prefecta Lewyn quiere decir" y la prefecta Lewyn gritando "SÉ MUY BIEN LO QUE QUIERO DECIR". - Se frotó la cara. - Y yo quería llorar, y encima me lo estaba llevando a lo personal, lo que me faltaba. - Soltó aire por la boca. - Y el director Potter automáticamente dio la reunión por terminada. No pasó al siguiente punto, no: terminada. Y apercibieron a Olympia por no aceptar un no de autoridad como respuesta, y nos obligaron a repetir la reunión, esta vez, en nuestro tiempo libre. ¿Recuerdas que tuve que volver a ir el sábado? Bueno, no entré en detalles, pero por eso fue. Imagina los humos y las caras de los demás, para que se fueran todos mirando mal a Olympia, la Hufflepuff por excelencia. ¿Y quién se quedó allí intentando consolarla y se llevó otra clase magistral sobre sexualidad desde el enfado y luego un tsunami de lágrimas porque "mira qué miraditas y qué auras más feas que me venían como flechitas"? - Se señaló. - Bingo. - Se encogió de hombros. - Y como la vi tan derrotada, y sé lo que es intentar exponer algo y que no te tomen en serio... y yo tenía mi rayada particular... le pregunté... "Oye y... ¿eso del mete saca...?" - Negó, colorado. - Por Merlín, que vergüenza... En fin, me dio una serie de tips muy ilustrativos, yo me aguanté las ganas de llorar y de querer que me tragara la tierra, le di las gracias, ella me pidió un abracito, me dijo OTRA VEZ que haríamos muy buena pareja sexual y me fui a mi maldita habitación a respirar hondo porque en fin, vaya tarde. - Al menos contándolo se tuvo que reír.
- Vale... - Respiró hondo cómicamente. - Ahora, por el bien de mi salud mental, voy a decir que la falsa es la última. ME NIEGO a pensar que... Bueno, sí, Monica es descarada, pero... QUE NO. Esa es mentira, te lo estás inventando para ponerme de los nervios. - La señaló. - Eres malísima conmigo. - Negó. - La de Hillary es que no me sorprendería nada, porque tenéis esas ideas, pero en fin, me cabe tanto en la cabeza como que lo hubiera hecho yo con Sean. ¡UGH! Por favor, qué cosas tenéis... Y la segunda, es que tú tienes esas ideas también, Gallia. Pero dime por el amor de Eire que nadie se dio cuenta, o quizás no salga vivo de este juego. -
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Once upon a year Con Marcus | En Ballyknow | 15 de enero de 2003 |
Ya sabía ella que el impacto en Marcus iba a ser mayúsculo, pero no iba a darle ni una pista. A él se le daba bien ese juego, pero a ella se le daban mejor esas lides… Tuvo hasta que poner cierta expresión de victoria y contuvo la risa con lo de “no sé ni lo que te he dicho”. Pero no pudo resistir su alegría al oír que había acertado. — ¡Sí! ¡Toma! Pero admite que aunque sea un flash de trío puede que se te haya pasado por la cabeza. Una cosa pequeñita… — Dijo haciendo el gesto con los dedos mientras le hacía cosquillas.
Pero se asentó para oír las historias, porque eso merecía toda su atención. — Cómo sería el día que ni me acuerdo… — Pero cuando contó lo del grito que pegó ya localizó el día. Lo que le dejaba de piedra es que eso le gustara tanto a su novio. — Ooooye, que si eso tiene un efecto tan inmediato en ti… Yo lo hago más. — Se rio y se inclinó a besarle. — Te entiendo, a mí también me pasaba cuando te escuchaba exponer tan clarito o lanzar hechizos perfectos. — Asintió lentamente a lo de que acababa de ser el duelo. — Ah sí… Fueron días duros. Yo no daba una en el club de duelo, tenías que oír a Jacobs… Qué pesadilla, oye. — Pero la risa enorme le dio con lo de Sean. — ¡Cuidado con tu hermano en armas! Sí que es un corazón Gryffindor, eh… ¡Ay, madre! ¡Y lo de Hills! No, no, no, es que este hombre es un caso de estudio. Pero me alegro de que alguien te echara una mano, la verdad… — Le acarició la cara con las dos manos. — Mi pobre y protocolario prefecto. —
Pero llegaba la historia que quería oír ella más que nada. Daría todo lo que había ganado con la licencia solo por conocer aquello. Fuera de que su novio se perdiera en describir todo el protocolo prefectil posible, empezaba a verse venir por dónde iba a salir, y no se equivocó. — Pocas veces en la vida he deseado haber sido prefecta, pero claramente hoy es una de ellas. — Ya no sabía qué le hacía más gracia, y estaba literalmente llorando sin ser capaz de articular ni palabra. — No sé que es mejor. Si imaginarme la cara de Fenwick, la de Kyla o lo de que tu alma abandonó tu cuerpo. No, definitivamente lo de que dieron la reunión por terminada. Claramente temían que Oly se pusiera más gráfica. — Y volvió a caerse de la risa, le dolían hasta las costillas. Y claro, Marcus, como ella había señalado, siempre le pasaba la mano a Oly más de lo que lo haría con cualquiera, y se había arriesgado a ir a consolarla. — Lo mejor de todo. — Dijo tomando aire entre risas. — Es que ella también te trata diferente. Porque a otro le hubiera plantado un morreazo o metido mano. — Volvió a echarse a reír mientras asentía. — Uy sí, seríais una pareja sexual loca… — Y más le atacaban las carcajadas, es que no podía parar. Tomó la cara de su novio y le dejó un besito. — Qué locura, mi amor, me ha encantado, esto es demasiado. Ay, hacía mucho que no me reía tanto. —
Carraspeó y se reasentó, escuchando las pesquisas de su novio, y mantuvo una silenciosa sonrisa hasta que terminó. — Puede que vaya a ser LA PRIMERA VEZ que te gano a esto. — Acarició sus rizos y sacó un pucherito. — Lo siento, mi amor, lo oí. Y lo recordé. Pero deja que te tranquilice un poco al respecto. Ah, y respecto a lo de la ropa interior: creo que ni Ethan se dio cuenta. Básicamente porque lo habría gritado a los cuatro vientos, pero empiezo por lo otro. — Tomó aire y trató de contener las risas. — Como yo era un gatillo curioso en segundo, siempre estaba ojo avizor a lo que hacían las mayores, y me di cuenta de que se iban dos veces por semana a la habitación de Anne y Monica un grupo como de cinco o seis y que si una salía al baño o lo que fuera, dejaban la puerta entornada hasta que volviera. Así que una noche, me quedé despierta y me comí una de las chuches invisibilizadoras que tocaron en los crackers de Navidad, y me acerqué a curiosear. Yo, como buena Ravenclaw, creía que hacían alquimia y leían libros prohibidos, e iba yo toda directa a meterme en medio y exigir mismo trato, pero no, resulta que solo cotilleaban y jugaban a verdad o atrevimiento y se contaban sus cosillas. Bueno, pues yo justo vi cuando le retaron a Monica a decir cuál era su secreto para volver tan loco a Howard. Y ella describió lo que le hacía, y yo, que tenía doce años, no lo entendí. Porque no lo describió TAN bien, si no con eufemismos y tal. Pero claro, yo me quedé ahí renque renque, porque a ver, si volvía loco al prefecto… Para la tranquilidad de tu espíritu, Anne la llamó de todo, le suplicó que no lo contara y hasta se tapó los oídos, lo cual no detuvo a Monica de contarlo. La cosa es que año y medio después, mi tata mantuvo conmigo una mucho más gráfica conversación que me hizo entender y recordar lo que Monica había relatado. Y al principio me horroricé, porque tú y yo nos habíamos tocado como mucho una mano al besarnos en la playa, pero… Luego llegó sexto y uf… Yo no podía olvidarme, y como quería volverte loco… Pues lo hice. Gran éxito como regalo de cumpleaños si me preguntan… — Se había puesto roja hasta ella de acordarse. Negó con la cabeza y levantó las palmas de las manos, inocente. — Y lo de la ropa interior, de verdad, me arrepentí de hacerlo. Acabábamos de acostarnos otra vez en el pasillo, estaba… Como poseída. Me acuerdo que un par de días antes te enseñé el escote detrás de una columna solo para que vieras el sujetador, o sea… Solo quería provocarte todo lo que pudiera y vivir el momento, y ya está, no lo pensé bien, quedó claro… — Se rio de sí misma y se frotó la cara. — Yo estaba incomodísima, pero si me levantaba y me iba al cuarto todo el mundo se iba a poner a preguntar, y si no llego a estar tan avergonzada se me hubiera ocurrido mil excusas, pero… Nada, aguanté hasta el cambio de clase, subí corriendo a ponerme lo que correspondía y llegué solo un pelín tarde a Pociones, aunque tu hermano en armas, por supuesto, hizo unas mil preguntas de “¿cómo has podido llegar tarde si estábamos juntos en el aula de estudio hace quince minutos, y se tardan cinco en bajar aquí y…?” — Entornó los ojos. — Simplemente Sean. — Ladeó la cabeza. — Y lo de Hillary no ibas desencaminado… Porque verás, la idea existió. Pero atiende, porque ahí estábamos, las dos solas, en nuestro cuarto, Donna por ahí. Muy puestas, tomamos aire, nos miramos… Y a mí me da una arcada y a Hillary la risa. Y ahí murió el intento. Ni por la ciencia ni por la práctica podíamos. Es como mi hermana, somos incapaces. — Inspiró y se dejó caer en brazos de su novio. — Ha sido una gran idea contarte estas cosas. ¿Quieres sacar otro papelito o empezamos a comer para quitarte este disgusto? —
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Once upon a year Con Alice | En Irlanda | 16 de enero de 2003 |
Alice le estaba contagiando la risa. - Mira, me alegro de que mis malos ratos hayan servido para algo: para hacerte reír. - Comentó riendo él también, pero mirando cómo Alice se desternillaba con los ojos brillantes. Había pocas cosas que le gustaran más en la vida y le llenaran más el corazón que ver a Alice feliz. Si la iba a ver reírse así, aguantaría todas las reacciones inoportunas de su cuerpo y, lo que era peor, todos los desacertados comentarios de Olympia.
