Mejor sería que consultara en su móvil los locales de comida rápida que había cerca. Porque no se iba a ir ella sola a un restaurante, así que tomaría un bocata, o una hamburguesa o alguna de esas cosas y ya está. Al fin y al cabo, por allí había bastantes sitios, y seguro que en la App que tenía descargada le salía algún que otro vale descuento para alguno.

Salió de la cafetería rebuscando en su bolso. Lo peor de los bolsos grandes era que lo que ibas buscando siempre estaba lo último, llevaba ya trasteando un rato interminable con la mirada metida en ese saco oscuro lleno de trastos y no lograba dar con el móvil. Chistó con la lengua y metió la mano más al fondo, ya un tanto impaciente, y dejando de mirar para poder inclinarse mejor. Total, no veía nada igualmente.

Y al mover la cabeza, le vio. Se quedó congelada por unos instantes, notando como el corazón se le paraba solo para volver a reanudar segundos después de un salto. Derek. Bueno, William. Estaba allí y... Otro salto de su corazón. La acababa de saludar.

Sonrió con toda la familiaridad del mundo, como si no estuviera deseando hablar con un hombre que la última vez que se vieron le dejó claro que estaba casado. Pero tendría que nacer de nuevo para no ver en él al amor de su vida. De hecho probablemente ni eso funcionase, porque ya había nacido de nuevo y seguía amándole. Llevaba días mentalizándose de que debía pasar página, pero mientras siguiera encontrándoselo iba a ser imposible.

Dejó de rebuscar en el bolso, se lo recolocó mejor en el hombro y se acercó a él. Hola. Se guardó un mechón de pelo tras la oreja y se le escapó una risilla. Vaya... Toda una vida sin vernos y ahora no paramos de coincidir. ¿Había dicho toda una vida? Osea, años, me refiero. Que ha sonado un poco raro. Risilla nerviosa otra vez. ¿Vas al... Trabajo o...? Ya le había dicho que no trabajaba por allí, pero... Bueno. Tenía que preguntar algo, no podía seguir riéndose como una quinceañera todo el rato. Porque la opción de marcharse sin hablar aunque fuera un poquito con él ni la contemplaba, claro.

No era justo culpar a la chica de sus problemas maritales. Porque ella no había hecho absolutamente nada malo. Solo había sido amable y habían hablado dos veces, por dios.
Estaba claro que el problema era de su cabeza por tener que ponerle a esa persona de sus extraños sueños la cara de la pobre Laura. Y que se sintiera a gusto con ella.

Fue ella la que se acercó y le saludó directamente.- Hola. -Respondió, porque era lo normal que se hacía. Escuchó su comentario y sonrió cuando se corrigió por haberle sonado raro.- Un poco exagerado, pero no raro... es una expresión común. -Porque lo era, no había que darle mayor importancia.

Cuando le preguntó si iba al trabajo el tuvo que dar otra calada al cigarro. Porque, de nuevo, ella no tenía la culpa y tampoco tenía por qué escuchar los problemas que había en su casa de puertas para adentro. Sería muy injusto con Beth si airease ese tipo de cosas.

- No, yo solo... necesitaba dar un paseo y por alguna razón he terminado por esta zona. -Decidió decir al final.- De esas veces que echas a andar sin una dirección clara. -Añadió encogiéndose de hombros.- Bueno, no te entretengo más, que supongo que ibas a alguna parte. -Porque la había visto salir de la cafetería, así que tendría sus propias cosas que hacer, como la gente normal que no huía de confrontaciones que no deseaba.

Sí, era una expresión común. Ojalá fuera solo eso. Qué impotencia. Qué ganas de decirle "¡soy yo, Derek! ¡Soy Amy! ¿Es que no me recuerdas?", mientras simplemente le miraba y asentía con una sonrisa. Esa absurda normalidad la destruía por dentro y, sin embargo, allí estaba. Porque renunciar a él no era tan fácil y porque... ¿Acaso hacía daño a alguien simplemente pasando un ratito con él? A sí misma, en todo caso. Y qué importaba eso ya, si había perdido al amor de su vida para siempre.

Ah. Dijo simplemente, asintiendo con su sonrisa cordial habitual a ese comentario de que simplemente los pies le habían conducido hacia allí. ¿Era muy egoísta, muy irracional o muy estúpido por su parte que hubiera sentido un cosquilleo en el pecho ante eso? Como si fuera una señal, como si eso significara algo, que inconscientemente había ido a buscarla. Ojalá, sí, su mente mágica lo deseaba con todas sus fuerzas pero su razón le decía que eso no tenía ni pies ni cabeza. Pero entonces le miró mientras hablaba y frunció ligeramente el ceño.

No estaba bien. Era su Derek, seguía siendo su Derek y sabía cuando no estaba bien, como sabía que siempre se tomaba su tiempo para contestar cuando... No estaba diciendo la verdad. Esa calada al cigarro después de su pregunta, esa respuesta tan genérica de que "solo pasaba por allí", esa expresión... Pero no iba a decirle directamente "no me estás siendo sincero" o "sé que estás triste" porque iba a sonar como una loca. Sí, lo más racional era simplemente asentir y hacer como que se lo había creído y no molestarle más... Pero la razón quedó enmudecida cuando dijo que no quería entretenerla más. Voy a comer. Dijo rápidamente. Apenas has sonado desesperada, Laura. Quiero decir... Sacudió un poco la cabeza, cerrando los ojos con una sonrisilla apurada. Iba a comer con mi amiga pero a última hora ha habido un cambio de planes... Y estaba buscando algún sitio para comer, iba a ir sola. ¿Qué pretendes, Laura? ¿Has comido? Vale... Como estrategia para alejarse de él, invitarle a comer no era muy buena.

Sonrió y se echó un mechón de pelo tras la oreja, bajando la mirada. Perdona, supongo que... Tienes cosas que hacer. Frunció los labios y le miró. Me había parecido verte un poco alicaído... Pero serán cosas mías. Reparó con una sonrisita de disculpa. Si te apetece... Voy a comer sola, así que... Hizo un gesto con la mano. Tampoco quiero interrumpirte si tienes algo que hacer.

Estaba dispuesto a simplemente dejar que la chica pasara y se marchara a donde tuviera que ir. Pensando que quizá pudiera ir a dar un paseo por el parque o... lo que debería hacer era volver a casa. Pero no le apetecía lo más mínimo.
Pero entonces ella dijo que iba a comer... explicándole que por lo visto su amiga la habia dejado plantada y sin un plan para comer.

Su expresión debió ser de sorpresa al escuchar la pregunta sobre la comida. Casi tanto como que le dijera que había notado que estaba alicaído.

- No, no te preocupes no es... nada. -Intentó asegurarle para que no tuviera que darle demasiadas vueltas a lo que le pasaba, porque no le apetecía que la chica supiera de sus problemas o hablarlos con nadie en realidad. Intentaba guardarlos siempre.

