Al ser el inicio de la partida, se dejará más tiempo para que los personajes puedan interaccionar de la forma en que queráis, no tenéis por que sentaros directamente a jugar. Sed creativos. Una vez Jayden lance los dados, masterización posteará el mensaje que aparecerá en el tablero.

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Puede que la convivencia no hubiese empezado con buen pie, pero no era algo que le preocupase a la larga. Entendía que para Jazz fuese algo difícil de digerir, pues durante muchos años habían sido solo dos, se había esforzado porque nunca le faltase de nada y porque no notase la ausencia de una madre, puede que a veces no la hubiese suplido de la mejor manera, pero al menos lo había intentado y estaba orgulloso por ello. Estaba convencido de que con el tiempo Jazz aceptaría a su nueva familia, pues era imposible no querer a Lizz y Scott era una extensión de ella, así que también encajaría de igual forma.

Se alegraba de haber pedido esa semana de vacaciones, pues la mudanza había sido agotadora y era necesario que estuviesen todos presentes para que la transición no fuese tan dura para los niños.
Después de comerse la lasaña que había preparado se sentaron todos en el salón a descansar, el ambiente estaba un poco tenso, sobre todo por parte de la benjamina de la casa, así que cuando se acordó del juego que había encontrado Lizz esa mañana se le ocurrió que sería una buena idea jugar para así romper un poco el hielo.

—Ei— se levantó después de besar la coronilla de Lizz, que estaba tumbada encima suya y se acercó hasta el armario —no sabéis el descubrimiento que ha hecho mamá esta mañana— se había acostumbrado a llamarla así delante de Jazzlyn, para intentar que dejase de verla como una enemiga y más como su nueva familia —parece interesante ¿verdad?— extendió el tablero en la mesa grande y jugueteó con las fichas en sus manos —¿queréis que juguemos? aunque tengo que avisaros de que soy un experto en juegos de mesa, será difícil que me ganéis, pero os reto a intentarlo— sonrió y le guiñó el ojo a su pequeña, ellos ya estaban acostumbrados a jugar a cualquier cosa siempre que podían.

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Todavía no entendía qué estaba haciendo allí. Que unos desconocidos invadieran su casa ya era bastante malo, no tenía además que ayudarles a llenar su estancia de cosas extrañas, no había necesidad en compartir la mesa y... Ni mucho menos jugar a aquel juego de familia feliz.

¿Mamá? No había llamado a nadie así en toda su vida y no iba a empezar a hacerlo ahora. Esa mujer no era su madre, y ese chico no era su hermano. Eran unos extraños... Y no iba a cambiar. ¿Qué le pasaba por la cabeza a su padre? De verdad que no conseguía comprenderlo. Que pudiera gustarle esa mujer... Estaba bien, era mona y esas cosas, pero de ahí a querer jugar a las casitas y a la familia feliz...
Era casi un insulto. Su madre estaba muerta. Por su culpa. Más o menos. No le apetecía sustituirla por una desconocida.

Jazz no se quitó de encima ese rostro serio. No era una mala chica pero si muy reflexiva en ocasiones y sobretodo, celosa de su espacio. Y esa casa había sido el espacio para dos por excelencia desde que nació. Su padre y ella, y fotos de su madre por algunos lugares. Nada más...
No había tenido inconveniente en que su padre saliera con mujeres, al fin y al cabo... debía tener sus necesidades, cosa de la que prefería no pensar demasiado... Pero de ahí a... ¿Llevarlas a casa? ¿Con su hijo? ¡Si apenas llevaban unos meses saliendo!

Y le gustaba ver a su padre feliz pero... También la enfurecía. Ese tipo de sonrisa... Ese brillo en los ojos... No era tonta. No se lo había visto antes y pensar que estaba sintiendo un tipo de felicidad que ella nunca habría podido proporcionarle la frustraba. Y tener que ver como besaba a otra mujer era casi vomitivo...