Ya iba a hacer un comentario cómico a eso de que Alice hubiera ganado... cuando cayó en las implicaciones que eso tenía, y se le descuadró la cara. - No. - Suplicó como si acabaran de darle la peor de las noticias. - NO escuchaste eso de ellos. Me niego a creerlo. - Se llevó una mano al pecho con dramatismo y los ojos desencajados mientras Alice intentaba hacer un prólogo. - Pues sí. Más vale que me tranquilices, aunque no sé cómo. - Veía pocas formas de tranquilizarse con semejante información, pero escuchó, y desde luego que empezando por decir que estaba en segundo estaba muy lejos de estar más tranquilo. Abrió mucho los ojos. - ¿¿Te invisibilizaste para espiar?? ¡Eso está prohibido! ¿De verdad pretendes tranquilizarme? - Porque no lo estaba arreglando. Cuando llegó a la parte de Monica se tapó la cara con espanto, porque no quería ni imaginarse la escena, y entendió a la perfección la actitud de Anne (y eso sí le tranquilizó, al menos no se le caía un mito a ese respecto). Soltó aire por la boca. - Hmm... - Respondió a regañadientes a lo del regalo de cumpleaños, porque sí, había sido muy exitoso, pero sin duda hubiera preferido no tener esa información. - Por lo que a mí respecta, esos caramelos podían haberte sentado mal y generarte una confusión que, al comértelos justo antes de dormir, hicieran que soñaras eso y pensaras que era un recuerdo real. - Se diría eso a sí mismo y así se quedaba más tranquilo de verdad.
Se hubiera indignado más por lo de la ropa interior, pero en lo que apretaba los labios con falsa ofensa, se le escapó una carcajada nasal, seguida de una de verdad. - ¿Sabes qué, Gallia? Que merecido te lo tienes, por traviesa. ¿Cómo se te ocurre? Te digo más, ¿cómo se te ocurre ya no solo acudir así a clase, lo cual no es nada protocolario, sino pretender arrastrar en tu imprudencia a un compañero, NO, a un amigoNO, A UN PREFECTO? - Y se echó a reír, limpiándose las lágrimas. - Perdón, perdón, me muero de vergüenza de imaginarlo, pero es que por un momento he imaginado tu momento de darte cuenta de lo que estabas haciendo y... - Y ahora era él quien rodaba del sofá al suelo de la risa. Con lo de Sean directamente le iba a dar algo. - Mira, esto compensa el mal rato que me has hecho pasar con la otra declaración. - Eso sí, lo de Hillary le dejó de una pieza. - ¿¿Una arcada?? - Volvió a reír fuertemente. - ¿Y Hillary no te mató en ese preciso instante? - Pasó otro buen rato riéndose hasta que pudo decir. - Pobre Hills... Si es que solo a vosotras se os ocurre... -
Cuando pudo recuperar el aliento, miró con cierto reproche a Alice. - ¿Tú crees que yo puedo comer después de lo que me has contado? Se me ha cortado el hambre. - Recriminó, si bien en ningún planeta a Marcus se le quitaba el hambre por graves que fueran las declaraciones. - Venga, uno más y comemos. - Concedió, tomando otro papel de la bolsa. Lo sacó, lo leyó, y dejó caer el papel en su mano mirando a Alice con cara de circunstancias. - No me gusta este juego. - Se quejó otra vez, monocorde. - Doy ya mis respuestas: Alice, Alice, y cualquiera menos Alice. ¡Es que no me fio de ti! - Pero rio de nuevo, suspirando y desvelando el juego. - "Sexo, matrimonio o asesinato". Hay que elegir. Y supuestamente yo tengo que darte a tres personas y tú tienes que elegir entre ellas. Veamos... Voy a ponértelo difícil, porque sé que tú vas a hacer lo mismo conmigo, así que eso es lo que hay, Gallia, y si no, no haber hecho este juego. - Rio y pensó unos instantes. - Venga, lo tengo... Mis tres candidatos son, y evidentemente familiaridades aparte, ya que en tu caso no hay consanguineidad así que nos lo podemos permitir: mi primo Frankie, mi primo Andrew y nuestro querido abogado, Edward Rylance. - Dicho lo cual se cruzó de brazos con sonrisilla de superioridad, esperando la respuesta.
Ya iba a hacer un comentario cómico a eso de que Alice hubiera ganado... cuando cayó en las implicaciones que eso tenía, y se le descuadró la cara. - No. - Suplicó como si acabaran de darle la peor de las noticias. - NO escuchaste eso de ellos. Me niego a creerlo. - Se llevó una mano al pecho con dramatismo y los ojos desencajados mientras Alice intentaba hacer un prólogo. - Pues sí. Más vale que me tranquilices, aunque no sé cómo. - Veía pocas formas de tranquilizarse con semejante información, pero escuchó, y desde luego que empezando por decir que estaba en segundo estaba muy lejos de estar más tranquilo. Abrió mucho los ojos. - ¿¿Te invisibilizaste para espiar?? ¡Eso está prohibido! ¿De verdad pretendes tranquilizarme? - Porque no lo estaba arreglando. Cuando llegó a la parte de Monica se tapó la cara con espanto, porque no quería ni imaginarse la escena, y entendió a la perfección la actitud de Anne (y eso sí le tranquilizó, al menos no se le caía un mito a ese respecto). Soltó aire por la boca. - Hmm... - Respondió a regañadientes a lo del regalo de cumpleaños, porque sí, había sido muy exitoso, pero sin duda hubiera preferido no tener esa información. - Por lo que a mí respecta, esos caramelos podían haberte sentado mal y generarte una confusión que, al comértelos justo antes de dormir, hicieran que soñaras eso y pensaras que era un recuerdo real. - Se diría eso a sí mismo y así se quedaba más tranquilo de verdad.
Se hubiera indignado más por lo de la ropa interior, pero en lo que apretaba los labios con falsa ofensa, se le escapó una carcajada nasal, seguida de una de verdad. - ¿Sabes qué, Gallia? Que merecido te lo tienes, por traviesa. ¿Cómo se te ocurre? Te digo más, ¿cómo se te ocurre ya no solo acudir así a clase, lo cual no es nada protocolario, sino pretender arrastrar en tu imprudencia a un compañero, NO, a un amigoNO, A UN PREFECTO? - Y se echó a reír, limpiándose las lágrimas. - Perdón, perdón, me muero de vergüenza de imaginarlo, pero es que por un momento he imaginado tu momento de darte cuenta de lo que estabas haciendo y... - Y ahora era él quien rodaba del sofá al suelo de la risa. Con lo de Sean directamente le iba a dar algo. - Mira, esto compensa el mal rato que me has hecho pasar con la otra declaración. - Eso sí, lo de Hillary le dejó de una pieza. - ¿¿Una arcada?? - Volvió a reír fuertemente. - ¿Y Hillary no te mató en ese preciso instante? - Pasó otro buen rato riéndose hasta que pudo decir. - Pobre Hills... Si es que solo a vosotras se os ocurre... -
Cuando pudo recuperar el aliento, miró con cierto reproche a Alice. - ¿Tú crees que yo puedo comer después de lo que me has contado? Se me ha cortado el hambre. - Recriminó, si bien en ningún planeta a Marcus se le quitaba el hambre por graves que fueran las declaraciones. - Venga, uno más y comemos. - Concedió, tomando otro papel de la bolsa. Lo sacó, lo leyó, y dejó caer el papel en su mano mirando a Alice con cara de circunstancias. - No me gusta este juego. - Se quejó otra vez, monocorde. - Doy ya mis respuestas: Alice, Alice, y cualquiera menos Alice. ¡Es que no me fio de ti! - Pero rio de nuevo, suspirando y desvelando el juego. - "Sexo, matrimonio o asesinato". Hay que elegir. Y supuestamente yo tengo que darte a tres personas y tú tienes que elegir entre ellas. Veamos... Voy a ponértelo difícil, porque sé que tú vas a hacer lo mismo conmigo, así que eso es lo que hay, Gallia, y si no, no haber hecho este juego. - Rio y pensó unos instantes. - Venga, lo tengo... Mis tres candidatos son, y evidentemente familiaridades aparte, ya que en tu caso no hay consanguineidad así que nos lo podemos permitir: mi primo Frankie, mi primo Andrew y nuestro querido abogado, Edward Rylance. - Dicho lo cual se cruzó de brazos con sonrisilla de superioridad, esperando la respuesta.
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Levantó las manos y luego se te pasó la boca haciéndose la sorprendida. — ¡No me digas, prefecto O’Donnell! ¿Y si ahora me echan? ¿Qué hará esta pobre alquimista con su futuro? — Y fingió desmayarse hacia atrás con mucho drama. Pero claro, tuvo que volver a darle la risa con lo de los caramelos, demasiado para las tiernas orejas de su sonrojado amado. Al menos le dio la risa fuerte con la segunda anécdota, a lo que ella solo pudo asentir. — Sí… Ese día la vida fue cruel con Alice Gallia. — Y reírse así con lo de Hillary, hizo que jugueteara haciéndole cosquillas. — ¡Pues que sepas que se lo tomó como un halago! Porque la quiero como a una hermana… — Y le sacó la lengua, aunque se lo estaba pasando de lujo.
