Nació en Calgary, (Alberta, Canadá). Su padre es uno de esos solteros de oro que tenía más dinero que tiempo por su trabajo en una gestora financiera.

Habla francés e inglés a la perfección. Su padre pensaba que el nivel de francés en el colegio de pago al que asistía era muy bueno, pero la realidad es que Hannah lo hablaba mejor que su profesora.

Su arco se llama Borrasca. Es de oro imperial aunque suele volverse blanco por la escarcha que provoca sobre el metal cuando lo usa.

Aunque tiene una paciencia que parece infinita, su personalidad es muy seria y cortante. A veces parece que le cuesta hablar y su tono suele ser frío y carente de emociones. Como suele moverse de forma muy elegante y ligera, desde que llegó al Campamento Júpiter la han tachado de altiva. Al principio trató de demostrar que no lo era, pero terminó por sucumbir a su fama y descubrió que ser borde y soberbia con la gente a menudo hacía las cosas más fáciles.

Detesta el calor, por lo que en verano suele estar de mal humor y es muy complicado verla fuera de una sombra o un espacio cubierto.

Se deshizo del rango de probatio durante unos Juegos de Guerra. El equipo rival provocó una riada, pero Hannah consiguió detenerla con una helada descontrolada que la congeló. Fue reconocida por su madre y asignada a la Segunda Cohorte ese mismo día, aunque ella lo descubrió un par de días después ya que desfalleció.

Nació y creció en Olympia, Washington, pero su infancia fue todo menos ordinaria. Residiendo en un orfanato desde que tiene memoria, nunca conoció a sus verdaderos padres ni la razón de su abandono. A los 11 años, su vida dio un giro inesperado cuando Lupa lo visitó

Tuvo un largo periodo como Probatio, incluso pensó que se quedaría como uno para toda la vida. Pasaron años antes de ser admitido formalmente en la Segunda Cohorte, y cuando finalmente lo fue, el anuncio de su ascendencia como el primer hijo de Discordia sólo empeoró las cosas. El estigma de ser descendiente de la diosa del caos lo convirtió en un paria dentro del campamento.

Y sí, eso explicaba muchas cosas, principalmente su actitud tan borde, chocante e irónica. Su visión del mundo es amarga y nihilista; está convencido de que algunas personas están destinadas a hacer el mal simplemente por existir, y él se considera una de ellas. A pesar de esta actitud pesimista, nadie puede negar su inteligencia y habilidad estratégica. Como buen exlegionario domina el combate físico, pero él prefiere utilizar su mente afilada para desmantelar a sus enemigos en lugar de depender de armas de oro imperial, aunque su daga le ha servido bien en más de una ocasión.

Lleva poco más de dos años siendo un prisionero en el campamento. ¿Sus delitos? Intentar quebrantar y destruir al Campamento Júpiter en tres ocasiones. En su último intento, se le acusa de quemar un tercio del Senado por una disputa personal. El sistema romano normalmente no contempla prisioneros, en su lugar, el exilio, la esclavitud o la ejecución son las formas más dadas del sistema. Sin embargo, se ha hecho una excepción con él, determinando que el exilio pudiera convertirlo en una amenaza externa aún mayor; la esclavitud pudiera darle una oportunidad de lograr su cometido, y la ejecución… pues, no se sabe cómo, pero el Senado no consideró esta solución, muchos dicen que ha logrado persuadir a algún Pretor o Augur para salvarse de la muerte.

Actualmente reside en el Tullianum, una construcción cerca de las barracas más parecido a una cárcel. La entrada está encantada por hijos de Jano el cual no le dejan salir del lugar. Se le alimenta todos los días a la misma hora que los legionarios y solo tiene permitida una visita a la semana (privilegio muy poco utilizado). Su único pasatiempo permitido es leer, a menudo algunos encargados suelen llevarle libros mientras que retiran los antiguos. Adrià reside allí a la espera de una audiencia, y que el Senado decida qué hacer con él.