—¿Puedo ir a mi habitación?—Fue todo lo que dijo. Si todo aquello le había apetecido nada, la idea de pasar una velada maravillosa jugando a un juego que su adorada nueva novia se había encontrado era un plan que le gustaba más bien poco. Quería irse a su habitación, encerrarse allí, poner la música bien alta y soñar con que todo aquello era una pesadilla.
Tal vez cuando despertara tenía suerte y era así, y todo ese tema de Lizz y Scott se esfumara... Eso si que estaría bien.

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Lizz estaba agotada, tanto física como mentalmente, después de todo el trajín de la mudanza. No solamente se trataba de cargar con todas sus posesiones dentro de la residencia Smith si no que tenía que lidiar con el mal humor tanto de su hijo Scott como de Jazz, la hija de Jayden. Aunque no lo pareciera, a Lizz le afectaba la evidente antipatía que la niña le tenía y que se había visto de lejos desde el primer día que Jayden se la presentó. Aún así la abogada había procurado poner buena cara y centrarse en que todo quedara más o menos ordenado antes de que terminara el día.

Y así había terminado recostada sobre Jayden, en un acto poco propio en ella pero que no había podido evitar, estaba agotada y necesitaba un poco de tiempo de relax junto a su pareja. Era una de esas cosas que solamente él había podido lograr en ella, dejando que salieran a la luz partes de su personalidad que raramente nadie podía llegar a ver. Por eso ya le amaba tanto.

Frunció el ceño desde el sofá al verle levantarse e ir hasta el armario mencionando el juego - Pero estoy reventada, Jay...- dijo con su típica expresión de sargento hacia él. Al final una media sonrisa cómplice se dibujó en su rostro y se incorporó para ir hasta él y fijarse en la caja que sostenía entre sus manos - Bueno, quizá sea interesante probar eso de que eres un experto en los juegos de mesa.

Escuchó los impedimentos de los chicos y negó con la cabeza - Vamos niños, en realidad estos juegos son muy divertidos. Así nos entreteníamos nosotros cuando no había maquinitas ni nada parecido - dijo, mirando claramente a su hijo y luego dirigiéndose a Jazz - Venga, a tu padre le hace ilusión. Además la alternativa es que sigáis ayudándonos a abrir las cajas de la mudanza así que vosotros veréis.

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La adoraba, punto, con ella se sentía tan comprendido, durante catorce años se había limitado solo a ser padre y a su trabajo y ella había conseguido sacar de él aquel chico escondido que aún habitaba en su alma, nunca antes había creído en las segundas oportunidades, hasta que la conoció y se enamoró a la velocidad de la luz de ella.

Negó con la cabeza y tiró un poco de la trenza de su hija de forma cariñosa —para encerrarse en la habitación siempre hay tiempo cielo, ahora vamos a pasar un poco de tiempo juntos ¿vale? nos hace falta para conocernos mejor— ella misma había insistido una y otra vez en que no quería compartir su casa con unos desconocidos y eso solo se arreglaría si daba su brazo a torcer y se dignaba a descubrir que eran unas personas maravillosas y que encajaban a la perfección con ellos, si hubiese creído en algún momento que aquella unión perjudicaría a su hija no la habría llevado a cabo.

—Hacedle caso— Lizz lo había explicado a la perfección, no entendía cómo los niños de hoy en día podían preferir una PlayStation a un típico juego de mesa, en el que te reúnes con tu familia o amigos e interactúas y te lo pasas genial, el mundo moderno parecía que avanzaba hacia el aislamiento del individuo, en vez de hacia una sociedad unida.

—Haremos una cosa, jugaremos y cuando terminemos la partida os dejaremos que hagáis lo que queráis mientras nosotros terminamos de desempaquetar— era un trato justo, seguramente dejaría a Lizz descansar y él se pondría con las cajas, todavía le quedaban energías suficientes y no creía que el juego se las fuese a quitar.

—Venga, os dejo elegir ficha primero— se sentó de nuevo en el sofá y esperó a que los niños se animasen finalmente.

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En eso estaba de acuerdo con ese chico. Aunque solía jugar con su padre a juegos de mesa pero tampoco era algo demasiado actualizado...
No quería sentirse aliviada, pero quizá si ninguno de los dos quería jugar se olvidaran de esa historia de hacer familia con un maldito juego de mesa que ni si quiera habían escogido ellos, aunque eso sería peor, no quería incluir en sus recuerdos y en las cosas que hacía su padre a otras personas, y menos a ellos.

