Cierto es que la Sala de los Menesteres era un misterio, nada fácil de encontrar. Pero sus siete años en Hogwarts, su tremenda curiosidad e inquietud y formar parte del Club de los Misterios, quiera que no, te aportaban ciertos truquitos y habilidades. En los diez escasos días que hacía que había comenzado el curso, ya había tenido tiempo de sobra no solo de localizarla, sino de darle a Lex las señas necesarias para que la encontrase.

La tarde en Hogwarts solía ser tranquila, por eso se citó allí con su hermano a las seis. Necesitaba no estar pendiente de las clases y de los alumnos alborotados... Aunque el haber datado el encuentro a una hora del día tan tardía no había hecho más que incrementar sus nervios. Eso era peor que un examen, con diferencia: iba a poner a prueba sus habilidades para la oclumancia. No es que desconfiara de ellas, pero no se fiaba de su hermano como legeremante. No se fiaba ni un pelo. En esos momentos, sus esperanzas se situaban, básicamente, en que su hermano hubiera dedicado el mismo tiempo a adquirir la habilidad que dedicaba a los estudios en general: poco.

No terminaba de entender qué le había llevado a querer leer la mente a los demás, si era simplemente por hacerle rabiar o si le habían comido el coco entre sus compañeros de Slytherin y algún que otro familiar con ideales extraños. Al menos tenía alguien de confianza con quien poner a prueba sus dotes para la oclumancia. Si bien su hermano era de las personas que menos le preocupaba que entrara en su cabeza, no dejaba de resultarle algo tremendamente incómodo. Solo pensarlo le ponía los vellos de punta.

Y el muy maldito, encima, le hacía esperar. Aunque, para hacer honor a la verdad, se habían citado a las seis y Marcus llevaba en la Sala de los Menesteres, dando vueltas en círculo como un pollo sin cabeza, desde las cinco y media. La media hora solo había servido para ponerle más nervioso, por más que había pretendido usarla como preparación mental en soledad, musitando hechizos y mantras con los ojos cerrados y moviendo los labios sin hablar. Pero ahora directamente le comían los nervios, pues ya eran ni más ni menos que las seis y tres minutos y su hermano sin aparecer. Tarde, muy tarde.

Pero al fin se abrió la puerta. Marcus le recibió sentado sobre un baúl, moviendo las piernas con nerviosismo. A buenas horas... Protestó en voz baja. Ni siquiera dio tiempo a Lex a cerrar la puerta cuando ya estaba cargando contra él. ¡Tú sin prisa, eh! No vayas a correr. Le espetó a su hermano en voz más alta, cargado de ironía y reflejando lo incómodo que le ponía la situación. Se levantó y empezó a mover sin sentido alguna de las sillas de la instancia, como si la estuviera reacondicionando, mientras hablaba. Venga. Que cuanto antes empecemos, antes terminamos. Como si no hubiera sido eso en parte idea suya. Se detuvo al fin, poniendo los brazos en jarra, y mirando a su hermano con extrañeza le preguntó. ¿Por qué legeremancia? Es que no lo podía entender. De todas las posibles habilidades que podías haber estudiado, ¿tenía que ser legeremancia? Chistó con la lengua, añadiendo un bufido, y volvió a ponerse a mover sillas. Es siniestro. Que lo sepas.

No era que hubiera ido allí con mucho entusiasmo. No le importaba pasar tiempo con su hermano, de hecho, empezaba a extrañar el contacto con alguien con quien pudiera relajarse al menos un poco, pero le daba pereza justamente la reacción que sabía que iba a tener. Era siempre tan estricto, tan perfecto...
Que pese a esmerarse por llegar a tiempo a la mierda de sala escondida que fue un infierno encontrar, su hermano no estaba satisfecho.

Miró a su hermano, con su rostro impasible y solo haciendo un pequeño gesto juntando sus labios y cerrando los ojos despacio. Miró su muñeca donde tenía su reloj.

—Tres minutos.—Eso era todo lo que se había retrasado... Tres jodidos minutos para que el mundo de su hermano se viniera abajo y estuviera hecho toda una furia... ¿O no era esa la razón?
Solo sonrió de medio lado.

—¿Es que tienes que ir a algún sitio?—No le importaba realmente los compromisos de su hermano. Y a veces quería fastidiarle y ponerle de mal humor, era muy divertido como esa pequeña cosita de cara dulce y de aspecto aniñado que era su hermano mayor, se enfadaba y se ponía como una furia. Pero ese no había sido el caso... Ni si quiera su grado de aburrimiento que ya a esas alturas era enorme aunque solo llevaran unos días de clase.
No, no había sido premeditado, habían sido tres putos minutos. ¿Quién contaba eso?

Se acercó a su hermano  y se sentó con calma frente a él, solo sonriendo ligeramente ante su prisa por acabar aquello y marcharse. ¿Por qué había quedado con él entonces? Si tenía tanta prisa por largarse... No tenía por qué aguantar aquello. Ah... Pero estaba obsesionado con que nadie le leyera la mente y aquello era la excusa perfecta para entrenar y que tampoco fuera un drama,  algo así.

Ante su pregunta de por qué legeremancia... Solo presionó de nuevo sus labios cerrando sus ojos con lentitud, era su forma de expresarse aunque pocos la conocieran. Un leve movimiento de hombros y listo. ¿Por qué? No había razón alguna, sencillamente... Bueno, parecía interesante y no porque le importara una mierda lo que pensaran los demás.

—Siniestro es mi segundo nombre.—Respondió casi divertido. A Marcus no le parecía siniestro, a Marcus le daba exactamente igual lo que él estudiara, a él lo único que le preocupaba era que pudiera entrar en su cabeza... Y eso era tan divertido que parecía una buena excusa para saber legeremancia.—¿Qué pasa? ¿Tienes miedo que vea que te la cascaste anoche como un vulgar chaval? Qué impropio de un erudito...—Dijo entonces con ese tono calmado lleno de sorna.
Ah... Pero es que molestar ligeramente a su hermano era de lo más divertido que se podía hacer por allí.

