Hogwarts no solía festejar aquel tipo de celebraciones, dado que normalmente los alumnos acudían a Hogsmeade, donde sí había un festival cada año. Sin embargo, en esta ocasión, tras un accidente ocurrido en la aldea, el Ministerio pidió la colaboración del Colegio para no impedir que los jóvenes pudieran tener una actividad relacionada sin salir aquel fin de semana concreto del castillo.

Así pues, los profesores, con ayuda de los prefectos de cada Casa, decidieron que podría construirse un laberinto con zonas en que poder reunirse y festejar. Si bien, la magia aplicada para construirlo ha provocado que los muros de arbustos se abran o cierren e incluso se muevan a placer. Lo que hará que no todos lleguen al lugar al que desean ir desde el principio, si no tienen suerte.

Para aquellos alumnos o profesores que decidan entrar en el Laberinto de Valentín, habrá 6 paradas principales, además de sorpresas en el camino.
Encontrarán pues:
- Un Salón de Té, con mesitas decoradas pulcramete, velas aromáticas, té de diferentes sabores tonos y colores, y dulces de todo tipo.
- Una Pérgola especial con música de fondo para invitar a bailar a quienes lleguen allí.
- Una Zona de Picnic a la sombra de los sauces llorones.
- Un pequeño Embarcadero en una zona delimitada del lago para quienes quieran dar algún paseo en barca o sentarse en la orilla.
- Una Misteriosa Carpa cuyo Interior encantado muestra el cielo estrellado sin importar la hora que sea fuera.
- Una Casita de Chocolate, donde algunos de los comerciantes de Hogsmeade preparan y venden regalos para esa persona especial, ya sean bombones, dulces, peluches o cualquier otra fruslería.

• Los personajes entrarán cuando lo deseen y saldrán del mismo modo.
  
• Opción de lanzar dado de Acierto / Fallo cuando quieran salir para ver si pueden hacerlo o no. El Fallo implicará que el laberinto no os deja avanzar por lo que vuestro personaje puede utilizar la varita para lanzar chispas rojas hacia el cielo y un profesor cercano le rescatará.
  
• Para avanzar por el laberinto, hay que lanzar dos dados. Uno Numéricos de 6 caras, que nos dirá hacia dónde os dirigís. Otro Numérico de 10 caras que nos dirá las sorpresas que os encontréis por el camino.
  
• Si os queréis quedar en la zona en que estáis no hace falta lanzar los dados.
  
• Si vuestros personajes van por pareja o quieren seguir avanzando junto a alguien que se han encontrado, solo uno de ellos lanzará el dado.
  
  
• Los post de narración se harán los fines de semana para ayudar a avanzar a quienes hayan tirado los dados.
  

Sean se sintió nervioso cuando escuchó las risitas de las chicas, pero por suerte estas se fueron hacia el exterior. ¿Por suerte? No sabía si quedarse a solas con Malina lo aliviaba o lo ponía más nervioso todavía. “Si, es precioso” corroboró él, cuando la chica opinó sobre aquellas estrellas. “Apuesto que es mejor verlas desde una playa que desde aquí” opinó él con una leve sonrisa, refiriéndose al hogar de la chica. Estaba seguro de que ella echaba de menos ese tipo de cosas. Toda su casa en realidad.

El joven asintió cuando Malina dijo que sería mejor que salieran para dejar espacio a la gente que viniera tras ellos, así que la siguió hasta el exterior. Sin embargo, al salir se dieron cuenta de que los habían dejado solos, cosa que no le parecía para nada casual. Las palabras de Malina le hicieron tragar saliva con algo de esfuerzo, pensando que quizás no quisiera pasear con él por aquel lugar. Pero se adelantó unos pasos, y a pesar de estar algo nervioso, se giró hacia ella y le tendió la mano. “Si quieres podemos ir juntos. Si no te importa, claro” le dijo Sean, sin saber qué iba a responder o qué iba a pasar. ¿Se estaba arriesgando mucho?

os alumnos siguen explorando el laberinto, veamos las sorpresas que han ido encontrando a su paso.

Peter & Poppy:

Sean & Malina:

Alekséi:

Tabitha:

• Los personajes entrarán cuando lo deseen y saldrán del mismo modo.
  