Y no supo qué era peor. Si ver a esa mujer tomando la decisión por ambos de que la alternativa a jugar era ayudarles a desempacar, o a su padre diciendo que era una buena oportunidad de conocerse.
¿Qué no entendían del asunto? Esa mujer no era su madre, podía decirle a su hijo que le ayudara a hacer lo que le viniera en gana pero no a ella. Jazz no tenía por qué colaborar con esa mudanza, ella no se mudaba, a ella la estaban invadiendo.
¿Y lo de su padre?
De verdad que había prometido ser educada pero se lo estaban poniendo muy difícil.

— Si necesitáis un juego de mesa para conoceros, tal vez deberíais replantearos la velocidad con la que... estáis llevando esto.—  No pudo resistirse, porque lógicamente ella no se metía en la ecuación de tener que conocer a nadie.

Miró a su padre unos segundos, sabía que eso le iba a molestar o incluso a doler, pero realmente no iba con ella. Entendía que su padre pudiera necesitar una novia y le parecía bien, no le había dicho nada respecto a eso por mucho que le jodiera compartirle, no era asunto suyo y lo aceptaba. ¿Quería una novia? Bien. Pero ella no había pedido una madre, non podía imponérsela, y encima con regalo.

— Yo no tengo que desempacar nada, así que esa negociación no tiene mucho valor conmigo.— No es que fuera la típica chica respondona o una empollona que supiera de más y le gustara ir de listilla. Normalmente incluso era bastante callada. Risueña con su padre, claro. Pero a solas...
Sin embargo, si que contaba con buenas calificaciones y no era estúpida. ¿Desempacar? "Yo no me he mudado", volvió a pensar.

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Hizo rodar los ojos un momento justo después de escuchar a los niños y justo antes de mirar a Jayden. Aquello iba a ser complicado, pero ellos ya se lo esperaban. Al fin y al cabo estaban curtidos a la hora de criar a aquellos dos críos ellos dos solos puesto que la esposa de Jayden había muerto y había sido Lizz la única que se había ocupado de Scott durante toda su vida pues su ex jamás le había prestado atención. Nunca le había cambiado un pañal, nunca le había acunado, nunca le había llevado al colegio y mucho menos se había preocupado por criarlo.

Por eso Lizz podía ver aquella bondad nata en los ojos de Jayden. Podía ver a un hombre bueno que adoraba a su hija. Y por eso le había amado prácticamente desde el primer instante en que habían cruzado miradas y palabras. Aunque había que reconocer que aquella situación con sus dos "pequeños" era bien distinta - No se trata de que tu padre y yo nos conozcamos, Jazz, si no que todos lo hagamos en general. Tú y Scott incluidos - a Lizz le salía la madre que llevaba dentro con Jazzlyn, era imposible que pretendiera hacerse su colega porque no era eso lo que quería. Tampoco cubrir el hueco de su madre porque eso era imposible, pero sí que quería estar ahí por si algún día la necesitaba. Quizá algún día llegaría, todo era cuestión de paciencia.

Tomó en esta ocasión el juego ella de las manos de Jayden sin dejar de dedicarle una sonrisa cómplice y dejando la caja sobre la mesita de centro, abriéndola con cuidado - Y si Scott, estoy cansada pero sé que será mucho más cansado tener que aguantaros aburridos merodeando como fantasmas por la casa. Los niños es mejor que tengáis algo que hacer. Y vamos, puede ser divertido. - ella misma dudaba de que lo fuera pero sí confiaba en Jayden y sus ideas. Él era mucho mejor en esa clase de cosas que ella - Jumanji...- murmuró abriendo la caja y observando primero las piezas en un rinconcito - Sí, adelante cariño, acércate - le respondió a su hijo antes de volver a dirigirse a Jayden - Si alguien puede montar esto rápido es Scott. Si fuera igual de veloz para poner la mesa o recoger su cuarto sería perfecto.

