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Minerva
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The World Will Make Sense
If You Force It To
"Esta ciudad se cae a pedazos".
Wang Shen había crecido y estudiado en Tara. Toda su vida había deseado ayudar a otras personas, y había encontrado en la carrera de medicina una forma de cumplir con esa vocación. Primero en su promoción había conseguido una de las ansiadas plazas en el Hospital de Tara... solo para descubrir que no todos en el hospital tenía su misma vocación.
En el Hospital de Tara se cocían muchos intereses externos... y las atenciones no eran las mismas para todas las personas. El doctor Wang Shen se había encontrado sacando tiempo y recursos para atender a algunas personas fuera de las instalaciones del hospital, dado que no se atrevían a acudir a este si estaban huyendo de la mafia... o de la policía: ahí mismo los encontrarían y terminarían con ellos.
Realizar esas atenciones fuera del hospital, sacando recursos de este, no era legal, razón por la cual cuando el detective Declan Ratchford lo encontró realizando un procedimiento quirúrijico en esas condiciones tuvo que rogarle que no lo procesara y que ayudara al herido, pues no podía recurrir a la policía sin que sus enemigos terminaran con él... A cambio, el detective le pidió alguna información del hospital y guardar silencio sobre algo que estaba investigando.
En cierta forma se convirtió en un informante secreto, y en Tara, hablar con las personas equivocadas puede constarte el trabajo, la carrera o la vida. Pero por ahora, el detective Ratchford y él se ayudaban mutuamente cuando lo necesitaban.
Wang Shen había crecido y estudiado en Tara. Toda su vida había deseado ayudar a otras personas, y había encontrado en la carrera de medicina una forma de cumplir con esa vocación. Primero en su promoción había conseguido una de las ansiadas plazas en el Hospital de Tara... solo para descubrir que no todos en el hospital tenía su misma vocación.
En el Hospital de Tara se cocían muchos intereses externos... y las atenciones no eran las mismas para todas las personas. El doctor Wang Shen se había encontrado sacando tiempo y recursos para atender a algunas personas fuera de las instalaciones del hospital, dado que no se atrevían a acudir a este si estaban huyendo de la mafia... o de la policía: ahí mismo los encontrarían y terminarían con ellos.
Realizar esas atenciones fuera del hospital, sacando recursos de este, no era legal, razón por la cual cuando el detective Declan Ratchford lo encontró realizando un procedimiento quirúrijico en esas condiciones tuvo que rogarle que no lo procesara y que ayudara al herido, pues no podía recurrir a la policía sin que sus enemigos terminaran con él... A cambio, el detective le pidió alguna información del hospital y guardar silencio sobre algo que estaba investigando.
En cierta forma se convirtió en un informante secreto, y en Tara, hablar con las personas equivocadas puede constarte el trabajo, la carrera o la vida. Pero por ahora, el detective Ratchford y él se ayudaban mutuamente cuando lo necesitaban.
Wang Shen 28 años — Doctor — Xiao Zhan — Minerva | Declan Ratchford 36 años — Policía — Oliver Jackson Cohen — Juno |
1x1 — ORIGINAL REALISTA — Minerva & Juno
- Post de Rol:
- Código:
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<b>Ehem</b>
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Viejas Heridas
Capítulo IV
De alguna forma, Wang tenía la impresión de que Declan siempre había guardado sus distancias. Aunque era cálido y siempre lo trataba bien, pocas veces hablaba de su vida personal. En especial de su pasado. Wang tampoco preguntaba, podía entender los límites. Pero de repente, Declan los había cruzado todos.
Suponía que los había cruzado todos al llevarlo a vivir con él.
Wang puso mucha atención a sus palabras. Se sabía privilegiado de que le estuviera hablando de su pasado. Imaginaba que Declan debía haber tenido una esposa adorable. Hermosa y fina. Buena, como él. Y su hija debía haber sido una niña preciosa. ¿Cómo podía imaginar a Declan de papá? Seguro que se derretía con su niña.
Pero la niña y ano estaba en el mapa tampoco. Estaba hablando en pasado de ella.