• Opción de lanzar dado de Acierto / Fallo cuando quieran salir para ver si pueden hacerlo o no. El Fallo implicará que el laberinto no os deja avanzar por lo que vuestro personaje puede utilizar la varita para lanzar chispas rojas hacia el cielo y un profesor cercano le rescatará.
  
• Para avanzar por el laberinto, hay que lanzar dos dados. Uno Numéricos de 6 caras, que nos dirá hacia dónde os dirigís. Otro Numérico de 10 caras que nos dirá las sorpresas que os encontréis por el camino.
  
• Si os queréis quedar en la zona en que estáis no hace falta lanzar los dados.
  
• Si vuestros personajes van por pareja o quieren seguir avanzando junto a alguien que se han encontrado, solo uno de ellos lanzará el dado.
  
  
• Los post de narración se harán los fines de semana para ayudar a avanzar a quienes hayan tirado los dados.
  

Aunque parecía que no había entrado en el laberinto por curiosidad como ella había hecho, la sonrisa de Peter era contagiosa y daba a entender que no se lo estaba pasando mal después de todo.
Cuando le preguntó si había llegado a algún lugar ya, asintió con efusividad.- Sí. Había una gran pérgola que era como un salón de baile enorme, y con música. Y había haditas para decorar. Era muy bonito, pero quería saber qué más lugares hay por ver. -Le contó.

Se quedó quieta cuando Peter se acercó un poco y subió su mano hasta su cabeza para quitarle algunos pétalos que todavía tenía entre el pelo. y se rió por lo que dijo.- Más o menos. Iba caminando y han empezado a caer de la nada. He cogido unos pocos para poder hacer bolsitas de recuerdo. -Le contó enseñándole que tenía un montón en uno de los bolsillos. Prácticamente todo el mundo sabía que nadie sacaba tanto partido a un bolsillo como la pelirroja.

Los arbustos se abrieron de nuevo y Poppy miró el camino antes de morderse un poco le labio y mirar de reojo al chico.- ¿Quieres que... vayamos juntos? Así no tienes que esperar a que se abra otra vez por un sitio diferente. -Propuso.

Decidió echar a andar primero y después ver si él la seguía o no, hasta que llegó a un espacio abierto con un columpio lleno de flores y se apresuró a sentarse allí y balancearse.

Sonrió a Sean cuando dijo aquello sobre ver las estrellas desde la playa. Seguramente si ella hubiese hecho aquel sitio habría puesto arena y sonido de mar de fondo para crear la sensación de estar en una. Porque tenía razón, era mucho más bonito.

Al salir empezó a sentirse incómoda al ver que sus compañeras la habían dejado tirada, intuía la razón, por las risitas de antes, pero seguía sin hacerle gracia y no quería obligar a Sean a ir por ahí con ella. Si hubiese querido se lo habría dicho, ¿no?
Pero entonces el chico se acercó un poco y la invitó a hacerlo.- ¿Qué? No. No, no me importa. -Aclaró, nerviosa por pensar que había respondido mal a su propuesta.- Este sitio me hace sentir algo insegura. Ya sabes, arbustos que se abren y se cierran... ¿qué pasa si se cierran mientras los estás cruzando? -Preguntó, aunque no esperaba una respuesta.- En realidad... Gracias por querer acompañarme. -Sonrió antes de coger su mano y empezar a caminar juntos.

Mientras lo hacían, notó que el camino se iba llenando de flores.- Ala. ¿Y esto? ¿Será otro efecto mágico del laberinto? -Uno bonito al menos.

Caminaban por aquellos pasillos de arbustos con demasiados recovecos como para recordar por dónde habían venido exactamente, lo que le hacía entender el por qué de la advertencia de lanzar chispas rojas si no eran capaces de encontrar la salida, aunque no creía que fuera tan difícil abrirse camino a base de un par de hechizos ofensivos contra aquellos setos.

Llegaron a un rincón tranquilo con una fuente de aspecto antiguo, cuyas aguas corrían cristalinas. La chica apretó su brazo con cierta emoción que él no terminó de entender y dijo no sé qué de una leyenda de una fuente del amor y de que tenían que pedir un deseo. Por no contrariar a la muchacha hizo el paripé de que pedía uno antes de seguir su camino hasta la siguiente parada.