Echó un vistazo a la sala. Era... curiosa. Obviamente ya había oído hablar de ella, pero Howarts tenía tantos misterios y rumores que realmente no prestaba atención a ninguno.

—¿Por qué escondidos? ¿No quieres que te vean con un Slytherin?

Ante la pregunta de por qué legeremancia, Lex se limitó a hacer una mueca con la boca y encogerse de hombros. Marcus esbozó una fingida y sarcástica sonrisa, encogiendo los ojos con el rictus. Qué elocuente. Se burló, y volvió a su tarea de mover sillas, aunque una de ellas ya estaba siendo ocupada por su hermano, que había hecho caso omiso a su intención de ordenarlas de la manera más adecuada para lo que iban a hacer.  

Ante lo que dijo después casi se le cae una silla de las manos. ¿Qué? ¡No! ¿Qué? ¿Qué dices? De verdad que a veces su hermano le cortocircuitaba el cerebro. Eso no es verdad. No digas sandeces. Lo bueno es que era cierto: no era verdad, Lex solo se lo estaba inventando para hacerle rabiar. Lo malo es que era su palabra contra la de él, y eso Marcus no lo podía soportar. ¡Porque él tenía razón! Este erudito puede convertirte en un hurón si te metes con él. Así que... Añadió, haciendo una floritura con la varita en dirección al chico, en un tono que había quedado menos amenazante de lo que quizás pretendía.

Al fin decidió colocar una silla frente a la de su hermano. Si iban a hacer trabajo mental, frente a frente era lo mejor, aunque se exasperase. También tendría que controlar eso, lo de exasperarse con tanta facilidad. Lo que le faltaba a Lex era un arma en su contra.

Echó aire por la boca con cansancio, poniendo los ojos en blanco. No estamos escondidos. Estamos en una sala tranquila y acondicionada para lo que vamos a hacer. Volvió a esbozar la sonrisa falsa de los ojos encogidos en tono de burla. No quiero que me vean contigo, aunque no tuvieras casa. No era verdad ni de lejos, pero si su hermano quería decir tonterías, él le respondería tonterías. Respiró hondo y cerró los ojos, tratando de concentrarse. Comenzó entonces a moverse un poco en la silla, estirando los brazos y el cuello, como si se estuviera preparando para hacer ejercicio. El ejercicio mental era, a fin de cuentas, ejercicio. Vale. A ver. Abrió los ojos. Reprimió sus ganas de exasperarse de nuevo por ver que su hermano no se estaba preparando tan bien como él, lo cual prefirió obviar. ¿Hasta donde has llegado con tus prácticas?    

Lex apenas cambió su expresión, pero estaba matándose de la risa por dentro al ver la reacción de su hermano. ¿En serio le ofendía tanto algo así? Tenía diecisiete años, dudaba que nadie encontrara extraño que se masturbara de vez en cuando. ¡Pero no! Eso era demasiado vulgar para él, seguro que no se la tocaba ni para mear...
Y era tan fácil provocarle, de verdad le obsesionaba esa idea de ser perfecto.

—Oye... ¿Eso es una amenaza? Quizá me fuera mejor la vida como hurón, tendremos que preguntarle a Noora...—Así encajó su amenaza, solo pensando en lo divertido que sería ser un igual con su pequeña hurón. ¿Le seguiría queriendo igual? Ya no tendría manos para darle esas caricias en el lomo que tanto le gustaban a su roedor.

—Una sala tranquila y acondicionada...—Sus cojones. Era la maldita sala de los menesteres. El desgraciado había buscado una sala que era más una leyenda que una realidad para reunirse con él... ¿Solo para probar si podía leer su mente? Podrían haberlo hecho en cualquier sitio, incluso en el baño... Pero Marcus tenía que darle a todo ese aire de teatralidad... Seguro que cuando quisiera escribir sus memorias de erudito en un futuro le quedaría un precioso capítulo titulado: "El día que la sala de los menesteres se mostró ante mi para poder practicar en un lugar tranquilo y acondicionado". En realidad le resultaba divertido... Hasta esa parte.

No quiero que me vean contigo, aunque no tuvieras casa.

No cambió su expresión, tampoco le sorprendió, tampoco podía decir exactamente que eso hubiera dolido, pero tampoco era agradable. Sabía que estaba allí solo porque Marcus quería probar lo bueno que era en oclumancia, nada más...

—Pues...—Respondió, acercándose a él. Se acercó hasta quedarse a apenas unos centímetros, mirándole fijamente a los ojos  con una expresión muy seria.
—Oh... si... ya lo veo...—Dijo.—Veo la razón... el motivo... por el que no te tocas... la tienes tan pequeña que ni te la encuentras.—Espetó después de una pausa dramática y se echó hacia atrás.—¿Qué quieres, Marcus? ¿Solo asegurarte de que esto se me da tan mal como todo lo demás para estar tranquilo? No me interesa lo que hay en tu cabeza, eso puedo verlo sin magia. Solo hay cosas soberanamente aburridas...

Marcus echó el cuello hacia atrás con el ceño fruncido cuando su hermano se le acercó así. ¿Qué haces? No. Que va. No podía estar haciendo eso. No podía estar leyéndole la mente. Se lo tenía que estar inventando. Pero, aun estando casi seguro de eso, lo cierto es que le estaba incomodando bastante. ¿Qué? ¡Maldito imbécil! Fue a empujarle contra la silla pero Lex fue más rápido y se retiró antes de que lo hiciese, dejando a Marcus moviendo los brazos en el aire como un idiota. Eres un inmaduro. Soltó con un bufido, recolocándose en la silla y moviéndose la túnica con nerviosismo. No sé para qué me molesto...