- Pero no tengo nada que hacer, la verdad. Y no he comido. -Terminó por responder su pregunta. Después de todo la discusión había tenido lugar precisamente mientras estaba poniendo la mesa. Había dejado a su mujer con todo preparado sin más, porque si decía de comer así como estaba seguramente se habría atragantado.- ¿De verdad que no te importa que te acompañe? Pagando mi parte, claro. -Aseguró. Que se le ocurrió la posibilidad de invitarla, sí, pero no quería que se pudiera malinterpretar la situación.

Que no era nada. Pues sí que era grave. Recordaba muy pocas discusiones con Derek, pero cuando peor estaba era cuando decía que no era nada, mientras ella estaba convencida de que sí. Pero no podía decir nada de eso, solo sonreír con ternura y asentir. Que impotencia. Cómo le gustaría abrazarle, consolarle y decirle que podía contar con ella. Tantos años... Para ser solo dos desconocidos más.

Pero mientras estaba a punto de volver a sumirse y regodearse en su desgracia, William aceptó ir con ella a comer. Alzó la mirada a él con los ojos muy abiertos y una indudable sonrisita de ilusión, expresión que recompuso en apenas un par de segundos, sacudiendo ligeramente la cabeza. Claro, claro. Dijo con una risita, echándose un mechón de pelo tras la oreja mientras bajaba un poco la cabeza. Me encantaría que me acompañaras. ¿Demasiado efusiva? A ver, solo quería decir que, mejor que comer sola... A quién pretendería engañar...

No tenía ningún rumbo fijo. Iba a ir con Carla... Con mi amiga. Que él no tenía por qué saber quién era, no tenían tanta confianza... Cómo dolía pensar eso... A mi restaurante favorito. Tiene comida japonesa muy rica pero muy baratita, el sushi está buenísimo y los ramen son muy grandes. Rió un poco. Pero como iba a ir sola, estaba buscando una hamburguesería o algún sitio de pizzas, por aquí hay varios. Le miró y sonrió. ¿Alguna preferencia? Yo como mucho por aquí, puedo ir a cualquiera cualquier día, así que te dejo elegir a ti por ser el invitado en el barrio. Bromeó. Porque, aunque él dijera que no le pasaba nada... Quería alegrarle. Por si acaso.

Se le hizo extrañamente contagiosa esa especie de alegría por no verse sola para comer ese día. Porque desde luego que Will no iba a pensar que era por él en concreto. Ella no tenía nada que ver con lo que le estaba pasando y su cabeza solo le estaba gastando malas pasadas usando en su contra que había encontrado a alguien con quien había congeniado realmente rápido. Esas cosas pasaban cuando tenías mucho estrés, ¿verdad?

Sonrió cuando dijo que le dejaba elegir por ser el invitado en la zona, pero lo cierto es que tenía bastante claro lo que pensaba, después de lo que le había contado.- Pues ahora me gustaría conocer tu restaurante favorito, la verdad. Suena a que es un sitio agradable y se come bien.

La verdad es que había sonado así, además, que era una forma de pagarle a la chica el que fuera tan amable y atenta con él. Qué menos que acompañarla a su restaurante preferido y que pudiera comer lo que había pensado. Y un poco también tenía ganas de conocer algo más de aquella chica. Se suponía que habían compartido instituto, tendrían que tener más cosas en común.
Lo mismo si se quitaba la curiosidad de encima, su cabeza volvía a ordenarse bien.

Tiró el cigarro y lo pisó para asegurarse de que se apagaba, antes de volver a mirarla. Empezaba a sentirse más relajado, pero no iba a decir que fuera por ella.- ¿Por dónde es? -Preguntó, esperando que indicara el camino.

Sonrió ampliamente, aunque no pudo evitar bajar un poco la mirada. Will no tardó en decidirse por ir a su restaurante favorito y... ¿Estaba pensando una tontería? Porque se le antojaba más romántico e íntimo ir a un japonés que a una hamburguesería o una pizzería... Y no debería pensar eso porque ese hombre ante ella estaba casado. Sacudió la cabeza.

Por allí. Señaló contenta y emprendió rumbo al restaurante. Estaba apenas a unos metros, lo bueno de su cafetería es que estaba en un sitio tan estratégico que todo le pillaba cerca. Llegaron, pidió una mesa para dos y, al sentarse, tomó la carta y empezó a atiborrar al chico de datos. ¿Por qué? Pues... Porque él nunca había ido... Y... Allí había mucha comida muy rica... Quería que la supiera bien antes de decidir...

A quién quería engañar, estaba como un flan, y ponerse a hablar del menú como quien recita un contenido aprendido de memoria, con la mirada puesta en la carta mientras su dedo pasaba de un plato al otro, no la hacía tensarse tanto como mirarle a la cara y hablar de sus vidas. Porque, ¿de qué vida debía hablar? ¿De la actual o de la que dejaba atrás con él? Lo lógico sería hablar de la presente, pero esta no tenía ningún sentido sin la otra.

Pero claro, no iba a durar eternamente el recital sobre el menú. Cuando se dio cuenta de la chapa que había soltado, se ruborizó un poco y soltó una risilla nerviosa. Perdona. Es que me gusta mucho este sitio. Le tendió la carta. Ya... Te dejo pensar. Añadió con una risilla de niña avergonzada y abrió la suya, escondiéndose detrás. Resopló un poco sin emitir ningún sonido. Mala idea. Aquello había sido una mala idea. Porque todo lo que pudieran hablar le parecía potencialmente romántico y... Estaba casado. Con otra. Pero estaba casado.

Siguió a Laura por el camino que le indicaba. El restaurante no estaba demasiado lejos, lo que le sorprendió un poco. Aunque suponía que precisamente la cercanía con el trabajo era algo que la hacía comer allí a menudo, ya fuera antes o después de un turno o en algún descanso.

Se sentaron en una mesa y Will agradeció la carta al camarero, aunque apenas había podido abrirla cuando la chica empezó a contarle datos sobre los platos, anécdotas y otras historias que se le hicieron entretenidas y graciosas. Quizá era por esas cosas que disfrutaba tanto de la compañía de Laura, siempre que se encontraban había alguna historia curiosa que despertaba su interés. Además de esa sensación que le envolvía cuando estaba con ella y que no sabía describir.

La estaba mirando con una sonrisa divertida en los labios cuando ella levantó la vista y pareció avergonzarse por haberle contado todo aquello.- Eh, no. No te preocupes. Está bien saber todas mis opciones. -Intentó quitarle importancia.- Y se nota que es tu lugar favorito. -Le concedió, porque era bastante evidente.- Creo que pediré unas gyozas para empezar y ramen. ¿Qué te parece? -Preguntó interesado en su opinión.

Se estaba mojando los labios con nerviosismo, aún escondida detrás de la carta y sin querer mirar... Pero mirando de reojo. Parecía un conejo intentando vislumbrar a su depredador mientras intentaba no ser visto, pero no con muy buen tino. Al mirarle ligeramente por encima de la carta, vio esa sonrisilla... Y se tuvo que volver a esconder, porque ella también había esbozado otra. Le encantaba esa sonrisita de Derek... De Will. De ese hombre casado con otra. Otra vez, Laura. Te lo repito.

