Noah se permitió perderse en la belleza de Reese. Sus ojos oscuros, brillantes y llenos de vida. Su piel cuidada, su cabello suave que se sentía tan bien bajo el tacto. Sus labios, delgados pero fuertes, como si cuerpo, tonificado pero no demasiado musculoso. Era perfecto, todavía más ahora que en sus años juveniles.

Sus palabras lo llenaron de alegría.

—Es cierto, somos adultos —admitió.  —Es hora de que nos dejemos guiar por nuestro corazón, ¿no crees?

De jóvenes probablemente se habrían roto el corazón mutuamente cuando las circunstancias de la vida los separaron. Pero ahora podría ser el momento correcto.

—Tampoco tenemos que forzar nada —continuó. —Podemos irnos acomodando. Nos hablamos para saber cuándo estamos libres y nos vamos encontrando. Y cuando no estamos libres, siempre podemos hablar por teléfono.

Si Noah era sincero, él querría la relación formal, el futuro matrimonio y la familia con hijos y mascotas, pero no quería espantar a Reese tampoco, y necesitaban probar primero si esto tenía algún futuro.

Al parecer ambos estaban de acuerdo en que querían eso. Tenía que darle a Noah la oportunidad de saber lo que era que tuviera un gran incendio que atender. Había tenido parejas que no habían soportado la presión y la incertidumbre de no saber qué sucedía con él durante un trabajo grande.

Y él tendría que aprender sobre la vida actual de Reese y ver si calzaba con ella.

En un arrebato sentimental, Reese pensó en su madre. En los momentos cotidianos prefería no pensar en ella, porque siempre que lo hacía, un espiral de nostalgia amenazaba con apoderarse de él y entonces volvería a deprimirse, como lo estuvo mucho tiempo después de su muerte. Había sido sencillo poner bajo llave todos los sentimientos relacionados con su madre, pero ahora era diferente, porque ella había conocido a Noah. Para ser exactos, ella le había querido como a otro hijo.

Reese nunca le dijo abiertamente a su madre qué sentimientos tenía para con su mejor amigo, pero si revisitaba muchas memorias de su época estudiantil, de seguro que concluiría que su madre ya lo sabía. Ella siempre tuvo un sexto sentido inigualable, así que seguro que Reese no pudo ocultar sus verdaderos sentimientos, por más que creyera que lo estaba logrando como un experto. Su madre siempre fue la persona que pudo ver a través de él con facilidad. Era una de las pocas cosas que se consolaba de su ausencia: que su madre nunca pudo ver la persona en la que se había convertido ahora.

A pesar de lo que tenía, estaba seguro que ella se sentiría avergonzada de él.

—De confesar que en los últimos años soy más dado a pensar con el cerebro y no a ser tan sentimental, pero… —Reese suavizó la expresión, mientras se encontraba de nuevo con la mirada de Noah. De verdad que su yo adolescente estaría dando brincos por toda la habitación de haberse imaginado en esta situación—: Pero estoy dispuesto a intentarlo si es contigo.

Lo que Noah decía también le parecía razonable. No tenían que tirarse al vacío a la primera, podían ir con calma. De todas maneras sería difícil acomodar sus horarios y también estaba el hecho de que Reese necesitaba tiempo para plantearse qué tanto podría compartirle a Noah de su vida profesional. El problema era que su vida personal se mezclaba demasiado con su trabajo, porque podía darse ese lujo al no tener una familia ni nadie que lo esperara en casa a rendir explicaciones. Si empezaba a salir con Noah, eso iba a cambiar, pero Reese confiaba en resolver ese tema con soltura.

No podía ser tan complicado.

—Tú lo dijiste, somos adultos, de seguro que nos podemos acomodar. Si hubiéramos estado en la escuela habría sido una pesadilla, no nos habríamos despegado el uno del otro y mamá se habría escandalizado porque no le habría dedicado tiempo a estudiar —sonrió con nostalgia, pues habría sido un escenario muy posible—: Pero ahora es diferente, por supuesto que podemos acoplar nuestro tiempo libre poco a poco.