Llegaron a la zona de picnics de los sauces, bastante colorida. Se acercó a una de las mesas donde había comida y cogió un plato para él y otro para la chica, además de un par de cervezas de mantequilla. Vio que otro de los chicos de Slytherin estaba por ahí. El pelirrojo de los Mackenzie era inconfundible. Le saludó y le hizo un gesto por si quería acercarse, igual si quería podría buscarle alguna chica de su curso o superior con la que entretenerse aquel día. Aunque no pensaba estar parado mucho rato. Al final, le parecía entretenido encontrar los secretos de aquel sitio.

“¿Hadas bailando? ¡Wow, me hubiera gustado verlo!” dijo él, efusivo como ella, imaginando la escena y lamentando aún no haber llegado a un lugar como aquel. Pero seguramente habría muchos lugares igual de bonitos y tenía ganas de verlos todos, o al menos los que pudiera ver (o el laberinto les dejara). Peter rió levemente ante la explicación de la pelirroja y viendo como era cierto que tenía los bolsillos llenos de pétalos.

“Eso es inteligente sin duda” comentó con una sonrisa divertida, y casi sin darse cuenta, metió la mano en su bolsillo, guardando los pétalos que le había quitado de la cabeza a la chica. Pop siempre parecía tener los bolsillos llenos de cosas, en algunas ocasiones le recordaba a Doraemon y su bolsillo mágico, pero no sabía si ella pillaría la referencia siendo unos dibujos muggles, y encima, de otro país. Peter observó como los arbustos se abrían de nuevo para ellos y, aunque era su intención proponérselo él, le gustó que fuera la chica quien le dijera de ir juntos. “¡Me encantaría!” le dijo él, con una gran sonrisa y un tono efusivo. Era difícil ver a Peter decaído, aunque reconocía que también tenía esos momentos.

Pop empezó a andar primero y él la siguió después, poniéndose a su altura con una sonrisa hasta que, poco después, llegaron a un espacio abierto, donde había un columpio decorado con muchísimas flores. Su compañera no dudó en correr a sentarse en uno de esos y él sonrió, acompañándola en el asiento de al lado. “¿Te gustan estas cosas? Recuerdo que de pequeño mi abuelo me empujaba hasta que casi llegaba arriba” comentó él, recordando su época de niño, de forma divertida. Muchas veces se había caído pero había corrido a subirse de nuevo, como un niño grande que no lloraba siquiera.

En cierta parte, Sean se sintió aliviado porque no parecía que él fuera el único nervioso en aquella situación. La respuesta de Malina parecía también algo nerviosa y eso lo calmó un poco. Era un novato en ese tipo de cosas y eso que ella ni siquiera era su novia. El comentario sobre los arbustos cerrándose sobre ellos le hizo parpadear ligeramente, no esperaba que alguien se planteara ese tipo de cosas, sobre todo porque los profesores de Hogwarts no permitirían que algo así pasara, pero sonrió cuando ella tomó su mano y aceptó su invitación.

“En ese caso nos atraparía a los dos y tendríamos que hacer una casa entre ramas” opinó él, con un ambiente pensativo, con aquella ligera broma que le hizo sonreír después, esperando que algo así relajara las preocupaciones de la chica. Así, cogidos de la mano, comenzaron a andar fuera de aquel lugar, adentrándose de nuevo en el laberinto. Para Sean era la primera vez que algo pasaba en esos pasillos, por eso cuando del suelo comenzaron a surgir flores, llenando y dirigiendo su camino, él las miró sorprendido.

“Es la primera vez que me sale algo, pero son preciosas” comentó él, con una ligera sonrisa. Cuando siguieron avanzando, las flores fueron diluyéndose y algo más pasó. Llegaron a una parte del laberinto llena de estatuillas de cupidos que, de repente, comenzaron a dispararles flechas en forma de corazón que al tocarles, desaparecían en un estallido de colores rojos y rosas. “Parece que Cupido nos quiere” comentó Sean divertido, aunque después entendió sus palabras como algo más romántico y sintió su rostro sonrojarse levemente.