Pero el otro siguió pinchándole. Al menos ya parecía que hablaba medio en serio. ¡No hay cosas aburridas! Hay grandes ideas. Chasqueó la lengua y negó con la cabeza. ¿Sabes lo que podría ocurrir si me las roban? Tengo una herencia familiar que mantener, tenemos un nombre. Se llevó un dedo a la sien y se dio unos toquecitos. Aquí hay grandes ideas y si me las quitan serán de otro. ¡Tú no lo entiendes porque tienes el cerebro hecho de arena!

Se pasó una mano por el rostro y se mojó los labios con nerviosismo. Tras respirar hondo, intentó hablar con algo menos de hostilidad. Mira, Lex. Eres muy inteligente. No tanto como yo, pero sí. Pero no eres listo, porque si lo fueras aprovecharías esa inteligencia para cosas productivas. Juntó ambas manos y colocó sus codos en sus rodillas, ligeramente inclinado hacia su hermano. He hecho muchos progresos en oclumancia. Si tú has hecho los mismos en... Lo tuyo... Casi no podía decir "legeremancia" sin que le dieran escalofríos. Podríamos practicar juntos. Podríamos ser buenos en esto los dos. Yo podría enseñarte oclumancia también si quieres. Porque la legeremancia es siniestra y no sé qué ganas leyendo mentes. Pero de buen rollo, ¿vale? Añadió descubriendo las palmas de las manos como si le estuviera amenazando con lanzarle un hechizo. Somos hermanos, ¿no? Podemos llevarnos bien... Aunque sea un rato...

Era tan divertido verle hacer ese intento por golpearle... Pero sus movimientos eran tan predecibles... Bueno, eran hermanos. Lo curioso era verle tan agresivo, los magos preferían usar su barita para esas cosas más que los puños. Pero debía correr la sangre...
Solo rió ligeramente, aunque sin mucha expresión más y contempló a su hermano mientras decía todas aquellas cosas que él solo entendía como sandeces.

—¿Una herencia familiar que mantener?— De verdad que su hermano parecía de otro mundo con eso. Y no decía esas cosas por decir, realmente creía, o casi estaba obsesionado, con que su cabeza era una mina llena de tesoros que debía proteger de las manazas de cualquier aprovechado que pudiera tener éxito con su trabajo...
Y eso a Lex le resultaba... ah, tan aburrido e irrelevante. Un legado... Nadie pedía nacer en un sitio u otro, tener un apellido u otro. ¿Tenía que ser escritor solo porque su familia lo era? ¿Un erudito con la alquimia? Estaba tan cansado de esas mierdas...

Sonrió solo con sus labios cuando hizo referencia a su cerebro. Tal vez. Pero esa era una presión menos que tenía. Si además de todas las mierdas familiares tuviera que estar preocupándose de que no le robaran las ideas... Se volvería loco. Más aún.

Y volvía con ese discurso de ayudarse mutuamente, de practicar, de mejorar... Aunque Lex no estaba interesado especialmente en la mejora, pero Marcus si... Y no le importaba que su hermano pequeño mejorara o no en ninguna habilidad, pero si mejorar él en oclumancia.

—Claro, nos llevamos super bien, aquí donde nadie puede vernos.—Aunque tampoco tenía especial interés en que le vieran con él, en realidad.

Finalmente, solo asintió. Si podía ser conveniente y si veía algo en su cabeza, sería bastante entretenido. Aunque tampoco quería darle mucha información de como llevaba esa habilidad o no podría leerse de él en el futuro...

—Pues... no sé en qué punto estoy. A veces funciona y a veces no...  y a veces funciona pero no entiendo nada, y otras es como... más claro. Como una voz que te habla...

Y dale con el "donde nadie puede vernos". ¡Oh, vamos! ¿Te pasas el día escondiéndote de la gente y ahora te molesta estar aquí? No hay quien te entienda. Chistó de nuevo y justificó. Solo quiero que estemos tranquilos, sin distracciones ni gente entrando y saliendo. Es trabajo mental. ¡Mental! Insistió, como si su hermano no lo hubiera pillado todavía. No nos podemos distraer.

Una voz que te habla... Eso sí que le dio un escalofrío. No podía imaginarse lo que debían ser los pensamientos de otro en tu propia cabeza. Casi se le notaba la incomodidad en la cara. Pero... Lo has intentado con... ¿Gente? Preguntó. Obviamente debía haberlo intentado con gente, era legeremancia. Debía ser la única forma de asegurarse. Quiero decir... ¿Has probado a leerle la mente a alguien? Pues seguro. No sabía qué respuesta quería escuchar, la verdad. Que su hermano entrase en su cabeza no era plato de gusto, pero prefería un millón de veces que fuese él a que fuese alguien cualquiera.

Por un momento se planteó que podía haber legeremantes como su hermano por Hogwarts que trataban de leerle la mente por el pasillo. Eso provocó que un frío incómodo recorriera su cuerpo, hasta tal punto que se llevó inconscientemente una de sus manos al otro brazo y empezó a frotarse con lentitud, como ido, como si estuviera en mitad de un páramo helado. Si eso era así, ¿qué habrían visto? ¿Qué consecuencias habría tenido eso? Alzó la vista hacia su hermano, pues durante unos instantes la había perdido en ninguna parte, y preguntó con prudencia. Y ese alguien... ¿Sabía lo que estabas haciendo?

Sonrió de medio lado ante el comentario de su hermano sobre lo de esconderse. Era cierto, normalmente se quejaría de que le vieran con él en público, pero esas cosas no las hacía en serio...
Era decir, no le importaba realmente que le vieran con su hermano, pero era divertido molestarle y que pensara que si, ya era casi un hábito y lo hacía sin que se diera cuenta, en realidad. Algo natural...

—Trabajo mental...— Repitió con un poquito de sorna, pero en un tono diferente, como amistoso.