Asintió al dramatismo de su novio. — Claaaaaro, claro. No me cabe duda. Tendré que comérmelo yo todo… — Dijo levantando las cejas y mirando a la mesa del comedor. Al oír las respuestas de su novio, mientras se tumbaba de lado en el sofá y se apoyaba en su propia mano, ya supo qué era lo que había salido. — Sabes que esas tres respuestas no me van a valer. — Contestó tranquilamente, mientras jugueteaba con los pies. — No señor, aquí no se va a comer mientras no contestemos los dos. — Espero diligentemente a los candidato y dio un grito ahogado ofendido. — Qué fuerte que estés dispuesto a que mate a uno de esos tres. Qué malicia. — Se quedó pensativa, mirando al fuego con el ceño fruncido, como si se estuviera estrujando mucho el cerebro. — Obviamente me casaría con Rylance. Buena posición, buena persona, es supermono y… Un pelin aburrido, pero bueno, seguro que se han apañado matrimonios peores en las familias mágicas. Respecto a lo otro… Me lo pones muy difícil. Porque verás, por una u otra, acabaría matando a cualquiera de los dos: Frankie por alguna de sus Gryffindoradas y Andrew… Ay, por Erin, si yo fuera Allison me viene con lo de que quiere restaurar el faro y criar al niño ahí y lo asesino. — Ladeó la cabeza varias veces. — Pero es que los tíos del estilo de Frankie no me van nada, así que lo del sexo está descartado. Lo mataría a él y tendría una relación sentimentalmente abierta de parejas sexuales no exclusivas con Andrew. — Se echó a reír y le toco a Marcus en la nariz. — Me toca. — Se mordió los labios y achicó los ojos. — Kyla, Nikkie y Blyth. — Alzó las cejas tres veces seguidas. — Si es que me encanta este juego. —
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- No sé por qué tendrían que no valerte, si son la pura verdad. - Respondió muy digno, y esperó divertido a lo que Alice respondiera. Rio. - No soy yo quien ha fabricado el juego. ¡Que por cierto! ¿Te indignas por tener que matar a otro? ¿Me estás diciendo que lo de casarte y acostarte va bien? Recuerdas que soy tu novio ¿verdad? - Se indignó falsamente, haciéndole cosquillas y riendo. - Me parece una opción inteligente la de Rylance, no dirás que te lo he puesto difícil ahí. Pero ¿cómo que aburrido? No me hagas ofenderme, es un Ravenclaw como los dioses mandan. - Chasqueó la lengua y miró hacia arriba. - Ahora que lo pienso, este juego está mal planteado, porque con quien te cases en teoría también te vas a acostar... - Filosofó antes de seguir atendiendo a su novia. Soltó una carcajada a lo del faro. - Tendrías fácil para matarlo allí, desde luego. - Siguió riendo. - Me da que no todas piensan como tú en cuanto a Frankie, pero me parece una decisión inteligente. Andrew es claramente la persona perfecta para ese tipo de relaciones. - Puso sonrisilla ladina. - Y ya que sois tan abiertos... espero que en tu hipotética relación abierta con Andrew guardaras un momento para venirte conmigo... Aunque sea un gran escándalo estar con dos primos a la vez. -
La señaló como si estuviera en un juicio cuando le dijo los nombres. - ¡Impugno tu propuesta! Kyla es lesbiana, así que me pones en la tesitura de tener que no respetar sus decisiones, de lo contrario solo podría matarla. - Hizo un gesto con la mano. - Porque desde luego que me dejó bien clarito que no me tocaría ni con la varita, antes de confesarme su orientación sexual, dicho sea de paso, lo cual me causó una gran ofensa. Yo no soy Hillary, mi orgullo no se recupera tan fácilmente del asco ajeno. - Bromeó. - Vale, a ver... A pesar de que no soy nada partidario de no respetar los deseos de los demás, como no indica qué tipo de matrimonio sería y ya has hablado de transacciones entre familias mágicas, creo que Kyla sería una buena socia para ello: es inteligente, de buena posición, con muchos contactos en política, entre los dos estaríamos bien situados económicamente, y no levantaría sospechas en cuanto a linaje. Lo de los hijos iba a estar más complicado, y tendría que renunciar a mis correctos principios y... verme a escondidas con mi verdadero amor. - La miró de soslayo. - Un día más obligándome a hacer cosas prohibidas. - Valoró las dos opciones que le quedaban. - Y me temo que me lo has puesto bastante fácil. No conozco apenas a Blyth, y al igual que Frankie, demasiado Gryffindor, o Ave del Trueno en este caso, para mi gusto, así que supongo que la mataría a ella. - Y dejó el silencio estar, con una expresión de disimule digna del peor actor que jamás hubiera existido. Al cabo de unos instantes de soportar la demandante mirada de Alice, chistó. - ¡Oh, venga ya! ¿Me vas a hacer decirlo? Sabes que cualquiera con dos ojos en la cara elegiría a Nicole para... En fin, que me lo has puesto en bandeja, graciosilla. - Es que Nikkie era una mujer MUY atractiva. Pero no le daba la gana de reconocer que la primera vez que la vio le temblaron hasta las pestañas, porque estaba seguro de que su novia ya lo sabía y por eso la había puesto entre las opciones.
Dio una palmada. - Y tras estas bonitas declaraciones nada adaptadas a un caballero medieval como yo: a comer. Antes de que me des más disgustos. - Se levantó y tomó de nuevo el jersey. - Y lo siento, pero en esta comida especial por nuestro aniversario quiero estar bien ataviado... No quieras correr tanto, Gallia. - Dejó caer, guiñándole un ojo, tras lo cual se sentaron a la mesa. - Sabes que aún no he terminado con mis regalitos ¿verdad? - Arqueó varias veces las cejas mientras servía las bebidas de ambos. - Pero quiero darle un poco más de intriga. - Alzó su copa. - Pero antes... Por nosotros. Por el primero de muchos aniversarios. - Brindaron, bebió y comenzó a echarse puré de patatas en su plato. - Ya que estamos con juegos y rankings, te propongo otro, esta vez por nuestro primer aniversario. - Ladeó la sonrisa. - ¿Cuáles han sido, para ti, los tres mejores momentos de este año? Sé que nuestra historia es más larga, pero en honor a este día, contemos solo lo ocurrido entre el dieciséis de enero de dos mil dos y hoy. -
La señaló como si estuviera en un juicio cuando le dijo los nombres. - ¡Impugno tu propuesta! Kyla es lesbiana, así que me pones en la tesitura de tener que no respetar sus decisiones, de lo contrario solo podría matarla. - Hizo un gesto con la mano. - Porque desde luego que me dejó bien clarito que no me tocaría ni con la varita, antes de confesarme su orientación sexual, dicho sea de paso, lo cual me causó una gran ofensa. Yo no soy Hillary, mi orgullo no se recupera tan fácilmente del asco ajeno. - Bromeó. - Vale, a ver... A pesar de que no soy nada partidario de no respetar los deseos de los demás, como no indica qué tipo de matrimonio sería y ya has hablado de transacciones entre familias mágicas, creo que Kyla sería una buena socia para ello: es inteligente, de buena posición, con muchos contactos en política, entre los dos estaríamos bien situados económicamente, y no levantaría sospechas en cuanto a linaje. Lo de los hijos iba a estar más complicado, y tendría que renunciar a mis correctos principios y... verme a escondidas con mi verdadero amor. - La miró de soslayo. - Un día más obligándome a hacer cosas prohibidas. - Valoró las dos opciones que le quedaban. - Y me temo que me lo has puesto bastante fácil. No conozco apenas a Blyth, y al igual que Frankie, demasiado Gryffindor, o Ave del Trueno en este caso, para mi gusto, así que supongo que la mataría a ella. - Y dejó el silencio estar, con una expresión de disimule digna del peor actor que jamás hubiera existido. Al cabo de unos instantes de soportar la demandante mirada de Alice, chistó. - ¡Oh, venga ya! ¿Me vas a hacer decirlo? Sabes que cualquiera con dos ojos en la cara elegiría a Nicole para... En fin, que me lo has puesto en bandeja, graciosilla. - Es que Nikkie era una mujer MUY atractiva. Pero no le daba la gana de reconocer que la primera vez que la vio le temblaron hasta las pestañas, porque estaba seguro de que su novia ya lo sabía y por eso la había puesto entre las opciones.
Dio una palmada. - Y tras estas bonitas declaraciones nada adaptadas a un caballero medieval como yo: a comer. Antes de que me des más disgustos. - Se levantó y tomó de nuevo el jersey. - Y lo siento, pero en esta comida especial por nuestro aniversario quiero estar bien ataviado... No quieras correr tanto, Gallia. - Dejó caer, guiñándole un ojo, tras lo cual se sentaron a la mesa. - Sabes que aún no he terminado con mis regalitos ¿verdad? - Arqueó varias veces las cejas mientras servía las bebidas de ambos. - Pero quiero darle un poco más de intriga. - Alzó su copa. - Pero antes... Por nosotros. Por el primero de muchos aniversarios. - Brindaron, bebió y comenzó a echarse puré de patatas en su plato. - Ya que estamos con juegos y rankings, te propongo otro, esta vez por nuestro primer aniversario. - Ladeó la sonrisa. - ¿Cuáles han sido, para ti, los tres mejores momentos de este año? Sé que nuestra historia es más larga, pero en honor a este día, contemos solo lo ocurrido entre el dieciséis de enero de dos mil dos y hoy. -
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Once upon a year Con Marcus | En Ballyknow | 15 de enero de 2003 |
Alice entornó los ojos con evidencia. — A ver, mi amor, para ellos CREO que sería menos terrible si me acostara o casara que si los matara. CONFÍRMAMELO TÚ, VAYA. — Siguió con la broma exagerada de su novio. Ladeó la cabeza a la apreciación de la trampa del juego. — Depende del matrimonio, pero vamos creo que se refieren a con quien solamente te acostarías y con quien querrías estar para siempre, o crees que os soportaríais… Aunque, ahora que lo dices, no sé si el bueno de Eddie me aguantaría a mí. Mucho infarto seguido para su aburrida vida. — Tomó la cara de Marcus entre sus manos. — Por eso solo soy para ti, mi amor. Eres el único que sabe que emoción controlada es lo mejor. — Entornó los ojos con cansancio a lo de Frankie, pero tuvo que morirse de amor después. — Ohhhh, mi amor. Al final no funcionaría porque yo, al final, me escaparía toda la noche para que me dijeras cosas alquímicas y metafóricas en voz bajita y sin camiseta… ¡Anda! Justo como estas ahora. —
Sí, algo tendría que impugnar, claro. Le dejó hablar mientras iba asintiendo a su solo razonamiento con una sonrisa. — En tu defensa, el asco de Kyla no creo que fuera tan sentido y cariñoso como el mío. — Señaló con evidencia a su razonamiento. — Claro, mi amor. No seríais los primeros ni los últimos. Que se lo digan a Eunice. — Sacó los morritos a lo de Blyth. — Pues es una preciosidad de muchacha, te van mayorcitas, eh… — Le dio un empujoncito en el hombro. — Era un poco trampa, mi amor, lo admito. Hasta a mí me dejó en el sitio cuando la vi. Y el pobre Wren que debe estar ya curado de verla todos los días, como si nada al lado de semejante mujer. — Le dio con el dedo en la nariz. — Además, a ella claramente le van los modositos Ravenclaw. —