Alzó la mirada ligeramente sorprendida cuando dijo lo que pedirían, y no pudo evitar una risita suave. Me parece que es justo lo que iba a pedir yo. Se encogió de un hombro. Confieso que vengo aquí expresamente por las gyozas... Y confieso que me pido la cajita de diez para mí sola y así tengo cena. Después de decirlo se ruborizó un poco. No podía evitar hablar con naturalidad con él porque... Era él, conocía todas sus cosas y se reía con sus defectillos. Al menos la versión de "él" que ella conocía. Quien tenía ante sí no era más que un desconocido, le estaba costando demasiado hacerse a la idea. Eso ha sonado a glotona total. Musitó, tratando de esconderse tras la carta de nuevo. Y de ramen... Yo voy a pedirme el shoyu, es el más tradicional y está muy rico. No te pidas el Tonkotsu, te va a sentar mal. Ups. Se dio cuenta ella sola. Abrió un poco los ojos, clavados en la carta, y sacudió la cabeza. Es... Es decir, a mí me sienta bastante pesado. Mentira. Tiene mucha grasa, pero... Quizás te guste. No, no te va a gustar. Al menos a Derek no le gustaría. Tenía demasiada carne de cerdo y a su Derek eso le caía como una bomba en el estómago y luego no podía dormir... De verdad, Laura, ¡déjalo ya!

Llegó el camarero a tomarles nota y ella pidió su shoyu un tanto avergonzada y una ración de gyozas para ambos, dejando luego que pidiera él. Se llevó un mechón de pelo tras la oreja. Los mochis de té verde están muy ricos, y son digestivos... Por sí... Luego quieres, de postre. Vale. Se le estaba empezando a acabar la conversación sobre comida, y ya para completar todos los clichés solo le faltaba ponerse a hablar del tiempo. Además con el calor vienen bien, son fresquitos. Listo, ya estaba hablando del tiempo...

Le pareció graciosa la forma en que Laura habló de su gusto por las gyozas, tanto como para sonreír mientras la escuchaba y casi reír por lo bajo cuando dijo que había sonado a glotona. No iba a ser él quien la juzgara, desde luego.
Pero cuando habló del ramen y dio por sentado que uno no le iba a sentar bien, le pareció extraño, por la seguridad con que lo dijo. Sí, quizá fuera lo que decía, que a ella le sentaban mal y pensaba que también a él... Pero no se quedó tranquilo con eso.

Lo dejó de lado porque llegó el camarero y tuvieron que pedir la comida. Una vez solos de nuevo, antes de que pudiera decidirse a hablar, lo hizo ella sobre los mochis, ganándose otra sonrisa divertida por parte de Will.- Si nos quedamos con hambre, no dudaré en probarlos. -Decidió.

Bebió un poco antes de encontrar una forma más "normal" de exponer lo que quería decir.- Disculpa, Laura... sé que va a sonar raro porque de verdad que lo es, pero... ¿de verdad que solo nos conocemos del instituto? -Preguntó, pues eso es lo que ella le había contado aunque él no se acordase de nada.- Es que... últimamente he estado pensado y teniendo unos sueños un poco extraños. En los que tú apareces. -Terminó añadiendo, aunque le había costado un poco más.- Perdona, eso ha tenido que sonar a lunático. -Se disculpó al darse cuenta de la tontería que había dicho.

Rio un poco, echándose un mechón de pelo tras la oreja. Aquí siempre se acaba bastante lleno, pero... Lo dicho, soy un poco glotona. Dijo con una risita, y algo ruborizada. Porque, al fin y al cabo, el camarero ya se había ido, ya no tenía una carta en la que escudarse ni comida delante con la que distraerse. Eran solo William y ella, frente a frente, sin otra cosa que hacer que... Hablar. A ver qué tema sacaba.

No le dio tiempo, porque él se adelantó. Y el corazón se le detuvo de golpe, se le tuvo hasta que notar en la cara. Por supuesto que no solo se conocían del instituto. Pero, ¿qué le iba a decir? ¿Que se conocían de otra vida y se habían jurado amor eterno hasta más allá de la muerte? Por supuesto que sí, apenas sonaba a loca total. Pero William aún no había terminado. Su corazón pasó de estar parado a latir con violencia y a toda velocidad. Se le había quitado hasta el hambre, pero... ¿Qué había sido eso que había dado un vuelco a su estómago? ¿Un rayo de esperanza, quizás? Porque acababa de decirle que... Soñaba con ella. Para, Laura, no te hagas ilusiones. Sigue estando casado.

Tragó saliva y bajó un poco la mirada, mirada que se le había puesto brillante sin poderlo evitar. Escondió las manos en el regazo para que no se le notara que le temblaban. Pero William en seguida se disculpó, haciéndola tocar tierra. No no... No... Tienes que disculparte... No ha sido más raro que yo diciéndote qué ramen te sienta mal. Por no hablar de la reacción que tuvo cuando le vio por primera vez.

A ver, Laura, relájate. Trátalo con la mayor normalidad posible. Bueno, es... Normal, soñar con gente que conocemos, ¿no? Dijo con una breve risa. Vaya, apenas has sonado estúpida. Reconduce, Laura. Se aclaró un poco la garganta. Y... ¿Por qué dices que son extraños? Quiero decir... Los sueños suelen ser un poco raros, y eso. ¿Qué aparece en los tuyos? Si puede saberse, claro. Concluyó, con un tono que quería quitarle importancia. Pero... Lo tenía que preguntar. No podía dejarlo ahí. Tragó saliva y, con una sonrisa de normalidad, añadió. ¿Es que... Has recordado que nos conociéramos de otra cosa que no fuera el instituto... O...?

La cara de Laura se lo decía claramente. Todo aquello era una locura. Delirios que nacían a saber de qué clase de trastorno psicológico que tenía por el estrés del trabajo la presión familiar que existía entre Beth y él.
Daba igual que ella desestimara sus disculpas, estaba claro que había creado un momento incómodo y se arrepentía de haberlo hecho, porque la pobre mujer no tenía por qué soportar sus tonterías. En realidad, era incluso demasiado amable con quien era un desconocido y posiblemente un tipo con problemas mentales, por lo que le había contado.

Pero en lugar de mandarle a la mierda o pedirle que se fuera y no volviera a aparecer en su vida, ella siguió desestimando las malas sensaciones que él mismo se había creado, apelando a que los sueños siempre eran extraños. El problema de los suyos es que se sentían demasiado reales.

- No, no exactamente. -Respondió a lo de si había recordado conocerla de otra cosa. No, claro que no, eso era imposible. Sus sueños no eran realistas precisamente.- En mis sueños apareces como si estuvieras en... otra época. Como hace más de sesenta años. -Así por hacer un cálculo aproximado, lo que debían vestir sus abuelos de jóvenes.- Me llamas y hablas como si fuéramos algo más que conocidos, como si fuéramos una familia. -Se esforzó por eludir el tema de que había niños en sus sueños, niños que corrían a sus brazos y reían. Ya era demasiada locura para un rato a su entender.

Estaba intentando sonreír, de verdad que sí, pero algo le decía que solo tenía una mueca de nerviosismo en la cara. Solo esperaba no estar temblando entera, porque por dentro era exactamente así como se sentía. Al menos se estaba agarrando las manos por debajo de la mesa para contenerlas.