Peter hacía que Poppy se sintiera extraña. En cierto modo parecía ser su don personal. Aunque hasta aquel curso normalmente el sentimiento general era de rechazo, por la forma en que la trataba como si nada hubiese pasado. Todavía quedaba parte de ese rechazo cuando le veía con sus amigos, rodeado de ellos, riéndo... no solía generalizar de esa forma, pero no le caían demasiado bien aquellos chicos.
Sin embargo, cuando no estaba con ellos, Peter le parecía alegre, divertido, y guapo. No sabía por qué eso ahora parecía importante. Y también hacía cosas, como quitarle los pétalos de la cabeza y meterlos en su bolsillo, que le parecían increíblemente tiernas, a pesar de que eran gestos "normales".
Así que era muy confuso. Pero igualmente no podía seguir apartándole.

Sentada en el columpio se balanceó para llegar tan alto como podía ella sola y vio al chico sentarse al lado, por lo que paró un poco y lo escuchó.- Sí. Nosotros también tenemos uno en el jardín de casa. Recuerdo que en primero conseguí que Fergus se subiera y le lancé un Wingardium Leviosa para lograr que diera toda la vuelta... Digamos que tuve suerte de que el columpio tuviera cinturón de seguridad. -Rió un poco recordando el susto que pasaron hasta que su madre llegó y les salvó.

- ¿Te parece que sigamos? -Preguntó levantándose de un salto en pleno balanceo.- Seguro que hay más cosas que ver.

- A nosotras antes se nos cerró el camino justo en las narices. -Respondió para dar a entender que era lo que les había pasado más misterioso mientras llegaban a la cabaña de las estrellas.- Pero prefiero esto, la verdad. -Sonrió.

Seguían caminando, de la mano, cosa que la hacía sentir más segura. Sean la hacía sentir mejor y le gustaba estar con él por eso. Aunque no estaba segura de querer estropearlo con algo como lo que sus amigas proponían. Él siempre parecía muy tímido, y podía dejarlo tranquilo y ser solo su amiga, si era lo que él quería.
Lo que no esperaba era que los cupidos se pusieran en su contra y empezaran a lanzarles flechas como indirectas mucho más directas que las que lanzaban sus amigas respecto a ellos dos.- ¿Tú crees? -Se colocó un mechón detrás de la oreja, algo nerviosa y sintiendo que enrojecía después del comentario.

Seguía caminando con la vista baja, hasta que llegaron a una casita de colores, que era más bien una casita de chocolate como la que aparecía en los cuentos de Hansel y Gretel. Teniendo en cuenta que eran brujos se suponía que no deberían tener miedo de entrar, además, aquel no era el laberinto del terror, así que teóricamente nadie se los iba a comer.- Huele a chocolate. -Comentó, aspirando el aroma que parecía salir de la chimenea humeante.- ¿Quieres entrar? -Preguntó.

Peter no tuvo más remedio que echarse a reír cuando Pop contó aquella anécdota sobre los columpios, mientras se balanceaba levemente, observándola a ella. “¿Un columpio con cinturón de seguridad? Creo que no lo he visto en mi vida” confesó él, divertido. No sabía cómo eran las cosas y los juguetes en el mundo de los magos puros, pero para él, que había vivido siempre en un mundo muggle, era obvio que los columpios no tenían más seguridad que la del niño cafre que se montara encima.

“Yo me caía un montón de veces y volvía a montarme igual” le confesó él, con una amplia sonrisa. Aunque eso le había dado una infancia llena de heridas, él pocas veces lloraba por eso. Cuando Pop le dijo de seguir, él asintió y dejó el columpio, siguiéndola, aunque no pudo dejar de pensar que era una lástima no poder quedarse más tiempo en cada lugar.

Al continuar el camino del laberinto, de nuevo comenzaron a caer pétalos de flores y Peter se rió mientras los miraba, llenándose de éstos como si fuera nieve que caía. “¡Mira Pop!” le dijo a la pelirroja, moviéndose su cabeza llena de pétalos rosas para que éstos cayeran de forma divertida, aunque después volvía a llenarse igual.