Frunció el ceño en una mueca algo extrañada y divertida por la pregunta de su hermano. ¿Qué quería que probara con Noora? Claro que lo había hecho con gente... Para ser un erudito a veces podía llegar a ser un tanto "cortito", y a saber en qué estaba pensando porque parecía entrar en pánico por momentos...

Le miró fijamente con una expresión algo seria en sus ojos, pero con la comisura de su labio ligeramente hacia arriba. De pronto Marcus parecía más interesado en conocer datos sobre lo que hacía que practicar y mejorar como había dicho antes.

—Vaya... Cuánta curiosidad... ¿No decías que era algo siniestro?— No quiso responder. Al menos no de primeras... Tal vez solo era, nuevamente, el hábito de replicar antes de ser cordial.
De todos modos, tampoco quería responder realmente. No le interesaban en particular los pensamientos de otros... al menos no de todos... Pero era... Una ventaja, o podría serlo, el algunos momentos.

—Si, lo he hecho. Y a veces lo han sabido y a veces no... —Y no tenía mucha intención de responder a quién, cuándo, o por qué... Eso de momento, era solo cosa suya.

Después de hacer una mueca extraña con su boca, se levantó de la silla, la hizo girar para poner el respaldo al frente y se volvió a sentar, como si fuera un caballito apoyando su pecho en el respaldo del asiento y echándolo ligeramente hacia adelante para acercarse más a su hermano y mirarle a los ojos.

—Entonces... ¿Quieres intentarlo? No sé si has pensado en la posibilidad de que... Realmente pueda leer algo de tu mente...—Porque si le preocupaba ligeramente la reacción que pudiera tener el mayor, y en ese momento no estaba tratando de joderle, lo decía en serio. Con lo receloso que era con sus ideas... Y no solo eso, a veces eran intimidades más que ideas.—Podría... saber de verdad si te masturbaste anoche, si te gusta alguie, si vas estreñido... No sé.

¡Y lo es! Respondió, aún sin haberse recuperado de los escalofríos. Pero un buen conocedor de una materia tiene que saber todos sus pormenores para poder llevarla a cabo con eficacia. Marcus y su palabrería. Esa frase tan grandilocuente podía traducirse fácilmente como "quiero saber qué hace un legeremante para saber a qué me enfrento". Mucho más fácil de entender y mucho más honesta. Pero ya se sentía lo suficientemente débil como para mostrar abiertamente esa debilidad ante nadie, ni siquiera su hermano.

"A veces lo han sabido y a veces no". Esa frase era todo lo que su paranoia necesitaba para hacerse más poderosa. No dijo nada, solo miró a su hermano con un semblante algo desconfiado en su rostro, como si ese no fuera el chico con el que jugaba de pequeño sino un mago poderoso que podía hacerle daño en cualquier momento. Prefirió dejar que terminara de hablar antes de intervenir otra vez.

Miró como se giraba en la silla e hizo un sutil aspaviento con la cara, poniendo los ojos en blanco. Que niñato era a veces, y que poco profesional. Y encima esas frasesitas de crío que decía. Uy sí, eso es lo que más me preocupa que sepas, mis horarios de baño. Ironizó. De las otras dos cuestiones prefirió no comentar nada. Volvió a hacer un aspaviento con la cara, planteándose si había sido buena idea pedirle a Lex hacer eso, pues no se lo estaba tomando demasiado en serio... ¿O sí?

Porque a pesar de su posición en el asiento y sus tonterías, había algo distinto en su mirada, distinto a lo que había cuando empezó esa reunión. Marcus le miró de reojo, prolongando la pausa entre ellos, hasta que finalmente echó aire por la boca y bajó un poco sus defensas al hablar, sonando algo menos "prefecto" y algo más "hermano". Pues claro que quiero intentarlo. Necesito saber que domino esto de verdad. Había bajado un poco la mirada, ligeramente avergonzado, con los brazos cruzados. Se encogió de hombros e hizo una mueca con la boca. Si alguien va a leer mi mente, sea como sea, prefiero que seas tú. Levantó un poco la mirada y entrecerró los ojos ligeramente, como si estuviera diciendo algo para chincharle. Aunque no te lo creas, no te oculto tantas cosas, renacuajo.

De nuevo solo se le dibujó una media sonrisilla cuando escuchó a su hermano decir eso. Claro... Como si fuera un interés académico y no el puro morbo de adentrarse en algo "siniestro". Pero él era don perfecto, ni sentía placer por cosas banales, carnales, fetiches o nada por el estilo, solo le interesaban las cosas intelectuales, que pudieran dejarle bien y eso de... Erudito.
Aunque no lo criticaba, al menos hasta que se creía mejor que los demás solo por eso.

— Debería preocuparte. Nunca sabrás cuando podrás cagar tranquilo. — Mencionó divertido, aunque en ese momento no era para burlarse, simplemente estaba siendo divertido porque en el fondo, a pesar de su aspecto callado y serio general, solía decir bastantes tonterías solo por diversión.

Aunque eso si le sorprendió. Obviamente sabía que solo quería entrenarse para que nadie pudiera entrar en su cabeza, y dedujo que era mejor con alguien como él, que no tenía interés en robarle nada...
Pero de todos modos, que lo dijera abiertamente casi lo hacía un acto... Fraternal, familiar, de confianza... Algo como eso. En cierto modo fue agradable.

— ¿Renacuajo? ¿Hablas de ti?— Bromeó de nuevo y se acercó un poco más a él. Se puso serio solo unos segundos antes de continuar a hablar.— No se puede hacer si no se dice... El conjuro adecuado. Si estás pendiente, no es tan sencillo hacerlo... Ya sabes, sin que se den cuenta.— No es que fuera un secreto, la mayoría de hechizos iban acompañados de su "frase", si no se decía correctamente no funcionaba. De modo que... Bueno, eso. Hacerlo a escondidas tampoco era tan sencillo...
Aunque la mayoría iba a sus cosas y no estaban pendientes de eso si se era disimulado... Aunque eso también hacía que muchas veces el tono no fuera correcto y no funcionara.