A Wang se le encogió el corazón. Estaba hablando de abrir la habitación de su hija muerta. Seguía preocupado por su espalda, pero no sabía si abrir esa puerta no era peor para su corazón.
—Declan, no tienes que darme detalles —comentó, preocupado de que la conversación se volviera incómoda.— Yo... Sí sabía que eras viudo. En el hospital me dijeron varias veces que había cazado al viudo más poco accesible de Tara.
Seguro que a Declan no le parecería gracioso.
Se inclinó hacia él y le puso una mano en el brazo.
—Lamento si mi presencia aquí está removiéndote cosas. No tenemos que hablar de esto si lo prefieres.
Declan parecía tranquilo. Tal vez era el propio Wang quien se estaba poniendo nervioso de escucharlo hablar de esas cosas.
—Pero para lo que quieras contarme, soy todo oídos—añadió.
Le dedicó una pequeña sonrisa para animarlo.
10:05 AM — Apartamento — Con Wang
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Capítulo IV
A Declan le gustaría decir que no reconocía la expresión de Wang, pero sería mentir descaradamente. Por supuesto que la conocía: era la misma expresión que ponía la gente cada vez que hablaba sobre Anne o, en especial, sobre Sophie. Para nadie era sencillo escuchar cómo alguien no sólo había perdido a su esposa, sino también a su única hija que apenas había comenzado la escuela. Sophie no era más que una niña, apenas había empezado a escribir. Declan todavía conservaba un cuaderno donde Sophie había escrito sus primeras palabras.
Sin embargo, podía ver en la expresión aterrada de Wang que temía seguir escuchándolo. Declan de seguro que tenía una expresión miserable, a pesar de que estaba haciendo un gran esfuerzo para mantenerse entero.
Para no parecer aquella persona destrozada que había sido por meses después de haberlas perdido. Adam se había asustado muchísimo en ese entonces, tuvo que obligarlo a prometerle que no se dejaría vencer. Declan había cumplido, a duras penas, pero lo había hecho.
—Está bien, Wang. Quiero que lo sepas… —dijo, haciéndole un gesto para que no se preocupara. Pero asumía que, dijera lo que dijera, sólo conseguiría que Wang se preocupara todavía más. Sabía bien que esa frase causaba justo el efecto contrario en la gente—: Nunca supe cuándo dejar las cosas estar, había estado investigando a Deacon Sullivan porque sabía que estaba haciendo tratos con la mafia rusa, o eso era lo que me decían mis investigaciones. Anne me dijo tarde que la habían empezado a seguir hasta su trabajo.
Declan sabía que esto era sospechosamente parecido a lo que estaba pasando con Wang. Pero si ya había empezado, no tenía caso contarle a medias lo sucedido.
—Anne había ido a buscar a Sophie a la escuela. En realidad, ese día tenía que hacerlo yo, pero tuve una llamada a otra zona de la ciudad, así que Anne lo hizo por mí —Declan recordaba exactamente las últimas palabras que su esposa le había dicho. “Me las cobraré esta noche, cariño” antes de despedirse de él—: Dos motorizados dispararon contra el auto, Anne murió en el acto, pero Sophie… ella agonizó en el hospital.
Declan recordaba perfectamente el momento en que el doctor le dijo que el estado de su hija era crítico. Adam había estado con él, luego había llegado su suegra, quien le había convencido de no perder la esperanza. Pero, al final, los médicos habían tenido razón: todo lo que intentaron para salvarla, no fue suficiente.
Sin embargo, podía ver en la expresión aterrada de Wang que temía seguir escuchándolo. Declan de seguro que tenía una expresión miserable, a pesar de que estaba haciendo un gran esfuerzo para mantenerse entero.
Para no parecer aquella persona destrozada que había sido por meses después de haberlas perdido. Adam se había asustado muchísimo en ese entonces, tuvo que obligarlo a prometerle que no se dejaría vencer. Declan había cumplido, a duras penas, pero lo había hecho.
