Eran un par de estudiantes que se conocieron durante un examen en el instituto, él era toda una máquina de inteligencia, capaz de resolver los problemas más avanzados en cuestión de minutos mientras que ella, cuya creatividad era lo único destacable, no hacía más que entretener a todos los demás. Una especie de enemies to lovers que rápidamente desencadena tensiones entre los jóvenes, él harto de sus actitudes infantiles y rebeldes; mientras que ella mantenía su postura autoritaria haciéndole contra cada que podía.

Fue cuestión de tiempo para que todas esas tensiones se convirtieran en una relación tóxica y caótica. Al principio muy apasionada, llena de júbilo y esperanza por el futuro; él logró graduarse del instituto, ella no lo hizo porque sus problemas desde casa lo llevaron a vivir sola, teniendo que ganarse la vida como buenamente podía, siendo la diversión su credo.  

Apenas rondaban los 18 años cuando él quiso formalizar de verdad, ella se negó. Lo llamó aburrido, un golpe bajo y cruel para alguien que estaba dispuesto a dejar todas las diferencias sociales entre ellos: “Vas a morir sola y en la calle”. Esas palabras le dolieron, pero la chica no hizo más que responder con una sonrisa: “Y tu jamás tendrás la familia que tanto quieres, incluso dudo que puedas ser padre”.

Como si se hubieran lanzado una maldición, unos tres años más tarde fue declarada con una enfermedad terminal, y él, quien estaba al borde de casarse con una mujer de familia en extremo tradicionalista, descubrió que era infértil.

A sabiendas de la situación, ella decidió buscarlo justo el día de su boda, y lo convenció de que huyeran juntos. No tenía nada que perder mientras que él estaba lanzando todo por la borda, su compromiso, su familia, su herencia, su futuro por alguien que apareció después de años sin saber nada.