— Alguna vez le he leído la mente a papá... — Comentó con una ligera sonrisa. Después de eso hizo una pausa y sacó su barita.—Entonces... ¿Probamos?

Bien, eso le tranquilizó un poco, aunque solo en cierta parte. Si según su hermano estando pendiente no era tan fácil hacerlo sin que te dieras cuenta, supuso que con el dominio adecuado de la oclumancia no tendría problemas en detener a un mago con quien estuviera en un duelo directo... Pero, claro, debía ser eso. Debía ser alguien con quien se estuviera enfrentando, alguien a quien pudiera verle claramente intenciones de leerle la mente. Pero, ¿y si era alguien cualquiera? ¿Y si era la persona sentada tras de él en clase, o alguien que le perseguía por los pasillos, o un compañero de trabajo? Si él estaba despistado, entonces podría hacerlo sin que se diera cuenta. Eso era lo que le perturbaba.

Estaba divagando sobre lo que había dicho su hermano cuando este hizo una confesión como si tal cosa. Marcus abrió los ojos como platos. ¿A PAPÁ? Dijo lentamente. ¿Qu...Com...Cuándo? ¿POR QUÉ? Eso le dio mucho miedo. Su padre era una de las personas más inteligentes que había conocido. Es cierto que era más un hombre culto que un eficiente dominador de hechizos, esa era su madre. Pero, aun así, Marcus siempre se había sentido muy identificado con él, incluso habían estado ambos en Ravenclaw. Pero... Entonces eres muy bueno. Dijo sin pensar. Quiero decir... Hizo una pausa, valorando qué palabras debía usar a continuación. Pero no encontró ninguna mejor. Sí, eso. Eres bueno.

Vale, Marcus, relájate. Papá no sabe oclumancia, tú sí. Intentó decirse a sí mismo mientras respiraba hondo. Bueno, no sabía oclumancia al menos que él supiese. Su abuelo sí que tenía nociones de esa destreza, quizás se las hubiera enseñado a su hijo. Al fin y al cabo, los oclumantes no iban gritándolo a los cuatro vientos. Vale. Soltó de repente, moviendo de nuevo el cuello y los brazos como si estuviera preparándose para una carrera. Se colocó cómodo en la silla, ligeramente inclinado hacia su hermano, y clavó la mirada en él, aferrando la varita con fuerza. Probemos.

¿Por qué? Bueno... No para todo se necesitaba un por qué... No era que lo hubiera premeditado, simplemente a veces no entendía qué pasaba por la cabeza de sus progenitores y... Vamos... ¿Quién no tenía curiosidad por saber qué pensaban sus padres alguna vez?
No lo volvió a intentar porque no le gustó lo que pudo leer... Supuso que tal vez por eso, tampoco tenía especial interés en intentar contentar a un padre que daba por hecho que  la había cagado con el hijo menor...

Y para nada era bueno, o al menos no siempre. Solo a veces... Simplemente su padre era demasiado descuidado. Estaba tan en las nubes y tenía la certeza de ser tan bueno en todo, que a veces dejaba las cosas importantes a un lado... También decir que por norma general no solías creer que tu hijo fuera a hacer algo así...
Y bajo su opinión, dudaba mucho que supiera qué estaba cursando en Howarts como para saber que tenía que andarse con cuidado.

Y la cosa empezó a ponerse seria... Su hermano se estaba preparando y él quería hacer lo mismo. Aferró su barita, apoyó su mano sobre el respaldo de la silla y miró a los ojos a Marcus.
Su expresión estaba seria, siempre solía estar serio y bastante inexpresivo, pero ahora era algo más, estaba concentrado. No quería demostrar que era mejor que su hermano... Pero si tenía cierta curiosidad de saber si podría... Y ver qué encontraba ahí.

—Legeremancia...—Susurró entonces, con el tono de voz algo más grave de lo habitual.

Y tras unos segundos mirando a los ojos de su hermano mayor... Pudo notar la inquietud en él, la incertidumbre... el pánico por lo que pudiera estar viendo...
Pero en realidad no estaba viendo absolutamente nada. El efecto fue igual que decir "clavicordio" en voz alta.
Finalmente negó con la cabeza y se echó hacia atrás.

—Nada... aunque muchas veces no me sale, así que... sigues sin saber si eres lo suficientemente bueno o yo soy tremendamente malo...

Respiró hondo y dejó la mente en blanco, totalmente en blanco. Era el mejor truco: no pensar. Si no había nada que pudieran ver, no verían nada.

Le gustó ver a su hermano concentrado, pero ahora no era el momento de fraternalismos: en esa simulación eran rivales. Bajar la guardia era el primer error que alguien con la mente totalmente expuesta a que se la robaran cometería. Por eso cerró los ojos y aferró su varita, la cual no necesitaba pero le hacía sentirse más seguro al tenerla. Y entonces oyó el hechizo en la voz de Lex.

Se le pusieron los vellos de punta, y eso que era su hermano, pero nunca le había lanzado ese hechizo. Sí otros, practicando duelo o "chinchándose". Pero nunca ese. Sí, se lo había pedido él, pero no dejaba de dar miedo igual. Contuvo el pensamiento que estuvo a punto de pasar por su cabeza: ¿cómo has podido aprender a hacer esto? ¿Por qué? y la absurda idea de que ojalá pudiera ser él el que se metiera en la mente de su hermano para entenderle... ¡Pero no! ¡Tenía que parar! Tenía que detener los pensamientos o Lex se los leería, y encima vería que pensaba eso de él... Lo que le faltaba, hacerle daño a su hermano.