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Iba a abrir la boca cuando Lizz lo hizo por él y no puedo evitar sonreír ampliamente, le encantaba que se le diesen tan bien los niños, sabía imponer respeto, algo que quizás a él le había faltado un poco en la educación de Jazz, por suerte había salido perfectamente, a pesar de todo lo que le había consentido no se había convertido en una niña déspota y cruel, todo lo contrario, estaba un pelín mimada, sí, pero era un cielo de niña, por eso, a pesar de que entendía su postura y su recelo, no podía evitar que le doliese un poco que estuviese tan poco dispuesta a dar su brazo torcer, ¿cuándo le había fallado él? le gustaba pensar que nunca y aquella no sería la primera vez, sí, habían ido rápido para las circunstancias en las que se encontraban, pero no pudo disfrutar todo lo que hubiese querido de su primera mujer y ahora no pensaba dejar que le pasase lo mismo con Lizz.

—Pequeña, por favor, hazlo por mí— le pidió por última vez, porque tampoco iba a forzarla a hacer algo que no quisiese, si no era capaz de poner un poco de su parte no pensaba castigarla ni mucho menos, no le quedaría otra que resignarse, pero estaba seguro de que al final le podría la curiosidad.

Se quedó mirando el juego, él era un gran conocedor de ellos, era hijo único, cosa que siempre había lamentado, pero por suerte había tenido una familia grande llena de primos con los que se había pasado las tardes jugando y la verdad es que pese a parecer muy antiguo ese juego no lo conocía, sería lo que ahora se llamaba vintage, que pese a parecer viejo acaba de salir.

Agarró las cuatro fichas —bueno, me quedo con el rinoceronte y nada de peros, no me digáis que no os he dado la opción de elegir— las puso sobre el tablero e inmediatamente se colocaron en su lugar correspondiente —guau— murmuró sorprendido, tenía que tener una especie de imán implantado o algo por el estilo, pero no pudo evitar emocionarse como un niño pequeño ante juguetes nuevos —si esto no ha terminado de convenceros, no sé qué lo hará— murmuró divertido.

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Ninguno acababa de entender el punto y para Jazz era incomprensible como no podían darse cuenta de que ella no tenía ninguna intención de formar parte de aquello.
Respetaba a su padre, no era el tipo de chica que iba a armarle el drama porque quisiera salir con mujeres y rehacer su vida, eso era cosa suya, ella tampoco le permitiría opinar cuando decidiera empezar a salir con alguien. Hasta ahí bien. Pero era él quien salía con esa mujer, no ella. Ni su hijo. No tenía por qué conocer a ninguno ni pasar tiempo con ellos...

Y lo peor era su padre pidiéndole que lo hiciera por él. ¿Y qué pasaba con ella? ¿Podía usar la misma táctica? "Papá, déjame irme a mi habitación, ese lugar que va a seguir siendo solo mío, por favor, hazlo por mi", no, seguro que no iba a valer.

Además parecían abuelos todo emocionados por un maldito juego de mesa con un sistema magnético para las fichas. ¿Hola? Se notaba que no habían probado los juegos de realidad virtual, eso si que les iba a dejar alucinados...

— Me abrumas con tu entusiasmo por los imanes, papá...— Comentó Jazz, aunque no pudo evitar sonreír un poco. No podía evitarlo, cuando su padre empezaba a comportarse como un niño, mucho más infantil que ella, se le contagiaba. Le fastidiaba que los demás pudieran verlo también y no fuera una cosa de dos... Pero ese fastidio no podía ganar a la risa, en parte.

Jazzlin se acercó a echar un vistazo. Bueno, el tablero estaba bien conseguido. Tenía un buen arte, las texturas estaban logradas... Y no tenía muchas casillas...
Dudaba que, como había mencionado el chaval, fuera un juego interminable como el monopoly. No quería jugar, pero al menos no parecía que fuera demasiado largo.

— ¿Y qué gracia tiene? Las casillas están en blanco...— Comentó sin comprender cuál era el objetivo del juego.

