Imitarle en la acción de recoger mi cartera con mis cosas lo sentí tan natural que por un momento parecía que me había olvidado de lo arriesgado de la invitación. No lo había hecho, claro, posiblemente era ese riesgo gran parte de la motivación para aceptar de lleno el plan, aunque sin dudas no era lo único.

Fui caminando hacia el ascensor esforzándome por no hacer parecer el recorrido de pocos pasos muy apresurado. Aun con la ansiedad, tenía formas que guardar frente a los pocos compañeros de trabajo que estaban en la oficina, pero sobre todo frente a Chris. No quería asustarle con un comportamiento rayano en lo adolescente e impropio de una mujer de mi edad. No mientras pudiese evitarlo.

El joven bajó conmigo hacia el estacionamiento, y aunque seguía haciendo lo posible por disimular las ganas de besarle, no pude ser capaz de evitar dedicarle unas cuantas sonrisas. La intención era que fueran sonrisas amables o divertidas, pero me conocía lo suficiente como para saber que expresaban más que eso. Sin embargo, decidí no decir nada al respecto. Lo guié hacia mi auto sin dejar de sonreírle, y desactivé los sistemas de seguridad del vehículo para luego decirle entre risas suaves.

- Debería recordar tu dirección, puesto que estaba en tu currículum... pero la verdad es que era el dato menos importante, así que no la recuerdo... ¿serás tan amable de ser un buen copiloto y guiarme hasta tu casa? Puedes confiar en que estás en buenas manos. Lo prometo.

No tenía idea de cuanto duraría el viaje, pero esperaba que mi autocontrol durara todo el trayecto hacia su departamento. Aunque ya no estaba tan segura de poder lograrlo, pensaba mientras me colocaba en el asiento del conductor, me colocaba el cinturón de seguridad y encendía mi coche.

El tener que concentrarme en el camino y en manejar sin tener ningún percance hizo que, por un momento, olvidase cual era verdaderamente mi intención. Aunque no del todo, claro. Cuando Chris me hablaba y lo miraba a los ojos, mi estómago daba una voltereta sobre sí mismo que no podía controlar ni aunque quisiera. Toda la situación me estaba haciendo sentir una adolescente, y era una emoción que añoraba sentir hacía ya un buen par de años. Ya no se trataba solo de la atracción que sentía, era de lo que el chico generaba en mí más allá de eso.

Llegamos a su departamento sin sobresaltos, mi cuerpo recordando lo que estaba a punto de hacer: quedar a solas con un pasante mucho más joven que yo, y no con intenciones precisamente laborales. Exactamente lo que mi esposo hacía en ocasiones, solo que yo era mujer (con todo lo que ello implicaba) y no sentía ni pensaba esas cosas exactamente de la misma manera. Había algo más sentimental y menos carnal en lo que estaba haciendo, aunque no era el momento de pensar en eso.

Lo escuché con atención mientras apretaba el botón del ascensor, y el estar ya completamente a solas, sin ojos que mirasen de más, y el gesto de pensar en agasajarme con un vino y un buen plato, algo que también añoraba hacía ya mucho tiempo, hizo que mi cuerpo comenzase a no hacer caso de la lógica. No hice demasiado: cuando las puertas del ascensor se cerraron por completo, mi brazo derecho subió lentamente a su mejilla izquierda, dejando que los dedos de mi mano acariciaran suavemente el pómulo de Chris. No me atreví a hacer más, pero el deseo subió tan repentinamente por mi cuerpo que supe que de poco serviría aquel dulce roce para aliviar lo que mi alma pedía.

No duró demasiado. Unos segundos después, bajé la mano y me puse colorada, sin poder disimularlo.

- Perdona... fue... Dios, soy...

Soy una desubicada, quise decir, pero no me salieron las palabras. Ni siquiera sabía del todo si la atracción era efectivamente mutua, y había avanzado demasiado rápido. ¿O no?