Tras unos instantes con la mente en blanco, con los músculos totalmente tensos, oyó que su hermano se rendía. Abrió los ojos. Espera, ¿lo he conseguido? Pensó, y una leve sonrisa entre aliviada y satisfecha se esbozó en su rostro. Pero no tardó en borrarse cuando vio lo defraudado que el otro se había quedado.

Eh, venga, no seas duro contigo mismo. Trató de animar. Estaba de buen humor tras el triunfo, eso ayudaba a ser menos borde. Son disciplinas difíciles. Aún somos alumnos. Dijo para consolarle, aunque no creía cien por cien en esto. Él llevaba años practicando oclumancia, estaba seguro de tener mejor nivel que la mayoría de los magos adultos. Quizás has entrado en mi mente pero no has visto nada porque... Bueno, no estaba pensando en nada. Se encogió de hombros. En eso consiste, al fin y al cabo.

Hizo una mueca con los labios fruncidos mirando a Lex. Él no querría reconocerlo, pero seguro que le había jodido mucho fracasar delante de Marcus. Podía empatizar a la perfección. Así que intentó remediarlo. Pero sí, tienes razón, no hemos salido de dudas... ¿Volvemos a probar?

¿Y quién estaba siendo duro? Solo era realista. Aún sin saber oclumancia muchas veces no le salía. Ni si quiera sabía identificar cuándo funcionaba y cuando no, no se atormentaba por ello, ya sabía que solo estaba aprendiendo y que era normal no dominarlo, a diferencia de su hermano, no le obsesionaba no ser bueno en algo...
Aunque no podía decir que no estuviera deseando serlo al menos en aquello, al menos una vez... Mejor que su perfecto hermano mayor.
Si, era mejor que él en las peleas, pero nadie valoraba eso...

Levantó la mirada y la clavó en los ojos de su hermano. Volverlo a intentar... No se lo tuvo que pensar mucho. Sí, quería volverlo a intentar. De nuevo no porque pensara que su hermano era mejor que él con lo de bloquear su mente, más bien porque... Bueno, porque quería hacerlo. ¿Podía ganar a su hermano en algo aunque fuera una vez?

—Eres capaz de no pensar en nada... Eso si que es toda una revelación.— Añadió, aunque quizá algo tarde, pero si no añadía un punto gracioso no era él.

Tomó de nuevo su barita de nuevo con fuerza y volvió a inclinarse hacia adelante, dejando su pecho apoyado en el respaldo de la silla. Miró fijamente a los ojos a su hermano y movió su cuello a un lado y a otro, muy despacio, haciéndolo crugir.
No estaba pensando en nada en concreto, solo en que... Podía hacerlo. Solo era un hechizo, era bueno con los hechizos, podía con este también...

—Legeremancia...—Volvió a susurrar en un tono muy bajo y ronco, moviendo ligeramente su barita.

Ja-Ja. Respondió sarcásticamente al comentario de su hermano, con los ojos entrecerrados. Pero sí, tenía razón: era raro que él no estuviera pensando en algo, era una de las cosas más costosas de la oclumancia. Dejar la mente en blanco no era fácil para nadie, pero a él, acostumbrado a estar continuamente dándole a la cabeza, le resultaba especialmente difícil.

Su hermano volvió a endurecer la mirada y a lanzar el hechizo correspondiente. Marcus había respirado hondo de nuevo, preparándose... Pero, esta vez, no le fue tan fácil dejar la mente en blanco. Como un pensamiento obsesivo, como si de un hechizo se tratase, irrumpió en su mente la imagen de la primera vez que tuvo que enfrentarse a un boggart. Nunca había tenido un fracaso tan estrepitoso en una clase. Él estaba acostumbrado a triunfar, a ser el que se sabía todas las preguntas, el que elaboraba mejores pociones y el que ejecutaba mejor los hechizos. Pero lo del boggart no lo vio venir.

Estaba tan confiado en que el hechizo era sencillo, en que tenía multitud de anécdotas divertidas que poder usar contra él, que se encaminó confiado a enfrentarse a él. Fue el primero de la clase en hacerlo, de hecho, se ofreció voluntario para empezar. Pensó que su boggart sería algo típico: una acromántula, un asesino, un león. Su hipótesis más fuerte era ese payaso tan feo que vieron una vez que fueron de niños a la parte muggle de la ciudad, mientras sonaba una musiquita tétrica de fondo. Sí, pasó mucho miedo ese día. Tenía ya preparada la imagen mental de lo que haría con ese estúpido payaso cuando el armario se abrió.

Ante él apareció un mago encapuchado, desconocido. Eso no se lo esperaba, pero no daba nada de miedo. Frunció el ceño, con una sonrisa ladeada, y alzó la varita para pronunciar el hechizo. Pero, antes de poder hacerlo, el mago empezó a hablar.

¿De verdad quieres ser un inefable el día de mañana? Marcus abrió los ojos con pánico. ¿Cómo sabe eso? No se lo había dicho a nadie. Era una de sus opciones profesionales, sí, pero la única que no había dicho públicamente. Si ni siquiera eres capaz de crear un simple hechizo protector. Se le desencajó la mandíbula. Eso tampoco lo sabía nadie. O'Donnell, lanza el hechizo. Instó el profesor. Pero él se había quedado totalmente congelado. Le temblaba la mano de la varita. Eso que quieres hacer solo se consigue con una capa de invisibilidad. ¡¡CÁLLATE!! Espetó. ¡¡ESO ES SECRETO!! ¿Tan secreto como que te sabes el horario entero de Poppy McKenzie? Se le cayó la varita y dio un paso atrás. Oía los suspiros de sorpresa de sus compañeros, así como alguna que otra risita. ¿Qué intentas ocultar con ese hechizo, Marcus? Venga, O'Donnell. Lanza el hechizo. ¡¡No quiero ocultar nada!! ¡¡Solo estoy practicando!! Bramó, ignorando al profesor y notando como se le llenaban los ojos de lágrimas de rabia y miedo, como si ese puñetero boggart fuera realmente un mago que le estaba retando. Se había creado un tenso silencio en clase y el resto de alumnos empezaban a contagiarse de su miedo. ¡Mientes! ¡Y además no eres tan bueno como te crees! Se tiró al suelo para recoger la varita y enfrentarse a él, pero al dar el mago un paso adelante, Marcus se arrastró unos pasos hacia atrás. Se le cayeron dos espesas lágrimas mientras el mago soltaba una sonora carcajada. No eres más que un crío fracasado. ¡¡RIDIKKULUS!! Intervino el profesor, y el mago se convirtió en un bebé diminuto y llorón. Apenas se escucharon algunas risas tímidas, pues el ambiente estaba demasiado tenso.

