— Ojalá sea así, tengo muchas expectativas en como debe salir este año y no quiero llevarme sorpresas — admitió, un poco nervioso en realidad. Había tenido que renunciar a aquello que su padre deseaba que fuese por seguir su propio camino y temía que el resultado no fuese favorable. El quidditch hubiese sido la opción fácil, había entrenado desde pequeño y tenía los contactos necesarios para hacer un hueco en el mundo. Rechazó el camino fácil y solo le quedaba ser suficiente en aquello que realmente le apasionaba.

Hizo un gesto para indicarle que no se preocupara, el era quien se había ofrecido para dictarle y no iba a retirar el ofrecimiento ahora. Sobre todo porque ella se iba a tomar el tiempo de pasar a limpio las conclusiones de ambos. Habló con la voz más clara que podía, esperando a que ella le indicase cuando terminar, esperando a que la tinta se secase correctamente en el papel para poder seguir sin romper la armonía. Los profesores no tenían en cuenta el cuidado que había que tener con aquellos malditos pergaminos.

— ¿Las plumas extrañas que consiguen que la tinta se seque rápido? — Preguntó, alguno de sus compañeros de habitación tenía alguno, aunque le habían prohibido entregar con ellos en primer curso. Los magos rechazaban tanto como fuese posible la comunicación con los muggle, lo que en parte los dejaba muy atrasados en muchos sentidos. Puede que no hiciesen magia, pero habían aprendido a ser muy imaginativos, como si el hecho de no tenerlo fácil expandiese mucho más sus mentes —. La tinta se ve más sofisticada, dirían algunos, aunque simplemente siento que deseamos seguir separando nuestros mundos tanto como sea posible — dejó escapar un suspiro prolongado.

El mundo estaba roto en muchos pedazos, la historia hablaba por si sola y Arthur dudaba que llegasen a un punto en el que pudiesen estar en armonía con los muggle. Incluso los hijos de estos con magia se veían sometidos a las normas que tenían en su pequeña burbuja.