Hizo un sonidito de pena a lo del jersey y suspiró muy hondamente. — Tendré que hacer el sacrificio, pero solo porque quiero probar esa comida. Me tienes sorprendida con las habilidades culinarias. — Eso sí, achicó los ojos con malicia a lo de los regalos. — Hmmmm y me has dejado hacer la tontería de los retitos cuando más regalos me esperan, eh… —
El brindis le hizo enternecerse. — Feliz aniversario, mi amor. Pienso celebrar por todo lo alto cada año que sigas amándome. Yo sé que lo haré mientras viva. — Bebió y se quedó revolviendo, enamorada y pensativa su plato, un poco como estaba aquel dieciséis de enero de hacía un año. — Mis tres momentos… — Suspiró. — Voy a tardar dos horas en comer solo pensando… — Rio y negó. — Que no, mi amor, que ya mismo selecciono, si yo soy de mente rápida. — Comió distráidamente y dijo. — Uno de ellos, sin duda, fue en el despacho de Hagen, cuando por fin firmamos aquellos papeles. Sé que no hablamos de Nueva York, pero… Ese día sentí cómo habíamos derrotado a una adversidad que ni siquiera conocíamos y cómo habíamos salido más fuertes… Y todo lo que vino después… Cuando fuimos a Ilvermony, la barbacoa, la salida… Todo. Sentí que habíamos ganado a la muerte misma, a nuestros mayores miedos. Y lo vi en tus ojos. Esos ojos que tanto amo… — Acarició su rostro. — Otro, obviamente, sería cuando salimos del examen de la licencia. La alquimia ha sido tanto tiempo un sueño para nosotros que verlo cumplido fue… Casi no me lo podía creer. — Tomó su mano y la estrechó. — El tercero siempre es el más difícil, ¿sabes? Porque elegiría mil momentos solos, en le campo de lavandas, cuando nos despedimos de Hogwarts o cuando grabamos nuestros nombres en el pasillo. Quizá cuando bajé con el vestido de mi madre las escaleras y te vi abajo esperándome… Pero no hay nada en nuestra vida como construir nuevos sueños… Y eso lo sentí el otro día cuando te di las escrituras del taller. — Besó su mano y rio. — Y no me pidas esto más que parece que hago de menos a los otros momentazos. Te toca. —
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Once upon a year Con Alice | En Irlanda | 16 de enero de 2003 |
Le gustaron los momentos elegidos por Alice, entre otras cosas porque podrían ser perfectamente los tuyos. La escuchó con una sonrisa, asintiendo a todo. Lo cierto y verdad era que, el momento en el despacho de Hagen, él lo tenía en el top de momentos satisfactorios de su vida por algo menos Hufflepuff y más Slytherin de lo que planteaba su novia, a pesar del sabor agridulce por haber cedido en parte a los caprichos de esa gente. Pero a grandes rasgos, dos chicos de dieciocho años con muchísima menos influencia habían ganado a unos ricos poderosos al otro lado del océano, por lo que por supuesto había sido un hito en su vida. Con los otros dos se enterneció, pero cuando terminó, chasqueó la lengua. - Ay que ver, Gallia, ahora me has dejado a mí sin opciones, porque me las has quitado. - Rio y acarició su mano. - Es imposible hacer de menos a ningún momento juntos. Yo tenía en mente esos dos últimos también: la licencia, como uno de los más felices de mi vida en general de hecho, y cuando me diste las escrituras del taller, porque literalmente haces mis sueños realidad. El tercero en el que estaba pensando era cuando nos graduamos, de la mano, como prometimos desde primero. - Encogió un hombro. - Pero como va a parecer que te he copiado, voy a decir algo más original. -
Dio un bocado a la comida antes de seguir. - Si algo disfruto contigo es el día a día, así que... voy a hacer un podium de los momentos cotidianos que más valoro. Porque algo cambió el día que empezamos a salir, y aunque nuestro día a día seguía siendo el mismo... las cosas eran diferentes. Si tuviera que hacer un top de momentos juntos dentro de lo cotidiano, sería, y esto va a sonar profundamente Ravenclaw, estar contigo en clases siendo novios. Quiero decir... seguíamos con nuestro mismo horario, y en algunas clases nos sentábamos juntos y en otras no, pero... cuando me sentaba contigo, o cuando me iba a otra clase, siempre había de fondo un velo de inseguridad. Un "¿y si esto solo lo siento yo?", un "claramente es solo mi amiga, nunca verá nada más". Eso desapareció. Y, cuando estábamos en la misma clase pero sentados separados... recuerdo mirarte en la distancia y que solo con verte se me dibujara una sonrisa en la cara, y te sentía... tan inaccesible. Como si solo pudiera hacer eso: admirarte de lejos. - Se encogió de hombros. - Me iba muy tranquilo a sentarme con Sean sabiendo que iba a besarte en cuanto acabara la clase. Siempre me sentaba muy contento en mi pupitre, y Sean me miraba así. - Puso una muy exagerada expresión de hastío que hizo a ambos reír.
- Otro momento diría que es, simplemente, estar con la familia. Siempre lo hemos estado, pero cuando estábamos con los tuyos, yo estaba tenso de que pensaran de mí que llevaba intenciones más allá de la amistad, ya sabes que siempre fui muy correcto. Y con los míos... Lex y yo hemos tenido bastantes idas y venidas, y si creía que yo mismo, siendo su hermano, le caía mal, evidentemente pensaba que eso era extensible a ti; con mi padre no había problema, aunque no sabía cómo se tomaría que me hiciera novio de la hija de su mejor amigo... Una inseguridad absurda, porque claramente le encantó la idea; y con mi madre... Bueno, creo que no hace falta que te hable del engranaje Horner y como funciona, y estaba plenamente convencido de que no iba a aprobar nuestro... digamos, poco protocolario inicio. - Rio avergonzado. - Cuando nos vi como novios dentro de ambas familias, siendo acogidos como uno más, cuando he conocido a mi familia americana e irlandesa y te han tratado como a una prima... Eso me ha hecho muy feliz. - Rodó los ojos cómicamente. - Aunque ya no sé si juntarte con Andrew viendo lo que piensas de él y su estilo de relaciones... - Bromeó.
- La última... - Comió un poco, ladeando una sonrisilla, y se limpió con la servilleta mientras decía. - Mira, te voy a dar un regalo, que sé que te gusta oírme hablar de esas cosas de las que no me gusta nada hablar. - Dejó la servilleta a un lado, bajó el tono y la miró a los ojos. - Hacer el amor contigo. Todas las veces. Sin miedo a pensar que me estoy excediendo, que esto no es lo que debería hacerse, que solo puedo aspirar a esto, que no es respetuoso o cualquiera de las pamplinas que he llegado a pensar en los seis años previos. Y, por supuesto, sin que me dé una rayada tan grande que me haga tomar decisiones desesperadas como pedirle consejo a Olympia. - Rio, pero luego tomó su mano y dejó un beso en esta. - Te quiero. Como compañera de pupitre, como miembro de mi familia, como amante, como chica graduada, como mujer que se enfrenta al peligro y como alquimista licenciada. En todas tus facetas. -
Se echó hacia atrás en el asiento de nuevo. - Hmm... Y hablando de eso último... - Miró la mesa y suspiró. - Ojalá la alquimia sirviera para multiplicar la comida ¿no? Nos ahorraría mucho trabajo. Tanto tiempo de preparación para que se acabe tan rápido... A veces no son proporcionales las cantidades con el tiempo de trabajo... ni las cosas salen igual de bien según los materiales, mi abuela habla mucho de eso... - La miró pillo, con los ojos entornados. - ¿Quieres tu regalo o no? - Dio por hecho que sí, por lo que alzó la varita, y en apenas segundos tenía un paquete en su mano. Se estaba acomodando ya mucho a lanzar hechizos silenciosos, los más básicos al menos ya los tenía controlados, y el hechizo convocador no iba a ser menos. - Y aún queda otro, pero ese me lo guardo para más adelante en el día. - Le tendió el regalo y esperó a que lo abriera. Del paquete salió un aparato de cobre un poco más grande que la palma de una mano, con tres círculos concéntricos y medidas en todos ellos. Cada uno tenía suspendida una aguja como si fueran manecillas de un reloj: una tenía una especie de estrella, otra un sol y otra una luna. - No pensarás que iba a pasear por París y no te iba a traer algo de la ciudad con más tiendas de alquimia del mundo. Lo compré el día que tuve la reunión con la alquimista Monad. - Se acercó para explicarle. - Es un medidor de esencias pero sujeto a condiciones, en concreto a la hora del día, la época del año y el ciclo lunar. La aguja del sol, además de moverse alrededor de su círculo, se aleja o acerca del mismo en función de la estación, cuando el sol está más cerca o más lejos de la tierra. Se mueve alrededor del círculo en función de la hora del día que sea. La de la luna, como intuirás, se mueve en función de la fase del ciclo lunar. Esa cosa que parece una estrella mide la esencia. Es un aparato que sigue la teoría de la alquimia astronómica, de que las transmutaciones tienen variaciones en función del ciclo lunar, la hora del día y la cercanía al sol. No son variaciones sustanciales pero podría explicar, por ejemplo, que un componente esté más ácido o menos, o más o menos concentrado o sólido. Un poco lo que insiste mi abuela Molly sobre las patatas irlandesas y las inglesas y su influencia en los guisos. - Rio. - Pones lo que quieras transmutar en el centro y la estrella te indicará la cantidad de esencia necesaria, claro que habrá que adaptarlo a la transmutación. Lo he comprado más a nivel investigador, por si queremos hacer comprobaciones en esa teoría, que a nivel práctico para hacer realmente variaciones. Quiero que veamos cuánto de cierto tiene la teoría, y si vemos que sí, compramos otro más avanzado para ese flamante taller nuevo que mi novia me ha regalado. - Puso una sonrisita y añadió. - Así también te quiero: como el sol a la luna. -
Dio un bocado a la comida antes de seguir. - Si algo disfruto contigo es el día a día, así que... voy a hacer un podium de los momentos cotidianos que más valoro. Porque algo cambió el día que empezamos a salir, y aunque nuestro día a día seguía siendo el mismo... las cosas eran diferentes. Si tuviera que hacer un top de momentos juntos dentro de lo cotidiano, sería, y esto va a sonar profundamente Ravenclaw, estar contigo en clases siendo novios. Quiero decir... seguíamos con nuestro mismo horario, y en algunas clases nos sentábamos juntos y en otras no, pero... cuando me sentaba contigo, o cuando me iba a otra clase, siempre había de fondo un velo de inseguridad. Un "¿y si esto solo lo siento yo?", un "claramente es solo mi amiga, nunca verá nada más". Eso desapareció. Y, cuando estábamos en la misma clase pero sentados separados... recuerdo mirarte en la distancia y que solo con verte se me dibujara una sonrisa en la cara, y te sentía... tan inaccesible. Como si solo pudiera hacer eso: admirarte de lejos. - Se encogió de hombros. - Me iba muy tranquilo a sentarme con Sean sabiendo que iba a besarte en cuanto acabara la clase. Siempre me sentaba muy contento en mi pupitre, y Sean me miraba así. - Puso una muy exagerada expresión de hastío que hizo a ambos reír.