Pero entonces William empezó a relatar, y por más que ella se centrara en decirse a sí misma que estaba casado, que no tenía opciones con él... No podía. Lo que William estaba narrando eran recuerdos, no sueños. Recuerdos de su vida con ella. Se le humedecieron los ojos sin poderlo evitar, y notaba un nudo en la garganta. La recordaba. Su Derek la recordaba.

Fue a hablar, pero se notaba la garganta totalmente tomada por la emoción. Carraspeó un poco y volvió a esbozar una sonrisa. Vaya, es... Podría ser una obra de teatro, como a los dos nos gusta. Dijo con una risita nerviosa, y se arrepintió en el acto. Sacudió la cabeza, avergonzada. Perdona, no... No tiene gracia... Pero es que estaba histérica, de verdad que sí. No veía de qué manera NO contarle a William la verdad después de eso, y le daba pánico que saliera corriendo de allí y no volver a verle nunca más... Ahora que se sentía tan cerca de lo que un día fue.

Sí que es extraño, pero... Parece un sueño bonito... ¿No? Tanteó, con una leve sonrisa. Quiero decir... Al menos no son pesadillas... Si es que... Te sientes feliz. Volvió a tantear. Esperaba con todo su corazón que le dijera que esas sensaciones que tenía en el sueño eran agradables, aunque resultaran en confusión al despertar. Tragó saliva y se atrevió a preguntar. ¿Y... Estamos solo nosotros dos en el sueño, o... Hay alguien más? Sus hijos. Cuando Derek y Amy tenían la edad de William y Laura ahora, ya tenían dos hijos. Quería que les recordara. Necesitaba saber si les recordaba.

Lo cierto es qu se había imaginado muchas reacciones, en su gran mayoría negativas, claro, ante la noticia de que salía en sus sueños y no como invitada estrella precisamente, sino casi como protagonista.
De ahí que su primera reacción, comparándolo con una obra de teatro le dejara sin habla. Porque sí, si lo pensaba friamente era una historia digna de ser escrita. Además de que demostraba que lo veía como algo gracioso o no precisamente como algo horrible y fruto de una mente perturbada.
Eso era algo bueno, suponía.

Y claro, con ello vinieron las preguntas.
Se dedicó a asentir sin mostrar demasiado entusiasmo ante lo que decía de que era un sueño bonito. Porque sí, lo era, le trasmitía una paz que últimamente no abundaba en su vida, pero al mismo tiempo era demasiado confuso para él, soñar con tener una familia con una mujer que no era su esposa.
- Sí, no es un mal sueño, aunque no deja de ser extraño. -Respondió finalmente a su segundo comentario. No quería decir que le hiciera feliz. Lo parecía cuando estaba en él, desde luego. Pero eso solo le preocupaba más. ¿Qué demonios le quería decir su cabeza?

- La mayor parte del tiempo estamos nosotros. -Explica, no sabiendo si debe añadir lo siguiente.- Pero a veces también hay... niños. Es una escena idílica de una familia alegre. -Intenta distanciarse al hablar así de ello, casi con frialdad o como si fuera parte de una representación, porque no quiere involucrarse de más con esas locuras, no quiere imaginar eso. Y no puede hablar de ello con quien debería hacerlo porque solo ocasionaría más daño.

Se interrumpe la conversación con la llegada del camarero con los platos. Deja espacio en la mesa y se prepara para afrontar lo que viene.- Lo cierto es que me cuesta comprender por qué apareces tú en mi sueño de esa forma. Pero sí es más fácil lo que mi cerebro quiere decirme con lo de los niños. -Expone mientras comprueba la temperatura, porque lo ideal sería meterse comida en la boca y así dejar de hablar, pero no puede hacerlo, estar frente a Laura es como si se volviera un torrente de palabras.- Como ya te conté, Beth y yo aun no hemos tenido hijos, lo intentamos, pero parece que nada funciona. -Así que evidentemente esa presión general se traslada a su imaginación.

Decir que estaba expectante por su respuesta era quedarse corto. Llevaba literalmente una vida entera soñando con reencontrarse con él, perdió la esperanza con el pasar de los años y, de repente, coincidieron. Como si el destino le hubiera dicho "no, no me he olvidado de vosotros"... Pero él no la recordaba. No solo no la recordaba, tenía otra esposa. La cruel burla del destino que acababa de decirle que no la olvidaba, aunque si lo que quería era molestarla, hubiera preferido caer en el olvido. Ahora, sin embargo, sentía que estaba alcanzando ese sueño con la punta de los dedos, nunca mejor dicho. Aunque para ello tuviera que pasar por encima de otra mujer. ¿Eso era ético? Lo dudaba, y desde luego no le gustaría padecerlo. Salvo que hubiera toda una vida de amor de por medio... Quizás eso daba para al menos pensárselo.

El corazón se le encogió. Había niños, estaban allí, recordaba a sus hijos. "Es una escena idílica de una familia alegre". Oh, y tanto que lo era, así eran ellos hacía mucho más años de los que para ella parecían. ¿Se le notaría en la mirada que se le habían llenado los ojos de lágrimas y que ni siquiera podía hablar? La daba igual el tono esquivo que William quería pretender, porque conocía a su Derek. Sabía cuando trataba de ocultar algo porque no lo consideraba correcto, pero no era más que una fachada. Quería creerlo. Necesitaba creer que todo aquello era real, que era posible.

Reaccionó parpadeando varias veces al ver los platos aparecer, y el parpadeo le derramó una lágrima que se apresuró en limpiarse antes de que nadie la viera. Tragó saliva e intentó recomponerse, aunque podía jurar que no le iba a pasar ni medio trozo de comida por la garganta. William volvió a hablar y ella le miró, atenta, sin decir nada, solo dejándole expresarse. A más dijera él, más pistas tendría ella para saber por donde tirar a continuación.

Y ahí le dejó un dato importante: William quería tener hijos, y de hecho los buscaba, pero no podía tenerlos por alguna razón que parecía no conocer. Tragó saliva. Podía entender que quisiera hijos, el adoraba a sus niños. Ahora hasta soñaba con ellos. Aunque claro, no entendía que pintaba ella en el sueño. Ya. Se aclaró un poco la garganta. Oh, lo siento, no... No sabía nada. Dijo con la mirada en la comida, trasteando distraídamente con el tenedor. Seguro que serías... Un padre estupendo. Tragó saliva otra vez. No podía llorar, iba a ser muy raro.

Aunque no tan raro como toda esa situación en sí. Él había empezado, él había sacado el tema. ¿Acaso perdería algo por ir un pasito más allá? Era él quien soñaba con ella y no al revés. Y esa siempre podía escudarse en tratar de darle una explicación a esos sueños. William... Empezó, viéndose obligada a carraspear disimuladamente, porque la voz le había salido un tanto quebrada. Tú... ¿Crees en la reencarnación? Es decir, ¿en que hemos vivido... Otras vidas pasadas?