Definitivamente había sido un tonto por comentar aquello sobre los cupidos, estaba claro que ambos se iban a sentir algo incómodos, y lo comprobó también en el mismo sonrojo en las mejillas de Malina, a la que miró un momento pero no pudo por mucho tiempo más. Agradeció que el laberinto los llevaba a un nuevo lugar y utilizó aquello para deshacerse de su vergüenza.

Habían llegado a una casa que parecía hecha de chocolate y gominolas y un agradable olor a chocolate y dulces los atraía hacia allí. La pregunta de Malina lo hizo pensar. “Bueno, no creo que haya una bruja dentro que quiera comernos” comentó él, con una ligera sonrisa. Aquella se suponía que tenía que ser seguro, así que siguió hacia delante con la chica hasta entrar en la casa, que estaba llena de artículos para comprar -y regalar-.Juntos fueron viendo todos los artículos y en algún momento, él quiso preguntarle “¿Te apetece algo?” dejó caer él. Tenía suficiente dinero para comprar lo que quisiera, y ya puestos, prefería regalarle algo a ella.

- Era un columpio para niños pequeños. -Dijo en su defensa cuando él se rió por la idea del cinturón de seguridad.- Y eso salvó a mi hermano de salir volando como un globo, así que no te rías. -Le sacó la lengua. En realidad era gracioso y todos en casa se reían con ello, recordaba haber esperado a que Fergus aprendiera el hechizo para que repitiera la hazaña con ella, aunque esta vez el columpio ya no tenía seguridad y ella se tenía que agarrar bien, sobre todo cuando subió más de lo que había esperado y el miedo que sentía provocó que su madre tuviera que volver a rescatar a uno de sus hijos del columpio.

Siguieron andando por el laberinto, con la emoción de no saber dónde terminarían. Hasta que de nuevo empezaron a caer pétalos de ninguna parte. Poppy empezó a reírse al ver a Peter bajo ellos, jugando como si fuera nieve en lugar de flores. Ella hizo lo mismo, dando vueltas hasta que la lluvia paró.- Creo que esta vez no voy a coger más, ya no me caben. -Si no, seguro que llenaría más de sus bolsillos. Alzó la mano para llegar a la cabeza de Peter y sacudirle el pelo lleno de pétalos. Soplando cuando uno le cayó en la nariz. Pero se dio cuenta de que estaban demasiado cerca y se separó de nuevo para seguir andando.

El camino parecía abrirse y poco a poco notaron cierta calidez, además de un olor a té y pastas que llamaba a sus estómagos. Hasta que finalmente entraron en el salón de té.- Qué bonito. -Dijo Poppy nada más poder ver las mesas decoradas con flores y velas, las tazas de té de porcelana finalmente decorada y todo lo demás. Era precioso. No dudó en sentarse en una de las mesas cuando un elfo con pajarita le ofreció hacerlo.- Quiero un té amarillo con mucha leche y azúcar, por favor. -Miró a Peter, preguntándose qué querría él. Quizá no le gustara el té y prefiriese otras de las bebidas calientes que ofrecían, como chocolate o leche con canela...
Pensando en esas opciones, se acordó de que tenía un paquete de galletas para él que podría querer comerse en aquel momento, para acompañar. Aunque allí había todo tipo de dulces más.

Se rió por el comentario de Sean sobre la bruja que no habría para comerlos, olvidándose un poco del pasillo de los cupidos. Le hacía gracia porque los dos habían pensado en lo mismo, en que la casita de chocolate no debía dar tanto miedo cuando se era un brujo.
Así que terminaron entrando y descubriendo que se trataba de una tienda de regalos. Había una gran cantidad de cajas de bombones, cestas de regalo y tabletas de chocolate, pero también de peluches, joyas y otro tipo de objetos.

Miró a Sean cuando preguntó si le apetecía algo, por un momento no entendiendo la intención detrás de la pregunta y pensando que solo le preguntaba qué le gustaba más.- Los bombones parecen deliciosos, pero salvo los que tienen una caja bonita, se terminan olvidando cuando se terminan. Me gustan más los peluches, porque siempre están ahí como un recuerdo, ¿no te parece? -Solo entonces se le ocurrió que él uerría regalarle algo, lo que la hizo sentir un poco nerviosa e insegura de nuevo. Igual se había equivocado y no quería hacer eso, puede que solo estuviera malinterpretándolo todo. Y se le ocurrió una forma de hacerlo menos incómodo.- Podríamos... comprar algo para el otro. Ya sabes, tú me regalas algo a mí y yo a ti. Nos separamos para buscar y nos reunimos fuera para hacer el intercambio, ¿de acuerdo? -Propuso, pensando en qué podría comprarle a aquel chico.