- Otro momento diría que es, simplemente, estar con la familia. Siempre lo hemos estado, pero cuando estábamos con los tuyos, yo estaba tenso de que pensaran de mí que llevaba intenciones más allá de la amistad, ya sabes que siempre fui muy correcto. Y con los míos... Lex y yo hemos tenido bastantes idas y venidas, y si creía que yo mismo, siendo su hermano, le caía mal, evidentemente pensaba que eso era extensible a ti; con mi padre no había problema, aunque no sabía cómo se tomaría que me hiciera novio de la hija de su mejor amigo... Una inseguridad absurda, porque claramente le encantó la idea; y con mi madre... Bueno, creo que no hace falta que te hable del engranaje Horner y como funciona, y estaba plenamente convencido de que no iba a aprobar nuestro... digamos, poco protocolario inicio. - Rio avergonzado. - Cuando nos vi como novios dentro de ambas familias, siendo acogidos como uno más, cuando he conocido a mi familia americana e irlandesa y te han tratado como a una prima... Eso me ha hecho muy feliz. - Rodó los ojos cómicamente. - Aunque ya no sé si juntarte con Andrew viendo lo que piensas de él y su estilo de relaciones... - Bromeó.
- La última... - Comió un poco, ladeando una sonrisilla, y se limpió con la servilleta mientras decía. - Mira, te voy a dar un regalo, que sé que te gusta oírme hablar de esas cosas de las que no me gusta nada hablar. - Dejó la servilleta a un lado, bajó el tono y la miró a los ojos. - Hacer el amor contigo. Todas las veces. Sin miedo a pensar que me estoy excediendo, que esto no es lo que debería hacerse, que solo puedo aspirar a esto, que no es respetuoso o cualquiera de las pamplinas que he llegado a pensar en los seis años previos. Y, por supuesto, sin que me dé una rayada tan grande que me haga tomar decisiones desesperadas como pedirle consejo a Olympia. - Rio, pero luego tomó su mano y dejó un beso en esta. - Te quiero. Como compañera de pupitre, como miembro de mi familia, como amante, como chica graduada, como mujer que se enfrenta al peligro y como alquimista licenciada. En todas tus facetas. -
Se echó hacia atrás en el asiento de nuevo. - Hmm... Y hablando de eso último... - Miró la mesa y suspiró. - Ojalá la alquimia sirviera para multiplicar la comida ¿no? Nos ahorraría mucho trabajo. Tanto tiempo de preparación para que se acabe tan rápido... A veces no son proporcionales las cantidades con el tiempo de trabajo... ni las cosas salen igual de bien según los materiales, mi abuela habla mucho de eso... - La miró pillo, con los ojos entornados. - ¿Quieres tu regalo o no? - Dio por hecho que sí, por lo que alzó la varita, y en apenas segundos tenía un paquete en su mano. Se estaba acomodando ya mucho a lanzar hechizos silenciosos, los más básicos al menos ya los tenía controlados, y el hechizo convocador no iba a ser menos. - Y aún queda otro, pero ese me lo guardo para más adelante en el día. - Le tendió el regalo y esperó a que lo abriera. Del paquete salió un aparato de cobre un poco más grande que la palma de una mano, con tres círculos concéntricos y medidas en todos ellos. Cada uno tenía suspendida una aguja como si fueran manecillas de un reloj: una tenía una especie de estrella, otra un sol y otra una luna. - No pensarás que iba a pasear por París y no te iba a traer algo de la ciudad con más tiendas de alquimia del mundo. Lo compré el día que tuve la reunión con la alquimista Monad. - Se acercó para explicarle. - Es un medidor de esencias pero sujeto a condiciones, en concreto a la hora del día, la época del año y el ciclo lunar. La aguja del sol, además de moverse alrededor de su círculo, se aleja o acerca del mismo en función de la estación, cuando el sol está más cerca o más lejos de la tierra. Se mueve alrededor del círculo en función de la hora del día que sea. La de la luna, como intuirás, se mueve en función de la fase del ciclo lunar. Esa cosa que parece una estrella mide la esencia. Es un aparato que sigue la teoría de la alquimia astronómica, de que las transmutaciones tienen variaciones en función del ciclo lunar, la hora del día y la cercanía al sol. No son variaciones sustanciales pero podría explicar, por ejemplo, que un componente esté más ácido o menos, o más o menos concentrado o sólido. Un poco lo que insiste mi abuela Molly sobre las patatas irlandesas y las inglesas y su influencia en los guisos. - Rio. - Pones lo que quieras transmutar en el centro y la estrella te indicará la cantidad de esencia necesaria, claro que habrá que adaptarlo a la transmutación. Lo he comprado más a nivel investigador, por si queremos hacer comprobaciones en esa teoría, que a nivel práctico para hacer realmente variaciones. Quiero que veamos cuánto de cierto tiene la teoría, y si vemos que sí, compramos otro más avanzado para ese flamante taller nuevo que mi novia me ha regalado. - Puso una sonrisita y añadió. - Así también te quiero: como el sol a la luna. -
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Once upon a year Con Marcus | En Ballyknow | 15 de enero de 2003 |
Ladeó la cabeza con ternura y dijo. — Ohhhhh, mi amor, a mí también me encanta la cotidianeidad contigo. Es lo que más me está gustando de Irlanda, de hecho, el poder levantarnos juntos, desayunar, saber que simplemente iremos al taller, pondremos la mesa para comer… Es genial. — Y acarició sus rizos de puro amor, mientras escuchaba el podium de esos momentos. — Uf, reconozco esos pensamientos… Y fue un peso tan grande quitármelos… Que definitivamente tenían que estar el podio los momentos. — Negó con la cabeza. — Anda que… Mirándome de lejos… — Y se inclinó para besarle, porque no lo quería lejos ningún segundo si era posible y quería demostrárselo.
Asintió y suspiró un poquito con lo de la familia, porque ella sentía exactamente lo mismo con los O’Donnell. — Para mí con los Gallia era distinto, simplemente sentía que sabían que yo no era para ti, al fin y al cabo… Mi abuela fue la que dijo toda segura la infame frasecita… Y lo que hacía era malinterpretar lo que todos pensaban que era que tarde o temprano íbamos a estar juntos. — Suspiró y puso cara de evidencia. — Y por eso hay que decir las cosas, siempre es mejor, porque estas dos cabezas… Viajan solas. — Dijo señalándose su frente y luego la de su novio. Pero se tuvo que reír con lo de la familia de Irlanda. — Es tan bonito, he sentido que estaba en mi hogar desde que llegué… La verdad es que entiendes a la abuela. Irlanda se siente casa, y nadie podría hacerme cambiar de opinión. — Se echó a reír a lo de Andrew. — Recuerda que también te dije que lo empujaría desde lo alto del faro. Suerte tiene de que su mujer no lo haga, y veremos si no lo acaban haciendo sus hermanas. —
Tuvo que alzar la ceja ante lo que dijo y abrió la boca de la sorpresa. — Esa sí que no me la vi venir. — Alzó una ceja. — Aunque… No puedo decir que no lo comparta, lo que pasa que no te lo digo mucho porque te saco los colorcitos con ello. — Dijo pellizcándole el moflete un poquito. Cada palabra la puso más mimosa, y más se pegó a su novio. — Pues claro que está bien, está genial, es de lo mejor que hago en mi vida. Y es instinto puro, todo me sale tan… Como lo que debería ser. — Le miró de más cerca, acurrucada contra él. — Alice. Para ti no soy todo eso. Para ti siempre he sido Alice, incluso cuando yo no quería serlo, y te adoro por eso, porque tú siempre has sabido verme a mí, entera, mejor que nadie. —
Levantó las manos, sorprendida. — ¿Pero cuántos regalos tienes, O’Donnell? ¿Te sacaste la licencia de Cristal y no me lo dijiste y estás cobrando más que yo o qué? — Preguntó muy dramática. Pero tampoco se detuvo demasiado en hacer el tonto, porque ya quería abrirlo. Por unos segundos, se quedó sin palabras y con la boca abierta. Parpadeó y le miró. — Ahora soy yo la que quiere el giratiempo, para ir a París contigo y ver a la alquimista Monad y poder ver las tiendas donde venden cosas como estas. — Escuchó la explicación, mientras acariciaba el artefacto con los dedos. — Es extremadamente preciso. El abuelo nos lo va a robar, porque no para de quejarse de cómo todo lo que tiene aquí está anticuadísimo, y sin embargo mira esto… Es… — Resopló y rio. — Estoy teniendo tantas ideas ahora mismo que necesitaría con urgencia un pensadero. — Se giró a mirarle y puso media sonrisilla. — ¿No te estarás acercando un poquito aunque sea a la teoría albináurica, verdad? ¿Te gustó lo que viste en el laboratorio de la alquimista Monad? — Rio un poco y le acarició. — Me gusta mucho la analogía con las patatas. Es muy real, y lo vamos a usar con mucha sabiduría. — Le besó. — Y yo a ti como la luna al sol que la ilumina. Eso haces tú conmigo. —
Tiró de su novio de nuevo hacia el sofá y le hizo tirarse sobre él, el uno al lado del otro. — Mi regalo es para la cena, lo has adivinado antes… Pero lo importante es que está construido sobre nuestros sueños. — Acarició sus rizos y le miró con devoción. — Ya hemos repasado nuestros mejores momentos… Creo que es hora de que nos digamos nuestros sueños para el futuro, porque una de las cosas que más me han gustado de estar juntos es que ahora sé que mi futuro es a tu lado. — Puso una sonrisa pícara y bajó la voz. — Y por cada sueño… Le quitamos una prenda al otro… ¿Qué me dices, prefecto? —
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Alzó las manos, riendo y excusándose. - En mi defensa... - Empezó con énfasis. - ...Mi regalo era el que aún no te he dado, ese lo tenía muy claro, y esta comida, aunque evidentemente quería regalarte otra cosa. Cuando Nancy me recomendó el libro ya era demasiado tarde para regalártelo para Navidad, así que me vino muy bien para añadirlo a los regalos. Luego, hablando con las chicas empezaron a picarme con el aniversario, y una cosa llevó a la otra... y aquí estamos, con veinticuatro horas libres. Lo de los niños ya te lo he dicho, me perseguían, ¿qué le voy a hacer? Ah, y este, pues claro, no iba a desperdiciar la oportunidad estando en París, pero ese fue improvisado, te lo hubiera comprado igualmente aun no habiendo aniversario de por medio, no dirás que no merecía la pena. - Y si hubiera tenido más días hubiera comprado más cosas, porque así era él.