No se estaba atreviendo a levantar la mirada demasiado para fijarse en el rostro de Laura, porque... sinceramente, le daba miedo lo que pudiera encontrar. No quería que ella le mirase como a un loco. Por alguna razón que ella lo hiciera le dolía más que de ser otra persona.
O al menos era la impresión que tenía.

- No tenías por qué saberlo, Laura, no te disculpes. -Le dijo. Porque era normal que no supiera lo de los niños, por favor. Hacía apenas unos días que se habían encontrado y ahí estaba él abriendo la caja de Pandora con sueños y confesiones de lo más extraño. Para que encima ella se disculpara.

Apenas sonrió un poco cuando dijo lo de que sería un buen padre.- Gracias. Me gustaría poder comprobarlo. -Pero eso no dependía de ninguno de ellos. Y las pruebas médicas eran caras y él por alguna razón las rehuía. Tenía miedo de confirmar que jamás podría tener hijos.

Empezó a comer en silencio y levantó la vista finalmente al escuchar su nombre.
Solo entonces se dio cuenta del aspecto que reflejaban los ojos de Laura, claramente su historia la había afectado. Estaba más que dispuesto a disculparse, pero ella le interrumpió cuando apenas estaba abriendo la boca para preguntarle aquello.

- ¿Reencarnación? ¿Vidas pasadas? -Preguntó algo confundido.
No es algo en lo que pensara a menudo, la verdad, pero recordaba cosas, sobre todo del instituto. A determinadas edades se tiende a creer con más facilidad en la predestinación y esas cosas.- No lo sé. -Dijo con sinceridad.- Recuerdo lo que nos decía una profesora en el instituto. Que hacía mucho tiempo era lo más común, las personas tenían una pareja y se encontraban con ella vida tras vida... un amor inmutable. -De algún modo era como si pudiera recitar las palabras exactas sobre ese tema, lo que ya de por sí le resultaba raro.- Pero las continuas guerras y enfermedades de los últimos siglos fueron acabando con eso, las parejas morían y renacían a destiempo así que era más difícil o imposible que volvieran a encontrarse. -En cierto modo tenía sentido, si es que tal cosa podía existir.- Pero no es más que una leyenda, Laura, no sé qué quieres decir. -Habló por fin su parte lógica.

Los instantes que él tardó en levantar la mirada para devolvérsela, en los que ella escudriñó qué encontrar en sus ojos, y que él se demoró en responder a su pregunta, se le hicieron eternos. Se le hicieron más largos que su vida entera con él, porque ahora era cuando más sentía que estaba en juego. Realmente, así se llevaba sintiendo desde que tenía uso de razón en esa vida: a cada paso que daba, cada cosa que decía o hacía, cada cambio en su vida o cada persona con la que se relacionaba, le hacían sentir que estaban dictaminando su destino, alejándole o acercándole a él, quien sabía. Ahora le tenía delante, y... Podría comprobar no solo si él la recordaba o no (que era bien probable que no fuera así, dadas las circunstancias), sino si creía posible que pudieran volverse a juntar.

Escuchó lo que tenía que decir tratando de aparentar normalidad, aunque tenía la garganta hecha un auténtico nudo. El "no lo sé" no era capaz de desenredarlo ni para bien, ni para mal, aunque conocía lo suficiente a su Derek como para saber que "no lo sé" realmente significaba "sospecho que sí, pero me da miedo reconocerlo, así que prefiero decir que no lo sé". Tragó saliva e hizo como que pinchaba comida. ¿Se estaba dando demasiadas esperanzas a sí misma? Ese muchacho no era Derek, era William. Ella se sentía la misma persona que era Amy, pero ¿y si él no era exactamente igual que antes?

Empezó entonces a explicarse. "Un amor inmutable". Se le habían puesto todos los vellos del cuerpo de punta, y tuvo que respirar hondo mientras masticaba (¿¿para qué te metes comida en la boca justo ahora, Laura, si ni siquiera puedes tragar??). No sabía ya ni lo que hacía, estaba superinquieta. Asintió a la explicación que dio. Sí, ella sabía de eso y tenía sentido, lo de las muertes a destiempo, pero no era su caso. Y ahí vino la puntilla: no es más que una leyenda. Sintió un golpe en el pecho. Pero lo dicho, conocía a su Dereck. Aún lo podía remontar.

¿Y si...? Comenzó, armándose de un trocito de pan al que dio vueltas pensativa entre sus dedos, para hacer algo con estos y no parecer tan nerviosa. ¿...se diera el caso de que una pareja muere, no sé, con... un año de diferencia? ¿O tres? ¿O cinco? Se encogió de hombros con una muequecita graciosa en los labios. No sería tanto tiempo. Yo he visto parejas que se llevan más. Dijo con una risita. Momento ideal para hacer tonterías, Laura. Carraspeó. Quiero decir... He oído testimonios de gente que asegura recordar sus vidas pasadas, y... Te cuentan cosas. Vivencias exactas, e incluso tienen objetos porque han podido recuperarlos de alguna forma... Hay gente que ha vuelto a encontrarse con su amor inmutable, como tú dices. Dijo en tono más bajo, mirándole con los ojos entornados, como si quisiera evaluar como reaccionaba. Tragó saliva. ¿Cómo lo ves? ¿Qué... Pensarías de eso?

La lógica dictaba que toda aquella conversación, el tema de las vidas pasadas, tenía que parecerle una locura. Una fábula que se cuenta a los críos para que crean en el amor incondicional capaz de superarlo todo antes de darse cuenta de la cruda realidad.
Y aún así, en su mente empezaba a plantearse la posibilidad. La opción de que aquello, sus sueños extraños con otra familia, en otro tiempo... de que todo eso pudiera ser, o mejor dicho haber sido, real. En otra vida.

Laura, por su parte, hablaba como si de verdad creyera en esas historias, como si las conociera de primera mano. Una pareja que pese a todo pudiera haberse ido encontrando y siguiera haciéndolo, con pocos años de diferencia. Recuerdos claros de las vivencias exactas, recuerdos de esos momentos... reencuentros a pesar de todo.
¿Qué pensaba él de todo eso?

- Pienso que como historia, es muy bonita. -Terminó diciendo.- Pero también puede ser muy triste. -Se inclinó levemente sobre la mesa, queriendo explicar este punto de vista.- Incluso aunque la diferencia de edad no es un gran problema, sí puede serlo el tiempo que esas personas tarden en encontrarse, ¿no crees? Aún cuando recuerdas esa otra vida, en algún momento te das por vencido y decides seguir adelante, formar una familia o algo así. Con esa espina clavada siempre. -Porque era triste saber que había alguien perfecto y que la persona con la que compartías tu vida no era ese alguien.

- Y si pensamos en mis sueños... en que tú apareces y contemplamos esta posibilidad. ¿Tenemos que creer que son parte de una de esas vidas pasadas? ¿Que tú y yo estamos atados por algún lazo, condenados a encontrarnos y a...? -No, no quiso decir en voz alta que si todo eso fuera cierto, era inevitable que se amasen.- No sería justo para ti, Laura, ni tampoco para Beth... pensar que eso es cierto y que deberíamos estar juntos cuando no podemos.