—Está bien, Wang. Quiero que lo sepas… —dijo, haciéndole un gesto para que no se preocupara. Pero asumía que, dijera lo que dijera, sólo conseguiría que Wang se preocupara todavía más. Sabía bien que esa frase causaba justo el efecto contrario en la gente—: Nunca supe cuándo dejar las cosas estar, había estado investigando a Deacon Sullivan porque sabía que estaba haciendo tratos con la mafia rusa, o eso era lo que me decían mis investigaciones. Anne me dijo tarde que la habían empezado a seguir hasta su trabajo.
Declan sabía que esto era sospechosamente parecido a lo que estaba pasando con Wang. Pero si ya había empezado, no tenía caso contarle a medias lo sucedido.
—Anne había ido a buscar a Sophie a la escuela. En realidad, ese día tenía que hacerlo yo, pero tuve una llamada a otra zona de la ciudad, así que Anne lo hizo por mí —Declan recordaba exactamente las últimas palabras que su esposa le había dicho. “Me las cobraré esta noche, cariño” antes de despedirse de él—: Dos motorizados dispararon contra el auto, Anne murió en el acto, pero Sophie… ella agonizó en el hospital.
Declan recordaba perfectamente el momento en que el doctor le dijo que el estado de su hija era crítico. Adam había estado con él, luego había llegado su suegra, quien le había convencido de no perder la esperanza. Pero, al final, los médicos habían tenido razón: todo lo que intentaron para salvarla, no fue suficiente.
10:05 AM — Apartamento — Con Wang
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Capítulo IV
A Wang se le fue haciendo un nudo en la garganta mientras escuchaba a Declan hablar. Su esposa y su hija no habían muerto nada más: las habían asesinado. Por el trabajo de Declan. Sus palabras traslucían culpa.
A Anne habían empezado a seguirla. Igual que a él. Quizá eso explicaba que Declan se hubiera preocupado tanto. Seguro le había despertado malos recuerdos.
Pero lo de su hija...
Wang no pudo contenerse. De un impulso abrazó a Declan, quien estaba siendo muy fuerte contándole todo, pero él ya no podía escuchar. ¡Había vivido tanto dolor! De solo pensarlo le rompía el corazón.
—Lo lamento tanto, Declan —dijo con mucha sinceridad.— No quería traerte de regreso todos esos recuerdos.
Se sentía culpable. De estar ahí y hacerlo recordar todas esas cosas. De hacerlo pensar en tocar la habitación de su hija, que al parecer tenía clausurada. Pero más allá de su culpa, realmente le dolía pensar que Declan había pasado tanto dolor.
—No es porque sepas dejar las cosas estar o no, es porque Tara está llena de asesinos dispuestos a cualquier cosa por salirse con la suya—le corrigió, repasando en su mente las palabras de Declan.
No era justo que se culpara a sí mismo.
—Por eso tenemos que haber personas que les hagamos frente—añadió, separándose de él para buscar su mirada. —Aunque sea peligroso.
Y si lo hacía era porque había policías buenos como Declan, en los que se podía confiar. Policías que ya lo habían perdido todo y seguían haciendo lo correcto.
10:05 AM — Apartamento — Con Wang
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Capítulo IV
Declan no recordaba cuándo había sido la última vez que alguien le había dado un abrazo. Probablemente su suegra, que era bastante sentimental, Anne había sacado la personalidad compasiva y dulce de su madre. Sin embargo, el abrazo de Wang lo tomó por sorpresa, a tal punto que Declan no supo bien cómo reaccionar al principio.
Se sintió culpable, porque Wang parecía bastante afectado por la historia que estaba contando. Declan suspiró hondo y, con cuidado, lo abrazó de regreso. Wang estaba sosteniéndolo con fuerza, lo cual resultaba bastante gracioso porque Declan era un par de centímetros más alto que él.