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Le encantaba ver a Jayden tan emocionado con algo, como si fuera un crío. Tenía incluso más inocencia que los dos enanos que tenían delante y que parecían preferir asistir a un entierro o algo parecido antes que tener que jugar con ellos a algo. Pero Lizz sabía que no podía juzgarles, para Jazz ella y Scott eran unos extraños en la casa en la que siempre había vivido a solas con su padre y para su hijo era un cambio demasiado grande. De un piso pequeño a una mansión y, sobretodo, con un hombre que después de lo que habían pasado podía causarle rechazo con facilidad.

Pero no se iba a rendir si Jayden no lo hacía. Sonrió con ternura al ver cómo cambiaba su rostro cuando las piezas imantadas se acoplaron en el tablero. Escuchó con atención a Scott al leer las instrucciones y ella frunció el ceño en señal de confusión - Si, realmente es todo un poco escueto...aunque no me imaginaba mucho de una caja que estaba perdida en medio de la montaña - porque desde luego quien la hubiese perdido no parecía muy interesado en volver a encontrarlo - aunque juraría que cuando pasé por la zona escuché como una especie de tambores.

Scott intentó mover el elefante y ella hizo lo propio con el cocodrillo - Sí, funcionan bien. Yo me quedo con el de los dientes largos - dijo sonriente a Jayden y luego miró a Jazz y le hizo un gesto animándola a acercarse - vamos señorita, ya solo te queda uno - dijo refiriéndose a la pieza del mono - aunque debería tirar primero tu padre dado que lo está deseando.

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Estaba emocionado y no solo por el juego, si no por estar ahí los cuatro, juntos, iban a pasar su primer momento en familia y no podía sentirse más feliz, ver la sonrisa de Lizz le alegraba el corazón, los niños aún eran más reacios a todo aquello, pero llegaría el momento en el que pudiesen alegrarse por sus padres y comprender que aquella segunda oportunidad para ellos era única y no se podía desaprovechar.

Escuchó con atención a Scott, la verdad es que parecía extraño que las casillas no tuviesen ningún dato y las instrucciones tampoco es que lo dejasen muy claro. Se rascó la cabeza mirando el juego de arriba a abajo pero como no encontró nada más se encogió de hombros —bueno, probemos, aunque solo sea para demostraros la gran suerte que tengo siempre con los dados— dijo divertido —además lo más importante sí que está claro, el primero que llegue a la meta, osea yo, gana— se rio él solo de su propia broma y agarró los dos dados. ¿Cómo era posible que estuviese tan entusiasmado con aquello? su comportamiento quizás era demasiado infantil, pero siempre le había gustado conservar esa parte de niño.

—Allá voy eh, a la de una, a la de dos y a la de tres— no esperó a que nadie dijese nada más, lanzó los dados y los dejó caer al tablero, asomándose para ver cuántas casillas le tocaban avanzar.

Miró contento los dados, no empezaba mal, un seis era bueno, lo que lo dejó totalmente asombrado fue el mensaje que se fue formando en la esfera —oh dios, esto se pone interesante— tuvo que acercarse un poco más para leer, ya que no tenía sus gafas de cerca puestas —esta samba no la querrás bailar. Si lo haces, ¡cuidado! la podrías pisar— miró al resto de su familia con el ceño fruncido —no lo entiendo y no tengo ni idea de qué hacer, pero me encanta, ¿querrá esto decir que sumo puntos si me pongo a bailar la samba? porque estaría dispuesto eh— bromeó —¿y habéis visto eso? la ficha se ha movido sola, al final este va a ser el mejor juego del mundo— vaticinó.

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De verdad que no podía entender la emoción de su padre por ese juego, no tenía instrucciones ni indicaciones, no había nada...
Incluso se había acercado un poco para ver el tablero, seguro que Scott se había tenido que dejar algo... Porque no podían ser esas solas las instrucciones...

Y su padre lanzó, debía reconocer que dio un ligero respingo porque la ficha empezaba a moverse sola... Vale, eso no lo esperaba, pero tampoco era para tanto, no para emocionarse así, al menos...
Y lo peor era que estaba segura que esa emoción no era por estar juntos los cuatro, su padre de verdad estaba emocionado porque la ficha se movía sola...