Sonrió levemente cuando dijo que le parecía una historia bonita, pero la sonrisa amenazó con diluirse cuando dijo que también podía ser triste. Lo peor era que tenía razón: ella ya había tirado la toalla con encontrarle, había llorado mucho, muchísimo, y lo había intentado con otras personas. Luego le encontró y supo que estaba casado, y volvió a llorar. Sí, podía ser triste, lo era si no llegabas a encontrar a la persona, o si la persona claramente no te recordaba y seguía su vida sin ti, como era el caso. Ella estaba triste, al fin y al cabo, aunque fuera tan tonta que solo con verle se le alegrara el corazón. Aunque no tuviera opciones de tenerle.

Sonrió de lado, con tristeza. William estaba describiendo exactamente su situación actual. - Podría pasar. - Ladeó la cabeza hacia el otro lado y bajó la mirada, moviendo distraídamente la comida del plato. - Aunque si esa persona recuerda a su amor, tratará de buscarle por todos los medios... Si bien, efectivamente, puede pasar que cuando le encuentre, ya sea demasiado tarde. - Ladeó aún más la sonrisa, sin levantar la mirada y encogiéndose de un hombro. - Y viviría con esa espina toda la vida, sí... Aunque los recuerdos hermosos se quedarían para siempre, y al fin y al cabo... Ya vivieron su historia de amor. Es solo... Que esta no se va a repetir. - Y eso dolía, pero había que buscar algún consuelo.

Pero lo que dijo después le hizo levantar la mirada y casi se le caen los palillos que sujetaba. Se había quedado congelada, sin ser capaz de responder... Y cuando lo hizo, lo hizo claramente sin pensar. - ¿Por qué no? - Preguntó con un hilo de voz, y luego cayó en lo que había dicho. Parpadeó y sacudió un poco la cabeza. - Quiero decir... ¿Por qué sería... Injusto? Si es el destino... - ¿Qué estaba diciendo? Lo iba a espantar. Soltó los palillos y cogió la servilleta, riendo un poco incómodamente y haciendo como que se limpiaba la boca para disimular. - Perdona, es una tontería... - ¿Lo era? Tragó saliva, con la mirada baja, quedándose un par de segundos en silencio... Pero luego soltó la servilleta y le miró. - ¿Qué harías si fuera así? - Preguntó, sin pensarlo demasiado. Se notaba temblando por dentro. - Si supieras... Si alguien te dijera, que tú y yo hemos tenido... Otra vida juntos, un amor, una familia. Ahora que me has encontrado... ¿Qué harías? -

Quizá fuera que aquel día todo era negativo para él pero admiraba la capacidad de Laura para ver algo positivo en aquella situación que estaban planteando. No se podía imaginar el dolor que sería saber que tienes un alma gemela y no te recuerda, que ya tiene una vida formada y no hay lugar para ti en ella. Después de todo, sería aún más terrible estar presente mientras sigue su camino sin ti.

- No sé si yo sería capaz de ver el lado bueno a algo así... si me pasara. -Pero tenía la suerte de que no le iba a ocurrir, porque seguía intentando convencerse de que todo aquello eran historias para niños, para hacerles creer en un amor inmortal que estaba muy lejos de parecerse a la realidad.

Dejó sus pensamientos cuando tras su locura de comparación, dejando entrever la posibilidad de que sus vidas estuvieran entrelazadas como la explicación de sus sueños ella preguntarse por qué eso sería una injusticia. ¿Acaso no estaba claro?
Cuando mencionó el destino casi se creyó que era una broma, pero miró sus ojos, esos enormes ojos castaños y se dio cuenta de que no estaba bromeando, de que, por alguna razón, aquello era importante para ella. Aunque no lo entendiese.

- Pero no es así. -Respondió de inmediato, casi a la defensiva, todo su ser buscando negar lo que una parte de sí empezaba a dar por evidente. Era una locura.
Escuchar de sus labios la posibilidad solo la hizo más tangible y no quería que lo fuera, no quería ponerse a sí mismo o a ella en esa posición.

Se quedó en silencio. Mudo.
Largarse era la salida fácil, esforzarse por no volver a verla y fingir que nada de aquello había pasado, que ni siquiera la había conocido. Pero sabía que no podía hacer eso. O más bien, no quería hacer eso. Porque Laura era una chica buena y amable y no se merecía que la tratase como a una lunática y la ignorase.

- Laura, las vidas pasadas y las almas gemelas no existen. Aunque desearía que pudieras encontrar a alguien que te hiciera sentir así. -Aquello se lo dijo antes siquiera de responder a su pregunta, porque necesitaba reafirmarse en esa creencia, en todo aquello.- Y si yo estuviera en esa situación, ¿qué esperarías que hiciera? -Le estaba devolviendo la pregunta, pero es que sabía que su respuesta no iba a gustarle, si todo aquello fuera cierto, la destrozaría.- Estoy casado con Beth, la quiero. No puedo abandonar la vida que tengo hasta ahora por un sueño y por alguien a quien apenas conozco. Yo no tengo esos recuerdos de una vida completa a tu lado que se supone que debería poseer. -O eso decía la teoría.- Y sería injusto para ti hacerte creer que es así. Sería injusto para Beth hacerla sentir que no puedo amarla solamente a ella. Que hay una tercera persona entre nosotros. Seriamos tres personas pasándolo mal por culpa del "destino".

"Pero no es así". Claro y conciso. Si tenía alguna esperanza de que Derek, William, le recordara, se acababa de evaporar. Tragó saliva, notando el golpe en el pecho. O bien había volado demasiado alto pensando que realmente la había recordado y no era así, o sí que lo había hecho y... No quería estar con ella. Prefería a su actual mujer, su actual vida. No le cabía en la cabeza, con la felicidad que habían vivido y las promesas que se habían hecho, que no quisiera volver a tenerlo. Podría ser muy feliz con Beth, pero... Ellos se amaban, se amaban tanto que, ¿cómo iba a rechazar eso? ¿Amaría a Beth... como un día la amó a ella? Eso sí era posible si hasta ahora no la había recordado... Daba igual cual fuera el motivo, la cuestión era que había sido una tonta pensando que tenía alguna posibilidad real con un hombre que no la recordaba, que no creía en eso y que ya tenía una familia montada. Una tonta absoluta.

Se quedó muy callado, y ella también. Trató de comer... Pero se le había quitado el apetito. Tenía el estómago absolutamente cerrado y la garganta le dolía de tanto aguantar el nudo que se había creado en ella, de contener las lágrimas. Quería salir corriendo de allí. Y entonces, él habló. Y solo fue peor. Le miró, consciente de que debía tener los ojos humedecidos, tragando saliva para no llorar. La pregunta la pilló desprevenida, tanto que sacudió un poco la cabeza y boqueó como un pez, pero no atinó a contestar nada antes de que él siguiera hablando. Y ahí, la confirmación de lo ingenua que había sido.

Quería a Beth. Tenía una familia, y ella no tenía cabida en ella, no era más que una chica a la que había conocido hacía apenas unos días en una cafetería, de pura casualidad, y que debería estar quedando de loca cuanto menos con sus teorías sobre la reencarnación, en lo cual él no creía. Había fracasado, nunca cumplirían su promesa. Derek se fue el día que murió y no volvería jamás, más le valía hacerse a la idea y generar una historia de amor nueva, como había hecho él... Si es que lograba recomponer su corazón, ahora roto en mil pedazos.