Aunque la pelirroja dijera que era un columpio para niños pequeños, Peter insistía en que nunca había visto uno con cinturón de seguridad, y la reacción de ella le hizo reír todavía más. Ambos rieron y jugaron con los pétalos cuando éstos los bañaron, de camino al siguiente lugar. “Pues yo si que me los voy a llenar” dijo él, con una sonrisa, recogiendo pétalos y metiéndoselos en los bolsillos.

Rió despreocupado y natural cuando Pop le sacudió el cabello lleno de pétalos, disfrutando del tacto contra su cabello. Aquello les dio demasiada cercanía, cosa que pareció incomodar a la chica, que se movió rápido para seguir andando. Él la miró con una ligera sonrisa y continuó a su lado. Pronto llegaron a un lugar decorado con mesas y sillas, todo como si fuera un gran salón de té. El olor a galletas y pastas y el del té y chocolate le abrió el estómago al Gryffindor y acompañó a la pelirroja, sentándose a su lado en una de las mesas.

“Chocolate caliente, por favor” le dijo al pequeño elfo, después de que pidiera ella, curioso por como se movía y a donde iba. “Este sitio es genial y te abre el apetito desde luego” comentó Peter con una ligera sonrisa, mirando todo el lugar, totalmente curioso y maravillado.

Sean escuchó la opinión de Malina, después de preguntarle si había algo que pudiera gustarle y la verdad es que coincidió con ella. Podían gustarle mucho los dulces, pero al final, cuando se los comía solo quedaba una caja y un mero recuerdo -si es que no se tiraba-. Ella parecía preferir los peluches y él se tomó un momento para ver que tipo de peluches había por allí.

De repente, la idea de Malina lo atacó y él parpadeó levemente. No es que quisiera nada a cambio por su regalo, solo quería comprarle algo en aquel día, ya que los chicos no es que regalaran muchos chocolates. “Me parece bien, pero no vale mirar” le dijo, señalándola con un dedo, con una media sonrisa, para que no se fijase en qué escogía para ella. Cuando ambos se separaron, Sean revisó los peluches. Había osos y osos con corazones, o perritos con corazones, pero.. para ser sinceros, no quería algo como eso.

Preguntó al dependiente que allí había si tenían algunos peluches de animales marinos. Creía que a Malina le haría ilusión algo que le recordara a su hogar, así que, de los que les mostró el encargado, escogió un delfín gris y blanco de un tamaño considerable, que le pareció precioso. Además no era el típico delfín azul, aunque él no entendía de delfines claro. Sean utilizó un hechizo para que el peluche se convirtiera en una pequeña cajita en forma de regalo, para que no fuera demasiado evidente, y salió de la tienda, esperando por Malina.

Se preguntaba para qué utilizaría un chico como Peter los pétalos, pero le hizo gracia igualmente. Era un chico muy gracioso y hacía que se riera mucho a su lado, ahora que ya habían superado los malentendidos de todos aquellos años. Era fácil hablar con él y compartir el rato.

Cuando llegaron al salón de té, la pelirroja lo miraba todo con curiosidad, queriendo ver las diferentes teteras de colores de las que servían el té y las demás bebidas, era todo alegre, precioso y hasta cierto punto romántico, aunque no fuera algo en lo que ella debiera pensar.- Sí, eso es cierto. -Asintió a lo que dijo del sitio. El elfo les sirvió sus bebidas y un platito con pastas que tenían una pinta deliciosa.

