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Bonnie and Clyde. Esta idea se trata de un viejo cliché. La historia se sitúa en los Estados Unidos de principios de los años treinta, justo en el punto álgido de la Gran Depresión. Podemos ser dos amigos hartos de vivir en la miseria, aunque también dos hermanos (o incluso padre e hijo, quizás) que toman la determinación de abandonar la pobreza por la fuerza y deciden atracar un banco del Medio-Oeste (el punto geográfico es importante, pues ha de ser un banco pequeño). De ahí en adelante podemos darle varios enfoques a la continuación de la historia; quizás nuestros atracadores salgan airosos y consigan escapar a México para vivir una nueva y mejor vida, o quizás las autoridades logren dar con ellos y los conviertan en sendos coladores humanos.

El tren psicodélico. Somos dos viajeros en un tren, un tren que puede ser de esos actuales y estéticamente aburridos o uno de esos otros elegantes y abigarrados de la primera mitad del siglo XX; ya sea uno u otro, lo importante es el viaje. Nuestro recorrido es largo, muy largo, y cada uno sabrá cuál es el motivo que le lleva a encarar tan larga travesía. Lo interesante es que recorremos un paisaje cambiante y extraño, y tras las ventanillas por momentos parece que cruzamos un escenario galáctico, escenario que enseguida se transforma en otro aún más impresionante. Oscuros bosques, extrañas ciudades y oníricos parajes nos van envolviendo mientras nosotros, dos desconocidos, mantenemos una curiosa conversación.

El gueto de los perdidos. En un futuro distópico, pertenecemos al peor estrato de la sociedad. Por diferentes motivos la historia se ha torcido hasta el punto de que las personas pobres son hacinadas como animales en guetos que se alzan por todas las regiones del mundo. A nosotros en concreto nos ha tocado habitar una especie de ciudad-prisión en las mismas entrañas del desierto de Atacama. Cerca de nosotros, tan cerca como para hacernos soñar se abre la inmensidad del Océano Pacífico, y hartos de la opresión sembraremos la semilla de la rebelión para conseguir escapar.

Retomando un viejo capítulo. Somos dos viejos amigos, dos personas que se conocieron en sus años de estudiantes en la universidad. Por aquel entonces los dos estábamos enamorados del otro (puede ser una relación heterosexual u homosexual, me es indiferente), pero o bien por cobardía o bien por torpeza no supimos decírnoslo. Ahora el tiempo ha pasado, concretamente seis largos años durante el transcurso de los cuales no hemos sabido nada el uno del otro. El problema es que yo ahora estoy casado y soy padre de un niño pequeño, mientras que tú iniciaste tiempo atrás una perniciosa relación con el alcohol. De cualquier modo el azar ha vuelto a unirnos, y a pesar de lo mal que lo hemos hecho esta vez estamos dispuestos a enmendar las cosas.