Si una cosa se destacaba en la joven Lethood, era la puntualidad.

A las cinco de la mañana sus orbes verdosos ya se abrían, se quitaba el camisón y aprovechaba para dar un repaso rápido a las materias mientras la luz de la chimenea continuaba alumbrando y dando un toque de distinción a la sala común. Lola Siempre había demostrado un gran honor por poder pertenecer a la casa de Rowena; a la que siempre se la detalló en los libros de historia como una mujer fuente de sabiduría. Mucho antes de que los primeros bostezos dieran eco por las paredes, la pelirroja iba enfundada con su uniforme y una cinta de pelo azul donde se recogía su extensa melena carmesí.

No solamente era rápida por la ubicación de su torre, sino porque prefería desayunar tranquila y sin el incordio de los novatos mientras revisaba las noticias del Profeta y jugar con esos acertijos de números también conocidos como sudokus en el mundo muggle. Quizás decir que ésta guardaba una agenda para cada segundo de su vida era un tanto extremo pero Dolores no quería sentirse menospreciada, menos cuando retornaba a casa en vacaciones y debía hallárselas con su padre; quien siempre veía un pero enorme a sus notas de curso.

Así como las primeras clases fueron fluyendo, sus mocasines negros iban rumbo a la siguiente clase: aritmancia. Pero no contó con que uno de los espectros de Hogwarts no fuera a darle un galante saludo.

'¡Lethood pareces una zanahoria andante!' se burló Peeves y pese al aire ignorante de la cuervo, el fantasma no se vio de todo contento 'Sabes, no te pega en absoluto ese color naranja que te hace parece una raquítica verdura---pero otro sí' acreditó. Lenta fue en poder farfullar un protego una espesa nube rosácea se remolinó alrededor suya. Cuan espanto fue que el reflejo de su reloj demostró que sus cuidada cabellera ahora de un color rosa neón. Chilló y tiró sin saber dónde uno de sus libros olvidando completamente que el idiota de Peeves era transparente y escuchar un quejido de dolor segundos después del tiro.

"Mie--miércoles" corrigió, ventilando con la mano para que la dichosa nube de polvo se disipara.

No era extraño oír a Peeves causando problemas durante todo el día. Le gustaba molestar a los estudiantes y a todo el personal docente. Así que aquel día mientras Sejal se arrastraba (casi literalmente) a su siguiente clase, lo oyó molestando a alguien. Estaba molida por practicar quidditch y había dormido poco por pasar un buen rato haciendo los malditos deberes.

Cuando Peeves entró en su campo visual también lo hizo Dolores, esa Ravenclaw a la que muy seguido le pedía ayuda con los apuntes. Parecía algo desesperada y su cabello era color rosa neón, demasiado chillón. Sejal sacudió la cabeza.

—¡Peeves, largo! —le gritó al poltergeist, aunque estaba segura de que no le haría ningún caso. Después de eso se acercó a Lola—. ¿Estás bien? Se te ve bien el pelo. —Le guiñó el ojo. Supuso que aquella había sido la broma de Peeves, pero no estaba mal quitarle la importancia, a ver si así el poltergeist se iba de allí y las dejaba en paz.

Soltó varias toses por el polvo rosado, causando que se aguaran ligeramente sus orbes. No había escuchado afortunadamente, ningún alarido por lo que dedujo que su libro habría caído por peso en el suelo. Y, rezaba a Merlín, que en buenas condiciones. Ella atesoraba con brío, incluso más que la bibliotecaria, cada pedazo de pergamino o libreto.

Ya no sólo la cara de Dolores cambió de molesta a concernida cuando vio sus hebras carmesí hechas rosa pixie, sino que se encontró con Sejal; una de las múltiples muchachas a las que de vez en cuando daba tutorías y trataba de no perder los nervios en cuestión a las preguntas más comunes. Carraspeó, un tanto avergonzada por montar tal escenita.

Finalmente la aparición se largó lanzando una pedorreta y al ponerse de rodillas, recogió el libro levemente polvoroso. Se fijó en la serpiente y suspiró, no quería comentar acerca de su… tinte no deseado “No, se ve horroroso ¡ni que fuera una de las arpías de Derry!" precisamente en aquel equipo de quidditch todas las jugadoras tenían los mechones rosáceos. "Luzco igual que si hubieran abierto un huevo de Doxy en mi cabeza” rebatió con los ojos entrecerrados, claro que agradecía que no estuviera burlándose de ella “¿Por qué no podrá ser como Nick Casi Decapitado? Alguien tendría que enseñarle modales a esa… cosa” decretó, suspirando de alivio de que su túnica no hubiera cambiado de color.

Sejal quiso rodar los ojos porque la reacción de Dolores le parecía, en el fondo, una exageración. Intentó con todas sus fuerzas no juzgarla porque ya la conocía y quería ser comprensiva con ella. Muy bien, para ella acabar con el pelo rosa neón una tragedia —por más que en la opinión de Sejal no quedara tan mal—. Sin embargo, sería algo con solución, ¿no? Toda la magia tenía solución.

—Seguro es algo temporal —dijo—, es magia, así que puede arreglarse. —Aunque a Sejal en ese momento no se le ocurría ninguna solución—. Podemos ir a la enfermería a preguntar. —Habló con "nosotras" porque si le decía que sí, al menos iba a acompañarla. No le insistió más que no se le veía mal porque suponía que aquello tampoco ayudaría a calmarla.

La slytherin miró alrededor asegurándose de que no hubiera más cosas caídas.

—¿No te hizo tirar nada más? —preguntó después de oír su queja—. Bueno, es que los demás son fantasmas. Y este demonio es sólo un agente del caos...

Era normal que en algún momento del curso escolar, alguien fuera acosado por las malas obras de Peeves. Dolores siempre había esquivado, más o menos, a éste con hechizos o llegando hasta el aula donde los profesores mantenían prohibida la entrada a los espectros para que así no desviasen la atención de la lección. Pero en días como esos, cuando pensaba que dentro de poco estaría estudiando para los ÉXTASIS y casi viviendo en la biblioteca bajo el escéptico ojo de la mujer que los cuidaba con su vida.

“Más le vale” murmuró con alevosía “Porque sino, te juro que meteré a Peeves al retrete y que se vaya a las profundidades del Lago Negro. A ver si le hace lo mismo al Calamar” trataba de no perder los cabales porque sí; tenía que repetirse por diez: sólo es pelo, sólo es pelo, sólo es pelo. Peor habría sido un hechizo tontuno “Está bien… porque no creo que el hechizo de Colores sirva para esto” suspiró, buscando su bufanda para usarla a modo de pañuelo de cabeza, no quería que resaltara más y hacía lo opuesto.

“Sólo mi libro” musitó, encontrándolo bien y suspirando “No sé cómo no lo echan del castillo, que ni pudo ser su muerte tan trágica para seguir condenado acá”