—No digas eso, Wang. Los recuerdos siempre están conmigo, no pienses que estás causándome más problemas —Declan se sintió un poco patético al decir aquello, pues le estaba demostrando lo mal que estaba. Después de la muerte de su familia, su suegra, e incluso su madre, le habían insistido que tenía que recibir ayuda profesional. Declan sabía bien que debió decepcionar profundamente a su terapeuta, porque abandonó al par de sesiones. Estaba seguro que, si lo viera ahora, le diría que estaba justo en el mismo punto de partida—: Mi madre, hasta la propia madre de Anne, me dijeron que debí mudarme de aquí hace tiempo, que este maldito apartamento parece un museo. Es sólo que… es muy difícil, Wang.
Declan dio un paso hacia atrás, frotándose la frente varias veces. ¿Hacía cuánto tiempo que no lloraba? No conseguía recordarlo. Se había convencido de que ya no le dolía, de que esta era su realidad y de que estaba condenado a estar allí para guardar por siempre su recuerdo.
Cuando escuchó a Wang hablar de ese modo, Declan sonrió con nostalgia.
—Anne también decía lo mismo que tú… —dijo con voz ahogada—. Le propuse que se fuera con Sophie a otra ciudad, pero decía que no quería separar a nuestra familia. Todavía me arrepiento de no haberla obligado a irse.
Declan sabía que no tenía sentido todo lo que estaba diciendo, no podía cambiar el pasado, Anne jamás hubiera consentido separarse de él. La expresión dolida de Wang lo decía todo: se había dado que Declan no era más que un conjunto de piezas rotas, remedadas de mal modo, que seguía funcionando a duras penas.
Se sintió culpable, porque Wang parecía bastante afectado por la historia que estaba contando. Declan suspiró hondo y, con cuidado, lo abrazó de regreso. Wang estaba sosteniéndolo con fuerza, lo cual resultaba bastante gracioso porque Declan era un par de centímetros más alto que él.
—No digas eso, Wang. Los recuerdos siempre están conmigo, no pienses que estás causándome más problemas —Declan se sintió un poco patético al decir aquello, pues le estaba demostrando lo mal que estaba. Después de la muerte de su familia, su suegra, e incluso su madre, le habían insistido que tenía que recibir ayuda profesional. Declan sabía bien que debió decepcionar profundamente a su terapeuta, porque abandonó al par de sesiones. Estaba seguro que, si lo viera ahora, le diría que estaba justo en el mismo punto de partida—: Mi madre, hasta la propia madre de Anne, me dijeron que debí mudarme de aquí hace tiempo, que este maldito apartamento parece un museo. Es sólo que… es muy difícil, Wang.
Declan dio un paso hacia atrás, frotándose la frente varias veces. ¿Hacía cuánto tiempo que no lloraba? No conseguía recordarlo. Se había convencido de que ya no le dolía, de que esta era su realidad y de que estaba condenado a estar allí para guardar por siempre su recuerdo.
Cuando escuchó a Wang hablar de ese modo, Declan sonrió con nostalgia.
—Anne también decía lo mismo que tú… —dijo con voz ahogada—. Le propuse que se fuera con Sophie a otra ciudad, pero decía que no quería separar a nuestra familia. Todavía me arrepiento de no haberla obligado a irse.
Declan sabía que no tenía sentido todo lo que estaba diciendo, no podía cambiar el pasado, Anne jamás hubiera consentido separarse de él. La expresión dolida de Wang lo decía todo: se había dado que Declan no era más que un conjunto de piezas rotas, remedadas de mal modo, que seguía funcionando a duras penas.
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Capítulo IV
Wang sonrió al escucharlo y se acercó un poco más, pero no volvió abrazarlo, dudaba si ahí había cruzado un límite que debió haber respetado.
—No creo que haya nada malo en atesorar las cosas de las personas que amamos —dijo con suavidad.— Atesorar y seguir viviendo no debe ser fácil, pero lo estás haciendo.
La verdad lo admiraba demasiado. Si él perdiera a una persona que amaba de esa forma no sabría cómo seguir adelante. No podría. Pero Declan ahí seguía. Incorruptible. Firme. Trabajando día a día por una ciudad que le había quitado todo.
—Puedo entender a tu esposa. Yo tampoco te hubiera querido dejar—comentó, aunque se dio cuenta un momento después lo inapropiado que había sonado eso.