¿Estás bien, chico? No estaba bien. Se había quedado con la mirada perdida, las mejillas llenas de lágrimas y el corazón en la garganta, tirado en el suelo. Notó como el profesor se agachaba junto a él y tocaba sus hombros con suavidad para intentar levantarle. Pero, con el solo contacto, Marcus reaccionó como una fiera herida. Agarró su varita y, con furia, se levantó y salió corriendo del aula. No salió en todo lo que quedó de día de su dormitorio, muerto de miedo y de vergüenza. Nunca le dijo a nadie que no estuviera en esa clase lo que había pasado.

De repente notaba como si hubiera vuelto a la Sala de los Menesteres. Se notaba los ojos llorosos de nuevo. Mierda. Maldijo para sí. Levantó la vista hacia su hermano y sintió que lo había visto todo. Lo había visto, y él no lo había podido evitar. Se levantó rápidamente de la silla y se dirigió a la otra punta de la sala, dándole la espalda. Limpiándose una lágrima furtiva con la manga de la túnica.

Y en esta ocasión... algo fue distinto. Y lo que empezó como un pequeño coro de voces prácticamente se convirtió en una imagen tan nítida que era como si pudiera verlo, como si estuviera allí...
En la clase de su hermano. Podía percibir su confianza en aquel ejercicio, en como se presentó voluntario, vio al mago que ni sabía quién era, sabía que su hermano tampoco...
Vio sus secretos. ¿Quería ser... un inefable? Pero pensaba que quería ser escritor...

Y vio lo de Poppy, las risas, las bromas... y sobretodo el llanto y la frustración de su hermano, cómo se había sentido humillado delante de toda la clase porque alguien desconocido le decía que no era tan bueno en algo.

Lex no solo le había conseguido leer la mente. Probablemente, había conseguido leer sus temores, aquello que Marcus escondía con recelo. Sus anhelos y miedos... Y no fingía. Realmente para su hermano el peor de los acontecimientos sería no ser el mejor, ser un fracasado...
No era una virtud. Para Lex resultaba una agonía...

Álex parpadeo cuando su hermano le miró, como si saliera de ese pensamiento y regresaran a la sala. Nadie dijo nada, pero los ojos de Marcus eran tan evidentes que aun sin poder leer su mente se podría deducir que no había visto nada bueno...
Se apartó y le dio la espalda.

Lex tragó grueso. Tenía un nudo en la garganta y una presión extraña en el pecho. Cuando había conseguido entrar en la mente de alguien no había sentido nada... En ese momento sentía casi lo mismo que Marcus, probablemente porque era su hermano y eso le dolía...
Lloró delante de toda la clase... solo porque un desconocido digo que no llegaría a nada y era un fracasado. Realmente cargaba con un peso que no envidiaba.

Desvió la mirada y presionó su mandíbula. ¿Y ahora qué? Tenía una información tan valiosa para humillarle y reírse de él... Pero eso no resultaba divertido.

—Pues... Esto es una pérdida de tiempo. No ha funcionado—Dijo finalmente, cruzándose de brazos y poniendo su rostro de asqueo general.—Quizá es que no me interesa tanto lo que hay en tu cabeza y por eso no sale... O habré dicho algo mal. ¿Dije legeremancia? ¿O leregemancia? A veces me confundo...— ¿Por qué optar por esa opción? Bueno... Era un desgraciado, si, pero... Tampoco tanto. O no siempre.

Aún estaba de espaldas intentando recuperar la respiración y la dignidad. Sentía que su hermano debía haber visto el momento más humillante de su vida como si fuera una película, además de que ahora Lex sabría que su mayor miedo era fracasar y que un mago le leyera la mente sin él poder hacer nada para evitarlo. ¿Por qué tuvo que ser tan estúpido ese día? Se enfrentó al boggart con toda su soberbia, pensando en lo buen inefable que sería, en lo impresionada que estaría Poppy si se enteraba de que había batido a un boggart el primer día y el primero de la clase, y en lo bien que le vendría la inspiración para seguir con el hechizo que estaba creando. Y ese estúpido mago lo vio, lo vio todo. Y lo soltó delante de todo el mundo.

Dejó de regodearse en su desgracia cuando oyó a Lex hablar. Se había tensado de nuevo, esperando a lo que su hermano tuviera que decirle de lo que había visto. No sabía si iban a ser peores sus burlas o su condescendencia: no tenía ganas de oír gilipolleces, pero tampoco quería que le tratara con pena. Para su agradable sorpresa, no hizo ni una cosa ni la otra.

Frunció el ceño extrañado, aún sin volverse, y pasándose rápidamente de nuevo la manga de la túnica por la mejilla para quitar los restos de agua que se habían quedado en ella. ¿Cómo que no había visto nada? Estaba prácticamente seguro de que sí... ¿Se estaría equivocando? ¿O acaso su hermano le estaba mintiendo? Pero, ¿por qué?