Siseó y ladeó varias veces la cabeza. - Algo me dice que el abuelo no es muy de esa corriente, pero lo podemos intentar. - Volvió a reír, porque de verdad que estaba extremadamente feliz. Aunque la pregunta de Alice le hizo abrir mucho los ojos. - ¿Albináurico yo? ¿Me conoces de algo? - Bufó. - Tú no sabes la tensión que pasé en ese sitio. No voy a negar que fue interesante conocerla, pero si puedo no volver a verla más, no lloraré. No sé si me hacen gracia... Parecen un poco... sectarios. - Pero le dio buenas ideas. Aún tenía que darles forma, pero podía sacar un buen material de aquel encuentro. Alzó un índice. - Cuando tengamos un momento libre, tenemos que investigar la alquimia culinaria. No es una broma, yo creo que hay potencial. - No era la primera vez que lo dejaba caer.
Se dejó arrastrar por su novia y puso expresión interesante. - Uhhh... Todo lo que tiene que ver contigo está construido sobre mis sueños, pero si encima lo resaltas... - Puso expresión mimosa mientras le acariciaba y la escuchaba. - Hmm... Me gusta. - Arqueó las cejas cuando terminó. - Eso me gusta aún más. - Apuntó. Se mordió el labio y se recolocó para mirarla. - Bien... Pues empiezo... - Comenzó, acariciando su pierna hacia arriba. - Voy a ir... de menos a más ambicioso... - Se mojó los labios una vez más. - Sueño con... poder desayunar contigo cara mañana. Despertarme, verte, darte un beso de buenos días y desayunar juntos. Que seamos lo primero que veamos al despertar, y lo último antes de dormir. - Y la mano que la acariciaba había llegado al límite de su jersey, el cual levantó poco a poco hasta quitárselo. Había una camiseta debajo, lo que le hizo reír entre dientes. - Vaya, esto van a ser muchos sueños. -
Siseó y ladeó varias veces la cabeza. - Algo me dice que el abuelo no es muy de esa corriente, pero lo podemos intentar. - Volvió a reír, porque de verdad que estaba extremadamente feliz. Aunque la pregunta de Alice le hizo abrir mucho los ojos. - ¿Albináurico yo? ¿Me conoces de algo? - Bufó. - Tú no sabes la tensión que pasé en ese sitio. No voy a negar que fue interesante conocerla, pero si puedo no volver a verla más, no lloraré. No sé si me hacen gracia... Parecen un poco... sectarios. - Pero le dio buenas ideas. Aún tenía que darles forma, pero podía sacar un buen material de aquel encuentro. Alzó un índice. - Cuando tengamos un momento libre, tenemos que investigar la alquimia culinaria. No es una broma, yo creo que hay potencial. - No era la primera vez que lo dejaba caer.
Se dejó arrastrar por su novia y puso expresión interesante. - Uhhh... Todo lo que tiene que ver contigo está construido sobre mis sueños, pero si encima lo resaltas... - Puso expresión mimosa mientras le acariciaba y la escuchaba. - Hmm... Me gusta. - Arqueó las cejas cuando terminó. - Eso me gusta aún más. - Apuntó. Se mordió el labio y se recolocó para mirarla. - Bien... Pues empiezo... - Comenzó, acariciando su pierna hacia arriba. - Voy a ir... de menos a más ambicioso... - Se mojó los labios una vez más. - Sueño con... poder desayunar contigo cara mañana. Despertarme, verte, darte un beso de buenos días y desayunar juntos. Que seamos lo primero que veamos al despertar, y lo último antes de dormir. - Y la mano que la acariciaba había llegado al límite de su jersey, el cual levantó poco a poco hasta quitárselo. Había una camiseta debajo, lo que le hizo reír entre dientes. - Vaya, esto van a ser muchos sueños. -
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Once upon a year Con Marcus | En Ballyknow | 15 de enero de 2003 |
— Pues tengo varias cosas que agradecerle a Nancy, porque uno de tus regalos también me lo ha proporcionado ella, y con el otro me he dejado ayudar por mucha gente… Al final van a ser más buenos guardando secretos de lo que parece. — Le dio muchos besitos chiquititos. — Merece la pena todo lo me das, mi amor. Me mimas demasiado. —
Le picó en las costillas mientras se reía. — Albináurico tú, sí señor. O no hubieras comprado esto… — Levantó la mirada, soñadora, hacia el techo. — Me encantaría ver su taller, todo eso que tú viste, oírla hablar de sus cosas… — Volvió a enfocar los ojos de Marcus. — ¿No te mata por dentro pensar que ellos saben que cosas que nosotros no? Solo por eso no podría dejarla escapar. — Y terminó mordiéndose el labio, dejando volar la imaginación. Alzó las cejas a la afirmación de su novio y le acarició la cara, pero sin dejar de imaginar. — Sí, bueno, para eso también, pero yo estaba tirando más por… Cristales inteligentes, ya te lo explicaré. —
Suspiró con el tacto de su novio por su pierna y rio, dejándose quitar el jersey. — Me encanta ese sueño. No me parece pequeño, es todo un privilegio, y pienso disfrutarlo y hacer porque se cumpla. — Pasó sus manos por la cintura de su novio, debajo del jersey. — Yo ya me había abierto este camino, pero… Allá va… — Se acercó a su rostro. — Sueño… Con el día en el que vengan alquimistas internacionales a buscarte a nuestra puerta, como hizo Celik con tu abuelo, y que me cuentes todo lo que descubres, que lo probemos en nuestro taller y pasemos noches enteras estudiando y descubriendo, llegando a donde nadie ha estado antes. — Le quitó el jersey y acarició todo su torso. — No es pequeño, pero es que me regalas instrumentos alquímicos y esto es lo que hay. —
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- Sí que es un privilegio. Me gustan los privilegios. - Comentó, acariciando su piel levemente. Entrecerró los ojos. - Y ya me explicarás qué es eso de los cristales... en otro momento... no quisiera interrumpir esta dinámica, ya sabes que soy un chico ordenado. - Le gustaban las innovaciones alquímicas, pero las innovaciones de Alice le gustaban mucho más. Chasqueó la lengua. - Eres tú muy rápida... Yo diría que fue un poco de trampa... - La picó.
Ese sueño le activaba en todos los sentidos y Alice lo sabía. Se dejó quitar el jersey, soltando aire por la nariz. - Vaya. Eso es empezar fuerte. - Ladeó la cabeza, más cerca de ella. - Casi haces que me arrepienta de haber decidido ir de menos a más. - Se mojó los labios y pensó con qué iba a continuar. En relación al sueño, claro, la prenda la tenía clarísima. - Hablando de momentos cotidianos... y de despertar y dormir juntos... Algo parecido y algo que es coherente soñar, puesto que lo he resaltado en lo mejor de este año. - Se mojó los labios. - Sueño con que podamos estar solos todas las veces que queramos. Que el tener una casa para nosotros no sea un lujo de tan solo veinticuatro horas. Sueño con... - Paseó los dedos por debajo de su camiseta. - Seguir pudiendo hacer estos juegos, pero que no haga falta establecer tantas estrategias para poder disfrutar el uno del otro... simplemente... - Se acercó más y susurró. - Irme a la cama sabiendo que tú estarás allí. - Levantó su camiseta hasta deshacerse de ella, conteniendo mucho el impulso de besarla, porque sabía que como empezara, se acababa el jueguecito ahí. - Tu turno. -
Ese sueño le activaba en todos los sentidos y Alice lo sabía. Se dejó quitar el jersey, soltando aire por la nariz. - Vaya. Eso es empezar fuerte. - Ladeó la cabeza, más cerca de ella. - Casi haces que me arrepienta de haber decidido ir de menos a más. - Se mojó los labios y pensó con qué iba a continuar. En relación al sueño, claro, la prenda la tenía clarísima. - Hablando de momentos cotidianos... y de despertar y dormir juntos... Algo parecido y algo que es coherente soñar, puesto que lo he resaltado en lo mejor de este año. - Se mojó los labios. - Sueño con que podamos estar solos todas las veces que queramos. Que el tener una casa para nosotros no sea un lujo de tan solo veinticuatro horas. Sueño con... - Paseó los dedos por debajo de su camiseta. - Seguir pudiendo hacer estos juegos, pero que no haga falta establecer tantas estrategias para poder disfrutar el uno del otro... simplemente... - Se acercó más y susurró. - Irme a la cama sabiendo que tú estarás allí. - Levantó su camiseta hasta deshacerse de ella, conteniendo mucho el impulso de besarla, porque sabía que como empezara, se acababa el jueguecito ahí. - Tu turno. -
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Alice encogió un hombro, sacando los morritos. — Es que yo siempre quiero más. — Pero tuvo que soltar hasta un suspiro de gusto y ansia cuando expresó su sueño. — Y en silencio, con venite hechizos en las puertas, y… Oh… — Rodó para ponerse sobre él, mientras la idea se abría paso en su cabeza, y bajaba las manos para ir desabrochando el pantalón. — Ya sé cuál es mi sueño. Quiero una cama GIGANTE. Llena de cojines y mantas, donde podamos pasarnos tooooodo el día porque va a ser la cama más cómoda del mundo. Para todo. — Siguió bajando su pantalón. — Y puestos a pedir… Pediría… Un baño como el de los prefectos. Con los grifos y la espuma y todo eso… Para que los días de invierno… No pasáramos frío estando desnudos. — Y se lanzó a besarle con voracidad, porque el tacto piel con piel de Marcus siempre era demasiado para ella y sus sentidos.
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Le iba a costar mucho llevar ese juego a término sin desenfrenarse, y no era el único por lo que veía. Alice ya se había colocado sobre él y empezaba a quitarle el pantalón. La miró con una sonrisa ladina. - Luego soy yo el astuto, pero tú has comenzado este juego a sabiendas de que yo tenía menos prendas de las que desprenderme. - Tampoco iba a quejarse demasiado, menos aún con semejantes propuestas. - Uff, hay que proponer a los creadores de hechizos que consigan que el hechizo convocador convoque cosas que desees, y no solo las que tienes. - Porque quería esa cama ya, la necesitaba como el aire.
A lo del baño solo atinó a comenzar una risa entre dientes, porque su novia atacó sus labios y él se dejó llevar, apretando su cuerpo contra el de ella y acariciando su espalda. Se separó al cabo de un rato porque, tal y como predijo, ya se estaba descontrolando y no habían terminado. - Me toca. - La dejó en el sofá para poder besar su cuello y su vientre y comenzar él también a desabrochar su pantalón, y no sería porque el sujetador no le estaba pidiendo a gritos ser quitado. - Tengo que reconocer que se me ha olvidado lo que iba a decir. - Rio levemente y dejó un beso en su piel, mientras seguía desabrochando, y luego bajando la prenda poco a poco. - Sueño con... la casa más grande que podamos soñar. Llena de habitaciones enormes con todo lo que deseemos, materiales de alquimia, libros y cosas bonitas. Y, sobre todo... mucho espacio para poder hacer lo que vamos a hacer ahora... en todos los sitios posibles. - Se dejó caer sobre su cuerpo y volvió a besarla con necesidad.