Desvió la mirada hacia la puerta de la habitación.
—No tienes que abrir esa habitación y cambiarle cosas si no quieres—añadió, intentando cambiar la atención al presente. —Pero si quieres hacerlo, no tienes que hacerlo solo. Estoy aquí y puedo ayudarte. Además, de no ser por mí tal vez no te lo tendrías que plantear siquiera.
Suspiró y se encogió ligeramente de hombros. Tuvo el impulso de disculparse otra vez, pero supuso que eso no mejoraría las cosas.
Volvió a mirar a Declan, recordándose que en ese momento era el que importaba. No que Wang se sintiera avergonzado o no.
—Eres la persona más fuerte y valiente que conozco—dijo con sinceridad. —No sé cómo hiciste para seguir adelante, cómo haces para vivir día a día con todo lo que te ha pasado... Te admiro.
Lo decía sinceramente. Podría decir otras cosas, pero no era el momento.
10:05 AM — Apartamento — Con Wang
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Capítulo IV
La voz de Wang era cálida, Declan no dudaba ni por un minuto que era sincero en todo lo que le decía. Que se estuviera ofreciendo a entrar a la habitación de Sophie y ayudarlo a mover algunas cosas era muy significativo para Declan. De seguro que no podía hacer eso solo, de por sí ya la estaba costando la sola idea de entrar allí con la intención de deshacerse de algunas cosas. Adam le había dicho muchas veces que no tenía que echar todo a la basura, debía de haber algunas cosas que podía donar, que podían tener una segunda vida a niños que necesitaban ropa o juguetes. Anne lo habría aprobado, estaba seguro, pero es no hacía las cosas fáciles.
Declan le sonrió a medias cuando le dijo que era alguien valiente. No era la primera vez que alguien se lo decía, pero él no se sentía ni especial, ni tampoco valiente. Tan sólo tenía mucha rabia, no estaba dispuesto a rendirse, porque eso significaría entonces que la muerte de Anne y Sophie no le habría enseñado nada.
—No sé si soy valiente, creo que simplemente tengo tanta rabia que no pienso permitir que sigamos viviendo en una ciudad en las que gente como Anne o Sophie sigan muriendo. Nos merecemos algo mejor. Ellas… definitivamente merecían algo mejor —dijo con voz quebrada, mientras caminaba despacio por el pasillo. Podía sentir las pisadas de Wang, suaves, siguiéndolo. Declan estiró el brazo y giró de la perilla de la puerta.
Lo primero que resaltó en la habitación, fue el color amarillo de las paredes. Sophie solía decir que todas sus amigas amaban el rosa, pero que a ella le parecía un color muy aburrido. Tenía decenas de vestidos amarillos y también insistió en que pintaran la pared contigua a la cama.
—A Sophie le gustaba el amarillo porque le recordaba al sol —dijo de pronto, mirando a Wang, quien tenía una expresión indescifrable. Declan pensó que quizás no habría tenido que dejarlo entrar, que Wang parecía muy afectado. O quizás el que estaba demasiado afectado era él, quien se llevó ambas manos al rostro, frotándose la frente y espantando la tristeza como mejor pudiera—: Como ves, sigue siendo una habitación infantil, pero la cama es utilizable.
Declan había dormido allí algunas veces, los primeros meses, cuando su suegra todavía lo visitaba con frecuencia y entre ella y su madre insistían en que no podía quedarse allí, en medio de las cosas de Anne y Sophie. Las almohadas de Sophie todavía debían tener sus lágrimas, porque no estaba seguro cuándo había sido la última vez que las había lavado.
Declan le sonrió a medias cuando le dijo que era alguien valiente. No era la primera vez que alguien se lo decía, pero él no se sentía ni especial, ni tampoco valiente. Tan sólo tenía mucha rabia, no estaba dispuesto a rendirse, porque eso significaría entonces que la muerte de Anne y Sophie no le habría enseñado nada.