- Esto... Peter, hay algo que... -Poppy se quedaba trabada con las palabras mientras buscaba en el bolsillo la bolsita de galletas. La sacó y la puso encima de la mesa.- Yo hago esto para todos mis amigos y muchos conocidos. Y había hecho una para ti. -Explicó algo dubitativa.- No tienes que aceptarla si no quieres, pero... ya que ahora nos llevamos mejor, pensé que... estaría mal no hacerte unas. Y que te gustarían. Aunque no sean como las de tu hermana. -Sonrió un poco al final, recordando que le había ofrecido las galletas que había hecho su hermanita el primer día de aquel curso, en el tren.

Se rió y asintió cuando Sean le dijo que no debía mirar. Así fue como ambos se separaron. Malina se quedó un rato viendo las figuritas, había algunas preciosas, incluso las que no tenían corazones. Porque la verdad es que no sabía si debía regalarle a Sean algo con un corazón, eso quizá fuera demasiado, ¿no? Porque podría pensr de otra forma y que su amistad se estropease. No quería eso.
Y entonces lo encontró.

Pidió ayuda a una de las dependientas, asegurándose de que Sean no podía verlas y cuando todo estuvo envuelto salió fuera para encontrarse con el Ravenclaw.- ¿Hacemos ya el intercambio? -Preguntó alegre.
Le entregó la bolsita para regalo, donde había más papel de relleno que regalo en sí, mientras ella abría la caja para descubrir el delfín de peluche, dejando que se le escapara una gran exclamación.- Es genial. -Comentó abrazándolo.- Muchísimas gracias, Sean.

Estaba feliz con su regalo y esperaba que a él le gustara el suyo. Entre los papeles de la bolsa había un paquetito cuadrado. Al desenvolverlo descubriría una pequeña maleta y en el interior de la misma un escarbato de peluche que se levantaría al abrir la tapa.- Espero que te guste. -Sonrió. Habría preferido alguna de las criaturas con las que le había ayudado desde que se conocieron, pero no encontró ninguna.

Poco tiempo después, aquel elfo doméstico les sirvió sus bebidas y algunas pastas para que acompañar. Peter las miró con cierto apetito, pero las palabras de la pelirroja le frenaron de coger alguna antes siquiera de que pudiera mover su mano. Ella parecía nerviosa, intentando encontrar las palabras, e incluso rebuscaba en su túnica para sacar algo.

Por un momento pensó que le tiraría un montón de pétalos, pero parpadeó un par de veces, sorprendido, cuando sacó y le tendió una bolsita de galletas. Su explicación, finalmente, le hizo sonreír ampliamente, tomando las galletas entre sus manos con ilusión. “¡Pensé que no me darías nada!” dijo él, totalmente alegre. “Te había visto dándoselas a mucha gente, pensé que había hecho algo mal otra vez” confesó él, rascándose un poco el cabello, con aquella sonrisa amplia y algo torpe, ya que no era capaz de entender cuando hacía algo que pudiera molestarla.

Peter abrió la bolsita y cogió una, probándola. Eran suaves y dulces y por alguna razón, le recordó a ella. “¡Están buenísimas!” le dijo él, casi podía parecer sorprendido. Era algo gracioso. “Pero nunca se lo digas a mi hermana, me odiará por decir eso de otras galletas” comentó él, bromeando, mientras seguía comiendo sus galletas.

Sean pensaba que había acertado totalmente con el peluche que había elegido para Malina, pero no podía evitar sentirse nervioso en la puerta de aquella tienda, esperando por que la chica saliera. Cuando lo hizo y le preguntó de hacer el intercambio, él simplemente asintió. Cogió la bolsa de su regalo y él le tendió la pequeña cajita que, ante un leve movimiento de su varita, perdió el hechizo que cubría su forma.

Él esperó a ver su reacción antes de abrir el suyo propio. Ante su respuesta, él sonrió ampliamente, sintiéndose satisfecho porque aquello parecía haberle gustado. “¿De verdad te gusta?” preguntó él, aún algo escéptico. “Pensé que te gustaría más algo así que un típico osito” comentó él, dándose cuenta de que aún no había abierto el suyo y rebuscó por éste en el relleno de la bolsa. Cuando Sean lo encontró y desenvolvió, se encontró con una pequeña maleta que lo intrigó y al abrirla, un escarbato lo sorprendió.