Rodó sus ojos por eso pero si se acercó cuando vio que salía un mensaje en el tablero... Un teclado interactivo... ¿Pero qué quería decir eso?
No tenía sentido.

-Nadie quiere verte bailar samba, papá...- Mencionó  y miró hacia Scott, él tenía las normas, tenía que poner algo... Aunque al parecer no.
De modo que había un juego que lanzabas dados, avanzabas y... Salían frases absurdas. ¿Qué sentido tenía aquello?

-¿Es un juego de adivinanzas? ¿O de retos? ¿Si baila qué?- Dijo, de verdad que no tenía ningún sentido. No era por ponerse muy negativa... pero de verdad que no le parecía nada interesante o divertido ese juego...

-¿A alguien más le parece una tontería de juego?- Y de verdad que no estaba siendo una aguafiestas, no era por ser ellos, aunque no estuviera conforme con aquello, era que de verdad ese juego le parecía una tontería, y si era el clásico juego para que hicieran el tonto como ponerse a bailar o algo así...
No era apropiado para un primer encuentro... Su padre no tenía mucha vergüenza pero ella si...

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La tensión se podía cortar casi con un cuchillo desde que Jayden había tirado los dados y su pieza se había movido sola, apareciendo aquel mensaje tan extraño en el centro del tablero del juego - Vaya...sí que es más sofisticado de lo que pensaba - negó con la cabeza al escuchar a Jazz y luego a Scott que se planteaba lo que había salido como una especie de adivinanza - probablemente sea así aunque me encantaría verte bailando samba, cariño - dijo mirando a Jay antes de negar con la cabeza de nuevo y suspirar.

- No parece que haya más instrucciones que las que ya tenemos. Pero sigue sonando igual de interesante a pesar de que sigue sin entusiasmaros demasiado. Os sacan de una pantalla y ya no sabéis qué hacer - hizo rodar los ojos y se incorporó - igual es mejor idea que ambos os vayáis a terminar de ordenar las cosas de la mudanza y después a terminar vuestros deberes....

Iba a decir algo más pero lo que pasó después le dejó totalmente helada por unos instantes. Fue una décima de segundo en lo que sus ojos pasaran por delante de aquel bicho pero se quedaron totalmente fijos hasta que parpadeó un par de veces. No se lo pensó - ¡JAY! - se lanzó encima de él cayendo los dos a un lado de la mesa. El tablero zozobró y casi se cayó al suelo pero al final se mantuvo mientras Lizz trataba de reaccionar lo más rápido posible, señalando hacia el punto justo donde la había visto - ¡Niños apartaos INMEDIATAMENTE de la mesa! ¡Ha entrado una serpiente en la casa!

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Puso los ojos en blanco al escuchar semejante injuria de su hija, pero si ella era la primera en saber que era un bailarín estupendo, antes se lo pasaba genial viéndolo bailar, si es que crecía a pasos agigantados, lo que antes era todo diversión y sí papá otra vez, ahora era vergüenza y por favor, deja de ponerme en ridículo, ¿cuándo había empezado a hacerse mayor? no sabía si estaba preparado para ello.

Le sonrió a Lizz de forma cariñosa —algún día— le prometió, porque con tal de hacerla sonreír sería capaz de bailarle samba, hip hop o la internacional Macarena si hacía falta —en esto de las adivinanzas me pilláis, no tengo ni idea de qué puede significar—.