Se aclaró la garganta y se giró hacia él, tratando de aparentar que estaba bien, aunque aún con el semblante un poco serio y entristecido. No sé, no me he fijado. Contestó con suavidad y la cabeza gacha. Su voz sonó ligeramente quebrada, por lo que se aclaró la garganta de nuevo. Estaba concentrado en lo mío, ya sabes. En hacerlo mal. Porque sí, la primera vez le salió muy bien pero la segunda había sido catastrófica. Su exceso de confianza le jugaba malas pasadas. Tenía que aprender a controlarlo.

Se acercó a su silla y la agarró para colocarla en su sitio original mientras le decía a Lex. ¿Sabes? Ya es tarde, tampoco te quiero entretener. Comentó sin importancia. Cuando dejó la silla, volvió a dirigirse a su hermano y se encogió de hombros. Ha sido interesante. Creo que... Se te da bastante bien. Me ha costado evitarte. Esbozó una sonrisa algo triste. Porque estaba totalmente seguro de que su hermano había leído su mente la segunda vez. ¿Pero por qué decía que no?

Terminó de recoger la habitación mientras pensaba. ¿Pudiera ser que su hermano hubiera mentido para no hacerle sentir mal? Le miró de reojo mientras recogían. Lex podía ser un poco capullo a veces, pero era su hermano. Estaba seguro de que tenía mejor corazón de lo que quería aparentar, al igual que Marcus también valoraba las habilidades de la gente más de lo que su prepotencia mostraba. En eso se parecían bastante. Aunque ahí, pensó, su hermano estaba mostrando una cualidad que él no sabía si tenía. ¿Habría sido Marcus capaz de reconocer que había fallado en hacer algo que había realizado correctamente solo por no hacer sentir mal al otro? Le cegaba hablar de sus éxitos... Supuso que Lex no era así. Y que se preocupaba por él.

Cuando dejó todo como lo encontró, ambos dieron la lección por finalizada y se dirigieron a la puerta. Podríamos... Cenar juntos un día de estos. Que en casa casi siempre comemos juntos y luego aquí no nos vemos. Dijo tratando de ser amable y de relajar el ambiente. Esperaba que no hubiera sonado muy forzado, aunque realmente lo decía en serio. Aunque hoy mejor no... Se llevó una mano a la sien, frotándosela con los ojos un poco entrecerrados. Me duele mucho la cabeza, creo que me voy a acostar pronto. Caminaron por los pasillos y sus pasos se dividieron cuando llegaron al pie de la escalera de la Torre Ravenclaw. He llegado a mi parada. Dijo con una sonrisilla bromista. ¡Nos vemos! Subió los primeros escalones un poco arrepentido de haberse despedido tan rápido, con la sensación de que le faltaba algo. Se detuvo, se mordió el labio y decidió hacer las cosas bien. ¡Eh, Lex! Dijo descendiendo un par de ellos de nuevo, y asomándose para localizar a su hermano. Esbozó una sonrisa sincera y habló. Gracias. No hacía falta decir por qué le daba las gracias, no hacía falta decir nada más. Él ya lo sabría.

Lex solo desvió la mirada. Estaba escuchando perfectamente los sollozos de su hermano y el movimiento de la tela de su túnica intentando limpiarse sus lágrimas.
No solo había visto un momento humillante para él, era tal que incluso pensar en ello le hacía llorar... ¿O lloraba por pensar que alguien lo había visto?
En realidad lo dudaba. Marcus había tenido un recuerdo tan vívido que había rememorado lo que sintió ese día... Y no era que Lex le mirara de forma diferente, seguía siendo su prepotente y sabelotodo hermano. Pero no era tan perfecto. Y justo eso era lo que parecía aterrarle. Que no era perfecto...

Se acercó y dijo que no se había dado cuenta respecto a su hechizo porque estaba concentrado en su tarea, Alex solo asintió juntando un poco sus labios de forma casual.  Parecía que aquella había sido la mejor opción para no acabar de hundir a su hermano. Sacarle de quicio, enojarle, esas cosas estaban bien y eran divertidas pero... Había un límite, supuso.

Y de pronto parecía tener prisa por acabar aquel entrenamiento, no le parecía mal. Todo había sido muy extraño y de alguna forma podía sentir esa humillación como propia aunque no la hubiera vivido.
De modo que solo asintió, un tanto sorprendido porque le dijera que había sido bueno y que le había costado evitarle... Palabras bonitas de su hermano hacia él... Curioso.
Lex solo asintió y se levantó para ayudar a Marcus a recoger, aunque no entendía bien qué estaban recogiendo, ellos solo usaron dos sillas, pero debía ser de esas cosas mecánicas que su hermano hacía porque estaba nervioso.

Al salir, el Slytherin no abrió la boca, solo miró a su hermano algo sorprendido porque le invitara a cenar... algún día, no ese. Lex solo asintió, no le parecía mal, al fin y al cabo, no era un secreto que fueran hermanos.

Se preguntó por qué estaba acompañándole hasta la puerta de su casa. Más o menos quedaba de camino, pero de algún modo estaba siendo un tanto protector y solo quería asegurarse de que su afectado hermano llegara al menos a su habitación con bien, sin encontrarse con nadie que pudiera fastidiarle en ese momento algo delicado.

Se detuvo en la puerta y se despidió solo con un gesto que abría más sus ojos, no solía ser muy hablador por norma general. Se dispuso a marcharse pero se detuvo al escuchar a Marcus casi saltando y asomándose por la ventana como un ratoncito.
Gracias. Le había dado las gracias.

Lex solo sonrió, le guió un ojo y se dio media vuelta para caminar hasta su casa. Al final... Había resultado curioso. De alguna manera había descubierto que Marcus era débil a algo, y no porque quisiera utilizarlo o algo así, solo porque le hacía más... humano. Más... cercano. Podía ser un estúpido a veces, pero tal vez solo temía a que no le tomaran en serio... Y de alguna manera, eso podía comprenderlo.