El parking de Ravenwood Reach nunca había tenido tanta actividad. Ni siquiera en los días de puertas abiertas del decadente refugio de aves del pueblo. Sin embargo, el motivo por el que aparcamiento de tierra, más bien barro por la humedad del lago, se encontraba lleno de coches, furgonetas y, sobre todo, gente estaba lejos de ser una celebración.

El cielo estaba despejado, pero el frío provocaba que el aliento se condensase en nubes de vaho. Prueba de ello era la absurda neblina que envolvía a la muchedumbre que se agolpaba alrededor del perímetro delimitado por las cintas amarillas de la Oficina del Sheriff.
 
De no haber sido por las decisiones rápidas del Sheriff Riggs para mantener la entrada del Sendero de los Fundadores despejada, las tareas de los cuerpos de seguridad habrían sido imposibles.

Si bien los agentes de policía se esforzaban por mantener a la gente contenida, fue inevitable que el murmullo generalizado se disparase en un alboroto cuando dos camillas cargadas de sendas bolsas del tamaño de una persona aparecieron tras la primera curva del sendero. Los flashes de las cámaras saltaron, y el equipo enviado de la televisión regional se movió para interceptar a Tom Riggs, que torció su característico bigote dispuesto a despachar de malas maneras al cámara y a la reportera, pero que tuvo que contenerse al ver la lucecita roja en la máquina de grabación.

Esa fue la excusa perfecta para que Ivy Thornton decidiera atravesar la línea policial. Armada con su vieja pero fiel grabadora y una cámara digital que contenía más información gráfica que los propios archivos de la Oficina del Sheriff, esquivó a los agentes del sheriff y se escurrió hacia la ambulancia donde estaban cargando los cuerpos de Emily Carter y Noah Thompson, la pareja de adolescentes por las que toda aquella gente estaba reunida allí.

La mirada calculadora del Sheriff Riggs viajó hasta la periodista local mientras contestaba de forma vaga las respuestas de la reportera. Sabía que Ivy Thornton, la periodista estrella del The Crow Gazette saldría de allí con más información de la que debía. Aunque, cuando fue interceptada por Cal Harlow hubo un destello de esperanza en sus ojos.

Caleb Harlow, su hombre más leal y su mano derecha, solía ser demasiado complaciente con la prensa bajo su criterio. Pero incluso él, que era un hombre tan centrado en su deber, era consciente de que Ivy Thornton sentía una debilidad inusual por el ya-no-tan-joven Primer Ayudante del Sheriff.