Sean parpadeó, sorprendido por la criatura de peluche y después se echó a reír levemente. “Es perfecto” le dijo, acariciando al peluchito. “Es muy yo” tuvo que aceptar, asintiendo con la cabeza. “Muchísimas gracias, Malina” y siguiendo sus instintos, algo conmovido por aquel regalo, se acercó por un momento para dejar un leve beso en la mejilla ajena. Acto seguido él mismo sintió sus mejillas arder y desvió la mirada, como si no tuviera que haber hecho eso.

Asintió cuando Sean le preguntó si de verdad le gustaba su regalo. Era precioso y suave, desde luego que le gustaba. Además, le recordaba un poco a casa y creía que por eso el chico lo había elegido para ella.- Sí, es mucho más original. -Sonrió.

Ahora estaba expectante por saber si a él le gustaría el suyo. Quería pensar que sí, que era algo relacionado con él, pero realmente no sabía si le gustaría. A ella le parecía que le representaba un poco, por fuera podía parecer serio, pero cuando uno se detenía a abrir la tapa y conocerle un poco mejor, era una persona muy animada. Le gustaba eso también, saber que era de las pocas personas que le conocían mejor.- Me alegro de que te gus... -Se quedó callada cuando él besó su mejilla. No lo esperaba y la sorprendió el gesto, además de hacer que sus mejillas se pusieran rojas.

Trató de disimular lo mejor que pudo cogiendo su mano para encaminarse de nuevo fuera de aquella zona.- Vamos a seguir explorando, ¿quieres?

Poppy se sorprendió un poco por la reacción de Peter, ¿estaba esperando que le diera las galletas? Entonces explicó que la había visto repartirlas con el resto y pensaba que había hecho algo malo. Sus mejillas enrojecieron un poco y negó con la cabeza.- No, no has hecho nada malo. Es solo que... -Se encogió de hombros sin saber muy bien cómo explicarlo.- No sabía si te gustaría que lo hiciera o si los demás pensarían otra cosa... ya sabes que dicen que este día es para regalar algo a la persona que te gusta y eso... -No quería decirle directamente que estaba segura de que sus amigos se burlarían de ambos si les veían intercambiar algún tipo de regalos. Y no quería pasar esa vergüenza cuando él era solo un amigo.

Esperó un poco a que el chico probara las galletas, con cierta expectación. Sabía que estaban buenas porque ella las había probado y nadie se había quejado al recibirlas, pero no sabía si Peter las preferiría más saladas o con canela o quién sabe. Incluso pareció sorprendido de que le gustasen, pero hizo que se riera al mencionar a su hermana.- No se lo diré, prometido. -Sonrió. De todos modos seguramente nunca conocería a la chica de las galletas de dinosaurio.- Siempre puedes decirle que estas están en segunda posición detrás de las suyas. -Propuso, dándose cuenta de que las había colocado entre sus favoritas.- O en tercero, o en cuatro... -Trató de disimular cogiendo su tacita de té y bebiendo para callarse un poco.

Unas chicas en una mesa cercana hablaban de otro de los lugares que habían visto entre los arbustos y que les había gustado mucho.- ¿Qué te gustaría encontrarte en el laberinto? -Se le ocurrió preguntar.

Los alumnos siguen explorando el laberinto, veamos las sorpresas que han ido encontrando a su paso.

Sean & Malina:

• Los personajes entrarán cuando lo deseen y saldrán del mismo modo.
  
• Opción de lanzar dado de Acierto / Fallo cuando quieran salir para ver si pueden hacerlo o no. El Fallo implicará que el laberinto no os deja avanzar por lo que vuestro personaje puede utilizar la varita para lanzar chispas rojas hacia el cielo y un profesor cercano le rescatará.
  
• Para avanzar por el laberinto, hay que lanzar dos dados. Uno Numéricos de 6 caras, que nos dirá hacia dónde os dirigís. Otro Numérico de 10 caras que nos dirá las sorpresas que os encontréis por el camino.
  
• Si os queréis quedar en la zona en que estáis no hace falta lanzar los dados.
  
• Si vuestros personajes van por pareja o quieren seguir avanzando junto a alguien que se han encontrado, solo uno de ellos lanzará el dado.
  
  
• Los post de narración se harán los fines de semana para ayudar a avanzar a quienes hayan tirado los dados.