Asintió y, tragando de nuevo, dijo. - Tienes razón. - La voz le había salido más rota de lo que hubiera deseado, pero demasiado que no se había echado a llorar. Al menos trató de sonreír como pudo. - No... Eran solo teorías absurdas, tienes razón, no... No tiene sentido. - Se llevó a la boca la comida que ya tenía en los palillos, pero apenas podía tragar. Bebió un poco... No aguantaba más allí. Se tenía que ir, iba a echarse a llorar de un momento a otro y eso sí que no lo podría explicar sin quedar como una desquiciada. Por no hablar de que le dolía su mera presencia, estar con él, sabiendo que nunca iba a quererla. Sabiendo que no era su amor, que solo eran dos extraños. - No quería incomodarte, lo siento mucho. - Comentó, tratando de sonar lo más cordial posible, como si realmente no hubiera pasado nada. Se limpió con la servilleta, volvió a sonreír y miró su reloj. No sabía si la excusa iba a colar, porque era tremendamente floja, pero tenía que marcharse de allí. - Lo siento, se me ha hecho supertarde, me tengo que marchar. Me están esperando. - La voz seguía saliéndole temblorosa, y de verdad que se esforzaba por sonar cordial, por sonreír. Pero a cada segundo que pasaba se notaba más rota por dentro. - Invito yo. Insisto. Por la compañía. - Dijo con una risita, dejando el dinero junto a la carta, y ya sí se levantó. Dejó una mano en su hombro cordialmente, notando como el contacto la electrificaba y le dolía. La última vez que le tocaba... - Espero verte otro día. Que tengas buena semana. - Se despidió, cordial y amable, sonriendo, y retiró la mano de su contacto por última vez.

Salió del restaurante y caminó veloz, lo justo para poder doblar la esquina. Rompió a llorar, tapándose la cara con una mano y aligerando el paso, porque no veía el momento de llegar a su casa. Se acabó. Para siempre. Solo esperaba no recordarle también en su próxima vida.

La comida en el restaurante terminó de forma abrupta y William no podía evitar sentirse culpable por haber estropeado un momento de distendimiento con sus tonterías sobre sueños y vidas pasadas y todo eso.
Laura había dicho que eran tonterías, se disculpó por sacar a colación esas teorías e hipótesis. No tenía ningún sentido.
Y lo habría dejado así de no ser porque algo le decía que detrás de aquellas sonrisas, la chica se estaba rompiendo por dentro. No podía conocerla tanto como para asegurar que era así, pero lo cierto es que a más que recordaba el momento más pequeñas cosas era capaz de ver en ella. Más señales de que era importante, de que su forma de responder no era lo que ella esperaba.

De algún modo, algo en su interior parecía empujarle hacia ella como no había sentido nunca que pasara con Beth. Y sus sueños eran ahora mucho más habituales. Y de algún modo empezaba a preguntarse si todo aquello eran realmente los recuerdos que había desterrado de su mente al nacer. Recuerdos de una vida pasada donde Laura era... era su familia.

Tenía unos días libres que había pensado en usar para dedicarlos a Beth, a su relación, mejorar las cosas y dejar de lado todas esas teorías. Pero ella también estaba distante y por lo visto había quedado con unas amigas, así que estaba solo.
Y él no quería estar solo, no quería darle vueltas a lo que había pasado con Laura, a lo que soñaba o recordaba o a cualquier cosa por el estilo.
Y a la forma en que ella había hablado. A su pregunta.
¿Qué harías si fuera así?

Se levantó del sofá y salió a la calle, hacia la cafetería.
No estaba por allí, así que le dejó una nota a su compañera para que se la diera cuando pudiera.
La invitaba a hablar, si ella aceptaba, necesitaba hacerle una pregunta importante y no podía ser en cualquier lugar, solo pensó en el parque, porque en sus recuerdos, siempre estaban en la naturaleza. Parecía indicado.
Tuvo bastante tiempo para esperar y pensar, pero aún no tenía respuesta a la pregunta que se repetía con más fuerza en su cabeza.

¿Qué harías si fuera así?

Para un día que tenía libre, iba a tener que ir a la cafetería otra vez. Se dejó allí el móvil la noche anterior, ¿será posible? Si es que no sabía ni donde tenía la cabeza. Cuando se dio cuenta de que no llevaba el móvil encima estaba ya en su casa con el pijama puesto y dispuesta a tumbarse en el sofá, y ciertamente... No es como que esperara llamadas de nadie, y menos entre las once de la noche y la mañana siguiente, así que se puso una comedia tonta para quedarse dormida en el sofá y, cuando se despertó a las tantas, se trasladó cual alma en pena a la cama. No despertó muy tarde a la mañana siguiente, porque por más que trataba de ignorarlo, su dolor estaba ahí. Había sido como perderle otra vez, pasar por otro duelo, y no sabía si era peor saber que no volvería a verle porque estaba muerto, o ser rechazada por él. Saber que había elegido a otra familia, a otra mujer. Que ella no era nadie para él.

Suspiró mientras se vestía. No tenía muchas ganas de arreglarse, y total, iba a llegarse a la cafetería a por el móvil y a volverse a casa, tampoco es como que fuera a cruzarse con mucha gente y Carla ya estaba más que acostumbrada a sus pintas. De hecho, con peor pinta la había visto, que en los días posteriores a su encuentro con William se tragó más de una llorera suya allí en su casa, con un moño mal hecho, un pijama y escondida detrás de un montón de chocolatinas. Su amiga intentaba animarla, dentro de que estaba un poco en shock porque... En fin, a la gente que no recordaba sus vidas pasadas, eso le impactaba, y no le había contado nunca eso a nadie así que no tenía ni idea. Pero estaba siendo muy comprensiva y le estaba haciendo compañía.

Llegó a la cafetería y allí estaba Carla, apoyada en la barra con cara de hermana mayor. Suspiró sonoramente mientras le tendía el móvil. - ¿La cabeza te la llevaste? - Laura la miró con cara de circunstancias. La otra alargó la mano para pellizcarle la mejilla con afecto. - Ay, mi Lauri. Lo bueno, o lo malo según lo mires, es que no te ha escrito nadie. - Gracias por la consulta. - Respondió con una sonrisilla y una ceja arqueada. La otra alzó las palmas. - ¡Solo le he encendido la pantalla y he visto que no tenías nada! Si tienes pin, amiga, ¿cómo iba a cotillear? - Te veo muy bien informada. - Volvió a responder, entre risas. Al menos Carla la hacía reír. Su amiga volvió a suspirar y añadió. - Y yo te veo muy mala cara. Podías haberte maquillado un poquito. - ¿Para venir a recoger el móvil a la cafetería? - Se encogió de hombros. - Solo he salido para eso, no tengo más planes hoy. -Pero Carla se había quedado muy callada ante eso. Demasiado callada.