—No sé si soy valiente, creo que simplemente tengo tanta rabia que no pienso permitir que sigamos viviendo en una ciudad en las que gente como Anne o Sophie sigan muriendo. Nos merecemos algo mejor. Ellas… definitivamente merecían algo mejor —dijo con voz quebrada, mientras caminaba despacio por el pasillo. Podía sentir las pisadas de Wang, suaves, siguiéndolo. Declan estiró el brazo y giró de la perilla de la puerta.
Lo primero que resaltó en la habitación, fue el color amarillo de las paredes. Sophie solía decir que todas sus amigas amaban el rosa, pero que a ella le parecía un color muy aburrido. Tenía decenas de vestidos amarillos y también insistió en que pintaran la pared contigua a la cama.
—A Sophie le gustaba el amarillo porque le recordaba al sol —dijo de pronto, mirando a Wang, quien tenía una expresión indescifrable. Declan pensó que quizás no habría tenido que dejarlo entrar, que Wang parecía muy afectado. O quizás el que estaba demasiado afectado era él, quien se llevó ambas manos al rostro, frotándose la frente y espantando la tristeza como mejor pudiera—: Como ves, sigue siendo una habitación infantil, pero la cama es utilizable.
Declan había dormido allí algunas veces, los primeros meses, cuando su suegra todavía lo visitaba con frecuencia y entre ella y su madre insistían en que no podía quedarse allí, en medio de las cosas de Anne y Sophie. Las almohadas de Sophie todavía debían tener sus lágrimas, porque no estaba seguro cuándo había sido la última vez que las había lavado.
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Capítulo IV
Tener rabia ante las injusticias estaba más que justificado. Wang estaba convencido de eso. Declan estaba más que en su derecho de sentirse así.
Y tenía razón: ellas, esta ciudad.. ellos dos. Se merecían algo mejor.
Siguió a Declan a la habitación. Le sorprendió un poco que tuviera el ímpetu de hacerlo en ese momento, pero no iba a detenerlo. Al contrario. Iba a acompañarlo.
La habitación estaba ordenada y menos empolvada de lo que había creído al permanecer cerrada. El color amarillo del que hablaba Declan era bonito, cálido y suave a la vez. Se imaginaba que así debía haber sido Sophie, una niña llena de calidez y energía. Normal que su padre la extrañara tanto.
Se apoyó en el marco de la puerta, mientras escuchaba a Declan y lo miraba en aquella habitación que parecía pequeña para un hombre adulto. Pero en efecto, la cama era de un tamaño normal, no quedaría estrecho como en el sofá.
—Es un cuarto muy acogedor... —comentó.— Lo conservas muy bien.
Si Declan iba a dormir ahí habría que reacomodar algunas cosas y limpiar un poco, pero no parecía que fuera necesario una remodelación completa tampoco. No tenía que botar las cosas de Sophie, eso podía ser pedir demasiado.
—Pensaba lavar ropa hoy, podemos echar a lavar la ropa de cama y poner otra. Seguro que esta tiene polvo y te daría alergia dormir en ella—propuso, esperando no estar cruzando un límite.
Se adentró a la habitación y se acercó a Declan, quien parecía bastante afectado de estar ahí.
—Entiendo que no quieras deshacerte de nada de lo que tienes aquí, y no veo por qué tendrías que hacerlo—añadió. —Creo que podemos buscar cajas de embalaje, o incluso alguna maleta, y empacar las cosas que necesites mover para tener espacio.
Tal vez estaba tomándose demasiadas atribuciones, pero por ahora Declan parecía conforme con que lo ayudara con esto, o no lo habría llevado hasta la habitación.
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Capítulo IV
Wang empezó a hablar con tranquilidad de cambiar las sábanas, de lavar la ropa, y Declan se dio cuenta de que había sido buena idea traerlo allí. Que alguien estuviera allí hablando con normalidad sobre limpiar o colocar algunas cosas en caja le daba a Declan la oportunidad de centrarse.
El problema con aquella habitación, al igual que con las cosas de Anne que seguían en la suya, era que parecía tener un embrujo sobre él. Como si lo anclaran al pasado, apretando su corazón e impidiéndole seguir adelante. Declan se había dicho a sí mismo que, si las olvidaba, eso sólo significaba que había sido un pésimo esposo y padre.