Estaba intentando hallar la solución a pesar de todo, no le gustaba la idea de que los niños no participasen en el juego, pero tampoco los podían obligar, pero él ya sentía curiosidad por saber la respuesta. Al escuchar el grito de Lizz se puso totalmente alerta, la abrazó con fuerza cuando se le abalanzó e intentó por todos los medios llevarse el golpe, no quería caer encima de ella y correr el riesgo de hacerle daño —¿estás bien?— preguntó sin entender nada, hasta que siguió su dedo y se encontró directamente con la serpiente inmensa sobre sus cabezas —¡oh Dios Santo!— se levantó de un salto con Lizz aún en brazos y agarró las manos de los críos por el camino para alejarlos lo máximo posible del tablero —vale, vale, tranquilos, no pasa nada— era extraño, pues nunca antes había visto serpientes por aquella zona, prefería pensar que no sería peligrosa, pues no entendía de serpientes, pero por si acaso, no quería arriesgarse —vale, sin movimientos bruscos, ¿alguien podría ir al garaje a por el hacha?— la usaba en invierno para cortar leña para la chimenea y no se le ocurría ninguna otra forma de matar a una serpiente, con un cuchillo se tendría que acercar demasiado.

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Las adivinanzas tampoco eran lo suyo, pero si tenía el ego muy grande como para rendirse. El problema era que, una vez solucionada... ¿Para qué servía?
No quería ser cruel y pensar que Lizz había llevado un juego de mierda, por lo que mejor pensar que estaba roto... Iba a soltar alguna bordería cuando vio a la mujer volar, casi literal, por encima de la mesa...
Apartando a su padre de...

El gritó que soltó debió escucharse hasta en la estratosfera. Dio un salto hacia atrás colocándose  detrás de su padre observando aquella serpiente descender...
Su respiración iba a mil y... Nunca se había colado una serpiente en casa... esa no parecía una culebrilla de los campos contiguos...
Y además parecía como... si les estuviera mirando a los ojos...

—Esta samba no la querrás bailar...—Repitió en un susurro y parpadeó. Eso no tenía ningún sentido. Una casualidad estúpida.
Miró a su padre, o lo intentó porque no podía dejar de mirar a la serpiente, cuando dijo lo del garaje. ¿Pensaba matarla con un hacha?

—¿Y si es venenosa? Parece venenosa, papá... llama a emergencias...—Le pidió tirando un poco de su jersey. Aunque si tardaban mucho... igual se perdía por la casa, o fuera, o se colaba en su habitación...
Retrocedió y echó a correr hasta el garaje, nadie más podía ir porque no sabían donde estaba, y el hacha tampoco.
Sujetó el mango y trató de correr con la herramienta de vuelta.

—Papá no eres muy hábil con el hacha...—Dijo quedándose inmóvil en la puerta, la serpiente parecía mirarla ahora a ella... Si se quedaba quieta miraba a su padre pero si daba un paso... Volvía su mirada hacia la chica, que miró a su padre más que asustada...

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Después de haber puesto a salvo a Jay que era quien tenía pegado a la serpiente, Lizz se centró en los niños - Ni se os ocurra acercaros, quedaos quietos...no hagáis movimientos bruscos - advirtió aún en los brazos de Jay antes de que él les aproximara hacia los niños.  Al menos ahora estaban todos juntos y a las malas ella podría ponerse delante de los niños o de Jay si es que la serpiente decidía atacar.

Jay sugirió traer el hacha y Jazz bajó a por ella mientras Lizz se centraba en Scott que pareció reconocer a la serpiente - Si es así entonces más motivo para no acer...¿Scott, qué haces? - su hijo lanzó la manta sobre la serpiente antes de que pudiera decirle nada y Lizz vio al reptil revolverse debajo, seguramente más nervioso que antes, justo cuando Jazz regresó con el hacha.

- Vale, hay que mantener la calma - al menos alguien tenía que ser la voz de la razón. Recordó sus nociones de senderismo y lo que le habían enseñado sobre si se encontraba una serpiente en la montaña - Jazz dame el hacha . Despacio - destacó antes de que la chica se la diera y después aprovechó que la serpiente estaba ciega momentáneamente para caminar hasta ella y colocarse justo detrás.

- Y ahora siempre hay que mantenerse por detrás e...inmovilizar la cabeza - y en ese momento bajó el hacha hasta colocar el mango en horizontal sobre la manta esperando poder dejar totalmente bloqueada la cabeza de la serpiente pues con todo lo que se movía iba a ser muy complicado acertar para partirla en dos con un hacha tan pesada - ¡Vale, creo que la tengo!

Ahora lo que faltaba era cómo demonios deshacerse de ella.  

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