- Ya. Puede que... Sí que tengas otro plan. - Laura volvió a ladear la sonrisa y a arquear una ceja. - Aah. ¿Hoy sí quieres comer conmigo? - Pero la otra no siguió su broma, y eso hizo que se le cayera la expresión bromista del rostro. - ¿Pasa algo? - Carla se mojó los labios, se los mordió con un punto de inseguridad y se sacó un papelito del bolsillo. Antes de dárselo, le dijo. - Prométeme que vendrás inmediatamente a buscarme si no sale bien. Llámame, ¿vale? Y, por favor, no te hagas muchas ilusiones. No quiero verte rota otra vez. - Laura estaba muy extrañada e incluso asustada, y no fue nada comparado con lo que sintió cuando leyó la nota. Casi se cae al suelo, y aprovechando que se había quedado absolutamente sin habla, Carla habló. - Ha venido hace más o menos una hora. - Se notaba el corazón a tres mil revoluciones por minuto, estaba hasta mareada. - Laura... No quiero decirte que no vayas, pero... Ya has sufrido mucho. Cuídate, ¿vale? Y ven a buscarme. - Laura estaba congelada, como si esperara un permiso. Carla suspiró. - Pero ve. Anda, ve. - Gracias, gracias, eres la mejor, te quiero. - Le dijo a toda velocidad, girándose rápidamente para salir. - ¡¡El móvil!! - Ay, sí, ya. - Se giró a trompicones, lo recogió torpemente de la barra y salió volando de la cafetería.

Llegó al parque tan rápido que se planteó si había llegado a respirar siquiera durante el trayecto, tenía el pecho encogido totalmente. Allí estaba él, tan guapo como siempre aunque con ese punto que tenía en la mirada cuando estaba preocupado por algo, culpable incluso, porque se le veía sombrío. No había cambiado absolutamente nada... Qué lástima que fuera un conocimiento que no podía utilizar. Tragó saliva, se atusó nerviosamente el pelo (ah, mierda, se tenía que haber arreglado más) y se dirigió con paso tímido hacia él, prudentemente. - Hola. - Musitó, con una leve sonrisa, la cabeza agachada y las manos entrelazadas ante el regazo. Movió la notita entre los dedos, y fue a decir que Carla se la había dado pero no le salió la voz del cuerpo, solo boqueó un poco y volvió a sonreír, nerviosa. ¿Qué querría decirle? Solo esperaba que no la hubiera llamado para partirle el corazón otra vez.

Era exagerado claro, pero podía ver un surco en el suelo por donde había estado caminando mientras se despejaba la mente. Bueno, no era un surco exactamente, pero las hojas caídas hacían que se notara que había pasado por ese tramo unas cuantas veces.
Y al final terminó sentándose.
Había repetido el proceso unas cuantas veces, pero pensaba que aquella duraría más.

Solo que en cuanto la vio acercarse se levantó de improviso.- Hola. -La saludó. Vio la nota en su mano y cómo parecía a punto de decir algo para después sonreír.- No sabía si vendrías. -Reconoció. Con la forma en que había acabado todo en su comida... no podía haberlo sabido.
Y a la vez tenía ese instinto que le decía que sí, que ella iría a verle.

Por un momento se quedó sin palabras.
A pesar de haber pensado un buen rato en lo que decirle si acudía... parecía que nada pudiera ser la forma correcta de afrontarlo. Quizá porque no existía una forma de hacerlo.

- Quiero disculparme si... el otro día... dije algo que no debiera. No quería ofenderte, ni hacerte sentir mal. -Empezó, porque quería que supiera que sentía haber provocado eso en ella.- Quiero preguntarte algo y espero que no creas que estoy loco ni nada por el estilo. Necesito saber algo y creo que eres la única capaz de responderlo. -¿Pero cómo preguntarlo? ¿Cómo dar realmente ese paso?

- Laura, tú y yo... ¿compartimos una vida pasada?

Encogió un hombro, con una sonrisa leve. Estaban los dos sin palabras, sin saber qué decir. Era como si se sintiera en la obligación de hablar, de decir algo, de romper el hielo, como si estuviera en su mano su destino... Pero no es así, pensó. De hecho, debería callar y esperar. La había llamado él, al fin y al cabo, ¿no? Algo tendría que decirle. Bueno o malo, o quizás una pregunta, lo que fuera, pero era él quien había le había pedido quedar. Pero podía verle la cara y sabía que no encontraba las palabras, que estaba incómodo y no sabía por dónde empezar. Pues ya eran dos.

Cuando empezó, negó con la cabeza, agachando la mirada, en apenas una sacudida tímida, como si quisiera quitarle importancia. No le salía ninguna palabra del cuerpo y ya se sentía los ojos inundados otra vez. No tenía por qué disculparse por lo del otro día, si claramente... Él consideraba todo aquello una locura, tenía otra familia y... En fin... Aquello no entraba en sus planes. Lo entendía. Le destrozaba el corazón, pero lo entendía, y ahora solo quería pasar página y ya estaba. Puede que no fuera tan sencillo.

Su pregunta hizo que alzara la cabeza y le mirara, con las pupilas dilatadas y los ojos llenos de lágrimas. La pregunta había sido directa, y ahora se había quedado como una idiota ahí paralizada. Parpadeó... Él había preguntado directamente, así que lo mejor era responder directamente. - Sí. - Dijo con un hilo de voz. Tragó saliva y sonrió casi con miedo. - Sí, William. - Respondió con más claridad. Se pasó una manga por un ojo rápidamente antes de que la lágrima se le resbalara, no quería espantarle, y con un gesto cortés y tímido señaló uno de los bancos y fue a sentarse. Quizás la respuesta hacía que el otro huyera y la dejara tirada, pero bueno... Al menos ya habría reconocido el secreto más grande de su vida.

Sin embargo, se sentó a su lado. Se giró hacia él. - Sé que suena a locura... Y sé que no te acuerdas. Sé que tienes otra vida, William, y no... Yo no pretendo inmiscuirme en absoluto. - Se encogió de hombros. - Te he buscado durante años pero, al no encontrarte, di por hecho que tú a mí no me recordabas, y claramente es así. Nuestro encuentro fue fortuito en la cafetería, y por un momento pensé que el destino nos había juntado, pero... - Sonrió de lado, con tristeza, y negó mirando a ninguna parte. - Solo fue una coincidencia. - Echó aire por la boca y bajó la mirada, jugando nerviosamente con los dedos de sus manos. - Las vidas pasadas existen, yo recuerdo la mía. Y la tuya. Fuimos marido y mujer. - Tragó saliva. - Mi nombre era Amy. Tu nombre era Derek. - Le miró, con los ojos inundados y tristeza en la mirada. - No significa nada. Hubiera querido que significara pero no tiene por qué, tú no lo recuerdas así que... Sigue tu vida y no te martirices con ello. Estaré bien. - No, qué iba a estar bien. No estaba bien para nada, pero le quería tanto que prefería su felicidad a la de ella. - Si tienes dudas... Tengo pruebas. Tengo fotos, tengo objetos que eran nuestros. Y tengo miles de anécdotas que puedo contarte. - Se encogió de hombros. - Pero no voy a obligarte a nada. Tú decides lo que quieres hacer. -