Declan asintió a sus palabras, si Wang iba a ofrecerse a lavar las sábanas, no iba a contradecirlo. En lo que no estaba tan convencido era en tocar las cosas de Sophie. Sabía que tenía toda la razón en poner las cosas en cajas, mientras pensaba qué hacer con ellas, porque no podía estar durmiendo allí rodeado de cosas viejas, juguetes llenos de polvo o libros infantiles que ya habían visto mejores días. Si limpiaban las sábanas, pero no lo demás, el esfuerzo de Wang sería en vano.
Como si la cama de Sophie lo estuviera llamando, Declan tomó asiento en el borde. El colchón se removió más de la cuenta, pero definitivamente era mucho mejor que dormir en el sofá. Estiró el brazo hasta la mesita de noche, donde Declan sabía que estaba las últimas fotos escolares de Sophie y también la última tarjeta del día del padre que le había hecho.
El trazo de Sophie era suave y dulce, al igual que ella. Había dibujado un corazón con trazos amarillos y rosados, había escrito "papá te amo" en letras brillantes. Declan se humedeció los labios y, cuando sintió a Wang cerca, le dejó la fotografía, porque estaba seguro que tenía algo de curiosidad.
—Le habrías… estoy seguro que le habrías gustado mucho a Sophie —dijo de pronto, siendo más consciente de la cuenta del nudo en su garganta.
Declan había olvidado la última vez que había llorado. Por lo general, hacía un buen trabajo conteniéndose, pero allí, en medio de las cosas de Sophie, resultó imposible contenerse. Declan apretó los labios, pero fue incapaz de contener aquel llanto amargo como hacía cada vez que el recuerdo de Sophie lo embriagaba.
Su hija era una niña maravillosa, habría cumplido diez años, si no se la hubieran arrebatado. Declan sería una persona completamente diferente entonces.
El problema con aquella habitación, al igual que con las cosas de Anne que seguían en la suya, era que parecía tener un embrujo sobre él. Como si lo anclaran al pasado, apretando su corazón e impidiéndole seguir adelante. Declan se había dicho a sí mismo que, si las olvidaba, eso sólo significaba que había sido un pésimo esposo y padre.
Declan asintió a sus palabras, si Wang iba a ofrecerse a lavar las sábanas, no iba a contradecirlo. En lo que no estaba tan convencido era en tocar las cosas de Sophie. Sabía que tenía toda la razón en poner las cosas en cajas, mientras pensaba qué hacer con ellas, porque no podía estar durmiendo allí rodeado de cosas viejas, juguetes llenos de polvo o libros infantiles que ya habían visto mejores días. Si limpiaban las sábanas, pero no lo demás, el esfuerzo de Wang sería en vano.
Como si la cama de Sophie lo estuviera llamando, Declan tomó asiento en el borde. El colchón se removió más de la cuenta, pero definitivamente era mucho mejor que dormir en el sofá. Estiró el brazo hasta la mesita de noche, donde Declan sabía que estaba las últimas fotos escolares de Sophie y también la última tarjeta del día del padre que le había hecho.
El trazo de Sophie era suave y dulce, al igual que ella. Había dibujado un corazón con trazos amarillos y rosados, había escrito "papá te amo" en letras brillantes. Declan se humedeció los labios y, cuando sintió a Wang cerca, le dejó la fotografía, porque estaba seguro que tenía algo de curiosidad.
—Le habrías… estoy seguro que le habrías gustado mucho a Sophie —dijo de pronto, siendo más consciente de la cuenta del nudo en su garganta.
Declan había olvidado la última vez que había llorado. Por lo general, hacía un buen trabajo conteniéndose, pero allí, en medio de las cosas de Sophie, resultó imposible contenerse. Declan apretó los labios, pero fue incapaz de contener aquel llanto amargo como hacía cada vez que el recuerdo de Sophie lo embriagaba.
Su hija era una niña maravillosa, habría cumplido diez años, si no se la hubieran arrebatado. Declan sería una persona completamente diferente entonces.
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