El pueblito de Sheridan, en Escocia, parecía de lo más tranquilo. Con su pequeña secundaria y sus tiendas atendidas por sus propios dueños, la vida para los lugareños era tranquila y pacífica.

Hasta que Ashlee, la mesera del único bar-hotel de 20 años, desapareció sin dejar rastro. El único culpable que parecieron encontrar era Jackson, su novio, y cuando él apareció aparentemente suicidado en el bosque, dieron el caso cerrado.

Lejos estaba de eso.

Zaldic, Amon y toda su orden sabían que había algo extraño en aquella desaparición y muerte. Claro, podía ser que haya sido efectivamente así, pero no había que cerrar las puertas aún.

Un pueblo en el medio de la nada en Escocia. Una desaparición en circunstancias extrañas. Dos brujos de una orden que caza seres sobrenaturales. ¿Es posible que todo esté conectado, o serán simplemente unas pequeñas vacaciones para estos dos compañeros para conocerse más?

Cuando aterrizaron en Escocia, Amon miró hacia todos lados. —¿Es este el lugar? ¿Sheridan? —dijo con una clara decepción en su voz porque literalmente no había nada. No porque esperara algo, a ver, él se crió en las afueras de una campiña italiana donde no había más que árboles, pinos y viñedos. Pero con semejante presencia sobrenatural, o al menos eso fue lo que creyeron, pensó que iba a ser diferente. Quizás no había tantos bichos como él pensaba.

Sacó un cigarrillo sin filtro del saco y se lo puso en los labios. Se acercó la mano izquierda a él y chasqueó los dedos, haciendo que el cigarrillo prendiera sin ningún tipo de complicación. Respiró y exhaló el aire antes de pasarle el paquete a su compañero por si quería tomar uno antes de bajar.

Estaban ambos en lo alto de una colina, en el linde de un bosque, y el pueblito se hallaba abajo. No estaban tan alto pero aún así podían divisar todo el lugar. Bastante más lejos había un lago, Amon no tenía idea qué tan profundo era. —¿Crees que en el pueblo nos dirán algo de la chica? —preguntó a su compañero sin mirarlo, todavía con la vista clavada abajo. Lo dudaba, realmente. Podían decir que eran investigadores de la gran ciudad, eso ya lo tenían en claro, ese era su guión y excusa, pero no implicaba que los lugareños confiaran en unos forasteros, por mucha placa policíaca que tuvieran.