A lo del baño solo atinó a comenzar una risa entre dientes, porque su novia atacó sus labios y él se dejó llevar, apretando su cuerpo contra el de ella y acariciando su espalda. Se separó al cabo de un rato porque, tal y como predijo, ya se estaba descontrolando y no habían terminado. - Me toca. - La dejó en el sofá para poder besar su cuello y su vientre y comenzar él también a desabrochar su pantalón, y no sería porque el sujetador no le estaba pidiendo a gritos ser quitado. - Tengo que reconocer que se me ha olvidado lo que iba a decir. - Rio levemente y dejó un beso en su piel, mientras seguía desabrochando, y luego bajando la prenda poco a poco. - Sueño con... la casa más grande que podamos soñar. Llena de habitaciones enormes con todo lo que deseemos, materiales de alquimia, libros y cosas bonitas. Y, sobre todo... mucho espacio para poder hacer lo que vamos a hacer ahora... en todos los sitios posibles. - Se dejó caer sobre su cuerpo y volvió a besarla con necesidad.
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Once upon a year Con Marcus | En Ballyknow | 15 de enero de 2003 |
Asintió a la afirmación de su novio. — Lo sabía, lo sabía. — Besó su cuello. — No puedo negárselo al prefecto más inteligente, deductivo y afilado de Hogwarts. — Empezaba a notar el deseo fuera de control y hasta se arrepentía de haber empezado aquella tontería de juego. Por mucho que le gustara soñar con Marcus, ahora no estaba pensando en eso precisamente.
Se dejó tirar en el sofá y ronroneó como un gato cuando notó a Marcus manejar su ropa. — Uffff… ¿Y hacerlo en cada una de las habitaciones? Yo lo veo, eh… — Se rio y, por un momento también se imaginó esa casa, muy azul, seguro, hogareña, con chimeneas, libro y plantas… Ah, sí… Se separó del beso, aunque no movió la posición, para acabar de quitarle la ropa interior. — Ya que tú has hablado de la casa… Soñaré yo con las vacaciones. Amo La Provenza, sí, pero sueño…. Con el Caribeeee… Con una playa desierta… — Aprovechó la exposición y se puso a acariciarle. — Donde puedas hacerme tuya uuuuuna y oooootra vez, al lado del mar, con el calorcito del sol… — Le besó. — Aunque estoy por jurar que mi mayor sueño ahora es que me lo hagas ahora mismo y sin esperar más. —
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- Justo para eso. - Susurró, besándola sin detenerse, respondiendo a lo de hacerlo en cada habitación. A él solo le quedaba ya una prenda de la que Alice no tardó en deshacerse, y ahí tuvo que respirar profundo para no dejarse arrastrar de manera definitiva. Al fin y al cabo, al jueguecito le quedaba muy poco, y ya que habían empezado... - Esa playa del Caribe... y tú en ella... ocupan mis pensamientos desde más tiempo del que estoy dispuesto a reconocer. - Empezó como una tontería infantil y había ido derivando, pero en el fondo llevaba desde que la conoció deseando estar a solas con ella, alejados de todo lo demás.
- No quisiera contradecirte, Gallia. - Bajó los labios para susurrar en su oído. - Pero no me hace falta irme tan lejos para hacer eso. - Ya se estaba viniendo muy arriba, así que mejor rematar. - Me toca... y ya que soy ese prefecto tan excelso que describes... y tú has hecho un poco de trampa, porque a mí ya no me quedan prendas y a ti aún te quedan dos... - Dibujó una sonrisa maliciosa. - Me voy a permitir que este sueño tan ambicioso valga por las dos. - Y, antes de nada, comenzó a desabrochar su sujetador. - Sueño con... que calles muchas, muchísimas bocas. Todas las que se atrevieron a cuestionarte. - Ya le estaba saliendo la mirada del Slytherin que llevaba dentro. Quitó el sujetador y empezó a besar su cuerpo, pero siguió añadiendo datos. - Sueño con que seas poderosa. La mejor enfermera alquimista que haya habido jamás. Que la gente tenga que arrodillarse a tu paso. - Clavó la mirada en ella mientras bajaba los dedos por su cuerpo hasta llegar a la ropa interior. - Y que hagamos historia. Los alquimistas. La sanadora. - Bajó la prenda y acercó el rostro al de ella para terminar de decir. - En mi vida ya has hecho historia. Pero te queda mucha, mucha historia que hacer, alquimista Gallia. - Y, ahora sí, se podía dejar llevar.
- No quisiera contradecirte, Gallia. - Bajó los labios para susurrar en su oído. - Pero no me hace falta irme tan lejos para hacer eso. - Ya se estaba viniendo muy arriba, así que mejor rematar. - Me toca... y ya que soy ese prefecto tan excelso que describes... y tú has hecho un poco de trampa, porque a mí ya no me quedan prendas y a ti aún te quedan dos... - Dibujó una sonrisa maliciosa. - Me voy a permitir que este sueño tan ambicioso valga por las dos. - Y, antes de nada, comenzó a desabrochar su sujetador. - Sueño con... que calles muchas, muchísimas bocas. Todas las que se atrevieron a cuestionarte. - Ya le estaba saliendo la mirada del Slytherin que llevaba dentro. Quitó el sujetador y empezó a besar su cuerpo, pero siguió añadiendo datos. - Sueño con que seas poderosa. La mejor enfermera alquimista que haya habido jamás. Que la gente tenga que arrodillarse a tu paso. - Clavó la mirada en ella mientras bajaba los dedos por su cuerpo hasta llegar a la ropa interior. - Y que hagamos historia. Los alquimistas. La sanadora. - Bajó la prenda y acercó el rostro al de ella para terminar de decir. - En mi vida ya has hecho historia. Pero te queda mucha, mucha historia que hacer, alquimista Gallia. - Y, ahora sí, se podía dejar llevar.
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Once upon a year Con Marcus | En Ballyknow | 15 de enero de 2003 |
Miró a ambos lados asomando la cabeza por la puerta, pero, realmente, no hacía falta. YA había anochecido, y el viento era ensordecedor en sus guturales silbidos, el mar sonaba embravecido allá en los acantilados y ni siquiera las cotillas del pueblo se atrevían a salir a hacer lo suyo. Volvió hacia dentro para ver a su novio terminar de abrigarse. — Confirmado. Tenemos la fecha de aniversario con más saña de la historia. Creo que es el peor día que hemos vivido aquí. — Se acercó a él y le dio un beso. — Pero va a merecer la pena, mi amor, ya lo verás. — Sacó entonces un pañuelo azul y vendó los ojos de Marcus. — Tenemos vía libre, hace mucho frío, así que no creo que pase nada por que te dejes llevar. Lo vas hasta agradecer, y ahora deja que el sensual sonido de mi voz te guíe. —
Lo de la voz iba a estar complicado, porque el viento lo imposibilitaba todo mucho, iba agarrada a la mano de su novio como si le fuera la vida en ello, y solo podía rezar a todos los dioses porque a al hora a la que había pedido que le llevaran la comida al sitio en su cesta alquímica (que había puesto de muy buen humor al abuelo como ensayo para su transmutación de hielo) Nancy no hubiera tenido que sufrir esto mismo. Y si lo había hecho, ya podía pensar un buen regalo para ella también.
Por fin llegaron a la entrada y sintió el calor y las luces emanando del interior. — Ya estamos aquí, mi amor. Ahora atento, que el terreno es pedregoso y te voy a ir avisando para que agaches la cabeza. No se puede ser tan palmera. — Dijo entre risas. La travesía por el túnel de roca fue lenta, pero cuando por fin llegaron, supo que había merecido la pena. Se fue detrás de su novio y le quitó la venda. — Tu primer regalo. Tú siempre calientas mi corazón cuando todo alrededor es frío e inestable. Qué menos que hacerlo yo por ti. — Señaló las pozas que tenían un color azul luminoso muy atrayente. — Son de agua calentita, un poco como el baño de prefectos pero sin las burbujas. — Empezó a quitarse todas las capas que llevaba encima porque allí directamente hacía calor, y se dirigió a por la gran cesta. — Esto es un ensayo para mi transmutación de Hielo, PERO hoy sirve para varios propósitos. Aquí dentro, entre otras cosas están dos toallas y dos mudas, y como es una cesta de temperatura estable, están calentitas. Y… — Dio una palmadita en el lomo de la cesta y obligó a Marcus a sentarse en un repecho de las rocas, cerca del agua, que parecían un asiento y que le iba a hacer un muy buen apaño mientras estuvieran ahí. — Aquí hay también unos regalos inspirados en ciertos sueños que llevamos muuuuuchos años compartiendo. De ahí mi propuesta de esta tarde, que luego se nos ha diluido un poquillo. — Dejó escapar una risita. — Dime, mi amor… ¿A dónde me decías siempre que me ibas a llevar? —
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Después de la sesión que habían tenido con el jueguecito, y con el mal tiempo que hacía y lo bien que se estaba en la casa, se hubiera acurrucado junto al cuerpo de Alice y no se hubiera levantado de allí hasta que le echaran. Sin embargo, el regalo de su novia incluía salir, y lo cierto era que se moría de curiosidad (y, ciertamente, habiéndola paseado por todo Ballynow esa mañana buscando a un trovador de pega, no se sentía en condiciones de oponerse a otro paseo). Por supuesto y a pesar de que él estaba pensando en lo poco conveniente del clima, se hizo el ofendido ante la aseveración de Alice. - A mí me parece un día precioso, y siendo ingleses y, en mi caso, de ascendencia irlandesa, lo que más compete es que sea un día de frío y, por supuesto, durante el curso escolar, que es cuando nos conocimos. - Se negaba a decir nada malo de su aniversario, aunque echando la vista atrás a su historia bien podían haber empezado el uno de septiembre, cuando se conocieron en las barcas, y tendrían un aniversario con un clima más benévolo.
Sonrió y le recorrió un escalofrío de anticipación cuando su novia le vendó los ojos, riendo levemente al comentario. - Seguiría el sensual sonido de tu voz hasta el mismísimo infierno... No te creas que no me apetece, seguro que se está más calentito que aquí. - Y a pesar de la bromita, ciertamente le costaba seguirla, no porque le faltara interés ni mucho menos, pero el tiempo estaba espantoso aquella noche. Se le escapó una risa en un momento determinado después de haberle preguntado "¿QUÉ?" cinco veces a la misma indicación. - Algún día, cuando nuestros aniversarios sean calentitos y familiares en casa, contaremos esto a nuestros nietos y nos reiremos. - Probablemente, con tanto ruido de viento huracanado, a Alice no le hubiera llegado ni la mitad de la frase, pero él se hizo mucha gracia a sí mismo.
En un momento determinado el viento se detuvo casi de golpe, lo que le hizo pensar que habían entrado en alguna parte, y se filtraba una tenue luz a través de la tela de la venda. Pero, sobre todo, la temperatura estaba subiendo. - ¿Me has traído de verdad al infierno, Gallia? Que lo agradezco ¿eh? Me estaba quedando ya helado. - Bromeó, y fue terminar la broma y se chocó en la frente con algo duro y rugoso. Menos mal que iba andando despacito. - ¡Au! Oye que lo del infierno era broma. - Porque empezaba a intuir que aquello era una cueva, pero ¿caliente? Ahora sí que estaba intrigado de verdad. Puso una sonrisa falsa con el aviso de Alice. - Gracias, mi amor. - Un poco tarde, pero bueno, le atacó la risa de nuevo a pesar de lo tenso que iba pisando por ese terreno tan irregular. Definitivamente, era una especie de cueva, aunque las que habían visto en días anteriores no eran tan peligrosas... No, su novia no podía haberle regalado una aventura peligrosa, eso tenía que tener algún tipo de explicación. Falto del sentido de la visión, agudizó los demás. El ambiente no solo era cálido, sino húmedo, y le pareció oír... ¿agua?
A pesar de que podía haber ido intuyéndolo por el camino, la sorpresa fue mayúscula. Miró primero el entorno con la boca y los ojos muy abiertos, y luego se giró a Alice. - ¿En serio? ¿Cómo has conocido esto? No sabía que existía. - La señaló. - Ah, claro, el libro de folclore. Eres tan lista que has elaborado esto en las escasas horas que hace que lo tienes. - Rio, tenía muchas ganas de bromas, pero lo cierto es que no podía dejar de mirar alucinado el entorno. - Guau... Esto es espectacular. - Y qué a gustito se estaba allí. Miró a la entrada. - ¿Cuántos metros he recorrido a ciegas? - Rio, y agradeció haberlo hecho a ciegas, porque ni de broma se hubiera adentrado tan profundo de haberlo visto por su cuenta. Tomó a Alice por la cintura y se acercó para besarla, diciendo antes. - Qué bien sabes darme emoción controlada. - Después del beso, añadió. - Y eso que has dicho es precioso. Te amo. - Cada vez que pensaba que no podía querer más a esa chica, se sorprendía a sí mismo.
Arqueó las cejas. - Uh, ¿vamos a ensayar para la licencia en este sitio tan idílico? - Rio, porque obviamente ese no era el regalo, y alzó las palmas. - ¡Eh! Que si así hubiera sido, me hubiera encantado. Un regalo extremadamente Ravenclaw. - Aunque obviamente le gustaba más el regalo real. Se dejó sentar, mirando intrigado e ilusionado la cesta, la cual no pudo evitar tocar con curiosidad. - Sí que tienen temperatura estable. Me encanta. - Un poquito de su yo Ravenclaw siempre salía ante una innovación alquímica, por mucho que estuviera de aniversario. - Yo diría que ha sido una disolución perfecta. - Comentó tentativo y valiéndose del chistecito alquímico, pero volvió a mirar la bolsa con interés. - Uuuhh... Pues quiero llevarte a muchos sitios, pero si tengo que decir uno en primera instancia, diría... - Imitándose a sí mismo con doce años, alzó los brazos e hizo un cómico bailecito con el tronco. - El Cariiiiibe. -
Sonrió y le recorrió un escalofrío de anticipación cuando su novia le vendó los ojos, riendo levemente al comentario. - Seguiría el sensual sonido de tu voz hasta el mismísimo infierno... No te creas que no me apetece, seguro que se está más calentito que aquí. - Y a pesar de la bromita, ciertamente le costaba seguirla, no porque le faltara interés ni mucho menos, pero el tiempo estaba espantoso aquella noche. Se le escapó una risa en un momento determinado después de haberle preguntado "¿QUÉ?" cinco veces a la misma indicación. - Algún día, cuando nuestros aniversarios sean calentitos y familiares en casa, contaremos esto a nuestros nietos y nos reiremos. - Probablemente, con tanto ruido de viento huracanado, a Alice no le hubiera llegado ni la mitad de la frase, pero él se hizo mucha gracia a sí mismo.
En un momento determinado el viento se detuvo casi de golpe, lo que le hizo pensar que habían entrado en alguna parte, y se filtraba una tenue luz a través de la tela de la venda. Pero, sobre todo, la temperatura estaba subiendo. - ¿Me has traído de verdad al infierno, Gallia? Que lo agradezco ¿eh? Me estaba quedando ya helado. - Bromeó, y fue terminar la broma y se chocó en la frente con algo duro y rugoso. Menos mal que iba andando despacito. - ¡Au! Oye que lo del infierno era broma. - Porque empezaba a intuir que aquello era una cueva, pero ¿caliente? Ahora sí que estaba intrigado de verdad. Puso una sonrisa falsa con el aviso de Alice. - Gracias, mi amor. - Un poco tarde, pero bueno, le atacó la risa de nuevo a pesar de lo tenso que iba pisando por ese terreno tan irregular. Definitivamente, era una especie de cueva, aunque las que habían visto en días anteriores no eran tan peligrosas... No, su novia no podía haberle regalado una aventura peligrosa, eso tenía que tener algún tipo de explicación. Falto del sentido de la visión, agudizó los demás. El ambiente no solo era cálido, sino húmedo, y le pareció oír... ¿agua?
A pesar de que podía haber ido intuyéndolo por el camino, la sorpresa fue mayúscula. Miró primero el entorno con la boca y los ojos muy abiertos, y luego se giró a Alice. - ¿En serio? ¿Cómo has conocido esto? No sabía que existía. - La señaló. - Ah, claro, el libro de folclore. Eres tan lista que has elaborado esto en las escasas horas que hace que lo tienes. - Rio, tenía muchas ganas de bromas, pero lo cierto es que no podía dejar de mirar alucinado el entorno. - Guau... Esto es espectacular. - Y qué a gustito se estaba allí. Miró a la entrada. - ¿Cuántos metros he recorrido a ciegas? - Rio, y agradeció haberlo hecho a ciegas, porque ni de broma se hubiera adentrado tan profundo de haberlo visto por su cuenta. Tomó a Alice por la cintura y se acercó para besarla, diciendo antes. - Qué bien sabes darme emoción controlada. - Después del beso, añadió. - Y eso que has dicho es precioso. Te amo. - Cada vez que pensaba que no podía querer más a esa chica, se sorprendía a sí mismo.
Arqueó las cejas. - Uh, ¿vamos a ensayar para la licencia en este sitio tan idílico? - Rio, porque obviamente ese no era el regalo, y alzó las palmas. - ¡Eh! Que si así hubiera sido, me hubiera encantado. Un regalo extremadamente Ravenclaw. - Aunque obviamente le gustaba más el regalo real. Se dejó sentar, mirando intrigado e ilusionado la cesta, la cual no pudo evitar tocar con curiosidad. - Sí que tienen temperatura estable. Me encanta. - Un poquito de su yo Ravenclaw siempre salía ante una innovación alquímica, por mucho que estuviera de aniversario. - Yo diría que ha sido una disolución perfecta. - Comentó tentativo y valiéndose del chistecito alquímico, pero volvió a mirar la bolsa con interés. - Uuuhh... Pues quiero llevarte a muchos sitios, pero si tengo que decir uno en primera instancia, diría... - Imitándose a sí mismo con doce años, alzó los brazos e hizo un cómico bailecito con el tronco. - El Cariiiiibe. -
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El plan estaba bien hecho, pero no contó, claro, con que entre la sordera del viento y los ojos vendados, su pobre novio pasó un ratillo regular, pero todo aquello se lo iba a compensar (esperaba). — Enseguida va a ser el cielo, tiene todo lo que te gusta. — Le afirmó muy segura. Y la cara de su novio habló por sí sola. Dio unos saltitos de alegría. — Fue Nance. Le pregunté si había algo así como un balneario o algún sitio por el estilo en Connacht… Pero me dijo que había algo más cerca y me trajo aquí. Así que ayer lo dejé todo listo y explicado para que lo trajera hoy. Le debemos un regalito por lo genial que lo ha montado y habérmelo enseñado. — Le echó los brazos al cuello con expresión angelical. — Unos cuantos. Si quieres te tapo los ojos para salir y dejamos esto en un precioso recuerdo de, como dices, emoción controlada. — Sí, se veía venir que su novio no hubiera recorrido todo ese camino por voluntad propia, pero… — Debes admitir que suelen esperarnos cosas geniales al final de pasillos inexplorados. — Y volvió a dejarle un beso.
Puso expresión de estar valorando lo de ensayar. — Hubiera sido muy nosotros. Pero, de hecho, quería plantear este aniversario como un descanso solo para los dos entre las navidades y lo que se viene con la licencia. Pero me alegro de que te guste el experimento, y además se superpráctico, con lo que nos gusta a nosotros eso. — Dijo picándole un poquito. Pero se tuvo que reír con el bailecito, como hacía siempre. — Aaaasí es. — Y sacó el recipiente de la cesta. — Como aún no podemos ir a esos sitios… He decidido transportarte allí a través de lo que más te gusta, después de un libro: la comida. Cómo no, has empezado adivinando el plato principal. — Lo abrió y un humillo delicioso ascendió hacia ellos. — Esto es sancocho. Es un guiso caribeño de carne de ternera y… Unas mil cosas más, la última me la trajo Siobhán ayer, de un mercado muggle, por cierto, porque no había forma de encontrarla. Así que este plato se lo tienes que agradecer a la abuela, que me ayudó a prepararlo mientras buscabais cierta seta y a Siobhán por traérmelo de ese tal Sainsbury’s de Dublin. — Hizo un gesto con la mano para pararle. — Pero antes de esto… Tendrás que sacar el entrante, ¿no? Es verdad que ahí ya hemos estado por separado… Pero ahora tenemos que ir juntos. — Dijo guiñándole el ojo mientras sacaba los platos, el mantel y dos copas para ir tendiéndolo en el suelo de la mejor manera posible.
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